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El derecho internacional humanitario tiene como objetivo limitar los sufrimientos engendrados

por la guerra y mitigar sus efectos. Las normas que dicta son el resultado de un delicado
equilibrio entre, por una parte, las exigencias del desarrollo de la guerra -la "necesidad
militar"- y, por otra, las leyes de la humanidad. El derecho humanitario es una cuestión
delicada, pero no admite concesiones. Este derecho ha de ser respetado en todas las
circunstancias para garantizar la pervivencia de los valores de la humanidad y, a menudo,
simplemente, para proteger vidas humanas. Cada uno de nosotros puede contribuir a que se
comprenda mejor los objetivos primordiales y los principios fundamentales del derecho
internacional humanitario y a facilitar con ello un mayor respeto. El día en que todos los
Estados y todas las partes implicadas en los conflictos armados respeten mejor el derecho
humanitario será más fácil que haya un mundo más humano.[1]

Sin embargo, a causa de los conflictos que el derecho internacional humanitario intenta
mitigar, existen inevitablemente personas que se ven afectadas, con efectos como heridas
permanentes y desplazamiento forzado por la guerra. Teniendo en cuenta que el objetivo
primordial del DIH es proteger a la población que no hace parte del conflicto, es deber de éste
brindar una protección efectiva de quienes se han visto afectados por la guerra.

El derecho internacional humanitario se ha convertido en un complejo conjunto de normas


relativas a una gran variedad de problemas. No cabe duda de que los seis tratados principales
(que contienen más de 600 artículos) y el denso entramado de normas consuetudinarias
restringen el recurso a la violencia en tiempo de guerra. No obstante, tal abundancia de
normas jurídicas no ha de hacernos olvidar que lo esencial del derecho humanitario se resume
en algunos principios fundamentales:

a) Las personas que no participan, o han dejado de participar, en las hostilidades han de ser
respetadas, protegidas y tratadas con humanidad. Han de recibir la asistencia apropiada, sin
discriminación alguna.

b) Los combatientes capturados, y demás personas privadas de libertad, han de ser tratados
con humanidad. Han de ser protegidos contra todo acto de violencia, en especial contra la
tortura. Si se incoan diligencias judiciales contra ellos, han de gozar de las garantías
fundamentales de un procedimiento reglamentario.

c) En un conflicto armado, el derecho de las partes en conflicto a elegir los métodos o medios
de hacer la guerra no es ilimitado. Queda prohibido causar males superfluos y heridas
innecesarias.

d) A fin de proteger a la población civil, las fuerzas armadas deberán distinguir, en todas las
circunstancias, entre, por una parte, la población civil y los bienes civiles y, por otra, los
objetivos militares. La población civil como tal, los civiles y los bienes civiles, no serán objeto
de ataques militares.

Estos principios expresan lo que la Corte Internacional de Justicia denominó (en el caso del
Estrecho de Corfú) "consideraciones elementales de humanidad" y, más tarde, (en el caso de
las actividades militares y paramilitares en Nicaragua y contra este país) los "principios
generales del derecho humanitario". Tales principios, como principios generales del derecho
internacional, constituyen el fundamento de la protección que el derecho confiere a las
víctimas de la guerra. Son de obligado cumplimiento en cualquier circunstancia y ninguna
derogación puede ser autorizada.

Otra idea fundamental ha de ser mencionada en este punto: las normas del derecho
internacional se aplican a todos los conflictos armados, sean cuales fueren sus orígenes o sus
causas. Estas normas han de respetarse en todas las circunstancias y con respecto a todas las
personas que protegen, sin discriminación alguna. En el derecho humanitario moderno se
prohíbe cualquier trato discriminatorio de las víctimas de la guerra basado en el concepto de
"guerra justa".

Aunque es cierto que los principios generales arriba mencionados se aplican a todo tipo de
conflicto armado, dos conjuntos de normas específicas rigen, por una parte, los conflictos
armados internacionales y, por otra, los conflictos armados no internacionales (las guerras
civiles).[2]

De conformidad con el derecho internacional humanitario, son personas protegidas aquellas a


las que se aplica un tratado humanitario en particular, es decir las personas a las que se aplican
las normas de protección estipuladas en ese tratado y que, en virtud de éstas, gozan de ciertos
derechos cuando están en poder del enemigo. En un sentido más amplio, son personas
protegidas aquellas que, en tiempo de guerra, se benefician de las normas convencionales o de
las que dimanan del derecho internacional consuetudinario. En particular, son personas
protegidas los heridos, los enfermos, los náufragos los prisioneros de guerra, los civiles y otras
personas que no participen en las hostilidades o hayan dejado de hacerlo, como el personal
sanitario y religioso, las personas que colaboran en las operaciones de socorro, el personal de
organizaciones de protección civil y los mediadores. En caso de conflicto armado, también
están protegidos ciertos bienes, como los "bienes culturales", todos los demás bienes civiles,
las instalaciones Los Estados Partes en los Convenios de Ginebra reconocen el derecho de las
víctimas de los conflictos armados a recibir bienes indispensables para su supervivencia. Ese
derecho ha experimentado un desarrollo al aprobarse los Protocolos adicionales de 1977.

Para un conflicto armado internacional, dicho derecho a la asistencia incluye, en particular: el


libre paso de bienes necesarios para la supervivencia de la población civil (art. 23 del IV
Convenio, redactado para el caso de que se produzca un bloqueo); la obligación de la Potencia
ocupante de abastecer a la población del territorio ocupado (55/IV); si el abastecimiento es
insuficiente, dicha Potencia aceptará las acciones de socorro procedentes del exterior (59/IV).

El Protocolo I (arts. 69 y 70) refuerza el conjunto de normas aprobado en 1949. Así, un Estado
en guerra deberá, en particular, aceptar las acciones de socorro que sean de índole
humanitaria e imparcial y se realicen sin distinción alguna de carácter desfavorable, en favor
de la población que se encuentre en su propio territorio, con sujeción al asenso de las partes
concernidas. Sin embargo, si se reúnen esas condiciones, resultaría abusivo rehusar tales
acciones de socorro, que no serán consideradas como injerencia en el conflicto armado ni
como acto hostil. Para un conflicto armado no internacional, en el Protocolo II (art. 18) se
prevé, en particular, que, cuando la población civil padezca privaciones extremadas por falta
de abastecimientos indispensables para su supervivencia, se emprenderán, con el
consentimiento de la Alta Parte Contratante concernida, acciones de socorro de índole
exclusivamente humanitaria e imparcial y realizadas sin distinción alguna de carácter
desfavorable. Hoy, se acepta, en general, que el Estado deberá autorizar dichas acciones de
socorro de índole puramente humanitaria médica. En la medida en que un "derecho de
injerencia" (e incluso "deber de injerencia") consiste en justificar una intervención armada
emprendida, llegado el caso, por razones humanitarias, ese problema no incumbe al derecho
humanitario, sino a las normas relativas a la licitud del empleo de la fuerza armada en las
relaciones internacionales, es decir, al ius ad bellum.

Si hay intervención armada por razones humanitarias, el CICR velará, de conformidad con su
cometido, por que las Partes implicadas respeten las normas pertinentes del derecho
internacional humanitario y procurará prestar asistencia a las víctimas del conflicto.

El CICR no tiene por qué tomar posición en favor o en contra de ese "derecho de injerencia".
Para él, y a la vista de su experiencia, el debate acerca de un "derecho de injerencia" es de tipo
político; implicarse sería correr el riesgo de llevar la acción humanitaria a un punto muerto. Los
Estados Partes en los Convenios de Ginebra reconocen el derecho de las víctimas de los
conflictos armados a recibir bienes indispensables para su supervivencia. Ese derecho ha
experimentado un desarrollo al aprobarse los Protocolos adicionales de 1977.

Para un conflicto armado internacional, dicho derecho a la asistencia incluye, en particular: el


libre paso de bienes necesarios para la supervivencia de la población civil (art. 23 del IV
Convenio, redactado para el caso de que se produzca un bloqueo); la obligación de la Potencia
ocupante de abastecer a la población del territorio ocupado (55/IV); si el abastecimiento es
insuficiente, dicha Potencia aceptará las acciones de socorro procedentes del exterior (59/IV).

El Protocolo I (arts. 69 y 70) refuerza el conjunto de normas aprobado en 1949. Así, un Estado
en guerra deberá, en particular, aceptar las acciones de socorro que sean de índole
humanitaria e imparcial y se realicen sin distinción alguna de carácter desfavorable, en favor
de la población que se encuentre en su propio territorio, con sujeción al asenso de las partes
concernidas. Sin embargo, si se reúnen esas condiciones, resultaría abusivo rehusar tales
acciones de socorro, que no serán consideradas como injerencia en el conflicto armado ni
como acto hostil. Para un conflicto armado no internacional, en el Protocolo II (art. 18) se
prevé, en particular, que, cuando la población civil padezca privaciones extremadas por falta
de abastecimientos indispensables para su supervivencia, se emprenderán, con el
consentimiento de la Alta Parte Contratante concernida (véase P8), acciones de socorro de
índole exclusivamente humanitaria e imparcial y realizadas sin distinción alguna de carácter
desfavorable. Hoy, se acepta, en general, que el Estado deberá autorizar dichas acciones de
socorro de índole puramente humanitarias militares Así, hemos de tener en cuenta los
tratados que han procurado generar dicha protección a las víctimas de la guerra: El primer
tratado sobre la protección de las víctimas militares de la guerra fue elaborado y firmado en
1864 en Ginebra, a propuesta de Henry Dunant, durante una Conferencia Diplomática
convocada por el Gobierno suizo en la que participaron los representantes de casi todos los
Estados que La protección y socorro a aquellos que no están tomando parte o que ya no esten
tomendo parte del conflicto se da por medio de movimientos internacionales como el Comité
Internacional de la Cruz Roja, o bien por la Media Luna Roja, dependiendo el conflicto. En este
sentido, estos movimientos deben basarse en los siguientes principios para prestar un servicio
efectivo y oportuno: e existían entonces y las ambulancias. C

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