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LA REVOLUCIÓN

EL ORDEN CRISTIANO.
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LA REVOLUCIÓN
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OBRA ¿OMPLEMENFAL DE EL ESTADO SIN DIOS
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‘ . K DEL MISMO ‘Atlron.
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«Es preciso que Dioswuelv» á dirigir


- el timo»n .
PLnon: El p»lilita de la ol»»»rquiu.

TRADUCIDA

POR HON JOSE VICENTE Y CARAVANTES

DOCTOR EN DERECHO CIVIL Y CANONICO.

MADRID
LIBRERIA DE GASPAR Y ROIG, EDITORES,
calle del Príncipe, 4.
1874.
J.

Se ha cumplido co» las co»dicio»es que nmrc» la ley para 1os derechos de propiedad.
ADVERTENCIA DEL TRADUCTOR

La presente obra del célebre escritor religioso Augusto Ni


coolás es el cumplimiento de la promesa que hizo este autor en
el año próximo pasado , en su notable obra titulada El Estado
sin Dios , en que denunciaba la causa de las desdichas que esta
mos sufriendo , terminándola con estas palabras: «segun la aco
gida que tenga este escrito , y si los tiemposlo permiten, diremos
en otro las razones de temer y las razones de esperar. determi
nando los medios de salvacion. » La acogida de esta obra ha sido
extraordinaria en‘ Francia y en España. El autor se ha creído, ‘
pues, en el deber de cumplir su promesa. Y la ha cumplido ver
daderamente por completo, con un detenido estudio , una es
quisíta erudicion, un puro criterio, y una elevacion de miras ad
mirables.
En ella, despues de rebatir su autor en un extenso y lumino
so capítulo, las criticas que se han hecho de El Estado sin Dios,
y de justificar y explicar los puntos en cuestion de esta obra , mos
trando de dónde proviene la Bevolucion, y á qué. ínsondables
abismos conduce , pasa á exponer las razones que hay para te
mer las consecuencias y males de la misma por los propios ca
ractéres del mal y la complicidad que hasta cierto punto tiene en
\‘I ADVERTENCIA DEL TRADUCTOR.

él la sociedad , á causa de su indiferentismo y sus fatales preocu


paciones, fijando por último en qué consiste la cuestion social.
En seguida pasa á exponer las razones que hay para conce
bir esperanzas de que terminen estos males , disipando los errores
y las preocupaciones que ha engendrado la Revolucion , apelan
do con este objeto á los recursos que todavía quedan fuera del
alcance de aquella, y en especial á la fé en la Providencia divi
na, que jamás abandona la causa de los que la imploran.
Llaman vivamente la atencion, por el grande interés que ins
piran , los capítulos en que espone los medios que tenemos para
salvarnos de la deshecha horrasca en que la Revolucion amena
za sumergirnos; medios verdaderamente eficaces y de fecundos
resultados, siendo uno de los principales que indica , la adopcion
de la forma gubernamental más contraria á la Bevolucion y Ínás
‘conveniente en las difíciles circunstancias por que atravesamos.
Con este objeto, examina el gobierno Republicano, el Cesarismo
y la Monarquía, por la cual se decide , recomendando especial
mente la de su representante , á quien Dios ha marcado con el
sello de la legitimidad y del derecho, y que durante un prolon
gado ostracismo, ha sabido conservar incólume_y sin maneilla el
sagrado depósito de los principios de órden, de legalidad y dc
moralidad verdadera.
En una palabra; en esta obra entra de lleno su autor en las
grandes «¿importantes cuestiones político-religiosas que sc deba
ten en el dia, y que tanto interés cxcitan en toda Europa. Y todo
ello con una pluma tan discreta , con un sentimiento de amor pa
trio tan profundo , que no puede menos de persuadir ii los que
son de sus ideas, y de conmover aún á sus adversarios.
Finalmente , hay en todas sus páginas , escritas en los momen
tos en que más arreciabala tormentay el peligro social, al sinies
tro resplandor de los incendios de la Commime de París, entre
ADVERTENCIA DEL TRADUCTOR. . VII

las lividas nubes de humo, y la negra lluvia de ceniza y hollin,


que vestía la atmósfera de luto, un llamamiento tan vivo á los
sentimientos que se inspiran en cl amor y el bien de la patria,
que es imposible no sentirse conmovido con su lectura.
Tales son los principales puntos y dotes que resaltan en esta
nueva obra, y que tanto honran y enaltecen á su autor, como en
tendido político , buen ciudadano, cristiano ferviente y caritativa,
y filósofo profundo.

'14 .
.1: y ¡‘r.Iz. 312:: .
PROLOGO DEL AUTOR.
a

Un solo día ha bastado para que este escrito parezca un ana


cronismo. Ayer, y en una situacion que iba justilicándose mas y
mas durante dos años, era de los mas oportunos. Hoy , paréce
me ya que solo debo colgarlo, como un cat-voto representativo de
la inminencia del naufragio,.en el altar de esa Providencia pro
tectora de la Francia, que por dos veces y en épocas coinciden
tcs , la ha arrancado de la muerte por medio del hombre de Su
Diestra. ‘
El 24 de mayo de 1871 , la revolucion fue vencida en París
por la espada del general Mac-Mahou. E124 de mayo de 1875,
habiéndose desbordado la revolucion y nlostrádose mas amena
zadora que nunca, pasando á las masas y pareciendo que iba á
devorarlo todo, ha vuelto á entrar, en un abrir y cerrar de ojos»
cn el silencio que infunde el temor y el respeto, ante esa tran
quila figura, tallada enteramente en la honradez, en la fuerza
y en el honor.
Y no obstante, no retiro este escrito, y ni aun intento amol
darlo á los acontecimientos, á los casos y á los hombres que han
desaparecido , ó que han entrado nuevamente en escena. Lo doy
sin retocarlo , y hasta me felicito de que así sea.
Diráse tal vez que cs un escrito de lucha despues de la vic
toria; pero esta victoria, que aparece en los hechos y en la su
perficie, ¿se halla en las ideas yen el fondol‘... ¡Qué ilusion tan
peligrosa sería creerlo así, y cuán angosta y movible es la base
‘en que se apoyaria este juicio! El ¡nales demasiado profundo
PROLOGO DEL AUTOR .
para que no se busque el remedio‘ mas arriba. No es esto decir
que Syo no aprecie en todo ¡su valor esc admirable cambio de
Poder, único quizá en nuestra historia, tan fecunda en cambios
y mudanzas, que mas radical que muchas revoluciones, nos ha
detenido en la última pendiente del abismo sin tocar á la legali
dad y á la libertad, ó mas bien valiéndose de su ejercicio , y esto
por medio de una‘ asamblea. Antes por lo contrario , veo en el
modo cómo se ha elevado este Poder, y lo mismo en su direc
cion, una señal del cielo eu pró de la esperanza. Cuando co
mienza de esta suerte una obra, se prosigue y se acaba; pero
con la condicion de no dejarla desviarse ni contradecirse, y de.
imprimirle una marcha ascendente. Pues bien, bajo este punto
de vista, todo está por hacer. Cuanto mas extraordinario es el
acontecimiento, menos debemos creer que se continúe por si
mismo, y cuanto mas debamos temer que pueda degenerar en
nuestras debilidades y divisiones ordinarias, mas debemos sos
tener y desarrollar sus beneficios. La ventaja de la nueva situa
cion es inspirarnos mas confianza para trabajar por la salvacion
social, haciéndonos ver que no estamos solos.‘Su peligro seria
hacernos creer que nos dispensa de esto ó que basta menos ve
hemencia para efectuarlo.
Por mi parte me felicito de no encontrarme á prueba de este
peligro y eu haber cumplido este deber anticipadamente. Qui
zá no lo hubiera cumplido en el día con igual conocimiento del
peligro, y la fuerza de este sentimiento es tanto menos de de
plorar, cuanto que una satisfaccion relativa induciria ¿"dismi
nuir aquella, precisamente cuando dicho peligro debe tenernos
aun, y por largo tiempo, vigilantes y unidos para conjurar su
reproducciou y acabar de efectuar el salvamento. Nos hallamos
en el camino , y,._yo me esfuerzo por volver á conducir á.él; pero
todos los esfuerzos para esto no bastan para hacernos avan
zar en el ‘mismo, y el impulso que voy á.dar con este objeto es
tanto mas fuerte, cuanto que la situaciorj.de que ha partido era
mas tirante. ‘ "6- '
‘ La Providencia, cuyo auxilio anunciaba yo en las razones de
esperar y que es preciso saber confesar aquí, ha aparecido su
bitamente. Deber nuestro es bendecirla. Pero esto no ha dado
PROLOGO DEL AUTOR. XI

por resultado mas que un punto de parada y no una base, un


asiento. Las razones de temer están conjuradas momentánea
mente en la situacion actual, pero no en si mismas; no en nos
otros, donde no tardarian en reaparecer, si el cambio que sc
ha verificado en un instante en las cosas , no se verilicara perse?
verantemente en los caracteres y en los corazones. Este escrito
tendrá, pues , la duplc oportunidad de escitar nuestro reconoci
miento, recordándonos el peligro social de que hemos sidolibra
dos, y de imprimir á nuestra actividad un impulso mas vivo para
acabar de librarnos de aquel á nosotros mismos, adoptando los
medios de salvacimt.
Para esto basta referirse al día de ayer , penetrar hoy liga
ramente en el fondo de las cosas y pensar en el día de mañana.
‘ Digamos ahora una palabra sobre este escrito considerado cn
sí mismo. ‘
Tal vez se busque en cl una obra propia de un escritor y rc
‘daetada hajocl carácter ‘de tal, pero encontraráse mas bien un
acto de ciudadano. No porque el honor que atribuye, así como
el interés que excita tan grande asunto, no me haya inducido á
reunir estos dos méritos, sino porque en la dificultad, á veces
grandísima, de conseguirlo, he debido subordinar el primero a1
segundo. Esto ha consistido en gran parte, sin duda alguna, en
mi insuficiencia, pero tamhien ha contribuido á ello la falta de
tiempo necesario. La inconsecuencia del espíritu público es tal
en el dia , que es muy difícil combatir preocupaciones que al fin,
es verdad, ceden; mas para reforinarse al momento á conse
cuencia de los mismos golpes que se les asestan; y no es menos
difícil fijar verdades en un centro que se divide y que las dis
persa ‘al recibirlas. Esto es querer imposibles. Sin embargo , la
verdad es tan propia del espíritu humano , que constituye el es
píritu humano mismo; y así como es ella quien lo forma, puede
tambien rehacerlo. Pero el procedimiento debe resentirse de esto
mismo. No estamos ya en aquellos tiempos felices en que vivían
los espíritus en un fondo comun de.verdades primeras , de las
que no tenían mas que deducir consecuencias. No es posible deu
cir en el dia como el labrador de la fábula á sus hijos: «El fondo
es lo que menosfalta. » El fondo es hoy precisamente lo que mas
XII ‘ PROLOGO DEL AUTOR.
se echa de menos. Todo está por rehacer y restablecer á un tiem
po mismo, las aplicaciones, y sobre todo, los principios. De aquí
las referencias y las repeticiones é insistencias que alteran el ór
den y retardan la prosecncion de un escrito, y de que es nece
sario que. el autor y 1os lectores se hagan cargo. Cualquiera que
sea el arte que se emplee en variar las formas, . solo una cosa
puede sostener su interés, á saber: el acento de una conviceion
. movida por el duplo amor á la verdad y al país, y que volvién
dosela a‘ decir de continuo, no se repite iiunca.
El Delemla Carlhago de Catan dejó por su misma repetícion
de ser elocuente.
Mayo.Ju»io 1873.

Aucvsro NICOLÁS.
LA REVOLUCIÓN

EL ORDEN CRISTIANO

PRÓLOG0.

Mi obra anterior titulada El Estado sin Dios, termi


naba con la siguiente nota: «En vista de la acogida
»que tenga este escrito, y si los tiempos 1o permiten,
Mrataremos de esponer, en otro subsiguiente, las razo
mes que hay para temer y las que existen para conce.
_»bir esperanzas, precisando los medios de salvacion.»
Con estas palabras contrajo un terrible compromiso
que pudo tacharse de presuncion, y que no obstante,
ha sido inspirado por otro sentimiento muy distinto; el
abatimiento que experimenté en vista de tan grande
mal, y la obligacionen que me creí de no dejar al lec
tor, ‘despues de haberle sumido en él, mostrándole tan
desconsolador espectáculo, que pcrmaneciera siendo
víctima del mismo.
Tal es, en efecto, el estado en que nos hallamos,
que no obstante afectar ó impresionar la verdad á gran
número de entendimientos, no los levanta y folrtifica, y
‘2 PHOLOGO.
antes más bien parece abatirlos.. Iluminando esta certi
dumbre el abismo, solo sirve para que pueda medirse su
_ desconsoladora profundidad. De aquí proviene, el deber
en que se hallan cuantos se cuidan hoy de la salvacion
pública, aunque solo sea por medio de escritos, de no
quitar el velo al mal y de no sondear sus llagas, sino
es aplicándole el bálsamo propio para curarlo. De otra
suerte se haría una obra nefasta, que no podría justificar
la triste ventaja de tener razon , sin que bastase decir:
á vosotros corresponde decidir. .
Si pues yo me he propuesto descubrir y analizar las
causas, caractéres y consecuencias del mal social del
que provienen todos nuestros males políticos y naciona
les, es porque he asumido la responsabilidad de indicar
el tratamiento para su curacion, y porque tengo con
fianza en su eficacia.
Conozco todo el peso de esta responsabilidad, pero
no supera á esta confianza. No; si la Francia quiere, no
perecerá; y la Francia 1o quiere y lo querrá más de
cada dia. Pero ¡qué complicaciones en su actual estado!
¡Cuántas eventualidades y sombras en su porvenir mas
ó menos próximo! ¡Cómo atreverse á valuar las proba
bilidades mas ó menos favorables ó desventajosas, a
pronosticar la marcha, y menos todavía, á designar los
medios prácticos para su realzamiento y su restaura
cion! Obra es esta tan ardua como delicada, cual ‘nin
guna, ante la cual hay que reconocerse muy pequeño,
y á la que no obstante nos vemos invenciblemente im
pulsados por dos sentimientos irresistibles; el tormento
que causa contemplar el estado del pais y la fé en la
omnipotencia del bien.
PHOLOGO. 3
Para fortalecerme contra las dificultades que se me
presentan y autorizarme para con el lector, séame per
mitido recordar y enunciar mis títulos. _
El primero de todos ¡ay! es el peligro social que
da voto para el consejo al primero que llega y puede
conseguir se le escuche; no menos ha sido necesario
para hacerme salir de la reserva que habia guardado
hasta ahora.
Atrévome, pues, á invocar esta reserva, porque me
constituye en una situacion particular. Yo soy antiguo
y nuevo ‘en esta clase de controversias; antiguo á causa
de la edad, de la observacion y la reflexion, de la du
ple aplicacion de toda una vida consagrada á las tareas
del pensamiento y al exámen de los asuntos prácticos
¿le mi época; y soy nuevo con respecto á toda preocu
pacion y partido anticipadamente tomado, á todo ante
cedente político, á_ toda influencia de esta clase que se
hubiera querido hacerme experimentar; bastante próxi
mo á los asuntos públicos para conocerlos y bastante
alejado de ellos para no haber adquirido. compromiso
alguno sobre los mismos.
Para orientarmc en todas las complicaciones de la
. situacion presente, tengo á mi disposicion lo mas fijo y
seguro, lo que son los astros para el navegante, los
principios. Gracias á esto, soy libre, consagrándome
únicamente á la razon y al cuidado del bien público. Y.
esto mismo me da crédito, porque hallándose en diver
sos grados en todos esta razon y este cuidado, me faci
litan tener inteligencias en cada uno. Me apoyo en lo
que es comun y que debe necesariamente reïmir y coa
ligar, y procedo solamente partiendo de aquí y esten
4 . PROLOGO. ‘

diendo y prolongando las nociones y consecuencias de


.los principios mas reconocidos hasta en ‘su aplicacion.
No pudiendo hacer que se sospeche en mi espíritu al
guno de partido préviamente concebido, no puedo sus
citar repulsiones, y paso por medio de todos con el pri
vilegio de esta exencion. Finalmente, tengo fé; esa fé
humana que se adquiere en la fé divina . que participa
de sus intuiciones , de sus luces, casi de su infalibili
dad, y que permite decir: Iie tenido fé y por eso he
hablado.
Con estas condiciones, creo en efecto poder hablar,
y hablar con firmeza, porque si hablo á todos, es hasta.
_ cierto punto en nombre de todos, puesto que me forta
lezco en la razon general, que no me constituye en
oráculo, y solo me erijo en simple órgano del sentido
comun.
Esta seguridad y firmeza es hoy mas que nunca:
neceraria, porque en el dia se necesitan afirmaciones,
y es un error creer que deben emplearse contemplacio—
nes y temperamentos ó contemporizaciones. La socie-
dad, en efecto, se halla dividida en dos razas; por una
parte los enemigos de todo órden moral y social que
solo respiran su destruccion; no es, pues, con estos
con quienes debe economizarse la reprobacion: por otra
parte los tibios, los tímidos, los vacilantes, los desalen
tados; esa masa inerte de conservadores es á la que se
trata de coaligar y de reanimar. Esta es la parte del
cuerpo social sobre que se debe obrar. ¿Cómo? ¿Acaso
‘por medio de cmolientes y debilitantes, ó por medio de
tónicos? ‘ ‘fi
Perecemos por causa de anemia, á la manera que
PROLOGO. 5
‘acontece con un temperamento cuya sangre está vi
ciada y empobrecida y no lc permite dominar sus .ner
vios, antes estos le dominan á él, de manera que el
enfermo es de continuo víctima de convulsiones , ca
yendo en la postracion. Lo que mas importa en tal
estado es reanimarle y sacar el bien de su entorpeci
miento y atonía, restablecer su circulacion y ponerse
bajo su imperio, y para esto no hay nada mejor que la
verdad.
La verdad os libertará, ha dicho la Verdad misma,
y nunca tal vez esta divina palabra ha sido más opor
tuna que aplicándola á una sociedad que perece de en
fermedad de mentira.
Y cuando digo de mentira, no entiendo solamente
por esto esas cínicas enormidades que sublevan por lo
menos el buen sentido que nos resta aun , á fuerza de
insultarle; sino que tambien me refiero especialmente á
esas amalgamas, á esas fusiones, á esas‘ descomposicio
nes de verdades, saturadas de errores que van á hacer
nos perder hasta el sentido mismo de la verdad.
Para esto no hay mas remedio que la verdad entera,
recta, plena, fuerte, que habla desde arriba y se dirige
al fondo, la rancia y excelente verdad, que es lo mas
juvenil que existirá siempre, siendo eterna, y que en el
día, despues del eclipse secular que ha ocultado_su
brillo, se presenta con todo el imperio y el estímulo de
‘la novedad.
A ella es á quien debe pedirse la salvacion para la
.solucion de todos nuestros problemas. Lo que de ella
nos queda se asemeja á esas antiguas monedas borradas,
desfiguradas y carcomidas, en las que ya no se reco
6 PROLOGO.
noce nada y que es necesario volver á fundir y á acuñar
con su efigie soberana.
Hace mas de treinta años , un publicista admirable
y sin embargo desconocido, al cual vamos á tomar sen
das verdades que parecen escritas para los momentos
actuales, se anunciaba de esta suerte: a ¡A todos la ver
»dadl y ruda y dura como aparece desde el reinado .
»prolongado de la mentira! y fuerte y firme, como es
i»necesario por la amenaza de la catástrofe final.»
Tal podría ser aquí mi epígrafe, por lo que pro
pongo al lector que me siga con esta necesaria con-
dicion.
CAPITULO PRIMERO.

CRITICAS del Estado sin DÍOSÉ-JUSTIFICACIONES Y ESPLlCA-‘


CIONES.

Esperimento, primeramente , la necesidad de afirmar


me en un terreno ocupado ya por mi primer escrito.
He debido esperarla acogida que se hiciera, á este para
tener por mí mismo una idea exacta de él; porque el
publicista no escribe para si solo, y por convencido que
se halle de su propio sentimiento, la exactitud práctica
de su escrito se mide, en definitiva, por su efecto sobre
el público ilustrado cuyo pensamiento aclara y espone y
con el que debe siempre caminar de acuerdo.
Bajo este punto de vista general, la acogida hecha
a al Estado sin Dios ha sido buena: tanta era la razon que
yo tenia desgraciadamente y tanta es la razon que toda
vía hay en él por fortuna.
Sin embargo, esta acogida no me habría tranquili
zado enteramente si no hubiese esperimentado la crítica.
Por cuidadosamente que se haya sentado una tésis, pue
de decirse que no se encuentra inmutablemente esta
blecida hasta que ha sufrido la prueba de la contradic
cion. Si se halla mal sentada , la contradiccion tiene en
8 IzA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
_ breve razon y su autor debe dudar de aquella. Si con
duce á la verdad, la misma contradiccion le aprovecha
y la confirma. _
Conforme á esta idea, el asentimiento del gran nú
mero de lectores me satisfacia menos de lo que me in
quietaba el silencio de algunos á quienes pertenece mas
particularmente dictar el fallo. Hubiera querido po_
dcr llegar por mí mismo hasta el fondo de este silencio,
para tomar su voto ó recibir si habia lugar á ello, su
leccion. Comprendia que podia haber en aquel silencio
una de esas resistencias que no tienen siempre la con
fianza de manifestarse, y que no por eso conservan me
nos su secreto imperio sobre los entendimientos. Afor
tunadamente, lo que se me habia rehusado abiertamen
te, lo he obtenido por medio de comunicaciones privadas,
cuya benevolencia tiene derecho á mi discreccion , pero
cuyo beneficiome pertenece.
Puedo pues disponer de este beneficio y hacer que
se aproveche de él la verdad, sometiendo la crítica mis
ma á la discusion, con todas las consideraciones debidas
á las objeeciones que compensan el fundamento que
puede faltarles con la autoridad que tienen , en cuanto
puede haber en ellas autoridad que no se eclipse ante
la‘primera de todas: la de lo verdadero.
Al mismo tiempo será este un estudio, me atrevo á
decirlo, definitivo sobre los orígenes y fuentes de la Be
volucion que nos permitirá apreciar mejor sus deriva
ciones.
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. 9

I.

¿QUE ES LA REVOLUCION?

«Ilabeis admirablemente escogido, se me ha dicho,


y elocuentísimamente tratado vuestro asunto; pero ¿cómo
es, que teniendo que sustanciar tan gran proceso, cuál es
el de un mal que devora á la Europa tanto como á la
Francia, y á todos los siglos tanto como al siglo diez y
nueve, lo reduzcais á las estrechas proporciones de un
proceso á la Revolueion francesa? Si esto no fuera mas
que una falta de proporcion, sabríamos á que atener
nos. Pero desgraciadamente es otra cosa para las tres
cuartas partes de los lectores que podeis tener, y de esta
suerte se reduce mucho vuestro público, qne es univer
sal cuando se trata de vuestros estudios sobre el cristia
nismo , y que se limita en estremo cuando se trata de
vuestros estudios sobre el año 89. ¿No sería mas senci
llo, mas verdadero, mas fructuoso defender á Dios yá
la verdad, sin interesar en ello directamente á la Revo
lucion francesa?.... .
He aquí mi respuesta á esto. Yo no tenia que defen
der á Dios y á‘ la verdad en si. Yo no soy en esta obra
apologista, soy publicista, es decir, que trato del mal
social. ¿Cual es este mal? La eliminacion de Dios, sin el
que no es posible sociedad alguna. Pero en todo mal,
existe efecto y causas, y este no es mas que el efecto.
¿Cual es Ia causa? ¿Es acaso desuso, olvido, abandono,
simple impiedad privada? ¿No es conjuracion , odio y
guerra social, autorizada con un principio público nue
lO LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
vo é inaudito en la humanidad, _á saber, que Dios no
tiene nada que ver en los asuntos temporales de las na
ciones? ¿De dónde data este principio? ¿Cómo se llama?
Ensordecidos están nuestros oidos por ese nombre y esa
fecha, y no soy yo ciertamente quien los ha imaginado.
Por doquiera y por todas las plumas bien sean hostiles
ó favorables, radicales ó conservadoras, leemos: Hace 80
años. La Revolueion se nombra á si misma. Toda una
raza la ha tomado por su grito de guerra. Toda sociedad
de gente honrada se hiela de terror al oirlo. Entre dos
sentidos existe ambigüedad y equivoco y en el estado en
que nos hallamos, no es el equivoco lo que ha de salvar
nos. No tengo pues que justifiearme de haber instruido el
proceso a la revolucion, la cual forma tambien el pro
ceso á la sociedad, ademas‘ de que yo 1o he instruido,
como se ha visto, en compañía nada sospechosa.
Si solo se tratase de una recriminacion retrospectiva,
me hubiera detenido en una redundancia inútil y hubiera
hecho mal. Pero no; he dejado los crímenes de la revolu
cion en donde deben yacer por siemprejamás; en las
gemonias de la historia: y solo me he dirigido al crimen
de la revolueion, mal continuo, presente, en aumento,
bajo cuyo azote nos hallamos, que devora anticipada
mente el dia de mañana, que devora la Ezcrogaa tanto
como la Francia, segun se dice exactamente, pero por
el privilegio inalienable que tiene Francia de influir en
Europa y de hacerla sentir y decir: La Revolucío-n, como‘
en otro tiempo, hablando de Luis XIV, la Europa entera
entendía y decía El Rey.
Para que fuese lógica la objecion, no debería limi
tarse á censurarme por haber instruido un proceso á la
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. ‘ H
revolucion; debería avanzar hasta negar la revolucion
misma como yo la entiendo, como mal social que data
del año 89, origen de todas nuestras revoluciones desde
esta época, acrecentándose y engrosándose de capa en
capa social y amenazandonos con una final destruccion;
contra el sentimiento universal y la viva evidencia del
hecho mismo, sería preciso decir que yo sueño, que
combato un nuevo fantasma, que la REvoLUcmN no
existe.
¡Pues bien! Se llega hasta aquí.
Y se va mas adelante, si es posible. Afirmase y se
niega á la vez la revolucion. Afirmase como bien, y nie
gasela como mal. Como bien, es una época que se prosi
gue, yde la que dataran por siempre las conquistas dela
civilizacion. Como mal, no es mas que un acontecimiento
que ha caido en el dominio de la historia, con todos los
crímenes y todos los horrores que la han deshonrado, y
de que no hay ya que ocuparse.
De todos los equívocos y de todos los sofismas en
que abunda nuestro siglo , no vaoilo en decir, que este
es el mas falso y el mas pernicioso.
Deber es, pues, estirparlo á toda costa, y aquí es
donde la verdad debe mostrar toda su franqueza.
No seré yo quien me subleve contra las reformas
introducidas (no conquistadas) en el afro 89: estoy en
ellas. Conocido es ya bajo este respecto, mi parecer.
Basteme decir aquí que no soy menos celoso de estas
reformas. que sus adversarios, no ya por conversion,
como muchos de ellos , sino por carácter.
¡Pero la Revolucion! ¡pero ese minotauro, que va
devorando‘desde el año 89 las generaciones; que no ba.
12 LA BEVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
dejado en pie ni trono, ni palacio; que ruge, en la hora
presente, alrededor de nuestros altares y de nuestro ho
gar doméstico, que escarba y registra hasta el mismo
suelo: decir que esto no es mas que un fantasmal Ver
daderamente que escede á lo que se dice del Infierno,
que su supremo artificio es hacer que se le niegue.
¿Y como se manejan para ello? Es curioso ver los
procedimientos sobrado carasteristicos de nuestra‘ época
por medio de los cuales va á situarse el error én las
inteligencias mas superiores , en los corazones mas no-.
bles, y á convertirlos á sí, en el momento que consien
ten en capitular con él.
«¿Es acaso el año 89, se dice, el que inventó la re
belion contra la Iglesia, la espoliacion del clero, la guer
ra al papa? ¿Acaso no están llenos los anales de todos
los pueblos, de las mismas fermentaciones de esa mis
ma lavadura que no es otra que el pecado original?
Desde que hubo dos hombres en la tierra , fue uno de
los dos revolucionario, por celos y por codicia, lo mismo
exactamente que nuestros revolucionarios contemporá
neos. No hay perfectihilidad indefinida ni .en el mal ni
en el‘ bien; Vermech no supera á Cain, y el P. Ollivain
ó el P. Captier son la fiel reproduecion de Abel... etc.
He aquí la tésis que sencillamente consiste en fundir
el mal revolucionario en el mal perpétuo y universal y
en remitirme áAdam, poniéndome en las manos todos los
males que han sido las consecuencias de su pecado.
No responderia, en vista de lo descaminados que
andan los entendimientos de que esta tésis no fuera acep
tada por muchas inteligencias. Lo cierto es que la he
oido salir de labios muy autorizados. Pero es preciso
\

CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. 13


decir tambien, sin dudar de la incontestable buena fe de
muchos de sus partidarios, que, si esta tésis ha conse
guido persuadirles, se ha introducido en ellos primera
mente por medio de una preocupacion y por un espíritu
deplorable; una preocupacion de antagonismo y un espí
ritu de escuela.
Una inteligencia libre de uno y de otro no podría
quedar satisfecha con ella; porque tiene este carácter,
propio de todo error tan exactamente definido por Bos
suet: «Una verdad de que se abusa.» ‘
No hay duda de que el mal ha causado siempre y por
todas partes estragos en la humanidad, y seria ocioso
discutir, como se hace con sobrada frecuencia, acerca
del mayor ó menos número de crímenes que deben atri
buirse al régimen antiguo ó al moderno. Sobre este pun
to, concederá cuanto se quiera, para llegar al resultado.
Pero no es de la suma, sino del carácter del mal de lo
que se trata, aun cuando este carácter, concluyendo por
prevalecer, deba arrastrar la suma hasta la sumersion
total de que nos vemos amenazados.
Así pues, ¿quien no ve, bajo este concepto, que una
eosa son los vicios, los crímenes, los desórdenes, los
trastornos causados por ‘las pasiones humanas, que vio
lan todas las leyes, pero sin negarlas, y hasta rindien
dolas el homenaje de la espiacion, y que otra cosa es el
mal doctrinal y erigiéndose sistematicamente por si mis
mo en ley?
Segun el curso natural de las cosas, por atormentado
que haya sido, tenia el bien la ventaja, desde que apare
ció el cristianismo, de tener en su favor la ley divina, la
ley moral, cuya celeste nocion brilla en el Evangelio y
‘H LA REVOLUClON Y EL ORDEN CRISTIANO.

cuya accion civilizadora se ha ejercido gradualmente en


el mundo por la suprema institucion dela Iglesia. Al
violar el mundo parcialmente esta ley, aunque resintien
do individualmente su accion, esperimentaba su influen
cia general y aun cuando esta no le reformaba; era
convencido por ella de iniquidad, y llevaba impresa su
vergüenza. De esta suerte reinaba la moral sobre todos
por medio de la fé de que era objeto, y por medio de la
potestad que se le reconocía de inspirar el bien y de es- _
tigmatizar el mal. El principio vital de las sociedades,
la doctrina y la autoridad, estaba en salvo.
Pero desde el dia en que, elevándose en el órden
superior en_que reinaba este principio , el mal se ha ad—
herido á la autoridad doctrinal que venia á ser como su
eje; desde el dia en que se inauguró, en la plaza públi
ca, el principio suversivo de la insurreecion contra la.
Iglesia y contra el Cielo; desde este dia la sociedad eu
ropea fué arrancada de su base y toda autoridad terrena
fué herida en la autoridad celeste. Disipóse el derecho:
los tronos, los Estados, la familia, la propiedad quedaron
vacilantes y no tuvieron ya en favor suyo mas que lo
que acababa de arruinarlos, sosteniéndolos por algun
tiempo, la fuerza que llama á la fuerza; el despotismo
que llama á la anarquía; la Revolucion de arriba, que
llama á la Revolucion de abajo; y todo fue entregado á
una brutal colision.
Desde entonces cambió de condicion el mal; de cri
men de la mano que esta debajo de la ley, se convir
tió en crimen de la idea: de simple hecho reprobado,
se inauguró principio y ley por si mismo y gobierno.
Este bastardo villano pretendió legilimarse, y mas que
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. 15
esto, deificarse, y de humano llegó á ser titánico. No
ha habido ya desde entonces, como antes, perturba
ciones, pero ha habido la Revolucion. El virus de esta
nueva enfermedad base inoculado en el corazon mismo
de las cosas, ha infestado la fuente de las generaciones,
se ha hecho crónico en sus tendencias, periódico en sus
accesos, creciente en su marcha. y
No hay duda, que en todos tiempos Cain ha oprimido
y matado á Abel; pero se me concederá que hasta aquí
no lo había oprimido en nombre de la libertad, ni matado
en nombre de la fraternidad. Era un asesino de derecho
comun que ha llegado á serlo de derecho público. Para
volver á encontrar ese tipo de criminalidad , es preciso
y remontarse mas arriba que á Adam, es preciso remon
tarse hasta aquel que fue «homicida desde el princi
pio‘(l),» y no solamentehomieida, sino doctor en homi
cidio. Tal es el revolucionario; en esto Vermesch escede
y supera á Caín. Este decía: «Mi iniquidad es demasiado
grande para que obtenga el perdon de ella. (2). » Aquel
se vanagloria de su iniquidad y se ostenta como en pro
greso. Progreso, en efecto, que no se puede desconocer,
pero progreso respecto del mal que ya se conoce.
No, el mal revolucionario no es solamente una con
secuencia del pecado original, como todo mal ordinario,
sino que es mas; porque es una reincidencia de este. Es
el espíritu de rebelion haciendo caer, no ya al hombre
solamente, sino á una naciop, y. separando de Dios á una
sociedad en masa. La idea y el conocimiento de la divi
nidad han sobrenadado siempre y por doquiera en el
(t) S. Juan Vlll, 44. .
(2) Génesis lV, 13.
16 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
diluvio de los males sociales; el arrepentimiento, la es-
piacion, el sacrificio, el culto, han confesado siempre y
por doquier la dependencia humana. Desconocido Dios,
todo era Dios, incluso aquel Dios desconocido tambien, y
sobre todo, desde el día en que, saliendo de este ¿ncog
nito, volvió Dios á recobrar su imperio en la tierra el
mal, porfavorecía,
u espuma grande que fuese, tuvo un freno que su misma.
emblanqueciéndole.

Hase sublevado una nacion por la primera vez y á


ciencia cierta contra Dios, contra Dios conocido , y en
toda la luz de su conocimiento; y se ha.precipitado des
de toda la elevacion del cielo cristiano en el ateismo.
Entonces el mal ha salido de quicio y el crimen se
ha constituido en derecho, jusque datum scelerli. Esta es
la Revolucion, pecado original de este siglo.

ll.

¿ES cxrznro QUE EL ESTADO SEA ATEO, Y QUE su ESTA LA MARCA


DE LA REVOLUCION?

Háseme negado que cl Estado fuera ateo. Háseme


recordado que en el período mas violento de la revolu
cion, proclamó Robespierre al Ser Supremo, y que des
pues, los gobiernos que han provcnido de la revoluciou
han reconocido los cultos y hasta se han adherido al
catolicismo por medio del Concordato.
Yo no he dicho que el listado fuese _ateo por profe
sion, sino por abstenciou. Yo he dicho: El Estado sin
Dios, y todo el mundo ha reconocido que había dicho la
verdad. He dicho mas; el Estado hostil al culto de
Dios, reconociendo los cultos, y aun patrocinando los
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. f7
cultos disidentes, pero encelándose, poniendo trabas,
negando y frecuentemente oprimiendo al único culto
viviente y verdadero, al mismo tiempo que nacional;
mimando á los libre-pensadores y á los ateos, y persi
giriendo á los clericales ; proyectando la restriccion, la
‘disminucion , la difamacion del catolicismo en sus
obras, sus manifestaciones y sus instituciones; estre
ehando la libertad del bien y ensanchando la libertad
del mal; practicando, en una palabra, la política de Ju
liano, preparando la de los Dioclecianos y de los Nero
nes populares. He dicho esto y todavía no ha podido
gdesconocerse.
¿Puede hacer acaso más el Estado? ¿Puede Estado
alguno profesar el ateísmo doctrinal y suprimir á Dios
enteramente sin hundirse al momento?
¿Se sabe cuál fue el sentimiento que impulsó á Ro
bespierre á proclamar al Ser Supremo? El espanto que
se apoderó de él y de sus partidarios al ver el vacío
‘de Dios _que ‘ellos mismos habian hecho. «Los montañe
tses de la Convencion, dice M.‘ Edgardo Quinet, con
forme á las Memorias inéditas del-convencional Bau
dot, quedáronse espantados al contemplar el abismo
que la falta de toda creencia abrió súbitamente ante _
ellos. Una oscuridad formidable, una nacion sin culto,
sin fé, sin Dios, elevóse por primera vez en su pre
sencia. Hubo un momento en que los mas audaces ex
.perimentaron un estremecimiento que calificaron de «el
terror moral.» «Tal vez se dudará de esto; voy, pues,
á citarlos con sus propios nombres d)...»
(l) La Itccolucíon, por Edgardo Quinet, sosta edicion, t. Il, pá
‘ 109.
‘G133 2
18 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CBlSTlANO.
¡Los terroristas mismos aterrados del mónstruo que
habian vomitado! ‘
La ola que le ha arrebatado
espantada retrocede.
Solamente á esto debe atribuirse que ellos y todos.
los gobiernos que proceden de la revolucion, no sean
abiertamente ateos. Necesitan un poco de Dios para‘
sostenerse y sublevarse contra Dios mismo. Dios no es
menos prácticamente el objetivo de la revolucion en
medio do todas sus evoluciones políticas, que siempre
cede fácilmente con tal de que se le conceda esta gran
presa. ‘Y de aquí proviene la monotonía de nuestros‘
gobiernos sucesivos, derribándose unos á otros por cau
sas que parecerian deber producir cada vez un régi
men enteramente distinto del anterior, y que con los
nombres mas terminantes reproducen y prosiguen la
misma guerra. Como quiera que vaya el juego, siem
pre aparece esta misma carta.
Es preciso reconocer, no obstante, una diferencia;
a del progreso. La Internacional y la Coñtmunne hubie- ‘
ran hecho palidecer'á Robespierre y á Danton.
Así, pues, la revolucion instruye en el dia el pro
ceso á sus antepasados, y se afirma mas resueltamente
en contra de Dios, tratando de concluir con él, aunque
parezca la sociedad; y para esto no tiene que pedir au
xilio á su principio. ‘
«Los terroristas tuvieron miedo, dice M. Edgardo
Quinet, faltóles la gran audacia. No eran hombres que
pudieran quitar de su sitio al dios Término de la‘ edad
media... Concluyendo por abolir la religion, los Giron
dinos sobrepujaron á los Jacobinos en veinte codos. La.
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. 19
república clásica de Robespierre no podia comprender.
nada de este esfuerzo popular de abolicion, que era la
REVOLUCIÓN MISMA... ¡Sin duda que es cuestionable si una
nacion puede existir sin religion! ¿Salvará en un solo
dia el pueblo francés el inmenso intervalo que los filó
sofos han tenido tanta dificultad en recorrer en muchos
siglos? Hálo intentado por. lo menos. Esta será eterna
mente LA MARCA SUPREMA DE LA REVOLUCION FRANCESA (l). »

(1) Eooanno Qumar, La RevotuciorL-En este proceso de debili


dad, que por haber reconocido á Dios, instruyen á los terroristas de la
Convencion los revolucionarios de nuestros días, podría no obstante
invocarse en favor de aquellos algunas circunstancias atenuantes. Ade
más del «terror moral,» perdonable á la vista de una nacion que zozobra
en la nada, no es ateo todo el que quiere serlo , porque se es creyente
por miedo y por ódio, cuando no por temor y por amor: Et Dwmones
ipsi credunt et contremiscunt. Y por otra parte, como decía entonces
Camilo Desmoulins: «Los reyes están en sazon, pero Dios no lo está
todavía,» Hoy ya es diferente: Dios ha llegado á madurez. Por último,
es necesario reconocer que los terroristas trabajaron bien, á juzgar
por el cuadro que se nos traza del estado en que se encontraron des—
pues de la muerte del Rey, cuando en el vacío de toda creencia que
habia en ellos y á su alrededor, se dirigían acusaciones y amenazas de
muerte unos á otros: «Este diálogo de las Eumenídes continuaba du- ‘
rante días enteros. Por una parte el furor de Danton , la ironía de Bow
bespierre, el resoplido de Marat, todo esto desencadenado á un tiempo
mismo; por otro, la indignacion de Petion, la vehemencia de Verg
niaud, la desesperacion de Buzot , el fuego de Barbaroux, la mordaci
dad de Guadet y de Gensonné. Víóse una vez á uno de los miembros de
la derecha, Duperret, lanzarse con la espada desnuda contra la iz
quierda; y ya iba á descargar el golpe, cuando se despertó como de un
sueño.» Y M. Edgardo Quinet, que los acusa de haber reconocido a
Dios, me parece que los descarga de esta acusacion y hasta que reco
noce f. Dios él mismo en la esplicaeion que da de este Pandemonium.
«Por mas que juraban que decían verdad, faltaba á sus juramentos el
gran testigo. Su asercion no encontraba eco en la conciencia de
otro. No parecía sino que faltaba entre ellos el Dios que en los demás
‘20. I LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.

III.

QUE ESTA MARCA DEL ATEISMO SE ENCUENTRA EN TODOS LOS GRADOS EN LA

REVOLUCIÓN, PORQUE SE HALLA EN JU ESENCIA.—SU DIFERENCIA EN ESTO

DE LA REVOLUCION INGLESA.

En vano se intentaria rebatir este carácter sobre el


esceso de la revolucion, haciendo notar que hay mucha
diferencia, bajo este punto, de l789 á l795, y de la
Constituyente á la Convencion.
Hay diferencia en el hecho, lo concedo, si se quieï I

re, pero en el principio y la tendencia, no. Es el esceso


como se dice, y por este solo, se viene á admitir con
dena; porque ¿de qué es este esceso sino de una misma
cosa? Apelo á todos los testimonios históricos y morales
de la época; apelo á Burke, que denunciaba desde el
principio «aquel espíritu ardiente de ateismo destilado
del alambique del infierno, que se halla en este mo
mento, decia, en un furioso hervor en Francia.»
Por lo demás , ¿se le quiere sorprender al introdu
cirse en el órden político y social? Abrase este decá
logo de la revolucion, la Declaracion de los derechos del
hombre, que no es mas que la abolicion de los derechos
de Dios, y se encontrará entre estos famosos principios
el siguiente, trasladado aquí del Contrato s0cial:——-Ar
tículo 6.—«La ley es la espresion de la VOLUNTAD gene

pueblos había dado fuerza, autoridad y sancion á la palabra humana.»


(La. Reuolucion, t. I, pág. 351852).
Tan cierto es que la abolicion del culto de Dios es LA REVOLUCIÓN
msm, y que la prosecucion de esta abolicion sanA ETERNAMENTE LA
maca sur-nana m: LA REVOLUCION FRANCESA.
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. 21
ral, » no ya del derecho, de la justicia, de la razon , de
las relaciones que resultan de la naturaleza de los seres,
cosas todas que no dependen de nosotros, aunque sí nos
otros de ellas; sino de la voluntad del hombre. Sé bien
que se ha dicho: de la voluntad GENERAL; mas por ser ge
neral, ¿deja de ser menos humana? El número, por gran
de que sea, ¿cambia la naturaleza de los seres á .que se
concreta? Esto es peor, por lo contrario. El despotismo
antiguo y la antigua tiranía, que jamás se hubieran
atrevido á ostentarse hasta este punto, eran por lo me
nos perccptibles , y era posible habérselas con ellos.
Pero ¿cómo habérselas con la voluntad general? Es una
abstraccion falaz que solo aprovecha á la voluntad par
ticular de los que la hacen manifestarse , y que bajo la
capa de esta absurda soberanía del número, se presta
á la mas espantosa tiranía que se haya visto jamás: la
tiranía anónima.
Hé aquí la Revolucion en su gérmen. No es en tales
ó cuales escesos, que debian fatal y rápidamente pro
venir de ella, donde es preciso reconoeerla con ese ca
rácter ateo que denunciamos; no es en la Convencion,
sino en la Constituyente misma, en i789.
¿Quién ignora, por otra parte, que la revolucion
francesa emanó de la filosofía del siglo XVIII, y que no
es mas que esta misma filosofía de rebelion y de im
piedad aplicada á los asuntos públicos?
Si se quiere apreciar su génesis, es preciso verla
herética en Lutero, filosófica en la Enciclopedia, 'política
en la Constituyente y social en la Internacional y enla
Commune de nuestros dias. En ellas se encuentra el
mismo espíritu de negacion y de rebelion trasformán
22 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
dose y agrandándose hasta causar una destruccion
completa.
Pero solamente se ha erigido en gobierno en Fran
cia y en i789, porque no ha existido tan solo en las
doctrinas y en las ideas, y porque por primera vez ha
tomado posesion de las cosas. Ha querido excluir de
ellas á Dios, y despues de sesenta siglos de adoracion,
dejar mal á esos oráculos de que hablan Suetonio y
Tacito, y que conferian para siempre el imperio del
mundo á su Redentor.
En vano se buscaría en los fastos de la humanidad
una tentativa semejante á esta; un sistema de gobierno
fundado en la independencia humana y en la rebelion,
no contra tal ó tal forma de la autoridad, sinó contra el
principio de la autoridad en su esencia, contra la natu
raleza y contra Dios.
La Revolucion francesa ha parecido sin embargo á
ciertos espíritus que debia hallar su garantía en un pre
cedente análogo verificado ciento cuarenta años antes;
la revolucion inglesa de i649. En efecto, aseméjanse
los dos dramas en sus principales escenas. ¿De donde
proviene, pues, la diferencia tan grande de sus desenla
ces? ¿De dónde proviene, que la primera revolucion sc
ha detenido tan. pronto y que la segunda se prosiga y
adquiera de continuo magnitud, y parezca que va á tra
gárselo todo? ¿En qué consiste que aqu.ella solo ha sido
una revolucion y esto es la Revolucion ?
Lo esplicaremos con una sola palabra; la revolucion
inglesa ha sido efecto del ‘fanatismo religioso; la Revo
lucion francesa ha sido efecto del fanatismo ateo.
No hay duda que se encuentran en la primera mu
CRITICA DEL ESTAÓO SIN DIOS. 23
chos rasgos de licencia y de anarquía, que han sido elo
cuentemente señalados por Bossuet, como consecuencias
del císma de Enrique VIII y de la rebelion contra la
Iglesia; pero estos rasgos se han producido interíormen:
te, si puedo esplicarme así, mientras que en Francia
han hecho esploxion esteríormente con respecto al prin
cipio religioso. La faccion dominante en Inglaterra era
la de los santos, cuyo jefe en Dios, era el inspirado Crom
well. Constituia una república teocrática cuyo Protector
era lugarteniente general de Dios, y la libertad era en
ella gerárquíca bajo la potestad única del cielo. Final
mente,_ de la pluma del mismo secretario de Cromwell y
del apologista del regicidio, salió ese religioso poema del
Paraíso perdido, donde esa potestad del Cielo se mues
tra tan atronadora y terrible contra el gran Apóstata
que se atreve á desafiarla. La rebelion anglicana rompió
muchos yugos; pero llevaba todavía el de D_ios que el
filosofismo francés, mas lógico y arrebatado, arrojó lejos
de sí (l). _ ‘ '
El rasgocomuu á entraníbas revoluciones, es que
en una y otra, cayó una testa coronada; pero, ¿quién
no vé‘que el abismo abierto debajo del cadalso de Luis XVI
debia ser mucho mas profundo que \el que se abrió por

(l) Háse dicho que Milton tornó los rasgos de su Satanás en los re—
volucionaríos ingleses. Así debe ser, porque la herejía era obra de Sa
tanás y lo llevaba en sí misma. Pero, ¿dónde tomó Milton los rayos y
los acentos divinos con que derriba y precipita á este? No los hubiera
encontrado verdaderamente en el espíritu de ateísmo á que oponía Bur
ke con tanta confianza el espíritu religioso de Inglaterra, y que Bos
suet, en el cuadro de la revolucion de ésta, solo deja entrever como un
resultado futuro de la líerejía. ‘
42 LA REVOLUCIONY EL ORDEN CRISTIANO.
un momento bajo el tajo de Cárlos _I, para volver á cer
rarse casi al punto?
Aquí cayó un rey; allí fue el Rey, la misma Monar
quía la que desapareció; el trono mismo, la institucion,
el poder, todo poder. ¿Y por qué? Porque la muerte de
Luis XVI fue la ejecucion en su persona, no de un indi
viduo, no de una raza, sino de un principio , del princi
pio social, religioso, divino; la ejecucion de Dios en efi-
gie en su representante; un deicidio, en cierto modo,
en un regicidio. El único crimen de Luis XVI fue el
de ser rey; y aun debemos añadir, rey cristiano; por
que no murió menos por la conciencia y por la té; y
de aquí proviene que conserva eternamente la aureola
de Rey Mártir. Puede decirse propiamentede esta muer
te con Shakespeare: «¿Hace un crimen que desaparez
ca la Magestad real? Pues en el sitio que ésta‘ ocupaba;
se abre un abismo espantoso, y todo cuanto la rodeaba
se precipita en él. (í).»
(í) Hamlet, acto III, escena VIII.
En su libro de la Revolucion, M. Edgardo Quinet ha escrito con
exactitud sobre Luis XVI, bajo este punto de vista. Bastaríamc citar "
estas tres palabras que resúmen mi idea: «El hombre se engrandeció;
mostróse el cristiano y fue perdido el príncipe.»
El desgraciado monarca no habia puesto límites á sus concesiones:
dos decretos le hallaron inflexible y le hicieron volver á entrar resuel
tamente en la gloriosa vía de su martirio: el uno (sobre el campamento
de veinte mil federados) contra el poder; el otro (sobre los sacerdotes.
injuramentados) contra la fe.—«Luis XVI, dice M. Quinet, acerca de
la jornada del 20 de junio, se negó á toda concesíon ante las picas:
ocho mil hombres armados y agolpados á su alrededor, y toda la elo
cuencia del carnicero Legendre, apoyado por esta comitiva, no pudie
ron obtener ni una promesa, ni una esperanza respecto de estos decre
tos. Nunca Luis XVI, fue mas rey que en este dia. Háse dicho siempre
que no hay espectáculo mas bello _que el de una alma que resiste á la
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. 25
Así, con él, cayeron y se abismaron toda clase de
superioridades y de consagraciones, no ya las modifica
bles en su forma ó en su temperamento, sino en su prin
cipio y en su esencia, cuando precisamente la revolu
cion se hizo en Inglaterra en beneficio de la aristocracia
y de la Iglesia establecida, saliendo de ella la monarquía
con menos poder, sin duda alguna, pero no con menos
respeto; respeto que produjo como se sabe, un luto na
cional que todavía dura por la víctima de White-Hall.
Hé aquí lo que hace distinguir la Revolucion fran
cesa, no solamente de larevolucion inglesa, sino de toda
revolucion anterior en la humanidad, y lo que hace de
ella, no una revolucion, sino la Revoluclon única y sin
igual, como siendo la rebelion impulsada hasta á Dios,

violencia del mundn. ¿Quien ha dado este espectáculo sinoos Luis XVI,
solo, sin otro amparo que cuatro granaderos en el alfeizar de una ven
tana, haciendo frente á un pueblo entero dispuesto á aniquilarle? O
solo son palabrasvanas lo que hemos repetido toda nuestra vida sobre
la magestad del alma en pugna con el mas fuerte, ó es preciso recono
cer que Luis XVI fue en aquel dia mas grande que toda aquella gente
desencadenado contra él y sin poder arrancarle una retractacion.»
Los historiadores revolucionarios han interpretado mal la calma y
tranquilidad aparente de Luis XVI, en las diversas escenas de su pasion,
juzgando por no sé qué apatía de temperamento, lo que era sublime
resignacion. M. Edgardo Quinet ha juzgado mejor que ‘.ellos: «No
puedo menos de creer, dice, que su piedad, que era sincera, le ayudaba
á conservar esa tranquilidad. Conocia su impotencia absoluta y se
ponía en manos del Rey de los reyes.»—Jesus autem tacebat.—«Jesu -
cristo tuvo sed, y bebió en la cruz. Para Luis XVI fue un nuevo crimen
dejar que se advirtiera por la muchedumbre que tenia hambre y sed.
Comió, y esto fue lo que menos se le perdonó... Jamás se ha visto tran
quilidad mayor en medio de tragedia mas grande; esa tranquilidad que
no se podía concebir, acrecentó el odio. ¿Era un sabio, ó un sacerdote?
El último hombre del pueblo puede aprender á bien morir de este rey.»
(T. l, p. 233, 277, 309).
‘¿6 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
y de la que debia provenir toda rebelion, y de toda re
belion toda servidumbre.
Montesquieu, de quien se puede decir lo que el mis
mo ha dicho de Tácito, «que lo abreviaba todo porque
lo veia todo, » la ha predicho y caracterizado en dos pa
labras: «De la‘idea que Dios no existe, ha dicho, se si
gue la idea de nuestra independencia, y de la idea de
‘nuestra independencia se sigue la de nuestra rebelion. »
Y así es en verdad.
La idea de Dios, es en efecto la que nos hace com-_
prender y aceptar la idea de nuestra dependencia , y por
consiguiente, de nuestra sumision en su primer princi
pio; y por esta idea se justifican y se regulan las demás
dependencias y sumisiones secundarias, por las cua
ies nos hallamos constituidos racionalmente en sociedad.
Estas no son en el fondo mas que la primera y única
dependencia en su objeto social. Por lo contrario, de la
idea de que Dios no existe, se sigue necesariamente la
idea de nuestra independencia; porque «¿quién es como
Dios?» ¿quién tiene derecho, si Dios no lo tiene? ¿á qué
se reduce la idea misma del derecho? elderechono sub
sistc si no tiene apoyo; ó masbien, se convierte en inde
pendencia y en rebelion contra quien quiera arrogárselo,
y la sociedad se ‘encuentra confundida por esa misma
idea de derecho que debia armonizarla.
Pero lo que Montesquieu, llevando su razonamiento
hasta un estremo, hubiera podido añadir, es, que así
como de la idea de que no existe Dios se sigue la idea de
nuestra independencia y de nuestra rebelion, así, de
nuestra rebelion se sigue fatalmente nuestra servidum
‘ bre. Porque siendo necesaria la sociedad, el espíritu de
CRlTlCA DEL ESTADO SIN DlOS. 27
rebelion tiene que habérselas con esa necesidad tiránica
para él ; ‘y entonces no quedan mas que dos alternativas,
ó la revindicacion anárquica de nuestra independencia,
y esto es «la servidumbre agitada; » ó su sacrificio, y es
la servidumbre encadenada.
Hé aquí la teoría de la Revolucion, que parte del
ateismo y va á parar á la servidumbre. Esta idea es la
mas lógica; hasta el punto de adivinarse actualmente su
principio por sus consecuencias, como Montesquieu indi
caba sus_consecuencias por su principio.
Creo haber dicho bastante para justificarme de haber
traido á juego y probado que existe la Revolucion. Ad
mírame haber tenido que hacerlo y tambien admiraraá
otros muchos. Pero tales son en el dia las guaridas del
_ error, que nunca se le opondrá suficiente luz.
Por lo demás, júzguese bien mi pensamiento y pón
gase cada cual en mi punto de vista y se verá, que no
trato de hacer recriminaciones volviendo sobre lo pasa
do, ni de averiguar las causas morales y el carácter pro
videncial de la Revolucion como instrumento de justicia
y de espiacion, lo que en nada disminuye su carácter‘
criminal. Ejerzo un derecho de defensa social; examino
el mal en sí mismo y en su curso, y digo: esto es así.
Y, cuando es suprema la crísis, añado que no compren
do que se quiera echar todavía velos sobre ella y que se
me censure «por decir en voz alta lo que pensamos muy
por lo bajo, mejor aun, lo que confesaníos en toda con- "
versacion en que se encuentran dos franceses que cono
cen la historia nacional y que se cuidan algun tanto de
los destinos futuros del pais, » para recordar el lenguaje
de la Revista de Ambos Mundos.
28 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
Es verdaderamente. estraño que cuando se muere el
enfermo, se quiera que seamos discretos, diciendo el
veneno que le mata, mas discretos que los que se lo han
administrado!

1V.

QUÉ 12s LO our: num: DEJARSE Á SALVO v L0 QUE ,mas comen.nuse EN Lo


our: s»: LLAMA nnvonncron.

¿Y por qué esta discrecion contra la evidencia y la


confesion unánime?
. Héla aquí; y ahora vamos á tocar al nudo de la
cuestion. ‘
—«Vuestra tésis es poco hábil. Atacando el año 89,
eerrais anticipadamente muchos oidos que deberíais
abrir. Casi toda la Francia se cree interesada en los
principios de l789 y pierde la cabeza cuando cree que
se les ataca, como vos mismodesconoceis la equidad‘
cuando creeis que se les defiende. Pocas son las gentes,
por 1o contrario, que han comprendido la tésis del Es
tado sin Dios, y no puede hacérseles mayor servicio que
diciéndoles que representan el año l789. Lejos pues de
tomar partido contra la Revolucion, tal como la entendeis,
os advierto, por lo contrario, que la haceis un servicio...
¿Para qué, cuando se quiere volver á conducir hácia Dios
á una sociedad que hace datar de l789 . la igualdad de
los impuestos, el derecho de ser admitido á toda clase
de empleos, y todas las reformas equitativas que provie
nen de estos dos puntos de partida? ¿para qué mantener
y agriar una perpétua mala inteligencia sobre este pun
to‘)... Quizá me equivoque, pero no me ciega en todo
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. 29
caso el afecto á la Revolucion , y solo tenemos que dis
cutir el modo mas ó menos eficaz de combatirla...»
Sabia bien que personas sensatas y de buena fé no
podian mostrarse favorables á la Revolucion, y me teu
go por feliz en reconocer que solo contienden conmigo
sobre quien la combatirá mejor. Sin embargo no lo hu
biera creido así despues de lo que me han obligado á
decir para justificarme por formarla un proceso, para pro
bar hasta que existe.
Pero en fin, sea así: figuremonos que somos dos
médicos igualmente enemigos del mal y que solamente
se trata de saber la receta que ha de propinarse.
No es esto quitar la importancia al asunto, porque
segun el modo de recctar, se puede matar ó salvaral
enfermo. Procedamos pues á su exámen.
Por mi parte, la receta que propino es la verdad. No
‘ es esto decir que desconozca el valor de la habilidad,
pero esto es dentro, no fuera de la verdad; delo contra
rio , solo engaña á los que hacen uso de ella. En el dia .
sobre todo, en que han madurado los tiempos, y en que
se ostenta por doquiera la verdad, ademas de que seria
una especie de impiedad privar de ella á los espíritus,
seria tambien entretenerse en juegos infantiles cuando
sube la marea. El mas hábil en el dia es el mas atrevido ‘
en lo verdadero.
¿Dícese que cierro muchos oidos respecto de la tésis
del Estado sin Dios, invocando el año i789? Pero si pre
cisamente es el año i789 el que cierra los oidos á esta
tésis, forzoso es atacarle. Preciso es destruir esa horri
ble eatarata que no solo impide que se muestre la ver
dad á los ojos, sino que hace que se la vea cabeza abajo.
30 LA REVOLUCION Y ORDEN CRISTIANO.
¿Se cree que se halla interesada la Francia en los
principios de l789 y que pierde la cabeza cuando cree
que se les ataca? Así es en Verdad y aun añadiré que
tiene razon la Francia. Pero la falta de razon estaria de
parte de aquellos que, en lugar de avisarla resuelta
mente de que se le propina un veneno, se lo dejaran
beber, cuando solamente lo bebe por estar mezclado
con miel.
Hay cosas que deberían, no obstante , hallarse fuera
de discusion entre gentes ilustradas y sinceras..He creido
que me bastaba esponerlas en cuatro páginas en mi pri
mer escrito, pero puesto que no ha tenido esto en cuenta
la preocupacion, insisto en ellas.
Dos cosas hay distintas ó mas bien enemigas en lo
que se llama l789.
l.° La Reforma: Entiendo por reforma, como mis
dignos adversarios , la transformaeion del antiguo régi
men, las reformas, los progresos las libertades de l789,
las que Francia tiene razon en mantener, que yo seria el
primero en defender, que reclamaria, si no existie
ran y cuya aplicacion y legítimo derecho deben prose
guirse. ‘
2.° La Revolucion. Entiendo por esta el espíritu de
independencia y de rebelion, de insurreccion y destruc
cion; el principio suversivo de l789, en una pala.bra,
que precipitó desde entonces á la Francia en la mas hor
rible anarquía, y que despues, siempre fecundo en re
voluciones y catástrofes, nos impeie actualmente á la
postrera. A esta, por mas que se diga, no se adhiere en
manera alguna la Francia.
He dicho que en l789 hay dos cosas, no solamente .
CRITICA DEL ESTADO SIN DlOS. 3k
distintas sino hostiles, aunque tanto hoy como entonces
se haya aparentado mezclarlas.
En prueba de ello, solo tendría que decir lo siguien
te: la Religion y la Monarquía estaban por la reforma; y
tenian contra sí la Revolucion.
Más celosa de destruir que de modificar, la Revolu
cion inaugurodesde entonces el procedimiento que la
caracteriza: el de curar la enfermedad con la muerte,
en vez de que Francia quería curarla con la regenera
cion y con la vida.
¿No es esto cierto?
Pero verdaderamente me dirijo á publicistas á quie
nes no habia creido deber dar lecciones de historia.
Luis XVI, indudablemente mas liberal y mas refor
mador antes de i789 que ninguno de los gobiernos re
volucionarios que se han sucedido lo han sido despues,
se habia ya anticipado á los deseos y votos de la Fran
cia (i); hasta tal punto, que. un espíritu independiente
en verdad, Juan Reynaud, ha deducido de aquí, que
nos sería mas conveniente hallamos todavía en vísperas
de 17 89 (Si). Se llega hasta preguntar si eran necesa
rios los Estados generales para bien de la libertad y de
todas las reformas con que se honra á la Revolucion, y

(l) «Todo esto se ha dicho cien veces, y no por eso se conseguirá


persuadir que Luis XVI haya sido el mejor de los reyes , y su reinado
la mejor época de nuestra historia.» L. de Lavergne, las Asambleas.
provinciales bajo Luis XVI, prólogo, pág. VII. ‘
—«El mejor modo de precisar las concesiones liberales de Luis XVI,
no es el de enumerar lo que este monarca concedia, sino el de investi
‘ gar lo que rehusaba á sus pueblos.» Leon de Poncins; Las Actas de 89,
página 287.
(2) Vida de rllerlin de Th‘ionville, pág. 132.
32 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
si no hubiera valido mas recibir estas ventajas de la
autoridad real _contra la soberanía del pueblo que las ha
hecho tan funestas, que no de esta soberanía contra
aquella autoridad. Pero no solamente es permitido ha
cer esta pregunta, sino que no es dudosa la contesta
‘cion afirmativa; y asi es necesario que sea para _que
M. de Tocqueville haya llegado á decir: «Me inclino á
creer que verificada por un des,pola la Revolución, nos
hubiera dejado tal vez menos mal dispuestos para llegar
á ser algun dia una nacion libre, que no verificada eu
nombre de la soberanía del pueblo y por éste (1).»
Luis XVI, que no era un déspota, y que tenia tan
buena fé en sus reformas que ‘jamás se arrepintió de
ellas, aun en los tiempos mas desfavorables, convidó á
la Francia á emitir libremente sus votos, á espresar sus
deseos y á realizarlos en los Estados generales. El
mismo soberano dió y practicó, cual nunca lo fueron,
la libertad de la prensa y de reunion y la libertad elec
toral (2). De este libre trabajo salieron desde luego las
Actas ó poderes conferidos á los diputados. Estas Actas
o poderes, que contenian los deseos y votos de la na
cion, representan la Francia misma de esta época, la
verdadera Francia de i789.
«Cuando me vence elcansancio y se me cae la
o

(1) El Antiguo Régimen y la Revolucion, pág. 276.


(2) Jamás se ha visto en efecto, posteriormente, lo que entonces se
víó; intendentes, prevostes (prefectos y alcaldes) abandonar su provín- ‘
cía ó vivir retirados en ellas, por temor de que la presencia de un fun
cionario nombrado por cl rey coartara la libertad de las delibera
ciones y de los sufragios. Por otra parte, se dejó quebrantar las con- ‘
dícíones electorales de edad, de domicilio y hasta de sexo; llegando á
resultar el sufragio universal, ó mas bien el su1ragio familiar.
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. 33

pluma de las manos, dice M. Edgardo Quinet, vuelvo a.


leer_estas Actas de i789, y veo en ellas cuanto bello y
verdaderamente noble puso la naturaleza originaria
mente en el alma de losfranceses. Desearía que se hi
ciera una nueva coleccion de estos votos. Los franceses
compararian 1o que han llegado á ser con 1o que habian
prometido ser. ¡Cómo se admirarían de ello! Si alguna
vez se suscítara una regeneracion verdadera, seria pre
ciso principiar por estos monumentos, que deberían
constituir el manual de todo amigo de la libertad. »
Vése,»en efecto, que movidos por un mismo senti
miento que partia del alma del monarca y se dirigía a
la nación, y que volvia del alma de la nacion al mo
narca, todos los órdenes rívalizan en sacrificios en esta
reforma comun que los funde en una misma sociedad.
¡Cuántos votos que hoy aparecerían demagógicos,
cmanaban de la nobleza y del clero! Un amor verda
dero de las clases inferiores no deja al Tercer Estado
el cuidado de desear 1o mas mínimo. No solamente es
el impuesto igual, sino que hasta el privilegio se con
vierte en beneficio del pobre, en el impuesto propor
cional y progresivo. ¿Y la enseñanza? El Tercer Estado
habla poco de ella; la nobleza se ocupa algo mas: pero
sobre todo, el clero es quien, en nombre de la moral,
de la'cívilizacion y de la patria, solicita el estableci
miento en todas las parroquias del reino, de una ense
ñanza gmtuita. Todas las libertades políticas: monar
quía constitucional, reuniones periódicas, leyes hechas
por la nacion y sancionadas por el rey, la nacion
sola votando el impuesto, descentralizaeion y libertades
provinciales; —-todas las libertades civiles: la igualdad
3
34 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
de todos ante la ley, la unidad de legislacion , la su
presion de la jurisdiccion de los intendentes, la liber
tad de defensa, la publicidad en los tribunales, la initi
gacion de las penas, la admision de todos á los empleos
públicos, la abolicion de los restos de los derechos feu
dales, la libertad religiosa; no hay uno solo de los nue-.
vos principios que no se halle, casi en los mismos tér
minos, establecido respecto del sacerdote, del noble o
del plebeyo de .l789 (l).
No necesitaba recordar esto,
Pero creo que debo fijar la atencion sobre lo si
guiente: ‘
Que respecto de todos estos votos y deseos, la na
cion no presiente obstáculo ni negativa alguna, y
no toma precauciones contra las dificultades que pu
dieran surgir. ¡Tanta es la confianza que abriga! _
Que esta confianza fue anticipada por la monarquía,
y que se habla en ella de la may or parte de las refor
mas, especialmente de la supresion de los privilegios,
no como de una cosa que hay que hacer, sino como de
una cosa que está ya hecha;
Que la reforma deberá verificarse por medio de una
modiíicacion profunda, sin duda, y en manera alguna
por medio de la destruccion.
Finalmente, y sobre todo , que «todos los poderes
generales se resumen en estas palabras: CONCILIAR LA
(í) Quinet, La Revolucion._—Tocqueville, El Antiguo Régimen y
la IIcgública.—Lavergne, Las Asambleas provinciales en tiempo
de Luis XVI.—Lucay, Las Asambleas provinciales en tiempo de
Luis XVI, y las divisiones administrativas de 1789.—Raudot, La
Francia antes de i789.—Leon de Poncins , Las Actas de 1789. —Fa
lloux, Luis .Ïí"I.-—Droz, Historia de Luis X VI.
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. 35
LIBERTAD NUEVA CON EL cAroucrsaro v LA ANTIGUA aroma.
QUíA.»—l\/I. Edgardo Quinet, es quien pone de relieve
este carácter condicional de los votos de la Francia (l).
He dicho que respecto de todos estos votos, la na
cion no toma precaucion alguna, y me he equivocado,
pues las toma de muy alto y muy esplícitas. Pero ¿con
tra quién? ¿Contra la monarquía?—No: contra la Revo
lucion.—«Reunidos, dice, por el genio bienhechor del
monarca, poseidos de un profundo sentimiento por la
felicidad de todo un pueblo, los diputados de todos los
órdenes, hijos de la misma familia y en derredor de su
padre, lzuirán con horror de ese espíritu de vértigo y de
fermentacion, que ha derramado ya la sangre de los
ciudadanos. Reconocerán que seria insensato comprar
los bienes á que aspiramos con males mayores que los
que hemos sufrido, y entregaran á la indignacion y á
la maldicion públicas á esos hombres feroces á quienes
su carácter induce á, arrancar por medio de la fuerza y
de la violencia lo que pueden obtener con la razon y la
dulzura, y que se atreverian á llevar la tea de la dis
cordia al santuario de la patria y de la paz... El Tercer
Estado desea y exige que sus diputados se acuerden de
que no son enviados á tratar con enemigos cuya auda
cia y orgullo deban desafiar, sino con ciudadanos, con
quienes deben procurar la felicidad y la paz de la na
cion. Que si con su prudencia, su sabiduría y su valor
contribuyen á la dicha de todos, se verán cubiertos de
gloria y de bendiciones; mas si por lo contrario, _ la im
prudencia, la pasion ó el interés particular consiguen

’ (.1) La Hcvolucíon, n. I, pág. ise.


36 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
inducirles á comprometer ó á sacrificar los intereses
comunes, les aguardan á su regreso la infamacion y el
oprobio _(i).
He aquí la reforma, bastante distinta segun se ve,
ó mas bien bastante enemiga de la Revolucion, para que,
despues de todos los males que esta nos ha causado y de
todos los males con quefinos amenaza en la hora presente,
tengamos derecho de lanzar contra ella esa maldicion
con que la amenazaban nuestros padres en i789.
La Revolucion no tardó en efecto, en justificar estos
‘ temores y en llegar á ser la mas fatal enemiga de la
reforma, haciéndola obrar contra. todos los principios .
que constituyen su condicion principal.
¿Qué vino á hacer desde luego y que es lo quese
llama conquistas de i789, si no es derribar puertas que
estaban abiertas y llevar la tea de la discordia al seno de
la patria y de la-paz? ‘
Ella misma conviene actualmente en esto. Sí, con
viene en ello , contra los meticulosos que nos censuran
por acusarla. «Supóugase, dice ella, por medio de la
pluma de sus hierofantes, que la Francia solo se hu
biera propuesto lo que ha obtenido, es claro que hubie
ra sido necesaria la revolucion... Todo era fácil, todo se
realizaba por sí, con tal de que no se tocara á la religion
y al poder. Las cosas, los sitios, los recuerdos, los inte
reses, los privilegios , las afinidades y las hostilidades de
raza, todo cedia. La revolucion estaba hecha... Pero el
dia en que se quiso la libertad política (?) todo cambió
y no parecía sino que era preciso haberselas con lo im

(l) Tercer Estado de Chateau-Thierry.


CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. 37
posible. Entonces se formaron aquellas borrascas_ y
tempestades, y parecía que todo se insurreccionaba con
tra la naturaleza de las cosas (l). »
El enigma consiste en estas palabras: libertad poli
tica. Estas palabras, en la pluma de la revolucion, no tie
nen el sentido que todos las atribuimos, el sentido de li
bertades constitucionales parlamentarias, y otras de esta
clase que la monarquía no ha disputado y que la revolu
cion desdeñaficomo siendo únicamente lo que ha obtenido
la Francia. La'palabra libertad en todo labio revoluciona
rio significaïindependencia, rebelion, abolieion del poder,
cualquiera que sea, abolieion de la religion que es el
principio de todo poder, y como no podría haber libertad
ni aun sociedad sin poder y sin religion , abolieion im
plícita de toda libertad y de toda sociedad. ¡Seguramen
te que esto es. haberselas con lo imposible é hsarreccio
narse contra la naturaleza de las casas!
He aquí lo que es la Revolucion, en oposicion á las
reformas de l789, y esto por su confesion propia.
Esta es su última palabra, asi como fue tambien su
palabra primera. Desde el primer dia, se desentendió de
los poderes conferidos á los diputados. Si solo habeis ve
nido para esto no tienes mas que dejarlos en vuestros
bancos y regresar á vuestras provincias , dijo ella á los
sencillos diputados de la Francia. Y como toda la Asam
blea se ballase inflamada de patriotico entusiasmo y de
justo reconocimiento hácia el Rey, para proclamarlo
EL nnsmunAoon mr. LAS LIBERTADES NACIONALES, la Revolu
cion se levantó contra este noble movimiento‘ y desen

(l) Edgardo Quinet, La Revoluciont. I. p. 62, ‘123.


38 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
mascaró su rostro con estas palabras de Mirabeau: «Esto
es mucho mas de lo que podiamos esperar y puede salvar
á la patria, pero nos proviene de un rey, y no queremos
nada de los reyes. » _
Esto es claro hasta el cinismo. Es lo que llamaba
Sicyes: cortar el cable; palabra siniestra, que ha repetido
en nuestros dias la Revolucion, y que resume lo que fue
siempre su único objeto; entregar la Francia á las bor
ruscas y á los ‘naufragios para avalanzarse sobre sus
restos.
Sabidas son las consecuencias de esto: la soberanía
del pueblo, la toma de la ‘Bastilla, la declaracion de los
derechos del hombre; los atentados contra la monarquía
en Versalles de donde fue llevada cautiva á París, y
todas aquellas mociones, todos aquellos decretos, que
violando la voluntad de la Francia, ocasionaron la caida
del trono y de la religion.
No hay duda que se hizo en el seno de la Asamblea
constituyente un esfuerzo generoso para organizar la
reforma, luchando contra la Revolucion. Allí se vió por
algun tiempo á los dos principios en frente uno de otro.
Pero el movimiento dominador fue de la Revolueion, cuyo
carro pasó bien presto por encima de los constitucionales,
arrastrando en pos de si la libertad, cayendo en el terror,
anecrando la Francia en sangre , y en lugar de esta her
mosa nacion, tal como sc nos aparece en las actas y po
deres de los diputados, noble , generosa , sumisa y alti
Va, que adquiria un regular impulso háeia la libertad á
que ya tocaba, sin romper con los principios eternos que
son su contrapeso , formándonos la nacion que hoy tene
mos, á saber, sin Dios ,.sín rey, sin forma, dejándose
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS; 39
conducir por toda clase de mentiras á todo génerode
servidumbres, no teniendo ya energía sino para desgar
rarse ó para gozar, y para causarse miedo ó disgusto
á si misma, y careciendo de tal manera de espíritu públi
co y de vida nacional, que á pesar de todos los males que
ha sufrido, su suprema ambicion es volver al despotismo
para descargarse en él de la existencia y libertad que le
resta (l).

(l) En una notable página titulada Caídas y contradicciones, que


le na valido las mas duras censuras de su partido á M. Egardo Quinet,
en quien debe apreciarse una sinceridad nada comun en servicio de un
juicio estraño y de una causa detestable, ha consignado, de esta suerte,
en su punto de vista , la bancarrota de la revolucion francesa. «Hoy
hace 75 años que proclamó la revolucion francesa la libertad con los
derechos del hombre. Para conquistarla se han vertido torrentes de
sangre por toda Europa. Asambleas inmortales han aclamado, fortifi
eado, constituido, uno en pos de otro, esos derechos nuevos. Dos mi
llones de hombres han muerto por esta causa, y en su defensa se han
empleado toda la energía y el poder que encierra la naturaleza huma
na. Nunca se verá en la muchedumbre mas abnegacion ni mas virtudes
públicas. Nada ha faltado de lo que conduce á buen término los negocios
humanos: oradores, capitanes, magistrados. Todo el mundo ha prodi
gado cuanto poseía; las madres han dado sus hijos, los líijos han dado
su sangre, su vida. Tampoco ha faltado la victoria, porque cuantos han
atacado esta revolucion, han perecido sin lograr conmoverla. Y apesar
de estas victorias acumuladas en lo interior y en lo esterior del reino;
á pesar de que estas inmensas asambleas han pasado con el ruido que
mueve el poder, el génio y la gloria; despnes de este estrépito de una
sociedad que cae y de otra sociedad que se levanta, si dirijo los ojos en
torno mio, para ver el resultado político de tantos esfuerzos magnáni
mos; si busco el eco vivo de tantas palabras inflamadas, de tantas acla
¡naciones triunfales; si me vuelvo á contemplar á placer las libertades
adquiridas por tantos trabajos gigantescos; si trato de medir lo que ha
crecido el árbol, despues de haber visto sembrar la semilla en el surco,
si... pero no, no concluye; la pluma se me cae de las manos.» La Ite
vulucion, t. l, p. 142.
¿Y cuál es la causa de este gran aborto? ¿No seria que atacando los
40 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.

V.

QUE ns LO QUE consmvvn EL PRESTIGIO m: LA REVOLUCION.——DOS 89 ASO


cmoos Y OPUESTOSu-ESPLICACION DEL ENIGMA.

¿Y como, por medio de qué prestigio, de que male


ficio ha conseguido la Revolucion arrojar así, una suerte
funesta en Francia, empujándola todavía, despues de
ochenta años de caidas y de envilecimiento, á los últi
mos abismos?
¡Ah! por aquello mismo que no permite todavía de
sesperar de la Francia, si consiguen desengañarla sus
desgracias: por el sentimiento del derecho, de lo justo, de
lo verdadero y de lo bueno, que se ha vuelto ó dirigido
en contra del derecho, de lo justo, de lo verdadero y de
lo bueno mismos; puesto que de otra suerte, no podria
estraviarseá la Francia; y que es aun en todas sus humi
llaciones, una señal indeleble de su nobleza, que cuantos
la pierden solo lo consiguen por medio de la mentira,
quedando en su consecuencia manchados por el uso
de esta. ‘
La Revolucion es la gran mentira. Mirese bien á
cuantos proceden de ella y se les reconocerá en esta se
ñal que es á la vez su único recurso, al propio tiempo
que su castigo.
principios eternos de toda sociedad, al poder, á Dios mismo , al Dios
término de la edad media, ha tenido que habérselas la revolucion con
lo imposible y se ha insurreccionado contra las cosas? De ningun
modo. Todo ‘lo contrario ; es porque no ha emprendido con bastante
resolucion esta guerra y porque no _la ha llevado hasta la última aboli
cion... He aquí la esplicacion del libro de M. Quinet y de la revolucion
en la hora en que nos hallamos.
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. 41
Ya en sus doctores del siglo XVIII y en su patriarca
Voltaire, no solo se practicó este procedimiento sino que
.se profesó cínicamente. Entonces consistia en erigírse en
_ apostol de la tolerancia, de la justicia social y de la hu
manidad; porque, habiendo llegado á madurar por me
dio del progreso del cristianismo en las costumbres,
estas máximas, iban á ser aplicadas‘, y convenia á la
impiedad tomar la delantera, para arrebatar este ho
nor al cristianismo. Rousseau, denunció este robo, en
uno de sus momentos lúcidos de verdad: «No sé por
qué, dice, se quiere atribuir al progreso de la filosofía la
bella moral de nuestros libros. Esta moral tomada del
Evangelio era cristiana antes de ser filosófica. El Evang-c
lío es siempre firme y constante, siempre verdadero,
siempre único y siempre semejante á sí mismo.» Pala
bras sumamente exactas. Y en efecto, no tan solo está
saCada del Evanglio esta moral social, sino que no se
encuentra en su verdadero centro , en su propia casa, di
gámoslo así, sino es en el Evangelio, siempre semejante á
sí mismo, en el que los dogmas, los preceptos y los ejem
plos constituyen, con esta moral, un solo conjunto que se
apoya mutuamente, y de que no puede separarsela sin
falsearla. Así se nos presenta en todos los doctores y los
moralistas cristianos que durante diez y ocho siglos no
habian cesado de predicarla, y á quien se debia, ademas
de sus aplicaciones privadas, este progreso que la hizo
madurar en las ‘costumbres.
Pero al. atribuirsela, cl filosofismo no incurría en una
simple falsedad, si me es permitido hablar así; lo que
constituyó una mentira duple, odiosa y monstruosa, fue.
el volver ó dirigir aquella moral contra él mismo Evan
.42 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
gelio, el minar el dogma por la trinchera de la moral,
el oponer el fruto al árbol, é ingertar en el ateismo ese
fruto de savia tan divina, puesto que habiaemanado de
la sangre de un Dios.
No por esto debia ser menos fecundo; porque 1o que
es de Dios conserva siempre toda su fuerza, pero 1o que
depende solo del poder del hombre, debia convertirse
de fruto de vida en fruto de muerte.
Esto es 10 que sucedió, al pasar del órden de las doc
trinas y de las ideas al de 1os acontecimientos y de los
hechos.
Sin embargo, la Providencia deparó entonces á la
Francia un medio supremo de salvacion , cuyo rechazo
fue el crimen propio y constituyó lajmentira particular,
la gran mentira de la Revolucion francesa.
Si la Revolueion hubiera estallado en el reinado de
Luis XV la ilusion revolucionaria hubiera podido ser
exeusable. Pero, además de que la Francia entera no
estaba tan gangrenada como sus jefes, Dios suscitó un
rey sacado expresamente de los tesoros de su sabiduría
y de su bondad, para purgar la moral social del veneno
de la impiedad , para recohrarla de la licencia, y para
volver á reeoneiliarla con los principios eternos sin los
cuales solo se realiza para el mal. Luis XVI fue este rey
liberal, cristiano, gran político por honradez, que con
cedió ampliamente á la Francia todas las reformas civi
les y políticas que podia desear, y que hizo brillar sobre
ella una aurora de libertad, cuyo brillo es la vergüenza
de toda clase de régimen revolucionario que la ha con
vertido en horrasca. No diré yo, como ha insinuado M. de
Tocquevílle, que le faltó á esta obra de libertad el que
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. 43
se verificara despóticamente; pero diré que le faltó lo
que mas reclamaba, y lo que le habia rehusado entera
mente la naturaleza: el ascendiente, la resolución. Pero
la Revolucion, que hubiera tomado pretesto de ello para
negarla, no es menos culpable, y al condenar a Luis XVI
á la gloria del martirio, se condenó á si misma á la ig
nominia de la mentira. ‘
Hoy ha vuelto á emprender por cuenta propia el
juego de la filosofía del siglo XVIII, pero que hoy aparece
mas tosco á la luz de sinceridad ¿que hubiera debido
frustrarlo. Háse arrogado las reformas de i789, ella que
apareció declarando que no las quería de manos de un
rey, sino de la voluntad de la Francia misma. Ella ha
reclamado estas reformas que no ha cesado de calificar
de conquistas suyas, mas para formarse con ellas una
arma destructora contra las condiciones vitales de toda
reforma, contra los primeros principios de todo órden
político y social. Ha consagrado las mas atroces de las
tiranías con el nombre de Libertad, la omnipotencia de
la canalla con el nombre de Igualdad y el fratricidio mis
‘ mo con el nombre de Fraternidad. Ha ahogado la liber
tad en la sangre de su nodriza y ha ¡techo cocer el cabri
tillo en la leche de su madre. _
Y este juego lo está prosiguiendo durante ochenta
años. En nuestros días se presenta siempre como revin
dicadora de la libertad. Con este nombre sagrado es co
mo vende la patria , incendia las ciudades, profana
nuestros altares, amenaza nuestros hogares, nos arran
ca nuestros hijos, disputa en el umbral religioso de
nuestros allegados hasta nuestros cadáveres.
Esto es suficiente para demostrar que se vale del
44 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
juego de la Revolucion, de los que le dejan ponerse la
máscara de las reformas del 89, ó de los que se la ar
rancan.
No puede pues decirse que no entra en la cuestion ó
en el asunto de que tratamos el año 89, y que es un ana
cronismo eomprenderlo en ella. El año 89 es precisa
mente lo que constituye la cuestion. Todos la promueven,
todos la agitan con una fatal equivocacion. Es para nos
otros la túnica envenenada de Neso, que es preciso ar
rancarnos á costa de nuestra misma carne, sino queremos
que nos consuma enteramente. Los años i789 y i875
se correlaeionan. Al través de todas las revoluciones que
los separan, un rasgo funesto los enlaza, diré mas, los
estrecha ;‘ la Revolucion; y los estrecha en razon misma
de esas revoluciones, que solo son las crisis crecientes, y
la mayor de las cuales se halla en vísperas de estallar.
El año 89 es el enigma de la esfinge que no cesará de
devorarnos mientras nosotros no nos hayamos apode
rado de su secreto. Abandonarle i789 es dejarle el
beneficio de las reformas y de los progresos pertenecien
tes á esta fecha, de donde toma pretesto para ímputarnos .
que somos sus enemigos , y para querer restablecer el
antiguo régimen. Revindicar 89 es faltar y mentir res
pecto de nuestras convicciones y uncírnos nosotros mís
mos al carro de la Revolucion. ¿Cómo salir de esta opre
sora alternativa?
Hélo aquí.
El año i789 se presta sumamente á la ambigüedad,
y de aquí parten todas las equivocaciones que dividen
aun á los mejores. Esto consiste en que 89 es duple. Es
como Jano, bifronte; tiene dos caras; dos caras conformes
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. 45
por una misma fecha, pero opuestas por el antagonismo
de los dos principios que han luchado entre sí. Estos dos
principios no son el antiguo y el nuevo régimen, no, mil
veces; el antiguo régimen estaba abolido, por el moví
miento espontáneo y unánime de todos, antes de esta
llar la revolucion. Estos dos principios, estos dos 89
opuestos, son el 89 de Luis XVI y de los lpoderes
de los diputados, de todas las reformas y de todas las
libertades civiles , políticas y nacionales que abrían
á Francia un porvenir lleno de grandeza; y el 89 nefas
to de la Revolucion que, celosa al verse quitar el ceho
con que encubria sus detestables designios, estalló en
forma de rebelion y en destruccion, emponzoñando todas
estas reformas y estas libertades, y haciéndolos falaces,
de verdaderas que eran antes.
Hé aquí la esplicacion del enigma, y como ha des
aparecido toda ambigüedad.
Lejos pues de conservar este y de dejar que se apro
veche de él la revolucion, no se debe cesar de hacerla
desaparecer. Es preciso oponer el verdadero 89 ‘al fal
so 89, la sinceridad á la mentira, la libertad á la revo
lucion. Cada vez que esta quiera cubrirse con las con
quistas de 89, y que nos impute que tratamos de volver
al nuevo régimen, á los diezmos, á la servidumbre feu
dal, á las cartas ú órdenes reales; es preciso decirle cara
á cara: Mientes, y ahí está la historia para confundirte.
Tú no has conquistado nada, todo estaba ya adquirido:
pero tú has confiscado esas mismas libertades que dices
_conquistaste y que no cesas de querer arrebatarnos. El
antiguo régimen no existia, y somos nosotros, antes que
tú, quienes le hemos puesto término; es el mismo quien
46 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
se ha inmolado patrióticamente. Tú has venido tan solo
á restableeerlo con mayor esceso, á imponernos la anti
gua tiranía, con todo su séquito de confiscaciones y de
proscripciones, de tribunos impuros y de plebe sanguí
naria, yendo á parar á su Divinidad Cesárea. ¿Qué diez
‘ mos, qué servidumbre, qué cartas órdenes equivaldran
nunca á las con que tú nos has abrumado, y para colmo
de ultrajes con el nombre de Libertad? ¡La libertad!
¡ah! en su nombre precisamente es como la rechazamos,
tanto como en el nombre de Dios , de que es ella hija.
Déjanos volver á ser un pueblo libre, que se honra con
honrar á Dios. Cesa de hacer de nosotros esc pueblo
apóstata del cual se ha dicho :_

Pueblo cobarde , nacido


Para la vil servidumbre
Atrevido contra Dios solo...

Creo haber tratado una vez por todas la cuestion de


la Revolucion.

Yl.

EL LIBERALISMOZ RESERVAS Y DISTlNCIONESw-EL LIBERALISMO POLÍTICO

Y EL LIBERALISMO DOGNÁTICO.

Queda una crítica postrera; la crítica, lo confieso,


que mas me embarazará, porque sus autores cubren para
mi el asunto con todos derechos que tienen á mi respe
tuosa estimacion, y muchos á un antiguo afecto. Tengo
además la desventaja de que no se hallan todavía for
madas las ideas sobre este particular, de que el error so- ‘
bre él es inconsciente, animado, con frecuencia, del
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. 47
mejor celo y de que en general se desconoce su impor
tancia.
Por esto mismo es por 1o que creo que debo volver
á tratar de este punto. Me refiero al liberalismo.
Háme afectado, debo confesarlo, desde luego, la mo
deraeion y casi la abnegacion que he encontrado en
aquellos mismos que podian creerse mas aludidos; debo
rendir homenaje á su amor por la verdad, más aun
que á la manera como se la‘ he presentado.
Esta es una razon más para mí de satisfacer el sen
timiento que se han limitado á espresar, de que yo no
haya templado el rigor de mi tesis con algunas reser
vas y distinciones.
Pero antes debo descartarme de una escepcion que
otros me han opuesto.
«Beservemos nuestras buenas hojas de acero, me
han dicho, para 10s Partos y los Persas: los ilogismos
de los cristianos de buena fé no nos matarán.»
Me tomo la libertad de pensar de distinto modo:
creo que los Griegos, aunque fuesen Arístides, son mas
funestos para nosotros que los Partes; y que si ha de
perecer la Francia, no será lacausa solamente los crí
menes de los malvados, sino tambien, y sobre todo, el
mal que han ¡techo los buenos.
' «Salvadnos, Señor, » dice el Oráculo sagrado.—
¿Y por qué? ¿Acaso porque han prevaleeido los malos,
porque han sido trastornadas las verdadesïh-No, sino
«porque han [logueado los buenos, porque se han disnii
nuido las verdades »

(l) Salmo XI, l.


48 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
¡J úzguese de la trascendencia del liberalismo, en sus
mejores y mas nobles intenciones, por todos los esfuer
zos que he tenido que hacer contra él para justificarme
de haber instruido un proceso á la Revolucion! El la
execra como yo, y al mismo tiempo toma el partido
de guardar con ella contemplaciones hasta el punto de
disimular ó encubrir su existencia.
Pero en fin, ¿qué es el liberalismo?
El primer peligro que ofrece esta denominacion es
el de ser vaga, compleja, y el de poder abrigar toda
clase de pretensiones. ¿No se le ha visto en su origen
en Francia, bajo la Restauracion, cubrir la repugnante
amalgama del bonapartismo, del orleanismo y del jaco
binismo? ¿Cuántos honrados liberales de nuestros dias
‘ . lo hubieran tomado entonces por injuria?
Sin embar g o a hánse a P roximado á él oco ó oco,
rimeramente or táctica; des P nes or com osíciou,
finalmente or conviccion, han concluido, ba o el I‘m
J .

perio, por llamarse en voz alta liberales, en oposicion


al cesarísmo.
¿Es, pues, el liberalismo solamente una visera que
se levanta ó se baja segun‘‘es el adversario que hay
enfrente? _
Sin embargo, pueden distinguirse dos especies de
liberalismo, y aquí es donde espero satisfacer toda pre
tension legítima, manteniendo nó obstante, los dere
chos y los intereses sagrados de la verdad.
Existe el liberalismo político y el liberalismo dog
mático.
El 'liberalismo político es aquel que tiene por objeto
la revindicacion y la defensa de las libertades civiles y
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. 49
de las °libertades públicas necesarias para su ejercicio,
contra toda usurpacion ó todo escamotaje, sin perjui
cio del órden y por las vías legales y constitucionales
del país.
En este sentido soy liberal, y me daría este nom
bre si las cosas no hubieran envenenado las palabras
cn nuestros desgraciados tiempos, y si el mejor de to
dos los liberalísmos no fuese el liberalismo práctico,
quc_no necesita esponerse.
En cuanto al liberalismo dogmático, es otra cosa
que cl liberalismo político, aunque al fin le haya pene
trado. Para valerme de una palabra que se ha aplicado
primeramente á éste, pero que se ha estendido de
aquí al órden moral y aun al religioso, es el libera
lismo de fusion. ‘
Atcniéndonos solo á su carácter general, diremos,
que se propone la admísion de los principios diversos
y frecuentemente opuestos que se disputan en el dia el
mundo para tenerel derecho comun de manifestarse.
Es la libertad para todo y para todos, para el mal, con
igual título que para el bien; la libre concurrencia de
las opiniones y de las doctrinas, cualesquiera que sean,
en la arena dela discusion y de la propaganda} y su
libre accion en las inteligencias y en las almas. Es
en su consecuencia, la abstencion completa del Esta
do en el órden doctrinal y moral, y la justificacion
del Estado sin Dios. ‘
‘Ya hemos juzgado este liberalismo en nuestro pri
mer escrito, y no tenemos que volver á tratar de él.
Distinguiremos sin embargo, sobre este particular,
‘lo que puede ser efecto de necesidad y de tolerancia
4
50 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
forzosa, en variable medida , segun las circunstancias,
y que se ha llamado la hipótesis, de lo que el libera
lismo de que hablo quiere erigir en tésís y en dogma
liberal.
Este dogma liberal es el que hemos tratado de re
probar, en su pretension de querer reconciliar la Roca
de la verdad con las olas del error que la combaten,
mas aun, con el Espíritu de tempestad que las encrespa.
Los allegados honrados de este liberalismo son sus
primeras víctimas; porque en la práctica no les ofrece,
ni aun para el bien, esa igualdad de ventajas que no
tienen derecho de reconocer en el mal, y que él hace
degenerar constantemente en favor y en licencia en be
nefieio de éste. De aquí la situacion falsa y contradic
toria en que se encuentran á cada instante entre su
honradez y su doctrina, invocando ésta con riesgo de
aquella, y viendo á aquella sublevarse contra ésta. Pero
no por eso se sostienen menos firmes á pesar de su
apego revolucionario.
De aquí tambien su sensibilidad con respectoá la
Revolucion; sensibilidad que testifica su alianza, cons
ciente ó no, con ella, no obstante defenderse de la mis
ma, á la manera que esos matrimonios de la mano iz
quierdaque se hacen fuera de ocasion, y que no se
atreven á declarar sus contrayentes.
El espíritu revolucionario ha tomado los mas bellos
nombres de nuestra lengua, y los ha pervertido al apro
piárselos. ¡LIBERALIDAD, GENEROSIDADÏ ¡qué palabras mas
bellas! Sí; pero ser liberal y generoso á costa dela
verdad y en beneficio del error; á costa del bien y en
favor del mal,‘ es serlo á la manera de un necio y en.
CRlTlCA DEL ESTADO sm mos. 51
perjuicio público. Y en todo caso, .es serlo falsamente,
. cualquiera que sea la buena intencion que haya; porque
la libertad del mal es mortífera de la verdadera libertad;
todo lo que se le concede, propende á opresion, y la
liberalidad política no tiene mas funesto enemigo que
ese liberalismo dogmático que es su falsificacion. El li
beralismo tiene un sonido falso como una moneda de
mala ley; la Revolucion 1o ha falsificado mezclando á él
su liga y acuñándolo con su efigie. .
Sépase pues, bien, que al desmonetizarlo, lejos de
querer desfavorecer la revindicacion y la defensa delas
libertades civiles y políticas, trato porlo contrario, de
librarlas de un funesto compromiso. 'l‘rato de realzar,
en su bella solidaridad, para oponerla á toda tiranía,
aquella hermosa divisa de todo corazon verdaderamente
libre. ¡Dios Y LIBERTAD!
Creo haber esplicado bastante mi pensamiento so
bre este punto, para volver á entrar y permanecer en
mi línea de ataque contra el liberalismo así definido.
. Sé que todavía quedan funestas preocupaciones so:
bre el sistema que hay ‘que seguir, para fundar, entre
tantas susceptibilidades y prevenciones, un régimen
que satisfaga el verdadero liberalismo, corrigiendo el
malo; tanto es lo que se ha infiltrado éste en nuestras
costumbres y confundidosecon aquel. Este es el falso
espíritu moderno de‘ que estamos á un tiempo mismo
tan enfermos y tan celosos. Pero de esto trataremos
más adelante, cuando hablemos de los medios que hay
de salvacíovi. No puedo decirlo todo de una vez, y he
contraido un compromiso bastante importante para que
no se me permita escalonar en él los vencimientos y no
52 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO. .

sc me conceda algun crédito. Desde luego, y ante to


dp, salvcrnos los principios. ‘

' vn.
LA POLÍTICA DE LOS PRINCIPIOS ES LA VERDADERA POLÍTICA PRÁCTICA

DE ESTE TIEMPO.

Bien sé que esto mismo no es del gusto de todos,


lo cual me obliga, al terminar esta parte crítica, á jus
tificar esta apelacion á los principios contra la censura
que se mc ha dirigido, de propender por la teoría y de
no ser bastante práctico. ‘
En efecto, á los ojos de ciertas inteligencias de
buena fé, pero que se llaman políticas, porque son su
perficiales, es una falta ver las cosas bajo un punto de
vista algo elevado, ó profundizarlas por poco que sea
para sondear sus causas. La política al ras de la tierra,
‘ó día por día, aun en la-situacion mas formidable, es
como un matorral en el que se lisonjean con una con.
fianza que no logra conmover decepcion alguna, de ha
llar la solucion de las cosas, no viendo nada encima
ni mas allá, porque meten en él la cabeza. Entonces
tachan de quimérico y de especulativo todo lo que es
eede de esta esfera cuya capacidad les parece conte
nerlo todo, porque la llenan ellos enteramente.
Esta disposicion seria la señal mas desesperadora
de nuestro estado, si el sentimiento públíco,.mejor ad
vertido por el peligro social, no la dominase con sus
legítimas inquietudes y no se líbrara de ella. Esto es,
en efectoj considerar como quimérico, aquello sin lo
cual nada es posible, á saber: los principios; y consi
CRITICA DEL ESTADO SIN DIOS. 53
derar como especulativo aquello sin lo cual no podría
un enfermo recobrar la práctica de la vida: los reme
dios. Esto es hacer higiene respecto de un moribundo.
Es profesar el positivismo y el nihilismo políticos.
No hay duda que la política es una ciencia cuyas
aplicaciones no pueden ser uniformes, absolutas y rigu
rosas, y deben prestarse á la movilidad de las situacio
nes y de los acontecimientos. Pero, á menos de negar
que sea.precisamente una ciencia y un arte, ha de reco
nocerse que debe tener principios: y á no pretender que
no debe tener en cuenta su propio objeto el hombre y
su naturaleza social ha de reconocerse tambien que es
tos prineipiosdeben referirse á los principios superiores,
que son la ley universal y como la gran política de la
humanidad.
Aunque nos halláramos en los tiempos en que esta
ley universal reinaba en todas las creencias y en las
costumbres, sin preocuparse de profesarla espresamente,
no tendría que tratar sino de sus aplicaciones diversas
¡respecto del gobierno de los pueblos. Pero en nuestros
días en que, á causa de la falta de toda creencia, ha he
redado la política el terrible cargo, no ya tan solode
regir, sino de salvar las sociedades en la pendiente de
los abismos, su tarea se eleva y agranda á proporcion
de todo el mal público á que debe hacer frente. Debe,
pues, realzar y afirmar los principios, tanto mas cuanto
se hallan mas derruidos y mas insultados. En tales dias
el peligro es quien impera. .La ley moral ‘de todos los
tiempos es la. ley política del nuestro. Antiguamente
hablaba solamente la justicia; en la actualidad habla.
tambien la prudencia. Antiguamente , la conciencia.
54 LA ¡{EVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.‘
dietaba el principio; en la actualidad la existencia‘ de
'pende de su afirmacíon.
Si no son positivos los principios, por lo menos tie
nen indudablemente este carácter los hechos; ¡nuestro
lamentable estado, consecuencia seguramente de al
guna causa, resultado sin duda de algun vicio!
Así, pues, ¡búsquese otra causa y otro vicio origi
nal distintos de 1os que he designado, y muéstrense!
¡Vamos á ver! Supóngase que hay un enfermo, y en
fermo in eactremis, que sehalla dotado de una constitu
cion admirable y que no ha podido caer en tal estado
sino por medio de una alteracion'profunda, por una
desviacion enorme de sus condiciones Vitales: suponga
mos que se trata de investigar la causa. y los síntomas
de su enfermedad,_y como se dice en medicina, de ha
cer su diagnóstico para determinar sutratamiento;
¡porque seria insensato y criminal, que quien ejerce la
profesion de curar, le dejara caminar á su fin y hasta
le prccipitara en él, dejando que se agrayara su enfer
medad, ora fuera por deseuidarla, ora por disimular su
causa, y que en vez de combatirla se la sostuviera ó
se la erigiera en remedio!... ¡Pues bien! antes de tra
tar de quimérica esta causa, que analizo claramente,
desígnese otra de igual proporcion con respecto al mal.
Pero ¡no solamente no se indica ninguna que tenga
este carácter, sino que por no querer reconocer aque
lla, no se articula ninguna absolutamente y se conti
núa tratando el mal por medio del mismo mal, y em
papando la llaga en su mismo veneno, como cosa mas
positiva y más práctica! ¡Y hasta hay la vanagloria al
proceder de esta suerte, de proceder con una habili
CRITICA DEL ESTADO SIN DlOS. 55
dad extrema! Extrema en efecto; porque, segun la ley
de los extremos, raya en demencia.
Y nótese bien esto; concédese que la enfermedad
data de 1789, y que, desde hace 80 años, como lo de
claraba en Rouen M. Thiers, estamos buscando órden y
libertad; lo cual lo dice todo, puesto que el. órden y la
libertad, son por su exacto equilibrio y por su buen
mecanismo, como‘ la balanza de la vida en el corazon
‘ de‘ los pueblos.
Y lo que da mayor precio á esta declaracion, no es
solamente que haya salido de boca del eminente apolo
gista de la Revolucion , predestinado al parecer á en
terrar en ella la víctima, sino que es el grito de esa ‘
misma víctima que, engañada como se halla, ha de
jado escapar, en el delirio de su agonía, estas pala.
bras reveladoras que todos hemos oido: «¡Estees el úl
timo acto de la Revolueion francesa, y es verdadera- .
mente lamentable!—¡Muero por falta de principios y
de creencias! (4);,
Creo, pues, estar en la verdadera .práctica cuando
sostengo mi tésis, y cuando, partiendo de allí, y guian
.dome siempre por los síntomas mas positivos, vengo en
este nuevo escrito á explorar el mal , á deducir de él las
razones que hay para temer; en seguida las razones que
hay‘ para esperar, y á proponer los medios de salvacion.
(t) M. Thiers , volviendo rendido de los esfuerzos desesperados
que acababa de hacer para conjurar las grandes faltas del Imperio , me
dijo una tarde, con un acento patriótico que no olvidaré nunca: «¡Si
mupiérais, caballero, cuán doloroso es acompañar los funerales de su
npaislw» Séame, pues, permitido tributarle actualmente homenaje con
este recuerdo , y autorizarme para preguntarle: ¡Si no es más doloroso
llevar estos grandes funerales que acompañarlos! ‘
CAPITULO II.
Í RAZONES DE TEMEB.

. Para comprender, y sobre todo, para aceptar los me?


_-‘ dios de salvacion, es preciso, primeramente, hallarse
bien penetrado de las razones que hay para temer. Por
que estando sacados dichos medios de salvacíon de otro
órden de_cosas que aquel en que nos hallamos, es for
.zoso desprendernos de este, y para ello persuadirnos de
que en él somos perdidos. *
Este es el objeto providencial de nuestras desgra
cias, que estas nos hieren al paso que nos advierten_
Pero desgraciadamente nos aturden y si no consiguen
levantamos, nos abaten.‘ Despues de haber humillado los .
instrumentos de estas, nos cremos dispensados de estir
par sus causas que residen principalmente en nosotros
mismos, y ya no nosindignamos contra ellas. ¿Para qué?
Fácilmente nos avenimos con nuestra decadencia, y se
halla tan dividida la responsabilidad, que cada cual toma
su partido y reduce entonces su ambicion á asirse de lo
presente, esperando sostenerse en él en la caida.
Pero si esto es solamente una ilusion; si continua
faltándonos el terreno bajo nuestros pies; si no ya tan
RAZONES DE TEMEB. 57
solamente hállanse amenazadas la dignidad y el rango,
sino tambien la existencia misma, si todo cuanto perde
mos. en no 1evantarnos.sírve para precipitarnos; ‘si, en
una palabra, conservamos todavía bastante peso para no
irnos á fondo, y si es tal, á pesar nuestro, la gravedad
de nuestro destino que no seamos susceptibles de medía
nia con respecto al mal y á ‘la desgracia que este lleva
consigo, entonces es preciso darnos cuenta de nuestra
‘ situacion y recurrir al verdadero remedio.
Tal es el exámen á que debemos dedicamos.
Recuerdo que hace veinte años, un eminente crítico
del Diario de los Debates,_á propósito de un libro que yo
tambien creia peligroso, me censuraba el dar tan solo Id
voz de alarma para atraer, por medio del temor, á las
convicciones salvadoras, y formaba cálculos sobre los pc
lígros públicos por proselitismo ¡Pluguiera al cielo que
hubiera motivo para semejante censura en este mo
mento, y que solo tuviera yo mi conciencia para absol
verme! Mas por desgracia, sucede lo contrario, y no son
las razones de temer sino las razones de esperar las que
parece que faltan. A riesgo no obstante, de arrostrar la .
misma crítica, por parte de los que quisieran todavía alu
cinarse, volveré á emprender esta ingrata tarea.

f.

UN VIDENTE.

‘La Francia es una nacion bíblica; hállase dotada de


videntes que desde las alturas de la fé y de los princi
58 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CTISTIANO.
pios cristianos, no han cesado, de tiempo en tiempo, de
señalarnos con su gran voz los abismos.

Smpe malum hoc nobis, si mens non lazva fuisset.


...... .. Memini prícdicere........

«Los sábios las predijeron, dice Bossuet, hablando de


»las desgracias de Inglaterra , pero ¿son creidos los sá
» bios en estos tiempos de arrebatos y no se hace mofa
»de sus profecías?»
Es de advertir que esta clase de escritores oráculos
no ha aparecido en Francia sino despues de la Revolu
cion. Antes no se conocia nada semejante. Teniase doe
mres, cuya autoridad era reconocida y á cuya palabra se
inclinaba la cabeza, por alta que esta fuese , y todos se
daban golpes de pecho, por criminal que se pudiera ser.
Esto consiste en que la sociedad se hallaba en su buen
camino y lo veia claramente, no teniendo mas que‘ seguir
'por él adelante, y en que. despues ha girado ó se ha
dirigido por el lado de los precipicios. .
No es menos notable que á contar desde esta gran
desviacion, no ha cesado de estar la sociedad infatuada
con la idea de progreso, dando de cada vez mas este nom
bre á cada caida, yhcalificando de retrógrados á todos
cuantos‘se arriesgaban á advertirla de ello.
Evidentemente, para todo espíritu reflexivo, hay en
este duple hecho, y en la oposicion tan terminante que
presenta, un argumento en pro ó en contra, segun es el
acontecimiento, y que este suceso, mostrando claramente
que es la sociedad quien ha equivocado el camino, debe
hacer reconocer que la causa de su error es sin duda
alguna la que han indicado los autores de estas adver
RAZONES nn‘ TEMER. ‘ so‘
tencias. Asi se demuestra esta causa doblemente, porque
es preciso ser sumamente perspicaz para haber visto y
previsto con tal claridad, en medio de la oscuridad gene
ral., y porque,' para haberse equivocado hasta el punto
de calificar esta claridad de tinieblas, y de haber cami
nado de caida en caida en sentido inverso, bajo la ban
dera del progreso, es preciso estar sumamente ciego.
Verdaderamente, que lo menos que reconocemos hoy
es que estos grandes admonitores estaban en lo cierto.
Su justificacion, por otra parte, no depende ya de noso- _
tros: hanla conseguido por medio de nuestras desgracias,
las cuales soltando su palabra, profetizan mas eficazmen
te para ellos que lo que ellos mismos profetizaron útil
mente para nosotros, y el negarles todavía esta justifi
cacion solo serviría" para que fuera mas patente y bri
llante. . ,
Este es el sentimiento que se esperimenta, sobre
todo cuando nos ponemos á leer estos oráculos insisten
tes de 1o verdadero á la luz de nuestros desastres. Sentí
monos en efecto poseidos, con relacion á ellos , de ese
religioso respecto que tributaba la antigüedad á los que
creia que leian los destinos humanos en las entrañas de
las víctimas.
Y este sentimiento no necesita ya en el dia de la auto
y ridad del génio que no bastó á recomendarlos ; sino que
se funda enteramente en los pricipios que tan perfcta
mente los han iluminado.
Asi, para hacer aprovechar estos principios y ase
gurarles el crédito que por ello les corresponde esclusi
vamente, creo deber mio evocar aquí á uno de esos
videntes mas oscuros , quien , desprovisto del prestigio
‘60 LA REVOLUCION Y. EL ORDEN CRISTIANO.
del talento, pero fieles sus ojos a la luz, previó mas que
otro alguno, y con una perspicacia admirable, y predijo
y profetizó nuestras desgracias mas de cuarenta años
antes, con no se qué de fatidicoy de consagrado á una
mísíon semejante. á‘ la que el historiador Josefo hace no
tar en aquel hombre ignorado, que siete años antes de .
la destruccion de Jerusalen, iba gritando‘: ¡Desdichïty
desastre sobre las murallas de la ciudad deicidal
Divulgar en el dia este profeta desconocido, como le
. llamaba, hace veinte años, su juicíoso editor M. Damas
Hinard, es, segun lo previa él mismo, hacerle venir en
su hora oportuna, á causa del descrédito en que vivió y
murió, como para justificar ese argumento que espresaba
yo ahora mismo, la ceguedad general de un siglo que ha
necesitado sufrir tantas desgracias para reconocer .1v un.
sabio, en aquel á quien su prediccion le ha valido que
sc le considerara como uu loco. _
Entiéndase bien que cuando hablamos de profeta, no
es mas que una manera de hablar, para espresar la fuer
za de lo que solo es una simple prevision. El señor mar
qués de la Gervaisais, que es el escritor á quien aludo,
no se hacia pasar por profeta; no era mas que un publi
cista, pero un publicista de principios, á la luz de los
cuales, le era fácil decir: En política todo el arte constiste
en ver. Este era todo su secreto; permaneció siendo lo
que ya no somos nosotros. y esto acrecienta el mérito y
valor de sus previsiones. Ellas prueban claramente, en
efecto, que para haber visto, con vista simplemente hu
mana, nuestro estado presente y aun mas allá, era pre
ciso que desde la época en que‘ él lo veia, fuera visible tal
estado y que existiera desde entonces en el fondo de las
RAZONES DE TENER. 61

cosas-El, argumento de la verdad de las causas que lo


han producido, no es menos decisivo, cien veces mas
decisivo, que si tuviéramos que entendemos con un
profeta. Por esto precisamente lo invocamos, y vamos
á ver, bajo este punto de vista , cual es su autoridad.
Es este un testigo que hemos olvidado en nuestras Pes
quisas, y que, por remontarse mas arriba en la escala
del tiempo, es mas digno de nuestra atencion. _
La perspicacia de Mr. de la Gervdisais, que murió
en l858, se halla atestiguada desde l855, l855, l828
y l827, por medio de la‘ prevision de acontecimientos
ocurridos en l848, en términos tan singularmentc carac
terísticos y precisos, que á contar por lo menos desde
esta última época, debían afianzar sus demás previsio
nes concernientes á los. acontecimientos posteriores hasta
nuestros días (l).

(l) M. de la Gervaisais publicaba sus advertencias cn una multitud


(le opúsculos que reunidos no formarán menos de 25 volúmenes en 8.“
La coleccio» mas completa de ellos, es la de la biblioteca nacional. De
aquí es de donde M. [lamas-Hinard ha sacado los fragmentos que pu
blicó en i850 con el título de Un profeta desconocido, etc., haciéndo
los proceder de una notable noticia sobre la vida y los trabajos de M. de
la Gervaísais, donde tiene el mérito de notar desde entonces la supe
rioridad de golpe de vista del publicista profeta, la cual todo lo que ha
ocurrido despues debia hacer resaltar mucho mas. Esta coleccion no
se encuentra ya y yo debo el ejemplar que poseo a la antigua y delica
da deferencia de M. Dam_as.Hi»ard. Poco importa saber hoy lo que fue
"el marqués de la Gcrvaísais, por lo que me limitaré á decir, que este ca
ballero breton, que nació en i765 , fue honrado en los primeros años
de su juventud con un afecto angelical, heróicamcnte inmolado por la
que lo sentía, al deber del hou‘or y del rango que lo hacían írrealizable,
para dedicárselo á Dios solo; y que asociandose á este sacrificio M. de
la Gcrvaísais se hizo digno de sentir su noble y santa influencia en toda
su vida.
62 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
Hé aquí como, desde i855, preveia la caida del go
bierno dejulio, la república de 4848 y el advenimiento
de Napoleon. Digo desde i855; y ruego que se noten
bien todas las fechas de estas citas. ‘
«El primer tercio del siglo se halla marcado con el signo lúgubre.
de que todo comienza y nada tiene duracion. Considerábase sin razon
que quince años de Imperio, quince años de Monarquia eran un plazo
de buen agüero para llegar al término de la prescripcion: cuando dos
piedras fuertes macizas han sido rotas y molidas como el vidrio ¿que
debe suceder con los granos de arena arrebatados á la cima por el soplo
de la suerte? (l).
_L‘os hombres del dia esperimentarán la suerte del tiempo; suplan
tarzin y serán suplantados. Vcndrán gentes para quienes ‘sera justo ‘
tambien destruir este trono erigidoen el dia de ayer y bastará hoy
un soplo para ello, cuando antes ha sido preciso un rayo... solamente
se ignora la época y el modo como sucederá esto (2).
Probablemente el golpe será súbito, mas no será violento-El árbol
es débil y se inclínaá tbdo viento; no tiene raices, un solo harhaso lc
derriba al suelo, y apenas promueve ruido alguno su caída (3).
Id, id nobles pares; id, ilustres señorias; vivid vida corta pero buena
¿Será mañana? ¿Despues de mañana? Solo hay duda entre estos dos tér
minos (t).
La ¡República aparecerá súbitamente; el terror, el embarazo será
grande entre los mas audaces preconizadores... La espresion de Repú
blica es de órden negativo. No se es republicano; no se ama la Repú
blica: se odia á los reyes... ¿Cómo aficionarse á la República para que
rerla, para amarla? ¿Dónde encontrarla, ó donde buscarla siquiera? En
Francia, en este siglo, es como una de esas nubes teinpestuosas cuyas
formas se prestan á los sueños de la imaginacion. Así , nadie se forma
de ella una idea análoga, ni aun una idea exacta y precisa. La palabra
ha marchado adelante, cl sentido se ha quedado atrás (5).
¿Qué ocurrirá pues? ¿Se quiere ver, desde i855,
cómo se desenlaza la situacion en i85i?
(l) La República, p. 6 (1833). ‘
(2) El Estado de guerra cn la sociedad, p. 8 (1833).
(3) Ibid., p. 4 (i833). . ‘
(4) De la Cámara inamovible, p. 6 (1831).
(S) La República, p. 3 (1833).
RAZONES DE TEMER. G3
DADO UN NAPOLEON, pon DÉBlL Y EXIGUO QUE SEA, ES TAL
LA SED DE REPOSO, EL AFAN DE TRANQUILIDAD v DE CALMA, QUE,
pon rosas pumas, HABRÁ PRISA EN TENER EL ESTRIVO v AUN‘
EN sEnvm DE ESCUDERO Á QUIEN' QUIERA QUE PAREZCA SER DE
TALLA Y DE ADEMAN Á PROPÓSITO PARA MONTAR ‘EL CABALLO
ABSOLUTISTA (l).

¿No se dirá que esto es una segundo vista? Pero de


ningun modo: M. de la Gervaisais no veia lo futuro sino
en el espejo de lo presente, y la admiracion que por ello
esperimentamos, no será causa suficiente para disminuir
la leccion, Bajo este título y no á título de vana curio
ridad, voy á continuar haciendo oir su voz.
No juzga, que sea este el término de nuestras revo
luciones, al contrario. Sera la acumulacion de. sus
causas, de donde se precipitarán en catastrofes; Catás
trofe; tal es en adelante la palabra, la idea fija, y segun
veremos, perfectamente razonadas, que fatiga su pluma,
que espanta su mirada, y que se traduce en un‘estilo es
traño, poco oportuno, pero en suma, elocuente. Voy pues
á tomar al acaso algunos rasgos de estalúgubreperspec
tiva.
Pero antes, bueno essaber que M. dela Gervai
sais, no era un hombre de partido, de oposicion ni un
descontento. Era un carácter enteramente indepen
diente, en quien el culto de los recuerdos no alteraba
en lo mas mínimo el espíritu de moderacion y de justi
cia respecto de las varias clases de régimen que des
aprobaba, asi como tampoco la vista clara y perspicaz
de las faltas de aquellos á quienes profesaba afecto, hasta
dejar casi ignorar su fe política. Impresionábanle las
(l) La Calástrofc, p. 6 (i835).
64 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
I

cosas mas que los hombres; veia desde punto sobrado


alto y demasiado avanzado para detenerse en las movi
‘hles decoraciones .y en los actores pasajeros de laescena.
El amor de la verdad, el puro patriotismo, un conoci
miento profundo de la humanidad y de la_ sociedad, que
comenzaba por el pueblo, una penetrante y lúcida inteli
gencia de las condiciones vitales de todo gobierno, sin ‘
el menor espíritu de intriga y de sistema, lc dictaban
todas sus apreciaciones. Lo que. vamos á citar mas ade
lante justiíicará este juicio y modificará tamhien la opi
nion de misantropía y de pesimismo que pudiera formarse
sobre sus previsiones, mostrándole tan sabio jy liberal
ponsejero de la salvacion como ha sido profeta de la ca
tástrofe.
Dicho esto, no‘ hay mas queescuchar, pues dejo al
lector entregado á sus propias reflexiones‘:

Háse dado el impulso en i789 y vuelto á darse en i830. Una vez


puesta en movimiento, la máquina humana h»ce alguna corta pausa, y
en breve vuelve á emprender, y proseguir su movimiento, hasta el
punto de parada del abismo (t). ‘
El terrible drama tendrá su curso devorando á los actores de es
cena en escena, atrayendo en su lugar á losespectadores, abismando,
en fin, el teatro y el patio (2). .
El porvenir llega acelerado. Hé aquí que ha príncipiado la ruina de
lo que existía, que se ha cerrado para siempre la era en que todo tenía
aun vida... Por mas que digan de esto los espíritus débiles, los cora
zones débiles, no han aparecido todavía mas que signos precursores,
truenos anuncíadores, sobrado semejantes á esos relámpagos de calor
cuya aparicion en la tarde de un dia sereno, anuncia para alguna época
lejana, una de esas tempestades cargadas dc electricidad ,‘ azotar!as por
‘ h borrasca que , en el órden físico , amenaza trastornar el globo y en

(l) El Poder y el deber, (i832).


(2) La Republíca, p. 9, (i533).
RAZONES DE TEMER. 65
el órden social, arranca el mundo á sus procedimientosacostumbra
dos, y lo vuelve en sentido contrario (l).
Los presagios deltiempo pasado , realizados ya, y los presagios del
tiempo l‘uturo cumplidos en breve, con motivo de las crisis concebidas
bajo el influjo de los actos, nacidos al advenimiento del azar, no han
sido, no son admitidos ni acogidos... Lo verdadero, lo sensato, dicen á
_ dónde debe conducir la marcha seguida; lo justo, lo honrado dicen cómo
debería tomarse otro camino... ¡Fatigas vauas! No se quiere ver, por
que hay que marcar aquí el peligro; no se oye cperar aun siendo la sal
vacion lo que hay que procurarse con esta obra. Y viene desde luego
una primera crisis que es en la que nos hallamos; despues una. crisis
segunda que es ála queries dirigimos; y finalmenlc, una crisis final,
que es en la que permaneceremos (2).
Vosotros pereceís culpables, nosotros pereccmos inocentes. Despues
de vosotros, con nosotros, perece todo (3).
«¡Desdicbado del que no ve_en las crisis del siglo masque síntomas
esenciales de libertad y de igualdad! Vanas palabras son estas, tanto
para los que marchan guiados por la bandera como para los que la lle
van en la mano. Aqui, el poder; allá las necesidades; hé aquí los ver
daderos estimulantes. Solamente el instinto de la necesidad comprimi
do hasta entonces, háse dilatado y desarrollado al soplo de la libertad.
Y las luces, como se ha convenido en llamarlos, habiéndoseinsiíiuado
en los espíritus, traen la apreciaciorrde los derechos...
Estos fermentos tienen que obrar: desde luego sobre la clase obrera
hacinada en las fábricas, embrutecida por el oficio, perdida en sus
principios y costumbres, lisonjeada por el ejemplo y la lectura; des
pues sohre la clase campesina, nacida en la ignorancia y viviendo en la
desconfianza, inducida y cstraviada por el traspaso insólito de las pro
piedades.
¡Locas gentes que estaban jugando entre sí á la libertad y á la ou
toridad con sofismas!.i.. pero lié. aquí que la vanidad, la ambicion, la
venganza se han acalorado con el juego, y han sido llamados compañe
ros que arrebataran la doble puesta (4). r
¡Otra crisis aun! el obrero apartado del trabajo, estenuado de nc
cesidades, se hace justicia por sí, y se forma su parte.

(1) La Illonarqluia posible, p. 12, (1835).


(2) La Razon e los tiempos, p. 9. (1836).
(3) El Estado dc guerra en la sociedad, p. 24, (1833).
(4) La leccion de justicia, pág. 26, (1831). Dc la opínion, pagi
na 34» (1835). 5
06 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
¡Una nueva crisis todavía! el campesino escitado con el doble ejem
plo de las fortunas despojadas y de las fortunas espoliadoras, se ceba en
la grande y en la mediana propiedad, y escitado por la resistencia ó em
briagado con la victoria, incendia quintas y casas. ‘ ‘
Nada hasta á contener, ni los hábitos há largo tiempo quebran
tados, ni las leyes actualmente despriciadas , ni las costumbres final
mente corrompidas (l). ‘
Puesta aparte, y descartadas la nobleza y la Iglesia, no quedan al
gobierno mas cabezas para concebir ni mas brazos para ejecutar nada,
sino los dela clasellamada media. ¡Téngase mucho cuidado con esto!
La revolucion fue hecha por la clase media contra la clase eminente...
Entre la clase por quien en adelante seria hecha y la clase contra quien
se haría la revolucion, no hay ya clase intermedia apta para amortiguar
el choque entre aquellas. Encontraríanse pues frente á frente los dos
bandos, el uno, de escaso número, de corazon tímido y helado de espan
to, y el otro de masas enormes, hirviendo en cólera, ébrio de con
fianza; Combate á todo trance, subversion de las cosas, destruccion de
los seres, conflagracion del suelo; así aconteceria esto (2).

No sabemos qué subrayar en estas citas, tan en me


dio del pecho y del semblante nos dan las ideas que con
tienen. Sin embargo, recomiendo mas particularmente
las que van á seguir. Márcase en ellas la hora actual, á
cuarenta y dos años de distancia. Y siéntese verdadera
mente pasar aquí un soplo profético á través de los jui
cios del publicista.
Tales y cuales gentes han olvidado que no estaban solas en la tierra.
ni solas de su especie, ni solas de igual título (3).: Pecan desde la prime
ra generacion y son heridas hasta en la última. Y esto es lo justo, no
segun las reglas estrechas de aquí bajo, sino segun las anchas miras de
arriba, es justo... segun la justicia de Dios (4).

(l La crisis social, p. 3l, (1833).


(2 La Razon de los tiempos, p. 76, (1836).
(3) Al emplear esta espresion á titulo igual, M. de la Gervaisais,
colocado bajo el punto de vista cristiano, no ha querido evidentemente
hablar sino de la igualdad de esencia y de naturaleza. (Observacion del
editor M. Damas-Ilinard).
(4) El Estado de guerra en la sociedad, _p. ‘lb’, (1833).
RAZONES DE TEMER. 67
Esto no era. mas que la rehelion de las clases oprimídas en los
tiempos de barbarie; faltaba á las masas sublevadas el espíritu vivifica
dor; las armas eran suficientes para reprimir la accion, cuanto son im
potentes en el dia para rechazar la idea. En la actualidad habría mas
inteligencia y acuerdo respecto del movimiento, mas tendencia á la
coalicion, de manera que se propagara y prolongase la crisis. Actual
mente, la insurreccion subalterna, tanto mas indomable, se apodera
ria de las insignias de la justicia, se revestiria con las insignias det
derecho (la commune de Paris) conforme á las instrucciones de la in
surreccion superior. La fuerza física, lafuerza moral, coaligadas de
esta suerte, se sobrepo»drian á toda clase de resistencias (l).
En nuestro siglo, no hay ya naciones en el sentido que las naciones
del siglo último, cuyos límites y cuya concentracion determinaban los
postes de aduanas; entre los seres diseminados en el suelo de de
terminadas zonas geográficas, se han formado secciones hostiles á
quienes aisla la repulsion en medio de la sociedad misma, á quien reune
la atraccíon mas allá de los confines con sus sectas análogas (la Inter
nacional (2). .
No, se hallan tan lejanos como se piensa 10s dias en que ha de ser
invadido el teatro de nuestras disensiones civiles por facciones aun des
conocidas (3). Paris, tan inconsiderado, no se salvará de la ruina. El
invierno y el hambre, los periódicos y las tabernas la GUERRA sonar:
rono se encargaran de poner fuego á los polvorines (la Commune).
Ahora les toca á las campiñas (4). ‘
Paris hace uso de sus derechos políticos como de una arma que
tiene dos lines, el de derribar de un solo golpe el Gobierno y el de des— _
truír de otro golpe la Francia misma... Paris forma masa; la Francia
está diseminada en fragmentos, en átomos (5). Si la adulacion mata á
los príncipes no es casi menos perjudicial á las capitales y á los pue
blos... Yo amo y estimobastante al pueblo de Paris, al de Francia, y á
todos los hombres contemporáneos mios, para decirles: Os hallais en
peligro de desgarraros mútuamente , de veros reducidos á devoraros,
como fieras hambrientos y rabiosas (6).
La Europa siente un liervor en sus entrañas : allí no lo revela sino

(l) La leccion de justicia, p. 22', (i931).


(2) La Península en tutela, p. 49, (i828).
(3) Los periódicos, p. 24. (1827).
(4) La ley de las circunstancias, p. 13, (i830).
(s; Ibid, p. M, (i830).
(6) Qonsideraciones sobre los destinos humanos, p. 208, (i830).
6%‘ LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
por torbellinos de humo; aquí dejando penetrar algunos resplandores
de llamas; en otras partes, vomitando un torrente de lava abrasa
dora (t).
Aprovéchase la falta; pero no se aprovecha la Icccion. El hombre
. ha dado su dimisíon. lláse dado plena licencia al curso vagabundo de
las cosas. La Francia quería lo que tenia , quiere lo que tiene, querrá
lo que tendrá. Las hordas salvajes abatiran á las naciones decrépitas. En
adelante morirán de muerte natural en las angustias de la agonía; el
estado de corrupccion moral,‘ conducirá al de disolucion social... La so
ciedad, habiendo llegado al punto estremo de debilidad, va á destruirse,
á estrellarse, á disolverse al través de una espantosa catástrofe, en una
crisis de brutalismo (2).

Escúchese ahora este himno fúnebre sobre nuestra


desdichada sociedad.

Está echada la suerte, suerte merecida.


¡Viene el abismo! mas pronto que tarde. Hasta aqui se ensanchan
las vías de perdieron, las causas de reaccíon se agravan, de suerte que
hacen mas y mas horrorosa la crisis. Aqui solamente, se ofrece un pun
to de parada, faltando en él la pendiente, y se ofrece un punto de apo
yo, volviendo á encontrarse en él el fondo.
¡Viene el abismo! Antes, de peor en peor; despues, tal vez será de
mejor en mejor. Habiendo llegado el mal á la impotencia, vuelve la po
tencia al bien.
En vano se pone á la vista la catástrofe final; nadie tiene corazon
para negarla; nadie tiene el sentido de oir y de obrar. Gobernantes y
gobernados, acordes sobre este punto, caminan al ázar, viven en el
aire dudando del dia que nos alumbra, y no contando con el dia que
sigue.
Piérdese el poder y nos pierde; déjesele que se pierda; y trátese de
salvarlo. ¡Pero no! La gente, sin idea propia se deja conducir y ca
mina con paso torpe liácia el matadero; ¡la noble raza de i793 camina
ha con la frente serena al cadalso!
¡Venga, pues; etabismo! puesto que cada cual lo quiere, y que ca
mina hacia él cada uno. ¡Venga pronto el abismo! puesto que la leccion
suprema ‘solo provendrá de la leccion eslrema.

Égsfiïáïública, p. 6, (1833).
RAZONES DE TEMER . 69
Y no obstante, yacicndo en los bordes de la sima ó sobrenadando
entre la bullidora espuma, páginas esparcidas dirán, que en los muros
de la Sodoma de vanidad y de codicia , de inepcia y de apatía, existía
un hombre de elevado corazon y de cabeza fuerte.
¡Venga el abism0!... Por todas partes terror, horror, remordimien
tos, aterrau y destruyen. Aqui solamente es esperado y acogido el
golpe (1).

Hemos creido justo corresponder á esta última pre


diccion, recogiendo en los bordes de la sima esas páginas
esparcidas, y rindiendo á la memoria de su autor, tan
completamente desconocido y olvidado, este testimonio
de los acontecimientos, á saber: que habia en ellos ver
daderamente un hombre de corazon elevado y de cabeza
fuerte, por quien tan solo era esperado y acogido, más de
cuarenta años hace, el golpe que hoy nos abate, sin
que todavía lo comprendamos.
Ese golpe no es, pues, accidental, ni aun provi
dencial en el sentido de que haya provenido de 10s con
sejos de Dios, que dispone en sus misteriosos designios
de la suertede las sociedades y de los imperios. N0 es
tampoco únicamente efecto de causas próximas ó in
mediatas lo que lo ha ocasionado, cualquiera que sea la
parte que hayan tenido en su precipitacion y su agrava
cion. Data de mas lejos; era lógico, fatal, segun el
curso antiguo de las cosas; debia provenir de ellas un
poco mas pronto ó un poco mas tarde; habia sido lan
zado hasta el punto de poder calcularse y describirse
muy anticipadamente, con una precision ó exactitud
tanto mas demostrativa, cuanto que en nada participa
del don de profecía

(l) La prcvarícacion, pág. 13, (1835).


‘70 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
No es éste el único testigo de tan gran verdad.
Hubiera podido invocar otros de estos videntes: Donoso
Cortés, de Maistre, de Bonald; de Bonald, que ya
en i806 escribia: «Quizá en la presente situacion no
podemos ya aspirar sino al funesto honor de suminis
trar á un poeta, dentro de algunos siglos, el asunto de
una epopeya en que cante á la sociedad amenazada de
recaer en la barbarie, luchando, por medio de esfuerzos
sobrenaturales, contra esa espantosa revolucion, como
ha cantado Milton el combate de los ángeles bpenos y
de los malos (i). »
Pero todos estos señores eran teóricos, cuyos siste
mas, mas ó menos discutibles, podian hacer desconfiar
de la gran verdad que sostenian sus escritos, y que ade
más, tenian la desgracia de venir demasiado tarde y
con sobrado brillo para una sociedad infatuada todavía
con el‘ error cuya copa no habia acabado de agotar.
Nada de esto sucede respecto de M. de la Gervai
sais;ipues es un publicista oscuro y sin prestigio, un
sereno, por decirlo así, que ve mas claramente y á ma
yor distancia, porque se limita á ver, y cuya voz no
llega hasta nosotros sino al dispertar , con toda la au
toridad del peligro que le presta un tardío pero fatal
testimonio. ‘ .
No es esto decir que M. de la Gervaísais se_ limite
á designarnos nuestras catástrofes sociales, sin consig
nar sn prihcipio: pues nos lo señala tambien, pero á su
manera, sin ostentacion de doctrina y con una sola pa
labra que vale muchas páginas.

(l) Legislacion primitiva, Discurso preliminar.


RAZONES DE TEMER. 71
«En el órden moral, enel órden político, comienza
por decir, solo hay un principio incontestable, á un
tiempo mismo esencial y fundamental, permanente y
universal; no hay mas que el dogma del valor del hom
bre del cual deriva todo derecho y al que se refiere todo
deber. Quien lo viola es ó se hace bárbaro, defrauda á I
la naturaleza y falsea la sociedad (i).;
¡Cuán cierto es esto, y cuánta luz arroja sobre una
revolucion, que decretando los derechos del hombre, le
ha hecho perder mas y mas su valor.’ ¿Dónde se halla
el valor del hombre en el dia, de abajo arriba ó de ar
riba abajo? ¿Qué hemos llegado á ser en la estimacion
unos de otros y en nuestra propia estimacion? ¿Qué pre
cio fijamos á la dignidad, al honor, al carácter, á la sc
guridad, á la vida del hombre, y .cuán horrible despre
cio no hacemos de todo esto?
«¡El valor del hombre! repone M. de la Gervaisais;
¿qué decir sobre este punto, en talestiempos y á tales
gentes? Han rechazado el cielo con una injuriosa pala
bra (2), y la tierra se retira ante ellos. Han roto con
Dios, y los repudia el hombre. Por ellos ha sido puesta
la nada allá‘ arriba, y de esto ha provenido el caos aquí
abajo. Son los primeros y los_únicos tambien, á quienes
ha parecido que se podia pasar sin religion, y que la
vida futura, propicia para los buenos, fatal para los
malos, no servía de nada... Y al presente, ¡qué hacer

(1). De los derechos del hombre en el verdadero sentido, pági


na 17 (1832).
(2) M. de la Gervaísais aiude á la escuela liberal y volteriann, y si
no me engaño, á Ia célebre frase: La ley debe ser ateaar-(Nota del
editor M. Damas.Hinard).
72 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
del ser desdichado, si no hay auxilio en la tierra, ni re
curso en el cielo!»
¡Qué pensamientos no se despiertan á estas pruden
tes palabras y no se agolpan en apoyo suyo! El valor
del hombre se funda en su origen y en su fin. ‘Así,
pues, reconocer á Dios, dice un pagano, es, respecto
del hombre, reconocer y recordar de dónde ha venido;
porque por la sociedad de razon que existe entre Dios
y el hombre, puede desígnársenos como la raza ó des
cendencia de Dios (i). Conforme á esta noble imágen
hemos sido hechos.—¡Y cuánto no ha venido á agre
gará esta grande idea el cristianismo! Porque para
volver á hacernos á esta imagen de Dios‘, cuando la
deshonró la primer degradacion, vino Dios mismo á
hacerse á imagen del hombre por medio de sus dolo
res y ‘de sus deberes, realzándole en Si como en su
ejemplar: Hé aquí al Herman, y tal es_su precio. De
esta suerte hemos sido doblemente consagrados, como
Hombres y como Cristianos. El título de nuestro recí
proco respeto y de nuestra fraternal union, es Dios he
cho hombre y el hombre hecho Dios; y esto ¡cosa ad
mirablel en razon de lo que natural y socialmente nos
induciria á despreciarnos, á causa de la pobreza y de
la humildad con que nuestro divino‘ Reparador tomó
más particularmente nuestra condicion, fundando de
esta suerte en nuestras costumbres esa eminente díg
nídad de los pobres, que en presencia de todo el fausto
de la córte de Luis XIV, realzaba tan dignamente
Bossuet. ‘
Hé aquí lo que constituía el valor del hombre, más
(l) Ciceron, de legibus.
RAZONES DE TEMER. _ 73
grande en las sociedades modernas que en las socieda
des antiguas; lo que habia formado estas sociedades
modernas mas y mas cïvílizadas, es decir, donde rei
naban la urbanídady cortesía, los miramíentos, el res
peto, los oficios y los servicios, como se decía entonces, _
de los unos para con los otros, y sobre todo, de los gran
des para con los pequeños. Las sociedades paganas no
estaban cívilizadas, eran cultas ( policées), lo cual no es
lo mismo, porque se puede ser culto por medio de las
artes, pero no se puede ser civilizado sino por medio
de las leyes y de las costumbres, y la peor de todas las
barbaries es aquella en que cae un pueblo que ha‘ lle
gado á ser mas culto á medida que ha cesado de ser
civilizado, porque en semejante pueblo, todas las artes
y todas las industrias propenden á activar la descompo
sicion y á refinar la degradacion.
‘ Tal es el estado hacia el que nos precípítamos,‘ ha
cíéndonos inferiores á la humanidad, desgarrando con
una especie de frenesí contra nosotros mismos, los títu
los de nuestra dignidad, para fundar nuestro orgullo .
en el objeto de .nuestra abyeccion; haciéndonos, pru
dentemente, de la raza de cuadrumanos para no te
ner nada que ver con la raza de Dios, y presentando
al mundo, bajo el aspecto moral, el espectáculo de
aquel rey de Babilonia que, por no haber querido de
ber tampoco su grandeza mas que á si mismo, vió cu
brirse de pelos sus miembros , dilatarse á la manera
de la bestia sus manos que llevaban el cetro, y fue ar
rojado de la compañía de los hombres, hasta que ha
biendo elevado los ojos al cielo, le fueron devueltos 2:1
sentido y la razon.
74 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO;
No he podido prescindir de estas reflexiones, que
provienen de ‘todas las fases de nuestra situacion, por
que constituyen el fondo de esta verdad‘, y porque la
profesion de esta verdad es nuestro único remedio. Si,
nosotros hemos rechazado el pielo, y la tierra se retira
ante nosotros. La nada ha sido puesta allá arriba y el
caos debía seguirse aquí abajo. Todo consiste en .esto.
Creamos en aquel que debió á la luz de la verdad esta
penetracion ó perspicacia tan anticipada de nuestras ca
tástrofes, y creamos en estas mismas catástrofes.
Para este efecto ,‘ así como él las veia tan clara
mente en el porvenir, lo menos que podemos hacer es,
ya que nos hallamos en este porvenir , hacernos cargo
de ellas en lo presente y en el dia de mañana que nos
preparan.

II. '

canncránas nm. MAL PRESENTE.

No es ya posible la ilusion. Hemos creido por largo


tiempo hallarnos en vías de progreso, habiéndose re
presentado el siglo á sí mismo la parodia de la civiliza
cion. Háse aturdido con esas ideas de civilizacion y
de progreso, como con una especie de_apuesta con
tra laverdad de las cosas. Pero esta verdad, acu
mulándose con toda la violencia que se le hacía, ha
estalladoal fin iróuicamente con el estrépito de un
trueno, y nos encontramos á fuerza de progreso y de
civilizacion‘ en plena barbarie.
Lo que constituye la gravedad.de este estado, es‘
que no es efecto de los últimos acontecimientos. La so
RAZONES DE TEMER. 75
ciedad.francesa está henchida de nuestras desgracias,
no siendo la mayor de todas el Imperio , ni la invasion,
ni la Commune, ni el conjunto de todos estos males, sino
el mal social que las ha producido y que sobrevive á
ellas, acrecentado con todo lo que hubiera debido real
zarnos. Este mal pesa sobre nosotros con todo el peso
de un siglo, y al mirar hacia atrás, se sigue clara
mente la marcha de su agravacion.
Hemos llegado á él de revolucion en revolucion;
pero como cada una de dichas desgracias, al devorar el
régimen existente, concibió otro nuevo mas ó menos á
imagen suya, este nuevo régimen producía como un
reflejo de órden y de estabilidad que trasformaba á
nuestros ojos la caida en progreso, y nos ocultaba, con
una máscara, la decadencia continua de que él era tan
solo una estacion y una etapa.
Estas revoluciones y estas clases de régimen suce
sivos, hallándose todos afectados del mal de donde pro
venian y que continuaba sus estragos en ellos y por
ellos, solo nos salvaban diaria y vitaliciamente , por de
cirlo así. Hasta concurrian por medio de una duple y
recíproca accion á nuestra ruina: la Francia desgastan
do sus gobiernos, y éstos desgastando la Francia, hasta
que no ha habido, al parecer, ni Francia ni gobierno.
En las revoluciones precedentes,.si bien se destruia,
quedaba aun cierto régimen del mismo órden para po
ner por algun tiempo en lugar de lo que se destruia; Y
si bien se descendia, habia aun un escalon en qué po
der sentarse, y quedaba con qué aparentar un pueblo y
un gobierno. En el dia ya no hay nada de esto, pues
. hemos llegado al fondo, al vacío: y como la Revolucion
76 LA REVOLUCION .Y EL ORDEN CRISTIANO.
rompe tras sí los escalones que recorre, quedamos á
discrecion suya, por efecto de la misma ley que nos ha
infeudado á su poder, á menos que, al golpe de esta úl
tima esperiencia, la mas fatal‘de todas, no abjuremos
de ella._ ¡Bien ciego y bien insensato sería quien no la
reconociera y no la repudiara en este camino de preci
pícios y de ruinas por el cual nos ha conducido al abis
mo social que se abre al presente á nuestras plantas!
Tal es su siniestra fecundidad, que á causa de los
nuevos males con que nos amenaza, consigue distraer
nos de los mas grandes que, segun parece, pudo cau
sarnos, de nuestras catástrofes nacionales; y esto bas
taría para hacérnosla aborrecer.
¿Cómo no sucede lo contrario‘? ¿Cómo no nos han
hecho huir nuestras desventuras nacionales de las cau
sas revolucionarias que nos las han atraido? ¿Cómo es
que al golpe mismo de estas terribles desgracias han
obrado estas causas conmas violencia, hasta el punto
de que lo‘que debia confundirlas, solo ha servido para
desencadenarlas, y de que hoy mismo insulten nuestro
luto, sin que despues de haber hecho abortar nuestra
reaccion patriótico, sean ellas mismas el objeto de una
seria reaccion.soeial?
Aquí tocamos al mas grave de todos los síntomas de
nuestro estado. . .
Todas las revoluciones anteriores habian provocado
en Francia reacciones saludables, ninguna de las cua
les, sin duda, prevaleció definitivamente, porque conser
vaban el principio mismo de la Revolucion, rechazando
sus efectos, pero que al fin atestiguaban una vitalidad
nacional. Despues del Terror, hemos tenido la magní
RAZONES or: TEMER. ‘ 77
fica aurora del Consulado. Despues de Waterloo, he
mos tenido el gran movimiento francés de la Restaura
cion , que en su lucha con la Revolucion en el seno de
la libertad , aparece claramente en el dia como el apo
geo de todas las grandezas de este siglo. Despues de
derribada ésta, hemos tenido, aunque con las mas fal
sas condiciones, la firme reaccion conservadora perso
nificada en Casimiro Períer. Despues de la caida del
gobierno de Julio, se entra en una fase mas sombría, y
aparece la guerra, no ya política, sino social. El socia
lísmo conmueve los fundamentos de‘la propiedad, de la
familia, de la religion; las jornadas de Junio abren una
mina donde parece que va todo á abismarse en sangre;
y no obstante, no se hace esperaría reaccion; hace
frente á la Revolucion y la salva de si misma salvando
á 1a sociedad. Grandes caracteres y elocuentes voces,
Falloux, Montalembert, Berryer, consuelan y fortifican
la Francia; este movimiento salvador une y atrae há
cía si todas las fuerzas vivas, todos los sentimientos
generosos del pais de todos los partidos, y arranca to
davía otra vez su presa á la Revolucion; tenemos la es
pedicíon á Roma, la ley sobre la enseñanza; y el pue
blo mismo, en medio de la carnicería, se muestra toda
vía leon en los funerales de la heróica y santa víctima
de nuestras discordias, el arzobispo deParís.
En el dia, y despues de las catástrofes de otra
suerte mas grandes, ¿qué reaccion viene á atestiguar la
misma vitalidad?
Verdaderamente que si la reaccion debe apreciarse
por el azote que nos ha herido, los innumerables desas
tres que han descargado sobre nosotros y que nos se
78‘ LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRlSTlANO.
ñalaran en la historia de los infortunios nacionales y de
los peligros sociales un lugar á ninguno otro igual, hu
bieran debido suscitar del medio de estas desgracias y
de estos peligros, un incomparable movimiento de re
generacion contra lo que nos los ha ocasionado.
Todos nos lisonjeábamos ¡ay! de esta regeneracion
en lo mas riguroso de nuestras catástrofes, y este no
ble pensamiento armaba nuestros brazos y sostenia
nuestros ánimos, lo mismo contra nosotros que contra
el enemigo. ¿Quién no ha tenido este bello sueño y no
se ha mecido con él en la tempestad?
Séame permitido reproducir aquí, en nombre de
todos, lo que me decía entonces ami mismo, prepa
rándome á repetírselo á mi pais.
«La generacion‘ presente, escribia yo, habrá sido
rehecha. Habiendo entrado con su frivolidad, su siba
ritismo, su egoísmo, sus innumerables divisiones de
part‘idos, de clases, de preocupaciones y de intereses
en la fragua de esta guerra, saldrá de ella fundida en
una fraternidad nacional de estimacion recíproca, de
sangremezclada en todos los campos de batalla, de ca
racteres templados en el fuego, de formalidad, de vigor,
de dignidad y de resolucion. ‘
»Habremos sido sumergidos en la Estigia, y saldre
mos de ella‘invulnerables á todo cuanto pudiera afe—
minarnos y corrompernos.
»Las mismas desgracias que tenemos que reparar
y que vengar serán saludables, en cuanto que separan
‘ donos de las seducciones enervadoras y de las fala
ces ilusiones de la prosperidad, nos harán luchar con
dificultades y pruebas que reanimarán esas varoniles
RAZONES DE TEMER. 7!)
disposiciones para l'a obra comun que las reclama.
»La guerra no ha terminado todavía, porque ¿quién
puede resignarse á nuestros reveses? ¿Quién-no ad
quiere en ellos nuevo vigor? La guerra no ha hecho
mas que trasformarse. Ahora vamos á hacérsela al ene
migo en nosotros mismos; y mucho mas terrible que si
la hubieramos continuado bajo su primera fase.
»De esta guerra deberá datar una nueva Francia;
una Francia de union, de concordia, de probidad, de
emulacion, de sacrificio para el bien comun que habrá
llegado á ser particular á cada uno de nosotros.
»¡Ahl ¡no desconozcamos nuestras desgracias, an
tes bien, propendamos á honrarnos mas con ellas!
¡Conservemos las virtudes adquiridas en esta horrible
lucha, y no volvamos á nuestros vicios «como el perro
vuelve á lo que ha vomitado!»
» »Para permanecer dignos ciudadanos de un pais
que ha sabido hacerse respetar y que quiere hacerse
temer, conservemos el respeto de nosotros mismos y
el temor de cuanto pudiera hacernos recaer. .
»Apretemos los frenos de nuestra conciencia, si
queremos librarnos de todos los yugos indignos que
hasta aquí nos han deshonrado. ‘
¡La Francia habrá estado próxima á la muerte, y
«el estar próximo á la muerte hace ver claro y con
exactitud, diqe muy filosóficamente Víctor Hugo ensus
Miserables. Esto sacude y hace caer todo lo que es fal
so, vano, corrompido y perecedero: y hace aparecer en
nosotros todo lo que es noble, sólido, puro y permanen
te . Sí, todos nosotros saldremos, de este baño de sangre
y de lágrimas, regenerados ó en vias de serlo_; y cuando
80 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
habiendo cesado en sus furores la tempestad, corramos
por entre todas las ruinas que nos ha causado, al en
cuentro unos de otros, y que (¡al menos los que ten
gan la fortuna de encontrarse!) nos arrojemos mútua
mente en los brazos, nadie tendrá que disimular su
trasformacion, porque todos nos ofrecerán el noble es
pectáculo de ella: .
»Y además, en fin, ¿es creible queyquiera la Fran
cia separarse de sus queridos muertos que han sucum
bido por ellaíP... ¿Que quiera romper con 1o mejor, con
lo mas sagrado y heróico que posee y que.por lo me
nos no tenga esa religion de la muerte por la que se
entra en la otra vida? No, los lutos de la Francia, tan
numerosos y tan grandes, de esa noble viuda de tan
tos hijos que cayeron para defenderla y vengarla, res
ponden de su piadosa fidelidad á sus memorias, de su
fé en su inmortalidad, y de su resolucion á unir indi-¡
solublemente en su corazon el culto de ambas Patrias.
«Lo que volverá á salir por lo menos de este cata
clismo, añadíamos, es la distincíon del grano y de la
cizaña, es la separacion de los buenos y de los malos,
de los valientes y de los cobardes, de los verdaderos
ciudadanos y de los falsos patriotas, de los héroes y de
los bohemios. Háse practicado la esperiencia en el cam
po mas propio para que diera resultado. Sábese desde.
hoy para siempre lo que son puestos al crisol esos eternos
ahulladores de cinismo, de patriotismo, de republica
nismo que solo saben salvarse á sí propios, que no tienen
arrojo. sino para huir del enemigo, para reservarse ú y
ocultarse con el fin de ser ellos mismos los enemigos de
toda defensa nacional en el interior, y de todo órden
RAZONES DE TENER. 8|
así como de toda libertad en lo interior, sin atreverse
ni aun áacudir á levantar nuestros heridos y nuestros
muertos, porque se'hallen ocupados en calumniarlos y
en esplotar las desgracias de la patria en pró de su ódio
social y de su rapaz ambicion, Si, la esperiencia está
hecha: EL Dios de las virtudes Iia llegado con. su criba
cn la mano y ha limpiado su era; Y esta prueba de los
hombres habrá sido al mismo tiempo la prueba de las
teorías con que se inspiran. Sabráse en adelante lo que
quieren decir socialismo , solidarismo, humanitarismo,
radicalismo, etc. etc. Nadie se dejará ya sorprender ni.
espantar con esas sonoras palabras y esas grandee más
caras, recordando el gran vacío, lo falso, lo cobarde yhor
.rible que han dejado ver, y todos se volverán hácia la
justicia, la estimacion y la admiracion de esos sencillos y
.sínceros rostros que representan fe , honor, patriotismo,
valor, sacrificio, cristianismo. Y la sociedad , que no
cinc solamente de pan, sino de convicciones y de doctri
nas, y que necesita de ellas hoy mas que nunca, no so
lamente para vivir, sino para revivir, no podrá dejar de
escoger entre lo que constituye la vergüenza y lo que es
el honor, entre lo que es la muerte y lo que es la vida.»

Esto decíamos para consolarnos y fortalecernos. Tal


era la Francia de nuestros sueños en los cortos momen
tos de descanso que nos permitian las angustias del pais.
¿Qué tenemos en su lugar? ¡Ah! me avergonzaría de
mi candida ilusion y rasgaria estas páginas, si no hicie
ra honor á la verdadera Francia que me las ha inspira
do, y si no sacara de ellas para la misma saludables
lecciones.
6
82 LA‘ REVOLUCION Y EL OllDEÑ CRISTIANO.
Precisa es honrarnos al menos confesándolo, y sa
car de ello para tiempos mejores un grave motivo de
responsabilidad contra los autores y contra las causas de
esta cruel decepcion; hemos sido indignos de nuestras
desgracias. Estas desgracias, que pueden llamarse epícas,‘
solo las han sentido corazones vulgares. Han sido des
gracias áridas por decirlo así, remedios que no han ope
rado , y que no han hecho mas que agravar la enfer
medad que debian curar. Por nuestra parte, no hemos
resistido reaccionando, no hemos saltado de rechazo , al‘
sentir el castigo, hasta las causas que nos lo han atraido,
‘ hasta la mano de donde ha partido. L0 hemos sufrido
como el animal, inconscientes acerca de su razon y de
su virtud. El ejército, debemos decirlo, ha cumplido con
su deber; La sociedad no ha cumplido con el suyo. Ha
sido salvada militarmente,‘ pero no hace nada para sal
varse ella misma moralmente, en el foco mismo de to
dos los peligros, de todas las catástrofes que lleva en
si propia. No parece sino que ha acontecido un catacl¡s
mo físico cuyos únicos agentes hubieran sido los elemen
tos de la naturaleza, y aun en tal caso, seria preciso ver
. en ellos los instrumentos de la Justicia celeste. Pero
habiendo provenido nuestras desgracias del órden moral
y social, es decir, de nosotros mismos, no hacer nada
en este órden para repararlas y conjurarlas, volver a
incurrir en nuestros errores y en nuestros vicios hasta
el punto en que quedaron interrumpidos, para conti
nuarlos, para agitarnos en las mismas miserias, las mis
mas ilusiones, los.mismos espedientes ; no armarnos de
una gran sinceridad y de un gran valor para estirpar el
mal y para abrazar el bien; no sentirnos escitados á
RAZONES DE TEMER. 83
favor, de este por lo noble de la empresa y por la respon
sabilidad para el porvenir, y dejar naufragar por sí mis
mo el destino de un gran pueblo, esto seria el síntoma
de una decadencia final_, que merecería salvarse mo
viendo la cabeia y diciendo: ¿Es esta la nacion tan
bella y que era el regocijo de toda la tierra (l)?
Hé aquí lo que debería hacer condenar para siempre
la Francia, si esto no revelara aun más el horrible mal
que la vence y que ella soporta.
Este mal ha desconcertado, comprimido, ahogado
toda reaccion generosa. Despues de haber causado mu
chas desgracias y de haber hecho desertar y estorbado
la liberacion , y cuando hubiera debido ocultarse y huir,
ha ‘tomado la iniciativa, se ha puesto encima y es el
triunfador. Los vencidos son los que .han dado su sangre
y sus vidas por su país, los vencedores son los que
le han arrojado lodo al rostro. ¡De la alta bohemia he
mos caido en la baja, en la de la del fumadero y de la
taberna! ¡La noble Francia ha llegado á ser la presa de
los truanes! ‘
Despues de la inyasion, la communne: despues de la
communne en París, la communne por todas partes; tra
tada en un principio como beligerante; despues como
partido político , dando jaque á toda regeneracion , y sin
cuidado alguno ni vergüenza por nuestros desastres na
cionales, é impulsando á la suprema catástrofe social.
Este es el último acto de la Revolucion.
En los actos precedentes se revestía aun con formas;
afectaba todavía el carácter doctrinal y se cubria con las

(l) Jeremías, Lamcntacíoncs, 2, li}.


S4 LA_ [REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
teorías de Proudhon y de Luis Blanc; atendia todavía
á los libros. Hoy ha arrojado todos estos disfraces y
máscaras despues de haberlas gastado, y se presenta
al descubierto en el fondo y en_ su fin. Es el brutalismo;
el brutalismo de las masas que ha salido del ateismo de
los literatos y de la corrupcion de los ricos y afortuna
' dos. Se nutre con sus mismos escesos; levanta su horri
ble cabeza hasta el cielo contra Dios y contra el hombre,
y cree de tal modo haber concluido con la sociedad que
se arroja de un salto sobre ella como sobre una presa
aturdida que ya no sabe erguirse y volverse contra
aquella.
Es el genio de la destruccion , carácter de la Revo
_ lucion que jamás ha sabido ni podido hacer otra cosa,
y que en el dia no tiene ya límites y se dirige á la nada.
Es ese genio que Milton, que lo vió operar, presenta, en
su verdadera inspiracion, con estas palabras de Satanás
‘y de sus negros cómplices: »Sólo quiero hacer á los de
más tales como yo soy , aunque por esto se redoblarán
mis tormentos; porque solamente encuentro en la des
truccíon lenitivo á mis pensamientos sin reposo... Es
tiéndase pues lejos la destruccion... Jamás, será empre
sa nuestra hacer bien, nuestra única delicia será siem
pre hacer mal, por ser lo contrario de la volumtad de
Aquel á quien resistimos. »
La Revolucion es propiamente negacion y destruc
cion. Examínese bien en el órden doctrinal, político y so
cial y no se verá otra cosa, hasta el punto de no poderse
conservar ella misma sin el auxilio de los conservado
res, cuya demencia ha sido siempre mantenerla contra
ellos mismos.
RAZONES DE TEMER. 85
Y este carácter destructor es completamente lógico,
digo mas, necesario; es el Ateismo en accion. Teniendo
la Revolucion por principal objetivo á Dios, es decir,
Al que cs, de quien y por quien todo es, todo vive y
todo subsiste en el mundo, y que es el gran Conserva
dor, se encuentra fatalmente condenada á hacer lo con
trario de: la elevada voluntad y de la naturaleza misma
de Dios , á destruir. Obrar en favor del Ateismo esdes
truir, combatiendo al Ser mismo en todas sus manifes
taciones; Y .si en el dia la Revolucion ha llegado al úl
timo limite de‘ la destruccion, es porque ha llegado al
últ.imo limite del Ateismo, y porque la ecuacion ha lle
gado á su colmo.
Este síntoma, preciso es reconocerlo, es espantoso.
Sin embargo, hay otro síntoma que lo es todavía mas,
á saber; la complicidad de_las gentes honradas de la so
ciedad misma. ‘
Me esplicaré.

Ill.

COMPLICIDAD SOCIAL.

Si la Revolucion, y para llamarla con su último nom


bre , si la Commune viniera á chocar contra una socie
dad completa y compacta en sus creencias, se estrella
ría en ella y seria lanzada al abismo de donde sale, lejos
de arrastrarnos á él. Para hablar con mas claridad,‘no
existiría. Si existe, en efecto, es porque ha encontrado
con qué formarse en nuestra sociedad , porque encuen
tra con qué desarrollarse, es porque nos hallamos en sa
zon para ella, maduros para la destruccion.
S6 LA REVOLUCION EL ORDEN CRlSTIANO;
En esto consiste que no obremos en contra, que so
portemos los mas odiosos escesos, las mas‘ salvajes ten
tativas. Nos hallamos contaminados y damos paso á la
Revolucion, porque estamos penetrados de su principio,
porque formamos parte de ella.‘
No hagamos esclamaciones: la Commune se halla
por todas partes, y todos la respiramos en diversas dosis.
Ignórase dónde comienza y dónde acaba su espíritu;
mas hállase disuelto en el aire del siglo y á todos los
impregna. _
No hay duda que algunos la combaten y que todos
la desconocen 6 la repelen ; pero ¿quién es el que‘ se
atreve á oponerla valerosa y prácticamente la afirma
cion del principio contrario al suyo? Dirijóme á los cre
yentes mismos y les digo: ¿Qué haceis de vuestra fé? La
practicais en particular y en familia, está bien. ¿Pero
qué papel representa en vuestras relaciones sociales, en
vuestros actos civiles y políticos? ¿Qué resoluciones os
inspira? ¿Qué acentos conmovidos é indignados pone en
vuestras voces? ¿A qué compromisos, por lo contrario
no la humillais, con qué precauciones no la disfrazais,
qué abstenciones, qué retiradas y qué defecciones no la
imponeis, cu.ando precisamente es ella, ella sobre todo,
ella únicamente la que se halla en cuestion en todas las
cuestiones y con ella los Supremos intereses sociales de
que sois mas ó menos responsables? Háblase de pruden
acia, de saber, de habilidad. Lo reconozco; pero ¿quién
nos hace una ley de todo eso si no es nuestra propia de
bilidad misma que se autoriza con ella, lejos de tascar
‘su freno y de saber romperlo á tiempo debido? Induda
blemente, si no estais armados, no debeis combatir;
Ü

RAZONES DE TEMER. s:
pero valdria mas estar armados. Por lo menos , no se
debe cubrir con el pretesto de prudencia, de saber y de
‘habilidad, la falta de valor. Toda prudencia de que no
.se prescinde jamás es sospechosa: todo valor que trata
de hacerse perdonar llega á ser una debilidad; toda ha
bilidad que transige con el enemigo camina á la de
feccion.
Y si esto es asi respecto de los creyentes, ¿qué será ‘
pues, de los indiferentes, de los escépticos, de los con
servadores puramente políticos, de todos esos restos de
las varias clases anteriores de régimen, que nos han
conducido á la Commune?
Si la Commune es el Ateismo aplicado á la sociedad,
¿cómo puede ser rechazada por el Ateismo aplicado á la
política, á la filosofía, á la historia, á la ciencia, al arte,
á la vida? .
Los partidos apenas se diferencian; tan penetrados,
están sin saberlo, del espíritu del siglo. El que no es de
opiniones revolucionarias, es no obstante, de costumbres
revolucionarias, y aunque políticamente se está en el
estremo, doctrinalmente hay conformidad de opiniones.
Durante cincuenta años, hemos sido educados en la es
cuela del panteismo universitario, que es el ateismo pro
fesoral, y en la escuela doctrinaria de la secularizacion, ‘
que es elateismo legal. De aquí al ateismo social, no hay
mas que el empuje de una generacion y de una conse
cuencia, y la distancia que de los maestros á los discípu
los, delos patronos á los clientes, dela cabeza á lacola.
Sucede con la Revolucion lo que con un solo reptil que
hadesarrollado todos sus anillos y que vomita en el día,
todo su veneno: el ateismo. Porque, como ha dicho muy
SS LA REVOLUClON Y EL ORD‘EN CRISTIANO.
bien M. Jovin, del Fígaro: «En Francia, solo tiene una'
forma el ateismo; esta es la Revolucion.»
Ya en su Con/caían de un lujo del siglo, decía Musset,
con tanta verdad como ingenio: Todo filósofo es prínio
de un ateo. ¡Con cuánta mas razon puede decirse en el
dia: todo radical, todo republicano, es primo de un co
munista ; todo liberal, todo doctrinario, es su primo se—
gundo! ¿Y no hemos sorprendido esta consanguinidad
hasta que han estado ante los consejos de guerra? ¿Qué
digo‘? ¿no hemos visto el Pos‘itivísnio de la Commune pa
trocinado en la Academia por nuestros austeros prác
ticos y por nuestros cónsules?
No, todos estamos tocados de la misma peste, pu
diendo decirse tambien de nosotros:

Si no los mataba á todos,


A todos los atacaha.

¿Qué síntoma mas significativo y mas deplorable de


tal estado que la insensibilidad respecto de los rehenes?
Verdaderamente que jamás se vieron víctimas mas
nobles, mas heróicas, mas santas, mas dignas de admi
racion y de reconocimiento y mas á propósito para esci
tar la execracion y el horror contra. no diré solamente,
‘ los mónstruos que las inmolaron, sino el Espíritu que los
impulsó á esta obra que carece de nombre en el salva
gismo humano, hasta tal punto, que una de ellas pedia
que se la dejara volverse entre los salvajes, donde su
ministerio apostólico predicaba la fé con menos peligro
que en la ciudad reina de la civilizacion. Ellos eran
nuestros amigos, nuestros defensores, nuestros padres,
nuestros magistrados, la flor y el honor de nuestros si
RAZONES DE TEMER. 89
gio; nuestros rehenes sobre todo, rehenes por nosotros,
y rehenes voluntarios que permanecen en el sitio del
deber, entregándose, muriendo para rescatarnos, márti
res de la protesta social. ¡Pues bien! ¿Qué reaccion na
cional suscitaron? ¿qué luto? ¿qué homenaje patriótico?
¿qué frutoï’,.. ¿Deberemos decirlo? Casi se les pide cuen
ta del mal que se les ha hecho á causa de la gloria que de
élse ha reflejado sobre las santas causas por las cuales
lo padecieron.
Esta gloria importuna á muchos, y se querría hacer
que desaparecieran sus mas sencillos testimonios, lejos
de elevarles un monumento que verdaderamente les re
serva la posteridad.
¿Qué ‘puede decirse de un pueblo que mezcla en una
misma hecatombe la sangre del sacerdote con la del sol
dado y del magistrado, es decir, todas las instituciones
sociales? Y ¿qué es una sociedad que tiene que resignar
se á su propia inmolacion, á dudar del derecho de repri
mirla y á dejarla que se prosiga? ‘
¡Qué camino hemos andado en la barbarie, des
de i848! En los funerales de monseñor Afre, el pueblo,
decíamos, se mostró todavía leon. En el asesinato de los
rehenes y despues se ha mostrado y ha permanecido
siendo hiena, ‘este animal que no conoce que no goza de li
bertad sina cuando desgarra y devora, como dice Montes
quieu de un pueblo que no tiene religion. De cada ver.
está mas cebado contra un mundo que retrocede y se
dispersa ante él, que no solamente .no se dirige á él por
medio de los principios y de las abnegaciones civilizado
ras, sino que le presta asidero por medio de su propia
enemistad contra estos principios; mundo de negacion,
90 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
de ignorancia, de division, de fanatismo antireligiosos;
mundo en que todo lo ha gastado la crítica hasta el cri
terio mismo, en que nada está ya en pie ni puede levan
tarse, y en que cada uno se retira de él, para encerrarse
‘ en su egoísmo, desesperando de una sociedad que pare
ce entregada á los dioses infernales.

Apparent dirí facies inímicaque Trojm numina.

IV.

LAS DIVINIDADES MODERNAS.

Todos nosotros rendimos sacrificio mas ó menos á


estos dioses. Sobre todo, hay tres de ellos que nos
poseen.
En primer lugar, _el Miedo.
Lamartine ha dicho: «La Francia es una nacion que
se fastidia. » Mas exacto sería decir, que durante ochenta
años, la Francia, tan impávida en los campos de batalla,
es una nacion que tiene miedo y que se causa miedo
ella misma.
Este es el siglo del miedo.
Desde el origen de la Revolucion y en sus diversas
fases, como si se hubiera cometido un atentado contra el
órden eterno de las cosas, ha dominado constantemente
el miedo, compañero asiduo del remordimiento sufrido
y de la censura merecida.
Todos los crímenes de la primera Revolucion. y del
Terror que llegó á ‘ser su régimen fueron especialmente
obra del miedo:
RAZONES DE TEMER. 9í
No tienen mas Dios que el miedo,
Tan pálido y tan bisojo.

Decía Andrés Chemíer. _


El Imperio lo dió á conocer primeramente con el
crimen de Vincennes, requerido por el miedo , y á me
dida que hacíamos temblar á la Europa con nuestras vic
torias, se convertian estas para nosotros en mónstruos
de miedo por el presentimiento de las causas de desquíte
y de ínvasion que iban amontonándose. El gran Empe
rador tenia miedo de la libertad en el interior y de sus
conquistas en el exterior. Hízolas al principio por ambi
cion , y las prosiguió por miedo, especialmente la cam
paña de Rusia. Precípitóse en ella por miedo.
La Restauracíon fué un miedo recíproco de la revo
lucion y del antiguo régimen.
El régimen de Julio fué un tejido de precauciones
dictadas por el miedo, el miedo de la legitimidad, de la
demagogia y de la libertad católica. .
Despues de las ansias de la segunda república y de
las sangrientas jornadas que hicieron cernerse el miedo
sobre toda la Francia, esperando de hora en hora lo que
saldría de ella en París, los partidos se observaban con
temor uno de otro, siendo únicamente el miedo quien
arrojó la Francia á los piesde Napoleon III, así como fue
el miedo á la revolucion lo que le dejó hacer todo cuanto
nos ha precipitado en ella.
¡Actualmente, no necesito decir hasta. qué punto
somos presa del miedo! Todos nosotros tenemos miedo.
¡Y cosa extraña! tenemos miedo á un tiempo mismo
del mal y del bien; sí, del bien. A punto de zozobrar,
tenemos miedo de la salvacion. Tenemos miedo de Dios,
92 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
asi como en otro tiempo, se tenia miedo de los apareci
dos, pues hoy tenemos la supersticion sin tener la reli
gion respecto de él.
¿Y por qué? Porque ya no la tememos, no tenemos
ya ese temor filial y noble que nos libra del miedo vil
del esclavo, porque nos coloca ‘en el órden eterno y nos
hace participar de su inviolabilidad.
El crimen de la Francia es el haber salido de este
órden eterno por medio de la Revolucion , que fue sobre
todo contra Dios. Desde entonces sufre su pena; está
mal consigo misma y con todo. Tenga ó no conciencia
_ de ello, esta es la explicacion del enigma y de todas las
calamidades que la justifican. Somos esclavos del miedo,
porque somos vasallos de la cólera.
La Francia ha podido esclamar, como la Fedra de
Racine:

¡Ah! ¡del crimen horrible cuyo oprobio


Me sigue por do quier , jamás pudiera
Mi triste corazon coger el fruto!

Ojalá no tenga que añadir:


Hasta el postre-r suspiro perseguida
De infortunios sin (in, exhalo ahora
Una vida infeliz entre tormentos (l).

Hay otra divinidad del siglo que no ha cesado de


agrandarse y que tiene en el dia proporciones deshonrosas.
Dejo á un revolucionario el cuidado de nombrarla y de
calificarla: ‘
«El pueblo de i789, dice M. Edgardo Quinet, era

(l) Fedra, acto IV, escena VI.


RAZONES DE TEMEB. ‘_ 93
mas ignorante que el que le ha sucedido. Sin embargo,
era incomparablemente mas inteligente respecto de las
grandes cosas; consistiendo la esplicacion que compren
de todas las demas en que tenia un objeto mas elevado:
tenia un corazon mas digno. De ahí era que veia y media
con claridad y desde lejos los pliegues y ‘repliegues del
horizonte que se escapan necesariamente á aquellos
cuya mirada es menos atrevida... .. El engaño y la burla
entre los antiguos y aun en la edad media , iba mezclado
de sencillez y de imaginacion. Hémosle quitado estos
dos compañeros y hémosle dejado sin velo, quedando
de él únicamente la Necedad desnuda que es una divi
nidad esencialmente moderna..... (Un
En el siglo XVII se comenzaba á decir: «Sin Dios,
no hay juicio (2);» pero esto solo se refería á casos indi
viduales. Desde la Bevolucion, y conforme ha ido pro
gresando, ha tenido que referirse al caso de todo un
pueblo. .
El pueblo, en otro tiempo, no solamente tenia agu
deza de ingenio, esa agudeza ática que es la sal del sen
tido comun, sino que el pueblo era como el depósito del
‘ ingenio, á donde acudian á proveerse nuestros mejores
autores. No se le podia engañar fácilmente, antes por lo
contrario, era élquicn penetraba todas las ridiculeces
de la clase elevada y quien la tenia á raya por temor á
sus agudezas. Era este un terrible poder que debia te
nerse en cuenta, y que templando la monarquía, no le
permitía degenerar en despotismo. Esto consistia en que
el pueblo era demasiado creyente para ser crédulo. No
(l) La Revolucion, t. l, p. 204.
(2) Saint.Simon, t. l, p. 451.
94 LA lKEVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
era tan ignorante como dice M. Quinet: era de la clase
mas instruida,‘ hallándose enterado de las verdades
primeras , que comprenden á todas las demás, y por esto
era, como lo reconoce el mismo escritor, incomparable
mente mas inteligente en los asuntos importantes.
¿En qué ha venido á parar ese mismo pueblo , y quien
podría reconocerlo en el dia? La pérdida de aquellas ver
dades que constituyen precisamente el buen sentido,
porque forman el criterio del entendimiento y si se puede
decir así, el cristalino del ojo intelectual, es uno de los
signos mas alarmantes denuestra triste época. Perde
mos la vista; el dia declina; llega la noche con sus ti
nieblas; y puede aplicársenos en lo moral lo que dice
Virgilio de los signos sensibles que acompañaron la
muerte de César.

Impíaque znternam timuerunt siecula noctem.

Y lo mas espantoso es que de todas las nociones dc


que oscurece esta ignorancia, la que menos comprende
mos es la nocion de esta ignorancia misma. Como el ma1
es general, nadie lo advierte. Un hombre que pierde la
vista y vive entre los que la gozan perfecta es advertido ‘
de su achaque á causa deser el único que se halla en
las tinieblas. Pero si todo el mundo se vuelve ciego,
pasala ceguera en cierto modo al estado normal, que es
tanto mas incurable cuanto que nada viene ya á adver
tirlo. _
Pero lo peor de nuestro estado no es que no veamos
nosotros, sino que vemos equivocadamente y al revés,
teniendo toda la infatuacion que si hubiéramos hecho un
descubrimiento, y calificando esto de CIENClAl Fantasmas
RAZONES DE TENER. 95
impuros han ocupado el lugar de las luminosas realida
des. La fantasmagoría nos alim'enta con sus químeras é
ilusiones, siendo las mas inverosímiles y absurdas las que
tienen la probabilidad de ser creidas. Y como no faltan
mágicos, como las muchedumbres hambrientas á causa
de la perdida de sus verdades con que se les ha defrauda
do, se arrojan en los errores á que se les ha reducido y
que lisonjean sus malos instintos, no hay nada á que no
den crédito por necesidad y en odioá la verdad á un
tiempo mismo. No es esto pues solamente el dominio de
las tinieblas, sino el reinado de los espectros; y para ha
cer á nuestra desventurada época la aplicacion moral de
los siniestros prodigios que señalaron el cataclismo ro
mano, puede decirse con igual certeza:
...et símulacra modis pallentía mi‘is
Visa sub obscururn noctís, peeudesque locutce,
ínfanduml

Esto es lo que ha convertido el gran arte de gober


nar enel arte de burlarse del pueblo, y de conducirle a
donde se quiere por medio de los mas absurdos prestigios
é ilusiones.
Esto es lo que se ha visto sobre todo en los dias de la
Commune de París, y bajo otra forma, se ha estendido
despues á la Francia entera.
Este pueblo, que se distinguia de todos. los demás
por su mas fel.iz armonía del ingenio y del buen sentido,
ha sido trocado ó afectado de estupidez y de idiotismo.
ase abrazado‘con monstruos. ¡Deberemos recordarlos!
Picpus, San Laurentio, Nuestra Señora de las Victo
rias, etc. Los misterios dela penitencia de la mas ange
lical caridad transformados á sus estúpidas miradas, en
96 LA REVOLUCION’ Y EL ORDEN CRISTIANO.
misterios de impudor, de ferocidad y de maIdadS... Ypor
toda la Francia, el diezmo, la servidumbre de vasallaje,
las cédulas de confesion, el derecho señorial evocados
y agitados de las urnas electorales, y decidiendo de la
eleccion de los que deben regir los destinos del país...!
He aquí lo que se ha hecho de este gran pueblo á
fuerza de ocultarle por tanto tiempo la verdad, y de ha
cer que solo llegase á sus oidos la mentira, á fuerza de
alimentarle con veneno.
‘ ¡Oh! ¡cuán culpables son los que le han envilecido
de tal suerte.!
Finalmente, para reducirme, señalaré tan solo todavía
entre las divinidades modernas una, respecto de la cual
la muchedumbre justificaria en nuestros dias lo que de
cía Bossuet del mundo pagano: El Odio.
Si hay algun rasgo distintivo del carácter ‘francés,
es seguramente la sociabilidad. Este rasgo provenia, como
lo observaba un viajero inglés del último siglo, de nues
tro temperamento.esencialmente monárquico. El ‘amor
constituía el fondo; el amor del rey, de la patria, de la
parroquia, del hogar, circulaba en todas las clases y
las enlazaba y unia en una familia, cuyas querellas y
agravios tenian consecuencias sensibles pero jamás lle
gaban á un rompimiento, gracias á ese buen espíritu de
transaccion cuya historia es la de nuestro país, y que se
componia de una feliz mezcla de sumision y de altivez,
de resignacion y de revindicacion, equilibradas en ese
amor á la cosa pública que existia en todas las clases y
en todos los grados.
Este carácter es el que se nos presenta la víspera
de i789 segun hemos visto en las Actas ó poderes delos

\
RAZONES DE TEMER. 97'
diputados. La revolucion ha venido á sofocarlo, rompien
do súbita y violentamente el lazo comun. Ha inspirado el
odio y lo ha inaugurado como espíritu de las generacio
nes nuevas: así es que nosotros procedemos del odio;
sentimiento antifrancés, antisocial, antihumano:
El odio ha tomado en el dia, en el pueblo, proporcio
nes formidables, infinitas en cierto modo, como es infi
nito su principal objeto, Dios. La sociedad no tiene en et
dia mas que una forma, el odio,‘ que hace de ella una.
conspiracion y un estado de guerra contra la misma so
ciedad. La Communne no ha sido otra cosa, y al herirla
en sus actos mas criminales, nose ha hecho mas que con
centrar y acumular este odio social que ruje y se exhala
por mil respiraderos, que se cree un deber dejarle abier
tos y por medio de los cuales se conserva y se propaga.
Es ese pozo del abismo de donde se eleva una humareda
que oscurece el sol y que iti/tetona el aire. (i)
Este horrible sentimiento jamas ha retrocidido du
rante 80 años y ha ido siempre en aumento. No se ha
detenido en los abusos de la antigua sociedad: dirigióse
desde entonces á toda superioridad, arrastrando en su ra
bia lo que podría llamarse la arboladura de la nave. Pos
teriormente no ha permitido, al parecer, que se verifica
ran simulacros de aquella sociedad sino para alimentarse
con su destruceion sucesiva; No ha hecho pactos, con este
objeto, con el estado llano, haciéndole ascender, sino para
precipitarloá su vez. En el dia se dirige á la armazon
‘ misma de la nave. Háse hecho radical y desea con ansia
‘la destruccion por medio de la destruccion misma, por

(l) Apocalipsis cop. IX. 2.


a:
98 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
puro odio, por odio hasta á los despojos y ruinas. No le l
han bastado las‘desgracias de la patria, porque esta
puede levantarse todavía, y despues de todo, no entra
en sus miras solamente la patria, sino toda la sociedad,
en la cual comprende y detesta todo: Religion, Patria,
Poder, Familia, Propiedad.
¡Y sobre todo Religion! homenage supremo tributado
por el odio social á esa madre de las sociedades, y, no
temos bien esto, que solo se dirige al catolicismo!
Elsacerdote, el papa , hé aquí lo que llevatodo el peso
del odio social, y lo que por sus desgraciasy sus virtudes,
dignas de la simpatía y de la admiracion ¿del universo,
condena cuotidianamente á todos los autores y á todos los
órganos de este odio, al mas indigno de todos los oficios;
el de la injusticia, de la mentira, de la calumnia, de la
vil y cobarde desercion del derecho, de la completa ab
dicacion de los intereses nacionales ante el estranjero,
contra su propia razon y su propia conciencia. ¡Bien cas
tigados estan por donde han pecado, si les queda, como
me complazco en creerlo, algun sentimiento de honor y
de dignidad!
Hay en este odio contra el sacerdote, odio que ha
llegado á su extremo en el día, una enseñanza y una
advertencia sobre los que creo deber insistir.
El sacerdote católico es naturalmente odioso; odio
generis Iz.umam‘, como decía Tácíto delos primeros após
toles,. con un sentimiento enteramente pagano. Cuando
Condé, al ver subir al púlpito á Bourdaloue, decía: ‘
«¡Atencion¡ ¡hé aquí al enemigo!» espresaba corrigien
dole admirablemente por su derrota, que no era otra
cosa que una victoria sobre si mismo, una palabra pro
RAZONESDE TEMElt._ _ 99
fundamento verdadera, y que debiera tomarse en nues—
tros dias á la letra: ‘
El sacerdote católico, en efecto, es por su estado,
el enemigo activo y permanente del mal que hay en nos
otros. ¿Cómo en su consecuencia no habia de ser este
mal mismo su enemigo? No es solamente porque el sa
cerdote se llama el justo, como Arístides, porlo que
debe ser proscrito ; sino porque, como el JUSTO por exce
. lencia cuyo ministro es, tiene la pretension de querer
justificarnos.
Este es su crimen; esto es lo que le vale ser puesto
como signo de contradiccíon, como su divino jefe, y lo
que le hace que lleve por todas partes y de continuo esta
palabra que Jesucristo dice á todo sacerdocio católico en
sus apóstoles, al enviarles como ovejas entre lobos. Sr:
BEIS BLANCO m: omo Á CAUSA m; MI NOMBRE (l).
Pero esta es tambien la prueba y el título del ver
dadero cristianismo, esclusivamente propia del catoli
eísmo. No es odiado por las pasiones antisociales‘ sino
porque las combate; no las combate sino porque es san
to; no es santo sino porque es verdadero, verdadera
mente divíno. Pruebase esto odiándole; pues la espuma
honra al freno (2).

(l) s. Mat. X, 16, 22.


(2) Comprendo la noble tristeza de aquella señora protestante , por
no ver á ninguno de sus pastores perseguidos, como lo ha sido el sa
cerdote católico durante la Commune, Felicitando á MM. de Pressensó
y Guillermo Monod, por las dos bellas cartas que escribieron entonces
en favor de nuestros sacerdotes encarcelados, y en que se ofrecían en
su lugar, diré, sin amenguar el mérito de esta oblacion, que no corrían
el riesgo de‘su gloria. Esta gloria se halla siempre reservada al mayor
de la casa que no la ha abandonado y á quien ‘el padre de familia dice
100 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
Escuchad esta declaracion de la Commune en una de
sus comunicaciones á La Internacional..... «Desemba
razada del ejército y de la policía, elementos de la fuer
za física de los antiguos gobiernos, la Commune se ocu
pó en quebrantar la fuerza superior espiritual, el poder
de los sacerdotesum» Y todav_ia se recuerda aquella ¡es
cena de Monseñor Darboy al comparecer ante Raul Ri
gault, que, medio vuelto de espaldas, le dijo , como
única acusacion: «Durante mil ochocientos años nos es
tais encarcelando y atormentando!» Asi pues, en el
Evangelio, el espíritu inmundo atormentado tambien á
la sola vista del Salvador, gritaba por boca de los po
seidos: «¡Déjanos! ¿qué hay de comun entre nosotros
v y entre ti, Jesús de Nazareth? Tu has venido á perder
nos, yo se quien eres, el Santo de Dios (l).»
Este mismo odio es el que, del Hombre-Dios, se ex
tiende y se dirige durante mil ochocientos años del hom
bre de Dios, al sacerdote. Sin embargo, despues de hai
berse saciado á este odio con la sangre de un millon de
confesores y de haberle arnansado con los prodigios de '
_ su santidad, el cristianismo habia conseguido civilizar
a Europa. El odio al sacerdote domina en el fondo de
las sociedades. La Revolucion vino á dispertarlo, desen
cadenando todas las pasiones antisociales que lo moti
van: posteriormente ha ido agrandándose con estas. En
nuestros últimos gobiernos, no ha cesado el sacerdote
de ser víctima de la calumuia y del ultraje, hásele ar
rojado á las fieras. Enesto consiste su gloria y el opro

estas palabras: Ilíjo mio, tu estás siempre conmigo y todo cuanto ten
goes tuyo, mi cáliz y mi cruz. (S. Luc. XV, 3l.
(t) S. Mat. Vllí, 29.
RAZONES DE TEMER. íOí
bio de quien se la ha formado, oprobio tanto mas gran
de cuanto que era una villanía, puesto que no se le en
tregaba de esta suerte sino para librarle del furor revo
lucionario, cuando precisamente se hallaba demasiado
espuesto á este furor.
Han llegado los dias nefastos de la Commune. El
sacerdote, á pesar de tanta ingratitud , no ha faltado á
su mísion social, así como no habia faltado á su mision
patriótica. Una sola cosa, quizá, ha frustrado el supremo
triunfo de la Commune , y en la _última hora nos ha va
lido, en el órden superior de la reversibilidad del. sacri
ficio; su terrible represion ;‘ tal es su crimen supremo; .
el asesinato de esas nobles ‘y santas víctimas espiatorias
de nuestras desgracias; de ese gran clero mártir, tan
vilipendiado por los miserables á quienes reanima con su
caridad, tan vigilado por los Políticos y los Prudentes á
quienes aventaja por la elevacion de su celo, y que,
despues de todo, el primero en los campos de batalla
para levantar á nuestros heridos, el último en nuestras
ciudades insurreccionadas en los puestos abandonados
por el deber, se halla siempre pronto á prestar á la so
ciedad una muralla formada con su cuerpoyun soplo de
vida de su alma, y un rocio de misericordia y de reden
cion de su sangre.
¿Quién no hubiera creido que el odio del sacerdote
se habría, ya que no estinguido, por lo menos aplacado
en su sangre? Pues bien, no, este odio ha llegado á ser
de cada dia mas salvaje. Tal vez se dirá que esto solo
ha sido una libacion de esa sangre que se aspira siem
pre á derramar. Nuestra época, como decía úl _‘
un periódico que no es nada blando con el z
102 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
híerófoba. Y decía esto, á propósito, no de esas escenas
de violencia y de ultraje que todavía espantan á nues
tras ciudades, ó de esos feroces ahullidos de los periódi
cos radicales contra el sacerdote, sino á propósito de los
discursos pronunciados en la tribuna nacional en una
grave discusion por dos representantes, uno de los cua
les era precisamente uno de esos pastores que, bajo 1a
. Commune, habian tenido por lo menos el tacto de in
terceder en favor de nuestros sacerdotes encarcelados.
Sí, nuestra época es hierófoba; y esto es un signo
antisoeial. Porque, insisto en hacerlo notar, lo que se
odia en el sacerdote, lo que le vale ese ostracismo y esa
proscripcion que propenden, aun entre los revolucionarios
moderados, á hacerle desaparecer de todas partes, es que
representa, que lleva en si mismo, no solamente. la fé
enteramente integra, sino el derecho, la justicia, el res
peto, el deber, el patriotismo, la abnegacion, la libertad:
todos los elementos sociales destruidos ó minados. por
do quiera, y resistiendo todavía en él solo: es que cons
tituye la fuerza represiva espiritual de la sociedad y su
última muralla, y que él solo sabe hablar, obrar, pade
cer, y morir por ella. ‘
‘ De tal suerte, que puede decirse, que el odio del sa
cerdote es el termómetro exacto del peligro social y que,
segun sube ó desciende aquel, se aumenta ó disminuye
este peligro.
«Los pueblos que no tienen sacerdotes son comun
mente bárbaros,» ha hecho observar con suma exacti
tud el autor del ‘Espíritu de las leyes. ¿Qué debe pensar
se pues de los que, sacados de la barbarie por sacerdotes,
tales como los nuestros, se hallan dominados contra ellos
RAZONES on TEMER. 103
de un odio mortal? ¿Qué viene á ser un mundo que
. proscribe ó deja proscribir al supremo sacerdote en su
tipo mas admirable y en quien brilla esa solidaridad que
he indicado existir entre el sacerdote y la sociedad?
¿Qué puede esperarse de una sociedad que desde la alta
posicíon de hija primogénita de la Iglesia, se precipita
en la Commune y se hace, en cuanto puede, no solamen
te híerófoba, sino teófoba? ¿No es esta una sociedad que
se odia á si misma, y que como el Ayax furioso de la tra
gedia antigua, se entrega á los Euménides por haber
‘despreciado á los dioses, y vuelve contra su seno la es
pada que no quiere deber á su poder?
No disguste á los que en una época de crisis supre
ma para la Francia y para la Europa, no querrían ver
que se daba á las cuestiones tales proporciones: pues
esto constituye la órden del día. La cuestion revolucio
naria ha llegado á ser actualmente en primer término y
para la Revolucion una cuestion de religion, la de la re
lígionmisma. La cuestion social se balla enteramente
empeñada en ‘la cuestion divina. He aquí lo que voy a ‘
demostrar, al examinar esta cuestion social, no ya en
sus síntomas, sino en sí misma y en su fondo.

VI.
LA CUESTION SOCIAL.

La sociedad contiende en el dia con todo aquello cuya


razon de ser no advierte. Así pues, la sociedad no vé, no
encuentra ya en si la razon de ser; y por esto contiende
con todo y se subleva desde sus cimientos hasta su cúpula.
¿Y porqué no ve ya la razon de nada?
104 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
¿Es porque siendo Dios la razon de las cosas, las co
sas humanas aparecen sin razon á quien ha perdido la
idea de Dios?
Asi debe ser, sobre todo, respecto de una sociedad
educada en la escuela del cristianismo el cual, ensanchan
do ó dilatando la razon humana con todas las verdades
con que la ha enriquecido, ha aumentado inmensamente
la capacidad de su exigencia, cuando han venido á faltar
estas verdades.
La sociedad cristiana estaba formada y se habia des
arrollado sobre un plan y conforme á uno de los sistemas
mas brillantes y al mismo tiempo mas exactos. Todoen
la vida humana y social tenia en ella su lugar, su razon,
su ley, su peso y su contrapeso. Veniaá ser como un ma
ravilloso mecanismo donde el eje, los resortes, las pa
lancas, el rodaje, coneurrian al juego ó movimiento mas
regular y mas determinado. Sin duda que encontraba
muchos obstáculos en las infracciones humanas, y que
parecían desmentirle grandes desórdenes; pero estas in
fracciones y estos desórdenes mismos eran previstos y
corregidos por una economía de sanciones y de compen
saciones ulteriores que les hacían dirigirse al fin gene
ral, admitiéndose el sistema tal cual era.
En el dia, habiéndose desmontado y descompuesto
este sistema, sus piezas no se corresponden unas con
otras. Desechada la pieza principal, la sociedad no cami
na ya. Y no obstante, necesitando andar la sociedad, anda
como la razon en el cerebro de un loco, al revés que ella
misma.
Para demostrarlo claramente, permítaseme una cor
ta esposicion de principios.
‘ RAZONES nn TÉMER. 105

\ La sociedad humana es una combinaoion de deberes


y de derechos. Anda y rueda enteramente, como sobre
sus dos polos, sobre la duple nocion, sobre la duple con
viccion del deber y del tnéríto; el deber que obliga, el mé
rito que paga. Suprímase el deber y la vida humana no
es mas que un bandolerismo; suprimase el mérito, y no
es mas que un engaño. Estas dos cosas deben equilibrar
se. Se merece á proporcion que se cumple con un deber;‘
viene á ser esto como el Debe y Haber del gran libro de
nuestros destinos ._
Debiendo sostener estos dos puntos de apoyo todo el
peso de la vida humana, son independientes en sus flue
tuaciones; el deber existe por si, el mérito existe por sí,
absolutos en el foro interno de la conciencia humana, la
‘ cual recibe tambien de ellos su fijeza contra todo lo que
es propio para conmoverla.
Por esto el principio del deber y el objeto del mérito
deben hallarse en lo absoluto, y en su consecuencia y
necesariamente, fuera de este mundo, .
¿Qué es pues en efecto, el deber? El deber, dice Julio
Simon en su libro sobre este asunto, es Dios. ¿Y que es el
mérito? Merecer es esperar, dice perfectamente Séneca,
iluminado por un rayo de cristianismo. Quísquis meraít
espectat. (i) En una palabra, Dios, justicia obligatoria,
hé aquí el principio del deber; ¡Dios, justicia remunera
toria, hé aquí el fin del mérito! principio que sehalla so
bre este mundo, fin mas allá de este mundo.
Y esta misma justicia que tiene su sede necesaria en
_ lo absoluto, siendo á un tiempo mismo recompensa del
‘( f) Ea-pcclo vilam venturiswcult‘, decimos nosotros con nuestro
\
gran símbolo.
J
z
{06 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO. _
mérito y sancion del deber, verifica en este mundo mis
mo por medio de su espectativa ó de su aplicacion inme
diata, el mayor órden real posible, ya sea estimulando al
deber y sosteniendo al mérito, ya sea anticipando sus fallos
por los de la conciencia que es su oráculo y cuya auto
ridad se acrecienta con ella. _.
En una palabra, la duple nocion del deber y del mé
rito, sobre la que gira el órden social, implica necesaria
mente á Dios, la responsabilidad, la inmoralidad del alma
y de los destinos futuros en razon del uso de la libertad
humana en los tiempos presentes. :Si hay una alianza
necesaria entre la virtud y la dicha» «dice M. ‘Cousin,
»interpretando á Platon (es decir, si se admite el princi
»pio universal y absoluto del deber y del ntérito), el obs- ‘
»táculo de este mundo esterior, relativo y contingente,
»es un obstáculo vano ante el decreto de la razon pura,
»decreto que debe realizarse, y el órden moral, es decir,
» la reparacion de este desórden temporal, la vida futura é ‘
»ínfalible. Y siendo así, la existencia de una Potestad su
»perior á la fatalidad exterior, y capaz de operar el resta
»blecimiento del órden, no es menos infalible; de suerte,
»que la libertad, la inmoralidad del alma y Dios, son co
»rolarios de la nocion del Bien supremo, corolarios cuyo
walor se_funda en el de su principio. Tal es el prínci
»pio entero de la critica de la razon pura práctica, añade
pM. Cousin, el monumento mas sólido y mas atrevido que
»el genio filosófico haya levantado á la virtud desintere
»sada. »
lmporta pues en estremo, reconocer bien‘ estas dos
cosas:
La primera, es que estas grandes verdades no son ya
RAZONES DE TEMER. íOT

solamente en el dia, como lo eran ayer, tesis de filosofía


ó de religion, cuestiónes de escuela ó de cátedra; pues
han pasado á los hechos y han llegado á ser cuestiones
de club, de taberna y de callejuela. Su negacion es lo que
ensangrienta é incendia nuestras ciudades y lo que su
bleva á la última capa social. _
La segunda cosa que hay que reconocer, es, que si
estas verdades no han podido sostenerse en la esfera de
la razon pura, y si este monumento, el mas sólido y el mas
atrevido del genio filosófico ha temido la suerte que esos
edificios de nubes fantásticamente agrupados y dibujados
en un cielo borrascoso, el sistema entero y sobrenatu
ralmente fundado de la creencia cristiana es el único
monumento sólido á que se debe correr á guarecerse y
coaligarse contra la última y la mas terrible de todas las
cuestiones: la cuestion social.
. ¿Pero es tiempo todavía?
En el tiempo en que se escribian libros y que eran
leidos, escribí yo uno sobre esta formidable cuestion.
Al volver hoy á leerlo, me he cspantado yo mismo al ver
hasta qué punto han venido los acontecimientos á jus
tificar mis alarmas, y á sacar y traducir en golpes ter
ribles, y en situacion desesperadora , las conclusiones
que reclamaban aún entonces cierto aparato de ra
ciocinios. . t
Lo menos que actualmente tributa esta situacion á
las causas que me la hacían prever es el testimonio que
estas le rendian entonces anticipadamente, sobre el que
estoy dispensado de insistir.
Me limitaré pues á estas pocas palabras:
Si, como lo esplanaba entonces, y como acabo de
IOS LA BEVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
reducirlo á estas pocas palabras, el doble punto de apoyo
del mundo social, el deber y el mérito, tienen su princi
pio y su objeto en lo absoluto , en lo divino ; y si Dios
es la primera y la última palabra de las cosas sociales
¿en qué ha de venir á parar un pueblo, un mundo, que
_ ha repudiado este doble punto de apoyo?
Si la sociedad es un tejido de deberes y de méritos,
cuyo lazo de únion se halla eu la fesólida del deber
aceptado y del mérito resuelto, confiado, y querido
independientemente yfuera de este mundo, ¿qué pue
de ser una sociedad que, atrincherándose esclusiva
mente en lo que llama ella su secularízacíon , es decir,
en este mundo, rompe desde entonces con la eficaz obli
gacion del deber y la alta confianza del merito? ‘
¿No es esto una sociedad que ha fenecido, como
una naveí sin áncora y sin brújula por una mar bor
rascosa.

Hé aquí una mar borrascosa.


Si efectivamente no quedara vestigio alguno de la
nociou del deber y del mérito á esta sociedad ó mas bien
á esta aglomeracion sino vinieran á agitarla, pretension
ni aspiracion alguna , se concebiria que pudiera prolon
garse todavía su existencia, ó mas bien su lenta des
composicion. _
Pero no sucede asi con respecto á la sociedad hu
mana, y sobre todo á la sociedad francesa. El hombre
lleva sus grandes destinos por doquiera, tanto con res
pecto al mal como al bien , sin que dependa de él supri
mirlos. Tiene el sentimiento arraigado del deber y del
mérito, la aspiracion invencible á la patria y á la felici
dad; y en su consecuencia, se forja: armas de destruc
RAZONES DE TENER. 109}
cion y de furor con lo que debia constituir elementos de
pacificacioíi ‘y de salvacion.
Asi, la sociedad moderna, que ha salido del deber y
del derecho en la alta acépcion, la absoluta y divina que les
pertenecen, no ha cesado desde entonces de pretender
los y de revindicarlos. Solamente, ha vuelto á colocar
lo movible del deber, y de los fines del mérito en lo rela
tivo, lo condicional y lo humano, que superan infinita
mente , y donde la prosecucion de su realizacion no pue
de menos de chocar con la desproporcion de las cosas.
Sucede con esto , como respecto de una fuerza incalcula
ble de inspiracion y de espansion que se quieran conte
ner y dilatar en una capacidad limitada y sin salida. De
aquí nuestro afan de competir, nuestras revoluciones,
nuestras esplosiones sociales. Y lo que hay de estraño
en esto es que, viéndose sobreexcitada nuestra exigen
cia en razon de la imposibilidad de satisfacerla , nos acu
samos unos á otros de lo que es culpa de la situacion
admitida por todos. Nos disimulamos esta situacion re
mitiéndonos la solucion del problema, cuyos términos
trastornamos de esta suerte ; colocando en los demás los
deberes sin los derechos y en nosotros los derechos sin
los deberes. Nos forjamos títulos unos contra otros dc
nuestros agravios respectivos, pero jamás de nuestros
propios méritos. Nos armamos con nuestras faltas y
como en tal estado, los agravios y las faltas no hacer;
mas que multiplicarse y agrandarse, la guerra á todo
trance y hasta el esterminio es el resultado obligado del
palenque en que se sostiene, mas aun, del círculo vi
cioso en que se prosigue.
En tiempo dela fé, el rico y el pobre, el grande y
H0 _ LA REYOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
el pequeño, los reyes y los pueblos tenian entre_sí un
gran correctivo de su natural antagonismo, que mitiga
ba los ‘enconos y amortiguaba los choques, en esa fe
cristiana que los reunia y reconciliaba en su foco co
mun, que equilibraba sus condiciones sociales por me
dio de condiciones evangélicas inversas de estas, que
inspiraba á los afortunados la moderacion y la caridad;
á los desgraciados la resignacion y la justicia, y que
finalmente amontonaba tesoros de cólera ó de recompen
sa, cuyo peso se equilibraba sobre todas las cabezas, en
rigurosa proporcion á las faltas y á los méritos, y que
obraba poderosamente en contra del desórden que que
daba aquí bajo, haciéndole volver al órdeneterno.
En el. dia no hay ya nada de todo esto‘; ni fé que
reuna y reconcilie, ní contrapeso á la desigualdad de las
condiciones, ni comercio de moderacion y de resigna
cion , de caridad y de justicia; no hay ya temores ni es
peranzas superiores ‘á los bienes de este mundo; este
_ mundo aislado, separado de su principio y de su fin, y
no enlazándose ya por estos medios con sus diversos ele
mentos; encerrado, rechazado, comprimido en si mismo
y sobre sí mismo , con todos sus fermentos de division
y de colísion, y obligado á crearse á si propio su órden,
su paz , su satisfaccion , su. destino social, con las mis
mas aspiraciones rigurosas é infimas de justicia y de di
cha que la religíon satisfacia en otro tiempo.
La cuestion social debia surgir de tal estado, y re
solverse por la guerra , puesto que no se resolvía .ya por
ia fé,
Acontece sobre esto, á la verdad, que no bien des
aparece esta fé en el hombre, le sobrevive, subsiste y
RAZONES DE TEMER. H1
reclama imperiosamente; tal es el destino del hombre á
la justicia y á la felicidad. Cueste lo que cueste, ne
cesitan todos y cada uno, sobre este punto una satis
facion absoluta, aquí abajo y al instante mismo, en
cuanto se ha suprimido la fé alla arriba y muchomas
aun. Es necesaria tanto más, cuanto que la desigual re
particion de la fortunas en este mundo no hallándose
moderada por las virtudes que sólo puede inspirar la fé,
y habiéndose hecho hasta inícua y odiosa por los vicios
que han llegado á ser sus únicos árbitros , es su injusti
cia mucho mayor y la sed de felicidad que_escita mas
íntemperante. '
La sociedad es como una máquina de gran presion,
eu_va fé era el generador y al mismo tiempo la válvula
por donde recibia las inspiraciones elevadas del deber,
y por donde exhalaban tambien todas las aspiraciones
de justicia de que es ardiente foco el corazon del hom
bre. Háse cerrado la válvula atizando el fuego, y de
aquí se han seguido las esplosiones. ‘
Y debian seguirse mas y mas terribles por dos razo- .
nes principales deducidas, la una del desarrollo de la .
cuestion social, y la otra de la debilitacion de la cues
tion religiosa.
' La Revolucion ha roto desde luego con los princi
pios eternos del órden social y ha puesto en gérmen, y
aun frecuentemente en aplicacion el principio de las re
voluciones que han provenido de ella. Y desde entonces
ha esclamado por boca de uno de sus adeptos: .aQuere- .
»mos la igualdad real ó la muerte. ¡Ay de aquel que
»haga resistencia á un voto tan pronunciado! ¡La Revo
olucion francesa no es mas que la precursora de otra re
l

H2 LA REVOLIZCION Y EL ORDEN CRISTIANO.


» volucion mucho mayor, mucho mas solemne y que será
xola última..... Perezcan si es preciso todas las artes con
» tal que nos quede la igualdad real. »
Y desde entonces lanzóse al porvenir la cuestion so
cial; esta revolucion debia emplear cierto tiempo en pro
ducirse. Hija de la negacion del gran Hierarca que ha
constituido la humanidad así como todas las cosas , en
un plan graduado donde constituye la verdadera igual
dad social la correlacion de los papeles y de 1o_s rangos
con las desigualdades naturales, la Revolucion destruia
este plan en su autor, Dios; en su razon de ser, la na
turaleza, y en su causa final, la sociedad. Destruíalo
creando las mas monstruosas desigualdades, las que re
sultaban de la igualdad real aplicadas á las desigualda- .
(lcS naturales, en lugar de la igualdad proporcional y
relativa que reclaman estas. .
Eran estas asimismo desigualdades, pero tan solo
por la inversa que las otras, á favor del inferior con res
pecto al superior, y finalmente para la ruina de todos.
Para justificar esto era necesario que la Revolucion,
‘ no solamente prescindiese de Dios, autor de la natura
leza social, sino que atacase la naturaleza social misma;
que negase en el hombre todo cuanto constituye sus de
sigualdades naturales, el sexo, la paternidad, la edad,
la aptitud, el mérito, la fuerza, el carácter, etc., en una
palabra, su manera de ser, ó modalidades, por solo las
cuales se agregan los hombres y sin las cuales se desu
nen. Esto era pues, el aniquilamiento inmediato de la
sociedad en el hombre mismo. Así, la Revolucion retro
cedió ante su propio principio, y no realizó desde luego
mas que la destruccion de la soberanía, de la nobleza,
RAZONES DE TEMER. H3
del clero, en una palabra , de las grandes autoridades
sociales, siendo así que el pais solo pedia su reforma.
Esto solo fué, en si, un gran mal; porquees lo que
‘posteriormente nos ha entregado al cesarismo y á la de
magogia. Nosotros no hemos tenido ya espíritu nacional
ni espíritu público. y menos todavía libertad. Con la
aristocracia y el clerohan desaparecido los verdaderos
‘cuerpos á la vez constituyentes y resistentes, como lo son
todavía en Inglaterra. El poder, aislado, ha llegado á
ser, a_l mismo tiempo, mas caduco y mas tiránico, y re
ducida la sociedad á un cúmulo de intereses individuales
sin‘ tradiciones y sin raices, no ha ‘tenido nada grande,
firme, noble y altivo que oponer al despotismo de los Cé
sares y al soplo de las revoluciones, así como tampoco
a llos desastres de la patria (t).
U

H) Hé aqui, acerca de esta verdad, un testimonio, bien notable, y


que no es sospechoso, ni en su autor, ni en su historiador: «Cuando la
campaña‘de Francia , dice ‘el general Foy, en su Historia de la Penin
sula, t. I, p. 169, en los primeros meses de 1814, Napoleon hablaba en
Troyes con uno de sus generales, sobre el estado de los asuntos públi
cos.» Los enemigos, decía este, son demasiado numerosos; nosotros no
podemos llegar á buen término con nuestros soldados que caen diaria
mente y no son reemplazados. Es ¡ireciso que la Francia se levante.
¡Eh !‘ como quereis que la Francia se levante, interrumpió con viveza
Napoleon; no hay clero, no hay nobleza y yo lic matado la libertad.»
—-Tal es la palabra de la verdad, escapándose á través de las ruinas de
cuanto se ha querido edificar sin ella y contra ella.
Este arranque coincide notablemente con esta reflexion de Tocque
ville: ¿Siempre habrá que lamentar, que en vez de doblegar la no
bleza al imperio de las leyes, se la haya abatido y desarraigado. 0bran—
do así, se ha quitado á la nacion una parte necesaria de su sustancia y
se ha inferido á la libertad una herida de que no se curará jamás. Una
clase que ha caminado durante muchos siglos en primera linea, ha con
traido en este largo uso incontestado de la grandeza, cierta altivez de
corazon, una confianza natural en sus fuerzas, un hábitqde que se la
H4 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
Yo no hago mas que decir lo que hay, sin soñar con
lo irreparable. Deduzco de aquí argumentosúnicamente
para preservar los elementos sociales y conservadores
que nos restan del mismo principio que ha atrope
llado á los antiguos.
Este fatal principio no debia en efecto, detenerse
aquí, en la capa superior. ‘
El estado llano, capa intermedia entre el pueblo y la
nobleza, se aprovechó de esto: pero fué muy ciego no
viendo que solo era un martillo en manos de la Revolu
cion, y que haciéndose aristócrata relativamente á las
clases inferiores, á medida que la clase superior caía á
sus golpes, él heredaba su propio odio contra esta, y se
esponia á los golpes futuros de la demagogia, teniendo
menos peso para resistir á ella. ‘
Esta aristocracia de la industria y de la fortuna nb
necesitó para esto mas que sesenta años , siendo así,
que la de la nobleza necesitó mas de seis siglos; y aun

mire y considere , que hace de ella el punto mas resistente del cuerpo
social. Porque iio solamente tiene. costumbres viríles, sino que acre
cienta con su ejemplo, la virilidad de las otras clases. Estirpándola, se
enerva hasta á sus mismos enemigos. Nada podría reemplazarla com
pletamente; ella misma nopodria nunca renacer; puede volver á en
contrar sus títulos y bienes, pero no el alma de sus padres.» El an
tiguo Régimen y la Revolucion, p. 193. Si el dolor de asistir á nuestros
desastres no se le hubiera evitado á Tocqueville, no dudo que hubiera
reducido mucho este último rasgo ante el heroísmo de ese resto de
nuestra nobleza que ha sacrificado títulos y bienes para hacer que el
enemigo volviera á ver. el alma de sus padrcs.-En cuanto al clero,
puede hacerse referencia á la admiracion del príncipe Federico que le
vió de mas cerca que sus detractores. Y Tocqueville no lohubiera des
conocido; él que ha escrito tan lealmente: «He comenzado el estudio de
la antigua sociedad lleno de preocupaciones contra el clero , y lo he
concluido, lleno de respeto hacia él. (pág. 198.) ‘
RAZONES DE TEMER. H5
estos sesenta años llenos de ambigüedades , de ardides,
cehos, de falsas fugas, capitulaciones y revoluciones ante
el oleaje de la revolucion social que bramaba y se en
crespaba de continuo.‘
En el dia esta se presenta al descubierto, autorizada
y terrible de muy distinto modo que la primer revolu
cion sdprecursora ; mas autorizada, porque tiene. en su
favor los principios mismos á que se acoge; mas terri
ble, porque pone á la sociedad esta vez entre la igualdad
real ó la mirarte, no dejándola sino la eleccion de la
manera de destruir. La Commune de i87i es el fruto
legítimo de esa furia que se‘agitaba ya en el seno de la
Commune de i795, y cuyo radicalismo realiza en el dia
en nosotros, lo que espresaba este _grit_o de su madre:
«Perezcan si es preciso todas las artes con tal que nos
quede la igualdad real. »
Toda la sociedad se halla impregnada, en cierto modo,
en el dia de esa esencia inflamable con que ha incendia
do la mano de la Commune nuestros monumentos nacio
nales; y no en vano el oráculo del Vaticano ha‘ lanzado
este grito de alarma: «Si se les deja obrar, arderá la Eu
ropa, y se realizará el Infierno en la tierra; y tendremos
el Imperio del fuego.»
_ ¿Qué represion oponer á un oleaje que viene de tan
lejos y que jamás ha retrocedido sino para reunir sus
fuerzas? la política del estado llano ó cesariana que ha
desbaratado ó comprimido hasta aquí á la revolucion!
¡Qué i‘gnorancia seria creerlo! Esta política ha gastado
todas sus formas, y apurado todos sus papeles. Ha llegado
á perder toda proporcion con el mal social; ella misma es
este mal, en su principio, desbordado por su .suprema
H6 LA ÍREVOLUCION Y EL ORDEN CRlSTlANO.
consecuencia. No se hará volver á entrará la Revolucion
en sus envolturas mas y mas ensanchadas pero definiti
vamente rotas. No se volverá á rehacer la sociedad por
‘ los procedimientos ya gastados y los antiguos ardides
de los gobiernos que la han conducido á este estado. Si
hay gobiernos de antiguo régimen en el dia, son aquellos.
Para convencernos de esto, hasta observar que tales go
biernos solo han desbaratado y comprimido la Revolu
cion en apariencia; puesto que la han servido y segui
do contemporizando con sus transiciones y sus progresos.
La Revolucion es la que se ha burlado de ellos levantán
dolos y volviendo á derribarlos, revistiéndolos debida
mente y despojándolos, segun iba creciendo, pero sin
volver nunca á echar mano de ellos. Hoy que los ha gas
tado á todos, mancillándolos, volverá á echar mano de
ellos menos que nunca, antes mas bien se engrosará
con sus restos. ‘
No, para este mal social, que ha llegado á su mas
elevado período, convendria un remedio del mismo ór
den, tambien social, y seria necesario que fuera á un
tiempo mismo, de naturaleza para satisfacer á cuanto es
legítimo, y de potestad para dominar todo cuanto es cri
minal. Debería ser pues, en su consecuencia, un re
medio
que suprasocial,
jamás enteramente
hubiera transigido con puro
él. del
‘ mal mismo yu

Solo la Religion tiene este secreto y esta potestad;


pero precisamente su imperio ha ido perdiendo todo cuan
to ha ganado la cuestion svmial. Y esta es la segunda ra
zon que hace á la actual situacion formidable.
‘ La Religion, considerada en su crédito y en su ac
cion .sobre las masas, era blanc», desde hace mas de un
IlAZONES DE TEMER. H7
siglo, del espíritu de impiedad que formó ála Revolucion
y que no ha cesado de animarla. Sin embargo, á pesar
de los innumerables ataques de que ha sido objeto, era so
brado verdadera, demasiado grande, sobrado bienhecho
ra para que fuese abatida de un golpe. Así como el sol
de la naturaleza, cuando desciende ó parece descender
del horizonte á influjo de los vapores que anticipan su
puesta, así el so1 de la Fé dejó en pos de sí rayos, refle
jos, ardientes y luminosas influencias con que quedó im
pregnada por largo tiempo la sociedad, y que han retar
dado la noche. Pero este crepúsculo haido extinguiéndose
por si mismo. La Religion objeto de los últimos ultrajes,
ha perdido todo su imperio sobre las muchedumbres y la
Bevolucion vociferasobre ella cánticos de muerte.‘ Sin
duda que la Revolucion se engaña en esto groseramente.
No muere en verdad quien lleva consigo la vida. Cuando
parece ponerse este mismo sol, se levanta, ó mas bien, se
fija en la profundidad del cielo, de donde distribuye el ca
lor yla vida á toda la naturaleza moral. Las generacio
nes y las naciones son las que, segun la sucesion de los
tiempos y la diversidad de los lugares, surgen ó declinan
á su luz, y recibiéndola ó rehusándola para tener la liber
tad de realizar sus destinos, se iluminan con sus clari
dades ó se sumergen en las tinieblas.
En este sentido es como la Religion ha per_ecido en la
sociedad, ó mas bien la sociedad ha hecho perecer á‘la
religion. n ‘
Y lo ‘grave sobre todo es, que no habiendo sido re— ‘
pentina esta gran pérdida, y hxabiendo vivido la sociedad
largo tiempo segun los principios morales y sociales que
Heran como los rayos prolongados de la fe, no se ha aper
H8 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
cibido de sus relaciones vitales sino cuando ‘se ha consu
mado la estincion de esta en el espíritu público, y que la
ignorancia y la desmoralizacion que de ella han heredado
han hecho mas difícil su regreso.
El momento en que ha perdido la Religion su impe
. rio coincide de esta suerte con aquel en que es mas ¿ne
cesaria que nunca; lo cual es su suprema demostracion.
La cuestion social, en efecto, no es otra cosa que la
sociedad puesta en cuestion por la ruptura de lo que la
relíga á su principio: Háse querido separar el órden reli
gioso y el órden social; ser libre de rehusarse al primero
y de permanecer dueño del segundo. Háse reducido el
hombre á vivir solamente de pan, y las sociedades delos
hombres á vivir de bienes terrestres. Háse ido de esta
suerte á chocar contra la invencible naturaleza que pro
clama enel dia, por nuestra suerte, que la relacion en
tre la vida superior y la vida inferiores tal. 'que no pue
de atacarse á aquella sin que se resienta esta profunda
mente, y que las sociedades se abisman el dia en que el
cielo no forma contrapeso á la tierra. "
La Revolucion aparece claramente en su último re
sultado lo que ha sido siempre en su fondo; una cuestion
religiosa que se resuelve negativamente por medio de la
cuestion social. .
Estas dos cuestiones han parecido hallarse distantes,
en cuanto sus soluciones no han dado todo el resultado
que era de esperar, pero su mutuo progreso las ha ido
aproximando poco á poco, y enel dia se hallan unidas
hasta ser análogas y casi idénticas. El ciclo revoluciona
rio se halla cerrado, la cabeza muerde á la cola y el
ateismo vomita la muerte.
RAZONES DE TEMER. H9
Y este es el punto en que nos encontramos.‘ Es la
disolucion social, donde cada uno quiere sacar su parte, y
mas aun, poner la mano sobre la de los demás; á la ma
nera que al morir un padre comun, se disputan hijos des
naturalizados los restos de la antigua herencia cuyo lio
gar los reunia.
Es la descomposicion, por la audacia de los malos y
por la abstencion de los buenos. Ofrecemos el fenómeno
de todo lo que termina. Todo nos precipita, y nada nos
retiene. Solamente el mal tiene vigor y se abandona el
bien. Sucede aquí como en esa region funesta de queha
bla el cantor del Paraíso perdido, donde toda muerte vive
y toda vida muere (l). Y sobre nosotrosrecaen tambien
aquellas palabras: «El demonio se une al demonio en fir
¡me concordia; solo los hombres no pueden entenderse,
aunque tienen á Dios por ellos.» (2)
Y este es, en efecto, el ‘signo mas desconsoladoi‘.
Cuando las gentes probas tienen á Dios en su favor , y
la cuestion que se agita no es la cuestion social sino por
que es en primer término la cuestion divina, temen afir
mar á Dios y no lo ponen á: su cabeza ó lo dejan aparte,
para fiarse de una política que está en acecho en pró de
la Revolucion, ó‘lo subordinan y combinan ellos mismos
sacrílegamente con ponzoñas revolucionarias que hacen
mas activas de esta suerte. ‘
No comprenden la gravedad de una situacion que
no sufre mas prórogas ni medios términos, y que se bur
la y hace presa de todos los que no toman resuelta—
mente su contrapié. En cl punto en que nos encontra
(l) Paraíso perdido lib. ll.
(2) Ibídiüid.
{Z0 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.

mos, y con el avance formidable que ha hecho el mal


sobre el bien, no es posible ya detenerse en la mediania.
_La consecuencia de los malos principios que se aceptan,
‘se deducen en poco tiempo, puesto que provienen de
ellos por sí mismas ya pesar nuestro: Los partidos de
generan' rápidamente los unos en los otros y se descom
ponen hasta el último residuo social. Segun la imagen
de un profeta; «lo que dejó la oruga se lo comió la lan
gosta, y lo que dejó la langosta se lo comió el pulgon,
y lo que dejó el pulgon se lo comió el añublo (l).
‘ En una palabra, esto sc parece al fin, y podría casi
dirigir á nuestra desdiehada sociedad estas palabras de ‘
San Pedro á Safira: Los pies de los que deben sepultarse
están ya á m puerta.
El mundo social no flota ya en su elemento, en lo
divino , que es la vida detodas‘ las cosas, de la humani
dad asi como de la naturaleza, y del que se ha dicho
tan perfectamente: In eo vivímus, movemur et sumus. Si
la naturaleza pudiese prescindir del él por un solo ins
tante, volvería á entrar subitamente en el caos. Las
naciones pueden prescindir; pero no menos impunemen
te; ¡Tengamos cuidado de no quedarnos encallados en
las playas bárbaras y desoladas donde yacen los pueblos
que han vivido! ‘
La época es solemne entre todas, desde aquella en
‘que el cristianismo vino á iluminar esas razas paganas
que estaban sentadas en la regíon de la sombra de la:
muerte. El mundo moderno fue entonces sustituido al
mundo antiguo. Razas bárbaras suavizadas por la irre

(l) Profecía de Joel; I, 4..


RAZONES DE TENER. ‘12!
sistible dulzura del Evangelio, recibieron, para los
pueblos que iban á salir de ellas, el bautismo de la ci
vilizacion, .y vióse desde entonces vivir el lobo con el cor
d_er0 , dormir cl leopardo cerca del cabritíllo, permanecer
juntos el lean y la oveja, y conducírlos á todos un niño (l).
Diez y siete siglos de progresos sucesivos. sacaron al
mundo de la duple noche del paganismo y de la barba
rie por entre las rebeliones y los furores del error y del
mal que amenazaban volverle á sumir en ellas. Veinte
veces estuvieron espnestos á romperse los vínculos so
ciales. Un vínculo superior y comun los retuvo, y los
estrechó otras tantas veces perfeccionando su trama. No .
obstante el gran golpe que díó lá heregía á la autoridad
católica de este vínculo, subsistia este y se fortaleeía ; y
hasta contenía á la heregía misma: el Evangelio era la
ley del mundo, y las diversas naciones de Europa com
ponían entre si esa gran República cristiana , que vivía
bajo esa ley de Cristo que dominaba todas sus divisiones,
dejándose penetrar de un espíritu de reconciliacion, que
iba á formar con ellas , un solo rebaño con un solo pastor,
y, sin repudiar sus antiguas glorias, caminando hácia
nuevos progresos. ‘
El mal, eternamente celoso del bien, cuyo peso
constituye su suplicio, hizo entonces un esfuerzo supre
mo para sublevarse y rechazarlo. La Revolucion moral
y filosófica en un principio, despues política y en el dia.
social, es al parecer su triunfo_. Es una reaccion de fal
sedad, delocura, de blasfemia y de destruccion contra
diez y ocho siglos de trabajo y de progresos civilizado

(t) lsaias, Xl, 6.


122 LA REVOLUOION Y EL ORDEN CRISTIANO.
res, que nos han arrojado en el paganismo, y mas allá
del paganismo, en la barbarie de la desóomposicion, peor
aun que la de la formacion.
La esperiencia ha llegado á su colmo. Hase agotado
la sustancia social. No somos ya un pueblo; y cuando
digo somos, debe entenderse en distintos sentidos que
respecto de los demás pueblos, porque la cabeza dirige
al cuerpo, y lb-que se había atacado es el mundo entero
y el órden social europeo.
¿Qué acontecerá, pues? La suerte del mundo moder
no se está pesando actualmente en la balanza. ¿Ha
llegado acaso el fin del mundo? ¿Son estos tiempos
nuevos? .
Hé dicho las razones que hay para temer. Ahora voy
á sondear las razones que hay para esperar.
CAPITULO llI.

RAZONES PARA ESPERAR.

De todas estas razones para temer , fórmase una ge


neral y dominante en el dia, que haría vanas las mc
jores razones de ‘esperar, por una especie de escepcion
previa contra su adopeion.
Tal es el desaliento y la falta de esperanza, que se
advierten.
Recorriendo el Libro donde se hallan trazados en un
pueblo los sentimientos, la conducta y los destinos de
.los demás pueblos, he encontrado en él ‘una palabra
que oprime el corazon por su analogía con la situacion
presente. ‘
«¿Por ventura oh casa de Israel dice el Señor, por
boca de su profeta, no podré hacer yo con vosotros lo
que el alfarero ha hecho con su barro? Sabed que lo
que es barro en manos del alfarero, eso sois vosotros en
mi mano, ¡oh! casa de Israel.——Cuando haya pronun
ciado mi sentencia contra una nacion para arrancarla
y aniquilarla, si esta nacion hace penitencia de sus pe
cados por los cuales pronuncié el decreto contra ella, yo
tambien me arrepentiré del mal que pensé hacerla.» ‘
124 ‘ LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
«A esto respondieron ellos: hemos desesperado, des
peravimus: y asi , seguiremos nuestras ideas, y cada
cual hará lo que le sugiera su malvado corazon (I). »
¡Cómo es lo que se dijo de la casa de Israel aplicable
en‘el día á la casa de Francia! ¡Desperavïmus! ¿No es
esta la palabra que esplica la situacion actual? En tal
caso, no solamente no se combate las razones detemer,
sino que se forma de ellas una filosofía de decadencia
irremediable sobre la cual se diserta ; á la que nos de
jamos estúpidamente conducir, y que se esplota aun en
favor de las pasiones egoístas. A la humillacion de su
suerte se añade la vergüenza de aceptaría. Consumáse
pues aquella.
‘No es permitido á un hombre, á un francos, á un cris
tiano soportar este indigno sentimiento. Es preciso obrar
en contra ysaber guardar este último puesto de combate
que ningun poder eri el mundo puede arrancarnos, por
que se halla en nosotros mismos; la esperanza.
¿Pero depende de nosotros la esperanza? _
‘En el órden moral y social, seguramente; porque
base dado al hombre y á las sociedades constituir sus
destinos. De esta suerte, la esperanza es siempre racio
nal, aunque los asuntos públicos fueran mal, precisa
mente y sobre todo cuando no pueden ir peor.
La esperanza, en efecto, llega entonces á ser virtud,
resolucion, valor, abnegaeion: todo lo que regenera á
un pueblo. Pone de realce todos los nobles y los gran
des instintos que la quietud de la confianza entorpece.
Y ella misma llega á ser una razon primera y general
de esperanza.
(I) Jeremías, XVllI,‘6, 7, 8, 12.
RAZONES PARA ESPERAR. 125
I Pero con una condicion.
Esta es que se tenga fe en alguna razon dc esperar;
fe que falta comunmente; razon que no faltajamás.
La fe, en todas las cosas de este órden, es la sus
tancia de la esperanza. Y como la fe se halla por su na
turaleza á prueba y tambien en razon de la oscuridad y
de las dificultades, prevalece aun cuando se estinga toda
esperanza; ocupa su lugar esperando que ella la releve;
permite esperar contra la esperanza misma. _
Toda lacuestion se reduce á saber dónde debemos
colocar nuestra fe, y sabiendo esto, en quererla colocar
allí. Con estas condiciones está en nuestras manos nues
‘ tra salvacion .
Ahora bien, sabemos ya dónde no debemos colocar
nuestra fe. Y digo que lo sabemos, porque nuestro de
saliento proviene precisamente de la triste esperiencia
que hemos hecho de ella y que hacemos todavía, como
para acabar de convencernos de que es mas arriba y en
‘ otra parte donde debemos buscar su punto de apoyo.
Debemos pues aplicarnos á esta investigacion, ente
ramente resueltos á no rehusar el descubrimiento de este
polo supremo de nuestras esperanzas y á tomarlo por
orientacion de todos nuestros esfuerzos, desde el momen
to en que se nos aparezca.

I.

RECURSOS NATURALES DE LA FRANCIA.

Primeramente, no desconozcamos los recursos que


nos restan.
126 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
La Francia se halla todavía en posesion de las venta
jas naturales con que el Cielo la ha dotado escepcional
mente, y puede decirse todavía de ella, como en el siglo
décimocuarto: «La Francia ‘es un pais pingüe, pleno y
duro, donde las gentes son ricas y poderosas, y de gran
. _ haber. »
Su posicion geográfica es de las mejores. No se halla
enclavada como la Polonia. Es á un tiempo mismo con
tinental y marítima. No se halla en manera alguna he
rida, y es formidable aun en esta última situacion; En
el interior, tiene tantos establecimientos y fundaciones .
que multiplican la vitalidad cuyos productos constitu
yen, al paso que imponen el respeto de la industria hu
mana á quien no es enteramente salvaje, que, por sa
crificada que haya sido la Francia á causa de la incuria
y la locura que han entregado sus ejércitos; por inva
dida que se haya visto por todos los de la Alemania, cuya
nacion ha tenido que quedarse desierta para avalanzarse
sobre nosotros, puede juzgarse , por la resistencia que
ha opuesto Francia con sus solas fuerzas cívicas impro
visadas. de todo lo que ella seria en un estado normal
rehecho en la escuela de sus reveses.
En el esterior somos aun una nacion con la que de
ben contar todas las demás.
Lo somos, por esos recursos tan variados como ina- .
gotables de nuestro clima, de nuestro suelo, de nuestra
agricultura, de nuestro crédito,de nuestra actividad,
comercial, financiera, económica, artística, cuyos estra
víos mismos atestiguan su poder; por esos prodigios del
ahorro, que no obstante los millones cuyo pago adelanta
nuestra liberacion, se derrama y esparce enliberalida
RAZONES PARA ESPERAR. 127
des inagotables y parece acrecentarse al paso que se
agota (í).
Lo somos por la autonomía, fuertemente pronunciada
de nuestra nacionalidad, que sin embargo, á diferencia
de todas las demás cuyas cualidades propias, á veces su
periores, son esclusivas é intransmisibles, reune todas
estas cualidades en completa conformidad , donde se
equilibran y se armonizan como en un metal corintio. De
aquí un poder de asimilacion estraordinario, que‘ se
apropia lo que le prestan, transfigurándolo con un arte
que llega á ser su marca para el mundo entero. De aquí
tambien una propiedad única de espansion, que nos hace
penetrar y ser recibidos por todas partes , y parece como
que se reconoce en manos de la Francia el cetro de la

(1) Hemos creído deber consignar las siguientes reflexiones de un


Boletín de hacienda de setiembre de i871. «El ahorro, cuyos progre
sos no ha detenido la misma guerra, como decíamos hace dos meses,
el ahorro revela en el día sus profundidades; deja ver capas de plata
ignorados, venas mas ricas y de esplotacíon mas duradera que las mi
nas fabulosas de San Luís y de Sacramento. Despues de tantos desas
tres, despues de la ocupacion de 30 departamentós, despues de la Com
mune, despues de tantos despilfarros, locuras faltas innumerables,
nos volvemos á encontrar tan ricos como antes , porque esta riqueza
proviene de Dios, es decir , de su suelo, de su clima y de su genio; no
podemos comprometerla; tiene su empleo mareado; el Tesoro y los re
caudadores de los departamentos han visto entregar á esta hora 1,680 mi
llones del último empréstito, lo cual no podría creerse, si el dato no
fuera oficial. ' _ ‘
Así, han sido encontrados, reunidos y pagados en dos meses 1,680
millones en especie, «entre nosotros tan solo» y además, colocados «de
finitivamente.» Esto solo causaría vértígos, si valiera la pena de tur-‘
barse y de conmoverse por u‘na suma de dinero, cualquiera que fuese,
‘y si el dinero probara alguna cosa por sí mismo. Nos complacemos, no
obstante, en ‘ello, porque con tanta riqueza se puede armar y pagar
innumerables soldados.
128 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
opinion, del gusto, del pensamiento, de las obras, de
la civilizacion misma. . ‘
Lo somos en fin, por la generosidad de nuestro ca
rácter, y 10 que llamaré la caballerosidad del derecho
humano. ‘ ‘
Bajo este concepto, hemos sufrido nuestros desastres
para aprovechamos_ de ellos, ligando nuestro destino al
del derecho general y de la humanidad en el mundo. La
Alemania ha representado hasta tal punto el papel inver
so en esta guerra, desde la batalla de Sedan, respecto
del objeto que se ha propuesto , y sobre todo, de los me
dios que ha empleado , que haria buena nuestra causa,
precisamente con todo el mal que nos ha causado. Por
otra parte, la Europa ha abdicado de tal suerte el papel
de mediador , y ha rendido sacrificio hasta tal punto al
miedo, al interés mal entendido, al egoismo político,
para dejarnos enteramente el honor .de cubrirla y de re
presentar el mundo cristiano, que bajo los nombres de
Alemania‘ y de Francia, esta guerra ha sido un verdadero
duelo entre la fuerza 'y el derecho, que ha interesado
\
a todos los pueblos.
Bajo un punto de vista elevado,. nuestras desgracias
han tenido un designio ú objeto providencia1 que nos dis
tingue por estas mismas desgracias.
Cuando la corrupcion de un pueblo ha llegado á su
.colmo, y que no le queda ya nada sano, lo mejor que pue
de deseársele, es que, como se hace con un enfermo des-
aixciado, se le deje concluir con su muerte. natural, y
que no venga á precipitarle choque alguno.
Pero cuando una nacion en vías de descomposicion‘
puede todavía ser curada, el castigo mas terrible que
RAZONES PARA ESPERAR. ‘ 129

‘ puede imponérsela seria la impunidad; porque entonces


se vería entregada á su propia corrupcion y vengaría en
sí misma las leyes morales,"dejando los restos de su exis
tencia en su violacion.
Este supremo castigo se nos ha perdonado. Dios nos
ha honrado con un tratamiento importante, y a pesar de
su ineficacia aparente hasta aquí, no podría creer que
esto haya sido en vano.
Bastante corrompidos para tener necesidad de él, no
lo estábamos hasta el punto de no ser dignos del mismo.
Lo habíamos merecido por nuestras culpas en sus mas
terribles efectos y por nuestras virtudes cn su parte mas
saludable. _
‘Realmente, si ha hecho que el mal sc desbordara,
ha hecho que se manifestara el bien; los ha puesto en.
claro y en pugna en nuestro mismo seno. L
Tales son los recursos naturales y providenciales de
que nos hallamos provistos. ‘

ll. ‘

QUE N0 NOS HALLAMOS DECAIDOS SlNO ENFERMOS.

Pero no debemos disimulárnoslo; estos recursos si se


hallan aislados, pueden retardar, pero no conjurar nues
tro fin; puesto que hemos caido y hasta continuamos
descendiendo, hallándonos en plena prosperidad de este
órden, que hemos socavado, y que yacemos bajo el golpe
mismo del castigo que debería levantarnos. ‘
Preciso es, pues, buscar en otra parte las razones de
esperar.
9
130 í LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.

y Hay dos de ellas generales que, sin ser decisivas, me


parecen dignas de consi_deracion.
La primera es que no nos hallamos tocados de deca
dencia natural, por él solo efecto de la edad de nuestra
nacion, y.segun la ley de la vida á su declive en los pue
blos asi como en el individuo; sinoque noshallamos afec
tados de enfermedad y de enfermedad violenta. _
No hay duda que esta enfermedad ha ocasionado un
empobrecimiento general, y como una caducidad precoz
en la nacion; parece haberse extinguido las creencias, y
por consiguiente, las costumbres, los caracteres ylos. ele
mentos sociales. Pero si es este el efecto de la enferme
dad, ¿no es permitido esperar que sea el efecto contrario
Ido de
el la curacion,
hayamos vueltoye_n
que todo semismos?
nosotros vuelva á levantar cuan

Esta enfermedad de que hablo, y que se balla tan bien


caracterizada, que todo el mundo‘ le asigna la misma fe
cha; (I) es la Revolucion que nos hace desviarnos vio
lentamente del camino real dé la naturaleza, que nos ha
precipitado de las cumbres donde la Francia rejuveneci
da tomaba un nuevo aliento en todas las caidas y en todas
las convulsiones en que luchamos y en que perdemos
nuestras fuerzas desde esta época. Creo haber hablado de
esto lo suficiente para no volver á insistir. Es el partido
resuelto de un régimen idéntico al través de todaslas re
voluciones que produce, régimen imposible y monstruo
so; el ateismo político y legal que ha llegado á ser social,
ujla privacion de Dios, la guerra á Dios!
(i) Esta enfermedad es la que un estudiante aleman, calificó des
tde i848, en su tesis médica, de esta suerte: Dr: nonso nsnocnmco no- _
WA lNSANl/E FOMIA.
RAZONES PARA ESPERAR. f3!
¿Cóme, en presencia de semejante mal, buscar en otra
parte la causa de nuestro lamentable estado?
Por mi parte, deduzco de él una_razon de esperar.
En efecto, de él deduzco que si vivimos aun despues
de ochenta años de este estado mortal, es porque es pre
ciso que nos hallemos dotados de una constitucion muy
fuerte, constitucion que concluiria necesariamente p'or
sucumbir á la accion mas y mas violentade‘ este régimen;
pero que no habiendo enteramente cedido, tiene por esto
mismo, fuerza suficiente para levantarse, si es que ella.
arroja su veneno. ‘
‘No, no estamos enfermos de decrepitud, sino que
estamos viejos por efecto de la enfermedad, lo cual es
muy diferente, porque cesando la enfermedad, volverá
á aparecería virilidad.
La segunda razon general que tenemos para conce
bir esperanzas, se deduce de que no somos los únicos que
ese. hallan enfermos; que la Europa, que el mundo entero
lo están tanto como nosotros, y mas que nosotros. La cri
sis tiene un carácter universal y absoluto. Consiste en
haberse puesto en cuestion á Dios, en el mundo entero.
«Esta esla causa del bien y del mal en su universalidad.
.Así, pues, no estando probablemente para concluir el
mundo, tenemos la vida de todo el mundo por garantía
de la nuestra. Me atrevo á decir mas, á pesar de nuestro
abatimiento, la Europa es la que nos tiene por garantía
de sus destinos.
Háblase mucho de la decadencia de las razas latinas
comparadas con las razas germánicas. Hay en esto una
ilusion. Me limitaré aquí á responder por la Francia.
Estáse agitando en el mundo la cuestion revolucio
132 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
naria, y su agitacion es la que promueve todas nuestras
agitaciones. N0 es pues la Francia el país mas removido,
sino porque es la nacion que está mas particularmente
encargada de resolver aquella cuestion, y porque se de
bate especialmente en su seno. .
La verdad, el error, el bien y el mal viven uno junto
al otro en las demás naciones; solamente en Francia se
encuentran realmente en pugna. Asi es que el resto
del mundo espera de ella su suerte. Esto es lo que dá
una importancia universal á todos los acontecimientos
de que es la Francia teatro , cualesquiera que sean el
desórden ó la iniquidad bajo que se produzcan. Y como
si Dios mismo quisiera designar la Francia á la atencion
del mundo, interviene mas directamente, al parecer, en
estos acontecimientos, y les da una proporcion y un va
lor providenciales. La Francia ha tenido siempre el pri
vilegio de ser conducida mas visiblemente que nacion
alguna por la Providencia, porque es ella la que guía á
todo cl mundo (l). Es el timon, que es lo que se halla
mas inmediato á la mano del piloto, y cada uno de cu
yos movimientos influye en la marcha entera de la nave.
Es aquel monte sagrado donde bajo la oscuridad de jas
nubes y al través de los relámpagos y de las detonacio
nes del rayo ‘que lo desgarran, hace oir el Eterno á la
tierra sus mandatos y promulga sus amenazas y sus he
neficios. Es el Sinaí dela Providencia. En esto consiste
que sea este país el mas atormentado del mundo. Podria
hallarse tranquilo en el mal como otros muchos, pero
con condiciones que le serian insoportables , porque
(l) No se olvide que es francés quien asi se explica.
‘ (N. del T.)
RAZONES PARA‘ ESPERAR. {33
afectarían el sentido moral cristiano ‘siempre vigilante y
que él mantiene á su costa para los demás pueblos. Mien
tras que estos viven con el veneno que llevan ‘ó perccen
lentamente, él se siente súbitamente enfermo con este
veneno, atormentado, furioso,_y por los estragos que el
error verifica en él, llega á ser su víctima, sirviendo de
esperiencia para los que se lo .han dado. Y despues,
vuelve á la verdad que le es natural y le acredita en el
mundo por el ascendiente que le da esta experiencia
misma del error. Tal es esta gran nacion; siempre gran
de, tanto en el mal como en el bien, y á veces á un
tiempo mismo en uno y otro. Esto esplica todas sus re
voluciones, todas sus convulsiones, tan estériles para el
reposo que busca, pero tan fecundas para la verdad,
fuera de la cual no le es permitido encontrarlo y de cu
yas vicisitudes participa en el mundo. En estos últimos
tiempos sobre todo, hánse esparcido abundantemente
por el cielo y la tierra las verdades y las lecciones; ó
mas bien, para hacerlas mas memorables y mas instruc
tivas, las ha hecho al fin Dios brotar y brillar entre noso
tros, de la tierra, del hombre, de nosotros mismos. Y lo
que dá a esta época un carácter especialmente crítico es
que estas verdades y estas lecciones, vomitadas por el
error y por el crimen, son el último resultado de una
experiencia secular. Dios habia reservado á nuestro
tiempo, que fuera a la manera de la playa donde esas
olas impuras que venian de tan lejos y que se remonta
ban tan alto, encrespadas hasta el cielo, debian venir á
estrellarse y a dar el espectáculo de todo su furor y de
toda su ímpureza,
Esto lo dige ya en i85i. Entonces fué comprimido
iii-I . LA REVOLCCION Y: EL ORDEN CRISTIANO.
el desórden material á costa del órden moral, y debía.
acrecentarse á espensas de este, conuna grande y trá
gica leccion mas; la leccion que es tal vez la última y
de que, en su consecuencia, debemos aprovechamos con
gran cuidado, si es que no tratamos de arrostrar y de
despreciar toda leccion.
Esta leccion que tan caramente pagamos y que pa‘
rece no obstante que hemos comprendido tan mal, nos
apremia á reconocer en fin la suprema razon de esperar‘
y de acogernos áella como á la roca en el naufragio. ‘.
Preciso es levantar aquí los espíritus y los corazones,
inspirándose con toda la gravedad de una situacion
que no soporta ya medianas miras y sentimientos cui
tados.

° III.

QUE TENEMOS LA VIDA EN MEDIO DE NOSOTROS‘

Entre estas admirables escenas del Evangelio que


nos presenta la historia y la fé como veridicas y como
simbólicas, advierto la siguiente:
Habiendo caido enferma una jóven de elevada con
dicion, se moria. Su padre fué á arrojarse á los pies de
Jesús, suplicándole que fuese á eurarla. Jesús acogió su
ruego Al dirigirse, seguido de gran-muchedumbre de
pueblo á su morada, acudieron los criados de aquel hom-.
bre á decirle: Ha muerto tu hija y es inútil fatigar mas
al Maestro. Pero el Salvador, movido por el dolor del
padre, le dijo al punto: «No te desconsueles; ten fé sola
mente y tu hija te será devuelta.» Y habiendo llegado
RAZONES PARA ESPERAR. 135
Jesús á la casa, no dejó entrar con él mas que á tres de
sus Apóstoles con el padre y la madre de la jóven. Des
pues, penetrando hasta la estancia mortuoxia, por en
tre los aprestos de los funerales y de las lamentaciones de
la casa, Aquel que es la resurreccíon y la vida, y para
quien un difunto no es mas que un mortal dormido, dijo:
«No lloreis, porque no ha muerto; está solamente dor
mida.» Entonces , entre las sonrisas burlescas de algu
nos de los asistentes, junto con los lloros de la familia,
tomando la mano á la pobre jóven, exclamó: ¡Levántale!
¡yo te lo mando I «Y volviendo al punto el alma de la
difunta á su cuerpo , se levantó la jóven y recobró todas
las funciones de la vida (l). »
El Salvador del mundo no hizo entonces respecto de
esta jóven mas que lo que iba á practicar en grande con
respecto á la humanidad algun tiempo despues; lo que "
ha hecho mas adelante, lo que puede hacer todavfa.res- .
pecto de la Nacion que es su hija mayor; pero lo que no
ha hecho ni hará nunca sino con esta condicion: Tened
fé solamente.
Que la Francia se halle en el último extremo; que
hasta haya muerto, no importa: creer. es vivir. Pero li
sonjearse de que volverá á levantarse del estado en que
se halla, por su propia virtud y menos aun por la de los
empíricos que pretenden sacarla de él por medio del
mismo tratamiento que la ha sumido en tal estado, es una
locura, no es peligroso_afirmarlo, y si pudiéramos reir,
las risas de la incredulidad asomarian esta vez á los la
bios de los creyentes.

‘ (l) San Marcos, cap. V. San Lúcas, cap.V1Il.


136 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
No, siguiendo el curso actual de las cosas, la Fran
cia ha cesado en sus grandes destinos, y si vuelve su
alma á su cuerpo, si se levanta nuevamente y recobra el
rango que ha perdido, si vuelve á ser la gran Nacion,
solo será por un milagro de la Providencia; milagro que
no solamente es posible, sino que estoy ‘convencido de
que se hará. ‘
Hé aquí las razones de esta conviccion.
.En todas las naciones que han perecido, observo
que todo era en ellas perecedero, habiendo perecido
simultaneamente, no tan solo las constituciones y las.
costumbres, sino lo que es el alma de las constitu
ciones y de las costumbres, las doctrinas, las religio
nes. Así ha sucedido respecto del paganismo y del mo
saismo; el paganismo, religion de falsedades; el mosais
mo, religion de figurasfAdvierto tambien que estas re
ligiones que por la virtud general, ó la verdad relativa
de religion que contenian, habian ‘vivificado las nacio
nes que las profesaban , coneurrian por fin á corromper
las ó cegarlas con lo que‘tenian de inmoral ó de transi
torio. Estas naciones, pues, no perecian tanto por su
impiedad cuanto por su religion misma.
En las naciones modernas no es así.
El Cristianismo, en suintegridad católica, es la ver
dad misma; la religion universal, eterna, absoluta, de
finitiva en su perfeccion, asi como es primitiva en su ‘
origen. El mismo se halla preservado de toda alteracion
por la divina virtud que lleva en sí; tan verdadero, tan
santo, tan fecundo , despues de diez y nueve siglos de
prueba como en el primer dia. No siendo ya de este
mundo, ha podido y puede ser siempre en este mundo
RAZONES PARA ESPERAR. 137
como un aroma, comunicándole su virtud,‘ sin sufrir su
corrupcion.
De aquí deduzco que nuestra descomposicion está
lejos de ser tan irremediable como la de los pueblos an
1
tiguos. .
En medio de nosotros está el Arbol _de vida , ese Ar
bol, cuyas hojas tienen la propiedad de curar á las nacio
nes: Cristo (l), de quien puede decirse en el dia , como
se decía en otro tiempo: «Hay uno en medio de vosotros
á quien no conoceis (2) ; » es el principio (5) ; principio
inagotable de renacimiento moral, como lo ha confesado
la misma impiedad (lt). Hállase siempre puesto como un
signo de contradiceion, para «la ruina delos malos y la
resurreccion de los buenos (5): » Combate y hace com
batir; y hasta provoca cual nunca el odio del amor, y
se halla en cuestion cual jamás lo estuvo. Acusa todos
nuestros estravíos y todas nuestras locuras: no nos deja
mas opcion que entre él y el abismo, y por esto precisa
mente nos salvará del abismo; porque visto este,_ repug
na, y no se cae en él sino cuando no se le ve, por una
ceguedad que parece imposible en el dia. . ‘
No digo esto sin temor, pero tampoco lo digo sin
confianza.
Sé que se puede oponer la suerte de muchas so
ciedades cristianas y que no por eso han dejado de pere
cer, á aquellas mismas que han recibido los primeros

(l) Folio liqni ad sanitalem gentiuzn. Apoc, XXII, 2.


(2) San Juan. l, 26.
(3) San Juan, Vlll, 25.
(4) M. Renan, ‘Vida de Jesus.
. (5) San Lucas, ll, 34.
138 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
dones del Cristianismo y que han sido sus grandes focos;
Alejandría, Cartago, Corinto, Antioquia, Efeso, Cons»
tantinopla. Pero, sin querer amenguar la gran leccion
que proclama la suerte de estas sociedades, creo que
puedo hacer observar, que entonces eran razas de origen
pagano, cruzadas por el Cristianismo. y mas bien pre
destinadas á su brillo, que á su establecimiento. Algo
caduco se presentia _en ellas, respecto á la civilizacion
del Evangelio, demasiado generosa para que pudieran
contenerla sin reventar como odres viejas que con-r
tienen vino nuevo , ó para llevarla en sí sin doblarse, a
como aquel coloso de pies de barro á quien se quiso poner
un pecho de bronce y una cabeza de oro. Eran necesarias
razas nuevas al Espíritu nuevo.
Y nosotros fuimos de esas razas , ¿hemos degenera- "
do hasta tal punto, que debamos tambien perecer? No lo
creo así, al menos respecto de la Francia.
Por un maravilloso privilegio que consiste en nues
tro buen temple de nacion católica y belicosa en todo,
así en el bien como en el mal, el bien , entre nosotros,
atrineherado enteramente en el dia en el Catolicismo,
resiste , protesta, combate, concibe,‘ hace apóstoles y
mártires, no solamente para la Francia, sino para el
mundo que tiene fijos los ojos en nosotros , no obstante
nuestro abatimiento, como en el polo de sus destinos. Y
el mal mismo que reina mas ó menos tibiamente por cual
quier otra parte, no se halla tan desencadenado y tan
furioso en Francia, no acude á ella de todas partes , sino
porque es ella el verdadero campo de batalla , y porque
dirige sus tiros á la ciudadela. Nuestros sacerdotes,
nuestras hermanas de la Caridad, nuestros hermanos.
a
RAZONES PARA ESPERAR. 139

nuestros misioneros, nuestras órdenes religiosas, nues


tras congregaciones eclesiásticas , nuestros Institutos
laicales de caridad y de preservacion; nuestros Círculos
de organizacion y nuestros Comités de union y de rei
vindicacion, nuestras grandes Obras pías en fin, tan nu
merosas y tan renovadas como las miserias humanas;
todos esos diversos cuerpos de un mismo ejército, hacen
frente por todas partes al mal social, son la admiracion
de la tierra y del cielo mismo. No hay nacion en el mun
do, ni raza humana, por atrasadas y por perdidas que se
encuentren en los desiertos y en las playas mas salva.
jes, que no reporten beneficios , á la hora presente , de
las virtudes, del celo, del espíritu de sacrificio, del apos
tolado civilizador de la ilustre nacion francesa, como
nos llama todavía Aquel cuya mirada y solicitud se es
tienden á todo el universo y que es el Juez supremo de
todo el bien que en él se hace.
_ No; suceda lo que quiera, con tales elementos no
perecerá la Francia. Aun cuando se haya humillado
dentro de si pasageramente por sus vicios, seria domi
nadora por todas partes, á causa de sus virtudes : y re
viviendo estas con la prueba y escarmiento de aquellos,
la aprovecha la lucha, la fecundiza -la inmolacion y la
vivifica la muerte,
Todo cuanto puede decirse, y en esto hay que con
venir, es que naturalmente nos hallamos perdidos; y que
si debemos salvarnos, no nos salvaremos sino sobrena
turalmente. Esta opiniont es unánime, entre los que no
tienen fe, porque carecen ya de esperanza, y entre los
que tienen esperanza , porque solo la tienen‘ en la fe.
Y no hay que mofarse de estos; porque además de
440 Lii BEVOLUClON Y EL ORDEN CRISTIANO.
que solamente ellos tienen el valor, solo ellos tienen tam—
bien la razon ; quiero decir, esa razon elevada que se
inspira con la observacion de los fenómenos históricos y
providenciales de la humanidad. ‘
Considerando desde luego lo presente ¿no nos vemos
reducidos á lo imposible humano, á la política bizantino, .
a la ridícula miseria de los abortos , á la esterilidad bu
millante de los esfuerzos que solo consiguen demostrar
y acrecentar nuestra impotencia? ¿No es esto una cosa
de las mas estrañas, sobre todo si se observa las buenas
intenciones que existen y que la situacion mas solemne
no logra coaligar?
Es esta ,una desgracia humana de las mas significa
tivas, en la cual es permitido y hasta lógico ver el lugar,
la preparacion y el anuncio de una intervencion provi
dencial. «Cuando Dios quiere mostrar que una obra es de
su mano, dice Bossuet, comienza por reducirlo todo á la
impotencia, y despues obra.» Si es verdadera esta pro
funda idea , ¿qué caso mas manifiesto ha existido jamás
á que poder aplicarla?
Semejante impotencia humana en las condiciones en
que se produce, es ya el milagro bajo su fase negativa,
Semejante anonadamiento no es ‘natural. No atribuye en
verdad en todos los casos, á sus tristes actores, el derecho
de mofarse de los que ponen su esperanza muy sobre si.
Pero se dirá, de ahí al milagro positivo, objeto de esta
esperanza, hay aun gran distancia.
No tan grande, pues aquí entiendo por milagro, no
una derogacion del órden físico de la naturaleza, sino
una accion providencia] en el órden moral y social, llena
de accidentes humanos.
RAZONES PARA ESPERAR. Hi

Cuando se habla de sobrenatural, los entendimien


tos poco reflexivos se imaginan generalmente una cosa
sin analogía y sin relacion con el centro en que se en
cuentran. ‘ ‘
‘ Nada de esto es aplicable á nosotros, nacion cristia
na, nacion francesa. Lo sobrenatural, el milagro, se halla
en medio de nosotros. No es, pues, necesario creer para
reconocerlo: hasta con ver. Es el Cristianismo, es la obra
de Cristo en su integridad, es su Iglesia. Es la virtud de
Dios quien reside en ella; lo que cura y santifica a los
individuos y reune y mueve tambien algunas veces á la‘
‘muchedumbre. Todos los cristianos están impregnados
de ella, y todos los indiferentes son mas ó menos suscep
tibles á la misma. Hé aquí el milagro en persona, lo so
brenatural en acto incesante..
Digo mas: nuestra actual existencia social es este
milagro cn su efecto. ‘
La sociedad perece, segun el parecer de todos, y sin
embargo continúa. Destituida de todo elemento humano
de salvacion, blanco de las pasiones mas subersivas, se‘
sostienecomo en el aire. ¿Por qué? preguntara yo. La
respuestano puede ser incierta: por el cristianismo que
nos resta, es decir, por lo sobrenatural. Si llegara áce
sar este sobrenatural, y todas la virtudes y abnegacioncs
que inspira, y toda la perversidad y rebeldía que repri
me, la sociedad cesaria en el mismo instante. Hállase sus
pendida delo sobrenatural, y hace temblar con aquel ter
‘ror moral que hizo retroceder a los mismos montañeses
de la Convencion á la sola idea de que viniera á desapa
recer lo sobrenatural.
Esta fuerza misteriosa de represion espiritual que
H? LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
nos retiene todavía milagrosamente, es. proclamada en el
dia mismo por nuestros mas violentos enemigos como el
mayor obstáculo á su obra de suprema destruccion. ¡Y
nosotros, á quienes aquella conserva y salva á cada hora,
no la hemos de confesar!
¿Siempre para no ver tendrás los ojos?
¡Oh pueblo ingrata!

Hé aquí lo sobrenatural;he aquí el milagro de que


hablo; no es necesario ir á buscarlo mas lejos.
u

IY.

QUE SE LE HA VUELTO DAR VARIAS VECES LA VIDA A LA FRANCIA.

Y ahora, ¿qué habría deextraordinarioy de increible


en que lo que nos sostiene aun nos levantará?
¿Qué habría de imposible en que ese foco de sobrena
tural reviviesc al soplo del mismo Espíritu que lo ha en
cendido por primera vez? ‘
Lo que ha bastado para salvar al mundo bastará para
salvará la Francia. .
Cuando ese divino Espíritu vino á sacar de la descom
posícion del antiguo mundo una nueva tierra y nuevos
cielos, fue tal el milagro, que no podia esplicarse sino
por los milagros evangélicos y apostólicos que fue
ron sus medios y cuyo efecto llegó á ser tambien su
prueba. Pero puede decirse de‘ esta creacion espiri
tual lo que se dice de la creacion de la naturaleza,
que su conservacion es una creacíon .contínua. El cato
licismo no se ha conservado hasta nuestros dias en else
Razones ¡una ESPERAR. 443
no de un mundo que lo ha combatido diversas veces, sino
por el mismo prodigio quelo introdujo en él. Esto esevi
dente en cuanto á la integridad de su doctrina, á la pu
reza de su moral, al vigor de su disciplina, á la fecundi
dad de su accion, que han permanecido intactasé inago
tables durante diez y ocho siglos en él seno de un mun
do donde todo sufre la ley de la descomposicion. Pero
esto es patente en la institucion del Papado, que es su
sede y el foco para todo el universo. Este prodigio, lejos
de disminuirse, se agranda por su sola duracion, que se
evade visiblemente á la ley del tiempo. Sobresale espe
cialmente en diversas épocas donde el ataque de que es
incesantemente objeto adquiere proporcionesinconmen
surables, y donde destituido de todos los auxilios huma
nos, no solamente se halla su debilidad á prueba de toda
clase de violencias, sino que toda clase de violencias es
. quebrantada por su debilidad; lo cual no puede racional
mente esplicarse sino porque esta debilidad ocultouna .
fuerza verdaderamente sobrenatural. .
Esta fuerza es la que no tan solo sostiene á la Iglesia
cristiana contra todos los asaltos del mundo social, sino
que sostiene por medio de ella á este mundo mismo con- ‘
tra sus propios elementos de destruccion. Veinte veces
ha estado á punto de caer y otras tantas veces la ha re
tenido y vuelto á levantar esta fuerza. Esto es sobre todo
cierto respecto de la Francia, donde se juegan ordina
riamente los destinos del mundo. . .
Recordemos tan solo algunas de esas crisis memora
bles en que la Providencia nos ha mostrado lo que de
bemos esperar todavía de ella.
En el siglo XII, las ‘heregías maniqueas amenazan
H4 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CiRlSTIANO
volver á sumergir al mundo en las tinieblas; estas son
disipadaspor la accion espiritual del. Pontificado, por la
reforma católica de los pueblos, y vése brotar el magní
fico siglo de las cruzadas y de San Luis.
En el siglo XIV, la Francia, bajo el rey Juan, nos
ofrece el cuadro notable por su analogía con el estado en
que nos hallamos. Los desastres de Crecy y de Poitiers,
donde la valentía del soberano salvó, no obstante, el ho
«nor de su corona, habían entregado la patria al extranje
ro. La Commune en París, habiéndose apoderado de la
artillería bajo el pretesto de la defensa nacional, y prin
cipiado sus crímenes con el asesinato de dos generales y
de un magistrado, reclutándose con todos los criminales
por delitos comunes, obliga al Regenteá retirarse á Com
piegne, donde convoca los Estados generales, y se vé
obligado en frente del enemigo vencedor á sitiar su ca
pital. La Jacqueria en las provincias responde á la Com
mune de París. Agréganse los horrores de la guerra so
cial á todos los de la conquista. El tratado de Bretigny
nos impone la pérdida de veinte provincias y de una in
demnizacion de mas de veinte millones, suma enorme en
aquella época. El hambre y la peste se ceban por aña
didura en la desdiehada Francia, que ha llegado á ser se
gun dice un cronista, objeto de desprecio y de mofa para
las demás naciones. ¿Y qué es lo que le resta para levan
tarse de este sepulcro? Un jóven de diez y nueve años,
enfermizo, que no sabia manejar una lanza y que habia
vivido en las frivolidades de la córte. Y no obstante, de
este jóven‘ sale Cárlos V, un prodigio de sabiduría, dc ha
bilidad, de energía, de capacidad real, que reconstruye
rápidamente y á un tiempo mismo el ejército, la mari
RAZONES PARA ESPERAR. M5
na, la hacienda, la justicia, la administracion, la políti
ca esterior; que cita al vencedor á su tribunal, le hace
condenar en el Parlamento por contumacía, y como para
ejecutar justicia, le vuelve á tomar con la espada de Du
guesclin todas ‘nuestras provincias , purga‘de él á la
Francia y le reduce _a pedir una paz que aquel le rehu
sa. Este prodigio no se realiza solamente por Carlos V.
A él concurre la Francia admirablemente por medio de
sus Estados. ¡Y á qué inspiracion obedece ella misma!
¡cuál fue el primer resorte de esta gran resurreccion!
Hallámoslo inscrito en el Acta de los Estados de i556.
«El primer consejo que las gentes de los tres Estados
quieren dar y dan en efecto al Señor Duque, es que tema
á Dios; reverénciese y honre á Dios y á sus ministros y
observe sus mandamientos.» Todos los demás consejos
que siguen son la consecuencia de este, que es el prime
ro de todos. Y en breve vemos á este jóven monarca, por
el admirable régimen de su vida que nos ha trasmitido
Cristina de Pisau, distribuyendo sus horas entre la ora
cion, el cuidado de los negocios públicos, los goces aus
teros de la familia y el estudio de las ciencias, de la filo
sofía y de la religion (i). ‘ _
Bajo el reinado siguiente, la Providencia dejó que
volviera a caer la Francia, como para darle al mundo el
testimonio de un nuevo prodigio en favor suyo: Juana
de Arco figura tallada enteramente en el milagro; cuya
realidad desconcierta toda crítica y que desenbarazándo
se en nuestros dias de todo velo de duda y de olvido,

(l)‘ Véase el excelente trabajo deM. Carrel sobre el Tratado de


Bro-tig n y . 1o
_ 146 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
parece no haber llegado á ser un sujeto de reparacion y‘
casi‘de culto, sino para ser una prenda de esperanza y un
signo de refugio en la misma fé que lo produjo , contra
la misma impiedad que lo ultrajó.
El advenimiento de Enrique IV, viniendo, al través
de tantas sangrientas y vergonzosas peripecias, á sacar
á la Francia de la descomposicion política , moral y reli
giosa á que habia descendido bajo 1os últimos Valois, si
es m_enos prodigioso , lleva , no obstante , sobre todo en
el grande acto que 1o decidió , un carácter providencial
de salvacion que merece notarse. Sobre este particular,
no tengo mas que repetir su propio testimonio, y el de
su tiempo. Es curioso leer en las Memorias de Lestoile,
la manera como el Bearnes se halló como impulsado por
una influencia superior á dar un paso que muchos de los
suyos juzgaban imprudente,—Dios me dice que pase, ‘leso
dijo, y que vaya. No está en manos del hombre el
retenerme , porque Dios me guía y pasa conmigo,»
M. Lestoile nota asimismo que Enrique de Borbon llegó
á la monarquía» por medios enteramente desconocidos
‘á los hombres y mas‘milagrosos de 1o que se puede ima
ginar, sus mayores enemigos fueron los que le llevaron.
cn hombros hasta el trono real, Milagro de los milagros
y el. cual no obstante hemos visto con nuestros propios
ojos (4).), _ ‘
Al mismo tiempo se declaraba, estendiéndose del
centro del catolicismo á toda la crístiandad , esa mara
villosa regeneracion‘ católica que contuvo la ruina de

(t) Mentor-ias de Lestoile. Edit. Micbaudy Poujoulat. p. 29l.-—L0s


días nefastos de la Francia. Previsiones sacadas de lo Pasado. París,
Librería general, boulevard Haussman, 72.
RAZONES PARA esperma. m‘
‘la Europa, víctima de las mas horribles y prolongadas
conmociones, por medio del impulso de tanta santidad,
que preparó el de tanto genio y nos valió el gran siglo.
Despues de la misma Revolucion que parecía haber
‘roto para siempre con el órden religioso, ¿no hemos te
nido la resurreccion de la Francia bajo el Consulado, por
medio del sorprendente restablecimiento del concordalo
con Roma?.
Finalmente, despues del criminal orgullo y de las
locas conquistas que han ido :1 parar á la invasion es
‘tranjera, ¿que es lo que ha levantado ála Francia del cam
po de batalla de Waterlóo, lo que la ha vuelto á poner
en posesion de su territorio y de sus destinos y la ha he
cho remontarse al primer rango, si no es tambien uno
de esos golpes de la Providencia que nadie puede atri
buirse, que nadie preve y cuya misteriosa iniciativase
reserva siempre Dios solo?—— a Los enemigos de la Restau
racion, dice M. Guizot, han incurrido para condenarla,
desde el primer dia, en estrañas contradiciones; si fue
ramos á creerlos , tan pronto era impuesta á la Francia
por las bayonetas enemigas, tanpronto nadie se cuidaba
de ella en i8l4 , lo mismo la Europa que la Francia...“
¡Pueril ceguedad del espíritu de partido! Cuantomas se
pruebe que no reclamaba y no hizo ninguna voluntad
general, ni ninguna gran fuerza interior ó esterior la
Restauracion, mas en evidencia se pondrá su propia é
intima fuerza y esa necesidad superior que determinó el
acontecimiento (l)....» «Un movimiento irresistible, ha

(l) Memorias para servir á la historia dc mi tiempo. t. I. pág. ‘:9


y 30.
H8 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
escrito por su parte Lamartine, arrastaba á la Francia
hácia los Borbones , por el sentimiento de la necesidad...
Todo impulsaba á la Francia política á la Réstauracion.
El ejército mismo no resistia; sus jefes se precipitaban
hácia los nuevos príncipes: Los hombres se lisonjean de
la obra de Dios , cuando pretenden haber creado tales mo
vimientos , y no hacen mas que seguirlos. Bonaparte se
llamó á sí mismo el destino. Los Borbones debian lla
marse en l8M, la Providencia (l).» M. Thiers ha emi
tido el mismo juicio (2). Y no es á los que han sido sus
testigos á quienes corresponde ir á decir que la Francia
no se dejó poseer entonces de uno de esos entusiastas
arrebatos de justicia, de reparacion, de simpatía y de
honor, cuya nobleza constituyen su libertad y su esponta
neidad , y que nada tienen de comun con esas intento
nas
de ladonde caeny el
mentira delmiedo y el interés
perjurio. _ í en ‘las emboscadas

Hé aquí algunos de los precedentes que distinguen .la


historia de la Francia de todas las demás , que hacen de
nosotros una nacion providencial, de quienes se ha podi
do decir , que Dios reparaba durante la noche las faltas
que se eomeiian durante el dia, y que autorizan la es
_peranza.
¿Por qué, en efecto, no ha de renovarse en nuestra
triste época, que tanto se parece á aquellas, la misma
(l) Historia de la Iiestauracion, t. Il, p. 232.
(2) Historia del Consulado y del Imperio, t. XVII, lib. ,Llll, donde
se vé , que los Borbones fueron una solucion pruvidencial cuya inicia
tiva lue solamente de la Francia, y que lejos de inspirárnosla el estran
jero, se impuso á él como una necesidad suprema de respeto, para
ln Francia y de honor para la Europa. El mismo testimonio se encuen
tra en las Memorias de Carnot.
RAZONES PARA ESPERAR. ‘ H9
accion imprevista providencial, atraida por la concien
cia de nuestros errores? ¿Acaso se ha acortado el brazo
de Dios? ¿No se halla enmedio de nosotros el .milagro
viviente de la Fé y de las obras, resistente y persistente
hasta el martirio, y esa sangre de los justos que ha em
papado nuestro suelo ¿no ha impreso en él una carta de
liberacion? El milagro de la Iglesia y del Pontificado,
el gran milagro permanente y que va agrandándose du
rante diez y nueve siglos, ¿no parece hallarse elevado en
nuestros dias á su mas alta potencia en esa maravillosa
figura de Pio IX, que nos envidiarán los siglos futuros?
y la solidaridad de sus desgracias y de las nuestras, ¿no
nos presagia la de nuestra comun restauracion? La hija .
mayor parece participar de las promesas hechas a la Ma
.dre. Acaso sea muy culpable y merezca que se le retire
su misíon providencial; pero cuando está clavada en la
cruz con su Salvador, se templa, vuelve á inspirarse en
ella y reporta beneficios de la misma.
Y entonces se le dice como al buen ladron: «Hoy es
tarás conmigo en el Paraiso.» ‘A. ella le toca pues, com
‘ pren derlo.
‘ Y. estos no son. místicos alucinamientos. Son analo
gías de esperiencia y de razon histórica, y como una es- '
pecie de ley. Solo parecen vanas á la mas vana creduli
dad; la fé esclusiva en sí mismo.
¿No es verdad, en efecto, que en este momento la‘ ‘
Francia tiene los mismos enemigos interiores y exteriores
que. la Iglesia, y que ambas causas se hallan enlazadas?
¿No es cierto, no es vísibleque una y otra han sido siem
pre humilladas y levantadas al mismo tiempo y por los
mismos ataques y las mismas reparaciones? ¿No es cierto,
250 ‘ LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
en fin , que si alguna simpatía, algun auxilio , alguna
protesta detienen todavía las últimas olas de la violencia
contra la Santa Sede, parten especialmente de la Francia,
á pesar de su desgracia , esos testimonios consoladores,
y que recíprocamente de la Iglesia y de Roma es de donde
vienen á Francia los consuelos, las bendiciones y los pre
sagios? Esto no es una mera casualidad; es, me atrevo a
_ decirlo, la ley moral é histórica de los acontecimientos.
Asi pues, el Pontificado, la Iglesia no perecerán y
saldrán triunfantes de la prueba. Esto es cierto; cierto
tamhien con una certidumbre de esperiencia, cuando no
fuera de fé._ ‘ .
La Francia tiene, pues, por prenda de su restaura
cion la restauracion misma de la Iglesia. '
No digo yo, sin duda alguna que esto sea necesario,
y no pretendo elevar los destinos de la Francia al órden.
sobrenatural propiamente dicho. Pero digo , que así ha
sido siempre ,‘ y que es una razon que vale como cual
quiera otra que esto sea todavía así. v un,
Dios no necesita de la Francia, como la Francia ne
cesita de ‘Dios. No. PeroDios ha querido siempre hasta
aquí necesitar de la Francia. El gesta Dei. per Francos,
si no es de fé, es—histórico, y ha tenido siempre como
reeíproco, la intervencion providencial y á veces mila
grosa de Dios en todas las grandes crisis de la Francia.
Añadiré tamhien, que este papel de la Francia ha
sido dejado vacante desde este momento por las demás
‘ naciones que parecen reservárselo: mas que esto, que
parecen habérselo creado por medio de suguerra tan
impolítica á la Iglesia. .
Y no hay que equivocarse sobre la trascendencia de
RAZONES PARA ESPERAR. .15!

estas consideraciones para tacharlas mas_fácilmente de


quimeras. No quiero decir por esto, que debamos espe
rar esa salvacion providencial sin trabajar nosotros mis
mos en ella; sino para quetrabajemos mas. Dios no nos
salva nunca fatal y pasivamente. El milagro mismo no
. es jamás un hecho exclusivo suyo. Hay mas; hásenos
siemprepresentado en esta religion tan humana y tan
racional del Evangelio, como nuestra obra. Cuando Dios
que se revela en ella con rasgos tan verdadcros, obra un
milagro de curacion y hasta de resurreccion, siempre
atribuye su móvil á la fé de aquellos á quienes interesa
este milagro. No es él en cierto modo quien nos salva,
sino nosotros mismos quienes nos salvamos: tu fé te ha
salvado, dice el Señor. Tampoco es esto decir, que no
haga él mismo lo que solo el puede hacer, _sino que somos
nosotros los que le ponemos en cierto modo, en moví
miento, y él cede el paso por decirlo así, á nuestra acti
vidad, inspirándola y asistiéndola. Esto es lo que espre
saba admirablemente Enrique 1V. eon aquellas palabras
que citábamos hace un instante y que respiran un inimi
table sentimiento de verdad: «Dios me dice que pase y
' ‘que vaya. No está en manos del hombre retenerme, por
que Dios me guía y pasa conmigo. »
No hay pues nada menos especulativo, nada mas
activo y mas práctico en si que estas consideraciones, y
ellas no constituyen una razon tan fuerte de esperar, sino
porque son una razon de obrar, de obrar mejor que por
medio de la simple esperanza humana, que gira tan pres
to hacia la impotencia y la decepcion. Trataré de demos
trarlo con un ejemplo cuando llegue á tratar de los me
dios de salvacion.
152 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.

V.

QUE N0 HA MUERTO LA FÉ EN FRANCIA.

Pero encuentro aquí una duple resistencia que hace


recaer sobre nosotros todo ese peso de desaliento que
me he esforzado en levantar. . .
Todo cuanto decís ahí, se me responde, es propio de
otra época; no es del siglo en que nos hallamos. ¡La fé! .
ciertamente que obtiene milagros y que los hace; y todos
los ejemplos históricos que referís son prueba de ello. La
Francia en particular, en cuanto ha sido provista de esa
condicion heróica, ha podido vivir de milagros; otros
muchos que os lo han dicho y sus mayores enemigos lo
han aprendido á su costa. Pero lo que constituye toda la
gravedad de nuestra actual situacion sin relacion por
esto, con las que recordais, es precisamente que no tene
mos ya fé, ni principios, ni hombres, ni vida. Y por esto
mismo perecemos. Nos morimos, si me es permitido ha
blar así, porque nos morimos. La causa consiste, de
cís, en la Revolucion, en ese espíritu de ateismo que se
habia ya esparpido por el aire y del que ha formado su
régimen, pretendiendo hacernos vivir y elevarnos con lo
que hace morir y precipita: sea. Pero en fin, ha llegado
á su fatal triunfo. De hoy en adelante somos su presa;
hasta el punto de que la mayorparte de los que se es
fuerzan todavía en detenerla son atacados por ella y no
le oponen mas que sus propios principios. A causa de
haber muerto la fé en Francia , apodérase el frio del
cuerpo social, síguese á este frio la descomposicion, y en
RAZONES PARA ESPERAR. 153
su consecuencia, se forma un círculo vicioso queriendo
evocar la vida por medio de un principio de fé que la
supone, y verificar la curacion con un remedio cuya
pérdida constituye todo nuestro mal.
La prueba de esta objeccion y que duplica su fuerza
es, como ya habeis dicho, que jamás golpes mas violentos
han ‘debido provocar una reaccion, y que esta reaccion
que habia sucedido siempre á las crisis precedentes ha fal
tado enteramente en esta. Mas aun: el mal ha salido de
ella mas desencadenado y mas audaz; y se ha acrecen
tado con loque debiadestruirlo. ¿Cómo lisonjearse, cn su
consecuencia, con que podríamosoponerle en el abati
miento y la dispersion , la fuerza que no hemos sabido
guardar contra él en la lucha, cuando teníamos todaslas
ventajas de sus ignominias y de sus crímenes, y todo
el impulso de nuestro honor, de nuestro deber yde nues
tro interés supremo? ¿Llegaríais hasta decir que no hemos
sido suficientemente castigados, y entrarian en vuestro
plan nuevas calamidades? ¿Acaso no seríais profeta de
salvacion sino siendo profeta de desgracias? En tal caso,
guardaos esta triste y tambien dudosa esperanza y no
os lisonjeeis de hacérnosla aceptar.
He aquí, si no me engaño la duple objecion que pa.
rece destruir todas las razones de esperar, que me he es
forzado en presentar, y que se me opone con tanta mas
razon en cuanto que va autorizada con todo lo que yo
mismo he dicho acerca de las razones que hay para temer.
Creo sin embargo poder contestar á ella, y voy á ha
cerlo, no por un vano espíritu de controversia, sino como
una grave y séria consulta que se practica junto al lecho
de una madre que está espirando. ‘
l54 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
Pongamos la mano en su corazon é interroguemos
sus latidos. Sin duda la vida, esta vida sobrenatural cuyo
‘ recurso invoco, no circula ya, las estremidades están frías
y la muerte avanza. Pero ¿deja de latir ya el foco central?
Acaso no se ha retirado de élla vida entera, mas bien que
haberse agotado, y no se halla latente mas bien que ex
tinguida en las demás partes del cuerpo, dispuesta á re
troceder y á ostentarse con toda su fuerza á despecho de
los que especularan con sus funerales. ¿No se puede en
una palabra, decir de ella como dela hija de Jairo: No
está niuerta: duerme? _
Gracias á Dios, para quien sabe observar, la afirma
tiva tiene poderosos síntomas á su favor.
En primer lugar, me refiero desde luego á lo que he
dicho anteriormente; y vuelvo á repetir en particular lo
que deciïa hace nn instante y en que no ha podido hacer
mella la objeccion.
Bajo el peso de tantas ruinas y tantas desgracias, to
davia respira la Francia, y sigue andando su camino;
anda_por una sola cosa, sin la cual feneceria al punto:
por lo que la resta de fé. El poder de esta fé se encuentra
atestiguado en razon misma de todas las causas fnnestas
que hacen desesperar de nuestro estado y que ella hasta
á equilibrar. Esto es tanto mas cierto cuanto que jamás
fue abandonada á si misma esta fe ó mas bien no fue mas
atacada, resultando en su consecuencia de la prueba
mas terrible de todas las pruebas, que tiene todavía fuer
.za para defenderse y para sostenernos.
De manera, que cuanto mas hay naturalmente ra
zones de temer, mas hay sobrenaturalmente razones de
esperar.
RAZONES PARA ESPERAR. 155
Pero sondeemos mas adelante y masá lo ancho, con
sideremos el estado de la fe en su foco mismo, el Cato‘
licismo; veamos su actitud en el mundo,entero; porque
por lo menos es lo que en las diversas naciones en
Francia, que quizá es la mas católica de las naciones,
aquella cuyos destinos religiosos deben reportar mas
beneficio, en su consecuencia, de los destinos gene
rales de la fé.
¿Es cierto como se lisonjean sus enemigos, y se es
pantancon sobrada frecuencia sus discípulos, que la fé,
en su institucion universal, la Iglesia se halle en baja y
se pierda en el mundo? que se nos presente en él empo
brecida y arruinada, y en un estado que no nos per
mite ya fundar en ella nuestras esperanzas? _
Me atrevo á decir una cosa cuya verdad es á mis
ojos igual á la admiracion que va á causar. Jamás, desde
_el origen del cristianismo, fue el catolicismo mas grande,
mas fuerte, mas puro, mas invencible en lo presente y
mas dueño del porvenir. Nuestro siglo será uno de los
¡nas bellos, si no es el siglo mas bello de la Iglesia.
Tenemos a la vista un espectáculo que, aun cuando
desconsuela á los contemporáneos, arrebatará á la pos
teridad, y obligará á admirarse á los historiadores y pu
blicistas dignos de este nombre, aunque fueran adversos
á el, no pudiendo como Balaam dejar de bendecir lo que
por efecto de su preocupacion quisieran maldecir. Esto
lo presagiaba ya, hace treinta años, el profesor protestan
te Ranke, en su Historia de las Revoluciones del Pontifi
eado y su eminente crítico Macauley, en la magnífica
exposicion que hace de esta obra. (l) «Algun historia
(í) Revista de Edimburgo, Octubre de 1840. Ya hemos hecho un
156 LA REVOLUCIÓN Y EL ORDEN CRISTIANO.
»dor venidero, decía este, tan hábil ytan moderado como
»el profesor Banke, referirá, así lo esperamos, la resur
»reccion católica en el siglo XIX. »
Al consignar, sin creer en su principio, el fenómeno
histórico de la Iglesia, Macauley profetizaba valiente
vmente su resurreccion. y .mucho mas aun, cantaba con
entusiasmo la supervivencia de su reinado á todos los
Estados modernos, sin exceptuar la Inglaterra su‘ par
tria. (l) ¿Y en qué se fuudaba? ¿En las prosperidades de
la Iglesia? No, en sus razones. Asi es que traza á grandes
rasgos todos los asaltos que ha sufrido, todas las pruebas
por que ha atravesado, dando á conocer toda la violencia
yel furor de estos; todo el buen éxito que debían pro
meterse de ello sus enemigos vencedores y triunfantes,
desde los Albigenses hasta los Jacobinos, desde los em- .
peradores de Alemania y de Felipe el Hermoso hasta .la
Convencion y Napoleon I. Muéstranosla reducida veinte
veces á la última angustia y á la muerte, y volviendo
á recobrar y manifestando otras tantas veces esa vita
; 7_
análisis y largas citas de este artículo al fin de nuestros Estudios filo
sóficos sobre el Cristianismo, que se volverá á encontrar ¡n cmtenso en
las obras completas de este publicista que han visto la luz pública pos
teriormente. _
(l) Ella ha visto el principio de todos los gobiernos y de cuantos es
tablecimientos existen en el dia, y no nos atreveríamos á decir que no
se.halle destinada á ver su (in. Era grande yrespetada antes que los Sa
jones hubieran puesto los pies en el suelo de la Gran Bretaña, antes
que los Francos hubieran pasado el Rhin, cuando Ia elocuencia griega
estaba floreciente en Antioquia, cuando eran todavía adorado: los idó
los en el templo de la Meca. Puede pues ser grande y respetada todavía
cuando se detenga algun viajero de la Nueva Zelanda, en medio de una
soledad, apoyado en un arco roto del puente de Londres, á dibujar las
ruinas de San Pablo. ‘ ‘
RAZONES PARA ESPERAR. 1ii?
lidad sobrehumana que jamás se halla mas cerca del
triunfo que cuando está mas próxima á la ruina y de quien
se puede decir, en sentido inverso de las grandeza morta
les, que no hay mas que un paso para ella de la roca Tar
peyaal Capitolio, ydel Calvario al Vaticano.
De aquí deducia con exactitud, que no hay razon para
que perezca la Iglesia, puesto que su vitalidad se halla,
no solamente á toda prueba, sino en razon de lo que hace
que perezca todo. Y la esperiencia de este fenómeno,
nótese bien esto, tantas veces reproducido, ha sido du
ple. Porque, no solamente, en efecto, siempre se han
frustrado los ataques de las potestades humanas contra
la Iglesia, sino que han encontrado en ella su propia
ruina, y el mismo golpe que ha levantado siempre a
esta ha abatido siempre a aquellas. La Iglesia ha enter
rado siempre á sus enterradores.
Macauley fue arrebatado por la muerte en la crisis
del siglo XVIII y del primer Imperio. ¡Pero qué nuevo
argumento vino á llevar á su tésis el trágico destino. de
Napoleon III! ¡qué argumento próximo no debe dedu
cirse de ella contra las nuevas grandes víctimas á quie
nes tantos y tan memorables naufragios no preservan de ir
todavía á estrellarse contra esa eterna roca que nunca
es mas fatal a los que se arriesgan á dirigirse á ella que
cuando se encuentra ocultada por la borrascal
Y verdaderamente, en todo esto hay algo que me
parece prodigioso; y es la ceguedad de la incredulidad
de buena fe, que desconoce aun lo divino que hay en la
Iglesia. ¿Cómo Macauley que ha consignado tan perfec
tamente el hecho, sin intentar esplicacion alguna, no
ha sido inducido a la única esplicacion admisible y que
25s LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
se presenta, no solo con tan gran belleza doctrinal, sino
con tantas pruebas históricas? ¿Cómo no ha visto que
este destino de la Iglesia no es otra cosa que el milagro
perpétuamente renovado de la Cruz,’ de donde ella ha
salido y que nos ha quedado como su secreto fundamen
to? La Religion , decía justamente San Leon , está fun
dada en la Cruz de Jesucristo; y por esta no puede ser
destruida por género alguno de crueldad. ¿Cómo, en efec
to, lo que está fundado en la nada, podria ser nunca aní
quilado? Pero, ¿cómo, por otra parte, puede servir la
nada de fundamento para algo, y aun menos para la.
obra'mas grande que hubo jamás, si en esta nada no hu
biera una virtud divina? Aquí precisamente el Cristia
nismo se resume en estas magníficas palabras de su gran
de Apóstol. «El Crucifícado es la fuerza de Dios y la sa
biduría de Dios.» Lo cual permite á todo lo que de él
procede decir : «Por lo mismo pues que soy débil, soy
fuerte» Y esto es lo que viene á confirmar ampliamente
el acontecimiento, y un acontecimiento en proporcion dc
la creencia , la conversion del Universo y el perpétuo é
indestructible destino de la Iglesia. Agreguemos, por
añádidura , que el mismo Dios que debía verificar el
acontecimiento , hizo literalmente la profecía de que
lllacauley no es mas que un nuevo comentador. De esta
suerte nos vemos en cierto modo, acorralados por la
historia .á la Fc.
Como quiera que sea, hé aquí el hecho constante y
manifiesto, de que puede desprenderse la leycn esta
forma: el triunfo de la Iglesia en razon de su virtud, y
su ‘virtud en razon de la prueba. De donde puede de
ducirsc, que su virtud en la prueba es ya su mismo
RAZONES PARA iasramn. ‘ 159
triunfo , al cual no hacen mas que obedecer los acon
tecimientos, declarándolo. El triunfo de la Iglesia no
fue en el Capitolio mas que la manifestacion y el fruto
de lo que habia sido en el Gólgota.
En este estado es donde debe contemplársela. Los
que vean que vuelve el Universo á sus pies, disfrutarán
de un bello espectáculo. Pero sin embargo,‘ menos bello
que el que ella presenta en el dia en la lucha que sos
tiene contra el Universo. ‘
Jamás talvez, en efecto, fue mas compacta la Fe
católica en su institucion y en su accion: jamás se vió
mas concordia y mas union en sus representantes, sus
depositarios, sus apóstoles y sus fieles. Nunca mas uni
dad, mas‘ armonía y unanimidad en todos los grados de
su vasta gerarquía. Jamás la animó un soplo mas puro y
mas fuerte de doctrina, de disciplina , de Valor, en su
actitud y conducta. Pio IX, la resume y la confirma, El
mismo decía há poco á una de esas diputaciones de to
dos los pasises que se suceden y postran incesantemente
á sus pies: «Me hallo edificado por vuestra conducta y
por vuestro valor; vosotros tomais vuestro valor de
mí, yyo, lo confieso ingénuamente, lo tomo de voso
tros.» Y atribuia la inspiracion de este valor, recípro
ca mente dado y recibido, á ese soplo de Dios que anima
á la Iglesia entera, y que, por esta union «entre los fie- .
les y el clero, entre el clero y los obispos, entre los
obispos y el Supremo Pontífice, forma una estrecha fa
lanj e que no tiene temor alguno y que doma los furores
adversos.»
Este es el carácter distintivo y supereminente de la
Iglesia y de la fé en nuestra época; la unanimidad, la
160 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
union, la unidad. Pio IX será graiide entre todos los _
grandes papas, y la admiracion universal de que es ob
jeto pasará á la historia. Es muy notable sin embargo,
que su grandeza sea menos humana que apostólica, me
nos personal que inspirada por su íntima fidelidad á su
mision, y por la fidelidad no menos íntima de que es
objeto por parte de la Iglesia entera. No es mas que Papa,
pero no por eso es sino mas gran Papa, y el gran Papa
de una grande época de la Iglesia; grande por el con
junto y por el todo, por la conformidad de pensamien
tos y voluntades. Cuanto menos se ve en él al hombre,
mas aparece Dios en él. Es la Iglesia que ha vuelto á su
carácter primitivo. ¿Cómo dudar despues de esto de su
triunfo?
Este gran carácter de union es tanto mas notable,
cuanto que ha esperimentado una doble prueba y no ha
hecho mas que afirmarse con .ella: la prueba interior
de la declaracion del dogma de la infalibilidad pontifi
cia, respecto de la eual no se han suscitado disidencias
en la deliberacion, sino' para hacer resaltar mas la deci
sion y‘la sumision; y la prueba esterior de la lucha
contra las potestades del siglo, de que aquella decision
es el falaz pretesto con que atacan cuanto ella confirma,
todo lo que solo la Iglesia representa en medio del mun
do que necesita de ella mas que nunca ; la autoridad doc
trinal, el freno de todos los errores.
Y lo que es maravilloso en esta lucha_ dando á la
Iglesia un papel incomparable de grandeza y de oportu
nidad, es, que defendiendo su derecho divino, nos halla
mos con que defientde el derecho humano entero; lali
bertad de las conciencias, la dignidad de los pueblos, la
RAZONES PARA ESPERAR. í61
legalidad, la justicia, la autoridad, cl derecho civil, el
derecho de gentes, el carácter, el honor, todos los funda
mentos sociales, todos los principios de la civilizacion
cristiana amenazados de una absorcion y de una tiranía
peor que las que constituían el oprobio del antiguo
mundo. _
Tal es el espectáculo que presenta la Iglesia de esta
época en todos los puntos del mundo, sin defeccion en
ninguna parte, afirmándose mas bien con los golpes que
_ se le dirigen, agrandándose en la proscripcion, sacu
diendo sobre sus enemigos ese polvo de sus pies que
germina siempre la maldicion y la ruina, y amontonán
dolo sobre sus cabezas coronadas de abrasadoras ascuas.
¿Es esto una fé que declina ó se disminuye? ¿No es
mas bien una fé que‘ sube ó que se aumenta? ¿Qué es
lo que aparece impotente y derrotado, qué es lo que se
vé ya en el suplicio, Pio IX, cuyos pies va á besar dia
riamente el universo, ó sus enemigos trémulos sobre los
cuales se dirige diariamente su palabra?_¿El Episcopado
.aleman que se asocia y se afirma y fortifica en la digni
dad de sus derechos y de su fé, ó la furia ciega que vai
fatalmente a estrellarse en su resistenaia? ¿Esos dos gran
des obispos que llevan consigo al destierro el honor y la
libertad ‘de la Suiza ó esos torpesy serviles instrumen
tos del despotismo que van á colocarse por sí en el
pilorí del ridículo y del desprecio universal? ¿La Iglesia,
en una palabra, que‘, durante veinte siglos de fecundi
dad, es la única que todavía forma hombres y vuelvea
concebir las naciones ó la Revolucion que, en su vejez
octogenaria, despues de haber hecho de la sociedad un
conjunto de oprobios, no sabe mas que ponprle fuego?
1
162 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
Es un sublime espectáculo el que ofrece semejante
combate. Cuantas mas victorias obtiene la fuerza, mas
derrotas esperimenta: cuanto mas se huella á los pies el
derecho, mas se levanta contra el vencedor. El derecho
gasta á la violencia con todos los golpes que recibe de
ella, y la violencia purifica el derecho con todos los que
le asesta. Pero el yunque vence al martillo con la supe
rioridad de su temple, y el derecho vence igualmente á
la fuerza; porque la fuerza es perecedera como la mate
ria y .el brazo del hombre, y el derecho es eterno como
la conciencia y como Dios.
Y no se piense que sea este un combate singular
entre la Iglesia y sus perseguidores, sin trascendencia
. y sin consecuencia en el órden temporal de las socieda
des que serian sus ‘simples espectadoras. La Iglesia, es
cierto, se resume en la Santa Sede y en el Supremo.
Pontífice; pero ella comprende ya en. su vasta unidad á
todo e_l cuerpo episcopal, y ála multitud de los fieles es
parcidos en el mundo entero, mas que nunca unánimes
en la lucha, para sostenerla ó para aplaudir. Pero
además, el mundo mismo, en lo que tiene mas estraño
á la Iglesia, conoce muy bien que en esta lucha se com
promete é interesa el derecho mismo y todos los princi
‘ pios conservadores, es decir, sn honor y su existencia
que la Iglesia representa y personifica actualmente mas
que nunca. La cuestion religiosa se identifica mas cada
dia con la cuestion social. El combate es en adelante en
tre dos potestades que se manífiestan demasiado abierta
mente para ser desconocidas, el bien y el mal, la vida y
la muerte. Mars et vita duello con/Hacerte pair.ando. La po
testadceleste y la potestad infernal, la Iglesia y la Re
I
RAZONES PARA ESPERAR. 103
volucion han venido á las manos, y tras ellas y en ellas
cuanto hay honrado y cuanto hay perverso. La lucha se
hace general, y como en Homero, los dioses mismos to
man parte en ella. La Revolucion lo comprende asi y no
tolera ya intermedio. Ya no es del partido del Ateis
mo, que es un simple modo de desconocer a Dios, sino
del Antiteísmo. Ella es la primera que se hace cargo de
Dios para perseguirle y arrancarle de todas las insti
tuciones humanas, haciendo de esta suerte ella misma,
de la cuestion social, una cuestion de fé. Esto es peor en
si; pero es mejor en cuanto que agranda la lucha y nos
obliga á todos á tomar parte en ella. En tal estado, la
fé católica es como una levadura en fermentacion que
penetra la masa social, aun indiferente, aun divergente,
que hace de su causa la causa general de lo justo y de
lo bueno, la causa social y conservadora en el mundo
entero, y que por medio de todos. los buenos instintos
que hay en el fondo de la naturaleza humana, no puede
dejar de rehacer y de atraerse el sentimiento universal.
Y ahora se creerá que la Francia permanezca es
traña á ese gran despertamiento y á ese gran regreso.
Aquí es, por lo contrario, donde ha guardado mejor
la fé sus posiciones. Aquí, donde se quería atacarla mas
y donde se puede atacarla menos. Ambos campos se
observan, pero á la menor empresa hostil á la fé, parte
un grito, se siente un estremecimiento en todo el. cuerpo
episcopal, las masas fieles responden á él con protestas;
y el ene‘migo pierde lo que habia adelantado, y ¡cosa no
table! no se conmueve solamente de esta suerte por las
usurpaciones que se cometen en ella, sino tambien por
las que se hacen en el mundo‘ entero. Los asuntos
164 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
religiosos de todos los puntos del globo, llegan á ser
para ella, no obstante su desolacion, negocios de Estado.
La susceptibilidad sobre este punto es universal. No pu
diendo combatir con el hierro, combate con el oro;
con sus maravillosas suscriciones católicas, que en la
penuria á que deberían haberla reducido los millones de
su rescate, son prodigiosas y atestiguan tan noblementd
su fé. ¡Gran Nacion! á la que todas las demás rinden
todavía este homenaje. En ella se espera de paises re
motos, al paso que nosotros desesperamos hallándonos
dentro de ella misma.
¡Y no obstante, cuantos otros buenos síntomas se en
cuentran en ella! Ha habido hace poco un empadrona
miento de su poblacion que ha sido una verdadera tenta
tiva de apostasía: sabido es como se ha respondido á él
en Rouen, en Lyon , en Marsella , en París mismo. Por
mas que una minoría, agitadora de todas las pasiones
brutales y violadora de toda clase de respetos y de toda
clase de derechos, quiere obtener el triunfo por de pronto,
viene á estrellarse contra la toba, contra el granito de
nuestra fé verdaderamente nacional. ¿Qué testimonio
mas significativo aun que el de la Prensa? La mala
prensa es peor que nunca; su impiedad es convulsiva,
honrando á la religion con ese odio salvaje que profesa
á todo el órden social. Pero la prensa conservadora, esa
prensa que antes no era mas qu_e conservadora, ahora es
religiosa; lo es sin mucha conviccion á veces, sino por
‘su posicion, por deber, por conveniencia, por interés;
en esto refleja y atestigua evidentemente el sentimiento
público. Este sentimiento no se manifiesta de otra suer
te, es verdad, porque no se halla en el mismo grado en
l
RAZONES PARA ESPERAR. ‘ 1es
todos, yentre los mejores, se recoge en su sufrimiento. Sin
embargo, no nos engañemos; hay en Francia todavía
grandes reservas de principios, profundas capas de ro
ligion y de fé, á la manera de las riquezas que provienen
del ahorro. Aconsejo pues á mis enemigos que descon
fien de ella y se preparen á muchas sorpresas. En un dia
dado, Francia puede levantarse católica y volver á reco
brar al despertar su fé, todo cuanto se le ha quitado
durante su letargo. Todo es posible de ese gran pueblo
que no hace nada probable. ¿No hemos visto última
mente conmoverse la multitud, arrancarse de sus hoga
res y no bastar á sus testimonios las maravillas del va
por obediente á los milagros de la fé?
Esas grandes peregrinaciones nos han llevado de un
golpe al siglo de Juana de Arco; y esto no es mas que
un preludio. Háse arriesgado á insultarlas por un duple
ódio á la religion y á la libertad. Los que debian prote
gerlas, sorprendidos de su carácter desusado ó insó
lito, porque el_carácter mas insólito todavía de nues
tra angustiosa desgracia no les afectaba lo suficiente,
han dudado de que fuesen propias de las costumbres
de la Francia. Hasta se han preocupado de que podian
tener un móvil político, preocupacion ordinaria de aque
llos á quienes no es familiar el gran móvil superior de
la fé en el alma humana,‘ pero en breve la Francia,
por un decreto que realzaba sus costumbres, les ha con
vidado y atraido á ellos mismos a sus Rogativcis públicas,
y nosotros hemos tenido la gloria de verlos inclinarse en
ellas.
Lo notable en efecto, es, que. cuando surgen esos
movimientos religiosos, envuelven y arrastan á los mas
166 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
indiferentes, y toman con frecuencia por órganos á los .
mas escépticos. De ello tenemos un ejemplo singular '
bajo el segundo Imperio. Todo estaba preparado para
favorecer un postrer golpe de mano sobre Roma. El
Senado parecía hallarse á disposicion de esta indigna po
lítica. El Cuerpo legislativo, purificado por ‘eliminacion
electoral de 9i católicos, s'uplia con sus aplausos conve
nidos la elocuencia de Estado que le dictaba sus votos.
Un dia, no obstante, uno y otro de estos dos Poderes
fueron poseidos á la vez de una audacia católica de opo
sicion al Emperador, arrancaron á su ministro el famoso
Jamás y le obligaron á que fuera á combatirse él mismo
á Mentana. Aquel dia M. Thiers profetizaba y M. Tro
plong escribia: ¡se ha introducido en las asambleas un
soplo de Pentecostés!
Aquel Espíritu que sólo toma consejo de sí mismo, y
que sopla donde quiere (l), nos evitó otros muchos re
trocesos, y muchas otras sorpresas._

VI.

‘ L0 QUE HA RETARDADO LA REACCION Y L0 QUE LA HARA ESTALLAR.

Sin embargo , queda la segunda parte de la objecion,


cuya gravedad no es necesario disimular; ¿cómo es que
al cabo de tres años y no obstante los golpes que de
bieran dispertarla, esta reacion duerme todavía y se vé
reducida á esos síntomas vagos y transitorios que se
pierden en otros muchos síntomas mas marcados de des
composicion y de decadencia?

(l) S. Juan, lll, 8.


RAZONES PARA ESPERAR. 167
Convengo cn ello; y aquí es á donde parece que
debe venir á disiparse toda esperanza formal.
Sin embargo, tengo una respuesta que dar; y supli
co que se preste alguna atencion á ella.
La reacion no se verifica, porque nos hallamos toda
vía en la crisis.
Ha habido un gran aborto, pero que solo servirá de
aplazamiento , que despues de haber perjudicado á la re
.generacion de la Francia, le será beneficioso.
Me esplicaré, y me tomo para este efecto toda la li
bertad á que autoriza un interés tan grande.
Recordemos las disposiciones morales y políticas de
la Francia, en lo mas duro de los desastres nacionales é
inmediatamente despues, cuando ella se volvió á encon
trar y se palpó en su grande representacion nacional de
Burdeos. ¿Quién no tenia entonces la confianza de que
nos aprovecharian tantas desgracias? ¿Quién no hablaba
entonces de regeneracion? ¿Quién no se hallaba dispuesto
á todo genero de sacrificios y de generosas resoluciones?
¿Quién no leia claramente las saludables lecciones de la
Providencia en sus rigores y no se inclinaba con resig
nacion, para levantarse con valor, bajo esta divina mano
que se nos tendia en el abismo en que nos habian sumi
do su justicia y nuestras culpas? Hubo entonces un mo
mento supremo en que se ofrecía á la Francia la salva
cion que quería se la cogiera por los cabellos. Sobrevino
la Commune , es verdad, pero este nuevo cataclismo era
una leccion mas, que iluminando con su luz siniestra la
horrible faz de la Revolucion , la denunciaba mas clara
y exactamente que nunca á la reaccion social. Ella mis
ma se entregaba y‘se atravesaba por sus mismos horro
{O8 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
res. ¡Ahl si en aquellos momentos se hubiera encontrado
un hombre (porque sin olvidar el concurso nacional, las
mejores disposiciones y las situaciones mas favorables
necesitan siempre resumirse é incarnarse en un hom
bre), si se hubiera encontrado un hombre que hubiera
comprendido y dominado la situacion para servirle
mejor: ‘¡si forte virum quem!
Esta gran mision tocó á M. Thiers.
Yo no sé si en las innumerables combinaciones de
acontecimientos que presenta la historia delas nacio
nes, se ha ofrecido jamás otro mejor preparado para.
tentar una noble ambicion y para fundar una gloria mas
pura y mas duradera. Despues de haberlo hecho todo en
la víspera de nuestros desastres nacionales para señalar
los y conjurarlos; despues de haber ido en el curso mis
mo de esos desastres, á llamar á la puerta de todas las
córtes de Europa para hacer oir‘allí la misma voz que
habia ahogado el cesarismo, y para llevar allí, como los
feciales de los tiempos antiguos, las adjuraciones de la
patria y los consejos del interés comun ¡despues de ha—
ber sido alzado á su regreso, sobre el pavés electoral de
veintisiete departamentos; despues de haber, en fin re
cibido de toda la Francia por lo mejor de las representa
ciones que han salido de su seno, la mision de volver á
levantarla y de salvarla, encontrarse un dia investido
con esa mision incomparablemente mas grande aun de
volver á levantar y salvar en esta Francia postrada y
dos veces desgraciada, no tan solo su gran país sino
todo el órden social, y de ser el Monk, no ya de un par
tido y de una dinastía, sino de la sociedad, y si me atre
vo á decirlo así, de la Providencia:‘¡qué fortuna!
RAZONES PARA ESPERAR. 169
Pero tambien ¡qué responsabilidad!
Por mas que M. Thiers haya reducido su papel á su
persona, y su persona á la de un pequeño ciudadano,
está condenado, tanto por sus grandes facultades, como
por la situacion que le han creado, á la mas alta eleva
cion y en esta será medido por la historia.
Yo he tenido el honor de esperimentar la benevolen
cia de este hombre eminente bajo el Imperio, y de rendir
le, en corespondencia, el homenaje de mi admiracion por
sus raros talentos y su seductor ingenio, de mi simpatía
por su patriotismo, de cuyas alarmas he participado áve
ces, y de mi viva gratitud por los servicios que hizo en
tonces á la Iglesia. Pero este homenaje era sobrado sin
cero para no hallarse subordinado á los méritos que lo
motivaban, y que son en el dia la medida de los juicios
ó apreciaciones cuyo derecho de formar sobre ‘él mismo,
nos ha dado.
Cualesquiera que sean las quejas que se pueda tener
contra su política presidencial, no deben hacernos desco
nocer los nuevos servicios que nos ha hecho; principal
mente, la reorganizacion del ejército, sin la cual no se
sabe 1o que hubiera sido la Commune, y con el cual ha
resguardado á la Francia; despues las hábiles operacio
nes rentísticas con que ha llevadoá efecto el concurso de
nuestro patriotismo y anticipado nuestra liberacion. Puc
de añadirse tambien, el crédito político que nos han va
lido relativamente en Europa su esperiencia y su renom
bre, sostenidos por la Asamblea nacional. Digase lo que
se quiera, y sea 1.o que quiera lo que haya hecho, la
Francia le deberá esto. ‘
Pero los servicios no deben hacer que se desconozcan.
170 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
los agravios y las faltas cuando tenemos el mayor ínte
rés en discutirlas consecuencias de estas. ‘
Háse dicho, con tanto ingenio como intencion, que
M. Thiers había preferido el primer puesto al primer papel.
Mejor diría yo, que no ha sido moralmente libre para tal
opcion. No se‘ rehace una persona á menos de rehacerse
enteramente y de quemarlo que siempre se ha adorado.
Acontece tambien que se exageran las faltas con la ve
jez. Ahora bien, M. Thiers, no se ha ocultado jamás, y,
cosa que no será para él una censura, ha sido siempre
revolucionario. ¿Cómo podia pues esperarse de él que
inmolara la Revolucion? No hay duda, que su gran sen
tido le separa del vulgo de sus partidarios yhasta le hace
inclinarse á veces á los principios conservadores; pero
aun entonces mismo, lo hace como revolucionario, rin
diéndoles homenaje tan solo para sacrificarlos mejor,_
así como solo castiga á la demagogia para servirla me
jor. Adora una sola divinidad, la política, que en tales
condiciones no puede ser mas que la política pequeña,
la política de habilidad. Y como sobresale en ella, com
plácese en la misma. No domina las dificultades; juega
con ellas, mientras logra eludirlas. Jamás las resuelve
decidida y terminantemente, deseando siempre irlas en
treteniendo por amor á su arte, y reservarse por amor á
si mismo. De aquí si sigue, cosa estraña, que es menos
grande en el poder que en la oposicion; porque en el po
der hace el su juego ú obra segun su medida personal, y
en la oposicion, le hacen obrar ó se le hace el juego, y
á veces bellísimo, como bajo el Imperio. En la oposi
cion , es forzosamente hombre. de un partido , mien
tras que en cl poder, es cl hombre de los partidos; y
‘ RAZONES PARA ESPERAR. \ m
los partidos valen siempre menos que un partido.
Verdaderamente que si en tiempo alguno, se hallaba
indicado y recomendado un gran partido en la situacion
en que M. Thiers tomó la Francia, cra el del órden, el
de la regeneracion social, de la restauracion de todos los
principios conservadores, de la represion de todos los
elementos salvages de suversion y de combustion que en
vilecian la Francia y amenazaban la sociedad entera.
Este era, ‘en el simple punto de vista de la reorganiza
cí0n,‘el gran medio de volver á poner cn pie rápida
mente al país , de devolverle toda su actividad interior
libertándole de las continuas alarmas que lo paralizaban,
y de volverá levantarte ante la Europa. Sabido es como
M. Thiers ha comprendido esta suprema situacion. Mas
él se ha preguntado si tenia el derecho de destruir la Com
mune en su foco. Ha contraido compromisos con ella en
las provincias. Le ha reservado posiciones por doquiera;
en una palabra, parece haberse preocupado masde salvar
á la Revolucion que de salvar á la Francia.
No quisiera ser injusto con un hombre tan notable
por sus grandes dotes, que hacen de él una de las perso
nificaciones mas seductoras del espíritu francés, pero que
no tiene conciencia suficiente de los principios con que
se le juzga para hacer la prueba de su aplicacion, ¿Se
creyó acaso M. Thiers impotente parala grande obra que
se esperabade él, y retrocedió tal vez su naturaleza que,
fuerza es decirlo, no es violenta, ante las medidas deci
sivas de la salud social? Pero en tal caso, la Asamblea
era responsable, al paso que él lo era de las audacías de
muy distinto modo violentas de la Revolucion,
¿Puede tambien decirse que temia los arrebatos del
H2 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRlSTIANO.
partido monárquico, y que quería preeaver al país contra
tentativas de Restauracion política doblemente peligro
sas, por la disposicion de los espíritus y por la division
de este mismo partido? Pero además de que las mismas
razones que hacían prematuras estas tentativas, las ha
cian tambien imposibles sin su participacion, era darles
precisamente la razon el dejarles el prestigio del órden _
social á que se reeomendaban, en vez de armarse con
este órden restablecido contra ellas mismas. «. ‘ .
Lo cierto es, que nos ha mantenido en la crisis de
que tenia mision de sacarnos. Es que la. ha estendido y
la ha hecho crónica, esponiéndonos á verla degenerar
en aguda y tal vez en mortal. Es que ha hecho abortar
la regeneracion social y la ha hecho problemática para
un porvenir indefinido.
Dicho esto, y reservando lo desconocido respecto de
lo que hubiera podido llegar á ser la Francia en otras
manos, es preciso ver actualmente lo que debemos con
jeturar de la situacion que M. Thiers nos ha formado.
‘ ‘Dios hace lo que gusta de aquellos mismos que no
hacen lo que él quiere. No necesita á nadie y se vale de
todos. ‘
Jamás oprime nuestra libre voluntad; solamente cuan
do es buena, la asocia á sus designios, y cuando es mala,
la hace entrar en ellos. Y como es mas frecuentemente
malaque buena, saca de ella el bien del mal con masfre
cuencia que del bien mismo, por una operacion que se
ha llamado ingeniosamente la Alquimia de la Providen
cia. Los mas grandes violadores de su ley llegan á ser
sus mas terribles vengadores sobre si mismos, al pro
pio tiempo que el bien ‘al que les hace servir sin saberlo
RAZONES PARA ESPERAR.' ‘ {73
es tanto mejor, cuanto que opera solo sin ellos y á pesar
suyo, y que es su bien. Nosotros maleamos el bien, pero
no podemos malear el mal. Dada la Omnipotencia de
Dios, nuestro mal se halla., pues, si es lícito hablar así,
mas á la discrecion de Dios que nuestro bien.
M. De Maistre, en el admirable capítulo II de sus Con
sideiaciones sobre la Francia, intitulado, Conjeturas so
bre las cias de la Providencia en la Revolucion francesa,
ha demostrado tambien que, «una vez promovido el mo
¡vimiento revolucionario, la Francia y la monarquía no
»podían salvarse sino por la Convencion; ese monstruo
»de poder, ébrio de sangre y de triunfos, fenómeno es
»pant‘oso que jamás se habrá visto, y que sin duda algu
una no volverá á verse nunca, que fue áun mismo tiem
n» po un castigo terrible para los franceses y el único me
»dio de salvar á la Francia.» Y‘ con su pluma de águila
añadiaz‘ «¿Qué pedian los realistas cuando pedian una
» contrarevolucion tal como ellos la imaginaban, es decir,
»bruscamente y por la fuerza? Pedian la conquista de la‘
a» Francia; pedían pues su division, el aniquilamiento de su
»influencia yel envilecimiento de su Rey, es decir, de
»güellos por espacio de tres siglos quizás, consecuencia
»infalible de semejante rompimiento de equilibrio. Pero
»nuestros nietos que se cuidarán muy poco de nuestros
¡padecimientos y que bailarán encima de nuestros sc
QPU1cÏOS, se reirán de nuestra actual ignorancia; y se
monsolarán fácilmente de los excesos que hemos presen
»ciado y que habrán conservado la integridad del mas
» bello reino despues del del cielo. »
Estas atrevidas consideraciones, no necesito de
cirlo, no tenian por objeto, bajo tal pluma, disculpar
174 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
a la Revolucion , sino justificar —á la Providencia.
De ellas puede hacerse alguna aplicacion á la situa
cion presente.
M. Thiers debia rechazar la Revolucion y secundar
el movimiento general de la Francia, que, al salir de la
Commune, lo esperaba y lo pedia. Mas por lo contrario,
rechazó este gran movimiento: paralizó, dividiéndolas,
todas las fuerzas vivas del pais: abandonó á las gentes
honradas de quienes y para quienes tenia sus poderes:
creyó deber tratar á los criminales sociales como par
tido político, y tuvo con ellos inteligencias y procedi
mientos, como si entre ellos y él hubiera habido un pacto
superior al pacto de Burdeos. Dejó que el mal se produ
jera, se estendiera, se envalentonara, y espuso la Fran
cia á ser su presa. .
¿Cuál ha sido, al través de las implicaciones de su
conducta, su verdadero objeto? Reserve su misterio y no
tengo que penetrarlo. Solamente diré que no se reco
mienda por las apariencias ni por los medios.
Lo cierto es, y á ello me atengo, que si se hubiera
propuesto la pérdida final de la Revolucion, no hubiera
podido manejarse mejor; y le tendría por el mas pro
fundo político que haya habido jamás.
Pero tan grande honor debia remontarse á quien es
mas Alto que él. El hombre no hubiera suministrado á
esta política mas que sus faltas; Dios solo habría sacado
otra vez de ella su bien.
En el buen combate que la prensa conservadora sos
tiene tan valientemente contra la Revolucion, hay ras
gos y miras á veces admirables de buen sentido, de con
ciencia y de fe. Por mi parte, no puedo espresar mejor
RAZONES PARA ESPERAR. 175

mi pensamiento en este instante, que con estas líneas


tr ¡nadas al París Journal del 2 de enero de i875:
«La Bevolucion matará á la Revolucion, ha dicho el
»Papa á sus antiguos soldados que iban á ofrecerle sus
»felicitaciones con ocasion de la festividad de Año Nue
»vo. Esta frase contiene nuestra esperanza y nuestro re
» mordimiento á un tiempo mismo. Creemos que la Revo
»lucion se matará á sí misma y con este sentimiento
»entramos en el año nuevo. Todo es ambiguo y vago
»fuera de la fe. La política vacila. Los hábiles dudan y
»se contradicen. Sin embargo, sobre nuestras incerti
»dumbres y nuestras luchas ciérnese y relumbra una
»verdad; ó va á perecer el mundo ó se salva por su com
»pleta vuelta á la Religion. El único suicidio que poda
xvmos dejar de considerar como un crimen es el dela
»Revolucion misma, como lo ha profetizado el Papa.
»Vengan las peripecias de.la política incidental; vengan
»los diversos capítulos de esta política diariamente, es
»tamos absolutamente convencidos de que el triunfo
»final nos pertenece, porque nos hallamos dc parte de
» la fe. »
«Se esperimentaria verdaderamente un desfalleci
»miento profundo, dice en otra parte el mismo periódico,
»si no se dijera, que, bien mirado, es preciso que se rea
»lice el destino, y que una victoria sobrado pronta por
»parte de las gentes honrados no alejaria á la nacion tiempo
»para sentir suficientemente el disgusto que conviene que
»csperimente para librarse por siempre de esa repugnante
womedia ; al fin, hágase lo que se quiera, llega la náu
»sea : chujus rei fit alitjuando nousea, » como decia Sé
»neca. »
176 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
Hé aquí la palabra del porvenir y el enigma de lo
presente. ‘
La sociedad y la Revolucion han venido á las ma
nos. Para la una y para la otra es suprema la crisis.
Este combate, mas ó menos encubierto, durante ochen
1.a años, ha gastado todos sus disfraces, ha ¡consumido
todos sus plazos, todos sus aplazamientos y todos sus fin
gimientos. Es un duelo á muerte. Pues bien, lo que fa
vorece á la Revolucion hasta aquí , es la falacia de gene
rosa reivindicacion y de libertad con que se ha cubierto.
Ella ha vivido por medio de represiones, tanto por lo
menos, como por medio de concesiones. Cada vez , en
efecto, que ha llegado á la direccion de los negocios,
pierde algo de su prestigio; cada vez que ha sido repri
mida, lo ha recobrado. ¿Es esto decir que no haya de
‘ bido reprimírsela? No, ciertamente; El mal, por el con
trario, consiste, en no haberla esterminado en las cos
tumbres y en las ideas, mas aun que en sus culpables ó
desdichados adictos ó partidariosí es el haberla repri
mido lo suficiente. para que moviera á interés , y no lo
bastante para purgar de ella á la sociedad. _
Despues del Gobierno de la defensa nacional y de la
‘Commune, la nacion', sobrado débil por sí misma para
rechazarla de su seno , hubiera debido encontrar en
aquellos á quienes volvía á entregar sus destinos, fieles
y animosos promotores que la hubieran librado de ella.
Pero, faltando á esto, habrían preparado un triunfo mas
definitivo. No será este- el triunfo de un partido, de una
asamblea y de un hombre, sino de una nacion entera,
de lafuerza de las cosas y de Úios. No será un régimen
mas ó menos revolucionario, que reprimiendo la Revo
RAZONES PARA ESPERAR. m
lucion, levante su crédito por medio de esta misma rc
presion, sino de la misma Revolucion que perecerá de
mala muerte, á causa de su horrible vida y de.sus esce
sos; que espirará á causa de su impotencia, de su locu
ra y de su rabia, en el desprecio, el disgusto y el horror
que escitara, como-se dice en el último acto de una tra
gedia:
Su mano, los horrores de su vida
consiguiera expiar, por largo tiempo,
Víctima la nacion de sus furores,
Y libre al fin de su ominoso yugo,
Mírala con placer, tinta en su sangre (l).

Puede resucitarse en política de la muerte que se


recibe, pero jamás de la que nos damos. La Revolucion
se hallará pronto en este caso, y cada uno de sus actos
la acorrala mas y mas en él.
Oigo que se me dice: pero entretanto, y por esto
mismo, la sociedad se ve impulsada á su ruina y puede
zozobrar todavía una vez. ¿Quién os dice‘que no sc
halle en tal prueba y que no salga bien de ella? Esto
matará á aquello ; ¿pero qué será esto? ¿qué será
aquello?
No hay duda que aquí está el gran peligro, y todos .
los que hayan faltado al deber de conjurarlo, sufrirán-de
diverso modo su responsabilidad Pero ¿quién tendrá
precisamente el derecho de quejarse de ello, menos que
los que. se hayan creado una necesidad de lo mismo?
Aquellos tan solo que no hayan descansado, que no ha
yan cesado de advertir y de combatir, los hombres de
principios y de fé pueden hacer frente á este terrible
()
í AlÏ
aia . fl
178 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
estremo: y sería estraño que despues de haberles hecho
un cargo de su firmeza, se les ‘hiciera de su prudencia,
como si dispusieran de los destinos y como si (lo que Dios
mismo no podría hacer) debiesen afianzar el mundo con
tra su propia sinrazon.
Que sean mas ó menos posibles nuevas calamidades
‘sociales, en las vías en que continuamos caminando , y
que la Revolucion no haya dicho su última palabra, ni
intentado su último golpe, no es una temeridad pensarlo;
y despues de haberlo hecho todo para evitar la catás
trofe, es un mérito señalarla y librar de ella la espe
ranza, contra los que, despues de haber atraido aquella,
solo saben abandonarnos á ella y evadirsef
No tengo esperanza en el abismo; pero sin desespe
rar de la parte de acá, espero todavía de la parte de allá.
La Revolucion sola permanecerá en él; la Sociedad
lo atravesará; será el paso del Mar Rojo.
. Allí es , en efecto, donde la Revolucion hará sus úl
timas pruebas de falacia, de torpeza y de impotencia;
allí donde se matará con sus escesos y se sepultará en su
vergüenza.
Allí es donde surgirá la Sociedad á la verdad, al ho
nor, á la salud, y volverá á asirse de su propia existen
ciá, amenazada y libertada del último peligro.
Para decir todo mi pensamiento, hay un peligro ma
yor que el que se censura de prever á los hombres de
principios, y es el peligro en que nos hallamos; porque,
no solamente nos conduce inevitablemente al abismo,
sino porque lo aplaza tan solo para socavarlo mas pro
fundamente; digo mas, porque él es el mismo abismo,
y el peor abismo; el de la descomposicion.
RA ZONES PARA ESPERAR. ‘ 179
En este horrible estado para los que lo conocen y lo
ven, se ponen á repetir estas elocuentes palabras de
M. de la Gervaisais, á que cuarenta años de fecha han
‘dado mas actualidad:— «La suerte está echada; la muer
» te es merecida. Venga el abismo mas pronto que tarde,
v» puesto que así se ha queridmHasta aquí las vías de
» perdioion se ensanchan de modo que hacen la crisis de
‘» cada vez mas espantosa. Allí solamente se ofrece un
»punto de parada, por faltar la pendiente, y un punto
»de apoyo, por encontrarse el fondo. Antes, se va de
»mal en peor; despues , se irá tal vez de mejor á mejor.
fllabiendo llegado el mal á la impotencia, volverá la
» potencia al bien; brotará la leccion suprema de la es
‘»trema leccion.....!» -
Desesperar que sea de otra suerte seria un ultraje al
sentido comun yuna impiedad respecto de la Francia.
No, nosotros valemos mas que esto, mas que esa re
pugnante comedia de impudencia y de necedad, de au
dacia y de cobardía, de grosera incapacidad y de cínica
pretension; mas que todos esos grotescos y salvajes ape
titos de tiranía , mas que esa hez‘repugnante de la Re
volucion.
La Francia sufre estas saturnales, porque ha sido .
entregada á ellas; pero en su ‘seno ‘se acumulan el des
precio, el disgusto y el horrorl Apelo á todo cuanto» nos
decimos los unos á los otros, á todo lo que espresan por
nosotros tantos generosos órganos del sentimiento públi
co, á esos sordos murmullos que levantan la justicia y la
verdad en las almas; á esas mismas abstenciones, sí, á
esas abstenciones de las gentes honradas, que numérica- ‘
mente constituyen la mayoría; que no se desalientan sino
1‘80 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
porque están vendidas y no quieren comprometerse en
una orgía, pero que se reservan para la coyuntura ine
vitable en que la fuerza de las cosas, llevada al estremo
por el esceso del mal, haga su formidable esplosion y lo
vomite. Seria preciso, para dudar de esto ignorar lo que
es la Francia y tantas reacciones súbitas é inauditas por
las que ha concluido por arrojar á sus esplotadores y sus
tiranos.
Apelo en fin, á la Providencia, y por sobre toda con
fianza humana, fundo mi esperanza en su seno. ¿Tomo
por cuentapropia aquellas bellas palabras de M. Thiers,
teuiéndome por muy feliz en ver que en esto soy de su.
mismo parecer. ‘
«La Francia permanecerá dueña de sí misma, digna
»de sus destinos, digna de su pasado, digna tambien, lo
zrespero, de su porvenir.‘ Si, este porvenir será conforme
»á todo cuanto hadado la Providencia á la Francia, en
»todos tiempos, y que ella no le rehusará por primera
» vez en los dias calamitosos en que nos hallamos. Ha
»brá tenido que pasar por pruebas dolorosas; pero las
natravesará, y espero que salga de ellas con su grandeza
»inmortal que nada ha afectado ó herido todavía formal
» mente. » "
Estas palabras deben tomarse en un sentido mas se—
rio que el del sentido oratorio. La Providencia no es una
eipariencia ó figura. En nuestro tiempo sobre todo, en
que el hombre es tan poca cosa, ocupa ella toda la es
cena. Ha sido bastante perceptible en las lecciones trá
gicas que nos ha dado, pero no se la vé lo suficiente en
‘ las prendas de proteccion que ha mezclado en ellas.
Desde el origen de nuestras desgracias hasta la hora
RAZONES PARA ESPERAR: ‘ {Si
presente, hubiéramos ‘perecido cien veces; porque no he
mos cesado de pasar rozando por los últimos abismos,
sin caer por fin en ellos. ¿De qué ha dependido nuestra
suerte en manos de un bárbaro enemigo, á quien no de
bíamos nada de cuanto nos ha dejado, tanto es lo que ha
querido cogernósï ¿De qué ha dependido en las manos
mas bárbaras todavía, puesto que eran parricidas, dela
Commune? ¿De qué ha dependido en París, en Lyon, en
‘Marsella? ¿De qué ha dependido y depende aun en el
mismo Versalles, ayer, hoy y mañana? ¿Cuantas crisis
supremas hemos esquivado ó salvado no se sabe como,
durmiéndonos perdidos y dispertándonos salvados? No
necesito recordar los hechos; nosotros no tenemos mas
que ‘mirar hácia atrás para ver cuantas veces y hasta
qué punto hemos sido juguetes del azar , pero al mismo
tiempo, de un azar siempre limitado, siempre eonjurado,
siempre dominado y siempre regulado , cada vez que iba
á ser fatal por un no sé qué sobrado repetido, ó reiterado,
demasiado fiel á sí mismo, sobrado oportuno y benéfico
para ser reconocido yadorado con su verdadero nom
bre: ¡la Providencia! _ -
No quiero disminuir el mérito de nadie; pero tampoco
sabria hacer de nadie una divinidad, atribuyéndole un
mérito que pudiera hacerle pasar por tal, ó dotandole de
esa infalibilidad que jamás se ha prodigado tan servil
mente al hombre sino desde que se le disputa á Dios.
El mas espuesto á esta idolatría, por parte de los
que menos se jaetan de ser religiosos, seria tamhien el
primero, no hay que dudarlo, que se inclinara ante esta
Providencia, que no ha querido acabar de derribar la
caña medio rota, ni apagar la mecha que todavía hu
N32 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
mea, y que ha sido la gran tesorera de nuestro rescate
El estado actual de la Francia, despues de tantos
cataclismos, ya raya en prodigio.
No es aventurado deducir de aquí, que se proseguirá
el mismo plan de misericordia que en él varaparecien
do, y que no es para ser irremediablemente perdidos
para‘ lo que hemos sido tan frecuentemente salvados.
Hemos llegado á ser en cierto modo, la obra de Dios,
en la parte de bien que hemos recobrado. Por otra parte,
en el mal que se continua se halla en juego su causa.
"Hállase pues doblemente empeñado en ella, si me es
lícito hablar asi, y tenemos un doble motivo para fundar
en él nuestra confianza y nuestro valor.
Ignoro cuando y por qué involucion de aconteci
mientos ha de volver al bien la victoria. Este es el se
creto de la Providencia, y no estoy inquieto por ello;
porque Dios sabrá resolverlo. Pero á nosotros nos toca
activar y anticipar nuestra liberacion social, purgándonos
de todos los errores que, aun respecto de los mas buenos,
la comprometen y la retardan, adoptando por nuestra
parte resueltamente los medios de salvacion.
Es preciso deponer de una vez estos errores, y reco
nocer estos medios con sinceridad, abordándolos sin
vacilacion. ‘
CAPÍTULO IV

MEDIOS DE SALVACION .

Este debia ser el principal objeto de- mi escrito, y


he llegado hasta aquí sin tratarlo, esponiéndome al epí
_ grama del escolar:

Sácame del peligro amigo mio,


Y despues me podrás decir tu arenga. _

Sin embargo, el estudiante no se halla aquí tan


dispuesto á dejarse coger que tenga derecho para censu
rarme por haber tratado de persuadirle. Bien sea presun- .
cion, bien‘ desesperacion, se repugna mas el medio de
salvacion que el peligro mismo. Hecreido pues que era
ya prestar auxilio combatir esta presuncion, mostrando
las razones que hay para temer, y hacer que desapa
rezca esta desesperacion, mostrando las razones que
hay para esperar.
‘ Hé creido sobre todo ,. que el modo mas eficaz de
mostrar el remedio y de hacerlo aceptar, era determinar
bien el mal que es necesariamente lo contrario del re
medio. t
Ya sé que hoy no se entiende de esta suerte‘; pues‘
184 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
se quisiera curar, encerrando el mal ‘en si. Pero_enton—
ces, es cosa de empíricos, que en verdad , no faltan. El
verdadero médico no transige con el mal ; es enemigo
suyo, aunque pudiera parecer que lo era del enfermo.
Ama sobrado á este y se respeta demasiado á sí mismo,
para encargarse de la curacion á otro precio. Si se le re
chaza, tendrá al menos un testimonio de su abnegacion
y el honor de haber sido sincero. í
No se dispone de los principios. Dios mismo, que
puede hacer toda ‘clase de milagros en el órden físico,
derogando las leyes de este órden, porque, por cons
tantes que sean, no son necesarias, no puede curar en
el órden moral, derogando los principios. Puede atraer
á él los corazones por medio de su gracia , y esto mismo
es un milagro en que se complace; pero hay dos cosas ‘
que no puede hacer; violentar nuestra naturaleza á que
‘acepte principios, puesto que somos libres, y permitir
que estos sean violados impunemente, porque él es
santo.
Tan indispensables son los principios; en la dicha ó
en la desgracia , en la salvacion ó. en la ruina, siempre
van adheridos á ellas.
Esto es muy vulgar , y sin embargo, nada hay que
mas se desconozca.‘ Toda la política de nuestros días
consiste en prescindir de los principios ó en sustraerse
á ellos: y esto cuando se trata de salvar una sociedad
que se muere á causa de haberlos violado. Esto es pro
piamente buscar la cuadratura del círculo. Por lo menos,
hase elegido mal el momento; y no es en verdad este
problema el que absorbia á Arquímedes cuando el sa
queo_de Siracusa. Refiérese , por lo contrario , -haberle
MEDIOS DE SALVACION. ‘ 185
sorprendido aplicando los principios de su arte á la de
fensa de la ciudad, el enemigo á quien habían entregado
las puertas las divisiones de sus jefes.
Sin ser un Arquímedes, yo no entiendo de otra suer
te la salvacion de mi pais..
No ionoro
D
los tem eramentos contem laciones con
que deben tratarse los asuntos humanos cuando se ha- ‘
Ilan todavía en pie los principios. Pero los tempera
mentos suponen la regla. Alli donde no existe regla, ó
donde la violacion se erige por si misma en regla y
donde la sociedad lucha contra este supremo trastorno,
no hay ya motivo para contemplacion ni transaccion al
guna. No‘se transige con la muerte; sino que se la arran
ca: se .le opone la vida.
Sepamos á lo menos sacar partido de nuestra desgra
cia. Cuando se ha dejado introducir en un gran monu
mento un agente destructor, comprendo que nos limite
mos á luchar palmo á palmo con este fatal enemigo que
respeta todavía su mole y que no se haga votar esta para
arrancar á aquel de ella. En tal caso, con lo que se
guardan contemplaciones, no es con el mal pues nunca
deben guardarse con éste, sino con el bien, con elmo
numento. ‘
Pero cuando, por haber obrado al reves de esta re
gla de conducta, y cuando por haber erigido el mal en
bien, se hunde el monumento, no hay nada con que
guardar contemplaciones , á no ser con las ruinas.
Hallámonos en este caso en lo absoluto de la tesis;
tenemos el campo libre. El mismo triunfo del mal exime
de todo avenimiento con él, y seria tan insensato como
criminal llamarle para la reconstruccion, hacerle entrar
186 LA REVOLUClON Y EL ORDEN CRISTIANO.
en los cimientos. En tal caso, solamente debe echarse
mano de los principios, los cuales deben ser tanto mas
absolutos cuanto se hallen mas escluidos; salvo las co
sas facultativas , sobre las cuales la política de ‘concesion
hallará suficientemente en que ejercitarse.
Hase dicho con gran juicio que la convalecencia.
constituye ley, tanto en política como en medicina, y que
es comprometcrla el atropellarla. No hay duda en esto;
pero no hay convalecencia sino cuando, por la estirpacion
del mal y la radical accion del remedio, se está en vías
de curacion. La enfermedad que hace declinar al enfermo
y la convalecencia con que se repone, son dos estados
. muy diferentes y como opuestos. Asi es que combatien
do enérgicamente el primero de estos estados es como
tiene lugar el segundo y como se entra en el periódo de
las contenplaciones que reclama. No se puede transigir
con los efectos de la curacion precisamente porque. se
les ha producido no transigiendo con las causas dela
enfermedad. ‘ _ .
¡Pardiez! el mismo enemigo lo entiende así. El mis
mo no quiere transigir. Búrlase de nuestras concesiones
y nos las desecha. ¡Qué triste papel nos imponemos en
tonces entre los hombres de principios que nos descono
cen y los hombres de desórden que nos despiden; no
comprendiendo la situacion, atrasándonos en el sistema
bizantino, insistiendo en pequeñez de medios sobre la
grandeza mas y mas formidable de la empresa , y asu
miendo una responsabilidad llena de trabas y de abortos
á que nos abandonan los escepticos y los mismos cen
suradores de la víspera, tomando en mano la defensa
de estos principios que nosotros humillamosl
MEDIOS DE SALVACION. l87‘
En cuanto á mi, me lavo las manos por esta descon
soladora política, y en la humilde medida de mis medios,
vengo á prescribir aquí, como únicas probabilidades de
salvacion, la integridad de los principios y la firmeza del
deber.
I.
VOLVER Á ENTREGAR ÁDIOS EL TIMON.

_ Los medios de salvacion que tengo que proponer son


numerosos, porque todo se halla afectado del mal que ha
invadido la masa. Sin embargo, se resumen todos en uno
solo, que, bien entendido y bien aplicado, produciría to
dos los otros. ‘
Este medio, que resulta de todo cuanto he dicho has
ta aquí porque es la contraparte ó concordancia del Es
tado sin Dios, es el Orden cristiano.
‘Que el Estado, y por Estado entiendo el país, no so
lamente enlosindividuos que lo componen, sino en las
instituciones que les unen y constituyen en vida públi
ca, que el Estado vuelva á ser cristiano, y todo se salva,
y todo se realza y se restablece en el órden y la libertad,
en el honor y en la gloria.
No es verdad decir hoy, loque ha ‘podido ser justo
en otro tiempo, que en tiempos de revolucion lo mas dif
cil es conocer lo que debe hacerse, porque la Revolucion ha
impulsado las cosas hasta el punto de que, por lo menos,
no se duda del mal ni del remedio. La situacion es de una
claridad formidable, y hace desaparecer toda ambigüedad
y todo término medio. .
Es tambien una gran ventaja en esta situacion que
‘ sean tales la oportunidad y la propiedad del remedio,‘
que baste aplicarlo para quedar curado.
138 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
Pero si lo difícil no es conocer, lo es hacer.
Sin embargo, como esta dificultad tiene mucho de
irreflexion y de preocupaciones y de esa disposicion ge
neral que afecta el saber con la falta de voluntad,
creo que si fortalecemos el saber, librándole de esas
preocupaciones y nutriéndole con la reflexiomhabremos
hecho mucho para poner en actividadla voluntad.
Y esto es lo que voy á tratar de hacer.
Es de advertirque, en las numerosas crisis que ha.
atravesado la Francia, en su larga y gloriosa‘historia,
su realzamiento socia_l ha tenido siempre por primer re
sorte su realzamiento. religioso, un acto nacional de re
torno á su fé. Atestíguanlo Clodoveo. Cárlos V, Juana
de Arco, Enrique IV, Napoleon y los Borbones.
En el dia, este medio heróico se recomienda tanto
mas, cuanto que la crisis es esclusivamente revoluciona
ria, es decir, antireligiosa.
Yo me autorizaria pues con uno de esos precedentes,
para dar á mi país, en una situacion sobrado análoga,
ese primer consejo que el mismo daba, por medio de los
Estados generales de i556, á Cárlos V, y cuya aplica
cion, tan admirablemente observada por este príncipe,
realzó rápidamente á la‘Francia, é hizo de él un rey tan
grande: «QUE TEMA A DIOS, nnvnnuucm v 110mm A DIOS Y
A sus MINISTROS, Y onsnavn sus MANDAMIENTOS.»
Cárlos V se dejó tratar entonces como un niño por
la nacion, cuya libertad de consejo y de inspecion era
entonces y fue por largo tiempo tanto mas grande, cuan
to que'se autorizaba con su propia sumision á Dios, y
que volviendo á conducir á él sus reyes, realzaba su po
der, honrando su obediencia. Cárlos V supo comprender
MEDIOS DE SALVACION. 18!)
esto y se agrandó con toda su deferencia á tal libertad.
Esto es lo contrario de la libertad revolucionaria, que ins
pirándose únicamente en los derechos del hombre y cn
el desprecio de Dios, autoriza la tiranía por medio de la
rebelion, en vez de apoyar la una por la otra, el poder y
la libertad.
Si Carlos V volviera en el dia, él seria quien diera
á la nacion este consejo, que ella le dió en otro tiempo y ‘
que haría muy mal en no seguir, cuando no solamente
su salvacion sino su verdadera libertad dependen de él.
‘ Recíbalo pues de todo labio, y reconozca á sus ver
daderos amigos por el desinterés tanto como por el valor
que hay en dárselo. ‘ _
DIOS pues temido y honrado ; hé aquí el gran prin
cipio á que es preciso volver desde luego; hé aquí el
gran proscrito de nuestras instituciones que debe hacerse
entrar en ellas lo mas pronto posible, á la manera que so
devuelve la vida á un cuerpo que se hallaba apunto de
abandonarlo, y al que invadia ya la descomposícion.
_ Esta verdad es muy sencilla; pero tiene la desven
taja de ser evidente, de ser vulgar y de no causar im
presion. '
, Asi pues, temo menos á aquellos que la rechazan y
que por lo menos, la hacen resaltar con las horribles
consecuencias de su negaeion, que á aquellos que la
admiten_sin combatirla ó sin vacilar, pero tambien sin
consecuencia lógica y práctica, y que solo la honran para
relegarla, fuera de la política, en el dominio esclusivo
de la religion. _
Este es el error que conviene mas hacer que desa
parezca.
‘ 190 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
La política pues precisamente solo se halla en la re
ligion en la actualidad. _
Y en efecto ‘; ¿de qué puede componerse la política?
De razon , de sabiduría, de respeto, de autoridad, de
órden, de libertad, de derechos, de deberes, de familia.
de patria, de sociedad. Estos son los elementos esencia-
les sobre los que se fundan todas sus combinaciones
. sin los cuales son vanas.
Pues bien, todo esto es obra de Dios , como el arro
yuelo se forma del manantial, como los principios se
forman del Principio. t
Esto ha sido cierto en todo tiempo; y por fluctuantes
y variables que sean los negocios humanos, han debido
referirse siempre á Dios por una cadena manejable que
los retiene sin avasallarlos. Es absolutamente exacto
aplicarlos lo que se ha dicho del tiempo que es su es
fera: ‘
El tiempo, movible imagen
De la eternidad inmóvil.

Pero en dias como los nuestros, esta cadena se


acorta.
Por haber, en efecto , repudiado esta verdad y roto.
con ella, por medio de una furiosa rebelion de nuestra
libertad; por haber querido, hacerse tipo de simple
imagen, de agua corriente hacerse manantial, de
emanacion hacerse principio; en una palabra, por ha
ber querido, segun la palabra de la Revolucion que re
sume todas sus pretensiones, serularizarsela política
humana , no hallándose alimentada por el Principio, ha.
perdido sucesivamente todos los principios, y se ha pues
MEDIOS DE SALVAClON. {91
to ella misma en la necesidad de no existir ó de volver
á adherirse á Dios.
Dios, en tal estado, de principio indirecto ha llegado
á ser el principio directo , inmediato y absoluto de la
política. Le hemos hecho necesario con todo lo que he
mos hecho para prescindir de ÉL.
La sociedad moderna ha llegado al punto en que
parece haberse dicho por ella 1o que refiere Platon de las
antiguas tradiciones sobre la intervencion de Dios en los
destinos del mundo antiguo. Recomiendo á la atencion
del lector este admirable pasaje , en que cada una de sus
palabras viene á dar sobre nosotros como una flecha. Es
nuestra historia actual tomada de la historia general de
la humanidad: ‘
«En la primera época Dios mismo colocado á la ca
beza de la humanidad, conducía á esta. Cuando se rea
lizó esta época , Aquel que rige este Universo, lo aban
donó á su libertad y se retiró como á un sitio destinado
para observar. Pero el mundo obedeciendo á una mala
inclinacion, se estravió mas y mas hasta esponerseal
fin á una destruccion completa. Entonces Aquel que 1o
ha formado, viéndole en tal estremo, y no queriendo que
asaltado y disuelto por el desórden, se abismara en el
espacio infinito de la desemejanza (l) vuelve Dios á sen
tarse en el timon , repara lo que se halla alterado ó des
truido; imprimiéndole de nuevo el movimiento que habia
tenido anteriormente bajo su direccion; reforma , or
dena el mundo, y lo libra de la muerte (2). »

(l) Espresion admirable, puesto que la humanidad fue hecha á


imágen y semejanza de Dios.
(2) Platon traducido por M. Cousin, t. Xl, pág. 337.
192 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
Tal es la historia profética de la Redcncion del gé
nero humano recogida, al través de todas sus alteracio
nes mitológicas, por la pluma de un pagano, y que es la
condicion de toda redencion social, especialmente, de la
nuestra. .
¿Y sabeis en que tratado refiere y aprecia Platon esta
condicion? Esto tambien tiene su trascendencia. Es en
el menos especulativo de todos aquellos que se propuso
escribir: EL poLíTico 6.01: LA MONABQUÍA.
Es puespreciso que vuelva Dios ci sentarse en el tí
mon, si no queremos que, asaltada y disuelta por el desór
den nuestra desdiehada sociedad, se abisme en el espacio
infinito de la desemejdnza. Y‘para esto , preciso es vol
verle á llamar y prepararle un gran sitio.
¿Y qué otra cosa se halla mas recomendada cuando,
á diferencia del mundo antiguo, que no alteró lo divino
sino para prodigarlo, le hemos arrojado de él monstruo
samente, y por haber querido crigirnos en su lugar, nos
hemos precipitado en el vacío inmenso de su negacion,
en el grande abismo del Sin Dios?
Y lo que hace mas grande nuestro crimen, es que es
Dios conocido, viviendo y manifestándose_en medio de
‘ nosotros, Dios nuestro huésped, contra quien hemos hecho
y dejamos hacer esta guerra sin nombre hasta aquí de la
humanidad, sin que el supremo interés de nuestra exis
tencia que va á estrellarse allí, nos dé el valor‘ de pro
fesarlo volviendo á colocarlo elevadamente á nuestra
cabeza. ‘
Pero aquí tambien está nuestro remedio.
¿Dónde estaba Dios en el mundo antiguo? Verdade
ramente nos vemos poseidos de una inmensa y simpática
MEDIOS DE SALVACION {93

eompasion por‘ este desdichado mundo que se hundia en


un diluvio de errores y dc corrupcion sin saber ya á
dónde acogerse; y se comprende que haya venido Dios
mismo á tenderle la mano y á atraérselo á si de lo alto
de la Cruz, donde espiaba toda clase de desórdenes.
Pero despues este mismo Dios, que se ha despo
sado mas sensiblemente con la humanidad, ha que
dado presente en medio de ella, colmándola de grande
za y de glorias durante diez y ocho siglos de progreso,
retardando hoy su decadencia y sosteniendo todos sus
asaltos. Por mas que se haga, no se retira, ó por lo
menos su retiro está lleno de misericordiosos regresos.
Allí está proscrito é internado en medio de nosotros, pa
deciendo todos nuestros ultrajes, nuestras negaciones y
nuestros abandonos, renaciendo cada dia, como lo hizo
por primera vez, de los golpes que se le asestan, con las
manos llenas de gracias de regeneracion, que solo de
sean esparcirse, pero respetando nuestra libertad, á que
solo quiere tocar pero no forzar, como un Rey que es
pera que sus súbditos, desdichados á causa de sus pro
pios estravios, le vuelvan á llamar. ¡Amor inmenso que
quizá jamás se ostentó tanyisiblemente como en la hora
en que nos hallamos, pero que seria la medida de su
justicia , si le obligaramos á ello!
No tenemos pues que ir en busca de Dios y que bus
carle como d tientas entre mil sistemas, como decía San
Pablo en el Areópago; porque sabemos donde está.
Está en el Cristo, reconciliándose el mando (l).
l
Quién no le vé allí, no le vé prácticamente en parte al

(l) Deus in Christo mundum reconcilians sibi. 2 ad Corinth. V, tt),


. 13
194 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.

guna. Hoy sobre todo, en que el error ha gastado todas


sus formas y en que las cuestiones se han apurado en los
mil duelos de la polémica religiosa, con gran ventaja de
la verdad, ha' desaparecido el Deismo, haciéndose Cris—‘ ‘
tianismo ó Ateismo. La impiedad misma lo proclama,
identificando la negacion de la divinidad de Jesucristo
con la negacion de Dios mismo; y cuando parece querer
sustraerse de lo odioso de esta última negacion, y que
rer salvar de este gran naufragio lo divino, vuelve áre
currir á Jesucristo y se impone ella misma esta declara
cion: «Entre ÉL y DIOS no debe hacerse distincion. Hé
aquí el Dios vivo, hé aquí al que es preciso adorar (l).
Y actualmente, ¿donde está el Cristo? Otra de las
ventajas de nuestra época es haber hecho desaparecer se
mejante cuestion. Cristo no está aquí ó allá. Cristo no es
sí y nó. Él es. Hállase mas visiblemente que nunca ‘alli
donde ha declarado él mismo que estaría hasta la consu
macion de los siglos, en la Iglesia, en su. doctrina, su
moral, sus sacramentos, su.culto, su disciplina, su ge
rarquía , sus fieles esparcidos por el mundo entero, aso
ciándose con su clero y su episcopado y resumiéndose en
el Papa, Vicario de Jesucristo, Representante de Dios,
Pedro, llamado en el dia Pio IX. ‘
Constitucion maravillosa, sobrado probada durante
diez y nueve siglos yen el dia sobretodo sobrado visible
mente superior á la violencia, asicomo á la debilidad hu
mana, para no ostentarse á todas las miradas como la
ciudadela de Dios. ‘
El Catolicismo, pues, que no es mas que el Cristianis

(l) Mr. Renan, vida de Jesús.


MEDIOS DE SALVACION. 195
mo íntegro,que no es mas que el teismo realizado; tal es
la fé, la única fé en Dios, en el solo Dios. Y aquí no nos
deja vacilar tampoco la impiedad: «Si reconoceis un Ser
Supremo, dice ella, ¡de rodillas ante elCaUcir¡cAn0!»—
«¿Creeis en Dios? añade; si creeis, sois Cristiano, Católi
»co. Si no creeis, atreveos á decirlo, porque entonces de
mlarais la guerra, no solamente á la Iglesia, sino á la fe
» del género humano. Entre estas dos alternativas, no_
v. ha lugar mas que para la ignorancia ó la mala fé (l). »
Así pues, por la‘ misma Revolucion se impone la cues
tion de esta suerte: Católica ó Atea.
¡Vive Dios! No, la Francia no es Atea; cree en Dios,
adora al Crucificado, es Católica. Tal es su fé, así la ha
profesado en su último empadronamiento.
Tal vez parezca estraño este lenguaje. Pero nosotros
‘somos los que nos estrañamos de considerarlo tal, y de
haber hecho necesaria su viva espresion por el desuso y
por el abandono de ese sentimiento religioso con que se
honran todos los pueblos y que _es el alma del género
humano. Yo no hago, por otra parte, mas_que suscitarlo,
porque existe, aun en nosotros, solamente como si. no
existiera. ‘
Siendo pues así, en verdad , es preciso que pase á
ser un hecho y el primer medio de salvacion, y este me
dio es tan infalible como realizable;
¡Como! Me esplicaré. _ \
A cada uno corresponde en primer lugar (me dirijo á
las gentes sencillas y de buena fé, que gracias á Dios

(l) ‘Proudhon. De Ia Justicia en la Revolucion y en ¿‘a Iglesia, t. l,


página 38. Tambien añade Proudhon que si no fuera ateo, seria ca
tólico. ‘ ‘
196 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
constituyen aun la mayoría} decirse á sí mismo que es
una parte responsable de una gran sociedad, de una pa
tria que se muere por falta de fé, y que, por su prepon
derancia inalienable puede decidir del bien universal en
el mundo; y á cada uno toca tamhien preguntarse si en
semejante crisis, no debe hacer todo cuanto esté de su
parte, en grado variablemente proporcionado al estado
de sus convicciones, para evitar el gran naufragio de la
nave de que no solamente es tripulante, sino mas ó me
nos marinero. Simple cuestion de buena fé, y no añado,
de interés.
‘ La respuesta, en cada conciencia, no podía ser
dudosa. ‘
¿Qué se sigue de aquí? Que cada cual debe en primer
lugar llamar á Dios para que dirija el timon interior de
sí mismo, y propender á ser de hecho lo que es en el fon
do; creyente, cristiano.
En tiempos normales, deberia ser así, solo por un de
ber para consigo mismo; pero nos relajamos, lo olvida
mos, y no obstante, cuando viene á herirnos la desgra
cia, cuando se _acerca la muerte, surge la fé de las
profundidades de la indiferencia y de la infidelidad y
recobra afortunadamente sus derechds. ‘ _
Y así debe ser en estos días de calamidad pública y
de muerte social en que nos hallamos, á la manera que
para la liberacion del territorio, cada uno debe cumplir v
y pagar por anticipación: es una cuestion de honor y de
patriotismo. . l
Que sea pues así, quecada cual se observe y se juz
gue á proporcion de sus facultades morales y religiosas,
los unos mas porque tienen mucho, los otros menos por
MEDIOS DE SALVACION. 197‘
que tienen menos; todos tanto como puedan, y la socie
dad está salvada, de seguro salvada. .
Y no digo que semejante consideracion, por elevada
‘ y noble que sea, es despues de todo humana, y no podria
entrar en las determinaciones de la conciencia bajo el‘
punto de vista superior de la féz‘ porque esto seria un er
ror, puesto que todoslos deberes son solidarios. La fé
obliga ya por si misma á todas sus consecuencias; su dis-
minucion y su pérdida misma obligan á. su recuperacion.
Existiendo esta obligación en el fondo y en sí misma, no
tiene nada de incompatible con las influencias temporales
que puede recibir ó ejercer. Porque la Religion , como
ha dicho muy bien Montesquieu, que parece no tener
otro‘ objeto que la otra vida, produce tambien nuestra
salvacion en esta. Son estos dos objetos perfectamente
compatibles. Asimismo sucede incontestablemente en el
órden del interés privado, donde el peligro y la desgracia
determinan con tanta frecuencia la fé. ¡Cuánto mas en
el órden del interés publico, donde es menos personal y
mas generosa esta determinacion! I

Y no se diga tampoco que esto no puede concernir


sino á los creyentes por hábito, á los que practican, por
que no se puede practicar sino segun la fe que se tiene.
No hay duda que lo dicho se dirige desde luego á los.
fcrvientes, que son como‘ la levadura; á ellos es á quie
nes corresponde imprimir el movimiento, siendo en él
los primeros fieles, y el desarrollarse en una observan
cía mas estricta de su fe.
Pero los demás deben participar de él en cuanto pue
dan. ¿Quien es el que se halla desprovisto de fé en espe
cial en vista de las cínicas audacias del ateismo? Si hay»
198 LA REVOLUCION Y EL ORDENI CRISTIANO. ‘

quienes se creen tales, se lo diré con altivez, se calum


nian. ¿Porque, de qué se trata? ¿De ejercitar la fé que
vosotros no teneis? En manera alguna; a} contrario, de
ejercitar 1a que teneis, toda la que teneis. ¿Qué aconte
cerá pues? ‘
Hay quienes se creen dispensados de practicar la fé
que tienen, porque no setiene toda la fe que se debería
practicar. Retorzamos la proposicion y estaremos en lo
cierto. Para tener toda la fé que debeis practicar, practi
cad desde luego toda la que teneis. Esto es lo verdade
ro, lo justo, racional y obligatorio en el órden de la res
ponsabilidad individual. Pero lo es mas aun en el órden.de
la responsabilidad colectiva sobre que razonamos; por
que, en este órden, á cada uno se le tiene en cuenta toda
la fe que puede aportar para volver á constituir el capi
tal de las creencias, que es el que produce los caracteres
y las costumbres.
Si cada uno se penetra bien de esta responsabilidad
y obra en su consecuencia, se formará en breve una
masa y una corriente regeneradora que salvarán al país.
Esto ya es mucho; pero no es aun bastante para un
objeto tan elevado y tan difícil. .
Hállanse todavía predisposiciones de fe privada; ypero
donde la féuhace mas falta, aun entre los creyentes los

fervientes, es en su influencia exterior, en su radiacion,


y sin embargo solo por su radiacion puede penetrar las
costumbres públicas.
Hácese cada uno cuan pequeño le _'es posible respec
to de su fé. Se busca el modo de hacérsela perdonar á
fuerza de reducirla y de ocultarla en la sombra, y en una
especie de aparte donde nadie la vé ni la oye. Aun cuan
MEDIOS DE SALVACION. 199
do mas provocada se vé, se calla. No es esto por ver
güenza, pero menos lo es por honor, amor. y celo de‘ la
verdad. Llévasela en sí mismo, poco en la familia, ape
nas en las relaciones sociales y en manera alguna en la
vida privada. En una palabra, no se la profesa.
¡Ah! Si estuviera en crédito, en honor y en favor en
el mundo oficial, como se vió en otros tiempos, com
prenderia esta reserva, porque veria en ella un carácter
de desinterés y de pudor que me la harían estimar ápro
porcion del horror que tengo á la hipocresía.
Pero hoy es todo lo contrario; hoy reclama la fé fide
lidad, valor , sacrificio, y encuentro que se la aprecia
_ demasiado poco.
Yo sé que desdehace treinta años, ha habido en Fran?
cía como un pacto de tolerancia mutua entre lo que se lla
ma las convicciones, desde la mas rigurosa y estricta pie
dad hasta el ateismo. Se admite b‘ien y aun se honra á
Jos hombres de fé, con tal que pongan unasordina‘ á su
creencia, y que cercenen su celo y‘ su amor por ella.
Con esta condicion no existe ya el respeto humano priva
do. Que hayan vuelto muchos á la fe y á sus prácticas á
favor de este compromiso, lo reconozco; pero lo que no
se puede desconocer es que esta es una fé de débil temple
y que en vez de fortalecer el carácter, solo existe en dc
trimento suyo; es sobre todo, que el mayor enemigo so
cial, el Individualismo, ha penetrado por aquí en medio do
la fortaleza, en la Religion misma, cuya propiedad con
sistc, como lo dice su nombre, en escluirse, religándonos
ó reuniéndonos á todos en comunion en su foco. La cosa
pública ha perdido en esto mucho mas de lo que ha ga
nado el confesonario. Ya no retiene el respeto humano un
200 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
número tan grande de ‘fieles en la Iglesia, pero detiene un
número mayor fuera de la Iglesia, en las relaciones so
ciales, en las reuniones, en los consejos, en las adminis
traciones, en las asambleas, donde se tratan, no obstan
te, los intereses mas vitales de la sociedad, sin que los
creyentes lleven á ellas las valerosas ínspiraciones de su
fé, hallándose vigilados y retenidos á causa de su misma
fé. Hay aqui, algo peor que la antigua indiferencia y es el
escándalo de la defeccion y si me atrevo á hablar así,
de la apostasía.
Y ¿qué resulta de aquí? que este bello pacto liberal
de reducir la cuestion religiosa al órden puramente pri
vado ha sido violado en perjuicio nuestro. Y en esto los.
enemigos de la religion la honran mas que sus neófitos, .
porque la reconocen, aunque en mal sentido, la impor
tancia que tiene en las mas elevadas cuestiones, y aun
hacen de ella en el dia, con suma razon, la gran cuestion
la única, idéntica á la cuestion social. Llévanla, en for
ma de ateismo y de antiteismo, en son de guerra á Dios
y átoda fe, en plena política, y hacen clamar con esto los
periódicos, los clubs, las asambleas, ‘los municipios, las _
escuelas, las ciudades; mientras que los creyentes estan
todavía formándose un escrúpulo de mezclar la religion á
la polítícaylo cual equivale á decir actualmente, de mez
clar la religion á la religion, de no dejarla arrancar é in
molar, y con ella el órden social, por temor á compreme
terla.
Han llegado las cosas á tal estado que en vista de los
furibundos y locos que vociferan y ostentan el ateísmo
aun en el santuario de las leyes, es preciso estar loco de
otra suerte, para atreverse á profesar á Dios. El Evange
MEDIOS DE SALVAClON. 20%
.lio ha llegado á ser lo que era en su origen; escándalo á
los sabios, locura‘á los prudentes.
Aceptemos por lo menos la batalla, puesto que de
nuestros altares dependen nuestros hogares y que son
atacados todos -los santuarios. Que ‘todos los que no son
ateos sean creyentesy creyentes públicos, puesto que es
la cosa pública la que se halla amenazada.
¿Y que es necesario hacer para esto?
¿Es necesario hacer declarar que la Francia no es atea,
que tiene una religion nacional, y que esta religion debe _
seria Religion del Estado?
De ningun modo, en mi juicio, y solo digo esto como
opinion mía particular. ‘
Es necesario menos y mas.
Hay cosas que existen de tal ‘modo por sí mismas,
que es inútil y aun perjudicial declararlas.
Inútil declarar que la Francia tiene un culto nacio
nal, porque es un hecho tan notable y perceptible como
la Francia. Es patente que la nacion francesa es católica
No es posible abrir los ojos sin ver por doquiera los mo
numentos y les símbolos de su fé. Tómese cualquier dic
cionario de geografía y se leerá en él: Francia, nacion ca
tólica. Seria perjudicial, pues, declararlo, por que seria po.
nerlo en duda, y reducir á una declaracion un hecho que
se declara por sí mismo, que no puede confirmar declara
cion alguna, así como tampoco infirmar ó invalidarlo.
Seria hacer creer que su verdad y su importancia depen
dende esto, que no se bastan á sí mismas,‘ y que la na
cion entera podría esperimentar cada mañana la suerte
de las calles y plazas de nuestras ciudades, esto es, ser
desbautizada. " ‘
202 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
¿Qué debe pues hacerse, puesto que sobre este pun
to las cosas existen por sí mismas?
Es preciso conformarse simplemente á ello.
Es presiso volver á llamar á Dios para que dirija el
timon de la Francia.
Es preciso hacer cesar esa monstruosa enormidad de
gobiernos, yde gobiernos representativos provenientes
de la nacion , mandatarios de todo el mundo, llamán
dose la cosa pública, y que en materia de religion, que es
la primera, de todas las cosas, tratan á todo el mundo
como ilotas, permiten que se conspire cuando no conspi
ran ellos mismos contra la cosa pública, tienen. al cato
licismo en el ostracismo y destierran la nacion religiosa
de la nacion política. '
Si Francia fuera conquistada por la Turquía y esta
quisiere quitarle su religion éimponerle el Islamismo,
¿podría haber cosa mas repugnante? ¡Pues bien! nues
tros revolucionarios obran peor, puesto que cl Islamis
mo es por fin una religion, y que ellos quieren
ponernos la irreligion, la instruccion atea, gritando,
¡justicia! ¡crucifícale! contra toda manifestacion y todo
libre ejercicio de nuestra fé, y amenazándola todavía con
el circo y las catacumbas.
Há largo tiempo que la religion nacional tiene en
Francia menos libertad y proteccion que en Constan—
tinopla. ‘ . .
Desde i789 ha sido tratada Francia por la revolu
cion como país conquistado por el peor y mas bárbaro
enemigo, porque como dice Montesquieu, «no hay ven
»cedor tan bárbaro, en nuestra época moderna, que no
»deje á los vencidos estas grandes cosas, la vida, la li
. j. X ‘
un ‘r‘ .
n w_..‘.
uu.
n .‘.¿‘ ‘.
MEDIOS DE SALVACION. 203
wbertad, las leyes, los bienes y siempre la religion.»
En nuestros dias sobre todo, la Revolucion, que
bajo todos sus disfraces políticos que tan sin rodeos ni
ceremonias prodiga al Poder, no ha sido otra cosa que
‘la guerra á Dios, impulsa esta guerra á todo trance y
hasta el esterminio , pues no tiene mas que un objeto:
arrancar á Dios del corazon del pueblo, del alma dc la
nacion, de las entrañas de la humanidad.
Es preciso que este peligro supremo y esta criminal
audacia nos reunan y coaliguen , y en este sentido seria
la insurrecion el deber mas santo, si esta palabra insur
recion no debiera dejarse solo á aquellos á quienes perte
nece, á los insurgentes del órden eterno.
Preciso es pues que los gobiernos, que tienen el car
go de asegurar nuestros bienes, aseguren el bien de
‘nuestros bienes. .
Es preciso que la nacion, como toda ‘nacion , sea re
presentada y honrada en su fé, en su culto nacional, así
como se halla representada en sus intereses agrícolas,
rentísticos, manufactureros y económicos. _
Es presiso que la legislacion y la administracion de
la Francia se inspiren en las costumbres religiosas de la
Francia y las realcen, en vez de destruirlas. Es preciso
que la fé de nuestros labradores, de nuestros marinos,
de nuestros artesanos, de nuestros soldados, de nuestras
‘familias, no sea la fé desconocida, insultada é inmolada
en todos los consejos en que se trata de nuestros in
tereses y de nuestros destinos. ‘
En una palabra, debemos contar con la fé de la Fran
cía en el gobierno de la Francia.
¿Nos hallaríamos caidos y vencidos hasta el punto de
204 . LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
que fuera temeraria esta pretension, como si fuese teme
rario vivir?
¿No somos el derecho que basta por sí solo para su
reclamacion y finalmente para su triunfo? ¿No somos
tambien el número: contra 6,000 descreidos 56 millo
nes de católicos y i,400,000 disidentes, apoyándose
en 200 millones, ó mas bien, puesto que nos las habe- .
mos con el ateismo, apoyándose en la fé del género hu- ‘
mano? ‘Mas hay ‘una cosa que no tenemos nosotros, y es
el valor. ‘
Y sin embargo, ¿qué habría que hacer prácticamen
.te para tenerlo?
Primeramente, habría que presentar la cuestion en
su primer terreno, el terreno electoral.
Seria preciso que en este terreno , no digo ya los ca
tólicos sino todos los creyentes, toda la gente honrada y
todos los conservadores, cuyo núcleo son de hecho, los
católicos , se concertaran para elegir y nombrar los mas
fieles ó los menos infieles representantes de los princi
pios sociales, el primero de todos los cuales es el prin
cipio religioso , en oposicion al principio contrario del
enemigo comun. _
Seria preciso exigir de los canditatos una profesion
de fc', volviendo á entender esta palabra en su verdadero
sentido, de que se la ha apartado,‘ ó mas bien, contra
el cual se le ha hecho volverse; porque desde que no se
tiene ya Fé, se tiene fé para dar y vender. Tiénese fé en
todo, desde que no se tiene fé en nada. Se hace profe
sion de fé hasta con respecto al Ateismo (l). Solamente
‘ (l). «En política, soy socialista; en religion, ateo en filoso1ía, ma
terialista: tal es mi profesion de fé;» decía últimamente un candidato. t
MEDIOS DE. SALVACION. ‘ 205
de la fé no se hace ya profesion de fé. Hay en esto uno de
esos mil cufemismos revolucionarios en que las palabras
braman de referirse á las cosas, pero que son todavía un
homenaje ála verdad y un recurso de salvacion si sabe‘
mos por fin exigir que se restituyan a su verdadero
sentido. Esto seria únicamente lo que habría que hacer
entodo; porque en todo ha falseado la Revolucion de
tal modo el lenguaje, que todas las cuestiones podrían
reducirse á una cuestion de gramática.
La cuestion de fé solamente bastaría, porque con
tiene todas las demás. En otro tiempo se decia de un
hombre perverso: no tiene fé ni ley: tanta fuerza y re
lacion hay entre los dos principios. Sin embargo el res
pecto á la ley ha sobrevivido por algun tiempo á la pér
dida de fé individual, quedando aun en pie la fé comun.
Pero en nuestros dias en que el enemigo ataca abierta
mente esta fé comun, la cuestion de féimplica estricta é
inseparablemente la cuestion de ley; de toda ley, de todo
órden y de toda sociedad; y esto no ya por vía de con
secuencia como en otro tiempo, sino por vía de prin
cipio, de programa, de profesion de fé (l).
La conducta que hay que observar es pues, de las
mas sencillas para todas las gentes honradas, habiendo
sido reducido por .el enemigo mismo la cuestion á una
sola, la cuestion de fé. ‘
Sobre esta cuestion madre, debe jugarse la última
partida. ‘

(l) He aquí la de.los revolucionarios de nuestros días; Las revolu


ciones no se hacen por las leyes, así como ni las leyes por las revolu
ciones. Informe de M. de Sugny sobre la admínistracion política del.
Gobierto de la Defensa nacional en las Bocas del Ródano.
206 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRlSTIANO.
Es preciso, finalmente. elegir á Dios, á Jesucristo,
en el mandato dado a nuestros representantes de hacerle
reinar, como se hacia en las repúblicas de Italia.
Esta resolucion parecerá sin duda temeraria, si se la
aprecia por la conducta que observan las gentes dig
nas en las elecciones durante dos años , y apenas se la
hará el honor de dictar sobre ella una providencia de no
ha lugar.
Debemos esplicarnos sobre esto.
‘Hasta aquí, desde las grandes elecciones de i87i que
han dado á la Francia una de sus mejores representacio
nes, las gentes dignas ó de órden se han abstenido, ya
sea en las elecciones parlamentarias parciales, ya en las
elecciones municipales generales. La abstencion delas
gentes dignas, hé aquí la piedra de toque. ‘
A riesgo de asombrar al lector, diré, que por mi parte
.no estoy admirado ni me hallo desanimado por esto.
Solo temo una cosa, y es que las gentes dignas se
desanimen por su propio desaliento.
Así, lejos de censurárselo, es preciso reanimarlas
' dándoles la razon de su conducta, que segun mi opinion,
depende en gran parte mas de las circunstancias que de
una verdadera defeccion.
No hay duda que hubiera valido mas, ïsi atendemos
al deber, presentarse á las elecciones no obstante esto,
pues yo jamás aconsejan? la abstencion. Nunca es lícito
al hombre abandonarse. Pero, ¿debe deducirse de aquí
que sea esta una abdicacion del deber social sin escusa y
sin razon, y por consiguiente, sin enmienda? r‘
Creo que seria calumniarnos á nosotros mismos pen
sar de esta suerte.
MEDIOS DE SALVACION. 207
Ya lo he dicho mas arriba; la abstencion en una pro
porcion tan grande ha tenido otro carácter. Las gentes
dignas‘ó de órden se han visto abandonadas, diré mas,
vendidas; Se nos ha tenido en crisis , y háse permitido
toda licencia á los hombres de desórden. L_a política ha.
prevalecido sobre el interés social; las capas revoluciona
rias autorizadas se han desbordado y las prácticas vio
lentas y sobre todo toscamente falaces porque han sido
sublevadas y arrastradas por los que ésplotan sus pasio
nes y su credulidad, han paralizadoá la mayoría de los ver
daderos ciudadanos, reteniéndolos el disgusto y el desa
liento mas aun que el temor. No han querido arriesgar
sus probabilidades de triunfo en una lucha que su misma
honradez haria tan desigual. Hantvotado por medio de la
abstencion y se han abstenido por medio de la protesta.
Por todas partes, enpefecto, la mayoría de los electores
inscritos, no concurriendo al escrutinio, ha demostrado
como por contra prueba de la votacion. que se veri
fica por sentados y levantados, la verdadera opinion de
la Francia. Esta opinion ó sentimiento solo espera su
hora para ostentar.se y afirmarse; y ya ha hecho necesa
ria una ley electoral que haga cesar esta anomalía, poco
lisonjera para los que se han aprovechado de ella, del
sufragio universal restringido por el resultado á la mi
noría, y á una minoría abusiva tambien á causa del nú
merode los que no hubieran debido tomar parte en él.
De aquí resultará que el. sufragio universal, reco
brando su sinceridad, se verá realzado en los electores
y por consiguiente, en los candidatos. Estos serán mas
selectos y tambien mas escrupulosos. Habrá mas com
petencia y lucha, porque habrá mas libertad , y mas
208. LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRlSTIANO. .
juego en el mecanismo electoral, en vez de esa fatalidad
brutal de la demagogia que nada prueba, porque prueba
demasiado.
En estas competencias deberá intervenir el peso de
la conciencia del país. Las gentes dignas ó de órden por
poco que se entiendan, podrán entonces hacer inclinar
siempre la balanza, verificando su eleccion en aquellos
de sus candidatos que representen mejor sus conviccio
nes y que suscriban á ellas.
Debe asimismo quedar dcscartada esa especie de es
cepcion, deducida de la abstencion. En un tiempo dado,
habrá llegado á ser adsequible el escrutinio á todas las
probabilidades de triunfo dignas. Es preciso prepararse
á él por medio de toda clase de inteligencias y concor
dias, de coaliciones y de organizacion posibles; preparar
en cierto modo su boletín ó papeleta, es decir, las‘ con
vicciones que deben depositarse ‘en la urna para pasar
de allí á la Representacion del país. _
Lo capital, lo único que debe hacerse es pues, deter
minar y fijar bien estas convicciones ; hacer en cierto
modo profesion de fé para armonizar con ella la de nues
tros representantes. .
Como estriba en esto, en el fondo, la parte débil de
nuestro estado, sobre el cual, no obstante,. debe versar
todo lo demás, no tendré escrúpulo en insistir sobre este
punto principal, objeto de este escrito, para hacerlo mas
demostrable y para esponer mejor las consecuencias que
de él se derivan. ‘
MEDIOS DE SALVACION. ‘ 209

ll.

CATOLICISMO REVOLUCION.

La Revolucion lo ha sumergido y destruido todo; nos


tiene cercados y nos amenaza con su última oleada. Solo
nos queda un refugio donde podemos todavía dominarla:
el Catolicismo. En el diluvio en que están sumergidos
todos los principios, se presenta el Catolicismo como el
arca santa, que ha salvado las especies ó tipos de donde
volverán á salir para volver á poblar la sociedad. Esta
es la única política del tiempo. _
¿Se quiere un testimonio mas, entre tantos otros,
que no son sospechosos? Pues hé aquí uno que no carece
de autoridad.
M. Thiers cuya persona vale mucho mas que el per
sonaje, y que prescinde, á sus horas, de las grandes mi
_ras del hombre de Estado, reunió en su casa á los radi
cales de la Asamblea, practicando esta política presi
dencial sobre la que no tenemos que insistir. Despues
de haber hablado de muchas cosas que podian lisonjear
les, y en ese abandono de la última hora en que sobresale
tanto en el arte de cautivar y de admirar á sus oyentes,
se tomóla satisfaccion, no sin malicia, de decirles estas
palabras cuyo sentido creo por lo menos poder garantir.
«¿Habeis notado, señores que no_tenemos hace largo
tiempo política esterior? Si, es evidente, no tenemos po
lítica esterior. ¿Y sabeis por qué no tenemos política es
terior?... ¿No lo sabeis? Pues bien, voy á decíroslo: Es
porque no hay política esterior posible para la Francia,
14 ‘
210 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.

" que no sea una política católica.» No habian vuelto toda


vía sus oyentes de su mudo asombro, cuando M. Thiers
repuso y añadió: «Yen‘el interior ¿habeis notado, señores
que nos ocupamos tan solo de una cuestion , de la cues
tion social? ¿Y esta cuestion sabeis á que otra se refiere?
A la cuestion católica, Si, durante cincuenta años no ha
brá otra cuestion; durante cincuenta años, jseñores, cin—
cuenta años.....!» .
Al recalcar en estos cincuenta años M. Thiers, con
su sutil sonrisa ¿quería graduar la verdad por cuenta de
aquellos á quienes la imponía, ó darse tiempo á símis
mo? Como quiera que sea , es permitido rebajar este
plazo, y há lugar á acortar la perspectiva. Cincuenta.
años, es mañana; y como mañana está en hoy, y en los
ochenta años en cuya pendiente nos precipita la Revo
lucion con una espantosa rapideza la cuestion social,
puede decirse que solo hay tiempo para precaverse, dis
poniéndose á la resistencia, y reconociendo con otro
hombre de Estado, cuya elevada razon domina tambien
á veces á toda preocupacion, M. Guizot, que todosdos
intereses de la Francia son católicos. .
Para que esta verdad salga de todos los labios, es
necesario que sea muy sólida y fundada. .
Es en efecto sólida y fuerte, por la verdad del Cris
tianismo, que es la verdad absoluta de la Religion mis
ma en‘ sus relaciones con toda sociedad.
Por mas que se abriguen preocupaciones contra el.
Catolicismo, contra el Ultramontanismo, contra el Sylla
bus, contra la Infalibilidad doctrinal; en una palabra.
contra la Iglesia, preocupaciones de enfermo, si bien se
examina, con las cuales seria supéríluo discutir‘ y que
MEDIOS DE SALVACION. ‘ mi
justifican el principio de autoridad que las destruye (l),
no es menos cierto, para quien considera el Cristianismo»
en globo ó en su conjunto, que este es el carácter
visible de la Religion misma, y si me atrevo á decirlo
asi, la forma social de Dios en la historia. Amigos y
enemigos lo reconocen en el dia‘, colocando en él toda
la cuestion religiosa.
La cuestion católica se refiere y vuelve ú ser pues
la cuestion de Dios en el mundo.
Ahora bien, la cuestion de Dios, es la cuestion del
hombre, de su existencia en sociedad.
. Suprímase á Dios de los espíritus y de las almas, y
todo entra en revolucion. —
Y para estrechar ó resumir una verdad tantas veces
espuesta, pero tan importante, la reduciré á dos puntos
esenciales; órden y libertad, sin los cuales el hombre y
la sociedad no podrían existir, porque estas dos condi
ciones son inherentes á la naturaleza inviolable de las
cosas humanas y estas se entrecruzan en ella por recí
proca necesidad.
Depender, obedecer , tal es la leycomun de cual
quiera que no se ha hecho á sí mismo. Y esto no sola
mente bajo el punto de vista del derecho de anterioridad
y de superioridad de su autor,‘ sino porque, ser imper
fecto y siempre perfectible, el hombre se refiere ó depen
de constantemente de la mano que no cesa de acabar de
formarle en virtud del mismo poder que le ha formado,

(l) Preocupaciones que no tienen los mismos protestantes forma


les, como puede verse en los discursos pronunciados por muchos de
ellos en cl Parlamento de Berlin. ¡Gran leccion!
{12 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
y al cual no puede sustraerse, sin deshacerse. Esta de
pendencia que constituye su órden , constituye tambien
la libertad de que es susceptible, porque forma su con
curso á la existencia y al desarrollo que él recibe. Por lo
contrario, sustraerse á esta dependencia, es caer en otra
‘ peor, la de su propia impotencia y de todo el mal que se
hace ó causa.
Imposible salir de aquí. Obedecer 6513. ley de natu
raleza. La cuestion no es obedecer ó no obedecer, sino
obedecer al órden ó al desórden, á quien tiene derecho
ó á quien no lo tiene, á la razon ó á la sinrazon. No es
mas que una eleccion entre dos dependencias. Solo que
bajo la una somos libres, y bajo la otra somos siervos.
Hé aquí toda la cuestion.
La doctrina revolucionaria de la independencia cree
‘ salir de este círculo rechazando toda sujecion. Pero no
consigue sino rechazar toda sujecion legítima bajo la.
autoridad del mas noble , lo cual constituye la condicion
de la libertad, y caer en la tiranía del mas vil, lo cual
es la condicion de la servidumbre. l

Asi pues, cuando nuestros Sin Dios vienen á hablar


nos de libertad, rechazando la condicion primera de toda
libertad, y cuando oponen su libre pensamiento á nues
tra noble sumision, podemos despedirles con esta ater
radora apóstrofe ‘que el republicano Milton pone en boca
del ángel fiel contra el ángel rebelde: «Apóstata, te
mengañas; alejado del camino de la verdad, no cesarás
»de cómeter errores. Ajas injustamente con el nombre
ade servidumbre la obediencia que Dios ó la naturaleza
»ordena. Dios y la naturaleza mandan la misma cosa,
¡cuando el que gobierna es el mas digno. La servidum
MEDIOS DE SALVACION. 213
»bre es servir al insensato que se ha rebelado contra uno
»mas.digno que él, como los tuyos te sirven al presen
»te, á tí no libre sino esclavo de ti mismo. ¡Y te atreves
)á insultar descaradamente á nuestro deber! ¡Reina pues
»en el infierno, tu reino; déjame servir en el cielo á
»Dios, por siempre bendito; obedecer su divino manda—
»miento que merece mas ser obedecido (t) !a
Hay mas, aquí es donde brilla ‘y se ostenta esa ma
ravillosa generacion dela libertad del seno de la legíti
ma sumision; en su obediencia á lo que le es superior,
apoya el hombre su dominacion sobre lo que le es infe
rior, y, lo que es admirable, sobre sí mismo. Domínase
sometiéndose. Apropíase en cierto modo la autoridad bajo
la cual se inclina, la autoridadmisma de Dios; se obede
ce a sí mismo, lo cual es 1a suprema libertad en el órden
perfecto, porque iguala é identifica en cierto modo al
súbdito y al soberano. y
La rebelion conduce á la servidumbre, la legítima
sumision á la libertad, al reinado. Y no es únicamente
la palabra sagrada la que ha dicho: Servire Deo regna
re est; la voz del género humano le ha servido de eco
en estas palabras de Horacio al pueblo romano: «Tú
mandas al mundo, porque te has sometido á los dioses.»
Y añade: «A este principio se refiere toda tu grandeza,
á su olvido, tu ruina. Los dioses que hablan sido olvi
dados han enviado á la desgraciada .Italia todas las cala
midades bajo que gime. » ‘

Dis te minorem quod geris imperns;


Hinc omne príncipium, huc refer exitum,

(t) Paraíso perdido, líb. v1.


.2 H LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
Di multa neglecti dederunt
Hesperia mala lucluosaa (i).
Estas verdades que eran teóricas y filosóficas en otro
tiempo, y que nadie pensaba esponer, tan recibidas es
taban y tanto funcionaban por si, son en el dia esperi
mentales. La Revolucion las ha hecho estallar en de
sastres, violándolas. Nosotrossomos su cruel demos
tracion. _
Ahondemos pues mas todavía, para poner en claro
toda la llaga revolucionaria , y llevar á ella el fuego de
la verdad.
Nada subsiste y menos todavía se desarrolla sin el
órden. Ahora bien, el órden consiste en que cada cosa
esté en su lugar. Allí sobre todo donde no se halla la
primer cosa en el primer lugar, nada está en su lugar,
todo se haya fuera de él y amenazado de desórden. Esto
es‘lo que ha hecho, la Revolucion, al eliminar á Dios.
Véase en efecto , lo que se ha seguido de aquí.
Reusar á Dios el único lugarque puede tener, el
lugar primero, es quitárselo; pues en efecto , es propio
de la naturaleza de este sitio el no quedar vacio. Es
tambien propio de la naturaleza del hombre, como pro
viniendo de ,I_)ios , el ocuparlo. El hombre sube hasta
donde puede ¡usquequo non ascendam! tal es su divisa.
Y ¿por qué no habia de subir tanto cuando nada le detie
ne y cuando él. mismo no se ha detenido ante Dios? Lo
que se ha llamado la secularizacion del hombre no es
mas que su dezÏ/icacion. El Pueblo Soberano con estas
condiciones no es mas que el Pueblo Rey de los Roma
nos, que fundaban esta prerogativa en el temor de Dios;
(<1) 0a. VI, lib. lll.
MEDIOS DE SALVACION. 2l5
es el Pueblo Dios (l). El culto de la diosa Razon ha sido
su tradicion necesaria, La forma de este culto no ha
durado, porque le avergonzaba demasiado; pero el cul
to ha quedado inspirando despues todas las doctrinas que
se han producidofuera del cristianismo, y todas las.
cuales se resumen en el Dios Humanidad. Esta es la reli-
gion ‘revolucionaria, de la que participan todos los que
no son fieles al culto católico del Hombre Dios. Y esto
os tanto mas riguroso cuanto que es consiguiente ó pre
ciso, en un sentido, esto es , respecto de lo falso y del
mal, si puedo hablar así, porque el hombre participa .
de Dios y lo tiene por fin de su destino, y rehusando de
Dios este fin, la vocacion de su naturaleza le impulsa á
arrogárselo. .
Hé aquí pues el hombre, no ya participando de Dios y
en sociedad con Dios, lo cual hace el cristianismo, sino
destronando á Dios y haciéndose Dios él mismo, con
esclusion de Dios. ‘
Pero ¿quién es como Dios? Y si este apóstrofe cayó
como un rayo en la frente del Angel apóstata en su glo
ria ¿cuán abrasador no debe ser su peso cayendo en el
hombre en su miseria? ¡qué criminal y obsurda locura
Ja suya! ¡qué desórden en una sociedad que funda su
prentension en ello! Verdaderamente si no hubiera sido
porque el culto de Dios se conservaba todavía en su
seno por sus servidores , y retardando las. consecuencias
de este desórden, esto hubiera sido en fin de dicha so
ciedad eu el mismo instante.

(l) Dirigiendo á todos los miembros de la sociedad al deseo deba


cerse felices el uno por el otro. conseguiremos íormar un Pueblo d
Dioses» (Boissel á los Jacobinos, Monitor núm. 39, pág. 171.)
216 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
Pero estas consecuencias, no por eso dejan de pro—
ducir su efecto; son lógicas y la razon sola basta todavía
para esplicarlas. ‘
Figurémonos una sociedad en que el hombre en
cuanto puede, se hace Dios. En el momento en que
concibiera esta pretension, el hombre mas eminente,
mas ilustrado, mas capaz, un soberano de genio, se
vería herido de vértigo, y obraria tan solo como un loco,
¿Qué sería pues respecto del comun de los hombres, en
los menos ilustrados, en los mas torpes, en la plebe, á
. quien la Revolucion ha dado á beber este filtro de la So
beranía en el sentido absoluto de la palabra, es decir.
divino, porque, quien dice absoluto dice divino.
Y este pueblo, ya tan incapaz de esa espantosa
prerogativa, haciéndose masincapaz aun por todos los
escesos de furiosa demencia en que ella le hace caer;
¿que debe seguirse de esto sino ese supremo desórden
que el huril de Job gravó con estas espresiones: ubi nu
llus ordo el sempiternus horror inhabitat? ‘ _
A lo que debe añadirse la suprema servidumbre.
Usurpar los derechos de Dios, es usurpar los dere
chos del hombre, el primero de los cuales, que garan
tiza todos los demas, es no obedecer sino á quien se.
deba por derecho. Ahora bien, ¿quién puede pues arrogan
se la soberanía sobre el hombre entre los que por derecho _ .
viven siendo iguales suyos ? dice Milton en ese gran
poema del Paraíso perdido, fruto de la esperiencia de una
revolucion que fué como su moralidad y tan aplicable á
la nuestra? Y Milton esplicando estas palabra iguales con
un gran criterio que marca toda la diferencia de estas
dos revoluciones, iguales, dice, sino en poder y en bri
MEDIOS DE SALVACION. 2 l 7‘
- llo, por lo menos en libertad, porque los rangos y los gra-
dos no juran con la libertad, pero se armonizan con ella,
y si no somos todos iguales, somos todos libres, igualmen
te libres.. ‘
Y ¿cómo somos libres con esa verdadera libertad que
se armoniza con los rangos y los grados en la desigual
dad aun de condiciones? No obedeciendo mas que á
quien se deba por derecho, al único soberano, á Dios:
verdadera libertad filial que constituye la verdaderaauto
ridad en los hombres, como dice‘perfectamente el pers
picaz ciego (Milton):

Y en esta sola obediencia


Se fundan nuestros derechos

como traduce Delille. _


Hé aquí, en dos. palabras toda la teoría del órden y
dela libertad trazada por mano de un revolucionario, cuya
rebelion, diferente en esto de la nuestra, no habia as
cendido-‘hasta á Dios.
Nadie, rey ó pueblo, por el solo hecho"de no ser mas
que hombre, no tiene el derecho de poner la mano en su
igual en libertad. El hombre es de Dios solo. La verda
dera autoridad en el hombre sobre el hombre, no es la
autoridad del hombre, sino Dios. Y lo que constituye
esta verdadera autoridad, constituye precisamente la
libertad. ‘
Arrogándosela, el revolucionario se hace tirano
Y ¿cómo no habia de ser tirano, siendo el mismo
esclavo, esclavo de esta misma usurpacion que quiere
‘imponernos?
Y sin embargo, tiene continuamente en la boca la
218 LA REVOLUCIÓN Y EL ORDEN CRISTIANO.
la promesa de libertad jVosotros, la libertad! Hace mil
ochocientos años que el primer Vicario de Aquel que es
‘ el único que lïa llevado al mundo la libertad, ha lanzado
sobre vosotros este anatema: Libertatem illis prominen
tes, cum ipsi serví sint corruptionis; á quo enim quis su
peratus est, hujus et servus est. «Prometen la libertad y
uellos mismos son esclavos de la corrupcion, porque el
»vencido es esclavo de aquel que le ha vencido (l)»
Hasta la Revolucion no se habia conocido en el mun
doy jamás en Francia, mas que una sola tiranía, tiranía
de una cabeza; la de la falsa autoridad, el Cesarismo.
Resucitando esta para hacer de ella una de sus formas,
nos ha dado á conocer otra, de mil cabezas, ytal que jun
to á ella el Cesarismo parece unaliberacion; la de la fal
sa libertad. La Revolucion es la máquina de tiranía mas
perfeccionada que haya concebido jamás el génio del mal;
porque pone el yugo en nombre de la libertad, y esclavi
za al pueblo en nombre de su soberanía. Autorízase con
él contra él; hácele querer su propia inmolaeion y glori
ficar su propiaservidumbre. Este es el ivelo de libertad,
con que el pueblo judio era conducido á la servidumbre
quedándose sin la libertad verdadera, la que se funda en
el servicio de Dios. Quasi liberi, et non quasi velamen
habentes malicia libertatem, sed sicut servi Dei. (‘i’)
La Revolucion, á pesar de este arte infernal seria
juzgada y condenada por los mas prevenidos en contra

(l) San Pedro, 2°. cap. ll, V, 19. ‘


‘(‘2) Primera epístola de San Pedro, II, 16. Debe leerse en Tocque
ville el cuadro de esta tiranía democrática de que no liabia tenido idea
la edad media, y cuyo ideal iban á buscar los economistas al fondo del
Asia: la idolatría del Dios-Estado, el Celeste Imperio.
MEDIOS DE SALVACION. 2l9
de ella y por los mas ciegos por ella. Pero se ha reco
mendado y se sostiene todavía, aun entre muchos de
aquellos que mas deberían repudiarla, por un solo pres
tigio; el de habernos libertado del Antiguo Régimen. El
temor de volver á caer en el Antiguo Régimen constitu- ‘
ye todavía, en la hora en que estamos, todo el crédito dc
la Revolucion. Bajo este punto de vista es como Dios
‘hallándose implicado en este régimen, porhaber sido hon
rado en él, ha permanecido siendo como solidario del
mismo, y como el ateísmo oficial, legal y social, no hace
retroceder, á la hora en que nos hallamos, ni aun á la
gente honrada, para quien el regreso á Dios parece ser
un regreso al Antiguo Régimen.
Abordemos y discutamos de cerca este último espec
tro, para llegar despues mas de lleno á la gran conclusiou
á que propendemos despues de tantas preocupaciones.

III.

EL CATOLICISMO Y EL ANTIGUO RÉGIMEN.

Yo soy enemigo del Antiguo Régimen, y se me pue


de creer; porque lo detesto por las mismas causas, en un
sentido, que me hacen detestar la Revolucion.
¿Qué es en efecto, el Antiguo Régimen? Es ese
régimen que principio en Luis XIV y que concluye en
Luis XVI esclusivamente.
Régimen malo, porque limitó a si mismo csa ascen
‘sion del mundo en el progreso cristiano que no habia ce
sado de desarrollarse hasta allí, y quiso hacerse de ella
su cénit. Porque se hizo término, debiendo haber sido ca
\
‘220 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
mino, como si todos los siglos anteriores solo hubieran
v trabajado para él y como si todos los siglos futuros debie- '
ran provenir de él. Porque se hizo absoluto y en cuanto
pudo, Dios. Podria decir mucho de él, pues nadie vitu
‘pera y repudia mas que yo ese régimen.
Fué grande, fué glorioso á veces; y esta es la escusa
dela fascinacion que ha ejercido en los grandes genios
que produjo. Pero su grandeza y su gloria no procedían
de él; era una herencia acumulada desde los tiempos que
habían precedido y de que solo ha tenido él que gozar. Si
se hubiera limitado á hacer sus honores, como se ha di
cho, _solo tendríamos que aplaudirle. Pero hále consti
tuido en su objeto en su ídolo. Ha hecho de él como la re
‘ Vestidura de su arbitrariedad y de su corrupoion, ycomo
el regalo de su personalidad y de su licencia, á costa de
los principios que eran su substancia y de que ha empo
brecido á la nacion.
He aquí el Antiguo Régimen; es el despotismo (no la
tiranía que implica la idea de baja violencia) templado
por la complicidad de la opinion, que tomaba los abusos
por brillo y esplendor.
Y ahora se fija aquí. la verdadera cuestion. La Reli
gion, por la cual entiendo, no las debilidades de algu
nos de sus ministros, que ella es la primera en condenar,
sino su autoridad misma que los condena, la Iglesia ca
tólica, esa misma Iglesia que se querria envolver hoy en
el odio del Antiguo Régimen, ¿ha tomado algo de él?
Todo lo contrario, ha sido su única oposicion y su víc
tima, como lo es en el dia de la tiranía revolucionaria.
Cosa notable, la antigua Francia solo ha conocido
dos déspotas; Felipe‘ el Hermoso y Luis XIV; y estos dos
u
Macros DE SALVACION. 22:
déspotas son pricisamente los únicos que han hecho guer
ra á la Iglesia, y que por esto, como por su despotismo
(dos caracteres siempre inseparables) pertenecen á la
Revolucion.
Advirtamos no obstante, que; el Antiguo Régimen
respetó una gran libertad que la Revolucion quebrantó
en cuanto pudo y de que hizo mas de una vez enviudar á
la Francia; la libertad del púlpito. Bourdaloue, Fenelon,
Massillon, Bossuet la han ejercido dignamente, pero con
valentía, y como decia Madama Sevigné, á rienda suelta.
Respecto á la libertad de la Iglesia propiamente di
cha, es decir de la Santa Sede, como opuesta al despo
tismo, es otra cosa: el Antiguo Régimen ha tratado siem
pre, en cuanto ha podido, de ponerle una mordaza.
_ Las Libertades de la Iglesia galicana, que el mismo
Bossuet llamó al fin servidumbres, no tenían otro fin. (l)
Bajo este título, Luis XIV, al mismo tiempo que
rompía con Roma hacia de las libertades galicanas, el
uso que ya se sabe, hiriendo á los protestantes con las
Dragonadas, contra la voluntad de Roma , haciéndose
y mas papa que el Papa, para no depender sino de su vo
luntad, bajo el nombre de Dios.
Y ¿quién era el que aplaudia mas este esceso de
_despotismo?yEran los galicanos, católicos liberales de ‘
aquel tiempo (2).

(l) Fenelon había dicho perfectamente tambien: Independencia


respecto del Papa; servidumbrarespecto del Rey. y
< (2) Que tuvieran efecto las dragonadas contra la voluntad de
Roma, y que la Santa Sede las reprobara abiertamente, con gran furor
(leLuis XIV, de los Parlamentarios y de los Galioanos, es cosa fuera de
discusion, segun se vé por abundantes documentos:
222 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
La. Bevocacion del Edicto de Nantes es esclusiva
mente de cuenta del Antiguo‘ Régimen. El móvil y el
procedimiento han sido parlamentarios, galicano libera
les, antiromanos, revolucionarios.
El Antiguo Régimen ha pasado de esta suerte ente
—u27 de octubre de 1685. El Papa, dicen las Noticias del tiempo,
no recibo muy bien las noticias de todas las conversiones que tienen
lugar en Francia, y hasta ha dicho que se levantaban de un error para
caer en otro.» ‘
—3 de Noviembre de i685. El Papa no puede aprobar el modo como
se verifican las conversiones en Francia, y dice que esto es ingerirse
cn las funciones eclesiásticas. (dis. fr. l0265—» ¡Es esto creíble! dice
Le Gendre, Memorias, p. 69, sin duda que lo sera con dificultad, y sin
embargo la cosa no es menos cierta. Aunque aquí se esperimenla mus
cho gozo por tan feliz acontecimiento, apenas se esperimenta en Roma.
Y menos que nadie Inocencio XI, el cual decía, para disculparse, que no
podía aprobar ni el motivo ni el medio empleado para estas conversio
nes á millares, ninguna de las cuales era voluntaria.»‘-Habíendo tro
. nado el abogado general Talon contra Roma, por el mismo motivo,
respondió de esta suerte una nota del Vaticano tan digna como firme,
á sus furibundos ataques: «La reunion de todos los protestantes de
Francia en la Iglesia romana es sin duda una obra que habría dado al
rey una gloria inmortal, si el modo como se tuvo de ejecutar este gran
designio no lo hubiera mancillado. El Papa no hubiera dejado de reco
nocer, no solamente por medio de palabras, sino por hechos y por nue
vas gracias, el gran servicio que su lllagestad hubiera prestado con esto
á la Iglesia Romana"... Pero el Papa, la Iglesia y sus mas sabios mí
«zistros saben que una acumulacion (¡aumento de pueblo no es siempre
una acumulacion de júbilo. lllultíplicasti gentcm, sed non magnifi
casti lwtitiam (ls. XI, 3.) Tienen sobrado discernimiento para no consi
derar como un gran motivo de placer una conversion exterior y apa
rente de cerca de dos millones de personas, que en su mayor parte no
han entrado en el seno de la Iglesia sino para mancharla con un sinnú
mero de sacríiegíos, y para profanar lo mas santo que ella tiene, ha
‘ciendo profesion de la religion romana‘, sin cambiar de sentimientos.»
(Re/lecciones sobre el informo de M. Talon, folleto impreso en i688, y
encontrado en la cartera de Harlay. Ms. 179. pr. vol.)
Finalmente llegóse á hacer romances sobre el Papa, y La Fontaine
MEDIOS DE SALVACION. 223
ramente al Nuevo, habiendo cambiado únicamente de
objeto. Hánse continuado contra Roma las Revocaciones
de Edictos y las Dragonadas ; solo que no se han efec
tuado sobre las espaldas de los protestantes, sino sobre
la cabeza de los católicos, sustituyéndose por Edictos de
proscripcion y por el Cadalso. Háse perfeccionado pues
el sistema.
Lo mismo sucede respecto del régimen‘ administra
tivo de la Centralizacion. Los procónsules de la Repú
blica no han hecho mas que acostarse en los lechos de
los Intendentes. Me equivoco, los han rehecho, y son
todavía los de nuestros Prefectos. En un libro Del Anti
guo Régimen y de la Revolucion , M. de Tocqueville no
ha dejado nada que decir sobre esto.
Para quien quiere observar la Revolucion, no es esta

se constituia en eco de la opinion escribiendo de esta suerte:


El Papa de cada dia
Peor continúa, esplicadme,
Caballero, este discurso
Que á la enfermedad atañe‘.
Porque ningun Padre Santo
Jamás debiera empeorarse.
Este, en verdad, para vos
No es papa santo m‘ padre;
Nuestro cuidado y buen celo,
Que del error es triunfante,
Contra el mayor de sus hijos ‘
Solo aumentan su coragc.

La Fontaine habla tambien:


Del partido protestante
Del Papa en vano triunfante.

Hé aquí lo que era el Catolicismo bajo el antiguo Régimen.


224 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
mas que la transformacíon agravante del Antiguo Régi
men. La única diferencia consiste en que aquella es el
antiguo Régimen por abajo, en vez del Antiguo Régi
men por arriba. .
Si yo no los reprobara á ‘entrambos, y si me viese
condenado á escoger entre los dos, no vacilaria sin em
bargo. No haría el agravio á los cortesanos de Versalles
de compararlos con los del Hotel de Ville. Aquellos te
nían por lo menos ingenio, gusto, saber, honor, carácter,
eran de la rica estofa de que se hacían los ministros, los
administradores, los magistrados, los ‘generales, los em
bajadores, los hombres de Estado, finalmente eran fran
coses, y sabían todos morir con ‘valor en frente del ene
migo (l).
¡Si por lo menos nuestros cortesanos sólo lo fueran ‘
del Ayuntamiento! Pero lo son además, de Versalles

(i) No quisiera ser mas severo con el Antiguo Régimen que Toc
queville y sobre todo, que la verdad. «injustamente se creeria, dice
este autor que el Antiguo Régimen fué una época de servilismo y de
dependencia. En él reinaba mucha mayor libertad que en nuestros
.dias.... Por sometidos que estuvieran los hombres del Antiguo Régi
men á la voluntad del Rey , habia una especie de obediencia que les era
desconocida; no sabían lo que era el plegarse bajo un poder ílegítimo ó
controvertido que se honra poco, que á veces es despreciado, pero que
se soporta voluntariamente, porque pueda hacer un servicio o un per
juicio. Esta forma degradante de la servidumbre les fué siempre estra
iia..." Sometiéndose á los mandatos arbitrarios del Rey, cedian menos
todavía á la violencia que al amor... Para ellos el mayor mal que habia
en la obediencia era la violencia; para nosotros, esta es el mal menor.
Lo peor está en el sentimiento servil que hace obedecer. No desprecia
mos á nuestros padres, porque no tenemos derecho para ello. Pluguiera
á Dios que pudiésemos volver á encontrar, con sus preocupaciones Y
sus defectos, un poco de su grandeza.» (Cap. XI, De la especie de li
bertad que se encontraba en cl antiguo Régimen, p. 205 )
MEDIOS DE SALVACION. 2525
mismo, y lo que es peor aun, del Quirinal y de Berlin.
¿No hasta la demagogia á su servilismo; necesitan tam
bien del cesarismo, y cuando no lo encuentran en su
patria, se ponen á sueldo del estranjero! ¡tan insaciables
‘son de tiranía!
¡Cosa monstruosa y enorme, que no obstante se tra
gan los estremamente crédulos y que pasan por todo! la
Revolucion tiene por título aparente la emancipacion de
los. pueblos del absolutismo de los gobiernos. La causa
de los pueblos, en este órden de ideas, deberia pues ser
contraria á. la de los gobiernos. Ahora bien, ¿qué vemos
en el dia? Todos los gobiernos, perseguidores encami
zados de la libertad de conciencia, violadores de los de
rechos mas sagrados, proscribiendo impudentemente á
esta Iglesia que mantiene á su cabeza. la ley del deber
háoia los pueblos, pone un freno á su autocracia y ‘
les impide hacerse los tiranos caprichosos de sus súbdi
tos. ¿Y qué hacen los revolucionarios? ¿Están de parte.
de la Iglesia y de la libertad? ¡No, de parte de los Go
biernos y de su tiranía! Ayúdanles y les impulsan á ella.
Hacen humear á su olfato el incienso embriagador delin
terés.de sus coronas. Estienden á sus pies las alfombras
de las conquistas hechas á nuestra vergüenza y teñidas
en nuestra sangre. Les inmolan las almas, las almas no
‘ solamente de sus súbditos, sino de los que no han cesado
de pertenecemos en este sentido; y con estas almas, cl
derecho, la justicia, el honor, la santa libertad. Se mues—
tran , en una palabra, de tal suerte ante nuestro triun
fador , que no se les injuria al decir, que hubieran sido
tales ante Luis XIV.
Si Luis XIV volviera á aparecer en nuestros dias,
‘ 15
226 m LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
estarian con él contra la Iglesia, es decir, por su poder
sin cortapisa, por su despotismo ilimitado. Le sacrifica
rian los protestantes , como sacrifican hoy á nuestro ven
cedor la católica Alsacia.
Trabajarian por derribarle, pero sólo por celos de ri
validad; para heredar su sistema, para empeorarlo y para
envilecerlo. Porque no les hasta el antiguo régimen real;
necesitan el mas antiguo régimen de los Césares deifica
dos y arrojados á los sumideros por la plebe.
Sé que no hago mas que exhalar aquí el desprecio y
la indignacion que sienten todas las gentes honradas.
Pero, diré, dirigiéndome á estas : Es preciso queese des
precio y esa indignacion sean lógicos. Lo que es despre
ciable y odioso , 1o que es funesto y amenazador para el
órden social, no son los revolucionarios en sí mismos,
¡porque los hombres solo son responsables de sus actos
porque lo son de sus doctrinas. Estas son pues las que
hay que juzgar en ellos. Lo que debe, por consiguiente,
condenarse en los revolucionarios, es la Revolucion.
Aunque los revolucionarios actuales desaparecieran, se
formarian otros nuevos, mientras no hayamos abjurado
los principios de la Itcvolucion que los producen. Ahora
bien, en el dia, todos llevamos en nosotros estos princi
pios, siendo por ello mas ó menos responsables de sus‘
consecuencias en aquellos mismos que las deducen con- ‘
tra nosotros.
¿Qué debe pues, hacerse, en medio de tal espe
riencia? .
Abjurar la Revolucion y volver al Catolicismo.
¿Se vuelve por esto al Antiguo Régimen?
¡Nada de eso! Porque el Antiguo Régimen no lla
MEDIOS DE SALVACION. . 227
abierto precisamente las cataratas de la Revolucion, sino
porque ha roto el primero, el dique del Catolicismo.
Sé que se detesta á la Iglesia hasta preferirla la Re
volucion, y en esta misma, el Antiguo Régimen.
Pero entonces, es preciso ser francos y no venir ar
guyendo contra ella con el Antiguo Régimen que preci
samente ha sido combatido por ella y de que ella misma
ha sido blanco; que se declare abiertamente que no se
reconoce la autoridad de Dios sobre las sociedades hu
manas, porque coarta esta independencia que se quiere
reservar á costa de todos los despotismos y de todas las
servidumbres de que nos libertaria esta santa auto
ridad.
Tales_ son los términos esplícitos á que debe tenerse
el valor de reducir la cuestion.
No es necesario mas para que toda razon sana y todo
corazon digno, la resuelva en pró de Dios y de la liber
tad contra la Revolucion.
Esto no será volver hácia atrás, sino volver hácia
adelante; porque, como ha dicho muy bien Tocqueville,
cuando vino la Revolucion nosotros avanzábamos. El
desarrollo de nuestra nacionalidad, que habia cesado
hasta el Antiguo Régimen, y que habia sido suspendido
por él, volvió á emprender su marcha, bajo Luis XVI, y
volvió á recobrar en breve tiempo todo lo que habia
perdido. Estábamos en posesion de toda clase de liber
tades, y habia hasta esceso de ellas. La Revolucion nos
ha hecho retroceder; peor que esto, hundirnos cn el
terreno.
Desde entonces, no hemos avanzado sino por entre
abismos; hemos perdido siglos de civilizacion; hemos
228 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
\

vuelto á la barbarie. Volver al punto de este gran hun


dimiento no es retroceder; es en primer lugar, asegu
rarnos el beneficio de las reformas comenzadas,_y es,
despues, volver á recobrar su desarrollo.
‘ Para esto no tenemos que hacer mas que volver á
la sociabilidad , á la forma gubernamental del género
humano, al cristianismo público, principio inagotable
de todo progreso y de todo renacimiento. .
Entonces, todas las innumerables cuestiones que se
evaden de nuestras soluciones ó que se hacen de ellas,
se resolverán por sí mismas como en virtud de un talis
man, no sin reclamar el concurso de nuestra actividad,
pero inspirándola y fecundizándola. Acontecerá en esto
como respecto de un enfermo en quien, introducido una
vez el principio de curacion, obra por sí. No será pues
mas que una convalecencia, y Dios sabe cuán rápida
puede ser con nuestra vitalidad.
Para demostrarlo, tocaré las dos grandes cuestiones
que M. Thiers ha referido con tanta exactitud al Catoli
cismo; la cuestion social y la cuestion nacional.
|
1V.

EL CATOLICISMO Y LA CUESTION SOCIAL.

Reina tal oscuridad en las inteligencias, que lo que


deberiaser sencillo y comun ha llegado á ser enigmá
tico, y que es preciso en el dia una especie dc genio
para entrever lo que en otro tiempo afectaría ó seria
perceptible por todos los entendimientos. Así sucede con
la verdad de que la cuestion social se comprende ente
ramente en la cuestion católica. ‘
MEDIOS DE SALVACÍON. ‘ 229
La cuestion social, en efecto, es la cuestion del ad-_
venimiento de las clases inferiores .á la misma dicha
con que se hallan dotadas las superiores. En el fondo se
icduce á esto. Reducida á tales términos, es racional y
legítima la pretension, porque en efecto, todos tenemos
igualmente derecho á la felicidad. Pero donde principio
á ser absurda y criminal es- cuando , haciendo consistir
toda la dicha. en los elementos terrestres; la riqueza, el
poder y todos los goces que procuran, los que se ven
privados de ellos quieren arrebatarlos en duro comba
te á los que _se hallanprovistos de aquellos; y los que
los poseen, quieren retenerlos con el mismo ardor, con
esclusion de aquellos que no los poseen. De aquí la. guer
ra social. ¿Quién carece de razon en esta guerra? Todos,
en efecto, parten de este mismo error, que toda felici
dad consiste en la posesion de los bienes terrestres; error
tan enorme, como que lejos de ser la reparticion igual
de estos bienes, si fuera por un instante posible, la que
eonstituyera la dicha de todos, su esclusiva posesion no
haría la dicha de uno solo. Todos irÏan á parar á esta mis
ma conclusion antisocial , que estos bienes serian de con
tinuo asaltados por la codicia ó disputados por el egoís
mo: lo‘ cual seria el esterminio.
Fijado así revolucionariamente la cuestion social, se
halla en ella la sociedad misma en cuestion. ‘
¿De donde ha surgido con este carácter formidable é
implacable? De la guerra comun hecha por todos, ricos y
pobres, grandes y pequeños, á la verdad que la habia
evitado hasta entonces y que es su única solucion: la Fe
y su divina economía.
La Fé que, en una lengua que todo el mundo enten
230 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
dia y hablaba en otro tiempo, y que es preciso volver á ;
hablar, bajo pena de perecer, viene á interponerse en el
, dia entre los combatientes y á decirles:
«Por mas que hagais , habrá siempre pobres y ricos.
entre vosotros. La desigualdad de condiciones resulta
dc la sociedad misma, la cual no puede existir sin esta
mútua dependencia de los hombres entre sí que les apro
vecha igualmente; porque los ricos son útiles á los po
bres, los pobres son útiles á los ricos y la sociedad es
necesaria á todos. Aunque se advierta alguna confusion
en esta sociedad, hay en ella un órden anterior y ulte
rior que viene á darle un sentido. Provenís de un padre
culpable, y todos vais á un padre justo por un misericor
dioso Mediador. Responsables de un pasado funesto, jus
ticiables de un porvenir remunerador, el desórden del
estado pasagero que se encuentra entre estos dos térmi
nos, se rectifica en ellos y llega á ser un órden admira
ble, puesto que constituye la espiacion y la prueba; la
espiacion que es el órden de la falta; la prueba que es
el órden de la virtud, la espiacion que repara, la prueba
que prepara, ambas que constituyen‘ la armonía del mun
do moral. Este órden, cuya existencia os garantiza vues
tra conciencia y que atestigua el ardor mismo que po
neis en perseguirlo, en acusaros‘unos á otros de su viola
cion, lo buscariais en vano en la única posesion de los
bienes de este mundo y en la estricta economía de su re
particion. No haríais, pues, mas que aumentar el desór
den en vosotros y á vuestro alrededor, fijándolos ó con
siderándolos como término eaeclusivo de la satisfaccion
del corazon del hombre. Este corazon, mas grande que
estos bienes, vendrá siempre á romper su equilibrio y á
MEDIOS DE SALVACION. 231
hacer que se posean en desórden. Pero búsquese este ór
den mas allá, con los ojos de la fé, y lo vereis aparecer
perfecto é infinito como vuestros deseos; y por prenda de
su certidumbre, vais á tenerlo en el mundo por anticipa».
cion. ¡Bienaventurados los pobres de espíritu (ó resigna
dos), porque de ellos es el reino de los cielos! ¡Biena
venturados los ricos misericordiosos porque ellos posee
rán misericordia! Hé aquí el órden respecto del porvenir.
Pero he aquí al punto y por lo tanto, en lo presente res
petada la riqueza por la justicia del pobre en vista del
lïeino de los cielos ; socorrida lapobreza por la caridad
delirico, en vista de este mismo Reino; y un tempera
mento entre los dos, de manera que no esperimenten los
anos todo el alivio y los otros toda la carga, sino que haya
en ellos una especie de igualdad (l). Otorgando así el
mismo precio, y un precio infinito, á la justicia y á la
caridad, la fé cristiana hace de un solo golpe, y la una
por laotra, la dicha de la tierra y del cielo; porque pro
cura á un tiempo mismo el alivio temporal de los pobres,
sin perjudicar á su dicha eterna; la salvacion eterna de
los ricos, sin perjudicar á su dicha temporal, y el bien _
universal de _la humanidad por medio de estas mismas
riquezas que son las grandes causas de su desunion y de
su corrupcion. ¿Cuál es pues esa doctrina estraña á nues
tros oidos, dirán muchos?
Es la del Rico por naturaleza y del Pobre por amor;
del Dios hecho pobre para enseñarnos el precio de la po
breza formando con él el de su munificencia (2). Es la

(l) Non enim ut aliis sit rcmissio, nobis autem tríbulat‘io, sed m:
wqualitete (2 ad Coriuth. c. Vlll, v. 3.
(2) Scítís enim graiia Domini nostri Jesu Christi, quoníam prop
232 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRlSTIANO.
‘ voz de aquel que, despues de haber engendrado los pue
blos modernos con esta sublime doctrina, los ha educado
en las rodillas de su Iglesia, y los vuelve á llamar ahora
ásu seno, como el águila alarmada vuelve á llamar á
sus hijuelos al aproximarse la tempestad.
Economistas y políticos , ceded el puesto ‘al Maestro.
Los tiempos, por otra parte son sobrado difíciles y rudos
para vuestros cerebros. La situacion ha tomado un ca
rácter religioso. No puede haber hoy mas economía po
lítica que el Evangelio, ni mas Salvador que el SAL
moon.
Para mejor demostrarlo, hagamos descender la cues
tion al terreno histórico y práctico.
Ya Montesquicu, sentando noblemente los sistemas
que componen su Espíritu delas leyes á los pies de la ver
dad, hahia dicho:——‘«Los principios del Cristianismo bien
»grabados en el corazon, serian infinitamente mas fuer-.
» tes que ese famoso honorde las Monarquías, esas virtu
»des humanas de las Repúblicas, y ese temor servil de
»los Estados despóticos. »
Este escritor preveia ya hácia donde giramos, y que
todos los antiguos medios de ‘los gobiernos, por haber
querido bastarse á si mismos‘, no bastarian ya á los
nuevos tiempos.
¿Y qué resulta en el dia? ¿Dónde está ese antiguo ho
nor de las Monarquías? ¿Dónde están las virtudes repu
blicanas? ‘ _ ‘
No se puede decir otro tanto del temor servil de los
estados despóticos, el cual se ha acrecentado con la rui
ler vos egenus factus est, cum esset dices, ut íllíus inopiá vos dívites
cssetis (ad Corínth. c. Vlll, v. 9.)
MEDIOS DE SALVACION. 233

na de los otros dos principios. Yse ha estendido del Orien


te que era el único que lo conocía, al Occidente que lo
invoca actualmente como su salvacion, y que no obstan
te,‘por un resto de nobleza cristiana, no lo soporta sino
diversificando su forma, alternativamente demagógica ó
cesárea. _
‘ De aquí es que nos falta el temor, como sistema re
suelto de gobierno, no síéndonos permitido apoyarnos en
él. Nos agita por sí mismo en sentido contrario y nos man
tiene siempre en revolucion de abajo arriba y de arriba _‘
abajo. Esta es la guerra social de las clases; no ya acciden
tal y saliendo por rebato de ese fondo de odio y de rebe
lion que ha contenido siempre a la humanidad, sino con
tinua, creciente y en lo sucesivo á muerte.
Si Montesquíeu volviera á la vida actualmente, no
diría ya que los principios del Cristianismo son suficien
temente mas fuertes que los demás principios de gobierno,
sino que son los únicos que tengan fuerza para dominar
la situacion; diría como M. Thiers, que la cuestion social
comprende enteramente á la cuestion católica.
Esta guerra de las clases ha nacido de la guerra he
cha á la Fé,‘ y se ha acrecentado en igual proporcion.
Hasta el antiguo régimen, la Iglesia, porvoto de todos
los publícístas, aun protestantes, habia al través de todos
los fermentos de la barbarie, preservado al mundo de este
azote, penetrándole de su espíritu de paz,‘de justicia, de
fe y de caridad. De tregua en tregua, de arbitraje en ar
bitraje, de progreso en progreso lo habia emancipado de
la fuerza y de la arbitrariedad de los grandes, tanto como
del odio y de la rebelion de los pueblos. Este trabajo fue
largo, prolongado, interrumpido por muchos desórdenes
234 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
que provenian dela naturaleza del objeto á que se apli
caba; pero fue continuo en su accion y creciente en sus
resultados. Iba á introducirnos en la tierra de promision
de la verdadera cívilizacion, cuando fue interrumpido por
la rebelion. no de los pueblos en un principio, sino dc
los soberanos y de los grandes.
Preciso es repetirlo, porque es la verdad, y solo la
verdad debe tener la palabra en el dia: Luis XIV fue el
_ que dio principio,
El es, y por hechos suyos propios, de quien data esta
guerra de clases, que ha llegado hoy á su paroxismo.
Ella tiene tres fases: el advenimiento á la copa de los
goces, primeramente por parte de los señores, bajo el
gran Rey; despues por parte del estado llano y actual
mente, por parte de las últimas capas sociales.
Hasta el siglo XVII, las tres clases por distintas que.
fuesen, como debia acontecer, participaban de diverso
modo, del trabajo comun de la gran familia francesa,
‘é intervenian en él ruda y alternativamente. (l)
Luis XIV hizo de él el Estado y se lo personificó.
Al mismo tiempo sacó los señores de la nacion, y,
para hacer con ellos los ‘satélites de su único poder, hizo
con ellos los objetos de sus favores esclusivos. Toda la
Francia, como decía cándidamente Saint Simon, se ha
llaba en las antecámaras de Versalles. (2) Todavía sedig

(l) Lo que llama la atencion sobre todo en el siglo XIV, es ver como
encuentran la nobleza y el tercer estado mas facilidad para administrar
los asuntos juntos ó para resistir en comun, que la que han tenido des
pues. «ljocquevílle, ol Antiguo Régimen p. U5.
(.2) Esprésase así especialmente con ocasion de los alumbramientoa
de madama de Saint Símon: Toda la Francia, dice él, fue á verla.
MEDIOS DE SALVACION. ‘235
‘naban entonces decir la córle y la. villa. El resto no en
traba en cuenta.
Lejos en verdad de mi pensamiento querer violentar
la verdad, y mucho menos envenenarla. Es preciso re
conocer que.este estado de cosas estaba templado por un
gran espíritu de patriotismo, y sobre todo, al principio,
por admirables sentimientos de fé y de caridad que se
mostraban ‘claramente en heróicas renuncias y que ha
cian prevalecer el ideal de un bien superior á los que se
avalanzaban los cortesanos vulgares.
Pero es preciso reconocer tambien, que el punto de
partida de este rompimiento de equilibrio social, que
posteriormente fue aumentándose se balla aquí.
Debe además reconocerse lo siguiente: y que al mis
mo tiempo que Luis XIV se libertaba de la nacion redu
ciéndola á la nobleza de eórte, y arrojaba de esta suerte
en el porvenir gérmenes de guerra entre ella y las de
más clases, se libertaba de Roma, y comenzaba la guer
ra contra la verdadera Fé.
Estas dos guerras fueron en breve en aumento.
Las costumbres y la fé se alteraron; del jansenismo
y- del galicanismo se cayó en el filosofismo y en los es
cándalos dela regencia de Luis XV. La clase superior
llegó á ser mas indigna de sus privilegios, las clases me
dias é inferior mas ávidas de arrancárselos para gozar de
. ellos á su vez,
La Revolucion fue el choque de estos dos desórdenes
que pueden formularse así: competencia delas clases so
bre losgoces del Poder en proporcion á su comun repu
diacion de la Fé.
Y nada es mas concebible, si no se pierde de vista
236 LA BEVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
que la Fé, moderando este apetito de goces sensibles
por medio de otros mas nobles, y por la certidumbre de
un porvenir mejor, ofrece una vertiente ó desagüeá la so
brada plenitud de nuestros sufrimientos y de nuestras
miserias, de tal suerte, que, cayendo de esta region dela
Fé con todo el peso de su vocacion irresistible á la feli
cidad, el hombre ha debido avalanzarse á los goces de
este mundo como sobre la única presa que le quedase, y
disputarlos con tanto mas furor cuanto que son radical
mente impotentes para satisfacerle.
Esta repudiacion de la Fé habia llegado á su colmo,
cuando estalló la Revolucion; y asimismo, habia ‘llega
do á su colmo el asalto del Poder por el estado llano que
hizo de él su objeto.
Este fue un segundo advenimiento relativamente al
advenimiento de nobleza de la córte y bajo Luis XIV. Dis
tinguióse no obstante por un carácter propio; la rebe
lion, la rebelion contra el poder, contra todo poder.
Pero esta rebelion del estado llano, con el nombre‘ de
la Nacion, contra la Monarquía y contra los grandes,
. habia sido precedida, segun ya hemos visto ,_por la re
belion de la monarquía y de los mismos grandes contra
la Igesia bajo Luis XIV, despues contra Dios y toda
creencia bajo el reinado posterior, y ese fue el sentido
en que la Revoluoion subió hasta ellos. _
Solamente, que lo que era un mal se exageróy llegó
á ser un régimen; el régimen revolucionario del Esta
do, no ya solamente sin Iglesia, sino sin Dios, y por
consiguiente, sin poder, sin autoridad, sin libertad.
Erigióse en gobierno, haciéndolo llegar á su colmo,
aquello mismo que habia hecho caer á los gobiernos.
MEDIOS DE SALVACION. 237
Hízose un puerto con el escollo mismo y entró en él. La
Revolucion hizo su base política y social del vicio del an
tiguo régimen y no repudió de este régimen sino el ór
den social que habia conservado todavía en el desórden
religioso y moral. "
La Revolucion secondenaba y nos condenaba por
esto mismo á una revolucion suprema; la de las últimas
clases.
Por unaparte , en efecto, ¿cómo el estado llano que
habia tomado por su cuenta el vicio del antiguo Régi
men hubiera podido monopolizarlo mas que éste? ¿Cómo,
por otra parte, habiendo hecho la Revolucion en nombre
de la Nacion, y mas particularmente, en nombre y con
el brazo del pueblo; como podia esperar hacer de c'! su
revolucion, escluyendo á este de tal advenimiento que
habia juzgado tan bueno para sí, así como le había
juzgado bueno antes que él la nobleza de la córte?
Sin duda que hoy tiene razon en luchar contra este
supremo advenimiento, porque seria la suprema anar
quía, y porque el gobierno, en definitiva, debe perte
necer á los mas ilustrados. Pero ¿es esta la razon con
que se ha autorizado en la revolucion que ha hecho el
estado llano contra la clase superior ‘no menos ilustrada
que él? ¿No es mas bien el abuso que habia hecho del
poder? ¿No es el interés que tuvo en desposeerla para
hacer de él igual abuso? ¿No es sobre todo en fin, cl
principio absoluto de la insurreccion humana contra
Dios y á fortiori contra ‘el hombre, aunque fueseel mas
ilustrado? ‘ '
No se dispone de tal suerte de la razon y de la lógica.
No se les deja tan facilmente para volver á tomarlas
238 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
donde se quiere sobre todo en Francia, nacion lógica
por escelencia, con respecto á las ambiciones y á los in
tereses. ‘
No, la cuestion social se hallaba fatalmente en la
cuestion revolucionaria y todavía mas arriba. Debía salir
mas pronto ó mas tarde de la Convencion , de las ruinas
de la Bastilla, de la Ba‘stilla misma abierta con la De-
claracion de l682, que fue una Bastilla contra la Igle
sia , contra la verdadera Fé.
El Catolicismo, en desprecio del cual fué concebida
por el Antiguo Régimen en el seno de la Revolucion, es
el único que puede resolverla con esclusion de uno
y otra.
¿Cómo?
V.

SOLUCIÓN PRÁCTICA DE LA CUESTIÓN SOCIAL.

Por medio de nuestro comun regreso á su divino es


píritu de fé y de caridad.
Aquí me tengo por dichoso en eclipsarme para dejar
que hablen dos hombres‘.
El primero es uno de aquellos que impulsan mas en
el dia y desde largo tiempo há la cuestion social por
medio de la instruccion gratuita, obligatoria y laica1,
sin cuidarse de la educacion, que no obstante, segun
lo que es, convierte la instruccion en un veneno em
brutecedor ó en un alimento de vida, Víctor Hugo. Hé
¡aquí 1o que ha eácrito y lo que merece quedar como una
de sus mas bellas páginas: tal es la última de Claudio
Gueux.
MEDIOS DE SALVACION‘. 23o
¿Sabeis que la Franciaes uno de los paises del mun
do donde hay menos naturales de ella que‘ sepan leer‘?
«Cuando la Francia sepa leer, no dcjeis sin direc
»cion esta inteligencia que habreis desarrollado. Porque
»este seria otro desórden. La ignorancia vale aun mas
»que la mala ciencia. No. Recordad que hay un libro to
nlavía mas filosófico que el Compadre Mateo, mas po
»pular que el Constitucional, mas eterno que la carta
»de l850, y es la Sagrada Escritura...
Jlagais lo que querais, la suerte de la muchedum
tbre, de la multitud, de la mayoría, será siempre rela
»tivamente pobre, desgraciada y triste. Para ella solo el
»trabajo duro, el acarreo de fardos.»
«Examinad esta balanza: todos los goces en el plati
»llo del rico, todas las miserias en el platillo del pobre.
»¿,No son desiguales las dos partes? ¿No debe inclinarse
»necesariamente la balanza
»Y actualmente, y con pobre,
en el lote.del ella el en
Estado?
el platillo de í

»las miserias, echad la certidumbre de un porvenirceleste,


»la aspiracion á la felicidad eterna, el permiso, contrape
‘ 230 magnifico: y restablecereis el equilibrio. La parte de
»pobre es tan rica como la parte del rico. »
« Esto es lo que sabia Jesús, que sabia mucho mas que
»Voltaire.» _
«Dad al pueblo que trabaja y que sufre, dad al pue
»blo para ‘quien es malo este mundo, la creencia en un
nnunde mejor hecho para él.
»Y estará tranquilo y estará paciente. La paciencia
»se compone de esperanza. ‘
»Asi pues, sembrad las aldeas de Evangelios: una
¡»Biblia por cabaña.»
‘240 LA REVOLUCION EL ORDEN CRISTIANO.
Una Biblia por cabaña, muy bien, pero mas vale un
catecismo: este librito que pregunta y responde y en el
que se encuentra una solucion á todas las cuestiones sen
tadas por la filosofía; d todas sin cxcepcion, como decía
muy bien Jouffroy que habia partido de él y que volvía á
el despues de haber recorrido el círculo de todas las in- ‘
vestigaciones del pensamiento en que espiraba de escep
ticísmo, diciendo al cura de su parroquia:
¡Ay! señor cura, todos esos sistemas no conducen (í
nada, vale mil y mil veces mas un buen acto de fé (rrís
tíana. .
Pero esto no es mas que uno de esos dos cabos ó es
tremos de la solucion. Queda todavía otro. Porquela cues
tion social se agita entre el pobre y el rico,.entre el ar
tesano ó el operario y el patron ó el propietario. Ahora
bien, el pobre y el operario harán que retorne al rico yal
patron esa fécrístiana como tan buena paralos unos como
para los otros, como ímplieando deberes respectivos y que
adquiere el carácter de una mofay de un insulto cuando
es violada por los afortunados y los dichosos.
Asi, la mejor, la mas eficaz predicacion de la fé, para
el pueblo es actualmente que se le ‘conduzca por la ca
ridad. Solo debe tratarse de triunfar de la rebelion des
pues de haber principiado por triunfar del egoismo. Entre
uno y otro la guerra es á muerte. Esta guerra no puede
conjurarse sino por la interposicion del Catolicismo, cuya
cxclusion la ha desencadenado. El primero que tiene el
deber, y diré tambien, el íriterés de abrazarlo, es el egois
mo. Escuchad el siguiente consejo profético que data de
cuarenta años.
«El mundo ha vivido: ha vivido con una vida mar
D

MEDIOS DE SALVACION. < 241


‘ mcadagï término fijo y devuelta al término final. Mori
a rá como el fenix, para resucitar, pero bajo otra forma.
o» Ahora bien, vosotros en quienes se verifica esta especie
»de siniestro himeneo de la insensatez y de la inhumanii
a» dad ; ¿cuándo puesvereis, sino sentís nada, quela rique
a za y la propiedad tienen que redimirse de su pecado ori
uginal? ¡Eh! ¡grandes dioses! apresuraos mas bien, Verted
u‘: manos llenas el montante del precio de vuestro rescate,
a» pagad , y ‘pagad lo mas pronto posible la prima del
useguro de vuestras fortunas. Así, y no de otra suerte,
»obtendreis algun plazo, algun respiro sobre la época y el
»modo de verificar el terrible pasaje, el salto formidable,
ade lo que es á lo queserá.» (l)
¡A esto se halla reducido todo!
¡Oh no! la tarea es mucho mas elevada y m‘uchomas
difícil, sin dejar de ser posible á los que, bien penetrados
de su nobleza y de su grandeza asi como de su debilidad
pero cediendo al impulso de Dios, se dirijan áella resuel
tamente. ' y
Raciocino primeramente en el supuesto de un Estado
que ha vuelto á hacerse cristiano; cristiano, entendámo- .
nos, no en el sentido dehacer el mismo un apostolado rc
. generador,' sino simplemente.en el de no hacer un apos
tolado que pervierta, que impida la muerte moral del
pueblo; despues, que nos conceda una sola.cosa; la li
bertad, la verdadera, la única libertad, la del bien.
Y no obstante, no esperemos ni aun esto. Porque hay
que temer dos ilusiones; la una de desaliento, antes
que el Estado haya llegado á ser tal, diciéndonos á noso

(í) De la Gervaisais. La sociedad en estado de paz, p. 212360833.)


I
242 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.

tros mismos, que nada es posible; la olra de confianza,


despues, diciéndonos que todo está hecho.
Tomemos pues todaslas cosas en el punto de vista en
que existen ó están, para impedir que se agraven, ó para
mejorarlas. Suceda lo que quiera, hay tarea por todas
partes y para largo tiempo. Hagámonos desde luego de
ella un deber; medio infalible de hacer un principio de
buen éxito. ._
Así pues, es preciso sembrar las aldeas y los talleres
de buenos libros; es preciso mas que derramar á manos
llenas el precio de nuestro rescate. ¿Pues qué? Debemos
darnosá nosotros mismos; dirigirnos al pueblo. Déeios.
cristia‘nos, debemos arrojarnos en la sima, aunque debié
ramos perdernos en ella, para llenarla á fuerza de abue
gacion y de verdadero amor. ‘ _
Es preciso que la Justicia y la Paz vayan delante una
de otra y que se abracen en el seno de la IÏé.
El pueblo es mejor de 1o que se piensa. P‘or 1o menos
no nos toca á nosotros, que le hemos hecho tal cual es,
con nuestros. propios vicios, decir que es malo; No lo es
de suyo, segun su antigua naturaleza. Tal vez es en el
fondo lo menos malo que tenemos. Hásele pervertido y
embrutecido; hásele hecho salvaje á fuerza de escánda
los, de mentiras y de venenos. Pero acerquémonos á él
con franqueza, libremente, con resolucion, y sobre todo,
amistosamente, y nos quedaremos admirados al volver á
encontrar en él corazon, inteligencia, justicia, genero
‘ sidad y nobleza. Lejos están de acertar los que dicen
que contra él debe emplearse el puño. No, al contrario,
debe dársele un puñado ó apreton de manos.
Solamente, el pueblo es desconfiado, y no cree ya
|
¡o
MEDIOS DE SALVACION. 243
en el amor desinteresado del rico hacia él. Y franca
mente, ¿vá muy equivocado? En cambio es crédulo res
pecto de todo lo que lisonjea sus instintos inmorales y
antisociales; no porque los estime en sí mismos, como
no estima á sus corruptores y á sus motores ó conducto
res; sino porque, relativamente á aquellos á quienes
considera como los usurpadores del poder y de la for
tuna, cree que el mal es de buena guerra contra el mal.
Pero que de este campo adverso vea venir hacia él
mensajeros de paz, á quienes solo guíe su propio in
terés, que se halle enteramente convencido de su desin
terés, de su abnegacion, de su amor verdadero, noble,
ánimoso, de buena fé, sin segunda intencion ni se—
gundo cálculo, y se verá conmovido y se sentirá hon
rado y realzado, como lo ‘es siempre el hombre con el
don del hombre. Y se lisonjeará tanto mas, cuanto menos
le lisonjeen y mas le hablen de la verdad, de la concien
cia, del deber, del sacrificio, del honor, y mas le predi
quen el ejemplo. Aceptara en ellos intermediarios ofi—
ciosos de sus intereses legítimos, los cuales estarán tanto
mas autorizados para hacerlos conocer, cuanto que le ha
brán hecho mas digno de reclamarlos. Será vencido y re
conciliado en fin por algo en esto superior á todo ello;
puesto que lo sobrenatural del amor cristiano introdu
cirá en él la fé por medio del gran milagro de la caridad.
Mas para este efecto es preciso penetrarnos de esta
Té nosotros mismos, tomándola del foco comun. Es pre
ciso comenzar por cristianizarnos, si queremos cristiani
zar al pueblo. Tenemos cura de almas, y por poca fé que
nos reste, debemos comprender que se nos pediría cuen
ta, no solamente de la nuestra, sino de todas las de este
244 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
pueblo que nos apremia y sobre las cuales la Providen
cia nos da en el dia un mandato mas que moral, estre
chamente é inmedíatamentesocial.
¡A la obra pues!
Esta obra que llamaré una obra de Laicalismo y que
considero como indispensable en nuestros‘ días, no po
dria tener la pretension de bastar á una empresa que
no se puede juzgar con exactitud si no se la juzga sobre
humana. Es preciso pues para ella mas que el hombre
del siglo. Es preciso el Sacerdote, el Sacerdote de quien
decia Montesquieu tan perfectamente, que los que no lo
han conocido son razas bárbaras; lo cual es todavía mas
aplicable al Sacerdote de la verdadera Religion y del
verdadero Dios. El Sacerdote católico, aun haciendo
abstraccion de sus virtudes es, por carácter, la encar
nacion del Evangelio y de la Iglesia de Jesucristo. El
lleva en sí la palabra, el espíritu, las gracias, los sacra
mentos, las corrientes é inspíraciones regeneradoras.
Nada se habrá hecho mientras no se haya puesto al pue
blo en contacto con el sacerdote, mientras no se le haya
hecho volver de sus prevenciones y de susodios con res
pecto á él, haciéndoselo conocer. El Pueblo, el ‘Sacerdote,
lié aquí los dos enemigos estremos en quienes se perso
nífica la gran escision social, y como los dos bordes del
abismo que amenaza tragarnos, si no los aproximamos.
Y véase pues, como no es solamente interés sino justicia
y honor el emplearnos en ello. El sacerdote, en defini
tiva, no es tan odiado sino porque representa los prin
cipios que todavía nos salvan, porque retarda nuestra
ruina, porque es nuestro rehen como lo fuélesucristo del
mundo. ¡Y habíamos de abandonarle! ¡y le habíamos de
a
MEDIOS DE SALVACION. 245
entregar como presa ó víctima al furor del pueblo!
Pero me detengo ante la consideracion dominante,
en el órden de ideas que prosigo; el interés del pueblo
mismo, que se trata de salvar del propio mal que él se
hace con el que hace á la sociedad. Porque todo se con
tiene ó relaciona en este conjunto de razon y de sabi
duría cristianas, cuya pérdida ocasiona nuestro mal. No
puede haber regeneracion del pueblo sin religion, ni l

religion sin sacerdote, sin púlpito, sin sacramentos, sin


altares. El Altar, el Altar, todo debe ir á parar á él,
todo debe volver á él; porque el Altar es el Dios en el
Cristo que se da, el primero, á los hombres. Es preciso
volver á poner al pueblo y á nosotros con él, en los bra
zos de Jesucristo, en el seno de Dios, Nuestro Padre,
para volver á encontrarnos en él como hermanos rege
nerados y reconciliados.
Ahora bien_ sólo el sacerdote tiene carácter para
esto. Y sin embargo, toddparece organizado para que
el pueblo no le conozca. La manera de celebrar el culto
que ha prevalecido especialmente en París, ha llegado
materialmente á escluir al pueblo á fuerza de ser apro
piada á las clases acomodadas. El pueblo anda errante
por fuera denuestras iglesias en el desierto de toda fe,
presa de todas las sugestiones de la mentira, y como fa
talmente entregado á la separacion y á la perdicion. i o
solamente ignora la religion, sino que no viendola mas
que, al través de las clases superiores, la hace respon
sable de todas las preocupaciones que tiene contra es
tas, y alimenta contra ella y cree aparecer monstruosi
dades tales como las que hemos visto estallar en los
dias de la Commune. ‘
246 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
Es lo contrario de lo que debería ser. El carác-.
ter propio del Evangelio, es que sea anunciado á los
pobres.
El divino Pastor dejará las 99 ovejas del rebaño‘ para
correr en pos de la centésima. ¿Qué sucederá pues, cuan
do no es ya esta centésima sino las 99 las que se han
estraviado, y con cuánta mas razon no dejaría á aquella
el pastor, para ir á reunir y conducir á estas? Así, des
de esos altares, cuya pompa sobresale demasiado sobre
el espíritu, parece que se le. oye quejarse de esas ado
raciones privilegiadas que comprimen su amor al pue
blo, y esclamar tamhien como en otro tiempo: ¡Misereor
super turbam! «¡Tengo piedad de esta muchedumbre!»
Este abuso depende de muchas causas, que no per
miten hacer recaer su responsabilidad en el clero y en
los fieles de nuestras parroquias. La primera de todas
es la insuficiencia de las iglesias. Es necesario edificar y
abrir al pueblo iglesias que sean como anejas á las que
existen en el dia. Es esto preciso á toda costa,‘ correspon
diendo proveer á ello á los ricos, á quienes debemos ha
cer la justicia de decir que en la actualidad lo verifican
abundantemente. Igual homenaje debemos rendir al ve
nerable y santo arzobispo de París, quien se preocupa
vivamente de este gran designio de evangelizar al
pueblo.
Tampoco falta el concurso del pueblo y de muchos
seglares ilustrados y celosos. En breve pues, segun há
lugar á creer, veremos por fin al pueblo al pie del púl
pito de la verdad y del altar de la caridad; y le oiremos
profesar con sus mil voces la fe de sus padres y del gé
nero humano. No es él ciertamente quien faltará á la
MEDIOS DE SALVACION. _ 247
cita. La Religion católica, tanto por su espíritu como por
su culto, ha sido hecha para él y él ha sido hecho para
ella, porque ella es, por eseelencia, la religion de la na
turaleza humana que respira en él, como en su pecho,
que se conmueve en él como en sus entrañas, y que no
puede dejar de atraerle cuando es salvaje y de devolver
lo civilizado.
Esta grande obra es de necesidad imperiosa. Diré
tambien que debe ser preferida á todas las otras. Estas,
en efecto, por mas que hagan preservan ó vuelven á
conducir al pequeño número relativamente de aquellos
sobre quienes se ejercen; pero solo es por cierto tiempo,
pues estos concluyen casi siempre por esa parte ó centro
mal sano del pueblo donde no se les vuelve á encontrar
comunmente sino mas enemigos que antes. En este centro
mismo pues, en el pueblo en masa, es en cuanto sea po
sible sobre quien es preciso obrar, así como operó el Cris
tíanismo en los últimos paganos y en los primeros bár-_
baros. Es preciso volver á sembrar este campo con el
Evangelio. Háse creido por largo tiempo que las clases
ilustradas al volver á la fé, atraerian á ella á las clases
inferiores. Pero aquellas, en primer lugar, no han veri
ficado suficientemente este regreso, ó no han ejercido á
‘su alrededor esta influencia. Además, en el estado de
hostilidad social en que nos hallamos, el pueblo conci
biria mas bien, con el ejemplo de aquellas, desconfianza
y ódio contra la religion. Espues al pueblo mismo á
quien es‘precíso llegarse directamente y hablarle direc
tamente; y no seria de estrañar que, como sucedió en
un principio, fuese por medio de los pobres y de los hu
mildes por donde Aquel que se ha declarado mas particu
248 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
darmente su Dios, atrajera en seguida á los ricos y
á los grandes.
Termino este importante punto con una reflexion
suprema.
El Catolicismo por todos estos medios , y sobre
todo, por la accion directa de Dios con quien no cuenta
bastante nuestro desaliento, y que solo espera nuestra,
actividad para hacer brotar milagros, podrá resolver la
cuestion social; pero solo la resolverá imperfectamente
i') por algun tiempo, y nada se hará sí nuestros gober
nantes , cualesquiera que sean , penetráudose en fin de
su divino espíritu, no comprenden que su principal ob
jeto debe ser en adelante el pueblo, su educacion, su
moralidad, sus legítimos iptereses y todas las reformas
y mejoras que estos reclaman.
La Bevolucion ha engañado siempre al pueblo, pero
¿cómo es que este no 1o advierte? Ella lo ha hecho todo
por él, y nada para él. ¡Aberracion inconcebible! Ha
hecho otra cosa peor. Le ha hecho odiar á aquellos que ‘
son los únicos que no han cesado de amarle y de probar
selo por el único bien que se le haya hecho jamás: á los
ministros y á los discípulos de esa grande y noble cari
dad que inspira la fé. Que observe el mismo las innu
merables é infatigables obras deque son objeto todas
sus miserias y todas sus necesidades; sus hijos, sus an-.
cianos, sus enfermos, sus pobres, sus dias de descanso,
sus penurias, sus adicciones, sus dolores. De todas estas
obras, ¿hay una sola que no sea católica? Si desapare
ciesen , ¿habría una sola que se debiera á esos charlata
nes revolucionarios, que no saben hacer otra cosa que
impulsar al pueblo á las catástrofes , octtltándose ellos,
MEDIOS DE SALVACION. 249
que son los primeros forjadores de todas esas miserias y
de todos esos males con que sufre el pueblo, por ódio á
esa Religion que precisamente es la única que se ocupa
en alivíarlos? ‘
Bajo esta sola consideracion, debería ser juzgada
obsolutamente por él la cuestion.
Hay mas; si el Catolicismo pudiera hacer por si todo
cuanto quiere; si no tuviera como primer obstáculo ese
ódio insensato inspirado al corazon del pueblo mismo
por sus comunes enemigos, ¿sabes tú, pobre .pueblo,_lo
que haría? Haría lo que por lo menos no cesa de recla
mar, y lo que yo declaro que debe ser en adelante la
única máxima de los gobiernos, al revés de lo que han
practicado eonstantementelos revolucionarios. Todo para
el pueblo; y me atrevo á añadir, por su propio interés:
Nada por el pueblo. ‘
Ya sé que con esta última parte de mi proposicion,
levanto tempestades. Sin embargo, no por eso dejo de
sostenerla menos; porque creo de esta suerte ganar por
la mano á todos los enemigos del pueblo, que únicamente
lisonjean tanto su odio contra las superioridades socia
les, con el fin de que les sirva de caballo en que montar
para alcanzarlas en provecho propio, como sucede en la
fábula del Caballo que se quiso vengar del Ciervo.
El pueblo tiene cualidades que es justo reconocer.
Pero es engañarle imprudentemente con la mas baja
adulaeion decirle al pueblo que es infalible é impecable,
ó de otro modo, que es mas que hombre, que es Dios.
El pueblo seria el primero que se mofase ‘de quien, sin
haber aprendido nunca nada, se ‘juzgara capaz de hacer
tan perfectamente todas esas maravillas dela industria
250 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.

que salen de sus manos. En su consecuencia, ¿Cómo


no vé á su vez, que es burlarse de él decirle que tiene
la ciencia infusa de todas las cosas y que sobresale
notablemente en la mas elevada y mas difícil de todas;
el arte de gobernar? .
Pero si nada debe hacerse en este órden por el pue
blo, es á condíeion de que se haga todo para el pueblo.
Esto es de la mayor importancia y requiere una es
plieacion que, precisándolo, haga fijar en ello toda la
atencion. ‘
El pueblo, esa masa de la nacion que solo vive al
dia con el trabajo de sus manos, no es mas digno de ser
honrado que los que se ocupan en trabajos de otro ór
den; pero tampoco lo es menos. Solamente es mas digno
de solicitud, de consideraciones y de simpatía, á causa
de la mayor dependencia en que se halla de este trabajo
cotidiano que no le permite dominar las necesidades de
la vida. Hállase pues mas espuesto al abuso por esta
misma dependencia. Está asimismo mas espuesto á la
indígencia y á los vicios por los que trata de eonsolarse
de aquella y que no hacen mas que sumírle mas en
‘ ellos. Agréguese á esto las preocupaciones de su esta
do, los agravios verdaderos ó imaginarios contra ‘las
clases superiores, esplotados y cnvenenados por los que
tienen interés en desencadenarlos contra estas, y se ten‘
drá próximamente la idea de ese peso social que gravita
sobre él y contra el cual se halla en rebelion perpétua.
Esta rebelion que es el espíritu moderno de la sociedad
entera, aun en la clase elevada, ¿cual no debe ser en la
baja y en el fondo social? Finalmente, no olvidemos que
la Revolucion, por su principio absoluto de la soberanía
MEDIOS DE SALVACION. 251

del pueblo, de que tanto se ha servido el estado llano


. para derribar y para ascender, ha dado con mayor razon
al pueblo mismo un título directo, por absurdo que sea,
á esta soberanía, título cuyo término no siempre podrá
eludirse. _ _
Y véase el círculo fatal que se cierra en el dia, opri
miendo la sociedad. Háse partido de la soberanía del pue
blo. Este principio que funciona durante 80 años! en
beneficio del estado llano, implicaba desde su origen el
advenimiento _dcl pueblo á esta soberanía que implica
ella misma su goce. Sin embargo, mientras el estado
llano pudo recomendarse á los ojos del pueblo por su
causa comun contra las superioridades antiguas; mien- .
tras que relativamente á estas, ha sido pueblo el mismo
estado llano, el pueblo ha podido resignarse al papel de ‘
instrumento, y aplazar su soberanía inmediata. Pero hace
largo tiempo que estas superioridadesmo existen y que
el estado llano ha ocupado su lugar. Desde entonces, la
soberanía del pueblo ha debido dejar de ser un instru
mento y ha llegado á ser para él un objeto, una realidad.
Su plazo se ha cumplido, tanto mas cuanto que el tí
tulo no ha dejado de sostenerse y se ha ido fortificando‘
con todas las concesiones que debieron hacérsele. Pero
en el dia nos hallamos en el fin. El terrible acreedor se
presenta armado con el sufragio universal, con el man
dato imperativo. Llama á la puerta, ó mas bien la der
riba . irritado con tantas tardanzas y evasivas , y esci
‘tado por los miserables agentes de revolucion que espio
tan todavía en provecho propio su resto de credulidad.
_ En esta situacion estrema ¿qué debemos dccir de
esos pretendidos. conservadores, tan numerosos todavía,
252 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
no obstante, que solo saben oponer á esta crisis suprema
el principio mismo de donde parte, y la Revolucion con
que se autoriza?
¿Qué debemos hacer entretanto? Hélo aquí en dos
palabras. _ .
Abjurar esta Revolucion por nosotros mismos pri
meramente, volviendo á colocamos bajo el principio di
vino que ella ha‘ trastornado. Despues inspirarnos con
este principio para que el pueblo no se interese por la
Revolucion , haciendo en beneficio suyo todo lo que ha
hecho ella en su daño,
Es preciso obrar á la manera del pararayos; descar
gar la nube, evitando la esplosion. Esta es una obliga
cion natural. y ‘
En todo estado, la sociedad debe ocuparse del pue
blo, porque ella es su curadora y su patrona. Es una
obligacion natural". De esta obligacion desconocida del
mundo antiguo ha hecho el Cristianismo una leyl En la
sociedad antigua la cumplía la Iglesia. La Revolucion
ha desheredado de ella al pueblo. Sustituyéndose ála
Iglesia, lejos de cumplir su tarea moralizadora y bien
hechora ha pervertido y arruinado al pueblo. Le ha hecho
desgraciadode todos modos: aumentando sus vicios y
su codicia, satisfaciéndoíos con goces emponzoñados y
con un falso bienestar que acrecienta su miseria mate
rial con toda la miseria moral que los absorbe y abando
nándole á ellos en pró de los que han medrado con él.
Ha hecho el pauperismo, llaga horrible de donde procede
el socialismo.
En todo gobierno digno de este gran carácter, de be
ha ber tres cosas ordenadas de la manera siguiente. ‘El
MEDIOS DE SALVAGION. 253
Soberano, que es el principio; el pueblo, que es el ob
jeto; la clase política que debe ser el medio.
Ahora bien , en todos los gobiernos revolucionarios
y pretendidos liberales, el medio ha absorbido el princi
pio y el objeto. La clase política lo ha sido todo; no te
niendo el cuidado del_poder y del pueblo sino para ella
sola, sirviéndose de este para escalar aquella; para in
terceptar, dividir y comprometer, en beneficio suyo es
clusivo, lo que debería coaligar ó reunir, paeificar y
servir para el bien público.
Este género de gobierno ha concluido. En vano se
intentará carenarlo, y ponerlo á flote. El pueblo mismo
subirá y devorará todo gobierno, si no se apresuran á
asociarseal verdadero gobierno, á aquel únicamente
que gobierna para el pueblo, gobernando en nombre
de Dios.
Asi es como la cuestion social vuelve á la cuestion
católica; tal es la única solucion que puede recibir.

VI.

EL CATOLICISMO Y LA CUESTION NACIONAL.

¿Y ahora quién no vé que la cuestion nacional, los


intereses europeos y universales de la Francia, vuelven
ó se refieren tambien á la cuestion católica?
Seria proceder injustamente con la Revolucion con
denarla respecto de un objeto que no se ha propuesto
nunca, la grandeza y el rango de la Francia en el mun
do. Si ella se hubiera cuidado de esto, habría dado prue
bas en el modo de sostenerlos, de una incapacidad sin
igual. Pero no, jamás nos ha henchido hasta este punto
254 LA REVOLUClON Y EL ORDEN CRISTIANO.
con promesas. Desde el principio, no ha cesado de profe
sar que las relaciones y los intereses europeos de la Fran
cia la ocupaban poco. ‘
No es el patriotismo obra suya. En un principio decía:
Perezcan las colonias antes que un solo principio. En úl
timo lugar, decía tambien que su principio ttalía b‘ien la
pérdida de dos provincias. Sabido es como ha practicado
este principio que llama libertad. Despues de haberle sa
crificado los intereses esteriores de la Francia, se ha co
locado en lo interior como en su propio objeto, por medio
del famoso razonamiento de Grenoble; á saber que sien
do idéntica la Francia á la libertad, y la libertad á la re
volucion, la revolucion debia hacer las veces de la liber
tad y de la Francia. Su verdadero principio ha.sido siem
pre imponerse, transigir para este efecto con los enemigos
de toda clase en el interior y con sobrada frecuencia, con
el extranjero. Ella no conocia mas que una guerra, la
guerra social. No conocia mas que una especie de alian
za: la internacional. La subversion del órden social fran
cés y europeo, he aquí su horizonte, el cual es tan vasto
para el mal como es tan estrecho y sofocante para el bien
y para el honor de la Francia. Es verdad que por dos ve
ces se ha erigido en vengadora de nuestro suelo; peroen
esto se ha servido de nuestra espada para volverla contra
nosotros. De todos modos se veria muy embarazada si tu
viera que mostrarnos á sus embajadores y sus diplomá
ticos y que comunicarnos los archivos de sus negociacio
nes y de sus alianzas.
¿Cómo podria hacerlo ella que se inspira en el prin
cipio opuesto al carácter y á la mision política de la Fran
cia on el mundo?
MEDIOS DE SALVACION. 255
Cada ser en la naturaleza, cadaindividuo en la socie
ciedad, cada nacion en la humanidad se hallan consti
tuidos con el fin de una funcion y de una mision. Y para
garantía de su fidelidad respecto del plan providencia}
que de ello resulta, la relacion de la funcion y dela cons
titucion es tal que se reclaman recíprobamente. La infi
delidad de la funcion ocasiona el empobrecimiento de la
constitucion; el ser sufre conwsu contradiccion en su ra
zon de ‘ser.
Ahora bien, la Francia, portemperamento, por cons
titucíon‘, por tradiccion, es católica. ‘
Católica, segun la etimología de la palabra, quiere
decir universal. Y esta palabra que ha. llegado á ser pro-‘
pia de la Iglesia, se aplica, no obstante, tambien á otros
objetos. (l) De la misma manera podría decirse, hacien
do abstraccion del sentido religioso, y no tomando la Fran
cia sino en su mísion de universalidad, que ella es lana
cion católica.
Por temperamento y por vocacion providencia], se
asocia con la Religion que tiene su Sede en Roma,
en la Iglesia. Son, si me es lícito hablar así, dos esferas
de catolicismo: la una en un sentido temporal, la otra
en un sentido espiritual.
Estas dos misiones natural y sobrenatural no podrían
ser rivales sin entrar en competencia por todas partes y
sin dañarse recíprocamente. La Iglesia sin duda, sufríria
con ello, pero la Francia perecería. La primera, tenien

(l) Así, se llama cuadrante católico el que marea las horas en to


das las elevaciones del polo; Remedio católico el que tiene toíaslas
propiedades para la curacion; Homo católico aquel por medio‘ de
cual puede tíacer la química toda clase de operaciones.
256 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
do promesas eternas que diez y nueve siglos de prueba.
han venido ya á confirmar; la segunda teniendo en con
tra la fragilidad de las cosas humanas, como lo demues
tra demasiado su estado actual.
La idea de rivalidad en su catolicismo respeotivocn
tre la Francia y la Iglesia, no podría, por otra parte, con
cebirse; porque este carácter procede en cada una de
ellas de los mismos elementos ydelos mismos principios
civilizadores. Solo se diferencia de ellos el órden. En la
Iglesia estos principios y estos elementos estan en su foco
divino; y en la Francia, como en surellector humano.
De esta suerte han sido hechas la Francia y la Igle
sia para unirse: la Iglesia como la cabeza y el alma; la
Francia como el brazo y el cuerpo de la civilizacion.
El título de Hija mayor de la Iglesia respecto de la
Francia, no es pues un título vano. Es la espresion de su
naturaleza y de su mision en el mundo: es la palabra de
toda su historia desde Clodoveo y Cárlo -Magno. La Fran
cia ha sido siempre el órden de caballería ‘de la Iglesia.
La Iglesia, sin tener absolutamente necesidad de ello,
ha amado é invocado siempre á la Francia. Pero ambas
han estado mas de una vez en oposicion por la infide
lidad de la Francia, si bien siempre que ha faltado la
Francia á la iglesia, ha faltado á sus propios intereses.
El Antiguo Régimen infiel á la Iglesia por la doctri
na y por las costumbres, háse desplomado. La primera
Revolucion, en guerra abierta contra la Iglesia, háse des
plomado. El primer Imperio, cuyo mas bello título al.re
conocimiento de la Francia fue el concordato, habiendo
sido infiel á su título, háse desplomado tamhien. La Re
volucion misma, que no estuvo pura de toda tradicion
MEDIOS DE SALVACION. 257
galicana, que quiso ser demasiado católica á su manera
y á su beneficio, y poner el trono y el altar sobre el mis
mo plano, háse desplomado. El Régimen de julio, que solo
fue una conspiracion universitaria contrala Iglesia, háse
desplomado. El segundo Imperio, que parece haberacu
mulado en si solo todos los contrafueros contra la Igle
sia, háse desplomado tambien bajo una acnmulacion dc
faltas y de desastres correspondientes á estos contrafue
ros. Desde entonces en fin, nuestra política extracatólica
ó anticatólica no tiene donde fijar el pié: flotando como
un resto de un buque que la borrasca que lo ha arrancado
amenaza tragarse de nuevo y que no vuelve áunirse ya
á nada.
¡Cosa digna de notarse! esta suerte de la Francia es
comun á todo lo que ha atacado á la Iglesia, pero difiere
y le es peculiar en loque es mas fatal y mas instantáneo
. para ella; prueba manifiesta de que sus intereses se ha
llan mas estrechamente ligados á la Iglesia que los de ‘
las otras naciones, y que gravitan por decirlo así, mas di
rectamente en el órbe católico.
Toda nuestra historia, sobre todo durante ochenta
años, podria resumirse en la de nuestras relaciones con
la Iglesia. La Francia revolucionaria, siempre tan aisla
da en lo_esterior, tan escluida del concierto de las na
ciones , tan rechazada y replegada sobre sí misma, en
una palabra, tan poco civilizadora ó católica en el sen?
tido temporal de la palabra , es tambien radicalmente
anlieatólica en el sent.ido religioso.
Hay aquí un hecho de concomitancia que está so
brado manifiesto y es demasiado constante para no im
plicar una ley.
. 17
258 LA REVOLUCIONY EL ORDEN CRISTIANO.
Esta aparece sobre todo en nuestra situacion pre
sente. ‘ ‘
Nos‘ hallamos muy debilitados y hemos descendido
mucho en el concepto de Europa. Pero, fuera de Europa,
puede todo un mundo revivir y realzarse en nosotros, y
nosotros realzarnos otro tanto en la misma Europa. Todo
el Oriente , desde Constantinopla hasta el fondo de las.
Indias , atribuye todavía al nombre de la Francia un
prestigio que remonta á las Cruzadas y á San Luis, que
fue sostenido por la política de la Francia hasta la Re
volucion, y, á pesar de toda la mala voluntad de los go
biernos que datan de ella, que persiste todavía en esas ‘
vastas regiones donde se conserva tanto mas el sello de
lo pasado cuanto que se hallan menos agitadas.
A decir verdad, este prestigio ha sido sostenido ‘has-
ta nuestros dias á despecho de la Francia misma, ‘¿y sa
beis por quién? Por nuestros Misioneros de todas las
órdenes, por nuestras grandes obras de la Propagacion
de la Fe, de 1a Santa Infancia, de las Escuelas de Orien
te, y por cien establecimientos diversos en su unidad
católica; por esos Misioneros y esas obras que armoni
zan y enlazan todavía los principios regeneradores de la
Francia en el interior con su influencia en lo esterior, y
que la Francia, doblemente ingrata y ciega, tolera ape
nas en sí, y abandona‘ á lo lejos. .
Los ingleses tienen factorías, que saben ellos defen
der á toda costa: nosotros tenemos Misiones que aven
tajan á estas , por su libre influencia en la opinion de
aquellas comarcas, y las vemos de mal ojo. ‘
‘ ‘ Es preciso á lo menos que se sepa: francés es sinó
nimo de católico en todo el Oriente, y católico recípro
MEDIOS DE SALVACION. ‘ 259
camente es allí sinónimo de francés. Y hasta tal punto,
que siempre que las misiones católicas de cualquier otra
nacion que la Francia, bien sean españolas, italianas,
alemanas, y aun inglesas tienen que reclamar cerca de
los soberanos de estas comarcas , se dirigen á los con
sulados franceses.
Esto consiste particularmente en que el carácter
francés sobresale entre todos, en nuestros heróicos mi
sioneros, por el valor, la industria, el ingenio, el saber,
tanto como por las costumbres , la abnegacion , el celo
y la intrepidez de la fe; por la admiracion, el respeto
y el asombro que inspiran aun á sus verdugos (l).
Embajadores de la fe católica del Evangelio, lo son
por esto mismo, de la civilizacion, y por esto mismo
tambien , de la Francia, y lo son hasta dar su sangre.
No tenemos pues, mas que acoger el renombre que
nos procuran, protegiéndolos por medio ‘de tratados de
tolerancia, con ocasion y á favor de los cuales otros tra
tados procurarain á nuestros intereses y á nuestra in
fluencia una preponderancia que no carecéria de peso
para nuestro crédito político en Europa.
Y ahora, en esta Europa donde se agita actualmente
la cuestion de nuestros destinos, ¿no es nuestra política
enteramente católica?
Nosotros somos la cabeza de la raza latina, en pug
na en estos momentos con las razas .del Norte. Y ¿qué
es lo que distingue primordialmente la raza latina? ¿qué
es lo que la caracteriza en su origen si no es su temple
católico? Un pueblo, una raza se gradua y estima por su
(t) No se olvide que es francés el escritor que así se espresa.
(N. del T.)
260 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO..
religion, si es cierto que la religion ha sido y será siem
pre la primer condicion de un pueblo, lo que no se puede
desconocer sin haber perdido el juicio. Por ella han sido
grandes en lo pasado, la Italia, la España, la Francia,
y por lo que han precedido á todos los demás pueblos.
¿Qué espectáculo estamos dando por espacio de cien
años y sobre todo, en nuestros dias? El espectáculo de
un pueblo que se halla poseido de un odio furioso con
tra la religion que le caracteriza, que le hahecho lo
que es, es decir, contra sí mismo. ¿Y nos admiramos de
nuestro decaimiento, comparado con el de los demás
pueblos? Pero estos no tienen mas que vernos obrar para
tener razon creyendo que nos llevan ventaja. Háse visto
á pueblos pasar de una religion á otra y elevarse ó des
cender segun que esta religion era mas ó menos perfec
ta. El mundo moderno ha debido, de esta suerte, su su
perioridad sobre el mundo antiguo al Cristianismo, á la
Iglesia; y en este mundo moderno, es de la Iglesia y dc
las naciones primitivamente católicas, de los latinos, de
donde la civilizacion ha resplandecido con la fe, en los
pueblos del Norte que son los últimos que han venido al
gran concierto de la República cristiana. Nuestra ante
rioridad respecto á esto, se identificaba .con nuestra su
perioridad, y esta con la misma fe que habia 1ibertado
al mundo. Y véase aun lo que nos estaba reservado.
Esta ventaja de superioridad católica iba igualándose por
medio de la reparticion de la misma fe con los pueblos
del Norte, cuando estos se desheredaron de ella á sí
mismos por medio de la heregía. Entonces las dos razas
lucharon una contra otra en la guerra de los cien años.
Pero la gran reaccion católica del siglo XVI, á juicio de
MEDIOS DE SALVACION. 261
todos los publícístas, aun protestantes, ynos ha hecho re
cobrar en intensidad intelectual y moral, en superior ci
vilizaciony en preponderancia política, todo cuanto nos
hallábamos amenazados de perder, y dimos al mundo y á ‘
la humanidad el gran Siglo. Desde entonces solamente,
comenzamos á decaer. Y ¿por qué? Porque principiamos
á dejar de ser católicos, y á cesar hasta de ser cristia
nos. El Antiguo Régimen galicano, primeramente; des
pues la Revolucion abiertamente impía y definitivamen
te atea, nos han hecho caer, no solamente debajo de nos
otros mismos , sino debajo de los pueblos cismziticos y
heréticos, nuestros rivales, y así debia ser.‘Estos son
en efecto hereges de la fe católica, y nosotros lo somos
de toda fe. Nosotros hemos roto nacionalmentc, no tan
sólo connuestra propia fe, sino con la fe del género hu
mano. Nosotros estamos separados, no solamente del tron
co católico, cuyas mas vigorosas ramas éramos, sino del
árbol universal de la creencia. Hemos llegado á ser
como hijos perdidos de la gran familia , lo que son los
salvajes, y á no ser por la savia católica que está per
sistente todavía en el corazon del pais , no seríamos ya
un pueblo.
_ Fácil es de comprender ahora porqué no tenemos ya
política esterior.
La política esterior procede de los principios del de-
rccbo internacional, y estos principios provienen evi
dentemente, de la idea del Derecho en sí mismo, que no
puede unir á los pueblos sino porque los domina con su
regla. Pues‘bien, laidea del derecho, considerada en esta
altura, y con esta estension, es la idea misma DE Lo
Jusro en su esencia , de Dios. Esta idea es ó‘ existe en
262 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
razon de su ideal. Y por esto el derecho de gentes ha
sido completamente modificado por el cristianismo; y
el catolicismo, custodio del cristianismo, es por lo tanto,
custodio de este derecho de gentes cristiano, que es como
el marco y el metro á que debe referirse todo el siste
ma. Aun cuando podamos prescindir de esta idea, madre
del derecho, en el órden civil y político interior, lo cual
es ya una locura , no lo podemos desde que tenemos que
tratar con los demás pueblos, bajo pena de que no nos
comprendan. La lengua diplomática es la lengua mis
ma del derecho. El pueblo que lleve en sus relaciones
csteríores la idea mas elevada y mas sólida de este de
recho de gentes,será, por el contrario, el mas escuchado.
Ahora bien, tenemos la desgracia ó la ventaja, segun
nos inspirembs de la Revolucion ó del Catolicismo, de
que en cl primer caso, seremos inferiores, y en el se
gundo superiores á nuestros rivales y á nuestros ene- ‘
migos, en el terreno de la diplomacia, donde se pierden
y se ganan tantas batallas.
Es verdad que el derecho de gentes propende á des
aparecer de la Europa; pero tanto mas nos interesa real
zarlo, y recobrar de esta suerte nuestro ascendiente, vol
viendo á nuestro carácter primitivo de nacion católica,
fuera del cual no tenemos ninguno.
La guerra encarnizada que hacen en el dia todos
los gobiernos al Catolicismo y al Pontificado es fácil de
comprender por parte de estos; en cuanto que se pro
ponen concluir con el derecho para hacer predominar la
fuerza de que se creen mas ó menos en posesion contra
nosotros. Pero, además de que enla situacion actual,
esto seria consumar nuestra ruina, de un modo mas
MEDIOS DE SALVACION. 263
general , no sabriamos prestarnos á un sistema que nos
desposeería de‘ lo único que es peculiar á nuestra nacion
y que la ha distinguido siempre, el ser por escelencia
la nacion del derecho y de la civilizacíon en el mundo.
Esta conducta de nuestros enemigos nos ofrece por
lo contrario una magnífica ocasion de desquitarnos, si
sabemos aprovecharla,
M. Thiers, en ese memorable discurso á favor del
Pontifieado, que, apesar de las concesiones de lenguaje
‘hechas á la Revolucion, hará honor á su vida; decía lo
siguiente: «No estamos en Asia donde solo reina la fuerza
¡bruta; estamos en Europa, país del derecho, donde es a
asin duda violado el derecho escepcionalmente, pero
»donde todo el mundo reclama ó puede reclamar cuan
ado lo es. En nuestra Europa, el derecho que se
»viola en alguna parte se presume que lo es en todas
partes...» ‘
Estas palabras se decían de Roma y del Pontificado.
Durante nuestros desastres , un períodico se inspiró con
ellas en contra de Inglaterra que dejaba violar en nos
otros por la Prensa el derecho civilizado: «En este mun
do, decía el Internacional , y en virtud de las leyes di
vinas y naturales, el que deja cometer una injustia, sin
protestar con todas sus fuerzas contra ella , es tan cul
pable é incurre en el mismo castigo que el autor de
aquella. No hay mas que una moral; ínfringida en Fran
cia, es como si lo fuera en Inglaterra. No‘ hay que fi
gurarse que se podran eludir las consecuencias de este
axióma; por mas que se nieguen los principios de la
verdad, tarde ó temprano se imponen por fuerza. La
verdad se escribe primeramente con tinta; pero se gra
264 LA REVOLUCION .Y EL ORDEN CRISTIANO.
va con letras de sangre en la memoria de los hombres, ‘
en la historia de las naciones.»
Noble lenguaje y verdaderamente internacional.
Pero ¿quién no vé la fuerza con que se vuelve contra
nosotros? Para esto ¿no hay mas qu_e poner los nombres
de Roma y de Franciaen lugar de los‘ de Francia y de
Inglaterra? Si, no hay mas que un derecho en Europa;
violado en Roma, como decia muy bien M. Thiers, es
‘como si se hubiera violado por todas partes, y sobre todo
cn Francia. Y el que lo deja violar allí, sin protestar
con todas sus fuerzas, es tan culpable é incurre en el
‘mismo castigo que su violador.
l Y ¡cual brilla esta verdad si se considera toda la
magestad del derecho infringido en Roma en su primer
Representante! su debilidad esterior que duplica su
fuerza interna, su carácter venerable, su inocencia de
todo pretesto, la perfidia y brutalidad de que es‘ víctima,
prisionero del últraje y de la violencia en su palacio?‘
Aquí verdaderamente la fuerza primaflaventaja) ú opri
me al derecho: la fuerza en su carácter mas cínico, el de
recho en su carácter mas augusto; puro, incorruptible,
santo, no transigiendo con la iniquidad que le oprime,
atrincherándose en sí con una fidelidad á su principio y.
un valor ¡iara no conmoverse, que conservan su depósito
para el mundo entero!
El derecho de la Santa Sede , es la Santa Sede del
derecho.
¡Cuán bien no nos lo muestra lo que ha pasado des
pues y lo que vemos verificarse á nuestros ojos! Prime
ramente solo se trataba del derecho temporal, y se nega
ban á creer que estuviera implicado en él el derecho es
MEDIOSDE SALVACION. . '65
I»)

piritualjBien pronto el derecho espiritual fue atacado


abiertamente en su organismo propio y en la indepen
dencia personal de su Jefe. Finalmente, _no es ya solo
en su Jefe, sino en todos sus m.iembros; no es yaven
su centro, sino en su universalidad y en todos los puntos
en que se vé audazmente proscrito; en Italia , en Espa
ña, en Alemania, en Suiza. Y ¿cuál es este derecho‘?
Es el derecho, es la libertad por esencia: el derecho del
alma, la libertad de la conciencia humana en su mas
noble ejercicio, interesando toda alma y toda concien
cia _. todo derecho y toda libertad. En el. catolicismo se
agita actualmente la suerte del mundo cristiano , del
mundo civilizado contra el regreso ó la vuelta del mun
do pagano y bárbaro.
El catolicismo entero en su Pontífice, cn su Epis
copado, en su clero en sus fieles, combate, se agranda
conmagnífiea unanimidad La grande alma de Pio IX pa
rece haberse trasmitido á todos, y en_ esa alma la fuerza
de Aquel que venció al mundo con las mismas armas, su
cruz y la sangre de sus mártires , y que dice todavía á
su Iglesia, estas palabras de los primeros dias. ¡Confidi
te, ego vici‘mulzdum! ¡Qué espectáculo! ¡y cuán dignos
sonde lástima los que no‘se vanaglorian de ello por
honor de la humanidad! x
Con tales condiciones, la Iglesia y la civílizacion no
pueden menos de triunfar y la brutal tiranía de la fuerza
no puede menos de caer y estrellarse ácausa de la vio
lencia y de la pesadez de su masa; porque ella es la que,
ejecutando su propio castigo y no comprendiendo que la
fuerza se hiere á sí misma con todos los golpes que.diri-
ge al derecho, va insensatamente áatacar esta Piedra es
266 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
piritual de la cual se ha dicho: «El que cayere sobre esta
»»Piedra se hará pedazos, pero aquel sobre quien cayere le
»reducirá á polvo.» (l) ‘
La victoria del catolicismo es pue infalible.
Resta que saber á quien correspondera la participa
cion, y en esto la política de la Francia se halla suma
‘mente interesada.
Nacion del derecho, de la idea, de la justicia univer
sal, que se ha dirigido siempre hacia adelante para su
‘propagacion ó su defensa, es desafiada éinsultada porto
das partes donde estas lo son , y nada acusa su humilla—
cion y su debilidad como el sufrir esto. ‘
Nacion vencida en este momento por la misma fuerza
bruta que estiende y consuma esta opresion del derecho,
debe sentirlo tanto mas, cuanto que se estiendey se con
suma de esta suerte su derrota.
Esta es sin embargo la razon que se dá para que sea
indiferente á ello,
Y aquí no hay ambigüedad alguna.
No hay duda que nuestro estado actual no nos per
mite intervenir en esto; pero nos permite, por lo menos,
no aplaudir.
Porque, y aquí es donde aparece nuestra demencia,
nosotros no somos indiferentes en la cuestion de la opre- .
sion de la Santa Sede, y del Catolicismo, no, no somos
indiferentes, somos simpáticos á esta odiosa opresion. Es
tamos de parte de nuestros propios vencedores yen con
tra de esta Iglesia nuestra primera y hoy única aliada,
en quien continuamos siendo vencidos. ‘Esto no es creí
ble , pero es lo que acontece. "
(l) San Math. XXI, 42.
MEDIOS DE SALVACION. 267
Cuando digo nosotros, se comprende que me refiero
al espíritu de la política del día , á la Revolucion en todos
sus grados, ¡y Dios sabe hasta donde se entienden!
La Francia católica es admirable por sus protestas y
testimonios que salvan el honor nacional y el derecho.
Pero no es precisamente tan admirable sino porque lucha
en esto contra el espíritu revolucionario que prevalece;
diré mas, contra cierto liberalismo que está inquieto con
estas protestas y estos testimonios, y que lo disimula
mal. Hay en esto misterios de infidelidad que dejo á la
conciencia de cada uno y de todos.
Siempre resulta que damos el espectáculo de una na
cion cuyos intereses políticos han sido siempre y son, so
bre todo, en la actualidad manifiestamente ‘católicos, y
que continua insensatamente en beneficio de sus vence
dores, la política anticatólíca de los gobiernos que der
riba, al través de todos los desastres que esta política le
ha atraido. _ q,
No podría obrar mejor para abdicar.
Mas ¿qué deberia hacer si tuviera el sentimiento de
su dignidad y el celo de su interés? .
Levantar su bandera en su territorio al menos; la
bandera católica que domina todas las banderas, y con
solarla y vengarla por medio de su culto, de los ultra
jesy de las violaciones que sufre por todas partes.
Generalizar esas protestas y esos testimonios en fa
vor de la Iglesia, y hacer de ellos una gran manifesta
cion nacional,
nion se verdaderamente
manifestara francesa en que lau opi‘
libre y patrióticamente.

Inspirarse en ella en seguida respecto de su política


exterior, en cuanto fuese posible, por medio del carácter
268 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
de sus agentes , por la tendencia y la oportunidad de su
diplomacia en todas partes, de suerte que no pierda ter
reno y aun que lo gane, y que se presente al mundo
entero con la actitud y el mérito de la fidelidad al
derecho. ‘
Siempre se puede hacer esto, por mucha debilidad
que se sienta, porque cuando una nacion es católica ó
no es nada, y se debate en el Catolicismo una cuestion,
no solamente religiosa sino de raza, y de existencia in
ternacional, lo menos que debe hacerse es ser lo que se
es, y tener el valor de ser fiel á sí mismo y de mante
nerse en pie ó firme. ‘
Solo hablo bajo el punto de vista de la política este
rior. Pero ¿cómo no se autoriza esta actitud de la Fran
cia, bajo aquel punto de vista, con su derecho y su deber
en lo interior y bajo el punto de vista de sus intereses
sociales? ¿quién puede atreverse á encontrar malo que
no seamos un pueblo sin religion y que nos realcemos
en nuestro propio país, lo cual forma un todo con nues
tra política exterior, y la domina yatrae necesariamente?
‘ Hablemos claro. Nuestros dos grandes enemigos en
Europa son la Italia y la Alemania: ambas anticatólicas.
Ahora bien, como tales hay la Italia y la Alemania en
su país y la Italia y la Alemania en el nuestro. O, dicho
de otro modo, la Revolucion por fuera y por dentro; de
tal suerte, que nuestros revolucionarios no vacilan en
declararse italianos y alemanes, antifranceses, para ser_
anticatólicos. ¡Tan correlacionadas ó ligadas entre sí se
hallan las dos causas de nacionalidad y de religion!
Pues bien; seamos Franceses en Francia, es decir, Cató
licos; así batiremos á la Italia y á la Alemania en nues
MEDIOS DE SALVACIOX. 293
tro territorio sinque puedan replicar. Despues, resultará
de esto mismo, nuestra actitud con respecto á ellas en
lo esterior; por una mera consecuencia.
Asi es como la cuestion interior y la cuestion exte
rior se unen y forman una sola cuestion , á un tiempo
mismo social y nacional ; la cuestion católica.
Ahora ¿es necesario mostrar las ventajas que de ella
resultarán para nosotros bajo el punto de vista de nues
tra influencia en la Europa y en el mundo?
Estas serán inmensas, sin que tengamos que hacer
mucho para provocarlas y aprovecharnos de ellas.
Independientemente de las nacionalidades y altra
vés de estas, hay en el mundo entero las dos Ciudades
cuyo gran cuadro ha trazado San Agustin: la Ciudad de
Dios, en oposicion á la Ciudad enemiga de Dios. Estas
dos ciudades se ven con frecuencia entremezcladas.
‘Pero en la época actual, tan semejante á la en que vivía
San Agustin, se desprenden ó separan y libran, una en
frente de la otra , de la descomposícion misma de las so
ciedades. La Ciudad de Dios comprende entonces, no
solamente á los perfectos creyentes , los católicos de to
dos los paises, sino á los creyentes de todas las religio
nes, las gentes dignas y de buena fé de toda clase de
convicciones; porque es la Ciudad del órden, del dere
cho, de la justicia, en oposicion á la Ciudad del desór
‘den, de la violencia y de la iniquidad. Ahora bien, el Ca
tolicismo en la hora presente, por el justo honor que se
le hace de tomarle por todas partes como objetivo de la
Revolucion, se encuentra que es social y humanamente,
jo que es esencialy divinamente esta Ciudad de Dios
en su sentido mas comprensivo. Esto es tan exacto como
270 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
que nosotros vemos cuanto honroso, digno y libre existe
o hay por todas partes, aun entre los protestantes, aun
entre aquellos que .no conocen respecto de la Iglesia,
mas que su actitud presente, declararse por ella y ben
decirla por su valor en salvar en ella el derecho humano,
social entero.
De aquí resulta que el pronunciarse la Francia por
la Iglesia, como es por otra parte de su incumbencia ha
cerlo, es para la Francia, conciliarse las simpatías de to
dos esos ciudadanos universales de la justicia y del de
recho; es acrecentarse en cierto modo, con todos los ca
tólicosy todos los hombres de bien del mundo entero.
Es volver á procurarse de un golpe el mas elevado lugar
en el mundo. _
Semejante por su mision civilizadora en los tiempos
modernos á la Jerusalem de los tiempos antiguos, si no
se puede decir dc ella como de esta:
¿Qué mano en solo un dia,
Te arrebató tu encanto y gallardía?
¿Y quién ¡ay! convirtiera
En manantial de lágrimas mis ojos,
Para llorar tu suerte lastimera?

Se podrá decir:
Jerusalem renace al cielo santo
Con mayor pompa y magestad y encanto.
Con respeto profundo,
¿Por qué veo llegar, de a<ombro lleno,
Ante su nuevo altar, de todo el mundo
A esos hijos que no llevó en su seno?

Esta es una anexion que bien vale lo que muchas


otras.
MEDIOS DE SALVACION. 27!
Hay pues que tomar aquí una magnífica posicion.
Podría otra nacion tomarla, hubiera podido ser to
mada por la Prusia. Y despues de habernos abatido en
el terreno de las batallas, podría batirnos en el terreno
de la política exterior, erigiéndose en patrona del dere
cho cristiano universal; purgándose de todas las infrac
ciones que ha cometido respecto de nosotros, haciendo de
su soberano el Carlo-Magno de un nuevo Santo Imperio.
Hemos tenido ‘la suerte de que no lo haya hecho
así; y la suerte mas venturosa aun, de que se castigue
á sí misma y nos vengue, atribuyéndose el papel inver
so, si sabemos aprovecharnos de ello.
De esta_ suerte la Prusia, y es justicia, corre torpe
mente á su pérdida: en el interior, por medio de la
hostilidad que introduce ella misma en los diversos ele- ‘
mentos de su unidad; y en el exterior, por medio de la
tiranía con que amenaza tanto mas la Europa cuanto
que la ejerce de esta suerte en sus propios súbditos.
No es necesario ser un gran político para verlo. «Yo no
»soy mas que una mujer, y no puedo nada, escribia la
»reina de Prusia á un obispo católico; pero me quedan
» lágrimas que vierto en abundancia, rogando á Dios que.
»nos ilumine y aparte de nuestro gran país las desgra
»cias que le amenazan‘z —«Por mediode vuestra guerra
únsensata á la Iglesia, ha dicho el general Manteuffel,
¡con otros muchos protestantes en el Parlamento de
» Berlin, trabajais por el triunfo de las malas pasiones:
»la desobediencia, la infidelidad, la barbarie levantan
»la cabeza.» -
De esta suerte nos ha dejado la Prusia la mas bella
mision, no solo en Europa, sino en su mismo territorio.
272 l LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO

En ella podemos tomar un desquite tan noble como fácil


de la pérdida de la Alsacia y de la Lorena, atrayéndonos
las simpatías de la católica Babiera y de todos los católi
cos alemanes, por medio de la fraternidad de nuestras ar
mas espirituales en el terreno‘ de la religion y de la jus
ticía, superior al de las nacionalidades, y de donde el ven
cedor de estas puede tan faqilmente llegar á serel ven
cido de aquellas. ‘ ‘
Por fin de cuenta, puede decirse con seguridad, ‘que
el derecho cristiano no tardara en triunfar en su Sedein
mortal, y que cuando todos los imperios de la fuerza y
de la astucia, despues de haberimpuesto la ley al mundo,
caigan para no levantarse jamás, la imperecedera potes
tad del Catolicismo y del Pontificado, rejuvenecida en las
tempestades que vencen á todas las demás, por medio de
esa misteriosa alianza sellada entre la Vida y la Muerte
en el Gólgota, recobrará por la décima nona vez su inte
gridad primitiva. No se verá embarazada la Providencia
para hallar los instrumentos de esta gran resurreccion.
Es todavía probable que_á falta nuestra, muchas otras na
ciones, aun here-ticas ó cismáticas, compitan entonces
en solicitud para serviría, por eseinterés político de todo
lo que es caduco en atribuirse el prestigio de la‘ justicia
y del derecho, á los cuales vuelven siempre los negocios
del mundo y de que ellas esperimentan la necesidad de re
dimir la infraccion. Que la Francia no se deje arrebatar
esta prerogatíva que fue siempre la suya, y que ella se
prepare! Hay aquí un interés deiníluencia mayor del que
tolerarian aquellos que la desdeñan, sin un grave per
juicio, la privacion.
He tocado las dos grandes cuestiones social y nacio
MEDIOS DE SALVACION. 273
nal, de que dependen nuestros destinos, y he tratado de
mostrar la verdadera solucion conforme á los principios
precedentemente espuestos del Orden Cristiano.
Habia pensado desde luego detenerme aquí, y no en
trar en el terreno candente de la política constituyente
del gobierno llamado á poner en juego estos medios de
salvacion.
Pero la eficacia de estos medios depende sobrado de
su agente para que no llegue hasta á discutir este, y á
tratar tambien así la _cuestion gubernamental.
Por delicada y espinosa que sea esta cuestion, espero
salir bien de ella practicando hasta el fin esta máxima:
Solo lo que es derecho, es diestro.
Voy pues á dedicar un capítulo suplemental á este
importante asunto.
CAPITULO V.

CUAL PUEDE SER EN EL DIA EN FRANCIA LA MEJOR FORMA DE


GOBIERNO CRISTIANO.

Los principios son como el metal de que se forman


las sociedades ¿Pero deben ser vaciadas en las formas
que los realizan.
Las formas sin los principios serian ilusorias, y el
signo característico de nuestra insensatez actuales ocu
parnos únicamente de las formas, sin tener principios que
poner dentro de ellas; peor todavía, vaciando en ellas
siempre el mismo fermento revolucionario que las rom
pe, ó la fusion heterogénea de‘ este fermento con'.los
principios que las descompone.
Mas valdría seguramente ocuparse ante todo de res
tablecer los principios, pues ellos encontrarían y harían
por si mismos ‘sus formas, mucho mejor que las formas
harían ó ‘ suplírian los principios.
Pero yo reconozcoque el restablecimiento delos prin
cipios no podría hacer que permaneciésemos indiferentes
y en inaccion respecto de la forma que habia que darles,
pues esta puede influir considerablemente sobre aquellos,
y es preciso trabajar de acuerdo para conciliar estas dos
condiciones de nuestro restablecimiento.
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 275
Trabajo delicado y arriesgado en el violento estado
en que nos hallamos, que escluye de talsuerte la pasion,
que reclama de tal modo el desinterés y la prpdencia,
que verdaderamente se retrocede ante la responsabilidad
(le poner la mano en él, áno ser como servidor dela. Pro
videncia que es la única que puede verificarlo.
Con esta reserva es como voy á intentar hablar de él,
y lo que parece permitirmelo es, considérese mérito ó fal
ta, mi completa exeneion de todo espíritu de partido po
litico.
En el dia existe competencia entre la República, el
(Ïesarismo y la Monarquía.
Por mi parte, solo conozco una manera racional y
concienzuda de resolver la cuestion, y es traducirla por
esta otra; cual es de estostres gobiernos el mas apropó
sito para restaurar el país, segun las condiciones genera
les necesarias‘ para esta gran restauracion.
.Estas condiciones, las he hecho yaioonocer en prin
cipio. Sin embargo, bueno es formularlas aquí como tipo
. de apreciacion al cual referiremos despues estas trescla
ses de constitucion.
No obstante, es preciso defendernos de una exigencia
‘abusiva. La perfeccion no es propia de este mundo. Des
cartar tal ó cual de estos gobiernos porque no nos pare
ciera como el ideal exento de todo inconveniente infali_
ble‘de todo punto, seria no querer gobierno algunoyser _
nosotros mismos los primeros incapaces por nuestra dis
posicion en no soportar nada. No tenemos tanto derecho
de ser descontentadizos despues de todo lo que hemos so
portado tan servilmente, á menos de ser descontentadi
zos respecto del bien. Acojámos pues este bien en su
276 'LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
carácter relativo, y tratemos de reconocerlo por estas
condiciones principales y en adelante necesarias que cons
tituyen el órden cristiano.
Podrian reducirse estas condiciones á tres que el 8o1
bierno en cuestion, cualquiera que sea, deberá presen
tarnos; la autoridad, el órden y la libertad.
Doy igual valor á estas tres condiciones, por una ra
zon escelente; y es, que las tengo por indivisibles.
La libertad, en efecto, implica el órden, y el órden
implica la autoridad. La autoridad es el agente, el órden
el medio, la libertad el objeto, el objeto ínmeditato, para
el bien público, que es el objeto final.

I.

PRIMERA CONDICXON! LA AUTORKDAD.

La Autoridad, pues, en primer lugar; cosa tan esen


cial á todo gobierno, como que las dos espresiones El G0
bíerno y la Autoridad son sinónimas, y que á menos de
querer un gobierno que no gobierne, es preciso querer
un gobierno que sea autoridad.‘ Es preciso una mano que
maneje el timon. Nada existe que no sea gobernado, go
bernado por las propiedades, por el instinto, ó por la ra?
zon. Salgámonos de aquí y todo va á caer en el caos y
en la nada. El hombre particularmente se halla goberna
do por la razon, y en este sentido, cada uno de nosotros
debe ser un pequeño gobierno. Pero á diferencia de los
, otros seres, el hombre ha sido hecho por la naturaleza ó
Dios, para vivir en sociedad con sus semejantes. Es un
animal social, por tanto un animal político, es decir, de
biendo ser gobernado en familias, en ciudades, en Estae
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 277
dos. La Sociedad no es un hecho facultativo y puramen
te convencional; es prescrita por la naturaleza ó Dios,
bajo pena, respecto de los individuos que la componen,
de perecer y de estinguirse absolutamente como los ani
males y los demás seres fuera de sus diversos instintos,
propiedades ó leyes, si tuvieran la libertad de salirse de
ellas. La única diferencia consiste en que nosotros tene
mos esta malhadada libertad: libertad falsa, puesto que
desnaturaliza al momento al que cree gozar de ella; pero
que es el engaño y la imperfeccion de la verdadera lí
bertad que distingue al hombre, la de adherirseá su ley
y desarrollarse él mismo en una sumision voluntaria en
‘cuanto al acto, pero necesaria en cuanto al fin. ‘
Esta necesidad cn cuanto al fin social del hombre,
es la que hace de la autoridad gubernamental un princi
pio superior á los hombres en los hombres, como la ra
zon , que es la autoridad de gobierno reducido al indi
viduo, es un principio superior al hombre en el hombre.
Esta asimilacion es tanto mas exacta , cuanto que es la
misma autoridad que debe gobernar en‘el hombre y en
los hombres, la autoridad de la razon. Solamente qüe
nes la razon comun en vez de la razon‘ privada. Pero no
por esto, si es posible decirlo así, deja de ser mas supe
rior, teniendo por otra parte por objeto suplir la insufi
ciencia de la razon individual. Es pues doblemente auto
ridad , como acercándose , ó aproximándose mas á esta
razon general que gobierna al mundo, y como realizan
do el fin social de la humanidad.
Todas las autoridades sociales se forman del princi
pio superior y prévio de la Autoridad, Este principio
debe pues hallarse en alguna parte. Ahora bien, no se
278 ‘LA REVOLUClON Y EL ORDEN CRISTIANO.
halla en el hombre, igual al hombre en libertad. Es pues
necesariamente superior al hombre. El principio social
que lo reclama, se halla pues de esta suerte anejo á la
Autoridad principio y es una participacion de ella.
Así pues , la Autoridad es cosa sagrada , divina:
Pars divinw mcntis, como dice Virgilio, de ese maravi
lloso instinto que rige la república de las abejas, y de
esas diversas leyes que hacen de la naturaleza entera.
un gobierno tan admirable. Es el mismo Dios. La única
diferencia consiste en que la naturaleza es una teocracía
donde Dios gobierna por sí mismo, y que en la huma
nidad, Dios es el ¡Simon, por el que deben gobernarse las
sociedades mismas. . ,
Y aquí me acude á la memoria ese himno sublime
que desde la mas remota antigüedad se oye en esta edad
estraviada del género humano, como un llamamiento‘ y
‘una leccion.
«¡Rey glorioso de los inmortales, adorado con di
»versos nombres, eternamente omnipotente, autor de la
»_naturaleza, qde riges el mundo con tus leyes , yo te
»saludol Todos los mortales pueden invocarte, porque
osomos tus hijos, tu imágen y como un débil eco de tu
woz, nosotros que vivimos un momento y que nos
mrrastramos por la tierra. Yo te celebraré siemprey
»cantaré siempre tu poderío. El universo entero te obe
»dece como un súbdito fiel. Tú diriges la razon comun.
»Tú penetras y fecundizas todo cuanto existe. Rey sn
»premo, nada se hace sin ti, ni en la tierra, ni en ei
ncíelo, ni en la mar profunda, escepto el mal que co
wmeten los insensatos mortales. Concediendo los prin
»cipios contrarios ,. fijando á cada uno sus límites , y
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 2‘79
»mezclando los bienes y los males, tú mantienes la ar
»monia del conjunto; tú formas, de tantas partes diver
»sas un solo todo, sometido á un órden constante, que
»los infortunados y culpables humanos turban con sus
»ciegos apetitos. Ellos desvian sus miradas y sus pen
»samientos de_la ley de Dios, ley universal que hace
¡dichosa y conforme á la Razon la vida de los que le
»obedecen. Pero, precipitándose segun sus pasiones en
»caminos opuestos, los unos corren á la popularidad,
»los otros á la riqueza, ó á viles placeres que seducién
»doles, los engañan. Autor de todos los bienes, Padre
»de los hombres, libértalos de esta triste ignorancia,
» disipa las tinieblas de su alma, hazles conocer la Sa- ‘
»biduria eterna con que tú gobiernas el mundo, á fin de
»que te honremos y cantemos sin cesar tus obras y
»creaciones, como corresponde á mortales (i)
Esta gran oracion de la humanidad antigua ha sido
oida: El Padre de los hombres les ha hecho conocer la Sa
biduría eterna con que rige al mundo. Esta Sabiduría
misma se ha encarnado, á fin de que la honremos; y
nos ha traido del cielo esta Ley que hace dichosa y con
forme á la Razon la vida de los que le obedecen. Ella la
ha afirmado, en medio de nuestros errores y de nuestras
‘ agitaciones en una Institucion que la conserva, que la
interpreta y que la aplica. Es el Cristo, es el Evange
lio , es la Iglesia! Y ¿qué hemos hecho nosotros? Escu
chad en ese lenguaje sublimemente popular, que solo

(l). Este bello himno atribúyese á Cleanto. Encuentrásele tradu


cido en todas las lenguas, que se lo han apropiado, como un cán
tico comun.
280 LA ‘REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
pertenece á ella, la acusacion de ‘esa divina Sabiduría
misma humanada:
«Habia un padre de familias que plantó una viña y
»la cercó de vallado, é hizo en ella un lagar y edificó
»una torre (l) y la ‘arrendó á unos labradores y él se
»marchó á lejanas tierras (2). Y llegado el tiempo de
alos frutos, envió sus criados á los labradores á recoger
»los frutos de ella (5). Y los labradores, apoderándose
>> de sus criados, golpearon á uno, mataron á otro y ape
» drearon á otro. Segunda vez envió otros criados en mas
»número que los primeros, é hicieron con ellos lo mis
»mo. Últimamente, les envió su hijo, diciendo, á. mi hijo
»le respetaran. Pero los labradores, viendo al hijo dije
»ron dentro de si: Este es el heredero; vamos, maté
»mosle y tendremos su herencia. Y echándole la mano,
»le arrojaron fuera de la viña y le mataron. Cuando ven
» ga pues, el señor de la viña, ¿qué hará con estos la
»bradores (i) ‘h . ‘
En esta sencilla parábola, tenemos toda la historia
del género humano, y mas particularmente nuestra his
toria actual. La Francia es verdaderamente la Wña de
Dios en todas las naciones modernas, y la Iglesia es esa
Torre destinada á preservarla. Y ¿qué ha sucedido, qué
vemos en la hora presente? Los viñadores se han irritado
contra el Hijo y Heredero , y lo que jamás se habia vis
to y en ninguna parte, contra el Señor de la viña. No
intentan menos que derribar la Torre, y que arrojar, no

(l) El pueblo judío, la Ley de la naturaleza y la Ley antigua.


(2) Se retiró como á un sitio de observacion (Platon ya citado).
(3) Los profetas y los Justos de la Antigua Ley.
(t) San Mateo, XXI 33-40.
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO.‘ 28l
solo al Cristo, sino á Dios fuera de la viña, fuera de la
Sociedad, para apoderarse de esta y erigirse ellos mis
mos en soberanos y dueños como Dios mismo.
Pero en esto Dios no hace mas que cargar con el
odio que se tiene hoy dia á la Autoridad, porque Dios
es el único principio de esta y por consiguiente, de toda
Sociedad. La autocracia es una falsedad. El hombre,
que ha nacido súbdito con relacion á Dios, T1o podría sa
car de si la autoridad con respecto al hombre que ha na
cido libre con relacion al hombre. Y la Sociedad no pue
de descansar en una falsedad. Este es el vicio radical de
la Sociedad moderna.
El Cristianismo ha dado sobre esto al mundo a.dmi—
rables luces que han cambiado todo el derecho público,
y que no puede desconocer la política sin desconocer
se á si misma, y hacernos retrogradar diez y nueve
siglos. . ‘
La Autoridad , el derecho de potestad, es.de tal. modo
únicamente de Dios, que el Cristo mismo, aun siendo
Hijo de Dios como lo es, y aunque la plenitud de la, di
vinidad, habita en él, en cuanto hombre yaun en cuan
to que procediendo del Padre, no la tiene de sí. Así no
ha cesado de declararlo él mismo. El tiene la omnipo
tencia, todo poder ; toda rodilla debe doblarse ante él en
el cielo, en la tierra y en los infiernos; pero esta omni
potencia, HALE SIDO DADA (l). La tiene de su Padre, en
quien se halle en su fuente. Y toda su vida, desde el
pesebre hasta la cruz, ¿qué otra cosa ha sido. sino un
acto de adoracion y de inmolacion á la única potestad

‘ (l) San Mateo, XXVlIl, iS.


282 ‘ LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO. _

de su Padre, que él realza tanto mas , cuanto que al


recibirla de ÉL enteramente , se la somete ‘por com
pleto?
Así es como esta Sabiduría eterna que Cleanto , en
su himno, pedia_ al Padre de los hombres que los diera á
conocer, ha venido á darnos á conocer mejor ella misma
á este Padre, descubriéndole mas á nuestras miradas
como ese Rey Supremo eternamente todo poderoso, de
quien solo procede toda autoridad y todo poder y que es
el solo Señor. _
De esta suerte ha hecho el cristianismo dos cosas
notables en los gobiernos políticos de las sociedades.
Primeramente ha realzado hasta á Dios el principio
de autoridad; despues, y por el mismo medio, ha
preservado á los depositarios de esta autoridad for
midable de toda la embriaguez que podia resultar de
ella en detrimento de los pueblos, sobreponiéndoles la
autoridad de Cristo humillado y anonadado no obstante
ser Dios ante el Principio de _quien el mismo la recibe el
primero.
Ha hecho mas, y aquí es verdaderamente donde bro
ta y se ostenta la sabiduría política del Evangelio, fun
damento de todo derecho público civilizado.
Realmente y protegida de esta suerte, esta autoridad
¿cuál debe ser su carácter y objeto en los gobiernos cris
tianos?¿Acaso se veninvestidos de ella por sí mismos estos
gobiernos? Nada menos que eso. No existe menos fuera de
ellos el objeto que el origen. Teniéndola por medio del
pueblo, y por la nacion únicamente, no deben guar
dar nada de ella, pues solo está en ellos á título de
ministerio, de oficio, de servicio Minísteríum Dei in
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 283
bonum... in hoc ipsum servienles , como dice perfecta
mente San Pablo del poder de los Príncipes (I). Estos
no son Reyes ó Gefes sino para ser los servidores públi
cos de aquellos á quienes gobiernan. Esouchad esta pro
‘ mulgacion que ha abierto un abismo entre el derecho
nuevo y el derecho antiguo; «Vosotros sabeis que los
»príncipes de las naciones las dominan y que los ma
»yores ejercen su potestad sobre ellos. No será así entre
wosotros, sino que cualquiera que quisiere hacerse ma
» yor entre vosotros será vuestro criado. Y el que quisiera
» ser entre vosotros el primero, será vuestro siervo. Así co
»mo el Hijo del hombre no vino á ser servido, sino á
»servir y á dar su vida por la redencion de muchos x
Y para gravar este gran precepto en un ejemplo por
siempre memorable, que se ha erigido posteriormente
en costumbre entre los soberanos católicos, Cristo dió
el mundo pagáno confundido este admirable espectáculo
del Lavatorio de los pies, cuyos carácteres nunca serán
sobrado marcados: Sabiendo que el Padre habia puesto
todas las cosas en su mano, y que habiendo salido de Dios
ibo á retornar ú Dios: Se levantó de la mesa, se quitó
_ su manto, se ciño un lienzo , vertio agua en una palan
cana y se puso á lavar los pies de sus discípulos y á en
jugarlos. ...» Sobre lo cual Grocio, fijándose en el pre
ludio, hace esta bella anotacion: «Se bajo á tan vil ofi
cio,. sabiendo su grandeza y que salido de Dios, iba á ser
recibido en su Primacia y á ser el consorte de su Reino.
Todo esto espresa magníficamente cual es su dignidad.

(l) Ad Romanos c. Xlll, v. 4 —6.


(2) San Mateo XX. 25. 28.
286 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO,
tincion delo espiritual y de lo temporal que infringimos
abiertamente contra ella. Nunca por mas que se ha di
cho , ha pretendido disponer de lo temporal de los Esta
dos, y la célebre bula Ausculta, Fili, de Bonifacio VIII
contra Felipe el Hermoso fue impudentem_ente falsificada
en el sentido de esta‘ calumnia por este príncipe, falsifi
cador tamhien de las monedas de su reino , y cuyo
despotismo, así como su rapacidad, se hallaban visible
mente interesados en estas alteraciones (l). Si la Iglesia
ha pronunciado con frecuencia , en la edad media sobre
la suerte de las coronas, en bien de los pueblos, y
recíprocamente, es porque pueblos y coronas apelaban
á su jurisdiccion. Era este un régimen de opinion; que
ha valido mucho á la civilizacion á juicio de todos los

( l) El 10 de abril de i302 fué cuando se reunieron en Nuestra Se


ñora de París los tres Estados de la Francia. No hubo mas que una se
sion, á que asistió el rey. El canciller Pedro Flotte espuso, en un pro
longado y violento discurso, en qué consistía la querella: despuesleyó la
Bulacuyo texto falsíficado de propósito te»ia por objeto escítar las sus
ceptibilidades naciona‘es..... Habiase tenido cuidado de suprimir todo
lo que Bonifacio VIII había dicho sobre la alteraeion de las monedas y
de las exaccíones reales.—Tomando enseguida la palabra Felipe, de
claró que quería conservar libre de todo ataque la independencia del
reino (¡del reino!ll), considerando como enemigos públicos átodos los
que se adhirieran á las bulas del Papam—Bonifacio VIII, al saber estas
resoluciones, desaprobó en pleno Consistorio el pensamiento de haber
querido nunca reivindicar supremacía alguna sobre la corona de Fran
cía; pero sostuvo altamente su poder supremo de Juez espiritual de to
das las conciencias. Historia delas Estados ‘generales, por Jorge Picot
Juez del Tribunal civil del Sena, t. I. Introduccion, p. 21. Obra pre
miada por la Academia francesa.
Esta es la historia de todos los despotismos contra la Iglesia. Felipe
el Hermoso, Luis XIV, la Revolucion, Napo!eon , Bismarck. ¡Cuando
lucirá por fin la verdad en esta conspiraeion de tinieblas en que nos ha
llamos envueltos!
LA MEJOR FORMA DE GOBlEBNO CRISTIANO. 287
publicistas (l). Verdad es esta que no admite discusion;
no se convierta pues en flecha esta falacia contra la
Iglesia. Sean todos libres para apelar á la Iglesia de
nuestras discordias y de nuestras tiranías sociales y
europeas, ó para impulsarlas y continuarlas hasta volver
á caer en la barbarie de donde ella nos ha sacado.
Pero no debe llegarse hasta decir,.que lo temporal,
por claro que sea, nada tiene que ver con lo espiritual,
y que no lo implica necesariamente, como un cuerpo
animado implica un alma. Esto seria confesar que la
humanidadno es mas que un cadáver y profesar el ma
terialismo mas abyecto. ‘
La Autoridad en efecto es cosa moral y espiritual; y
no debe confundírsela con la fuerza. La fuerza la acom
paña, pero como revestimiento y suplemento. Y es tanto
mas autoridad cuanto mas exenta se halla de fuerza ma
terial. y mas descansa en la nociou del derecho y en la
conciencia del deber, en el sentimiento de 1a respon
sabilidad en el que manda, de respeto y de amor en el
que obedece. Esta es propiamente la autoridad: y esto es
enlo que consiste que no la tengamos ya y que solo
conozcamos de ella la fuerza. En otro tiempo eran los
malvados los que no conocían, respecto de la autoridad
mas que la fuerza, pero las gentes honradas, la masa de
la sociedad, la honraban á cara descubierta, y era tan
respetada como popular. El Francés estaba orgulloso con

( l) Me falta el espacio para recordar aquí el juicio sobre este punto.


de los publicístas protestantes, especialmente de M. M. Ancillon, Gui
zot, C.Coquerel, y de un admirable articulo del Qualcrlg Review,
que se tiallarán en mi Protcstantísimo en sus relaciones con el Socia
tísmo, t. I, pág. lol de la 3.‘ edicion.
288 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
sus soberanos y los amaba hasta la idolatría. Este era el
carácter particular de nuestra nacion y que hacía de ella
por escelencia, la nacion noble. En el dia, permítaseme
decir esta dura verdad, nos hallamos sobre este punto,
como los malvados de otro tiempo. No sentimos respecto
del Poder mas que desprecio, odio ó miedo; y el Poder
no tiene ya para nosotros mas que fuerza, charlatanismo
y artificio. Es decir que nohay ya autoridad; que la
moral que la constituye ha desaparecido, y que solo
queda la fuerza ; lo mas brutal que existe y mas abru
mador al mismo tiempo. ‘
_La Autoridad, no obstante , no ha abandonado la
tierra. Existe en alguna parte en este mundo. Hay un
gobierno‘ que ha guardado esta maravilla y en quien hasta
se muestra con un carácter de pureza que tal vez no tuvo
nunca. y aun, allí mismo, en un grado igual, como si se
hubiera enriquecido con todas las pérdidas que ha tenido
en otras partes. En este gobierno enteramente monár
quico, oligárquico y popular, basta la autoridad moral,
sin fuerza alguna y contra toda fuerza. Y este es el mas
complejo y mas vasto de los gobiernos. En él descansa la
autoridad, del centro á los estremos del mundo, sobre
la sumision en una gerarquía admirable. En él el mas
‘ grande es el mas humilde. Nadie manda en nombre suyo,
circulando en todos el espíritu de Dios y de Cristo, yendo
y viniendo en autoridad y en sumision con una emula
cion de respeto y de amor recíproca. He vuelto á nom
brar á‘ la Iglesia. Allí los últimos fieles obedecen á sus
pastores porque estos obedecen á sus obispos, los obis
pos al Papa, el Papa á Cristo, Cristoá Dios á quien solo
se remonta la sumision, porque de él solo emana y des
o

LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 289


ciende el poder. Y los millares de Ordenes y de Institu
tos, que se mueven en este vasto mecanismo, hacen lo
propio. Esla. imágen de la naturaleza. Comprendo, que
sin penetrar su misterio. tengan celos de esta institucion
los mas grandes políticos, que M. Thiers, lo sé, no pue
da contener su admiracion por la constitucíon de la igle
sia y que M. Guizot, con una de esas frases mas felices
que han salido de sus labios, la haya llamado una gran
Escuela de respetoJiubiera podido añadir, y de amor,
porque, cosa admirable, el respeto en todos los grados
no tiene en ella mas que un supremo signo, y este signo
es un ósculo en el rostro, en la mano, en el pie, segun
el rango. y _
En esta escuela se estaba educando mas y mas el
mundo moderno, cuando el génio del mal vino á arran
carle de ella. Desde entonces las sociedades se hallan des
heredadas de la Autoridad. ¿Es acaso para siempre? Des
pues de una noche secular de revoluciones políticas y de
colisiones sociales, ¿no volveremos á ver ya la salida de
ese astro cuya sangrienta puesta hemos contemplado?
Lo cierto es, y lo que debemos decirnos, que en el
punto en que se hallan las cosas, se agita en vano la po.
litica en la region inferior de las combinaciones, acerca
de lo que existe ó mas bien, de lo que no existe, por fal
ta de autoridad. In oanum laboraverunt. Donde debe co
menzarse desde luego á buscar este primer elemento cons.
titutivo de toda constitucion verdadera es arriba. Esto es
sencillo y solo parece difícil porque los mismos que reco
nocen la autoridad no se resignan con ella. Si es cierto,
como creo haber demostrado, que no puede haber socie- _
dad sin gobierno, ni gobierno sin autoridad ni autoridad
. 19
290 LA REVOLUCIONY EL ORDEN CRISTIANO.
sin Autoridad primera‘, es á esta Autoridad primera á la
que debe venir á fijarse esa cadena homérica de que está
suspendido el género humano, y cuya ruptura nocesará
de precipitarnos mientras nos obstinemos nosotros loca
mente en hacer de esta ruptura misma un principio. Esto
es 1o que proclama de un. extremo á otro de los tiempos
la gran voz de la Razon: «Rey supremo,» cantaba en
otro tiempo por boca de Cleanto, «nada se hace sin Tí,
escepto el mal que cometen los insensatosmortales! » Las
‘potestades gubernamentales, escribia últimamente Lord
Derbigh á M. Le Play, prescinden de Dios, porque estos
hombres se creen omnipotentes. He aquí la primera fal
ta. No se reconoce á Dios como á Dueño y Regente del
universo, con el auxilio del cual se puede hacer todo,
y sin el cual nada bueno puede hacerse.
¡Siempre la misma verdad! siempre tan sencilla,
siempre tan necesaria. Tal es, no obstante, el empobre
cimiento de los espíritus y de las voluntades que en el
dia se necesita emplear mucho raciocinio para hacerla
comprender y para hacerla admitir.
¿Y todavía se consigue sustraerse á ella? ¿Pero sabeis
cómo? Concediéndoosla, pero coneediéndoosla como espe
culativa. _¡Como especulatival ‘¡Una verdad por medio de
la cual se puede hacer todo y sin la cual no se puede ha
cer nadal Mejor seria negarla; porque es sin duda negar
la el rehusarla esta necesidad práctica que es su propio
carácter; y es además cargar con lo ridículo de una eon
tradiccion y de la peor especulacion: la pesquisa de la
piedra filosofal.
Esto es suficiente para que quede probado que la pri
mer piedra de toque en que debemos precisamente pro
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 291

bar ó esperimentar cual es el mejor gobierno, es este


principio divino dc toda autoridad; punto de enlace de esta
cadena de iman, que penetrando con su virtud todos sus
anillos, restablecerá todas las autoridades sociales en la
primera de que ellas se derivan: la Autoridad de Dios
sobre las almas, del gobierno sobre los pueblos, del pa
dre sobre la familia, del amo sobre los criados, del patron
sobre los obreros, del ciudadano mas digno sobre sus
conciudadanos, y finalmente de cada uno de nosotros so
bre sí mismo.

II.

SEGUNDA CONDICION, EL ónnsn.

_ La segunda condicíon, segun hemos dicho, es el


«órden
Restablecida la Autoridad, tendremos ya el órden, en
principio.
Restará que realizarlo y hacer que goce de él la so
ciedad ;
Y desde luego, el órden material, social y político.
No teniendo otro objeto la sociedad que precaverse
contra el mal, soltar la libertad del mal en plena socie
dad, es quitar la razon de ser de toda sociedad, es entrar
‘en el salvagismo y en el pebr salvagismo de todos, el que
va armado con todos los instrumentos y embriagado con
todos los apetitos de la civilizacion.
¡Consuélense los buenos y tiemblan los malos’ Esta fra
se es el santo y seña de toda sociedad. Así, ha bastado
pronunciarla para darse un gran prestigio.Desgraciada
mente ella tambien no fue mas que un prestigio.
292 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
Por su aptitud en realizarla , debemos juzgar el ré
gimen que nos conviene.
" Tal será naturalmente, el que hallándose mas arma
do de autoridad legítima tenga menos que contar conlos
fautores de ‘revoluciones.
Si durante ochenta años no hemos podido llegará un
órden estable, es en efecto, porque todos nuestros go
biernos revolucionarios, para llegar á serlo y para soste
nerse, han contraido mas ó menos empeños conel desor
den, y porque ellos mismos lo constituyen por la ilegíti— ‘
midad de su principio y de su accion.
El mejor régimen, el único digno de este nombre, será
pues aquel, que en vez de engendrarlos y de alimentar
los, combate valientemente estos monstruos cuya espur
gacion de la tierra ha constituido la gloria de los Teseos
y de los Hércules, en el origen delas sociedades.
No faltará quien diga que esto es atentar á la liber
tad, á los dere_chos políticos, al progreso social, á la.
emancipacion de los obreros y al desarrollo del espíritu
moderno, etc. etc, porque nos hemos dejado sorprender
de tal suerte por bandidos encubiertos.
A esto debemos responder con la autoridad del senti
do comun: primeramente, que esto es justo; despues, que
en nada afecta á la libertad.
Esto es justo, porque la sociedad es justa, y porque
esto no es otra cosa que la sociedad cuyo primer rudi
mento es precisamente sacar á los humanos de esta sal
‘ vage independencia en que se hallarian por si mismos
y hacérsel_a cambiar por la libertad social. La políti
ca de las ciudades y de los Estados no tiene otro objeto.
Cuando, pues, la política ha llegado al punto de que los
LA MEJOR FORMA DE GOÉIEBNO CRISTIANO. 293

malhechores públicos, contra quienes se hace aquella,


pueden armarse contra la sociedad, para quien es hecha
yde que sea una carrera abierta á los Catilinas, ha lle
gado á ser el completo trastorno de toda política yde toda
sociedad.
Y añado, de toda libertad.
No se toca en modo alguno aquí, en efecto, á la li
bertad: sálvasela al contrario y asegúrasela , no sola
mente libertando de esta tiranía á la sociedad que la su
fre, sino, 1o que es decisivo, á los mismos malheehores
públicos que la ejercen. El mal no es mas que un tirano.
No se consigue hacerlo sino comenzando por soportarlo.
No se coarta la libertad de un loco porque se le ate, ni
la de un criminal porque se le arreste; porque esto es su
jetar en ellos la locura y el mal que los poseen.
¿Cómo es que hay necesidad de decir tales verdades?
Porque el mal es general; porque se ha erigido en liber
tad política; porque su represion no es ya una cuestion _
de principio sino de medida y de exceso; porque en cuan
to se quiere tocar á él, no faltan gentes de buena fé que
toman partido por el honor de los derechos contra el De
recho; porque en lo mas fuerte del desencadenamiento de
los asesinos y de los incendiarios, tratados como belige
rantes, preguntan en efecto, si se tiene el derecho de he
rirles; porque finalmente, pastor delos pueblos, se lison
jea aun con satisfacer el órden, haciendo pacer los lobos
con las ovejas, y aun poniendo á estas bajo la guarda de
aquellos.
Cuando están confundidos de esta suerte los elemen
‘ tos, se tiene el caos.
El único gobierno que podemos querer es el que nos
294 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
saque del caos, no ya comprimiéndolo por medio de la
fuerza bruta, sino desembarazando y sacando de él el ór—
den social por medio de la autoridad. La Autoridad para
el órden.
Pero esto no es todavía mas que ol órden material.
Ahora bien, con este mismo fin, debe tomar el gobierno‘
su tarea de mas alto, y procurar en cierta medida el‘
órden moral.
Esto es tambien del mas vulgar sentido comun.
El mal es de suyo moral, antes de ser material. No
hablo de este foro interno que solo depende de lacon
ciencia; hablo del mal moral exterior que confina con el‘
desórden material, que es este desórden mismo en con
juracion mas ó menos abierta.
El gobierno debe reprimir toda clase de incitacion
del mal al mal, todas esas propagandas de falsedad y de
corrupcion, todos esos emponzoñamientos de la morali
dad social; periódicos en mal sentido, malos escritos, ta
bernas, teatros, etc., fuentes todas públicas donde va á.
abrevarse el pueblo, es decir, los pequeños, los ignoran—
tes y los débiles.
Es de derecho criminal vulgar, que el que, por me-
dio de eseitaciones y de instrucciones facilita un crimen,
sea castigado como cómplice. Lo que es cierto en el ór—
den particular, no podría llegar á ser indiferente en el
órden público. Esto es lo que no quieren comprender
nuestros gobiernos desde hace largo tiempo. Dejan obrar
al mal moral, le dejan ejercerse en las inteligencias
y en las almas, hasta que llega á constituir el crimen
de la mano esclusiva ó inclusivamente: esto depende del
grado de mal ó de la lógica. No admiten que la idea.
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 295

y la pasion scan el hilo y el resorte de la accion. Déjan


las cargar la mina, dejan acumularse la calumnia, el ul
traje, el odio, la amenaza, y cuando, encendidas por to
dos estos fermentos‘, estallan el incendio y el asesinato,
entonces solamente creen que principía su deber, á ries
go de disparar sobre sus partidarios. Pero en compensa
cion, velan para poner obstáculos á toda organizacion
del bien. Este es cl sentido en que les afecta ó llama la
atencion el órden moral.
Y lo espantoso que hay en esto, es, que no es esto un
crimen, sino un sistema, y un sistema liberal.
Hemos oido á jefes de gobierno, espresion perfecta
en esto del espíritu revolucionario, profesar que el ór
den moral no era de su incumbencia, y si únicamente
el órden material. ¡Cómo si el órden moral de hoy no
fuera el órden material de mañana, ó si no fueran ellos
mas que un gobierno al dia y á la hora!
Mas lo contrario es lo cierto y exacto. Si es preciso
tolerar la libertad privada y pasiva del mal, jamás debe
tolerarse su libertad pública y activa. Dios puede hacer
esto, porque tiene su dia eterno, pero no las sociedades
humanas cuya total existencia se haya interesada ó com
prometida en ello, sobre todo, en nuestros dias. En tiem
po alguno ha debido ejercer mas el gobierno lo que lla
maré la policía moral. En el dia en efecto, en que, á
causa del freno religioso que contenia en otro tiempo, y
ácausa del desbordamiento de las falsas ideas y de todos
los instintos perversos, de estos á la mano no hay mas
que una chispa que prende con una rapidéz fulminante,
debe prevenirse á la misma mano y retenerla ó conte
nerla en la propagacion de la pasion y de la idea. A
‘.296 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
causa de la triste herenciade impiedad y de desmorali
zacion que le han dejado las diversas clases de régimen
anteriores, el gobierno se encuentra que tiene en el dia
el cargo de las almas por el mismo título que tiene el
cargo del órden. ‘
M. Thiers ha estado mucho mejor inspirado cuando
ha dicho que el órden moral era para él una segunda pa
tria, que había tomado á su cargo defender, así como el
órden material. Solamente cuando ha hecho aplicaeion
de esta bella palabra á la represion de las hordas sangui
narias é incendiarias de la Commune, ha hecho dudar
que supiera distinguir bien el órden material y el órden
moral. _
En el estado de ruina nacional y social en que nos
han puesto nuestros desastres: estado sobrado semejante
al de los.Hebreos que tenían que levantar las murallas
de Jerusalem al regreso de su cautiverio á la vista de
los enemigos que los cercaban, un gobierno cuya mision
especial es apartar este mal enemigo ‘y tenerlo á distan
cia, para asegurar á la sociedad el órden, la paz,.la segu
ridad y la autoridad necesaria para esta grande obra de
su reconstruccion, opus grande et latum (I), y que deja
á la mentira, la corrupcion, el odio, la amenaza, la guer
ra, en una palabra, bajo todas sus formas penetrar y ha
cer írrupeion á donde están los operarios y contra ellos,
semejante gobierno repito, quebranta su primero ó mas
bien su único deber. ¡Qué será pues, cuando entrega los .
puestos de guardia al enemigo; cuando confía estas tres
santas cosas: el Culto, la Educacion y el Arte á ‘quien

(t) Nehemias, cap. IV.


LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO, 297

se atreve á decir y publicar: «Nosotros pedimos no sola


»mente la impunidad por el ultraje á la moral religiosa,
»sino tambien y por el mismo título, a‘ la moral pú
blica! » ‘
No diré mas aquí sobre el órden moral como cargo
de los gobiernos, por una razon muy sencilla en mi con
cepto: y es , que no están encargados de él sino hasta
cierto punto. Y esto es importante.
El Estado no debe ser doctor ni apóstol. En este
‘ sentido, tiene razon en decir: 'El órden moral no ¡ne c0n—
cierne.
El órden moral le concierne y no le concierne.
El órden moral le concierne especialmente, en el
sentido de que debe ser el primero en conformarse oon
él, en inspirarse de él en todas las leyes, todas las institu
ciones y todos losactos por los que gobierna, en el sen
tido tambien de que debe ser su servidor y oficial.
El órdel moral no le concierne en manera alguna,
en el sentido de que no tiene que hacerse illaestro de
doctrina y de moral. No solamente no tiene este deber,
Sino que no tiene este derecho. ‘
Y sin embargo, ¡cosa estraña! al mismo tiempo que
él declina el deber de asegurar el órden moral, se arro
ga el derecho de dictarlo y de imponerlo á su manera.
Hácese profesor, doctor y predicador á su modo. Se
ingiere en enseñar, prohibir, prescribir lo que se debe
pensar, creer, y querer en el órden moral y religioso.
Asesta sus miras por si propio á la instruceion laical. Se
erige en pontífice y en servidor del ateismo. Hé aquí
donde nos hallamos mas ó menos, hace ochenta años.
¡Se puede, en verdad batir de esta suerte, en bre
298 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
cha una sociedad arruinada y que se tiene el cargo de
levantar!
A nadie acuso aquí nominalmente. y hasta llego á
escusar lasintenciones. Pero lo que es mucho mas grave,
. acuso el sistema hereditario de todos nuestros gobiernos
durante ochenta años; denunciando siempre en ellos‘ á
la Revolucion.
El Gobierno que necesitamos debe romper sobre este
punto todavía con ella, ó perecemos sin remedio.
Deberá servir el órden moral, y no dejar de servirle.
Deberá asegurar, no la impunidad de su violacion, sino
la libertad de su observancia. No debe mezclarse en esto
de otra suerte , ni aun para procurar el bien.
¿Y por qué?
No estamos, gracias á Dios, como los pagános, sin
maestros en moral y en doctrina, no debiendo ilustrarnos
y guiarnos sino por los ojos y las manos del Estado.
Nos hallamos suficientemente provistos de ella, ó mas
bien, no reconocemos mas que un maestro: Aquel que ha
dicho con una autoridad que no puede pretender otra
alguna: «No os llameis maestros entre vosotros; porque
¡ono teneis mas que un Maestro, el Cristo; » que ha dicho
tambien á los de su Instituto: «Id, y enseñad á todas las
naciones, enseñándoles á guardar ú observar todo lo que
os he prescrito. » En esta elevada escuela ha sido educado
‘el mundo, y en ella es donde deben formarse maestros
y discípulos, gobiernos y naciones: este es. el órden
moral cristiano, que es verdaderamente para nosotros
una segunda Partir.ia. Nosotros solo pedimos una cosa:
la libertad de pertenecerle y de pertenecer por esto mas
estrechamente á la otra Patria. ‘
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 299

Esto nos lleva á la tercera eondicion caracteristiéa


del gobierno que necesitamos: la Libertad.

III.

TERCERA CONDICION, LA LIBERTAD.

La libertad es el patrimonio inalienable de nuestra


especie. Es el hombre mismo. Todo lo que propende á
disminuirla. propende á disminuir al hombre. Hállase
estrechamente unida en nosotros á la sociabilidad. La .
sociedad es su fin y su medio: El fin en que se desplee
ga en relaciones de perfectibilidad infinita: el medio,
que la garantiza para este fin.
La sociedad ha parecido á los ojos de Rosseau y de la
escuela revolucionaria de que fue el fatal inspirador, ha
llarse en sentido opuesto de la libertad, la cual no en
contraría su espansion ó desarrollo sino en la indepen
dencia de la vida salvaje. Esta es la grande heregia _deI
siglo.
Heregía duple, porque se dirige, primeramente en
efecto , contra la naturaleza social del hombre, pero no
se dirige y encamina menos contra todos los intereses
de su‘ libertad. Nuestra debilidad, mayor y mas protegida
que la de los animales, nos constituye, nos crea una ne
cesidad así como una satisfaccion de la sociedad en que
se guarece y se ejerce nuestra libertad.
Sin duda alguna que esta libertad es esperimentada
allí y con sobrada frecuencia, sacrificada. Pero esto no
depende de la sociedad; porque por enemiga de la liber
tad que se haga , nos deja todavía mas libertad que esa fa
mosa independencia del salvaje que lucha con todas las
300 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
fuerzas de muy distinto modo enemigas de la naturaleza,
.y que le constituyen en el ser mas degradado del mun
do. Esto depende de que el hombre nace malo. Esta gran
verdad, de triste esperiencia , y cuyo ministerio de jus‘
ticia nos ha revelado el cristianismo, contrapesándolo
con un ministerio de amor , es el nudo de todas las di
‘ ficultades sociales. Su negacion por Rousseau , y su per
dida en la ruina de nuestras creencias, es la gran causa
de nuestros estravios. Resulta de aquí, en efecto, que
_ reputándose buenos todos nuestros malos instintos nati
vos, lo criminal es su represion social. Es el advenimien
to final del estado salvaje. Volviendo á la verdad y
á la creencia sobre este punto, nos reconstituiremos pues
en sociedad, y por consiguiente, en la mayor libertad
posible. y
Dicho esto, porque hoy es necesario recordarlo ‘todo,
la sociedad verdadera, y por consiguiente, los gobiernos
que tienen su direccion, nos deben pues la libertad; la
libertad buena, la libertad del bien.
El gobierno no debe hacer el bien en nuestro lugar
y por nosotros; porque, ademas de que esto seria muy
¡Jeligroso para el bien mismo del cual se haria el arbitro
supremo, el mejor gobierno y que entendiera mejor el bien,
por el mero hecho de obligarnos á practioarlo, seria el
peor gobierno porque atentaria contra lo que llamaré
la flor del bien, el mérito; y su raiz: la liberlad.
Haria lo que Dios mismo se encarga de hacer. Porque
«tu nos gobiernas con una gran reserva, » cum magna
reverentía disponis nos, háse dicho á Dios en el libro de la
Sabiduría, y si somos tuyos, es por que lo anhelamos (l). n
(l). Sabiduría X1118.
. : m“. ..'
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTlANO. 30!

El gobierno en este sentido, debe ser verdaderamen


te liberal; mas por esto mismo, no debe serlo en el falso
sentido en que se entiende en el dia , y que es la irri—
sion de la libertad, en el sentido de guardar contempla
ciones con el mal y su tiranía.
Debe impedir el mal y dejar practicar el bien. Este
es su único ministerio: «El príncipe es el ministro de
Dios‘ en el sentido del bien (l).» .
¿Y no es este en efecto, el único objeto de todo go
bierno? El gobierno no tendría objeto si no hubiera mal
que reprimir. En una sociedad de sabios, el gobierno
seria inútil, y el ideal del sistema de menor gobierno,
la República, tiene tambien por principio la virtud, y
por fruto la mayor suma de libertad que ella implica, la
libertad de la virtud, del bien.
No hay duda que la imperfeccion humana soporta di
fícilmente este régimen; pero toda clase de régimen
debe penetrarse de su idea, y por esto es por lo que se ‘
le debe juzgar:
. Debe pues hacer dos cosas: conceder la mejor li
bertad, reprimiendo la mayor licencia; hasta que repri
mida toda licencia, no haya mas que libertades, si es
posible}
Esto es exactamente lo contrario de nuestras clases
de régimen revolucionario, donde hay mas licencia y
menos libertades reales; y esto bajo el pabellon de la
Libertad. ‘
Así; yo no reconozco mejor medio de clavarla Revo
lucion que por medio de la libertad misma quewella re
, /"
(t) A los Romanos XIII, 4.
3‘02 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
clama. Es preciso cogerle la palabra y oponerle la cosa.
Espreciso ponerle en el suplicio de la libertad.
¿De que libertad? se dirá.
Bespondo para llegar á la aplicacion , de la mas in
contestable y de la que mas se ha desconocido de todas
durante cien años, y aun dire durante dos siglos; porque
1a Revolucion , bajo este concepto no es mas que el
Antiguo Régimen trasformado y agravado ;‘ de la lliber
tad para el país de administrarse , restringiendo el po
der central al cargo de gobernar.
A partir de Luis XIV y aun de Bichelieu , salvo el‘
liberal y desgraciado esfuerzo de Luis ‘XVI, luchando
con dificultades que lo superaban y que no existirian en
el dia, no hemos tenido mas que un solo régimen; el
régimen de la omnipotencia del Estado. Todas las revo
luciones y todos los trastornos que han desgarrado la
Francia y conmovido al mundo, no han tenido por ob
jeto, desde entonces, mas que el de_ disputarse esta om
nipotencia, que ha ido continuamente aumentándose.
Derecho divino ó soberanía del pueblo, no han sido mas
que sus dos grandesjormas ; solamente que en la pri
mera el Estado provenía y dependia nominalmente de
Dios, y bajo la segunda, Dios depende (l) efectiva
mente del Estado. El monstruo como se ve, no ha per
dido en esto.
Hánse lisonjeado, no obstante, de haberle encade

(l) El autor emplea aquí el vervo relcver, que tiene los dos síg
nificados de. depender y provenir. De todos modos su‘ idea debe enten
derse en el sentido de que el Estado quiere hacer que Dios dependa de
él, puesto_que trata de stiprimirlo de su gobierno.
‘ (N. del r.)
t
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 303
nado por medio de lo que se ha llamado las libertades
políticas, las libertades necesarias, el régimen parla
mentario, ctc., etc.
Pero ¿qué ha ganado el pais en libertades verdade-_
ras, prácticas, reales? ¿Qué ha perdido el Estado en om
nipotencia?
¿Acaso por hallarsc en una sola mano, en una ó dos
asambleas, en las Tullerías, en el Cuerpo legislativo,
en el Luxemburgo, en el IIótel de Ville, ha sido el Es
tado menos absorbente y menos omnipotcnte para la
Francia? ¿Acaso nuestras representaciones nacionales,
cuando no han sido ficticias y serviles, han sido otra
cosa que luchas para disputarse este poder omnipotcnte? .
¿Acaso el pais real no ha sido presa del pais legal? Es
verdad, en esto hemos tenido libertad, pero por repre
sentacion ; es decir, una farsa de libertad. Hemos sido
libres y hasta soberanos en nuestros representantes y en
París. ¿Pero lo hemos sido en nosotros mismos y en el lu
gar mismo? De ningun modo. La máquina ha sido mo
vida por una ó por muchas manos; nosotros hemos re
portado mas ó menos beneficios de sus favores y‘ de sus
abusos, y si se quiere de sus beneficios, pero no hemos
hecho por esto mas que suscribir á nuestra servidumbre
en lugar de librarnos de ella.
Las consecuencias de este régimen, siempre el mis
mo bajo diversas‘formas, hacen resaltar mas su parte
perniciosa. Bastará nombrar tres de ellas.
La primera, es el empobrecimiento, ya que no sea,
la nulidad de toda iniciativa y de toda vida pública; es
pectadores y pacientes; jamás actores de nuestros pro
pios asuntos; la dependencia de los mas mezquinos, así
304 LA REVOLUCION Y si: ORDEN CRISTIANO.
como de los mas importantes intereses, en todos los pun
tos de la Francia, del Estado central, de su burocracia
y de sus agentes, bastante poderosos para impedir, ja
_más bastante para decidir sobre el terreno mismo de las
dificultades; especie de esfinge que rinde en sus labe
rintos y con sus enigmas, y cuya última palabra, des
pues de haber comenzado por un obstáculo , es lo mas .
comúnmente, una negativa.
. La segunda consecuencia es que el órden político y
social se halla perpétuamente en incertidumbre y tur
bado periódicamente en esa disputa de un Poder que
escíta la ambicion de poseerlo en razon de su omnipo
_ tencia, y que hace depender la vida entera de la Fran
cía de todas las intentonas revolucionarias que se verifi
can en París; aconteciendo lo que con un carruaje en
teramente cargado por arriba y que el menor choque
hace volcar.
La tercera consecuencia, en fin, es que la sustancia
rentística del pais se pierde en la retribucion de todos los
empleos que reclama ‘este vasto mecanismo, y que la ad‘
ministracion concluye por absorber la mayor parte de su
objeto.
¡Cuántas otras consecuencias, políticas y morales
podrían hacerse resaltar todavía?
Me limitaré, ba‘o
J este conce P to, á una reflexion ge
neral.
La moralidad de un pueblo se halla estrechamente
enlazada á la gestion de sus destinos, al ejercicio de sus
derechos y á la práctica de los deberes públicos. Nada le
corrompe como el predominio de los intereses privados
sobre estos derechos y estos deberes. La vida pública, en
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRlSTlANO. 305
todos sus grados, da formalidad y virilidad á la existen
cia. Ella hace circular un espíritu de nacionalidad que
anima los individuos con el interés, con el honor y con
la conciencia de todos. Esperimenta y desarrolla los ca
racteres y las aptitudes, rompe á cada instante el círculo
del egoísmo y provoca el espíritu de sacrificio por medio
del anhelo del bien público. Entrena los vicios privados
y obliga á hacer bien ‘por temor á la censura de la opi
nion y á la discusion de los actos que espone á la clara
luz de la publicidad. Preserva las costumbres de la des
composicion del individualismo y de la corrupcion del
bienestar personal. Hace, en una palabra hombres, ha
ciendo ciudadanos. Es la sociedad misma y por consi
guiente, el hombre. La sociedad es la familia, el distri
to, la provincia, la nacion. Ejercer la actividad en estos
diversos círculos sociales , es cumplir los fines de la na
turaleza humana y_realizar toda la perfeccion de que pue
de ser capaz en cada uno. de ellos , por medio de la ob
servancia del principio eomun á todos y que no puede ser
desconocido en uno de esos círculos sin deeaer en los
otros. El estado contrario es anormal. Un gobierno que
absorve toda la vida nacional, aunque fuera el mejor
gobierno, es mortífero para una nacion. ¿Qué será pues
cuando es ‘el peor? Y es casi inevitable que llegue á ser
lo, por el mismo vicio que produce en sus súbditos, por
que el mismo no es mas que un interés privado, y el mas
enorme, y por consiguiente , el mas corruptible de los
intereses privados, que no solamente se_ corrompe en
proporcion, si me es lícito hablar así, de su volúmen,
sino que tiene interés, para conservarse , en corromper
á todos los demás, privándoles de esta vida ptgoblica que

r
306 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
los regeneraria, y hundiéndoles mas aun en esta corrup
cion que se la hace olvidar. Semejante desórden no ofre
ce entonces nada parecido á una sociedad; es una aglo
meracion de intereses privados desmoralizándose unos á
otros bajo la accion desmoralizadora del mas monstruoso
de todos. Corromper y ser corrompido es la condicion
de tal régimen, y llaman á esto civilizacion. Corrumpe
re et corrumpi sazculurrt apellant , como decía Tácito de
su época tan semejante á la nuestra. y
La Revolucion ha llevado este régimen á su colmo,
pasando su nivel sobre_ todas las actividades locales y
provinciales que existían aun; estrayendo de la sobera
nía del pueblo la deificacion del Estadofabatiendo todas
las trincheras de la libertad por medio de su guerra á
las creencias y del monopolio de una enseñanza sin Dios;
poniendo á la Francía á pública subasta de las revolu
ciones; haciéndonos pasar perpétuamente de laagita
cion de la servidumbre á su estancamiento; haciendo
en fin de la Nacion un cuerpo couvulso ó postrado, cuya
cabeza de repuesto es un bohemo ó un césar, y siem
pre un del
ciente aventurero político, encarnacion
mismo Panteismo del Estado. mudable
n y cre

¿Concluiremos en fin con este régimen antiliberal y


antisocial? ‘
La antigua Francia, ó mas bien la jóven Francia,
en el vigor todavía bárbaro de su formacion , menos
bárbaro que el estado en que nos precipita la enervacion
de la decadencia, no lo habría, soportado. La edad me
dia estaba erizada de libertades, segun la dura espresion
de Montalembert. Todo en. ella era franquicias comuna
les , provinciales, universitarias, judiciales, fabriles.
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 307
Era una fermentacion universal de libertades locales
que habia ido á parar á lo que se llamaba los países de
Estado, es decir, las provincias administrándose á si
mismas , como debajo de ellas las comunas, en toda la
propiedad de sus autonomías, sin perjuicio de la grande
nacionalidad hasta que gravitaban, y cuyo patriótico
concierto resumian los Estados generales con la mo
anarquía.
El Antiguo Régimen ha sido el primero que ha pues
to la mano en este sistema, coronándole con las flores y
frutos que él habia producido. Luis XVI, no pensaba mas
que en devolvérnoslo. La Revolucion. no ha trabajado
sino para confiscarlo y aniquilarlo. ‘
Háse creido desde entonces suplirlo ventajosamentc
con el sistema parlamentario; y hasta háse autorizado
siempre para prcconizarlo, á ejemplo de Inglaterra.
Yo declaro, á pesar de lo que acabo de decir de las
‘ condiciones con que se ejerce, no tener preocupacion
alguna contra este sistema. Admírome solamente, de
que, despues de tantos ensayos infructuosos ó desgra
ciados, no se haya descubierto aun la causa de su ine
licacia.
Esta causaes sin embargo manifiesta. Este sistema
participa en efecto, del vicio de la omnipotencia del Es
tado de que acabo de hablar; no siendo este mas que un
agitador del poder central, y raras veces un contrapeso.
Y aun cuando fuera un contrapeso, no seriatampoco mas
que un contrapeso de su ejercicio. Ahora bien, no se tra
ta aquí de su ejercicio, sino de su existencia. Es una
perla, si se quiere; pero mejor y mas nos valdría una
semilla de libertad. La libertad politica es una cosa muy
308 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
bella, pero cuando se sustituye á la libertad civil y ad
ministrativa , que es la libertad práctica de todos los
dias, es permitido encontrarla muy hueca y vacía. Nues
tros representantes establecen libertad para nosotros;
pero la libertad es eosa propia y no se paga de ficcio
nes; no se es libre por procurador. Estos representantes
no nos libran de la autocracia del Estado, sino que la
absorben; y no absorben menos nuestras libertades pro
vinciales. Es una oligarquía que no modera la autocracia
del Estado sino por medio de revoluciones mas funestas
al pais que al Estado mismo; porque sólo nos hacen cam
biar de collar; y Dios sabe lo que ganamos con este cam
bio I ¿Qué es pues lo que quereis? se me dirá; ¿No que
reis ni Parlamento ni poder? ¡Quereis pues el federalismo?
Yo quiero el Poder, quiero un Parlamento, quiero la
unidad nacional; pero los quiero reducidos al puro go
bierno, como en todo pueblo mayor ó que quiere llegar á
serlo, como en Inglaterra,.y, salvo el progreso, como
antes delAntiguo Régimen, en Francia. Quiero esta
constitucion verdaderamente franca, que el Antiguo Ré
gimen y la Revolucion nos han arrebatado. Quiero la
descentralizacion.
¿Por ventura se ignora que en Inglatera se adminis
tra el país directamente por sí mismo, y que las cámaras
solo tratan de cuestiones de política general? ¿Cómo no
se ha visto que tomando á este gran país su constitucion
parlamentaria ,.deberia tomársele tambien su constitu
cion administrativa, bajo pena de toda clase de abortos
y de todas la revoluciones cuya copa hemos agotado
apurándonos nosotros mismos?
Descargar á la nacion .por arriba; repartir el peso de
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 309
la autoridad y el contrapeso de la libertad en todas las
condiciones sociales, establecer de esta suerte por todas
partes puntos de estabilidad y focos de actividad que ha
ciendo circular la vida pública, eviten, indemnizándolos
de esta‘ suerte, que tengan interés los ambiciosos de poder
y los fautores de revoluciones en disponer _de los destinos
del país con una votacion ó con un golpe de mano; volverá
colocar la pirámide sobre su base; hé aquí lo que yo quiero.
Y no podria espresar mejor mi pensamiento que
apropiándome este escclente resumen de un análisis ilus‘
trado de los votos ó deseos de nuestros padres, de ese
gran pueblo de l789 que la Revolucion ha hecho socia
listayque queria serliberal:— «En la cumbre de la admi
nistracion el soberano, despues de él, los Estados genera
les representando la voluntad nacional cuya sola espre
sion crea únicamente la ley; debajo de ellos los Estados
provinciales, libres de obrar sin trabas en todo aquello en
que no intervengan ó prohiban los Estados generales;
mas bajo todavía, las Municipalidades representando en
la Commune lo que los Estados provinciales representan
en la provincia y los Estados generales en la Francia
entera; cada cual refiriéndose al otro y cada uno indepen
diente; cada uno libre y cada uno obedeciendo, el ciudada
no á la asamblea compuesta de delegados elegidos por él,
el diputado al mandato del elector que le ha elegido; gc
rarqula ciudadana substituida á la gerarquía feudal, con
junto, respecto del cual, ninguna de sus partes podria
desaparecer sin comprometer una de las dos grandes con
veniencias sociales, larunidad ó la desentralizacion.» (i)
(l) Leon de Poncins. Las A cms de i789 á los verdaderos principios
liberales: p. 226.
310 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
He aquí el voto ó deseo liberal de las Actasde l 789.
A esto es á lo que debemos volver, si queremos 'vol
ver á subir de los abismos, inspirándonos por otra‘parte
on todos los grandes principios de Autoridad y de Orden
que ya he sentado y sin los cualesningun sistema de Li
bertad es roalizable.
Tales son las tres condiciones y los tres principios en
que debemos esperimentar ahora el régimen que nos
conviene. El mejor es el que mas se acomode á ellas.
Sentado de esta suerte la cuestion, no puede decli
narse, ni atribuirla á preocupacion alguna de . partido,
cualquiera que sea , si no es del gran partido nacional
de la Francia.
Vamos á verlo pues. Y desde luego, veamos las dos
clases de régimen que tienen actualmente el favor dela
opinion. ‘ '
IV.
'
REPUBLICA. CESARISMO.

República,
Estamos, se dice, en república desde el 4 de Setiem
bre de 48'70. Lo hemos estadoya otras dos veces en i.848
y en i795. Si debiera juzgarse este sistema por estos
tres ensayos y estas fechas, aun cuando siempre es al
principio cuando las clases de régimen son mas favo
rables, bastarian para dictar la sentencia. La República
sería la Revolucion; es decir, lo opuesto á la autoridad,
lo opuesto al órden, lo opuesto á la libertad; la liga
del mal público y la division de todos los partidos dig
nos. No seria el peor de los gobiernos, sino la negacion
de todo gobierno, Inútil es insistir en esto.
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 31!
¿Pero es esto verdaderamente la República, y no po
diia llegarse á un estado digno de este nombre, á una re
pública conservadora?
Preciso es entenderse. ¿Se quiere hablar de un esta
do pasajero, ó interino, de un cuadro convencional en el
que entrasentodos los partidos abjurando sus preten
siones en vista del peligro público de la disolucion social?
Sí, yo creo que se puede verificar semejante convenio.
bajo el nombre de República. Y aun añado, que, en las
circunstancias presentes se debe. Pero no nos engañemos
en esto, y estemos en guardia; porque esta no será nun
‘ ca mas que una barca, que la tempestad no cesará de re
clamar, y que reclamará siempre el navío. ‘
¿Quiere hablarse, por lo contrario, de la verdadera
República, tomada por lo serio y en definitiva? ¡Oh! en‘
tonces todas las condiciones cambian.
No solamente, en efecto, semejante gobierno re
quiere los tres principios de todo gobierno; autoridad,
órden y libertad, sino que los requiere mas que cual
quier otro. ‘
«¡Qué cosas tan difíciles de reunir, dice su corifeo
Rousseau, no supone este gobierno! Primeramente, un
Estado muy pequeño donde sea fácil reunir al pueblo, y
donde pueda cada ciudadano conocer fácilmente á todos
los otros; en segundo lugar, una gran sencillez de cos
tumbres que evite la multitud de asuntos y discusiones
espinosas; despues mucha igualdad en los rangos y en
las fortunas, sin lo cual no podría subsistir la igualdad
por largo tiempo en los derechos ‘y en la autoridad; fi
nalmente poco ó ningun lujo.» (i) «A decir verdad,
(l) Contrato social lib. IlI,‘cap. XII.
3l2 ‘ LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO. .
añade, este régimen solo se ha hecho para un PUEBLO ns
Diosas.» (l)
Rebajemos, si se quiere, de estas exigencias; siempre
será preciso acudirá la palabra de Montesquieu, que asig
na por principio á tal gobierno la virtud y la virtud en to
dos, puesto que es el gobierno de todos. No permite la
mayor suma de libertad, sino porque implica la mayor
suma de autoridad. Solamente queen vez de ser una au
_ toridad política es una autoridad moral; en vez de estar en
manos de uno solo, debe estar en el alma de todos, y ¿cuál
puede ser esta autoridad, sino es la de Dios; no ya mediata y
porrepresentacion, sino directa y en cada uno? Es el go
bierno que requiere mas moralidad, y para este efecto mas
religion. «Eldespotismo es el que puede pasarse sin la'fe,
»dice muy juiciosamente M. de Tocqueville, pero no la
»libertad. La religion es mucho mas necesaria en la re
»pública que. ellos preconizan que en la monarquía que
»ellos atacan, y mas en las repúblicas democráticas que
»en todas las otras. ¿Cómo podría la sociedad dejar de
»perecer, si mientras se relaja ó afloja el lazo político, no
»se estrechará el lazo moral, y quéhacer de un pueblo
»dueño de sí mismo sino se halla sometido á Dios?» (2)
La República es el gobierno de derecho divino in- "
mediato. Es una teocracia. Asi es que por todas partes
se nos aparece en Roma, donde tenia por sede el templo
mismo de Júpiter Capitolino; en Judea, en tiempo de los
Jueces, donde despues de haber promulgado él mismo su
ley en el Sinaí, regia Jehovah su pueblo desde el Taber
náeulo, donde ella reposaba; en Atenas, donde habiendo
(1) Ibid. lib. lll, cap. lV.
(2) La Democracia en América, t. I cap. XVII.
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 313
esclamado San Pablo: «Átenienses; vosotros me pareceis
en todo religiosos hasta el esceso (l) ; en esas altivas re
públicas italianas de la Edad Media, cuyas viejas torres
nos permiten leer todavía esta inscripcion: J. C. FLOR.
R. ELECT. DECRET. S: P. Q. «Josu-Cristo Elegido Rey
de Florencia, por Decreto del Senado y del Pueblo.» ‘
El régimen republicano quiere almas nuevas y de
fuerte temple; jamás se ha visto en un pueblo enveje
cido. Se comienza, pero no se acaba por la República.
Esto hasta, sin hablar de las demás condiciones,
para que no se tenga fé en la República en un pueblo
que ya no tiene fé, y en repúhlicanos que hacen precisa
mente consistir este régimen en la ruina de su único fun
damento, y de la primera muralla de la libertad contra
el despotismo. Me reservo decir mas sobre esto , por lo
menos, hasta que hayamos llegado á ser, no digo ya un
pueblo de dioses, sino un pueblo de justos.
Pasemos al Cesarismo. _
A decir verdad, no creo necesario discutirlo. Si no
‘ somos bastante perfectos para la República, no estamos
bastante degradados para el Cesarismo. No hay un Ce
sarismo bueno y otro malo como hay una República
buena y otra mala. El Cesarismo no es susceptible de
ideal; Su nombre mismo lo condena. Este nombre es un
epitafio, así como la cosa que designa es un sepulcro: el
epitafio y el sepulcro de esos pueblos muertos en que
nada subsiste mas que la descomposicion. Puede salirse
de la demagogia por la inminencia de los peligros so
ciales que no permite permanecer en ella. Pero en el Ce
sarismo no puede'hacerse mas que podrirse bajo la fatal
(l) Act. xvn,22.
3H- LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
apariencia de reposo. Una y otro, por otra parte, son los
hijos de la Revolucion que los engendra alternativa
mente, el uno por la otra y de donde ella hace provenir
su último fruto: la Muerte. Este horrible consorcio de
SArAÑÁs con la REBELION hija suya, que tiene en su ceñi
dor una jauria de perros ladrando y que en cuanto se les
reprime, vuelven á entrar en su seno como en su per
rera y dan origen á la MUERTE: ‘ ‘
El .Cesarismo es la revolucion, lo mismo que la
Demagogia. Solamente, y esto es lo que lo hace mas
funesto, es la revolucion mas una mentira. Es la aven
tura, mentira del derecho; es la fuerza, mentira de la
autoridad, es la eompresion, ‘mentira del órden; es la
corrupcion, mentira de la libertad; y es la catástrofe,
mentira de la gloria.
Lo espantoso en elCesarismo es que hace á los pue
blos en que ha puesto la mano, masy mas incapaces de
cualquier otro régimen que no sea el mismo. Abre un
surco en el cual vuelvená recaer siempre, y por donde
descienden, de monstruosidades ‘en monstruosidades,
hasta la última degradacion.
Asi, desdiehado el pueblo á quien no sirve de nada
la primera esperiencia que se ha hecho de él.
En las razas cristianas, entiendo católicas, tiene un
enemigo nato, y es la Iglesia: Hállase pues impulsado á
una lucha con ella, comenzando siempre por adularla y
concluyendo siempre por estrellarse contra ella. A no ser
por la Iglesia, hubiéramos sido hace largo tiempo su
presa. Así, todo su juego consiste en desacreditarla y
perseguirla. Por esto sobre todo es la Revolucion, de
acuerdo con la peor demagogia.
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 3l5
Solamente me admira y espanta una cosa, y es, que
encuentre cómplices para estejuego en gran número de
gentes dignas, aun liberales, y aun católicas!
Y sin embargo, regla tan cierta como fácil de apli
car, criterio infalible: ¿Se quiere saber lo que es un go
bierno con relacion al derecho y á la libertad? Véase lo
que es ó lo que propende á ser con respecto á la Iglesia.
Desconliese del origen de sus lisonjas y de sus anticipos
‘para con ella, siempretoscos y por lo tanto , fáciles de
distinguir de la sincera adhesion ; despues cuando se le
vea, lo que no tardará en hacer entrar en competen
cia con.la Iglesia, disfamarla en la opinion, contrarres
tarla en los actos, sustituirse á ella, atentar en una pa
labra, contra la jurisdiccion eclesiástica y erigirse en
pontífice de lo temporal, por especiosos que sean los
nombres con que se eneubra; libertad, civilizacion, pro
greso etc. ctc., decid valientemente: Te conozco; tú eres
el despotismo, tu eres el cesarismo, y profetizad su cai
da, y con ella la de la nacion que le haya seguido por
este camino, y no os equivocareis nunca. ‘
Respecto de nosotros, sobre todo, despues de tantas
desastrosas esperiencias de este fatal régimen, seriamos
absolutamente inescusables si nos dejáramos volver á
dominar por él. Entraña consecuencias tan enormes,
que no se puede arriesgarse á sufrirlo tres veces bajo
pena de perecer en él.
3to LAREVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO‘.

V.

MONARQUÍA.

Entre el verdadero régimen republicano , sobrado


alto y el régimen cesáreo sobrado bajo para nosotros,
queda la Monarquía.
El Cesarismo solo ha durado en Francia de quince á
. veinte años. Lo que se llama la República, menos toda
vía. O mas bien, seria exacto decir que ni el uno ni la‘
otra han emistido, si se entiende por existencia un estado
normal, permanente y estable. Han sido crisis sangrien
tas, huracanes, ó bien edificios artificiales, cuyo tejado,
por largo tiempo prometido y aplazado, no ha podido fi
jarse sin hacer que se desplomaran sus paredes. La va
nagloria y la falsa prosperidad que nos han dado, esta
ban hipotecadas sobre el porvenir, que han resuelto en
desastres, que nos han puesto siempre mas abajo y mas
atrás del punto de donde nos habían encontrado.
‘ La Monarquía ha durado mas de diez siglos: diez si
glos de engrandecimiento progresivo, de gran gloria y
vitalidad, tal que, en sus mas grandes crisis, como bajo
Cárlos V y bajo Cárlos VII, la Francia ha encontrado en
este régimen, desquites siempre mas bril1antes.y mas
rápidos que sus reveses, y nunca el deshonor.
Reduciendo la comparacion á este concurso de las
tres clases de régimen , en las esperiencias que de ellos
se han hecho, despues de la Revolucion, la cuestion no
podría ser ni por un instante dudosa.
. Es preciso tener en cuenta desde luego, un elemen
to de prueba necesariamente fatal á todos: la Revolucion.
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 317
Con este elemento destructor, debían caer todos.
No por haber caido, pues la Monarquía, con estas
condiciones, como las otras clases de régimen, debe asi
milársela á estos. No debe juzgársela por esto.
No , el programa es el siguiente: Dada la Revolucion,
y en su consecuencia, siendo la caida inevitable, ¿cuál
es el que ha dado á la Francia mas grandeza y libertad?
Sobre este programa verdadero , está juzgada la
cuestion; juzgada, no por tal ó tal opinion, sino por
todas, y por lo que las domina á todas: la Historia.
Puede reducirse la comparacion á solo los diversos
gobiernos que han caido unos sobre otros, á nuestra vis
ta, á tres términos: el advenimiento, el reinado y la
caida. .
El Advenimiento.—Las tres Repúblicas no han sido
mas que raptos demagógicos del poder; los dos Impe
rios, golpes de fuerza; lo que se ha llamado la mayor de
las Repúblicas, un robo monárquico: todas revoluciona
rias en esto.-—Solo un advenimiento ha sido puro, na
cional, francés, el de la Restauraoion. No insistiré sobre
la impudente falsedad de que fué impuesta por el Es
tranjero, falsedad desmentida actualmente por todos
hasta por los que la han forjado. Porque es justamente
lo contrario. Ella es la que ha sido impuesta al Estren
jero; impuesta por el respeto á la Francia tanto como
por el honor de la Europa-Hé aquí lo cierto; y al de
cir esto, no soy de ningun partido. . _
El Reinado.—¿Qué he de dicir sobre esto? ¿Qué han
sido nuestras tres Repúblicas, qué han sido losdos Im
perios qué ha sido aun el Régimen de Julio. compara
dos con la Restauracion, bajo todos los puntos de vista;
318 LA REVOLUCION YxEL ORDEN CRISTIANO.‘

del realzamiento de la Francia, de los caracteres, de los


talentos políticos y diplomáticos, de las letras y de todas
las artes de la paz, de la preponderancia en lo esterior y
de la. libertad en lo interior, de la grandeza nacional y
social en todo?
historiador Es hasta justicia
y publicistadque no loreconocerlo
haya hechoyasí.
no sé de

La Caída-¡Cosa notable! no hay un solo régimen


que no haya dejado á la Francia cercenada, arruinada,
ensangrentada. Solo la Monarquía, fiel en esto á todas
sus tradiciones, despues de haber levantado á la Fran
cia de todos los campos de batalla de la Europa donde
no habíamos alcancado la victoria sino para ocasionar la
derrota, y para ser destruidos finalmente en nuestro
territorio; despues de haber‘restablecido nuestras fron
teras, y sobresalido en el concierto europeo, hace flotar
su bandera y tronar sus cañones en el Vidasoa y en Na
varino, sin querer á toda costa, ni la paz ni la guerra,
sin esperimentar nunca ni oprobio ni reves alguno, la
Monarquía, repito , nos ha dejado, al partir, un reino
. mas , y si hubiéramos sabido colonizarlo, un mundo: el
Africa. Ha caido bajo este laurel, y ha partido escoltada
de un modo régio por esta victoria. Este es su Waterloo
y su Sedan.
Ha cometido faltas; es verdad. Pero no ha cometido
crímenes, crímenes que, digase lo que se quiera, no de- '
jan de ser faltas, y de las mas graves y de las mas im
perdonables.
Ha cometido faltas. Pero ¡qué mas alta idea puede
darse de este régimen que el querer que no cometiera
faltas, como si se le juzgara impecable!
Gradúcnse todos los otros por esta exigencia.
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 319
¡Ha cometido faltas! ¿Pero en qué condiciones?
¿entre qué dificultades? ¿Es justo no hacerse cargo de
esto? Despues de la compresion ejercida por el primer
Imperio sobre todos los partidos de la sociedad francesa,
destruidos unos y otros por la Revolucion, de estos
partidos cuyas sangrientas quejas ó contrafueros ha
bian sido rechazados. pero no juzgados , vueltos á
poner en libertad , se encontraron en presencia unos
de ‘ otros , con todos estos contrafueros. Las heri
das, que solo estaban vendadas, volvieron á abrirse
¡Qué obra tan ímproba no era el pacificar, y fundir en
una misma satisfaccion las víctimas los verdugos!
¡Volver á encontrar , despues ‘del Terror y del Imperio,
ese mismo espíritu de fraternidad nacional y de emula
cion de sacrificio por el bien comun que habia brillado
en la aurora de i789, como si nada hubiese pasado des
pues! Reanudar la cadena de los tiempos con anillos tan
rotos y refractarios!—-¡Qué de partidos, y qué parti
dos! ¡Cualquiera cosa que se hiciera seria mas bien para
dividir que para unir! ¡Todo cuanto se hacia por la auto
ridad , por el órden, por la moral y la Relicion, se im
putaba al Antiguo Régimen; todo cuanto se hacia por la
libertad, se aplicaba á la Revolucion! ¡Censúrase á la
Restauracion el haber sido un gobierno reaccionario,
ella que principió por ,hacer sentar á regicidas en sus
consejos y que terminó por la espulsion de los Jesuitas!
¿Qué prendas se le echaran en cara, en sentido con
trario, que tengan el triste precio de estas? ¿Serian los
ministerios de los Richelieu, de los Lainé, de los Villele,
de los Serre, de los Martignac; caracteres y talentos de
conciliacion , si los hubo jamás, y que permanecerán
320 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
siendo el honor de la política francesa? ¿Qué mas se
quería? ¿Qué se queria que fuera mejor?
Hé aquí no obstante la‘ Restauracion, en suma, hasta
las Ordenanzas. Pero.estas funestas Ordenanzas son las
que constituyen el irremisible contrafuero. ¡Ahl ¡Por qué
no hizo un bello acto de usurpacion, ó porque no dió
un buen golpe de Estado cesareo, ó no hizo un 4 de
Setiembre republicano! ¡por qué no se burló‘ de las
libertades necesarias en frente de las mayorías, emplean
do estas solo para forjar constituciones contra ellas mis
mas! jEntonces, sin duda, hubiéramos tenido paciencia,
y hubiera sido preciso que abusara de un modo entraño
de estos procedimientos, que precipitase la Francia en el
oprobio y en la sangre, ó que la amenazara con arro
jarla en los últimos abismos para decidimos á salvar
nos del naufragio general en que ella misma hubiera
zozobrado!
¿Es esto decir que las Ordenanzas no hayan sido una
falta? Indudablemente, y aun una enorme falta ¿Pero
sabeis por qué? Por haber obrado la Monarquía contra su
naturaleza, por haber sido, por un solo dia, lo que han sido
constantemente todos los gobiernos revolucionarios que ‘
le hemos preferido: esto es, violenta. Era inesperta para
sobreponerse á las leyes ,. y su falta de habilidad en esto
constituye" su elogio. Además, obra así contra la Revela.
cion, y esto es, sobre todo, lo que no se la ha perdonado.
Quiso hacer con un golpe de Estado un acto de salva
cion social, cuando no es permitido por nuestras costum
bres obrar por medio de un golpe de Estado sino para
‘apoderarse del poder y esponer nuestros destinos. Hasta
tal punto la Monarquía en Francia es de csenciaáuntiem
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 32!
po mismo liberal y conservadora , que no le es permitido
tocar á nuestras libertades, aun para promover el bien
público, ni dejar que perezca este bien, aun para sal
var nuestras libertades ¡á diferencia de los demás go
biernos que sacrifican impunemente estos dos grandes
bienes á sí mismos! _
Es preciso además convenir, en que el problema,
en i850, habia llegado á ser de una dificultad escepcio
nal. Cuando se quiere hacer enteramente responsable de
la caida de la Restauracion á la falta de haber dado las
Ordenanzas, se da prueba de injusticia ó de cortedad de
vista. Las Ordenanzas fueron la ocasion de la Revolu
cion de Julio, pero no su causa. Esta causa era la Re
volucion , que evidentemente habia acorralado á la Mo
narquía hasta el último estremo, y contra la cual esta
cometió tan solo la falta de volverse. Ha sido el ciervo
acorralado por la jauría de perros. Estamos seguros de
esta verdad en el dia histórica: y es la jauría misma;
son los que se han vanagloriado por sí mismos de no
haber sido en esta caza de la Monarquía mas que los far
sames de la libertad.
Entiéndase esto, no en favor de una causa á la que
no tengo derecho de decir‘ que pertenezco, sino en
favor de la verdad. _
_Como quiera que sea, estos tiempos estan lejanos.
Todo lo que ha pasado despues no es para que nos mos
tremos exigentes ni delicados. No perecemos por esceso
de órden , de principios, de probidad , de honor, de‘ fé,
de grandeza y de preponderancia nacional, de todo lo
que la Monarquía ha dado durante diez siglos á la ‘Fran
cia y de todo cuanto.habia vuelto á darle. Hemos
‘ 21
322 LA. REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
caido precisamente á causa de todo lo que la hizo ‘caer á
ella misma. Porque , cosa notable, la Francia y la Mo
narquía están tan hechas la una para la otra, que cuanv
do no es la prosperidad , es la desgracia la que las une,
que siempre han tenido el mismo enemigo, y que todo
lo que ha hecho la Revolucion para dividirlas va á pa
rar al fin de cuenta , á reunirlas.
Esto es cierto, sobre todo respecto de‘ esa Dinastía,
la mas antigua de Europa, que la Providencia se obstina
en. conservar y reservar, y que, despues de tantas humi
llaciones y desastres, se nos aparece aun en el dia, en el
‘estrecho horizonte de nuestras desgracias, en su perso
nificacion mas augusta. «¡Dinastía sin igual!» decia,
hace cuarenta años, para la época en que estamos, el
publicista profeta cuyas veridicas previsiones ya he ci
tado «¿no es del caos, sino de la nada y como al rededor
ade ella y por ella ha sido creada la patria? ¿Qué era la
»Francia, cuando el advenimiento de lo que se llama tan
«justamente la Casa de Francia? Sus dominios se hallaban
aestrechados entre el Loira y el Soma. ¿Qué es la Fran
acia despues de siglos pasados bajo tales auspicios? . . Su
«conquista se halla circuida por tres mares lejanos...
»Unica en el mundo, ofrece la Francia el fenómeno de ha
.»‘» Y
berse
en los
realizado
últimoslatiempos,
obra bajodespues
la mismaderaza
diezdeaños
reyesde(l)san

»grientas proscripciones, despues de otros quince años


o» transcurridos en la servidumbre, al través de dos inva
v» sionesverificadas una tras otra, no anunciaban los pre?
u» sagios mas que la usurpacion del estranjero, la division
(l) De lafiervaisais, la Monarquía, p. 3 (l829).—La Monarquía
cristianisima es la que ha hecho el mapa de Francia. «Armand Carrel.»
La MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 323

vdel territorio, y el vasallaje ó servidumbre de la nacion.


a» Pero la Monarquía reaparece, y los enemigos sacrifican
«alas esperanzas de la venganza, los esclavos son llama
ulos á los favores de la libertad... Estos recuerdos de
»ben ser traidos á la memoria, por lo menos mientras
aque la ingratitud y la ambioion intenten volver á cu
»brir con ellos su huella, y á desfigurar su imagen"...
»Noble raza, hija de‘ los Gaulas y madre de la Francia,
»si la Francia no es ya tuya, tú eres todavía de la Fran
» cía, y salvando á la Francia, te salvarás á tí misma (l). »
El mismo publicista nos dirige aun estas palabras,
superando á su tiempo, que no habia hecho todavía bas
‘tante la esperiencia de su verdad para escucharlas. y
que el viento de la desgracia trae mas distintamente á
nuestros oidos.
«No hay salvacion para la sociedad sino volviendo á
»entrar en las vías providenciales ó naturales si se quie
¡re, y en todo caso esenciales é inherentes al carácter
ade sus miembros (2). ‘
»Es preciso que intervenga ó la mano suprema ó
m una mano poderosa. ‘
»Se necesita un Numa.
»Es necesario un rey á este pueblo, mil veces mas
aque un pueblo á este rey: he aquí la esplicacion del
«enigma (3).»

(l) La Razon de los tiempos, p. 2 (1836).


(2) La Sociedad posible, p. 25 (i835).
(3) Prínieras‘sombras de la Barbarie, p. 42 (1836).
r
s
3M LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.

Vi.

¿ QUÉ MONARQÜÍA?

La gran preocupacion que en el dia retarda este me


dio de salvacíon, no obstante n'o haber otro, es que esta
Monarquía tan grande y tan benéfica en lo pasado, no
comprenda ella misma nuestra época, tan diferente de
todas las que la han precedido, y que no sepa adaptarse
á ella.
Es preciso, pues, entenderse, yentenderse leal y sen
satamente. ‘
¿Quiere decirse con esto que deba abdicar, no digo
su principio (como si fuera suyo, en oposicion á cual
quier otro con que dependiera de ella sustituirlo), sino
el principio que la caracteriza, que no pertenece mas á
ella que á nosotros, quees inherente á la naturaleza de
las cosas, y sin el cual una cosa no es ya lo que es? En
tonces queremos enteramente un absurdo.
Lo que importa y lo que necesitamos ‘ante todo, antes
que la dinastía, antes que la persona, es la cosa, cuya
espresion son estas: la Monarquía. Ahora bien, la Monar
quía, mas ó menos templada consiste en su principio, que
es: LA AUTORIDAD EN UNO soLo, bereditariamente trasnu
tida en una dinastía (tam, solo, y ¿m7, poder).—La mis
ma legitimidad de la persona y de la dinastía no se
apoya sino'en este principio. Sin este principio, no hay
dinastía ni monarca, ni nada, porque no hay ni aun mo
narquía, así como sin la raíz no hay tronco, ni rama, ni
fruto, porque no hay ni aun árbol. ‘
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 325
¿Qué sería pues‘ en contra de este principio? ¿Qué
seria la Revolucion en la Monarquía?
El principio monárquíco es antirevolucionario.
El principio revolucionario es antimonárquico.
Si pues queremos la Monarquía, debemos quererlo.
vizonárquica, y en su consecuencia, antirevolucionariafi
De nada sirve todo el ingenio del mundo para desen
tenderse de esto; es puro asunto de sentido comun.
Aun debo añadir, que aun cuando se consiguiera ha
cerse ilusiones, no habríamos adelantado mas. Porque
no podemos querer la Monarquía por sí misma, sino por
sus frutos. Ahora bien , los frutos no podrán ser sino lo
que sea el principio, ó se hallaran infestados de Revo
lucion, si este mismo 1o está. _
No nos ocupamos de la Monarquía por puro placer
de constituir una Monarquía, así como_se quería hacer
oro antiguamente en un laboratorio de alquimia, por
medio de una trasmutacion de metales que no lo conte
nian ó que eran refractarios á la operacion, sino para
tener oro verdadero, una Monarquía verdadera, para te
ner especialmente todos los bienes que nos faltany que
ella solo puede procuramos.
¡Por Dios! ¡no juguemos con ruinas y sobre ruinas!
Espongamos una vez la cuestion con toda la libertad
que autoriza y que reclama su importancia.
¡Háblase de dos y aun de tres monarquías, y hasta
de cuatro!!!‘ Nada atestigua mas la alteracion del sen
tido público. Afortunadamente esto solo se dice en
la region de la política propiamente dichau El sentido
popular y nacional con que tiene la mision dc inspirarse
la política, y que despues de todo, es el sentido comun.
326‘ ’ LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
lo desmiente rotundamente ó mas bien no lo comprende
y pasa de largo. . _
Esto solo bastaria; pero razonemos, mientras no se
nos dispute la legitimidad de razonar.
La primer monarquía (por lo menos no se le disputa
‘el rango), es la monarquía pura y simple , representada
por el .único heredero directo, en primera línea, de
nuestros reyes: Monseñor, el Conde de Chambord, rey
él mismo-, con este título nuevo, bajo la denominacion
de Enrique V.—En una palabra, es la Monarquía.
La segunda sería la monarquía de fusion de las dos
ramas de la casa de Borbon, como se dice en un len
guajc tan correcto y tan inteligible como la‘ cosa misma.
La tercera sería la de la segunda rama por sí soIa,.
de los Orleanes, salvo el designar de cuál de estos
príncipes se trata, ó de reservarlo para cuando llegue
el caso. ‘
La cuarta,‘en fin, seria la de la dinastía napoleó
nica, representada por el Príncipe imperial.
Comencemos, remontándonos, por esta.
EL Príncipe imperial, por interesante que sea por su:
inocencia en sus desgracias, tiene dos cosas contra sí; la
primera es que se ve pospuesto por la Monarquía misma
que ocupa el primer lugar; la segunda es que por su
jefe ó cabeza, nada tiene de monárquico; porque es ím
períal. Es un Napoleon, lo cual quiere decir, un César;
y es‘ tal por origen , por tradicion , por familia, por sus
jiartidarios. Su advenimiento implicaria subsidiariamente
el del Príncipe Napoleon y de todos los Napoleones posi
bles. Estos son sus únicos títulos á los cuales no puede
faltar él mismo. Ahora bien ¿puede y quiere la Francia
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 327‘

derogar su Constitucion monárquica y hacerse cesárea?


Que juzgue por los dos ensayos de Imperio que ha he
cho. Nada mas tengo que decir. ‘ ‘
La monarquía de los Orleans, además de todos los
riesgos para el país de la competencia entre ellos, tiene
contra sí que estos príncipes son de la Casa de Francia.
De suerte, que lo que constituye su título como prínci
pes, hace su esclusion actual como reyes. No tienen mas
que un derecho eventual, y este derecho solo se funda
on lo que haria criminal la pretension anticipada: la he
rencia. La rama no puede substituirse al tronco que la
lleva, y sin el cual no seria ni aun rama. ¿Cómo fundar
pues una‘ monarquía en la violacion del derecho monár
quíco de la herencia por aquellos mismos que invocan
este derecho? Por aquí los Orleans se hallan tanto masle
jos del trono, cuanto que están mas próximos á él, por
que esta proximidad haría mas atentatorio por su parte.
que por parte de otro el ataque que dirigieran al derecho
real, de quien deben ser los primeros servidores para lle
gar á ser un dia, si hay lugar á este caso eventual, sus
titulares. Un estraño que nada tenga de comun con el ‘
Rey podria llegar al trono mas pronto de lo que podrían
ellos salvarla última grada. Tocando á la herencia, se
desheredarian. Esto es claro ó no lo es nada.
La monarquía de fusion. Esta pretendida monarquía,
no es otra cosa en el fondo que la precedente. Conlieso
no haber comprendido jamás la fusion de otro modo. En
cuanto al país, solo vé en ella un enigma. Los mismos.
partidarios de estesistema no pueden esplicarlo, y todas.
. sus imágenes ó comparaciones no bastan para ello. No
se necesitaria mas para condenarlo, en un tiempo y en

t
328 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO
un país que necesitan, ante todo, de una solucion neta
y franca. ‘
¿Se quiere decir simplemente que deben reconciliar
se los príncipes y el Rey, separados desde la usurpacion
de i850? En este caso, ¿por qué no se dice reconciliacion,
y que significa fusion? Tanto mas cuanto que la reconci
liacion debe proceder de un paso que den los príncipes
hacia el Rey, en virtud de una declaracion del Rey res
pecto de los príncipes de recibirlos bien. Esta declaracion
y esta disposicion del Rey no son dudosas. Los príncipes
son pues los que demoran la reconciliaeion. La Francia,
ha ya largos años, y sobre todo dos años há, que tiene
fijos los ojos en ellos; mira y espera; y ellos, ¿qué ha
cen?... Jamasse ha visto situacion mas clara por la una
parte, ni mas ambigua por la otra. ‘
Se quiere pues otra cosa‘.
Se quiere la fusion: la fusion no del derecho y de la
usurpacion, no de la Monarquía y de laRevolucion, cosas
que por su naturaleza se rehusan; menos aun la fusion de
la usurpacion en el derecho, y de la Revolucion enla Mo
narquía, lo cual no sería tampoco una fusion, sino una_
abjuracion, y lo que implicaría suficientemente el no dar
se aquel simple paso. Lo que se quiere es lo contrario:
la fusion (palabra desgraciada que en este caso mismo,
no encuentra su justificacion) de la Illonarqttia en la
Revolucion: para hablar claro; la abdicacion monárquica,
la abdicacion moral, despues de haber hecho cuanto era
posible para obtener la abdicacion real.
Se quiere fundir (puesto que tanto seinsiste en esta
palabra y que es forzoso al fin darle algun sentido). la
perla en cl vinagre.
‘ LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 329
Enrique V ha hecho abortar todo esto con una pala
bra franca y digna de su raza: Jamás seré el rey legitimo
de la Revolucion; y ha enarbolado su bandera.
Ha enarbolado su bandera y se le ha acusado de un
crimen por esto. No pretendo yo erigírme enjuez de esta
cuestion de la bandera en si misma. En mi juicio, esta
cuestion debe quedar reservada. Pero con relacion á las
circunstancias, ¿quién no vé que el Rey no ha querido
otra cosa que afirmarse, que traducir en signo su decla- ‘
racion antirevolucionaria y monárquica? Se quiere Or
leanizarle, y se le ha obligado con esto á Bealizarsc.
Y véase como el fondo de las cosas se hace. traicion
ó se descubre en la forma misma del contrafuero que se
le ha hecho. .
Háse dicho que solo era usufructuario del Poder, y
que perteneciendo la nuda propiedad de este poder á su
futuro heredero, no tenia el derecho de disponer de ella
por medio dela bandera sin la voluntad ó el consenti
miento de este. _
‘ Este es un sistema _de mucha trascendencia.
De él resultaría, en efecto,‘ que implicando‘todo go
bierno necesariamente una direccion de las cosas de lar
ga trascendencia, su jefe monárquico menos autorizado
en esto que un simple padre de familia, no podría deci
dir nada, ni hacer nada, sin el espreso consentimiento
de su heredero eventual, y por la misma razon, de sus
herederos sucesivos que existieran. Es decir que estos
serian ya reyes bajo su reinado, y los Orleanes bajo En
rique V. _
¿No tenia yo razon en decir que el fondo se hace trai
cionó se descubre en la forma del contrafuero y que su
330 LÁ REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
alcance ó trascendencia llega hasta una abdicacion?
Afortunadamente este sistema de desmembramiento
del Reinado en usufructo y ennuda propiedad, poniendo
al soberano en la situacion mas lastimosa y mas depen
diente de sus herederos, la mas impropia al bien público
al que se debe enteramente el Poder, es falso de todo
punto en sí mismo, y en hecho y en derecho.
Y desde luego, en hecho, porque se contradice. La
nuda propiedad no pertenece en manera alguna desde el
presente al heredero, ni jamás á ninguno de sus suceso—
res. La prueba es que no vendrá á unirse el usufructo,
á quien quiera que sea en su cabeza para formar otra
cosa mas que el mismo poder del Rey reinante, y que,
segun este sistema, no es mas que un usufructo. Ellos
tampoco, segun este sistema mismo, jamás tendrán sino
un simple usufructo. No tienen pues nada en su conse
cuencia, por anticipacion que les dé el derecho de inge
rirse_ decisivamente en el gobierno.
. Pero en derecho, este sistema falla por su base. Es
falso que el rey reinante no tenga mas que un usufructo
del Poder. No digo que tenga su plena propiedad, la cual
lleva consigo el derecho de abusar y de enagenar. No.
Estas asimilaciones trasladadas del órden privado no se
han hecho para el órden en que razonamos. Lo mas exac
to que se puede decir es, que aquí se trata de un derecho
sui generis, que es menos que la propiedad y mas que el
usufructo; el cual se llama EL DOMINIO UjrIL, puesto que
el pleno ejercicio del‘ Poder no proviene sino del derecho
nacional que loha conferido por primera vez en sus con_
diciones de herencia dinásticn.
Hé aquí lo cierto, y en su consecuencia se desvanece
LA IllEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 33!
el contrafuero que á'prOpÓSIIO de la cuestion de bandera,
cercena el Poder y lo degrada, derribando sus gradas; y
hasta se vuelve contra sus autores. Porque, siel Rey no
puede disponer de este dominio del Poder, ni aun para
salvarlo en su persona, ni aun para darle nuevo temple
en su principio, menos lo podrá todavía el heredero para
envilecerlo y para perderlo, entregándolo á la Revo-r
lucion.
Era útil disipar este error, porque lo hacia espeeioso
su fórmula, especialmente por partir de arriba. ‘
Tenia otro peligro mayor esta fórmula, así como la
mayor parte de los errores de falso liberalismo que he
discutido en este escrito, y es la probidad ó nobleza de
su movil. _ -
Se puede y se debe combatir el error por do quiera
que se encuentre, y aquí sobre todo donde la nobleza‘ de
aquellos á quienes ha comenzado á seducir le constituye .
su crédito. Pero seria injusto, porque seria falso, no ren‘
dir homenaje á las intenciones. Los autores y los parti
darios de la fusion se llaman legítimístas esperimentados.
¿Quién puede negar este títuloá la mayor parte de ellos,
cuando está ahí toda su vida para responder de él? No
‘ seré yo por lo menos, que no soy m‘ esperimentado ni le
gítimista como ellos por ningun antedente ni tradicion al—
guna; que jamás he hecho ningun sacrificio por esta no
ble causa
3
ue me em eño en su terrenoó me alisto en
sus filas por la Vez primera.
Intervengo solamente en la cuestion con mi sola ra
‘ zon. Tal vez sea esto una ventaja, pero no me habrá
costado mucho. Ellos por lo contrario, se hallan .empe
ñados ó alistados en esta causa há largo tiempo. Ellos
332 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
tienen en su idea la ilusion mas escusable , pero por lo
mismo, la mas peligrosa: la de creerse dueños pu
diendodisponer de su propia causa , como de cosa pro
pia. Mas yerran en esto, porque no se puede disponer
de aquello cuyo monopolio no se tiene; del derecho y de
la Francia, que es mucho mas que la bandera. Pero
este es un error propio de todos los partidos. A este pri
mer error agregan otro, el de disponer mal de aquello
de que no tienen el derecho de disponer. Y este segun
do error no carece tampoco de una honrosa ilusion,
puesto que se han dicho para sí: no es ya posible el rei
nado del antiguo régimen; es preciso pues hacerlo posi
ble, acomodándolo al espíritu moderno. Los Orleanes re
presentan este espíritu, así como el conde de Chambord
representa el ‘principio mondrqaico. Infundámoslos o fu
sionémoslos el uno en el otro y lograremos formar una
. Monarquía mixta que satisfará las necesidades de los
tiempos; y habremos hecho á la vez una obra monár- y
quica y patriótica.
Hé aquí su buena fé. Pero hé aquí tamhien su error.
Para hacerlo resaltar, llegaré hasta á concederles (lo ‘
que en breve voy á hacer que desaparezca) que_ el rei
nado del conde de Chambord_no puede ser mas que un
reinado de antiguo régimen, y que como tal, no es posi
_ ble. Pero lo menos posible todavía es lo contradictorio;
cs el maridaje ó amalgama de dos cosas que se rechazan:
la Monarquía y la Revolucion. ¡Cómo! La Revolucion lo
ha infestado todo, lo ha destruido todo en nuestra des
dichada Francia. Una sola institucion se ha defendido y
se reserva contraella para librarnos de ella, ¿y sois vos
otros, vosotros legitimistas esperimentados los que que
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 533

reis hacerla entrar en ella? De nada sirve ofuscarse ne


gando la Revolucion , y no viendo que los‘Orleanes. en a
la disposicion en que se obstinan en estar, la represen
tan. Esto es patente y manifiesto. Y en su consecuencia,
¿qué es lo que conseguís vosotros? Entregar la Monar
quía; hacerla ¡ay! posible en demasía, puesto que no
tendría estimacion ni honor, siendo por lo tanto mas
imposible que subsistiera de esta suerte. ¡Verdadera
mente, «los Orleanes acabarian por disgustarme del
conde de Chambord! » como decía en i850, un hombre
‘de Estado que se podia entonces oponer á todos.
Si lo imposible se equilibrara por ambas‘partes, lo
comprenderia. Pero, por una parte, existe el imposible
extrínseco, si se quiere, en cuanto puede oponerse esta
palabra á la Francia y á Dios; y por otra, existe lo falso
y lo pernicioso, que son lo imposible intrínseco. Entre
ambos, he hecho ya mi eleccion. Yo no soy responsable
del primero, ‘y no quiero serlo del segundo.
Pero, ¿es cierto que la Monarquía en toda su inte
gridad monárquíca sea imposible, por ser de antiguo
régimen? ‘ ‘
Esto es lo que vamos á examinar.

YII.

LA MONARQUIA NUEVA, SU DUPLE OBJETO; LA PAZ SOCIAL; LA DESCENTRAm

LIZACION.

Queda , en efecto, la preocupacion de si la antigua


. Monarquía, tanto mas monárquica cuanto que es m'as
antigua , y que no depende afortunadamente de nosotros
346 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
formarla de otro modo, se adaptará por sí misma á los
nuevos tiempos.
¿Y por qué no?
Es de advertir precisamente que esta monarquía,
que , por falta. de luces ó de reflexion, solo vemos como
atrasada ó rezagada en lo pasado , que juzgamos in
mutable, porque ha sido estable, no ha cesado, no so
lamente de transformarse, sino de ser el ‘primer agente
de todas las transformaciones progresivas que nos han
tenido siempre al frente dela civilizacion en Europa.
¿Desde Clodoveo. hasta Luis XVI, cuántas clases de mo
narquía no hemos tenido? La‘monarquía de Estableci
miento, la monarquía Feudal, la monarquía de las Cru
zadas, la monarquía de los Communas, la monarquía de
los Estados, la monarquía ‘de los Parlamentos, la mo
narquía de las Letras, la monarquía de Administra
cion , la monarquía de la Reforma y de las Libertades
nacionales, la monarquía Constitucional en fin. Y todas
estas monarquías no son masque una misma mónar
quía que sale y reverdece del mismo tronco en vástagos
siempre nuevos. Es de observar sobretodo, que la mo
narquía en Francia hasta Luis XIV, no ha cesado de
trabajar por librar el advenimiento del Tercer Estado de
los abrazos del feudalismo. Debe notarse en fin, que todas
las verdaderas libertades modernas que tenemos, las de
bemos á la iniciativa contra la Revolucion, que no se
prevale de ellas sino para arrogarse el derecho de con
fisearlas, y que jamás hemos gozado tantasy tan digna
mente sino bajo su cetro.
Esto es tambien. lo que ha hecho de la monarquía
francesauna monarquía sin igual en Europa. Ella ha
LA MEJOR FORMA DE GOBlERNO CRISTIANO. 335

sido siempre en cada fase de nuestras evoluciones, aun


bajo el antiguo régimen, la encarnacion viva y activa
de nuestro genio nacional. Lo que mas bien podria cen
_surársela, y en particular á Luis XIV, y en un sentido en
teramente opuesto á Luis XVI, es el haberla obedecido
demasiado, el uno por haberse dejado adorar demasia
do, por medio de ese heróico encantamiento que nos
sorprende todavía entre todos los esplendores de Versa
lles, qu_e han llegado á ser, como por una ironía de la
suerte, la magnífica escena de nuestros estériles deba
tes; el otro por haberse dejado deprimir demasiado, que
riendo esto y aun con esceso la nacion en ambos casos.
Y ahora, en el dia, ¿por qué habia de derogar ‘ó de
enmendar la Monarquía ese espíritu de apropiacion de
su época? _
Pero al mismo tiempo para que la Monarquía man
tenga firmemente su principio, es preciso que sea efec
tivamente nueva. ‘
¿Cómo?
Complázcome en tomar todavía á M. de la ‘Gervai
sais un escelente presagio sobre este punto: ‘ ‘
«En la presente fase, » dijo (y esto es mas cierto en
el dia que en la época en que se escribía), «no hay mas
aque una monarquía posible. No es una monarquía teo
acrátíca, cuando hoy parece que en el_seno de los espí
»ritus solo la nada colma el espacio entre el cielo y la
atierra. No es _una monarquía arístocrática, cuando ha
»devorado el abismo los títulos y los méritos, bajo el
»golpe de los hechos. No es una monarquía democrática,
»como se intentó solamente en l79l y l850, cuando las
¡costumbres se han perdido y no se han adquirido luces
336 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
»por la clase que la forma. La monarquía posible en el
»dia, es la monarquía POPULAR. No que deba tomarse esta
»espresion en el sentido de lisonjear las pasiones, de es
»citar las tentaciones, arrojando indignamente en su
»embriaguez y esponiéndose torpemente á sus conse
. icuencias; sino mas bien tomándola en el sentido de
» acoger los deseos ya maduros, de investigar las nece
nsidades que se esperimentan. á fin de ‘realizar aque
>llos y de satisfacer estas hasta el punto en que cesa el
» deber, porque falta el poder... La novedad, la éstrañe
yza, la originalidad de semejante conducta obtendrian
»buen éxito por sí solas. »
¿El Príncipe y el Pueblo, el Pueblo y el‘ Príncipe.
»Todo está en estas _dos palablas , y estas dos palabras,
»no forman mas que una.
»Hay preestablecida cierta armonía entre el príncipe
‘ »y el pueblo; uno y otro no tienen mas que hacer bien,
»pero de ningun modo mal. Si el príncipe se da al pue
»blo, el pueblo se da al príncipe....
»Algunos millares de hombres se quejarán de esto;
a pero en cambio muchos millones de hombres se regoci
ijarán. ¿Acaso pues la sociedad humana no tiene por
»fin dispensar y repartir lo mas que pueda el bien estar?
»¿Acaso este objeto ha sido alcanzado ó intentádose si
»quiera por las revoluciones?
»¡Príncipes, no escucheis los vanos clamores! El
»cielo os absuelve , la tierra os bendice (í).‘»
Es preciso abrir en fin los ojos al hecho mas domi

(l) La monarquía posible, 32 y sig. (l835).—La razon de los


tiempos, p. ‘.29 y sig. (1835). '
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. _ 337

nante y mas dominador de la hora presente y de la cer


cana; el gran hecho de la Cuestion social. Hasta aquí
nuestros gobiernos no han hecho mas que empujarla de.
lante de ellos, habiendo hecho que se agrandara, en
su consecuencia. Así es que se presenta mas y mas ter
rible en cada revolucion, yllega á ser en las manos
de esta un agravio antisocial, por medio del cual,
como por medio de una palanca, se subleva ó levanta
mas y mas á las masas. Esta es la fuerza suprema de
1a Revolucion, fuerza que ella misma acrecienta, sirvién
dose de todo cuanto invoca y de todo cuanto no hace
por el pueblo, ó mas bien de todo cuanto hace para
empeorar su suerte, encrudeciéndola.
Es pues preciso quitarle esta fuerza y dirigirla contra
ellaxEs preciso hacer para el bien lo que ella hace para el
mal, es preciso hacer en favor de la justicia 1o que ella
hace en favor de la infraccion de esta. Este es el único
medio de terminar y de doblar el cabo de las tempesta
des, si no queremos estrellarnos en él.
Esta obra no debia hacerse únicamente por cl estado
llano, por hallarse sobrado complicado en la causa por
.ser parte sobrado interesada, si bien puede y debe hacer
mucho, 1o que constituirá su honor y su salvacion. Pero
‘es necesario un poder arbitral‘ superior á todos, que solo
puede ser la Monarquía.
Ella volverá á tomar y continuará en esto sus gran
des tradiciones de iniciativa pacíficadora y de progreso
social. Hará por el pueblo Cuarto Estado , lo ‘que ha
hecho por el estado llano Tercer Estado. Ella le librará
de el nuevo feudalismo industrial, como libró al estado
llano del antiguo feudalismo militar, sin colision y cn
‘9_3
33?? ‘LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
beneficio del bien comun. Para esta grande obra, se dirá,
seria necesario un genio superior, una mano fuerte, una
honradez y una voluntad despóticas.
De ningun modo me refiero aquí á nuestro oráculo.
«Es preciso tacto... ¿Es la mano fuerte? Que se re-.
aretarde, que se retenga, que se amortigüe, ¿Es la mano
odébil? Que, por lo contrario, se acerque, se coaligue,
aque se suavice... Es preciso desprender de la masa en
»suspenso tales y tales fragmentos menos refractarios;
nsu peso se disminuirá de esta suerte, y se atenuará su
¡¡choque (l).» ‘
«Hay fuerza en la virtud: hay imperio en la equi
»dad. El mal tiene su arte, desde luego, seguro del
abucn exito, en breve gastándose en esfuerzos, y final
unente, reducido á la nada. El bien tiene su arte, mas
»lento en su marcha, y no obstante, avanzando hácia el
»objeto , y descansando solo en el triunfo (2). »
«La esperiencia y la razon nos gritan con voz uná
»nime que para volver la sociedad á sus vias, hacerla
»avanzar ó mantenerla en ellas, lo que mejor ha opera
»do y triunfado siempre ha sido el ascendiente moral, y
»no el impulso ó la represion material... LEALTAD, LIBE
»BALIDAD ; palabras solemnes en las que todo reside, de
»las que todo se deriva. Lealtad que da fé éinfunde res
»peto , de tal suerte que las promesas garantizan, que
¡olas esperanzas se.adelantan á los actos. Liberalidad
»que conmueve el corazon y calma la cabeza, á la manera
aque satisfacen los primeros dulzores y que convidan al
o reposo resplandores lejanos. Asi el Poder habla al alma,
(l) La catástrofe, p. i7 (i835).
(2) Dc la obra social, Il, p. 10 (i835).
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 339
»es oido por el alma, y se evita el cargo siempre penoso,
. »la suerte ó eventualidad siempre dudosa, de tener qne
»luchar cuerpo á cuerpo (l)... La simpatía obra á la
»manera de ese rocío del cielo que viene á refrescar la
»tierra al declinar un dia ardoroso, y que ‘los primeros
»rayos del Sol aspiran y restituyen á la generosa ad
»mósfera. Ella no se esparce mas de arriba, y no se
»remonta mas de abajo (2). » ‘
Convenimos en esto;‘y es admirable por el sentí
miento de verdad y hasta de espresion que encierra.
. Pero lo que recomiendo sobre todo á la religiosa aten
cion del lector , es ese supremo consejo, vuelto en con
tra do un desgraciado genio , apóstol de nuestra fé, en
el momento en que apostataba para hacerse apóstol (le
la revolucion y del falso liberalismo.
«Seamos cristianos, todo se funda en esta sola pa
»labra. El cristianismo quiere una alma en cada hom
»bre , una alma semejante á la suya. Seamos cristianos
»á fin de ponernos al nivel de nuestros semejantes, á fin
»de juzgar de los otros por nosotros mismo , á‘ fin de
»hacer por ellos lo que quisieramos que ellos hicíesen
»por nosotros. Seamos cristianos, como se debe ser
»cristiano, puesto que la fé sin obras es muerta; es
radecir, que seamos liberales y filántropos, tomadas estas
malabras en el sentido que se les daba antes de la‘ Re
»volucion. Rehabilitar la liberalidad práctica es el
»único medio de ahogarel Liberalismo dogmát‘ico; el
»cual , arrebatando al otro su noble bandera, llega á re

(l) ' La preuarícacíon sourial p. 27 (i833).


(2) De la obra social p. 7 (i834).
340 LA REVOLUCION YEL ORDEN CRISTIANO.
»clutar una masa de hombres tan inocentes de corazon
»como de espíritu (í).»
Hé aquí porqué espíritu y por qué influencia deberá
recomendarse la Monarquía, y abordar la tarea ente
ramente nueva de la Paz social. Este es un ideal sin
duda alguna; pero ¡no parece haberse concebido
desde i854 para hacernos apreciar lo que nos estaba
reservado cuarenta años despues!
Por qué no decirlo, yo sobre todo,. que no puedo ser
sospechoso de culto tradicional con respecto á la perso
na del señor Conde de Chambord, y que no hago mas
que espresar la"impresion general; aquí está el hombre;
aquí está el Reyaun tiempo mismo antiguo por el prin
cio y nuevo por su aplicacion á las necesidades de los
tiempos. Yo sé que seré desconocido por muchos del an
tiguo partido que se han desconocido á sí mismos. Pero,
y esto vale mas que el mayor partido, el sentimiento
público ratificará esta justicia hecha á la lealtad, al des
interés, tanto como á la virilidad benévola de su ca
rácter. El Conde de Chambord sobresale y resalta, á
los ojos de todos, del fondo empobrecido y degradado
de muestra época, por su persona, mas aun que por su
principio, precisamente porque es el primero en eclip
sarse ante su principio, y con esa modestia que es el
raro carácter del conocimiento de una grande situa
cion, declara no tener valor alguno sino por su prin
cipio. Cosa feliz y que le distingue de todos sus
predecesores, los suyos le han abandonado por esta
afirmacion real simbolizada por la bandera, que desde
(l). Dos cartas al autor de las PALABRAS m: uu cnsrsxrs, púg.63, y
siguientes (í834).
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO‘CRISTIANO. 341
Juana de Arco hasta el último de nuestros reyes nunca
viera‘borrar por la derrota las conquistas inscritas en
ella por la victoria, y que debería flotar por lo menos
en la tierra del Africa, ya que no ha podido cubrir la
Alsacia y la Lorena que le debiamos. Paréeeme bien
que se reserve esta cuestion de la bandera á la Francia
y no se decida por los Orleanistas ni por los Cesararía
nos. Pero aun cuando el Conde de Chambord no hubie
.ra obtenido otro resultado al plantar su bandera que el
de librase de estos y de su propio partido, no habia que
dolerse de ello. No teniendo ya‘ partido, es mas de la
.Francía. No siendo de nadie, es mas el hombre de
todos, y no podrá dejar de ser mas popular. Por de
pronto,‘ ha ganado en consideracion general mas que
ha perdido en partidarios. Precisamente esto es lo que
reclama en el mas alto grado esa grande obra de Paz
social que debe ser el propio objeto de la nueva Monar
quía. _
Y cosa propicia todavía, que no convendría menos sí
no fuese absolutamante necesaria: esta obra de popula
ridad, puesto que tiene por primer objeto la cuestion
social, no quiere una popularidad revolucionaria que
rebaje al pueblo mismo tanto como á sus aduladores,
‘porque es interesada y faláz. Quiere una popularidad
real, á lo Enrique IV, que nos eleve á todos; primera
mente al pueblo que disfrutará de ella mas que cualquiera
‘ otra clase, no solamente porque sabrá apreciar sus be
néficos testimonios, sin envidiar su orígen,_sino porque
él, mejor que el estado llanofltiene el instinto de lo noble
y lo grande, y aprecia mucho mas á los que le elevaná
ellos que á los que se bajan á él. El estado llano, partici
342 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO."
pando con este carácter del poder é inspirándose en él,
se encontrará tambien ennoblecido. Las snperioridades
sociales y políticas, que no hubieran tenido desde luego
su‘ inteligencia, tomarán patrioticamente su partido»
Toda la nacion en fin, sintiéndose pacificada y realzada,
se ennorgullecerá de tener por Rey al Primer caballero
de Europa, y podrá inscribir en su bandera: Excelsior!
¿No es esto lo que noshace falta?
Hay otra obra además de la Paz social en que no.‘
convendrá menos la nueva Monarquía.
Y es la grande obra de la Descentralizacíon que se
podría llamar por excelencia la obra de la Libertad.
Ya me he esplicado suficientemente sobre este punto ‘
capital. _
La monarquía habia hecho á la Francia por medio de
la agregaeion de las provincias, por la emancipacion de
las conimunas, y por medio de todas las libertades pro
vinciales que, conservando la autonomía de los miem
bros, habian hecho de la nacionun cuerpo único donde
todo funcionaba en su debido lugar y donde circulaba
la vida por todas partes. El Antiguo Régimen habia con
sumado la ruina de esta obra monárquica y nacional, por
su absorcion en el Estado.
Trátase pues de rehacerla. Ya lo principió la Monarv
quía por medio de Luis XVI, y esta es la tarea que debe
ria volver hoy á emprender; tarea que ha llegado á ser
nueva por el retroceso que _nos ha obligado á hacer la
Revolucion.
Para demostrar su importancia , citaré todavía aquí
aan. de la Gervaisais, pues no podría verse ni juzgarse
mejor que él lo hace.
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 343
«Un ser que no tiene miembros, un todo que está
‘sin partes; hé aquí la Francia (l). »
«El suelo de la Francia ha sido dividido geométri
» camente, geográficamente, sin consideracion á las rela
.» ciones y costumbres, sin tener en cuenta la estension.
»y la importancia. Es un procedimiento maravilloso
»para servir sucesivamente al despotismo y á la anar—
»quía.. ¿Qué es lo que hay en Francia? Nada mas que
» un polvo de existencias esparcidas que se lleva el soplo
» del viento y que se agolpa en torbellínos. Resta que su—
»ministrár núcleos de atraccion, y que formar centros
.» de agregacion..... A/ti solamente reside la libertad ci
»vil, la libertad real, la libertad general y constante. De
‘»ahí solamente proviene la libertad política, invadida con
»tanta frecuencia en lo alto , y tan frecuentemente
oprcsiva.
»Reháganse pues las provincias. Sin las provincias
»no hay nacion que sepa, que quiera, que pueda. Sin
» provincias no hay Patria.—Las provincias han ‘sido
» destruidas con la mira de someter á la Francia á las le
» yes bursátiles, de reunirla en un cuerpo compacto para
Menerla en una sola_mano. Los tiempos actuales dictan
.»una leccion contraria. El espíritu federativo de los pai
‘» ses de Estado, habia hecho ver mil abusos; el espíritu
>>esclusivo de París ha ocasionado mil veces mas pelí
»gros. Pretendiendo obligar á la Francia á la unidad,
t» no se ha advertido que, salvo la cabeza de distrito (y aun
»esta), el pais solo representaba ceros...
»Confiérase á las Commanas (2) las atribuciones
(l) Del modo de reformar cl Impuesto, p. 15, M831.)
(2) Subdnvision de un canton en Francia y íuS cuerpos municipales
que lo representan. (N. del T.)
34t- LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
»mas estensas, con respecto á las contribuciones y á la ‘
»administracion. En su consecuencia, cada ciudadano,
»interesado en su persona ‘misma, dirigirá su eleccion
»bácia gentes dignas y sensatas, y quizá religiosas.....
»Nómbrense colegios provinciales por los cantones
rrurales, por las communas urbanas; y verifiquese esta
»eleccion con formas solemnes; medítese la eleccion con
ftiempo; y proclámese, en voz alta y fuerte, la eleccion
»de los miembros vitalicios ó por tiempo determinado,
»del poder conservador ó moderador.
»'I‘e1íed communas y la Patria aparece. Tened provin-.
»eias y la Patria nace, se agranda, domina.
»Trátase de organizar la Patria.
»Esto será, haráse este, pero tal vez á consecuen-
»cía de horribles crisis y al través de desastres (l). »
¿Ha sonado al cabo de cuarenta años, la hora de rea-
lizarse estas juiciosas predicciones? ¿Hemos concluido
con las crisis y los desastres, con los plebiscitos cesareos
y el sufragio universal revolucionario? Resumiendo la
duple tarea de la Paz social y de la Libertad nacional, po
dráse hoy dia publicar este programa:
«Tono PARA EL PUEBLO: la humanidad, la equidad lo
»ordenan. NADA POR EL PUEBLO: la necesidad, la salud so
»cial lo prohíben. El pueblo es inepto para saber, para
»querer, para poder. Cuando se pretende hacerle dueño,
»¿es que el que tal intenta trata de hacerse dueño? (2). »
¡Dios solo lo sabe! Lo cierto es que solo hácia este
puerto es preciso navegar.
Enrique V se ha mostrado precisamente como la
(t) La ley de las circunstancias, p. 42 (Diciembre de i830.)
(2) Las necesidades y los derechos, p. 3 (183.4.)

/
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 345
personificacion de esta obra nueva cuando ha dicho en dos
palabras que lo resúmcn todo: Yo sov LA nsroMA. Yo No
semi JAMAS LA REVOLUCION.
Pero no se contentan con esta duple declaracion. Y
hasta se alarman con la segunda, puesto que se satisfa- ‘
cen con la primera, no comprendiendo todavía que la
una no pueda verificarse sin la otra. Quería comenzarse
por atar al piloto, al Rey, y hacerlo depender del equi
paje. Preocúpanse en ‘una palabra, de las condiciones
con que debe ejercerse _la Monarquía, y se la quiere im
poner estas condiciones. _
‘Disipemos brevemente esta última preocupacion.

VlII. _
LA NUEVA‘ MONARQUIA, CONDICIÓN DE SU EJERCICIO.

Jamás he tenido el honor de acercarme á Monseñor


el Conde de Chambord, y estoy lejos de hallarme auto
rizado para interpretar sus intenciones y sus miras.
No es esto una razon para no juzgarlas rectas é inte
ligentes; y seria ínjuriarse á sí mismo el juzgarlas de
otra suerte.
Si hay algunos, entre los suyos, que le conozcan
mejor que yo, y que, habiendo vuelto en otro tiempo
enagenados de cuanto habian visto en él, no lo juzguen
en el dia del mismo modo, áellos les corresponde decir
nos en que ha cambiado.
Lo cierto es que ellos son los que han cambiado, y
se podría deducir, en su consecuencia, que serian ellos
y no él quienes tendrían que esplicarse.
346 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
Pero se quiere que él se esplique, y se le tiene por
sospechoso hasta entonces.
¿Que él se esplique? Lo ha hecho ya suficientemente
para la Francia. Lo ha hecho en todos los casos, mucho
‘ mas que los que se.le oponen, los cuales no han arries
gado aun una triste palabra.
¿Quiérese que, como un candidato demagógico, ven
ga á hacer un discurso al balcon, ó que, como un pre
tendiente vulgar, venga á ponerse á pública subasta?
¿Se quiere tambien que prematuramente y fuera de la si
tuacion y de las circunstancias, en que sea llamadoá in
tervenir, fuera de Francia y sin la Francia, trace el plan
de una constitucion y nos haga un gobierno de papel,
que burlen los acontecimientos, como han burlado todos
esos pliegos muertos de nuestras constituciones escritas
durante ochenta años?
Si así procediera daria pruebas de poca dignidad y
de inepcia. Es necesario que una constitucion brote de
un pueblo y de la naturaleza de las cosas, como un‘ ár
bol del terreno y del centro que Ieson propios: una cons
titucion no podría ser el resultado de una proposicion
Rivet ó de cualquiera otra.
Sobre todo, daría pruebas de una insigne torpeza.
Y en efecto, ¿cómo se dibuja la situacion? ‘
Los Orleanes, como era su primer deber y su primer
honor desde el primer dia (y Dios sabe qué responsabili
dad recaerá sobre ellos y sobre los que, lejos de abando
narlos á su desdiehada inspiracion, la autorizan) debían
ir á colocarse á vista de la Francia y de la Europa, al
rededor de Monseñor el Conde de Chambord, primero de
la régia estirpe, Rey. Pero no han dado este sencillo y
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 347
gran pasoen manera alguna, ni personalmente, ni por
escrito. La opinion sobre este punto y respecto de ellos
está ya formada. y en semejante situacion, ¿se intima al ‘
Señor Conde de Chambord que se esplique?... ¿Qué es
esto sino decir, que se quiere que vaya él mismo hasta
los Orleanes, hasta sus principios, sus antecedentes y sus
tradiciones, hasta el año de i850, por no decir mas.;.?
Ha hecho bien en mantenerse firme esperando. El
mundo entero y la conciencia pública le juzgan por ello
mas digno, mas sensato y mas santo. Si esto es obstina
cion, es la obstinacion del honor y del sentido comun.
¿Qué podría decir, en efecto, que satisfaciera á los
autores de semejante exigencia? O demasiado, con de
trimento de su principio, ó no lo suficiente á su deseo,
y ciertamente jamás bastante que no fuera demasiado.
En esta situacion, en que tantos otros no hubieran
evitado comprometerse sino guardando silencio, ha ha—
hlado no obstante; y ha hablado el solo.
Ha hablado de tal suerte, que dada vez ha sido esti
rnada y admirada
habidoflque su palabra
motejarle unánimamente,
en lo mas jamás ver
mínimo. Ha hecho ha

al Rey en su estilo, así como en su sabiduríayen su fran.


ca lealtad.
Ha debido limitarse á grandes rasgos, afirmando á
‘un tiempo mismo su principio, y mostrándose como hom
bre dispuesto á hacer reformas y concesiones: Un Rey en
esta situacion no podia decir mas ni mejor.
A los que, despues de esto, le tienen por sospechoso
de oculto espíritu de absolutismo y de calculada reserva
contra los derechos del País, debe contestarse con. las
palabras de Labruyere acerca del hombre de bien: «Su
3l8 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
caracter puro ¡responde por él.» Y no solamente su ca
rácter, sino suánteligencia, su sentido y su amor á la
Francia.
¿Créese que despues de toda una vida de observa
cion, de meditacion y de estudio sobre los suscesos, so
bre las cosas y los hombres, aplicada á su cargo de Rey
é inspirada por el desinterés mas puro, no sepa que lo
que caracteriza la Monarquía tanto como su principio, es
. de diversos pero constantes modos, la representacion
del país?
M. de ltlaistre mismo se lo hubiera enseñado: «Con
»el nombre de Campos ‘de Marte ó de Mayo, de Parla
»ment0s, de Estados, de Cortes, de Estamentos, de Díe- v
»tas, de Senados, de Consejos, etc, ha dicho, todos los
»pueblos de la Europa moderna se han mezclado mas
»ó menos en la administracion, bajo el imperio de sus re
»yes.—Seguramente no amo mas que á las demás las
»asambleas populares; pero las locuras francesas (y es
icribia esto al dia siguiente de la Revolucion) no deben
»disgustarnos de la verdad y de la sabiduría que se en
»cuentran en los centros ó reuniones sabias. Si hay una
‘» máxima incontestable es, que en todas las institucio
mes, en todas las insurrecciones, en todas las revolu
»ciones, el pueblo comienza siempre por tener razon, y
»concluye siempre por no tenerla. Es falso que todo indi
wviduo sea elegible para el consejo nacional; es falso
»tambien que pueda ser elector sin distincion de clase
mi de forfuna: es falso en fin, que, aquel consejo deba
momponerse del mismo modo en los diferentes países.
¡rMas porque estas proposiciones exajeradas sean fal
»sas, ¿se sigue que nadie tenga el derecho de hablar
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 349
»en beneficio del bien comun, en nombre del comun y,
»que esté prohibido tener razon, porque hayan hecho
ylos Franceses actos de locura? Yo no comprendo esta
consecuencia (l).»
¿Créese que Monseñor cl Conde de Chambord ignore
que en Francia sobre todo la Monarquía ha tenido
siempre esc carácter verdaderamente liberal, en pro
porciones y formas diversas; pero que, no por no hallar
se escríto siempre rígidamente, no lo estaba menos en
los corazones de los Franceses, y no era mas flexible á
las necesidades de los tiempos?.Luis XIV solo nolo creyó
‘ así é hizo mal; pero, á pesar de la censura que he dirigido
yo mismo al Antiguo Régimen, es preciso reconocer, que
en esto mismo no fue contra la voluntad óel deseo de la
nacion, la cual fue culpable, voluntaria y aun entusiasta
entonces del despotismo real que moderaban tantas glo
rias, pero menos culpable delo que_lo ha sido despues de
todas las tiranías revolucionarias, que tanto la han envi
lccido. Jamás un Rey de Francia ha hecho frente á la na
cion, y el mismo Luis XIV sabría hoy contar con ella, á
menos que se dejara hacer César por la Revolucion; lo
que no le hago la injuria de pensar. ‘
Monseñor el Conde de Chambord sabe esto mejor que
nosotros. Su sangre, que no es solamente de Luís XV,
sino de Enrique IV, y de Luis XVI, se lo dice suficien
temente.
Díceselo tal vez demasiado, á juzgar por una palabra
de sus declaraciones que, con la de Reforma es de mucha
trascendencia; la palabra de Sufragio universal.

. (l) Estudio sobre la Soberanía. Obras ineditas p. 322 y 329.


3350 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
Esta palabra por si sola lo implica todo, y es preciso
hallarse muy prevenido para no ver en ella el sistema
representativo en su base mas ancha, ó bien radical para
querer mas. No comprendo, despues de esto, que se haya
querido que se espliease mas, ‘cuando en la situacion
que se le ha creado, no tenia que esplicarse de otra
suerte.
Pero que los‘que le censuran por su reserva salgan
de la suya propia, que se espliquen tanto como él.
Pero no lo hacen. ‘
¡Pues bien! yo voy á hacerlo por ellos.
¿Qué es 1o que quieren?
Quieren el gobierno parlamentario y doctrinario,
conforme á los procedimientos de i850, esto es, que
dicte leyes, gobierne, administre todas las cosas por
medio de la palabra; que quite al soberano el gobierno,
al pais su propia administracion; que absorba toda la
vida nacional y‘ gubernamental, y la reduzca á un com
bate de tribunay a una disputa de carteras ministeria
les, cuyos espectadores tendríamos la satisfaccion de ser,
bien fuese aburriéndonos ó divirtiéndonos, pero siem
pre saliendo defraudados en nuestras esperanzas; que
nos alueine respecto de la libertad, y en lugar de dár
nosla real y práctica, la haga relucir representativa y
fictieia ; que la haga consistir, no en la marcha de nues
tros negocios, y en nuestra ámplia aceptacion ó consen
timiento en tratarlos nosotros mismos en nuestro terri
torio, sino en emplear todo el tiempo que ellos reclaman
en hacer antecámaras en las oficinas ministeriales, para
apresurar su interminable lentitud, en emprender una
lucha de favoritismo, y con sobrada frecuencia, un mer
LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRIÑTIANO. 35:

cado de influencias en que se envilecen los caracteres,


se corrompen las costumbres públicas, y finalmente, .
quedan postergados y sacrificados los derechos mas ín- ‘
tegros; que suprime toda responsabilidad, dividiendo
toda autoridad; permitiendo que se atribuyan unos á
otros las consecuencias de los actos públicos en una re
friega general, donde no se sabe con quién habérsclas,
porque no siendo todos mas que relativamente culpables,
pueden presentarse como inocentes ó como víctimas; que
finalmente, cuando ruge la cuestion social, no ya bajo
nuestros pies, como hace cuarenta años, s_íno á nuestras
puertas , y reclama el concurso de todos para su pacífi-.
ca solucion , sólo cuide de volver á comenzar este eterno
antagonismo de las asambleas entre sí y con el poder que
irrita los padecimientos, aglomera los desprecios , y
abruma aun los intereses mas conservadores, hasta que,
llega en su consecuencia la revolucion sin otra salida
que golpes de Estado; ‘ ‘
Quieren, en una palabra , volvernos á los mismos
procedimientos y á las mismas costumbres inveteradas
que nos han conducido ya á los precipicios, cuando falla
saber si podremos volver á salir de ellos.
Hé aquí lo que quieren.
Pues bien , permitidme que os diga , á vosotros que
acusais con tanta ligereza á la Monarquía por querer
ccndueírnos á lo pasado: eso que vosotros nos dais per
tenece á lo antigua-La Monarquía es lo que marcha
adelante,‘y vosotros los que os quedais atrásA-Ella es
la reforma ; vosotros sois la rutina. Ella es la solu
cion, y vosotros la ambigüedad. Ella es la paz social,
y vosotros la lucha de los partidos. Ella es la liber
352 LA REVOLUCION Y EL‘ ORDEN CRISTIANO.
tad nacional, y vosotros sois la antigua Revolucion.
Ella quiere el sistema representativo mejor que vo
sotros , porque lo quiere sincero. No por sí misma y por
sus instrumentos,‘que hasta aquí han devorado el obje
to, sino por su objeto mismo, y en su consecuencia,
nuevo, como ese objeto hasta aquí tan lisonjeado, pero
tan olvidado: el pais, las provincias, el pueblo.
¿Temeis que quiera absorber el poder, y quereis que
principio por abdicarlo?
Es preciso entenderse, y aquí apelo á todo patriotis
mo y á toda buena fé.
. Lejos de querer absorber el poder, quiere‘ descentra
lizarlo; en este sentido quiere abdicar su administracion
en manos del pais. Quiere tambien‘ aplicarle á toda sa
tisfaccion legítima de los intereses del pueblo. La gene
rosidad de su objeto responde pues de la liberalidad de
su ejercicio. _ .
¿Quereis seguirla en este terreno y abdicar vosotros
tambien vuestra oligárquica omnipotencia para el mismo
objeto?
Háblase de absolutismo, y se recela sobre este punto
de las intenciones del señor conde de Chambord ; pero
precisamente el régimen parlamentario, tal como se ha
organizado y practicado hasta aquí, es el que, so color
de liberalismo, es el absolutismo, absorbiendo á la vez,
lasoberanía que él reduce al reinado y el pais que re
duce á la ficcion. Las Asambleas son las que dicen á la
provincia y al pueblo: Yo soy el Pais legal: El Estado
soy yo; y quienes no contentas aun con esta antigua
pretension del gran Rey, quieren hacer entrar en ellas
al Rey mismo, salvo verse quitar el poder-por el primer
J
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 353
César ó por la primer revolucion, y hacerse entonces sus
satélites y sus seides.
Se dice al príncipe mas autorizado y de‘mejorcs in
tenciones del mundo, aun antes de que pueda tratarse
del poder y sin tener en cuenta las situaciones y los su
cososque deben determinar su mecanismo: abdicad mo
ralmente por lo menos; hasta tal punto se quiere rete
ner el poder para sí mismo.
Permitidme que os diga , podría responder este prín
cipe: abdiquemos.
Abdiquemos, vosotros y yo, todo poder abusivo , y
volvamos á entregar desde luego el principio á Dios de
quien procede ; despues la administracion en gran parte
al pais mismo, y finalmente, retengamos lo preciso de
ella tan sólo para sacríficarnos mutuamente por la dicha
del puéblo.
O mucho me engaño, ó á este precio no seria el po
der tan disputado á la Monarquía.
Ysín embargo apelo á toda persona sincera , ¿quién
duda que sean estas las nobles intenciones del señor con
de de Chambord? _
Si; las condiciones del poder deben cambiar. A un
objeto nuevo condiciones nuevas.
Al príncipe corresponde el móvil de accion; á la
masa, el objeto de la accion; á entrambos el medio de
accion; tal es el único gobierno posible.
El príncipe, la clase selecta, el pueblo. En est‘os tres
términos, el pueblo no debe ser nada en cuanto á la ac
‘ cion; pero debe serlo todo en cuanto á la direccion. Y
esto no en interés del pueblo solo, separado y como cons
tituyendo clase , sino en interés de la justicia, de la bu
. 95
‘.1

354 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.

manidad, de la solidaridad de todos los miembros de la


l
gran familia nacional, que tiene mas particularmente
níayor ‘número de pueblo, y en interés de‘ la salud
social.
Ahora bien , hasta aquí, durante ochenta años sobre
todo, hemos visto una de estas dos cosas: ó que el mó
vil ha absorbido el objeto y el medio, y esto ha sido el
Cesarismo, ó que el medio ha absorbido el objeto y el
móvil, y esto ha sido el Parlamentarismo. El objeto solo,
el pueblo, ha sido dejado fuera , á no ser en los días de
revolucion,
tricida. en que seu ha vengado de este olvido fra _

En el dia estos falsos sistemas están gastados y ame


nazados. Es preciso volver forzosamente á lo verdadero,
_ á lo justo. No diré del Cuarto Estado, lo que Sieyes
decía del Tercer Estado: ¿Qué ha sido hasta ahora?
Nada, ¿Qué debe ser? _Todo. No lo diré revolucionaria ni
jioliticamente. Pero lo diré socialmente. Y lo diré social
mente , porque esto no acontece revolucionariamente.
Hé aquí la grande obra á la que debemos dedicamos
todos, por medio de una emulacion de abnegacion y de
sacrificio. . ‘
¿Cuál es, en su consecuencia, en esta obra la parte
que corresponde á la Monarquía, con respecto á la clase
escogida, á las superioridades sociales y políticas?
Estas, hallándose inducidas, por su situacion y por
su competencia, á obrar en detrimento del pueblo, cu
yos negocios creen sobrado abusivamente manejar, al
hacer los suyos, el príncipe se halla obligado á evitar
los ataques y á velar por la defensa.
De aquí resulta la siguiente evidencia sobrado dcs
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 355
conocida hasta aquíen el sistema representativo, por
que en su origen no se sabia aun los peligros que lle
vaba. consigo: que el príncipe debe hallarse investido no
solamente de preemínencia, sino tambien de preponde
rancia, para prevenir los choques y mantener en la bue
na d_íreccion a las clases, y no debe estar sometido á la
dominacion, en_aparicncia constitucional, de la clase
selecta.
Esto es cierto en sí. De manera que M. de la Gervai
sais, aunque no fuese partidario de la monarquía de ju
lio, no vacilaba en profesarla , en beneficio aparente de
esta monarquía dei855. ‘
Pero esto es mucho mas cierto y se halla mucho mas
justificado en el dia; porque, por una parte, la marcha
de la Revolucion desde esta época ha llevado ásu colmo
la cuestion social; y porque, por otra parte, jamás se w
vió un príncipe, á cuya buena fé, honor y patriotismo,
se pueda mas justamente confiar esta autoridad arbitra
ria y mediadora que es necesaria para su delicada y pc
. ligrosa solucion.
En definitiva, no hay espíritu alguno sensato, prác
tico y sincero, que no reconozca, que para una obra de
union, de pacificacion y de libertad, es necesario un
gran principio de unidad, de preponderancia y de auto
ridad. Es necesario la fuerza central á quien quiere re
gular y ordenar la fuerza centrífuga; una fuerza sabia y‘
generosa para dar soltura, con prudencia,. y para conte
ner ó reprimir, con firmeza; para equilibrar la libertad
con el órden, las satisfacciones que deben darse á un
pueblo con las exigencias de la justicia y del derecho;
para sustraer, en una palabra, la Francia á la Revo
356 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
lucion, y asegurarle la Reforma, la Paz social y la
Descentralizacion.
No debemos disimulamos que nos hallamos , con
respecto á la cuestion social y á la última revolucion con
que nos amenaza, en la situacion en que se hallaba la
antigua sociedad en la víspera de la primer Revolucion.
Si quisiera apurar la comparacion, saldrian de ella peli
gros mas formidables. Lo que necesitamos en semejante
situacion, no es un Luís XVI, sino un Enrique IV, es un
Cárlos V, reforzado con un San Luis.
Es necesario un Piloto por un mar tan borraseoso,
y tan sembrado de eseollos: es preciso en la barra una
mano, no violenta, pero firme y sobre todo, digna y
honrada: una m_ano de Rey bajo la mano de Dios.

IX.

¿QUE DEBE HACERSE EN EL ACTUAL ESTADO m: cosas?


ÜLrmo CONSEJO.

‘ No_he escrito lo que precede para incitar en lo mas_


mínimo á los entendimientos á que agiten la cuestion
monárquica, y menos aun á que pretendan resolverla
‘por el advenimiento mas ó menos prematuro de la Mo
narquía. .
° He querido solamente preparar los entendí.mientos á
‘la verdad, disipar las preocupaciones y las ambigüeda
des y (lespejar de ellas el porvenir.
Este porvenir no nos pertenece. La palabra esde la
Francia, y la hora es de Dios. Estas palabras son de
aquellas que desbaratan toda clase de intrigas. Es pues,
preciso inspirarse en ellas.
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 357
«¿Vuelve á aparecer la Monarquía? Ignórase si la
iProvidencia debe mostrarse tan míserícordíosa que per
»done á quien nose arrepiente. Pero que no interven
» gan los hombres, porque tienen la mano sobradqdes
»graciada-Despues que se haperdido la Monarquía, y
naaun para volver á encontrarla, es preciso salvar á la so
»ciedad. Ha pasado el tiempo y tal vez no ha vuelto to
»davía, de ser realista: no hay mas que ser social (i). »
M. de la Gervaisais nos reservaba este supremo con-‘
sejo. Sepamos comprender y practicar su sabiduría.
La divisíon enel terreno político ha llegado á su
colmo, y es refractaria á todo acuerdo y union, por lo
que no haría mas que acreccntarse la division con las
tentativas de cada uno. Solo Dios, la fuerza de las cosas,
de los acontecimientos y de las circunstancias, que son _
sus ministros, concluirán en un tiempo dado, estoy con
vencido de ello, con toda clase de contradicciones y de
divergencias. ‘ ‘
Abstenerse en este caso, es obrar; así como obrar,
es frecuentemente aventurar las cosas. Es preciso des
prendernos de estas dos ilusiones; á saber: que el hom
bre lo puede todo ó que no puede nada; del politicismo ó
del misticismo.
De que Dios, fiel al gran don de la libertad que nos
ha dado, y respetándola en su ejercicio, quiere hacer
nos participar del gobierno de su Providencia, ‘no se si
gue que se limite el mismo á reinar sin obrar. El obra
siempre; es el Acto puro, así en el gobierno de las cosas
humanas como en el de la naturaleza. Solamente que en

(t) La Crisis social, p. H y 16 (i833)


358 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
las cosas humanas, su accion, complicándose con nuestra
libertad, está mas velada, sin ser menos necesaria. Esto
es lo que nosotros tenemos por nada en nuestra suficien
cia, por incredulidad doctrinal ó aun simplemente prác
tica. Echamos sobre nosotros obras colosales con una ‘
presuncion á que nada iguala por lo ridículo sino es
nuestro desaliento, cuando no obtenemos buen éxito;
porque uno y otro suponen la idea de que nos hallamos
solos en su empresa. Cuanto , no diré mas cristiano,
sino mas sensato, mas conforme á la experiencia de la
vida, no seria que reconociéramos este Poder oculto, pero
siempre presente,
menos visible, quey opera
tanto en
mascada
sensible
cosa,cuanto
y las que es I
ordena

.tanto mejor, cuanto que nosotros le subordinamos nues


tros esfuerzos, que muchas veces nos abstenemos, y en
todos los casos, nos contentamos con el honor de coope
rar con él ‘, sin arrogarnos el que él se rehusaá sí
.mismo de querer hacerlo todo por sí.
Hay tiempos sobre todo en que secomplace Dios en
abatir este loco orgullo con los descalabros que le hace
. sentir. Tal es el nuestro. En este momento se reserva
la Providencia la política constituyente de la Francia.
Ella nos asigna tan solo la obra social de nuestra propia
reforma. No debe humillarnos tanto la porcion que nos
ha tocado en la particion. ‘
No es esto tampoco decir que debamos estar solos
en esta porcion, así como no quiere la Providencia estar
sola en la otra; pues aun propiamente hablando, no es
esto una particion sino una subordinacion. .
Restablecer las cosas sociales, sobre las cuales no es
permitido estar en desacuerdo,—obra directa.
LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRiSTIANO. 351)
Trabajar, por este medio aun implícitamente y por
Via de consecuencia natural, en la constitucion política
-del país-obra indirecto.
Ganar tiempo‘ utilizando esta obra. y
El tiempo será finalmente en beneficio del bien.
.El mal mismo, bajo este punto de vista, trabaja por
nosotros. Es el ejecutor de las altas obras de Dios con
tra sí mismo. . . .
Si la Francia debe salvarse. lo será solo por la Mo
narquía: por el órden cristiano bajo el Rey cristiano.
No ignoro todas las preocupaciones, todos los anti
guos odios y todas las sublevaciones que la Monarquía
encuentra aun; y me hago cargo mucho mas que los que
se lisonjean.de que hubieran podido ser evitados por la
fusion. Este espediente sobre el que no debo insistir, y
de que solo hablo aquí como medio probable ó eventual,
hubiera envilecido á la Monarquía sin hacerla realizable,
y todavía tendríamos que pagar este envilecimiento , no
solamente en la actualidad, sino en el porvenir, que por
lo menos queda reservado en su integridad.
Pero yo no creo menos, á pesar de estosobstáculos,
que la gran corriente de las cosas conduzca á la Monar
quía. Solamente ‘con una condicion, sin la cual se retarda
ria y se podria comprometer todo; y es la de no poner en
ella la mano, y de aplicar todos nuestros esfuerzos á_ la
obra social, como sino debiera interesarnos otra cosa.
. Tengo la firme conviccion de que tal debe ser nues_
tra conducta en este momento, no solamente por deber y
por interés‘ ‘social, sino por el mismointerés monárquieo.
Y la razon es muy clara, tanto como es decisiva para
ia Monarquía. ‘ ‘
360 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.
Es un honor, al mismo tiempo que una necesidad?
social de la Monarquía en Francia, que todo lo que se
hace para restablecer el órden, la libertad, el honor, las
costumbres, la fé; 1o que constituye la vida, la seguri
dad y la gloria de una gran nacion, seencuentre que
aprovecha implícitamente á la Monarquía. Y, por lo con
trario, que para combatir la Monarquía, la táctica mas
segura sea acabar con todos estos bienes ó retardar su.
regreso.
¿No es esto decisivo?
¿Qué otro régimen que el de la Monarquía legítima ve
ligada su causa de esta suerte, á la causa socialy nacio
nal? ¿es acaso la Repuública? ¿Es el Cesarismo? ¿Es el
Orleanismoí. De que otro‘puede decirse: «¡Es servirte,
servir a la Francia, es salvarte, salvar a' la Francia!»
Esto no es solamente un sentimiento y un raciocinio,
es un hecho. .
Todas las demás clases de régimen se vanaglorian de
salvar á la Francia, y se arruinan á fuerza de promesas
y reclamos para persnadírnoslo. Ahí está lo pasado para
responderles. Pero, aun amnistiándoles de lo pasado,
¿cuál de ellos puede resignarse á esta prueba: ¡Esperadj
dejadnos desde luego salvar á la Francia, realzar en ella
la autoridad, el órden, el respeto, las costumbres, las
creenciasá trabajad en esto con nosotros; y conseguido,
veremos despues?
Ninguno. .
El recurso de todos, su único procedimiento, es la
Revolucion, sea por medio de la anarquía, sea por me
dio de la intriga.
‘ ¿Y en la misma pobre Francia, ¿de dónde provienen
0

LA MEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. ‘ 362


sus antipatías contra la Monarquía cr.ístíana? Provienen
únicamente de sus antipatías contra el Orden Cristiano;
pues son las mismas, yno seria necesario otro argumento
para refutarias. Porque, como es muy cierto que nov
puede salvarse sino por el Orden cristiano, no 1o es me
nos, por afinidad, que solo lo será por la Monarquía
cristiana.
Deduzco de aquí, y seguramente‘esta deduccion es
la prenda mejor de la sinceridad de mi conviccion, que.
los mqnárquicos, en este momento, no tienen nada que
hacer como_ hombres de partido, al paso que 1o tienen que
hacer todo como hombres de órden.
Cuando digo que no tienen nada que hacer en el pri
_ mcr sentido, me equivoco; tienen que vigilar porque no
se quebrante esta tregua de 1os partidos que es la ley
comun de la situa.cion; cosa á que no se hallan menos.
obligados como hombres de órden. Tan idéntico es su
partido al partido del órden.
Bajo todos 1os puntos de vista pues, estamos parados
todos respecto de la política de partido. Trabajemos todos
en la obra comun de la restauracion social y nacional de
M nuestro querido y desdichado país.
Confiemos, por 1o demás, en Dios y en la Francia: y
. esta confianza misma no será la parte menos noble de
. nuestra actividad; porque será la de la fé y del sacri
ficio. .
Restauremos á Dios primeramente y enseguida Dios
restaurará á la Francia. Restauremos la Francia mora}
mente; y la Francia enseguida se volverá á constituir
l políticamente.
Esto se hará por sí; es decir,‘ por la naturaleza de
36?. LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRlSTIANO.

las cosas, por la providencia de Dios, por la maravillosa


elasticidad de nuestra Nacion.
»Considerad esta nacion en sí misma, ha dicho uno
de sus mejores escritores (l) y volvereis á encontrar—
la mas extraordinaria que ninguno de los acontecimien
tos de su historia. ¿Há aparecido jamás una sola que
. estuviera tan llena de contrastes y que fuese tan estrema
en cada uno de sus actos? Obrando siempre peor ó me
jor de lo que de ella ‘sc esperaba, tan pronto bajo el
nivel comun de la humanidad, tan pronto muy por en
cima, un pueblo de tal suerte inalterable en sus princi
pales instintos que se le reconoce todavía en los retratos
que de él se han hecho hace dos y tres mil años , y al
mismo tiempo tan inconstante ó vario en sus diarios pen
samientos y en sus gustos, que concluye por servir de
espectáculo á si mismo, y permanece frecuentemente
tan sorprendido como los estranjeros á la ‘vista de lo
‘ que viene á hacer; el mas apoltronado en su casa y el
mas dado á la rutina de todos cuando se le abandona a
sí mismo y, cuando se le arranca una vez de su hogar
y de sus hábitos, ‘dispuesto á llegar hasta el fin del
mundo y á osarlo todo; indócil por temperamento; en el
dia, enemigo‘ declarado de toda obediencia, mañana,
conducido con un hilo... mas capaz de heroísmo que de
virtud, de genio que de buen sentido; finalmente la
nacion mas brillante y mas peligrosa de Europa, y la
mejor formada para llegar á ser objeto de admiracion;
de piedad , de terror, pero jamás de indiferencia?»

(l) Esta bella página de M, Alejo de Tocqúeville corona su libro


de el Antiguo Régimen y de'la Revolucion.
LA LIEJOR FORMA DE GOBIERNO CRISTIANO. 363
Hcnos aquí. Que la Europa tenga cuidado; pues le
reservamos aun muchas sorpresas. Despues de habernos
atraido tantas veces la admiracion, reconozcamos que
podemos ser en el día un objeto de piedad. Dejemos á
nuestro enemigo que se aplaude de ello. Estepapel nos
sienta bien y nosotros debemos aprenderlo é ínspirarnos
en él para preparar mejor nuestros desquites; desquites
morales, sociales, económicos , políticos , nacionales.
Nosotros llevamos todos los elementos en nosotros mis
mos: solo se trata de depurarlos y reunirlos. Para volver
á ser el terror de los Filísteos, Sanson no tiene mas
que repudiar á Dalila y que dejar creer su cabellera.
4
364 LA REVOLUCION Y EL ORDEN CRISTIANO.

EPILOGO.

Hé concluido la tarea que los males de la patria han


impuestos‘ á mis horas de reposo. No me alucino sobre
el valor de este escrito , en el momento en que sepúbli
ea. Tal vez habré presumidodemasiado, ‘sin duda, de
mis fuerzas, é intentado escribir una obra que esceda
ellas. Pero ¡oh País mio! perdoname de haberme for
mado esta ilusion , para mitigar el sufrimiento que me
causaban tus desgracias, ocupándome en vengarlas de
sus enemigos y en hacerlas fructifiear para tí mismo.
No he creido hacerlo mejor que por medio de la verdad,
de la que me he formado una arma de guerra y uu
instrumento.de salvacion. En este último uso no la he
economizado; pero tu has tenido hasta aquí tantos adu
ladores que te han perdido, que yo he creido que
fuera la verdad sobrado fuerte para salvarte. Yo he te
nido fé en ella y en tí, y esta vez no será vana. Acuér
date de que eres Ia Francia, y de que la virtud mas
reparadora, así como el privilegio mas noble, toman su.
nombre de tí. De aquí viene que tú no puedas dejar de.
ser cristiano, sin dejar de ser tú mismo; porque tú eres la
franqueza , y el Cristo es la verdad; tú has nacido franco.
y el Cristo es la Libertad. Ambos sois hechos el uno para
el otro, y basta poneros en presencia uno de otro para que
os recozcais y os abraceis! Ojala lo hicierais con tan es
trechoabrazo, tú por tu generoso regreso y m. por ese
amor inmenso de que te ofrece la prenda su Corazon en
tre abierto,—qué _ os separase ya nunca!
INDICE.
PaóLoeo. Pág,

CAPITULO I.°- CRÍTICAS DEL ESTADO sm Díosw-Jnsïu‘‘ícacíoxns


v ESPLICACXONES. .

I. ¿Qué es la revolueion?. ‘ . . . . . . .
ll. ¿Es cierto que el Estado sea ateo, y que sea esta
la marca de la Revolucion‘? . . . . . . it)‘
III. Que esta marea del ateísmo se encuentra en‘to—.
‘dos los grados en la Revolucion, porque se
halla en su esencia.—Su diferencia en esto de
la revolucion inglesa. . . . ‘. . . . . 20
IV. Qué es lo que debe dejarse á salvo y lo que debe
‘ comhatirse en lo que se llama Revolucion. . 28
V. Qué es lo que constituye el prestigio de la Revo
lucíoíL-Dos S9 asociados y opuestos-Es
plicacíon del enigma. . . . . . . . .
VI. El liberalismo: reservas y distinciones-El libe
ralismo político y el liberalismo dogmático. .
Yll. La política de los principios es la verdadera po
lítica práctica de este tiempo.
CAPITULO ii.—.RAZONES DE TEMER. . . . . . . . .
l. Un vidente. . . ._ . . . . . . . .
ll. Caracteres del mal. presente.
lll. complicidad social. . .
lV. Las divinidades modernas. .
V. La cuestion social. . . 103
CAPITULO llL-Razonns 1mm asranani . 123
l. Recursos naturales de la Francia. . . . . 1233
ll. Que no nos hallamos decaídos sino enfermos. l29
lll. Que tenemos la vida en medio de nosotros. 134
lV. Que se le ha vuelto á dar yarias veces la vida á
la Francia ‘ ‘ H2
INDICE.

V. Que no ha muerto la fé en Francia. _ . Pág" 152


\‘l. Lo que ha retardado la reaccion y lo que la hará
estallar. . . . . . . . . . . .‘ . . i66
CAPlTULOl\r‘.—‘lIEníos m; sALvAcíox. . . . . . .183
l. Volver á entregar á Dios el tímon. ‘. . . . 187
ll. Catolicismoó Revolucion. . . . . . . . 209
lll. El Catolicismo y el Antiguo Régimen. . . . 219
1V. El Catolicismo ‘y la Cuestion Social. . . .. . 228
V. Solucionpráclicadelu Cueslion Social. . . _. 23.8
Vl. El Catolicismo y la cuestion Nacional. . .. . 253
CAPITULO Va-CUÁL. PUEDE ser. m' EL ora.EN manera LA ms. ‘ ‘
_ Joa FORMA m: GOBlERNO CRISTIANO. . . . . . 274
l. Primera condicion: la Autoridad; . . . . . 276
.14, Segunda condicion: el Orden. . . . . . 29!
. . lll. ‘Tercera condicion: la Libertad. . . . . ‘. 299
__‘ lV. República—Cesarismo. . . . . ‘. . . 310
3 V.. Monarquía. . . . . . . . . . . . 316
Vl. ¿Qué Monarquía? . . . . . . ... . . .324
\‘íl. La Monarquía nuera, su duple objeto; la paz so
cíal; la descentralizacion. . . . . . . 333
Ylll. La nueva Monarquía , condicion de su ejercicio. 345
1X. ¿Qué debe hacerse on ol actual estado de cosas‘?
último consejo. . fu: v: I7
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EPÍLOGO ® Ih
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