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, por eso
constituyen una importante vía para reconectarnos con los orígenes más distantes y
remotos. Antes de que nosotros toquemos ritmos, los ritmos nos tocaron a nosotros con
los orígenes más distantes y remotos. La estructura basal de la música es similar a
cualquier estructura basal de elementos científicos.
El sonido percibido por el ser humano es de una gama de frecuencias localizadas entre
16 y 20.000 Hz (frecuencias sónicas), banda relativamente pequeña -dentro del espectro
de ritmos universales- que a partir de nuestro aparato perceptual decodificamos como
³sonido´.
. Ejecutamos una
continua música en nuestra vida y por una tendencia innata, tendemos a la consonancia
en contra de un desorden disonante. Nuestra orquesta cerebral, cuando actúa afinada,
nos proporciona la conexión de nuestros pensamientos y actos con la ley gravitatoria
terrestre y con el equilibrio como estructura unitaria expansiva de la Conciencia, a
través del sistema vestibular.
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, es la base de todo movimiento humano en el espacio, incluyendo la música.
Desde el pulso de nuestros silencios y sonidos, al equilibrio de la sangre entre
alcalinidad y acidez, o la relación complementaria orto y parasimpática del sistema
nervioso, estar en equilibrio es respetar la dinámica rítmica universal y el mensaje del
cuerpo conciente.
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En mayor o menor grado existe un ³murmullo general´ constante a nuestro alrededor,
un mundo sonoro que nos envuelve, rodea y acompaña, que percibimos en forma
automática y pretendemos desterrar de nuestros oídos. Por supuesto, no lo logramos y
nos sometemos a una lucha permanente con el mundo exterior.
De todas las experiencias que nos afectan, el olor y el ruido son las dos más difíciles de
resistir y evitar. Podemos cerrar los ojos, negarnos a comer algo o a tocar una cosa, pero
los ruidos o cerrar la nariz a los olores nos costara mucho trabajo.
El oído es un órgano receptor asociado con la orientación general del cuerpo, el sentido
del equilibrio, la orientación temporo-espacial, el control de los movimientos y la
acción corporal. Constituye una vía preponderante en el ajuste del organismo a su
medio.
Pese a que no nos detenemos a escuchar, nuestra sonósfera nos implica y afecta
poderosamente. Nos conmueve por entero, física y mentalmente. Fuertes conexiones
neuronales ligan al oído y los centros superiores del cerebro humano.
Desde el punto de vista cibernético, las energías provenientes del mundo circundante -
constituidas por vibraciones, reacciones químicas y/o fenómenos físicos impresionan
nuestros circuitos extereoceptores y a través de los transductores (convertidores de
energía) los transforman a la forma ³eléctrica´. Los estímulos que actúan sobre el oído
se denominan fonones -del griego ¨fonos¨ sonido-, pero como veremos más adelante, las
vibraciones sonoras nos afectan por entero; todo nuestro ser es un instrumento de
resonancia.
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. Constituye un conocimiento vital y
revelador: transforma la audición consciente en consciente. Si algún día pretendiéramos
modificar los continuos y variados ³ruidos´ que nos circundan, previamente deberíamos
conocer el ecosistema sonoro.
Isaac Newton designó el fenómeno característico del sonido como pulsus o pulso. El
término pulsus derivó en el de pulsación. ³Los sonidos no son otra cosa que pulsaciones
del aire´. Onda, pulsación, vibración, materia sonora, y últimamente conciencia sonora,
son diferentes nombres utilizados para designar fenómenos similares.
Si una cuerda (de guitarra o violín) se aparta de su posición y después se suelta, entra en
vibración. Se ha producido un sonido. Los sonidos producidos por la voz son debidos a
la vibraciones de las cuerdas vocales. Si se golpea un vidrio o una campana de cristal
también se producen y perciben, vibraciones y sonidos.
Las estructuras internas de toda clase de objetos y sustancias no son otra cosa que
combinaciones de diferentes clases de movimientos o energías.
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El canto es nuestra esencia innata, nuestro primer contacto con la forma externa y la
presencia distintiva de nuestra naturaleza interna. Los mantras y los silbidos intuitivos
son más lejanos que el tiempo, más que la propia naturaleza humana. Hoy en día existen
miles de problemas de la piel, afectada especialmente por el alto nivel sonoro del
ambiente donde vivimos, sin contar con todos los desórdenes emocionales y psíquicos
que produce el estar expuestos a ruidos mecánicos.
Hemos perdido el deleite por la poesía, por cuento popular y los refranes que
caracterizaban a nuestros vecinos y amigos. Sus anécdotas nos nutrían y educaban para
la vida. Las palabras eran claras y dejaban un sabor inconfundible de cada hablante.
Hoy nuestro lenguaje es tosco, áspero, racional y autoritario. La risa sea escapado de
nuestros labios a la hora de hablar, al menos que no estemos plagiando algún chiste
sarcástico.
Todo lo que queramos saber está aquí y ahora, debemos buscar el conocimiento por
intuición, por comprensión, por responsabilidad, por amor, a uno mismo y a la vida en
el universo. Basta de pereza, de incredulidad, de egoísmo, de indiferencia, de
ignorancia. Ahora la voluntad del amor, del uno, del corazón, de la verdad, es por
siempre propósito divino.