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Universidad Abierta Para Adultos

UAPA

Tema

Problemática Entre Haití y República Dominicana

Presentado Por:

Michely Josefina Martínez Castillo

12-5454

Asignatura:

Sociología

Facilitador(a)

José Alexander Pichardo

Fecha

Santiago, República Dominicana


Abril 2018
Índice

Introducción ----------------------------------------------------------------------3

Desarrollo del tema ------------------------------------------------------------4

Conclusión -----------------------------------------------------------------------16

Bibliografía -----------------------------------------------------------------------17
Introducción

Las perspectivas en torno al futuro de la nación haitiana y las consecuencias


que pueda tener para la República Dominicana no se pueden abordar si no es
a través del tema de la migración. La frontera domínico-haitiana ha sido
durante más de cincuenta años el indicador, no sólo de la situación económica
y política de Haití y hasta qué punto puede afectar a la República Dominicana,
sino también de una conflictividad latente en las relaciones entre dominicanos y
haitianos.

La República Dominicana, país donde reside la mayor cantidad de ciudadanos


haitianos en ilegalidad, tiene en esa misma magnitud la mayor carga respecto a
la integración de los mismos en la sociedad dominicana, creando las
condiciones necesarias, acorde con las disposiciones contenidas en la
Constitución de la República.

Entre todos estos inmigrantes extranjeros, podemos reconocer a, nuestros


vecinos, los haitianos, a los cuales también, por alguna u otra razón, les ha
atraído nuestro país.

Por alguna u otra razón, los haitianos han estado arribando a nuestro territorio.
Para bien o para mal están en él, ocupando nuestro espacio. A continuación se
presentan algunas causas por las cuales los haitianos han llegado a nuestro
país, y los efectos que esto causa, tanto al estado como a la población.
Problemática Entre Haití y República Dominicana

La Constitución dominicana establece con bastante claridad quiénes son y no


son dominicanos de pleno derecho. A este respecto, se establece de manera
categórica que los hijos de inmigrantes que no estén debidamente
reglamentados en el país no son dominicanos y ahí, justo ahí, es donde está el
gran problema, ya que la inmensa mayoría de las madres haitianas que dan a
luz en los distintos centros sanitarios y hospitales del país no están
reglamentadas ni en su propia nación.

En Haití, no se tiene de ellas ni siquiera un acta de nacimiento que diga sus


generales de ley. Esto así, por la debilidad y la fragilidad de las instituciones
haitianas en lo concerniente a su ordenamiento civil.

En un escenario hipotético en el cual los nacionales haitianos no insistieran en


cruzar la frontera y los dominicanos no insistieran en vejarlos y deportarlos, no
habría conflicto; los haitianos vivirían con sus problemas en Haití y los
dominicanos con los suyos en la República Dominicana. Pero la situación es
otra.

Las consecuencias de la crisis económica y, o, de la inestabilidad política de


Haití, las padece la República Dominicana a través de la frontera. A través de
ella las aguanta, allí tendrá que resolverlas, allí tendrá que preverlas. Si Haití
explotara, la onda expansiva de la explosión cruzaría primero el Masacre, a pie,
penetraría por la franja fronteriza y rompería los cristales de la República
Dominicana de Oeste a Este.

No es descabellado considerar a la frontera el indicador de cómo lo que pase


en Haití pueda afectar a Dominicana. En varias ocasiones ha habido temores
de un desbordamiento de refugiados haitianos hacia la República Dominicana.
A principios de los noventa (periódico El País, 21 de febrero de 2004) miles de
haitianos cruzaron la frontera y tuvo que intervenir ayuda exterior. En 2004, en
momentos en que los rebeldes haitianos se rebelaron contra el gobernante
haitiano, comenzaron la revuelta tan cerca de la frontera que los soldados
dominicanos podían ver sus maniobras y en la República Dominicana se temió
un éxodo masivo como el de los años noventa.

Las relaciones diplomáticas dominico-haitiana actualmente caminan sobre el


filo de la navaja, y no sería una necedad preguntarse ¿si sectores
transnacionales están abogando por el debilitamiento o decadencia de nuestra
soberanía como Estados-nación?.

Hay países que se han unido en grandes bloques como la Unión Europea, que
tienen una constitución común, moneda común y políticas comunes, olvidaron
sus actas de nacimientos, para dar paso a una "Soberanía Global", debemos
advertir a la comunidad internacional que la República Dominicana es y será
soberana, libre e independiente.

Haití

Haití ocupa una tercera parte de la isla de Santo Domingo: un territorio de casi
28,000 kilómetros al cuadrado. En informe de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU), publicado en 2007, a Haití le corresponde el Índice de
Desarrollo Humano más bajo de América: 0,529.

Lo que significa que la esperanza de vida de la gente es baja, que hay alto
nivel de analfabetismo y un bajo nivel de vida: en resumen, que la calidad de
vida es pésima.

Según el último Censo General de la Población y del Hábitat, de 2003, Haití


tiene una población de 8,4 millones. El informe Panorama Social de América
Latina 2007, de la CEPAL, proyecta esta población en 10 millones para 2010.

Este es uno de los países más jóvenes del mundo: más de la mitad de la
población tiene menos de 21 años, la mitad mujeres. Hay 54,4% de la
población activa, o sea, la que quiere trabajar y legalmente puede hacerlo. De
ellos, está ocupado el 49,6%, y, de ese porcentaje que está trabajando, el 82%
es trabajador independiente. El 61% de la población está alfabetizada. El 1,1%
se graduó de la universidad. La tasa de fertilidad es de 4 niños por mujer. El
aumento de la tasa demográfica es de un 5% anual. Esos datos de 2003,
publicados en 2005, siguen ilustrando a la perfección el informe de la ONU.

Desde 2003, las condiciones han mejorado, aunque no significativamente. En


ese tiempo, el producto interno bruto per cápita se estimaba en 1.700 dólares.
En 2006 el Fondo Monetario Internacional lo promedió en 1.840 dólares, y
estimó su crecimiento en 1.914 para 2007 y 1.994 para 2008.

República Dominicana y Haití

República Dominicana y Haití son dos países pobres que comparten la misma
isla, separados por una frontera convencional de 382 kilómetros y un río, el
Masacre.

Se cuentan entre los países más pobres de América, si bien Haití supera a
República Dominicana. Se estima que es el país más pobre de América Latina
y el Caribe.

La CEPAL ha dicho que el 45% de la población dominicana es pobre; el 22%


vive bajo la línea de la indigencia, es decir, es demasiado pobre. Acerca de
Haití, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación (FAO) alertó que “3,8 millones de personas, la mayor parte en
zonas rurales, pasan hambre”.

Haití (entre 2003 y 2007) Rep. Dom. (entre 2002 y 2007,


valores en US$)
Territorio 28,000 Km Territorio 49,000 Km
Población 8,4 millones Población 8,6 millones
Tasa demográfica 5% anual Tasa demográfica 1.79% anual
Índice de Desarrollo Índice de Desarrollo
0,529 0,779
Humano Humano
PIB per cápita US$ 1.840 PIB per cápita US$ 8.050
2,81
Tasa de fertilidad 4 niños/mujer Tasa de fertilidad
niños/mujer
Población de 21 o Población de 30 o
+ 50% 50%
menos años menos años
Población Población
61% 83%
alfabetizada alfabetizada
Graduados de la Graduados de la
1,1% + 1%
universidad universidad
Proporción Proporción
± 50/50 50/50
hombres/mujeres hombres/mujeres
Población activa 54,4% Población activa 54%
Población ocupada 49,6% Población ocupada 46.5%
Sector informal 82% Sector informal 56%

Cuadro 1. Creado por Félix Gerónimo, con los datos obtenidos de las fuentes
citadas.

Relaciones domínico-haitianas

El enfrentamiento militar, el conflicto político y la necesidad económica han


caracterizado las relaciones domínico-haitianas. Haití proclama su
independencia de Francia en 1804. En 1822 coloniza La Española. En 1844, La
Española proclama su independencia de Haití, al tiempo que adopta el nombre
definitivo de República Dominicana.

En su retirada hacia el Oeste, el ejército haitiano quema varias aldeas de la


República Dominicana. En 1937 el dictador Rafael Leonidas Trujillo ordena el
genocidio de una cantidad indeterminada de haitianos en la zona fronteriza
entre la República Dominicana y Haití. Se discute el número de los que
murieron: entre 3,000 y 30,000.

Desde la muerte de Trujillo se ha incrementado la inmigración haitiana hacia el


territorio dominicano y el comercio informal, en la franja fronteriza, de los
nacionales de los dos países. Se estima (periódico Clave Digital, 25 de
noviembre de 2007) que el negocio mueve 33 millones de dólares al año y que
por cada 43 dólares que exportan los dominicanos hacia Haití, los haitianos
exportan un dólar hacia la República Dominicana.

Durante las décadas de 1960, 1970 y 1980, los Estados haitiano y dominicano
suscribieron acuerdos de contratación de braceros haitianos, a quienes se
transportaba a la República Dominicana en determinados períodos o zafras de
corte para que trabajaran y luego se los transportaba de vuelta a su país.

Muchos terminaron quedándose y constituyeron los bateyes, o sea,


comunidades formadas por una totalidad o mayoría de haitianos, que en
principio nacieron al lado o alrededor de las plantaciones de caña e ingenios
azucareros y cuyas condiciones de vida son infrahumanas. Otros migraron a
otras comunidades dominicanas a realizar trabajos de agricultura, tales como la
cosecha de café. Luego entraron a las ciudades. Santiago de los Caballeros,
Higüey, La Vega, San Pedro de Macorís, Santo Domingo y otras tienen zonas
con una fuerte presencia de haitianos.

A la par de las discusiones políticas en torno a la inmigración de haitianos, el


comercio se regulariza. Los importadores haitianos compran mercancías en la
República Dominicana, sobre todo comida, y la transportan para venderla en su
país. Los exportadores dominicanos exportan grandes cantidades hacia Haití.
Los exportadores haitianos introducen grandes cantidades de ropa y de
electrodomésticos en la República Dominicana.

Cada lunes y cada viernes, cientos de haitianos cruzan la frontera para


comprar y vender. No todos retornan a sus casas, algunos cruzan para
quedarse.

Migración haitiana y conflictividad en las relaciones domínico-haitiana

Quizá la mejor mercancía implicada en el comercio domínico-haitiano, la más


abundante, la más barata, sea la mano de obra haitiana.

En enero de 2006, Colette Lespinasse, coordinadora de la organización


haitiana Grupo de Apoyo a Repatriados y Refugiados, en entrevista para el
Instituto de Investigaciones y Capacitación de las Naciones Unidas para la
Promoción de la Mujer (NSTRAW), afirmó que dos millones de haitianos viven
fuera de Haití: un millón en Estados Unidos y 800,000 en la República
Dominicana, que se convierte en su segundo destino. En su Informe de
Desarrollo Humano de 2005, la ONU estimaba en un millón, doscientos mil
(1,200,000) los haitianos en la República Dominicana. La mayoría, se ha dicho,
inmigrantes irregulares, o, lo que es lo mismo, residentes de manera ilegal.

No todos los ciudadanos de Haití que cruzan hacia la parte Este de la isla son
pobres, no todos son ilegales y no todos andan en busca de trabajo poco
calificado y, por lo mismo, mal pagado.

Haití, como cualquier nación, tiene ciudadanos ricos, comerciantes y


profesionales altamente calificados que instalan residencia en la República
Dominicana. Esos residen legalmente en Dominicana y desempeñan allí o
desde allí sus actividades. Otros son estudiantes en las universidades
dominicanas.

El haitiano ilegal que se aventura en la frontera y la cruza para ofrecer su mano


de obra barata en la República Dominicana. Su migración y permanencia en la
República Dominicana tiene dos características que la convierten en una
situación conflictiva, incómoda para el Estado dominicano. La primera es
precisamente su estatus de ilegal en el territorio dominicano.

La segunda es que el Estado dominicano no ha sabido manejar una política de


migración adecuada.

A su vez la conflictividad opera en dos frentes. Uno es “el terreno”: los haitianos
presionan por cruzar y quedarse en territorio dominicano, lo que los hace
vulnerables ante los vigilantes de la frontera y otros encargados de hacer
cumplir las leyes de migración. A menudo son objeto de extorsión, maltratos,
deportaciones vejatorias y otros padecimientos.

El otro frente en que se opera la conflictividad es el de los intelectuales que


vienen protagonizando la interminable discusión que se ha desatado en torno al
tema. De un lado están los defensores de los derechos humanos de los
inmigrantes haitianos. Del otro los defensores de la soberanía del Estado
dominicano para decidir en materia de migración.

Soberanía del Estado versus Derechos Humanos de los migrantes

Los defensores de los derechos humanos de los inmigrantes haitianos no se


cansan de decir que en la República Dominicana hay racismo y xenofobia, y
que se maltrata a los haitianos. Cuestionan la inhumanidad de las
deportaciones. Alegan que en la República Dominicana hay un sentimiento de
“antihaitianismo”, que voy a llamar “antihaitianismo histórico”, porque, según
ellos, puede encontrarse su origen en la guerra de independencia de 1844; fue
fomentado por el dictador Trujillo (1930-1961), y apoyado posteriormente por el
presidente Balaguer (1966-1978).

Entienden que los haitianos de segunda y tercera generación nacidos en la


República Dominicana, esto es, los hijos de inmigrantes haitianos y los hijos de
los hijos de inmigrantes haitianos nacidos aquí, tienen derecho a que el Estado
los reconozca como dominicanos, aunque sus padres residan en el país de
manera ilegal. Afirman que es la Constitución dominicana la que establece ese
mandato en el artículo 11: “Son dominicanos todas las personas que nacieren
en el territorio de la República, con excepción de los hijos legítimos de los
extranjeros residentes en el país en representación diplomática o los que están
de tránsito en él”.

Afirman que una persona que ha pasado un tiempo considerable en territorio


dominicano, digamos varios años, aunque sea ilegal no está ya de tránsito, por
tanto, debe declararse dominicano, no sólo a esa persona, sino a los hijos que
le nacieran. Afirman que en la República Dominicana se explota, se
desconsidera y se maltrata a los haitianos.

Por su parte, los defensores de la soberanía del Estado dominicano niegan que
en la República Dominicana haya xenofobia y racismo. Dicen que tal
argumento forma parte de un plan “macabro” de un grupo de organizaciones y
países para dañar la imagen de la República Dominicana ante el mundo.
Advierten que la comunidad internacional, entiéndase Estados Unidos, Canadá
y Francia principalmente, tienen que hacerse cargo del “problema haitiano”,
esto es, ayudar económicamente a Haití para que cese la presión que los
nacionales haitianos ejercen sobre la frontera dominicana.

Haití es un Estado fallido que necesita que la comunidad internacional lo


intervenga. Dicen que la República Dominicana no puede con el gravamen que
significan los haitianos en su territorio y que éstos ocupan los puestos de
trabajo de muchos dominicanos. Defienden las deportaciones como un derecho
del Estado en tanto que es política migratoria. Consideran que los haitianos
que carecen de residencia en la República Dominicana están de tránsito y que
a ellos hace también referencia el artículo 11 de la Constitución dominicana.

En estos dos grupos encontramos los dos argumentos básicos que orientan
una discusión mundial y actual que tiene ocupados a muchos Estados y a
muchas organizaciones: la soberanía del Estado versus los derechos de los
migrantes. Y en medio del fuego cruzado, más de los 191 millones de
migrantes que informa la Organización Internacional para las Migraciones
(OIM), es decir, el 3% de la población mundial, a razón de una por cada 35
personas, con una tasa de crecimiento anual de 2,9%. De ellos, 30 ó 40
millones son ilegales, esto es el 15 ó 20% de la totalidad de migrantes. Desde
ese punto de vista se entienden los reclamos que las organizaciones de
derechos humanos hacen sobre los límites de la autoridad del Estado. Desde
ese punto de vista también se entiende la apelación de los que defienden la
soberanía a la discrecionalidad del Estado para incorporar preocupaciones
sobre seguridad, limitaciones de recursos, etcétera, que le permiten ejercer
determinado control de admisión y expulsión de migrantes.

Sin embargo, y es lamentable, los discursos de ambos bandos están plagados


de demagogia. Es imposible encontrar entre los defensores de los derechos
humanos de los inmigrantes haitianos y entre los defensores de la soberanía
del Estado dominicano un discurso que no esté viciado, un discurso imparcial,
objetivo, alejado de la pasión de la disputa, que intente un análisis sereno de la
situación, sin manipular la información ni tergiversar los datos.
Los que defienden los derechos de los migrantes parten de especulaciones
irresponsables que obvian la complejidad de la situación. Cualquier hecho
aislado de maltrato a un haitiano por parte de un dominicano sirve a este grupo
de base para reafirmar su discurso de la xenofobia. Para colmo, insisten en que
el Estado dominicano tiene que asumir un rol paternalista con respecto a los
migrantes de Haití, descartando de antemano el derecho que el Estado tiene a
decidir sobre aspectos de migración tan puntuales como quién entra, quién se
queda y quién puede ser deportado, así como los criterios a emplearse para
tomar esas decisiones.

Por su lado, los defensores de la soberanía del Estado no hacen más que
refutar cada vez que una organización nacional o internacional de derechos
humanos informa de maltratos a los haitianos en la República Dominicana y
acusa al Estado de xenófobo y exige que asuma a los inmigrantes. Detrás de
ellos se esconde la irresponsabilidad de un Estado dominicano que no ha
querido asumir el problema de la migración haitiana en sus reales dimensiones.
Un Estado que hace tiempo debió diseñar una política de gestión migratoria
respetuosa de los derechos de los migrantes, pero firme, clara y coherente,
respaldada en el hecho imponente de su soberanía.

Resulta que la disputa no lleva a ninguna parte, resulta que no sólo es un


callejón sin salida, sino que es interminable. Para terminar con ella y resolver el
conflicto, hace falta la intervención decidida del Estado dominicano. Ese es el
desafío.

La consideración de las limitaciones que la República Dominicana encuentra


para albergar a unos inmigrantes que llegan en masa, que representan una
cantidad significativa de la población, que vienen a ocupar puestos de trabajo y
que en la mayoría de los casos son ilegales, reviste una importancia
fundamental para la política migratoria que el Estado dominicano está obligado
a trazar.

Aun cuando esa política migratoria no puede discriminar, es decir, que sus
destinatarios tienen que ser todos los inmigrantes, con independencia de su
nacionalidad, la realidad de la inmigración haitiana tiene un peso específico
determinante para el diseño y gestión de esa política. Y otro peso específico lo
constituyen las propias limitaciones del Estado.

Fundamentos de una política de gestión migratoria

Una política de gestión migratoria de la República Dominicana debe hacerse en


base a varios elementos.

Como preámbulo, una política migratoria tiene que formar parte de un plan
general de Estado, que considere otros elementos de política pública, entre
ellos la política laboral, la política de las relaciones exteriores y la política
demográfica.

La legislación en la política migratoria

Fundamento de esta política en una nación que dice ser un Estado de Derecho
es la legislación. En ella se concreta la política migratoria y en ellas se
fundamentan de antemano las medidas necesarias para dirigir la migración, lo
que implica los criterios de autorización de entrada, otorgamiento de residencia,
inspección fronteriza y respuesta a la entrada y estancia ilegal. Acompañan a
esta legislación los reglamentos que la hacen operativa y los procedimientos en
los que tiene que basarse la conducta de los funcionarios y empleados de
migración en el desempeño de sus funciones.

Esa legislación debe tener un propósito, que en el caso particular de la


República Dominicana puede perfectamente ser el de prevenir la migración
ilegal y promover la cooperación internacional en el campo de la migración.

Normas que preceden, nutren y orientan una legislación en migración son,


entre otras, la Constitución del Estado, el Código Penal, los tratados
internacionales, convenciones, e instrumentos que el Estado ha suscrito. Y
otras legislaciones, como el Código de Comercio, Ley de Salud y las normas de
agricultura.
Soberanía, legislación y política migratoria

La política sobre migración, y en especial la legislación, jamás puede ser


temerosa ni tímida con respecto reafirmar que el Estado dominicano es
soberano para decidir qué política migratoria le conviene. Lo cual quiere decir
que la primera responsabilidad del Estado es para con sus ciudadanos. Es a
ellos a quienes tiene que garantizar ante todo una vida digna, empleo,
educación, salud, vivienda. La política migratoria se fija sobre la base de la
medida en que los Estados hayan podido garantizarles esos derechos a sus
ciudadanos.

“Se reconoce –dice la Organización Internacional para las Migraciones- que los
Estados tienen la autoridad para decidir individualmente la forma en que
desean gestionar la migración relacionada con su propio territorio. Los Estados
tienen la responsabilidad primaria de sus propios ciudadanos y fijan los
términos para la admisión, residencia y remoción de extranjeros”, si bien ese
control no es completo, sino que tiene limitaciones, entre ellas la más
importante: el respeto a los derechos de los migrantes, sean quienes sean,
vengan de donde vengan e independiente de si son legales o ilegales.

“Una premisa fundamental de soberanía nacional –dice la OIM- es que un


Estado tiene el poder para determinar a los no nacionales que admite en su
territorio, para expulsar a los no nacionales bajo ciertas circunstancias, para
controlar sus fronteras, y para hacer lo necesario para proteger su seguridad.
Sin embargo, este poder para gestionar la migración debe ser ejercido con el
pleno respeto a los derechos humanos fundamentales y libertades de los
migrantes que se otorgan bajo un amplio rango de instrumentos internacionales
de derechos humanos y el derecho internacional consuetudinario”.
La parte más difícil de este proceso es definir el estatus migratorio de cientos
de miles de niños de origen haitiano nacidos en nuestro territorio que no son
dominicanos por el hecho de que sus padres no residen de forma legal en el
país, como establecen las leyes y las disposiciones de la Dirección General de
Migración.

Este asunto ha llegado a convertirse en un tema de agenda internacional que


ha servido de caldo de cultivo a grupos e instituciones ligadas a los derechos
humanos para atacar, satanizar y condenar a la República Dominicana como
un país xenófobo que niega la nacionalidad a menores haitianos por razones
discriminatorias.

Podemos afirmar que no existe un solo país en el mundo que otorgue


nacionalidad o residencia por presiones internacionales y mucho menos sin
soporte documental. Dicho lo anterior, no es posible ni razonable que a la
República Dominicana se le presione y condene por aplicar su derecho
nacional.

Entendemos que si el Señor Presidente de la República instruye al director


general de Migración para que deporte a todos los ciudadanos haitianos que se
encuentren en nuestro territorio se resuelva el problema.

No hay que modificar la Constitución para resolver el caso haitiano, solo


debemos aplicar la ley y poner manos a la obra.
Conclusión

Desde hace mucho tiempo que los haitianos han estado inmigrando a nuestro
territorio, aunque esta sea la fecha en que mayor repercusión haya hecho, ya
que, claro, es mayor y más fácil de notar.

En un principio los haitianos eran buscando por el miembro Estado para la


producción de caña de azúcar de los ingenios, pero estos se fueron llevando
hasta quedarse en nuestro territorio, de una u otra manera.

Los haitianos han ido quedando y habitando, poco a poco, a nuestro territorio
pacíficamente, de forma que no han llamado la atención del Estado, de tal
manera que hagan algo al respecto.

Sería bueno, y un buen apoyo a la sociedad dominicana, si el Estado se hiciera


cargo de este problema haitiano, y que hiciera algo son los inmigrantes ilegales
que se encuentran en nuestro país, como son la mayoría de los haitianos
residentes en el país.

Si se hicieran cargo de esto, estaría evitando que la población, principalmente


obrera, dominicana no fuera desplazada lentamente por los inmigrantes
haitianos.
Bibliografía

"La cuestión haitiana en Santo Domingo", Wielfredo Lozano. Impreso en la


República Dominicana. Flacso (amigo del hogar) 1992

"Estudios Sociales 7mo Curso", Rafael Antonio Gonzales. Disesa, 6ta edeción
1991

"Estudios Sociales 8vo Curso", Santillana.

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