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Actualizado 20 de agosto de 2016

Martin Heidegger, es uno de los más importantes filósofos alemanes del siglo XX. Se preparó
en teología católica, ciencias naturales y filosofía en la Universidad de Friburgo de Brisgovia,
siendo discípulo de Heinrich Rickert, uno de los principales filósofos neokantianos de la Escuela
de Baden, y posteriormente fue ayudante de Edmund Husserl, el artífice de la moderna
fenomenología. Comenzó su docencia en 1915, en Friburgo.

De 1923 a 1928 dio clases en Marburgo y, desde el mismo 1928, volvió a Friburgo dónde
impartió la enseñanza de la filosofía.

Su biografía personal no está exenta de polémica política por su ambiguo posicionamiento


durante el régimen hitleriano, no obstante fue repuesto en la docencia en 1951 retomando su
actividad académica en Friburgo. Su pensamiento ha tenido gran influencia en el desarrollo del
existencialismo del siglo XX y en la filosofía del lenguaje.

De la fenomenología al ser

Heidegger, trata en sus inicios la fenomenología pero lo que resalta en su obra son sus
reflexiones sobre el ser, ahí es donde entra su idea de Ereignis -que significa "el suceso" o "el
acontecimiento"- ligado con la de Dasein -etimológicamente sería "el ser ahí" pero significa
simplemente "existencia"-. En términos simples puede decirse que Heidegger postula por la
necesidad de una precomprensión del ser antes para que éste exista realmente.

La influencia de lo fenomenológico vendría dada en el concepto mismo de Ereignis -pues es


algo que sucede-, ese suceder es lo que da existencia. Lo que se necesita ante todo es el
acontecimiento, si no hay acontecimiento no hay ser, por eso sino hay observación no se da el
primer paso para que haya ser -la observación es el Ereignis que genera al ser, eso también
conecta con el pensamiento griego en la idea de "desvelación", sino hay desvelación no hay
ser, volvemos entonces a la idea de que en la práctica no hay ser con existencia externa y por
sí mismo, es dependiente del acontecimiento que lo desvela.

Dicho de otra manera: se cuestiona la ontología propia del ser -o, cuando menos, la posibilidad
de alcanzarla cognitivamente-.

La precomprensión del ser


Ahora bien, eso se complementa con una precomprensión, de hecho, en Heidegger, la
comprensión del ser es previa al ser, es lo que desvela el ente, no el ente el que por si mismo
se desvela ante nosotros, dice Heidegger: "Y esta precomprensión del ser de los entes no la
derivamos de los entes mismos, sino que es lo que nos posibilita anticipar (Entwurf) el sentido
de esos entes dentro de un ámbito de inteligibilidad" (...) "Esa precomprensión del ser de los
entes es la que posibilita el acceso científico a cada uno de ellos. De este modo, la
comprensión del ser es aquella luz en cuya claridad podemos encontrarnos con el ente".

Todo lo cual lleva a la definición y la categoría. El acontecimiento que desvela al ser debe ir
acompañado de una precomprensión -una abstracción que lo define, que dice como ha de ser-
que permita identificar al ser en sí, lo cual es lo que le da inteligibilidad -permite identificarlo
con una categoría o incluirlo en una-.

Todo ello liga indefectiblemente el "ser" con lo humano, que sería el auténtico Dasein en
cuanto "ser ahí" y, también, en cuanto existente, y existente en un “ahora”, lo demás depende
de lo humano.

Todo ello se aborda en su obra inacabada “Ser y Tiempo”. Heidegger es subjetivista e incluso
puede considerarse que alcanza un cierto nihilismo -cuestión que, por otra parte, estudia al
analizar la obra de Nietzsche-.

La reformulación de la filosofía griega

La la destrucción heideggeriana de la metafísica a través de la negación de su carácter externo


a lo humano devuelve a Heidegger al inicio del problema planteado por la filosofía griega, su
negación de la concepción tradicional de la metafísica no implica ni el desmerecimiento ni el
ignorar los principios establecidos por la filosofía griega. Por el contrario Heidegger retoma el
uso y los conceptos de está filosofía a la que valora altamente, pero, lo que hace es volver a
plantear la cuestión en “los inicios de la misma”, así dejando a un lado axiomas asumidos por
la filosofía occidental durante largo tiempo va a las fuentes, revisa el pensamiento de
Anaximandro, Heráclito y Parménides, a los que no entiende como “etapas previas a la
metafísica tradicional” sino como un comienzo abierto a las preguntas y planteamientos que
llevaron a esa metafísica.

Quede claro que Heidegger solo vuelve al principio en cuanto comienzo, es decir, revisar el
camino, pero no desprecia lo caminado, si su labor deviene en una destrucción de las
posiciones establecidas y tradicionales de la metafísica no hay en Heidegger ninguna
pretensión de “superar” una vía errónea, por el contrario Heidegger asume que la metafísica
tradicional ha sido simplemente el camino seguido en Occidente, no pretende ni minimizarlo ni
borrarlo, simplemente pretende asumirlo y replantearlo. Precisamente por eso no busca nada
“ex novo” sino que, sencillamente, revisa lo caminado a partir de su principio.

No deja de recurrir a Aristóteles en sus consideraciones acerca del ser, pero sobre todo lo hace
por coincidir en la crítica aristotélica al pensamiento platónico, a sus planteamientos sobre el
bien -que desvincula de la cuestión del ser- y los universales -que Aristóteles no comparte.
Pero una vez más Heidegger se muestra coherente con su idea de considerar la totalidad del
pensamiento griego como algo vivo, algo que no tiene porque abordarse con los esquemas
dogmáticos establecidos por el devenir del pensamiento occidental.

Curiosamente el aristotelismo será a la vez aliado y oponente para el pensamiento de


Heidegger, pero lo que nunca será es menospreciado, por el contrario, Heidegger en cierta
medida profundiza en el aristotelismo al desmitificarlo y cancelar su carácter dogmático.

Desde la filosofía griega al lenguaje

Si se apoya en Aristóteles para presentar ciertas oposiciones o críticas al platonismo, a la vez,


recoge del platonismo aquello que desvincula lo inteligible del problema de “lo verdadero”, así
valora la doctrina platónica del “eidos” -forma-como un avance decisivo en el paso de la idea
de verdad como descubrimiento de lo cierto -externamente cierto, digamos que “la verdadera
esencia de las cosas”- al de la idea de verdad como un enunciado correcto, es decir: un factor
de lenguaje.

Partiendo de las preguntas metafísicas sobre el ser se alcanzan preguntas existenciales sobre
el ser -y es por esa vía por la que Heidegger influirá en el existencialismo-, lo que sucede es que
la trascendencia o la acentuación pasan de lo externo a lo humo a lo interno a lo humano.

Soslayando expresamente en la metafísica la idea de considerar relevantes las desvelaciones


de una “verdad” supuesta como universal o universales y, abandonada esta idea, se concentra
en las proyecciones y concepciones del lenguaje. Es decir, si aborda problemas metafísicos no
los considera algo externo a lo humano que hay que averiguar sino un producto humano cuyo
proceso se ha de investigar, y la clave de todo se encontraría en el lenguaje, su uso y sus
estructuras. Eso abrirá un camino importante no solo al estudio del lenguaje como vehículo de
comunicación sino como factor creador, por no decir como “el” factor creador.

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