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mediante est�mulos por tres caminos: desde el mundo externo, desde el interior
del organismo, desde la vida an�mica. Por los tres caminos se produce un estado
de excitaci�n sexual y se da a conocer por dos clases de signos: an�micos y
som�ticos. El signo an�mico consiste en un sentimiento de tensi�n.
Por otro lado, es importante realizar una distinci�n entre el placer provocado por
la
excitaci�n de zonas er�genas y el producido por el vaciamiento de las sustancias
sexuales. Placer previo y placer final, respectivamente. El segundo es nuevo y por
lo tanto depende de condiciones que solo se instalan en la pubertad.
Del mecanismo en que es incluido el placer previo deriva un peligro para el logro
de la meta sexual normal. Se presenta cuando el placer previo demuestra ser
demasiado grande y demasiado escasa su contribuci�n a la tensi�n. Por lo tanto
falta la fuerza pulsional para que el proceso sexual siga; reemplaza la meta sexual
normal. De esta clase es el mecanismo de muchas perversiones que consisten en
una demora en actos preparatorios del proceso sexual. En este sentido, el
malogro de la funci�n del mecanismo sexual del placer previo se evita, sobre todo,
cuando ya en la vida infantil se prefigura de alg�n modo el primado de las zonas
genitales.
Si tomamos el caso de las perversiones, reconocemos que hay algo innato all�. Se
trata de unas ra�ces innatas de la pulsi�n sexual que en una serie de perversiones
se desarrollan hasta convertirse en los portadores reales de la actividad sexual,
otras veces experimenta una sofocaci�n insuficiente, mientras que en casos
favorables permiten la g�nesis de la vida sexual normal.
En este sentido y a modo de conclusi�n se destaca el hecho de que del proceso
de desarrollo de la sexualidad infantil desemboca la perversi�n, neurosis o la vida
sexual normal.
Bibliograf�a
Freud, (1915). Pulsiones y destinos de pulsi�n.
Freud, (1905). Tres ensayos de teor�a sexual. Viena, Austria.