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PEDRO ANGULO ARANA

EL CASO
PENAL
BASE DE LA LITIGACIÓN
EN EL JUICIO ORAL

GACETA

& procesal penal


PEDRO ANGULO ARANA

EL CASO
PENAL
BASE DE LA LITIGACIÓN
EN EL JUICIO ORAL
EL CASO PENAL
Base de la litigación en el juicio oral

pRIMERA Edición
marzo 2014
5,790 ejemplares

© Pedro Angulo Arana


© Gaceta Jurídica S.A.

Prohibida su reproducción
total o parcial
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D.Leg. Nº 822

HECHO EL DEPÓSITO LEGAL EN LA


BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ
2014-04398

LEY N° 26905 / D.S. N° 017-98-ED

ISBN: 978-612-311-135-9
REGISTRO DE PROYECTO EDITORIAL
31501221400270

DIAGRAMACIÓN DE CARÁTULA
Martha Hidalgo Rivero

DIAGRAMACIÓN DE INTERIORES
Miguel Ángel Salinas Arica

Gaceta Jurídica S.A.


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Lima 18 - Perú
Central Telefónica: (01)710-8900
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Impreso en:
Imprenta Editorial El Búho E.I.R.L.
San Alberto 201 - Surquillo
Lima 34 - Perú
Introducción
El caso y su estudio, como una temática de la litigación que se realiza en
el juicio oral, nos parece un tema tanto elemental como fundamental; en el
primer sentido, elemental, puesto que solo a partir de la existencia del caso se
podrá hablar de un imputado y de su derecho de defensa y, por lo tanto, de li-
tigio, de contradictorio y de estrategia. Y es también fundamental en cuanto
significa seriedad y rigor, pues las solas coincidencias y pareceres o conven-
cimientos que no pudieran revestirse de objetividad mediante elementos de
convicción o una suma de indicios, nunca podrían constituir un caso, y menos
servir de pretexto para afectar a una persona humana.
El tema del caso penal consideramos que en nuestro país ha venido sien-
do comprendido desde puntos de partida sesgados e, inclusive, errados, por
sumar apreciaciones subjetivas, atribuibles a autores que solo habrían hecho
exteriorización de formas de pensar propias de quienes realizan el ejercicio
de la defensa, habiéndose hecho recepción, como casi siempre entre nosotros,
acríticamente, de textos venidos de fuera, bajo tradiciones, mentalidades y
hasta equívocos ajenos.
Y referimos lo dicho a partir de que, contrariamente a lo que se sostie-
ne en dichos textos, apreciamos desde la realidad cotidiana que el caso penal
constituye una figura jurídica que le corresponde conocer, teorizar, estructu-
rar, definir y trabajar básicamente al responsable de la persecución, esto es,
al Ministerio Público (en adelante, MP), en general, y a los fiscales en lo pe-
nal, en particular; aunque es verdad que a la defensa le conviene estudiarlo y
conocerlo.
Lo expresado tiene consecuencias importantes dado que en el nuevo mo-
delo procesal se han diferenciado tajantemente las funciones del Estado con
relación al sistema penal de justicia y, por lo tanto, no solo calificar la presen-
cia del caso, sino antes, la propia posibilidad racional de anticipar la reunión
de sus partes componentes será algo que corresponderá enteramente a los fis-
cales, para comprometerse luego a realizar una investigación penal.
Ello quiere decir que los fiscales deben de ser los receptores naturales
y sustanciales del conocimiento de los hechos que se consideren delitos, en

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Pedro Angulo Arana

tanto ello sea razonable y lógico en el caso concreto, dado que les correspon-
de calificar técnicamente si los hechos poseen esa condición y, además, debe-
rán conducir la investigación formal del delito, con miras a recolectar los ele-
mentos de convicción o suma de indicios necesarios para armar el caso penal
y llevar adelante la acusación.
Por lo dicho, el caso penal es un tema propio de los fiscales que ellos de-
ben hacer suyo, conocer y manejar con sumo rigor y sin contaminación con
perspectivas que no les correspondan, sobre todo si ello pudiera perjudicar la
forma de entender su función, la forma de consolidar sus casos y la consecu-
ción de los objetivos que deben perseguir funcionalmente, tal como llegar al
juicio oral y consiguiendo una sanción, combatir la impunidad.
Así es que, a nuestro entender, la construcción del caso, contrariamente a
lo que indica alguna literatura sobre litigación, no la consideramos en sí mis-
ma una actividad estratégica, ya que la estrategia no podría añadir nada a la
posibilidad material o no de conseguir armar el caso, puesto que este objetivo
es un trabajo que se debe efectuar con seriedad y objetividad siempre, depen-
diendo de los vestigios dejados por el autor o los autores y las capacidades y
destrezas de los investigadores.
Armar el caso es una obligación absoluta del fiscal si se ha producido un
ilícito, y ello nace desde que tiene nada más la sospecha razonable de que se
hubiera producido; y su obligación no es esforzarse por algo parecido al caso
o por un medio caso. La tarea funcional es armar el caso como el todo que
racionalmente será admisible para llegar al juicio oral; y lo debe armar, por-
que eso es lo razonable, racional y legal, para pretender llevar a una persona
al juicio oral.
Lo estratégico, a nuestro entender, solo ocurre previamente, cuando se
trata de reconstruir la comisión del delito y ubicar sus vestigios o pesquisar
y conseguir medios de prueba. Así pues, la investigación del delito es verdad
que sí requiere el desarrollo de una estrategia. Ella se emplea para saber qué
recoger prontamente, dónde empezar a buscar, qué encontrar, cómo recoger
los elementos materiales, cómo conseguir testigos y cómo obtener sus testi-
monios y, en su caso, indicios.
Así pues, la estrategia servirá para adquirir información y en tal reto la
experiencia jugará un gran papel; y luego de conseguido el caso, también es
verdad que su presentación en el alegato inicial, la forma de hacerlo, para que
no se olviden los temas principales o se le recuerde, para sensibilizar y lograr
una mejor comprensión, se podrá revestir de estrategia, tanto como la forma
de la actividad probatoria que se ha de desarrollar a lo largo del juicio oral,

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El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

en procura de demostrar la existencia de responsabilidad penal en la persona


del acusado.
En tal sentido, respecto del caso solo diremos que se conseguirá armar o
no se conseguirá; y si es lo primero, se podrá ello en cualquiera de las dos for-
mas en que hacerlo es posible: sea con elementos de convicción o mediante la
suma de indicios. En el presente trabajo nuestra modesta ambición es despejar
algunas dudas sobre el caso, indicar la forma de trabajarlo con seriedad, ilus-
trar sobre su relación con temas del nuevo modelo procesal y, cómo no, gene-
rar una provechosa discusión y más y mejores trabajos sobre tan interesante
tema, central para la labor de los fiscales en lo penal y abogados defensores.

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Capítulo 1
Acerca del caso
Capítulo 1
Acerca del caso

I. Generalidades
Respecto a la palabra caso, advertimos que Corominas encuentra la pa-
labra a principios del siglo XV, proveniente del latín cassus que significa caí-
da(1), y Gómez de Silva expresa que significa: acontecimiento o suceso, prove-
niente de casus, participio pasivo de cadere, “caer”(2), poseyendo un significa-
do de haberse apartado de la línea recta, teniendo pues un significado negati-
vo, como de un hecho extraño a la regularidad de las cosas.
Cierto es que en algún momento cualquier persona, sin necesidad de ser
abogada o abogado, ha podido escuchar a otras referirse, o también personal-
mente se ha referido, a la existencia de un “caso penal”, resultando sencillo
suponer que con tal expresión lo que se pretende es significar la realidad de
un conflicto jurídico de índole penal, que ya vendría siendo materia de cono-
cimiento por alguna autoridad (esto último lo convertiría en un caso).
De otro lado, en la situación de índole legal y penal que se refiere, bien po-
dremos encontrar diversas partes componentes de tal caso: personas naturales
involucradas, mínimamente un hecho presuntamente calificado como delicti-
vo, autoridades públicas interviniendo en calidad de investigadores y aboga-
dos, tanto de las partes materiales como del Estado, bajo diferentes modalida-
des y denominación, en resguardo de enfrentados derechos.
El doctor Luis Reyna Alfaro, ingresando al caso como concepto genérico
y luego refiriéndose al caso penal, nos ofrece el siguiente concepto: “Un caso
es un conflicto, una disyuntiva de índole social y que puede comprender, en

(1) Corominas, Joan. Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana. Editorial Gredos, Madrid,
1983, p. 137.
(2) Gómez de Silva, Guido. Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Española. Fondo de Cultura
Económica, México D. F., 2004, p. 152.

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Pedro Angulo Arana

algunos casos, únicamente a particulares (como ocurre en los casos civiles o


en los casos penales por delitos privados) o, en otros, a un particular y la so-
ciedad (como en los casos penales). En virtud a su condición de conflicto o
disyuntiva social, el caso penal, puede presentar posiciones enfrentadas que
deben ser resueltas concretamente por el operador de justicia” (3).
Montoya Pizarro, destacando del caso su índole de producto de una in-
vestigación, lo define como: “(...) la descripción pormenorizada y exhausti-
va de una situación real, que ha sido investigada y debe ser suficientemente
clara de modo tal que facilita un amplio análisis e intercambio de ideas acer-
ca de la misma”(4).
Por su lado, Alarcón Menéndez, cuando trata el tema de la investigación
del delito y refiriéndose a los diversos actos que dentro de aquella se realizan,
indica que se efectúa: “(...) para el esclarecimiento del caso”(5), con tal expre-
sión, hace referencia a un asunto, en los mismos términos que antes citamos
del profesor Reyna Alfaro, involucrando un hecho con los componentes que
constituyen un conflicto penal.
Tales conceptos usuales de caso, que claramente entendemos, debe-
mos considerarlos en su contexto, puesto que cuando pretendemos situar-
nos bajo la óptica del nuevo proceso penal y, más aún, de la litigación oral,
que se corresponde con el Código adjetivo del 2004, haremos referencia a
un nuevo sentido de entenderlo, vinculado con asimilar al principio acusa-
torio, como criterio configurador del nuevo proceso, en el que se requiere
siempre de una acusación y una actividad del ente acusador, bajo índices de
rigor y suma seriedad(6).

(3) Reyna Alfaro, Luis Miguel. El proceso penal aplicado, conforme al Código Procesal Penal de
2004. Grijley, Lima, 2011, pp. 440-441.
(4) Montoya Pizarro, José Alberto. “Perspectivas sobre la nueva teoría del caso en el nuevo Código
Procesal Penal”. En: Vox Juris 15. Universidad de San Martín de Porres, Temas Penales, Lima, 2007,
p. 327.
(5) Alarcón Menéndez, Jorge Miguel. La investigación preparatoria en el nuevo sistema procesal
Penal. Grijley, Lima, 2010, p. 77.
(6) San Martín Castro, César Eugenio. “Introducción general al estudio del nuevo Código Procesal
Penal”. En: Cubas Villanueva, Víctor y otros (coordinadores). El nuevo Proceso Penal. Estudios
fundamentales. Palestra, Lima, 2005, p. 20.

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El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

II. Un nuevo modelo procesal


El modelo procesal penal acusatorio, instaurado en nuestro país, posee la
virtud de efectuar una clara división de funciones y deberes entre las autorida-
des estatales que desarrollan las tareas de persecución y decisión de fondo, con
relación a la justicia penal; encargando así al MP la primera tarea menciona-
da, y la segunda, al Poder Judicial (en adelante, PJ), lo que también se afirma
que constituye: una nota esencial del modelo(7). Así es que el jus persequendi,
queda separado del jus puniendi.
En igual forma, ha quedado claro que, entre nosotros, no se ha optado ni
deseado optar por un modelo acusatorio puro ni por un modelo radicalmente
adversarial y, por ello, tampoco se ha pretendido adoptar el modelo anglosajón
(adversary system); de modo que si coincidimos en tal conclusión, ello hace
que concluyamos que son absolutamente falsos los reclamos de algunos auto-
res, que pretendiendo tener dentro de sí la idea exacta de lo que es un modelo
acusatorio, califican lo que no ingresa dentro de sus propias ideas del modelo,
como “errores” o “resabios” inquisitivos en nuestro Código adjetivo.
Así es que también, sin mayores fundamentos, explicaban la existencia de
lo que definían como “yerros” de los padres del Código, como fruto de la men-
talidad de sus autores, sin advertir que aquellos delinearon un modelo adaptado
precisamente a nuestra realidad, por considerar la imposibilidad de realizar de
inmediato un salto a un modelo tan radicalmente distinto, detrás del cual sub-
yacen historia, mentalidades y culturas absolutamente diferentes a las nuestras.
Luego de los impactos producidos por el cambio, en las regiones don-
de aquel ocurrió primero, y luego de que los ciudadanos de tales zonas, paga-
ran un alto precio, a partir de las interpretaciones normativas realizadas por
quienes, por esa vía pretendieron instaurar el modelo que imaginaban perfec-
to, se aprecia que se viene fortaleciendo, en los últimos tiempos, la idea de
que nuestro modelo posee una identidad propia o un singular sentido acusato-
rio(8) y, en todo caso, rasgos o tendencias hacia lo adversarial (9), lo que, como

(7) Talavera Elguera, Pablo. Comentarios al nuevo Código Procesal Penal. Grijley, Lima, 2004,
p. 5.
(8) San Martín se refiere a “sus rasgos acusatorios y contradictorios” en el “Prólogo” al libro de Espinoza
Goyena, Julio César. Nueva Jurisprudencia, 2006-2008. Editorial Reforma, Lima, 2009, p. 18. Por
nuestro lado, apreciando los principios involucrados en el código adjetivo, nos referíamos a un modelo
procesal penal de tendencia acusatoria; Angulo Arana, Pedro. La investigación del delito en el
nuevo Código Procesal Penal. Gaceta Jurídica, Lima, 2006, pp. 22 y 23.
(9) Talavera ELGUERA, Pablo. Ob. cit., p. 5.

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Pedro Angulo Arana

identificación genérica, entendemos que indica el rescate, señalamiento o acen-


to, respecto cierta presencia de lo adversarial(10).

Ahora bien, sobre tal tendencia hacia lo adversarial, se estima que ello se
vincula y explica en razón de la presencia y el funcionamiento del contradic-
torio, como principio; y con la dialéctica de las relaciones que, en razón del
mismo principio mencionado, naturalmente deberán darse entre las partes en-
frentadas en el proceso. De ello se tiene que el recurso a las técnicas de liti-
gación oral y, por ende, el recurrir a una nueva noción de “caso” y emplear-
la con seriedad y rigor, constituiría una consecuencia lógica de tales relacio-
nes dialécticas(11).

En tal sentido, cabe precisar que bajo el principio acusatorio se requie-


re la existencia de una acusación para que se produzca el juicio oral; y aho-
ra diremos que el conocimiento del caso, por parte de los fiscales y, den-
tro de ello, la comprensión y el manejo de los elementos que lo conforman,
constituye una nueva obligación que debe otorgar seriedad y formalismo al
desenvolvimiento de los procesos penales, de modo que se evite afectar in-
debidamente a los particulares y no se pierdan, además, inútilmente los re-
cursos del Estado.

Esto último es así, porque son las entidades del Estado, las que se encuen-
tran encargadas de ofrecer el servicio de justicia penal y, para tal efecto, antes
del procesamiento oral y de pretender imponer la sanción correspondiente al
autor de un delito, se debe investigar y conseguir elementos de convicción o
indicios de los hechos, para luego recién formular los cargos. Lo referido im-
porta en realidad la necesidad de generar una nueva cultura, sobre cómo enca-
rar de manera estricta el trabajo funcional por nuestras autoridades.

Así es que las circunstancias del cambio normativo, se convierten en la opor-


tunidad de oro para que entre nosotros se empiece a estudiar y trabajar el caso
penal, con absoluto rigor, y los fiscales solo lleguen a presentar acusaciones,

(10) El interés por destacar lo adversarial deviene del acento que debe ponerse en el enfrentamiento necesario
ante la acusación y la defensa, básicamente, en interés de guardar la distancia que debe exhibir el juez
cuando se trata de la actuación probatoria; sin embargo, el deber de esclarecimiento, ha sido considerado
para que el mayor acercamiento posible a la verdad, dentro del proceso penal, sea presupuesto y
legitimación de la impartición de justicia peruana.
(11) Reyna Alfaro, Luis Miguel. Litigación estratégica y técnicas de persuasión, aplicadas al nuevo
Proceso Penal. Grijley, Lima, 2009, p. 20. Lamas Puccio refiere lo mismo. Lamas Puccio, Luis.
“La dialéctica en el nuevo modelo procesal penal”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal. Nº 18, Lima,
diciembre 2010, p. 259 y ss.

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El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

cuando logren consolidar sus casos y puedan razonablemente prever que con-
seguirán condenas.

III. Desarrollo y subdesarrollo de la litigación oral


Puede decirse que, entre nosotros, los juicios orales y la litigación oral,
que se realiza, resultan desempeños familiares y conocidos, pues se vienen de-
sarrollando desde hace mucho tiempo; pero, a su vez, lo lamentable es que tal
actividad no se realiza ni siquiera de un modo aceptable. Y tanto es así, que
advertimos que cuando han llegado y hemos escuchado a expositores extran-
jeros, que desarrollan las técnicas de litigación oral, pareciera que nos hablan
de algo nuevo que no se refleja en la litigación oral que conocemos.
Igualmente, apreciamos que hay abogados y fiscales que no gustan o no
se sienten cómodos y seguros como para litigar oralmente en público, y te-
nemos noticia de algunos fiscales superiores (a quienes correspondía natural-
mente litigar oralmente en los procesos ordinarios, según el viejo modelo pro-
cesal) que no es que solamente no han podido acudir a los juicios orales (por
la demasiada carga, que en realidad existe), sino que han eludido hacerlo, sis-
temáticamente, durante toda su carrera (muchos se jubilaron), no habiéndolo
hecho nunca, siendo sus adjuntos los únicos que litigaron y, además, estos úl-
timos lo aprendieron a hacer del simple ejercicio, sin mayor preparación pre-
via, usando la imitación o la imaginación y la creatividad personales, sin ma-
yor ejercicio técnico.
En cualquier caso, para nadie es una novedad que las técnicas de litiga-
ción oral se han desarrollado bastante en los países de cultura anglosajona y,
particularmente, en los Estados Unidos. Así es que los primeros textos que
han trabajado ese tema han sido escritos en tal país y luego traducidos al cas-
tellano. Además, muchos de los actuales profesores internacionales en tal te-
mática (puertorriqueños, colombianos y chilenos), han adquirido su forma-
ción en dicho país.
Las técnicas de litigación oral, por nuestro lado, consideramos que se han
desarrollado más y mejor entre los anglosajones, a nuestro modesto entender,
debido a tres razones:

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Pedro Angulo Arana

1. La tradición del ejercicio de la acción penal privada(12), bajo un mo-


delo adversarial que luego heredaron los fiscales, lo que motivó a que
en tal cultura se realice siempre un enfrentamiento más directo, duro
y riguroso, sin intermediarios, entre la acusación y la defensa.
2. El reto que han tenido tanto el acusador como el defensor de tener que
convencer a un jurado no formado en Derecho, lo que motivó a que el
ejercicio del contradictorio (la litigación oral), por ambas partes pu-
diera excederse, desarrollándose como consecuencias rígidas reglas
para preservar a tan sensibles oyentes de informaciones maliciosas y
falsas, a partir de las objeciones.
3. La actividad de los jueces, quienes han desarrollado una notable la-
bor de preservación y depuración de las reglas de litigación, median-
te un control bastante técnico de aquella, lo que ha generado un de-
sempeño bastante riguroso tanto de defensores como de fiscales.
En el caso del juicio oral tradicional nuestro y la litigación que en él se de-
sarrolla, al contrario de lo que hemos expresado antes, han concurrido diver-
sas circunstancias que han motivado a que nuestro contradictorio no se haya
realizado con la debida seriedad, rigor y técnica; de modo que no puede sos-
tenerse que nuestro contradictorio sea tan solvente como el desarrollado en-
tre los anglosajones.
Los defectos de nuestra litigación oral, en todo caso, consideramos que se
explican en razón de las siguientes circunstancias:
1. La tradición del ejercicio de la acción penal pública, que nació de la
apropiación por parte del Estado, de la pretensión del agraviado, para
evitar los excesos de la venganza, lo que motivó a que entre nosotros
ni siquiera pudieran realizarse los interrogatorios directos, sino a tra-
vés del presidente de la sala o del director de debates.
2. El intervencionismo de los jueces, en nuestra realidad ha posibilitado
cierto menor esfuerzo para los fiscales, y cuando han existido defectos

(12) La acción penal privada es un recuerdo del proceso de partes germánico en que la sanción del delito
era un asunto privado. “Esta forma pura del proceso de partes no existe hoy en día, no obstante sus
elementos esenciales se mantuvieron en parte fuera del mundo germánico e incluso fuera de Europa:
por ejemplo, la iniciativa privada respecto al proceso, la determinación de las formas de aportar las
pruebas y la determinación del objeto del proceso y de los hechos que componen el objeto, inclusive
las consecuencias jurídicas, por las partes consideradas como actor (víctima) y demandado (autor)”.
Gossel, Karl Heinz. “Acerca del ‘acuerdo’ en el Proceso Penal”. En: La injerencia de los derechos
fundamentales del imputado. Nº 1, Rubinzal-Culzoni editores, Buenos Aires, 2006, p. 13.

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El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

en el trabajo oral y la forma de litigar de estos, ello ha sido supera-


do en la práctica por el desempeño inquisitivo de los jueces, que con
gran ventaja al actuar como fiscales, han motivado a que exista poca
depuración en el actuar técnico de los fiscales y abogados a nivel de
la litigación oral.
3. El hecho de que los mismos jueces actuaran interrogando, ha impo-
sibilitado que estos puedan realizar una conveniente labor de depu-
ración respecto de los defectos de la litigación, ocurriendo que ellos
mismos han caído en efectuar preguntas reiterativas, sugestivas, cap-
ciosas y todo el género de las que no se deben hacer.
Ahora bien, respecto a lo mencionado, tampoco podemos decir que solo
han sido problemas exclusivos del Perú, pues el mismo problema se ha encon-
trado en otras realidades(13) y, por ende, la actual coyuntura de reforma se ma-
nifiesta como la gran ocasión, para generar una actividad contradictoria oral,
realmente seria y rigurosa; la cual se proyectará a cautelar el derecho de las par-
tes de modo adecuado, generando respeto para las responsabilidades probato-
rias, tanto de la acusación como de la defensa, mejorando el desempeño y pro-
fesionalismo de fiscales y abogados, cultivando un mejor servicio de justicia.

IV. Asunto del órgano acusador


Como bien expresan Fleming y López Viñals, a este respecto prima una
concepción de orden clásico, en que los hechos invocados por la parte acusa-
dora (el actor), conocidos como hechos constitutivos, deben ser probados por
quien los invoca; mientras que corresponderá al imputado, probar los llama-
dos hechos impeditivos, modificativos o extintivos(14).
La labor acusatoria del MP, en función de la cual el fiscal debe dirigir
la búsqueda de la prueba de cargo y estudiarla, desechar lo inútil o super-
fluo y calificarla, para su presentación en juicio, y que sirva para demostrar la

(13) En el caso de Chile se expresa: “La litigación se vio seriamente desmedrada por el diseño y lógica
propia de un modelo poco respetuoso de la transparencia y de la participación activa de las partes,
al punto de despreciar el debate directo y público, como método de interacción entre los actores del
sistema de justicia dejando las expectativas a merced de la buena voluntad de un juez que concentraba
las atribuciones de investigación, acusación y juzgamiento”. Blanco, Rafael; Decap, Mauricio;
Moreno, Leonardo y Rojas, Hugo. Litigación estratégica en el nuevo proceso penal. Lexis-Nexis,
Santiago, 2005, p. 16.
(14) Fleming, Abel y López Viñals, Pablo. Ob. cit., p. 380.

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Pedro Angulo Arana

responsabilidad del acusado, constituye, para el MP, una labor casi universal(15);
pero que, conforme al Derecho comparado, posee algunas relevantes diferen-
cias de país a país, de las que debemos ser conscientes, para superar las prác-
ticas negativas del viejo modelo procesal.
Así, por ejemplo, la función de acusación obliga necesariamente a caute-
lar y buscar conseguir la configuración o el surgimiento del caso, lo que en la
práctica podría ocurrir o no, pero que de todos modos impone la realización de
un denodado esfuerzo de búsqueda, que se suele desconocer en razón de que
aquel trabajo, casi siempre, ha sido dejado a la policía, siendo aquella la ins-
titución que casi en solitario ha conseguido armar los casos; tema que ha im-
pedido la configuración aunque sea de una salvable mínima experiencia, res-
pecto de ello, en los fiscales peruanos.
En lo práctico, tampoco se ha valorado la comunicación entre los fiscales
y la policía ni se han implementado orientaciones y requerimientos para que
se recojan y/o respeten ciertas formas de recojo de elementos de convicción,
lo que ha dañado muchas veces el producto conseguido, habiéndose permi-
tido que se tengan que dejar de lado elementos relevantes ante los déficits en
las actuaciones o porque no se imaginaron alternativas o porque nadie insis-
tió en que se realizara, aunque sea tarde, lo que inicialmente no se pudo hacer.
Debe entenderse que la responsabilidad de acusar obliga a que se deba
orientar la investigación policial en relación con el cumplimiento de ciertas
formas que podrían ser sustanciales para que se cumpla con los nuevos están-
dares de probanza, lo que reclamará actuaciones concretas de seguridad y cui-
dado en el recojo de vestigios y en la adquisición de elementos de convicción.
Ello, precisamente, servirá para alejar consideraciones peyorativas que en al-
gunos países latinoamericanos se han traducido en que se considere a los fis-
cales como quintas ruedas del coche.
Entre los norteamericanos no ha existido el problema de considerar su-
perfluo el trabajo fiscal, puesto que el fiscal anglosajón heredó la acción penal
privada y con ello una preocupación y una labor permanente vinculada a con-
seguir armar el caso, haciendo seguimiento, control y coordinando con el per-
sonal policial. Entre nosotros no existe una tradición de hacerlo y resulta difí-
cil generar la costumbre; cuando aumenta la carga procesal, hay poco perso-
nal de apoyo y no existe un buen diálogo entre ambas autoridades; sin embar-
go, es necesario enfrentar este último asunto para lograr desarrollar una labor

(15) Fix-Zamudio, Héctor. Función constitucional del Ministerio Público, tres ensayos y un epílogo.
Universidad Nacional Autónoma de México, México D. F., 2004, p. 158 y ss.

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El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

común con la policía, en favor de un mejor trabajo funcional y la más prove-


chosa consolidación del caso.
De otro lado, algo concreto que debemos combatir es nuestra propia cul-
tura, en tanto naturalmente devendrá a generar prácticas negativas, con rela-
ción a las buenas que se deben desarrollar. Así, por ejemplo, entre los anglo-
sajones, en la naturaleza no burocrática de los fiscales(16), el que se les conciba
como abogados del Estado, no solo motiva a que actúen como abogados, sino
que se verifica que no poseen una cultura particular, más allá de la correspon-
diente a la abogacía(17).
Entre nosotros no sucede lo mismo, puesto que los fiscales poseen una
cultura institucional en la que todavía se conserva recuerdos de cuando esta-
ban regulados por la Ley Orgánica del PJ (ello se refleja en la denominación
de magistrados, también para los fiscales), recuerdos de los antiguos princi-
pios de unidad e indivisibilidad, conductas inquisitivas y exageradamente je-
rárquicas, propias de quienes siempre fueron personal de la fiscalía; aunque
advertimos que se viene generando otra cultura, que posee facetas positivas,
del gran porcentaje de nuevos y últimos incorporados, quienes fueron anterior-
mente abogados litigantes, profesores o asesores de ejercicio independiente.
Lo referido, con relación a la unidad de criterio, útil para enfrentar a ca-
balidad las nuevas obligaciones institucionales, puede ofrecer algunas dificul-
tades(18). Así por ejemplo, las visiones “garantistas” de algunos fiscales chocan
con las “inquisitivas” de los más antiguos; en otros casos, unos se acostumbra-
ron al trabajo dentro del Despacho y resulta necesario, como impone el cam-
bio, motivarles a realizar más trabajo fuera del mismo, para seguir el trabajo
policial, entrevistar a los testigos personalmente, para valorar sus capacidades
y defectos o debilidades, conocer la índole de la información que poseen y ca-
lificar la necesidad o no de presentarles.
Es verdad que se puede continuar dejando de hacer todo lo mencionado y
muchas otras cosas más que se deberían hacer, bajo la idea del cambio proce-
sal penal; pero con ello se debilita todos los días al nuevo modelo, santifican-
do malas prácticas y desvirtuando los objetivos del cambio; y perdiendo así,
irremediablemente, una preciosa oportunidad de instaurar el liderazgo fiscal y

(16) Díez-Picazo, Luis María. El poder de acusar, Ministerio Fiscal y Constitucionalismo. Ariel Derecho,
Ariel, Barcelona, 2000, p. 81.
(17) Ibídem, p. 82
(18) Debemos recordar que para el caso de los abogados se ha dicho que no todos podrían necesariamente
desempeñarse como litigantes. Reyna Alfaro, Luis Miguel. Ob. cit., p. 97 y ss.

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Pedro Angulo Arana

mejorar sustancialmente la justicia penal. Por lo demás, no se podrá anticipar


de ningún modo que el nuevo trabajo sea mejor y superior al que ya se realiza.
Así pues, la responsabilidad de acusar, constituye una motivación funda-
mental para enfrentar positivamente las serias dificultades que opondrán las
antiguas prácticas y costumbres de índole institucional. En resumen, lo que
obliga positivamente a enfrentar el caso es la responsabilidad de acusar, que
determina la obligación, previa, de haber armado el caso fiscal. En otras pa-
labras, si existe el delito y las pruebas o los indicios, el fiscal no puede nunca
eludir la obligación funcional de presentar el caso fiscal.
Sobre lo dicho, Higa silva ha escrito: “(…) el fiscal se encuentra encarga-
do de saber exactamente qué ocurrió, lo cual implicará que él busque toda la
evidencia que le permita determinar qué es efectivamente lo que ocurrió en la
realidad. En su análisis del caso, el fiscal o instructor está obligado analizar la
evidencia a favor y en contra de su hipótesis y solo podrá acusar al investiga-
do si es que tiene elementos probatorios suficientes que demuestren que este
ha cometido un delito, más allá de toda duda razonable”(19).
Por ello es que se expresa: “Arribar al juicio oral supone por parte del
órgano acusador contar con un relato acompañado de antecedentes que los
respaldan; tales como declaraciones de testigos o peritos, documentos en los
cuales se basa, funda y sostiene el relato de los hechos que alega el acusa-
dor (…)”(20).

V. Presunción de inocencia y persecución


La presencia en nuestro ordenamiento de la presunción de inocencia, a ni-
vel constitucional, entendido como un principio que obliga a desarrollar en fa-
vor de los procesados un trato y consideración de inocentes mientras no les sea
probada formalmente en proceso su responsabilidad penal, tiene como conse-
cuencia que existiendo un organismo acusador la carga de la prueba queda de-
positada sobre sus hombros.
Ello tiene reflejo y expresión, en el sentido de que tal principio: “(…) de-
posita el onus probandi sobre las espaldas del acusador –público o privado–.
Ello significa que la iniciativa probatoria tendiente a demostrar la verdad acerca

(19) Higa Silva, César. Litigación, argumentación y teoría del caso. ARA, Lima, 2011, pp. 30-31.
(20) Blanco, Rafael. Ob. cit., p. 16.

20
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

de los hechos contenidos en la acusación, corresponde exclusivamente al ór-


gano acusador”(21).
Por lo referido, no interesa que la investigación, accionar o los frutos de
las anteriores sean llamativos o logren convencer al ciudadano común, a las te-
leaudiencias o audiencias radiales, sino que el estándar debe prepararse por el
fiscal, para convencer a un juez, dentro de un proceso penal formal, en el cual
se activan y funcionan principios, derechos y facultades favorables al proce-
sado y su defensa, determinando en paralelo ciertos cuidados y formalidades
que se deben cumplir durante los actos de investigación, para que el producto
de aquellos posea peso y legitimidad.
Esto último quiere decir que debe realizarse un diálogo abierto y detalla-
do con la Policía Nacional, de modo que esta se aboque a reconocer no sola-
mente la normativa que regula la nueva investigación y la autoridad directiva
que corresponde al fiscal, sino que pueda asumir en su diario desempeño los
estándares que se exigirán al fiscal a nivel del juicio, para que estos sean res-
petados desde los momentos en que se realiza la adquisición del material que,
posteriormente, será actuado para consolidar pruebas.
Por ende, si los fiscales son los mayores interesados en que la policía cua-
lifique mejor a su personal que trabajará codo a codo en la investigación del
delito, en defecto del cumplimiento de tal obligación de capacitar a dicho per-
sonal, por los altos mandos policiales, corresponde que los fiscales mismos se
organicen para capacitar de modo sostenido y permanente a los policías, tra-
tando de conseguir que estos internalicen in profundis los estándares exigibles
a nivel del juicio oral.

VI. Importancia para la defensa


Desde el punto de vista de la defensa, a primera vista podría pensarse que
no es del interés de aquella encontrar un caso fiscal consolidado; pero tal pun-
to de vista puede ser harto desventajoso si presentándose así el caso fiscal, al
inicio del juicio oral, al final apreciamos que a lo largo de las actuaciones pro-
batorias sí se fue consolidando. Ello equivaldría a que fue una la tesis que en-
frentó la defensa al acudir al juicio oral y otra resulta siendo la que se formula
y enfrenta al final, en el alegato de clausura (más acabada y superior).

(21) Bovino, Alberto. “Juicio y verdad en el procedimiento penal”. En: Estudios sobre justicia penal. Libro
homenaje al profesor Julio B. J. Maier; Editores del Puerto, Buenos Aires, 2005, p. 232.

21
Pedro Angulo Arana

A nuestro entender, pensamos que para desarrollar una opinión acabada de


la estrategia a seguir o de, inclusive, saber qué recomendar al cliente es ven-
tajoso tener muy claro qué es exactamente lo que se va a enfrentar para tener
la oportunidad de pertrecharse de los elementos más útiles para sustentar las
propias posiciones o buscar otra salida conveniente.
Otra utilidad para la defensa será el hecho de conocer lo que debe ser “un
caso” de modo teórico, pues aquello supondrá saber, por un lado, los elemen-
tos o partes que lo conforman y en la medida en que la defensa conozca exac-
tamente lo que ello significa (el caso), tendrá la oportunidad de verificar la for-
taleza concreta del caso ya armado, esto es, que podrá advertir o sus debilida-
des o sus fortalezas y hasta la ausencia de consolidación del caso; en razón de
lo cual podrá, en la etapa intermedia, buscar el sobreseimiento.
Igualmente, es posible que en razón de una construcción propia, manejan-
do los hilos del caso, la defensa pueda oponer a las tesis fiscales una contratesis
acabada, que podrá constituirse en una opción para el juez de la causa. Obvio
es que ello importará una llamada de atención a la fiscalía, que habría dejado
de lado importantes elementos de convicción. Entre nosotros, así se ha visto
que el doctor José Urquizo consiguió la nulidad de la sentencia en el caso Mi-
riam Fefer, defendiendo a Eva Bracamonte, a partir de generar una contratesis.
Finalmente, consideramos que el conocimiento de lo que constituye el
caso fiscal también servirá para que los abogados defensores comprendan
las notables diferencias que existen entre tal figura y lo que les corresponde
erigir para enfrentar al MP. A resultas de ello, consideramos que los aboga-
dos patrocinantes podrán advertir la necesidad de tomar distancia de las teo-
rizaciones que pretenden normar como algo similar o parecido lo que deben
construir fiscales y abogados, para disputar a nivel del juicio oral. Así será
que se convencerán que lo que a ellos les corresponde elaborar es algo ab-
solutamente distinto a lo que debe construir el fiscal, en el cumplimiento de
su función persecutoria.

22
Capítulo 2
El caso fiscal
Capítulo 2
El caso fiscal

I. Generalidades
Bajo el nuevo modelo procesal penal, el caso debe constituir una figura y
un producto que deberá siempre adquirir el fiscal al finalizar la investigación
preparatoria para, con legítima intención, poder acusar al procesado y, por lo
tanto, comprometerse también a demostrar en la etapa intermedia encontrarse
en posesión de elementos de convicción suficientes como para acudir al jui-
cio oral y conseguir una condena. Tal caso, materialmente, ha de ser el pro-
ducto resultante o final, de la investigación, y le posibilitará obtener un auto
de enjuiciamiento.

Ahora bien, dentro de la novísima disciplina, entre nosotros denomina-


da como litigación oral, podemos distinguir la posibilidad de obtener dos ti-
pos de aprendizajes: en lo teórico, se deben asimilar pautas y procedimientos
técnicos, organizativos y de estrategia, para enfrentar los juicios orales; y ade-
más, en lo práctico, a través del ejercicio, se deben desarrollar habilidades y
destrezas orales, que eleven el desempeño y mejoren la labor funcional, tanto
de abogados como de fiscales.

Y precisamente, una temática fundamental que da inicio a la litigación


oral, según hemos referido, es la del caso. Si a partir de una denuncia concreta
no es posible armar el caso, ello ha de ser así porque el hecho de que se trate
no es delito o porque no ha sido posible recoger elementos de convicción o in-
dicios o porque fueron recogidos de modo insuficiente, dadas las condiciones
en que se produjo el ilícito, y que en algún caso podrían haber sido ventajosas
para el sospechoso. Así pues, habrá situaciones en las que se no se podrán ex-
traer elementos de convicción o indicios para armar un caso.
Tampoco habrá problema alguno si siendo ilícito el hecho denunciado se
hubieran presentado causas de justificación o si hubiera prescrito la acción

25
Pedro Angulo Arana

penal o se hubiera llegado a soluciones alternativas dialogadas o terminacio-


nes anticipadas. El problema sucede si en realidad estamos frente a un ilícito
penal y a su presunto responsable; pero se incurriera en fallas al armar el caso,
por defectos o incapacidades durante la investigación o desconocimiento de las
posibilidades de adquirir pruebas o si se pierde el caso, al final, por no haber
clasificado bien a los testigos o por problemas que podríamos haber saneado.
Entonces, lo que no debe ocurrir es que por defectos salvables, y menos
por dejadez o desconocimiento, se dejen de investigar o reunir elementos de
convicción de los delitos y no se llegue a armar el caso. En otras palabras, a
partir de la realidad de que se pierden casos que no debieron perderse es que
podemos advertir la necesidad de desarrollar nuestro tema, presentando como
alternativa el estudio del caso, la necesidad de comprender lo que es su es-
tructuración para enfrentar el contradictorio con altas probabilidades de éxi-
to. Por lo demás, bien sabemos que los mismos o parecidos defectos ocurren
en el ejercicio de la defensa, a partir de que los abogados fallan en lo que pa-
ralelamente les corresponde(22).
Obvio es que para optimizar la finalidad mencionada, el fiscal debe asu-
mir mayor conocimiento y protagonismo real en la dirección de la investiga-
ción, debiendo fortalecer la coordinación con la policía y optimizar el trabajo
policial, dando, por ejemplo, directivas concretas para planificar la investiga-
ción y conseguir elementos de convicción válidos.

II. Confusiones alrededor del caso


La existencia de confusiones entre lo que se denomina teoría del caso, el
caso y el planteamiento estratégico del caso(23), que terminan citados como si
fueran lo mismo, a lo que se pueden sumar confusiones del caso con la acu-
sación y el alegato de inicio, nos mueve a preocupación y nos parecen rele-
vantes tanto en lo teórico como en lo práctico, apreciando felizmente que pa-
sado el tiempo inicial de la recepción de las figuras y temáticas vinculadas a
las técnicas de litigación oral, a la par que se empieza a trabajar con aquellas,
también se ingresa a una etapa reflexiva, en que se analizan críticamente los
conceptos recepcionados.

(22) Bailey, F. Lee. Cómo se ganan los juicios; el abogado litigante. Editorial Limusa, México D.F., 1995,
p. 97.
(23) Benavente Chorres, Hesbert. La aplicación de la teoría del caso y la teoría del delito en el
proceso penal acusatorio. Bosch, Barcelona, 2011, p. 78.

26
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Por lo dicho es que comprendemos los avisos y las alarmas que ya se han
empezado a expresar cuando, por ejemplo, se ha indicado: “(...) ha interrum-
pido en el léxico de los juristas una figura denominada ‘teoría del caso’, la
que tiene su origen en el ámbito angloamericano y ha sido importada a nuestra
región sin que se hayan realizado las precisiones debidas, llegándose incluso
a confundirla con los alegatos de apertura”(24).
Sobre lo dicho bien podemos aseverar que es cierto que algunas personas
consideran que en la presentación del alegato inicial, lo único que se hace es
presentar el caso (se refieren también a la teoría del caso); y, en efecto, ten-
dríamos que concluir que existe una confusión, puesto que no es cierto que la
sola exposición del caso, agote el trabajo que se realiza en el alegato inicial,
dado que esta última figura es en lo fundamental estratégica, persiguiendo ob-
jetivos de persuasión, memorización y de compromiso inicial.
También debe guardarse cuidado entre el contenido de la acusación es-
crita y el caso que se debe presentar oralmente y sus elementos, pues si existe
una buena concordancia, no existirá problema, ya que en la acusación escri-
ta se debe expresar debidamente, en sus elementos relevantes, el caso del fis-
cal; pero, además, los medios de prueba en enumeración estricta y las preten-
siones. Así, apreciamos las diferencias entre la acusación y el caso, a pesar de
que ambas se dirigen tanto al acusado y a su defensa como al juez.
La acusación escrita, por lo demás, tiene como sentido ofrecer una garan-
tía a la defensa, dado que aquella podrá tener en sus manos y leer y releer la
acusación y buscar y advertir los detalles a partir de los cuales el fiscal erige
su caso, presentando los cargos respecto de los cuales se tendrá que ofrecer
explicaciones y descargos. La regla debe ser la completitud y el detalle (nece-
sario para la defensa).
La acusación oral, en la que se presenta el caso del fiscal, es apenas un
resumen altamente comprensivo del hecho de que se trata, sus delimitacio-
nes, los elementos de convicción o suma de indicios que se presentarán y
de la sanción que se espera se imponga. La regla es la claridad y la econo-
mía de palabras.
Algo cierto es que la naturaleza del caso o sus características podrán ser-
vir para orientar el desarrollo del alegato, pues este último, se adecuará en sus
márgenes estratégicos y tácticos al mismo y desplegará lo que convenga, en la

(24) Benavente Chorres, Hesbert. “Análisis de los principios y reglas del juicio oral”. En: Juicio oral,
problemas de aplicación del Código Procesal Penal de 2004. Gaceta Jurídica, Lima, 2011, p. 22.

27
Pedro Angulo Arana

presentación. Desde la óptica del alegato y su estrategia, en cambio, el caso,


no puede ser manipulado ni alterado, para su presentación. El caso es o no es
y nunca es elástico o maleable.
Precisamente, en razón de lo dicho, hemos de agregar que se desprenden
problemas y visiones erradas cuando de modo reduccionista, bajo una misma
concepción, se pretende teorizar tanto el trabajo del fiscal como el de la defen-
sa, el caso desde el fiscal y el “caso” de la defensa, bajo la denominada “teoría
del caso”, a pesar de que ambas son elaboraciones diametralmente opuestas.

III. Los orígenes de la confusión


El grave defecto que advertimos cuando se trata como si fueran lo mis-
mo al caso del fiscal con el “caso” de la defensa, bajo la única denominación
de “teoría del caso”, es que tal tratamiento deviene en un doble daño. El pri-
mero es que se daña, subordina y desnaturaliza el modo de entender el traba-
jo del fiscal en la elaboración de su caso; y, el segundo, es que se daña a la de-
fensa, en cuanto se la prefigura elaborando y defendiendo también un “caso”,
a pesar de que, en lo real, el trabajo de la defensa no requiere necesariamen-
te dicha elaboración.
A nuestro entender, parte sustancial del problema se habría originado tam-
bién por dos razones, siendo la primera que las técnicas de la litigación oral,
se habrían desarrollado a partir del trabajo y las elaboraciones teóricas de los
abogados litigantes; pero que, a su vez, iniciaron sus reflexiones y estudios a
partir de la realidad de los casos, tal cual los formulan los fiscales.
En tal sentido, podemos advertir que los primeros textos que nos han ilus-
trado sobre la temática de la litigación oral, esto es, los que han sido traduci-
dos al español, como el de Bergman y los textos de Mauet, tienen como deno-
minador común, que han sido efectuados a partir de las visiones del “caso” de
abogados defensores; sin que se hayan expresado salvedades, respecto a las
diferencias entre la orientación o elaboración técnica que se corresponde con
la labor de la acusación, en confrontación con la labor de la defensa.
Sobre el trabajo de Bergman, que en inglés tiene como fecha de publi-
cación al año 1989, al margen de la brillantez con que expone los temas fun-
damentales de la litigación oral, resulta relevante y sintomático, el hecho de
que no trata nada sobre “el caso” o la “teoría del caso”; sino que se aprecia que
aborda temáticas en un enfoque práctico, muy propio del abogado litigante y

28
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

se advierte nítida la opinión del autor de que en el juicio penal, se enfrentan


narraciones de historias(25).
En parecido sentido, debemos destacar que Mauet explica que la prolife-
ración de cursos universitarios de litigación oral tuvo como punto inicial de
partida los reproches efectuados por un juez, en la Convención de invierno del
Colegio de Abogados Litigantes de Norteamérica, cuando se refirió a las de-
ficiencias de los abogados en el juicio oral(26). Además, se aprecia que cuan-
do desarrolla brevemente algunas ideas sobre “el caso”, lo hace desde la pers-
pectiva de la defensa(27). Genaro Carrió, igualmente hizo un texto(28), para abo-
gados defensores.
Igualmente, la mayoría de textos que se han desarrollado en Latinoamé-
rica provienen de quienes tienen formación en Estados Unidos, y adoptan la
posición de la defensa y desde allí se analiza y describe después el caso del
fiscal, entendiéndolo como un guión, una historia, una versión o un enfoque,
con los elementos que se entiende se corresponden con una visión de litigan-
te. Así es que a nuestro entender, la reducción que se efectúa, no solo empo-
brece sino que desnaturaliza el caso del fiscal.
Lo referido no lo señalamos porque consideremos, en contradicción a la
lógica acusatoria, que la teoría que esgrime el fiscal sea de partida necesaria-
mente “mejor” que la teoría de la defensa o ni siquiera que deba tenérsele como
más confiable o como la verdad, puesto que ello implicaría como pauta, que
todos los fiscales siempre estarían realizando un trabajo mejor que el de la de-
fensa o de un absoluto alto estándar; siendo lo cierto, que ello no lo podríamos
afirmar con seriedad ni lo podemos sustentar y menos demostrar.
En nuestro país lo cierto es que nos movemos entre quienes cumplen su la-
bor con entrega y sacrificio, pero también hay quienes endilgan su propio tra-
bajo a otros, en razón de lo cual tenemos que apreciar siempre los casos con-
cretos y, además, debemos considerar que estamos enfrentando un desafío no-
vísimo como es el afianzamiento y consolidación del nuevo modelo procesal,
en el cual persisten todavía graves problemas.

(25) Bergman, Paul. La defensa en juicio; la defensa penal y la oralidad. Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
1995.
(26) Mauet, Thomas A. Estudios de técnicas de litigación oral. Jurista Editores, Lima, 2007, p. 94 y ss.
(27) Ibídem, p. 61 y ss.
(28) Carrió, Genaro R. Cómo estudiar y cómo argumentar un caso. Consejos elementales para abogados
jóvenes. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1989.

29
Pedro Angulo Arana

Para nosotros, el hecho concreto sobre el que pretendemos llamar la aten-


ción es que abrazar una concepción del caso fiscal, que comprenda y asimi-
le también la estrategia de la defensa o lo que podría constituir el “caso de la
defensa”, bajo la denominación genérica de “teoría del caso”, desvirtúa de
modo absoluto y hasta derruye el sentido, la importancia y la significación del
caso fiscal.
Por lo dicho, nos parece necesario indicar y considerar que el caso del fis-
cal no puede ser solamente una historia o una versión. Y ello lo consideramos
así por cuanto ninguna persona podría ser, de modo serio y razonable, inves-
tigada, procesada y encausada solo porque se hubiera conseguido armar en su
contra una buena historia, una magnífica versión o un guión de responsabili-
dad penal, aceptable en su contra.
En tal sentido, entendemos que al fiscal, hablando de su caso penal, se le
tiene que proponer un muy alto estándar para presentar una acusación; y su
caso tiene que constituir una reconstrucción bastante autosuficiente, que exhi-
ba suma coherencia, sistematicidad, verosimilitud, etc. Y detrás, como respal-
do, debe además exhibir elementos que constituyan una soldadura muy sóli-
da para su caso; sabiéndose que todo será poco, en razón de que se encuentran
en juego afectaciones muy graves a los derechos fundamentales de la persona.
Un fiscal, para procesar a una persona, debe sumar elementos materiales
objetivos en su contra, a lo cual unirá una sincera convicción de encontrar-
se ante el autor material del delito. Por ende, diríamos que la convicción fis-
cal debe preceder a la del juez; y el fiscal debe tener capacidad y medios para
transferirla al mismo juez, ocurriendo que de no presentarse todo el conjun-
to de elementos que generen su seguridad, no deberá presentar la acusación.

IV. Teoría del caso o teoría de la defensa


El grave problema alrededor del concepto: “teoría del caso”, es que, por un
lado, no constituye propiamente una teoría y, por otro, resulta conceptuando, en
la versión de cada autor, asuntos radicalmente diferentes, según hemos de ver.
Conforme a lo dicho, tenemos presente que Florencio Mixán, recordan-
do a Kant, expresaba lo que aquel dijo de la teoría: “Se denomina teoría a un
conjunto de reglas también prácticas, cuando son pensadas como principios
generales y se hace abstracción de una cantidad de condiciones que, sin em-
bargo, tienen influencias necesarias en su aplicación”. Y seguidamente expre-
só su concepto: “La teoría es un conocimiento de nivel abstracto, sistémico,

30
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

explicativo, contrastable, predictivo y clasificable según el grado de abstrac-


ción correspondiente”(29).
Además, Mixán expresó la finalidad de la teoría: “Una de las funciones
descollantes de la teoría es proveer del nivel de conocimiento abstracto ade-
cuado para el desempeño eficiente de la ‘acción racional’ (de la acción prác-
tica)”. Y agregó: “(...) la teoría ha de realizarse mediante la práctica. Por con-
siguiente, la práctica es la medida tanto de la consistencia y veracidad de ella
como de la falibilidad o incoherencia de la misma”(30).
Retornando a la “teoría del caso”, Víctor León, por ejemplo, sobre este
tema, ofreciendo una conceptuación etimológica, expresa: “La palabra teoría,
tiene significancia respecto a: conocimiento especulativo considerado con in-
dependencia de toda aplicación. O, también, serie de leyes que sirven para re-
lacionar determinado orden de fenómenos; de teoría se deriva el término teo-
rema, que significa proposición que afirma una verdad demostrable”(31).
Y respecto a la palabra ‘caso’, igualmente, sostiene: “El vocablo caso, sig-
nifica lance, ocasión o coyuntura. Casualidad, acaso. Especie o asunto real o
hipotético que se propone para consultar a alguno y pedirle su dictamen”(32).
Por lo referido es que el autor citado define la teoría del caso como: “la ley
que sirve para resolver un asunto real o hipotético, dentro de una causa judi-
cial” o el planteamiento técnico que se desarrolla y argumenta, en defensa de
una posición en sede judicial (33).
Así pues, tomando el último concepto antes dicho, que se acerca a nuestra
temática, apreciándolo desde la óptica de la defensa, la “teoría del caso” ven-
dría a ser un planteamiento técnico y, sobre todo, estratégico, tanto como un
enfoque ad hoc, una estructura con pretensiones de perfección, una construc-
ción explicativa y jurídica, vale decir, un planteamiento, obra de la inteligen-
cia y el conocimiento del Derecho, que posibilita defender la opción más fa-
vorable a los intereses del acusado, contestando a la acusación para salir con
algunos beneficios o francamente airosos del juicio. Así pues, tal estrategia o
planteamiento, se aleja de lo que es una teoría.

(29) Mixán Mass, Florencio. “La teoría. Necesaria correlación entre teoría y práctica en el quehacer
procesal”. En: Cómo prepararse para el nuevo proceso penal. Horst Schombohn y otros, Ediciones
BLG, Trujillo, 2006, p. 123.
(30) Mixán Mass. Ob. cit., p. 129.
(31) León Peralta, Víctor Orielson. El ABC del nuevo sistema acusatorio penal. Ecoe ediciones, Bogotá,
2005, p. 203.
(32) Ídem.
(33) Ídem

31
Pedro Angulo Arana

El profesor Reyna Alfaro también ha hecho hincapié en que la teoría del


caso (theory of the case), ha sido entendida de diversos modos: como una his-
toria de cada parte, como perspectiva para observar la prueba o como una pura
estrategia(34). En Urtecho Benites, se advierten dificultades cuando trata en tér-
minos similares la teoría del caso del fiscal y del defensor, puesto que se ha-
bla de tres niveles de análisis y se obligaría así a que la defensa tenga que pre-
sentar elementos de convicción(35), a pesar de que ello ni es obligatorio ni ne-
cesario para hacer una defensa.
A nuestro entender, las perspectivas distintas y sus contenidos permiten
entrever que cada quien, en cada diferente asunto, da razón de un elemento,
al cual se le concede primacía. Cano Jaramillo destaca que la teoría del caso,
es la hipótesis o tesis de solución que se da al problema jurídico, de modo
fundamentado(36).
De los conceptos vertidos bien podemos encontrar, en principio, que la de-
nominada teoría del caso, como enfoque razonable de la defensa, es una cons-
trucción estratégica en absoluto, pues su sentido natural es ser favorable a la
situación del acusado y además facilitar su defensa, adoptando una condición
siempre divergente del caso fiscal (desde la óptica del acusado); pero a su vez
con manifestaciones contingentes, en tanto adecuadas al caso concreto, varian-
do desde el silencio y la absoluta pasividad hasta las acciones de total contra-
dictoriedad y refutación.
En sentido contrario, si pretendiéramos dar cuenta del caso fiscal, diría-
mos que este no pretende en sí mismo perjudicar al acusado, sino que pro-
pende a realizar justicia y, dentro de ello, posee pretensiones de objetividad,
que se ajustan a principios tales como legalidad, proporcionalidad y razo-
nabilidad. Además, como hemos referido antes, el caso penal no es una ela-
boración estratégica ni maleable, tampoco es convencional, siendo incon-
tingente en absoluto, dado que resulta determinado por la realidad, objeti-
vidad y legalidad.
Las radicales diferencias las advertimos en Jiménez Martínez, quien refi-
riendo para ambos, defensa y fiscalía, la teoría del caso, sin embargo, las di-
ferencia al conceptuarlas. Así es que expresa: “Desde el punto de vista del

(34) Reyna Alfaro, Luis Miguel. Litigación Estratégica y técnicas de persuasión, aplicadas al nuevo
proceso penal. Grijley, Lima, 2009, p. 109.
(35) Urtecho Benites, Santos Eugenio. Los medios de defensa técnicos y el nuevo proceso penal
peruano. Idemsa, Lima, 2007, p. 157.
(36) Cano Jaramillo, Carlos Arturo. Oralidad, debate y argumentación, oratoria forense, estructura
de los alegatos. Grupo Editorial Ibáñez, Bogotá, 2008, p. 160.

32
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Ministerio Público, la teoría del caso (...) son hechos subsumibles dentro del
tipo penal y que además se tiene una buena prueba”. Y de otro lado: “Desde
el punto de vista de la defensa, la teoría del caso es (...) una estrategia o plan-
teamiento metodológico que permita desaparecer toda sombra de responsabi-
lidad penal para su patrocinado, o al menos, lograr una respuesta por parte del
sistema de justicia penal lo más favorable a su cliente”(37).
Si a lo dicho sumamos que la teoría del caso posee más conceptuaciones,
presentaciones y lecturas, se entiende que añadiríamos más confusión si pre-
tendemos decir que los fiscales deben poseer una teoría del caso. Y en tal sen-
tido, tomamos nota de la enumeración de conceptos que hace Salas Beteta,
donde se aprecia una idea de “lectura adecuada” de los hechos y otra de pers-
pectiva de “visión de la prueba”; sin embargo, también advertimos que estos
conceptos son adecuaciones a enfoques concretos, que no son predicables ni
exigibles para enfrentar cualquier caso fiscal o todo caso penal, pues en unas
situaciones convendrá hacerlo a nivel de los hechos, tanto como en otras con-
vendrá discutir los elementos de convicción recogidos.
El profesor Callegari igualmente se expresa crítico de este concepto cuan-
do en el prólogo del libro de Hesbert Benavente expresa: “(...) el pragmatis-
mo y la persuasión ha venido permeando la enseñanza de la teoría del caso,
comenzándose la duda del calificativo de ‘teoría’, dado que nos enfrentamos
a una amalgama, inconexa y hasta confusa de postulados en torno a la elabo-
ración de la versión a presentar a tribunales, que no alcanzan el nivel de prin-
cipios, y que, usualmente, parten de la intuición del expositor así como de su
experiencia en el litigio”(38). Igualmente, Leticia Lorenzo conceptúa la teoría
del caso, como la versión del litigante(39); y Michael McCullough, citado por
Quiroz Salazar(40), expresa que es tanto una historia como una trama.
Por lo dicho, a nuestra vez, siendo inaceptable que el caso fiscal quede en-
tendido como una versión desde una óptica de la labor persecutoria, considera-
mos que si debiera de hablarse de una “teoría del caso” (acomodada al traba-
jo fiscal), aquella será el estudio de los componentes o elementos que consti-
tuyen y pueden hacer constituir un caso penal; por ende, de su estudio se des-
prenderá, en confrontación con las denuncias que se presenten o hechos que

(37) Jiménez Martínez, Javier. Aspecto jurídico de la teoría del caso. Teoría de la imputación penal.
Angel editor, México D.F., 2012, p. 83.
(38) André Luis Callegari, en el “Prólogo” a Benavente Chorres, Hesbert. La aplicación de la teoría
del caso y la teoría del delito en el proceso penal acusatorio. Bosch editor, Barcelona, 2011, p. 16.
(39) Lorenzo, Leticia. Manual de litigación. Ediciones Didot, Buenos Aires, 2012, p. 37.
(40) Michael McCullough citado por Quiroz Salazar, William. Guía Metodológica para construir
una teoría del caso. Imsergraf, Lima, 2011, p. 34.

33
Pedro Angulo Arana

se conozcan, la posibilidad o capacidad para vislumbrar la viabilidad del ar-


mado del caso, y también servirá para orientar la investigación del delito, con
miras a elaborarlo con plenitud; y, en tal sentido, la “teoría” o teorización de
lo que es “el caso”, orienta a nivel de la construcción del mismo.
Así, la información que ofrece lo que entenderíamos como teoría del caso
del fiscal servirá para identificar y calificar su conformación, advertir a priori
sus fortalezas y debilidades, otorgando, mientras el tiempo lo permita (durante
el plazo de investigación), la posibilidad de amenguar sus vacíos; y, motivará
a que el fiscal evalúe la presentación de su acusación, o no, a partir de la su-
ficiencia o insuficiencia de lo reunido. En conclusión, la teoría del caso fiscal
cumplirá un papel instructivo y de medida de un estándar tanto como orienta-
dor previo a la existencia del caso, siendo útil para comprender de qué se tra-
ta y para elaborarlo a partir de la reunión de sus piezas.
Finalmente, con relación al manido y confuso concepto “teoría del caso”
que a la vez pretende comprender al caso como una versión o historia(41) y a la
teoría de la defensa, como una estrategia, consideramos que debería dejarse de
lado, puesto que exige, para tratar de racionalizarse, demasiados malabarismos,
y todo por el hecho de pretender comprender y reunir bajo un solo concepto
al caso, que es una construcción rígida de la fiscalía, con la estructura jurídi-
ca que, como respuesta, crea la defensa y que es eminentemente estratégica.
Precisamente, sobre esto, se afirma: “Es muy difícil que la defensa com-
parta con el fiscal la teoría del caso, es probable que en algunos casos los acep-
te, cuando advierta que la hipótesis resulte más creíble, fuerte y persuada al
receptor del mensaje”(42). Como puede apreciarse, tal “aceptación”, será un re-
curso estratégico, y yendo más allá diremos que la defensa nunca compartirá
el esquema o estructura que se denomina caso ni sus elementos ni los princi-
pios ni los valores que le informan.
Es verdad, que en algunos casos, como indica en un cuadro Salas Beteta,
se podrá generar algo parecido al caso fiscal con elementos identificables(43);
sin embargo, ello no tendría que ocurrir siempre y así es que tal modo de or-
ganizar la defensa, no podría ser generalizado. Por ello, precisamente, es que
cada autor viene aludiendo a cosas diferentes y diríamos, irreductibles. Más

(41) Ana Paulina Cruz Vélez, y Bethaida Seijo Ortiz en su Manual de litigación, citado por Ipanaque
Ríos, Yuri Franz. Las técnicas de litigación en el nuevo Código Procesal Penal desde una visión
moderna para una defensa exitosa. Studio Editores, Lima, 2009, p. 23.
(42) Quiroz Salazar. Ob. cit., p. 64.
(43) Salas Beteta. Ob. cit., p. 109.

34
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

se ganaría si, a la elaboración de la defensa, se le denominara: teoría de la de-


fensa o más liberalmente, estrategia de defensa.
Esta “teoría” de la defensa, en realidad, es algo más que una simple narra-
ción, historia o versión, como bien expresa Benavente Chorres, dado que dota
de un análisis estratégico que construye y articula a partir de todos los elemen-
tos obrantes (informativos), en cuanto necesarios, un modelo conceptual sis-
témico(44), para enfrentar al caso fiscal.

V. El caso fiscal
El caso, a nuestro entender, el caso a secas, producto de la investigación
penal, puede ser también denominado el caso penal o el caso fiscal, dado que
da a comprender exactamente lo mismo, según se ponga el acento en su na-
turaleza penal o en que es producto de la labor funcional persecutoria del fis-
cal, quien para ello asume la dirección de la investigación; y esto último es re-
levante, para distinguirlo de otras concepciones, como la de Hassemer, cita-
do por Pedro Bertolino(45), en la cual, el caso es la conjunción de historias que
se va haciendo recién en el juicio oral y solo queda consolidado en esa etapa.
Por nuestro lado, acogemos que el caso es obra y responsabilidad, para
bien o para mal, del trabajo conjunto de los entes que persiguen el delito y, por
ello, lo investigan para desentrañar sus múltiples relaciones necesarias para
emprender la sanción penal de sus autores, en términos justos. Tal caso tiene
su origen inmediatamente después de la denuncia o cuando se actúa de oficio
o en flagrancia con los primeros actos de investigación.
Precisamente, la información inicial que debe ponerse en conocimiento
de un imputado, cuando fuera detenido (art. 71, 2, a) o cuando estuviera en
trance de ofrecer una primera declaración (art. 87, 1), en la condición de car-
gos, vienen a ser precisamente los esbozos de lo que constituiría un caso pe-
nal. Así es que se indica que se le debe comunicar al imputado, en detalle, el
hecho objeto de imputación, los elementos de convicción existentes y las dis-
posiciones penales que se consideren aplicables.

(44) Benavente Chorres. La aplicación ... Ob. cit., p. 45.


(45) Bertolino, Pedro J. El Derecho Procesal Judicial. Temis, Bogotá, 2003, p. 37. En la cita, expresa: “El
citado Hassemer dice que el juicio oral sirve para producir el caso; esto es, para nosotros, la sobredicha
conjunción de historias, claro está que miradas sobre todo ‘en haciéndose’, para utilizar una plástica
expresión castiza corriente”.

35
Pedro Angulo Arana

Así pues, se entiende, que desde un momento inicial y para citar a una
persona a que preste su declaración en la condición de imputado, por lo me-
nos deberán existir aquellos tres elementos básicos que irían conformando la
necesidad de esclarecimiento. Ello importa que si solo hubo una denuncia del
hecho, debería haberse trabajado y conseguido, por lo menos indicios o ele-
mentos de convicción que apuntarán hacia la responsabilidad del imputado.
A esto se refieren Fleming y López Viñals, al expresar: “Debe quedar cla-
ro, sin embargo, que sin alcanzarse un umbral mínimo de atribución no será
posible hablar de imputado, ni tratar a la persona como tal imponiéndole cier-
tas medidas de sujeción procesal. En un Estado democrático de derecho, la ac-
tividad de persecución penal no puede llevarse a cabo al azar, tanteando en la
oscuridad, sino que demanda que las potestades estatales de restricción de de-
rechos individuales emanen de una justificación racional, de un motivo espe-
cífico que proporcione el ejercicio de tales atribuciones con el derecho de los
ciudadanos a no sufrir injerencias innecesarias”(46).
El caso fiscal es la reunión del hecho acontecido, su calificación jurídica,
y los elementos de convicción reunidos, constituyendo una elaboración rigu-
rosa y técnica, de las autoridades de la persecución a partir de la información
recogida que resulta legal, admisible y confiable, que por ello, según su natu-
raleza, cumplirá ciertas condiciones y superará filtros, terminando como una
información sumamente formalizada, en respeto de los derechos fundamen-
tales del procesado.
El caso, listo para ser presentado en la etapa intermedia, dentro de la acu-
sación, es la tesis final del fiscal, expresión reconstructiva, ordenada, objetiva
y lógica del modo como ha concluido que se realizó el delito, reuniendo al he-
cho su calificación jurídica y los elementos de convicción o indicios que cons-
tituyen la base de la imputación de autoría contra quien es acusado. Debe po-
seer una buena capacidad de admitir ciertos reajustes.
Dado que este estudio tiene como centro precisamente al caso, no diremos
aquí ninguna otra cosa más de aquel, salvo afirmar categóricamente que ar-
mar el caso, si se ha producido un delito y existen medios de prueba, elemen-
tos de convicción o indicios, será una obligación para el MP, y como estruc-
tura, el resultado deberá exhibir un conjunto de elementos que, por su lado, la
defensa no requiere reunir de ningún modo para enfrentarlo o hacer su traba-
jo de descargo.

(46) Fleming, Abel y López Viñals, Pablo. Garantías del imputado. Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires,
2008, pp. 16 a 17.

36
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

VI. Evitar las mezclas


La temática de la teoría del caso, en la literatura que sobre el tema se dis-
pone, entre nosotros, como antes advertimos, posee la grave limitación de que
en su tratamiento y estudio se pretende abarcar al caso del fiscal y a la estrate-
gia de la defensa, así como a la estrategia del tercero civilmente responsable,
temas que deben ser disociados.
Separar el caso fiscal de la estrategia de defensa resulta algo obligado,
dado que es pernicioso pretender abarcar en una sola conceptuación y estudio
la comprensión de temáticas, que a decir verdad resultan antípodas, puesto que
tal ejercicio limitaría de modo grave el estudio, tratamiento y la comprensión
del caso fiscal, impidiendo, además, la profundidad de su estudio técnico y el
que se ingrese en detalles relevantes del mismo.
A nuestro entender, se genera una importante ganancia, que beneficia tam-
bién a la estrategia de la defensa, si se diferencia el caso del fiscal del “caso”
de la defensa y si se les trata como asuntos diferentes, a cada uno por su lado,
entendiéndolos, igualmente, como cosas distintas.
Por ello es que, en este breve estudio, hemos de dejar de lado cualquier
esbozo general u omniabarcativo de la denominada “teoría del caso”, para in-
gresar solamente a estudiar el caso del fiscal. En tal sentido, la teoría o teori-
zación del caso que estudiaremos es la que permite acceder a comprender los
elementos que conforman el caso, desde la óptica del MP, dado que los fisca-
les son las únicas autoridades a las que les corresponde plantear los casos pe-
nales ante el órgano jurisdiccional(47).

Ahora bien, decimos que solo trataremos del caso fiscal, porque solo a tal
autoridad le ha sido encargada la tarea de imputar formalmente los delitos; mien-
tras que a la defensa, le corresponderá, examinar detenidamente lo que enfren-
ta y optará por la respuesta más apropiada desde la perspectiva del imputado.
Por lo referido, precisamente, es que podemos concluir que el caso fiscal
se basa en la afirmación de cuatro cosas: la existencia inicial de un hecho sos-
pechoso de ser delictivo, la ilicitud penal demostrada de tal hecho, la recolec-
ción suficiente de elementos de convicción o de indicios de autoría y la atri-
bución a una persona natural y concreta de dicho ilícito penal.

(47) San Martín Castro, César Eugenio. “Introducción general al estudio del nuevo Código Procesal
Penal”. En: El nuevo proceso penal. Estudios fundamentales. Víctor Cubas Villanueva y otros
(coordinadores), Palestra, Lima, 2005, p. 14.

37
Pedro Angulo Arana

Respecto al “caso” de la defensa, por el contrario, lo usual es que median-


te aquel se pretenderá demostrar la inexactitud de una o varias de las afirma-
ciones efectuadas por la acusación, siendo que la tarea será negar la existen-
cia del hecho o, en defecto de ello, negar el carácter ilícito de aquel o la parti-
cipación y/o responsabilidad del acusado o, finalmente, negar la licitud, perti-
nencia, veracidad o solvencia de los elementos de convicción inculpantes, ne-
gándoles, en cualquier caso, capacidad de generar certeza.
Por ende, mientras el fiscal genera con su trabajo la reconstrucción del iter
criminis, para dar razón de cuanto resulta relevante y de detalles que sustentan
la credibilidad del hecho; la defensa perseguirá desandar lo avanzado y encon-
trar razones, para poner nuevamente a la fiscalía en un punto de partida, en las
dudas o en un nivel de confusión, que invalide lo supuestamente esclarecido.
Finalmente, diremos que será raro o excepcional encontrar un caso, cons-
truido por la defensa, tal como lo son los casos fiscales, puesto que enarbolar
tal trabajo ofrecerá las mayores dificultades, en tanto requeriría una investiga-
ción paralela a la fiscal, con resultados absolutamente disímiles; pues debería
proponer la autoría de una persona distinta o desconocida u ofrecer explica-
ciones para todo cuanto ya resulta explicado orgánicamente por el caso fiscal.
Además, si la defensa construye un caso, al modo del fiscal, queda com-
prometida a realizar la probanza de cuanto sostiene, colocando en ventaja al
fiscal, quien respecto a tal caso solo debería señalar sus debilidades o defec-
tos. Así, en esas condiciones, debería someterse al contradictorio, al igual que
el caso del fiscal.
La defensa en realidad sabemos que no tiene que someterse a demostrar
nada, sino que el onus probandi corresponde a la acusación, por lo que presen-
tar un caso, al modo del fiscal, significaría para un defensor obligarse al ma-
yor trabajo posible, asumiendo las tareas del fiscal. Lo cierto es que un defen-
sor solo se compromete de modo natural y lógico a presentar un caso cuando
asume la responsabilidad de presentar una querella.
Solo en un caso así, el abogado patrocinante se pone prácticamente en
la condición de fiscal, para tratar de demostrar la responsabilidad penal del
denunciado.
Sin embargo, de lo referido, podemos igualmente advertir que cuando
la defensa enarbola un caso lo que en sí genera es una contrateoría, esto es,
que debe construir un caso al modo de lo que siempre debe hacer el fiscal, lo
que genera características especiales en ese caso. Así, pues, advertimos nue-
vamente a este respecto que lo que trabaja la defensa posee una naturaleza y

38
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

características disímiles respecto al caso de los fiscales. Ello es así porque la


defensa posee una tarea básica de refutación.

VII. Estrategias de la defensa


Las estrategias de la defensa deben ser un conjunto de acciones absoluta-
mente diferentes entre sí, que aparecen como un abanico de posibilidades, que
pudiéndose adecuar al caso concreto, se presentarán en cada situación como
la alternativa concreta para enfrentar al caso fiscal.
Precisamente, un teórico y expositor entendido en esta materia, More-
no Holman, aunque utilizando el concepto de teoría del caso, parece alejarse
del mismo y acercarse a lo que sostenemos cuando explica su propio concep-
to de tal figura: “Para entenderla en su debida dimensión, habremos de pen-
sar en un conjunto de actividades que debe desarrollar un litigante frente a un
caso, que le permitirán decidir la manera más eficiente y eficaz de presentar-
lo a un tribunal”. Y agrega que: “Se trata de una metodología de trabajo, ite-
rativa e incremental, que se retroalimenta en el tiempo hasta llegar a una ver-
sión definitiva con miras a enfrentar un juicio oral que como ya se dijo pue-
de o no realizarse”(48).
Si bien en el primer concepto, se advierte la índole del trabajo que debe
dar vida al caso (desde el fiscal), en el segundo se advierte la índole instru-
mental, variable y estratégica, en lo fundamental, que es lo que se correspon-
de con el trabajo de la defensa y que va más allá, necesariamente –también lo
explica Moreno Holman– de simplemente entender que se trata de una versión.
Por ello, es que finalmente expresa su propio concepto, explicando que es:
“el conjunto de actividades estratégicas que debe desarrollar un litigante fren-
te a un caso, que le permitirán determinar la versión de hechos que sostendrá
ante el tribunal y la manera más eficiente y eficaz de presentar persuasivamen-
te, las argumentaciones y evidencias que la acreditan en un juicio oral”. Obvio
es que un concepto así, se presenta sumamente abierto y funcional, más como
una teoría de la defensa, que como una teoría del caso.
Igualmente, esta posición abierta a las estrategias de defensa parece ad-
vertirla Higa Silva, quien indica: “Los abogados de parte, generalmente, no
son neutrales y tampoco imparciales en su investigación. Ellos buscarán to-
das las pruebas que favorezcan la posición de su cliente, así como construir la

(48) Moreno Holman, Leonardo. Teoría del caso. Ediciones Didot, Buenos Aires, 2012, pp. 27-28.

39
Pedro Angulo Arana

historia que más convenga a los intereses que defienden. A ellos, en principio,
no les interesa tanto la verdad de los hechos ni la justicia del caso, sino la de-
fensa de los intereses de sus clientes”(49).
Es en este mismo sentido, que el profesor Quiroz Salazar, explorando las
posturas que libremente puede escoger la defensa, señala que esta no tiene
como elegible una sola posición, tal como sucede con el fiscal, sino que la de-
fensa puede optar por siete grandes líneas de trabajo, después de haber obser-
vado los hechos, la teoría jurídica aplicable y la proyección probatoria, para
tomar el mejor camino(50).
Por lo dicho es que Quiroz Salazar también prefiere al enfrentar la situa-
ción, empezar por estudiar lo fáctico, luego lo jurídico y finalmente lo proba-
torio, para poder identificar la estrategia adecuada al caso(51).

VIII. El caso como expresión de verdad


El caso del fiscal, a contrario sensu de lo que sucede respecto al caso de
la defensa, debe poseer un vínculo directo, con lo que se entiende como ver-
dad, tanto desde la perspectiva de lo que busca la autoridad policial y la fis-
cal, como de lo que requiere el modelo procesal. Y tales exigencias de verdad,
además, deben concatenar con lo que se desprenderá objetivamente de los ele-
mentos de convicción o de los indicios.
Bovino indica a este respecto: “Como órgano estatal a cargo de la función
persecutoria, en los delitos de acción pública, el Ministerio Público tiene el de-
ber constitucional de conducir de manera exclusiva el proceso de construcción
de la verdad acusatoria”(52). Fernández López, a su vez expresa: “El proceso,
como marco institucional adopta, pues, la búsqueda de la verdad –a través del
procedimiento probatorio establecido al efecto– como finalidad última y jus-
tificatoria de su propósito de resolución de conflictos sociales”(53).

(49) Higa Silva. Ob. cit., p. 30.


(50) Quiroz Salazar. Ob. cit., p. 47 y ss. Tales grandes líneas son: 1) Alegar que su defendido no estuvo
en el lugar de los hechos. No fue la persona que causó el hecho. 2) Alegar y solicitar la exclusión de la
categoría tipicidad. 3) Alegar y solicitar la exclusión de la categoría antijuricidad. 4) Alegar y solicitar
la exclusión de la categoría culpabilidad. 5) Alegar y solicitar la declaratoria de inocencia. 6) Alegar y
aceptar ser responsable del delito acusado. 7) Expresar y alegar al juez que va a hacer uso de su derecho
de abstenerse a no exponer alegatos de apertura.
(51) Quiroz Salazar. Ob. cit., p. 63.
(52) Bovino, Alberto. “Juicio y verdad en el procedimiento penal”. En: Estudios sobre Justicia penal.
Libro homenaje al profesor Julio B. J. Maier, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2005, p. 232.
(53) Fernández López. Ob. cit., p. 36.

40
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Cano Jaramillo refiere que uno de los fines inmediatos del proceso es el
descubrimiento de la verdad, conjuntamente con la justicia y el restableci-
miento de los derechos, considerando también que la resolución del conflic-
to debe hacerse teniendo en cuenta la realidad de los hechos(54). Obvio es que
el caso del fiscal, autoridad que persigue la sanción del delito, entendido ello
como una función con valor social, por tal razón y por seguir las finalidades
del proceso, y sus valores, a través del caso, debe aportar coherentemente a
ambas finalidades.

Ahora bien, lo cierto es que no en todos los modelos acusatorios y menos


en los totalmente adversariales, podría decirse que siempre se pretenda verifi-
car la verdad. En Estados Unidos podría decirse que ello ha sido patente des-
de finales de los años noventa(55).

Sin embargo, entre nosotros, la permanente referencia en las normas del


nuevo Código de que se cautela y pretende que las expresiones vertidas, por
las partes materiales y los testigos o peritos, sea la verdad de lo que obser-
varon, hallaron o conocen, técnica y científicamente, según el caso, resulta
algo objetivo. Por ello es que, inclusive, existen las fórmulas que obligan a
juramentar o expresar su palabra de honor, lo que nos evita tener que funda-
mentar que lo perseguido entre nosotros, instrumentalmente, es la búsque-
da de la verdad.

Bien podemos decir que la verdad, concebida por la mayoría de autores,


como finalidad del proceso penal(56), se traslada lógicamente al caso, en tanto
este debe ser expresión sintética de aquella.

Así, el caso construido por el fiscal y que este deberá fundamentar y de-
mostrar en el juicio oral, no puede en ningún sentido ser solo una recons-
trucción lógica, razonable y creíble de los hechos, sino que debe revestir-
se de algo más y ello es el convencimiento, como luego veremos, de que
se está no ante la mejor explicación de lo que verdaderamente ocurrió sino
ante la verdad.

Obvio es que tal sensibilidad, convicción y seguridad pertenecen a cada


fiscal y solo pueden ser comunicadas de modo objetivo a partir del lenguaje

(54) Cano Jaramillo, Carlos Arturo. Ob. cit., p. 75.


(55) Pizzi, William T. Juicios y mentiras; crónica de la crisis del sistema procesal penal estadounidense,
Tecnos, Madrid, 2004, p. 193.
(56) Oré Guardia, Arsenio. Estudios de Derecho Procesal Penal. Editorial Alternativas, Lima, 1993,
p. 190.

41
Pedro Angulo Arana

y enumerando los fundamentos que convencen de ello por reunir suficientes


elementos de convicción; y solo con tales recursos objetivos se podrá tratar
de conseguir el convencimiento del juez. Lo obvio entonces es que la con-
vicción del fiscal debe ser racionalizada para que pueda, a su vez, ser mate-
ria de comunicación.

IX. Discrecionalidad, disposición y el caso


La edificación de nuestro modelo con el hecho de que entre nosotros no
rija el principio de obligatoriedad del ejercicio de la acción penal o de lega-
lidad estricta, que somete a los representantes del Ministerio Público a solo
formalizar las denuncias sin ninguna otra opción, tal como sí sucede en Ita-
lia, motiva a que se faculte a los fiscales a realizar como tarea un control fis-
cal de la carga o racionalización de la misma, lo que posee un vínculo natural
con la teoría del caso.
El asunto es que la disminución de la carga tiene como reflejo lógico el
disminuir la cantidad de asuntos judicializados, por ende, el objetivo encar-
gado a los fiscales es el de llevar menos casos al PJ, siempre que ello sea ra-
zonable y justo, de modo que los recursos escasos, se concentren en el enjui-
ciamiento de los delitos más graves y/o los que revistan particular interés pú-
blico en su persecución, permitiendo efectuar una política criminal eficaz, efi-
ciente y estratégica.
En la medida en que se cumpla lo referido, ello importará que se puedan
trabajar mejor la elaboración de ciertos casos, esto es, los correspondientes a
los delitos más graves y que ofrezcan mayor reto a la persecución.
En tal sentido, en todas partes se pretende racionalizar la carga. Tal como
entre nosotros, lo permite el nuevo modelo: “(...) esta obligación persecutoria
reduce los márgenes de libertad –obliga a perseguir un mayor número de he-
chos punibles, y a disminuir la calidad de la presentación del caso ante la jus-
ticia penal– y resulta mucho más adecuada para un modelo de Derecho Penal
máximo, antes que para el modelo de Derecho Penal mínimo (...)”(57).

Por cierto que este importante objetivo todavía no se logra en nuestra rea-
lidad, y al contrario de lo que debería ser, se suelen llevar a juicio oral casos
que realmente no son de los más relevantes sino al contrario.

(57) Bovino, Alberto. Juicio y verdad en el procedimiento penal. Ob. cit., p. 227.

42
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

x. el caso y especialización
Resulta claro que la especialización en el enfrentamiento de cierto tipo
de delitos, poseerá un reflejo positivo en la elaboración de los respectivos
casos fiscales, sobre todo rendirá buenos frutos cuando se trate de preparar
los casos penales más complejos, pues la experiencia en enfrentar siempre
investigaciones de un mismo tipo, contribuirá a afinar el criterio y la aten-
ción del órgano investigador de modo directamente proporcional a la casuís-
tica ya desarrollada.
Si bien la hora actual exige de los fiscales un perfil completo que haga
posible siempre un buen desempeño en la persecución del delito, tampoco se
puede negar que la delincuencia actual ha elevado su organización, sus recur-
sos y su capacidad de contestar jurídicamente dentro del proceso, explotando
al máximo los discutibles criterios y errores de quienes pretendiendo actuar
de modo “garantista” lo que practican es una irrazonable forma de estímulo a
los delincuentes que devenimos en llamar “ultragarantismo”.
Una forma de contrarrestar dicho fortalecimiento de la delincuencia es
precisamente la especialización, que deviene, por ejemplo, en hacer válida la
adopción de plantillas que permitan avanzar más rápidamente en la labor, pues
la experiencia impedirá pasar por alto temas y detalles relevantes, lo que sí
podría ocurrir cuando quienes pretenden actuar rápido o usar plantillas, care-
cen de experiencia suficiente, como para distinguir las complejidades y vicisi-
tudes de cada caso distinto. En tal sentido, sabemos que los modelos o planti-
llas son útiles; pero, tampoco constituyen fórmulas adaptables a todos los ca-
sos, no pudiendo abandonarnos totalmente a ellas.
La especialización motivará a desarrollar y afianzar con prontitud buenas
prácticas organizativas y de gestión, así como de normativa menor, las que
serán más fácilmente analizadas, estudiadas y depuradas, y cuando exista un
buen liderazgo de los jefes o coordinadores se podrán debatir e intercambiar o
tratar en cursos y talleres, validando y difundiendo su uso. Así se estarán pro-
yectando metodologías proactivas, para que las mejoras de las formas de tra-
bajo se desarrollen con rapidez y espontáneamente.
Adicionalmente, a la larga se podrá contar con expositores especializados
en temas concretos, respecto al armado y superación de dificultades (buenas
prácticas), en la preparación de casos especializados (que beneficiará respec-
to de casos más sencillos), lo que devendrá en generar prácticas más específi-
cas y nuevas plantillas. Luego serán los talleres y los trabajos con casos con-
cretos (aprendizaje a través de casos o clínicas), los que serán más útiles en

43
Pedro Angulo Arana

el futuro, para enfrentar las dificultades que ofrezcan la elaboración de los ca-
sos, en manos de los fiscales.
Una interesante opción podría ser también especializar en fases dentro del
despacho para que unos sean los que generen las hipótesis explicativas de los
hechos, de modo que en esa fase inicial sean los que califiquen, lo que supo-
ne conocimiento de Derecho Penal, y solo después entreguen el caso a otro,
que podría ser el especializado en proponer diligencias y actos de investiga-
ción, que debería conocer sobre la investigación y Derecho Procesal Penal.
Otros podrían ser los que dirijan tales investigaciones, que implicaría un tra-
bajo más cercano con la policía y conocimientos de criminalística. Finalmen-
te, otros se especializarían en el juicio oral y las destrezas necesarias para lle-
varlo a buen puerto.

44
Capítulo 3
Elaboración
del caso fiscal
Capítulo 3
Elaboración del caso fiscal

I. Generalidades
Cuando hablamos del caso penal o fiscal, puede decirse que hablamos ya
del caso que ha logrado armar o consolidar el MP, el mismo que se encontra-
ría listo para ser presentado en la etapa intermedia, como fruto de la investi-
gación preparatoria.
Debemos tener presente que una cosa es la convicción que puede haber lle-
gado a adquirir el fiscal respecto de su caso, pero la medida para que prospe-
re este, llegando al juicio oral, es primero lograr la convicción del juez, quien
realizará necesariamente la calificación de “causa probable”, o sea, que el fis-
cal debe conseguir que el juez se convenza de que en el caso que se le presen-
ta muy probablemente será sancionado el acusado.
Se estima, de todos modos, que el caso antes de estar preparado para ser
llevado a la etapa intermedia pasa por etapas, calculándose que empieza a tra-
bajarse, en su armado, desde la investigación policial, inmediatamente des-
pués de recibida la denuncia o con las acciones policiales de inicio en el caso
de la flagrancia o cuando se realizan las primeras verificaciones en las deno-
minadas diligencias preliminares.
Sobre esto, y debiéndolo entender con las salvedades efectuadas en los ca-
pítulos precedentes, Leticia Lorenzo explica: “La construcción de un caso no
es una cuestión menor; y es un tremendo error estratégico considerar que ‘so-
bre la marcha’ puede irse armando un caso. El momento para determinar si el
abogado puede llevar adelante un caso o no, es el primer momento en que tie-
ne conocimiento de él (...)”(58).

(58) Lorenzo, Leticia. Ob. cit., p. 38.

47
Pedro Angulo Arana

II. La probanza de una conducta


El trabajo fiscal, descartados los modos tempranos de composición del
conflicto, siempre deberá estar dirigido a reunir elementos de convicción o una
suma de indicios suficiente, para probar en el juicio oral, que se ha configura-
do una conducta ilícita, con su resultado lesivo, sancionado de modo claro por
la norma penal, motivando a que el presunto autor sufra una pena.
En tal sentido, se afirma que generalmente: “(...) toda investigación tien-
de a recabar testimonios y evidencias respecto al hecho, a fin de acreditar su
ocurrencia, sus características punibles y la vinculación entre la conducta del
investigado y la comisión del delito”(59).
Así, toda la investigación perseguirá realizar diligencias, actos de inves-
tigación, experimentos e interrogatorios, a personas que habrían sido testigos
presenciales de los hechos, para esclarecer la autoría.
En todo caso, se debe recordar que el fiscal está obligado a efectuar una in-
vestigación integral, lo que importa que deberá averiguar lo que el imputado
sugiere o presenta como descargo, puesto que no hacerlo, sería dejar a aquel
en indefensión; sin embargo, tampoco se está obligado a averiguar lo absurdo
o ilógico y cosas parecidas que a veces se tiende a presentar como explicación.
Se debe también considerar que lo primero en averiguarse será que exis-
tan elementos de que el hecho fue expresión o resultado de una conducta hu-
mana; y que, por tanto, será atribuible a un alguien, persona de carne y hueso.

III. Las hipótesis iniciales


Dado el hecho de que la investigación del delito, en lo práctico, casi se ha
dejado enteramente en manos de la policía, lo cierto es que las iniciales hipó-
tesis acerca de la producción de ilícitos penales, suelen ser las de la policía.
En tal sentido, se debe reconocer que quienes tienen experticia en desarrollar
las teorías explicativas de los hechos delictuosos, inicialmente son policías y
han acostumbrado entregar sus conclusiones en los atestados.

(59) Salas Beteta, Christian. “Relaciones funcionales entre el Ministerio Público y la Policía Nacional
durante la Investigación Preparatoria, binomio necesario en la investigación criminal según el CPP
de 2004”. En: Manual 1, Investigación Preparatoria y Etapa Intermedia, problemas de aplicación del
Código Procesal Penal de 2004. Gaceta Jurídica, Lima, 2010, p. 10.

48
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Los fiscales en el Perú se han perdido la oportunidad de aprender a erigir


hipótesis que puedan dar razón de los hechos y elementos dejados como ves-
tigios, desde el descubrimiento del delito; y se han perdido también las ale-
grías y las frustraciones cuando a través de las investigaciones, unas son re-
forzadas en sus señalamientos y conclusiones, mientras que otras van quedan-
do descartadas, hasta que una sola sobrevive y se convierte, finalmente, en el
caso, que en un atestado, el fiscal enarbola y hace suyo.
Podría compararse la situación con la del anfitrión que recibe y degusta
el almuerzo, que lo ofrece a otros, como una situación acabada y magnífica, y
asume satisfacción y orgullo de lo ofrecido, recibiendo la admiración y las fe-
licitaciones; igualmente, y salvando las distancias, el fiscal, recibía el atesta-
do, formalizaba denuncia, acusaba y llevaba el caso y acaso conseguía conde-
nas y era felicitado; pero, el nuevo modelo le pide que ingrese a las dificulta-
des de la cocina y el fiscal debe aprender a cocinar.
A este respecto, nos dice José Neyra: “(...) la construcción de la teoría del
caso se inicia desde el primer momento en que se tiene conocimiento de los
hechos”(60); pero, en tal sentido, debe considerarse que no es lo mismo que se
inicie su construcción con que ya resulte configurada la teoría o que a los ele-
mentos que la constituirán los podríamos ya denominar teoría. Así pues, aque-
llos elementos surgen como hipótesis y la construcción se estará realizando
inclusive cuando se descartan teorías, pero no quiere decir que ya esté hecha.
A nuestro entender, el fiscal debe adiestrarse necesariamente en la elabo-
ración de hipótesis explicativas del delito, lo que naturalmente sucederá cuan-
do el fiscal se encuentre tempranamente en una escena del delito; y entonces
debe cuidarse de escuchar y atender a quienes conocen o poseen reconocida
experiencia en dichos temas, pues también podría ocurrir que, en un exceso
de entusiasmo se causen daños, al desviar la atención de elementos relevantes
más puntuales para esclarecer el caso o hasta podría quedar mal.
Tiene que darse un trabajo del fiscal más cercano con la policía y que se
asesore por ellos, de modo que ante los diversos tipos de casos resulte infor-
mado acerca de las posibles acciones a tomar del abanico de metodologías a
emplear, de las opciones de pericias, seguimientos, etc., y dirija mejor, según
convenga, escuchando a todos los que pudieran aportar algo. En tal condición,
el fiscal se convertiría en un gestor o director real de la investigación.

(60) Neyra Flores, José Antonio. Manual del Nuevo Proceso Penal & de litigación oral. Idemsa, Lima,
2010, p. 740.

49
Pedro Angulo Arana

1. Fase inicial
1.1. Subfase de verificación o descarte
Algo capital que debe hacerse, ante la noticia del presunto delito, la sospe-
cha de aquel o el hecho que parece sospechoso, es su verificación inicial. Para
ello se deben descartar razonablemente todas las situaciones de hecho que eli-
minarían su carácter penal.
Ahora bien, lo cierto es que estamos verificando un orden que se presen-
tará en los casos más complejos, puesto que en los que se presenten más sen-
cillos o se empiecen a conocer como resultado de una flagrancia podría que
las que denominamos “subfases” se manifiesten todas a la vez y hasta no sean
necesarias algunas, tal como la verificación, y aparezca rápidamente consoli-
dado el caso, con sus cuatro elementos.
De cualquier modo, el orden que proponemos es el siguiente:
a) Producto de una conducta
Como antes referimos, si de un hecho puede afirmarse categóricamen-
te que tiene como origen una acción humana, entonces estaremos im-
plicando que existió una voluntad y comenzaremos por tratar de veri-
ficar lo que pueda acreditar este inicial juicio, pues supondrá la exis-
tencia de un delito. Si, por el contrario, no puede afirmarse que haya
existido una conducta humana que hubiera determinado el hecho, no
podrán pensarse en castigar a alguien.
Lo referido acontece en los sucesos de la naturaleza o hechos abso-
lutamente fortuitos, cuando el ser humano realiza movimientos refle-
jos, sin pizca de voluntad, o cuando la persona se encuentra en esta-
do de inconsciencia, entonces no habrá delito, por no haber existido
voluntad.
En ciertos casos las atribuciones a una persona, como en los casos de
muerte o violaciones sexuales, en los que no suelen haber testigos, re-
sultan polémicas y hay que llegar a estudiar los antecedentes, aspectos
biográficos y psicológicos, y todo medio de prueba posible de rescatar
para viabilizar una reconstrucción. Lo referido quiere decir que algu-
nos casos solo podrán investigarse a partir de indicios y en tal apre-
ciación, debe uno ser sumamente objetivo. Por ejemplo, el caso Ciro
Castillo, aparecía discutible, a partir de ciertos indicios que posibili-
taban muchas lecturas y demasiadas dudas.

50
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

En muchos casos, la inviabilidad de acertar si hubo una conducta hu-


mana que produjo la muerte de alguien dependerá de los elementos
materiales que puedan rescatarse de una escena de delito y antes de
la persistencia de estas; pero si no se encuentran o si desaparecen, la
inteligencia humana no podrá cubrir vacíos en ese tema.
b) Tipicidad
Debe advertirse que el hecho, producto de la conducta humana, indi-
vidualizada ya o todavía, para que sea delito, debe estar obligatoria-
mente señalada en la ley como tal. Si aparece en la norma penal, en-
tonces deberemos concluir que el hecho es típico. En sentido contra-
rio, podríamos encontrar que la conducta desarrollada por la persona
es atípica y, por ende, no podrá ser delito de ningún modo.
A este respecto, debe considerarse que el principio de legalidad con-
tenido en la Constitución, es absolutamente categórico al expresar un
alto estándar para la tipicidad. Así es que el artículo dos, numeral 24,
literal d, de la Constitución, expresa: “Nadie será procesado ni con-
denado por acto u omisión que al tiempo de cometerse no esté pre-
viamente calificado en la ley, de manera expresa e inequívoca, como
infracción punible; ni sancionado con pena no prevista en la ley”.
La conclusión es que el hecho para constituir ilícito penal debe estar
así considerado en una norma penal, de manera expresa y, más aún,
inequívoca, lo cual elimina toda posible elasticidad de la norma pe-
nal, por el contrario aquella es discontinua, y no caben en contrario
interpretaciones ni criterio discrecional ni presunciones ni nada.
En tal sentido, para no generar un trabajo en vano, lo primero que po-
drá hacerse es estudiar detenidamente los hechos que se narren o se
desprendan de la materialidad de lo recogido, y verificar si de ello no
se desprende la exclusión de la tipicidad. Tal exclusión no negará que
se haya producido el hecho, sino que permitirá afirmar que como to-
talidad son atípicos o que, por lo menos, falta alguno de los elemen-
tos descritos como parte de la conducta ilícita y en ausencia de tal, los
elementos supérstites son insuficientes como para configurar el delito.
Así, lo que corresponde es analizar el tipo penal, descomponiéndo-
lo en tipo objetivo y tipo subjetivo; y verificar en cada caso los ele-
mentos que deberían aparecer y que no aparecen: bien jurídico, me-
dio empleado, relación de causalidad, etc., lo que no pueda apreciarse
el dolo, por ejemplo, ante la aparición de un error de tipo invencible.

51
Pedro Angulo Arana

c) Antijuricidad
Si bien podríamos haber avanzado en la investigación hasta verificar
que existió una conducta y que, además, aquella se revela típica, esto
es sancionada como delito, ocurre que podríamos luego encontrar que
aquella se realizó mediando alguna causa de justificación.
Lo referido quiere decir que la presencia de determinados elementos
convirtieron, acorde a derecho, la conducta materializada en la rea-
lidad, pudiéndose advertir que el hecho realizado constituyó un mal
menor respecto al que de ese modo se evitó.
Así pues, se podría argumentar la existencia de una legítima defensa,
las circunstancias de un estado de necesidad justificante, el cumpli-
miento de un deber o el ejercicio de un derecho u obligación. En tal
sentido, se habría registrado la presencia de una circunstancia que eli-
mina la antijuricidad. El fiscal debería explorar ello hasta verificar su
realidad y convencerse de su existencia, para hacer valer tal circuns-
tancia, o advertir su inexistencia. Y evidentemente de no presentarse
tal, se continuará la investigación y preparación del caso.
d) Culpabilidad
Ocurrirá que en el hecho que se investiga podría suceder que halle-
mos la conducta y que también aquella sea típica y antijurídica y, por
ello, reprochable; pero podríamos encontrar después que la persona
que la causó no es imputable por poseer en un grado relevante, cier-
ta distancia para con la persona normal, que es capaz de comprender
la ilicitud de un acto suyo.
En tal sentido, un inimputable no puede ser procesado como una per-
sona normal y se entiende que no se le podrá reprochar su accionar,
dado que no es capaz de reconocer el carácter delictuoso de su acto ni
el mal que causa. Esto puede suceder cuando se descubre que el au-
tor es un menor de edad. También puede tratarse de alguien que po-
see una grave anomalía psíquica. El informe del perito correspondien-
te despejará las dudas.
Podría haberse presentado también un error de prohibición invenci-
ble, un estado de necesidad exculpante; y podrían haberse presenta-
do circunstancias ocasionales capaces de hacer que no se le pueda di-
rigir un juicio de reproche.

52
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Así, podrían presentarse elementos que acreditasen un estado de in-


toxicación total, alteraciones de la percepción o que ocurriera que
hubiera actuado por un error, cuyo peso y significado habrá que
graduar en concreto, pues podría eliminar la responsabilidad o dis-
minuirla de modo relevante. Estamos entonces hablando de causas
de inculpabilidad o de exclusión de la culpabilidad, que podrían
presentarse.
e) Punibilidad
Finalmente, podría ocurrir que se tratara de una persona con relación
a la cual hay excusas absolutorias, según el caso y, por ende, su con-
ducta no puede ser objeto de punición.
Así es que descartando lo mencionado, ya podríamos continuar,
para verificar el tipo de hecho acontecido; para idear la forma en
que podría demostrarse la responsabilidad y, por ende, las estrate-
gias a desarrollar para recoger vestigios materiales y/o testimonios
del evento.

1.2. Subfase de observación y reconstrucción


Cada caso siempre es diferente, por lo que pueden ser fundamentales ac-
tos de investigación distintos, desde la detenida observación simple, que tam-
bién es un paso dentro de la actividad científica, empleada con rigurosidad,
pasando por acudir al lugar de los hechos para recoger los vestigios materia-
les del mismo (si es posible recogerlos), haciendo un detenido estudio o regis-
tro de detalles (fotografías, planos, videos, etc.), recojo de testimonios inicia-
les y apunte sistemático de cuanto sea relevante, de modo que mentalmente se
irán reconstruyendo los hechos o incluso, realizar una efectiva reconstrucción
de los mismos. A veces el objeto de observación y detenido estudio es través
de la lectura, pueden ser documentos, archivos enteros o se deberá hacer se-
guimiento de personas.
Una vez que se dan por “reconstruidos” los hechos, hasta donde se maneja
la información inicial, se empieza mentalmente a “colocar” en estos al sospe-
choso de la autoría, actuando tal como hubiera referido su actuación, de modo
que se apreciará si encaja o no dentro de ellos. Por ende, se realizará un traba-
jo de elaboración de hipótesis en que se tratará de colocar cuanta información
se haya recopilado del sospechoso y testigos y se imaginará también objetiva-
mente su actuación, a partir de las hipótesis.

53
Pedro Angulo Arana

La persona sospechosa debe ser investigada en cuanto a sus antecedentes,


biografía, historia, lugares de trabajo, bienes, necesidades, intereses, modo de
vida, amistades, parejas y vínculos afectivos, enemistades, conflictos, fobias,
perfiles psicológicos, psiquiátricos, costumbres, enfermedades, sexualidad, de-
bilidades, vicios, gastos, sueños, virtudes, lugares donde vive y frecuenta, los
amigos y enemigos que posee.
Para ordenar la investigación pueden trabajarse una o algunas hipótesis
a la vez, de modo que se acciona trabajando todas las posibilidades de corro-
borarla, hasta que se consolide o se descubra un elemento que al no encajar,
la ponga en duda. En este último caso, deberá elaborarse una segunda hipó-
tesis, que sustituirá a la primera y deberá ser trabajada como lo fue la inicial.
Se dice que las hipótesis deben ser trabajadas o explotadas a fondo, de
modo que se produzca el mayor acercamiento a la verdad de los hechos, sin
olvidar que cada caso concreto poseerá sus retos y dificultades particulares. En
unos casos bastará un solo investigador o hasta dos; pero en otros casos, poco
será un equipo de varios de ellos y bastante experimentados. Habrá casos en
que se recurrirá a la ciencia y en otros no será posible ello.
Ahora bien, toda teoría del caso, para serlo antes fue hipótesis y como ta-
les constituyeron afirmaciones respecto a los hechos, las condiciones de pro-
ducción y forma, etc., que pueden ser verdaderas o falsas y que son útiles por-
que dan cuenta de lo que se requiere demostrar para tener por probado el caso
y constrastar testimonios y elementos materiales nuevos.

1.3. Subfase de recojo de elementos


Para estar en condiciones de comprobar una responsabilidad penal y lograr
la sanción del autor por el delito cometido se tiene que poseer un conjunto de
datos objetivos que incriminan al responsable del hecho. Tales datos obedece-
rán a la hipótesis que se maneje y serán el fruto de la investigación preparato-
ria y de diversas actuaciones que deberán realizarse, conforme a la naturaleza
del ilícito penal de que se trate.
Tales elementos de convicción, fruto de los actos de investigación realiza-
dos (art. 329, 1), se convertirán en prueba en el juicio oral, a través del debate
contradictorio en el que el fiscal tendrá la oportunidad de probar el caso penal
y dentro del mismo a la autoría del acusado; sin embargo, antes, como hemos
referido, se deberán efectuar los actos de investigación pertinentes para reco-
ger la información que sea relevante al caso.

54
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Lo orientador, entonces, serán los hechos que posiblemente configurarían


el ilícito penal de que se trate y quiere decir que hay que descomponer los he-
chos, y seguidamente verificar respecto a los mismos qué material probatorio,
se podrá obtener. Lorenzo, expresa: “En este momento la acusación buscará
“llenar” la teoría del caso (a partir de identificar la prueba necesaria para cada
hecho y determinar la posibilidad de obtener la misma) (...)”(61).
En lo que sigue, mencionaremos los elementos, según los casos de que se
trate, a los que se deberá prestar atención, puesto que serán relevantes para de-
mostrar la responsabilidad penal.
a) Elementos materiales o evidencia física
a.1. Huellas, manchas, rastros, residuos o restos líquidos y físicos, huma-
nos (sangre, semen, saliva, cabellos, piel) o no humanos, y todo tipo
de vestigios dejados por la ejecución del delito o en la espera de aque-
lla, tal como cigarros o consumo de alcohol y/o drogas. Inclusive, el
cambio de lugares de objetos, grandes o pequeños, la desaparición de
algunos o piezas de tales. Las roturas.
a.2. Armas, instrumentos u objetos materiales cualquiera que pudieran
haber sido utilizados como palancas, cuños o armas, para desarrollar
el hecho o eliminar obstáculos, para atacar o hacer un arma o para
defenderse.
a.3. Dinero, bienes, joyas, provenientes del delito y otros como documen-
tos, tarjetas, boletos, papel de desecho.
a.4. Restos o elementos recogidos en el cuerpo del sospechoso o investi-
gado, o en su casa o refugio o lugar en que se le encontró, conforme a
los registros, allanamientos, inspección corporal o registro personal.
b) Documentos
b.1. Documentos de cualquier índole, recogidos en la escena de los hechos
o donde se encontraron cadáveres u objetos vinculados al hecho, en
el domicilio del investigado o en entidades estatales.
b.2. Información, diálogos y/o escenas provenientes, de grabaciones, fil-
maciones, fotografías, videos o cualesquiera otros medios y cámaras
de vigilancia.

(61) Lorenzo, Leticia. Ob. cit., p. 40.

55
Pedro Angulo Arana

b.3. Mensajes de datos provenientes de telegramas, télex, telefax, Inter-


net, correos electrónicos.
b.4. Prueba trasladada.
c) Otros
c.1. Los elementos provenientes de las pesquisas policiales, seguimientos
y datos de informantes a corroborar.
c.2. Actuaciones anticipadas de prueba, tales como los reconocimientos
en rueda.
c.3. Prueba preconstituida, como los test de alcoholemia, actas diversas
de actuaciones policiales, efectuadas con regularidad y cumpliendo
los requisitos como documento.
d) Prueba personal
d.1. Testimonios presenciales y testimonios de peritos.
d.2. Testimonios de oídas, testigos de conducta anterior o posterior.
e) Pruebas decretadas de oficio
e.1. Reconstrucciones de la ejecución del delito o de la actuación presun-
ta del inculpado, según su propia defensa lo sostenga.
e.2. Inspecciones oculares, debiéndose tener en cuenta, solo cuando hay
incoherencias en los hechos o las explicaciones de aquellos y los pre-
suntos autores, o cuando es relevante verificar las situaciones y con-
diciones de visibilidad, cercanía, lejanía entre autor, víctima y testi-
go o capacidades físicas y obstáculos o fuerza desempañada y otros
fines por el estilo.
Todos los elementos considerados en la relación y otros, como la entrega
vigilada o el agente encubierto, que se mostrarán como testimonios, contri-
buirán a posibilitar la probanza del caso en juicio oral; sin embargo, debe cui-
darse mucho la legitimidad de aquellos, en su recojo, en su cadena de custo-
dia, en su ingreso legal o su presentación en juicio oral, para que surtan efec-
to y permitan probar el caso.

56
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

1.4. Subfase constructivo-depurativa


En esta fase se va generando la hipótesis que debe organizar la investiga-
ción del caso del fiscal, y ello se hará a partir de los elementos inicialmente
reunidos; y se depura la información escogiendo entre la que permite avances
en el desarrollo del caso, respecto de la que no aporta o hasta desvía la aten-
ción de lo que va apareciendo como relacionado al caso.
Obvio es que habrán situaciones en que de inmediato se tendrá una imagen
acabada del delito o se podrá reconstruir de modo sencillo al mismo, mientras
que en otros casos se requerirá hacer investigaciones lentas, sobre tipificacio-
nes alternativas (art. 336, 2, b).
Por lo demás, sabemos que podrán presentarse siempre hechos nuevos, los
cuales ya en un extremo pueden hacerse presentes hasta en pleno juicio oral
(art. 374, 2) o nuevas circunstancias, algunas que constituirán información que
corregirán errores, cuyo sino no es modificar esencialmente la imputación (art.
387, 3); otras que sí modificarán la pena o la reparación (art. 387, 2); otras sí
podrían requerir acusaciones complementarias y modificarían la calificación
jurídica (art. 374, 3), de modo que se refleja una posibilidad de depuración casi
permanente, adecuada a las vicisitudes del caso concreto.

2. Fase final
2.1. Subfase consolidativa
En esta última fase, el caso queda consolidado y listo para ser enviado al
juez de la investigación preparatoria, por lo que aparecerán todos sus elementos
y sobre todo los elementos de convicción, lo que podría suceder temprano y sin
requerir posteriores modificaciones, pero sí algunos reajustes poco relevantes.
Lo ideal es realizar una buena investigación que alcance todo cuanto es
relevante para tener por determinados los márgenes del caso fiscal. Obvio es
que esto no está necesariamente en todos los casos, en manos ni de la policía
ni del fiscal, y lo deseable es el máximo de esfuerzo por consolidarlo pronto.

2.2. Subfase de acusación


Resulta claro que la señal final de que el caso fiscal se encuentra termina-
do en su estructuración y detalles relevantes será cuando se presente la acu-
sación escrita, puesto que el fiscal debe haber evaluado el conjunto de lo que
presentará y, dentro de ello, su propia convicción, así como que conseguirá

57
Pedro Angulo Arana

superar los cuestionamientos de la defensa contra el caso y que logrará con-


vencer al juez de haberlo consolidado.
Debe considerarse que, en otros casos, tales como un caso formulado a
partir de una probanza por suma de indicios o un caso de acusaciones alterna-
tivas o subsidiarias, habrán elementos consolidados, en lo básico, tal como la
existencia de un ilícito penal y el señalamiento del presunto autor; sin embar-
go, la consolidación que se espera ocurrirá a nivel probatorio, y motivará la
realización de reajustes en la tipificación, por ejemplo.
Así pues, la acusación lo que determina de todos modos es únicamente el
señalamiento conclusivo de ciertos elementos fundamentales del caso, al mar-
gen de elementos que podrían esperar a definirse en un momento posterior.
De cualquier forma, lo que habría inicialmente es lo que serviría siempre para
justificar un juicio oral.

IV. Estándar policial y estándar fiscal


La necesidad de trabajar cercanamente con la Policía Nacional se advier-
te también a partir que se le debe convencer de los nuevos estándares que se
requieren, para satisfacer las exigencias judiciales y lograr un auto de enjui-
ciamiento, colocándose en la condición de sumar una alta probabilidad de ga-
nar el caso.
El reto es desplegar un nuevo desempeño: más eficiente y riguroso, de modo
que lo que antes –en la opinión policial tradicional–, constituyó un trabajo bien
realizado, que permitió la captura de una banda, podría ahora solo satisfacer a
la opinión pública y hasta podría superar algunos análisis críticos de periodis-
tas suficientemente informados y analíticos; pero lo que debe asegurarse es que
con tales insumos, el fiscal tendrá que de probar en juicio la responsabilidad.
Podemos en parte expresar que las tensiones entre ambas instituciones,
obedecen también: “(...) a los diferentes criterios que la legalidad les impone
en su actuación: mientras que la primera opera sobre la base de indicios fia-
bles (probable cause), el segundo, debe probar la culpabilidad del imputado
más allá de toda duda razonable (beyond any reasonable doubt); es decir, para
ejercer la acción penal con posibilidades de éxito, las condiciones son más exi-
gentes (...)”(62).

(62) Díez-Picazo, Luis María. El poder de acusar. Ministerio Fiscal y Constitucionalismo. Ariel Derecho,
Ariel, Barcelona, 2000, p. 77.

58
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

En tal sentido, como bien expresa Duce, citado por Gonzalo del Río, lo
que se tiene que hacer es mostrar a la policía que sin una debida coordinación,
respecto lo que debe conseguirse en el trabajo persecutorio, los resultados de
las investigaciones podrían valer poco o nada(63).
Y, en tal sentido, poco o nada se gana informando a la ciudadanía que se
han esclarecido los hechos criminales mediante resultados presuntamente bue-
nos cuando se desconoce o se arriesga a que aquellos no aprueben el estándar
del nuevo proceso; y peor será si una institución culpa a la otra de la falta de
condenas, pues solo la delincuencia sacará provecho de tales disputas.
En tal sentido, resulta clave también que se convenza a la policía que su
labor de investigación no se debe realizar solamente bajo un estándar califi-
cado como operativo y solo a nivel fiscal surja la exigencia de cumplir un es-
tándar jurídico(64). Ello resulta obvio que no es así, pues la actuación persecu-
toria policial tiene que respetar lo jurídico tanto como el Ministerio Público y
si bien es verdad que la policía está facultada a emplear la fuerza y hasta usar
sus armas, ello también resulta sometido jurídicamente, en cada caso concre-
to, a los principios de razonabilidad, legalidad y proporcionalidad.
Por ende, los representantes de ambas instituciones, tanto como los ope-
radores, deben reunirse y escucharse mutuamente para prepararse a realizar
un trabajo bueno en lo jurídico y coordinado, para no terminar echándose mu-
tuamente la culpa respecto a elementos de convicción que no podrán utilizar-
se por vicios en sus adquisiciones. No se trata, por lo tanto, de quién es me-
jor ni más importante, ya que ambas labores, la policial y la fiscal, son delica-
das e importantes, sino que ambas instituciones deben trabajar como una sola,
para cumplir sus finalidades y responsabilidades comunes.

V. Apropiarse del caso


A los fiscales les corresponde desarrollar una estrategia de apropiarse de
los casos, en el sentido de asumir la dirección de la investigación, pero no por
el hecho simple de aparecer como director de aquella, sino por dos razones
fundamentales: primero, para conocer y manejar bien el caso; y segundo, para

(63) Del Río Labarthe, Gonzalo. La Etapa Intermedia en el Nuevo Proceso Penal Acusatorio. Ara
Editores, Lima, 2010, p. 43. Cita A Mauricio Duce, en: Reforma procesal penal y reconfiguración del
Ministerio Público en América Latina.
(64) Aliaga Lodtmann, Cluber Fernando; Aliaga Lodtmann, Juan Edwin; Armas Camino;
Pedro Aarón. La Investigación del delito (teoría general), investigación técnica y científica del delito.
Gráficas A&M, Lima, 2008, p. 91.

59
Pedro Angulo Arana

agregarle valor, en términos de la futura prueba, haciéndola menos vulnerable


a la crítica y al trabajo contradictorio de la defensa; y así si ello se consigue,
será mucho mejor que un gran discurso de apertura o de cierre.
Además, se podría conseguir que la policía haga suyos diversos modos
y formas de proceder, en la investigación policial, así como que respeten los
formatos jurídicos; lo que pasará previamente, por la observación que deben
realizar los fiscales y el aprendizaje también de las formas actuales o tradicio-
nales de actuación policial.
Todo parte, a nuestro entender, de la decisión de los fiscales de asumir el
compromiso de intervenir lo más posible en la investigación y, por tanto, en
la real preparación del caso, tema que, como hemos aseverado, resulta nuevo
para el MP, puesto que lo que ha sucedido siempre, salvo en algunas especiali-
dades como Tráfico Ilítico de Drogas, es que el fiscal ha esperado pasivamen-
te que la policía le entregue el producto de su trabajo en solitario y la califica-
ción, cuando antes solo verificaba la entrega de un caso o no.
La idea ahora es asimilar las estrategias de investigación que se emplean
en descubrir las responsabilidades, y ello ayudará a ver, por ejemplo, no lo que
alguien “desde fuera” estima como el tiempo que ello podría tomar, sino que,
desde dentro, se asimilará si es fácil o es difícil, y cuánto es el tiempo que real-
mente se toma (y por tanto, si los plazos dados por el código son buenos o ma-
los). Esto tendrá como fruto que se valore el trabajo de investigación y se supere
la mala práctica, de dejar toda la elaboración del caso en manos de la policía.
Una verdad de Perogrullo es que la policía, en términos generales, sabe
investigar muchos casos, incluso con respeto escrupuloso de los derechos del
imputado, en ciertos asuntos concretos, a partir de su experticia y, por ende,
no en todos los casos será exigible que el fiscal tenga que estar presente “diri-
giendo” o deba hacer un seguimiento demasiado directo; lo que querría decir
que deberán calificarse los casos en los que el fiscal sí deba iniciar una traba-
jo más cercano con la policía.
Obvio es que si el fiscal se asoma al caso, desde el periodo inicial de la
investigación, irá conociendo todo un género de dificultades, técnicas, usos y
costumbres, artificios que ignora aún y que son las cosas que diariamente en-
frenta y maneja la policía, en su cometido de investigar el delito; por lo de-
más, el que vea el fiscal ello, con la experiencia de su labor, podría ser suma-
mente estimulante para su creatividad y para que pueda sugerir importantes
soluciones a la policía.

60
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Como una opinión objetiva, que podemos sumar a lo que ahora expresa-
mos, podemos ofrecer lo equivalente que se recomienda a los abogados liti-
gantes: “Los cimientos de una buena preparación consisten en una buena in-
vestigación. Lo malo es que los buenos investigadores son aún más raros que
los buenos abogados litigantes, que de por sí son muy escasos. A los estudian-
tes de leyes se les proporcionan tan pocos conocimientos en materia de inves-
tigación que difícilmente podrán juzgar si el trabajo que entrega un investiga-
dor es excelente, bueno, mediocre o incompetente. Por lo tanto, si usted desea
ser un buen abogado litigante, tiene que aprender a trabajar como investigador
y este tipo de capacitación, lo necesita buscar usted mismo”(65).

VI. Trato al imputado


El nuevo modelo procesal fortalece el respeto a los derechos del impu-
tado, de modo que tiene que radicalmente descartarse el recurso al engaño
del investigado como medio para conseguir de él mismo elementos de con-
vicción o indicios en su contra o su misma confesión que pueda configurar el
caso penal. Por ello se afirma: “La idea de éxito en la investigación y el escla-
recimiento de los hechos queda supeditado al deber de rectitud, que constitu-
ye un principio cuyo respeto garantiza la necesaria confianza en la Adminis-
tración de Justicia”(66).
Efectivamente, si el modelo procesal ha de exhibir legitimidad, debe cum-
plir estrictamente con el respeto a la persona humana y evitar siempre lesionar
el principio pro homine en sus actuaciones. Por ende, debe recomendarse a la
Policía Nacional, que las técnicas policiales tradicionales, que no guarden co-
municación con el nuevo modelo, deben ser dejadas de lado, puesto que aque-
llas no constituyen recursos que puedan dar origen a elementos de convicción
inculpantes ni a indicios.
Por ejemplo, debe descartarse el uso de las preguntas capciosas(67), pues-
to que mediante ellas no se considera que razonablemente pueda obtenerse la
verdad. Ello es así porque la persona, únicamente, podría ser presa de la con-
fusión y se podría complicar, inclusive siendo inocente, mientras que otros po-
drían también hacerlo, solo por no hablar con lógica (no construir sus expre-
siones con cuidado) o por no ser tan coherentes en su comunicación verbal.

(65) Bailey, F. Lee. Ob. cit., p. 98.


(66) Revilla Gonzales, José-Alberto. El interrogatorio del imputado. Tirant Monografías, Tirant lo
Blanch, Valencia, 2000, p. 106.
(67) Aliaga Lodtmann. Ob. cit., p. 129.

61
Pedro Angulo Arana

Todo esto podría no suceder con personas cultas; pero sí acontecería con anal-
fabetos o personas poco instruidas.
No se debe mentir como estrategia para obtener una declaración, como
cuando se indica que el otro detenido ya confesó y firmó un documento que
inculpa al que estamos entrevistando(68), puesto que tal primera mentira lo que
podría desencadenar en compensación es otra mentira y no necesariamente la
verdad. En resumen, debemos comprender que una persona que cree que con
una mentira se le está perjudicando también podrá decidir mentir para “lim-
piarse” y no estará revelando una verdad, sino “vengándose” o confundiendo.
Por lo referido, se advierte que solamente las técnicas y el trato, en gene-
ral, respetuoso de los derechos del imputado, o que no se centre en obtener de
él su autoinculpación, podrá obtener resultados incriminantes y válidos para
la configuración del caso.

(68) Ibídem, p. 135.

62
Capítulo 4
Características
del caso
Capítulo 4
Características del caso

I. Generalidades
Cuando un fiscal manifiesta explícita o implícitamente que ha logrado ar-
mar un caso contra la persona investigada, lo que estará sosteniendo es que
ha logrado consolidar, en lo básico, una estructura explicativa y reconstructi-
va del iter criminis y de la autoría del hecho, sumamente sólida, que ha conse-
guido convencerle de haber llegado a averiguar la verdad de lo acontecido, de
tal modo que podrá comprometerse a sustentarlo en juicio oral.
Respecto a lo dicho, debemos relievar que el fiscal debe estar convenci-
do de poseer elementos de convicción o indicios suficientes como para con-
vencer de lo mismo al juez.
Además, el caso que presentará el fiscal, que le ha convencido de poder
asumir los desafíos que importará tratar de demostrarlo públicamente, resul-
ta que debe exhibir ciertas condiciones, que ha estudiado ya la doctrina y que
son las que revisaremos ahora.
En general, debemos considerar que nos vamos a referir a características
que a la vez pueden constituirse en virtudes en el momento de la comunica-
ción, que reclamará capacidades como las de descripción y narración; sin em-
bargo, habrán diferencias, respecto a lo que debe ser la estrategia de la defen-
sa, pues esta última debe ser estrictamente persuasiva.
Por su lado, el caso fiscal, no consideramos centralmente que tenga que
ser un relato persuasivo; y si lo ha de ser, tal persuasión, se ha de desprender
de modo natural de las características de ser lógico, coherente, verosímil y sen-
cillo. Por otro lado, el caso, debe adaptarse en estricto a los hechos y eviden-
cias de modo que debe exhibir objetividad.

65
Pedro Angulo Arana

Así es que podremos decir que estamos ante un caso fiscal cuando fruto
del trabajo de la policía y del MP, la hipótesis explicativa consolidada, posea
las características que siguen.

II. Sencillez
El caso que ha de sustentar el fiscal ante el juez, en tanto reconstrucción
de lo realmente sucedido, descripción ordenada o cronológica de los hechos, si
cabe, y señalamiento de la autoría del ilícito penal, que incorpore cuanto deta-
lle sea relevante para delimitar también la sanción penal del autor, debe cons-
tituir algo sumamente sencillo, que facilitará en su momento la exposición oral
de aquel, debiendo ambas cosas manifestarse de modo simple.
Parte de la sencillez podrá ser el concluir que la mejor hipótesis explica-
tiva o reconstructiva del hecho será la que pueda erigirse a través del menor
número posible de proposiciones, la que requiera igualmente menos razones
y argumentos y obligue a tomarse menos tiempo para explicarla.
Para calificar la sencillez, vale que se aplique: “la tijera” del filósofo del
siglo XIV, Guillermo de Occam, que ha devenido a conocerse y difundirse
como principio de la parsimonia (en el sentido de moderación) o de economía.
En tal sentido, se desprende de lo que expuso dicho autor, que debe adop-
tarse siempre como la mejor entre dos teorías capaces de explicar un hecho a
la más sencilla. Y bien podríamos desprender de su principio lo siguiente: “No
es necesario buscar muchas explicaciones para aquello que puede ser explica-
do suficientemente de un solo modo”; siendo, en tal sentido, que Occam, bus-
ca descartar siempre lo superfluo o redundante, en cuanto esto último alejaría
de la verdad del conocimiento.
Igualmente, podríamos decir que: “resulta ilógico buscar razones para ex-
plicar aquello que una expresión de la razón ya explicó de modo claro y sen-
cillo”; y de esta manera, hallaríamos que, en sentido contrario a lo encontra-
do, quien pretendiera ir contra la explicación más sencilla lo que perseguiría
es ocultar la verdad de los hechos, por un interés concreto o criterio de con-
veniencia, tal como sucede con algunos defensores, que ofrecen explicacio-
nes enrevesadas.
Así es que la tijera de Occam, modernamente, sirve para medir la calidad,
fortaleza y suficiencia de las teorías, y ayuda al investigador a escoger y pre-
ferir la hipótesis más sencilla y no a la más compleja. Obvio es que a un fiscal
le corresponde proceder del mismo modo.

66
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Además, hay otras ventajas en la explicación más sencilla y ello es que


siempre será más fácil de sustentar y, por tanto, de convencer a los oyentes;
por lo demás, la expresión sencilla del caso importa eliminar los tecnicismos,
latinazgos y cualquier adorno que no permita una sencilla comprensión.
En función de la sencillez o simplicidad(69), se podrá también hacer resú-
menes y expresar lo sustancial del caso en pocas palabras.
No debe perderse de vista que habrá casos que serán imposibles expresar-
los de manera sencilla, lo que tendrá que ver, como explica Moreno Holman,
con aquellos que exijan una mayor actuación probatoria(70), por ejemplo, pues-
to que pueden exigir elementos de convicción y razonamientos que se alejan
de la experiencia común y diaria.

III. Lógica
Resulta obvio que la reconstrucción del hecho, que ofrece dentro de sí el
caso como solución al delito cometido, debe poseer lógica de modo absoluto;
y ello es así dado que dentro del Derecho los fundamentos para las respues-
tas legales obedecen siempre a la lógica. Entonces, resulta claro que el caso
debe poseer consistencia lógica (consistency) que podrá ser definida como la
ausencia de contradicciones.
En tal sentido, por ejemplo, deben cuidarse los tiempos en la explicación
de los hechos. Así, si el acta de detención del imputado, se da a las 3:00 p. m.,
el registro corporal mismo es razonable que se hubiera registrado como efec-
tuado a las 3:15 p. m. y es aceptable que el registro domiciliario se haya efec-
tuado a las 3:30 p. m.; esto es en una relación cronológica razonable y acepta-
ble por ello. En todo ellos existe lógica.
Precisamente los problemas de validez de las pruebas, entre otros temas,
ocurren cuando por error, descuido o desinterés, en las actas que acreditan las
actuaciones, se han consignado tiempos contradictorios que no resultan ajus-
tados con los pasos cronológicos que se tendrían que haber dado, en la reali-
dad, y que motivan a que se desconfíe de lo actuado y se considere que se han
“sembrado” elementos de convicción.

(69) Baytelman, Andrés y Duce, Mauricio. Ob. cit., p. 99.


(70) Moreno Holman. Ob. cit., p. 35.

67
Pedro Angulo Arana

Igualmente, será ilógico que una persona que fue atacada por la espalda,
habiéndolo señalado una y otra vez, después sostenga que reconoció a su ata-
cante; puesto que se le preguntará, cómo puede haberlo visto, si todo el tiempo
estuvo de espaldas a él y si ha expresado que fue sujetada para que no se mo-
viera. Así, tal aseveración será puesta razonablemente en duda y ante tan gra-
ve contradicción, en ello no podrá basarse un juez para condenar.
Lo mismo sucederá con las afirmaciones de quienes reconocieron al agre-
sor, pero luego se advierte que estuvieron lejos de la escena respecto a la cual
tampoco les favorecía la luz como para haberlo visto, con claridad, conforme
se aprecia, y la defensa lo destaca, en la reconstrucción de los hechos, en que
se discute inicialmente la distancia a la que siempre afirmaron haberse encon-
trado respecto del lugar donde se suscitó la agresión.
Igual será ilógico que se afirme una autoría de robo cuando los elemen-
tos de convicción solo manifiesten una pelea, originada posiblemente en ra-
zón de celos o conflictos sindicales, argumentándose sin lógica que se sustra-
jo dinero, un reloj y un celular. Así, pues, para dar por sucedido todo lo que se
atribuye tendrían que existir elementos de convicción que lo indicasen pues-
to que de otra manera se tendrá, conforme a la regla de la experiencia, que ta-
les afirmaciones solo son argucias para “agravar” la situación del inculpado.
Lo referido quiere decir que el caso que expone el fiscal, en tanto recons-
trucción del hecho y exposición detallada de la participación de sus partícipes,
sumando detalles y datos corroborantes, debe poseer la calidad de ser lógico,
en cuanto manifestarse creíble y que no pueda objetarse, espetándose por ser
fantasioso, artificioso, incoherente y hasta inaceptable, por contradecir el sen-
tido común, las experiencias humanas o las ciencias conocidas, y casi por exi-
gir fe, para que se le dé por cierto, pues todo lo último, contradice a la lógica.
Debe considerarse que actuaciones propias de buena fe, sin considerar
cómo serán tomadas por los juzgadores, podrían dar motivo a generar dudas.
Así por ejemplo, pretender “traducir” un testimonio y registrarlo en el papel
de modo “claro”, tendrá un costo enorme, cuando en el juicio oral, al escuchar
a una persona que habla de modo oscuro, poco coherente o como quechuaha-
blante, se creerá que el testimonio fue “armado” o “fingido” para imputar. El
hecho es que se llevará a pensar que el testigo, solo firmó el documento.
En conclusión, el fiscal debe ser absolutamente escrupuloso y respetar la
forma en que hablan las personas, recomendar que se registren las horas rea-
les, que las personas sean llevadas a la escena del delito y allí expliquen sus
testimonios y, en suma, solo ha de inculpar con lo que aparezca objetivo y ló-
gico, solo ello conformará el caso y lo demás no; precisamente, para evitar los

68
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

errores en que quisieran hacer caer a las partes, existe su propio rigor en la ca-
lificación de las pruebas.
Rafael Blanco, por lo dicho es que sostiene que en la configuración del
caso, deben emplearse: “(...) reglas elementales de la lógica, conocimientos
científicamente afianzados, y/o máximas de la experiencia adquirida por cual-
quier ciudadano”(71).

IV. Verosimilitud
La verosimilitud debe ser una característica esencial del caso. También
se le denomina credibilidad, sosteniéndose lo que sigue: “(…) los argumen-
tos del litigante solo serán efectivos si convencen al tribunal. Y es difícil con-
vencer a los jueces de que crean razones en las que ni siquiera el abogado que
las representa cree. Teniendo especialmente en cuenta que en el procedimien-
to penal el juez valora libremente la prueba la palabra clave que rige toda la
prueba es credibilidad”(72).
Podemos con facilidad entender que un caso será más fuerte y sólido si es
más fácilmente creíble, en razón de que las personas que escuchan la recons-
trucción del hecho lo considerarán como muy cierto o innegable. Ello obede-
cerá a que lo que se les indica lo consideran muy posible y que, además, se les
presentan claros elementos de convicción para demostrar los asertos; sin em-
bargo, lo cierto es que podría suceder un hecho, o dentro del hecho, algunos
elementos del mismo, que a primera vista fueran difíciles de creer.
La verosimilitud es una necesidad del caso, puesto que se sabe que el fis-
cal no estuvo en el lugar de los hechos y, sin embargo, tratará de convencer de
que las cosas sucedieron tal como él lo expresa. Por ello, sus asertos, para él
y los demás, han de constituir la reproducción o reconstrucción exacta del he-
cho y de las acciones de sus intervinientes. Entonces, se requiere que primero
se convenza el mismo fiscal y luego que convenza también al juez.
La verosimilitud deberá hacerse fuerte, precisamente, por tener que prepa-
rar y cautelar el reto que significa generar el convencimiento del juez, el que
debe conseguirse, en abierto y franco enfrentamiento a la oposición que pre-
sentará la defensa, la que se esforzará en atacar cuanto afirme el fiscal o parte

(71) Blanco, Rafael; Decap, Mauricio; Moreno, Leonardo y Rojas, Hugo. Litigación estratégica en
el nuevo proceso penal. Lexis-Nexis, Santiago de Chile, 2005, p. 22.
(72) Baytelman, Andrés y Duce, Mauricio. Ob. cit., p. 99.

69
Pedro Angulo Arana

de ello, poniendo a prueba los márgenes relevantes de su caso, aunque solo


sea para tratar de generar alguna duda razonable.
El juez, a quien sabemos consciente de que el fiscal no estuvo en el lugar,
durante los hechos acontecidos y sabedor de que aquel buscará convencerle
de que ha llegado a saber cuanto ocurrió, resulta natural que analice y exami-
ne lo expuesto por el fiscal y sus conclusiones con algo de escepticismo, como
para descubrir si aquel no se estará dejando llevar por el interés persecutorio
de su cargo o habrá sido sorprendido por equívocos. Esto último se debe te-
ner claro sin aspavientos.
Quiroz explica: “No confundir que “creíble” solo tenga que ver con el re-
lato o discurso que expondrá ante el juzgador, lo más importante es la credibi-
lidad de la prueba a presentar, hay factores que típicamente influyen sobre la
credibilidad, en el testimonio (consecuencia con la experiencia común, con-
secuencia interna, consecuencia con los hechos conocidos y detalle) y la de
los testigos (conocimiento experto, motivo, comportamiento y jerarquía o sta-
tus socioeconómico)”(73).
El desafío resulta de alto grado cuando solo se consiguen indicios para
demostrar el caso y ningún elemento de convicción, por lo que se tendrá que
echar mano de las inferencias y juicios bastante rigurosos para tratar de re-
construir cuanto sucedió. Allí, los puntos de partida son los datos ciertos y se
valorará el hecho de que ante cada afirmación elaborada no existan otras ex-
plicaciones alternativas como respuestas, pues si ello sucede, no habrá caso.
Resulta claro que en la prueba por indicios es donde la verosimilitud de-
berá alcanzar mayor fortaleza, apoyada en los datos ciertos y en la buena cons-
trucción de las inferencias.
Finalmente, no podemos pasar por alto que si el caso es verosímil el ex-
positor también lo debe ser y ello tiene que ver con que no se estén en la prác-
tica forzando los casos y presentando en estrados judiciales asuntos incom-
pletos y sin forma. En tal sentido, se dice: “(...) contribuyen a aumentar la cre-
dibilidad, el respeto que el profesional ya ha ganado en sus intervenciones en
otros debates, en los cuales ha mostrado su integridad, cordialidad y seriedad
en los asuntos en los que ha intervenido”(74).

(73) Quiroz Salazar. Ob. cit., pp. 301 a 302.


(74) Cano Jaramillo. Ob. cit., p. 127.

70
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

V. Suficiencia
La suficiencia, también denominada autosuficiencia(75), como característi-
ca supone que en la explicación que ofrece el caso no existirán vacíos o, por
lo menos, no vacíos relevantes en cuanto a hechos o detalles que pudieran ser
discordantes o aparecer en el aire, respecto al planteamiento central del caso
fiscal. Lo dicho importa que la narración del caso será capaz de dar razón y
colocar en un lugar concreto de los hechos, cuanto tenga que ver con la actua-
ción del acusado y de sus cómplices, puesto que de no ser así, quedaría como
una hipótesis defectuosa.
En otras palabras, no puede ser que un caso penal, visto como un todo,
solo ofrezca espacio explicativo y asimile en su engranaje solo una parte de
los hechos sucedidos, que se conoce que acontecieron precisamente por ele-
mentos materiales que los demuestran; pero que carezca seguidamente de ca-
pacidad para explicar elementos o situaciones, de los cuales también hay no-
ticia, que resultarían contradictorios (al caso mismo).
Higa refiere que el caso debe ser comprehensivo: “El caso debe abarcar
todos los hechos relevantes de la historia contada a la autoridad organizados
de manera armoniosa, sin que aparezcan contradicciones, vacíos o disonan-
cias en la historia”(76).
Por ejemplo, podríamos inculpar a José por un hurto, en razón de que es-
tuvo trabajando días antes en el inmueble donde se produjo el hecho. Y se di-
ría que no se produjo fractura, pues él se habría apoderado de una llave de la
casa y que desapareció mientras él todavía estuvo trabajando allí. A lo dicho,
se podría agregar que testigos dicen haberlo creído ver, el día que se produjo
el hecho, cerca del inmueble afectado.
Así, pues, la hipótesis de que fue José el autor del hecho es coherente con
lo hasta ahora relatado; pero ¿qué pasa si debe dar cuenta de otros detalles
más? Así es que si José presenta un boleto en el cual se consigna que el día
del hurto viajó al Cuzco, la pregunta es: ¿cómo es asimilado ello por la narra-
ción del caso?
La suficiencia quiere decir que el caso, tal como es presentado y narra-
do por el fiscal, poseerá suficiente fuerza explicativa respecto al hecho o los
hechos que componen el asunto a dilucidar, así como respecto a las diversas

(75) Moreno Holman. Ob. cit., p. 33.


(76) Higa Silva. Ob. cit., p. 25.

71
Pedro Angulo Arana

aristas y detalles que también lo componen y requieren ser “colocados” y ex-


plicados en sus relaciones relevantes. También debería de dar respuesta a ob-
jeciones que tendrían como sentido, contrariamente a lo dicho, demostrar que
alguna parte del caso, no ocurrió como se relata.
No debemos dejar de preguntarnos respecto a los detalles –antes de pre-
sentar el caso fiscal–, si todos ellos ya fueron comprendidos y si no ha queda-
do de lado alguna pregunta relevante, puesto que nos arriesgamos a que en el
juicio oral recién se haga una pregunta crucial y se acredite que no tenemos
un caso. La suficiencia del caso es un elemento que nos indicará si debemos
acusar o no, puesto que las preguntas y observaciones sobre la insuficiencia
del caso lloverán en el juicio oral.

VI. Flexibilidad
Un buen trabajo del fiscal da como fruto un caso que debe ser una estruc-
tura sólida dentro de la cual deben aparecer vinculados en armonía, de modo
coherente, los hechos acontecidos, los vestigios y elementos de convicción
encontrados, incluidos los testimoniales, y también las acciones en detalle de
las personas que intervinieron y a quienes se les atribuye los diversos grados
de responsabilidad.
A pesar de lo dicho, del caso se afirma que debe de ser flexible en ciertos
términos. Ello importa sostener que el caso de modo calculado debe ser pre-
sentado y narrado, desde un inicio, de modo tal que luego pueda asimilar o ad-
mitir reajustes no sustanciales dentro de sí mismo, sin mayor problema; lo que
supone que debe evitarse, cuando se le narre, una rigidez excesiva en los deta-
lles que impida alguna aclaración posterior respecto a algún hecho.
Así es que se afirma: “Tampoco se debe cambiar el esquema en forma ra-
dical, es necesario apreciar las premisas mayores de cada acto o hecho y con
ello a las subordinadas, es posible que la carencia esté en una de ellas y no en
el conjunto de la integralidad de la prueba”(77).
Lo que puede suceder en lo práctico es que no todas las afirmaciones que
se debieran hacer tendrán base sólida como para hacerse con detalle y, por ello,
es mejor expresarse de modo genérico aunque suficiente, como para omitir lo
desconocido; cumpliendo así con no fallar al pretender especular respecto de

(77) León Peralta, Víctor Orielson. El ABC del nuevo sistema acusatorio penal. Ecoe ediciones, Bogotá
D.C., 2005, p. 206.

72
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

aquellos, ya que elementos febles podrán ser contradichos y hacer quedar mal
a quien asumió el riesgo al afirmarlos.
Así, por ejemplo, podríamos tener que afirmar que un delito se realizó
con pistola o con revólver teniendo un testigo que dice haber visto un revól-
ver y otro que considera estar seguro de haber visto una pistola. Así, si tuvié-
ramos testigos contradictorios, sin que se hubiera hallado el arma, mejor es no
arriesgarse por ninguno.
El hecho es que en un caso como el mencionado lo mejor podría ser referir-
se a un arma de fuego y no explicitar nada más, y dejarlo, por tanto, a las resul-
tas de una discusión o actuación posterior, como podría ser un debate pericial,
y ocurrirá que nunca sostuvimos algo contradictorio, que pudiera ser explota-
do por la parte contraria. Igualmente, debería averiguarse si en el caso de los
testigos, se sabe diferenciar entre una y otra arma, lo que no tiene que ser algo
obligado y se supliría con una descripción más o menos detallada de lo que vio.
Así pues, la idea es que no nos yugulemos con afirmaciones temerarias,
puesto que para rellenar vacíos imaginamos y con ello completamos el caso.
Un caso armado con intuiciones, probabilidades, apuestas o adivinanzas nos
puede hundir, dado que se desconfiará al final de todo cuanto hemos afirmado
y ningún juez amparará en esos momentos la sanción penal.
Baytelman y Duce narran una situación en la cual la fiscalía perdió un jui-
cio porque ya en pleno debate oral fue dejando sin explicar nuevos hechos re-
levantes que salieron a luz durante la etapa probatoria, por ello es que respec-
to del caso fiscal, expresamos con palabras de los autores citados, lo siguien-
te: “(...) debe poder explicar cómoda y consistentemente la mayor cantidad de
hechos de la causa, incluidos aquellos que establezca la contraparte”(78).

Un caso estará bastante mejor armado si resulta flexible y fácilmente asu-


me nueva o última información y detalles.

VII. Único
El caso del fiscal, para constituir un producto terminado pasible de presen-
tarse en la acusación, es una estructura que debe dar cuenta explicativa de los
hechos, explicitando la participación de los responsables, y no puede coexis-
tir con otra explicación, siendo en tal sentido, que debe ser único. El caso lo es

(78) Baytelman, Andrés y Duce, Mauricio. Ob. cit., p. 102.

73
Pedro Angulo Arana

porque ha descartado cualquier género de otras explicaciones y solo queda él


con suficiente potencia como para convencer de que fuera de él no existe otra.
Por ello es que Holman indica: “Se tratará de determinar si la imputación
formulada es la única explicación razonable o plausible del caso, de no ser así
siempre deberá absolverse, independientemente de que exista o no una tesis
alternativa fáctica de la defensa y cuál haya sido el éxito de la misma para im-
ponerse en la mente del juzgador”(79).
Al describir la responsabilidad de los participantes y responsables del he-
cho se deben reunir, con rigor y detalle, la correlación entre elementos mate-
riales y acciones humanas, esto es, las acciones que se atribuyen con exacti-
tud. Y obvio es que respecto a todo ello no pueden haber expresiones dudo-
sas de tipo hamletianas o meras especulaciones, sino afirmaciones categóricas
que después se sustentarán con los correspondientes elementos de convicción.
En todo caso, en nuestro código se admite como una excepción justifica-
da la posibilidad de que se efectúen acusaciones alternativas o subsidiarias,
esto es, cuando el fiscal no pueda descartar razonablemente entre dos posibles
calificaciones penales para un mismo hecho, dado que existirían elementos de
convicción que pueden hacer evidente a cualquiera de las dos, como buenas
explicaciones, entonces podrá presentar ambas tesis.
Tal posibilidad de acusar, mediante la calificación de la conducta atribui-
da al imputado, bajo dos tipos penales, sea de modo alternativo o subsidiario
(art. 349, 3), podría haber tenido antecedente a nivel del inicio de la investiga-
ción (art. 336, 2, b); pero, ello no sería un requisito previo, estando a las ex-
presiones de Maier(80), quien defiende que no tienen que figurar las dos califi-
caciones desde el auto de procesamiento (entiéndase disposición de inicio de
la investigación preparatoria).
A nuestro entender, la solución –tomada del profesor argentino Maier– es
lógica y razonable, dado que no se puede pedir al fiscal, en tanto persona que
no ha sido testigo del hecho y que tiene que reconstruirlo en todas sus relacio-
nes, que termine la duda que se le suscite, eligiendo por vía de la adivinanza o
de un sorteo. Por ende, lo mejor es explorar con detenimiento las posibilida-
des que se consideran serias.

(79) Holman. Ob. cit., p. 49.


(80) Maier, Julio B. J. “Acusación slternativa o dubsidiaria”. En: El proceso penal contemporáneo. Antología.
Palestra, Lima, 2008, p. 710.

74
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Por lo demás, ello también contribuirá a que definan más rápido los pro-
cesos puesto que se dejará en su momento de lado el tipo que se descarte y
proseguirá la causa, respecto al hecho que sí encuentre verificación concre-
ta. Y respecto a esto debe tenerse cuidado, puesto que se ha incurrido en erro-
res, por lo que Jauchen indica: “Las figuras de robo o hurto y encubrimiento,
cuando recaen sobre un mismo objeto, tienen una relación de alternatividad
y, por consiguiente, de exclusión; son calificaciones legales alternativas que
corresponde asignar a un único suceso. Por lo tanto, no pueden dictarse reso-
luciones de tipo contrario respecto de un mismo objeto procesal en base a los
diferentes –y demás alternativos– encuadres típicos asignables al mismo”(81).

VIII. Brevedad
La palabra brevedad, proveniente del latín brevitas y brevitatis, en el Dic-
cionario de la Real Academia Española, significa de corta extensión o dura-
ción; y respecto a la característica del caso, supone una exigencia que se debe
siempre de tratar de cumplir, aunque en último caso, la imposibilidad de ha-
cerlo, será material debido a las circunstancias que hacen la identidad del caso.
A este respecto, Holman explica: “La narración a ser presentada ante los
jueces debe elaborarse teniendo a la vista las limitaciones y restricciones de
un juicio, como son su extensión, la capacidad de concentración de quienes
intervienen en él, entre otras, todas las cuales nos llevan a recomendar a que
ella, obviamente considerando las particularidades del caso concreto a litigar,
sea lo más breve posible, que se eliminen de ella todas las cuestiones que no
sean jurídicamente relevantes o que no aporten información de credibilidad
relevante”(82).
Obvio que se trata de la capacidad de hacer un esfuerzo de síntesis, cuya
utilidad se podrá advertir al momento de la presentación escrita tanto como
oral, y se ganará cuando el caso sea comprendido sin problemas por los jueces.
Seguro se recuerda aquella frase que dice: “lo bueno si breve, dos veces bue-
no”, que nos recuerda las dificultades de tiempo que posee la justicia en una
realidad donde la carga, siempre desborda y el tiempo es oro para atenderla.
No debe perderse la atención de que el caso tiene una misión de ofrecer
información y para que sea valioso lo expresado, debe tener cualidades que

(81) Jauchen, Eduardo M. Derechos del Imputado. Rubinzal-Culzoni, 2005, p. 393.


(82) Moreno Holman. Ob. cit., p. 36.

75
Pedro Angulo Arana

permitan su fácil asimilación y en tal caso, la brevedad, tiene una bondad siem-
pre reconocida y buscada.

IX. Coherencia
La coherencia es la calidad que impone que el caso una vez narrado: “(...)
no debe presentar fisuras internas o externas, es decir, cada una de las evi-
dencias que los justifican y todas ellas analizadas en su conjunto deben llevar
inequívocamente al tribunal a la conclusión de que los hechos ocurrieron de
la manera esbozada (...)”(83).
Se implica, por ejemplo, que dentro de cada actuación, a partir de los me-
dios de prueba, debe aparecer información complementaria con la que ofrece-
rán los otros elementos de convicción, de modo que entre todos exista armo-
nía respecto a la información que ofrecen los demás medios, dada porque to-
dos apunten en un mismo sentido inculpatorio, por ejemplo.
También se indica: “Diríamos, por ejemplo, que es incoherente el com-
portamiento de un hombre que para salir de una estancia, en vez de hacerlo a
través de la puerta, excava con la uña un agujero en el suelo (...)”, y también:
“Cuando la coherencia se predica de comportamientos parece que esta tiene
algo que ver con la llamada racionalidad instrumental: se dice que los medios
son incoherentes respecto a los fines o a los objetivos que se persiguen, esto
es, que son inadecuados para su consecución”(84).
A este respecto, debe cuidarse que la coherencia no puede motivar a que
en la investigación “se recorten” los datos o información obtenida, para que
aparezca un producto aceptable en la condición de “caso”. Ello no servirá de
mucho y traerá grandes problemas, pues en el juicio oral, podrían aparecer con
mayor fuerza y grave perjuicio, tales puntos o temas que fueron dejados de lado.
Por lo dicho, recordamos las expresiones de Baytelman y Duce: “El juicio
oral es tremendamente vertiginoso; cada instante produce nueva información,
y esa información debe ser capturada y procesada, puesta en relación con el
todo y con cada una de las otras piezas probatorias. El litigante debe reaccio-
nar a ese átomo de información de una determinada manera, y para todo ello

(83) Moreno Holman. Ob. cit., p. 34.


(84) Comanducci, Paolo. Razonamiento jurídico. Elementos para un modelo. Biblioteca de Ética, Filosofía
del Derecho y Política, Médico D.F., 2004, p. 58.

76
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

no cuenta más que con un instante; al instante siguiente habrá que procesar el
próximo pedazo de información”(85).

X. Objetividad
La objetividad constituye una calidad que necesariamente debe poseer el
caso, en cuanto aquel debe ser fruto exacto de lo que pudiera haber sido recu-
perado o conocido de algún modo y que reflejara la materialidad del hecho,
la calificación legal este y de lo que indiquen los medios de prueba y los ele-
mentos de convicción o indicios.
Así, pues, en el caso fiscal, nada debe ser ni artificial ni forzado, pues lo
que se verifique y enarbole tiene que ser producto de la acción de la persona a
la cual se le acusa y de ninguna manera se le podrá atribuir lo que no fuera su
factura, pues en sentido estricto ello sería injusto. Esto se vincula con el De-
recho Penal de acto.
Así es que, la suficiencia jurídica supondrá siempre que los hechos deben
objetivamente encontrar amparo en la norma (encuadrarán en ella), y ello se-
guirá fielmente al principio de legalidad; igualmente, respecto al sustento pro-
batorio, esto es, la parte del caso que refiera la forma de producción de los he-
chos y respecto a la responsabilidad del acusado, ambos deben encontrar un
sustento objetivo, en cuanto a los elementos materiales que los corroboren.
Claro que es posible que el fiscal, en algún caso, pueda optar por imputar
lo que considere posible de demostrar, advirtiéndose que en ello no se cede
en cuanto fingir la autoría de algo que no se hizo. Lo que ocurre es que, según
la materialidad del caso, más sencillo podrá ser probar la autoría respecto al
uso del documento falsificado que la misma falsificación del documento y, por
ende, desde el interés persecutorio se preferirá comprometerse a demostrar lo
que es más sencillo y de todos modos implicará una condena.
En lo referido no hay nada que signifique ceder en la preocupación o res-
peto por la objetividad, pues siempre la autoría se vinculará objetivamente al
tipo penal conveniente. Si bien hay cierto margen de posibilidad de escoger,
no puede funcionar ni la analogía ni la elasticidad del tipo penal, pues ello,
como bien sabemos, no existe.

(85) Baytelman, Andrés y Duce, Mauricio. Ob. cit., p. 103.

77
Pedro Angulo Arana

XI. Revestirse de verdad


Esto importa que si la finalidad, aunque sea instrumental del proceso, es
llegar a la verdad, con la edificación del caso y su presentación, no puede razo-
nablemente apuntarse hacia otra cosa. Y de lo dicho, se desprende que el caso,
debe constituirse en expresión de la verdad de lo sucedido y con esa convic-
ción es que lo debe presentar el fiscal.
Mendaña, sobre el tema, expresa: “No se puede dejar de reconocer en el
juicio ese espacio vital, en el cual las partes, el juez, los órganos de prueba y
el público, participan para hacer posible la búsqueda de la verdad de un modo
más eficaz y controlado y en el que el conflicto primario se redefine (...)”(86).
Bajo tal convicción es que se indica: “(...) el Ministerio Público, en tan-
to órgano público de la acusación, tiene el deber de investigar la verdad obje-
tiva acerca de la hipótesis delictual, (...)”(87) y se agrega: “(...), pues su interés
no es el de lograr cualquier condena, sino –como se acaba de puntualizar– el
esclarecimiento de las circunstancias fácticas relativas a la hipótesis delictual
objeto del procedimiento, conforme a una actuación presidida por el princi-
pio de objetividad (...)”(88).
Por ello es que en el proceso, desde el punto de vista fiscal, no intere-
sa cualquier hecho y su probanza, sino que interesan ciertos hechos; no in-
teresan todos los que constituyeron la realidad de lo sucedido, sino aquellos
escogidos hechos que poseen vínculo jurídico con el asunto o conflicto pe-
nal, que constituyen el caso. Por ello se dice: “debe tratarse de un hecho re-
levante. Para Liebman esto significa que los hechos deben ser tales ‘que la
demostración de su existencia o inexistencia aparezca como de influencia
para la decisión de la causa’”(89).

(86) Mendaña, Ricardo J. “La Reforma Procesal Penal y una nueva relación del Ministerio Público con
las víctimas del delito”. En: Cómo prepararse para el nuevo proceso penal. Horst Schönbohm y otros,
Ediciones BLG, Trujillo, 2006, pp. 79 y 80.
(87) Arocena, Gustavo Alberto; Balcarce, Fabián Ignacio y Cesano, José Daniel. Prueba en materia
penal. Editorial Astrea, Buenos Aires, 2009, p. 48.
(88) Arocena y otros. Ob. cit., pp. 48 y 49. Otra es la visión del juez, y para comprenderla, se cita a Andrés
Ibáñez, quien expresa que la vigencia como regla de juicio: “impone al juez el deber de asumir desde la
neutralidad, la acusación como una hipótesis que solo puede llevarle a la afirmación de culpabilidad a
través de la comprobación cuidadosa del fundamento probatorio de cada uno y de todos los elementos
de la imputación, según lo que resulte del juicio”.
(89) Horvitz Lennon, María Inés y López Masle, Julián. Derecho Procesal Penal, La etapa
intermedia o de preparación del juicio, la prueba, la etapa del juicio oral, los recursos, los procedimientos
especiales, ejecución de las sentencias condenatorias y de las medidas de seguridad, la acción civil en
el proceso penal. Tomo II, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2006, p. 132.

78
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

XII. Bien jurídico tutelado


En el caso, se entiende que se debe destacar un bien jurídico tutelado por
la norma, que si en lo penal se le ha prestado atención, ello se hizo puesto
que es realmente importante y cada caso penal es precisamente una oportuni-
dad para preparar un discurso especial señalando su importancia e interés del
modo más creativo posible. Así pues, cada caso y el bien protegido será una
oportunidad para redescubrir una más fuerte forma de protegerle y cautelarle.
Rafael Blanco expresa: “De lo que se trata es de entregar al juzgador otros
elementos, valores o bienes jurídicos reconocidos por la sociedad en su con-
junto, que se encuentran en juego en el caso que ellos deben resolver, entre-
gándoles así una razón adicional fundada en nuestras creencias, necesidades y
convicciones como sociedad, para fallar en nuestro favor”(90).
Respecto a este tema, bien se aprecia en la práctica que se vincula algo
con la persuasión, puesto que el tema jurídico se destaca en cuanto el interés
social y público también en su particular cuidado y en la represión de las con-
ductas que lo violentan; sin embargo, este tema se descuida, aparentemente,
como si se diera por supuesto que el bien protegido, siempre generará interés
en protegerle, sin necesidad de recalcarlo.
Entre los norteamericanos se aprecia, a este respecto, un incisivo tono por
el cual se resalta el bien jurídico en juego, en el caso concreto, haciéndole ver
como si fuera el más importante, al momento de discutirse. Así de pronto lo
es o lo será sucesivamente la salud de la persona, el dinero honradamente ga-
nado, el honor o la vida misma.

(90) Blanco. Ob. cit., p. 23.

79
Capítulo 5
Las partes
componentes
Capítulo 5
Las partes componentes

I. Generalidades
Un caso fiscal, listo para ser presentado mediante una acusación escrita,
para requerir la causa probable y más tarde presentarlo también en el alegato
de apertura, consideramos que requiere reunir cuatro componentes esenciales
que, de no encontrarse, implicarían que no se ha logrado armar el caso.
Así es que los componentes son: el hecho, basado en lo que fue inicial-
mente señalado o denunciado y que tuvo apariencia de delito y por lo que se
determinó la realización de las investigaciones. Seguidamente, obrará la cali-
ficación del hecho anotado como delito, acción efectuada, en cuanto el hecho
resultó subsumido en una norma penal; seguidamente, se deben considerar los
elementos de convicción, que puedan haberse recogido y que pretenden vin-
cular a un presunto autor del ilícito penal(91) y finalmente a una persona pasi-
ble de imputarle la comisión del hecho.
Los teóricos colombianos asumen que el caso es analizado a tres niveles;
empezando por el nivel jurídico (no por el hecho, como empiezan los teóri-
cos de otros países), continúa por el nivel fáctico y termina en el nivel proba-
torio(92); a lo cual consideramos que debemos agregar el nivel criminológico,
para referirnos al imputado y cuanto se pueda esclarecer del origen de su de-
cisión criminal y las motivaciones que hubiera tenido.

(91) Talavera Elguera, Pablo. La prueba en el nuevo proceso penal, Manual del Derecho Probatorio
y de la valoración de las pruebas. Academia de la Magistratura, Lima, 2009, p. 45.
(92) Fiscalía General de la Nación y otros. Técnicas del proceso oral en el sistema penal
acusatorio colombiano. Manual para operadores jurídicos. Ana Montes Calderón y otros, consultores.
Bogotá, Colombia, 2005, p. 105. Puede apreciarse que en sus análisis no parte del hecho, sino desde
un encuadramiento jurídico del hecho, esto es que el hecho que motiva los actos de investigación es
el hecho subsumido en la norma penal aplicable. Así es que para ello el elemento fáctico (en segundo
lugar), aparece para sustentar lo jurídico; y lo probatorio, deviene a sustentar lo fáctico.

83
Pedro Angulo Arana

A nuestro entender, todavía no se ha considerado al imputado como ele-


mento del caso dado que, como advertimos desde un inicio, la teorización del
caso se ha realizado desde las perspectivas de la defensa, a la cual evidente-
mente le resulta difícil asimilar, inclusive teóricamente, la preexistencia de un
vínculo objetivo de autoría, que debe existir o perfilarse objetivamente para
que el fiscal realice la acusación.
El nuevo Código adjetivo también se refiere de algún modo, aunque no
sistemáticamente, a los cuatro elementos que enumeramos, apreciándose que
cuando el fiscal califica la investigación preparatoria, podría ya tener casi ar-
mado el caso; pero si acaso faltara todavía la identificación del autor, se le ha-
bilita que pueda encargar tal tarea a la Policía Nacional (art. 334,3), sin lo cual
no podrá seguir accionando.
Posteriormente, cuando se hace referencia sobre el desarrollo del juicio
oral, se expresa que luego de instalada la audiencia, y habiendo el juez de la
causa enunciado la información básica del proceso, acto seguido, el fiscal rea-
lizará su exposición y se menciona lo básico que se ha de indicar, diferencián-
dose claramente los elementos del caso (art. 371, 2) y entendiéndose que tie-
ne que existir una persona señalada como presunta autora.
Así, se dice que: “expondrá resumidamente”, en clara referencia a que pre-
sentará su alegato inicial, en el cual centralmente se requiere entonces la pre-
sentación (como contenido) del caso fiscal, enunciando a sus componentes: los
hechos objeto de la acusación, la calificación jurídica y las pruebas que ofreció
y fueron admitidas (obvio es que se hace referencia a los elementos de convic-
ción destinados a convertirse en prueba).
Además, en la acusación se manifiestan un conjunto de solicitudes que im-
portan las consecuencias del delito, en el sentido de la pena a aplicar, la repa-
ración civil y otras, que debe allí señalar el fiscal, según las circunstancias
modificatorias de la responsabilidad, que concurran, respecto a cada acusado.
En términos de información, sea que se le descubre por la autoridad o que
se recibe, más o menos formalmente, la noticia del ilícito penal, todo empieza
con el conocimiento del hecho que lesionó un bien jurídico, que el Estado pro-
tege por haber sido considerado en el Código Penal; lo siguiente, es la verifica-
ción de que es un ilícito penal y se deberá recoger todo aquello que demuestre
que tal hecho ha sido causado por una persona capaz de responder penalmente.
En los capítulos que siguen, precisamente, hemos de prestar atención a
los elementos que deberán de tenerse en cuenta en la configuración del caso;
analizando el hecho, su calificación penal, los elementos de convicción y al

84
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

imputado, y revisaremos, también, someramente, cuanto debe agregar la in-


vestigación preparatoria.
En lo que sigue, estudiaremos en términos genéricos, sobre todo las refe-
ridas al nuevo Código adjetivo, las configuraciones conceptuales de las figu-
ras que hemos de utilizar en los capítulos siguientes.

II. El caso y la acusación fiscal


Entre nosotros, el caso será un elemento a expresar dentro de la acusa-
ción, tanto de la escrita como de la oralizada, en el alegato de inicio, en una
relación continente contenido, debiéndose considerar que en la acusación de-
ben presentarse otros elementos tales como las pretensiones (art. 394, 2). No
se debe descuidar que si bien el caso es un elemento central (con sus requisi-
tos de detalle) a los fiscales les corresponderá atender a otros elementos que
exige la acusación (art. 349).
El hecho es que en la práctica se puede demostrar inexperiencia o los ca-
sos se pueden perder en razón de diversas formas de descuido respecto de de-
talles relevantes de los cargos que se obvió colocarlos en la acusación escri-
ta, pues el fiscal se confió en que los podría expresar al presentar su caso, en
el alegato de inicio, ocurriendo que en este, muchos jueces, solo requieren un
resumen, donde no se puede ingresar en detalles que, para el imputado serán
necesarios, conforme a los requerimientos de su defensa.
Lo que debe hacerse es concordar la acusación escrita con el caso fiscal,
de modo que por escrito y oralmente se ofrecerán los detalles de lo que sea
notable y útil y que más tarde se podría reprochar por no haberse menciona-
do. Lo que se buscaría es que la defensa, después no pueda aducir indefen-
sión o alguna violación al principio de concordancia o congruencia. Así pues,
el fiscal debe anticipar en el alegato, que luego no se aduzcan indefensiones.
No se debe descuidar que bajo el principio de concordancia, igualmente
la acusación, a su vez, debe tener en cuenta y debe referirse a los hechos y a
las personas que fueron incluidos en la disposición de formalización de la in-
vestigación preparatoria, aunque podría variar la calificación jurídica del he-
cho (art. 349, 2).
Respecto al contenido de detalles a tener en cuenta en el caso penal, que in-
crementan la constitución del caso, los veremos en los capítulos que continúan.

85
Pedro Angulo Arana

III. El caso penal y el hecho


Apreciamos en la norma nacional adjetiva que el hecho al cual nos refe-
rimos, que es el que da origen a las acciones o actividades de investigación
de los órganos de persecución del delito, resulta siendo presentado con diver-
sas expresiones, pero haciendo referencia a lo mismo. Consideramos que ello
obedece a que se ha pretendido usar la riqueza de la lengua española, para no
hacer aburrida la lectura.
Así en principio, apreciamos que se hace referencia al hecho; pero men-
cionándose a: “(...) un hecho que reviste los caracteres de delito” (art. 329,
1). Y, en el mismo sentido, se habla del: “hecho punible” (art. 326, 2, b) y
también, aunque en plural, se habla de: “los hechos delictuosos”. Por tan-
to, cuando en el Código Procesal Penal, se habla del hecho, se trata de un
hecho con características singulares. Además, apreciamos que también se
hace referencia a los: “elementos esenciales del hecho”, inicialmente reco-
gidos (art. 331, 1).
La referencia última nos permite advertir y considerar que la norma im-
plica que un hecho podría comprender dentro de sí, en muchos casos, a varios
elementos que lo conformarían, en cuanto actividades diversas, varias con-
ductas desplegadas o acciones múltiples desarrolladas dentro de un solo ilíci-
to penal, siendo por ello que, a veces, los hechos aparecen designados en nues-
tra norma de modo plural, aunque solo se trate de un hecho material (presun-
to ilícito penal) a investigar.
Lo anteriormente dicho sucede, por ejemplo, cuando se hace referencia
a las diligencias de investigación, que se indica serán: “(...) conducentes al
esclarecimiento de los hechos” (art. 322, 1); y cuando se hace referencia al
informe policial, que debe efectuar: “(...) el análisis de los hechos investiga-
dos” (art. 332, 2) o cuando se hace referencia a la denuncia, que debe con-
tener: “una narración detallada y veraz de los hechos” (art. 328, 1) y cuan-
do se indica que las diligencias preliminares están destinadas a determinar:
“si han tenido lugar los hechos (…)” (art. 330, 2) y cuando se hace referen-
cia a la actividad del fiscal, vinculada al: “lugar de los hechos” o la “reali-
dad de los hechos” (art. 330, 3).
Las referencias a los hechos en plural, en realidad, son muchas, y no se re-
fieren, en sentido estricto, a la comisión de varios ilícitos a la vez, sino a uno
solo de ellos (arts. 335, 1; 336, 2, b; 337, 3, a; 337, 4; 338, 1), que pueden ex-
hibir diversas acciones.

86
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Casi para terminar, hemos de ver también que el hecho de que trata la in-
vestigación formal o preparatoria, termina calificado simplemente como deli-
to (arts. 322, 3; 326, 2, a; 331, 1 y 2); aunque se aprecian también casos en los
que tal denominación aparece más justificada; en cuanto los hechos que con-
forman el ilícito penal, resultan claramente acreditados, desde un inicio, con
uno o varios indicios o elementos de convicción, que poseen sumo peso, en-
tendiéndose ello cualitativamente.
Así es que se hace referencia a la existencia de delito (art. 336, 1) o a la
realidad del delito (art. 336, 4). Finalmente, no debemos pasar por alto que la
norma faculta al fiscal, para que, dentro del curso del juicio oral, poniéndole
como límite no haber culminado la actividad probatoria, pueda efectuar una
acusación complementaria. Esto es que el fiscal tiene una última opción, cuan-
do en el juicio oral advirtiera que se han presentado hechos nuevos o circuns-
tancias que modificarían la calificación legal efectuada o que integrarían un
delito continuado (art. 374, 2).
Por tanto, queda claro que habrá casos en los cuales rápidamente podrá
quedar evidente que lo cometido es un delito, no requiriéndose, por superfluo,
en tales casos, que se haga referencia solamente a un hecho, puesto que ello
se hace de manera inicial, cuando ha de investigarse para dilucidar tal condi-
ción. En lo práctico, habrá casos en que ello es innecesario.
La única manera de prevenir vacíos es haciendo más exhaustiva la inves-
tigación preparatoria; sin embargo, por diversas razones, sea cantidad de carga
o imposibilidad de acudir a todos los actos de investigación, siempre se susci-
tarán ausencias de información o vacíos.
Por ello se dice: “La inclusión del nuevo hecho, implica el conocimiento
de un nuevo dato que se introdujo durante el juicio y que se desconocía en la
investigación preparatoria. Por ejemplo que el acusado confiese que el delito
lo cometió con arma de fuego y no fue por simple arrebato, por tanto, el he-
cho se deberá calificar por robo agravado y ya no como por hurto simple”(93).

En países que poseen normas muy parecidas se expresa que ello es nece-
sario (la acusación complementaria) como en la práctica se ve entre nosotros,
en razón de que en el juicio oral se realizan descubrimientos y modificaciones.

(93) Gálvez Villegas, Tomás Aladino y otros. El Código Procesal Penal. Comentarios descriptivos,
explicativos y críticos. Jurista Editores, Lima, 2008, p. 734.

87
Pedro Angulo Arana

Así es que se expresa: “La ley establece que se puede ampliar la acusa-
ción por nuevos hechos o nuevas circunstancias, es evidente que en el juicio,
al establecerse en el mismo la inmediación, contradicción, etc., en cantidad
de ocasiones es en dicha fase que se logra una mayor precisión espacio-tem-
poral de la acción (o hechos acusados), se logra una mejor circunstanciación
de los mismos, incluso se descubren en la audiencia oral, a menudo (en espe-
cial en casos de menores), errores temporales que hacen que los hechos acu-
sados no se encuentren acordes con el marco histórico (espacial o temporal)
logrado; en dichas hipótesis si los hechos no pueden enmarcarse en la acusa-
ción debe estar pronto el actor (MP o querellante) a efectuar la corrección del
caso, pues de otro modo no le quedaría al tribunal más que absolver (…)”(94).

IV. El caso fiscal y la norma aplicable


La norma que califica al hecho debe ser dilucidada desde un inicio por el
fiscal, dado que se trata de verificar: “si la conducta incriminada es delictuo-
sa” (art. 321,1) o si no lo es. Y de otro lado, también se deberá verificar si el
hecho de que se trata es de su competencia, puesto que deberá calificar si el
ejercicio de la acción penal es de carácter público (art. 326, 1).
Si acaso se trata de un ilícito notorio, la calificación penal podría ser que
no sea siquiera discutible, sino que el sentido común podría calificarla; sin em-
bargo, en la mayoría de los casos se requerirá dilucidar mediante las investi-
gaciones, la calificación pertinente al hecho, tema que le ha quedado reserva-
do al fiscal en el nuevo modelo.
Seguidamente, luego de efectuadas las diligencias preliminares destina-
das a saber si se trata de un determinado delito o no, podría ser que se descarte
la condición de ilicitud, por lo que procederá al archivo (art. 334, 1). Por otro
lado, podría ser que se alcance a verificar la delictuosidad del hecho, lo que
importará una calificación del mismo. Así la norma indica que la disposición
de formalización de la investigación preparatoria, contendrá: “(...) la tipifica-
ción específica correspondiente” (art. 336, 2, b).
La norma también se pone en el caso de que el fiscal no pueda calificar
si se trata de una figura típica o de otra; esto es, que acabadas las diligencias
preliminares, inclusive, no estaría en capacidad de escoger entre dos posibles
de cuál ilícito penal se trataría.

(94) Fix-Zamudio, Héctor. Función constitucional del Ministerio Público, tres ensayos y un epílogo.
Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F., 2004, 79 a 80.

88
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Una circunstancia a tener en cuenta en la presentación del caso es que al


fiscal también se le ha facultado a que pueda realizar acusaciones alternativas
o subsidiarias, lo que implica que podría presentar dos casos penales en su ale-
gato de inicio. Ello se entiende que ocurriría, como antes indicamos, cuando
todavía no podría haber descartado la producción de alguno de los dos ilíci-
tos, en función de los cuales se inició la investigación; aunque podría haber-
se producido la indecisión, con posterioridad, a pesar de haberse investigado
sobre una sola figura.
Finalmente, será al presentar la acusación, que el fiscal nuevamente de-
berá efectuar la calificación del hecho y deberá mencionar el artículo de la ley
penal en el que se tipifique el hecho (art. 349, 1, f). Ahora bien, hay dos cir-
cunstancias que modifican lo anteriormente establecido, puesto que el fiscal
está facultado por la norma adjetiva para, en su caso, presentar los hechos in-
cluidos en la disposición fiscal, de inicio de la investigación preparatoria; pero,
pudiendo hacer en la acusación una distinta calificación jurídica (art. 349, 2),
que entendemos deberá fundamentar, si acaso escoge hacer ello.
Por ende, se da por descontado que la defensa no podrá argumentar inde-
fensión en el entendido que los hechos respecto a los cuales ha podido escla-
recer los cargos a nivel de la investigación preparatoria son los mismos que se
le presentan y solo variará la calificación jurídica de aquellos.
En tal sentido, lo que puede ocurrir es que, luego de realizada la inves-
tigación preparatoria no hubiera podido dilucidar, entre dos ilícitos pena-
les, cuál de estos habría sido el que se produjo; pero también podría ocu-
rrir que considerara efectuar una acusación principal, por el hecho de que,
como convicción personal, asumiera que se ha producido un ilícito grave,
aunque de difícil probanza, estando a los elementos de convicción recogi-
dos; sin embargo, teniendo convicción de tal gravedad, se arriesga a presen-
tar dicho caso y, en caso que no lograse probar aquel, para que la conducta
ilícita no quede impune, presenta una acusación subsidiaria, con una segun-
da calificación del hecho.
Jauchen, respecto a esto expresa que se debe anticipar al debate y a cuanto
surja, pues: “(...) puede desprenderse que el delito doloso fue culposo, que va-
rían los elementos subjetivos u objetivos, que la participación no fue primaria
sino secundaria, etcétera, con lo cual se logra que el imputado y la defensa téc-
nica están tempestivamente alertados de tales incriminaciones a los efectos de

89
Pedro Angulo Arana

su respuesta adecuada y el tribunal habilitado para poder resolver sobre ellas


sin violar la congruencia ni sorprender a la defensa (…)”(95).
Esta posibilidad de acumular acusaciones no necesariamente está a favor
del fiscal, sino que ha sido establecida en favor de la comunidad toda interesa-
da en la persecución y la sanción de los delitos, y en que no queden impunes
aquellas personas que han logrado eliminar los elementos de convicción que
los hubieran incriminado o tuvieron suerte de que tales hubieran desaparecido
en el tiempo. Debe considerarse que la norma requiere explícitamente que se
nombren: “las circunstancias de hecho (...)” que permitan calificar la conduc-
ta del imputado en un tipo penal distinto (art. 349, 3).
En tal caso, hemos de advertir que la calificación penal en un tipo distin-
to, como posibilidad, no se desprenderá del capricho del fiscal, sino de los ele-
mentos de convicción objetivos que presentan la posibilidad que se hubieran
producido cualquiera de los dos hechos que califican como delito y respec-
to de los cuales no se estaría en condiciones de dirimir de cuál se trata. Por lo
demás, en la etapa intermedia, luego de presentada la acusación, en la que el
fiscal expone su caso penal, podrá efectuar modificaciones, aclaraciones o in-
tegraciones no sustanciales (no modificativas del hecho; pero sí de la califica-
ción jurídica que hubiera efectuado).
Por lo demás, en la etapa intermedia, luego de presentada la acusación en
la que el fiscal expone su caso penal, podrá efectuar modificaciones, aclara-
ciones o integraciones no sustanciales (no modificativas del hecho; pero sí de
la calificación jurídica que hubiera efectuado).
Además, en estos casos, debe considerarse que el fiscal confiará en que
durante el juicio oral se podrán incorporar nuevos elementos de prueba que
esclarezcan los hechos y el tipo penal aplicable (artículo 352, 4). Ello es así
porque bien se sabe que en el juicio oral los exámenes de testigos y peritos se-
rán más exhaustivos.
Lo que se estima en varios autores es que en la acusación final, esto es,
luego del juicio oral, evaluando todas las actuaciones de este, ya no podrá ha-
cerse una acusación alternativa o subsidiaria, sino que deberá elegir el fiscal
entre ambas de las que hubiera formulado. Por ende, en el alegato final, sí de-
bería abordar un solo caso.

(95) Jauchen, Eduardo M. El juicio oral en el proceso penal. Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2008,
p. 69.

90
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Finalmente, hemos de advertir que al juez le cabe la posibilidad de des-


vincularse de la calificación penal efectuada por el fiscal, de modo que puede
advertir tanto al fiscal como al defensor que los hechos admiten una nueva ca-
lificación jurídica (art. 374, 1) no considerada. Se advierte que es un tema de-
licado y posiblemente los jueces no lo aplicarían mucho, puesto que ello mis-
mo prácticamente les pondría en condición de tener que demostrar su propio
caso, pues el fiscal podría no ser del mismo parecer y podría continuar tratan-
do de probar su caso, ya que no está obligado a admitir lo que sostiene el juez.

V. El caso fiscal y los elementos de convicción


La configuración del caso fiscal importa siempre que se debe haber logra-
do reunir un importante conjunto de datos o información incriminante, que to-
davía no posee la calidad de prueba; pero que se convertirá en ella, como pro-
ducto de su actuación en juicio oral, siendo en tal confianza, que el fiscal for-
mula su acusación penal.
Así es que la norma indica que la misma investigación preparatoria, a
través de sus diversos actos de investigación, persigue como objeto: “(…)
reunir los elementos de convicción, de cargo y de descargo, que permitan
al fiscal decidir si formula o no acusación (…)” (art. 321, 1). Además, se
estima que aquellos pueden presentarse de modo razonable o como funda-
dos y graves (art. 268, 1, a), de modo que hasta pueden determinar el cum-
plimiento de presupuestos, para que se solicite y dicte una prisión preven-
tiva, y solo nuevos elementos de estos posibilitarán su cesación (art. 283,
segundo párrafo).
El código refiere que el fiscal formulará acusación: “siempre que exista
base suficiente para ello” (art. 344, 1); por lo que se desprende que la eva-
luación de aquello mismo, ha de ser algo objetivo. Así es que apartando de
nuestra reflexión, las razones para justificar el sobreseimiento, por ausen-
cia de tipicidad, causas de justificación o de inculpabilidad y otras; debe-
mos considerar dos circunstancias que tienen que ver con el recojo de ele-
mentos de convicción.
Un tema particular es cuando se concluye que: “No existe razonablemen-
te la posibilidad de incorporar nuevos datos a la investigación”. Así, al mar-
gen de que no existan o existan pocos elementos de convicción, la idea con-
creta es que se evalúa y concluye, que en el devenir posterior no se podrá ad-
quirir nueva información relevante al caso; y por ende, no se podrán obtener
elementos de convicción útiles y pertinentes.

91
Pedro Angulo Arana

Ello obedecerá, en lo fundamental, a la falta de testigos del hecho (que


en todo caso no se conocen) y también a la ausencia de vestigios útiles. De tal
evaluación, de la imposibilidad objetiva de incorporar nuevos datos, directos
o indirectos al hecho, se desprende la inviabilidad de la investigación, en tan-
to se estima que mediante aquella, aunque se extienda más en el tiempo, no se
alcanzará a proveer a su objeto.
La conclusión será que es ocioso postergar su duración y que lo que co-
rresponde es sobreseer la investigación.
De otro lado, también podría ocurrir que en un momento se evalúe que los
elementos de convicción recogidos no alcanzan para solicitar el enjuiciamien-
to; por ende, de lo que se trata es que los elementos de convicción reunidos no
son suficientes y hacen pensar que aunque se acuse, el juez podría considerar
que no hay causa probable de condena y disponer el sobreseimiento. En este
punto: “causa probable significa que hay razón para creer que el denunciado
cometió el delito que se le imputa”(96).
En todo caso, una última consideración que podría sumar de su lado el fis-
cal es considerar, en ambos casos –en el de la inviabilidad de obtener nuevos
elementos de convicción y en el de la insuficiencia de los elementos de con-
vicción ya recogidos–, que en el juicio oral razonablemente se podrán incor-
porar “nuevos elementos de prueba” (art. 352, 4), pues si ello es así, lo podrá
sostener ante el juez de la investigación preparatoria y debería motivar a que
se dicte auto de enjuiciamiento.
En todo caso, en la acusación y para configurar el caso fiscal, se podrán
sumar a los medios de prueba personales que se ofrecerán, esto es, testigos di-
rectos, respecto de la producción de los hechos, así como documentales y tes-
timonios de peritos; como únicas excepciones: las pruebas preconstituidas y
las pruebas anticipadas.
El hecho es que de la evaluación del conjunto que exista, que puede ser
mucho o poco, se deberá apreciar el peso cualitativo que podría tener lo reco-
gido; por ejemplo, una prueba de ADN, a partir del semen dejado en la vícti-
ma de violación, es una prueba por sí sola contundente, en contra del acusado.
Igualmente lo es, por ejemplo, la sangre encontrada en las uñas de la empre-
saria asesinada Miriam Fefer y que pertenece al colombiano Alejandro Truji-
llo Ospina, al margen de lo que aquel sostenga.

(96) SANTIAGO, Wanda L. “El sistema de justicia criminal en Puerto Rico”. En: <http://www.monografias.
com/trabajos14//justiciaptorico/justiciaptorico.shtml>.

92
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

VI. El caso fiscal y el imputado


El imputado, al interior del caso penal, es un elemento que también es una
precondición para que pueda prosperar y consolidarse el caso, debiéndose ad-
vertir que el nuevo modelo procesal, cuyos principios inspiran al Código, res-
pira garantismo por todas partes, rompiendo con el viejo esquema inquisitivo
y centrando el proceso alrededor del respeto al procesado.
No nos equivocamos al sostener que las normas favorables al derecho de
defensa del procesado inundan de modo más que suficiente al Código adjeti-
vo y ello es absolutamente visible, cuando apreciamos, por ejemplo, que las
diez normas del Título Preliminar poseen dentro de ellas sendos mandatos fa-
vorables al procesado y sus derechos(97).
Asimismo, en el Libro Primero, Disposiciones Generales, Sección IV, so-
bre los sujetos procesales, el título II se refiere al imputado y el abogado de-
fensor, y se explaya en el tratamiento pormenorizado de sus derechos, los del
abogado defensor y sobre el momento, carácter y forma en que debe desarro-
llarse sus declaraciones, ocupando diecinueve grandes artículos.
Así, pues, la elaboración del caso resulta que se debe desarrollar superan-
do vallas altas de resguardo del interés y derechos del imputado, lo que obli-
ga necesariamente a estudiar la ley, para verificar en estricto lo que es permi-
sible de lo que no lo es, en el momento de la investigación, que es también
cuando se empieza a generar al caso y respecto a esto debe considerarse que

(97) El artículo I se refiere a la imparcialidad y al plazo razonable; al derecho a un juicio previo, oral público
y contradictorio, desarrollado conforme a la nueva normatividad; al principio de igualdad procesal.
El artículo II trata sobre la consideración y trato de inocente al imputado y respecto a la suficiente
actividad probatoria de cargo para enervar dicha inicial consideración y a que antes de ello, no debe ser
presentado como culpable. El artículo III prohíbe la persecución penal múltiple. El artículo IV indica la
obligación del Ministerio Público de realizar la persecución penal con objetividad, indagando también
lo que pueda beneficiar al imputado y controlando a la Policía Nacional y motivando sus peticiones al
juez para actuaciones jurisdiccionales en ciertos actos de investigación. El artículo V refiere el principio
de legalidad de las penas. El artículo VI indica las condiciones legales para las medidas restrictivas
de derechos, requiriendo resolución motivada, a instancia de parte legitimada, bajo el principio de
proporcionalidad. El artículo VII consagra que la Ley procesal, referida a derechos individuales que
sea más favorable, se aplicará retroactivamente. También se interpretará restrictivamente, la ley que
coacte la libertad o el ejercicio de los derechos procesales. Se establece el in dubio pro reo. El artículo
VIII requiere el respeto al procedimiento constitucional, para la obtención e incorporación de pruebas
al proceso penal, bajo sanción de su no valoración en caso de incumplimiento y sanciona que carecerán
de efecto legal las que violenten el contenido esencial de los derechos fundamentales de la persona. La
inobservancia de reglas en todo caso, no podrán hacerse valer en perjuicio del imputado. El artículo
IX se explaya en el derecho de defensa del imputado, indicando que no estará obligado a declarar y que
no puede ser inducido a ello o a reconocer culpabilidad. El artículo X expresa que todas las normas
anteriores serán utilizadas como fundamento de interpretación.

93
Pedro Angulo Arana

la persecución solo tiene una oportunidad de procesar y, por ello, es que debe
hacerlo muy bien (art. III del Título Preliminar).
Si bien, con los problemas de la violencia en el norte, hay voces que po-
nen en la balanza al garantismo contra la seguridad, creemos que esa visión
no es certera, puesto que se implica que para dotar de seguridad a la ciudada-
nía hay que disminuir las garantías (las que se indican en el Código) y sobre
esto, consideramos errado dicho juicio. En todo caso, lo que se debe comba-
tir es el ultragarantismo, es decir, las interpretaciones de la ley, cubriendo va-
cíos dentro de ella, que realizadas por algunos magistrados, suelen ir más allá
de las garantías que ya ofrece el Código, bajo la creencia de que “eso es ga-
rantismo” y que, por lo contrario, es lo que se ha sumado a generar la mayo-
ría de problemas.
Otra situación cierta es que la investigación a realizar no debe ser ciega,
y solo preocuparse por lo que sea de cargo y luego de reunido un cúmulo de
ello, la defensa lo lleve todo al suelo, cuando tenga la oportunidad de descar-
gar o de presentar algunos elementos de convicción. En tal sentido, si bien al-
gunos sostienen que el fiscal no podrá investigar el descargo, pues tiene tra-
bajo suficiente con lo que es de cargo, advertimos que posee ventaja también
investigar lo segundo, pues servirá para decidir archivos tempranos y no tener
sorpresas después y perder tiempo y recursos.
En tal sentido, la formación del caso no debe ocurrir en función de ignorar
aquello que sirva al descargo, descuidar aquello que debería verificarse a partir
de pedidos de la defensa o descartar por simples pareceres aquello que se soli-
cita investigar, pues es verdad que existen sucesos poco verosímiles pero que
efectivamente suceden, y hay elementos para demostrarlos, por lo que debe
ocuparse tiempo en verificarlos.

94
Capítulo 6
El hecho
Capítulo 6
El hecho

I. Generalidades
El hecho viene a ser el acontecimiento supuestamente producido por obra
humana y que se percibe o alguien sostiene que constituiría un ilícito penal; y
sobre este solo figura una información inicial, ofreciendo datos que posibili-
tan que se pueda lograr un mayor conocimiento de aquel, profundizando en él
con miras a proceder a su reconstrucción.
El caso más especial ocurre cuando el hecho todavía se está producien-
do y resulta descubierto por la autoridad policial, a lo cual se le denomina fla-
grancia, la cual se puede dividir en distintos tipos.
Otras situaciones particulares se presentan cuando el autor del hecho ilíci-
to, sin que se conozca de su producción y autoría, lo confiesa, y conjuntamen-
te, presenta los elementos de convicción que acreditan su propia actuación. En
tales casos, mediante la investigación solo se efectúan corroboraciones perifé-
ricas, si acaso son necesarias, antes de armar el caso.
Igualmente, el trabajo se aligera si los autores y partícipes son varios y al-
guno de ellos confiesa, sea por hacerse acreedor a beneficios o por sentimien-
tos de culpa. En tales casos, el trabajo de investigación se facilita mucho y evi-
dentemente son circunstancias deseables que se produzcan o se debe generar
políticas y trabajo para producirlas.
También pueden conocerse los hechos mediante la derivación de docu-
mentos o antecedentes, por ejemplo, por parte de la Ocma, de la Fiscalía Su-
prema de Control Interno, de la Contraloría, de una Sala Penal que acabara de
terminar un juicio oral o de modo común, a través de una denuncia, sea del
agraviado directamente por el hecho, de algún familiar de este, de un testigo
directo, por información de un funcionario público obligado por su cargo, o
profesional o por noticia o información periodística.

97
Pedro Angulo Arana

En realidad el hecho es fundamental porque es el punto de partida de


todo el trabajo persecutorio; por ello es que Pablo Sánchez, sostiene que el
centro de la teoría del caso son los hechos y la actividad probatoria(98). Ade-
más, existe una característica: “(…) no puede forzarse el hecho para adap-
tarse al delito. La claridad que el litigante tenga sobre el hecho ocurrido de-
terminará en forma directa su posibilidad de seleccionar en forma adecua-
da al tipo penal”(99).
Así, pues, conocido el hecho se requiere efectuar algunas preguntas al de-
nunciante o hacer verificaciones in situ, para descartar que aquel solo posea la
apariencia de delito; de modo que tempranamente se descarte la ilicitud; pero,
de no ser así, sino que se añaden indicios que le presentan como delito, se re-
querirá entonces tomar acciones concretas.
El hecho relevante en lo penal, según el código, es aquel que: “reviste los
caracteres de delito” y solo cuando se sospecha (nada más) la comisión de tal
hecho, es suficiente para que el fiscal inicie actos de investigación. Por tanto,
los actos de investigación deben realizarse siempre, apenas exista una sospe-
cha –se entiende, razonable– de que alguien ha cometido un delito. Por lo me-
nos este es el estándar de nuestro código.
De modo que aquello que pueda ofrecer información relevante, para el
caso, debe ser separado separado de la esfera de influencia, de quienes podrían
alterarlos en favor de su propia impunidad.
Otra cosa es que convendría, en algunos casos no tan sencillos, o respec-
to quienes carecemos de experiencia previa, asesorarnos o acceder a personas
a las cuales consultar, para considerar las formas en que se deberá recuperar
información, recoger vestigios o evidencias de los delitos de modo que nos en-
contremos en mejores de condiciones de profundizar la investigación y, ade-
más, sugerir ideas o intercambiarlas, con quienes –efectivamente– recogen los
datos y estar en mejores condiciones de supervisar el trabajo.
Es verdad que todos tenemos clara la necesidad de involucrarnos con el
caso, sin embargo, no se hace en razón principalmente de la carga que se mane-
ja, pero con ello se perjudica de modo grave los casos y a nuestra mejora pro-
fesional, así como al control efectivo que se debe realizar de los demás actores.

(98) Sánchez Velarde, Pablo. El nuevo proceso penal. Idemsa, Lima, 2009, p. 197.
(99) Loreto, Leticia. Ob. cit., p. 141.

98
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

II. El hecho delictuoso


El hecho que inicialmente debe motivar una investigación de índole pe-
nal es aquel que, en términos de sentido común, posee características que cual-
quier persona podría interpretar que justifican la atención e investigación de
las autoridades.
Para resolver un caso es fundamental conocer bien los hechos. Siempre se
ha sostenido que las normas sin los hechos quedarían inertes, ya que son estos
los que le dan palpitante vida a las normas. “Comprendidos los hechos y na-
rrados correctamente, está resuelto buena parte del problema”(100).
El hecho relevante en lo penal es el que puede ser calificado de sospecho-
so o delictuoso. En el Código, cuando se establece la facultad de denunciar,
se menciona que los denunciados serán los: “hechos delictuosos” (art. 326, 1)
y cuando se norma las diligencias preliminares, se indica que estas tienen por
finalidad inmediata, determinar la delictuosidad de los hechos que la motivan
(art. 330, 2).
Así es que las actuaciones de verificación, pesquisa o investigación se ini-
ciarán para tener en claro –primero– si hubo delito o no, puesto que la sospe-
cha solo es un indicativo no confirmado, elemental, superficial o muy intui-
tivo de la índole criminal del hecho. La sospecha, en todo caso, permanecerá
mientras no se presente una explicación razonable para el hecho o se descu-
bra que existiendo un conflicto, sin embargo, aquel no ingresa dentro del ám-
bito de lo penal, sino que deberá atenderse en otra vía.
Cada hecho tiene características diferentes y los más difíciles de escla-
recer son los que no tienen testigos ni tampoco muchos vestigios, de modo
que la reconstrucción es más lenta y compleja; y obedecerá a la experien-
cia previa del investigador, pero si progresan los descubrimientos, se habi-
litará que se constituyan mayores injerencias o limitaciones más o menos
razonables en la libertad de las personas investigadas y sobre sus derechos
fundamentales.
La experiencia resulta fundamental para aligerar pasos, idear hipótesis,
ir señalando sospechosos y sus perfiles, tales como: formación, necesida-
des, motivación, forma de vida y actuación, primarios o expertos; a través
observaciones como su cuidado o descuido, planificación o espontaneidad,

(100) Cano Jaramillo. Ob. cit., p. 300.

99
Pedro Angulo Arana

violencia o timidez, seguridad o nerviosismo. Y es obvio que ello constitui-


rá un gran avance.
De otro lado, para que se archiven las denuncias, lo que debería de suce-
der es que –precisamente– aquella sospecha de que alguien cometió un deli-
to hubiera sido razonablemente descartada. Ello sucederá cuando los elemen-
tos de convicción no señalen al investigado, sean insuficientes, acusen a otro,
y se descarte que aquel requiriera el apoyo de otros, por lo que tampoco ha-
brá participación.
Lo cierto es que cuando se investiga en razón de una sospecha, pronto
se advertirá si aquella estuvo bien encaminada o no, pues si así es, en el de-
sarrollo de la investigación se irá generando una convicción razonable, en
tanto la apuntalarán razones basadas en datos concretos. Así puede verse
que el sentido de la investigación bien orientada, en relación al autor, siem-
pre será progresivo.

1. El hecho externo
Sobre este tema se expresa que: “[l]os hechos objetivos o externos se con-
figuran como aquellos que el sujeto lleva a cabo –u omite, en el caso de los
delitos de comisión por omisión y de omisión pura– como condición nece-
saria para la realización de la conducta típica. En este sentido, puede decir-
se que los hechos constitutivos externos son los que permiten determinar, en
primer lugar, que se ha cometido un hecho que podría ser delito y, en segun-
do lugar, que el sujeto que lo ha cometido es el acusado, teniendo siempre en
cuenta que ello incluye, al mismo tiempo, la determinación del grado de par-
ticipación en los hechos”(101).
Debe apreciarse que el hecho externo es el primero que se descubre y si
es claro y evidente, como punto de partida, se denomina hecho asentado. “Los
hechos asentados son aquellos que teniendo la condición de relevantes, no ad-
miten discusión, (...)”, agregándose: “Un ejemplo claro de ello, en un proceso
por homicidio, es la realidad de que hay un muerto. No será lógico que la de-
fensa discuta que no hay muerto cuando es un hecho evidente”(102).
Por lo demás, existe un orden de correspondencia, entre los hechos
que se deben advertir, como producidos materialmente, y los que figurarán

(101) Fernández López, Mercedes. Prueba y presunción de inocencia. Iustel, Madrid, 205, p. 57.
(102) Solórzano Garavito, Carlos Roberto. Sistema acusatorio y técnicas del juicio oral. Ediciones
Nueva Jurídica, Bogotá D. C., 2010, p. 136.

100
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

constituyendo la figura típica penal de que se trate y los elementos de convic-


ción que posibiliten su reconstrucción, de modo que tales hechos puedan ha-
cer parte de la acusación.

2. El hecho interno
Otro conjunto de hechos que, según cada caso, se deben acreditar son los
internos, también denominados “subjetivos” o “sicológicos”. Así es que se
dice: “Con dicha denominación se hace referencia a lo que, en términos gene-
rales, puede considerarse la voluntad y las creencias del sujeto en el momen-
to de cometer una acción –u omisión– delictiva o, si se quiere, en un sentido
más amplio, al conjunto de circunstancias que conforman en dicho momento
su estado mental respecto de la producción del hecho delictivo (tales como la
intensión de producir el resultado, si este fue previsto, si hubo alevosía, si el
agente sabía que actuaba en forma contraria al Derecho, etc. Estas circunstan-
cias son, por tanto, las que en el campo de la dogmática penal configuran el
elemento de la culpabilidad que, como señalan Cobo del Rosal y Vives Antón,
incluye a su vez el dolo, la imprudencia (como formas de la culpabilidad), la
imputabilidad y la exigibilidad”(103).
Evidentemente, este tipo de hechos no son fáciles de advertir a través
de los sentidos y tampoco se les percibe por mucho tiempo ni suelen dejar
huellas materiales, siendo por ello que parte de la doctrina se refiere a estos
como juicios de valor. Y vinculado a ello figura el tema de la probanza de
tales hechos, también reconocido por la doctrina, sin dejar de reconocer que
por reflejos perceptibles, reglas de la experiencia conforme a la casuística y,
entre otros métodos, es posible acceder a conocer el dolo.

III. El tema de la verdad


Hace tiempo que algunos autores proponen que la verdad en el proce-
so penal es algo que no puede hallarse y, en concreto, manifiestan que es
imposible hallar la verdad absoluta, la verdad histórica o saber todo cuan-
to sucedió. La conclusión lógica que se pretende vender, en la expresión de
tales voces, es que debería renunciarse a pretender sancionar mediante el
proceso penal.

(103) Fernández López. Ob. cit., pp. 58 a 59.

101
Pedro Angulo Arana

A nuestro entender, lo referido no pasa de constituir un esfuerzo facilis-


ta propio de algunos pocos abogados defensores que pretenden socavar la vo-
luntad del fiscal, de pretender reconstruir la verdad de los hechos; y, en pro
de ello, apelan a contagiar o provocar tanto escepticismo como inmovilismo
o desconfianza para con los resultados de la investigación, y por ello es que
apelan al uso de conceptos como la verdad absoluta o la verdad histórica, pero
esto último pasa por alto varias cosas.
En primer término, debemos puntualizar que la verdad absoluta es un tema
propio de la filosofía, pero se debe afirmar que actualmente ninguna corriente
filosófica actual considera que es posible acceder a conocer la verdad absolu-
ta. En la disciplina histórica sucede lo mismo, ya que ninguna escuela de his-
toria actual trata de efectuar una reconstrucción completa de cuanto sucedió
con la aspiración de constituirse en la verdad histórica.
En tal sentido, un procesalista regularmente informado no podría preten-
der que el proceso penal sí intenta encontrar la verdad histórica o absoluta, y
lo cierto, además, es que no existe un teórico serio del proceso penal al que se
le haya ocurrido sostener que mediante el proceso penal se persigue tal géne-
ro de verdades ni otra parecida.
Por lo demás, otro asunto es que no existe razón para que al proceso pe-
nal le interese de algún modo la verdad absoluta (filosófica) o la verdad total
(histórica) ni otra parecida, puesto que constituiría un trabajo demasiado di-
fícil, además inútil e impropio de las finalidades del proceso penal. Respecto
a lo último, se debe considerar que dentro del proceso penal con seguridad se
hallará información incompleta, vacíos y se sabe existen quienes apelan al en-
gaño, la malicia y la mentira.
Concluimos así que dentro del proceso penal lo que interesa es una par-
te de la realidad o de los hechos acontecidos, en la medida en que tales he-
chos concretos poseen relevancia penal. Precisamente esa calidad de poder
quedar reflejados en una figura típica no será algo propio de todo lo aconte-
cido, sino de parte de ello, esto es, lo que resulte importante para definir las
responsabilidades y participación en el ilícito que requiere la sanción penal
correspondiente.
Cuando dentro del caso se habla de la verdad se alude es a que en la re-
construcción de cuanto sucedió no se pretende caer en contradicciones con lo
que realmente sucedió y menos imputar alguna autoría o participación de un
modo lejano a las acciones efectivamente desarrolladas por las personas, con-
vertidas en los actores materiales de los hechos.

102
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Así es que el objeto del proceso penal, en relación a la búsqueda de la ver-


dad de lo sucedido, es bastante más modesto que buscar una verdad total, aun-
que también más delicado e importante, en la medida que no se quiere cometer
una injusticia y violentar derechos fundamentales. Solo en el sentido mencio-
nado es que se acude a verificar o investigar la parte relevante de los hechos,
en cuanto permiten reconstruir las acciones de los investigados, lo que impor-
tará adquirir información solo respecto a un conjunto suficiente de trozos de
la verdad, necesarios para que el juez decida en justicia.
Entonces, sí es posible conocer bien la verdad dentro del proceso penal,
basta que se tomen, aíslen y reconstruyan solo cierto conjunto de hechos res-
pecto de los cuales deben reunirse indicios o elementos de convicción que los
reconstruyan. Obviamente que estos elementos no se crean ni inventan, sino
que se piensan como posibilidad producida de hecho y seguidamente se des-
cubren, advierten, revelan, trabajan y constituyen.
Existen elementos de las acciones humanas, tales como las motivaciones,
que son subjetivas y estando dentro de las personas no son visibles material-
mente y muchas veces tampoco dejan manifestaciones externas, pero sí hacen
parte de la verdad de los hechos porque los explican al dar cuenta de las razo-
nes que originaron las acciones humanas. Respecto a lo dicho, cierto es que
no se puede recurrir a la tortura para descubrir lo que motivó el caso y solo en
algunas ocasiones podría no ser relevante lo interno; de esta forma, cuando se
posee seguridad sobre lo acontecido (por ejemplo, ante la prueba irrebatible
de un homicidio mediante video y audio) no consideramos que sea relevante
que se ignore la motivación del autor.

Así, pues, para la necesidad penal buscar el todo de la verdad podría ser
superfluo cuando lo que se requiere es un núcleo menor (o conjunto) sufi-
ciente de actos, relativos al hecho, que requieren ser esclarecidos y que bas-
tarían para la decisión penal, debiéndose tener presente que la verdad que
se desea conocer es solo una verdad instrumental y, vale decirlo, una base
de verdad suficiente que solo se requiere que no se contradiga con la ver-
dad histórica.
Lo referido es coherente con que el hecho que se investiga, no es el todo
de lo que sucedió un día, sino –como expresa Taruffo–, solamente la: “porción
de experiencia” que nos ocupa(104).

(104) Taruffo, Michele. La prueba de los hechos. Editorial Trotta, Madrid, 2005, p. 93.

103
Pedro Angulo Arana

IV. Los hechos dejan huellas


Existen principios en relación a los hechos y estos se originaron en las
observaciones efectuadas hace mucho tiempo a partir de los primeros que de-
bieron reconstruirlos. Uno de los principios que permite averiguarlos es el del
intercambio, el cual expresa que la coincidencia de dos cuerpos materiales en
un mismo espacio físico –de modo que se interrelacionen entre sí, rozándose–
motiva a que generen un intercambio y de ello emana el principio de que di-
cho intercambio genera huellas, restos, residuos.
Por lo referido es que en las escenas de los delitos de sangre, por ejemplo,
se hace lo posible por proteger el lugar o aislarlo, para que seguidamente los
especialistas se fijen en los objetos presentes, la disposición de las cosas, sus
cambios de lugares, recojan objetos, huellas, fibras, cabellos, líquidos etcéte-
ra, lo que será relevante para esclarecer el ilícito. Otra fuente de información
importante serán las personas.
En el nuevo modelo se trata de proteger con rigor la escena y hacer un re-
cojo con sumo cuidado, de modo que se cumpla con la denominada cadena de
custodia y así se eliminen objeciones por parte de la defensa, en el sentido de
que pueda haberse desvirtuado, alterado o dañado lo recogido, pues lo que se
pretenderá es negarle valor o legitimidad probatoria.
También es cierto que cada tipo de elemento tiene a su especialista y debe
dialogarse con ellos, cercanamente, para poder valorar, en forma debida, los
elementos de convicción que nos entregan, los grados de seguridad en que lo
hacen o las debilidades y dudas que podrían enervar su valor. En tal sentido,
antes de ofrecer el medio de prueba, debemos estar debidamente informados
del valor y peso de cada elemento de convicción.

Se debe considerar que los hechos tienen que ser reproducidos mental-
mente de modo continuo no solo para dar cuenta de cuanto sucedió, sino
para incorporarlo a la reconstrucción del hecho e ir completando la ima-
gen del caso.

V. Relación clara y precisa


La norma exige que el hecho atribuido que indique el fiscal sea descrito
de forma clara y precisa (art. 349, 1, b), lo que importa es que haya sido in-
vestigado, estudiado y reconstruido en sus detalles más relevantes, como para
poder exponerlo debidamente, en la acusación escrita. Relatar un hecho, en

104
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

sus relaciones de causalidad, que es lo que requiere la norma, importa hacer


una reconstrucción y poder describir el desarrollo cronológico de la acción de
sus autores.
Ello es así, en razón de que una acción humana tendría tres partes distin-
guibles mínimas: el inicio de la actividad o acción, el desarrollo del accionar
y la culminación de esta.
Y lo referido es lo que debe ser descrito, sobre todo cuando ofrece difi-
cultades de comprensión o análisis, puesto que de no estar claro y preciso, po-
drían generarse dudas favorables al reo o a los investigados, de modo que la
persecución no tendría –necesariamente– un buen fin.
Tal reconstrucción debe obedecer básicamente a dos actividades que ocu-
rrirán en paralelo: el estudio del lugar del hecho, a partir de lo cual surgirán
detalles relevantes para su reconstrucción; y el empleo de la imaginación, en
función de lo cual (empleando la experiencia previa) se lanzarán las primeras
hipótesis, las cuales se irán llenando, poco a poco, de detalles y se compara-
rán con los elementos de convicción que aparezcan, para fortalecer una tesis
y dejar de lado otras.
En función de ambos trabajos –el primero que señalará detalles firmes e
indubitables y la segunda, que permitirá especular y hacer búsquedas coheren-
tes– se logrará reconstruir el hecho.
Además, la norma exige que se describan las circunstancias precedentes,
concomitantes y posteriores del hecho, se entiende, en relación al presunto au-
tor. Así es que en ese momento se solicitan los elementos de convicción con
que se cuente, que faciliten la reconstrucción a la que se ha llegado.
Como bien se dice: “El litigante debe hablar al tribunal en el lenguaje de
los hechos, debe ser claro y puntual al explicar al tribunal qué ocurrió y por
qué están reunidos (...)”(105).

Por lo tanto, por estrategia, lo primero que se podría manifestar sería la re-
construcción de la historia del hecho ilícito, en sus rasgos fundamentales, para
después avanzar hacia otra cosa, como los autores y sus participaciones; sin em-
bargo, la relación clara y precisa de los hechos es algo que se obtiene o no de la
investigación, y no es algo sobre lo que se debe especular hasta la adivinanza.

(105) Lorenzo, Leticia. Ob. cit., p. 53.

105
Pedro Angulo Arana

Lorenzo explica: “Trabajar sobre los hechos no es un trabajo menor ni de


mala calidad. Trabajar sobre los hechos es el desafío más grande que se impo-
ne al litigante en un sistema que nos ha acostumbrado a trabajar sobre las abs-
tracciones. Una persona no actúa con dolo porque el litigante afirme que “ac-
tuó dolosamente”, actúa con dolo si el litigante afirma que “días antes había
manifestado a José Juárez que tuvo una discusión con la víctima y que este
era un tipo que no merecía estar en este mundo. Adicionalmente concurrió a
la armería ‘el tiro chueco’ y consultó sobre los precios de distintas armas lle-
vándose un revólver y el día del hecho se ocupó de llamar a la secretaria de la
víctima para preguntarle a qué hora estaría solo en el consultorio ‘su amigo’,
resultando que la muerte se produjo por un disparo del revólver que él había
comprado, a la hora que la secretaria señaló telefónicamente”(106).
Por ende, debe hacerse lo humanamente posible para conseguir la infor-
mación o desprenderla indiciariamente. Esto es que si tenemos lo fundamen-
tal de la acusación, lo que ya no es tan fundamental lo podremos desprender,
agregar indicios y sumarlos como hipótesis fuerte.

vi. La participación específica


La participación del encausado individual o de cada uno de los encausa-
dos debe ser debidamente reconstruida, para que pueda ser exactamente atri-
buída a cada partícipe la actuación que le cupo en el ilícito, puedan defender-
se de los cargos y para que, de ser el caso, las sanciones sean proporcionales
a sus actos y no constituya un exceso.
Ahora bien, se entiende que deberá señalarse ello siempre que se pueda,
pero podría ocurrir que no se logre individualizar la participación de cada uno
en función de que solo los partícipes lo saben. Suponiendo que se ha realiza-
do un robo, cometido solo por dos personas y ambos atribuyen al otro la jefa-
tura, la planeación y dirección del evento, así como el haber llevado un arma
y disparar durante la huida, matando a un policía en el hecho, pero como am-
bos usaron guantes gruesos y mucha ropa no hay residuos de pólvora en los 5
días posteriores, cuando se realizó la captura de ambos. La pregunta sería en-
tonces: ¿no podremos acusarlos?
A nuestro entender, sí podrán ser acusados y para ello se emplearían ya
sea acusaciones alternativas o una principal y otra secundaria, de modo que se

(106) Ibídem, pp. 53-54.

106
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

cubra cualquiera de las dos circunstancias, esto es que cualquiera de los dos
quede identificado en el juicio oral, ya sea uno como el jefe y autor de los dis-
paros y el otro como quien fue dirigido y no mató.

La idea es que no podría impedirse una acusación solo por no conocer es-
pecíficamente el grado de participación, puesto que se puede entender que fue
absolutamente igualitaria y espontánea, y en la acusación debe estarse a lo que
impute el MP y no tiene que afectársele el grado de conocimiento que solo él
hubiera descubierto y se comprometa a demostrar.

Por lo demás, teóricamente ello ocurre siempre dado que es él quien es-
tablece su hipótesis, hasta donde le puedan acompañar y respaldar los ele-
mentos de convicción. Por lo tanto, no debe ser que solo por no poder esta-
blecer los detalles concretos de la participación deba archivarse el caso y pre-
miar a los autores con la impunidad. En tales casos se debe atribuir una par-
ticipación genérica, expresándose el desconocimiento de más detalles exac-
tos sobre las acciones efectuadas.

Dicho tema –a nuestro entender– es igual al de la motivación, que solo


aparece en el plano subjetivo. Cada uno sabe qué fue lo que lo estimuló para
cometer el delito. Entonces, tal incentivo solo puede saberse por la confesión
del autor, espontánea y libre, o por existir testigos y grabaciones y poder in-
tuir o concluir, de tales observaciones, conjuntamente con los antecedentes, la
motivación exacta y poderla fundamentar.

Igualmente, la participación exacta solo la pueden conocer quienes se di-


vidieron el trabajo y, teóricamente, podría ser el secreto que les salvaría de
cualquier represión mientras esas participaciones no se conozcan y así gene-
rar impunidad. Por tanto, la salvación de cualquier banda sería convocar a va-
rios a participar, ingresar a un establecimiento, asaltar y si son sorprendidos,
matar a todos los testigos, que saben sus acciones y grados de participación,
pues los que los atrapen no las sabrán ni las podrían señalar. Por ende, quie-
nes sostienen esas tesis solo empeoran las cosas.

Teóricamente, para que un grado de participación sea exigible de ser seña-


lado sería en función de que importe alguna circunstancia relevante al momen-
to de sancionar con una pena; y de no ser así, no sería necesario que se exija
un señalamiento particular, puesto que ello no podría, de ningún modo, gene-
rar indefensión, ya que la defensa solo debería descargar lo que fuera un car-
go. No existiendo un mayor detalle, no habrá necesidad de descargo.

107
Pedro Angulo Arana

Por ende, no cabría que como fórmula defensiva uno en la calidad de de-
lincuente diga: “A ver dígame qué estuve pensando y si no lo sabe, pues libé-
renme”. Ello es lo mismo cuando pido que establezcan mi grado de partici-
pación, puesto que lo atribuído (y que será útil para la defensa) puede ser una
participación en conjunto. Es como la historia de quien esconde un pajarillo
en su mano y detrás de su cuerpo y pregunta al sabio: “¿Está vivo o está muer-
to?”. Allí la respuesta es: “¿Eso depende de ti?”. Lo malo es que se está ca-
yendo en la tentación de pretender adivinar o que se adivine cuando, además,
se les pretende reconocer el derecho a mentir.
Ceder a la exigencia de quien pide más detalles solo para liberarse de los
cargos resulta absurdo y un premio a la barbaridad, no es admisible. Lo que ten-
dría que hacerse es acusarlos a todos de haber planificado el asalto y la muer-
te de las personas si eran descubiertos, de modo que todos sufran una pena es-
tándar, aunque tendría que ser la menor (en tanto no se alcance a saber quién
o quiénes fueron los que materialmente dispararon).
Quizá pueda suponerse en las acusaciones alternativas algunos temas, en
función de antecedentes, experiencia en el delito y los análisis sicológicos y
siquiátricos que habría que realizar para reconocer a los que carecen de escrú-
pulos en relación a la vida y la salud de las personas (suponiendo que ningu-
no confesara).

VII. Hechos y formalización


La norma indica (art. 349, 2) que los hechos que se expongan en la acu-
sación y, evidentemente, se entiende que los que devienen a configurar el caso
penal, deben ser exactamente los que se incluyeron en la disposición de for-
malización de la investigación preparatoria(107); se entiende que así se cumple
con el principio de congruencia y también con el derecho de defensa, protegi-
do por dicho principio.
Como bien se sabe, los hechos del caso penal solo los aporta el fiscal y
otros hechos a ventilar solo pueden ser aportados por la defensa, que se com-
promete a demostrarlos, en favor de sus tesis; y respecto los primeros, los he-
chos del caso, se indica que serán los que fueron descritos en la acusación y
la única otra posibilidad de nuevos hechos introducidos, como parte del caso,
serán los que se presenten en la acusación ampliatoria (art. 397, 1).

(107) Gálvez Villegas, Tomás Aladino y otros. El Código Procesal Penal. Comentarios descriptivos,
explicativos y críticos. Jurista Editores, Lima, 2008, p. 696.

108
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Por lo referido, los fiscales deben tener suma precaución al momento de


definir los hechos que investigarán, cuidando de no afectar la única oportuni-
dad que posee el Estado de perseguir el delito, debiendo tener presente que el
principio de correlación establece para la fiscalía lo básico de su desafío pro-
batorio y, a su vez, el límite de su persecución; ocurriendo que la defensa, en
sentido contrario y mientras lo que ofrezca sea relevante, podrá tener liber-
tad para demostrar lo que le favorezca, según aparece respaldado en la nor-
ma (art. 397, 1).

En tal sentido, es conveniente que el fiscal se inmiscuya en los casos más


complicados, considerando que el trabajo de investigación será preparatorio
para el juicio oral, no solo en orden a su admisión, sino en dirección a la pro-
banza misma. Así, el tema no es solo dar a conocer el caso y los indicios de
responsabilidad del presunto autor a los periodistas y, por medio de ellos, a la
opinión pública, puesto que ellos pueden coincidir en condenar el acto del de-
lincuente y pretender su prisión, pero el estándar a cumplir para obtener esa
condena en el juicio oral será el que exigirá el juez, luego de escuchar los des-
cargos y la crítica de la defensa.

Por tanto, ningún estándar es antes satisfactorio y menos aquel que no pasa
por un contradictorio sumamente áspero y crítico y por una mirada descon-
fiada y escéptica, como la del juez.

Otra cosa cierta es que la formalización de la investigación es apenas un


inicio de la investigación; y por ello el material con que se cuente al final de
esta, siempre debe ser superior, cuantitativa y cualitativamente, en relación al
conocimiento del caso. Ello supone una investigación viable y posible de ha-
cerse. Por ende, la visión del hecho se enriquece y el caso se consolida.

Devis Echandía ha clasificado en cinco los hechos sobre los cuales puede
recaer la búsqueda de prueba (elementos de convicción):

I. Los hechos que podrían representar o constituir un producto de una


conducta humana, bajo el requisito de haber sido percibido de algún
modo.

II. los hechos de la naturaleza en que no ha intervenido la actividad


humana.

III. Las cosas y los objetos materiales o aspectos materiales, incluyendo-


los documentos.

109
Pedro Angulo Arana

IV. La persona física humana, su existencia, condiciones y características.


V. Los estados y hechos síquicos del hombre(108).
Se aprecia que, en particular, en la etapa de investigación preparatoria se
ha incidido en que se deben buscar cuatro elementos que después no se han
considerado explícitamente en la acusación, pero que razonablemente se en-
tiende que deberán estar presentes en la teoría del caso y en la acusación. Y
tales son: los móviles de la perpetración, la identidad de la víctima y la exis-
tencia del daño causado (artículo 321, 1).
Puede decirse que en virtud de que los móviles de los delitos son absoluta-
mente subjetivos y permanecen en secreto en la persona, no será fácil dar con
ellos, aunque en muchos casos la naturaleza de los ilícitos penales los revela
fácilmente, tal como en los delitos contra la propiedad, que los preside un áni-
mo de lucro; sin embargo, hay homicidios, por ejemplo, difíciles de esclare-
cer si solo se pretende conocer el ánimo que presidió el hecho.
La identidad de la víctima es relevante de esclarecerse, pues han habido
casos en que al no conocerla se ha debido de archivar. Por ejemplo, cuando se
encuentra a una persona llevando un parabrisas delantero de un auto y mani-
fiesta solo haberlo recogido. El hecho es que nunca apareció el denunciante o
agraviado y finalmente se debió archivar el caso por su ausencia.
La existencia del daño causado, si alguien dispara contra otra persona y
la mata y si ello queda grabado en un video, aunque se trate de un indocumen-
tado –como los hay muchos por diversas razones: por incendios terroristas en
las zonas en que vivieron o porque son delincuentes habituales que a propó-
sito extravían sus documentos– igual se tratará de una persona cierta aunque
no identificada.

VIII. Los hechos y sus circunstancias


En el código, además de los hechos a imputar o los hechos imputados, se
mencionan también “sus circunstancias”, y por ello es que nos hemos pregun-
tado sobre el significado de estos últimos conceptos, su relevancia y de qué
modo tienen que ver con el caso.

(108) Devis Echandía, Fernando. Teoría general de la prueba judicial. Tomo I, Temis, Bogotá, 2002,
p. 150 y ss.

110
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

En principio, podemos advertir que se considera una gradual aparición de


las circunstancias, lo que se refleja en que –originalmente– al disponer el ini-
cio de la investigación preparatoria, en dicho pronunciamiento solo se requie-
re que el fiscal indique los hechos a secas y los tipifique (art. 336, 2, b). Segui-
damente, durante la investigación se dice que la actividad del fiscal persegui-
rá reunir información sobre los hechos y sus circunstancias (art. 337, 3, a y b),
que obviamente pretenderán proveer lo que requiere la norma, como informa-
ción adicional y vital para ciertos fines.
Posteriormente, a nivel de la acusación fiscal escrita, aparece un requeri-
miento de otras circunstancias que –evidentemente– deben haberse obtenido
en la elaboración del caso para determinarlo en detalle. Así es que, además de
indicar el hecho imputado central, se requiere también la presentación de las
circunstancias precedentes, concomitantes y posteriores (art. 349, 1, b). Adi-
cionalmente, se menciona que se requieren las circunstancias modificatorias
de la responsabilidad penal que concurran (art. 349, 1, e).
Finalmente, cuando se las menciona en la norma, al momento de realizar
el alegato final del fiscal consideramos que se nos ilustra acerca de sus posi-
bles presentaciones y peso, puesto que se implica dos clases de ellas: las que
no modifican esencialmente la imputación y las que modificándola, habrían
requerido ser incluidas en una acusación complementaria (art. 387, 3). En de-
fecto de lo último, el fiscal ya no podrá mencionar las últimas como cargo, y
se deberá considerar su derivación con la sentencia (art. 400).
Si existen circunstancias que supongan la modificación de la acusación
escrita, la posibilidad de hacerlo será dentro del juicio oral (art. 374, 2), pues
allí se faculta a realizar la ampliación de la acusación, incluyéndose inclusi-
ve una nueva circunstancia (modificatoria) del hecho ya procesado que modi-
fica la calificación legal o íntegra un delito continuado. Sea por el hecho nue-
vo o por la nueva circunstancia, se tomará una nueva declaración y se recibi-
rán nuevos elementos de convicción (art. 374,3). En estos casos es que se ha-
bla de una mutación objetiva.
Debemos tener en cuenta, por ejemplo, que explicitar en detalle las con-
cretas circunstancias de hecho que se manifiesten de modo distinto en la rea-
lidad justificará de modo convincente la formulación de las acusaciones al-
ternativas o subsidiarias (art. 349, 3) que también deberán ser detalladas en el
auto de enjuiciamiento (art. 353, 2, b).
A su vez, en las sentencias, los jueces quedan vinculados a los hechos y a
las circunstancias de aquellos, que hubieran sido objeto de acusación (art. 394,
2), las cuales serán deliberadas y votadas (art. 393, 3 literales b y c), podrán

111
Pedro Angulo Arana

darse por probadas o no (art. 394, 3), deberán ser calificadas en lo jurídico en
cada caso (art. 394, 4) y resultarán sometidas al principio de concordancia, res-
pecto a la acusación o su ampliatoria (art. 397,1).
Por ende, queda claro que estamos hablando de hechos concretos o situa-
ciones de tiempo, modo o lugar(109); o también de datos tales como la edad real
de la persona o su parentesco, antes ignorados; los móviles o medios emplea-
dos; o una pluralidad de agentes antes desconocida. En general, son hechos
que podrían resultar acreditados durante diversos momentos del juicio oral,
implicando variaciones relevantes.
En el Acuerdo Plenario Nº 4-2007/CJ-116 se indica: “Las circunstancias
modificativas son, como se sabe, elementos fácticos accidentales del delito,
contingentes o no esenciales, que no pueden servir de fundamento al injusto o
a la culpabilidad, cuya función es concretar con mayor énfasis la conducta de
los individuos y precisar mucho más el grado de responsabilidad penal en or-
den a la determinación de la pena a imponer”.
Así es que algunos datos recientemente descubiertos incidirán en modifi-
car el tipo penal, mientras que otros no llegarán a modificarlo (caso del reinci-
dente), pero sí podrían ser útiles (y necesarios de conocer por la defensa), en
cuanto constituirán elementos relevantes para atenuar o agravar la responsa-
bilidad, o servirán para definir de modo nítido los contornos de las participa-
ciones y responsabilidades. Evidentemente deberán ser acreditados por docu-
mentos, testimonios o peritajes.

IX. Modificaciones
Las modificaciones respecto a los hechos materia de conocimiento son su-
cesos que pueden presentarse de modo natural, dado que lo que se persigue en
buena cuenta es información sobre los hechos, la cual se formaliza en el proce-
dimiento de adquisición y actuación, hasta que se convierten en pruebas váli-
das. Así es que en la etapa probatoria podría conocerse de nueva y grave infor-
mación, de modo que puede darse la mutación del objeto procesal.
Así es que respecto a lo que vendría siendo objeto del proceso, podrían
surgir nuevos elementos que determinarían su alteración.

(109) Arocena, Gustavo Alberto; Balcarce, Fabián Ignacio y Cesano, José Daniel. Prueba en materia
penal. Astrea, Buenos Aires, 2009, p. 437.

112
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

1. Ingreso de nuevos hechos


La presentación de nuevos hechos es algo que bien puede ocurrir y aunque
la norma se refiere a un nuevo hecho en singular (art. 374, 2), ello no quiere
decir que no pueda presentarse más de uno. Tal hecho nuevo reclama que se
haga una acusación complementaria.
Aunque la norma no lo diga, para que dicho hecho ingrese a conocimiento
requerirá una calificación típica y es por ello que se tomará una nueva decla-
ración al imputado y se informará a las partes que tienen la facultad de soli-
citar la suspensión de la audiencia, para prepararse y presentar elementos de
convicción (art. 374, 3). Por ende, queda claro que lo ocurrido es la presen-
cia de un nuevo caso, que parte de un nuevo ilícito descubierto al acusado.
Precisamente, lo que hace posible que se le procese en el mismo jui-
cio oral por un nuevo delito es su previa condición de acusado por el MP y
que haya sido declarado judicialmente imputado (merced a la causa proba-
ble); mientras que otro no lo podría ser: “Así, pues, un testigo nunca pue-
de ser acusado, ni, por ende, condenado en el juicio oral en el que preste su
declaración”(110).
Por lo demás, existe implícita la calificación del fiscal, quien debe verifi-
car, antes de hacer su acusación complementaria, si posee suficientes elemen-
tos de convicción como para obtener la condena, pues bien dice la norma que
el fiscal “podrá” ampliar su acusación y resulta claro que no se le obliga a ha-
cerlo, de modo que también podrá esperar al final del proceso y solicitar que
se deriven copias. Lo que decida, en todo caso, dependerá de sus cálculos y
estrategia, siendo que si, por ejemplo, el nuevo delito prescribiría pronto, será
mejor intentar su sanción dentro del juicio ya iniciado.

2. Mutación esencial del hecho


Otra posibilidad es que en pleno juicio oral aparezcan elementos de con-
vicción que acrediten la presencia de circunstancias que determinarían una mo-
dificación esencial del hecho punible, que por ser atribuido al acusado viene
siendo objeto de conocimiento. Si bien la norma se refiere solo a “una nueva
circunstancia”, nada obsta que se pueda presentar más de una, y obvio es que
ello no podrá ser ignorado.

(110) Sendra, Vicente Gimeno. Derecho Procesal Penal. Editorial Colex, 207, Madrid, p. 256.

113
Pedro Angulo Arana

La norma igualmente se refiere a una “nueva circunstancia que no haya


sido mencionada en su oportunidad”; sin embargo, se entiende que si ella apa-
rece en el juicio, es obvio que no pueda ser mencionada en otra oportunidad,
sino después de que fuera conocida, y se refiere además a una condición: tal
circunstancia “modifica la calificación legal o integra un delito continuado”.
En este último caso surge también una mutación esencial en el hecho que
venía siendo conocido y, por ende, será objeto de una acusación complemen-
taria y también se recibirá una nueva declaración del acusado y se podrán re-
cibir elementos de convicción nuevos (art. 374, 3). En un caso así no puede
esperarse derivar copias y el fiscal tendrá que buscar pertrecharse de buenos
elementos de convicción antes de hacer su acusación complementaria, ya que
la norma no le obliga a hacerlo en un momento determinado, debiéndose con-
siderar que un momento razonable podrá ser después de la declaración del úl-
timo testigo, en relación a la responsabilidad del imputado de que se trate.
Vicente Gimeno Sendra explica que la mutación no ocurrirá “(...) sino úni-
ca y exclusivamente cuando, de la prueba practicada en el juicio oral, se intro-
duzcan nuevas circunstancias fácticas que produzcan una mutación esencial del
hecho punible (así, en una acusación por homicidio se descubre en el juicio la
existencia de un robo o a la inversa, pero, no cuando, calificado el hecho como
robo con homicidio, se declara la inexistencia de alguno de tales hechos)”(111).

En general, se entiende que el hecho punible imputado es inmutable para


el órgano jurisdiccional que nunca podrá alterarlo y solo podrán desvincularse
en relación a la tipificación e incorporar algunas nuevas circunstancias, con-
forme al Acuerdo Plenario Nº 04-2007/CJ-116, y el MP solo tendrá la oportu-
nidad de hacer una acusación complementaria.

(111) Sendra, Vicente. Ob. cit., p. 257.

114
Capítulo 7
La calificación
penal
Capítulo 7
La calificación penal

I. Generalidades
La calificación penal del hecho que determinaba los linderos definiti-
vos del proceso penal entre nosotros fue hecha siempre por el juez instruc-
tor, quien entendió al respecto que se encontraba sometido al principio de
la debida calificación de los hechos, lo que ahora ha variado bajo el prin-
cipio acusatorio, remitiendo la facultad de calificar jurídicamente a los re-
presentantes del MP.
Así es que la significación del juez, en cuanto a la calificación penal de los
ilícitos, resulta ahora bastante minimizada, por varias razones. Una es porque
los jueces intervendrán con esa posibilidad solo en la etapa intermedia (cali-
ficación negativa) y más tarde, solo poseen aquella facultad, en casos de gra-
ve defecto en el trabajo de los fiscales, considerándose que actuarán así como
un remedio.
A la calificación se la conoce como el aspecto jurídico del caso, y refie-
re: “Ello implica el desarrollo de una interpretación jurídica de las normas le-
gales, a fin de asignarle un determinado significado y catalogar los hechos o
conductas en conflicto”. Se agrega que además del encuadramiento, se requie-
re “(…) de una explicación y justificación que demuestre su pertinencia para
ser atribuida al hecho o circunstancia en concreto”(112).
Así se afirma: “La calificación jurídica de un hecho es un tipo de inter-
pretación de hechos, que se realiza desde la perspectiva de las normas jurídi-
cas. Calificar un hecho es subsumir al hecho individual dentro de una catego-
ría prevista en una norma jurídica. El hecho interpretado/calificado no existi-
ría (no sería posible tal interpretación: la calificación) si no existiera la norma
jurídica (que es la que crea la clase genérica de hechos en la que se subsume el

(112) Salas Beteta. Trascendencia … Ob. cit., p. 102.

117
Pedro Angulo Arana

hecho individual), de manera que no es posible sostener que los problemas de


calificación son cuestiones específicas de hecho. Determinar si el hecho X, una
vez probado, puede subsumirse en el antecedente de la norma N es una opera-
ción que requiere comprobar si tal hecho presenta las propiedades que se in-
dican en dicha norma, por lo que los problemas para determinar el significado
de la norma se traducirán en problemas para calificar el hecho y, en definitiva,
los problemas de calificación y de interpretación, aparecerán entrelazados”(113).
Por lo expresado, la calificación del hecho dentro de una específica norma
penal importa un acto fundamental del proceso que, a su vez, exige y supone
la calificación profesional de quien es el encargado de realizar ello, puesto que
puede afectar en grado sumo a las personas y sus derechos fundamentales. Y,
además, se convierte en una función tanto sustancial como monopólica dentro
de la cual otra entidad no podría ingresar, tal como en múltiples sentencias lo
ha referido el Tribunal Constitucional al respetar las funciones principales de
los operadores de justicia.
La calificación del hecho en términos penales es un trabajo técnico jurídi-
co que debe ser dejado a los fiscales, lo que requiere descargarles absolutamen-
te de otras labores que podrían hacer los asistentes de función administrativa
o asistentes de función fiscal, en un número que realmente les sirva de apoyo.
En lo que sigue, hemos de tratar sobre algunos tópicos a tener presentes;
en cuanto la calificación penal, subsunción o tipificación constituye parte im-
portante del armado del caso penal y tendrá consecuencias en la actividad pos-
terior de probanza y en el mismo resultado del caso.

II. Calificación jurídica fiscal


La calificación penal del hecho, como un específico delito, constituye un
elemento muy relevante para la configuración del caso penal, siendo un punto
de quiebre que descarta que pueda tratarse de un ilícito no penal; y, luego de
esto solo se estará sujeto a la existencia de elementos de convicción que per-
mitan identificar al autor del hecho.
La calificación jurídica del hecho con características de ilícito, como sub-
sumida en un tipo penal y no en otro, parece dejada enteramente al represen-
tante del MP, según se aprecia de la norma adjetiva, lo que tiene que ver con

(113) Gonzales Laguier, Daniel. Quaestio facti, ensayos sobre la prueba, causalidad y acción. Palestra
Editores, 2005, pp. 41-42.

118
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

que él es quien acusa y asume la carga de probar lo que acusa. Tal responsabi-
lidad obviamente no podría convivir con que otro haga la atribución del deli-
to y él se someta a comprobarlo.
Por lo dicho, la calificación jurídica del hecho ilícito constituye ahora
una función relevante del fiscal respecto la cual ha de tener sumo cuidado.
Así es que tenemos que la policía se encuentra prohibida de efectuar cual-
quier calificación jurídica del evento (art. 332, 2); y cuando debe describir-
lo para informar al fiscal, solo se referirá a los elementos esenciales del he-
cho (art. 331,1).
A nuestro entender, resulta problemático que la policía no pueda referir
un delito concreto, cuando por su lado –por ejemplo– sí puede y debe efectuar
una detención, lo que implica la calificación de hecho de un evento delictivo,
suponiendo ciertas características de este que viabilizan la detención. Además,
el policía debe referir algo, como justificación legal, al afectado. A nuestro en-
tender, el tema a subsanar era que el fiscal no está obligado por lo que afirme
la policía y que pueda desvincularse siempre de ello.
De todos modos, la norma establece que la calificación jurídica suficien-
te, sin instancia posible de revisión para calificar el ilícito y dar origen a la in-
vestigación preparatoria, será la realizada por el fiscal. Ello es así porque solo
él calificará la: “(...) existencia de un delito (...)” (art. 336, 1) y efectuará la:
“tipificación específica correspondiente” (art. 336, 2, b).
Así pues, toda la investigación preparatoria se realizará bajo el signo de
la calificación efectuada por el fiscal, al igual que el recojo de elementos de
convicción, que estará sometido a la mencionada calificación en lo averigua-
ble. Solo al final de la investigación, el fiscal también podría sustentar que el
hecho no es típico (art. 344, 2, b). Y el único que podría variar ello sería el fis-
cal superior (art. 346).
De otro lado, en la acusación también será calificado el ilícito penal, ju-
rídicamente (art. 349, 1, f). Así, en general, lo que se esperará es que el fis-
cal repita la calificación que hizo en la disposición de inicio de la investiga-
ción preparatoria, y también podrá efectuar una distinta calificación jurídi-
ca (art. 349, 2).
Así tenemos que la etapa intermedia también se regirá bajo la califica-
ción del delito que efectúe el fiscal. Una única excepción aparece en la norma,
facultando al juez a efectuar el sobreseimiento, basado en el numeral 3 del ar-
tículo 344, cuando resulte evidente o notorio que el hecho imputado no es típico

119
Pedro Angulo Arana

(art. 352, 4). Tal será la única circunstancia que faculta a que el juez resuelva
contra lo calificado antes por el fiscal (calificación negativa).
Finalmente, el juicio oral también se realizará bajo el signo de la acusación
efectuada por el fiscal, pues se advierte que en el mismo auto de enjuiciamien-
to, cuando se refiere a la calificación jurídica del ilícito, se expresa que se in-
dicará: “El delito o delitos materia de la acusación fiscal (...)” (art. 353, 2, b),
lo que permite advertir que el juez o colegiado, en tal momento no ingresará a
calificar de modo distinto el hecho ni disputará sobre ese tema.
Se advierte que el juez –solo a nivel del juicio oral y cuando se hubieran
actuado algunas piezas de convicción– podrá indicar una calificación distinta
para el hecho(114) que no resulta vinculante para el fiscal. Ello sucede también,
como vimos, en la etapa intermedia, y ambas intervenciones en tales fases tie-
nen que ver con que solo tardíamente los jueces se vinculan a conocer los he-
chos y, a la vez, los elementos de convicción que los fundamentan en virtud
de que se piensa que si entran en contacto con aquellos, tempranamente per-
derían su imparcialidad(115).
Así pues, la subsunción que hace el fiscal del hecho en una figura legal
delictiva, esto es la teoría jurídica(116), resulta dejada enteramente bajo respon-
sabilidad fiscal.

III. La calificación como acto objetivo


El que un hecho constituya delito es simplemente una constatación que
realizará el fiscal; pero, que debe obedecer a reglas y consideraciones objeti-
vas, puesto que de otro modo, podría incurrir hasta en ilícitos penales.

(114) Esto tiene antecedentes en el precedente vinculante de la Sala Penal Permanente, R.N. Nº 224-2005
Sullana, en que se estableció los criterios para modificar la calificación jurídica del hecho objeto de
la acusación, requiriéndose que previamente se haya indicado al acusado esa posibilidad, para no
afectar a su derecho de defensa (fundamento jurídico 3) y posteriormente se emitió el Acuerdo Plenario
Nº 4-2007/CJ-116, emitido por el pleno jurisdiccional de las Salas Penales Permanente y Transitoria
respecto la desvinculación jurisdiccional y alcances del artículo 285-A del C. de P.P. en que se detalla
más, las posibilidades del juez para efectuar precisiones sobre el hecho punible.
(115) Gómez Colomer, Juan Luis. “La investigación Criminal: problemas actuales y perspectivas de
unificación internacional”. En: La prueba, reforma del proceso penal y derechos fundamentales. Luis
Reyna Alfaro y otros, coordinadores; Jurista Editores, 2007, p. 228.
(116) Blanco Suárez, Rafael y otros. Litigación estratégica en el nuevo proceso penal. Lexis Nexis,
Santiago de Chile, 2005, p. 18.

120
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

El principio de legalidad es taxativo al disponer que no cualquier hecho


puede ser tipificado como delito. En principio, la norma constitucional, artículo
139, numeral 24, literal d, obliga a que para calificarle como delito, el hecho
debe estar previamente calificado en la ley como tal, pero –además– tal califi-
cación debe ser “expresa e inequívoca”.
Ello es lo que impide que voluntariamente cualquier fiscal, pueda consi-
derar como delito un hecho que, inclusive, a todas luces debería estar sancio-
nado y cuyo autor debería ser castigado; sin embargo, si la ley no lo específi-
ca, no se puede disponer ello. La delictuosidad no está dejada al criterio dis-
crecional del fiscal ni a su personal opinión.

Por ello, el Código Penal repite la fórmula constitucional al expresar que


nadie será sancionado por un acto no previsto en la norma penal vigente como
delito (art. II del título Preliminar del Código Penal). Por lo demás, la norma
agrega que no es permitida la analogía para calificar un hecho como delito (art.
III del mismo título preliminar).

Es obvio que el fiscal que califica como delito aquello que no es, mella
su profesionalismo, incurre en ilicitudes y se somete a probar lo que no podrá
hacer razonablemente.

Finalmente, debe considerar que la ley proscribe toda forma de respon-


sabilidad objetiva, de modo que en toda investigación debe anticiparse la po-
sibilidad de demostrar que la persona quería, deseaba o estuvo motivada para
causar la lesión que se le imputa. Es evidente que cuando ello no pueda impu-
tarse de modo directo o indirecto, no se tendrá un caso todavía.

El fiscal siempre debe alejar de sí el involucramiento personal dentro del


caso que lleva, puesto que ello le puede hacer actuar subjetivamente, lo cual
es indeseable. Por ello debe guardar distancia de sus propios sentimientos e
interpretaciones, obedecer a los elementos materiales recogidos y escuchar los
testimonios de los otros.

IV. Calificación como acto progresivo


La calificación constituye un acto que se realiza progresivamente, y ello
queda muy claro cuando de modo radical se indica que, inclusive, en la con-
dena, esto es al final del proceso, el juez podrá modificar la calificación jurí-
dica del hecho y, por el contrario, subsiste un régimen bastante rígido, en re-
lación a los hechos que constituyen el caso (art. 397).

121
Pedro Angulo Arana

1. Calificación nítida
Puede ocurrir que en ciertos casos, la tipificación del ilícito penal sea sen-
cilla y se pueda efectuar sin problemas. Si acaso ella se desprende de la de-
nuncia, del informe policial o de las diligencias preliminares, se dispondrá de
inmediato la formalización de la investigación preparatoria y se le describi-
rá (art. 336, 1). Y si acaso la realidad del delito y la presunta autoría se des-
prenden de las diligencias preliminares, se podrá formular directamente acu-
sación (art. 336, 4).
Lo mismo podría ocurrir a partir de las detenciones en casos de flagrancia
delictiva y también cuando el imputado confiesa la comisión del delito o cuan-
do se acumulan suficientes elementos de convicción en las diligencias prelimi-
nares (art. 446, 1), por lo que la acusación no requerirá nada más.
En estos casos, la calificación no representará problema alguno.

2. Calificación progresiva
Como bien se sabe, en las investigaciones se parte desde la ignorancia ha-
cia el conocimiento de los hechos, para conseguir su delimitación y su califi-
cación penal. Para la investigación del delito, la calificación típica tiene que
darse de modo obligado al inicio de la investigación preparatoria (art. 336, 2,
b), en función del principio de legalidad y del derecho de defensa.
Seguidamente, en la acusación también existe la obligación de tipificar el
hecho de que se trate (art. 349, 1, f). En este caso, de la acusación escrita se
habilita que pueda referirse una distinta calificación jurídica (349, 2). En el
auto de enjuiciamiento, el juez respetará la calificación del fiscal (353, 2, b). La
misma calificación jurídica aparecerá en el alegato fiscal de inicio (art. 371, 2).
El Código ha sido receptivo a la dinámica natural del juicio oral y, por
ello, ha indicado la posibilidad de que el fiscal, a resultas de las actuaciones
del juicio oral, pueda reajustar su calificación penal, ante la aparición de nue-
vos elementos de convicción, para lo cual se le requiere a presentar una acu-
sación complementaria (art. 374, 2), lo que obligará a que se reciba una nue-
va declaración del acusado y se le faculte a su defensa, a presentar nuevos ele-
mentos de convicción (art. 374, 3).
De otro lado, se le faculta al juez a que advierta al MP respecto a la posi-
bilidad de una calificación diferente para el hecho objeto del juicio (art. 374,
1) y este llamado de atención al fiscal resulta relevante dado que el juez podrá
sentenciar respecto a la calificación jurídica que advirtió (art. 397, 2). Si bien

122
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

esto último no es deseable, puesto que es al fiscal a quien corresponde hacer


la calificación, entendemos que la facultad se ha otorgado en obsequio a la
legalidad, al establecimiento de la verdad procesal y la misma justicia.

V. La calificación como producto de la información


La calificación del delito, si bien es labor del fiscal y también un elemen-
to objetivo, se vincula tanto a los vestigios materiales que puedan recogerse,
como a los testigos que puedan conocerse e identificarse; e igualmente a la ca-
pacidad de los peritos, que puedan hacer “hablar” a los elementos recogidos,
como a la memoria de los testigos que puedan reproducir lo percibido. Enton-
ces, debemos concluir en que la calificación del ilícito también obedecerá a la
capacidad reconstructiva del hecho y del vínculo con el autor que pueda obte-
nerse a través de la información recogida; siendo claro que a más información
habrá mayores posibilidades de reconstruir mejor los hechos y calificarlos.
Lo referido se orienta a exigirnos exhaustividad en la investigación, y ello
se obtiene a través de la experiencia, y de repasar una y otra vez, con diversas
miradas, aquello que se ha recogido, de modo que pueda ser encuadrado, su-
mados los datos ciertos, del mejor modo posible.
Otro hecho a tomar en cuenta es que cuando los casos son mediáticos
podría abundar la información, ocurriendo que en tales casos, tal informa-
ción abundante puede ser un problema porque existirán datos contradicto-
rios, con los cuales no podrá elaborarse una hipótesis, sino es que se elimi-
nan previamente algunos de ellos. En este punto, la experiencia policial tam-
bién es valiosa.

VI. La calificación y el estándar de probanza


El fiscal debe considerar objetivamente que cuando ha de tratar el proce-
so penal y lo califica jurídicamente, también estará estableciendo el tema pro-
bandum y, por ende, el nivel y peso de la prueba que requerirá para dar por
probado el caso.
Así pues, el propio descuido, el exceso de entusiasmo o la superficialidad
al emitir su calificación tendrá severas consecuencias para el estándar de prue-
ba que a sí mismo se imponga.

123
Pedro Angulo Arana

Por ello es que Pablo Talavera expresa: “Los perfiles y particularidades del
tema de prueba serán identificados y delimitados según la tipicidad efectuada
que haya determinado la apertura del procedimiento y la consiguiente necesi-
dad de la actividad probatoria en cada caso concreto”(117).
Nuevamente, a este respecto hemos de aseverar que el fiscal debe tener
cuidado al calificar el hecho desde un inicio, puesto que podría ser víctima de
los criterios que hubiera expresado en su caso fiscal y en su acusación des-
pués, tema que debe ser tenido en cuenta desde el inicio de la investigación.
Será algo parecido a la expresión que refiere que uno es amo de lo que calla y
esclavo de lo que afirma (tempranamente).
En otros términos, siempre será más fácil la probanza de un ilícito que la
de otro. Un patrocinio ilegal es más sencillo de probar que la colusión desleal;
igualmente lo es un peculado culposo respecto a uno doloso, y también una
negociación incompatible, respecto cualquier cohecho. Igualmente más fácil
es tipificar el artículo 365 que el 366 o el 362 que el 363, tal como más fácil
es probar los tipos base que los agravados.
Lo que hemos referido podría matizarse, en razón de que aparecieran ele-
mentos de convicción inusuales o poco previsibles. Ello pasó en los casos de
corrupción de funcionarios vinculados a las acciones de Vladimiro Montesi-
nos, puesto que existieron audios y videos de los ilícitos, pero ello no es co-
mún ni siempre aplicable. Por ello, la visión del caso en este aspecto debe ser
estratégica.

VII. La calificación alternativa


En nuestro nuevo Código adjetivo se ha admitido que, desde el inicio de
la investigación preparatoria, el fiscal podrá consignar en su disposición de
formalización tipificaciones alternativas, respecto al hecho objeto de investi-
gación (art. 336, 2, b). Tal posibilidad, querrá decir que los hechos se presen-
tan bastante ambiguos y, desde la visión persecutoria, resultará de sumo ries-
go, forzar una calificación específica.
Lo cierto es que la norma requiere que el fiscal ofrezca una explicación
razonable acerca de los motivos por los cuales se considera obligado a consig-
nar tipificaciones alternativas. En tal sentido, se implica que las tipificaciones

(117) Talavera Elguera, Pablo. La prueba, en el nuevo proceso penal, Manual de derecho probatorio
y de la valoración de las pruebas. Academia de la Magistratura, Lima, 2009, p. 45.

124
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

alternativas solo se efectuarán por necesidad, en una situación que resultará


condicionada por la aparición o presencia de elementos de convicción o indi-
cios que se hubieran recogido y que representarán circunstancias que apun-
tarían a la comisión de cualquiera de dos ilícitos penales, sin que pueda des-
cartarse alguno.
De modo concordante a lo referido, también se ha admitido que la ambigüe-
dad de los hechos podría persistir a lo largo de la investigación sin que pueda
descartarse que en los hechos hubiera acontecido la configuración de otro tipo
penal, siendo por tal razón que se admite que se pueda acusar por una califi-
cación alternativa o subsidiaria aplicando tipos penales distintos (art. 349, 3).
Una calificación penal alternativa o subsidiaria, según la norma permisi-
va, debe obedecer a la presencia de grupos de presuntas circunstancias (en teo-
ría algunas se podrán después desmentir o esclarecer o descartar) que indica-
rán la posible comisión de delitos distintos.
Las motivaciones que dan origen a la calificación alternativa o subsidia-
ria han sido explicadas en la misma norma, apreciándose que desde la pers-
pectiva de la fiscalía obedece al principio de celeridad, constituyéndose en op-
ción para evitar un inicial procesamiento (por un hecho) y otro posterior (por
el que se consideraría procesar después) y también se pretende favorecer a la
defensa (que no deberá afrontar un proceso después de otro) y que estará avi-
sada, del segundo delito atribuido, respecto del cual también podrá descargar.

125
Capítulo 8
Elementos
de convicción
Capítulo 8
Elementos de convicción

I. Generalidades
La tendencia en el nuevo modelo es que los casos penales, tomando distin-
tas vías de diálogo y negociación entre las partes –mientras ello sea posible y
deseable– no lleguen hasta el juicio oral; sin embargo, cuando persista la dis-
cordancia, sea esta total o parcial en relación al conflicto penal, y si se confi-
gura el caso y prospera la acusación fiscal, tanto el caso del fiscal como la ver-
sión de la defensa, deberán ser sometidas a una intensa contradicción con el
objeto de determinar la veracidad de las posturas enfrentadas(118).
Para el efecto mencionado, uno de los temas que deberá examinarse de
modo contradictorio es la legitimidad y la capacidad de probanza de cada uno
de los elementos de convicción que brinda cada parte, lo que importará que los
medios de prueba y los elementos de convicción sean examinados en el juicio
oral, en su exactitud, legalidad y credibilidad.
Así, Orlando Arcangel expresa: “La devolución del conflicto a las par-
tes, con adjudicación de posiciones adversas pero igualitarias, en la capaci-
dad de discutir el caso, hace un mayor descubrimiento de hechos e informa-
ción sobre el evento, actuación que nutre y, por tanto, beneficia al decisor del
caso, toda vez que deja a su disposición amplios y discutidos elementos pasa-
dos ante sus sentidos”(119).
La norma peruana ha expresado que los hechos objeto de prueba pueden
ser acreditados por cualquier medio de prueba permitido por la ley, siendo ob-
vio, además, que lo que no está prohibido estará permitido. Y se expresa que:

(118) Herrera Guerrero, Mercedes R. “La justicia penal negociada. Un análisis comparativo entre los
procesos penales español y peruano”. En: Gaceta Penal y Procesal Penal. Nº 19, enero, 2011, p. 250.
(119) Arcangel Coscia, Orlando. Litigación y justicia participativa. Cuadernos de Derecho Penal,
Buenos Aires, pp. 168-169.

129
Pedro Angulo Arana

“Excepcionalmente, pueden utilizarse otros distintos, siempre que no vulne-


ren los derechos y garantías de las persona, así como las facultades de los su-
jetos procesales reconocidas por la ley” (art. 157, 1).
Así es que en este capítulo examinaremos en detalle el cuidado que se debe
tener en el recojo y manejo de los elementos de convicción, las dificultades de
aquellos según sus tipos y su relación con el caso y la acusación, así como su
adquisición y lo que ello determina.

II. Los elementos de convicción y el caso


Los elementos de convicción, desde el punto de vista fiscal, vienen a cons-
tituir el resultado concreto, la información o dato incriminante, que se ob-
tiene a través de los actos de investigación, diligencias y actividades en ge-
neral que se realizan durante la fase de diligencias preliminares o investiga-
ción preparatoria, con el objeto de reconstruir los hechos y vincular la respon-
sabilidad de sus presuntos autores.
Un elemento de convicción –en el mejor de los casos– podría convertirse
en un dato cierto, difícil de controvertir, que podría aparecer corroborado por
otro dato cierto o varios datos concretos, y muchas corroboraciones indirectas,
sumado lo cual, podremos afirmar categóricamente que tenemos un caso penal
con gran probabilidad de ganarlo y obtener una sanción penal.
El nuevo Código ha sido explícito en requerir corroboraciones concre-
tas para los casos de los testimonios inculpantes de los testigos de referen-
cia, de la declaración de arrepentidos o colaboradores y situaciones análogas
(art. 158, 2), que obviamente se refieren a casos en los cuales se podrá antici-
par que de natural no se le concederá ab initio mucha credibilidad por parte de
los jueces, al testimonio.
La convicción se conseguirá por la suma del peso de la información in-
criminante; y si se tiene ello a favor de la persecución, se puede tener tran-
quilidad de conciencia al perseguir; y solo debe tenerse tolerancia y compren-
sión para las aseveraciones de la defensa, no debiéndose temer las campañas
mediáticas ni las expresiones desaforadas de inocencia, que exprese el aboga-
do defensor. Así pues no se les tiene que decir: “mentirosos”, sino esperar pa-
cientemente al juicio oral. En todo caso, sí se debe exigir respeto si se advier-
te alguna frase injuriante.
El fiscal debe recoger la prueba de cargo y sobre esta, se dice: “(...) solo
constituye prueba de cargo la que recae sobre los hechos objeto de enjuiciamiento

130
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

y sobre los participantes en los mismos, de modo que queden evidenciados de


esta manera todos los extremos objeto de acusación. Por lo tanto, la prueba
debe recaer sobre los hechos en los que se apoya la pretensión punitiva (he-
chos constitutivos), que no son otros que los relativos a las circunstancias ob-
jetivas y subjetivas del delito, esto es, la realización del hecho delictivo y su
comisión por el acusado”(120).
Se afirma: “Los elementos de convicción tanto de cargo como de descargo
generan los argumentos jurídicos que sustentarán la acusación y la defensa”(121).
Sin embargo, también aparecerán elementos de convicción que afirman la
autoría del delito, que posean menor fuerza. Ello será así, aunque se trate de
testimonios directos o pericias, puesto que podrían tener debilidades. Así, por
ejemplo, el dato que ofrece la misma víctima, el hermano de la agraviada o un
testigo de oídas, un niño o un anciano con inseguridad y momentos de olvido,
poseen menos peso, pues podría desconfiarse o de las afirmaciones efectuadas
o del testigo personal de que se trata.
La defensa, por lo demás, podemos prever que se encargará de debili-
tar aún más el peso de tales testimonios y no tendremos seguridad de ganar el
caso. Por otro lado, también se tratará el tema de la competitividad de los pe-
ritos y sus trabajos, las escuelas que los sustentan, los modos en que realiza-
ron su trabajo y las dificultades que enfrentaron.
En su momento el fiscal tiene que bregar porque sus peritos sean muy com-
petentes y permanentemente asistan a eventos y renueven sus conocimientos,
pues ello será determinante en el juicio oral.
Sin embargo, también cabe considerar que se afronte la situación en la
cual no se pudo llegar a reunir suficientes elementos de convicción. Entonces
se tiene que establecer razonablemente las opciones que caben tomarse y de-
cidir la que más convenga.

1. Acusar
A pesar de la falencia de los elementos de convicción; pero, si tenemos
convicción personal, respecto de la autoría del delito, podríamos arriesgar-
nos a acusar, si aparecieran de nuestro lado, cualquiera de dos posibilidades:

(120) Fernández López, Mercedes. Prueba y presunción de inocencia. Iustel, Madrid, pp. 52-53.
(121) Alarcón Menéndez, Jorge Miguel. La investigación preparatoria en el nuevo sistema procesal
penal. Grijley, Lima, 2010, p. 73.

131
Pedro Angulo Arana

I. Incorporar en el juicio oral nuevos elementos de prueba (artículo


352, 4).
II. Conocer (pronosticar) que el juez o colegiado asumirá también con-
vicción respecto de la responsabilidad.
Que van a aparecer nuevos datos lo podríamos colegir si apreciamos que
a un testigo de la acusación no se le preguntó con suficiencia y luego de en-
trevistarle advertimos que posee más información relevante; o cuando adver-
timos en un testigo de la defensa que dirá cosas favorables a los cargos o que
saldrá el nombre de un nuevo testigo aprovechable.
El problema estará dado porque en la investigación no siempre se piensa
y actúa a partir de las necesidades de la acusación, del caso fiscal y de la pro-
banza en juicio oral, y no pudiendo ampliarse las actuaciones ya efectuadas,
deberá considerarse solo lo nuevo que saldrá a partir del juicio oral. Y esto úl-
timo puede oscilar entre mucho y poco, en términos de lo que sea relevante.

2. Negociar
Por la falencia de elementos, que –sin embargo–, podrían fortalecerse me-
diante un discurso estratégicamente presentado, podrían sustentarse mejores
condiciones presuntas, de modo que se lleve a la defensa a interesarse en ne-
gociar y evitarse el proceso; se debe considerar tanto al defensor como al in-
culpado, para planificar la presentación.
Siempre será posible hacer advertir o enumerar ventajas en solucionar el
conflicto, vía la negociación, antes que exponerse públicamente al juicio oral.

3. No acusar
La idea es ahorrar esfuerzo, tiempo y medios evitando acusar en un pro-
ceso que se puede anticipar razonablemente que se perderá por carecer de ele-
mentos destinados a convertirse en prueba. Para este objeto tiene que haber
un esfuerzo de sinceramiento y objetividad, debiéndose considerar que no es
positivo que se acusen casos y luego se pierdan.
Obvio es que también se debe anticipar a considerar que la valoración
que hará el juez de los elementos de convicción, por mandato explícito del
código, incorporará las reglas de la lógica, los hallazgos aceptados por la
ciencia y el sentido común o las máximas de las experiencia (art. 158, 1).

132
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

III. Prueba por indicios y el caso


En general, cuando se habla del dato cierto como una base suficiente para
posibilitar la probanza por indicios, generalmente estamos hablando de algo
concreto, tal como un dato, mucho más fuerte, puesto que se le define como
incontrovertible; tal es el requisito (más exigente), para empezar a conformar
una probanza por indicios, en razón de que el dato no es directo (inculpante
respecto al presunto autor) sino indirecto(122).
Por lo dicho, tenemos que tener cuidado, puesto que cuando hablamos de un
elemento de convicción inculpante podríamos estar refiriéndonos a un dato que
inculpa directamente, pero este podría tener diverso género de peso y fuerza.
Así, pues, la denuncia de una persona contra otra, inicialmente y después,
sino aparece corroborada con ningún elemento de convicción o evidencia di-
recta, podría significar solo el peso de una palabra, sin mayor apoyo en nada;
por ende, no podría determinar nada más allá del inicio de una investigación
y algunas actuaciones, antes de ser archivada.
Sobre lo expresado, prestemos atención a lo siguiente: “Es evidencia di-
recta aquella que se obtiene de la demostración de una proposición fáctica sin
necesidad de que haya una inferencia deductiva de otros hechos indicadores,
basta por sí sola”. Y la otra será la evidencia circunstancial, y de esta se refie-
re: “Esta demuestra una proposición fáctica por intermedio de una o más infe-
rencias deductivas de otros hechos indicadores, no basta por sí sola. Además
de requerir a la inferencia es necesario evaluar el carácter persuasivo de la evi-
dencia circunstancial la que no depende solo de su credibilidad sino también
de la fuerza de la evidencia”(123).
Es verdad que un fiscal puede acusar sin ningún dato directo, sino por da-
tos indirectos; pues el nuevo código admite ello; pero, en tal situación tienen
que respetarse reglas explícitas.
Sin embargo, en la mayoría de los casos lo cierto es que la prueba indicia-
ria requiere que se sumen indicios y cada uno de ellos debe estar probado ca-
tegóricamente, y de cada uno de ellos se desprenderán inferencias, las cuales
una vez sumadas podrán convencer de la responsabilidad penal del acusado.

(122) Paul Bergamn, hablando en términos estadounidenses de las evidencias, sostiene: “La evidencia
circunstancial demuestra una proposición fáctica por intermedio de una o más inferencias. La evidencia
directa demuestra una proposición fáctica sin necesidad de que haya una inferencia”. Bergman, Paul.
La defensa en juicio, la defensa penal y la oralidad. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1989, p. 30.
(123) Quiroz Salazar. Ob. cit., pp. 290 a 291.

133
Pedro Angulo Arana

Ahora bien, la norma también expresa que las inferencias que se apliquen,
deberán estar basadas en las reglas de la lógica, la ciencia o la experiencia;
por lo cual se advierte que tampoco se trata de hacer cualquier tipo de desa-
rrollo de ideas.
Además, la norma exige que tratándose de indicios contingentes, los que
se presenten deban ser plurales, concordantes y convergentes y no deben pre-
sentarse en contra de aquellos, contra indicios consistentes.
Lo cierto a este respecto, es que a veces no se presentan algunos indicios;
pero, si otros que son suficientes. En otras palabras, no se requiere que se
presenten en conjunto todos los indicios posibles sino una combinación su-
ficiente de ellos. Por ejemplo, en el caso Miriam Fefer, Trujillo Ospina, en su
condición de sicario tuvo como motivación el dinero, pero en el caso de Joran
van der Sloot, asesino de Stephany Flores, no se conoció la motivación (in-
tensión sexual, apropiación del dinero o furia asesina); pero también era irre-
levante ante la suma de otros indicios (indicio de presencia física, indicio de
oportunidad, indicio de capacidad sicológica), además no hubo contraindicios
relevantes ni otro sospechoso.
Entonces, lo que debemos de calcular y trabajar es presentar un conjunto
de indicios que signifique o represente un peso de probanza integral respecto
el hecho y que no tenga vacíos relevantes.

IV. El recojo de los elementos


El recojo de los elementos debe ocurrir siempre, respetando las formali-
dades específicas, conforme lo señala el Código, y además, del cumplimiento
de aquellas el responsable es el fiscal, por lo cual resulta relevante que efec-
túe la dación de disposiciones para que los actos de investigación conserven
validez (art. 65, 3).
Esto último implica que el fiscal es el responsable de que la policía actúe
bien, siendo obvio que en procura de ello aquella aparece obligada a cumplir
sus órdenes y acatar las instrucciones que les da para las actuaciones.
Precisamente, por ello se indica: “(...) la fiscalía tiene otra limitante, pues
al desarrollar su actividad investigativa tendiente a la comprobación de su hi-
pótesis de trabajo para explicar lo sucedido, debe hacerlo conforme a la regla-
mentación que la legislación del proceso penal hace de la tarea investigativa,
baste señalar aquí la regulación del brazo operativo de la fiscalía constituido
por la policía y la reglamentación de las denominadas “medidas intrusivas” o

134
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

“actos de molestia”. En definitiva, la investigación fiscal destinada a obtener


medios de verificación de la tesis sostenida por la fiscalía, se hace teniendo a
la vista las reglas probatorias del juicio oral y el respeto de los derechos y ga-
rantías de los ciudadanos en un estado de derecho”(124).
Un tema relevante al respecto es la cadena de custodia que aparece adop-
tada en nuestro nuevo Código (art. 220, 2) y explícitamente señalada la res-
ponsabilidad de regularla (art. 220, 5); lo que a nuestro entender es un mode-
lo respecto a la obligación policial de cumplir las normas de regularidad y la
obligación fiscal de dar las normas y garantizar su cumplimiento.
Así es que en el tema de la cadena de custodia se juega, nuevamente, el
valor y utilidad de los elementos de convicción: “La cadena de custodia tie-
ne por objeto acreditar que la prueba no ha sido alterada, contaminada, etc., o
que no se ha cometido un error en la identificación de los objetos, sustancias,
documentos, o cualquier otro elemento relacionado –directa o indirectamen-
te– el o los hechos que se desean probar, así como que las técnicas utilizadas
son las apropiadas”(125).
Otra cosa es que a nivel de la cadena de custodia, no se tiene que ser dog-
mático y cerrado a criterios de razonabilidad, pues la cadena de custodia es ab-
solutamente necesaria en algunos casos, pero prescindible en otros(126).

V. Prueba preconstituída
En el tiempo, y conforme a los modelos procesales penales italiano y por-
tugués, se ha enfrentado la situación de las actuaciones de investigación irre-
producibles, vía su aceptación como material de convicción, a través de la lec-
tura contradictoria en juicio oral del acta que registra la actuación(127). Ello mis-
mo también fue aceptado en España.
Así es que en nuestro Código también se ha aprobado ello como una de las
poquísimas excepciones a la actuación de la prueba en juicio oral, sosteniéndose

(124) Moreno Holman. Ob. cit., p. 53.


(125) Talavera Elguera, Pablo. La prueba, en el nuevo proceso penal; Manual del derecho probatorio
y de la valoración de las pruebas. Academia de la Magistratura, Lima, 2009, p. 73.
(126) Novoa Velásquez, Nestor Armando. La Prueba Testimonial. Ediciones Nueva Jurídica, Bogotá
D.C., 2012, pp. 343-344.
(127) Gonzales Cano, María Isabel. “La Dirección de la Investigación penal por el Ministerio Fiscal”. En:
La actividad procesal del Ministerio Público Fiscal - I. Gossel, Karl Heinz y otros, Rubinzal-Culzoni,
Buenos Aires, 2007, p. 257.

135
Pedro Angulo Arana

que tendrán carácter de prueba, las actuaciones objetivas e irreproduci-


bles cuya lectura se autoriza por el Código (art. 325).
Precisamente, la norma señala que al fiscal corresponde garantizar
la regularidad de las diligencias de investigación en relación al imputado
(art. 65, 4). Ahora bien, esto puede ser entendido en dos formas: primero, que
garantizará que se respeten los derechos del mismo en todas las actuaciones.
Y, segundo, que le corresponde garantizar que se actúe con regularidad, para
dar valor a tales actuaciones.
En realidad la prueba preconstituida, por lo general, estará constituida
por actuaciones de investigación efectuadas por la Policía Nacional, que ge-
neralmente toman la forma de diligencias de urgencia y que pueden presen-
tarse imprescindibles para reunir y asegurar elementos de convicción, útiles
para la aplicación posterior de la ley, pero también podrían realizarse a la vez,
de modo imprescindible, para impedir las consecuencias del delito o para in-
dividualizar al autor (art. 67, 1).
Así, por ejemplo, es irreproducible el registro domiciliario efectuado por
la policía(128) y también lo serán los hallazgos que se hicieran.
La característica de irrepetibilidad de las actuaciones policiales tiene que
ver con que la investigación policial suele producirse también en los momen-
tos en que prima la violencia en la transgresión de la ley, lo que motiva inter-
venciones operativas de esta(129), en la que inclusive podría efectuar el uso de
las armas, para reducir a los intervenidos.
Precisamente, por lo dicho –esto es, que siempre habrán actuaciones tem-
pranas en las que solo estará presente la policía–, corresponde que estricta-
mente se trate de dar disposiciones para que esta pueda recoger los elementos
de convicción que estarán destinados a convertirse en prueba preconstituida,
tomando en cuenta los pasos que conlleven su validez o regularidad.
Respecto lo dicho, el MP posee una gran responsabilidad, en tanto es
el director de la investigación, por lo que debería tomarse nota estrictamen-
te de los defectos que se produzcan en la adquisición de elementos de convic-
ción para que no se repita en una segunda oportunidad, pues solo de ese modo
se garantizará el progreso técnico de la investigación del delito.

(128) Alarcón. Ob. cit., p. 78.


(129) Aliaga Lodtmann, Cluber Fernando y otros. La investigación del delito (Teoría general); La
investigación técnica y científica del delito. Inversiones Gráficas A & M, Lima, 2008, p. 92.

136
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Lo referido tiene que ver con que las actuaciones operativas, podrían de-
rivar fácilmente en una oportunidad preciosa de recoger in situ, elementos de
convicción(130), lo que querría decir que la policía siempre debería estar acon-
dicionada, y eso corresponde que, como política, lo promueva el Ministerio
Público, para un recojo elemental de medios de prueba. Ello supone que po-
sea instrumentos y también capacitación constante.
También se expresa que podría darse una “irreproducibilidad sobrevenida”(131)
e imprevisible(132), lo que se manifiesta de modo difícil de anticipar, puesto que
podría fallecer una persona que tenía que atestiguar o el perito que debería ex-
presar sus conclusiones. En tales casos deberá leerse y someterse a contradic-
ción el acta del testimonio o el informe pericial.
Al respecto, lo fundamental es asegurar la regularidad de la actuación, su
recojo y registro, siempre, para que se consigan elementos de convicción vá-
lidos en su momento. En tal sentido, no debe esperarse apostando todo a la ul-
terior actuación.

VI. Prueba anticipada


La prueba anticipada es aquella que se adelanta ya que no podrá esperar
al juicio oral, por diversos motivos, y también debe actuarse tempranamente,
para dar respaldo a lo que se estuviera investigando, y las decisiones para ac-
tuarlas, en todo lo que permite el Código, desde el punto de vista del fiscal, no
tienen nada que ver con lo que digan los teóricos, sino con las necesidades y
problemáticas concretas del fiscal para afrontar la futura probanza de su caso.
En la práctica, se puede desarrollar perfiles de testigos o víctimas, inclu-
sive, que con grandes porcentajes de probabilidad no regresarán al proceso y,
por ende, debería anticipárseles la actuación de su testimonio, de modo que
los casos no se caigan por falta de elementos de convicción. Ello importa que
se deberá persuadir a los jueces de la necesidad de actuar así para no facili-
tar la impunidad.

(130) Angulo Arana, Pedro. “La prueba preconstituida”. En: Actualidad Jurídica. Tomo 147, Gaceta
Jurídica, febrero 2006, p. 120.
(131) Ibídem, p. 79.
(132) Nakazaki Servigón, César. “La utilización de las declaraciones producidas en el procedimiento
preliminar como prueba en el juicio oral en caso de testimonios contradictorios”. En: La prueba, reforma
del proceso penal y derechos fundamentales. Luis Reyna Alfaro y otros, coordinadores, Jurista Editores,
Lima, 2007, p. 450.

137
Pedro Angulo Arana

De lo referido se desprende que las actuaciones anticipadas de investiga-


ción, cuando se presenten las condiciones que señala la norma, deben aprove-
charse como parte de la estrategia para acumular elementos que acrediten la
responsabilidad del autor. Es evidente que no podrá anticiparse lo que no co-
rresponda con la naturaleza de esta figura, pero razonablemente sí puede usar-
se aquella, siempre que corresponda hacerse en resguardo del caso del fiscal.
La regulación del Código de este tipo de prueba es sumamente amplia
(arts. 242 al 246) y debe ser estudiada en detalle, para que pueda ser bien
utilizada.
En tal sentido, debe estarse consciente que en materia de probanza, no
siempre existirá una segunda oportunidad y que la anticipación de prueba se
hace por necesidad y diferenciándose los casos, conforme a sus contextos con-
cretos. Ello hace que las inspecciones o reconstrucciones, por sus característi-
cas, deban realizarse como prueba anticipada (art. 242, 1, c), y otras de aque-
llas actuaciones puedan realizarse incluso tardíamente (art. 385, 1).
De otro lado, materialmente la anticipación de prueba se manifiesta como
una necesidad, de modo que dentro del juicio oral también podría darse: “Pue-
de suceder que iniciado un juicio complejo por el considerable volumen de
pruebas admitidas, surja el riesgo de no poder disponer de una fuente de prue-
ba para su oportuna práctica conforme al orden de actuación probatoria. En
este supuesto nada impide que se pueda realizar su actuación anticipada bajo
las mismas circunstancias y motivos que los señalados en el artículo 242 del
nuevo Código Procesal Penal (…)”(133).

VII. La prueba jurídica


El oficio del fiscal (ya no del juez), que es probar en juicio oral la respon-
sabilidad penal, podríamos compararlo –como antes se hizo respecto el juez–
con el oficio del historiador y con el del científico.
Se advierte así que entre la experiencia jurídica y teorías científicas que
conciernen a la estructura lógica de los argumentos racionales que se emplean
en los dos campos para justificar las decisiones, existen similitudes, pero en
la determinación de los hechos en cada campo existen diferencias. Lo que en

(133) Talavera. Ob. cit., p. 69.

138
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

toda caso se evidencia es la carencia de justificación teórica, respecto a los que


niegan cualquier analogía entre los dos tipos de razonamiento(134).
En la comparación entre el historiador –y ahora el fiscal–, encontraremos
un lugar común en la noción de prueba, el análisis, la búsqueda de fuentes de
conocimiento, y lo que refiere la prueba inicialmente pertenece a la probabili-
dad y no siempre a la certidumbre. Por lo demás jurídicamente, las “fuentes,
actúan en vivo dentro del juicio, lo que no sucede entre historiadores(135). Ade-
más un historiador nunca negaría el valor de una información, aunque se hu-
biera obtenido por la violencia. Para él siempre será un dato.
A margen de lo referido, lo cierto es que la prueba jurídica posee notables
diferencias con otras disciplinas. Como bien expresa Taruffo: “El elemento
de distinción es precisamente el carácter jurídico de la prueba, que proviene
esencialmente de los factores: la presencia de una regulación jurídica de la
prueba y el hecho de que sirve para usos típicamente jurídicos, en contex-
tos jurídicos como el proceso. La prueba se puede, en realidad, definir como
jurídica si concurre al menos una de estas condiciones (aunque habitualmen-
te concurren ambas)”(136).
Una característica, –en todo caso– es la apertura de la concepción moder-
na de lo que es prueba (principio de libertad de la prueba), que tiene que ver
con que la prueba pertenece a la esfera de la lógica y de la racionalidad o al
menos de la razonabilidad, lo que es un tema no regulado. Ello determina la
apertura a las pruebas atípicas, de modo que cualquier cosa que sirva para de-
terminar un hecho es una prueba(137).
Finalmente, podríamos decir que la probanza jurídica, según los casos, po-
drá estar dirigida a demostrar, como en el caso de la prueba directa indubita-
ble (una prueba de ADN, una pericia de cualquier tipo con resultados categó-
ricos) o persuadir (la probanza mediante suma de indicios); sin desconocer
la función cognoscitiva que también posee.

(134) Taruffo, Michele. La prueba de los hechos. Editorial Trotta, Madrid, 2005, p. 333.
(135) Ginzburg, Carlo. El juez y el historiador. Anaya y Mario Muchnik, Madrid, 1993, pp. 22-24.
(136) Taruffo. Ob, cit., p. 342.
(137) Ibídem, p. 345.

139
Capítulo 9
El imputado
Capítulo 9
El imputado

I. Generalidades
El imputado, entre nosotros, tradicionalmente –bajo el Código de Proce-
dimientos Penales–, ha sido la persona contra la cual accionaba el fiscal me-
diante la formalización de la denuncia fiscal, en la cual se le atribuía el deli-
to y se requería al accionar judicial a través de la instrucción penal. Antes de
ello, no se consideraba la existencia de una imputación.
Bajo el nuevo modelo procesal penal –y en aplicación de los tratados inter-
nacionales de derechos humanos, que han generado una prolífica jurispruden-
cia– se ha adelantado la consideración de la imputación y solo se diferencia,
que la acusación se realiza ante el órgano jurisdiccional cuando la persona
–hace tiempo– ya posee la condición de imputada.
En todo caso, algo que sí queda puntualizado es que si no pudiera ser in-
dividualizada e identificada la persona, no podría decirse que se ha configu-
rado el caso penal.
En el título preliminar del código adjetivo, respecto de la persona sujeta a
investigación se le menciona, en principio como procesado (arts. III y VII, 3),
como parte (art. I, 3 y VII, 3) y como imputado, cuando se le atribuye el he-
cho punible y debe ser tratado como inocente (art. II), cuando se indica que el
MP está obligado a indagar los hechos constitutivos de delito y los de descar-
go a su favor (art. IV, 2), cuando se indica que la Ley procesal más favorable
se le aplicará retroactivamente. También se le refiere como reo (art. VII, 4).

II. Obra de ser humano


Un hecho que dañe un bien jurídico protegido penalmente, para moti-
var la realización de un proceso penal, tiene que ser producto de la acción o

143
Pedro Angulo Arana

inacción o descuido punible de un ser humano. Si el hecho pudiera reputarse


como obra de la naturaleza, no podría ser atribuible a una persona; y lo mis-
mo ocurriría si la persona obrara por una fuerza irresistible proveniente de un
tercero o de la naturaleza, como cuando se empuja a alguien, hacia un abis-
mo, utilizando a una persona contigua, así esta última interviene solo a partir
de su físico, sin voluntad alguna.
Así también, mientras no varíe la ley y se atribuya responsabilidad a las
personas jurídicas, si es que se ha de hacer, en nuestro sistema penal solo se
procesa a personas físicas. Así es que se ha referido: “La imputación solo es
predicable de las personas físicas, pues como se vio (...) societas delinquere
non potest”(138). Por ende, el hecho que se hubiera realizado debe ser obra de
una persona, para que pueda tener sentido continuar el procedimiento.
La sospecha de una autoría de una persona puede seguir a una investi-
gación en la cual, por ejemplo, se descarta un suicidio y podría estarse en un
caso difícil, pues el autor podría estar fingiendo y alterando las cosas. Otra
cosa que seguidamente cabrá investigarse es si el presunto autor actuó solo o
con otras personas, e incluso identificar si existirá una organización detrás del
ilícito de que se trate.

III. Individualización
El nuevo Código Procesal menciona, como uno de los primeros objeti-
vos a conseguir durante la investigación del delito, la individualización de las
personas involucradas en este (art. 330, 2) como parte y objetivo de las dili-
gencias preliminares. Ello importa que se pueda establecer que una persona
–y no otra– es la autora de un hecho.
Individualizar así recupera su significado natural y consiste en separar a
una de las demás, aunque no se pueda hacer otra cosa, por el momento inci-
piente de las pesquisas o la averiguación. Así es que en una grabación en vi-
deo, cuando se logró grabar a quienes hurtaron, robaron o lesionaron y hasta
mataron, solo tenemos a autores individualizados, por rasgos y demás elemen-
tos que pueden ser descritos, pero no habrá –todavía– nada más.
En el sentido referido, el reconocimiento de las personas es una medida
y medio de prueba inicial destinado simplemente a individualizar a un sos-
pechoso o indiciado (art. 189, 1), siendo por ello que se trata de describirlo

(138) Sendra, Vicente Gimeno. Ob. cit., p. 347.

144
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

inicialmente y luego reconocerlo, aunque sea en fotografía o también en per-


sona. En España, se emplea el examen de álbumes de sospechosos y se con-
sidera que la prueba termina transmutada cuando ello mismo se busca conse-
guir, por ejemplo, a partir de una pericia de reconocimiento de voz(139).
Si fueran varias las personas a reconocer, se hará ello de modo separado
(art. 189, 4) y a cada uno se le hará reconocimientos en rueda, junto con otras
personas “de aspecto exterior semejantes”, mientras que entre los españoles
se indica: “de circunstancias exteriores semejantes”(140), lo que quiere decir que
sean algo parecidas, en rasgos generales como en vestimenta, respecto a quien
se está tratando de reconocer. Esto último es sumamente importante, pues lo
que se persigue es alcanzar seguridad, sobre el reconocimiento y hacerlo de
manera diferente podría generar dudas en el resultado, o afectar a un inocen-
te, en relación a simples circunstancias.
Sendra expresa que: “(…) no es necesario que el imputado esté identifica-
do, basta que lo esté determinado (…)”(141); este concepto de determinación es
igual a individualizado, pero ello podrá estar referido solo para la etapa de in-
vestigación inicial, considerando que se le podrá identificar después. En Espa-
ña, a la individualización también la denominan “identificación material”(142),
en tanto esta tiende al reconocimiento de la persona que materialmente ha co-
metido el hecho punible.

IV. Identificación
La identificación podría ser una de las últimas acciones previas a estar
en condiciones de dar por armado el caso penal. Así es que si ello es lo úni-
co que resta para tener por dado el caso, el fiscal requiere la intervención po-
licial, que se convierte así en el órgano técnico por excelencia para identificar
a las personas (art. 334, 3).

(139) García Muñoz, Pedro Luis. “La actividad policial con incidencia probatoria”. En: Estudios sobre
Prueba Penal. Volumen I, Actos de investigación y medios de prueba en el proceso penal: competencia,
objeto y límites, La Ley, Madrid, 2010, p. 183.
(140) Picó y Junoy, Joan. “El ‘reconocimiento en rueda’ del acusado”. En: Estudios sobre Prueba Penal.
Volumen II, Actos de investigación y medios de prueba: inspección ocular, declaraciones de inculpados
y testigos, intervenciones corporales y prueba pericial. La Ley, Madrid, 2010, p. 129.
(141) Sendra, Vicente Gimeno. Ob. cit., p. 347.
(142) Lluch, Xavier Abel. “Cuerpo del delito e identificación formal del delincuente. Especial consideración
de la toma de muestras de ADN”. En: Estudios sobre Prueba Penal. Volumen II, Actos de investigación.…
Ob. cit., p. 152.

145
Pedro Angulo Arana

La identificación supone que, previamente, cuando se ignorara informa-


ción concreta sobre el presunto autor de los hechos, se habrían realizado mu-
chas o un conjunto de acciones para lograr saber quién es la persona que ha
causado el delito, por lo menos en términos de sospecha razonables y podría
ser que esté individualizada. Por lo mismo, en busca de identificarle, en segui-
da se podría realizar un control de identidad (art. 205, 1), los controles poli-
ciales (art. 206, 1) o las intervenciones corporales (art. 211, 1).
La norma indica que se tratará de cumplir con la finalidad de identifica-
ción desde un primer momento: “Desde el primer acto que intervenga el impu-
tado, será identificado por su nombre, datos personales, señas particulares y,
cuando corresponda, por sus impresiones digitales a través de la oficina técni-
ca respectiva” (art. 72, 1). Si bien, también se implica el respeto que se da a la
persona de tratársele por su nombre y no, por ejemplo, por apodos o de cual-
quier modo peyorativo, subyace una preocupación por impedir cualquier con-
fusión, respecto a la personalidad de quien debe ser el procesado.
Precisamente, sobre ello se indica que para la identificación personal “(...)
no basta con la comprobación de los nombres y apellidos del imputado, por el
problema de la homonimia, sino que se requieren otros datos complementa-
rios, tales como los apelativos de los padres, la profesión, los estudios o títu-
los y otros antecedentes particulares del indiciado”(143).

Por lo dicho es que el investigado, si fuera renuente a proporcionar los


datos personales que permitirían identificarle o si diera información falsa so-
bre ellos, tendrá que ser objeto de identificación, inclusive contra su volun-
tad, sea por testigos o por los medios más adecuados (art. 72, 2). Resulta cla-
ro que dada la situación se habilita tanto el registro (art. 210) como la misma
intervención corporal (art. 211) con fines de identificación. A esta también se
le conoce como identificación formal(144).
El cumplimiento de los fines de investigación deben darse de todos los
modos posibles, siendo por ello que se indica que, a pesar de la duda sobre los
datos obtenidos respecto la identidad del imputado, no se alterará el curso de
la investigación y se corregirán los errores en cualquier oportunidad; sin em-
bargo, se entiende que podrá ser identificado después el indiciado.

(143) Núñez Vásquez, J. Cristóbal. Tratado del proceso penal y del juicio oral. Introducción al estudio
del proceso penal. Tomo I, Editorial Jurídica de Chile, 2003, p. 180.
(144) Lluch. Ob. cit., p. 129.

146
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

En tal sentido, se debe decidir con una proyección a futuro, pues si inicial-
mente la persona no pudo ser identificada y ello será imposible con los datos
que existen, quedaría como posibilidad el rechazo del caso, esto es una deses-
timación, rechazo, ejercicio de la facultad de no perseguir o algo semejante(145).

V. La condición de imputado
El tema del momento a partir del cual la persona debe ser considerada
imputada de delito es un tema interesante, necesario de establecer y de suma
utilidad para defensa.
Respecto a ello, podemos sacar algunas luces del artículo 2 del CPP, pues-
to que allí se indica que: “El Ministerio Público, de oficio o a pedido del impu-
tado y con su consentimiento, podrá abstenerse de ejercitar la acción penal
(...)”, de lo cual podemos concluir que la condición de imputado no requiere
previamente el ejercicio de la acción penal, que ahora vendría a ser la acusa-
ción por parte del fiscal.
Por lo antes expuesto, sí existe una incoherencia cuando (art. 2, 7) se refie-
re que si la acción penal ya hubiera sido promovida, el juez de la investigación
preparatoria podrá dictar auto de sobreseimiento hasta antes de formularse la
acusación; sin embargo, ello no afecta a la condición del imputado, que por el
momento va quedando claro, exhibe la condición de denunciado (art. 2, 1, c)
y también se le denomina agente (art. 2, 1 a y 2, 2). Por ende, no se vincularía
necesariamente la condición de imputado, a que exista solo una investigación
preparatoria, como parecería desprenderse del código (art. 3).

1. Imputado material
Las normas protectoras de derechos humanos refieren derechos de las
personas y obligaciones de las autoridades desde que la persona es material-
mente imputada de un delito. Por ello, al imputado materialmente se le entien-
de “como aquella persona contra la cual se dirige real, efectiva y materialmen-
te la investigación criminal, por la concurrencia de fundados indicios raciona-
les de criminalidad en su contra (...)”(146).

(145) Lorenzo, Leticia. Ob. cit., p. 41.


(146) Marca Matute, Javier. “El Imputado y el derecho de defensa en la instrucción”. En: Estudios sobre
prueba penal, actos de investigación y medios de prueba en el proceso penal: competencia, objeto y
límites. Volumen I, La Ley, Madrid, 2010, p. 371.

147
Pedro Angulo Arana

En concordancia con lo referido, cuando se trata de lleno sobre el impu-


tado, se explica que aquel podrá hacer valer sus derechos: “(...) desde el ini-
cio de las primeras diligencias de investigación hasta la culminación del pro-
ceso” (art. 71, 1), que debemos entender hace referencia a las diligencias pre-
liminares, lo mismo que se ratifica posteriormente (art. 71, 4) al indicarse que
el imputado podrá acudir al juez, en vía de tutela de derechos, cuando en esa
inicial fase, no se los respeten.
Por lo demás, se aprecia que se consideran en la norma situaciones en las
cuales la persona adquiere tempranamente la condición de imputado, por cuan-
to aquella le condiciona en su favor un conjunto de derechos, siendo así que lo
será, por ejemplo, cuando sea detenido (71, 2, a) o en el primer acto que inter-
venga (art. 72, 1), lo cual quiere decir que si es citado como denunciado, sos-
pechoso o indiciado, ya adquiere la condición de imputado a la que le corres-
ponde el derecho de defensa y todos los demás.
Por ello, Vélez Mariconde, explica que tiene tal calidad “el sujeto esencial
de la relación procesal a quien afecta la pretensión jurídico penal deducida en
el proceso, pero asume esa condición, aun antes de que la acción haya sido ini-
ciada, toda persona detenida por suponérsela partícipe de un hecho delictuoso
o indicada como tal en cualquier acto inicial del procedimiento lato sensu”(147).

Precisamente por lo referido es que con mayor amplitud y garantismo, se


ha indicado que “[t]an pronto como la actividad estatal destinada al esclareci-
miento de un hecho ilícito se direcciona respecto a una persona concreta, aún
antes de que sobre ella se formule una declaración formal o una orden de res-
tricción de derechos, habrá un imputado”(148), o también desde: “la primera ac-
tuación del procedimiento dirigido en su contra (...)”(149).
Asimismo, Jauchen lo explicita mejor aún: “(...) cualquier acto impu-
tativo inicial que importe sindicar, mencionar, aludir, señalar o considerar a al-
guien como presunto autor, partícipe, instigador o encubridor de un delito es
idóneo para la apertura en cabeza de dicha persona de la legitimación y facul-
tades para ejercer todos los derechos constitucionales y procesales de los que
goza todo imputado en un proceso penal”(150). Y, en el mismo sentido, se dice:

(147) Vélez Mariconde. Derecho Procesal Penal. Tomo II, Lerner, Córdova, 1981, p. 335.
(148) Fleming, Abel y López Viñals, Pablo. Garantías del imputado. Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires,
208, p. 16.
(149) Horvitz Lennon, María Inés y López Masle, Julián. Derecho Procesal Penal chileno. Principios,
sujetos procesales, Medidas cautelares. Etapa de investigación. Tomo I, Editorial Jurídica de Chile,
Santiago, 2006, p. 223.
(150) Jauchen, Eduardo M. Derechos del imputado. Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 205, p. 15.

148
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

“La imputación puede ser formulada por el MP, por el ofendido o víctima del
delito y por las personas a quienes la ley, según los casos, otorga legitimación
para deducir la denuncia o querella”(151).
En el sentido anteriormente referido se ha pronunciado el Tribunal Cons-
titucional español, considerando imputado a quien más o menos fundadamen-
te le atribuyen un delito, desde la admisión de la denuncia o desde cualquier
actuación(152).
El imputado, además, conforme al Código, puede asumir la condición
de ausente y también la de contumaz. La condición de ausente será declarada
por el juez previa constatación, cuando se ignore su paradero y no aparezca
de autos, evidencia de que aquel estuviera conociendo la existencia del proce-
so seguido en su contra (art. 79, 2). Esto es relevante, puesto que además que
se ordenará su conducción compulsiva, la investigación podrá continuar y se
le nombrará un defensor de oficio o sus familiares propondrán al que deseen.
El juez declarará contumaz al imputado cuando resulte evidente que a pe-
sar de tener conocimiento de que es requerido, no se presentara voluntariamen-
te a las actuaciones procesales, cuando fugue de donde estaba detenido o pre-
so, cuando desobedeciera las órdenes de detención o prisión y cuando se au-
sentara de su lugar de residencia sin autorización de la autoridad.

2. Imputado formal
La imputación formal ocurrirá bajo el nuevo modelo, cuando el fiscal atri-
buya esa condición mediante la acusación penal o fiscal, presentando los cargos
ante la autoridad jurisdiccional. Así es que en la doctrina se considera impu-
tado formalmente a “(...) la persona a la que se declara y advierte formalmente
de su carácter de imputada y de los derechos que tal condición conlleva”(153).
Así, el MP exterioriza el ejercicio persecutorio penal y el mismo monopo-
lio del ejercicio de la acción penal que nadie puede hacer por él, conforme al
mandato constitucional. En tal momento se ejerce la función requirente, ante
el órgano jurisdiccional y la imputación al acusado(154).

(151) Núñez Vásquez. Ob. cit., p. 168.


(152) Maljar, Daniel E. El Proceso Penal y las garantías constitucionales. Sentencia 135/1989 del 19/7.
Ad hoc S.R.L., Buenos aires, p. 766.
(153) Marca Matute. Ob. cit., p. 371.
(154) Angulo Arana, Pedro M. La Función del Fiscal, estudio comparado y aplicación al caso peruano,
El fiscal en el nuevo proceso penal, Jurista Editores, Lima, 2007, p. 644 y ss.

149
Pedro Angulo Arana

VI. Vinculación de autoría


Para consolidar el caso contra una persona resulta evidente que contra
ella deben existir buenas razones para atribuirle la responsabilidad en los he-
chos, y tales deben traducirse en elementos de convicción o indicios suficien-
tes. Por ello decimos que la consolidación del caso, se realiza cuando se reú-
nen elementos de convicción que señalan con seguridad una sola persona o a
varias que actuaron en conjunto.
La vinculación como autor que contiene la acusación resulta ser una con-
dición acabada que requiere haber superado la sola condición de obrar sospe-
chas razonables en contra de la persona. La imputación material queda supe-
rada por la imputación formal que coloca al acusado en la mayor cercanía po-
sible de ser procesado en un juicio oral. La acusación tiene poder informativo
y legitimará la decisión de una posible condena.
En tal sentido, la imputación formal posee el sentido de una grave adver-
tencia respecto los hechos atribuidos tanto como la de ofrecer la oportunidad
de que se ejerza el derecho de defensa y toda las facultades que se correspon-
den, inclusive la de evitar el proceso.

150
Capítulo 10
La convicción fiscal
Capítulo 10
La convicción fiscal

I. Generalidades
La convicción del fiscal es un elemento relevante que termina por con-
figurar el caso que presentará el fiscal y tratará de probar, puesto que, como
producto de la coherencia, fortaleza y simplicidad de la reconstrucción lo-
grada, el fiscal lo asume con absoluto convencimiento de que posee la expli-
cación genuina de los hechos acontecidos, tal cual es posible procesalmente
reconstruirlos.
Ocurre, sin embargo, que –desde siempre– se han estudiado, por su interés
definidor de la causa, los convencimientos posibles a los que puede arribar el
juez de la causa, a resultas de las actuaciones probatorias del juicio oral, sea
la insuficiencia probatoria, a pesar de obrar algunos elementos contra el acu-
sado; el estado de duda, en razón de los descargos, y la certeza, cuando el juez
se convence de la responsabilidad penal del acusado y le condena.
En sentido contrario, la convicción del fiscal no ha sido estudiada, a pesar
de que resulta definitoria para la calificación jurídica y la acusación, y también
porque, a pesar de sustentarla en juicio oral, el fiscal en nuestro Código sigue
siendo una autoridad objetiva y que actúa bajo inspiración de la impartición
de justicia, por lo que, en tal comprensión, la ley le faculta a que a resultas de
lo actuado en el juicio oral pueda todavía realizar el retiro de su acusación.
Tal retiro de la acusación, entre nosotros, probablemente por la redacción
del Código de Procedimientos Penales, fue muy poco utilizada, en virtud de
que se exigía taxativamente una nueva prueba, como requisito para hacerla
efectiva, motivando también a que no se considerara la importancia de la va-
riación de la convicción del fiscal.
Ahora, con el nuevo CPP, y en razón de las sentencias del Tribunal Cons-
titucional, se presenta una oportunidad de oro para reflexionar en relación a
la convicción del fiscal y apreciar con detenimiento su importancia para la

153
Pedro Angulo Arana

definición del caso fiscal y, como corolario de esto último, para la acusación
y, en su caso, su retiro.
Conforme a las consideraciones expuestas es que ahora realizamos este
tratamiento, para explicar la importancia de lo que concebimos como convic-
ción del fiscal y las connotaciones que tienen el hecho de que se hayan elimi-
nado las acusaciones formales o por simple imperio de la ley, respecto la com-
prensión de la labor fiscal persecutoria, en relación al caso.

II. La convicción como progresión


La convicción puede decirse que es expresión del convencimiento del
fiscal en relación a la posible responsabilidad del investigado, respecto a
los hechos que se le atribuyen.
La convicción del fiscal, que vincula la posible responsabilidad del inves-
tigado, nace de modo normal con la disposición de inicio de la investigación
preparatoria, siendo un momento fundante en que el fiscal manifiesta el resul-
tado de una primera evaluación, respecto a la presencia de los elementos de
convicción que obran en la investigación y respecto la persona a la cual seña-
lan, lo que justifica razonablemente la apertura del proceso penal.
Lo referido es importante porque antes solo existió en el fiscal el interés
de hacer verificaciones, mediante lo que se denominan diligencias prelimina-
res, a partir de una noticia que tanto podría ser verdadera como falsa, aunque
fue suficiente para generar un interés investigativo. Luego de avanzada la in-
vestigación, en cambio, para iniciar la investigación preparatoria, se evalúan
en conjunto todos los documentos y testimonios que obran reunidos, a los cua-
les se unen ya la información de descargo.
Un siguiente momento en que se podrá materializar una nueva expresión
de convencimiento, que ha de ser mucho más poderosa, será cuando con base
en la aparición de fuertes elementos de convicción se pida la prisión preven-
tiva del investigado, siendo así que al pedir aquello se estaría asegurando que
de todos modos posteriormente se realizará una acusación, siendo ello lo que
ha determinado en las defensas, el interés por realizar terminaciones antici-
padas, al considerar que se tiene poderosos elementos de convicción en con-
tra del investigado.
Si además sigue progresando la investigación en sentido incriminatorio,
otro momento relevante será cuando se consolide la elaboración del caso y se
formule la acusación penal escrita, puesto que allí se efectúa una evaluación

154
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

global y final de lo reunido, que debe ser muy bien pensada, constituyendo un
momento en el que se revela una convicción bastante general. Esta poseerá el
peso de que le está confiada la apertura de la etapa intermedia en que el fiscal
defenderá su convicción y respaldo ante el juez.
Seguidamente, en la etapa intermedia el fiscal enfrentará las objeciones
o francos ataques a su tesis, lo cual se corresponde con el ejercicio de la de-
fensa del imputado, y es un momento que debe haber anticipado en sus líneas
fundamentales, pues se espera que califique la condición de causa probable y,
por tanto, su convicción será amparada por una primera decisión judicial que
aperturará el juicio oral. Esta última expresión de convicción, anterior al juicio
oral, será reforzada en el alegato de inicio, cuando por primera vez expondrá
el caso ante el juez o el colegiado, que se pronunciará por el fondo.
Y, finalmente, luego de la actuación probatoria en el juicio oral, acaece-
rá la oportunidad donde el fiscal deberá reafirmar las previsiones que le lle-
varon a formular su acusación, haciendo los reajustes últimos que permi-
te el Código (art. 387, 4) o podrá también –en sentido contrario y bajo una
nueva convicción que deberá sustentar– realizar el retiro de la acusación
(art. 387, 4). Lo que sucede es que la norma, en el momento final, le solicita al
fiscal su consideración, sobre si habría probado lo señalado por él en su acu-
sación escrita (art. 387, 1).
Así pues, podemos advertir que, al contrario de lo que sucede respecto del
juez –a quien solo se le pide y hasta exige expresar en una sola oportunidad y
después solamente de la actuación probatoria entera la convicción de que en
él se hubiera formado respecto la inocencia o responsabilidad penal del acu-
sado penalmente–, el fiscal es una autoridad que a lo largo de diversas etapas
y situaciones del proceso debe evaluar su propia convicción, la cual se va for-
mando a lo largo de la investigación y a partir de evaluar los elementos de con-
vicción que se van consiguiendo.
Apreciamos entonces que el fiscal, por la índole de su responsabilidad
persecutoria y los fines cautelares que le corresponden, se encuentra obligado
a efectuar varias y permanentes evaluaciones a lo largo del proceso y en ellas
deberá manifestar la convicción que se va formando; siendo lo normal que en
cada momento, de modo natural ha de poseer más elementos de convicción
que deben aparecer progresivamente, lo que se corresponde con el sentido de
la investigación.
El momento más relevante de expresión de sus convicciones es cuando
acusa, pues allí debe, contra lo que hace un juez, que es decidir con toda la
información pasible de reunirse y ya actuada, anticiparse a lo que se actuará

155
Pedro Angulo Arana

en juicio oral, a las limitaciones reales de la defensa (fundada en los hechos


y en los elementos de convicción conocidos) y a lo que deberá pensar el juez
al final del juicio oral. En esto último persiste un juicio lógico y objetivo que
debe ser superior a cualquier simple intuición.
De todo lo dicho, se advierte que la convicción fiscal siempre será una
expresión de evaluación del material probatorio con que se cuente y del índi-
ce de responsabilidad del investigado que se pueda formar; y por eso mismo,
en modo acorde a que el fiscal debe actuar con objetividad bien puede ocurrir
también que la investigación posea, respecto algún sospechoso en particular,
un sentido inverso, y se advierta y refuerce la convicción de su inocencia, lo
que debe merecer el pronunciamiento fiscal en tal sentido.

III. La convicción como expresión de verdad


El que el fiscal actúe acusando a una persona del delito acontecido e inves-
tigado, no puede suponer solamente que como el delito ha sucedido y alguna
persona debe de todos modos ser la responsable, se acusará como tal a quien
no pueda explicar, suficientemente, dónde estuvo, qué hacía o con quien esta-
ba en el momento de los hechos, o no pueda indicar por qué no se le debería
de considerar responsable.
La función persecutoria del fiscal no puede descansar, simplemente, sobre
la proyección de que de todos modos alguien terminará como responsable o
que siempre lo será el principal sospechoso del hecho o quien no le convenza
de su inocencia. En otras palabras, quien sea acusado por la comisión del de-
lito deberá serlo porque en lo objetivo lo evidencien los elementos de convic-
ción o suma de indicios con que se cuente y porque en lo subjetivo, el fiscal
despeje sus propias dudas y asuma absoluta convicción sobre ello.
El fiscal debe considerar que para sustentar que ha quedado convencido de
la responsabilidad de quien le imputa la autoría no le es suficiente su conven-
cimiento, sino que ello debe considerarlo como una verdad, y para esto debe
tener explicaciones que podrá racionalizar, y esto último se vinculará objeti-
vamente con la exhibición y presentación de los elementos de convicción y ar-
gumentos que pueda ofrecer a través del lenguaje.
Así, pues, el caso del fiscal es la expresión más acabada de la verdad pro-
cesal penal en la que cree y defenderá en juicio oral, ocurriendo que tal expre-
sión de convicción, debe tener como base, apreciaciones objetivas respecto al
material con que cuente; y si más tarde esa convicción varía, será porque habrá

156
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

aparecido más y mejor información o porque se habrán corregido los errores


en que antes pudo haber caído, tales como evaluaciones o interpretaciones.
La convicción del fiscal asume un estándar de verdad procesal para él.
Y tal verdad asumirá la condición de verdad material dentro del proceso y a re-
sultas de este. Por tanto, tiene que haber una cantidad relevante, en lo cuantita-
tivo y lo cualitativo, de material inculpante, que no ofrezca dudas relevantes.
Por ende, cuando el fiscal termine cambiando de opinión lo hará porque
poseerá una mejor razón, mejor o más información y porque siempre ha de
permanecer fiel a la necesidad de dejarse convencer por aquello que aparezca
comunicando mejor la verdad de los hechos, y si aquella se revela –finalmen-
te– alejada del caso antes construido, no deberá tener temor en así reconocerlo.
Lo referido es así puesto que el conocimiento de la verdad de los hechos
es un elemento instrumental para las expresiones de convicción del fiscal y si
cree que la verdad va por otro lado, deberá rehacer su camino y marchar ha-
cia ella. Así es que, respecto al valor de la verdad en el proceso se ha dicho:
“En efecto, su valor no es el de ser un fin en sí mismo, sino el de ser un indi-
cador de que el fin último –la aproximación a la verdad– se ha satisfecho y en
qué grado”(155).

IV. Desplazamiento de la duda


En el tema del caso, la medida de su consolidación ha de ser que el fis-
cal tenga la convicción que le lleve a considerar que la explicación que posee,
respecto a la producción del ilícito penal, es la verdad. Ello querrá decir que
habrá superado el estándar de la duda razonable y, por ende, su seguridad se
revestirá de la convicción de que logrará convencer al juez de ello mismo; y,
en sentido contrario, cuando no pueda superar la duda, únicamente entendida
como duda razonable, no podría tratar de que otro la supere.
La convicción del fiscal, entonces, será la medida que acreditará la since-
ridad de haber obtenido una conclusión valedera, fruto racional de su traba-
jo; siendo lo cierto que tal convicción sincera es lo que le colocará en la me-
jor condición para convencer al juez; pues bien se sabe que es difícil conven-
cer a alguien cuando no cree en lo que se dice.

(155) Fernández López. Ob. cit., 35.

157
Pedro Angulo Arana

Por lo tanto, la convicción del fiscal no puede convivir de ningún modo


con la duda, respecto ningún elemento relevante que configure el caso.
De la duda se ha dicho que “(...) se da cuando concurren, con igual fuerza
probatoria, motivos afirmativos y motivos negativos para creer que algo exis-
tió”. Y se agrega: “Es un estado de incertidumbre y, por tanto, neutro en el que
los elementos de convicción que conducen a afirmar la existencia del obje-
to sobre el cual se está pensando se balancean con los que llevan a afirmar su
inexistencia”, por lo cual se concluye: “Ella representa en definitiva un estado
de oscilación en el que el intelecto es llevado hacia el sí y luego hacia el no,
sin poder quedarse en ninguno de estos extremos, sin que ninguno de los dos
polos ni el positivo ni el negativo, lo atraiga suficientemente (...)”(156).
La duda queda desplazada cuando en el fiscal se forma una sólida con-
vicción, de encontrarse frente a un ilícito y a su autor, en términos de sufi-
cientes elementos de convicción para tenerlo por seguro. Las dudas que van
quedando de lado son las que carecen de peso, las no significativas; y en fin
las que no son razonables, como para generar la crisis del caso. En tal senti-
do, se suele decir y aceptar que en el trabajo del fiscal, tanto como en el del
juez, las defensas suelen sembrar y tratar de generar un estándar mínimo de
dudas, pero en tanto solo expresan algunos vacíos, contradicciones o faltas
de explicación para algunas cosas, no relevantes. Ello no alcanza para con-
figurar la duda razonable.
Solo una duda de entidad grave que haga suponer que se estaría persi-
guiendo a alguien que bien podría ser inocente podrá impedir que en el fiscal
se forme una convicción que pudiera asumir como verdad. Antes se conside-
raba que este podía asumir la duda en favor de la sociedad (in dubio pro so-
cietatis) y, por ello, debía ir al juicio oral, mediante una acusación meramen-
te formal o por imperio de la ley, pero ahora ello es un absurdo y una pérdida
de tiempo; tanto como un ejercicio inútil y perjudicial al derecho del proce-
sado, pues no se puede comunicar y convencer, de aquello en lo cual no se
cree. Además, es grave porque importa acusar con un estándar de sospecha.
Debe considerarse que la duda puede abarcar también a las agravantes,
impidiendo la convicción acerca de ello. Fernández López, lo explica así: “La
obligación judicial de dictar la resolución más favorable al acusado debe en-
tenderse aplicable íntegramente también a la duda acerca de las circunstancias
agravantes de la responsabilidad criminal”(157). Así pues, al fiscal le es aplicable

(156) Arocena y otros. Ob. cit., p. 80.


(157) Fernández López. Ob. cit., p. 206.

158
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

lo propio y no podría forzar una situación cuando aquella –en lo específico–


no estuviera totalmente cubierta en lo probatorio.
Lo que finalmente nos preguntaríamos es si existe algún parecido entre la
convicción del fiscal y la certeza que debe alcanzar el juez para condenar; y
respecto a ello, consideramos que se trata de lo mismo.

V. La convicción como certeza


La convicción del fiscal, en tanto conclusión personal que se inclina
por la responsabilidad penal del acusado, queda expresada con mayor rigor
cuando aquel presenta su caso, el cual considera que lo conseguirá probar en
el juicio oral; de modo que para el fiscal, la consolidación de su caso, debe
obrar en su consideración personal, como fruto objetivo de los medios pro-
batorios a actuar.
La convicción –que técnicamente se le ha atribuido al fiscal– resulta equi-
valente, de cierto modo, a la certeza, pero también posee diferencias con esta
última. En principio, sabemos que a todo juez se le pide que adquiera certeza
de la responsabilidad penal del acusado, cuando decida condenarle.
Tal certeza aparece definida en el Diccionario de la Real Academia Es-
pañola, con dos acepciones, siendo la primera la que le define como: “cono-
cimiento seguro y claro de algo” y como: “firme adhesión de la mente a algo
conocible, sin temor a errar”.
Consideramos que, según los casos, cualquiera de ambas definiciones es-
taría habilitada para definir el convencimiento alcanzado por el juez; y ello se-
ría así, por cuanto en muchos casos, las pruebas podrían ser categóricas; y, en
otros casos, no siéndolo, podría igualmente el juez haber alcanzado, por ejem-
plo, en el caso de la prueba por indicios, un convencimiento con tan suficien-
te rigor o seguridad, respecto a la autoría, que le quitaría el temor a equivocar-
se; y ello lo haría definible como certeza.
Evidentemente, la certeza no es compatible ni con la duda razonable ni
con otras posibilidades como las probabilidades. En tal sentido es que la cer-
teza, tiene como sinónimos a la certidumbre, la certinidad y a la certitud.
Por su lado, la convicción, aparece definida como: “Convencimiento, que
vendría a ser el efecto de haber llegado a asumir algo como verdad a través
de las razones”.

159
Pedro Angulo Arana

Ahora bien, lo cierto es que la exigencia de convencimientos firmes,


tratándose de que está involucrada la afectación de derechos humanos o fun-
damentales, en su caso, resultan absolutamente naturales, tanto en el caso del
fiscal como en el del juez. En ambos casos se espera que se manifieste la ex-
perticia y la objetividad, ocurriendo que se faculta al fiscal a retroceder, a
pesar de haber manifestado antes su convicción; y no puede ser por otro moti-
vo, que no sea por fidelidad a lo últimamente ventilado como objetivo y cier-
to, esto es que se tratará de favorecer siempre a la verdad.
En tal sistema, puede sin duda decirse que se espera más del juez, no por
el hecho de que se le considere menos humano que al fiscal y, por tanto, pasi-
ble como aquel de equivocarse, sino porque el juez es quien dirá la última pa-
labra y es también la persona de quien el error podría ser más lesivo.
Ello mismo permite advertir que al fiscal se le piden dos cosas:
• Verificar su propia convicción en un estado de valoración de los ac-
tuados, tal como aparecen ya recogidos.
• Pronóstico de lo que razonablemente podrá concluir el juez, en térmi-
nos de un convencimiento objetivo, luego de la actuación probatoria.
Así es que se ha referido: “El criterio que exige el derecho continental
realmente se basa en una convicción jurídica del fiscal. En este sentido, Ro-
xín afirma: “[T]oda la doctrina dominante –y hasta hoy también yo– interpreta
esto (se refiere a la posibilidad de acusar) en el sentido en que la fiscalía debe
acusar cuando con probabilidad se llegue a una condena por parte del juez.
Pero de manera correcta, el pronóstico propio del fiscal es el que debe llegar a
tal probabilidad (...). Lo que él conoce –tanto desde el punto de vista jurídico
como fáctico– es su convicción del asunto, en esta convicción debe sostener-
se si quiere preocuparse de que el derecho se cumpla”(158).

La convicción resulta ser el instituto que permite considerar que el fiscal


posee una posición final, fruto de la evaluación y compulsa de todo lo actua-
do, que le impele a tomar el camino de realizar la acusación y ello querrá decir
que considera de modo seguro y firme la responsabilidad penal de la persona
acusada, tanto así que queda comprometido a demostrarla en juicio público,

(158) Citando a Claus Roxín, La posición jurídica de la fiscalía ayer y hoy. “Pasado, presente y futuro del derecho
procesal penal”. En: Guerrero Peralta, Oscar Julián. Fundamentos teórico constitucionales del
nuevo proceso penal. Ediciones nueva jurídica, Bogotá D.C., 2007, p. 265.

160
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

oral y contradictorio; y no se puede pedir mayor esfuerzo dentro de un proce-


so penal que demostrar una responsabilidad penalmente.

V. Crisis de la convicción
La convicción del fiscal ingresa a una crisis cuando se desvanece en su for-
taleza y peso, siendo que ello ocurriría como fruto de las confrontaciones del
juicio oral y teniendo como base los elementos de convicción o los conjuntos
de indicios que se hubieran revisado en el contradictorio.
La crisis que indicamos implica una modificación en la seguridad que po-
seía el fiscal respecto a la atribución de los hechos al acusado. No ingresan
dentro de ello lo que podrían ser razones para reajustes, respecto al grado de
responsabilidad o lo que disminuya o agrave las condiciones de punibilidad
del acusado y signifiquen modificaciones pasibles de realizarse (art. 387,2),
sin que el caso resulte afectado.
La crisis de la convicción del fiscal se puede manifestar de cualquiera de
dos modos: primero, como el cambio total o en absoluto, respecto la convic-
ción que antes tuvo, desapareciendo totalmente la visión de la responsabilidad
del acusado, lo que ocurrirá cuando los cargos hubieran sido enervados en el
juicio oral; y segundo, también entendemos que cabría que se presente como
una o varias dudas de fuerte entidad, de tal modo que carezca de seguridad en
las conclusiones que presentó en la acusación.
Esta segunda posibilidad se desprende del principio de objetividad que
obliga a los fiscales a pronunciarse en modo acorde a los hechos y los elemen-
tos de convicción e indicios, entendiéndose que si surgen nuevos elementos
que generan dudas, no podría mantenerse razonable ni responsablemente la
acusación que se sostuviera en endebles razones.
Así es que la falta de convicción determina que también se caiga el caso
penal presentado contra la persona favorecida por el cambio de opinión; y
en tal momento, el Código habilita como posible el retiro de la acusación
(art. 387, 4).

161
Capítulo 11
Las proposiciones
Capítulo 11
Las proposiciones

I. Generalidades
En el juicio oral, el representante del MP requiere probar su caso, lo que
supone que este tendrá la oportunidad de exponer las razones y fundamentos
que posee para atribuir el hecho al acusado mediante la actuación de los me-
dios de prueba que lo sustentan, de modo oral y público, ante el juez que de-
berá resolver la causa, lo que, además, deberá de hacer en presencia del acu-
sado y de su abogado defensor.
Tal forma de actuación procesal que tiene por objeto otorgar a la defen-
sa todas las facilidades para ejercer su ministerio, efectuando sus descargos y
explicaciones durante las actuaciones de prueba, atacando con libertad y ple-
no conocimiento la tesis fiscal, por lo que será falsada con todas las garantías
y mediante las objeciones a las que razonablemente pueda recurrir la defensa,
para demostrar uno a más defectos en el caso fiscal.
Para dicho efecto, tanto como para exponer del mejor modo posible su
caso, ante el juez que decidirá la causa, el fiscal debe hacer un ejercicio de ex-
posición y demostración, de tal modo que el hecho penal, tal como fue pro-
ducido, pueda ser presentado, siendo de algún modo reconstruido en el juicio
oral, como subsumido en el tipo penal correspondiente; esto es, haciendo ver
fácilmente su tipicidad
Ello mismo es útil para salvar un estándar aceptable de demostración de la
responsabilidad penal en el juicio oral, necesario para resguardar el ejercicio
de la defensa de cualquier persona inocente, de modo que el sistema impida
que pueda ser condenada como culpable. La idea, en todo caso, es que el pro-
cedimiento, con las facilidades que ofrezca, pueda ser tan permisible, inclusi-
ve como para que un culpable pase por inocente, pero que con ello se impida
siempre que un inocente pueda ser condenado como culpable.

165
Pedro Angulo Arana

Las proposiciones fácticas aparecen como afirmaciones que muchas ve-


ces resultan tácitas, pero que deben ser explícitas para mejor servir de orien-
tación concreta a la labor probatoria que efectuará el fiscal y a la labor de
la defensa también. En tal sentido, solo si en el juicio oral las afirmaciones
efectuadas por el fiscal resultan siendo probadas de modo objetivo, enton-
ces ganará su caso.
Para tal efecto, el hecho se va a descomponer en afirmaciones fácilmente
entendibles, esto es proposiciones, en tanto afirmaciones que podrían ser ver-
daderas o falsas, conforme a la lógica, y que el fiscal –por ser quien las efec-
túa– se compromete a demostrar su veracidad, de modo oral, público y con-
tradictorio, superando así la distancia existente entre los tipos penales abstrac-
tos y el ilícito penal concreto, tal cual se produjo.
En respaldo de las afirmaciones del fiscal, este hará desfilar ante el juez,
en ejercicio probatorio, los testimonios de quienes vieron los hechos o perci-
bieron algo relevante de aquellos, de los peritos que investigaron restos o as-
pectos útiles, y de quienes puedan explicar, sucintamente y de modo claro,
técnico o científico temas relevantes sobre los hallazgos materiales y que in-
volucrarán siempre conclusiones que vinculan los hechos a su presunto autor.
En lo que sigue, hemos de ingresar en detalle en los aspectos antes re-
feridos, de modo que resulte claro lo que se requiere para construir las pro-
posiciones y pasar luego a comprobar el caso penal en el juicio. En tal sen-
tido debemos manifestar que se considera que las proposiciones, confor-
man también el caso penal, para el efecto de la probanza de los hechos y la
responsabilidad.

II. Lo que son las proposiciones


Las denominadas proposiciones o proposiciones fácticas son las afirma-
ciones construidas por el fiscal, destinadas a satisfacer los elementos funda-
mentales que, en cada caso, constituyen el ilícito penal de que trata el caso, de
modo que constituyen los thema probandi, sobre los que se realizará el traba-
jo que, en el juicio oral, debe efectuar el fiscal, para tener por demostrado lo
sustancial de los hechos que constituye su caso.
Paul Bergman, sobre este punto expresa: “Una proposición fáctica es una
afirmación de hecho que satisface un elemento legal. Es decir, una proposi-
ción fáctica es un elemento reformulado en un lenguaje frente al cual un testigo

166
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

puede declarar. Por consiguiente, los relatos de nuestros testigos, determinan


el contenido de las proposiciones fácticas”(159).
En los casos concretos puede haber muchas afirmaciones fácticas en jue-
go, por ejemplo si se trata de varios delitos cometidos por una sola persona o
de los hechos realizados por una banda de varios delincuentes y ellos hubie-
ran cometido –a su vez– varios delitos. En tal sentido, habría muchas propo-
siciones fácticas que servirían para demostrar cada delito y la autoría y/o par-
ticipación de cada responsable.
Sin embargo, también podría existir apenas una hipótesis por probar, lo
que ocurrirá cuando uno solo sea el tema en discrepancia o existieran acuer-
dos probatorios previos de modo que pocas proposiciones, bastarían para dar
por probado el delito y la autoría de su responsable.
Probablemente, el caso se vuelve muy complejo cuando la probanza del
hecho, y más aún de su responsable, solo ocurriría por una prueba indiciaria,
de modo que deberán satisfacerse muchas proposiciones fácticas y, además,
deberá hacerse un gran trabajo argumentativo para tener por demostradas las
inferencias y los hechos deducidos que se deberían tener por ciertos.

III. Reformulando los elementos del ilícito


Una de las primeras cosas que requerimos para actuar probatoriamente
en el juicio oral, en principio, es descomponer el delito de que se trate en sus
elementos básicos, diferenciando los hechos centrales que podrían distinguir-
se dentro de una denuncia verbal o escrita. Ahora bien, en la práctico, adverti-
mos que a partir de la reforma se ha ganado bastante en tal objetivo, pues los
que antes constituían los relatos de los denunciantes, a veces extensos e inco-
nexos, y que simplemente se repetían en la formalización de denuncia fiscal y
hasta en la acusación, hoy día ya no se vienen recogiendo así, pues los fiscales
reducen al mínimo la narración y destacan el caso centralmente.
A pesar de lo dicho, todavía se advierten algunos errores, y por ello es que
consideramos útil ilustrar y ejemplificar, en lo que sigue, recogiendo un caso
real, tal como aparece narrado:

(159) Bergman, Paul. La defensa en juicio, la defensa penal y la oralidad. Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
1989, p. 23.

167
Pedro Angulo Arana

1. Caso Nº 1
“(...) se imputa a la acusada que el dieciséis de mayo del dos mil sie-
te en horas de la mañana, adoptó una actitud matonezca, desafiante,
intimidadora, impidiendo en todo momento la realización de la dili-
gencia de necropsia, luego de que el representante del Ministerio Pú-
blico levantara el cadáver de la persona identificada como Marco Ro-
que Quintana Tapia, en las instalaciones del Centro de Salud de Oyón,
azuzando a sus familiares –sin que tenga relación parental con el oc-
ciso– esgrimiendo insultos, amenazas e improperios contra el perso-
nal fiscal de la Fiscalía mixta de Oyón, así como el personal médico
de la Unidad Médico Legal de Oyón, exacerbándose los ánimos del
grupo de personas que se encontraban en el cementerio ‘Los Ángeles
de Oyón’, lugar donde se iba a practicar la necropsia”.
El artículo 366 del Código Penal, tipifica: “El que emplea intimidación o
violencia contra un funcionario público o contra la persona que le presta asis-
tencia en virtud de un deber legal o ante un requerimiento de aquel, para impe-
dir o trabar la ejecución de un acto propio de legítimo ejercicio de sus funcio-
nes, será reprimido con pena (…)”.
Así es que ofreciendo la información estrictamente necesaria y ordenada
del caso, se pudo indicar lo siguiente:
“Se imputa a doña Agatonita Jurado Huaylas, que el día dieciséis de
mayo del dos mil siete, en horas de la mañana, encontrándose en el
Cementerio ‘Los Ángeles’, en circunstancias que el personal médi-
co de apoyo, e integrantes de la Fiscalía Provincial Mixta de Oyón,
se disponían a realizar la necropsia sobre el cadáver de Marco Ro-
que Quintana Tapia, empezó a azuzar a los familiares del fallecido,
amenazando e intimidando a dicho personal, exacerbando los áni-
mos de los presentes e impidiendo con ello la realización de dicha
diligencia”.
Así es que además podríamos concluir que hay una proposición funda-
mental del caso fiscal: Agatonita Jurado Huaylas, es la autora de la intimida-
ción ejercida contra integrantes de la fiscalía Provincial Mixta de Oyón y su
personal médico de apoyo, a quienes impidió realizar la necropsia al cadáver
de Marco Roque Quintana Tapia, en fecha 16 de mayo de 2007.
Respecto el ilícito, se pueden distinguir dos elementos que determinan el
hecho:

168
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

1. La intimidación ejercida por Agatonita Jurado contra personal de la


fiscalía mixta de Oyón el 16 de mayo de 2007;
2. que la intimidación estuvo dirigida a impedir la necropsia de un cadá-
ver, lo cual era desempeño funcional de los afectados; lo mismo que
efectivamente logró.
Si las dos expresiones de conducta las queremos convertir en proposicio-
nes de hecho, en un caso concreto, en un caso sencillo como el presente, po-
dríamos preparar dos proposiciones base (afirmaciones a demostrar):
1. El día 16 de mayo de 2007, Agatonita Jurado ejercitó, mediante di-
versos actos, la intimidación contra personal de la Fiscalía Provincial
mixta de Oyón.
2. Agatonita Jurado con su acto intimidatorio, impidió la realización de
la necropsia sobre el cadáver de Marco Roque Quintana Tapia.
Para demostrar los hechos, se podrá contar con algunos testimonios ora-
les –quizá fotos– y la documentación que acredita, por ejemplo, el previo le-
vantamiento del cadáver y la disposición de efectuar la necropsia, el día de los
hechos. Además, se podrán levantar planos para ilustrar.
A otros casos se podrán sumar, según corresponda, las exigencias plan-
teadas como requisitos de la acusación fiscal y lo que fue propuesto como ob-
jetivos de la investigación. Ello motivará a que se actúe más descriptivamen-
te, sumando hechos o circunstancias antecedentes, concomitantes y posterio-
res (art. 349, 1, b), así como un posible móvil (art. 321, 1); y se recoja los tes-
timonios y evidencias físicas en cuanto puedan dar a conocer detalles útiles
para reforzar las proposiciones.

2. Caso Nº 2
También podría presentarse un caso algo más complejo por surgir de una
denuncia (que tienta a retratarla por hacer un menor esfuerzo o porque no se di-
ferencia lo relevante de lo no relevante), por ejemplo, en los siguientes términos:
“Resulta de actuados, que con fecha 1 de diciembre de 2007, la per-
sona de Analy Cristina Gomero Calderón, denuncia que siendo la
1:15 horas de la madrugada, del día 30 de noviembre de 2007, en
circunstancias que se levanta de su cama, no encuentra a su herma-
na J. R. G. C. de 15 años de edad ni las prendas de vestir de esta últi-
ma, no logrando encontrarla luego de la búsqueda de sus familiares.

169
Pedro Angulo Arana

Posteriormente, el día 10 de diciembre de 2007, la menor antes men-


cionada fue encontrada por su hermano en la casa de Sonia Cabani-
llas, trasladándola a la Comisaría de Barranca, y recibiéndose su de-
claración en sede policial, con presencia de su señora madre, confor-
me se tiene de fojas 10 a 12 de los actuados, en donde la menor J. R.
G. C., declara haber salido voluntariamente de su casa y haberse diri-
gido al cuarto de su amiga Diana Flores Mendoza, ubicado en el Por-
venir, permaneciendo allí hasta el día siguiente cuando se presenta a
la casa de Sonia Cabanillas, donde trabajó como empleada del hogar
por 10 días. Asimismo, dicha menor señala haberse encontrado con la
persona de Pedro Luis Ricra Llashac, y que luego de haber salido de
la discoteca ‘El Africa’ de la misma ciudad, donde ingirió licor, sos-
tuvo una relación sexual con esa persona, en una sola oportunidad, en
el Hostal ‘El Sol’ de Pativilca el día 2 de diciembre de 2007, en horas
de la madrugada, con su consentimiento. El certificado Médico Le-
gal Nº 003259-CLS, correspondiente a la menor agraviada, concluye
que existe himen con desgarro completo antiguo (desfloración anti-
gua), no existiendo signos de actos contra natura ni lesiones perinea-
les, pero sí una lesión equimótica reciente y antigua (en resolución),
ocasionada por succión (sugilación), no requiriendo incapacidad mé-
dico legal”.
En el anterior caso, el problema es que en la disposición de inicio de in-
vestigación preparatoria, se refleja lo que se indicó en la denuncia a pesar de
contener información que no constituye hechos relevantes ni que se tienen que
demostrar ni que configuran el hecho típico; y, por ende, allí se incurrió en
error al repetir todo ello, como si fuera el caso penal.
En realidad, debió proceder primero a recordar el tipo penal del artículo
173, aplicable:
“El que tiene acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal o realiza otros
actos análogos introduciendo objetos o partes del cuerpo por alguna
de las dos primeras vías, con un menor de edad, será reprimido con
las siguientes penas privativas de libertad:
(…)
3. Si la víctima tiene entre catorce años de edad y menos de diecio-
cho, la pena será no menor de veinticinco ni mayor de treinta años”.

170
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Así pues, en lo relatado se ha incluido mucha información que nada tiene


que ver con lo sustancial; y, en tal sentido, si deseamos reflejar los hechos en
la investigación preparatoria se debió expresar:
Se atribuye a Pedro Luis Ricra Llashac, en la madrugada del día 2 de di-
ciembre de 2007, haber llevado a la menor de iniciales J.R.G.C., de 15 años,
al hostal “El Sol”, en Pativilca, donde le hizo sufrir el acto sexual.
Otros detalles serán dados en su momento mientras sean relevantes para
demostrar algo que pudiera ser útil, respecto algún extremo materia de prue-
ba. En el mismo sentido, las proposiciones podrían ser.
1. Pedro Luis Ricra Llashac, en la madrugada del día 2 de diciembre de
2007, estuvo bailando con la menor de iniciales J.R.G.C., de 15 años, en
la discoteca “El África”, donde la hizo tomar licor.
2. Pedro Luis Ricra Llashac, a horas 3 de la madrugada condujo a la menor
de iniciales J.R.G.C. al hostal “El Sol”, en Pativilca, donde le hizo sufrir
el acto sexual.
Por lo tanto, si todo se desenvuelve con normalidad, al final tendremos
demostradas cada una de las dos proposiciones, y con ello también se deberá
dar por demostrado el caso y el fiscal habrá ganado el juicio, obteniendo como
resultado una condena.

3. Caso Nº 3
En el siguiente caso, nos atenemos a lo que fue recogido como expresado
en el alegato fiscal de inicio y en el cual se abundó en información innecesaria.
1. Enunciación de los hechos y circunstancias objeto de la acusación del
Ministerio Público: Que, somete a consideración del Colegiado un de-
lito contra la Salud pública - tráfico ilícito de drogas, en la modalidad de
promoción y favorecimiento al trafico ilícito de drogas, ilícito penal pre-
visto y sancionado, en el tercer párrafo del artículo 296 de código penal,
con el agravante del artículo 297 del mismo código, en contra de Leon-
cio Sánchez Sánchez, Clomidio Calle Córdoba y Edwin Sánchez Ramí-
rez; asimismo por el delito contra la salud pública - tráfico ilícito de dro-
gas en la modalidad de promoción o favorecimiento al tráfico ilícito de
drogas, ilícito penal previsto y sancionado en el primer párrafo del ar-
tículo 296 del Código Penal en contra de Luz Erlith Castillo Córdoba e
Irenio López Huamán. El hecho sucede el 26 de octubre de 2010, a horas
2 de la madrugada aproximadamente, en circunstancias que el personal

171
Pedro Angulo Arana

PNP de la Comisaria de Yurimaguas, realiza operativo, que entre la ve-


getación se ubicó un área de terreno despejado una especie de tambo, de
tres ambientes de material rústico, un ambiente que se utilizaba como co-
cina, otro como almacén, y un ambiente que se utilizaba como dormito-
rio, construcción de material rústico; en el último ambiente se intervino a
la persona de Leoncio Sánchez, alias “Loncho”, a Clomidio Calle Córdo-
ba, alias “Gobierno” y a Edwin Sánchez Ramírez, alias “Ramiro”, a quie-
nes se les incautó cuatro bolsas de cemento marca Pacasmayo, cinco bi-
dones de plástico conteniendo en su interior una sustancia líquida, al pa-
recer querosene, una bolsa de polietileno de color blanco, conteniendo en
su interior sustancia blanquecina, al parecer de bicarbonato de sodio, un
rollo de plástico de color negro, de siete metros aproximadamente, una
balanza marca YIYAYON, dos cintas adhesivas de color beige. Posterior-
mente, por la información brindada por los acusados, antes mencionados,
se logró detectar a cinco metros una poza de maceración de diez metros
de largo por 5 metros de ancho construida de material rústico, contenien-
do en su interior hojas de coca procesada, haciendo un peso aproxima-
do de tres toneladas, una poza de decantación, de material rústico y va-
cía, dos tinas de plástico anaranjado-azul, y un rastrillo de material rústi-
co. Asimismo, se halló aproximadamente dos hectáreas de plantaciones
de coca, lo cual fue erradicado por disposición de la fiscal que participo
de la instrucción, levantándose las actas respectivas, y se tomaron mues-
tras de los insumos químicos. Que, el personal policial al tener conoci-
miento, que agentes estarían dedicándose al tráfico de drogas, se consti-
tuyeron a la vivienda ubicada en la calle Daniel Marichi Nº 169, del Cen-
tro poblado de Menor de Pampa Hermosa, entrevistándose con la proce-
sada Luz Erlith Castillo Córdoba, y con autorización de la misma, se rea-
lizó el registro domiciliario, cuya vivienda es de material rústico, de di-
versos ambientes, donde funciona una sala, en el ambiente dos, un dormi-
torio, ambiente tres, funciona como dormitorio, observándose dos camas,
donde se encontró tres cintas adhesivas en un maletín, un paquete de bol-
sas de polietileno, color blanco, cintas adhesivas en un maletín; asimis-
mo se encontró camuflado amarrado en una varilla de fierro, una bolsa de
polietileno de color negro, conteniendo en su interior una balanza grame-
ra marca Sansón de color rojo, la cual presenta adherencias de pasta bá-
sica de cocaína, y al realizarse la prueba de campo y descarte reactivo Nº
4, dio como resultado una coloración azul turquesa, indicativo positivo
para alcaloide de cocaína; en esta vivienda se intervino a los procesados
Irenio López Huamán y Luz Erlith Castillo Córdoba, se ingresó a la huer-
ta del inmueble, se divisó un patio común, un silo común, un ambiente
en construcción, y un acceso posterior a otro ambiente colindante, en el
que al realizarse el registro respectivo, específicamente en el horno de la

172
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

cocina, se encontró dos paquetes en ¡vueltos con cintas adhesivas de co-


lor beige, conteniendo una sustancia parduzca, característico de la pasta
básica de cocaína; asimismo se halló en el interior de una tetera una bolsa
de polietileno de color blanco, conteniendo en su interior cuatro bolas de
color blanquecina parduzca, al parecer pasta básica de cocaína. También
se encontró un DNI a nombre de Erlith Lima Fababa y documentos di-
versos, a nombre de la misma persona, entre otras especies, según acta de
fojas 45 y 52, donde estuvo presente en la intervención el acusado Leon-
cio Sánchez Sánchez; asimismo se tiene la declaración de Leoncio Sán-
chez Sánchez, quien refiere que se encontraba en el caserío de Santa Rosa
- Yurimaguas - desde ocho días antes de su intervención laborando en la
agricultura en los terrenos de producción de Pijuayo, propiedad de la se-
ñora Margarita y del señor Teobaldo; señala que al término de su traba-
jo, conoció a una persona de nombre “Maco” y desconoce la propiedad
de los insumos químicos, la propiedad o procedencia. También existe la
manifestación de Clomidio Calle Córdoba, quien señala que se encontra-
ba en el lugar de la intervención, porque al día siguiente iba a trabajar en
unos sembríos de maíz y que la persona de Leoncio Sánchez Sánchez ha
sido la persona que lo ha invitado a trabajar en chacras de maíz y e igual
manera desconoce los insumos químicos incautados; asimismo, se tie-
ne la manifestación del acusado Irenio López Huamán, que en presencia
de su abogado defensor, decidió guardar en todo momento silencio a las
preguntas formuladas por el representante del ministerio público, al igual
ocurrió con la acusada Luz Castillo Córdoba, quien de igual manera con
presencia de su abogado defensor, en todo momento guardó silencio. Los
hechos antes de escritos y los elementos de convicción recabados duran-
te la investigación preparatoria les llevó a formular acusación contra las
personas de Leoncio Sánchez Sánchez, Clomidio Calle Córdoba y Edwin
Sánchez Ramírez, por el delito contra la salud pública en su modalidad de
promoción y favorecimiento al tráfico ilícito de drogas, conducta previs-
ta en el tercer párrafo con el agravante del artículo 297 del Código Penal
en su inciso 6; asimismo, se ha formulado acusación contra Luz Castillo
Córdoba e Irenio López Huamán por el delito contra la salud pública en
su modalidad de promoción y favorecimiento al trafico licito de drogas,
tipificado en artículo 296 del primer párrafo del Código Penal, toda vez
que se le ha permitido el consumo de droga, mediante actos de fabrica-
ción, siendo que el Ministerio Público va a demostrar que estos acusados
son responsables de los delitos que se les viene imputando y para ello ha
visto por conveniente presentar las testimoniales de Samuel Saúl Gutié-
rrez Álvarez, del alférez PNP Jorge Tassara Rosas y del suboficial técni-
co de primera Cansino Hidalgo; estas son las personas que han participa-
do en la intervención de los acusados; asimismo el examen de los peritos,

173
Pedro Angulo Arana

mayor PNP, Natalia Victoria Trelles, capitán Jaime Orellana Huanacan-


julca, quienes suscriben el dictamen pericial donde se señala que la mues-
tra pertenece a pasta básica de cocaína; asimismo, el examen de los pe-
ritos capitán PNP, Pedro Martínes García, teniente PNP José Luis Barre-
ra Joile, capitán PNP Flor Villasana Vardales. Además, las pruebas docu-
mentales que han sido admitidas en el control de acusación, siendo que,
con todos elementos, lo que se pretende es acreditar la responsabilidad de
los acusados en el delito investigado (después se hizo la calificación jurí-
dica, pretensión penal y pretensión civil).
Por lo expuesto, advertimos que hay problemas al tratar de definir los he-
chos y lo que ha de ser materia de probanza, pues no debemos reunir hechos
sin orden ni sentido.
1. El 26 de octubre de 2010, a horas 1:30, personal PNP de la División Po-
licial de Alto Amazonas, efectuó un operativo policial en el Caserío de
Santa Clara, y en el interior de una casa rústica, encontraron a Clomidio
Calle Córdova, Leoncio Sánchez Sánchez y Edwin Sánchez Ramírez, ha-
llando también, al hacer un registro, insumos para la preparación de pas-
ta básica de cocaína y para su empaquetamiento posterior.
2. A inmediaciones de la vivienda, también se halló una chacra con una
plantación de coca, una poza grande de diez metros de largo en pleno pro-
ceso de maceración y otra poza de cantación.
3. Posteriormente, se intervino en el Centro Poblado de Pampa Hermosa,
dos inmuebles en el barrio La Rivera, Avenida Marichi Nº 69 y la casa
colindante, interviniendo a Irineo López Huamán y Luz Erlith Castillo
Córdova, encontrándose dentro del inmueble, paquetes de PBC, insu-
mos para la preparación de drogas y otros elementos que se usan para
empaquetarla.
Queremos indicar que para resultar ordenado y claro, el caso, en cuanto
hechos, pudieron ser presentados como hemos referido, de modo breve y claro.
Para los efectos de cargos, pudieran ser presentados como sigue:
1. Se imputa a Clomidio Calle Córdova, Leoncio Sánchez Sánchez y
Edwin Sánchez Ramírez, la comisión de delito contra la Salud Públi-
ca, Tráfico Ilícito de Drogas - modalidad de promoción y favoreci-
miento al tráfico ilícito de drogas, con agravantes, por haber sido in-
tervenidos el 26 de octubre de 2010, a horas 1:30, por personal PNP
de la División Policial de Alto Amazonas, en el caserío de Santa Cla-
ra, en una casa rústica, encontrándoseles en posesión de insumos para

174
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

la preparación de pasta básica de cocaína y para su empaquetamien-


to posterior.
2. Además se encontró que cercanamente a la vivienda, Clomidio Calle
Córdova, Leoncio Sánchez Sánchez y Edwin Sánchez Ramírez, tra-
bajaban en una plantación de coca y estaban en pleno proceso de ma-
ceración de coca, de una gran cantidad de coca cosechada.
3. Se imputa a Irineo López Huamán y Luz Erlith Castillo Córdova, la
comisión de delito contra la Salud Pública, Tráfico Ilícito de Drogas-
modalidad de promoción y favorecimiento al tráfico ilícito de dro-
gas, por haber sido intervenidos el 26 de octubre de 2010, por perso-
nal PNP de la División Policial de Alto Amazonas, en Avenida Ma-
richi Nº 69 y la casa colindante, en el barrio La Rivera, en el Centro
Poblado de Pampa Hermosa, encontrándoseles paquetes de PBC, in-
sumos para la preparación de drogas y otros elementos que se usan
para empaquetarla.
Evidente será que para la probanza respectiva se indicará que se actuarán
las pruebas ya mencionadas (testigos policiales y peritos) sumándoles las ac-
tas y fotografías tomadas en el lugar de los hechos. Así pues, vía previa lectu-
ra detenida y obvio trabajo se puede hacer sencillo lo complicado. Obvio que
si conforme a la dificultad que según sus costumbres representa la probanza
ante cada despacho judicial, se deberán agregar las circunstancias que se con-
sideren relevantes.

IV. Un caso por indicios


En un caso que sea armado solo por indicios, también se tendrá por el
fiscal que hacer proposiciones, en tanto afirmaciones (para el fiscal verda-
deras) que podrían ser verdaderas o falsas (para el juez), en relación a la co-
misión del delito y la autoría del acusado. La diferencia con los casos, en
los que obran elementos de convicción directos, es que en este caso, la res-
puesta positiva (conforme a la tesis fiscal), nacerá de elementos de convic-
ción indirectos.
Por lo tanto, cada respuesta del fiscal, demostrando su tesis, requerirá efec-
tuar inferencias, esto es, elaborar deducciones, en tanto explicaciones detalla-
das a partir de los datos ciertos e incontrovertibles, que responderán afirman-
do positivamente a las preguntas, verificando la realidad del hecho y la autoría

175
Pedro Angulo Arana

del acusado, descartando cualquier otra posible participación, en el hecho atri-


buido, salvo casos de coautoría o complicidad.
Por ello es que la probanza por indicios se hace más compleja y requie-
re la elaboración de narraciones y persuasión, revistiéndose además de lógi-
ca, claridad y sencillez.
Podemos ejemplificar proposiciones, según como siguen:
El martes primero de junio de 2010, fue encontrado el cadáver de Stephany
Flores, en el Hotel TAC de Miraflores, luego de haber ingresado a la habitación,
únicamente con el señor Joran van der Sloot, quien se hospedaba en la misma,
según consta en videos (indicio de presencia física, indicio de oportunidad).
Obran videos del Casino Atlantic City, en los que se aprecia cómo Stephany
Flores y Joran van der Sloot, estuvieron jugando juntos, hicieron conversa-
ción y se retiraron juntos en un vehículo, hasta que llegaron al hotel donde él
se hospedaba, sin que en todo se aprecia la aparición e intervención de ningu-
na otra persona (indicio de presencia física).
Se aprecia un video, luego del ingreso de ambos jóvenes a la habitación
que el único que sale de la misma es el señor Joran van der Sloot, quien sabe-
mos que inmediatamente se dirigió hacia Chile, el lunes 31 de mayo de 2010
(indicio de fuga).
Joran van der Sloot tenía suficiente capacidad física como para reducir fí-
sicamente y asesinar a Stephany Flores (indicio de capacidad física de come-
ter el delito).
Joran van der Sloot no había tenido suerte en el juego, y estaba en necesi-
dad de dinero; mientras que Stephany Flores, sí le había ido bien y tenía dine-
ro, que le fue sustraído luego de que muriera (indicio de motivación).
Joran van der Sloot, al ser detenido se encontraba con el dinero pertene-
ciente a Stephany Flores (indicio de fruto del delito).
Joran van der Sloot, antes ha sido sospechoso y procesado por la muerta
de una joven Nathaly Holloway (indicio de antecedentes).
Por la suma de indicios existente y por no haber contra indicios razonables
que muevan a duda, y solo indicios de mala justificación, como que la seño-
rita hurgó en la computadora del acusado, resulta evidente y más allá de toda
duda, por ingresar dentro de la regla de la experiencia, como último con quien
estuvo con vida, que quien la mató fue el acusado.

176
Capítulo 12
Considerando
la presentación
Capítulo 12
Considerando la presentación

I. Generalidades
Debemos recordar, como antes ya hemos mencionado, que –en nuestra
consideración– la elaboración del caso en sí mismo no es un tema de estra-
tegia, sino una responsabilidad que se corresponde con un desempeño se-
rio y ajustado a derecho de los fiscales, que motivará que estos, solo lleven
a un estrado jurisdiccional, los casos en que anticipen objetivamente que lo-
grarán condenas contra las personas que acusen, en tanto expresión de im-
partición de justicia.
Conforme a lo antes referido, podríamos decir también que elaborar el
caso es una necesidad y hacerlo con rigor es lo menos que se puede espe-
rar en un asunto tan espinoso y delicado, y en el cual pueden quedar afec-
tados derechos fundamentales; en todo caso, lo otro que podríamos decir es
que cuanto más riguroso sea el fiscal en el estudio del caso, sus componen-
tes, sus márgenes y elementos de detalle, podrá estar en mejores condicio-
nes de lograr su probanza.
Ello lo podríamos comparar a una compra que se requiere hacer, es una
necesidad hacerla, y en lo que se puede ganar es en comprar el mejor produc-
to y hacerlo al precio más favorable, esto es que nos cueste menos. Obvio que,
para ello, estaremos en mejores condiciones si averiguamos los precios de to-
dos los productos similares que nos interesan y los precios en todas las tien-
das que ofrecen la más larga garantía.
Es verdad que al final, la estrategia para realizar la operación de compra
que más nos beneficie estará influida por la necesidad y la mejor averigua-
ción, pero llegar a consolidar ello, obedecerá a una estrategia que se realiza-
rá al margen de la misma necesidad de comprar y de la información que se ha
llegado a reunir.

179
Pedro Angulo Arana

En el mismo sentido, haber armado el caso, y estudiarlo en sus detalles


nos coloca en mejor posición para lidiar con alguien que no lo conoce o lo co-
noce medianamente, pero si lo conoce tan igual que nosotros, ello ya no será
una ventaja; tampoco lo será si los elementos de convicción también poseen
debilidades explotables por la defensa.
En tal sentido, el caso en sí mismo podrá ofrecernos las ventajas que po-
sea naturalmente para el fiscal (si está consolidado, por ejemplo) y las que se
puedan sumar con un estudio serio de este; y, evidentemente, su fortaleza con-
dicionará de cierto modo la estrategia que se podría desarrollar, en razón de
que aquella no podrá rehuir a la temática ni a los elementos recogidos; pero a
más de lo dicho, bien es verdad que la estrategia para presentarlo en el juicio
oral podrá fortalecer las posibilidades de ganar.
Cabe decir, que si el caso en sí no es un tema estratégico, sin embargo, los
cálculos que se desarrollan alrededor de él sí lo son. Entonces, aunque se po-
sea las partes del caso: hecho, calificación jurídica, elementos de convicción o
indicios e imputado, no necesariamente se debe acudir al juicio. El fiscal, por
ende, bien podría pensar en una salida alternativa, por ejemplo.
En lo que sigue, hemos de presentar algunas formas de encarar el caso que
tomaran menor o mayor acento, según los perfiles singulares que posea cada
asunto, que es lo que determinará, algunas variaciones en el trabajo.

II. El caso y sus vicisitudes


Generar un caso es bien cierto que debe obedecer a un trabajo concienzu-
do y detallista, pero ello no siempre será suficiente, puesto que puede ocurrir
que el autor del hecho sea favorecido por las circunstancias y además de la
inexistencia de testigos, tampoco deje casi huellas o no deje ningún elemento
útil, para la persecución, de lo que se desprenderá que de ningún modo habrá
caso o que aquel será demasiado endeble.
Y esto último, por las razones que hemos mencionado, no podrá ser
atribuido necesariamente a un mal trabajo policial o fiscal, como muchas
veces se afirma, sino a que no habrá vestigios materiales relevantes que re-
coger; y respecto a los indicios, podrían encontrarse solo los que son am-
biguos, señalan diversas hipótesis o no llegan a explicar graves contradic-
ciones, revelando insuficiencias; y también podría ser que la suerte pudie-
ra haber favorecido al delincuente y tendría que esperarse otra oportuni-
dad para acusar al indiciado.

180
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Para el fiscal, deben ser insuficientes las manifestaciones superficiales y


lejanas al caso, a pesar de que podrían mantenerse en el tiempo, y hasta pudie-
ran influenciar o generar determinismos que, en su faz favorable, podrían
beneficiar al acusador, presentando un caso que poseería mucho respaldo en
la opinión pública y la ciudadanía, pero ello puede ser engañoso y en lo técni-
co no beneficiará necesariamente a la elaboración del mismo.
Lorenzo, precisamente recomienda, “no comprometerse probatoriamen-
te a más de lo que efectivamente, estará en condiciones de acreditar a lo lar-
go del juicio (...)”(160).
En este aspecto, tampoco cabe dudar que, en un sentido contrario, cuan-
do el viento y los medios fueren favorables a la defensa, esta lo explotará so-
bremanera, colocando al MP contra la pared; sin embargo, ello será parte de
los retos que deben enfrentar las autoridades sin que puedan apartarse de lo
que es verdadero y justo; y respecto aquello en que hay genuina convicción
por parte del fiscal.
Finalmente, diremos que la estrategia a desarrollar para la probanza o de-
mostración del caso también debe obedecer a la experiencia del fiscal, quien
en principio debe distinguir si el caso lo demostrará por pruebas directas o por
suma de indicios, pues ello le permitirá distinguir la dificultad y las líneas ge-
nerales de la estrategia, tema que –por lo demás– tiene que ver también con la
información material que se logró recoger.
Al fiscal le corresponderá todavía delinear una estrategia de probanza que
tratará, como hemos visto, de hacer algo más sencillo lo que de por sí es com-
plejo, apuntalar las debilidades, explotar las fortalezas, sobre todo, y delinear
con rigor la presentación, poniendo el acento en la razonabilidad de los ele-
mentos de convicción o en la persuasión de las inferencias efectuadas.
Así pues, el uso de la litigación estratégica será la responsable de la pro-
banza del caso y, en tal sentido, el estudio y la elaboración del caso hará una
especie de apoyo en un 40 %, si tenemos que mensurarle, que puede variar se-
gún el caso de que se trate y las facilidades que ofrezcan para la acusación los
elementos de convicción recogidos.
En lo que sigue, hemos de tratar más detalladamente los principios que se
han expuesto para valorar la utilidad del caso.

(160) Lorenzo, Leticia. Ob. cit., p. 137.

181
Pedro Angulo Arana

III. La batalla no peleada


Elaborar rigurosamente un caso, en principio, puede servir más tarde a ni-
vel estratégico cuando se le exhiba como listo para demostrarlo, puesto que,
entre otras posibilidades, puede desanimar a la defensa de ir al juicio oral, don-
de irremediablemente sería derrotada luego de ver públicamente demostrada
la responsabilidad de su patrocinado, y puestos en evidencia sus defectos per-
sonales, revelada su intimidad y, quizá, hasta las mentiras con las que preten-
dió defenderse, inicialmente.
Que el fiscal sea concienzudo en su trabajo y minucioso en la elaboración
de sus casos, que todos los que presenta los suela ganar y que sepa concentrar-
se en las debilidades de la defensa, constituye una información que nunca es
una buena noticia para la defensa, consciente de las debilidades de su posición.
La fama se hace –obviamente– desde la investigación, lo que quiere de-
cir concentrarse en aquella, coordinar debidamente con la policía, darle o con-
seguir ofrecerle facilidades para que aquella pueda efectuar un buen trabajo,
como aliada del MP, cuidando que sus actuaciones sean siempre regulares.
También tendrá que ver con un modo de gestión apropiado, en el cual las
tareas que son impropias del trabajo fiscal las pueda realizar personal de apo-
yo, y no tengan que distraer la atención que los fiscales, quienes se deben con-
centrar en el seguimiento de la investigación y de todo cuanto se vincula a la
elaboración y el enfrentamiento de los casos penales.
Así pues, un buen trabajo fiscal podría tener positiva y seria repercusión
en el ahorro de juicios orales, no solo porque a la defensa le convenga aho-
rrar ello, lo cual –como vemos– siempre puede suceder bajo un ejercicio ra-
zonable de aquellas, sino que a lo dicho le agregaremos que, inclusive, quie-
nes podrían poseer de partida la intensión de llegar al juicio oral por diversas
razones se verían interesados en evitar el contradictorio y utilizar las termina-
ciones anticipadas.

IV. El caso de evidencia fuerte


Puede ocurrir que se hubiera podido recoger, como mínimo, algún ele-
mento material sumamente útil para realizar una pericia determinante o una
grabación, por ejemplo, que se convertirían en un medio de probanza dema-
siado fuerte, como para contrarrestarla, inclusive si el caso fuera por suma de

182
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

indicios. Ello sucedió con el asesinato de la señorita Stephany Flores, por el


holandés Joran van der Sloot.
Lo usual es que, al margen de presentar y demostrar su caso, el fiscal
suela atacar la tesis de la defensa, pero ello debe hacerse solo si es necesa-
rio, ante la fuerza persuasiva de la misma. En tal sentido, lo cierto es que
hay abogados muy preparados que son capaces de elaborar coartadas muy
inteligentes, lo que obliga a salir por un momento del caso fiscal y prestar-
le atención, para atacarlas.
Es obvio también que los casos que posean evidencias fuertes serán los
que posibilitaron que en la etapa de investigación se pudiera haber recogido
aquellas evidencias, o que teniendo algunos elementos débiles se los ha reves-
tido de fortaleza, por ejemplo, al reforzar la credibilidad de un testigo median-
te el trabajo con la persona de aquel y rescatando lo mejor de sus antecedentes.
También podría ocurrir que hayamos logrado poner de nuestro lado a la
opinión pública, vinculando el caso que la sensibiliza con el género de prue-
bas con que se cuenta. Ello se podrá hacer llamativamente con fotos, esque-
mas, planos, etc.
El género de lo recogido tendrá que reflejarse en los elementos de con-
vicción, lo que tendría que ver con que el delincuente es primario, inexperto,
nervioso, espontáneo y ha dejado por todos lados elementos de convicción;
cosa distinta cuando el delincuente es cuidadoso, planificador, experto y per-
feccionista en su labor. Temas que deben explotarse estando junto a la policía.
Finalmente, tenemos que considerar que la evidencia fuerte –esto es, aque-
lla que es indiscutible–, se presentará o no, de modo que el fiscal no la podrá
inventar, y por ello, hay otras opciones para el trabajo.

V. El caso por indicios


El caso cuya probanza aparece dejada al peso de la suma de los indicios
es un caso especial, en que la fuerza del mismo quedará confiada a la narra-
ción y a la persuasión. En tal sentido, la elaboración del caso estará confiada
a cuanto puedan demostrar los indicios como elementos de probanza indirec-
ta y a la reconstrucción persuasiva de cuanto ocurrió.
No quiere decir que en tales casos no se utilice la lógica y la razonabili-
dad; estos componentes deberán estar presentes, pero el esfuerzo fundamen-
tal ocurrirá para dar verosimilitud al caso presentado por el fiscal, lo que se

183
Pedro Angulo Arana

logrará a través de una narración escrupulosa y la capacidad persuasiva de


aquella, en cuanto explicación convincente de los hechos, así como de la res-
ponsabilidad penal resultante.
Una narración persuasiva entendemos que recurrirá mucho al sentido co-
mún, a las reglas de la experiencia y de la lógica, efectuando razonamientos
sencillos, fáciles de aceptar como razonables, a partir de los datos ciertos con
que se cuente.
Podría ser relevante y útil como estrategia que el fiscal se adelante a las
objeciones que necesariamente le hará la defensa; puesto que ello poseerá un
doble significado a favor de la tesis fiscal: así es que indicará que el fiscal ya
se adelantó a las objeciones que le harían, esto es que las tomó en cuenta, por
lo que su trabajo fue escrupuloso y serio y no quedando objeción de peso; en
sentido contrario, ha tomado la única posición que le quedaba, la de acusar.
Ello mismo disminuirá el impacto de lo que la defensa exponga en su favor y
quizá logrará dinamitarlo y hacerlo inocuo.
Para dar realce a esto, debe efectuarse el ejercicio contradictorio, mejor
inclusive que la presentación que haría la defensa, esto es, que se destacará la
objeción llevándola hasta el extremo y cuando pareciera que cayó el caso fis-
cal se demostrará lo errado y lejano de la realidad de la objeción. Lo mismo
se haría con cada una de las que podría utilizarse por la defensa.
El tema es que así no aparecerán contraindicios dignos de tenerse en
consideración en favor de la defensa. Por lo mismo, se deberá descartar que
otro cualquier sospechoso secundario pueda haber sido el autor.

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190
Índice general
índice general

Introducción............................................................................................. 5

Capítulo 1
Acerca del caso

I. Generalidades................................................................................. 11
II. Un nuevo modelo procesal ............................................................ 13
III. Desarrollo y subdesarrollo de la litigación oral............................. 15
IV. Asunto del órgano acusador........................................................... 17
V. Presunción de inocencia y persecución.......................................... 20
VI. Importancia para la defensa........................................................... 21

Capítulo 2
El caso fiscal

I. Generalidades................................................................................. 25
II. Confusiones alrededor del caso...................................................... 26
III. Los orígenes de la confusión.......................................................... 28
IV. Teoría del caso o teoría de la defensa............................................. 30
V. El caso fiscal................................................................................... 35
VI. Evitar las mezclas........................................................................... 37
VII. Estrategias de la defensa................................................................ 39
VIII. El caso como expresión de verdad ................................................ 40

193
Pedro Angulo Arana

IX. Discrecionalidad, disposición y el caso......................................... 42


x. el caso y especialización................................................................ 43

Capítulo 3
Elaboración del caso fiscal

I. Generalidades................................................................................. 47
II. La probanza de una conducta......................................................... 48
III. Las hipótesis iniciales.................................................................... 48
1. Fase inicial............................................................................... 50
1.1. Subfase de verificación o descarte................................... 50
1.2. Subfase de observación y reconstrucción......................... 53
1.3. Subfase de recojo de elementos....................................... 54
1.4. Subfase constructivo-depurativa...................................... 57
2. Fase final.................................................................................. 57
2.1. Subfase consolidativa....................................................... 57
2.2. Subfase de acusación........................................................ 57
IV. Estándar policial y estándar fiscal.................................................. 58
V. Apropiarse del caso........................................................................ 59
VI. Trato al imputado........................................................................... 61

Capítulo 4
Características del caso

I. Generalidades ................................................................................ 65
II. Sencillez......................................................................................... 66
III. Lógica............................................................................................. 67
IV. Verosimilitud.................................................................................. 69
V. Suficiencia...................................................................................... 71
VI. Flexibilidad.................................................................................... 72
VII. Único.............................................................................................. 73

194
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

VIII. Brevedad........................................................................................ 75
IX. Coherencia ..................................................................................... 76
X. Objetividad..................................................................................... 77
XI. Revestirse de verdad...................................................................... 78
XII. Bien jurídico tutelado..................................................................... 79

Capítulo 5
Las partes componentes

I. Generalidades................................................................................. 83
II. El caso y la acusación fiscal........................................................... 85
III. El caso penal y el hecho................................................................. 86
IV. El caso fiscal y la norma aplicable................................................. 88
V. El caso fiscal y los elementos de convicción ................................ 91
VI. El caso fiscal y el imputado ........................................................... 93

Capítulo 6
El hecho

I. Generalidades................................................................................. 97
II. El hecho delictuoso........................................................................ 99
1. El hecho externo...................................................................... 100
2. El hecho interno....................................................................... 101
III. El tema de la verdad....................................................................... 101
IV. Los hechos dejan huellas ............................................................... 104
V. Relación clara y precisa................................................................. 104
vi. La participación específica............................................................. 106
VII. Hechos y formalización.................................................................. 108
VIII. Los hechos y sus circunstancias..................................................... 110
IX. Modificaciones............................................................................... 112

195
Pedro Angulo Arana

1. Ingreso de nuevos hechos........................................................ 113


2. Mutación esencial del hecho ................................................... 113

Capítulo 7
La calificación penal

I. Generalidades................................................................................. 117
II. Calificación jurídica fiscal.............................................................. 118
III. La calificación como acto objetivo................................................ 120
IV. Calificación como acto progresivo................................................. 121
1. Calificación nítida.................................................................... 122
2. Calificación progresiva............................................................ 122
V. La calificación como producto de la información.......................... 123
VI. La calificación y el estándar de probanza...................................... 123
VII. La calificación alternativa.............................................................. 124

Capítulo 8
Elementos de convicción

I. Generalidades................................................................................. 129
II. Los elementos de convicción y el caso.......................................... 130
1. Acusar ..................................................................................... 131
2. Negociar................................................................................... 132
3. No acusar................................................................................. 132
III. Prueba por indicios y el caso ......................................................... 133
IV. El recojo de los elementos.............................................................. 134
V. Prueba preconstituída..................................................................... 135
VI. Prueba anticipada........................................................................... 137
VII. La prueba jurídica.......................................................................... 138

196
El caso penal. Base de la litigación en el juicio oral

Capítulo 9
El imputado
I. Generalidades................................................................................. 143
II. Obra de ser humano....................................................................... 143
III. Individualización............................................................................ 144
IV. Identificación.................................................................................. 145
V. La condición de imputado ............................................................. 147
1. Imputado material.................................................................... 147
2. Imputado formal....................................................................... 149
VI. Vinculación de autoría.................................................................... 150

Capítulo10
La convicción fiscal

I. Generalidades................................................................................. 153
II. La convicción como progresión..................................................... 154
III. La convicción como expresión de verdad ..................................... 156
IV. Desplazamiento de la duda ............................................................ 157
V. La convicción como certeza........................................................... 159
V. Crisis de la convicción................................................................... 161

Capítulo 11
Las proposiciones

I. Generalidades................................................................................. 165
II. Lo que son las proposiciones......................................................... 166
III. Reformulando los elementos del ilícito.......................................... 167
1. Caso Nº 1................................................................................. 168
2. Caso Nº 2................................................................................. 169
3. Caso Nº 3................................................................................. 171
IV. Un caso por indicios....................................................................... 175

197
Pedro Angulo Arana

Capítulo 12
Considerando la presentación

I. Generalidades................................................................................. 179
II. El caso y sus vicisitudes................................................................. 180
III. La batalla no peleada...................................................................... 182
IV. El caso de evidencia fuerte............................................................. 182
V. El caso por indicios ....................................................................... 183

Bibliografía.............................................................................................. 187
Índice general........................................................................................... 193

198

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