Vous êtes sur la page 1sur 21

Abigail Sánchez Rojas

Facultad de Música, UNAM

El piano en las artes plásticas


del México decimonónico:
una aproximación al problema
de estudio
Resumen: El desarrollo del arte de piano en el México del siglo XIX hasta ahora no ha
sido estudiado con el rigor y la profusión que amerita el tema. Independientemente
de la existencia de algunas obras dedicadas a la historia del piano en México, ninguna
ha utilizado como recurso a la iconografía musical. En aras de enmendar esta inicua
omisión, el presente estudio se servirá de una selección de pinturas y litografías de
la época para establecer la importancia del piano como agente social y cultural en el
México de la post-independencia. El artículo adoptará un enfoque interdisciplinario
para observar al piano en su relación con diversos fenómenos socioculturales de
las que este instrumento formaba parte y hará uso del método de investigación en
iconografía musical propuesto por Evguenia Roubina, con la finalidad de demostrar
el significado de los testimonios que proporcionan las fuentes visuales para el estudio
de la historia del piano en el México decimonónico. La investigación realizada, no
obstante constituir una primera aproximación al estudio del piano mexicano desde la
perspectiva iconográfica, aspira a hacer patente el valor de la información que las artes
plásticas aportan para la generación de un nuevo conocimiento sobre la etapa inicial
del desarrollo del arte del piano en México.

Palabras clave: México independiente, Historia del piano, Iconografía musical,


Testimonios iconográficos.

Recepción: febrero de 2015. Aceptación: marzo de 2015.


Abigail Sánchez Rojas

The piano and plastic arts of XIX Century Mexico:


an analysis of the problem under study

Abstract: The development of the art of the piano in Mexico from the XIX Century to
the present has not been as rigorously and thoroughly studied as the subject deserves.
Regardless of some published works dedicated to the history of piano in Mexico,
none has used musical iconography as an investigative resource. In order to amend
this quite unfounded omission, the current article will use a selection of Mexican
paintings and lithographs from the XIX Century to lay the bases of the importance of
the piano as a social and cultural agent in post-Independence Mexico. This article will
adopt an interdisciplinary approach in order to analyze the piano in its relationship
to cultural and social phenomena of which this instrument was part. It will also apply
the method of research using musical iconography proposed by Evguenia Roubina,
with the purpose of proving the significance of the evidence given by visual sources
for the study of Mexico´s Nineteenth-century piano history. This investigation,
notwithstanding its being a first approach to the study of Mexican piano from the
iconographic perspective, aims to make clear the value of the information given by
the visual arts in order to generate new and accurate knowledge on the early stage of
development of the art of the piano in Mexico.

Keywords: Independent Mexico, Piano history, Musical Iconography, Iconographic


testimonies.

Introducción
En la Nueva España los instrumentos de teclado gozaban de cierta popularidad
en las clases altas de la sociedad y aún en el siglo XVII la alcurnia virreinal
comenzó a arraigar la costumbre de poseer entre su ajuar doméstico un clave,
un monocordio o un clavicordio.1 Los primeros testimonios sobre la presencia
del piano en el virreinato se remontan a finales del siglo XVIII. Uno de ellos lo
constituye la noticia sobre un “Fuerte-piano”, obra del organista y constructor
de órganos Mariano Placeres (1755-ca. 1820), residente de la ciudad de
Durango,2 que se publicó en 1793 por la Gazeta de México (2 de julio, p. 369);
uno más lo representa el anuncio de venta de un “Forte-piano con variedad de
registros” avalado en 400 pesos, que el mismo diario insertó en sus páginas al
cabo de unos seis años (Gazeta de México, 14 de septiembre de 1799, p. 516).
1 En el inventario y avalúo de los bienes de una joven novohispana de noble cuna realizado
en el siglo XVII se mencionan dos clavicordios (Curiel, 2000, p. 87). A la última década de la
misma centuria se remiten las primeras noticias sobre la construcción en la Nueva España de
espinetas, monocordios (clavicordios), clavicémbalos y claviórganos (Guzmán Bravo, 2007,
pp. 135, 153 y 166).
2 Según Gabriel Pareyón (2007), Mariano Placeres fue uno de los fundadores —en sociedad
con el clavecinista y organista Miguel Careaga (ca. 1740-ca. 1810)— de la primera fábrica de
pianos del virreinato (p. 184).

100
EL PIANO EN LAS ARTES PLÁSTICAS DEL MÉXICO DECIMONÓNICO...

En la misma época se inició la introducción a la Nueva España de los


pianos europeos. Y, aunque en un principio esta actividad ha sido esporádica,
la información proporcionada por la Gazeta de México permitió documentar
la llegada al puerto de Veracruz de un “Clave Piano” en 1793 (5 de febrero, p.
261) y de un “Forte-piano” en 1800 (14 de julio, p. 155), ambos procedentes
de Santander. La importación masiva de pianos a México —especialmente, los
de manufactura inglesa— comenzó inmediatamente después de la Guerra de
Independencia (Carredano, 2010, p. 222). La presencia y la popularidad de la
que gozaban estos instrumentos en la República Mexicana se hacen patente
a partir de algunos anuncios periodísticos: aquel que, en 1826, se refirió a la
solicitud de compra o alquiler de “un buen piano inglés cuadrilongo” (El Sol,
III /1019, 30 de marzo de 1826, p. 1162), así como el que, en 1827, dio noticia
sobre la llegada a la Ciudad de México de un surtido de “pianos verticales y
cuadrilongos” procedentes de Londres (El Sol, IV/1332), 7 de febrero de 1827,
p. 2414).3
Las características de un piano cuadrilongo o “de mesa” inglés: las
dimensiones, el mecanismo y la extensión de cinco octavas de teclado (Bordas
Ibáñez, 1999, p. 199), las posee un instrumento histórico, presumiblemente
construido en México a principios del siglo XIX, que actualmente se pertenece
a la Facultad de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México
(Imagen 1);4 y también el que está representado en un cuadro de un pintor
anónimo, que se encuentra en custodia de la Escuela de Bellas Artes de
Universidad Autónoma de Benito Juárez de Oaxaca (Imagen 2).
La existencia de numerosas y diversas fuentes primarias y fehacientes
que, como el cuadro arriba mencionado, a la fecha se desconocen o no han sido
descritos ni analizados en la literatura especializada,5 hace ver con claridad
que, no obstante el esfuerzo que han realizado los musicólogos como Yolanda
Moreno (1995, pp. 55-89), Ricardo Miranda (2001, pp. 91-136) o Consuelo
Carredano (2010, pp. 221-266), la historia del piano mexicano, que desde su
introducción al país ha sido uno de los instrumentos musicales predilectos y
se hallaba presente en “en casi todas las casas” de gente acomodada (Calderón
de la Barca, 1843, vol. 1, p. 45), y que hacia finales del siglo XIX se convirtió
3 Yael Bitrán Coren (2013) a partir de los “anuncios de instrumentos de teclado a la venta en la
ciudad de México en la década de 1820”, documenta la presencia de los pianos descritos de la
siguiente manera: un “fortepiano cuadrilongo inglés superior”, un “fortepiano sobresaliente
en su voz”, un “forte-piano inglés, vertical”, además de un “piano forte imitando cinco
instrumentos” (pp. 139-140).
4 Este piano fue propiedad del pianista e investigador mexicano Pablo José Castellanos Cámara
(1917-1981).
5 Algunas de estas fuentes forman parte de la tesis de licenciatura El piano en el México
decimonónico: en la sociedad, en el tratado y en la imagen, que esta autora sostuvo en enero
de 2015 en la Facultad de Música, UNAM.

101
Abigail Sánchez Rojas

Imagen 1. Anónimo, s. XIX (?), piano cuadrilongo, Facultad de Música, UNAM, Ciudad
de México.

Imagen 2. Anónimo, s. XIX [Sin título], óleo sobre tela, Escuela de Bellas Artes de la
UABJO, Oaxaca.6
6 Las imágenes que ilustran el presente artículo han sido localizadas y recopiladas por los
participantes del proyecto de investigación en torno a la iconografía musical novohispana que
se desarrolló en los años 2011 a 2014 con el auspicio de la UNAM y bajo la coordinación de la
Dra. Evguenia Roubina, y del que esta autora ha sido parte.

102
EL PIANO EN LAS ARTES PLÁSTICAS DEL MÉXICO DECIMONÓNICO...

en objeto de devoción popular, aún no ha sido escrita y pormenorizada en


detalle.

Ante esta situación, me he propuesto contribuir a llenar algunas


lagunas de conocimiento, especialmente evidentes en relación
con la etapa inicial de la historia del piano en México, a partir del
estudio de fuentes de iconografía musical, cuyo principal designio
es “comprobar, precisar o completar el contenido del documento
o, en su caso, resarcir su ausencia” (Roubina, 2013, p. 66).

Con la finalidad de establecer “el contenido temático o significado de las


obras de arte” que eternizaron la imagen del piano decimonónico, este trabajo
se ha servido del llamado método iconográfico-iconológico de Panofsky
(2001, p. 13-26), en tanto que la sistematización de las evidencias que maneja
la iconografía musical se realizó con la aplicación de las herramientas teórico-
metodológicas desarrolladas por Evguenia Roubina (2010), quien distingue
entre ellas los siguientes tipos:
I. ORGANOLÓGICAS, que proporcionan información sobre la
morfología del instrumento musical, su evolución, procesos de hibridación y
mestizaje, en su caso, usos y técnicas de ejecución;
II. MUSICOLÓGICAS o referentes a los más diversos aspectos de la
práctica musical;
III. ANTROPOLÓGICAS, que contribuyen al estudio de la música como
elemento de construcción de la identidad social y cultural del pueblo creador de
fuentes 
figuradas;
IV. TEOLÓGICO-FILOSÓFICAS o relacionadas con la connotación
teológica, ética o estética que adquiere la imagen de la música en los textos
visuales (p. 70).

El carácter de las evidencias que para el estudio de la historia del piano en


México ofrecen fuentes de iconografía musical, se estableció igualmente con base
en la propuesta de la autora citada, eligiendo entre las siguientes posibilidades:
1. Probatorio, es decir, propio de las evidencias que se encuentran en plena
consonancia con el contenido de otras fuentes fehacientes o, en otras palabras,
que poseen el valor de prueba.
2. Complementario, el que poseen las evidencias que, además de coincidir con
la información proporcionada por otras fuentes históricas fiables, precisan su
contenido o le añaden detalles, igualmente verificables.
3. Específico, o el que corresponde a las evidencias que se enfocan hacia aspectos
que sin su ayuda no hubieran podido ser esclarecidos (Roubina, 2010, p. 72).

103
Abigail Sánchez Rojas

El piano en el salón
Los primeros antecedentes del salón en México que se han localizado se remontan
a finales del siglo XVIII, cuando la costumbre de reunir amigos y familiares para
hacer o escuchar música ya era una práctica común entre las clases acomodadas
(Miranda, 2001, p. 92). En aquel entonces la música era parte importante de
estas reuniones, en los que en una pieza “se recibía a las personas de confianza,
se tocaba el monocordio, se jugaba a los naipes, a las damas, o al ajedrez, y en
donde las señoras tejían, bordaban o cosían, buscando todos la manera de pasar
plácidamente el tiempo” (Romero de Terreros, 1957, p. 18).
Después de la Independencia la nueva clase burguesa, es decir, los
criollos ilustrados, se acercaron a nuevos valores proporcionados por
distintos modelos europeos (Moreno, 1995, p. 55). Estas nuevas tendencias
se manifestaron sobre todo en los aspectos de la vida cultural y social: en las
prácticas públicas se reflejó en una asidua asistencia al teatro, a la ópera, a los
bailes y los paseos, y, en el privado, en las veladas artístico y literarias y las
tertulias caseras (Guerola Landa, 2007, pp. 12-13).
En los inicios del siglo XIX la tertulia se convirtió en el pasatiempo más
importante de la sociedad mexicana, cuyos miembros gustaban a reunirse
en una casa con familiares y amigos para conversar, jugar y socializar. En
estos convivios, de los que el piano ha sido un partícipe indispensable, la
música y el baile eran actividades fundamentales, por lo que no sería errado
decir que su desarrollo en este periodo fue impulsado, principalmente, por
las tertulias caseras, pues, como acertadamente comenta Ricardo Miranda
(2001), la demanda de pianos y de música para piano creció en México,
debido a que este instrumento “ofrecía las ventajas de contar con música de
manera permanente y a un costo mucho menor que el de alquilar conjuntos
musicales” (p. 98).
Numerosas publicaciones de diferentes formatos y géneros
proporcionan la información sobre el ambiente y las actividades que se
acostumbraba a realizar durante una tertulia mexicana. Así, Madame
Calderón de la Barca (1843), al documentar la vida social y musical de
la Ciudad de México, comentó a este respecto que en las tertulias “we
have generally music, cards, and plenty of dancing, and every one seems
pleased, the best proof of which they give by generally staying til two
or three in the morning” (vol. 2, p. 28). 7 La ilustre dama describe una
de estas reuniones de la siguiente manera: “Our yesterday evening´s
tertulia was very crowded; and there was a great deal of music and
dancing. These weekly soireés are decidedly successful, and the best
7 “Normalmente tenemos la música, cartas y mucho baile y, al parecer, todos están complacidos, y
prueba de esto es que comúnmente se quedan hasta las dos o tres de la madrugada”. Traducción mía.

104
EL PIANO EN LAS ARTES PLÁSTICAS DEL MÉXICO DECIMONÓNICO...

families in Mexico unite there without etiquette, which we were told it was
impossible to bring about” (Calderón de la Barca, 1843, vol. 2, p. 34).8
Manuel Payno en su extensa novela Los bandidos de Río Frío (1891)
destaca la importancia del papel que el “piano o forte piano, como se le
llamaba entonces” (p. 481), tenía en una tertulia. Una litografía que se insertó
en El Álbum Mexicano editado por Ignacio Cumplido (1811-1887) como
una ilustración al cuento “La flor de durazno” (Imagen 3) pertenece al tipo
de evidencias antropológicas y su carácter debe definirse como probatorio,
pues, aunque esta fuente no aporta pormenores desconocidos, parece ilustrar
también la brillante narrativa de Payno, quien apuntaba que el piano se
encontraba en “el gran salón [… que] era la pieza más grande y también la más
curiosa de la casa”, que ocupaba el lugar de honor “entre los dos balcones” y
que solía ser “un instrumento tan bueno como podía encontrarse en México y
en Europa” (pp. 480-481), aunque, en el caso del piano plasmado en la imagen,
de su calidad no se podría juzgar más que por la finura de detalles de su caja.

Imagen 3. Anónimo [Tertulia musical], litografía, El Álbum Mexicano, tomo I, México:


Ignacio Cumplido, 1849, p. 401.

La distribución de las figuras del primer plano de la litografía: una señorita


que ejecuta el piano,9 una más que, como la primera, porta un atuendo elegante,
y está sentada a su lado en actitud de esperar su turno para tocar o cantar, y
8 “Nuestra tertulia de anoche estuvo muy concurrida; hubo bastante música y baile. Estas
soirées semanales son decididamente exitosas y las mejores familias en México se unen ahí sin
etiqueta, lo cual, nos fue dicho, era imposible de lograr”. Traducción mía.
9 El cuadernillo colocado sobre el atril del piano podría ser identificado como álbum musical,
esto es una colección de pequeñas piezas de salón y extractos de óperas de compositores tanto
extranjeros como nacionales que las mujeres de la alta sociedad mexicana solían ejecutar en
las tertulias (Bitrán Goren, 2012, pp. 61-72).

105
Abigail Sánchez Rojas

un hombre vestido de frac —un pretendiente, un novio o, a caso, un maestro


de música— que, apoyando su codo sobre la tapa superior del instrumento,
sostiene un diálogo mudo con la joven intérprete, se encuentran en perfecta
consonancia con el testimonio ofrecido por el cronista de la sociedad mexicana,
quien hizo saber que al inicio de una tertulia las señoritas de la casa hacían
alarde de sus dotes musicales para después ceder el lugar al piano a los invitados
que tuvieran talento musical y quisieran amenizar la velada.

D. Lorenzo Elizaga, no sólo pianista famoso, sino compositor
distinguido, que, exagerando por un espíritu de patriotismo le
llamaban el Rosini mexicano, no faltaba nunca. Era el maestro de
Amparo, la que había hecho progresos tales, que con justo motivo
pasaba por una celebridad […] se ponía al piano y encantaba a los
que lo oían […] Generalmente, en lugar de tocar las piezas de música
que se usaban en ese tiempo, improvisaba y producía melodías
que eran completamente desconocidas. En seguida invitaba
á Amparo y le acompañaba una aria ó una canción […] Otras
muchachas cantaban canciones y duos, y para variar y á instancias
de los jóvenes, se arrimaba á un lado la mesa de tecalli, y se
organizaban unas cuadrillas, rara vez valse, que no le gustaba a
D.ª Severa y que jamás permitió á Amparo que bailase (Payno,
1891, pp. 485-487).

Como se puede comprobar, tanto en la imagen como en el fragmento


literario citado, se pone especial énfasis en la relación que tenía la mujer
mexicana con la práctica musical del salón. Como explica Montserrat Galí
Boadella (2002), “toda la tertulia implicaba la práctica de alguna habilidad
artística o literaria” (p. 97) y la ejecución del piano era una de las más
solicitadas. Prueba de ello —no única pero una de las más elocuentes— es la
letra de una de las novelas de Ignacio Manuel Altamirano (1869) en la que el
escritor y político se refiere al dominio de este instrumento como una fuerza
mágica capaz de transformar a una “niña tímida y dulce […] en un ángel
seductor é irresistible” (p. 110).

El piano en el teatro
La ejecución del piano en el México decimonónico no sólo se limitó al ámbito
privado, sino que también se insertó en las fiestas religiosas y civiles, eventos
sociales de importancia y diversiones públicas, entre las cuales destacó el
teatro, una forma de entretenimiento culto que se venía afianzando desde el
siglo XVIII y cobró mucha importancia en los inicios de la vida independiente.

106
EL PIANO EN LAS ARTES PLÁSTICAS DEL MÉXICO DECIMONÓNICO...

Éste fue un espacio que “representó de manera contundente, en esta época,


la fuente de todo refinamiento y cultura” (Guerola Landa, 2007, p. 13) y en el
que en aquel entonces, además de funciones ordinarias, también se realizaban
conciertos, proclamas políticas, asambleas gremiales, entregas de premios
escolares, veladas literarias y bailes de sociedad (Cuadriello, 1991, p. 48).
Los periódicos de la época preservaron la información sobre la
participación del piano en los eventos de la más diversa índole que se realizaban
en los escenarios teatrales, sin embargo, las noticias que se refieren al piano
como parte de la orquesta del teatro musical del México postindependentista
no son abundantes, ni muy explícitas. Entre los testimonios que revelan esta
faceta del piano decimonónico que hasta ahora se han podido encontrar
figura una reseña de la presentación en la Ciudad de México de la ópera
Tebaldo e Isolina, cuyo autor destacó que una de las arias se ejecutó con el
acompañamiento “del piano y de la flauta” (El Sol, II(869), 16 de noviembre de
1831, p. 3475); y una crítica periodística en la que se señaló que la protagonista
de las óperas Norma y Lucia de Lammermoor, ambas presentadas en el Gran
Teatro Nacional en la Ciudad de México, “venció los pasajes más difíciles, dio
muestras de grandes conocimientos artísticos y de escelente memoria sobre
todo cuando canta con un escaso acompañamiento de piano” (El Siglo XIX, VI
/ 1237, 16 de junio de 1852, pp. 1-2).
Verter una luz más certera sobre la presencia del piano en el teatro
musical mexicano y establecer el espacio que este instrumento ocupaba en
la orquesta ha permitido un cuadro de P. Romero, quien con todo lujo de
detalles representó el interior del Teatro Alarcón de San Luis Potosí (Imagen
4):10 la planta en forma de herradura con el proscenio al fondo, precedido de
un espacio destinado para la orquesta —no un foso—, así como la luneta,
plateas, dos pisos de palcos y la galería superior o el gallinero. La pintura
patentiza el esfuerzo del artista por recrear un retrato fehaciente de la
sociedad potosina que asistió a la función inaugural del teatro11 y constituye
una importante evidencia musicológica de carácter complementario, ya que
ofrece algunos pormenores, inasequibles en otras fuentes, del espectáculo, de
la escenografía y de la integración del conjunto orquestal dirigido, como lo
sugiere su posición elevada, por un maestro sentado al piano en el extremo
izquierdo de la orquesta.

10 Obra del arquitecto Francisco Eduardo Tresguerras (1745-1833), el edificio del antiguo Teatro
Juan Ruiz de Alarcón construido entre 1825 y 1827 (Cuadriello, 1991, p. 50) hoy alberga la
sede del sindicato de mineros metalúrgicos.
11 El texto al pie de la imagen dice lo siguiente: “Estreno [ileg.] teatro Alarcón a [ileg.] 1827.
Comensose la ópera [ileg.] sres. B[ileg.] Se estrenó por la Compañía de D. Fernando Escamilla”.

107
Abigail Sánchez Rojas

Imagen 4. P. Romero, ca. 1827, Vista interior del teatro de San Luis Potosí, acuarela sobre
papel, Museo Regional Potosino, INAH.

El piano como distintivo social


La idea expresada por Arthur Loesser (1990) en el sentido de que para una
familia acaudalada en la Inglaterra del siglo XVIII tener un piano y hacer que
las hijas lo tocaran, aunque no quisieran o no tuvieran aptitudes musicales,
simbolizaba la prosperidad y el refinamiento de la casa (p. 136), con pleno
derecho puede hacerse extensiva al México de la post-independencia,
donde con la llegada de las influencias europeas la moda de poseer un
piano se esparció rápidamente por haberse convertido este instrumento
en una suerte de distintivo social y un símbolo de la pertenencia a la clase
alta.
Éste es el significado que se le puede sugerir a la imagen del piano
plasmado en el cuadro Sala de música de Juliana Sanromán (1826-1852)
(Imagen 5), una muestra del género de interiores privilegiado por las pintoras
mexicanas por ofrecerles la oportunidad de recrear “la imagen idealizada
del hogar burgués presidido por mujeres diligentes y habitado por familias

108
EL PIANO EN LAS ARTES PLÁSTICAS DEL MÉXICO DECIMONÓNICO...

armoniosas” (Curiel, 1999, p. 200).12 Una reseña publicada en El Siglo XIX


el 25 de enero de 1851 describe la escena representada en esta obra de la
siguiente manera:
Una joven vestida con elegancia está sentada tocando el piano mientras
que otra de pie está cantando a su lado […] A la izquierda del cuadro, sentado
y cubierto con una rica bata de turca, se ve a un joven que parece extasiado con
los dulces acentos de la música. La elegancia del piano, la amena vista del paisaje
que se descubre a través del balcón abierto, las cortinas transparentes, en las
que juguetea caprichosamente a luz, dan a esta pintura atractivo e interés (cfr.
Rodríguez Prampolini, 1997, p. 243).

Imagen 5. Juliana Sanromán, ca. 1850, Sala de música, óleo sobre tela, colección particular.

A. Velázquez Guadarrama (2013) sugiere que el “lujoso, ordenado y


confortable” salón evocado en la pintura es una habitación de la casa que
Juliana Sanromán compartía con Carl Haghenbeck Braunwald, comerciante
alemán, con quien se unió en matrimonio en 1849 (p. 6) y, aun cuando no
existe la manera de comprobar cuán acertada es esta suposición, no cabe duda
alguna de que la pintora pudo haber conocido el piano, cuya apariencia lujosa

12 Existe la posibilidad de que las dos mujeres representadas en este cuadro sean la misma pintora
y su hermana menor, Josefa (Rodríguez Moya, 2006, p. 243).

109
Abigail Sánchez Rojas

y elegante se acopla armoniosamente al resto de la suntuosa decoración de la


sala musical.
Como se puede ver, el cuadro de J. Sanromán representa un piano de
gabinete ingles, instrumento de gran tamaño y el panel frontal abierto y
cubierto de paño, muy similar a los modelos que hacia mediados del siglo
XIX fabricaba la casa John Broadwood & Song (Imagen 6)13 y que a la sazón
se consideraban “muy superiores a cualquier [piano] hecho en el continente,
tanto en el punto de tono como en el de la mano de obra” (Jousse, 1829,
p. 92). Los piano-fortes de Boadwood solían tener una caja elaborada de
maderas preciosas como la caoba o el palo de rosa y decorada con tallas
artísticas finas, y ostentar el panel frontal de seda. La pintura de la joven
artista, quien se esmeró en pormenorizar los detalles del instrumento, ofrece
una extraordinaria y poco común evidencia organológica que da cuenta de
las características del modelo de piano que hacia mediados del siglo XIX se
colocó en el gusto de la burguesía mexicana.14 A pesar de que los anuncios
periodísticos de la época no describen los instrumentos que llegaban al país
procedentes de Londres (El Sol, IV/1332, 7 de febrero de 1827, p. 2414), dicha
evidencia debe definirse como probatoria y de un alto nivel de confiabilidad,
debido a que las características del piano evocado por J. Sanromán
concuerdan a la perfección con un ejemplar histórico, desafortunadamente,
ya privado de su mecanismo, que pertenece al Colegio de San Ignacio Loyola
(Vizcaínas), que en la post-independencia gozaba de la reputación de una
de las instituciones educativas femeninas más exclusivas de la República
Mexicana (Imagen 7).

Significados simbólicos de la imagen del piano


Un objeto suntuario y un indicador del estatus social alto, el piano también
fue adoptado por las artes plásticas de la post-independencia como símbolo
de espiritualidad de la mujer mexicana. Un ejemplo de esta interpretación de
la imagen del piano lo propone el retrato de doña María de los Ángeles Osío
realizado por Juan Cordero (1824-1884), quien la representó sentada junto al
instrumento y con una partitura en las manos (Imagen 8). La bella modelo tiene
una mirada serena y tierna y porta un elegante vestido negro con amplias mangas
de encaje y lazos rosados. A sus espaldas se ubica una escultura que representa
a una figura femenina que, al juzgar por sus atributos —una lira apolínea, un
papiro y un violín—, personifica a la Música. Al respecto de este retrato, A.
13 Fábrica inglesa de clavecines fundada en Londres en el primer tercio del siglo XVIII por
Burkhard Tschudi (1702-1773), a quien le sucedió su yerno, John Broadwood (1732-1812),
quien emprendió la construcción de piano-fortes (Honegger, 1988, p. 155).
14 Un instrumento de las características muy similares está retratado en una fotografía tomada
en México en el último tercio del siglo XIX (Miranda, 2010, p. 21).

110
EL PIANO EN LAS ARTES PLÁSTICAS DEL MÉXICO DECIMONÓNICO...

Imagen 6. Anónimo, 1842, Afinando un piano de gabinete de John Broadwood, grabado,


Londres, colección particular, d. p.

Imagen 7. John Broadwood (?), ca. 1850, pianoforte de gabinete con dos pedales,
decorado con talla en madera laqueada y dorada, Colegio de San Ignacio de Loyola
(Vizcaínas), Ciudad de México.

111
Abigail Sánchez Rojas

Velázquez Guadarrama (2002) dice que Juan Cordero buscaba plasmar algunas
dotes de su entonces futura esposa, como eran:

la sencillez, manifiesta en la ausencia total de joyas; la elegancia,


la discreción y el pudor, revelados en el color y el diseño sin escote
del vestido y, por último […] la instrucción, indicada por el piano,
las partituras y la escultura, que además de ubicar al personaje en
una atmósfera de respetabilidad burguesa, señalaban el ambiente
culto y refinado en el que se había criado (p. 143-146).

Doña María de los Ángeles Osío retratada por Juan Cordero personifica
el ideal de la mujer decimonónica: culta, refinada y compasiva, educada
en aras de cumplir los dos principales designios de su vida, esto es, ser
madre y esposa. Desde este punto de vista, el piano plasmado en el cuadro
constituye un testimonio, nuevamente de carácter probatorio, del tipo al
que E. Roubina (2010) se refiere como evidencias teológico-filosóficas
(p. 70) por coincidir el significado simbólico que se le otorga en esta fuente
iconográfica con la estética musical de la época postindependentista en que
la música se comprendía como un elemento indispensable de la educación
femenina:

La Música —escribía Florencio Galli (1826)— es sin duda uno de


los adornos mas bellos que pueden acompañar la educacion de una
señorita. Ella refina y perfecciona aquella dulzura de génio, buen
gusto y sensibilidad que la caracteriza, y que formando el consuelo
de la casa paterna, acaba por ser la delicia del esposo (p. 32).

El lienzo del pintor Manuel Ocaranza (1841-1882)15 titulado El amor del


colibrí le concede al piano el mismo significado simbólico, relacionado, en
consonancia con la estética musical de la época, con la idea de la espiritualidad
de la mujer mexicana, pues apela a su imagen, junto con la de un libro y la de
un cesto de labor, como alusión a las actividades cotidianas de la protagonista
de este cuadro que es una joven de la clase alta en el despertar de su sensualidad
(Imagen 9).

15 Manuel Ocaranza (1841-1882), originario de Uruapan Michoacán, fue alumno de la Academia


de San Carlos y siempre reveló su interés por representar temas modernos a tono con la
sensibilidad burguesa, centrados generalmente en figuras femeninas (Velázquez Guadarrama,
1998, p. 126).

112
EL PIANO EN LAS ARTES PLÁSTICAS DEL MÉXICO DECIMONÓNICO...

Imagen 8. Juan Cordero, 1860, Retrato de doña María de los Ángeles Osío de Cordero,
óleo sobre tela, Museo Nacional de Arte, Ciudad de México.

Imagen 9. Manuel Ocaranza, 1869, El amor del colibrí, óleo sobre tela, Museo Nacional
del Arte, Ciudad de México.

113
Abigail Sánchez Rojas

El retrato de Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893) y Gabino Barreda


(1818-1881), integrantes del grupo de “los treinta”,16 realizado por un autor
desconocido (Imagen 10), aunque no abandona el ámbito de las evidencias
teológico-filosóficas, inserta la imagen del piano en un discurso simbólico
diferente. Los dos distinguidos hombres de letras y políticos mexicanos se
representan en un estudio —uno de pie y el otro sentado junto a una mesa—
lleno de objetos que, según la observación de G. Curiel (1999), “dan cuenta de
la profesión y las inclinaciones de los protagonistas” (p. 200): una pintura, un
reloj,17 libros, diarios y dos mapas, uno de ellos de la República Mexicana. La
decoración del lugar recuerda vivamente la descripción de aquellos “saloncitos”
en los que Ignacio M. Altamirano organizaba sus veladas literarias que reunían
a los grandes literatos del momento y en donde

había hermosos tapices, elegantes muebles de reps, estilo


imperial, en las ventanas lujosas cortinas, en las paredes
magníficos cuadros y espejos, y en el centro mesas cargadas
de libros magníficos y costosos [… y] casi todos los periódicos
literarios é ilustrados de Europa, las publicaciones históricas
contemporáneas y otras curiosidades que fueron una novedad
(Altamirano, 1868, pp. 167, 182).

Empero, la presencia de un modesto piano vertical no en “la pieza más


grande […] de la casa” (Payno, 1891, p. 480) donde su sonido protagonizaba
tertulias, no en el salón musical donde el instrumento se convertía en el
confidente de la señora de la casa y el deleite de su cónyuge, sino en el estudio,
lugar destinado al esfuerzo mental, hace sugerir que, más que la intención de
construir “un ambiente informal en el que ha quedado congelado un fragmento
privado de la vida (de la amistad)” de Altamirano y Barreda (Curiel, 1999, p. 200),
el autor del retrato patentiza su apego a la tradición europea y novohispana
de recurrir a los objetos de artes y ciencias para dar el realce a las cualidades
intelectuales de sus modelos.

16 Nombre que se dio al grupo conformado por 18 letrados, entre ellos Benito Juárez, Manuel
Payno, Guillermo Prieto, Ignacio Altamirano y Gabino Barreda, y 12 soldados, élite liberal que
determinó el curso de desarrollo del país de 1867 a 1877 (González, 1988, p. 903).
17 Un fino reloj ubicado en el centro de la composición, objeto suntuario, frecuentemente
interpretado como símbolo de “esplendor, opulencia y precisión técnica, cualidades
sustanciales a la elegancia y al buen gusto asociadas a la aristocracia” (Pérez Mateo, 2012,
p. 168), acentúa el matiz del elitismo intelectual que predomina en el ambiente del retrato.

114
EL PIANO EN LAS ARTES PLÁSTICAS DEL MÉXICO DECIMONÓNICO...

Imagen 10. Anónimo, s. XIX, Ignacio Manuel Altamirano y Gabino Barreda, óleo sobre
tela, Museo de las Intervenciones, Ciudad de México.

El piano en la caricatura política


Una imagen polisémica, que vincula al piano con las evidencias de diferentes
tipos: organológicas, por coincidir el piano vertical de tres pedales representado
en esta fuente con los modelos que a la sazón ofrecían en venta casas y almacenes
de música diseminados por toda la República Mexicana; musicológicas,
por hacerse eco de los importantes acontecimientos de la vida musical; y
antropológicos, por dar cuenta del contexto social en que se forjaron las ideas
políticas del creador (Burke, 2001, p. 43), es la que insertó en sus páginas El
Hijo del Ahuizote, publicación antiporfirista dirigida por Daniel Cabrera y Jesús
Martínez Carreón.
La litografía Porfiriowski en México publicada en el 11 de marzo de
1900 sin el señalamiento del nombre de su autor representa a un hombre
al piano (Imagen 11) y hace una clara alusión a un hecho tan significativo
como reciente de la vida cultural de México que fue el primero de los dos
conciertos que Ignaz Paderewski (1860-1941) ofreció a los melómanos
capitalinos desde el escenario del Teatro Nacional el 10 de marzo del mismo
año. Los conciertos del virtuoso polaco han sido cubiertos por la mayoría
de los periódicos de la ciudad capital, sin embargo, la imagen publicada en
El Hijo del Ahuizote no pretendía dar noticia de sus presentaciones o hacer
propaganda del pianista.

115
Abigail Sánchez Rojas

E. Roubina (2007) en su análisis de la litografía en cuestión señala que ésta

representa a un hombrecito de bigotes y la melena alborotada, en


cuyo semblante se reconocen los rasgos del general Porfirio Díaz,
presidente y dictador del país. Este personaje, sentado en el banco
de la “presidencia”, está tocando un piano cuyas teclas representan
los estados de la República y cuyos tres pedales tienen escritas las
palabras “militarismo, centralismo, absolutismo” (p. 53).

El texto al pie de la imagen reza: “Este notable pianista, que también es


violinista,18 ha dado ya cuatro conciertos desde 1884, y se prepara á darnos
el quinto en este mismo año” y exhibe claramente la postura crítica que El
Hijo del Ahuizote asumió en el enardecido debate sobre “las virtudes de la
alternancia” del poder presidencial frente al “continuismo” o “necesarismo”,
al que dio lugar la quinta reelección del “caudillo tuxtepecano” (Pérez-Rayón
Elizundia, 2001, pp. 116-117).

Imagen 11. Anónimo, “Porfiriowski en México”, El Hijo del Ahuizote, Ciudad de México,
año XV, tomo XV, núm. 724, 11 de marzo de 1900.
18 E. Roubina (2007) deriva la palabra “violinista” del verbo “violar” y sugiere que el periódico
la emplea, en relación con las políticas del gobierno porfirista “que se caracterizaban por la
violación de los derechos y las libertades de los mexicanos” (p. 55).

116
EL PIANO EN LAS ARTES PLÁSTICAS DEL MÉXICO DECIMONÓNICO...

Consideraciones finales
La recopilación y el análisis de la iconografía del piano creada en el México
post-independiente aún está en proceso y también se encuentra en desarrollo
la investigación enfocada hacia la búsqueda de las fuentes primarias y
fehacientes de la más diversa índole, destinadas a contribuir a la generación del
conocimiento certero, íntegro y profundo sobre la etapa inicial de la historia
de este instrumento en el país. Sin embargo, aun una primera aproximación al
problema de estudio de la imagen del piano plasmada en las artes plásticas del
México decimonónico ha demostrado que el esfuerzo por ofrecer una lectura
crítica y una interpretación acertada de los textos visuales es invariablemente
recompensado con la adquisición de un amplio espectro de evidencias de alto
nivel de confiabilidad que, amen de concordar con los testimonios escritos,
proporcionan la información no asequible en otras fuentes.

Referencias bibliográficas
Altamirano, I. M. (1868). Revistas literarias de México, México: F. Díaz de León
y S. White.
______ (1869). Cuentos de invierno. Clemencia. México: F. Díaz de León y Santiago
White Editores.
Bitrán Goren, Y. (2012). Musical Women and Identity-Building in Early Independent
Mexico (1821-1854). Tesis doctoral. Royal Holloway, University of London.
______ (2013). La buena educación, la finura y el talento. Música doméstica en las
primeras décadas del México independiente. En R. Miranda y A. Tello (Eds.). La
música en los siglos XIX y XX. El patrimonio histórico y cultural de México, tomo
IV. México: Conaculta, 112-153.
Bordas Ibánez, C. (1999). Instrumentos musicales en colecciones españolas, vol. 1. España:
Centro de Documentación de Música y Danza-INAEM.
Burke, P. (2001). Lo visto y no visto. El uso de la imagen como documento histórico. Letras
de Humanidad, Barcelona: Editorial Crítica.
Calderón de la Barca, F. E. I. (1843). Life in Mexico: during a residence of two years in that
country. Boston: Charles C. Little and James Brown.
Carredano, C. (2010). El piano. En C. Carredano y V. Eli (Eds.), Historia de la música
en España e Hispanoamérica. Vol. 6: La Música en Hispanoamérica en el siglo XIX.
Madrid: Fondo de Cultura Económica de España, 221-266.
Cuadriello, J. (1991). El ámbito del teatro mexicano: de la calle a su casa. En Teatros de
México. México: Fomento Cultural Banamex A. C., 35-53.
Curiel, G. (2000). El efímero caudal de una joven noble. Inventario y aprecio de los
bienes de la Marquesa Doña Teresa María de Guadalupe Tetes Paz Vera (Ciudad
de México, 1695). Anales del Museo de América, 8, 65-101.
Curiel, G. et. al. (1999). Pintura y vida cotidiana en México 1650-1950, México: Fomento
Cultural Banamex, Conaculta.

117
Abigail Sánchez Rojas

Galí Boadella, M. (2002). Historias del bellos sexo. La introducción del romanticismo en
México. México: UNAM, IIE.
Galli, F. (1826). Música. El Iris, I(4), 32.
Gazeta de México:
V (28), 5 de febrero de 1793;
V (40), 2 de julio de 1793;
IX (61), 14 de septiembre de 1799;
X (20), 14 de julio de 1800.
González, L. (1988). El liberalismo triunfante. En D. Cosío Villegas (Coord.). Historia
general de México, vol. 2. México: Harla, El Colegio de México, 899-1015.
Guerola Landa, A. D. (2007). Canciones y música de salón. Partituras inéditas halladas
en el Archivo General del Gobierno del Estado de Veracruz. Tesis de maestría.
Universidad Veracruzana. Facultad de Música.
Guzmán Bravo, J. A. (2007). Documentos inéditos para la restauración de los órganos
históricos de la Catedral Metropolitana de Nuestra Señora de la Asunción, de
México Tenochtitlán (1688-1736). Anuario Musical, 62, 125-170.
Honegger, M. (1988). Diccionario de la música: los hombres y sus obras, t. I,
trad. Francisco Javier Aguirre et al., Madrid: Espasa-Calpe.
Jousse, J. (1829). A compendious dictionary of Italian and other terms used in music,
Londres: Clementi y Co.
Loesser, A. (1990). Men, Women and Pianos. A Social History. Nueva York: Dover
Publications.
Miranda, R. (2001). A tocar, señoritas. En Miranda, R. (Ed.). Ecos, alientos y sonidos:
ensayos sobre la música mexicana. México: FCE, 91-136.
______ (2010). La seducción y sus pautas, Artes de México, 97, 14-25.
Moreno, Y. (1995). Rostros del nacionalismo en la música mexicana. Un ensayo de
interpretación. México: UNAM, ENM.
Pareyón, G. (2007). Diccionario enciclopédico de música en México. México: Universidad
Panamericana.
Payno, M. (1891). Los bandidos de Río Frío. Novela naturalista humorística, de costumbres,
de crímenes y horrores por un Ingenio de la Corte, t. II. Barcelona: Juan de la Fuente
Párres.
Pérez Mateo, S. (2012). El concepto de la casa galdosiana como museo. En Asensio,
M. (Ed.). SIAM Series de investigación iberoamericana en museología, año 3,
vol. 7. Criterios y Desarrollo de Musealización. Madrid: Universidad Autónoma
de Madrid, 157-172.
Pérez-Rayón Elizundia, N. (2001). La crítica política liberal a fines del siglo XIX. El
Diario del Hogar. En Agostoni, C. y Speckman, E. (Eds.). Modernidad, tradición y
alteridad. La ciudad de México en el cambio del siglo XIX. México: UNAM, 115-142.
Rodríguez Moya, I. (2006). El retrato en México (1781-1867): Héroes, ciudadanos y
emperadores para una nueva nación. Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-americanos.
Rodríguez Prampolini, I. (1997). La crítica de arte en México en el siglo XIX: estudio y
documentos, 1810-1858, México: UNAM, IIE.

118
EL PIANO EN LAS ARTES PLÁSTICAS DEL MÉXICO DECIMONÓNICO...

Romero de Terreros, M. (1957). Una casa del siglo XVIII en México: La del conde de San
Bartolomé de Xala. México: Imprenta Universitaria.
Roubina, E. (2007). La perspectiva interdisciplinaria en el estudio de los instrumentos
de arco de México: un acercamiento al problema. Revista del Instituto de
Investigación Musicológica “Carlos Vega”, XXI (21), 42-65.
______ (2013). ¿Una imagen vale más…? pautas para el estudio de las evidencias
organológicas en la iconografía musical novohispana del siglo XVIII. Cátedra de
Artes, 13, 40-69.
Siglo XIX, El, VI (1237), 16 de junio de 1852.
Sol, El:
III (1019), 30 de marzo de 1826;
IV (1332), 7 de febrero de 1827;
II (869), 16 de noviembre de 1831.
Velázquez Guadarrama, A. (1998). Castas o marchitas. El amor del colibrí y La flor muerta
de Manuel Ocaranza, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, 73, 125-160.
______ (2002). Catálogo comentado del acervo del Museo Nacional de Arte: Pintura Siglo
XIX, tomo I, México.
______ (2013). Juliana and Josefa Sanromán: The Representation of Bourgeois
Domesticity in Mexico, 1850-1860. Artelogie, 2. Recuperado el 1 de marzo de
2015, de
http://cral.in2p3.fr/artelogie/IMG/article_PDF/article_a263.pdf

Abigail Sánchez Rojas


Concluyó la carrera de Artes Visuales con especialidad en Escultura en
Cerámica y Grabado en madera en la Escuela Nacional de Artes Plásticas y, en
2014 obtuvo el título de licenciada en piano en la Facultad de Música, UNAM.
Ha trabajado como pianista acompañante de distintos coros y ensambles de
cámara y cuenta con más de diez exposiciones colectivas en Casas de Cultura
y Galerías de la Ciudad de México y en el interior de la República Mexicana.
De 2011 a 2014 fue becaria del proyecto PAPIIT IN401011 Iconografía Musical
Novohispana bajo la coordinación de Evguenia Roubina y, como integrante de
este proyecto, participó en el III, IV y V Coloquios Nacionales de Iconografía
Musical Novohispana (Ciudad de México, 2011, 2012, 2013), así como en el I
y II Congresos Latinoamericanos de Iconografía Musical (Ciudad de México,
2012 y 2014).

119

Vous aimerez peut-être aussi