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La domesticación de los camélidos

Si bien la puna ofrece una cobertura vegetal que puede dar acceso a algunas raíces
comestibles y algunas frutas, su ambiente es más bien favorable a la vida de animales
esteparios como los camélidos andinos, de los que se conocen dos especies salvajes —
la vicuña y el guanaco—: la primera, frágil y pequeña, con una lana de fibra fina y larga;
y el segundo, más grande y fornido con una lana más corta. El guanaco es un animal de
un hábitat más generalizado y vive desde el nivel del mar hasta cerca del punto de las
nieves, en las alturas. La vicuña, en cambio, es un animal cuyo hábitat se limita a la
altura y su alimentación está muy ligada al tipo de pastos que en ella crece.
En la Puna también vive otro mamífero mayor: La taruca, que es el ciervo más grande
de los Andes. Los otros animales, como la vizcacha y los dos tipos de perdiz también
son importantes para los cazadores, pero en menor medida que los camélidos.
Las condiciones de la Puna favorecieron a los procesos de adaptación, hizo que la
población se especializara cada vez más en la vicuña y que lograse un régimen de vida
casi sedentario, con desplazamientos regulares dentro de un circuito de caza en la
misma meseta de Junín. Pero este sedentarismo no produjo un cambio rápido hacia
una organización más compleja ni fue un factor de estímulo para el crecimiento
poblacional. Se trata de un “sedentarismo” asociado a una suerte de equilibrio estable
entre los recursos animales disponibles y las bandas de cazadores.

El penúltimo período frío llamado Magapata fue sucedido por una época de
temperaturas suaves, bautizado como “Aguarico”. Este cambio afectó la estabilidad de
las plantas y animales de los valles, permitiendo la ocupación de territorios más altos,
como Uchkumachay en Junín. Esta fase fue sucedida por la última glaciación -
Antarragá- que es la etapa donde los animales pleistocénicos desaparecieron y fueron
reemplazados por la fauna moderna. El guanaco, la vicuña y las tarucas coexisten en
la puna, en lucha con los zorros y pumas. La cuidadosa observación de los seres
humanos hizo posible conocer sus hábitos de vida y reproducción, estableciendo un
cierto dominio sobre ellos. Hacia el 8000 a.C., finalmente, se inició un acelerado
proceso de desglaciación -Fase Jalca- con un calentamiento ascendente del clima.
Entonces se inició un optimun climaticum, conocido como fase Yunga, con un clima
lluvioso y más cálido que el actual.

Tomando en cuenta la detallada información que tenemos sobre la cueva de


Telarmachay se encontraron pruebas del cambio de preferencias de venados hacia
camélidos. En la fase VII se indica que cerca del 65% de los huesos de los animales
consumidos por los cazadores pertenecían a camélidos (guanaco y vicuña) y que los
venados llegaban al 34%. En la fase VI, el 78 % eran camélidos y 21% cérvidos; al final
de la fase V, 86 % eran camélidos y apenas 13 % venados; finalmente, en la fase IV, los
camélidos llegarían a ser casi el 90% del consumo.

Cómo hemos apreciado las fases 4 y 5 coinciden con lo que Augusto Cardich llamó Fase
Yunga y están marcadas por la progresiva preferencia por los camélidos. Los cazadores
no contaban con ningún programa de conservación de la especie, sino todo lo
contrario. Ya que, desde el comienzo, en la cueva de Telarmachay se encontraron
huesos de animales recién nacidos, el número de estos restos fue creciendo y en la
fase 4 se descubrió que las crías menores a un año representaban el 73% de su dieta.
Esto pudo llevar a la extinción de las especies de camélidos, pero las evidencias de
Telarmachay informan que cuando el proceso de captura de crías de camélido llegó
a su punto más alto apareció una nueva especie, la alpaca.

La alpaca, a diferencia de las otras dos especies, es doméstica. Ha sido creada una
nueva especie por el ser humano, quien debido a sus hábitos de consumo que
privilegiaba a los ejemplares tiernos, fue progresivamente adaptando las costumbres
de las vicuñas salvajes a sus demandas de carnes tiernas. El procedimiento requiere la
adopción, reserva y cuidado de las hembras en proceso de gestación (en el invierno),
disponiendo así de neonatos “seguros” y abundantes en el verano. La domesticación
de los camélidos apareció como una secuela “natural” del proceso y no como una
decisión compleja ni forzada. La vida de los cazadores no estuvo sujeta a cambios
“revolucionarios” ni mucho menos traumáticos. Su paso a la condición de pastores no
excluyó el mantenimiento de sus viejas costumbres, ni demandó formas de
organización muy diferentes a las que tenían ya establecidas. Para esta crianza, no se
requiere de una infraestructura compleja de corrales ni otros procesos de
domesticación; en realidad, la transformación fundamental fue ir criando hábitos
sedentarios en los animales, lo cual se logró al asegurarles comida en un lugar fijo y al
combatir a sus enemigos naturales.

La sociedad andina logró una de sus intervenciones iniciales sobre la


naturaleza viva al crear una especie animal nueva: la alpaca. Por ahora, es
esto lo que sabemos. A partir de allí, los animales domésticos se fueron extendiendo
por los Andes, pero eso es asunto de otros tiempos.

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