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Introducción

En las sociedades, los individuos necesitan niveles de conducta (moral y legal) que garanticen
la convivencia, armonía social, paz y (aunque para algunos sea paradójico) la libertad y el bien
común. Ya sea a través de un ordenamiento a través de una ética, o a la norma jurídica, pues
como es visto cotidianamente, el comportamiento de los hombres en la vida social, está
sometido casi siempre y al mismo tiempo, a la acción directiva de normas morales y normas
jurídicas.

Además, en la gran mayoría de los casos, la orientación que ambas regulaciones pretenden
imprimir en las conductas es totalmente coincidente, ya que según lo que expondremos ambas
tienen en esencia un carácter educativo que permite en el hombre la virtud y en la sociedad el
bien común. Sin embargo, son entendidos como realidades distintas, y que según algunos
teóricos, separados y contradictorios y de esta manera deben continuar.

El tema sobre la Moral del Abogado en la República Dominicana, ha tenido un especial lugar
desde la antigüedad, sin embargo, no es sino, ya avanzada la Edad Moderna, donde la
distinción teórica entre el Abogado y La Moral, no sólo se consolidó, sino que fue
explícitamente formalizada, manteniéndose hasta hoy en su enunciado esencial de la
explicación.
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Breve historia del la Moral del Abogado

Según lo expresado por Hervada J. (1998). El comportamiento de los hombres de la vida


social está sometido casi siempre y al mismo tiempo a la acción directiva de normas morales y
de normas jurídicas. Por otra parte, en la gran mayoría de los casos, la orientación que ambas
regulaciones pretenden imprimir en las conductas es totalmente coincidente.(p.56).

Además indica, que desde el punto de vista histórico, la formulación explícita y sistemática de
las tesis de que Derecho y Moral son dos tipos radicalmente diferentes e independientes de
normatividad ética es una conquista reciente del pensamiento humano, trescientos años atrás,
se les veía todavía dentro de una estrecha relación de unidad y dependencia. (p.56).

El mismo autor expresa que, los grupos humanos se rigieron durante largo tiempo por una
normatividad unitaria y difusa, cuyo origen se atribuía conjuntamente a los antepasados y a los
dioses. En esa normatividad estaban incluidos en confusión aspectos hay tan claramente
distintos como el religioso, el moral, el jurídico, el de la urbanidad e incluso el higiénico-
sanitario. (p.57).

Más adelante, durante la larga etapa que cubre el período de la Edad Media y parte de la
Moderna, se desarrolló ya sistemáticamente el germen de la distinción. Es cierto que Derecho
y Moral seguían todavía estrechamente vinculados como parte de una realidad superior: la
Ética. Pero eran entendidos como realidades distintas, por lo menos parcialmente, ya que el
Derecho (o ley humana positiva) ocupaba un sector propio dentro del amplio campo de la
normatividad moral, si bien sometido a las exigencias de la normatividad moral superior
(manifestación de ley eterna a través de la ley natural).(p.61).
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Y, al fin, avanzada ya la Edad Moderna, la distinción teórica entre Derecho y Moral, no sólo se
consolidó, sino que fue explícitamente formalizada. Según Tomasio, la búsqueda humana de la
felicidad se ve apoyada por tres tipos de reglas: las del decoro (=reglas de buena educación),
las de la honestidad y las de la justicia. Las reglas de la honestidad (=Moral) tienden a
procurar la paz interior, obligan en conciencia y no son coactivas. Las reglas de la justicia
(Derecho) tiene a procurar la paz externa, regulan las relaciones con los demás y son
coactivas. Así pues, mientras las normas morales se caracterizan por las notas de interioridad y
no-coercibilidad, los rasgos definitivos de las reglas jurídicas son la exterioridad y la
coactividad.

Este planteamiento de Tomasio fue asumido por Kant. Según el filósofo, las leyes morales se
refieren a la libertad interna, son autónomas (en cuanto que el hombre, al cumplirlas, se
somete a su propia legislación racional) y no son ni pueden ser coactivas. Por el contrario, el
Derecho tiende a la protección de la libertad en su manifestación externa, impone deberes
externos, es heterónomo y es también esencialmente coactivo, puesto que, en caso contrario,
no podría cumplir su propia finalidad.

Esta separación teórica entre Derecho y Moral fue acentuada más tarde por Fichte al poner de
relieve que la distinción puede llegar a extremos de contradicción, por cuanto las normas
jurídicas pueden considerar lícitas e incluso obligatorias conductas que están claramente
prohibidas por la moral.

Relación entre Moral y Derecho

De acuerdo a Finis J. (1999) lo deseable es que la reglamentación jurídica sintonice al máximo


con las maneras de pensar y de sentir de las gentes cuya conducta va a normar, es decir, con
sus creencias y convicciones morales. Hay que considerar dos supuestos fácticos diferentes:
existencia de un único sistema moral y/o presencia de varios sistemas morales.(p.169).

En el primer supuesto, es decir, en el caso de que en la sociedad a la que corresponde un


determinado sistema jurídico haya un sistema moral unitario y coherente, no parecen
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admisibles las contradicciones estrictas entre Moral y Derecho. Lo que sí puede ocurrir es que
no exista una coincidencia plena entre ellos, en el sentido sobre todo de que el Derecho
permita muchas conductas sociales prohibidas por la Moral, ya que el Derecho no tiene por
qué mandar o prohibir todo lo moralmente bueno o malo, sino únicamente aquellos que afecta
a la vida social.(p.186).

En el segundo supuesto, es decir, cuando las convicciones morales vigentes en una sociedad
presentan fracturas, división y oposiciones, será inevitable que existan contradicciones entre
algunas normas morales y el Derecho. En estas situaciones, habrá todavía sin duda un núcleo
de convicciones o valores morales básicos comúnmente aceptados por la gran mayoría de los
miembros de la sociedad, puesto que de otro modo desaparecería hasta la cohesión mínima
imprescindible para la supervivencia del grupo. Pero, al mismo tiempo, habrá otros aspectos o
materias sobre los que no exista coincidencia de valoración entre las diversas doctrinas
morales sustentadas por diferentes grupos sociales. Y, en este supuesto, las discrepancias
conducirán de forma casi inevitable a la aparición de verdaderas contradicciones entre el
Derecho y algunos de los códigos morales vigentes en la sociedad. (p.187).

Para los individuos, se trata del viejo problema del conflicto entre dos deberes opuestos: el de
obediencia a las leyes civiles y el de sometimiento al dictamen de la propia conciencia. A su
vez, para la comunidad, el problema se reduce a decidir qué actitud puede-debe adoptar el
Derecho ante el pluralismo moral actuante en el seno de la sociedad. Y, ante esta cuestión, sólo
caben dos opciones políticas fundamentales: una de máximo respeto a la libertad del
individuo-persona, otra, partidaria de la beligerancia moral del Derecho, que exige de éste que
contribuya positivamente a implantar en la sociedad los principios de una moralidad
considerada superior. (p.191).

Por tanto, el respeto del Derecho a la privacidad y autonomía moral del individuo es un
postulado primario de la organización social, pero que, en caso de conflicto, ha de ceder ante
las exigencias del respecto general a las convicciones éticas de la mayoría de los ciudadanos y
a los valores fundamentales de la sociedad justamente ordenada.
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La Moral del Abogado en la República Dominicana

El Mastro Ossoria, señala en su texto que el problema es un asunto magno, y muy dramático,
al establecerse la pregunta de cual es el alcance de la ética en nuestro ministerio de abogado;
se preguntaba que en que punto nuestra libertad de juicio y de conciencia ha de
quedar constreñida por esos imperativos indefinidos, in-con sutiles, sin títulos ni sanción y
que, sin embargo, son el eje del mundo.-

En esta parte iniciar de las elucubraciones del maestro sus inquietudes son tan actuales y tan
ciertas como si la estuviera escribiendo en esto momentos. Me pregunto ¿cuantos de los
famosos catedráticos universitarios de nuestro país le han exigidos la lectura de este texto a
sus estudiantes?

Porque creo y así los hechos me lo confirman: "Que en un alto porcentaje los Abogados
Dominicanos, tenemos el Alma enferma" y necesitamos esta medicina para el alma a ver si en
nuestro país se van separando las pajas del grano.-

El maestro establece en su texto lo siguiente: "Alguien teme que existan profesiones


caracterizadas por una inmoralidad intrínseca e inevitable, y que en tal supuesto, la nuestra (La
de Abogado), fuese la Profesión típica de esos males subyacentes.-

Pero Yo, Abogado de Profesión al igual que nuestro Insigne maestro Opinamos lo
contrario....Nuestro oficio es el de mas fundamento Moral.-

En nuestro País La República No hay un solo abogado que este en contra posición de la Moral
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y La Ética; lo que hay es mucho bandidos, estafadores, ladrones infractores de la ley penal que
se dicen ser abogado, llegando al extremo de hacerse de carnet del Colegio de Abogados
falsificado.-

De tal manera es que mi recomendación es que cuando un ciudadano, Nacional o Extranjero se


vea en la necesidad de requerir los servicios de un Letrado; antes de
contratarlo deberá comunicarse con el Colegio de Abogados de la República Dominicana, que
esta en el deber de certificar la calidad del Referido Profesional del Derecho.-

Le doy las gracias a nuestro grande e Insigne maestro Don Ángel Ossoria, por sus obras que
todas son muestra de lo que debería ser un Abogado, como lo fue el y lo que día a día estoy
tratando de ser yo, y que en Nuestra República Tenemos Muchos.-

“El abogado es hombre de sabiduría, de consulta, que siempre pone de manifiesto el altruismo
y nobleza ciudadano culto, que impone respetabilidad, justo, que profesa de manera
imperativa el bienestar social.”

Estamos conviviendo la etapa del desamor, del irrespeto a la abogacía”, pues inclusive a lo
mejor se busca sin sacrificio un rendimiento económico, sin mayor esfuerzo, estamos
soportando calificativos peyorativos gracias a la mala fama que tiene nuestra profesión, con
comentarios que van de lo ridículo a la ofensa, por lo que recomienda establecer que la justicia
por la que luchamos, sea labrada con dignidad, altura propias de quienes hemos escogido esta
noble profesión. Justicia no es dañar a otro.

Dentro de los aspectos que tenemos que mejorar dentro del llamado ejercicio del derecho, es
ayudar a cambiar actitudes estamos llamados a decir la verdad, a defender el derecho y
principalmente la justicia, para ofrecer una mejor visión sobre lo que debe ser el ejercicio del
derecho utilizamos una frase que resulta célebre, es del pensamiento que: “La verdadera
justicia alcanzaremos con moral y ética, en la práctica con comportamientos que brinden a la
sociedad la suficiente confianza.”
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En definitiva, y al punto, muy bien hace en afirmar que: “Debe asistirnos siempre el mejor de
los comportamientos que conlleva a justipreciar nuestra noble profesión” Entre las figuras
locales y nacionales de personalidades destacadas por el autor, consta también mi señor padre,
por ello, no puedo menos que reconocerle en nombre de la familia, por la justicia que pregona
y practica.

En cuanto, a los Valores Fundamentales, se asumen temas como la ética y la abogacía


recordando que “El hombre debe asumir la búsqueda del bien y alejarse del mal”; la
Deontología-Etica, ciencia de los deberes; la Ética Profesional, apunta que se cualifica desde
conductas elementales, en base al honor, dignidad, integridad, concernientes a las relaciones
con los colegas, sobre todo, con el cliente, guardándole el secreto.

Con relación a la moral del abogado, esta se encuentra en decadencia, por la falta de
compromiso de algunos profesionales del derecho debe haber seriedad y profundidad en los
estudios universitarios, además, por la crisis de la sociedad, convirtiéndose el abogado algunas
veces en “cómplice del fraude”, “encubridor del delito.”

Repleto en valores y principios éticos, el Dr. Marco Carrillo Velarde en mi criterio plantea y
escribe con decisión y valentía sobre estos aspectos relevantes e indispensables, en la vida del
profesional del Derecho. No cabe más que observar el respeto a todo y a todos, pues creo es la
base de la convivencia social; su consecuencia es aceptación, armonía, paz e inclusive
progreso. Es importante no sólo saber de leyes, de su aplicación correcta, es indispensable –
propone- ser en todo sentido honrados.

Debo resaltar aquello que incumbe a lo social, cuando expresa: “Los abogados de ninguna
manera podemos estar divorciados de la realidad social, tanto más que somos conocedores de
la problemática en que vive nuestro país”.

Derecho y Moral

De acuerdo a lo planteado por Orrego C. (2000) A medida que se vaya avanzando en el


presente estudio, esbozando los criterios que en el mismo se tratan respecto a la juricidad y la
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moralidad, en las normas, y lo que esto conlleva en la existencia humana y social, en tanto
objeto de reflexión de la filosofía del derecho. Según como se entiende el problema que se
analiza, se estima que lo deseable es que la reglamentación jurídica (norma jurídica) tenga una
gran armonía y sintonía con las maneras de pensar y de sentir de las personas cuya conducta se
va a normar, es decir, con sus creencias y convicciones morales. Esta alternativa se presenta
como ideal; pues en gran parte, en lo fundamental, dependerá de esto la estimación axiológica
de la norma, y de la pretensión de justicia que busca el derecho. (p.128).

Lo que sí puede ocurrir, y mucho más a menudo, en tanto que es un estado real y no ideal de
cosas, es que no exista una coincidencia plena entre el derecho y la moral, debido a la gran
cantidad de grupos culturales que conviven en nuestras sociedades actuales; y yendo a la causa
se coincide, que básicamente se debe una desorientación de la moral social, un inadecuado uso
de la libertad y de la búsqueda del bien supremo. (p.133).

En la práctica esto se traduce en el sentido de que el Derecho (la norma jurídica) permita
muchas conductas sociales prohibidas por la moral (norma moral), ya que el Derecho, de suyo,
no tiene por qué mandar o prohibir todo lo moralmente bueno o malo, sino únicamente
aquellos que afecta a la vida social; ya que como veremos en detalle, más adelante cuando
analicemos las características de cada una de las normativas, se puede ver que una se orienta,
de suyo, a normar la vida en comunidad, mientras que la otra se circunscribe, de suyo, al
ámbito de la conciencia personal, en miras al desarrollo de una armonía psicológico espiritual.
Ahora bien, cuando las convicciones morales vigentes en una sociedad presentan fracturas,
división y oposiciones, será inevitable que existan contradicciones entre algunas normas
morales y el Derecho o normas jurídicas. (p.141).

Algunos autores indican que: en estas situaciones, habrá todavía sin duda un núcleo de
convicciones o valores morales básicos comúnmente aceptados por la gran mayoría de los
miembros de la sociedad, puesto que de otro modo desaparecería hasta la cohesión mínima
imprescindible para la supervivencia del grupo, sin embargo nos encontramos, a modo de
ejemplo que la norma jurídica (derecho) permite atentar contra la vida humana contraviniendo
la norma moral más básica, transformando así, la norma moral más elemental para la
conservación del grupo (para verlo en estos términos básicamente instintivos) muchas veces
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en un objeto de subjetivismo, relativismo y procedimentalismo. Las discrepancias en estas


materias fundamentales conducirán de forma casi inevitable, a la aparición de verdaderas
contradicciones entre el Derecho, algunos de los códigos morales vigentes en la sociedad, los
derechos humanos e incluso la ley natural y eterna.

Ahora bien, para la persona individual, el planteamiento de la contradicción de la norma moral


y la norma jurídica, revitaliza cada vez, el antiguo y solemne problema del conflicto entre dos
deberes distintos: el de obediencia a las leyes civiles y apego a la norma del ordenamiento
jurídico y el de sometimiento al deber moral de la propia conciencia. Sin embargo, se nos
torna inevitable precisar que la moral (normas morales) regula, de suyo, absolutamente todo el
comportamiento humano, pero desde el punto de vista de la interioridad, de la intencionalidad,
de la conciencia. Y esto se manifiesta como un principio de lógico de identidad en la
personalidad humana: debo hacer coincidir mis acciones con lo que valoro, respeto y creo; de
otra manera mi conducta tendría marcados elementos esquizoides. (p.140).

Por otro lado, el Derecho (la norma jurídica), sin embargo se preocupa fundamentalmente de
las implicaciones externas de la conducta, ya que a través de ellas trata de garantizar la paz y
seguridad de la vida social. En esta medida, regula prioritariamente las conductas externas
(aunque no todas) y sólo toma en consideración la interioridad o intencionalidad en cuanto que
esa dimensión llega a manifestarse en la conducta exterior, haciéndose captable y mensurable
en la vida social. (p.140).

En este análisis, sin duda una de las diferencias que marcarán la diferencia esencial entre la
norma moral y la norma jurídica, y que han configurado los principios fundamentales desde
la ética hasta la educación, es el criterio de coactividad de la norma jurídica y la no-
coactividad de la norma moral. Sin duda, de este importante factor dependerá lo que se conoce
como mérito moral. De alguna manera podemos decir que la norma moral, en este sentido es
más alta y más perfecta, toda vez que se cumpla correctamente, sin mediar criterios
prudenciales.

La pureza moral de una acción radica en la propia razón, voluntad y libertad del sujeto en su
ejercicio, la realización de un acto moral debe surgir de la propia autonomía moral y el deseo y
alegría que provoca realizar el bien, y no por evitar algún castigo o perseguir algún premio o
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recompensa, si la acción moral busca estos objetivos, la acción pierde su pureza moral y no
puede ser llamada voluntaria, lo cual es una acción propiamente humana según Santo Tomás;
el aquinate toma como sinónimos acción voluntaria (o libre) con acción humana. Bien,
volvamos al criterio de la coactividad, en tanto principal diferencia entre el derecho y la moral.

La aplicación de este criterio, se ha proclamado tradicionalmente, seguido de la idea kantiana


que la distinción entre Moral y Derecho deriva del carácter autónomo de la primera y del
carácter heterónomo del segundo, según lo que hemos explicado más arriba. La moral es
constitutivamente autónoma (auto: por sí mismo; nomos: ley, norma) porque el sujeto, para
obrar moralmente, ha de actuar según el principio de su propia racionalidad, y su voluntad
libre.

Así, el sujeto cuando se somete a la norma moral, lo hace por coincidencia de ésta con la
dimensión inteligible de sí mismo, por una honesta consecuencia. Y, en esa medida, podríamos
decir que se somete a su propia norma (de ahí la alusión al carácter privado de la moral). Con
todo, las normas morales se caracterizan por establecer unos deberes cuyo cumplimiento es
incompatible con cualquier tipo de realización forzada.

El Derecho es, en cambio, heterónomo (hétero: por otro; nomos: ley, norma) puesto que los
sujetos tienen el deber de someterse a las normas jurídicas, no por coincidencia de esas normas
con su propia ley de racionalidad, sino porque hay un legislador distinto de ellos mismos que
tiene la capacidad de imponerles el cumplimiento de tales normas.

En el Derecho (norma jurídica) la posibilidad de que el cumplimiento sea impuesto por la


fuerza es consubstancial, o sea pertenece a la propia naturaleza del derecho, de manera tal que
la posibilidad del recurso a la imposición forzada, forma parte de su estructura. Así pues,
frente a esta natural coercibilidad del Derecho (posibilidad del recurso a la imposición
forzada), se destaca, como signo diferenciador definitivo, la también natural no-coercibilidad,
y por lo tanto, autonomía de la moral, frente a la heteronimia del derecho o la norma jurídica.

Con lo que se ha explicado e indicado más arriba, parece evidente que se han disipado las
dudas sobre si acaso se puede estar obligado por la moral (como externo, o heterónomo) como
habitualmente y sin mucho fundamento suele creerse; se insiste en esto dado que desde el
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punto de vista del sujeto individual obligado, Moral y Derecho han sido entendidas como
normativas igual o paralelamente heterónomos, por lo que la diferencia entre ambas ha de
quedar reducida al modo de imponerse, a través de las distintas instituciones. Sin embargo
debemos agregar a lo dicho que las normas morales se constituyen en tales, en obligación para
el individuo toda vez que se produce en él un asentimiento y reconocimiento, racional y
voluntario, constituyéndose como una obligación en tanto estima bondadosa y valioso en si
misma la conducta, sin necesitar criterios prudenciales para acatarla como una norma; es decir,
obliga al sujeto, en tanto en cuanto el sujeto le reconoce, de suyo, la legitimidad-virtual-moral
de obligar. (p.151).

Criterios distintivos entre el Derecho y Moral

Siguiendo el ejemplo de Tomasio y Kant, se ha señalado que el Derecho y la Moral se


diferencian por las distintas materias reguladas, es decir, porque, mientras que la Moral regula
solamente las conductas internas, las normas jurídicas se circunscriben a la regulación de las
conductas externas de los hombres.

Según lo expresado por Méndez O. (2007). Parece inevitable precisar que la Moral regula
absolutamente todo el comportamiento humano, pero desde el punto de vista de la
interioridad, de la intencionalidad, el Derecho, sin embargo se preocupa fundamentalmente de
las implicaciones externas de la conducta, ya que trata de garantizar la paz y seguridad de la
vida social. En esta medida, regula prioritariamente las conductas externas (aunque no todas) y
sólo toma en consideración la interioridad o intencionalidad en cuanto que esa dimensión llega
a manifestarse en la conducta exterior, haciéndose captable y mensurable. (p.2).

Estructuras Lógicas del Derecho y la Moral

Según lo planteado por Stuart J. (1991) este criterio de distinción, Moral y Derecho se
diferencian porque, mientras que las normas morales son subjetivas y unilaterales, las normas
jurídicas son objetivas y bilaterales. (p.213).
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Además señala que, la Moral es subjetiva por cuanto se refiere al sujeto en sí mismo, es decir,
regula su conducta en atención a su propio interés sin que la estructura de la propia norma
incluya ningún comportamiento de ningún otro sujeto. Y, al mismo tiempo, la Moral es
unilateral porque, frente al sujeto a quién obliga, no sitúa a ninguna otra persona que esté
legitimada por la misma norma moral para exigirle el cumplimiento de ese deber.(p.213).

En cambio, el Derecho es objetivo (o transubjetivo), por cuanto regula la conducta relativa o


relacional de los hombres, valorando esa conducta en referencia a la vida social, no en
atención al interés del sujeto obligado. Por eso, establece límites precisos y externamente
verificables: la medida del deber que impone está en la posibilidad jurídica (derecho subjetivo)
que otro sujeto diferente tiene de intentar eficazmente que ese deber sea cumplido.(p.214).

El Derecho es también esencialmente bilateral o bidireccional, puesto que las normas


jurídicas, asignan al mismo tiempo la obligación de un sujeto y la correlativa pretensión o
exigencia del otro. Es decir, atribuyen posibilidades socialmente eficaces de exigir el
cumplimiento de los deberes que imponen. Así, frente al deber jurídico, existe siempre un
derecho subjetivo correlativo.(p.214).

Autonomía y Heteronomía del Derecho y la Moral

Para poder explicar esta parte, definiremos el concepto de Heteronomía, el portal en línea
Wikipedia (2011) la cual significa que las normas jurídicas son creadas por otra persona
distinta al destinatario de la norma, y, que ésta, además, es impuesta en contra de su voluntad;
esta característica se opone a la Autonomía que significa que la norma es creada de acuerdo a
la propia conciencia de la persona, es auto legislación (darse sus propias leyes).

En aplicación de este criterio, se ha venido proclamando tradicionalmente que la distinción


entre Moral y Derecho deriva del carácter autónomo de la primera y del carácter heterónomo
del segundo. La Moral es constitutivamente autónoma porque el sujeto, para obrar
moralmente, ha de actuar según el principio de su propia racionalidad. Así, el sujeto cuando se
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somete a la ley moral, lo hace por coincidencia de ésta con la dimensión inteligible de sí
mismo. Y, en esa medida, se somete a su propia ley.

El Derecho es, en cambio, heterónomo, puesto que los sujetos tienen el deber de someterse a
las normas jurídicas, no por coincidencia de esas normas con su propia ley de racionalidad,
sino porque hay un legislador distinto de ellos mismos que tiene la capacidad de imponerles el
cumplimiento de tales normas.

Parece evidente, que, desde el punto de vista del sujeto individual obligado, Moral y Derecho
son igual o paralelamente heterónomos, por lo que la diferencia entre ambas normatividades
ha de quedar reducida al modo de imponerse. Las normas morales se constituyen en tales para
el individuo a través del asentimiento o reconocimiento de éste. Una norma moral es y opera
como tal norma, es decir, obliga al sujeto, en tanto en cuanto el sujeto le reconoce la
virtualidad de obligar. Cualquier norma moral dejaría de ser verdaderamente moral, si el
sujeto, al cumplirla, no la acepta como norma para sí mismo, es decir, si no la reconoce en su
conciencia como norma que debe cumplir.

Por el contrario, las normas jurídicas se constituyen en tales para el individuo con
independencia del asentimiento o reconocimiento de éste. La obligación jurídica es establecida
por el Derecho de manera pura y exclusivamente objetiva, es decir, con total independencia de
lo que piense o sienta el sujeto en su interior.

Distinción del derecho y la Moral con la Coacción

Nino C. (1994) Se ha señalado también que Moral y Derecho se distinguen por la diferente
vinculación que tiene con la posibilidad de recurrir a la coacción para conseguir el
cumplimiento de las conductas que imponen. Las normas morales se caracterizan por
establecer unos deberes cuyo cumplimiento es incompatible con cualquier tipo de realización
forzada mientras que en el Derecho la posibilidad de que el cumplimiento sea impuesto por la
fuerza es consubstancial. Así pues, frente a la natural coercibilidad del Derecho (posibilidad
del recurso a la imposición forzada), se destaca, como signo diferenciador definitivo, la
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también natural no-coercibilidad de la Moral. En el Derecho la posibilidad del recurso a la


imposición forzada forma parte de su estructura.(p.36).

Función social del Derecho y la Moral

El fin que se propone el Derecho de manera inmediata y directa es conseguir el mantenimiento


y el adecuado desarrollo de la vida social. Por tanto, el Derecho ha de regular todas aquellas
manifestaciones de la vida comunitaria que interfieran de manera suficientemente importante
en el mantenimiento o ruptura de la convivencia social y ha de reglarlas con las máximas
garantías posibles. En cambio, la Moral, si bien contribuye también a que la convivencia
social se realice de una manera pacífica y ordenada, tiene como misión la consecución de la
perfección o plenitud vital del individuo.(p.38).

La Moral responde a la necesidad (psicológica) que siente el individuo de estar en paz


consigo mismo, esto es, con su propia conciencia, mediante la fidelidad o sometimiento
interior voluntario a las directrices de la ley moral.

El Derecho contempla las acciones humanas desde un punto de vista social atendiendo a las
consecuencias que esas acciones van a tener para la vida del grupo. Por el contrario, la Moral
contempla la conducta humana desde el punto de vista subjetivo de la actitud o disposición
anímica en que está y con la que actúa el destinatario de la norma.

Problemas Actuales del Derecho y la Moral

Hoy, no sólo ha desaparecido ya casi totalmente dentro de las sociedades la unidad religiosa,
sino también la unidad ética: tras el pluralismo religioso y probablemente como su
consecuencia, se ha generalizado el pluralismo moral.

Este hecho ha favorecido sin duda la tendencia a que el Derecho sea también básicamente
amoral, es decir, neutral desde el punto de vista de los códigos morales particulares, puesto
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que en caso contrario, resultaría difícil que la normatividad jurídica cumpliera la fundamental
función de unir y pacificar las relaciones sociales.

Sin embargo, el debate actual sobre la relación entre Derecho y Moral ha recuperado una
buena parte de su tradicional problemática: pueden las leyes ser consideradas como verdadero
Derecho cuándo no ordenan correctamente la vida, cuándo no son suficientemente justas,
cuándo no se ponen al servicio de la persona humana? La actual filosofía del Derecho y del
Estado se cuestiona de nuevo si toda la razón de ser de las leyes se reduce al desnudo mandato
del poder legítimamente constituido, o si es más bien constituirse en instrumento al servicio de
la dignidad moral del hombre.

Por otra parte, hoy se le exige también insistentemente al Derecho que sea respetuoso con las
convicciones éticas particulares de los ciudadanos, hasta el punto de dar a menudo preferencia
a esas convicciones sobre los principios o intereses comunitarios. Ejemplos de esa
consagración del derecho a la objeción de conciencia o la defensa a la desobediencia civil son
suficientemente sintomáticos de esta situación. Ha de reconocerse, por tanto, que en la
actualidad, el viejo tema de la relación entre Moral y Derecho sigue planteando a la doctrina
una problemática teórica y práctica.

Diferencias distintivas entre la Moral y el Derecho

El Derecho regula conductas externas (aunque no todas) y la Moral sólo regula las conductas
internas.
Las normas morales implican la intencionalidad del sujeto y las normas jurídicas se conforman
con el comportamiento meramente externo.

Las normas morales imponen solamente deberes, las normas jurídicas no sólo imponen
deberes, atribuyen derechos.

Las normas morales solamente obligan aquellos que aceptan y reconocen su fuerza vinculante
y las normas jurídicas obligan con independencia total de la aceptación o asentamiento de los
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destinatarios. Las normas morales tienen un carácter autónomo y las jurídicas son de carácter
heterónomo.

Las normas morales no son exigibles por la fuerza y las normas jurídicas, en cambio, implican
siempre la posibilidad de recurrir a la coacción para lograr su cumplimiento. (Coercibilidad y
no-coercibilidad)

Las normas morales son subjetivas y unilaterales y las normas jurídicas son objetivas y
bilaterales. En relación con los puntos 2 y 3.

El fin que el Derecho se propone es conseguir el mantenimiento y adecuado desarrollo de la


vida social. En cambio, la Moral tiene como misión la consecución de la perfección o plenitud
vital del individuo, responde a una necesidad psicológica.
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Conclusiones
Luego de realizado el presente informe sobre La Moral del Abogado en la República
Dominicana, concluimos diciendo que, desde el punto de vista tradicional, lo mismo que desde
la perspectiva kantiana y liberal posterior, el hombre-individuo-persona y su moralidad, su
libertad, priman sobre el Derecho. Pero, para las concepciones de orientación transpersonalista
y colectivista, habrá que atenerse prioritariamente a los intereses comunitarios de bienestar,
orden y seguridad.

Además, ese núcleo mínimo de elementos morales básicos incluye, cuando menos, ciertas
convicciones en torno al valor de la vida humana y a la gravedad de los atentados contra ella.
Así como también, la orientación educativa, el sistema económico, la eutanasia, el aborto, el
divorcio, la propiedad privada, la utilización de las armas, entre otros

Estas contienen aspectos valorativos como el respeto a la integridad física y moral de las
personas, la generalidad de la ley, la igualdad de trato y de oportunidades, el bienestar y la
salud pública, el pluralismo ideológico, la seguridad política y jurídica, etc.

Este rasgo no excluye por sí mismo el hecho de que en ocasiones el cumplimiento de las
normas morales sea impuesto violentamente a los individuos. Lo único que quiere decir es
que, en tales casos, el cumplimiento forzado de una norma moral no es un cumplimiento
moral, careciendo, por tanto, de todo sentido y valor moral. Paralelamente, la afirmación de
que las normas morales deben ser cumplidas de forma libre y por propia espontaneidad no
quiere decir que en el ámbito de la Moral no exista ningún tipo de sanciones. De hecho, los
códigos morales cuentan con el respaldo de múltiples sanciones del más variado tipo, como
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pueden ser el remordimiento de conciencia, la infelicidad o falta de plenitud, la frustración,


etc.

Sin embargo, el Derecho no podrá sustraerse nunca totalmente a la mediación del código
básico de la Moral social, puesto que, en caso contrario, se produciría un desajuste tan grave
entre la normatividad jurídica y las convicciones éticas generales de la comunidad que
resultaría inviable la aplicación misma de ese Derecho.

Es cierto que durante los últimos años unos abogados mediocres y también una sociedad de
más alto nivel han formado del abogado una imagen pública como las de un ser codicioso
vendedor de palabras o descarado prestidigitador de la verdad y de la justicia. Y este es el
punto principal de esta tesis: proyectar una iniciativa en la vida profesional del abogado que se
tiene que cambiar para acreditar la buena imagen y un prestigio digno que debe tener el
profesional del derecho.

Independientemente de lo económico, es declarar insistentemente, porque muchos


abogados sólo sirven para envenenar, dispersar y aún para prostituir la profesión del derecho.
Un abogado no se cotiza como tal por su actuación social, o por su poder económico, sino más
bien por su trabajo y las cualidades de honestidad, austeridad y eficiencia.
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Bibliografía

Código de Ética del Abogado de la República Dominicana

Finnis, John (1980), “Ley Natural y Derechos Naturales” Trad. de Cristóbal Orrego, Ed.
Abeledo Perrot.

Hervada, Javier (1998), “Introducción Crítica al Derecho Natural”, Navarra, EUNSA, 9ª Ed.

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