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Abelardo y Eloísa

“Sería injusto y lamentable que a aquél que la naturaleza había creado para todos se
entregase a una sola mujer como ella, sometiéndome a tanta bajeza”. (53- Cartas)
Séneca- cartas a lucillo- 72,3.

“Si tú sólo eres la causa del dolor, también has de ser tú sólo para darme la gracia del
consuelo”. (Cartas- 104)

“Dios sabe que nuca busqué en tu nada más que a ti mismo. Te quería simplemente a
ti, no a tus cosas. No esperaba los beneficios del matrimonio, ni dote alguna.
Finalmente, nunca busqué satisfacer mis caprichos y deseos, sino – como tú sabes-
los tuyos. El nombre de esposa parece ser más santo y vinculante, pero para mí la
palabra más dulce es la de amiga y, si no te molesta, la de concubina o
meretriz.”(Abelardo-105) (Mía- Empieza bien con un amor desinteresado y no
narciso, sin embargo, cae en el masoquismo)

“No es más digno un hombre por ser más rico o más poderoso. Esto depende de la
fortuna, aquello de la virtud. La mujer ha de comprender que si se casa con más
alegría con un hombre rico que con un hombre pobre y quiere a su marido más por
sus cosas que por él mismo, está mostrando ser una mercancía.” (Abelardo-105)

“consideran una virtud la pureza de la carne, si bien dicha virtud no pertenece al


cuerpo, sino al alma” (127)

“la lengua, pequeña como órgano, alardea de grandes cosas” (194)

“El vino y la juventud son los dos fuegos de la lujuria ¿Por qué, entonces, echar
aceite al fuego? ¿Y por qué echar más leña a un cuerpo que arde? (253)

“Sus cuerpos, ciertamente, están retenidos en los claustros, pero sus corazones
están llenos de lujuria y su alma arde en la fornicación” (254)

“… nadie busca vestidos especiales si no es por motivo de vanagloria, es decir, para


aparecer más digno de estima que los demás. La vanagloria es la sola razón de los
vestidos caros. Los hechos demuestran que nadie quiere llevar vestidos raros allí
donde no puede ser visto por los demás”(271)
“… y quien desea la moda o no la rechaza, si se le ofrece, pierde la prueba de su
castidad. Quien la practica que se haga a la idea de que no se prepara para la religión
y considérese no una monja sino una meretriz.”(272)

“Cuando nos deleitamos con caras y hermosas decoraciones, no sólo queda patente
el exceso, sino también la vanidad del orgullo” (274)
“Todos los años, pues, una vez recogida la cosecha, se ha de hacer la suficiente
provisión para el año, y, si algo sobrare, no sólo hay que darlo a los pobres sino más
bien devolvérselo” (275)

La vida monástica debe ser silenciosa, solitaria, dirigida por alguien

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