Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
ELABORÓ:
María Hortencia Castorena Mora
Zafira Paula Meza Monge
Alejandra del Carmen Ontiveros Gamboa
Febrero de 2011
2
INTRODUCCIÓN
PLAN DE EVALUACIÓN
ASISTENCIA 10
PARTICIPACIÓN 10
ELABORACIÓN DE 1 PLAN DE CLASE 15
ELABORACIÓN DE 1 PLAN DE CLASE INCORPORANDO 20
MEJORAS
BLOQUE I
REFLEXIÓN ANTES, DURANTE (EN) Y
DESPUÉS DE LA PRÁCTICA DOCENTE.
5
DESARROLLAR
LA PRÁCTICA REFLEXIVA
EN EL OFICIO DE ENSEÑAR
Profesionalización y razón pedagógica
Philippe Perrenoud Edit. GRAÓ, Barcelona, 2007.
1
De la reflexión en la acción a una práctica reflexiva
La idea de reflexión en la acción y sobre la acción se une a nuestra experiencia del
mundo. Sin embargo, si nos paramos a pensar, el sentido de estas expresiones no se
muestra del todo diáfano. Es evidente que un ser humano piensa bastante a menudo en
lo que hace, antes de hacerlo, haciéndolo y después de haberlo hecho. ¿Acaso esto lo
convierte en un practicante reflexivo?
Pensamos igual que respiramos, si con ello entendemos pensar en algo, tener una
actividad mental cualquiera. Para el Diccionario Ideológico de la Lengua Española de Julio
Casares, pensar, en su primera acepción, significa imaginar o discurrir una cosa'. ¿Dónde
he metido las llaves? ¡Llegaré tarde! ¡Hace frío! ¿Con quién me he encontrado en la
calle? ¿Adonde iremos de vacaciones? Todos ellos, actos de pensamiento, discursivos. Y
¿acaso es sencillamente pensar en lo que vamos a hacer, en lo que hacemos y en lo que
hemos hecho?
La metáfora del espejo está muy presente en el concepto de abstracción reflectante, tal
como lo definió Piaget (1977): el pensamiento se toma a sí mismo como objeto y
construye estructuras lógicas a partir de sus propias operaciones.
De todas formas, estas distinciones quedan algo difuminadas. Los trabajos de Schön
están llenos de ejemplos tomados de diferentes oficios, pero los funcionamientos
mentales subyacentes están, bastante a menudo, conceptualizados con la ayuda del
sentido común. Debemos a sus traductores quebequeses (Gagnony Heynemand), que se
encuentran en la confluencia de varias culturas científicas y lingüísticas, el haber
6
relacionado la práctica reflexiva con la noción piagetiana de abstracción reflectante, lo
que justifica la diferencia entre reflexionar para actuar y reflexionar sobre la acción.
La noción de práctica reflexiva nos remite en realidad a dos procesos mentales que
debemos distinguir, incluso y sobre todo, si tenemos la intención de estudiar sus
conexiones:
Reflexionar sobre la acción... eso es otra cosa. Es tomar la propia acción como
objeto de reflexión, ya sea para compararla con un modelo prescriptivo, a lo que
habríamos podido o debido hacer de más o a lo que otro practicante habría hecho,
ya sea para explicarlo o hacer una crítica. Toda acción es única, pero en general
pertenece a una familia de acciones del mismo tipo provocadas por situaciones
parecidas. En la medida en que la acción singular se cumple, reflexionar sobre ella
sólo tiene sentido, a posteriori, si es para comprender, aprender, integrar lo que ha
sucedido. Entonces, reflexionar no se limita a una evocación sino que pasa por una
crítica, un análisis, un proceso de relacionar con reglas, teorías u otras acciones,
imaginadas o conducidas en una situación análoga.
¿Acaso esta distinción es tan clara y categórica como sugiere Schón? De hecho, hay más
continuidad que contraste:
En su distinción, Schön todavía mezcla más las cartas porque se refiere a dos
dimensiones distintas: el momento y el objeto de la reflexión. Ahora bien, las dos ideas no
se oponen. Reflexionar en la acción es también reflexionar, aunque sea de forma fugaz,
sobre la acción en curso, su entorno, sus contratiempos y sus recursos.
Si la situación está definida de este modo, por su móvil y sus retos más que por una
unidad de tiempo y de lugar, puede transcurrir con intermitencias y a veces, en escenas
múltiples. Por la misma razón, entre sus tiempos fuertes, podemos observar unos tiempos
de latencia, durante los que el actor puede reflexionar más tranquilamente sobre lo que ha
sucedido o
sobre el resultado de las operaciones. ¿Se trata entonces de una reflexión en la acción o
sobre la acción? La distinción no permite mucho análisis. Aquí propondremos la distinción
siguiente:
Por una parte, la reflexión sobre una acción singular, que puede tener lugar ya sea
en plena acción como en el recorrido previo (anticipación, decisión) o posterior
(análisis, evaluación).
Estas tres facetas son complementarias; efectivamente, es raro que un practicante que
reflexiona lo menos posible durante la acción reflexione intensamente antes de actuar o
se haga muchas preguntas a posteriori. Igualmente, la reflexión sobre las estructuras de
la acción tiene sus raíces, en general, en una reflexión regular y precisa sobre la mayor
parte de las acciones singulares, en curso, pasadas o previstas.
Cada una de estas microdecisiones (Eggleston, 1989) pone en marcha una actividad
mental. Cuando nos encontramos en la rutina, la actividad aparece «prerreflexionada», al
límite de la conciencia. Pensamos pero sin ser conscientes de que pensamos, no hay
deliberación interior, no hay dudas, por lo tanto, se dirá, no hay reflexión, en el sentido
propio de la expresión.
A veces, surge la duda, sopesamos entre dos posibilidades, entre los impulsos
contradictorios, entre un movimiento afectivo y la razón que los atempera. Cuando no
sabemos muy bien lo que hay que hacer, vistas las circunstancias, el tiempo que falta, el
clima de la clase, el trabajo empezado, se puede disparar una reflexión en plena acción,
cuando incluso el flujo de los acontecimientos no se interrumpe e impide una verdadera
«paralización de la acción» (Pelletier, 1995). No intervenir es entonces también una forma
de actuar, en el sentido en que esta actitud pesará asimismo, de otra manera, en el curso
de los acontecimientos. Si no decidimos nada, dejamos que la situación evolucione y, tal
vez, que empeore. La reflexión en la acción es, por lo tanto, rápida, guía un proceso de
«decisión», sin recurso posible a opiniones externas, sin la posibilidad de pedir un
«tiempo muerto», como un equipo de baloncesto tiene derecho a hacerlo durante un
partido.
Tanto si es para estimar la urgencia de una decisión como para tomarla sobre la marcha
si no puede aplazarse, es importante que los practicantes desarrollen una capacidad
reflexiva movilizable «en el apremio y en la incertidumbre» (Perrenoud, 1996c):
Incluso cuando la acción actual es breve, sucede que los actores pueden entrenarse para
pensar en lo que hacen. Entre los intercambios que no duran más que fracciones de
segundo, un buen jugador de tenis aprenderá a darse un tiempo de reflexión para
planificar el próximo golpe. Escatimará un instante y su juego sólo será mejor si ha
evaluado bien el tiempo de reflexión del que dispone y si sabe integrar su reflexión en el
desarrollo normal de la acción. [...] De hecho, nuestra concepción del arte de la práctica
debería asignar un lugar
central a las formas por las que los practicantes aprenden a crear las ocasiones de
reflexión durante la acción. (Schön, 1996, p. 332)
[...] el campo que aprehendemos presenta una gran apertura. Tenemos la impresión de
tener ojos alrededor de toda la cabeza y el menor movimiento que se produzca en ese
campo es inmediatamente detectado e inmediatamente se programa una parada, por si
acaso.
El campo de visión está limitado por la luz que proyectamos y cualquier otro haz de luz
proyectado puede deslumbrarnos.
La presión «física» de los alumnos es entonces menos fuerte, pero un enseñante dispone
a fin de cuentas de poco tiempo para todas las acciones pasadas, en curso o futuras que
merecerían reflexión. Incluso fuera de clase puede experimentar cierto sentimiento de
apremio, de zapping insatisfactorio entre diferentes problemas, con la frustración de no
poder llegar hasta el final de ninguna hipótesis, leyendo, conversando, formándose...
Por otro lado, la reflexión sobre la acción se renueva constantemente con el devenir de
los hechos presentes. Nada hay tan efímero como las interacciones y los incidentes
críticos en una clase. Cada día, nuevos elementos ocupan el primer plano de la escena.
Así, la reflexión sobre la acción a menudo se rompe tan pronto empieza, a merced del
flujo de los acontecimientos que ordena otras decisiones y otras reflexiones que, a su vez,
son captadas por la actualidad. El funcionamiento de la prensa diaria es una buena
metáfora de lo que vive un practicante sumergido en la acción: los acontecimientos más
recientes cubren constantemente los precedentes.
Pero ¿acaso no hay situaciones y acciones que se repiten y que se plantean a la reflexión
como objetos duraderos cuando no permanentes? Sin duda, pero el practicante pasa
entonces a otro registro, el de la reflexión sobre las estructuras relativamente estables de
su propia acción y sobre los sistemas de acción colectiva en los que participa.
Tarde o temprano, se actualizarán las operaciones mentales de rutina, que han sido
efectuadas sin ser guiadas con detalle por la parte más alerta de nuestro cerebro.
Cuantos más elementos hay para tratar, más tiempo nos falta, más pensamos en el
estrés, más inevitable es funcionar con el «piloto automático», sin pensar ni cuestionar el
fundamento de las rutinas que seguimos, comprobar sus conclusiones o cuestionar sus
ofuscaciones.
Incluso hablando de una relectura de la parte consciente y racional de la acción, volvemos
a mostrar la parte del inconsciente práctico de nuestra acción. Ésta concierne no sólo a
nuestros gestos, sino también a nuestras operaciones intelectuales, lo que no tiene nada
de sorprendente, puesto que éstas últimas son sólo acciones progresivamente
interiorizadas, que se aplican a representaciones y símbolos, más que a objetos.
Tanto si son «concretos» como «abstractos», no inventamos nuestros actos todos los
días. Las situaciones y las tareas se parecen, así que nuestras acciones y operaciones
singulares son variaciones sobre una trama bastante estable. Podemos llamar a esta
trama estable «estructura de la acción» o esquema de acción, en el sentido piagetiano:
Es en los esquemas donde hay que buscar los conocimientos-en-acto del individuo, es
decir los elementos cognitivos que permiten a la acción del individuo ser operativa.
(Vergnaud, 1990, p. 136)
Con Bourdieu, podemos llamar habitus al conjunto de los esquemas de que dispone una
persona en un momento de su vida. El habitus se define como un:
A veces, sucede que un enseñante tiene ganas de cambiar de habitus, porque el suyo lo
«involucra» constantemente en acciones de las que no está satisfecho, por ejemplo, una
tendencia a controlarlo todo, a ser desconfiado o a intervenir en la mínima discusión entre
el alumnado, o una inclinación a minimizar los riesgos, a mofarse de los temores de los
alumnos o a hacer responsables a sus padres de su conducta (por ejemplo, llegar tarde,
tener los deberes por hacer, ser indisciplinado o provocar desórdenes).
Esta reflexión sobre sus esquemas de acción enraiza en la concienciación del carácter
repetitivo de algunas reacciones, de algunas secuencias, por lo tanto, en la existencia de
guiones que se reproducen en situaciones parecidas. Esta permanencia es una fuente de
identidad, pero también de insatisfacción, cuando el actor se siente demasiado
desconfiado, impulsivo, tímido, ansioso, ingenuo, lento, veleidoso o irritable...
Entonces, el reto no sólo consiste en estar preparado para actuar de forma distinta la
próxima vez, sino de convertirse -en algunos aspectos- en otro distinto. Así vemos cómo
de la reflexión en plena acción, la más centrada en el éxito inmediato, pasamos, a través
de estadios sucesivos, a una reflexión del individuo sobre sí mismo, su historia de vida, su
formación, su identidad personal o profesional o sus proyectos.
También apreciamos cómo esta reflexión se hace cada vez más difícil, con motivo tanto
de la opacidad de una parte del habitus a los ojos del actor como de sus ambivalencias
ante la concienciación. El desarrollo de los métodos de explicitación (Vermersch, 1994)
indica los límites de la reflexión salvaje y de la toma de conciencia voluntarista.
14
Por otro lado, su habitus es, en primer lugar, el producto de lo que ha vivido y vive fuera
de su clase actual, en otras clases o en diferentes grupos en los que entra también en
sinergia con otros actores. La reflexión sobre la acción nos introduce entonces en una
reflexión sobre la relación, sobre nuestra forma de crear o de mantener lazos con el otro
(Cifali, 1994), pero también sobre las dinámicas de los grupos y de las organizaciones.
A esta diversidad de los objetos y niveles de reflexión hay que añadir la de los estilos
cognitivos y las situaciones concretas. No todos funcionamos de la misma forma. Para
saber cómo un practicante reflexiona en plena acción, sobre la acción, sobre los
conocimientos y sus esquemas de acción o también sobre los sistemas de acción
colectiva en los que está implicado, hay que observarle y preguntarle.
Los incidentes desencadenantes son igualmente diversos. Resulta difícil decir in abstracto
por qué reflexionamos sin referirnos a un contexto. Llegaremos a captar mucho mejor el
15
funcionamiento reflexivo de un practicante si lo conducimos a contar episodios
reflexivos. Evocará entonces en general lo que ha desencadenado un episodio. Sin
embargo, un incidente puede tan sólo ser la gota que colma el vaso. Provoca un efecto
límite y nos
lleva a afirmaciones del tipo: «No podemos continuar así».
Conflicto.
Falta de rectitud, indisciplina.
Agitación de la clase.
Dificultades de aprendizaje.
Apatía, falta de participación.
Actividad que fracasa.
Actividad que no consigue su objetivo.
Resistencia de los alumnos.
Planificación inaplicable.
Resultados de una prueba.
Tiempo perdido, desorganización.
Momento de pánico.
Momento de cólera.
Momento de cansancio, de aversión.
Momento de tristeza, de depresión.
Injusticia inaceptable.
Elementos surgidos en consejo de clase.
Llegada de un visitante.
Llegada de un nuevo alumno.
Fichas para rellenar.
Consejo de orientación que hay que dar.
Solicitación de una ayuda.
Formación desestabilizante.
Discusión en equipo.
Conversación con los alumnos.
Conversación con los colegas.
Conversación con terceros.
Reuniones con los padres.
No todos los enseñantes son sensibles a los mismos acontecimientos o incidentes. Sin
contexto definido, cada uno dirá que unos determinados incidentes le harán reflexionar.
En realidad, durante un año escolar, también intervienen filtros personales, de forma que,
por ejemplo, los momentos de depresión jamás hacen reflexionar a tal enseñante (espera
a que pase todo), mientras que la perspectiva de rellenar los boletines trimestrales lo
sume cada vez en los abismos de la perplejidad y suscita una reflexión de fondo sobre la
evaluación.
Para reflexionar sobre la acción, los esquemas o los sistemas de acción, la elección de
posturas es todavía más amplia: en casa, al levantarse, antes de acostarse, conversando
con la familia, en el margen de una lectura, preparando las clases, corrigiendo ejercicios,
tomando el té, haciendo gimnasia.
.. O conduciendo o en el autobús, en el supermercado, en la playa... Cuando se tercie o
de forma metódica, en lugares apropiados o en cualquier lado, en la soledad o en la
interacción.
Hay algunas concesiones que hay que sacrificar de entrada: para que los estudiantes
aprendan a convertirse en practicantes reflexivos, hay que renunciar a sobrecargar el
currículo académico inicial de conocimientos disciplinares y metodológicos, dejar tiempo y
espacio para un procedimiento clínico, la resolución de problemas y el aprendizaje
práctico de la reflexión profesional, en una articulación entre tiempos de intervención
sobre el terreno y tiempos de análisis. Más que suministrar al futuro enseñante todas las
respuestas posibles, lo que hace una formación orientada hacia la práctica reflexiva es
multiplicar las ocasiones para que los estudiantes en las aulas y en prácticas se forjen
esquemas generales de reflexión y de regulación.
Ésta es una de las razones por las que, en formación inicial, se forman, en el mejor de los
casos, solamente buenos principiantes, cuyas competencias no dejarán de aumentar y
diversificarse a lo largo de los años, no sólo porque sigan programas de formación
continua, sino porque tienen una capacidad de autorregulación y aprendizaje, a partir de
su propia experiencia y del diálogo con otros profesionales. Para ello, es importante que la
formación desarrolle las capacidades de auto-socio-construcción del habitus, del saber
hacer, de las representaciones y de los conocimientos profesionales. De este modo,
permitirá una relación con la propia práctica y con uno mismo, una postura de
autobservación, de autoanálisis, de planteamiento y de experimentación, y facilitará una
relación reflexiva con lo que hacemos.
Las preguntas se plantean de forma algo distinta en formación continua, pero ésta
también podría orientarse más claramente hacia una práctica reflexiva que hacia una
actualización de los conocimientos disciplinarios, didácticos o tecnológicos.
En cualquier caso, la práctica reflexiva se aprende con un entrenamiento intensivo, lo que
nos remite no tanto al pequeño módulo de iniciación a la reflexividad, sino a las
formaciones completas orientadas al análisis de prácticas y al procedimiento clínico de
formación (Imbert, 1992; Cifali, 1991, 1996 a, 1998a,d; 2001d).
18
Introducción
La apatía, la falta de interés, el desagrado por la escuela y por las tareas escolares
suele ser un común denominador en nuestras instituciones educativas. Es habitual
encontrarnos con niños y jóvenes que no sólo se quejan de dichas tareas, sino que no
encuentran en ellas ninguna finalidad para su formación general o para su desempeño en
la vida cotidiana. Muchos estudios al respecto han mostrado la gran cantidad de niños
y jóvenes que piensan que lo que aprenden en las escuelas sólo sirve para "pasar de
grado", "rendir exámenes" o "resolver tareas escolares". Dicho de otro modo, que
consideran que las instituciones educativas sólo tienen una finalidad en sí misma, como
si fuese una carrera de obstáculos que hay que ir sorteando para ser aceptado en la
sociedad o para pasar por una etapa de la vida.
Otros estudios en la misma dirección han señalado el bajo impacto que tienen en la
vida cotidiana los aprendizajes escolares. Muchos adultos, a pesar de tener en su
haber varios años de escolaridad, continúan operando en sus vidas cotidianas o en
otras esferas con las teorías vulgares, aún dando cuenta del conocimiento teórico de
las teorías científicas.
Sin dejar de reconocer los efectos movilizantes de esas críticas, de las teorías que con
tanto acierto describieron las prácticas instituidas durante años en gran parte de
nuestras aulas, nos proponemos, a través de la recuperación de la clase desde otra
perspectiva, señalar un posible impacto de simplificación que suelen tener las críticas
como efecto de la "curvatura de la vara"2, teoría que sostiene que es necesario llevar la
vara al otro extremo para que pueda lograr estabilizarse en un equilibrio medio móvil. La
crítica a la escuela tradicional tuvo ese propósito y en muchas oportunidades produjo el
impacto deseado, en otras tensó la vara, causando efectos no buscados.
Por ello, convencidos de que el espacio del aula es siempre un espacio de poder, queremos
contribuir, con este aporte, a recuperar el poder de la enseñanza, de la "buena enseñanza"4.
Es decir, aquella que propone actividades que generan procesos reflexivos y de construcción
del conocimiento en el alumno. La buena enseñanza justifica la existencia de las instituciones
educativas y de los docentes, porque aporta aquello que otras instituciones no hacen. Se trata
entonces de recuperar nuestra tarea sustantiva: enseñar, desde un espacio singular, único,
pequeño en cuanto a sus dimensiones físicas y sociales, importante en cuanto a la significa-
ción individual y social que ha adquirido desde la universalización de la escuela: la clase.
No obstante, nos permitimos aclarar que cuando prestamos atención a la tarea sustantiva
de la escuela, no estamos desconociendo otras funciones importantes, como por ejemplo su
potente acción socializadora. Más aún, los análisis acerca del currículum oculto muestran
con qué fuerza se llevan a cabo en las instituciones educativas los procesos de socializa-
ción. Precisamente es en nuestro paso por las instituciones en donde aprendemos y
naturalizamos modos de organizamos y de relacionarnos, maneras de pensar, sentir y
actuar. Las instituciones cumplen una tarea modelizadora de las conductas, y esos
aprendizajes, cargados como una mochila, son llevados por nosotros a todas las
21
instituciones en las que actuamos. Podríamos decir que, si bien es el sujeto humano el
que construye las condiciones sociales (conforma grupos, crea organizaciones e
instituciones), éstas últimas terminan constituyendo las subjetividades.
Quizás encontremos aquí una explicación a la problemática del cambio social en general y
de las instituciones educativas en particular. En nuestro paso por las instituciones se va
conformando el habitus, entendiendo por tal los esquemas adquiridos en la historia
incorporada puestos en acto en las prácticas cotidianas. Son organizadores de la acción, lo
que controla la acción a través de diversos mecanismos, lo menos conciente de nuestras
prácticas, lo que da cuenta de esquemas de percepción, decisión y acción que movilizan
débilmente el pensamiento racional. Estos esquemas se caracterizan porque:
Podríamos afirmar que nuestros alumnos aprenden en las escuelas, más que contenido
científico, formas de relacionarse, con la autoridad, con el conocimiento y con lo otros.
En general aprenden, reforzando aprendizajes que realizan en la familia y en otras
instituciones, modos pasivos de relacionarse con la autoridad y con el contenido y modos
competitivos de relacionarse con los pares. En este sentido podemos decir que es más
preocupante lo que sí aprenden que lo que dejan de aprender. Pues más allá de la
cantidad de contenidos que se logren desarrollar, si formamos alumnos curiosos,
interesados, críticos y comprometidos por los problemas de su tiempo podemos estar
seguros de que tendrán las herramientas para acceder siempre a nuevos conocimientos.
No obstante vale aclarar que no hay forma sin contenido. No se trata de elegir entre
enseñar procedimientos o conceptos, informaciones y teorías. Por otra parte no sería
posible una cosa sin la otra. Siempre que enseñamos un contenido también transmitimos
una forma de proceder con él.
Se trata entonces de que pongamos atención en nuestra tarea sustantiva, enseñar de tal
manera que los aprendizajes que promovemos sirvan para modificar modos de relación
22
pasivos, no críticos, apáticos, sino que se estimule una relación activa con el conocimiento.
Sabemos que, como todo concepto, carga con el peso de las distintas connotaciones que
fue acumulando durante su historia. La utilización con fines pedagógicos tiene su origen en
la universalización de la escuela. Con la masificación de la enseñanza se creyó
necesario agrupar a los escolares según un criterio etario, en principio, para facilitar el
aprendizaje y organizar socialmente los contenidos básicos. Respondiendo a la
etimología más original del término, se constituyeron las clases escolares agrupando a
niños y adolescentes según una condición básica objetivable como es la edad
cronológica.
23
Por otro lado, porque las formas básicas de enseñanza que se articulan en la clase
"teórica" son estrategias elementales presentes en otras maneras de concretarla. La
narración, el interrogatorio, el ejemplo, el diálogo, son instrumentos acerca de los
cuales el docente necesita formarse, pues los utiliza tanto cuando lleva adelante una
clase expositiva, como cuando se basa en el trabajo grupal o utiliza recursos tecnológicos.
Este enfoque supone partir de la concepción de la relación pedagógica como una tríada:
docente/alumno/contenido. Es decir una relación mediada por el contenido, que
adquiere sentido si y sólo si existe un sujeto que posee un saber y que es capaz de
hacerlo comprensible para que otro sujeto se apropie significativamente de él.
Y es en este sentido que consideramos que los aportes de Aebli significaron un avance
muy importante al respecto. Ya en sus primeros trabajos Aebli" intenta orientar la
enseñanza desde el enfoque constructivista. En trabajos posteriores logra analizar,
describir, desmenuzar, el complejo proceso de construcción de conceptos y de
procedimientos, lo que le permite diseñar propuestas didácticas orientadoras. Tomamos
de él las fases en el proceso de construcción y el concepto de formas básicas de
enseñar, porque nos parecen un valioso aporte para organizar la clase desde un enfoque
constructivista. A tal fin retomamos conceptos básicos ya trabajados en otras
publicaciones de esta editorial.
¿Por qué decimos que un nuevo conocimiento se construye? Cuando nos encontramos
frente a una nueva situación, a un nuevo concepto, principio, teoría, procedimiento, lo
"leemos" a partir de nuestras propias estructuras de pensamiento, a partir de las teorías o
conceptos previos que cumplen la función de "lentes" de nuestro pensamiento (recordemos
aquí los conceptos piagetianos de adaptación y de ideas previas). Allí comienza un trabajo
progresivo de establecimiento de relaciones de semejanzas y de diferencias que Aebli
27
describe en fases o etapas, las cuales sólo separamos para facilitar su comprensión,
pero que se hallan muy articu1adas entre sí. No son pasos rígidos, son procesos
dentro del proceso general de construcción, que conviene distinguir con el fin de
esforzarnos en garantizarlos.
Pero esta etapa debe ser complementada por un proceso de elaboración que haga
posible que el nuevo aprendizaje adquiera movilidad dentro de la estructura cognitiva a la
que fue integrado. Es decir que, para que el nuevo aprendizaje se afiance, es necesario
garantizar que el mismo se interrelacione flexiblemente con los conocimientos que el sujeto
ya tiene, que se establezcan todas las conexiones posibles dentro de la red o sistema al
que ha sido integrado.
Sin lugar a dudas, el análisis realizado por Aebli del proceso de construcción no
posibilita la elaboración de recetas didácticas, pero permite una mayor comprensión de un
complejo proceso como es el aprendizaje, comprensión necesaria aunque no suficiente
para el diseño de la enseñanza.
Para que un aprendizaje sea significativo, se deben dar ciertas condiciones en el objeto a
aprender; el nuevo conocimiento debe ser: funcional, integrable, potencialmente
significativo, internamente coherente. Además, es necesario de parte del sujeto que
aprende: que disponga del bagaje indispensable, de la estructura cognitiva necesaria para
relacionar el nuevo contenido, se parta de una actitud favorable, exista una distancia
óptima entre lo que se sabe y lo que se desconoce. Es necesaria, además, la ayuda
pedagógica que posibilite la integración significativa.
Por otra parte, el aprendizaje mecánico es aquel que no logra integrarse a la estructura
cognitiva del sujeto que aprende, porque no se establecen relaciones o las que se
establecen son arbitrarias. Por lo tanto sólo puede ser utilizado mecánicamente para
aplicar a situaciones siempre iguales. No es un conocimiento operativo, funcional.
Qué "piezas" mueve el docente en sus clases, qué "movidas" construye para resolver la
"jugada" de la clase, qué recursos, actividades articula para armar las secuencias de la
clase, qué construcciones metodológicas logra, son cuestiones que nos permiten
pensar en una resolución didáctica no recetaria, flexible pero rigurosa. Se trata de
comprender mejor, saber más acerca de la enseñanza como condición previa para su
planificación.
En esta dirección, resulta útil el concepto de forma básica de enseñar que, como ya
señalamos, tomamos de Aebli, para referirnos a modos habituales de pensar y
comunicar que por su naturalidad constituyen la base de todo aprendizaje y de todo
proceso de enseñanza, asistemático o planificado.
Narrar, mostrar, leer, escribir, referir, ejemplificar, resolver una situación, son modos
cotidianos de conectarnos con el mundo natural y social. La enseñanza de contenidos
escolares no puede obviar estos medios de adquisición y de transmisión de
conocimientos. Pero es precisamente su habitualidad la que puede obturar el análisis
sistemático del uso didáctico que se hace de ellos. Con el análisis de las formas
básicas de enseñar, Aebli persigue la finalidad de que el docente tenga una
comprensión más científica de los procesos de enseñanza y de aprendizaje.
32
El concepto de forma básica tiene en Aebli un anclaje en la importancia que el autor
otorga a la acción como base del aprendizaje. Pero, enfatizando una idea ya
trabajada, señalamos que no hay acción, no existe competencia, no podemos pensar en
medios sin un contenido. No hay formas básicas vacías de contenido a aprender y a
enseñar. Las formas básicas de enseñar no son estructuras vacías que pueden
aplicarse a cualquier situación del mismo modo lineal y mecánico. Sino que son medios
habituales de construcción y transmisión del conocimiento que debemos analizar
didácticamente y adecuar al contenido que queremos enseñar.
Las actividades, las estrategias, las formas básicas de enseñar se pueden combinar de
múltiples formas y ello dependerá, por un lado de la habilidad y creatividad del docente,
por otro de la comprensión que el propio docente tenga de la materia a enseñar. La
rigurosidad de su trabajo dependerá del manejo que tenga del contenido, de la
comprensión de los procesos de aprendizaje, de la comprensión del contexto y del uso
creativo y riguroso de formas básicas tales como la explicación, el diálogo, el interrogatorio,
la demostración, el ejemplo, la analogía, entre otras.
En otro trabajo nos referimos a arquitectura de la clase como la construcción que logra
cada docente, con base en el conocimiento didáctico de su disciplina. La arquitectura de
la clase es el andamiaje que le permite al docente asumir, con cierto margen de
estabilidad, los aspectos imprevisibles de la misma. Algo así como la apropiación de las
reglas básicas de un juego que por su cotidianeidad jugamos con cierta soltura, lo que a
veces nos hace perder de vista la necesidad de comprender sus anclajes teóricos.
Pero vale la pena intentar alguna respuesta acerca del siguiente interrogante: ¿cómo
garantizar la comprensión de un mismo contenido para sujetos con recorridos siempre
distintos? La utilización de diversos recursos, estrategias, actividades, formas básicas y la
articulación de las mismas en buenas jugadas es un camino posible.
En el uso que hacemos de ellas en el aula, las articulamos de tal manera que resulta
imposible pensarlas separadas, pues se transforman en mutuas apoyaturas a veces
difíciles de diferenciar. Aquí las distinguimos sólo a los efectos de ejemplificar.
Temas como la buena exposición, los tonos de voz, el uso de la lengua, el saber
expresarnos, a la vez que correctamente, despertando interés, el uso del cuerpo y de los
espacios cuando damos clase, han casi desaparecido en la agenda de la Didáctica actual.
Aebli destaca la narración como una de las formas originales de socialización, por cuanto
en toda transmisión cultural, en todo proceso de inserción de las nuevas generaciones a la
sociedad, está presente la narración, aunque se utilicen otros poderosos recursos visuales,
activos, expresivos. Podemos considerarla una forma original de la conformación de las
sociedades, pero también de la constitución de los sujetos. La vida humana se unifica y
adquiere significación narrando historias.
Ausubel enfaíiza la importancia del aprendizaje por recepción y con ello el lugar que tiene
el discurso en general, por lo tanto la narrativa en particular, en el aprendizaje escolar.
La narración puede cumplir un rol didáctico muy importante, pues permite comunicar y
hacer revivir en la imaginación, acciones, percepciones, hechos, sentimientos, que no
pueden ser experimentados por quien escucha, pero que pueden ser revividos y
resignificados.
Como señala Jackson, hasta el más rudimentario de todos los relatos, como es la fábula,
está destinado a transformar. "Las narrativas de los maestros no pretenden sólo
informar a los estudiantes sino también transformarlos". Todo discurso didáctico
pretende influir en aspectos acíitudinales y/o transformar las estructuras cognitivas de los
alumnos.
Si bien la explicación ha sido abordada desde muy antiguo desde el interés filosófico, las
relaciones entre pensamiento y lenguaje, entre la capacidad de pensar y la necesidad
de comunicar los pensamientos, la revisten de un especial interés para la Didáctica.
Si nos atenemos al sentido etimológico del término, ya allí podemos encontrar algún
interés para la Didáctica. Pues el término explicación designa el proceso a través del
cual se desenvuelve lo que estaba envuelto, se hace presente lo que estaba latente.
Explicar significa desplegar algo ante la visión intelectual de otro, desarrollar lo que
permanecía oculto y confuso, con el objetivo de hacerlo claro y detallado.
Pedagógicamente, el diálogo tiene relación más bien con la acepción filosófica del
mismo que con la expresión literaria. El diálogo filosófico hace alusión a un modo no
dogmático de pensar, a la posibilidad de abordar una problemática desde múltiples
caminos, es decir que se asimila al modo de pensar dialéctico. Desde esta perspectiva
el diálogo alrededor de una temática, consigo mismo o con los demás, se confunde con
el proceso cognitivo y con la orientación del mismo, puede ser un método riguroso de
conceptualización. A través del diálogo orientado a dilucidar una temática, llevamos a
cabo rigurosos procesos de división y de generalización, de diferenciación progresiva
y de síntesis integradora.
El interés pedagógico por el diálogo también se vio renovado con los aportes de Paulo
Freiré, quien sostiene que la relación pedagógica es esencialmente una relación
dialógica. Para Freiré, el diálogo es el encuentro entre los hombres mediatizados por el
mundo, que les permite pronunciarlo, problematizarlo y transformarlo. El proceso de
concientización se produce por un acto lógico de conocimiento que permite desvelar la
38
realidad para comprenderla y transformarla. La educación en Freiré es a la vez un acto
pedagógico y un acto político y los mismos son posibles a través del diálogo.
La pregunta es uno de los elementos más importantes del diálogo pedagógico pues
modela y configura el mismo, fija el temario real, genera conflicto, orienta el cambio
conceptual. Si bien la pregunta informativa que sólo indaga lo que el alumno sabe o no
con la finalidad de calificar puede cumplir una función antidialógica, la pregunta
pedagógica, con el objetivo de promover el pensamiento, es una invitación al diálogo, a
la participación, al cuestionamiento y a la comprensión. Moviliza, por lo tanto, aspectos
afectivos, sociales y cognitivos del sujeto que aprende. La pregunta dialógica suspende el
juicio apresurado que inhibe la diversidad de respuestas. Uno de los principales desafíos
de la relación dialógica es que todas las preguntas se puedan realizar sin que ello sea
una amenaza para la relación misma.
Algunas reglas relacionadas con el uso de ejemplos o casos en la clase indican que
para favorecer la comprensión y la rigurosidad en el tratamiento del contenido sería
importante:
Si bien tanto las teorías que se ocupan de la producción del conocimiento científico
como del conocimiento subjetivo reconocen como procesos intelectuales habituales a la
inducción y a la deducción, la analogía es otro modo común de inferencia que nos
permite comprender una totalidad compleja y desconocida a partir de otra ya conocida.
Así como la inducción va del todo a las partes, la deducción de las partes al todo, la
abducción de una parte construida como configuración a un todo, la analogía procede
de un todo a otro todo de distinta naturaleza, pero en los que se encuentran
semejanzas. La analogía supone un proceso de establecimiento de relaciones y de
creación de nuevas construcciones, imprescindibles en la ciencia y en el aprendizaje.
Nuestro pensamiento cotidiano utiliza permanentemente analogías y abducciones.
Otros recursos que favorecen la comprensión, sean éstos utilizados en el pizarrón o en las
carpetas de los alumnos, son los esquemas, los que tienen un valor pedagógico
indiscutible y constituyen un recurso visual que, articulado con otras formas básicas,
fortalece el proceso de diferenciación progresiva y de síntesis integradora.
Vemos que no hay una única forma de resolver la jugada de la clase, que, como ya
señalamos, es posible ingresar a la estructura de un tema desde diversas entradas, que
nuestros alumnos pueden tejer múltiples articulaciones. Destacamos, por ende, la
importancia de enriquecer los recursos de los que nos valemos para concretar una buena
transposición didáctica. Pero si bien la complejidad de la clase requiere un alto grado de
creatividad, es posible encontrar y establecer ciertas regularidades, "buenas jugadas" que
nos permitan a la vez respetar la diversidad, singularidad, imprevisibilidad y rigurosidad
requeridas en la enseñanza.
No necesitamos docentes operarios que puedan aplicar fórmulas elaboradas
universalmente. Necesitamos profesionales de la enseñanza que a partir de un sólido
conocimiento del contenido a enseñar, de un saber pedagógico y del conocimiento del
contexto en el que deben desarrollar su práctica, puedan construir el conocimiento
didáctico de su disciplina, es decir resolver rigurosa y creativamente las situaciones de
enseñanza.
Bibliografía
AEBLI, H. (1968). Una Didáctica basada en la Psicología de Jean Piaget.
MARCELO GARCÍA, C. (1994) "Cómo conocen los profesores la materia que enseñan. Algunas
contribuciones de la investigación sobre conocimiento del contenido". En: Montero Mesa y
Vez Jeremías (Comp.). Las Didácticas específicas en la Formación del Profesorado. Ediciones
Tórculo. Santiago de Compostela.
Me EWAN, H. y EGAN, H. (1998). La narrativa en la enseñanza, el aprendizaje y la
investigación. Buenos Aires. Amorrortu.
45
CORRUPCIÒN DE LAS
TEORÌAS EN LA
PRÁCTICA
TIEMPO PEDAGÓGICO
BUENA ENSEÑANZA
HABITUS
CARACTERÍSTICAS DE
LOS ESQUEMAS DE
PERCEPCIÓN
¿QUÉ APRENDEN
NUESTR@S ALUMN@S
EN LAS ESCUELAS?
CLASE
ESTRATEGIAS
ELEMENTALES EN LA
CLASE TEÓRICA
CLASE TRADICIONAL
CLASE CLÁSICA
TRANSPOSICIÓN
DIDÁCTICA
PRINCIPIOS
CONSTRUCTIVISTAS
QUE OTORGAN UN
ROL IMPORTANTE AL
DOCENTE
46
COMPRENSIÓN
PENSAMIENTO DE
ORDEN SUPERIOR
(LIPMAN)
PENSAMIENTO
CRÍTICO
PENSAMIENTO
CREATIVO
PENSAMIENTO
COMPLEJO
TAREA CENTRAL DE
LA ESCUELA
ETAPAS EN EL
PROCESO DE
APRENDIZAJE (AEBLI)
¿QUÉ ES NECESARIO
PARA GARANTIZAR
LA CONSTRUCCIÓN
DE NUEVOS
APRENDIZAJES?
CONSTRUCCIÓN
ELABORACIÓN
EJERCITACIÓN
APLICACIÓN
AYUDA PEDAGÓGICA
APRENDIZAJE
SIGNIFICATIVO
CONDICIONES PARA
EL APRENDIZAJE
SIGNIFICATIVO
APRENDIZAJE
MECÁNICO
FORMA BÁSICA DE
ENSEÑAR (AEBLI)
CONFIGURACIONES
DIDÁCTICAS (LITWIN)
CONSTRUCCIÓN
METODOLÓGICA
(EDELSTEIN)
ARQUITECTURA DE LA
CLASE
NARRACIÓN
(AEBLI Y LODGE)
EXPLICACIÓN
CONOCIMIENTO
RECURSOS DE LA
EXPLICACIÓN
DIÁLOGO
DIALÉCTICA
EDUCACIÓN
(FREIRE)
FUNCIONES DEL
DIALOGO
REQUERIMIENTOS
DEL DIALOGO
LENGUAJE
(BARBULES)
ROLES DE LA
PREGUNTA
DIALÉCTICA
48
PREGUNTA
ANALOGÍA
RELACIONES DE
SEMEJANZA Y
DIFERENCIA
METÁFORA
APOYATURAS
VISUALES
ESQUEMAS
¿QUÉ TIPO DE
DOCENTE SE
NECESITA?
49
REFLEXIÓN SOBRE MI
INTERVENCIÓN
EDUCATIVA
ESCUELA ______________________________________
FECHA: _____________________
______________________________________
COMENTARIOS:
52
COMENTARIOS:
53
COMENTARIOS:
54
1. Mediación de la intencionalidad y
reciprocidad
2. Mediación de la trascendencia
3. Mediación de significado
4. Mediación del sentimiento de
competencia
5. M. de estructura y control del
comportamiento
6. Mediación del comportamiento de
compartir
7. Mediación de las diferencias
individuales
8. Mediación de la búsqueda,
planificación y realización de
objetivos
9. Mediación de búsqueda de la
novedad y la complejidad
TOTAL:
BLOQUE II
LA INTERVENCIÓN DE LA PRÁCTICA EDUCATIVA
56
ACERCA DE LA INTERVENCIÓN
Por otra parte, una práctica como la hoy dominante, especificada (reportada y pensada)
en parámetros técnicos, oculta con facilidad las contradicciones y contraposiciones
propias de toda práctica. Quien actúa en el mundo humano con frecuencia modifica su
actuar a partir de su percepción de los cambios, nuevos datos y actuaciones emergentes
de y en el objeto de su acción. Esa modificación ha de responder a la nueva intelección
del objeto, el cual se percibe, sin necesidad de reconocer los cambios en sí mismos,
como el mismo objeto aunque haya integrado a su acción los nuevos datos y actuaciones
emergentes. Sin embargo, la modificación de la práctica frente a la nueva intelección del
objeto no siempre se articula con la estructura racional (explícita o no) de la acción inicial,
cuando se tenía aquella primera percepción del objeto. De aquí surgen las
contraposiciones de los diferentes elementos de una práctica, de cualquier práctica.
Un hecho educativo controlado por normas se refiere a ellas para garantizar su finalidad y
explicar su congruencia, pero no explica las prácticas emergentes sino en función de las
mismas normas, sin verificar si cambió o no la percepción inteligente del objeto. Una
práctica educativa orientada por la técnica no otorga lugar a las nuevas intelecciones
emergentes
por efecto de la misma práctica, pues la acción emergente en el objeto se interpreta
desde el mismo y único conjunto de normas técnicas
preestablecidas.
En este análisis, entenderemos ese cambio como intervención educativa. (3)Se trata
fundamentalmente de una acción de maestros dirigida a la implaNtación de propuestas
metodológicas que parten de la investigación educativa y pedagógica para el logro de los
propósitos educativos. Una clase específica de intervención es aquella surgida de la
investigación de la práctica educativa del maestro interventor.
De este modo reconocemos cuáles son, en los hechos mismos, las intenciones que
«explican» la articulación concreta de las acciones en esa práctica, es decir, la
metodología real de la docencia, y, en consecuencia, los efectos producidos por esa
«clase» de coherencia.
Cuando está practicando, el maestro piensa y vive su quehacer como lógico y articulado.
En algún momento puede darse cuenta de alguna desviación, interrupción o reacción
ilógica, pero en general piensa y vive lo que hace como unidades coherentes y
articuladas. Sin embargo, al observar una práctica docente desde una concepción
metodológica es posible
detectar la existencia práctica de múltiples relaciones entre la intención y las acciones
tomadas o sugeridas para llegar a los objetivos planteados.
Por ejemplo, queremos que el alumno aprenda pero no le damos tiempo para que se
exprese; queremos que comprenda pero le insistimos en que repita la lección; queremos
que integre sus conocimientos con la vida cotidiana y no propiciamos que salga del salón.
La índole de las intenciones (queremos) no guarda relación con las acciones reales en el
salón de clase.
Caer en la cuenta de la vida propia que tienen las actividades docentes es tomar
conciencia de que esas actividades, por su contenido, por el lugar donde se efectúan y
por quienes las llevan a cabo, portan y a la vez construyen una intencionalidad propia.
Así, el docente puede preguntarse por la intención educativa que en realidad está
construyendo con las actividades
realizadas en la práctica docente.
59
Con esa pregunta, que puede contestarse mediante la observación autónoma o
heterónoma de su quehacer cotidiano, el docente puede incrementar su sensibilidad a la
metodología, es decir, a la coherencia entre sus intenciones y sus actividades, a la
articulación de las diversas partes de la práctica docente entre sí, y a las consecuencias
de las decisiones tomadas durante el acto docente mismo. En esta medida, podrá cobrar
conciencia de la metodología real de su acción.
En segundo lugar, conviene establecer con claridad las razones por las cuales se escogió
el aspecto en el que se ha de intervenir. No hay motivos malos o buenos, lo que hay es
oscuridad o claridad en los motivos, y no conviene intervenir mientras éstos no estén
claros.
En tercer lugar, ha de configurarse un plan de intervención, por sencillo que resulte. Debe
contener el objetivo concreto de la intervención y las actividades que se tienen que
desarrollar, paso a paso, si es posible con fechas y tiempos precisos.
Un punto clave es el registro de los sucesos de la intervención con todos los detalles que
llamaron la atención del interventor. El registro consiste en escribir y describir lo realmente
sucedido. Una forma sugerida es la narración (género que permite dar cuenta cíe las
interacciones entre actores), pues evita que el interventor haga análisis precipitados. Esta
descripción de los hechos permite confrontarlos con la planeación: si algún paso no se
realizó, si fue necesario hacer actividades no planeadas o se desarrollaron de manera
diferente.
En quinto lugar, deben identificarse los hechos clave de la intervención, es decir, aquellos
que revistieron la mayor importancia para el desarrollo de las actividades según el criterio
del interventor, ya sea una frase, una actividad que condujo a una nueva actitud, o que dé
cuenta de lo sucedido al propio interventor. Se traía de recopilar los hechos reales que a
juicio del interventor fueron importantes, y consignar la razón o razones de tal juicio.
Las respuestas a estas preguntas nos acercan al siguiente paso: la reflexión interpretativa
sobre la intervención, que permite elaborar un juicio acerca cíe qué cambió, qué no y por
qué. Es necesario que la experiencia conduzca a un juicio para producir un conocimiento.
ENSEÑAR-APRENDER A INTERVENIR
¿Pueden los educadores modificar su práctica por sí mismos? ¿Puede alguien auxiliarlos
en este intento cíe la intervención educativa? ¿Sólo desde fuera se puede observar y
proponer cambios? No hay respuestas fáciles en estas materias. Obviamente, al proponer
el cambio del paradigma normativo al intencional se apuesta a un cambio de mentalidad,
y como todo cambio cultural éste influye en las representaciones, las costumbres y las
creencias de sujetos y colectividades. Existen diversos esfuerzos de formación de
profesores para aplicar la intervención educativa en instituciones universitarias y
dependencias educativas.(5) No obstante, es pronto para establecer conclusiones
respecto de nuestras preguntas iniciales.
Del examen de algunos de los esfuerzos citados obtenemos tres enseñanzas para
esbozar una respuesta. En primer lugar, aparece la necesidad de una formación para la
sensibilidad. Quizá por las décadas de influencia del pensamiento técnico, muchos
educadores suponen en los formandos una homogeneidad inexistente, en especial en
cuanto a los motivos por los que acceden a la instrucción escolar. Así, se ha perdido la
sensibilidad a los sujetos, la disposición a sentir en las conductas y las acciones de éstos
un atisbo del mundo interior del alumno: sensaciones, sentimientos, emociones y afectos
no se consideran parte atendible por el educador, sobre todo si no «caen» dentro de la
norma. Esta carencia, además de propiciar juicios severos y equivocados acerca de las
razones de la actuación de los formandos, alimenta más la resistencia a percibir otra
realidad en esas mismas actuaciones y, sobre todo, impide identificar en el propio yo esas
mismas afecciones y su relación con la actuación personal.
No es posible estudiar la propia práctica sin que entre en juego la sensibilidad personal.
¿Cómo darse cuenta de lo que ocurre si nuestra percepción está de entrada cosificada?
De ahí que el primer gran acercamiento a la formación para la intervención sea recuperar
la sensibilidad al mundo interior del enseñante para poder ser sensible al mundo del
formando.
Los ejercicios vivenciales para reconocer el propio lenguaje (cómo se describe, con qué
recursos lingüísticos, con qué suposiciones) son un primer paso necesario. Evocar para
reconocer las afecciones suscitadas en nuestro yo por la presencia, la imagen, las
palabras y las acciones de los demás (cuáles acciones o palabras nos molestan, enojan o
incomodan; cuáles personas concretas nos son antipáticas o simpáticas; qué sucede
cuando nos enfrentamos a personas cuya imagen nos resulta desagradable), es un
ejercicio que, bien conducido, puede poner al maestro en contacto consigo mismo y con
sus formandos. No se trata de dinámicas de grupo por sí mismas, sino de un cuidadoso
proceso personal asistido por el formador para entrar en contacto consigo mismo y revisar
sus afectos.1' Esto supone un proceso de autoconocimiento y, en consecuencia, un
proceso de recuperación de las relaciones afectivas entre educador y formandos. Estos
aprendizajes serán además de mucha utilidad para el reconocimiento de las razones y
motivos emergentes por los cuales un maestro decide tomar acciones no previstas ante
ciertos sucesos durante el proceso pedagógico. Es frecuente encontrar la resistencia al
autoconocimiento en los formandos en intervención, sin embargo, no debe caerse en el
psicologismo y hacer del entrenamiento en la sensibilidad una intervención terapéutica o
clínica.
61
Enseñar a interpretar, tanto como aprender a interpretar, requiere ciertas condiciones para
un ejercicio de la imaginación y de la creatividad poco usual en nuestra cultura escolar.
De ahí la importancia de resaltar este elemento y proponer la ejercitación del pensamiento
divergente, el razonamiento artístico y el uso de las inteligencias múltiples como trasfondo
para sentar las bases de la capacidad de interpretar. Por ejemplo, proponerse decir con
líneas lo que decimos con palabras, decir con música o sonidos lo que pensamos de un
hecho, abrir la mente para ver lo que se oye, sentir lo que se dice y equilibrar (con el
sentido del equilibrio) las diferentes posturas acerca de alguna cuestión. No hay modos
normativos, aunque existan ayudas didácticas útiles.
A modo de ejemplo citamos dos aportaciones. La primera es el avance que plantea Paul
Ricoeur en su teoría de la interpretación, y la segunda, la tradición que inauguró Max
Weber, continuada y enriquecida por Alfred Schütz con los mundos de vida, en el estudio
sistemático de la posibilidad de intercambiar y entender significados sociales entre las
personas.
El aporte de Ricoeur es sugestivo porque no rompe la articulación social del sujeto, pues
finalmente es él quien crea las cosas, no la determinación histórica ni el materialismo
histórico por sí mismo.
A propósito del discurso, Paul Ricoeur hace una separación entre sentido y
acontecimiento. Cuando analiza el lenguaje como discurso encuentra una dialéctica entre
63
acontecimiento y sentido. El acontecimiento es la realización temporal del discurso, en
tanto que el sentido es el contenido proposicional del mismo discurso que permite
identificarlo y predicarlo.
Así, Ricoeur asevera: «Si todo discurso se actualiza como acontecimiento, todo discurso
es comprendido como sentido [...]. No es el acontecimiento, en la medida en que es
transitorio, lo que queremos comprender, sino el sentido —el entrelazamiento del nombre
y del verbo, como dice Platón— siempre y cuando esté pendiente» (Ricoeur 1995, p. 26).
Por otra parte, ubicamos la intuición tal como la expone Schütz. Al escudriñar si dos
interlocutores pueden entenderse concluye que sí, pero no porque se expliquen el uno al
otro, sino porque de frente a cada cual tienen la posibilidad de dialogar desde su mundo
da vida, universo particular de significados, sin importar que sea un mundo determinado
por lo social.
Esta posibilidad, inaugurada por Weber y explorada por Schütz, deja claro el lugar de
cada sujeto social, pero no como una determinación a la manera materialista, pues acepta
la posibilidad de cierta indeterminación dentro de la determinación por historia y por los
demás factores. Este ingrediente de indeterminación consiste en que el otro (desde su
mundo) reconozca (le dé una ubicación y un referente propio) lo que uno está haciendo.
El camino de la intersubjetividad trazado por Schütz se centra en la constatación del
silencio del otro, inescrudiñable más allá de ciertos límites marcados por la subjetividad
del que escucha. Así, la intersubjetividad establece la posibilidad de que el otro hable en
un plano desde el cual
se le pueda reconocer y pueda, a su vez, reconocer a su interlocutor desde su idea de
mundo de vida construida con un inventario de significación común. En consecuencia, al
constituir a la propia práctica como interlocutor, si bien habrá silencios inescrutables,
existirá la posibilidad de diálogo o entendimiento desde los «significados comunes». Esto,
sin embargo, se queda sólo en el plano de las ideas pues se inserta en una corriente que
el autor no acabó de plantear.
Desde luego no están resueltas todas las dificultades. De hecho estamos descubriendo
que aquello que llamábamos diálogo no es diálogo, y lo que entendíamos por
colaboración tampoco lo es. En educación tenemos el caso del aprendizaje colaborativo
64
que nos hace ver cómo ciertas prácticas consideradas como colaboración no son sino
una forma de dominio de un individuo sobre otro, por ejemplo, en el caso de «equipos de
trabajo» cuya relación no está organizada mediante el diálogo, sino por el reparto utilitario
de la tarea con base en el poder del más dominante.
La primera es el daño secundario o los efectos secundarios, términos propuestos por Ivan
Illich. Por ejemplo, calificamos de primordial el propósito nacional de escuela para todos,
pero dejamos fuera de la economía y del empleo a quien no tiene escolaridad, o a quien
no puede ir a la escuela por la deficiencia económica. El no hacernos cargo de los que
dejamos fuera se considera un efecto secundario, pero no lo es en la medida en que a
estas personas se les podría ofrecer otra alternativa, por ejemplo, la certificación de
experiencias. En la intervención de la práctica educativa surgen problemas que no se
enfrentan pues se califican corno efectos secundarios, lo que conlleva el riesgo de
descartar hechos que pudieran ser importantes. La intervención de la práctica educativa
no está exenta de este peligro típico de cualquier intervención: no hacerse cargo de
hechos cuyos efectos se califican de secundarios es producto de las características
modificables de la práctica.
Cuando se estudia la práctica es posible establecer con claridad cuál es la solución del
problema y, al misino tiempo, reconocer que ésta no puede llevarse a cabo. Una solución
inaplicable no es producto de una verdadera intervención, pues ésta parte de reconocer
65
los límites al mismo tiempo que las virtudes y los cambios viables. Si el intervenido
dirige su intervención, debe ubicar sus límites y también las consecuencias de la
intervención
para no llegar a soluciones inviables.
La intervención implica una construcción previa que prevenga las soluciones inviables.
¿Qué se debe hacer antes para no llegar a soluciones inviables? Volver a nacer es
imposible, pero volver a empezar no.
Es más fácil analizar que proponer, pero la intervención no puede limitarse a analizar. El
problema de proponer es independiente de haber realizado la tarea de analizar la práctica
educativa propia o de otro. La sola intervención no produce el conocimiento ni la lógica
necesaria para elaborar una propuesta; se requiere pues un cambio de enfoque, de
posición.
Lo que aquí se propone es una manera distinta de enfrentar el problema, cuestión que no
ha sido cabalmente entendida en el estudio y la enseñanza de la intervención educativa.
Por ejemplo, se confunde intervención con investigar la práctica. Intervenir y enseñar a
intervenir es enseñar a los maestros a trabajar sobre su práctica; no es investigar, sino
enseñarles a mejorar su maestría.
La investigación se ubica en la lógica del conocimiento. La intervención va más allá pues
busca la manera de incrementar los recursos personales de formación para hacer mejor el
trabajo con lo que se tiene entre manos. Una y otra se retroalimentan, pero no están en la
misma lógica.
Por más investigación que se haga, conocer el fenómeno no da la solución. Con esto no
queremos decir que la investigación sea inútil, sino que han de imponerse mediaciones
para integrarla a la lógica de la solución.
Por otro lado, proponer una solución con el análisis de la práctica es un proceso quizá
largo y complejo. No basta con detectar el problema. Es necesario escudriñar la lógica de
la práctica que lo sostiene, y después estudiar sistemáticamente lo que puede cambiarse
de la metodología, aplicarlo, registrarlo y analizarlo hasta completar un proceso de cambio
metodológico pertinente.
La educación tiene una carga cultural que no puede ignorarse ni modificarse fácilmente, ni
siquiera mediante un proceso de intervención muy pulcro. Existe, por ejemplo, la idea
popular muy arraigada cíe que los padres le encargan el niño al maestro; no se hacen
66
cargo de él. «Como tú eres maestro, pues tú enseña; yo no soy maestro, nada más soy
papá y no quieras que haga tu trabajo...». La investigación señala que el papá es un
factor clave para el aprendizaje del niño, pero ni el maestro ni el sistema educativo
pueden cambiar esta idea producto de una carga cultural muy evidente.
Podemos identificar otros ingredientes culturales que conforman la base cultural de lo que
llamamos educación, los cuales, aunque se generan en la práctica, no son modificables
en ella. Las fronteras democráticas son un ejemplo: el maestro siente que pierde
autoridad porque funciona democráticamente, porque los alumnos saben cosas que él no
sabe, e incluso porque gana menos dinero que los papas de los niños.
Otro caso: ¿por qué debe enseñarse lo que se enseña? ¿Por qué estudiamos lo que
estudiamos? ¿Por qué no se estudia otra cosa? Porque estructural y políticamente se ha
determinado así. No es fácil cambiar el plan de estudios. El hombre ha ido a la Luna y ha
decodificado el genoma humano, y sin embargo se sigue enseñando la misma geografía y
la misma biología que antes de esos logros.
Ante esta dificultad pueden impulsarse cuatro procesos de resocialización entre alumnos,
maestros y actores educativos que modifiquen las pautas de socialización previas.
• Procurar que el director, en efecto, dirija, que sus acciones no sólo dependan de lo que
ordenen arriba, sino también, y sobre todo, délo que sucede abajo: las aulas, los
maestros, los desempeños, los aprendizajes. Esta socialización equivale a quitarle poder
al de arriba para decir cómo se ha de proceder en cada centro de trabajo, aunque pueda
retenerlo para evaluar y corregir en consecuencia. Se trata de una resocialización para
una nueva gestión educativa con base en la escuela, no en la burocracia.
• Hacer de la escuela el centro de la política educativa y no la «última línea» de un
proyecto macro que determina cómo debe portarse cada profesor. El repaso anterior
sintetiza algunas reflexiones para consideración de los estudiosos y de los propios
formadores acerca del qué, el cómo y el para qué de la intervención, así como algunos
elementos de su enseñanza y ciertas dificultades de intervenir en la práctica educativa.
Algunos aspectos son más teóricos, otros más concretos. Habrá otros, sin duda, pero se
trata justamente de abrir a la crítica los aportes y supuestos de estos estudios de la
práctica educativa a fin de hacerlos avanzar.
67
PREGUNTAS DE PREGUNTAS DE
REFLEXIÓN REFLEXIÓN
CIRCO DE LAS MARIPOSAS CIRCO DE LAS MARIPOSAS
1.-Reconoce los dos 1.-Reconoce los dos
contextos en que acontecen contextos en que acontecen
las acciones. Descríbelos. las acciones. Descríbelos.
2.-¿Qué valores predominan 2.-¿Qué valores predominan
en cada uno? en cada uno?
3.-¿Qué competencias, roles 3.-¿Qué competencias, roles
y funciones se observan en y funciones se observan en
cada uno? cada uno?
4.- ¿Cuál es el esquema 4.- ¿Cuál es el esquema
emocional en cada caso? emocional en cada caso?
5.- ¿Qué tiene que ver este 5.- ¿Qué tiene que ver este
video con la intervención video con la intervención
pedagógica? pedagógica?
INDIVIDUAL EN EQUIPO
68
BLOQUE III
INTRODUCCIÓN
Las siguientes reflexiones tienen como base un gran supuesto: cualquier docente que
quiera transformar racionalmente su práctica primero tiene que conocerla, no imaginarla ni
suponerla. La práctica de los docentes puede sufrir diversos cambios o transformaciones,
unos conducirán a mejores resultados educativos, pero habrá otros que pueden complicar
su
vida profesional.
En este análisis nos referiremos a aquellos cambios que lleven a mejorar lo educativo de
las prácticas docentes, esto es, a obtener mejores resultados en los aprendizajes de los
alumnos.
Durante su formación, los docentes ya han desarrollado una serie de habilidades para
tomar registros, notas o diarios de campo; sin embargo, cuando se enfrentan a la
necesidad de conocer su propia práctica, más de una vez caen en la cuenta de que esas
herramientas no les dicen nada más allá de lo que está escrito. Un buen registro es un
espejo que refleja una imagen; si el espejo está en buenas condiciones y limpio, será fiel
a lo que se encuentra frente a él. Pero un buen registro no es suficiente, aún falta
reflexionar sobre los significados de lo registrado, ver cómo y de cuántas maneras puede
interpretarse lo sucedido.
El punto de partida de esta reflexión son las acciones de los individuos, que por hacer una
primera clasificación pueden suponerse conscientes o inconscientes, voluntarias o
involuntarias, intencionadas o sin intención. Sin embargo, al emplear el verbo educar nos
referirnos específicamente a una acción, aun cuando la palabra también pueda tener
funciones de adjetivo (persona educa/la) o sustantivo (educación. compensatoria).
Realizar la acción de educar es educación. Así, la educación es, en el fondo, una forma
de acción o un conjunto articulado de acciones.
Desde mediados del siglo pasado y hasta la actualidad, se han desarrollado una serie de
planteamientos teóricos que ofrecen elementos para comprender la importancia de la
acción como categoría conceptual para las ciencias sociales. Las ideas y los conceptos
que sustentan este análisis parten de los planteamientos de Schütz (1993, pp. 33-125) y
70
Luckmann (1996, pp. 31-87). Retomamos aquí tres conceptos relacionados que es
importante diferenciar: conducta, acción y acto. Para Schütz, la conducta se diferencia de
la acción en que la primera es de naturaleza automática e inconsciente o reactiva,
mientras que la segunda es de naturaleza voluntaria, consciente e implica un proyecto de
futuro. Por otra parte, el acto es la acción ya terminada. La educación implica, en la
mayoría de los casos, prácticas; las acciones se convierten en prácticas en virtud de la
intención o voluntad
de quien realiza la acción y del saber en torno al cual se organizan; en esa medida, en
función del saber qué y del saber cómo, se considera que las prácticas son un saber
hacer estratégico.
Observamos entonces que las acciones se diferencian de las prácticas en por lo menos
dos sentidos: el primero es que las prácticas, a diferencia de las acciones, implican un
saber hacer, tienen una intención y una función específicas; el segundo es que, en la
mayoría de los casos, las prácticas son una estructura de acciones relacionadas entre sí.
Así, por ejemplo, antes de utilizar un esquema un profesor tuvo que considerar un
contenido, resumir sus ideas principales y organizarías, o bien copió el esquema de un
texto que tuvo que leer previamente. En ambos casos, el docente sabe para qué escribe
ese esquema, y siguiendo con el ejemplo diremos que es para que los alumnos lo copien,
lo memoricen y luego puedan responder ciertas preguntas o un examen.
Todo lo anterior, que hasta aquí puede parecer muy general, será retomado más adelante
para referirnos a las prácticas educativas. Por otra parte, entenderemos la interpretación
como el proceso que lleva al conocimiento del significado o los significados de algo, en
este caso de las prácticas. Sólo existe interpretación ahí donde algo puede entenderse de
diferentes maneras o tiene múltiples sentidos o significados. Si algo se capta directamente
o tiene un solo sentido, no hay interpretación. Si existe una relación de sentido única,
directa e inmediata entre la idea, la palabra relacionada a la idea y el objeto, cosa,
acontecimiento, situación o persona a que se refiere, entonces no habrá interpretación
posible.
MAESTRA: Para mí una unidad es esto (Muestra un lápiz), una unidad es un objeto. Un
objeto, una cosa. (Dirigiéndose a un alumno.) A ver, dime una unidad.
ALUMNO: Parque.
ALUMNA: Lápiz.
ALUMNO: Diez.
Hernández)
En otras ocasiones, los profesores prestan atención a ciertos indicios sobre la falta de
entendimiento por parte cíe los alumnos y tratan de reforzar su mensaje. En los
intercambios verbales o escritos, las palabras empleadas pueden ser difíciles de entender
o interpretar. La palabra gato puede llevar a pensar en un animal, un instrumento
mecánico o, en sentido despectivo, un sirviente. Conforme se incluyen palabras en las
oraciones se va perdiendo, en la mayoría de los casos, la ambigüedad o confusión y se
tiene una mejor comprensión del sentido o significado referido.
Una de las mediaciones más importantes para saber si los alumnos están entendiendo
son las preguntas. Dentro de la dinámica cíe preguntas y respuestas, los silencios que
siguen a las preguntas directas son frecuentemente un indicador de que los alumnos no
72
están entendiendo. íQué tan atento está el profesor a este proceso? Hay que reconocer
que en muchas ocasiones pasa por alto estas señales:
• El diccionario personal, el cual va elaborando cada persona para entender los sentidos
que se les dan a diferentes palabras.
• Los diferentes planos de la experiencia de las personas y su contacto con otros
contextos culturales, que posibilitan la comprensión de palabras y expresiones distintas,
así como los sentidos con que se usan.
• El contexto en que se establece la comunicación (la calle, la iglesia, la casa de un
amigo, una reunión de trabajo, la escuela, el salón de clase, la clase de química).
• Las reglas de intercambio que regulan lo correcto e incorrecto de los elementos del
discurso.
Por estos elementos y por el tipo de diálogos o enunciados que se generan, el que habla
y el que escucha saben si se interpreta correctamente lo que se dice.
Por tanto, durante el análisis de los registros hay que darles la debida importancia a
elementos como los siguientes:
• De acuerdo con lo que se expresa en forma hablada o escrita, ¿hay indicios de que los
participantes se entienden entre si? Es necesario observar las expresiones en sus rostros,
las preguntas que hacen, sus silencios y las secuencias de lo que se dicen.
• ¿El mensaje es adecuado a la situación y el contexto? De no ser así, ¿qué lo explica?
• ¿Los que hablan siguen las reglas y las condiciones de intercambio? En más de una
ocasión los registros revelan contradicciones en ese sentido, pues el profesor exige
silencio y al mismo tiempo le pide a alguien que hable, o se permite la burla entre
compañeros y se solicita la participación de cualquiera.
EDUCADORA: Vamos a ver la tarea de Sonia, en ella dice que de la caña de azúcar se
extrae la...
ALUMNOS: ¡Azúcar! (unos pocos niños contestan-).
73
EDUCADORA: En esta otra dice que contiene carbohidratos.
ALUMNO: ¿Por qué tiene carbohidratos?
EDUCADORA: Mmmhh... (no contesta) A ver, díganme qué se saca de la caña.
Alumno: Yo, yo, mire: el ron, la azúcar, el alcohol, los dulces. Los dulces
porque tienen carbohidratos y nos dan energía.
Educadora: (ignora el comentario. Pasa a otro tema) (Bugarín y otros 1996, p. 70).
Situaciones como ésta surgen todos los días en el salón de clases. Dice Jesús Mosterín
que «La pregunta por la interpretación de ese evento es la pregunta por el sentido de la
acción de que forma parte. La interpretación de. una acción es la respuesta a la pregunta
por el sentido de esa acción» (Mosterín 1978, p. 180).
Uno de los posibles procedimientos para buscar interpretaciones sería el siguiente:
a) Realizar varios registros para detectar cuáles elementos se repiten y cuáles ocurren
eventualmente en el salón de clase. La educadora quizá dirige el canto de saludo, pide a
los niños que coloquen el sol o la nube en el cartel del clima, les solicita que entreguen la
tarea y pega las hojas en el pizarrón con cinta adhesiva. Puede también comenzar a
preguntar, o pronunciar palabras o frases incompletas para que los alumnos las
completen a coro, pero es necesario averiguar si todas éstas son acciones aisladas o se
repiten en cada clase.
b) Cuando se analiza un discurso, una palabra remite a un sentido; esa misma palabra en
una oración o enunciado nos da otro, y la oración en un discurso nos da un significado de
otro nivel. De la misma manera, las acciones de la práctica educativa podrían
interpretarse a partir de la clasificación o el registro de la frecuencia en que se presentan
ciertos verbos (por ejemplo: preguntar, explicar, decir, borrar, escribir, etc.), pero estas
palabras dentro de un enunciado cobran otra dimensión. Así, por ejemplo, un niño le
muestra su trabajo a la educadora, quien le pregunta «¿Qué más le puedes poner?» en
lugar de decir «¿De qué es este trabajo?» En el primer caso, la pregunta puede propiciar
que el niño mejore o incorpore algo nuevo, pero el segundo enunciado permite interpretar
que ajuicio de la educadora lo que el niño le presenta no tiene sentido, por lo que le pide
más información para saber lo que hizo. Los enunciados, a su vez, pueden ser solidarios
relacionándose con otros para dotar de significado a un fragmento mayor, como en el
ejemplo del principio, en el que la educadora pregunta quién trajo la tarea, pega en el
pizarrón las hojas que recibe de los niños, comienza a hacer preguntas, ignora preguntas,
ignora respuestas,
etcétera.
Cuando se busca interpretar las prácticas educativas es necesario pensar en dos tipos de
relaciones: unas de orden temporal, y espacial, que se suceden por lo regular en
secuencias y momentos bien definidos —llegar, saludar, pasar lista, escribir en el
pizarrón, explicar, preguntar, poner ejercicios en el pizarrón, etc.—, y otras de orden
funcional, que se refieren al conjunto de acciones que tienen- el mismo sentido o
significado, y que en muchos casos pueden ser sustituidas en el orden temporal y
espacial adecuado sin alterar el significado global de la práctica. Por ejemplo, en
ocasiones los docentes usan la lista como medio cíe control: ahí anotan los retardos y las
asistencias, las participaciones buenas o malas, la regularidad con que se entregan los
trabajos y si se hacen o no los ejercicios. La lógica es que en la lista se controlan los
puntos buenos y los puntos malos. Los alumnos saben que al tomar la lista en sus manos,
el maestro distribuirá o restará puntos. Esto se repetirá en cualquier momento de la clase
cuando el docente camine con la lista entre las filas. Para otros profesores, en cambio, la
lista será un elemento impuesto por la institución, mientras
74
que para otros no tendrá ningún valor en el proceso educativo.
En el enunciado «El hombre camina por el parque» la palabra hombre puede sustituirse
por niño, profesor o joven sin que cambie mucho el sentido del enunciado; de igual
manera, camina puede cambiarse por una palabra que tenga la misma función, como
corre, come o pasea. Estableciendo una analogía con el enunciado anterior, en la práctica
es importante preguntarse por los elementos que cumplen la misma función. Otra forma
de detectar las diferentes funciones es considerar los resultados o consecuencias que
tienen las acciones que realizan tanto el docente como los alumnos, es decir, observar si
cambiando una acción o serie de acciones que realizan el profesor o los niños se obtiene
el mismo significado global de lo que está pasando en el salón de clases. Así se
comprende que existen diversas acciones cuya finalidad es «controlar» lo que pasa en el
salón de clases, ya sea que se manifiesten como amenaza de reporte, llamado de
atención, resta de puntos en la calificación, etcétera.
En otras ocasiones, un docente puede realizar acciones de las que no es muy consciente.
Por ejemplo, en un grupo con alumnos de orígenes, diversos (estudiantes de mecánica,
de química, de electrónica), el profesor sólo atiende a una parte del grupo. Cuando se le
hace esta observación, puede caer en la cuenta de que atiende más a los estudiantes de
química y electrónica porque los considera «más inteligentes» y cree que son los que
"necesitarán más los conocimientos», mientras que los de mecánica «son más lentos v
harán principalmente actividades manuales».
En síntesis, para interpretar las acciones de las prácticas que pretenden ser educativas
debe determinarse en primer lugar cuáles acciones son constitutivas de las prácticas y
cuáles son circunstanciales. En segundo lugar, las acciones siempre tienen un orden
temporo-espacial y una funcionalidad, como se desprende de lo que Schülz llama «acto
proyectado», relacionado con el resultado final que intenciona la acción en la mente del
sujeto, del docente en este caso. En tercer lugar, el significado que ha de extraerse será
el deferido a la articulación de las acciones en las prácticas a fin de determinar si dicha
articulación logra realizar la intencionalidad del docente. Si el docente quiere callar con
ciertas acciones a los niños (alzar la voz, amenazar, cantar, etc.) y no los calla, que
aprendan a resolver problemas y no los resuelven, o que comprendan lo que leen y no lo
comprenden, las acciones pueden remitirnos a otras interpretaciones y significados no
necesariamente relacionados con lo educativo.
Nos acercamos a las acciones y ¡as prácticas desde diferentes supuestos de lo que es lo
educativo. Un docente puede considerar que el pasar lista o exigir que las alumnas
traigan las tobilleras del uniforme es educativo; mientras que otro supone que exponiendo,
haciendo ejercicios o revisando tareas se da lo educativo. Hay un amplio debate sobre
qué es lo educativo, pero hay que diferenciar entre educar y que alguien aprenda algo, ya
que el alumno puede aprender por el docente, con el docente e incluso a pesar del
docente.
Al educar, debemos tener pleno conocimiento de que nuestras acciones y sus resultados
están contenidos en las intenciones que los originaron. Mediante este gran supuesto se
puede interpretar todo lo que se hace en el aula. Todas las acciones que realizan alumnos
y maestros tienen ciertas consecuencias; exponer, preguntar, dar palabras y frases
incompletas para que los alumnos las completen o hacer planas de algo conduce a ciertos
resultados. Esto nos lleva a preguntarnos: con lo que hice, ¿qué aprendieron los
alumnos? ¿Cómo puedo evidenciarlo?
76
Con base en lo expuesto hasta aquí, y volviendo al ejemplo anterior, nos preguntamos
si la educadora tendría elementos para decir qué tuvo de educativa su práctica. Insistimos
en que las cosas pueden interpretarse en diferentes niveles y desde diferentes
dimensiones. Puede interpretarse la relación afectiva que se da entre el maestro y los
alumnos, las operaciones psicológicas que constituyen dicho vínculo, las relaciones de
poder y su ejercicio dentro del salón de clase, todo ello en función de si produce o no
cambios educativos.
CONCLUSIONES
Este trabajo partió de una gran analogía al considerar que existen relaciones entre el
lenguaje y las prácticas educativas. Algunas de las ideas expuestas fueron:
INDICADORES DE PROGRESO
1.- FUNCIONES COGNITIVAS 1 2 3 4 5
1.- Hace esfuerzo espontáneo para definir el problema
2.- Corrige espontáneamente los errores
3.- Borra mientras trabaja
4.- Es exigente consigo mismo en la precisión
5.- Es impulsivo y agresivo con los otros alumnos cuando
da respuesta
6.- Tiene precisión al dar respuesta
7.-Justifica sus respuestas, basándose en datos objetivos y
en lógica
8.- Trabaja de modo sistemático
9.- Planifica sus acciones
10.- Usa espontáneamente conceptos vistos en clase
OBSERVACIONES:
79
5.-PENSAMIENTO REFLEXIVO 1 2 3 4 5
24.- Da respuestas claras y concretas
25.- Se muestra reflexivo cuando da una respuesta
26.- Muestra sensibilidad en las relaciones interpersonales
27.- Tiene disposición para escuchar a sus compañeros
28.- Muestra tolerancia respecto a las opiniones de los
otros.
29.- Explora respuestas alternativas antes de tomar una
decisión.
COMENTARIOS:
80
COMENTARIOS:
_____________________________________
NOMBRE Y FIRMA DEL MAESTRO DE GRUPO
81
BLOQUE IV
LA PRÁCTICA EDUCATIVA SUS CONTEXTOS
Y
SU DISEÑO
82
Para este bloque se les enviarán por correo los siguientes documentos:
ESTUDIO DE CASO
CARACTERÌSTICAS:
Educación secundaria
Telesecundaria
Matemáticas
Tema El número Pi
El profesor Pedro trabaja en una telesecundaria,
su formación académica es en ingeniería en
sistemas computacionales, prepara en este
momento una clase de matemáticas para su
grupo de primero al revisar los contenidos se
pregunta qué y para qué vale la pena
aprenderlo, ambas cuestiones las indica su
programa, además de que le da pautas para
determinar el cómo y cuándo debe hacerlo, no le
queda tan claro, pero asume la responsabilidad
de enseñarlo.
El maestro Pedro realiza un proceso de decisión
previa en el cual considera medios y estrategias
que él considera pertinentes para lograr que el
alumno comprenda qué es el número Pi y
explique su relación con la circunferencia y la
longitud de la misma. Este tema es un saber
seleccionado que forma parte del área de
matemáticas y tiene su razón de ser en función
de las competencias que deben construirse en la
telesecundaria y de los propòsitos de la
asignatura.
El maestro diseña un conjunto de estrategias
para intervenir sobre el proceso de aprendizaje
del alumno, busca las condiciones óptimas para
que éste aprenda. Entre las actividades, diseña
algunas en las que intenta focalizar, dirigir, y
encauzar el interés de los alumnos hacia el tema
en cuestión.
INICIA TRABAJO CON EL GRUPO
Maestro --¡Hola jóvenes, buenos días!, ¿trajeron
los círculos que les solicité y su pedazo de
estambre?, ….. a ver…. ….. levántenlos… …,
muy bien. Hoy vamos a ver a un número que es
la mitad de cuando ustedes van al uno, ¿A ver,
quién me dice cómo se llama ese número?---
Juan --- El número Pi
Elena --- maestro, también puede ser el tercio
de un claxon
Maestro --- ¿Por qué?
Elena --- mire, un claxon hace piii, piii, piiiii
entonces un tercio es nada más Pi
Todos --- ay que chistosita
Maestro --- hay que reconocer que Elena tiene
buenas puntadas … Vamos a ver al número Pi,
necesitamos: círculos de cartón,
84
Todos … levantan el círculo que trajeron …
Maestro --- Pónganle su nombre al círculo que
trajeron, bonito, que se vea, … el estambre …
Todos levantan el estambre ..
Maestro --- pónganle su nombre también ---
René -- ¿Cómo maestro?
Todos --- Aaaay es una broma …
Maestro – las tijeras ---
Todos – no pidió tijeras –
Algunas --- yo si traje maestro –
Maestro --- las que trajeron se las prestan a los
que no trajeron … el libro de matemáticas y el
metro de papel que hicimos y enrollamos ayer --
-
Todo s … levantan el libro de matemáticas y un
rollito de papel.
Maestro --- vamos a poner con mucho cuidado el
estambre alrededor del círculo, se acuerdan
cuando vimos los perímetros?
Todos --- Siiii ---
Maestro --- ¿Quién se acuerda lo que es el
perímetro? … Isabel ¿Qué es el perímetro? –
Isabel --- es lo que mide alrededor una cosa o
una figura ---
Maestro –bien Isabel, midan cuidadosamente el
perímetro de sus círculos con el estambre y lo
van a cortar exactamente, de tal manera que
cuando intercambiemos los círculos, nuestros
compañeros corroboren que lo hicimos bien–
Saúl --- ¿y si no está bien cortado? ---
Maestro --- lo volverán a cortar hasta que les
salga bien, al fin que trajeron tanto estambre
entre todos como para hacer un chaleco. … …
levanten su círculo y su estambre los que ya
terminaron … … apúrense porque vamos a
jugar al acitrón … listos … a la derecha …
Todos --- (cantando) acitrón de un fandango,
sango sango, sabaré, sabaré de barandela con
su triqui triqui trac – (van pasando los círculos
con el estambre que les corresponde)
Maestro --- verifiquen el perímetro del círculo
que les tocó con el estambre que le
corresponde.
Jenny – mire maestro al de Juan le faltó un buen
de estambre.
Maestro --- Juan, ve al escritorio y vuélvelo a
cortar ---
Juan --- es que ya no traje más estambre, usted
dijo un pedazo ---
Maestro --- toma del que sobró ahí … los
demás. Otra vez acitrón, listos…
Todos --- una … dos … tres… (cantando)
acitrón de un fandango, sango sango, sabaré,
sabaré de barandela con su triqui triqui trac –
85
(van pasando los círculos con el estambre que
les corresponde)
Maestro, ---vuelvan a medir el perímetro ahora
con el metrito de papel … … Hora de pensar
más profundamente, cada uno --- el diámetro de
un círculo es una cuerda que pasa por su centro,
( lo señala con un círculo y un estambre y lo
dibuja en el pizarrón) … midan con su estambre
el diámetro y córtenlo … abran su libro en la
página 150, realicen esta actividad (la señala),
usen su metro de papel, lean este pedacito que
está en azul y cuando sepan que es Pi, levantan
la mano.
Todos … trabajan …
Tomás --- maestro, ya le entendí ---
Maestro (se acerca) --- explícame Tomás ---
Tomás --- este estambre que cortamos es el
diámetro, si le doy la vuelta al círculo en mi
metro, hasta que dé una vuelta completa, donde
empieza mi nombre y después lo mido con el
estambre, es tres veces y le falta un cachito.
Maestro, --- muy bien Tomás… ¿Quién más me
lo explica?
Tere – maestro, yo medí con mi metro todo el
estambre, luego corté el diámetro y dividí como
dice en el libro el perímetro entre la longitud del
diámetro y me salió 3.1416
Maestro – muy bien muchachos, pues les
presento a Pi … ahora vamos a jugar acitrón
por parejas, Marcos, por favor reparte estas
hojas para registro …ya saben, elijan quien se
llama “UNO” y quien se llama “OTRO” …
EMPEZAMOS, (cantando) acitrón de un
fandango, sango sango, sabaré, sabaré de
barandela con su triqui triqui trac
Todos … rápidamente los UNOS miden el
círculo que les tocó, le dan los datos al OTRO
para que calcule y anote en la hoja. (Lo
repitieron seis veces).
HOJA QUE SE ENTREGA A LOS ALUMNOS:
UNO MIDE,
OTRO CALCULA
OTRO MIDE,
UNO CALCULA
UNO MIDE,
OTRO CALCULA
OTRO MIDE,
UNO CALCULA
UNO MIDE,
OTRO CALCULA
OTRO MIDE,
UNO CALCULA
UNO MIDE,
OTRO CALCULA
86
AUTOEVALUACIÓN
ASPECTOS SI NO