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Comentario pragmático de “Matrimonios” (Cantabria 2006)

En palabras de Mª Victoria Escandell, “se entiende por pragmática el estudio de los


principios que regulan el uso del lenguaje en la comunicación, es decir, las condiciones que
determinan tanto el empleo de un enunciado concreto por parte de un hablante concreto en
una situación comunicativa concreta, como su interpretación por parte de destinatario”.
De este modo, la labor que vamos a realizar en el presente comentario es la de
estudiar estas condiciones de emisión y recepción del texto que nos ocupa.

En primer lugar, estas condiciones parten de la consideración del texto dentro un


género concreto, en este caso el de la columna, como género textual de opinión
perteneciente al ámbito periodístico, en el que la libertad expresiva y formal es plena, y en el
que el estilo literario y personal del emisor, Juan José Millás, invade la totalidad del texto. La
intención del emisor es, por tanto, plenamente subjetiva: la de criticar los usos lingüísticos
actuales, dentro del ámbito periodístico, particularmente, referidos a determinadas
realidades sociales que le provocan apatía, abulia e indiferencia. El autor, de este modo, se
mueve en el terreno del lenguaje y el pensamiento, de cómo aquel refleja y conforma la
realidad que nos rodea, y cómo a su través podemos, igualmente, pretender cambiarla (“Me
gusta ese nuevo maridaje: inteligencia seductora. Lo que hace falta es que pase de la
gramática a la realidad. Y que sea para bien.”).

A nivel de modalidad textual principal, el texto es un ejemplo de argumentación,


dada la intención comunicativa de la que partimos, como garantía de que todo el texto
responde a un plan único y uniforme, a pesar de las diferencias eventuales entre las partes,
en palabras de Hernández Paricio. De este modo, se combinan diferentes secuencias
textuales, siguiendo la terminología empleada por Adam: hay secuencias secundarias
narrativas y descriptivas que, respectivamente, van narrando el encuentro del locutor con
las parejas de palabras incluidas en el texto (“Pero no es la única rareza con la que he
tropezado esta semana. Así (...) descubrí uno completamente nuevo”) y describiendo su
condición y las relaciones que establecen entre ellas (“Estos enlaces de tres palabras, sin
ayuda de preposición o artículo que les ayude a articularse, constituyen rarezas muy
interesantes.”). No obstante, como ya indicábamos más arriba, todo ello obedece al
propósito de crítica, de exposición de ideas subjetivas de manera razonada, característico
del texto argumentativo, que se conforma como secuencia principal del texto estudiado (“Lo
que hace falta es que pase de la gramática a la realidad. Y que sea para bien”). De hecho,
estas modalidades secundarias no parecen ser otra cosa sino meras herramientas que
simulan dichas tipologías textuales en pos de un objetivo mayor.

En la consideración del texto como unidad de comunicación y, por tanto, como


objeto de estudio de las disciplinas lingüísticas y en particular de la pragmática, se entiende
que este se define y caracteriza por tres propiedades textuales que son las que lo dotan de
unidad de sentido: coherencia, cohesión y adecuación. Para su estudio, nos centraremos en
la propuesta de Van Dijk en Texto y contexto.

A nivel macroestructural, es decir, desde el punto de vista del contenido


(coherencia), constatamos que el texto se caracteriza por los rasgos básicos que tanto Van
Dijk, como Lotman y Hjemslev le atribuyen: independencia y cierre. El texto es
independiente como unidad comunicativa completa que no requiere de otros elementos
para su comprensión y para el cumplimiento de sus propósitos, y se conforma como una
unidad cerrada, completa, en este mismo sentido. Para ello, la unidad temática se
conforma como el eje estructural fundamental, girando esta entorno a la crítica irónica y
mordaz de los usos lingüísticos en el periodismo actual, anquilosados, como reflejo de una
realidad que el emisor juzga asimismo como anquilosada, aburrida y monótona, salvo
contadas excepciones.
En cuanto a la estructura, vemos cómo esta se conforma en función de los
aspectos que se tratan alrededor de este eje temático vertebrados y de cómo se tratan, en
función de las modalidades textuales que antes nombrábamos. De este modo, hemos
considerado la siguiente división en partes:

- Línea 1. Enunciado introductorio de la alegoría que va a conformar todo el


texto: “Los matrimonios entre las palabras son más sólidos que los del
Hollywood actual.” En él se da cabida al término real (palabras) y al figurado
(matrimonios), estableciendo una comparación en absoluto gratuita con los
matrimonios de las celebridades del mundo del cine, y así comenzando con
ese tono satírico que va a impregnar el conjunto textual. En él el emisor es
categórico.
- Líneas 1-10. Enumeración a modo de ejemplo de los matrimonios
convencionales y de sus relaciones (personificación continua),
caracterizándolas como poco estimulantes e invitando al “intercambio de
parejas” (l.9).
- Líneas 11-25. En este apartado, el emisor introduce dos rarezas dentro del
mundo de los “matrimonios entre palabras”, abriendo la esperanza a uniones
más interesantes y productivas. Esta parte se subdivide, por tanto, en dos:
- Proyecto Gran Simio ((l.11-17): narración del encuentro y
descripción de las relaciones establecidas entre estas palabras.
- Inteligencia seductora (l.18-24): narración del encuentro y
descripción de los hábitos anteriores de la palabra “inteligencia”,
que provocan la sorpresa del emisor ante el nuevo uso. Dentro de
esta parte encontramos un apartado que, por finalizar el texto
como lo hace, merece una consideración especial a nivel
estructural:
- Líneas 24-25: “Me gusta ese nuevo maridaje.
Inteligencia seductora. Lo que hace falta es que pase
de la gramática a la realidad. Y que sea para bien”.
Esta parte, a modo de conclusión, cierra en realidad la
subparte de la que venimos; la de “Inteligencia
seductora”, pero dado su carácter contundente y
conclusivo se acaba conformando como el cierre del
conjunto del texto, que en ese momento vertebra todo
lo expuesto con anterioridad, convirtiéndose en el
auténtico núcleo argumentativo del texto.

De esta manera, observamos una estructura argumentativa en la que se combinan


de un modo particular la inducción con la deducción: haciendo uso de la libertad que ofrece
el género periodístico de la columna. Queda establecida desde la primera parte la base
temática de la que partimos: la solidez de los matrimonios convencionales entre las
palabras, para a continuación ilustrarlo a través de catorce ejemplos, haciendo hincapié en
el último (“inflación”), para así dar cabida al primer núcleo argumentativo en el que el emisor
comienza exponiendo su opinión: “sería muy de agradecer que todos estos matrimonios
hicieran un intercambio de parejas para alumbrar uniones más estimulantes” (l.8-9). Las dos
excepciones analizadas en el texto dan, por otro lado, cabida a la conclusión que hemos
expuesto, cerrando así el acto comunicativo y perfilando de un modo más explícito la
intención del emisor, dentro del juego de luces y sombras que establece a través de la
alegoría y la personificación continuas. No se considera como estructura encuadrada dado
que el punto de partida no es el mismo que el de cierre.

Otro de los aspectos que otorgan coherencia a un texto, además de la unidad


temática y la vertebración del texto en partes coherentes, es el de la progresión temática.
La mayoría de los texto de cierta longitud responden a una progresión compleja, resultado
de la combinación de los diferentes tipos de progresión estudiados por Combettes.
En este caso, se combina la progresión de tema constante (los matrimonios entre
palabras), como esquema más simple, que no pone en peligro la interpretación del receptor
(se necesita simplificar las estructuras temáticas dada la complejidad alegórica del texto: de
este modo, siempre hay un punto en común); con la progresión de temas derivados
(Proyecto Gran Simio / Inteligencia Seductora), en los que se centra en las dos últimas
partes del texto.

A nivel microestructural, o lo que es lo mismo, desde el punto de vista de la


expresión (cohesión), el texto cumple con los principios que Van Dijk establece. En este
sentido, el texto es un bloque, un todo, no una mera sucesión de enunciados, en el que los
distintos planos de la lengua trabajan para ese resultado unitario.
De este modo, podemos hablar de cohesión morfológica a través de la elipsis
(“Los matrimonios entre las palabras son más sólidos que los -matrimonios- del Hollywood
actual”), la anáfora (“pues se la ve mucho”), la catáfora (“descubrí uno completamente
nuevo”), la isotopía gramatical (repetición de estructuras lingüísticas en la enumeración de
las líneas 2-5) y la deixis: personal (“Me gusta”), espacial (“ahí están) y temporal (“esta
semana”). Estos elementos anclan el texto en un acto comunicativo concreto y permiten ir
tejiendo las relaciones temáticas necesarias para concebir todos los enunciados como un
bloque unitario, tal y como establecíamos anteriormente.
A nivel de cohesión sintáctica debemos analizar uno de los mecanismos
fundamentales para la cohesión textual: el uso de conectores o marcadores discursivos, que
establecen no solo relaciones oracionales sino que también contribuyen a la unidad de
párrafos o ideas, más allá de los límites de la oración. Tenemos: “por cierto” (digresivo),
“así” (consecutivo), “aunque” (concesivo, introduciendo la parte de las rarezas lingüísticas) y
“pero” (de contraste, añadiendo el segundo ejemplo de esas rarezas) introduciendo
respectivamente los párrafos dos y tres, y el “y” (aditivo) que introduce el último enunciado.
otorgándole ese carácter conclusivo del que ya hemos hablado.
En cuanto a la cohesión léxico-semántica, que proporciona unidad de significado
al texto, todos los mecanismos que encontramos en su seno (sinonimia, hiperonimia,
repetición léxica…) acaban obedeciendo a uno mayor: el de los campos asociativos o
isotopías. Para ello, se vertebra en torno a determinados ejes isotópicos, para así confirmar
o desvelar las ideas presentes en el texto, así como el nivel cultural, y la intención del
emisor. Greimas fue el primero en definir este término como “conjunto redundante de
categorías semánticas que hacen posible la lectura uniforme de un relato”. Siguiendo esta
línea, las que podemos encontrar en este texto están relacionadas con el mundo de las
relaciones sentimentales: matrimonio, bígama, trío sexual, familia, maridaje, enlaces,
parejas, uniones, copulando…; del terreno lingüístico: preposición, artículo, palabra,
vocablo, gramática…; y del ámbito de la prensa: La Vanguardia, periódicos, contraportada,
página…, principalmente. De esta manera, la estructuración isotópica del texto conforma
esa alegoría de la que veníamos hablando, en la que las uniones entre palabras dentro del
ámbito periodístico se acaban configurando como relaciones sentimentales humanas, por
otro lado matizadas con otra isotopía: la del interés (“sería muy de agradecer”, “uniones más
estimulantes”, “tan convencionales”, “muy interesantes”...). Así, el emisor acaba mostrando
su propia reacción ante las uniones convencionales a las que estamos acostumbrados,
apáticas, y la posibilidad de encontrar usos nuevos, que en el terreno de la realidad
respondan a referentes renovados.

Nos encontramos, pues, ante un texto de estilo cohesionado, con periodos


oracionales largos y complejos, algo denso, típico de los textos con cierto grado de
formalidad, por ser resultado de una reflexión.

Siguiendo a Van Dijk, nos adentramos ahora en la superestructura (adecuación):


la propiedad textual que relaciona el texto con su contexto lingüístico y su situación
comunicativa, evaluando la adaptación a los aspectos extralingüísticos y contextuales, que
son fundamentalmente: la situación comunicativa, la intención y las funciones del lenguaje,
y el canal.
En cuanto a los actantes de la situación comunicativa, siguiendo el esquema
comunicacional de Jakobson, analizaremos en primer lugar el papel del emisor en el texto.
El emisor real es el autor del propio texto, Juan José Millás, escritor y periodista español. El
emisor modelo se perfila como una persona cultivada, acostumbrada al mundo mediático
por su soltura tanto en la expresión de ideas que a este conciernen como en su propio estilo
escrito, habituado al género de la columna. La sintaxis compleja y el discurso elaborado, así
como la riqueza léxica, dan cuenta de un emisor culto, letrado, con una clara voluntad de
estilo, y que pretende buscar ese impacto en el receptor a través de sus palabras.
El emisor, por otro lado, se encuentra presente en el texto a través de las marcas de
subjetividad o modalización, tales como el uso de la primera persona (“encontré”,
“deberíamos”, “me gusta”...), vocabulario connotativo (“interesantes”, “rareza”,
“sorprende”...), modalidad desiderativa (“Lo que hace falta es que pase de la gramática a la
realidad. Y que sea para bien”), modalidad dubitativa (“Tal vez no se trate de un trío
sexual… Posiblemente, proyecto sea hijo de simio...”), uso del modo subjuntivo (“se trate”,
“sea”), cambios de registro (“es que no para”, “con la que está cayendo”), uso de figuras
retóricas, como la alegoría continua o la personificación: por poner algunos ejemplos.
Todo ello cobra sentido dentro del ámbito de texto periodístico de opinión en el que
nos encontramos, amparados en la modalidad argumentativa que vertebra un texto repleto
de subjetividad, más o menos explícita, a través de las marcas que acabamos de analizar o
de inferencias, como la que se desprende de “Inteligencia venía metiéndose en la cama (...)
con militar, pese a la incompatibilidad aparente”, en la que el emisor no pierde la
oportunidad de lanzar una dura crítica antimilitarista.
Dentro de este mismo análisis del emisor, debemos tener en cuenta que en la
Lingüística europea, a partir de Benveniste y su Teoría de la enunciación, el concepto de
sujeto productor del discurso o voz enunciativa se une a la observación de su presencia en
su propio discurso, construyendo el mundo como objeto y a sí mismo. Todas las marcas de
las que venimo hablando conforman esa voz enunciadora, que a su vez, requiere de un no-
yo: el tú enunciatario o coenunciador, que analizaremos a continuación, y de un aquí y un
ahora, que vienen a reflejarse en la deixis ya analizada en el plano de la cohesión
morfológica, y que aquí cobran la importancia de ser índices específicos de la enunciación.

Por lo que respecta a la polifonía enunciativa, que estudiaron ampliamente Bajtin y


Ducrot, no encontramos desdoblamientos en este sentido dentro del texto, si bien sí que se
da otro fenómeno, de alguna manera cercano a este, como es el de la intertextualidad. En
este sentido, podríamos señalar que todo texto es una permutación de otros textos, que de
alguna manera forman parte de los conocimientos enciclopédicos del emisor y que debieran
ser compartidos por el receptor o destinatario para la correcta comprensión e interpretación
del texto. Algunos estudiosos sostienen que la intertextualidad, junto con la coherencia y la
intención comunicativa, es requisito indispensable del fundamento discursivo. En este caso,
las citas discursivas de textos periodísticos pretéritos no solo son continuas sino que son el
punto de partida para toda la reflexión que conforma el texto. Las reminiscencias, bien a
través del uso de las comillas o incluso de manera directa, de usos anteriores en el terreno
periodístico inundan el texto y se configuran como el eje sobre el cual giran las
disertaciones del emisor. De esta manera, en este ejemplo especialmente, la
intertextualidad es absolutamente indispensable para el fundamento discursivo que antes
nombrábamos.

En cuanto al receptor real, nos encontramos ante un texto que por su carácter
periodístico responde a un afán divulgativo, al que obedece la variedad estándar de la
lengua y una temática no especializada, de amplio acceso. El receptor modelo, o
destinatario, en palabras de Mª Victoria Escandell, es la persona o personas a las que el
emisor dirige su enunciado. Con el término de “destinatario”, la intencionalidad se convierte
también en una nota distintiva, al constatar que es el receptor elegido por el emisor, para
quien está construído el mensaje, y que condiciona en gran medida su forma. En este texto
en concreto, hablaríamos de un destinatario de un nivel socio-cultural medio o elevado,
dada la complejidad de relaciones semánticas y figuradas que abarca el texto; un
destinatario que, por otro lado, tenderá a ser crítico con los usos habituales de los medios
de comunicación, que no se quedará únicamente en la superficie de lo mentado sino que
llegará al trasfondo semántico de esas uniones que va sacando a la luz en el texto que aquí
comentamos. Por tanto, será un destinatario que muy posiblemente encuentre sentido y se
identifique con la postura del emisor fácilmente, creando lazos de empatía que en último
término, Millás busca.
Por otro lado, también encontramos marcas de receptor presente en el texto, a
través de la función apelativa, si bien en este caso no van a ser ni tan abundantes ni tan
explícitas como las marcas de la función expresiva que antes nombrábamos en el análisis
de la modalización. Tomaríamos como único ejemplo la primera persona del plural de
“deberíamos tomar nota”, que además conforma un enunciado exhortativo. A través de esta
referencia gramatical el emisor incluye al receptor en su mismo grupo, conformándose como
un plural inclusivo que, además, dado su carácter exhortativo, busca una respuesta dirigida
en el destinatario, una reacción, si bien las presuposiciones nos hacen comprender el
marcado sentido irónico de la “convivencia verbal” de “Proyecto Gran Simio”.
No obstante, dentro de este apartado convendría analizar el uso de la segunda
persona del singular en “Echas un vistazo al periódico…”. Benveniste señala que la primera
persona se dirige a la segunda en un empleo ordinario, más no único y constante, pues
puede emplearse la segunda persona fuera de la alocución y hacerse entrar en una
variedad de “impersonal”. El uso no referencial, específicamente de la segunda persona del
singular, es denominado por María Luisa Hernanz “singular arbitrario” e interpretado como
un yo encubierto, pero en la mayoría de los casos se nombra tú impersonal. Con este uso,
el hablante no remite al oyente, sino que se refiere a un conjunto de individuos no
determinado. El hablante trata de alinearse con el oyente, reforzando la imagen de ambos al
expresar acuerdo, y por tanto, reforzando la línea del plural inclusivo que mencionábamos
más arriba. En su conjunto, vemos cómo el emisor pretende crear una identidad con el
destinatario que le haga partícipe de su propio punto de vista.

Por lo que respecta a la intención y las funciones del lenguaje, estudiadas por
Karl Buhler y ampliadas por Jakobson, como hemos ido perfilando encontramos función
expresiva y apelativa, pero no de manera exclusiva. También se da función referencial, a
través del uso de la tercera persona continuado en el texto, oraciones enunciativas y modo
indicativo, si bien, todos estos casos obedecen en última instancia a una intención que se
encuentra por encima de ellos y que redunda en la modalización predominante. También se
hace uso de la función metalingüística, por ejemplo en “sin ayuda de preposición o artículo
que les ayude a articularse…” o “sorprende la naturalidad con la que se pronuncia”, en
estrecha relación con el código que en buena parte es el objeto de análisis y valoración por
parte del emisor en este texto. Por último, también vemos muestras de la función poética, a
través de las figuras retóricas que ya hemos mencionado con anterioridad y que aportan
estilo y belleza al mensaje, además de un trasfondo complejo a la hora de otorgar una
interpretación correcta y completa.

Por último, dentro de la superestructura que venimos analizando, hablaremos


brevemente del canal, en tanto en cuanto determinante de la variedad lingüística utilizada y
los códigos no verbales que puedan aparecer. Así, ya decíamos que el texto se inscribe
dentro de la variedad estándar de la lengua, que sirve como modelo de uso correcto, y que
predomina en el ámbito periodístico al que pertenece el texto, en ese afán divulgativo que
citábamos. Sin embargo, sabemos que la lengua no es una realidad homogénea, por lo que
también encontramos rasgos que nos hacen inscribir el texto dentro de un nivel culto en
cuanto a las variedades diastráticas y de un registro formal, dentro de las diafásicas, si bien
como marca de estilo el emisor se permite determinados giros que lo alejan de este, como
ya hemos analizado en las marcas de subjetividad.

Es obvio que el punto de vista lingüístico está siempre presente al analizar o


comentar cualquier texto, dado que este es un producto lingüístico, y nada puede evitar que
sea visto como resultado de la actividad lingüística, del uso de la lengua enfocado a un fin.
No obstante, además de la descripción y explicación de los hechos relevantes de un texto
en relación con los planos lingüísticos habitualmente establecidos, nuestro objetivo ha sido
el de descubrir exactamente cuál es el contenido global del texto que aquí hemos
comentado, y el modo en el que ha sido expresado en el texto. Lo que equivale a decir, en
palabras de Hernández Paricio, “que nos encargamos de saber cómo y por qué hemos sido
capaces de comprender cabalmente el texto”.

Así, este comentario ha ido desvelando la intención más profunda y los mecanismos
conscientes, pero también los más inconscientes que el emisor ha ido poniendo en juego
para crear el producto que tenemos delante, y que podemos valorar como un texto
elaborado, cuidado, coherente, cohesionado y adecuado a su intención y a su contexto,
sirviendo al propósito de su autor de denunciar esos usos anquilosados en el lenguaje
periodístico, así como las propias realidades a las que aluden.

Gracias a esa herramienta común, que une a emisor y receptor de manera invisible
pero indisoluble, somos capaces de desentrañar los misterios de la lengua, acertando o
acercándonos a la intención de otra mente, de la de Millás en este caso. Como dijo Pedro
Salinas en su Defensa del Lenguaje, hacemos gala de esa “fraternidad misteriosa que crea
el hecho de llamar desde niños a las mismas cosas con los mismos nombres".

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