La segunda habilidad práctica de la Inteligencia Emocional es el control de
los estados anímicos.
Forma parte de la sabiduría universal el hecho de que los sentimientos
alteran el pensamiento: cuando estamos 'ciegos de rabia', 'enfurecidos como un toro de lidia' o 'locamente enamorados', el propio lenguaje indica que la razón y el pensamiento, en tales situaciones, no tienen la más mínima oportunidad de éxito.
Las emociones básicas vinculadas al hambre, la sed, el miedo, la ira, la
sexualidad y el cuidado de los niños, forman parte de nuestro equipamiento básico emocional. Están arraigadas biológicamente en nuestra naturaleza y forman parte de nosotros, tanto si queremos como si no.
En cambio, el modo en que manejamos este tipo de formas de
comportamiento innatas está en nuestras manos: poseemos la libertad de sopesar las diferentes posibilidades de actuación y de decidir de acuerdo con nuestros propios motivos y criterios.
Por control emocional no entendemos ahogar o reprimir las emociones,
sino regular, controlar o eventualmente modificar estados anímicos y sentimientos -o su manifestación inmediata- cuando éstos son inconvenientes en una situación dada.
Un aspecto importante del autocontrol lo constituye la habilidad
de moderar la propia reacción emocional a una situación, ya sea esa reacción negativa o positiva (por ejemplo: no sería conveniente expresar excesiva alegría ante otras personas, colegas o amigos, que están pasando en ese momento por situaciones problemáticas o desagradables).
En la sociedad moderna, los viejos mecanismos instintivos de 'lucha-
huida' no nos sirven normalmente de ayuda. Debemos utilizar cuanto sabemos acerca de las emociones y sentimientos propios y ajenos para ayudarnos a controlar mejor nuestros impulsos.
No podemos elegir nuestras emociones. No se pueden simplemente
desconectar o evitar. Pero está en nuestro poder conducir nuestras reacciones emocionales y completar o sustituir el programa de conducta congénito primario, por ejemplo, el deseo o la lucha, por formas de comportamiento aprendidas y civilizadas como el flirteo, la crítica, la discusión o la ironía. Lo que hagamos con nuestras emociones, el hecho de manejarlas en forma inteligente, depende de nuestro nivel de Inteligencia Emocional. El Control Emocional La emoción es la capacidad de sentirse afectado; es la movilización del estado de ánimo que producen los afectos y las pasiones; desequilibrio causado por el miedo y la preocupación. La emoción es la respuesta afectiva ante una situación que produce inestabilidad y perturbación. Las emociones pueden aparecer en forma abrupta, frente a un estímulo intenso determinado y ser de breve duración, o permanecer cierto período de tiempo impidiendo cualquier otra acción, aún después de desaparecer el estímulo que la provocó.
Las emociones producen reacciones fisiológicas tendientes a alcanzar lo que
se cree que es bueno o rechazar lo que se considera que es malo. Las personas responden a las emociones de distintas maneras; algunas son más sensibles y se sienten más afectadas que otras. Si una persona se deja dominar por sus emociones, de nada vale su inteligencia, porque puede actuar en forma impulsiva sin reflexionar ni poder discernir. Las emociones como la ira, el odio, la tristeza, la euforia, el temor, la confusión, la irritabilidad, la excitación, el entusiasmo, etc., producen gran actividad orgánica y moldean la conducta. La capacidad de sentir emociones es innata pero el modo de reaccionar a ellas es aprendido y depende de muchos factores como por ejemplo, la cosmovisión, las expectativas, la evaluación de las circunstancias, o los valores. El control de las emociones puede modificar el resultado de todas las actividades humanas, como el rendimiento en el trabajo, en el estudio, en las ocupaciones cotidianas, en el manejo de un vehículo, en situaciones límites y hasta en el deporte. Para poder manejar las emociones es necesario reconocer los propios sentimientos y también distinguir los ajenos utilizando la inteligencia emocional. La inteligencia emocional consiste en el conocimiento de las aptitudes personales y sociales, como la empatía y la habilidad social; el auto- conocimiento, la capacidad de autocontrol y la motivación, que se pueden mejorar para lograr un mayor auto-dominio. Las emociones influyen en la actividad motora y el funcionamiento org ánico, principalmente a nivel neurovegetativo; y afectan cualquier rendimiento. A nivel fisiológico, cambia el ritmo de la respiración, la frecuencia cardiaca y la presión arterial. A nivel mental, genera pensamientos relacionados; y a nivel de comportamiento, altera los movimientos del cuerpo. Cuando la exigencia externa aumenta, es acompa ñada de una consecuente exigencia psicológica que requiere de un gran dominio emocional para cumplir los objetivos. Las emociones afectan la capacidad de concentración, la toma de decisión y produce fallas en la actividad en general. Las personas que logran permanecer calmos y equilibrados en situaciones de gran estrés tienen en general una estructura de personalidad firme y sólida, son seguras de si mismas, saben lo que quieren y hacia donde desean ir. El rendimiento óptimo se obtiene con el auto-control emocional, permaneciendo frío y relajado para favorecer el funcionamiento del cuerpo y de la mente y mantener el equilibrio; dándose cuenta de cuál es el sentimiento que pretende dominarnos. La serenidad se logra desprendiéndose de esos sentimientos negativos, lo que da lugar al uso de la razón y la creatividad y permite utilizar todos los recursos disponibles hacia el logro de los objetivos. Pero también son necesarios el compromiso, la motivación, la iniciativa y el optimismo. No se trata de reprimir las emociones sino de identificarlas, reconocerlas y transformarlas en energía positiva para nuestro beneficio.