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LA CIENCIA DE LA FUERZA DE

VOLUNTAD
¿Por qué unos tienen más? ¿cómo fortalecerla? Conocer sus claves puede ayudarte
a cambiar de vida.
¿Qué se puede hacer para fortalecer la fuerza de
voluntad?
Evitar la tentación
En la prueba que mide la autodisciplina en niños (la de las nubes, o marshmallows), se veía
que algunos miraban para otro lado y hacían lo posible para entretenerse con otra cosa. La
distracción también es una buena estrategia, como han demostrado investigadores de
la Universidad de Columbia (EEUU). Si canturreamos o pensamos conscientemente
en otra cosa cuando algo nos tienta, nos costará menos controlarnos.
MIRA TAMBIÉN: ¿Cómo puedo dejar de hacerlo Y NO TE
PIERDAS: Cómo cambiar de vida en 21 días

Lisa Allen es una joven de 34 años. Ahora tiene un trabajo que le gusta, pareja,
casa y su aspecto es de lo más saludable. Hace tres años, fumaba como un
carretero, pesaba 27 kilos más, su ex novio la acababa de dejar y, para colmo, la
habían echado del trabajo. Para olvidarse de todo emprendió un viaje al Cairo,
donde se decidió a cambiar de vida. Para conseguirlo, se concentró en un primer
objetivo: hacer una marcha de cientos de kilómetros por el desierto.

Así que, como relata Charles Duggig en su libro El poder de los hábitos (Ed.
Urano): “En los seis meses siguientes, Lisa sutituyó el tabaco por correr, y eso le
hizo cambiar sus hábitos alimentarios, de sueño, empezó a ahorrar, se
programaba sus días laborables, planificaba el futuro…” De manera que cuando
los neurólogos investigaron su mente, detectaron que el cambio de ese hábito
había traído consigo un cambio en los patrones neurológicos que estaban
relacionados con sus antiguas costumbres. “Todavía se podía ver la actividad
neuronal de sus viejas conductas, pero esos impulsos habían sido desplazados
por otros. Al alterar sus hábitos también había transformado su
cerebro”, dice Duggig.
Un cambio radical
Nuestra vida no es más que un conjunto de hábitos. Cómo y cuándo dormimos,
cómo trabajamos, lo que comemos, hasta la forma en la que hacemos el amor
constituye una costumbre. De hecho, un estudio publicado por la Universidad
Duke en 2006 revelaba que más del 40% de las acciones que realizan las
personas cada día son hábitos.
Roy Baumeister, psicólogo de la Universidad de Florida y coautor de Fuerza de
voluntad. Redescubrir la mayor fuerza del ser humano, asegura que los
ingredientes necesarios para alcanzar el éxito en el cambio de un
mal hábito son: “Establecer la motivación para hacer el cambio y
fijar una meta clara, estudiar el comportamiento que nos llevará a la
meta y ejercer la fuerza de voluntad”. Y es en este tercer punto donde la
ciencia ha puesto sus ojos en los últimos tiempos. Según el propio Baumeister:
“La fuerza de voluntad es la capacidad de resistir las tentaciones a corto plazo
para cumplir con las metas en el largo”. Es la panacea para casi todo.
La mayoría pensamos que si tuviéramos más fuerza de voluntad comeríamos
mejor, haríamos más ejercicio a diario, ahorraríamos más y nos iría mejor en el
trabajo.
“Docenas de estudios demuestran que la fuerza de voluntad es un ingrediente
fundamental para alcanzar el éxito personal. En 2005, por ejemplo,
investigadores de la Universidad de Pensilvania analizaron a 164 estudiantes de
primaria, a quienes midieron el coeficiente intelectual y otros factores, incluida
la fuerza de voluntad. Los estudiantes que demostraban tener más
autodisciplina eran también los que obtenían mejores resultados
académicos, faltaban menos a clase y dedicaban más tiempo a hacer
los deberes y menos a ver la televisión”, apunta Duhigg. June P.
Tangney, de la Universidad George Mason, también midió la fuerza de
voluntad de un grupo de estudiantes y encontró que los que sacaron
más puntuación tenían mejores notas, más autoestima, menos
hábitos compulsivos al comer y beber, y mejores relaciones sociales.
Por otra parte, es muy conocida en la literatura científica la prueba de
las marshmallows (las nubes de malvavisco que se consumen como chuches)
del psicólogo de la Universidad de Columbia Walter Mischel, que consiste
en dejar a un grupo de niños solos ante una bandeja
de marshmallows tras advertirles de que, si esperan a que vuelva el
terapeuta, podrán comer dos. Si no, solo podrán degustar una golosina.
Con este estudio, Mischel y sus colegas definieron un marco de referencia para
calificar la capacidad del ser humano de postergar la satisfacción. Se
trata de lo que el propio Mischel denominó el sistema “frío y caliente”, que
pretende demostrar por qué la fuerza de voluntad triunfa o fracasa.
Caliente o frío
Nuestra mente tiene dos sistemas: uno es frío, lento y deliberado, y
permite el autocontrol, el establecimiento de objetivos y la fuerza de
voluntad. El otro es el apasionado, emocional e instintivo, y se
caracteriza por respuestas rápidas y automáticas a ciertos detonantes
como las propias marshmallows, sin tener en cuenta las implicaciones a largo
plazo.
“Cuando la fuerza de voluntad falla, la exposición al estímulo caliente sobrepasa
a la del frío y lleva a la ejecución de acciones impulsivas”, asegura el propio
Mischel. Este psicólogo, que lleva 40 años poniendo a prueba la fuerza de
voluntad de cientos de niños desde su edad preescolar, asegura que es posible
prever si estos tendrán o no éxito en el futuro por el grado de fuerza de voluntad
que demuestren de niños.
De hecho, treinta años después de los primeros experimentos, B.J Casey, de la
Facultad de Medicina de Weill Cornell, y Yuichi Shoda de la Universidad de
Washington, volvieron a hacer un seguimiento de 59 de los 100 niños de
las marshmallows que ya rondaban la cuarentena. Y tras medir su
fuerza de voluntad con una prueba de autocontrol en adultos detectaron
que esta había permanecido intacta durante todo ese tiempo. Así que
concluyeron que la sensibilidad de un individuo a los llamados
estímulos calientes parece persistir durante toda la vida.
Además, durante el experimento estudiaron la actividad cerebral de todos, y
constataron que, ante estímulos tentadores, los individuos con bajo nivel de
autocontrol mostraban patrones diferentes de quienes lo tenían alto.

Cerebro procrastinador
El córtex prefrontal, el que controla las funciones ejecutivas como la
toma de decisiones, mostraba mayor actividad en los individuos con
más autocontrol. Asimismo, el estriado ventral, una región que se cree
que maneja los procesos de deseo y recompensa, mostró aumentos
de actividad en aquellos con menos autocontrol. Y estudios con imagen
cerebral han revelado que hay un complejo circuito de regiones del cerebro
involucradas en llevarnos por el buen camino. Las áreas exactas varían
dependiendo de la tarea que pretendamos evitar (si estamos intentando
controlar el impulso de hacer algo, concentrarnos en una tarea, o debemos
suprimir las emociones, etc.). Pero parece claro que gran parte de la
actividad cerebral en estos casos está en el lado derecho de los
lóbulos frontales del cerebro.
De hecho, según una investigación de Hugh Garavan, del Trinity College de
Dublín, cuando esta zona del lóbulo frontal se encuentra temporalmente
interrumpida por una técnica no invasiva denominada estimulación magnética
transcraneal, respondemos mucho peor a una prueba de control de impulsos
por ordenador. Además, algunas investigaciones de imagen cerebral
sugieren que cuando hacemos uso de la autodisciplina entra en
funcionamiento la zona que se ocupa de nuestra memoria de trabajo,
es decir, la que se refiere a la información temporal, la que necesitaremos a
corto plazo. Los estudios demuestran que quienes tienen problemas con este
tipo de memoria también los tienen con el autocontrol, lo que sugiere que estos
dos procesos están relacionados de alguna forma.
Aunque es difícil definir con precisión lo que hace que una persona sea
más impulsiva o recatada mirando a su cerebro, se producen cambios con la
edad que dan algunas pistas. Los lóbulos frontales son las últimas partes
del cerebro en madurar, y siguen creciendo y cambiando a los veinte años.
Esto podría explicar por qué los adolescentes tienden a ser menos disciplinados
y más propensos a la búsqueda de emociones fuertes que otros, y por qué los
ancianos también tienen la fama de ser más desinhibidos. De hecho, los
estudios de neuroimagen muestran que, a medida que envejecemos,
la red de control de los impulsos recluta más áreas del cerebro para
la tarea, lo que sugiere que se vuelve menos eficiente. Tal vez la restricción
requiere más esfuerzo a medida que vamos cumpliendo años. Pero ¿qué hace
que unos individuos tengan más fuerza de voluntad que otros?
¿Tesón de serie?
En primer lugar se ha estudiado si los factores socioeconómicos tienen algo que
ver. Por un lado, una investigación con voluntarios de Stanford mostró que los
niños que tenían mejores condiciones y eran más inteligentes (sobre
todo aquellos que tenían mejor coeficiente verbal) eran visiblemente
menos impulsivos por término medio.
Según sugiere un estudio de Ozlem Ayduk, de la Universidad de California
en Berkeley, los niños más inteligentes tienen más habilidades para
usar trucos que les permitan apartar la tentación de su mente y, así,
evitarla. Ayduk y sus colegas están buscando a los descendientes de los
primeros voluntarios que se sometieron a los estudios de
Stanford, para descubrir si esta habilidad se hereda, pero aún no han tenido
respuestas concluyentes a esto.
Por otro lado, también hay diferencias relacionadas con el sexo. Los hombres,
en general, parecen ser menos capaces de controlar sus impulsos que las
mujeres, con diferencias evidentes desde los cuatro años. Esto podría deberse a
la influencia social y cultural, que podría hacer a las chicas jóvenes más
obedientes y deseosas de agradar que los chicos.
Lo que no tiene discusión es que los hombres sufren más habitualmente
problemas de control de impulsos como hiperactividad, drogadicción y
desórdenes de personalidad, lo que sugiere que podrían tener de forma natural
más problemas para contenerse. “La explicación podría estar en los efectos de
las hormonas sexuales en el cerebro”, sugiere Hugh Garavan.

Al margen de las diferencias que nos predisponen a un buen o mal control de


nosotros mismos, algunos investigadores creen que ejercitar la fuerza de
voluntad no solo tiene una base neurológica sino también física. Suzanne
Segerstrom, psicóloga de la Universidad de Kentucky, en Lexington, ha
demostrado que también sufrimos pequeños cambios físicos cuando nos
controlamos. En su experimento, monitorizó el ritmo cardíaco de los
participantes y descubrió que los más resistentes a la tentación tuvieron un
incremento temporal del ritmo cardíaco, seguido de una bajada inmediata.
Ella cree que este cambio sutil en el ritmo cardíaco es un indicador del
deseo por conseguir algo (aumento del ritmo) y la respuesta inmediata de
autocontrol (bajada inmediata). Segerstrom sugiere, además, que hay personas
con una ventaja física para resistir la tentación.
Además, algunos expertos comparan la fuerza de voluntad con un músculo que
se agota si se usa en exceso.
Y dura, y dura…
En un estudio realizado por Roy Baumeister, se encerró a varios adultos en una
habitación impregnada de olor a galletas recién salidas del horno en
la que habían dispuesto una mesa con un plato de galletas y otro de
rábanos. Allí, se les pidió a algunos coger un producto y a otros otro. Después,
se les dio un complicadísimo rompecabezas para cuya resolución tenían 30
minutos. Entonces detectaron que los que habían comido rábanos se dieron por
vencidos a los 8 minutos, mientras que los que habían comido galletas no
tiraron la toalla hasta los 19. Con lo que concluyeron que usar el autocontrol
para no comer las galletas les había dejado debilitados para afrontar esfuerzos
posteriores.
Pero hay ciertas creencias morales y personales que alargan “la pila” del
autocontrol. Para ilustrar este hecho, Mark Muraven, psicólogo de la
Universidad de Albany, comprobó que quienes se sienten obligados a ejercer el
autocontrol por cuenta de otros se agotan mucho antes que aquellos que lo
hacen convencidos y apoyados por sus propias metas y deseos internos. Y eso sí,
también se ha demostrado que un buen estado de ánimo ayuda a tener más
fuerza de voluntad.
Como en el caso de los músculos, la voluntad también puede ejercitarse. De
hecho, según un estudio de la Universidad de Case Western Reserve, basta con
pequeños cambios en hábitos cotidianos, como lavarnos los dientes durante
varios días con la mano contraria, para fortalecerla.

La fuerza de voluntad también se


entrena (y te cambia la vida)
¿Eres de los que se apunta al gimnasio y luego no va? ¿O tal vez no puedas
resistirte a picar entre horas? ¿Te gustaría saber por qué te metes en problemas
aun sabiendo que te perjudicarás? ¿O por qué sigues con esa persona que te
hace sufrir? Si eres de los que cada primeros de año se propone buenos
propósitos que luego no cumples, si te cuesta decir no cuando realmente quieres
decir no, esta información es para ti. A mediados de enero solo el 25% de las
personas mantiene sus buenos propósitos pero seis meses después esta cifra
mengua hasta un 5%. ¿Por qué? Marta Romo, pedagoga y directora
de Neuroclick, desvela el misterio: «Para el cerebro es agotador incorporar
nuevos hábitos, lo sencillo es continuar con sus rutinas. Entrenar la voluntad
es la solución. Difícil pero no imposible», advierte esta experta.
De hecho, la fuerza de voluntad reduce la tasa de ejecución de los impulsos
negativos del 70% al 17%. Un estudio de la Universidad de Chicago —realizado
por el psicólogo Wilhelm Hofmann (2001)— demostró que cuando las personas
ceden a un deseo o impulso, lo ejecutan aproximadamente el 70% de las veces,
mientras que cuando se resisten los ejecutan solo el 17%. Es decir, tirar de
voluntad frena más del 80% de los impulsos no deseados. No hace falta ser
muy observador para detectar la incoherencia del ser humano: una cosa es lo que
sabe y dice y otra —a veces diametralmente opuesta— lo que hace: desde fumar,
a los malos hábitos alimenticios, a la vida sedentaria o a no usar casco siendo
motoristas. «La buena noticia es que como humanos somos libres y la voluntad
es la clave para navegar por esas aguas. La ausencia de voluntad hace que
cuando tengamos que tomar una decisión nos pueda lo inmediato, que pensemos
únicamente en los beneficios presentes y no tengamos en cuenta las
consecuencias, o no veamos más allá. Nos hacemos esclavos de nuestros
instintos y dejamos de ser libres, porque la mente sin voluntad se anula en la
acción», argumenta Marta Romo, autora de Entrena tu cerebro.
En la actualidad, añade Romo, el déficit de voluntad en la sociedad conduce a
un gran sufrimiento e incluso a graves trastornos psicológicos, con el
agravante de que se trata de un valor con poco protagonismo en la
educación. «Preferimos dar caprichos a los niños para evitar que lloren, o a los
adolescentes por evitar una discusión. Y lo hacemos con la mejor intención…. Sin
embargo, pocas veces nos planteamos las consecuencias a largo plazo y el flaco
favor que les hacemos debilitando su fuerza de voluntad».
La fuerza de voluntad o palabras como esfuerzo, disciplina o sacrificio están
infravaloradas e incluso penalizadas en la actual cultura de la inmediatez, explica.
«Pero las consecuencias son graves para el cerebro ya que la fuerza de voluntad
opera como un músculo: se fortalece con la práctica, se fatiga con el uso excesivo
o se atrofia con la falta del mismo. Podemos decir que la fuerza de voluntad
necesita comer y dormir». Goleman, recuerda esta neuropsicoeducadora, definió la
fuerza de voluntad – autorregulación, como la capacidad para diferir o aplazar las
gratificaciones de manera racional y consistente, y lo incluyó como uno de los
rasgos básicos de lo que todos conocemos como inteligencia emocional. «La
ciencia ha demostrado que quienes se han dedicado a cultivar su fuerza de
voluntad, han invertido en su educación y en su felicidad».
Un famoso experimento llevado a cabo por la Universidad de Stanford a principios
de los 70, el «experimento de la nube» (o malvavisco, o mashmallow), relacionó
consistentemente comportamientos impulsivos llevados a cabo a corta edad con
deficiencias en el desarrollo de esos mismos niños durante su vida adulta,
vinculando la capacidad para aplazar una gratificación (un caramelo, en este
caso), con la fuerza de voluntad a lo largo de toda la trayectoria vital. «Desde mi
punto de vista, lo realmente interesante de este estudio, además de la fuerza de
voluntad, es nuestra capacidad de encontrar estrategias para conseguir lo
que realmente queremos», concluye Romo.
La motivación, nuestra gran aliada
Otro psicólogo de la Universidad de Toronto, Michael Inzlicht, ha demostrado que
sea cual sea el dominio de nuestro comportamiento, los mecanismos de nuestra
fuerza de voluntad mejoran considerablemente cuando nuestra motivación es
autónoma o independiente, en lugar de estar presionados o controlados
externamente, relata esta experta, quien además recuerda que sin embargo, el
fracaso de la voluntad es uno de los problemas centrales de la condición
humana. De hecho, añade, «los déficits en la autorregulación se encuentran en un
gran número de trastornos psicológicos incluyendo déficit de atención /
hiperactividad (TDAH), trastorno antisocial de la personalidad, trastorno límite de la
personalidad, adicciones, trastornos de la alimentación y trastornos de control de
impulsos». Es más, apunta: «un equipo de científicos formado por Muraven,
Gagné y Rosman demostraron en 2008 que si una persona está tratando de
regular su dieta o intentando dejar de fumar, las razones o motivos en las que se
basa para justificar su esfuerzo influyen en su fuerza de voluntad. Cuando la
motivación que subyace a los esfuerzos es autónoma y autoimpulsada, en
lugar de controlada externamente, es más probable el logro de metas». Por
eso para esta experta, una dieta equilibrada, ciertos permisos, la autonomía
apoyada en argumentos poderosos de la persona en cuestión y el refuerzo del
entorno social son los elementos cruciales para el desarrollo de la fuerza de
voluntad.
Entrenamiento para el día a día
Pero, en realidad, la cosa no es tan negativa como parece. Según Marta, tenemos
bastante éxito en resistir tentaciones. «Lo que sucede es que los fracasos
destacan más, hacen más ruido en nuestro cerebro». Como ya se apuntaba, la
fuerza de voluntad reduce la tasa de ejecución de los impulsos no deseados del
70% al 17%. Aunque son buenas noticias, ese 17% puede causar muchos
problemas. Esta experta propone algunas claves para desarrollar la fuerza de
voluntad, teniendo en cuenta lo que la neurociencia nos enseña. «Son claves
sencillas que si transformas en costumbres pueden convertirse en tus mejores
aliadas», dice Marta Romo.
1. Adopta estándares claros de autocontrol. Ten objetivos claros de autocontrol.
En ocasiones somos ambiguos, generalistas y mezclamos nuestros propios
límites. Esto nos lleva a tener dificultades con la fuerza de voluntad, no tanto
porque no seamos capaces, sino porque no lo tenemos claro. Así que cada vez
que te plantees un nuevo objetivo, formúlalo de la manera más clara posible,
aunque te resulte soso».
2. Presta atención y lleva registros. Tener en mente la conducta que quieres
controlar y contabilizarla ayuda y mucho. ¡Nos encantan los marcadores! Las
personas comen más y beben más cuando no prestan atención, cuando están
distraídas. En contraste, cuando se ponen a dieta a menudo llevan cuidadosos
registros de qué comen y cuántas calorías consumen. Comparar la realidad con el
estándar es clave para un autocontrol efectivo. Está demostrado que si tienes un
90% de la atención realmente no tienes atención. Es necesario el 100% de nuestra
atención para prestar atención. Para tener éxito en tus propósitos, es fundamental
el foco. La multiplicidad hace que se pierda foco y nos despistemos.
3. Externaliza y confía tu voluntad en alguien. La atención se focaliza sobre
todo con interacción social porque genera cierta tensión y recompensa inmediata
cuando consigues tus resultados o los compartes. Así que compartir tus propósitos
con los demás te ayudará a aumentar tus niveles de atención. Contar con un
apoyo extra es formidable. Encontrar, por ejemplo, a alguien que te motive a ir al
gimnasio o que vaya contigo, cuando ese es uno de tus objetivos.
4. Carga tus baterías de voluntad. La fuerza de voluntad se consume al usarla, el
descanso y la glucosa, como hemos visto ayudan. Menuda paradoja, para no
comer se necesita voluntad, pero para tener voluntad se necesita comer (glucosa).
Para cargar tus baterías, toma muy en serio la alimentación, el sueño, la actividad
meditativa y no hacer nada.
5. Administra tu voluntad. Como hemos visto, tenemos una cantidad limitada de
energía relacionada con el autocontrol. Hay muchas actividades que también
drenan esta misma energía, como tomar decisiones o resolver un conflicto. Por lo
que el autocontrol puede flojear después de estas situaciones. Así que de vez en
cuando, se recomienda darle un descanso a la voluntad, dejar de apretar los
controles. Los premios y el refuerzo positivo funcionan.
6. Busca la motivación autónoma. Sabemos que los mecanismos de nuestra
autorregulación son favorables a nosotros mismos cuando la motivación es
autónoma e independiente, y que estar presionados o controlados externamente
bloquea nuestra fuerza de voluntad a largo plazo, ya que nos lo pone más difícil.
Hacer este ejercicio de discernimiento para identificar nuestras motivaciones
intrínsecas antes de lanzarse por un objetivo es crucial para ponértelo más fácil. Y
cuando no las hay, ármate de toda la artillería para combatir las posibles
distracciones y dificultades que tú mismo te pondrás.
7. Sal del automático. Como dice Baumeister: «El comportamiento habitual
trabaja en piloto automático. Para incrementar el poder de la voluntad, debes
sobre-escribir el piloto automático y tomar control deliberado». Como la fuerza de
voluntad se ejercita deliberadamente, es interesante que de vez en cuando te
salgas de la rutina y busques hacer las cosas de otra manera.
8. Perdona tus errores. Cometer errores es inevitable y humano, pero tu fuerza
de voluntad será más fuerte si logras superarlos. El problema es cuando nos
quedamos enganchados a través de la culpa, que es muy adictiva, y los vivimos
como un fracaso. «Perdonarte a ti mismo por tus errores aumenta la motivación y
el compromiso con tus metas», afirma la socióloga y catedrática de la Universidad
de Standford y experta en autorregulación, Kelly McGonigal.
9. Identifica las posibles molestias que surgen cuando piensas en tu
reto. Seamos realistas, ganar en fuerza de voluntad es incómodo. Anticipar ese
posible malestar en forma de pensamientos, emociones o posibles distracciones,
te ayuda a desmantelarlos, a estar prevenido antes incluso de que te asalten
inesperadamente.
10. Reconoce y acepta tu polaridad. Ese péndulo que todos tenemos y que
oscila entre una parte de ti que quiere ser impulsiva y otra que quiere ser reflexiva.
Describe los deseos de tus dos partes e identifica cuál es la mente impulsiva que
prefiere la gratificación instantánea, la que se queja y la que siempre posterga
los buenos hábitos. Este ejercicio te ayudará a reconocer cuándo tu parte
impulsiva está tomando control sobre tus acciones para lograr interrumpirla en el
momento adecuado.

Desarrolla tu fuerza de voluntad.


La fuerza de voluntad es el impulso interno que nos lleva a vencer los obstáculos y
a lograr nuestras metas. No es algo con lo que nacemos o dejamos de nacer.
Podemos desarrollar y reforzarla nuestra fuerza de voluntad si entendemos en qué
consiste y por qué no la hemos fortalecido.

Aprende a vencer la apatía y la inseguridad.

Haz realidad tus deseos.

"La voluntad obstinada de perseguir una ambición propia, es verdaderamente


una fuerza que puede hacer superar obstáculos". Enzo Ferrari (Piloto y
fabricante de automóviles italiano).

Esta sección te ayuda a:

1. Comprender qué es la fuerza de voluntad.


2. Saber con qué elementos se relaciona.
3. Aprender qué podemos hacer para fortalecerla.

¿Qué es la fuerza de voluntad?

Si tuvieras que calificar tu fuerza de voluntad ¿cuánto te pondrías?

¿Cuánto te gustaría ponerte?

Creemos que cuando no podemos hacer algo es por falta de voluntad y que si no la
tenemos, no podemos obtenerla.
Esto es un gran error.

Sí podemos desarrollar y fortalecer nuestra fuerza de voluntad, pero primero


tenemos que entender su significado.

La fuerza de voluntad es la capacidad (la energía y el conocimiento) que tenemos


para controlar nuestros impulsos y nuestras conductas.
Para dirigir nuestros pasos hacia donde nosotros queremos.

Tener voluntad es lograr llevar a cabo acciones claras, definidas y concretas,


basadas en nuestros deseos y nuestras decisiones.

Nadie carece completamente de esta capacidad, porque no podría sobrevivir.


No podría encausar su vida, en ningún aspecto.

Imagínate que sucedería si todas las personas que creen que no tiene fuerza de
voluntad, se dejaran llevar por sus impulsos.

 Comerían, beberían o fumarían hasta enfermar o morir.


 Golpearían e insultarían a cualquiera que los hiciera enojar, por lo que vivirían
peleándose con todo mundo.
 Abandonarían a su familia, trabajo y responsabilidades, cada vez que se sintieran
presionados o agobiados.
 Etc.

Todos hemos deseado actuar así en algún momento.


Y todos nos hemos controlado la mayor parte de las veces.

Por lo tanto, todos tenemos fuerza de voluntad.


Pero la tenemos en ciertas áreas y en otras no.

En las que no la tenemos, podemos aprender a hacerlo.

Los pilares de la fuerza de voluntad.

La fuerza de voluntad está íntimamente relacionada con los siguientes elementos:

1. Nuestra motivación.
2. Autoestima. En mi libro, puedes aprender a fortalecerla.
3. Tolerancia a la frustración.
4. Creencias respecto al cambio, éxito y fracaso.

Nuestra motivación.

Para estar motivados es importante que la meta sea importante para nosotros.
Que sea nuestra meta y que sea realista, alcanzable.

La motivación está relacionada con darle valor a lo que hacemos.


Con sentirnos entusiasmados y estar dispuestos a hacer el esfuerzo que se
requiere.
Es una actitud ante la vida.

¿Conoces la siguiente historia?

Cuentan que un caballero que se dirigía a Santiago, se detuvo a descansar en


Miranda de Ebro.
Mientras reposaba, miraba a tres canteros que realizaban exactamente el mismo
trabajo, pero con una actitud muy diferente.

Intrigado, le preguntó al primero:


- Perdone, ¿qué es lo que está usted haciendo?
El hombre le contestó de mala manera:
- ¿No lo ve? Estoy picando piedras.

Entonces, el caballero se acercó al segundo, que trabajaba muy concentrado en su


labor y le hizo la misma pregunta.
El cantero se volvió hacia él y con mucha parsimonia le empezó a relatar:
- Está clarísimo.
Pulo las piedras con el cincel y el buril para que puedan ser trabajadas más
fácilmente.

Por último, el caballero se dirigió hacia el tercer hombre que silbaba y cantaba
mientras picaba las piedras.
Al oír la pregunta, el cantero miró al forastero con una amplia sonrisa y le
respondió entusiasmado:
- ¡Estoy construyendo la catedral de Burgos!

¿Con cuál de los tres hombres te identificas?

Una buena autoestima.

Una autoestima alta ayuda a mantener la fuerza de voluntad.

¿Por qué?

Porque si me siento capaz de hacer las cosas, las voy a hacer a pesar de las
dificultades.
Si no me devalúo cuando fallo, no le temo a los errores y a los fracasos y éstos no
me limitan.

Tolerancia a la frustración.

Tener fuerza de voluntad implica actuar.


Y actuar, significa esfuerzo, progreso y frustración.

Si acepto la frustración como parte de la vida y aprendo a tolerarla y a manejarla,


mi fuerza de voluntad no se debilita.

Creencias respecto al cambio, éxito y fracaso.

Nuestros pensamientos, ideas y creencias influyen en nuestras emociones y en


nuestra conducta.

Si estoy convencido de que no soy capaz de hacer ciertas cosas, ni siquiera voy a
intentar hacerlas.
Si creo que mis errores demuestran que soy un fracasado, ante la posibilidad de no
tener éxito me justifico, diciendo que no tengo fuerza de voluntad.

Pero nuestras creencias y estilo de pensamiento pueden estar equivocados y


pueden ser cambiados.

Utiliza para ello las técnicas descritas en mi libro.

¿Qué hacer?

Cuando sientes que te falla la fuerza de voluntad, pregúntate a qué crees que se
debe.

¿Tal vez no estás motivado, porque no es algo que tú realmente deseas?


¿Quizás consideras que no vale la pena el esfuerzo?
¿Que el costo es mucho mayor que el beneficio?
¿O crees que no vas a poder lograrlo?
Si es así, ¿por qué lo crees?
¿Piensas que no puedes soportar el malestar momentáneo que implica hacer el
esfuerzo?
¿Crees que si no lo logras, vas a ser criticado por los demás o por ti mismo?
¿No sabes cómo hacerlo?
Analiza estas y otras posibles opciones y descubre la causa real que te está
impidiendo realizar el esfuerzo necesario para lograr tus metas.

Con frecuencia, tenemos ciertas opiniones y criterios equivocados y un estilo de


pensamiento parcialmente incorrecto, que nos impiden lograr nuestras metas y
mejorar nuestra calidad de vida.

Pero estos obstáculos tienen solución.


Podemos vencerlos.

Adopta una actitud positiva.


Confía en que sí puedes lograr lo que te propongas.
Sólo tienes que aprender a vencer dichos obstáculos.

No te regañes por lo que no has hecho.


No busques ejemplos que demuestren que, como no lo has logrado en el pasado,
no lo vas a lograr en el presente o en el futuro.

Recuerda que tu conducta es resultado de lo que has aprendido.


Todo aprendizaje puede ser substituido por uno nuevo.

No confundas la fuerza de voluntad con el sacrificio y el sufrimiento que piensas


que ésta implica.

Para aprender una conducta o un nuevo hábito, tenemos que practicar,


equivocarnos, corregir los errores y seguir practicando.

Todos tenemos facilidad para hacer algunas cosas y dificultad para otras.
Lo importante no es hacer sólo lo fácil.

Lo verdaderamente importante, es hacer lo que necesitamos para estar mejor.


Las cosas son difíciles cuando no sabemos hacerlas y se vuelven fáciles cuando
aprendemos a realizarlas.

Recuerda:

El camino al éxito, está formado por información, acción y perseverancia.


Cada paso, por pequeño que sea, te acerca a la meta.

Tú puedes lograrlo.

Silvia Russek.

Diez reglas de oro para educar la voluntad - Enrique Rojas

Es difícil, tras estudiar el tema de la voluntad desde perspectivas tan diversas, intentar
concretar para ofrecer unas pautas específicas que no sean simples recetas de cocina, pues al
atravesar la frontera entre la teoría y la práctica, entre las ideas y su aplicación, hay un trecho
difícil de salvar. No obstante, voy a tratar de esquematizarlas.

1. La voluntad necesita un aprendizaje gradual, que se consigue con la repetición


de actos en donde uno se vence, lucha y cae, y vuelve a empezar. A esto se llama
en psicología hábito.

Dicho en otros términos: hay que adquirir hábitos positivos mediante la repetición de
conductas, deforma deportiva y alegre, que van inclinando la balanza hacia comportamientos
mejores, más maduros y que, a la larga, se agradecerán, pero que, en las primeras etapas,
cuestan mucho trabajo, puesto que la voluntad está aún en estado primario, sin dominar.

2. Para tener voluntad hay que empezar por negarse o vencerse en los gustos, los
estímulos y las inclinaciones inmediatas.

Esto es lo realmente difícil. Es más fácil explicar los mecanismos por donde hay que dirigir la
voluntad, que ponerse uno a funcionar, aplicando las teorías y los argumentos. Esto es: toda
educación de la voluntad tiene un trasfondo ascético, sobre todo cuando se empieza.

La labor de los padres en esta tarea es decisiva: deben -con mucha sabiduría- hacer atractiva
la responsabilidad, el deber y las exigencias concretas. De otra parte, están los educadores:
deben guiar al alumno hacia la verdad y la libertad, ligadas estrechamente[1]. Hay un puente
que va de la primera a la segunda. La voluntad es liberadora. ¿En qué consiste ser libre? ¿Qué
es liberarse? Significa poder moverse sin coacciones, haciendo lo que uno quiere, eximiéndose
de obstáculos y dependencias que distraigan del mejor trayecto personal.

La voluntad libera e inicia el vuelo hacia la realización del proyecto personal y de la felicidad.
Ahora bien, hay que hacer la siguiente pregunta: ¿Cuál es el nivel del proyecto y a qué cosas
nos referimos cuando hablamos de felicidad? La respuesta no es otra que indagar en los
argumentos de nuestra existencia, ya que éstos constituyen el alma de nuestra vida como
anticipación y programa de la misma. La vida humana es una tarea que se mueve entre dos
polos: adecuar los deseos a la realidad. Por eso la felicidad no consiste en vivir bien y tener
un excelente nivel de vida, sino en saber vivir.

Es frecuente captar esto cuando la vida se acaba. Es una lástima darse cuenta de ello cuando
se está a punto de amarrar la propia barca en la otra ribera.

Liberación no es hacer lo que uno quiere o seguir los dictados inmediatos de lo que deseamos,
sino vencerse en pequeñas luchas titánicas para alcanzar las mejores cimas del propio
desarrollo. La supresión de obligaciones y de constricciones exteriores, el abandono de los
grandes ideales y retos, dejarse llevar por los estímulos del momento... puede proporcionar
cierta tranquilidad en un corto plazo, sobre la marcha, pero muy pronto deja al descubierto
las carencias de esa personalidad.

Pensemos en la liberación sexual[2], que ha pretendido borrar todas las inhibiciones, situando
al hombre rumbo ala utopía de los paraísos perdidos y los sueños roussonianos. Se anunciaba
así un mundo futuro abierto, liberal, pluralista, de más ricos horizontes. Pero los resultados
que tenemos a la vista son unos modelos de comportamiento aberrantes en los que la
sexualidad, degradada, se ha convertido en bien de consumo, instrumentalizando al otro en el
sexo.

La liberación que trae la voluntad consiste en apartar obstáculos, allanar el camino para hacer
lo que se había programado, ir consiguiendo que los sueños se hagan realidad poco a poco. Es
evidente que todo depende del fin, del punto de mira, de aquello hacia lo que apuntemos.

Esto se resume en la célebre frase de Nietzsche: «No te pregunto de qué eres libre, te pregunto
para qué eres libre.»

O como consta en aquel libro de Bernanos: « La libertad: ¿para hacer qué?»

3. Cualquier aprendizaje se adquiere con más facilidad a medida que la motivación


es mayor.

Estar motivado implica estar preparado para apuntar hacia el mejor blanco. El ejercicio de
luchar por nuestros objetivos se estira más gracias a la fuerza de los contenidos que los
mueven. Lo expresaré de otra forma: el que no sabe lo que quiere, el que no tiene la ilusión
de alcanzar algo, difícilmente tendrá la voluntad preparada para la lucha.

Esta regla sugiere muchas cosas a la vez. Por una parte, el viejo tema del modelo de identidad,
esa lección abierta que otro nos da y nos invita a imitarlo. Tenerlo presente es empezar a
andar de forma correcta y correr tras la verdadera libertad.

Como dice Daniel Inenarity[3] : «Libertad como pasión significa superar el reduccionismo de
una libertad sólo centrada en aspectos formales, comprada al precio de una perpetua
indecisión [...] Una libertad profunda es aquella que se realiza, se hace vida, decide y
compromete [...] conservando la propia superioridad moral.»

Es decir, que todo progreso humano que se hace de espaldas a unas normas morales acaba
mal. El hombre superior es el hombre espiritual que ve a los demás como personas, no como
peldaños[4].

Por otra parte, hay que saber descubrir lo que yo llamaría en la actualidad valores de recambio,
que de algún modo se circunscriben alrededor de los grandes motivos del hombre. Son nuevos
motores que iluminan con su fuerza el proyecto personal: la democracia, los valores de la
Ilustración, el pluralismo bien entendido, la solidaridad, así como una visión supranacional de
los problemas actuales.

4. Tener objetivos claros, precisos, bien delimitados y estables.

Cuando esto es así y se ponen todas las fuerzas en ir hacia delante, los resultados positivos
están a la vuelta de la esquina, y no tiene cabida la dispersión de objetivos, ni tampoco querer
abarcar más de lo que uno puede.

Por eso produce mucha paz aplicarse en esos propósitos, siendo capaz de apartar todo lo que
pueda distraernos o alejarnos de las metas. Querer es pretender algo concreto y renunciar a
todo lo que distraiga y desvíe de los objetivos trazados[5] .

5. Toda educación de la voluntad tiene un fondo ascético, especialmente en sus


comienzos.

Hay que saber conducir las ansias juveniles hacia una meta que merezca realmente la pena.
Ahí es donde resulta decisiva la tarea del educador por un lado, y la de los padres, por otro.

Hay una observación complementaria que quiero hacer, una vez llegados a este punto: las
grandes ambiciones, las mejores aventuras, brotan de algo pequeño, que crece y se hace
caudaloso a medida que la lucha personal no cede, no baja la guardia, insistiendo una y otra
vez.

En el alpinismo, por ejemplo -tarea que se parece mucho al fortalecimiento de la voluntad-, lo


importante es dar pequeños pasos hacia arriba, ir ascendiendo en la montaña no gracias a las
grandes escaladas, sino merced a pequeños avances, al principio costosos y, después, ya más
fáciles, una vez que se vislumbra el paisaje desde la cima.

6. A medida que se tiene más voluntad, uno se gobierna mejor a sí mismo, no


dejándose llevar por el estímulo inmediato.

El dominio personal es uno de los más extraordinarios retos, que nos elevan por encima de las
circunstancias. Se consigue así una segunda naturaleza. Uno no hace lo que le apetece, ni
escoge lo más fácil y llevadero, sino que se dirige hacia lo que es mejor.

Cuando la voluntad es más sólida, esa persona ya ni se plantea el cansancio que ha supuesto
o sus apetencias, sino lo que sabe será más positivo para ella de cara a los objetivos diseñados.

7. Una persona con voluntad alcanza las metas que se había propuesto con
constancia.
He comentado en las páginas que preceden lo importante que es tener presentes las piezas
instrumentales de la voluntad: el orden, la tenacidad, la disciplina, la alegría constante y la
mirada puesta en el futuro, en la meta. Existe hoy la tendencia a la exaltación del modelo del
ganador, que deja en la estacada, groggy, a muchos perdedores en el ring social. Por eso,
compararse con otros, fijarnos demasiado en las vidas ajenas, puede ofrecer una cara
negativa, suficiente como para no disfrutar con lo que se tiene y desear lo que no poseemos[6].

8. Es importante llegar a una buena proporción entre los objetivos y los instrumentos
que utilicemos para obtenerlos; es decir, buscar la armonía entre fines y medios.

Hay que intentar una ecuación adecuada entre aptitudes y limitaciones, pretender sacar lo
mejor que hay en uno mismo, poniendo en marcha la motivación, configurada gracias a las
ilusiones, así como el orden, la constancia, la alegría y la autoridad sobre nosotros mismos,
para no ceder ni un ápice en lo propuesto.

9. Una buena y suficiente educación de la voluntad es un indicador de madurez de la


personalidad.

No hay que olvidar que cualquier avance de la voluntad se acrecienta con su uso y se hace
más eficaz a medida que se incorpora con firmeza en el patrimonio psicológico de cada uno de
nosotros. Una persona madura y con equilibrio psicológico ofrece un mosaico de elementos
armónicamente integrados, en donde la voluntad brilla con luz propia.

10. La educación de la voluntad no tiene fin.

Esto significa que el hombre es una sinfonía siempre incompleta, y que, haber alcanzado un
buen nivel no quiere decir que se esté siempre abonado al mismo, ya que las circunstancias
de la vida pueden conducir a posiciones insólitas, inesperadas, difíciles o que obligan a
reorganizar parte de la estructura del proyecto personal.

También hay que citar la falta de orientación de la sociedad actual, tan permisiva y con tan
pocos valores de referencia, que impide ver ejemplos positivos que sirvan como modelos de
identidad. La sociedad, tal y como está ahora, no favorece en casi nada la potenciación de la
voluntad. Y mucho más difícil resulta esta potenciación con la influencia de la televisión, frente
a la no cabe tener más que un moderado pesimismo.

[1] El concepto de verdad se quiebra en distintas laderas: la verdad de las cosas, de las
circunstancias que nos rodean y la verdad como hipótesis de trabajo (verdad prospectiva).

Tres lenguas han influido decisivamente en la formación del pensamiento europeo: el griego,
el latín y el hebreo, y en cada una de ellas encontramos tres palabras sobre este concepto:
aletheia, véritas y emunah, respectivamente.

Vivir en la verdad personal es tener criterios y obrar consecuentemente. Dicho en otras


palabras: el hombre incoherente, que conoce esas reglas de conducta, pero, por los motivos
que sean, no las sigue, no es consecuente con ellas.

Es cierto que cuando hay voluntad se está más dispuesto para luchar y vencerse, puesto que
voluntad es disposición activa para hacer algo adelantando resultados.

[1] Este tema cabalga entre diversas corrientes, desde las ideas ya superadas del psicoanalista
Wilhelm Reich, a la llamada «civilización del eros» de Marcase, o a la «permisividad» de Van
Ussel, pasando por las ideas más positivas de Allport o Maslow sobre el amor personal, hasta
llegar a la psicoterapia humanista de Rogers o al misterio de la sexualidad con serio enfoque
antropológico de Gustave Thivon, Jean Guitton, Joseph Pieper o García Hoz.
La vida sexual es una pieza que integra o desintegra al hombre, según la manera de vivirla.
En ella se alberga una trilogía integrada por los aspectos corporal, psicológico y espiritual.

[3]Véase Libertad como pasión, Eunsa, Pamplona, 1992.

[4] Dice el Talmud: «El hombre sabio es el que trata a todos con dignidad.» Estamos
atravesando una época de represión espiritual: en muchos ambientes todo lo que suene a
espiritualidad, está mal visto, no se lleva, no engancha... Pero es un bastión decisivo del ser
humano.

Vivimos en la apoteosis de lo fugaz, la exaltación del instante, la idolatría del sexo y como
resultado de ello: la indiferencia por saturación de contradicciones, y, a su vez, la fascinación
caleidoscópica del querer estar en todas partes, no decir que no a nada y pretender jugar a
todas las bandas y posiciones... es el relativismo de la levedad y la dispersión. Un ser humano
superdébil, a quien hay que seguir para poder certificar su triste final.

En tales casos sólo hay voluntad para alcanzar dinero, sexo, poder, éxito a cualquier precio o
las versiones actuales de mejorar permanentemente el nivel de vida, el bienestar, la
seguridad... La felicidad no consiste sólo en eso, pues hay muchas personas que viven así y
no son felices. La felicidad es estar haciendo algo grande con la vida, algo que la llene y que
vaya más allá de los propios intereses.

[5]Véase Polaino Lorente, Dimensiones motivacionales y cognitivas de la voluntad, Dossat,


Madrid, 1988. Subraya la importancia del aprendizaje, sin el cual no se pueden adquirir
conocimientos. «No hay educación sin aprendizaje. La educación añade algo más al mero
aprendizaje, me estoy refiriendo a la educación de la voluntad. Los aprendizajes que realiza la
voluntad son siempre motivados e intelectualizados... la motivación y el "conocimiento del fin"
tienen aquí especial importancia.» Hace una clara referencia al modelo conductista del
aprendizaje. cuanto mayor sea la recompensa, mayor será el efecto del aprendizaje, o dicho
de otra manera, de la eficacia del castigo o de la recompensa, de su buena y adecuada
administración, saldrá la clave para todo este proceso. «La administración de recompensas
suele ser más eficaz que la de castigos, salvo cuando se busca un cambio en la emisión de la
respuesta.»

[6] Un autor que ha trabajado a fondo en estos temas, García Hoz, publicó en 1962 un libro
que fue emblemático para aquella época: Pedagogía de la lucha ascética. Allí exponía los
elementos básicos para el esfuerzo en los temas morales, inspirado en autores españoles del
Siglo de Oro (parte del XVI y XVII).

Después han seguido muchas investigaciones, hasta llegar a La práctica de la educación


personalizada, tratado donde se describen y analizan los fundamentos y las técnicas para
alcanzar la obra bien hecha, que es la meta que propone su autor.

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