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   , por eso
constituyen una importante vía para reconectarnos con los orígenes más distantes y
remotos. Antes de que nosotros toquemos ritmos, los ritmos nos tocaron a nosotros con
los orígenes más distantes y remotos. La estructura basal de la música es similar a
cualquier estructura basal de elementos científicos.

Todo el Universo es vibración, que según su orden de frecuencia -cantidad de


vibraciones por segundo- se presenta en luz, color, sonido y forma, respetando el orden
de aparición. En un altísimo grado de aceleración vibracional se halla la oscuridad que
se convierte en luz; en una frecuencia menor, las sombras luminosas generan color, 
  
 ; y los sonidos crean formas más o menos
duraderas. Estos diferentes estadios de densidad reproducen la manifestación de nuestro
sistema solar, nuestro planeta y los orígenes de la materia.

El sonido percibido por el ser humano es de una gama de frecuencias localizadas entre
16 y 20.000 Hz (frecuencias sónicas), banda relativamente pequeña -dentro del espectro
de ritmos universales- que a partir de nuestro aparato perceptual decodificamos como

³sonido´.

Las frecuencias extremadamente altas fluctúan de centenares a millones de ciclos por


segundo y pueden percibirse en forma de calor en la piel, por lo que se denominan
térmicas. En una nota grave de un órgano de catedral (de aproximadamente de 16 a 30
Hz) los pulsos se sienten claramente en nuestro cuerpo, sobre todo en el plexo solar ±
zona de resonancia de las bajas frecuencias-, percibiéndose como ³motor´ o instrumento
de percusión, granuloso y alternante.

Nuestro comportamiento es una ondulación constante porque estamos formados por


corpúsculos ondulares. La materia no es ³sólida´, sin movimiento y vibración; todo
vibra rítmicamente. Si miramos nuestra sólida piel en un microscopio electrónico,
descubrimos que existe un mundo de apariencia acuática que se mueve rítmicamente en
una inacabable danza de la vida. Cuanto más nos aproximamos dentro de las moléculas,
descubrimos nuevas partículas danzantes y más pequeñas: protones, positrones,
electrones, neutrones, quarks. Todo se disuelve en formas y vacíos, en pautas y
estructuras.

    

    
 



      
  . Ejecutamos una
continua música en nuestra vida y por una tendencia innata, tendemos a la consonancia
en contra de un desorden disonante. Nuestra orquesta cerebral, cuando actúa afinada,
nos proporciona la conexión de nuestros pensamientos y actos con la ley gravitatoria
terrestre y con el equilibrio como estructura unitaria expansiva de la Conciencia, a
través del sistema vestibular.

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 , es la base de todo movimiento humano en el espacio, incluyendo la música.
Desde el pulso de nuestros silencios y sonidos, al equilibrio de la sangre entre
alcalinidad y acidez, o la relación complementaria orto y parasimpática del sistema
nervioso, estar en equilibrio es respetar la dinámica rítmica universal y el mensaje del
cuerpo conciente.

En las palpitaciones de nuestro corazón, en el acto respiratorio o en la marcha regular,


todos poseemos la capacidad expresiva de impulsos perfectos en un equilibrio eterno.
Nuestra misión consiste en unirnos a ese pulso y acompasamos plenamente con el
tiempo presente. ³El profano mira, El sabio ve, El liberado percibe el ritmo de los
ritmos´.

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En mayor o menor grado existe un ³murmullo general´ constante a nuestro alrededor,
un mundo sonoro que nos envuelve, rodea y acompaña, que percibimos en forma
automática y pretendemos desterrar de nuestros oídos. Por supuesto, no lo logramos y
nos sometemos a una lucha permanente con el mundo exterior.

De todas las experiencias que nos afectan, el olor y el ruido son las dos más difíciles de
resistir y evitar. Podemos cerrar los ojos, negarnos a comer algo o a tocar una cosa, pero
los ruidos o cerrar la nariz a los olores nos costara mucho trabajo.

El oído es un órgano receptor asociado con la orientación general del cuerpo, el sentido
del equilibrio, la orientación temporo-espacial, el control de los movimientos y la
acción corporal. Constituye una vía preponderante en el ajuste del organismo a su
medio.

Pese a que no nos detenemos a escuchar, nuestra sonósfera nos implica y afecta
poderosamente. Nos conmueve por entero, física y mentalmente. Fuertes conexiones
neuronales ligan al oído y los centros superiores del cerebro humano.

Desde el punto de vista cibernético, las energías provenientes del mundo circundante -
constituidas por vibraciones, reacciones químicas y/o fenómenos físicos impresionan
nuestros circuitos extereoceptores y a través de los transductores (convertidores de
energía) los transforman a la forma ³eléctrica´. Los estímulos que actúan sobre el oído
se denominan fonones -del griego ¨fonos¨ sonido-, pero como veremos más adelante, las
vibraciones sonoras nos afectan por entero; todo nuestro ser es un instrumento de
resonancia.

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. Constituye un conocimiento vital y
revelador: transforma la audición consciente en consciente. Si algún día pretendiéramos
modificar los continuos y variados ³ruidos´ que nos circundan, previamente deberíamos
conocer el ecosistema sonoro.

Escuchar el entorno es una sencilla forma de meditación o toma de contacto con la


realidad. Meditamos cuando permanecemos en un estado de pensamiento puro,
diferenciado de las experiencias condicionadas anteriores. Muchas veces confundimos
al mundo real, con lo que pensamos o hablamos del mundo a través de sus símbolos.
Percibimos auditivamente y con nuestro sistema simbólico decimos: - Ahá, ³escucho´
a un niño jugando con una pelota« Y en realidad, lo que registramos es una variada
sucesión rítmica, de tempos y cadencias multiformes. PAM pampammm BUM
bunbunbunpampatántúmdum PAM PAMtuctuctuc ss.
Pensemos cuántas veces nos silenciamos interiormente e interrumpimos el ³parloteo´
incesante que resuena en nuestras cabezas.
Nos encontramos tan llenos de palabras, que los sonidos puros y reales no tienen
espacio en nuestro ser. Es por eso que tantos maestros y filósofos nos hablan de cierto
estado de vacío-vacuidad-, como sinónimo de sabiduría y apertura.

Con un vaso colmado, no pretendamos tomar agua de la fuente del


conocimiento. Vacuidad. Quietud. Abierta actitud de escucha. c 
 c % #! Cuando un cuerpo en vibración emite sonido hay
energía movimiento. Emite energía. Sonido es una forma de energía en vibración o
pulsación.

Isaac Newton designó el fenómeno característico del sonido como pulsus o pulso. El
término pulsus derivó en el de pulsación. ³Los sonidos no son otra cosa que pulsaciones
del aire´. Onda, pulsación, vibración, materia sonora, y últimamente conciencia sonora,
son diferentes nombres utilizados para designar fenómenos similares.

Si una cuerda (de guitarra o violín) se aparta de su posición y después se suelta, entra en
vibración. Se ha producido un sonido. Los sonidos producidos por la voz son debidos a
la vibraciones de las cuerdas vocales. Si se golpea un vidrio o una campana de cristal
también se producen y perciben, vibraciones y sonidos.

En la actualidad tomamos a la energía como un principio, sin poseer definiciones de su


esencia primordial. Se ³habla´ de la energía, sin conocer su verdadera significación. La
energía es uno de los principios fundamentales del Universo. Hay energía en todos los
procesos vitales, en nuestros movimientos, sentimientos, acciones y pensamientos. La
electricidad, el viento que sopla, el río que corre, las lluvias torrenciales, todo es
energía; pero sus formas de manifestarse son variadas y distintivas.

Las estructuras internas de toda clase de objetos y sustancias no son otra cosa que
combinaciones de diferentes clases de movimientos o energías.  



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El canto es nuestra esencia innata, nuestro primer contacto con la forma externa y la
presencia distintiva de nuestra naturaleza interna. Los mantras y los silbidos intuitivos
son más lejanos que el tiempo, más que la propia naturaleza humana. Hoy en día existen
miles de problemas de la piel, afectada especialmente por el alto nivel sonoro del
ambiente donde vivimos, sin contar con todos los desórdenes emocionales y psíquicos
que produce el estar expuestos a ruidos mecánicos.

Hemos perdido el deleite por la poesía, por cuento popular y los refranes que
caracterizaban a nuestros vecinos y amigos. Sus anécdotas nos nutrían y educaban para
la vida. Las palabras eran claras y dejaban un sabor inconfundible de cada hablante.
Hoy nuestro lenguaje es tosco, áspero, racional y autoritario. La risa sea escapado de
nuestros labios a la hora de hablar, al menos que no estemos plagiando algún chiste
sarcástico.

Nuestra comprensión de la música y el ritmo ha quedado en manos de malabaristas, que


nos distraen de nuestra fuente infinita. El ruido no es solo externo, producido por los
tormentosos y agudos estruendos que contaminan nuestra atmosfera, sino también
interno, incrustado en las más finas membranas de nuestro ser. Es un zumbido
permanente que no cesa en nuestra mente, que atrae toda nuestra atención al mundo
externo y nos deja desamparado en medio de la angustia y el sueño de creer que no
podemos despertar.

Todo lo que queramos saber está aquí y ahora, debemos buscar el conocimiento por
intuición, por comprensión, por responsabilidad, por amor, a uno mismo y a la vida en
el universo. Basta de pereza, de incredulidad, de egoísmo, de indiferencia, de
ignorancia. Ahora la voluntad del amor, del uno, del corazón, de la verdad, es por
siempre propósito divino.

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