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Habrá alguien igual a mí, sin sentimientos sin saber que es amar o ser amado...

Era estudiante de filosofía y teología en el seminario para sacerdotes en roma,


siempre he tenido curiosidad y una intriga poderosa por ver lo oculto y descubrir la
verdad escondida dentro de la religión y su relación con la mitología, que es cierto
y que es falso, quien y desde cuándo se había dictado que era lo bueno y que era
lo malo, ver porque la luz es la luz y la oscuridad es la oscuridad y no al revés.
Un día un catedrático del seminario me pregunto el motivo de mi interés a lo cual yo
respondí que había visto a varias personas morir y sin recibir bendición alguna de
los supuestos representantes de dios en la tierra ya que eran ateos aunque envida
hayan sido mejores personas que muchas que son apegadas a alguna religión, esos
eventos ayudaron a avivar la llama de la curiosidad dentro de mí, hubo un momento
de silencio, lo cual se vio interrumpido cuando el catedrático con un semblante
reflexivo me pregunto -¿solo por eso te embarcaste en este viaje?-
Yo con una voz dudosa respondí –si solo eso, no hay más- desviando la mirada
hacia el piso y susurrando también mencione que deseaba que esto me ayudara a
recordar.
El catedrático sorprendido pregunto sobre porque quería deseaba que esto me
ayudara a recordar, que me había pasado para olvidar todo.
El silencio fue más largo con una sensación de tristeza y soledad, haciendo que mis
mejillas se mojaran una vez más, rompí el silencio con una voz de melancolía y una
mirada vacía en el olvido, y le conté que dos años antes de empezar el camino
había tenido un accidente en el cual perdí a toda mi familia y todo recuerdo alguno,
al tratar de recordar solo se me vienen a la mente imágenes borrosas y una extraña
sensación que no se describir, me pone nervioso, tiemblo pero a la vez me agrada
y me causa intriga y curiosidad por saber más sobre el fin de la vida.
Al terminar mi relato el catedrático me vio y me abrazo diciéndome que tuviera
suerte en mi objetivo, se alejó dándome la espalda pero con la mirada fija en mi
dejando algo sobre mi mesa de noche.
Al día siguiente me levante temprano, ya era por inercia ya que no tenía clases era
sábado, recuerdo lo primero que hice fue fijarme en la mesa de noche que es lo que
me había dejado, y vi una nota con una serie de libros y la zona en la que se
encontraban junto con la llave para poder acceder ya que era una zona prohibida,
solamente los catedráticos de alto rango tenían acceso a ella.
Llevo un mes desde que entre a aquella área, todos esos libros me agradaban y
zaceaban mi sed de conocimientos hasta que encontré una carta que comenzaba
con esta frase “Habrá alguien igual a mí, sin sentimientos sin saber que es amar o
ser amado...”, no le tome importancia alguna y la deje en el mismo lugar donde la
había encontrado para así proseguir con otros libros.
Habrá alguien igual a mí, sin sentimientos sin saber que es amar o ser amado...

…siempre algo en mi interior hace que me despierto a media noche preguntándome


todo esto, sin razón aparente, es la tercera vez que me pasa desde que empecé a
leer aquellos libros, exactamente llevaba dos meses leyéndolos, pero no le tomo la
importancia debida, me vuelvo acostar y quedar completamente dormido, siguiendo
así mi vida normal.
Pasaron dos meses más y esos sueños se empezaron a apoderar de mi eran más
frecuentas, haciéndose casi de todos los días sin dormir sin descansar en paz ya
que se había añadido una escena en donde me encontraba solo en un desierto bajo
un cielo rojo latiente cosa que me causaba un temor profundo, hasta que…
…hasta que una noche en ese mismo sueño aparecieron dos seres con apariencia
humana, los cuales intentaron atacarme con lo que parecían lanzas pero un tercer
ente apareció y los detuvo como si nada diciéndoles con una voz estruendosa –a él
no lo tocan, él es mío será yo dentro de poco-
Nervioso y temblando no sé si de miedo o de asombro por lo que acabo de
presenciar y alcanzo a preguntar con una voz aguda y tenue que apenas se podía
escuchar a lo que mi defensor volteando me dijo que me tranquilizara que todo
pasara y pronto sabría la verdad, fue lo último que ya que desperté abruptamente
sudando frio, respire profundo y me relaje como pude.
Paso algo de tiempo cuando empecé a notar ciertas cosas que sucedían en mi
cuerpo, como que una simple cortada se me cerrara de inmediato, lo cual me dio un
gusto increíble, a nadie le conté sobre mi don de auto curación, y unos cuantos
meses después de ir descubriendo dones o poderes, no sé cómo llamarlos de los
sorprendido que me dejan descubrí uno un día en el bosque, me gustaba ir a ese
lugar para estudiar y reflexionar, ese día iba para repasar un poco mi último trabajo
cuando de repente un conejito cojeando se me acerco con la mirada triste, al
abrazarlo fuerte entre mis brazos note en su mirar una llama fuerte e intensa y de la
nada supe dónde poner mis manos y un destello apenas perceptible apareció,
posteriormente a eso el conejito me miro agradecido y empezó a correr como si
nada le hubiera pasado y estuviera sano al 100%, en repetidas ocasiones hacia lo
mismo con diferentes animalitos del bosque o mascotas de mis amigos, hasta que
un día me tope un perro de la calle ya de edad avanzada y con una mirada de
súplica, pero esta vez diferente ya que su llama en su mirar era débil y tenue que
apenas se podía ver, en fin trate de hacer lo mismo pero pude sentir como un calor
que empezó fuerte se hacía cada vez más débil hasta apagarse, fue entonces que
me di cuenta que en lugar de curar al pobre animalito había acabado con su vida,
obteniendo una sensación de felicidad y tristeza lo cual me asusto.
Posteriormente a ese día, siempre trataba de controlarme con ese don pero nunca
pude de hecho cada vez sentía que lo perfeccionaba, fue cuando corrí hasta el más
viejo catedrático del colegio el monseñor Gerard y decidí contarle todo.

Capítulo 3
Ese día había empezado a llover desde la mañana, lo cual no me importo quería
encontrar a monseñor Gerard, caminaba lo más rápido que podía ya que la túnica
no me dejaba correr al llegar al colegio me encontré con la noticia de que no se
encontraba, haciendo que mi corazón se acelerara más y más, salí con la misma
rapidez con la que entre y a medio patio me desplome, empecé a reírme como loco
y de la nada empecé a llorar, tenía miedo, miedo de mí mismo de lo que hacía y de
lo que era capaz, en ese instante sentí una mano que se posó sobre mi hombro y
con una voz grave pero calmada dijo:
– vos teneis que tranquilizarte, a quien buscais está en la basílica, vamos te
acompaño.
Me extendió la mano en símbolo de ayuda, la cual yo acepte con una sonrisa no sé
si falsa o verdadera ya que me parecía extraño ya que en el instante que sentí su
presencia me tranquilice y sentí una paz interior que nunca había sentido antes…

…al paso de unos minutos llegamos a la basílica de san pedro y nos dirigimos hacia
un área antigua de dormitorios, caminamos por un pasillo hasta llegar a una vieja
puerta de madera, el que me llevo me dijo con esa misma voz que abriera la puerta
que esa me llevaría con monseñor Gerard, vi la puerta bien la cual parecía pesada
y con las bisagras oxidadas, entonces me pregunte que si la iba a poder abrir, pero
al hacerlo quede sorprendido ya que se había abierto con tal ligereza y fue que me
di cuenta que detrás de ella había unas escaleras, entonces pregunte:
– estas son escaleras, ¿está seguro de que me llevaran…. – pero antes de terminar
la pregunta el respondió
– síguelas y lo encontraras – con un tono desvaneciente, al no escuchar su voz
voltee y no lo vi, fue como si se hubiera desvanecido en el aire, mi subconsciente
me dictaba que me alejara de ay, pero mi corazón me hizo adentrarme en aquellas
oscuras escaleras pensando en la tranquilidad que se sentía, paso un rato y al
termino de las escaleras se encontraba un túnel sin fin, en el cual me seguí
adentrando.
Perdí la noción del tiempo hasta que pude ver la salida, me deslumbre con tan
hermoso paisaje era lo que parecía un monasterio en medio de árboles parecía
abandonado pero a la vez con vida, fue entonces que vi a monseñor Gerard sentado
en una esquina mirando hacia el cielo y le hable:
– Monseñor Gerard, monseñor – en eso el me voltea a ver y me empieza a gritar –
muchacho insolente, que haces aquí, quien eres y como llegaste a este lugar – lo
cual no me pareció extraño ya era un señor de edad avanzada.
En eso él se acercó diciéndome – te repito joven que haces aquí, no te reconozco-
a lo cual yo le respondí que él me había encontrado hace 4 años solo en la basílica
llorando, desconcertado y perdido, fue entonces cuando monseñor Gerard se
acercó más y me brazo diciendo – muchacho, que bueno que te veo, como llegaste
hasta este lugar – yo le respondí contándole todo lo que me había pasada desde
que lo fui a buscar al colegio hasta antes de entrar al turno.
Monseñor Gerard – hijo mío y como era el sacerdote que te guio hasta aquí – fue
cuando le dije que era de fisonomía apreciable, alto, tez blanca y con una voz grave
pero calmada y que todo en conjunto transmitía una paz y calidez asombrosa.
Él se quedó en silencio por un rato con la mirada perdida hacia el cielo, hasta que
me pidió que lo acompañara, y nos perdimos en la poca luz que había en el
monasterio, o bueno eso pienso yo que es.
Capitulo IV
Ya dentro, nos dirigimos hacia su oficina a paso lento, me sentía tranquilo y alegre
como cuando un niño camina de la mano de su padre, monseñor Gerard era como
un padre para desde que me recogió ese día en la basílica, durante el camino hubo
un silencio, hasta que el pregunto – hijo mío, me podrías repetir como llegaste aquí
– entonces lo mire con duda y me atreví a preguntarle – monseñor porque duda que
alguien me haya guiado hasta el túnel – monseñor respondió – nadie sabe de su
existencia ni de su ubicación por lo cual nadie sabe de este monasterio – extrañado
le volví a explicar del sacerdote que me encontré en el colegio, en eso fui
interrumpido por el rechinido de la puerta cuando monseñor abrió su oficina y lo
primero que vi fue la pintura del sacerdote que me había guiado hasta el túnel,
rápidamente se lo señale y le dije que había sido él.
Sus lágrimas empezaron a rodar sobre sus mejillas y me pregunto – hijo, que es lo
que te a traído a este lugar conmigo, que es lo que tienes hijo – me sentí como niño
cuando se ponía a platicar con su papa de su día, le platique todo desde mis
primeros sueños hasta lo que podía hacer y al sección de la biblioteca a la cual
entraba.
Extrañado por su pregunta y por sus lágrimas pregunte – padre como supo que me
pasaba algo y por qué lloro al verla pintura – el me respondió – hijo el me guio hasta
aquí hace 60 años por lo mismo que te pasa a ti, me explico que era y que es lo que
debía hacer – me quede sorprendido, como era posible que sea la misma persona,
entonces le que pregunte a él como le había pasado lo que a mí, monseñor me
respondió – él fue muy importante para mí, estaba perdido y con ganas de matarme,
yo era médico y curaba mágicamente a las personas pero me animo empezó a
decaer cuando en vez de aliviarlas, terminaba su sufrimiento dándoles el último
adiós, las mataba pero no fue hasta que no pude salvar a mi propia familia que
empecé a tocar fondo, esos dones también habían comenzado con esos sueños,
un día estaba en la basílica cuando el toco mi hombro, tranquilizándome y
trayéndome a este lugar de paz – en ese momento llore y lo abrase.
Monseñor me dijo ese día – hijo a partir de ahora ya no seré tu padre sino que seré
tu mentor, te enseñare a controlar esos dones para el bien de las personas, te diré
algo, la muerte no es un castigo para el que ha sufrido tanto en la vida y se han
portado bien, sino es un premio, al fin descansaran y también lo es para aquellos
que han pecado y se encuentran arrepentidos, ellos irán directo al paraíso, los
demás tu no los juzgaras.
En eso me dio unos viejos libros y pergaminos con la tarea de que los leyera y me
dio la llave para entrar a la biblioteca del monasterio donde estábamos con la
condición de que no trajera a nadie más y que solo que me diera para leer lo hiciera
en ese lugar.

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