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El descensor

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Contenido
Derechos de uso
Editorial 4
El descensor y todo su contenido original, sea cual
Como andar en bicicleta 4 sea su naturaleza, están protegidos bajo los términos
El elefante funambulista 4 Atribución - No comercial - No Derivadas 3.0 de
una licencia Creative Commons, la cual establece
Remanso de aire 4
que:
A tiro de piedra 5
La bicicleta del abuelo 5
Ágape 7
La bicicleta del abuelo 7
Historias casi verdaderas 8 Usted es libre de copiar, distribuir y comunicar
públicamente la obra bajo las condiciones siguientes:
Vacaciones con los abuelos 8
De paso 9  Atribución. Debe reconocer los créditos de la
obra de la manera especificada por el autor o
La milonga 9 el licenciador (pero no de una manera que
Diario de un estafador 10 sugiera que tiene su apoyo o apoyan el uso
que hace de su obra).
El cuartito de los demonios 10
 No comercial. No puede utilizar esta obra
El espejo 12
para fines comerciales.
Dakar 12
 Sin obras derivadas. No se puede alterar,
Poesía desde el otro lado del estercolero 13 transformar o generar una obra derivada a
Nunca deja de oxidarse 13 partir de esta obra.
El séptimo duende 14 La propiedad intelectual y los derechos sobre todos
los elementos del diseño, tales como colores,
Los calcetines 14 tipografías, gráficos y otros, pertenecen a El
La almadraba 15 descensor. Los de textos, imágenes fotográficas,
tiras y otros contenidos pertenecen y quedan
El abuelo, la bicicleta y Roxana 15
reservados a sus autores.
Lectores opinantes 16
Para obtener autorización expresa para hacer uso de
Participan en esta edición 17 cualquier contenido es necesario establecer contacto
previo vía correo electrónico a
descensor@gmail.com.

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Editorial El elefante funambulista

Como andar en bicicleta Remanso de aire


La redacción Gabriel Bevilaqua
Como es natural, todo en esta vida ha de seguir su Por más que intenté estirar las piernas tratando de
propio proceso de aprendizaje y maduración, así alcanzarlos con la puntita de mis pies, los pedales se
como los buenos vinos aprenden de la barrica y me negaron. «Cuando logrés tocarlos, la bicicleta
maduran en ella, los hombres y mujeres también lo será tuya», me dijo el abuelo, mientras, tomándome
hacemos al tiempo. de la cintura me desmontaba. Y para evitar que me
En el camino que, con esta publicación, iniciamos pusiera triste, tras despeinarme el flequillo, me
hace tan poco vamos encontrando pues las mandó a hacer un mandado innecesario para que me
similitudes entre emprender y aprender, entre gastara el vuelto en caramelos.
arrancar un nuevo proyecto y aquello que en la Al sábado siguiente, como todos los sábados, el
infancia nos llevara al aprendizaje de algo nuevo, abuelo se había ido a jugar a las bochas, con sus
como tomar la bicicleta, y animarnos un día a montar amigos del club, en la bici. Al rato, llamaron del
el cacharro; sujetarnos firmemente del manubrio; hospital. Yo no sabía qué pasaba, pero ahora
alinear perfectamente la rueda delantera del entiendo que a mi mamá se le había puesto el
armatoste; colocar el pie derecho, o el izquierdo ya corazón en un puño. No había querido llevarme, pero
usted verá, sobre el pedal e impulsarnos la vecina, con la que a veces me quedaba, no se
nerviosamente una y otra vez, pedaleando hallaba en su casa. Así que, poco después llegamos
alternadamente, ya sea que logremos dominar al al nosocomio. Con las palabras como avispas, mamá
corcel de metal o caigamos, para levantarnos a indagó en la recepción para que le indicaran dónde
intentarlo una y otra vez hasta lograr tremenda tenía que ir. La infinitud de pasillos, recuerdo,
hazaña. demoraban mi mirada; mientras, el brazo férreo que
Pero no podemos madurar ni crecer solos, en estos me conducía me jalaba a la voz de «¡apurate!». La
procesos, y sobre todo los que se dan a una cierta noche anterior había visto una película sobre un
edad, es común encontrarnos con esa figura cercana laberinto y me preguntaba si aquel lugar alojaría
que aunque puede no estar ahí físicamente, sí suele algún monstruo. ¿Y si nos perdíamos? No habíamos
aparecer como una sombra o un manto protector que tenido la precaución de tender ningún hilo; ¿cómo no
no sólo nos cuida sino que en ocasiones hasta nos se dan cuenta de esas cosas los adultos?
sobreprotege, que nos resulta un remanso de paz en Al llegar a la sala, mamá dijo que la esperara afuera.
medio de nuestros pequeños dramas infantiles y una Pero, al hacerla pasar, el doctor dejó la puerta
fuente inagotable de historias, anécdotas y entreabierta. Entonces, lo vi al abuelo sentado en una
conocimientos. camilla, llorando. «No se preocupe señora, sólo tiene
Y qué mejor si podemos hacerlo así, bajo la suave unos raspones; ha tenido suerte», se atajó el doctor
mirada complaciente y la cercanía salvadora de la antes de que mamá lo atosigara a preguntas.
mano del abuelo. Cuando al final, ella, se calmó, le dijo al abuelo que la
imitara; éste, tras refregarse los ojos, le dijo:
- Es la bice, si vieras cómo quedó.
- Pero eso es lo de menos, papá; ¡qué importa! - dijo
mamá.
- Sí que importa, y mucho… se la había prometido a
Tomasito… y ahora… no podré cumplirle…

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No supe hasta mucho después qué era lo que soldadas a la carrocería se encargaban de sostener
tendrían aquellas palabras que me hicieron irrumpir, a sendos tablones donde apenas si cabían los pies.
la manera de un torbellino, en la habitación para Los rancheros sabían que ir allá afuera era gratis,
terminar, entre sus brazos, cual un remanso de aire… pero el viaje exigía ir con los pies sobre los tablones y
aferrados a la rejilla hierro que coronaba el techo,
„como si fueran tasajos‟.
Pensar en los empedrados y los caminos que tenían
condiciones más o menos buenas es algo que pocas
veces se disfrutaba en los viajes, apenas entrados en
A tiro de piedra las terracerías era forzoso sortear arroyos secos,
trampas para ganado, y cuando la lluvia era frecuente
La bicicleta del abuelo y constante los „voluntarios‟ colgados alrededor del
vehículo eran quienes tenían la obligación de empujar
Francisco Arriaga para salvar el atasco, quedando con manchas de
A medias entre los automóviles y los caballos, el barro cubriéndoles ropa y rostro.
abuelo siempre las vio con recelo. Y no porque le Cuando el viaje tenía como última meta llegar hasta
disgustaran: era imposible andar en bicicleta sobre la capital, entonces sí, las bicicletas abundaban. Pero
los empedrados que cubrían todas las calles del las cosas entonces tenían un panorama sombrío: si
cerro. de bajar cuestas y calles se trataba era una bendición
En tiempo de lluvias el agua escurre por las calles contar con un artefacto de aquellos. Pero ¡ay de
cuesta abajo, hasta llegar al río. Y en tiempo de calor quien necesitara remontar una cuesta cargando algo
las piedras son pequeños carbones puntiagudos, en la parrilla!
listos para herir y quemar a los incautos.
Tres o cuatro veces me confesó cuánto le hubiera
gustado montarse en una bicicleta de aquellas, las de
antes, esas que tenían una rueda tan alta como un
hombre, y otra que apenas si se miraba de tan
pequeña que era. Pero en el pueblo ninguna bicicleta
había.
Cuando se trataba de sentir cómo el viento golpeaba
el rostro, eran dos las opciones: salir a caminar por el
campo abierto, grandes terrenos con dueños
olvidados, o montarse en un caballo y al trote recorrer
los caseríos y ranchos vecinos. Quizá una tercera
forma existía, más temeraria, arriesgada, y
frecuentemente, impuesta: un viaje en autobús.
El primero que llegó al pueblo contaba con la mitad
de asientos, la otra mitad del autobús, al fondo,
estaba pensada como pequeño almacén ambulante.
Eran los años cuarenta.
Sobre el techo, una reja de hierro forjado permitía
trepar también bultos de maíz, valijas, cajas de
cartón, baúles y cobijas. Pero allí no terminaba la
función: alrededor del vehículo, justo a la altura del
primer escalón, una serie de ménsulas metálicas

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Esas parrillas podían cargar de todo y con todo: rejas goma se llenaban de moho a los pocos días de
de madera repletas de legumbres, pequeños vitrales comenzado el temporal. Lija en mano y uno a uno,
con gelatinas, pan o dulces, cajas de madera para los alambres se limpiaban poniendo especial énfasis
encerrar ropa recién lavada y planchada, incluso era en las juntas con el bastidor, que si se dejaban a la
posible que una familia completa viajara sobre las desidia terminaba pudriéndose y soltando el pedazo
dos ruedas: el padre pedaleando mientras llevaba de alambre, que comenzaba a bailar sin ton ni son
sobre las piernas al hijo más grande, la madre sobre con cada vuelta de la rueda.
la parrilla a su vez cargando al hijo menor. Quienes Todo el mundo les llamaba „rayos‟, y nadie supo
estaban por completo acostumbrados a ir y venir en nunca el por qué. Los más entendidos decían que era
sendas bicicletas añadían no una, sino dos parrillas, porque al girar parecían relámpagos al reflejar la luz
permitiendo además de la familia, llevar algo más a del sol, los más duchos alegaban que era porque
cuestas. significaba „radio‟, algo que tenía su relación con los
Muy pocos podían darse el lujo de tener una bicicleta círculos y algo llamado matemáticas, pero nadie les
para pasear, andar por la ciudad de un lado a otro, y creía y todo mundo desconfiaba de los sabihondos
quienes tenían bicicleta propia seguro la habían esos. Además, los únicos radios que eran conocidos
comprado de segunda mano: sólo negocios más o por la gente del pueblo eran los de la ferretería, la
menos grandes compraban bicicletas nuevecitas y tienda principal, y la tienda de „géneros‟ donde la
recién pintadas. población local y bajada de cerros y venida de
Aparecieron entonces los primeros lugares para ranchos que compraba la tela para hacerse su propia
parchar las llantas: esto fue antes de los equipos o ropa escuchaba las últimas noticias, siempre
„kits‟ con el pegamento, un pedacito de hule y un políticas, y a veces un corrido, una polca, o un cha-
raspador minúsculo de latón. El servicio era simple: cha-chá.
se llegaba, y desmontada la llanta se le sacaba una Así que nígüas, nada de radios ni de matemáticas:
tripa redonda, negra. Entonces el mecánico miraba, por eso al abuelo no le gustaban las bicicletas. Era un
tocaba, volvía a mirar, y con auténtica pose de doctor gorro tener una de esas, se cansaba uno mucho, y
bien enterado de sus asuntos, diagnosticaba si el eran más achacosas que cualquier mujer entrada en
parchado de la tripa valía o no la pena. años.
“Con todos esos menjurjes, ¿tener una bicicleta en el Al ver las omnipresentes bicicletas que invadieron
pueblo? después las calles, y de las que toda familia tenía por
¡Ni loco!” lo menos una en casa, me miraba de reojo mientras
volvía a decir, categóricamente:
Además y por si fuera poco, nada más peligroso que
agarrarse el pantalón con la cadena, lo menos que se ‘¿Rayos? ¡Já! Pa’ rayos los que caían en el río,
llevaba uno era la pérdida irreparable de la prenda de cuando se nos venían las lluvias, y que tronaban bien
vestir, seguida de un costalazo que, si bien le iba a fuerte, porque ahorita, ¡ya ni eso!’
uno, se daba en plena terracería y con el polvo
cubriéndolo a uno y dejándole listo para pasarse por
aceite, igual que un bistec empanizado.
Pero si la suerte no estaba de nuestro lado, tremendo
catorrazo iba a dar con las costillas sobre los
empedrados, y „dejándonos una cicatriz en la crisma
después de visitar al doctor, para que nos remendara
como muñecos viejos‟.
Por si todo esto fuera poco, expuestos a la intemperie
más que ningún otro elemento, los bastidores
metálicos donde iban acomodadas las ruedas de

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Ágape

La bicicleta del abuelo


Francisco Cenamor
Llegábamos siempre de noche a aquel pueblo entrañable.
Sus habitantes, envueltos en el viento, sonreían.
Al entrar en la casa
nos esperaba el olor familiar de una sopa caliente. Los besos, los abrazos.
Abuela cubría nuestros pequeños cuerpos
con sábanas de franela y aquella manta que tanto picaba.
Nos asustaba el brillo opaco de la cruz tallada sobre nuestras cabezas,
con su Cristo esperando un abrazo.

Abuelo nunca aparecía los viernes.

El sábado salía el sol en aquel pueblo. Abuelo, sonrosado,


con su traje de pana, la boina limpia, oliendo a aquella colonia rocosa,
entraba feliz en la cocina.
Rompíamos el silencio cómplice de la espera.
Gotas de colacao y migas de madalena festejaban por la mesa.
Abrazábamos a Abuelo, roble que nos acogía entre sus robustas ramas.
Alborozados, nos subía en aquella impoluta bicicleta
que siempre recordaré apoyada en la cal de la entrada.
Con su impecable color marrón y su alazán de tintes dorados.
Nos paseaba por las estrechas calles mientras, risueños,
saludábamos a las señora y a los gatos. Aquellos sábados sobre dos ruedas…

El domingo, somnolientos, restregándonos con fuerza los ojos,


acudíamos a misa de once en la pequeña iglesia del pueblo.
Mi hermana y yo, muy juntos, imitábamos el gesto de los mayores
cuando recibían en sus bocas la sagrada forma.
Por la tarde había que marcharse. Abuela nos cubría de besos y caramelos.
Abuelo desaparecía de la casa. Nos esperaba en la carretera y, al pasar, nos saludaba
con ternura, sonriente; con su bicicleta apoyada en algún árbol.

Un año,
tras otro,
y otro año.
No tardamos en crecer. Tampoco tardó Abuelo en morir.
La bicicleta siguió presidiendo la entrada de la casa. Los habitantes del pueblo
fueron pareciéndonos, poco a poco, menos felices.
Mi hermana dejó de ir al pueblo. Abuela también murió;
se abrazó muy fuerte a Abuelo cuando la enterramos.

Un día, el brillante alazán quedó borrado por el ocre orín del hierro.
Mi padre llevó la bicicleta al vertedero que estaba en la carretera.
La dejó apoyada en algún árbol. Al marcharnos la vi, y a Abuelo saludando
con su sonrisa de ternura. Nunca quise volver.

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Historias casi verdaderas Fedor para jugar al ajedrez o para enloquecerlos a


preguntas, en muchos casos difíciles de responder.
Vacaciones con los abuelos A pesar de mis diez años, sentía mucha curiosidad
Zumm por la sexualidad y siempre ponía en aprietos al
abuelo o al bueno de Fedor.
Después del 6 de Enero, acostumbrábamos a ir a
vacaciones a Derqui, a la quinta de los abuelos. Según mi criterio, para arreglar la bici, lo primero que
Pasábamos allí todo el verano. Éramos tres, mis dos debería hacer era desarmar la masa y desbloquearla.
hermanos mayores y yo, además de otros tres Dos días me demoré en darme por vencido, porque la
primos. Cuatro varones y dos nenas acostumbrados masa parecía una bola de óxido y no se veían
a vivir en departamentos en la Capital y arrojados a la tornillos ni nada que pudiera darme una idea de cómo
plena libertad de la que disponíamos en la quinta. abrirla.
¡Pobres abuelos! Pasaban todo el año suspirando por
los nietos y ahora en el verano nos tenían a todos
juntos y ¡claro! no nos podían dominar.
Mis hermanos habían llevado sus flamantes
bicicletas, regalo de los Reyes y mis primos también.
El único que no tenía una bicicleta era yo. Los reyes
no me premiaron ese año, porque, según mi madre,
andaban cortos de fondos y yo no había sido un niño
ejemplar.
Mis hermanos y mis primos paseaban en sus
bicicletas por los alrededores e iban todos los días al
“Bosque de los escritores” a escondidas, porque los
abuelos nos habían prohibido acercarnos allí.
Yo me quedaba en la casa, leyendo a la sombra y
charlando con los abuelos o jugando al ajedrez con
Fedor, un ruso blanco que ayudaba a mi abuelo con
los cultivos de la quinta. Un día en que aburrido,
curioseaba en el inmenso galpón lleno de
herramientas, fardos de pasto y bolsas de semillas, vi
en el altillo del galpón, colgando de un gancho, una
vieja bicicleta. Corrí a preguntarle a mi abuelo de
quién era esa bicicleta.
- Es mi vieja bicicleta. Ya no funciona, porque es una
bicicleta inglesa de la marca Raleigh con cambios en
la masa y se trabó y no hay quien la pueda arreglar,
ya que las bicicletas ahora tienen cambios con
descarrilador de cadena y nadie conoce el sistema de
cambios en la masa.
- ¿Me dejás probar si la puedo arreglar, abuelo?
- Te la regalo, si la quieres. Pero dudo que alguien
pueda arreglarla.
No sé dónde había escuchado que la Coca-cola
Mi abuelo se imaginó que el arreglo de la bici me iba
hacía milagros con los tornillos y aunque mis
a tener ocupado y así no andaría detrás de él o de

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hermanos se burlaban de mí, durante tres días la cocina para que dejara de tocar, aunque yo, de vez
sacrifiqué el vaso de Coca que me correspondía al en cuando, para que sintiera que alguien en aquella
almuerzo, para volcarlo en la maldita masa de la casa continuaba haciéndole caso, le llamaba
bicicleta. abandonao.
Al tercer día de tenerla en remojo con mis tres vasos Una vez vino mi sobrino de siete años a casa y se
de Coca-cola, más una botellita que me había dado puso a hablar con el abuelo. Fue entonces cuando
mi abuela, a escondidas y luego de restregarla con descubrí que la guitarra del abuelo era una bicicleta.
una bolsa de arpillera, pude vislumbrar la cabeza de Porque el abuelo, risueño y con un cigarro diminuto
un tornillo. Por su ubicación logré encontrar tres más en el labio, le dijo a mi sobrino que él se montaba en
y después fue todo fácil. Antes de lograr abrirla, la ella y comenzaba a pedalear, y hasta donde le
masa se destrabó y al mover el pedal funcionaba llegaran las fuerzas.
correctamente. La Coca-cola había penetrado en su - Es una gran bicicleta, ésta.
interior y había acabado con el óxido. Después una
buena engrasada y la bici del abuelo, ahora mía, Comenzó a cantar mientras el niño no dejaba de
funcionaba perfectamente. Conseguir el dinero para mirarlo. Terminó:
unas cubiertas nuevas con sus respectivas cámaras - ¿Verdad que es bonito el ruido que hace con los
fue más difícil. Pero mis padres enterados de mi ejes?
hazaña mecánica y quizás arrepentidos de no
haberme regalado una bici como a mis hermanos, me Mi sobrino asintió, con la boca ligeramente abierta y
enviaron el dinero y al fin pude tenerla completa. A el mentón un poco hacia arriba.
instancias de mi abuelita, mi abuelo accedió a pintarla - Nunca los voy a engrasar –dijo el abuelo como
de color verde que era la única pintura que tenían, cantando -. Con ella puedo ir a todas partes: tiene un
porque era el color de las puertas, ventanas, portones manillar recio, un sillín cómodo, ruedas casi nuevas.
y todo lo que era de metal en la quinta. Ahora que ¿Dónde encontraré una guitarra mejor?
tenía una buena bicicleta, sólo me faltaba aprender a Y mi sobrino se encogió de hombros.
andar en ella. De eso se encargaron mis primos y mis
hermanos. Supongo que aquellas canciones lo transportaban a
una Argentina imaginaria, a una pampa eterna y
Creo que fueron las mejores vacaciones de mi vida. polvorienta lejos de aquella casa donde era ignorado
sistemáticamente.
Un día mi abuelo desapareció, como pasa en estos
casos, sin dejar ni rastro. Se llevó su bicicleta. Mi
madre llenó el Tocote de carteles de “Se busca” con
su rostro y una recompensa. Creo que el abuelo se
De paso hubiera sentido orgulloso de aquello, de alguna
manera desvaída, aquellos carteles le relacionaban
La milonga con los forajidos.
Pablo Matilla Cuando a mi madre le preguntaban por él, ella decía
Aunque el abuelo pensara que su guitarra era una que el pobre estaba un poco mal de la cabeza, que
bicicleta, yo no me atrevería a decir que estuviera ya confundía las cosas y que a saber dónde podía
loco. Se sentaba en su sillón y, aunque nada tuviera estar. Yo, no sé si contagiado un poco por el espíritu
de rioplatense, pues había nacido en el Tocote, se de mi abuelo, quería imaginarlo pedaleando, aunque
sentaba y empezaba a tocar una milonga. Todos en fuese a través del mar.
casa sabíamos que, como decía la canción, no iba a
engrasar los ejes de su carreta. Habíamos dejado de
escucharle, ya ni siquiera mi madre le gritaba desde

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LOS EJES DE MI CARRETA no arriesgarnos a que nos alcanzara la mano que


R. Risso aniquila.

Atahualpa Yupanqui El hombre era bajo de estatura, fornido, de


complexión un tanto regordeta, cara cuadrada y nariz
chata, que tenía por oficio el de carrocero, no un
Porque no engraso los ejes simple juntatablas ni un fundeclavos cualquiera, el
mejor fabricante y reparador de ruedas de carrozas y
me llaman abandonao (bis) carretas de la región, una combinación entre
si a mí me gusta que suenen carpintero y herrero al que recurrían por igual los
pa' que los quiero engrasar (bis) campesino para que les reparara las ruedas de sus
carretas que los caporales de las haciendas cercanas
para que les fabricara ruedas nuevas a las calesas en
Es demasiado aburrido las que salían a pasear por el campo las señoritas
bien en una pose de elegante neo-mexicanismo o a
seguir y seguir la huella (bis)
las berlinas de las abuelas que en un gesto de
andar y andar los caminos tradicionalismo pre-revolucionario se rehusaban a
sin nada que me entretenga (bis) aceptar la modernidad y subirse al Packard para ir a
misa los domingos.
Sólo cuando se emborrachaba el abuelo nos llamaba
No necesito silencio, para que nos sentáramos a su lado y nos contaba
yo no tengo en quien pensar (bis) historias sobre un tal Seguí, recitaba de memoria
textos de Bakunin, Proudhon y Malatesta, y se
Tenía, pero hace tiempo,
emocionaba como nunca lo habríamos imaginado
ahora ya no tengo más (bis) hablando de luchas de clases y logros sindicales, de
anarquía y guerra en las calles, de Durruti y Santillán,
de asesinatos, intrigas y emboscadas, historias que
Los ejes de mi carreta giraban siempre alrededor de un adolescente que
nunca los voy a engrasar arriesgaba la vida cada tres de cuatro llevando y
trayendo mensajes entre la dirigencia y los cuadros
de lucha, que andaba de las oficinas del sindicato a
los barrios lodosos en donde se fabricaban
explosivos caseros, en donde servían de enlace
niños hambrientos y mujeres enjutas que tal vez no
tenían idea de los explosivos y pistolas que llevaban
Diario de un estafador los paquetes en las canastas que deberían estar
llenas de alimentos.
El cuartito de los demonios
Nos aseguraba que alguna vez había jugado un
Jesús H. Olague Alcalá papel importante en las luchas por la libertad y la
Se sentaba a fumar en los escalones de entrada a la igualdad sociales, y que en la vieja bicicleta que el
casa mientras rascaba el suelo con una vara de propio maestro Urales le envió desde Barcelona
mezquite que le esperaba todos los días recargada había arriesgado su vida al pasar por en medio del
junto a la puerta del zaguán. Si hablaba poco, en ese fuego cruzado entre anarcosindicalistas y guardias
ritual sagrado lo hacía todavía menos, sólo del estado represor.
mascullaba en voz baja y con un tono triste palabras Y luego se encerraba en un cuarto sin ventanas que
en vasco que no entendíamos, que ni sus hijos construyó al fondo del patio y del que sólo él y la
podían comprender, y decía que así era mejor, para abuela tenían llave, un pequeño cuarto al que

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teníamos prohibido acercarnos siquiera porque según eso le haría morir más temprano de lo que debería, a
decía ella, ahí estaban encerrados unos demonios lo que el abuelo respondía invariablemente - usté que
que atormentaban al abuelo y sólo él podía sabe dotor, si yo ya'stoy medio muerto desde hace
combatirlos. muchos años -, mientras volvía a encender la pipa
Los nietos al principio le veíamos como un héroe, con calma, disfrutando el olor y el sabor del tabaco
pero fuimos creciendo y dejando de creer en terregaloso y de mala calidad que le regalaban en la
fantasías al tiempo que él envejecía, eran cada vez estación de trenes a cambio de que les diera
más frecuentes sus borracheras y sus historias nos preferencia para arreglar las carretas con las que
parecían más bien capítulos de alguna de esas tiras bajaban la carga de los furgones del ferrocarril.
gringas de héroes invencibles vestidos con trajes La tarde siguiente el velorio, las enormes filas de
ajustados y capas hasta los tobillos, así que nos vecinos y conocidos que repetían las mismas frases
burlábamos de los cuentos del viejo borracho al que para expresar sus más sinceros pésames y
ya no llamábamos abuelito ni abuelo sino con puros condolencias, las misas de cuerpo presente y
apodos que sonaban más bien despectivos. ausente, los mil rosarios y letanías para que
descansara su alma en paz, el sepelio y la cristiana
sepultura, todo ello acompañado del llanto de una
multitud de personas que esta vez no iba por el café
con aguardiente sino por el aprecio, sorprendente
para nosotros, que se sentía por el abuelo y la
simpatía deadeveras por la abuela.
Cuando volvimos a casa la abuela nos llamó al patio
a hijos y nietos y nos pidió que nos sentáramos en el
suelo del corralón, mientras abría el cuartito de los
demonios al que entró ella sola para salir con un par
de recortes de algo que parecía un folletín más que
un periódico, en euskera, que nos pasó para que
viéramos porque no nos pudo traducir por la emoción
y el llanto que se le atoraba cada vez que intentaba
leer esas palabras en una lengua tan desconocida
para nosotros y tan lejana para ella.
Con un nudo en la garganta la abuela nos contó la
historia que guardaban esos viejos papeles
La abuela nos miraba desde lejos, se ponía triste de amarillentos sobre un enfrentamiento en Vitoria, su
que le faltáramos así al abuelo, a don José Antonio ciudad natal, entre anarcosindicalistas y guardias
Ibarra, respetado por todos por ser el mejor carrocero civiles que tenían sitiado el edificio de la Central, y de
de toda la región, aunque hubiera tomado dos litros cómo un joven, casi un niño, de nombre Txanton
de aguardiente, al viejo que se echaba al lomo a una Ibarretxe, hijo de un empleado de ferrocarril al que
familia que jamás comprendería las razones de su nunca conoció, y correo del sindicato encargado de
tristeza, de su silencio y su mirada melancólica y por mantener la comunicación entre los frentes y que
eso era mejor que ni siquiera se enteraran, que llevando y trayendo mensajes, pertrechos y comida
buscaba explicaciones y recuerdos en la tierra con había atravesado el fuego cruzado en innumerables
una vara de mezquite a la que le platicaba cosas en enfrentamientos, y que, según decía uno de esos
euskera. papeles, había entregado su vida al romper el cerco y
entrar al edificio con la canastilla de su vieja bicicleta
Un día el abuelo ya no despertó, dijo el doctor que a repleta de comida y municiones para el sostenimiento
causa de unas viejas heridas en el pulmón derecho y de la resistencia; nos habló de su joven esposa, casi
de esa testarudez suya de fumar aunque supiera que

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una niña también, a la que habían podido sacarla de El espejo


Vitoria con un crío en brazos y una pequeña maleta
que llevaba en la bicicleta en la que apenas un par de Dakar
días antes había corrido el marido en busca de la
muerte; de cómo el sindicato pudo llevarlos al sur de Arqui
Francia, en donde supo que habría de encontrarse Poco a poco, mientras se abre paso la luz de la tarde,
con el hombre muerto que resucitaba poco a poco. una suave brisa lo va desalojando. El polvo
Hizo una pausa larga para, luego de soltar suspendido en el aire vuelve al maridaje con la tierra
lentamente un suspiro tan profundo como el mar que del camino. Ahora sí, es posible distinguirla en
nunca volvió a ver, explicó los esfuerzos de los detalle. A la bicicleta, nos referimos. Caída a un
sindicalistas y de ella misma para convencerle de costado, quebrada su columna vertebral, todo parece
partir a América, y cambiar de nombres y encontrar indicar que sus días de rodar de aquí para allá han
nuevas ocupaciones, por la seguridad y la vida de la terminado.
mujer y el crío, por el bien del movimiento, que al fin Pero lo importante, ahora, es otra cosa: un niño ha
ya habría tiempo de volver, cuando la justicia social quedado despatarrado a un costado del sendero. Se
hubiera triunfado y la patria fuera mejor. lo ve inerme, con una herida en su plexo izquierdo
Luego la serie de vicisitudes que hubieron de pasar por la que ha comenzado a sangrar copiosamente.
para llegar a México a iniciar una vida nueva, llena de Se queja, sus ayes de dolor nos inquietan, nos
hambre, sacrificios y añoranzas por la tierra, los conmueven. Pero no podemos intervenir, somos los
compañeros y la lucha, nos relató cómo un día, sin narradores, son las reglas de juego. Hace un
darse cuenta, se convirtió en reparador de carretas y momento, el muchacho montaba la bicicleta y se
luego en carrocero, y mientras la situación económica cruzó delante del automóvil, ese automóvil cubierto
mejoraba dadas sus buenas artes en el oficio, se iba de marcas y logotipos, que barrenando la casi
llenando de satisfacciones al ser acogidos en una inexistente ruta vecinal, levantaba olas de tierra ¿O
tierra inhóspita por gente hospitalaria, por ver nacer y fue su conductor que, perdido el control del vehículo,
crecer a los siete hijos, y luego los nietos, a los que ocasionó la tragedia? Porque ya no dudamos: somos
podía contarles un poco de la historia del hombre que testigos de una tragedia. Sea como fuere, los dos
nunca deberían saber que fue, y de esa bicicleta y hombres que saltaron apresurados del coche se han
esos recortes que eran los únicos vínculos con la vida acercado corriendo hasta el chico, gesticulan y gritan,
que le hubiera gustado seguir, que eran los únicos desesperados o enojados por el retraso, vaya uno a
que alguna vez le vieron llorar y quebrarse, como un saber. Uno de ellos arroja el casco al suelo, el otro se
niño, por lo que pudo haber sido y no volvió a ser acerca al auto y parece pedir auxilio con un celular.
jamás. Retrocedamos en el tiempo y hacia otro lugar,
Y después de dejarnos a todos sumidos en el más capacidad que afortunadamente nos ha sido
completo silencio con esta historia tan familiar y concedida. Una hora antes. Unas pocas casas, un
desconocida, sin decir una palabra más entró de almacén, una estación de servicio. Un hombre
nuevo a la oscura caseta y regresó empujando una sentado en un tronco caído, a la sombra de uno de
vieja bicicleta oxidada, la recargó en la pared y sin los pocos árboles que desafían al desierto en ese
decir más entró con paso cansino en la casa de la pueblito minúsculo. Y un chico que se despide y parte
que ya no saldría sino hasta reunirse nuevamente en su bicicleta, o la de su padre, que tal vez la haya
con su Txanton. heredado del suyo. En fin, una vieja bicicleta que ha
atravesado, quizás, varias generaciones, pero que
aún cumple su cometido. ¿Hacia donde va? No a la
escuela, seguramente: es época de vacaciones
durante los primeros días de enero en esta comarca
patagónica. Tal vez debe cumplir con un mandado, o
piensa encontrarse con un amigo para cazar alguna

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liebre desprevenida, o, porque no, quiere ver pasar la arenoso. Creemos escuchar, y seguramente se trata
prometida caravana de autos, camiones y motos. Es de una alucinación, en algún golpe de viento, en un
una posibilidad, esta última, para nada descartable: susurro de la naturaleza, una suave, cadenciosa
hemos visto que hay una vieja tele en el almacén y la canción de cuna. Ya es noche.
transmisión de la partida desde Buenos Aires, hace
sólo tres días atrás, ha ocupado buena parte de la
programación.

Poesía desde el otro lado del estercolero

Nunca deja de oxidarse


Carlampio Fresquet
La cometa, serigrafía y espejo,
se perdió en el cielo
escapando de la mano del niño,
mientras la bicicleta del abuelo
nunca deja de oxidarse;
se alzó lejos y en silencio
Pero volvamos a la escena inicial. Ya ha llegado
gente para socorrer al muchacho, un periodista pelea como los pasos del primer hombre.
por ganar la nota del día, algunos personajes van de Sus ojos, los ojos del mundo,
aquí para allá, intentando minimizar el accidente o
vieron paisajes inconexos
pretendiendo acallar alguna voz indignada. Y
mientras tanto, autos, camiones, motos, cuatriciclos en los anillos concéntricos
continúan pasando. Nos aventuramos a decir que con de todos los poemas trasnochados.
absoluta indiferencia de sus conductores,
enfrascados en un mundo que acaba en el parabrisas Tras una nube, un pájaro
o en el visor del casco. Una nueva nube de polvo, ofrecía tragos de ciénaga
gigantesca esta vez, anuncia a un helicóptero que se para secar la sed de los campos.
posa donde puede. Médicos y camilla descienden en
medio de un remolino de curiosos y voluntarios, Bebió y volvió a beber
cargan al chico, y otra vez a volar. En pocos en la risa de la carroña…
segundos, el aparato se pierde, es un puntito en el
cielo. Pronto nos quedamos solos: vehículos y y dando tumbos llegó al mar,
personas se dispersan y también, más que rápido, una balsa de titilantes bolsas
son puntitos en el horizonte. de basura, donde el último pez
Un sol enrojecido anuncia las últimas horas del agarró su cola lazada
atardecer, algunos arbustos ya arrojan sombras
lánguidas, un cuis pasa corriendo. El silencio, otra cansado de comer celulosa.
vez el profundo silencio. Nos parece, o es lo que
queremos ver, que el desierto arropa a esos caños
retorcidos, a esas gomas en llanta a los que nadie ha
prestado atención, ya casi sepultados en el terreno

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estaba lista para "salir de paseo". ¿A dónde iba?


Quién sabe, duraba cuatro, cinco horas y el paseo se
El séptimo duende hacía lloviera o tronara. Así cuatro años.
Hasta que lo descubrí con Martha. No era lunes, ni
Los calcetines traían calcetines. Era verano y estaban a los besos
Ana Ma. Gutiérrez tomando el sol a la orilla de la alberca. Alfredo
chapoteaba el agua con sus pies desnudos. Yo
Alfredo se fue una tarde rojiza de esas de septiembre
nunca le había visto los pies desnudos. Cierta furia
en las que aun no se va del todo el sopor del verano
desconocida de apoderó de mi.
pero que ya es una molestia tener que lidiar con las
hojas secas que a la llegada del otoño arremolina el De inmediato fui a casa, saqué todos sus calcetines y
viento. Me dejó. demás pertenencias de mi armario, incluyendo la
vieja pecera de bruno, e hice un molote que lancé al
Lo conocí hace cuatro años ya, una tarde de invierno
patio con la furia de quien se siente más que
en la que yo caminaba como si fuera invisible.
engañado, traicionado a la décima potencia. Cuatro
Después del natural intercambio de miradas,
años, ¡cuatro! Aguantándole sus manías y sus
coqueteos y aprobado el trámite de la bebida caliente
calcetines, sus estúpidos calcetines entrometiéndose
en el café de la esquina, seguida de la copa en un
en mi manera personal de lavar la ropa, tienen que
bar cercano, pasamos al intercambio gratificante de
quedar blanquísimos me insistía, sus estúpidos
caricias, tequieros mutuos y besos con saliva. Tres
calcetines estorbándome en el ropero, ¡vaya! Hasta
meses después se instaló en mi casa sin más
sus estúpidos calcetines puestos a la hora de la
equipaje que una maleta llena de calcetines –soy
intimidad, sus salidas en bicicleta a solas que yo
muy friolento espetó-, bruno su pez beta azul –el
soportaba sin chistar, sin preguntar, sin cuestionarle
terapeuta me recomendó tener una mascota apuntó–,
una sola de las cosas que dijera, creía en él. Traje al
y una vieja bicicleta –herencia de mi abuelo dijo ante
cerrajero y cambié las chapas. Luego me encerré en
mi mirada de sorpresa no tanto por la bicicleta,
mi cuarto a llorar y a ahogar todas mis preguntas en
cacharro antiguo pero bien conservado como por los
un litro de tequila.
calcetines que cupieron apenas en el espacio que le
había hecho para Alfredo en el armario. Al otro día, la resaca y las lágrimas no se habían
llevado la furia de la traición y me preguntaba qué me
Bruno nos ignoraba desde su acuosa burbuja; murió
dolía más, si el hecho de que estuviera
tres semanas después y le organizamos un sepelio
engañándome con Martha o el hecho del chapoteo de
breve pero emotivo en el baño de mi casa con los
sus pies desnudos en el agua, de esos pies que en
consabidos tres flushes in memoriam. Era la primera
cuatro años yo no había visto. Lo odiaba
de muchas otras pérdidas, aunque no lo puedo
decididamente. Al asomarme a la ventana vi que el
negar fueron cuatro años de dudosa felicidad en
bulto con sus cosas no estaba. Nueve semanas
calcetines blancos de algodón.
después, yo seguía con el coraje de preguntarme por
Alfredo trabajaba en las instalaciones de la alberca qué me había engañado y la bicicleta seguía en el
municipal. Nuestras rutinas eran las de cualquier patio trasero de mi casa. Entonces decidí escribirle.
pareja, cada mañana la salida al trabajo taza de café
de por medio, cine los viernes, caminatas los
domingos. Alfredo es muy quisquilloso y distinto, así Alfredo:
que no me extrañó que no me invitara a sus paseos Todavía no entiendo el por qué de tus manías
en bicicleta cada primer y tercer lunes de mes. El ni el por qué de tus mentiras. Creí que
ritual empezaba desde el domingo cuando iba al patio conmigo tenías todo lo que necesitabas y que
de atrás con franela, pasta de pulir y fibra de ángel eso era más que calcetines limpios. El día
en mano y se dedicaba pacientemente a limpiar y que te vi con Martha, se me rompió el corazón
pulir cada una de las partes de la bicicleta, la y dejé de creer en el amor. Creí que no
desarmaba y horas después de paciente trabajo

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necesitaba ninguna explicación pero resulta azules, la pasta de pulir y desde luego, la bicicleta del
que al llevarte mi corazón te llevaste mí abuelo.
serenidad personal. No hay un día en que no Empecé a respirar entrecortado, a temblar, a sudar
me pregunte por qué. Mis días no serán igual helado. Lo último que vi antes de nublárseme la vista
sin ti. y perder el conocimiento fue la vieja bicicleta que caía
a mi lado.
Regrésame lo que te llevaste.
Adelina

Cerré la carta. La dejé en el buzón de la alberca


municipal. Al día siguiente un sobre perfumado La almadraba
estaba en mi buzón. Olía a Alfredo y mi nombre
estaba escrito con su letra. Me latía fuerte el El abuelo, la bicicleta y Roxana
corazón. Lo abrí rápidamente. Del interior saqué una
carta en papel azul con elegante letra cursiva. Corrí Kallan Poe, APLA, para CubaNet.org
al patio trasero para leerla con calma. http://www.cubanet.org/CNews/y07/jul07/23a8.htm

Adelina, Mi amor: Roxana es una niña conversadora, para quien los


El día que me viste con Martha te seguí a fines de semana son especiales. Su abuelo la lleva a
casa con la intención de explicarte. Estuve muchos lugares, y la niña disfruta. Dice que cuando
tocando la puerta pero no me escuchaste. A sea grande quiere ser una detective al estilo de
partir de eso, para mí tampoco ha habido Susan Fletcher, la homologa de Sherlock Holmes,
serenidad, he estado pensando y pensando y con quien Roxana se relaciona a través de la
no entiendo cómo ha podido suceder. Me televisión.
pides que te regrese lo que me llevé. Sería El abuelo, la bicicleta y Roxana son inseparables, en
fabuloso entonces, que me permitieras verte especial los sábados, cuando recorren el pueblo en
para saber qué es y así de paso me regresas busca de "provisiones" para recomenzar otra semana
también lo que de mí te quedaste. de supervivencia.
Siempre van a la casa del Guajiro. Él reparte la leche
que da una de sus tres vacas en litros muy bien
Tuyo entero,
envueltos para que Mongui, el panadero de la
Alfredo. esquina, no pueda verlos. Roxana tiene ocho años,
su derecho a tomar leche terminó hace un ano.
Según ella, el Guajiro le ha dicho que deben tener
Ya me estaba emocionando con la idea de vernos y cuidado con Mongui porque es chivato, aunque
recibir la explicación ¡le robe su serenidad con mi Roxana no entienda qué tiene que ver el panadero
comportamiento arrebatado! Alguna tenía que haber. con la vaca que les da la leche.
Ya decía yo que cuatro años no se echan así a
perder. En esas cavilaciones estaba, cuando al darle Se confunde más cuando pasan por casa de Mongui
vuelta a la página encontré la siguiente lista: a buscar harina para que la abuela prepare dulces
para el consumo familiar y para la venta en el
Siete calcetines blancos, todos ellos sin par, tres mercado subterráneo, otra de las vías de sustento del
derechos y cuatro izquierdos, las treinta y seis cubano.
piedrecitas de la pecera de bruno. Tres franelas

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Roxi, como también le llaman, relata que a veces


visitan algunas placitas, mercaditos o timbiriches. La Lectores opinantes
bicicleta se queja de tantas vueltas, y su abuelo, de
En esta edición no contamos aún con opiniones de
los precios de las verduras y las viandas, aunque
lectores, pero esperamos que pronto, con tu
siempre compra algo, cuando está para el paso. El
participación, tengamos mucho que contar de gente
último punto del recorrido es la cuartería, al fondo el
que comparte nuestro interés por expresarse.
pueblo. Allí recoge el abuelo el mandado más
misterioso. La gente baja la voz para hablar y nadie Envía tus opiniones por correo electrónico a
menciona su contenido, ni ella ha podido descubrir descensor+opinar@gmail.com o llena el formulario
que tiene ese paquetico que algunas veces chorrea Opinar en la sección Contacto en nuestro website y
un agua roja. Otra interrogante a la que tendrá pasa a leerte aquí en nuestra próxima edición.
respuesta antes de llegar a ser como Mrs. Fletcher.
El domingo pasado le dijeron que los pequeños
príncipes como ella estaban de fiesta, pero para Roxi
todos los domingos son importantes porque visita la Si deseas participar con una columna permanente en
casa de Dios. En su camino hacia el templo vio a esta publicación envía un correo a
varios niños en el parque central esperando que se descensor+participar@gmail.com o llena el
iniciara la actividad organizada por el gobierno. En formulario Participar en la sección Contacto en
una esquina, disfrazado de payaso, se encontraba su nuestro website.
amigo Pedrito, quien no parecía muy contento.
-¡Abue, para un momento, mira a Pedrito! -exclamo la
niña.
El tema para la próxima edición se publica en la
El abuelo detuvo su bicicleta, y ella, luego de saludar sección Convocatorias de nuestro website, para
a su amigo le preguntó. enviar una participación sobre el tema en particular,
-¿Qué te pasa, Pedrito? Los payasos no pueden por favor envía un correo a
estar tristes. descensor+colaborar@gmail.com o llena el
formulario Colaborar en la sección Contacto en
-¿Qué me pasa? Que a mi abuelo le acaban de robar
nuestro website.
la bicicleta.
Roxana enmudeció. No supo qué decir.
-Vamos, abuelo.
A Pedrito su abuelo también lo paseaba los fines de
semana en su vieja bicicleta Niágara. Roxana sabía
que su amigo había perdido más que un paseo.

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Zumm (Chile/Argentina)
Participan en esta edición
Edgardo Castillo, nació en Viña del Mar, hace ya
Gabriel Bevilaqua (Argentina) mucho tiempo.
Técnico, aunque ya olvidé en qué y lector Por motivos que no vienen al caso, vivió muchos
indisciplinado. Por lo demás siempre me ha gustado - años en un generoso país de Europa, donde quedó la
creo que como a todos - escuchar historias. Lo que mitad de su vida.
me ha llevado, ahora, a intentar ser yo - ¡pobre iluso! Hace 17 años que vive en la Argentina, a la que
-, el que logre esbozar alguna trama que atrape considera su segunda patria, pero sin olvidar sus
vuestra atención. Si lo logro, más que pagado estaré. raíces. Trata de escribir siempre con humor, para no
¿Qué más puedo decir de mí? Que me interesa el tener que pensar.
cine, la historia, el arte, la tecnología, etc., ... y el Se declara ateo y considera que la amistad es lo más
animé. valioso de la vida.
Lo demás, ya habrá tiempo para develárselo a quién Ha escrito una gran cantidad de libros entre los que
le interese... destacan 'Mujeres. Manual de uso y mantenimiento',
'Las aventuras de Mirinda', 'Vida de ladrones y algo
más...' y una serie de libros de cuentos, entre otros;
Francisco Arriaga (México)
disponibles para descarga gratuita en su tienda en
Escritor zacatecano que nació en Aguascalientes y Bubok (http://zumm.bubok.com/).
vive en Tamaulipas. Coleccionista de libros, impresos
o virtuales, que también le hace a la música, la
patrología, la historiografía, y en sus ratos libres Pablo Matilla Gutiérrez (España)
escribe para algún periódico zacatecano, pero ya el Nació el año de 1986 en Oviedo (Asturias), aunque
lector verá qué va descubriendo en sus propias desde 2005 vive en Barcelona, donde estudia
palabras. Filosofía. Escribe principalmente cuentos, por los que
ha recibido algún premio literario. Lleva el blog Los
ritos de paso, donde publica periódicamente temas
Francisco Cenamor (España)
relacionados con la literatura.
De formación autodidacta, comienza tarde a escribir
poesía. En 1999 Talasa Ediciones publica su primer
libro, Amando nubes, lo que le posibilita viajar por Jesús Humberto Olague Alcalá (México)
toda España dando recitales. En 2003 sale su libro Ingeniero en Sistemas Computacionales, chilango
Ángeles sin cielo, editado por Ediciones Vitruvio, (originario del D.F., México) de nacimiento,
editorial que publica en 2007 su último libro, zacatecano por herencia, adopción, convicción y
Asamblea de palabras. Ha sido incluido también en querencia; que escribe por afición y pudo ser médico
numerosas antologías y revistas impresas y digitales. pero siente repulsión hacia las heridas; le gusta casi
Ha organizado y organiza numerosas actividades toda la música, en especial la trova, y casi toda la
poéticas. Dirige la revista digital Asamblea de lectura, principalmente la de escritores
palabras. Es coordinador del Club de Lectura de la latinoamericanos como Taibo II, Ibargüengoitia,
Universidad Carlos III de Madrid. Profesionalmente se Benedetti, entre otros; prefiere las ciudades
dedica a la interpretación, apareciendo en televisión, coloniales a las playas y las corridas de toros a las
teatro y cine. peleas de gallos; y que tiene el gran problema de que
todo lo demás se le olvida si tiene un aparato de TV
frente a él, aunque esté apagado. Colabora con un
diario local y participa en algunos proyectos
colectivos sobre temas tan diversos como su tierra,

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Zacatecas, amigos, música y cuentos, y aunque no Adicta a la luna y a todo lo que tenga que ver con el
tiene experiencia en esto, es el inventor de este desierto.
invento. Publicó alguna vez y aunque se acuerda donde
apenas la conocen en su casa. Escribe desde marzo
Arqui (Argentina) del 2004 en 7DuendeS (www.7duendes.com) y esta
es la primera vez en un proyecto colectivo.
Juan Carlos Sánchez, arquitecto, bonaerense, ha
logrado arrimar las palabras con los ladrillos. Se
dedica, entre otras cosas, a la producción editorial y Carlos Alberto Olague Alcalá (México)
de contenidos de dos revistas institucionales de Soy publicista, director general de una agencia BTL.
arquitectura. Pero es en estos espacios virtuales Nacido en la ciudad de México, pero radico en
donde se entrega a su adicción, la ficción en todas Zacatecas. Soy candidato a portador de la vela
sus formas. Le gustan los textos breves, los cuentos, perpetua, aunque la vela perpetua no está muy de
los microrrelatos: la intensidad con recursos escasos, acuerdo. También soy monero, y la mayor parte del
la punta del iceberg, los silencios y los huecos antes tiempo no sé qué hago aquí además de ser el
que la verborrea y los llenos. responsable del diseño de portada.
Ahora, espera ser leído y juzgado con benevolencia.

Arte fotográfico
Carlampio Fresquet (España) Las imágenes utilizadas para ilustrar las secciones, y
Artista Indisciplinar comprometido con el entorno. todos sus derechos son propiedad, tal como se indica
Estudiante de Bellas Artes. a continuación.

Director de DIAL ART 2003 (proyecto de extensión Portada, Old bike de Fladson Thiago
universitaria para la difusión de la obra del alumnado (fladson.deviantart.com/).
de la Facultad de Bellas Artes de Valencia). A tiro de piedra, imagen de Autor desconocido,
Coordinador Artístico de ALEACIÓN: ANTOLOGÍA tomada del blog Herederos de Arthur Gordon Pym
ARTÍSTICA. Sor Kampana 1991-2008. (josemanuelchapado.blogspot.com/).

Miembro del grupo artístico interdisciplinar Historias casi verdaderas, imagen de Autor
OROMATON (Poesía, música y pintura en vivo). desconocido, tomada del blog Rutas x Fraga
(rutasxfraga.blogspot.com/)
Su libro „Somos sexo‟ puede ser adquirido o
descargado desde su tienda virtual en Lulu Diario de un estafador, Flyer de Tim Potter
(http://stores.lulu.com/kafre09). (www.bikes.msu.edu/)
El espejo, 2009 Dakar Robby Gordon de Scotty
Jive (www.planetrobby.com/)
Ana M. Gutiérrez (México)
Contadora cuentacuentos bajacaliforniana que reside
en Tecate. Se inició temprano en la lectura y tarde Si el uso de imágenes obtenidas de blogs o sitios
-porque se le da bien eso del destiempo, en la públicos va en contra de algún derecho de uso, favor
escritura de prosa poética principalmente. Aprecia de reportarlo mediante un mensaje de correo
humor negro y opina que es una cualidad especial en electrónico a descensor@gmail.com para su
las personas. Le encantan los cuentos de finales remoción tanto del ejemplar descargable como de la
infelices. Sus favoritos son los escritores página web.
latinoamericanos, aunque ha husmeado en uno que
otro europeo principalmente en narrativa y novela.

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