Vous êtes sur la page 1sur 17

La fuerza mágica

Erase una vez, rodeado de verdes montañas e inmerso en frondosos valles, había un hermoso
país llamado Kachaturian. Bueno o quizá no era del todo así, pues Kachaturian a pesar de
constituir la unidad de un reino estaba dividido en dos zonas totalmente diferentes, tanto que
parecían ser dos paises diferentes. Al oeste estaba el condado de Logicoburgo, cuyo nombre le
venía porque allí la ley suprema era la lógica y todo, absolutamente todo, debía ser regido por
sus principios. Al este estaba el marquesado de Coheloburgo, cuyo nombre procedía de un
maestro que años atrás había enseñado a los habitantes del lugar a ver la vida de otra manera.
Allí no había una base racional como ocurría en la región del Oeste, sino que el principio por el
que se regían las cosas era el sentimiento. Evidentemente es fácil entender que con puntos de
vista tan dispares las relaciones entre ambas comunidades no podían ser muy fluidas, sin
embargo tampoco se puede decir que fueran malas pues desde Coheloburgo no querían entrar
en discusiones con sus vecinos y ponían en práctica el principio de la aceptación para no
pelearse. En Logicoburgo las cosas eran diferentes y siempre estaban quejándose al Rey del
porqué ellos eran un simple condado mientras que esos “ locos “ , que era como llamaban a
los habitantes del Este, tenían la consideración de marquesado. El pobre Rey no sabía el
porqué históricamente siempre se había dado mayor categoría a las tierras del Este, quizá era
porque por allí salía el sol primero ¡ o vaya Ud. a saber porqué ! , pero lo cierto es que
Coehloburgo tenía mayor fuerza que Logicoburgo en todo, y mientras que a unos eso les
molestaba muchisimo e intentaban arrebatar esos privilegios, a los otros les era totalmente
igual y no perdían energías en discutir.

En Logicoburgo, a base de pensar con lógica habían conseguido grandes cosas ( según ellos
claro ). Existían carromatos lujosos que permitían llegar a cualquier lugar a toda velocidad,
hermosos palacios para los que eran importantes, y habían desarrollado un medio para
intercambiarse las cosas que era muy efectivo, y al que daban el nombre de: dinero. Cuando
más dinero tenias más cosas podías tener y según los silogismos lógicos cuando más cosas
tienes más feliz puedes llegar a ser. Y en consecuencia como para ser feliz hay que tener un
bello carromato y vivir en un palacete lujoso era imprescindible conseguir dinero, cuanto más
mejor. Pero no era suficiente tener mucho dinero, lo necesario era tener más que los demás.
Pero para que unos pudiesen tener el carro más grande, la casa más hermosa, los trajes más
llamativos, otros tenían que no tener. De esta manera en Logicoburgo, junto a bellos palacios
había quien tenía que vivir en las calles, pero claro, estos eran perdedores del condado y nadie
les daba importancia.

En Coheloburgo el dinero no existía. Existió en un principio pues parecía tener tantas ventajas
a la hora de intercambiar productos que sería de necios el no usarlo. Sin embargo muy pronto
vinieron esos otros problemas de competir para tener más y más, lo que hacía que otros
tuviesen menos y menos, de manera que un buen día un antiguo Marques de Coheloburgo, un
tal Cristovich , pronunció un bando que decía : “ Ricos, repartir todo el dinero entre los pobres
“, su idea era que así nadie estuviese mal. Sin embargo a los que habían acumulado mucho
dinero, tal medida no les gustó y fue por ello que emigraron a Logicoburgo donde podrían
disfrutar de todas las cosas que el dinero era capaz de darles y tener felicidad. De esta manera
muy pronto las calles de Coheloburgo se quedaron sin los ricos y sin monedas, y se volvió, no
al sistema de intercambios como creían en la tierra lógica que hacían sus vecinos, sino a un
sistema de dar y compartir entre todos.
Esta claro que pensando de esta manera las gentes de Coheloburgo no podían llevar lujosos
trajes como sus vecinos, ni desplazarse en carromatos tan rápidos, ni tampoco contaban con
palacetes como los de Logicoburgo, pero si bien no habían riquezas, tampoco había pobreza y
todos los habitantes comían tres veces al día aun cuando fuese con cubiertos de hierro en
lugar de con cubertería de plata.

El palacio del Reino de Kachaturian estaba en pleno centro de Coheloburgo y esto era algo que
los lógicos no podían explicarse ¿ como es posible que el rey quiera vivir con una gente que en
vez de pensar prefieren sentir ?, se preguntaban a menudo, pero por más buscaban una
explicación lógica no podían encontrarla.

Un buen día, el conde de Logicoburgo estaba pensando en cual podía ser la explicación a ese
sin sentido, cuando se le ocurrió la siguiente hipótesis :

“El rey es muy aficionado a la astronomía, y lógicamente si le gusta la astronomía le gustará


ver las estrellas por la noche desde su casa. También lógicamente si le gusta ver las estrellas
vivirá en un sitio donde pueda ver muchas estrellas. Si vive en el Este será porque allí puede
ver más estrellas que donde debería de vivir es decir entre la gente racional como nosotros “.

De manera que casi acariciaba con crear una ley lógica : El efecto que el rey tenga su palacio en
el Coheloburgo tiene su causa en que desde allí se pueden ver más estrellas. Pero claro, esto
era solo una teoría, una hipótesis que se tenía que demostrar y para ello al conde no se le
ocurrió otra idea que contar todas las estrellas del cielo para ver cuantas de ellas se podían ver
desde el oeste y cuantas desde el este. Si habían más visibles desde el Este su teoría sería
cierta y ello explicaría racionalmente la razón que el rey viviese en medio de aquella “ gente “.
El conde empezaba a recrearse en la idea que su teoría fuese cierta, y su ego empezaba a
crecer. Ya se veía a si mismo rodeado de admiradores ( ¡ y admiradoras ! ) felicitándole por su
privilegiada inteligencia, siendo aclamado por las gentes como descubridor de una razón
durante siglos oculta y su nombre pasaría a la posteridad; sería lo que en Logicoburgo decían “
una persona importante digno de admiración y respeto “. Pero para que ese momento de
gloría llegase era preciso primero de todo contar las estrellas, ¡ y hay tantas !. De manera que
tuvo que solicitar ayuda a su equipo de contadores del condado, personas que se dedicaban a
contar lo necesario para la creación de estructuras lógicas.Y entre el equipo de contadores del
contado, había una bella joven llamada Teresova.

Teresova se había hecho importante pues en otra ocasión había desarrollado un algoritmo
para calcular los granos de arena de las playas, basándose en la densidad de cada grano y la
superficie ocupada por la arena, que sirvió de base para ratificar la teoría sobre la capacidad de
absorción de las playas al flujo de visitantes y en base a ello establecer cuanto se podía cobrar
a los visitantes según fuesen los granos de arena que se vieran ocupados por la visita. De esta
manera se podía optimizar el uso de las playas sabiendo cuanto se podía ganar en caso de
querer invertir en una. Así con sus cálculos había demostrado que era una persona inteligente
y al conde le pareció que nadie mejor que ella para emprender una tarea ardua, pero tan
necesaria, como contar las estrellas del cielo.

Teresova vivía en un palacete de la capital de Logicoburgo junto a su marido, un fornido


guerrero de negros cabellos, y su querida hija. A pesar de su habilidad con los cálculos el
mundo de los niños era lo que le atraía. A solas pensaba y soñaba con la posibilidad de algún
día dejar su puesto de Contadora Mayor del Condado y dedicarse a escribir y explicar cuentos
para niños. Pero ese sueño no era lógico, ella no tenía formación para eso, ni contactos para
conseguir niños a quienes contar cuentos y además no podría con ese oficio mantener su
lujosa casa. Y sin embargo Teresova seguía soñando en ello. Quizá esa afición a soñar
despierta, algo inaudito entre lógicos que solo creen en lo que puede matemáticamente ser,
venía de su madre que era originaria de Coheloburgo, pero sea como fuese el mundo
coherente que le rodeaba era más fuerte que cualquiera de esos deseos y siempre se aplazaba
o justificaba el no dar pasos en la dirección de lo que realmente deseaba.

Cuando recibió la noticia de la petición del conde se sintió en un principio abrumada. Era
mucho lo que se le pedía y no sabía por donde empezar. Estaba claro que no podía dedicarse a
ir contando estrellas de una en una, se hacia preciso encontrar algún tipo de algoritmo para
más o menos, como ya había hecho con los granos de las playas, determinar el número de
estrellas y cuantas son visibles desde el Este y cuantas desde el Oeste. Después de investigar
sobre los trabajos realizados en ese sentido se dio cuenta que tan solo una persona
anteriormente había hecho un estudio similar, pero esa persona hacia ya tiempo que había
dejado el condado y que se había ido a vivir a Coheloburgo. Nunca los habitantes del oeste
entendieron como este sabio, en lo más alto de su carrera había dejado todo para irse hacia el
este. De nada sirvieron los aumentos de sueldo que le propuso el conde para que siguiera
realizando y desarrollando teorías lógicas en el condado, de nada. Las únicas palabras del sabio
al marcharse y que repetía una y otra vez eran : “ por fin lo he visto claro “. Pero para Teresova
solo este sabio sería capaz de ayudarle. Quizá había desarrollado el algoritmo buscado o le
podía orientar en un sentido u otro, sea como fuese era su única salida para poder determinar
cuantas estrellas hay en el cielo. Pero para hablar con Pepinosky, que así se llamaba el sabio,
había que ir a Coheloburgo y así fue como por primera vez en su vida Teresova se dirigió a las
tierras del este.

Apenas había entrado en las tierras destino de su viaje, se encontró con un cartel que decía “
Visitante, que la Fuerza te acompañe “. Teresova no entendió nada. ¿ que podía ser eso de la
Fuerza ? . ¿ Acaso un cuerpo policial que recomendaban te acompañase ? ¿ o un medio de
transporte que te acompañaba hasta la ciudad ? al fin y al cabo en su pensamiento lógico el
verbo acompañar supone que algo va contigo y ese algo debe ser físico. Para evitar
confusiones preguntó a un campesino que pasaba por allí : - perdón señor, ¿ que esto de la
“Fuerza” que pone en ese cartel que tiene que acompañarte ? ¿ es un cuerpo policial o algo así
?, ¿ un tipo de guía para no perderse ? ¿ o que ? - Nada de eso, - respondió el campesino
asombrado que alguien pudiese vivir sin saber lo que es la Fuerza. - la Fuerza es el principio del
bien, la fuente de vida, la razón de ser de todo, en otras palabras lo que antiguamente en
tiempos menos desarrollados se llamaba Dios.- ¡ Así que era eso !, se dijo Teresova para sí. En
Logicoburgo el concepto de Dios hacía ya tiempo que había sido olvidado, al fin y al cabo si
Dios no tiene origen, no tiene causa y ¿ puede existir algo sin causa ? La idea de Dios como
causa primera era algo propio de los libros de filosofía pero no de hombres y mujeres de
ciencia como ella. Era absurdo, pensó, que piensen que Dios o la Fuerza como ponía en cartel,
pudiese cuidar de los hombres y acompañarles. “ Realmente están locos estos
Coheloburgueses” pensó para sí. Solamente estaría en esas tierras raras lo que durase la
búsqueda del sabio, se dijo.

Cuando entró en la ciudad tuvo una extraña sensación, las casas, los carros, los vestidos de las
gentes parecían pobres y sin embargo no había ningún pobre, nadie que pidiera limosna, y en
los rostros de los transeúntes se reflejaba alegría por haber comido hoy aun sin saber lo que
iban a comer mañana. Eso no era lógico ¿ como se puede ser feliz sin tener dinero que
garantice la supervivencia del mañana ?, pensaba Teresova. Y en medio de esos extraños
pensamientos vio a un jardinero que estaba hablando a una hermosa rosa colorada.
- sois lo más hermoso que nunca he visto, estaría mirandoos toda la vida, jamás me cansaría de
estar a vuestro lado - le decía el jardinero al rosal. “ esta loco “ pensó Teresova, pero a pesar
de ello entabló conversación con el hombre.
- ¿ que hacéis ?, ¿ porque habláis a esta planta buen hombre ?, -preguntó.
- Veréis, estoy intentando crear un tipo de rosa que no marchite nunca - respondió el jardinero
con la mayor naturalidad
- ¡ Eso es imposible ! - contestó Tesova - todas las flores marchitan tarde o temprano.
- ¿ Imposible ? ¿ que significa imposible ? - preguntó el jardinero que no entendía lo que
significa esa palabra pues no existía en el dialecto Coheloburgiano
- Imposible quiere decir que no puede ser. - respondió extrañada Teresova de la incultura de
su interlocutor.
- Como se nota que sois de Logicoburgo. Ya me lo pareció por vuestro acento desde el
principio. Aquí creemos que todo es posible, solo hay que contactar con la Fuerza en la forma
correcta para lograrlo todo.- contestó en tono relajado el hombre como quien explica algo a un
niño.
- Si, pues ya que soy de Logicoburgo explícame de forma “ lógica “ en que te basas para
conseguir o intentar conseguir que la flor no marchite nunca - esta vez la voz de Teresova era
ligeramente sarcástica pues esperaba dejar a su interlocutor sin respuesta para demostrarle la
tontería que estaba haciendo.
- Pues es muy simple, y os lo explicaré de manera lógica. Vos sabéis que si a una tierra de
echáis sal, la tierra queda yerma para siempre ¿ correcto ?. - dijo el jardinero
- Correcto - respondió Teresova.
Pues bien si lo entendéis con el principio del mal espero que también lo entendáis con el
principio del bien. Yo estoy intentando poner dentro de esta flor lo único que nunca marchita,
que nunca se acaba, que nunca se agota. Y que al contrario, cuanto más se usa más crece -
explicó el hombre
- ¿ Y eso que es ? - preguntó en tono sarcástico Teresova desde su posicionamiento lógico que
todo se acaba con el uso.
- El Amor. El Amor Verdadero. - respondió secamente el jardinero.

Si, le habían tocado su fibra sensible. Teresova pensó en el Amor más verdadero, el que sentía
por su hija y tuvo que reconocer que la quería más ahora que cuando nació y que cada día su
Amor en lugar de menguar crecía y que como madre nada podía hacer cambiar el Amor hacia
su hija. Había entendido las dos palabras de ese hombre de manos sucias, el significado de
Amor y el significado de Verdadero. Si, habían madres que no eran como ella, que
abandonaban a sus hijos, pero eso no era el Amor Verdadero del que le había hablado el
jardinero, eso era un simulacro de amor, podía parecer lo mismo, pero no lo era.

Por primera vez Teresova, que siempre se había distinguido por sus planteamientos
coherentes, estaba desconcertada. Algo que no se consume con el uso parecía el día anterior
imposible de aceptar y ahora ese jardinero le había demostrado que sus leyes lógicas tenían
goteras. Pero a pesar de ello quería demostrar la solidez de su castillo lógico y así fue como
continuó hablando con el hombre y le digo :
- Pues bien, supongo que cuando consigáis la rosa que nunca marchita ganareis muchísimo
dinero.
- ¿¿ dinero ??- respondió extrañado el jardinero - yo no persigo crear esta rosa para ganar
dinero. ¿ De que me serviría el dinero para mi fin ? Lo que yo quiero lograr es mucho más
importante. No llevo años pidiendo a la Fuerza que me conceda el poder crear esta flor para
tan solo tener dinero, lo que persigo es mucho mejor.
- ¿ que perseguís entonces ? - preguntó Teresova para quien como residente de Logicoburgo
nada podía ser más importante que una posición material sólida y muchos bienes.
- Quiero dársela a la princesa de Kachaturian, demostrarle que existo, que la Fuerza me ha
acompañado hasta ella para amarla aun más que el amor imperecedero que hay en la savia de
esta rosa.- respondió el jardinero mientras su mirada reflejaba encontrarse en un ensueño
junto a su princesa
- ¡ Eso es ridículo!, - exclamó casi gritando Teresova - una mujer de estirpe real nunca se fijaría
en alguien como vos, no sois ni rico ni poderoso, ni siquiera guapo. Hay miles de caballeros
más fuertes, hermosos y ricos que la persiguen y frente a los que no podéis compararoos. Ni
que creaseis mil rosas imperecederas la conseguirías. No tenéis nada, n a d a.
- De nuevo os equivocáis. Tengo algo. Tengo Fe en que la Fuerza me dará lo mejor para mí y no
puedo pensar en nada mejor que ser el hombre de la princesa.- contestó el jardinero con gran
seguridad en su voz.

“Fe en la Fuerza”, pensó para sí la joven, “ eso es ridículo, ¿ como se puede pensar que un
poder cuide de ti ? el mundo está lleno de desgracias y lo mejor es preveerlas con monedas de
oro. Estos coheloburgueses son unos inmaduros, será mejor que busque la casa del
astrónomo, le pregunte sobre sus investigaciones y vuelva a estar entre gente normal “, se dijo
a si misma Teresova. Y así fue como finalmente Teresova le hizo la última pregunta:

- ¿ Conoce donde vive un tal Pepinosky ? - .

- Si claro, todo el mundo lo sabe. Llegar hasta su casa le será fácil, está cerca, pero llegar a él
con esa forma de pensar le va a costar más. Teresova empezaba a mosquearse con esa forma
de hablar en clave y un tanto enojada preguntó al jardinero :

- pero ... ¿ podría indicarme hacía que dirección debo de ir ?

- eso es fácil. Allí donde queremos ir es un camino recto, somos nosotros con nuestros miedos
y dudas que ponemos las curvas en el camino.- respondió el jardinero con una cita que había
aprendido en el colegio hacia muchos años.

Y tras despedirse Teresova anduvo hasta encontrar una humilde casa donde en un cartel podía
leerse : “ Pepinosky, diseñador de estrellas y constelaciones “. La vivienda en si mismo ya era
sorprendente. Desde luego cuando era un gran científico la casa de Logicoburgo era mucho
más lujosa, no podía entender el porque cambió para vivir de la manera en que vivía ahora.
Pero más sorprendente era eso del cartel ¿ como se pueden diseñar estrellas y constelaciones
?, pero todo era tan extraño en ese mundo que no valía la pena preguntarse por esas cosas.
Teresova llamó a la puerta y el sabio Pepinosky salió a recibirle.

- ¿ Sois vos Pepinosky ?, ¿ el sabio Pepinosky ?. - preguntó Teresova.


- Bueno sobre lo de Pepinosky, si soy yo, sobre lo de sabio soy tan sabio como todos los demás
mortales. - respondió Lejos de intentar discernir el significado de esas palabras, Teresova fue al
grano en sus preguntas y empezó diciéndole :

- He estudiado sus trabajos de investigación científica, son fantásticos. Y he visto como estuvo
a punto de determinar cuando trabajaba como Contador Mayor del Condado el número de
estrellas del firmamento. Pues bien, el conde me ha encargado que sea yo quien averigüe ese
número.

- Si - contestó Pepinosky - es cierto que mi último trabajo fue hacer ese recuento, de hecho es
algo que me ayudó mucho para venirme a vivir aquí-

Nadie había entendido el motivo pero Teresova no había hecho el viaje simplemente para
saber las razones de tal traslado, sino para conocer el número de estrellas del cielo y solo ese
sabio podía tener la solución. Así que directamente le preguntó :

- ¿ Ha llegado a determinar algún tipo de algoritmo para calcular las estrellas del firmamento ?

- No me hace falta - respondió el sabio - actualmente se cuantas estrellas hay.

Y Teresova sacó papel dispuesta a escribir el número exacto que solo aquel sabio podía haber
calculado. Estaba claro que si había sido capaz de tal proeza también sabría su distribución en
el espacio y cuantas se veían desde el Este y cuantas desde el Oeste. Teresova estaba a un
paso de la gloría. Si podía dar al conde esos números tan deseados sin duda este le cubriría de
oro. Su emoción estaba plenamente justificada.

- ¿¿¿ Exactamente ??? preguntó Teresova que no podía dar crédito a lo que oía.

- Exactamente - replicó Pepinosky

- pero ... ¿ ni una más ni una menos ?

- si, ni una más ni una menos.

- ¿ y... cuantas ? dijo con voz trémula Teresova.

- Las necesarias, estrictamente las necesarias, ni una más ni una menos. - respondió el sabio
con parsimonia mientras miraba a su atónita interlocutora.

- Pero eso es una respuesta absurda, es indigno de vos reírse así de una. He venido de lejos
para obtener una ayuda científica y no para que se rían de mí - dijo enojada la mujer.

- Os equivocáis de nuevo. El fin del hombre no es tanto conocer como comprender. La ciencia,
vuestra ciencia lógica se queda en el primer eslabón pero pronto se encuentra con preguntas
sin respuesta como la vuestra. Cuando comprendes que el universo es perfecto, que la Fuerza
ha dispuesto un número de estrellas para nosotros, su cuantificación, además de ser imposible
para nuestra mente, carece de sentido. El sentido está en comprender que están allí por algo,
aunque solo sea para jugar con ellas y a eso es a lo que me dedico ahora. Los niños vienen al
observatorio y a las disposiciones de las estrellas les asocian figuras. Vos estudiasteis la Osa
menor, la Osa Mayor, El carro y demás constelaciones que recibían esos nombres pues
parecían esas figuras, mis alumnos buscan jugar con esas luces del cielo creando nuevas
constelaciones que bautizan con los nombres que ellos les dan. Hoy una niña de 5 años ha
fusionado estrellas de la Osa Mayor y del Carro para crear la forma de una constelación que
según ella tiene la forma de un pingüino. Ha sido feliz imaginándose esa figura colgada del
cielo y para ella esas estrellas serán su pingüino. No importa que no reciba honores, ni que se
le reconozca, ella se lo ha pasado bien y basta. Cada vez que mire al cielo podrá ver la figura de
su pingüino y aunque solo sea para eso vale la pena que existan las estrellas si permiten a los
niños jugar e imaginar formas de manera que algo que está tan lejos lo sientan como suyo. Me
llamo diseñador de constelaciones pues es a eso a lo que me dedico ahora y me siento más
feliz que cuando me dedicaba a explicarme leyes lógicas.

A Teresova aquella explicación le pareció un engaño. De manera que muy enojada giró sobre
sus talones y se marchó de la casa del astrónomo. Estaba loco aquel hombre. ¡¡ Rediseñar
constelaciones con niños !!!, “el jardinero estaba mal, pero este está peor” se digo para si
mientras emprendía el camino de regreso a su Logicoburgo natal. Pero algo andaba mal en su
interior, habían llovido demasiadas nuevas cosas, ¡aunque tan absurdas!, para ser borradas de
un plumazo. De manera que mientras pensaba en ello el camino de regreso parecía estar lleno
de curvas. ¿ Tendría razón la frase de ese jardinero y eran las curvas producidas por sus miedos
? Y en ese caso ¿ a que podía tener miedo ella una mujer tan segura ? Quizá temía aceptar que
la Fuerza existía, que la Fe en la fuerza es capaz incluso de hacer que un jardinero se case con
una princesa, que las estrellas estaban para que los niños jugasen y se imaginasen figuras con
sus disposiciones en el firmamento, que comprender es más importante que conocer, y que el
dinero carece de sentido frente a fuerzas superiores como el amor. Y a medida que todas estas
cuestiones iban siendo aceptadas el camino parecía hacerse más y más recto, hasta que
finalmente llegó una nueva Teresova a su hogar.

El conde nunca iba a entenderla cuando le respondiese lo que ya creía, es decir que el número
de estrellas en el cielo es exactamente el necesario y perdería su empleo. Pero ahora sentía
que La Fuerza le acompañaba, tenía Fe en conseguir ese sueño de vivir explicando cuentos a
los niños pues aunque con ello no lograría tener tanto dinero como cuando era contadora
mayor del condado lograría mucho más amor de esos pequeños que la escuchasen y así fue
como empezó escribiendo un cuento que decía :

“ Erase una vez, había una pequeña niña llamaba Juliova a quien le estaban explicando las
constelaciones del cielo. La maestra le dijo “ veis, esas estrellas forman una figura que como se
parece a un carro la llamamos carro, mientras que esas como se parecen a un oso, la llamamos
osa mayor “, pero Juliova respondió “ pero señorita si tomamos estas estrellas del carro y estas
de la Osa mayor se forma un pingüino, ¿ no lo ve ? ....“

Y aún hoy en Kachaturian se recuerdan los cuentos que escribió una científica Contadora
Mayor del Condado después de conocer la Fe en la Fuerza. Que la Fuerza le acompañe, Juan
Pedro

El final de un sueño
Mi quinto hermano El-Ashshar, llamado también En-Neshshar, tenía las orejas cortadas, ¡oh
Príncipe de los Creyentes! Y era un pobre, que por la noche se dedicaba a mendigar y por el día
vivía con las limosnas que de este modo había conseguido. Y nuestro padre era
muy viejo, y cayó enfermo y murió, dejándonos setecientas monedas de plata, y cada uno de
los hermanos tomamos lo que nos correspondía, es decir, cien monedas de plata.

Ahora bien, cuándo mi quinto hermano recibió su herencia, quedó perplejo y sin sabe qué
hacer con ella, y estando en esta incertidumbre, se le ocurrió dedicar aquel dinero a la compra
de artículos de cristal y venderlos con ganancia. Invirtió, pues, en cristalería sus cien monedas
de plata, y colocando su mercancía en una gran bandeja, se sentó en un banco para venderla,
con la espalda apoyada contra una pared.

Mientras estaba así sentado, se puso a meditar y empezó a decirse:

"La verdad s que todo mi capital consiste en estos artículos de cristal. Los venderé por
doscientas monedas de plata y con esas doscientas monedas compraré más cristalería, que me
valdrá cuatrocientas, y seguiré así comprando, y vendiendo bosta que haya amontonado una
gran riqueza. Y entonces adquiriré con ella toda clase de mercancías, y perfumes y joyas, hasta
acumular una ganancia elevadísima. Y con ese dinero me compraré una hermosa casa, y
mamelucos y caballos y sillas de oro, y comeré y beberé y no quedará cantora en la ciudad a la
que no invite a mi casa pare escuchar sus canciones.

(Todos estos cálculos los hacía mi hermano teniendo delante la bandeja con el cristal.)

Después -seguía pensando- enviaré a todas las casamenteras para que me busquen esposa
entre las hijas de los reyes y visires. Y pediré por esposa a la hija del gran visir, pues he oído
decir que está dotada de una belleza perfecta y de un atractivo sorprendente, y le
señalaré como dote mil monedas de oro. Si el padre se manifiesta conforme, mi deseo se vera
satisfecho, y si no da su consentimiento, se la raptaré por la fuerza y a pesar suyo.

Y cuando esté de vuelta en mi palacio, compraré diez eunucos jóvenes y me ataviaré como los
reyes y sultanes y me encargaré una silla de oro adornada de pedrería. Y, montado a caballo,
precedido y seguido por mil esclavos, recorreré diariamente las calles y los zocos
para distraerme, y la gente me saludará al pasar e invocará sobre mí las bendiciones. Luego iré
a visitar al visir, que será el padre de la novia, rodeado de mamelucos que marcharán delante y
detrás de mí.
Y cuando el visir me vea, se levantará humildemente y me cederá su sitio, y él se sentará algo
más abajo, porque yo seré su yerno.
Entonces ordenaré a uno de los esclavos que entregue una bolsa con mil monedas de oro, que
constituirán la dote, y él la colocará delante del visir. Y yo añadiré otra bolsa para que se
pongan de manifiesto mi espíritu generoso y mi excesiva munificencia, y para demostrar que
las cosas de este mundo son despreciables ante mis ojos. Y cuando el visir se dirija a mí
empleando diez palabras, yo le contestaré solamente con dos.

Y regresaré a mi casa y cuando se presente algún mensajero de parte del visir, le vestiré un rico
traje y si viene alguno con un regalo, lo devolveré y no consentiré aceptar nada de ningún
modo. Luego, la noche de bodas, me engalanaré con el más rico de mis trajes y me sentaré en
un diván cubierto de seda. Y cuando se presente mi esposa semejante a la luna llena,
engalanada con sus joyas y atavíos; la ordenaré que permanezca en pie delante de mí, como
hacen el tímido y el abyecto, y no me dignaré mirarla a causa de lo arrogante de mi espíritu y
de la gravedad de mi sabiduría, así que las damas dirán:

-¡Oh, señor y amo nuestro! ¡Henos aquí a tu disposición! ¡Ésta tu esposa, o mejor dicho, tu
esclava, solicita de ti una mirada amable, manteniéndose respetuosamente en pie delante de
ti! ¡Dígnate concederle una mirada, pues esa actitud ya le va resultando fatigosa!
Entonces levantaré la cabeza y la miraré, dirigiéndole una sola mirada, y volveré a inclinar la
cabeza de nuevo. Y seguiré comportándome de este modo hasta que haya terminado la
ceremonia de la presentación. Y entonces la conducirán a la cámara nupcial.

Y yo me levantaré de mi sitio y me dirigiré a otro aposento, y me pondré mi ropa de noche y


penetraré en la cámara donde ella me estará esperando, y me sentaré sobre el diván pero no
le dirigiré ni una mirada. Y las mujeres me instarán para que me acerque a ella, pero yo no
escucharé sus palabras. Y mandaré a varios criados a buscar una bolsa con quinientas monedas
de oro y las repartiré entre ellos y ordenaré que se retiren.

Y cuando se hayan retirado me sentaré junto a la novia, pero a una digna distancia, para que
ella pueda decir: "¡verdaderamente éste es un hombre de arrogante espíritu!" Luego su madre
vendrá a mí y me besará las manos y me dirá:

-¡Oh mi señor, dígnate mirar a tu esposa con mirada benigna, pues espera sumisa ante ti!.

Pero yo no contestaré. Y la madre me besará los pies una y otra vez, y dirá:

-¡Oh, mi señor! ¡Mi hija es joven y no ha visto más hombre que tú, y si la rechazas se le
romperá el corazón! ¡Inclínate. pues, hacia ella, y háblala, y calma su espíritu! .

Y yo la miraré entonces con el rabillo del ojo y le ordenaré que se levante ante mi para que
guste el sabor de la humillación y sepa que yo soy el sultán del tiempo. Y la madre me dirá:

-¡Oh mi señor! Ahí tienes a tu esclava. ¡Ten compasión de ella y muéstrate benévolo!- Y
ordenará a su hija que llene una copa de vino y me la acerque a los labios. Y entonces mi
esposa dirá:

-¡Oh mi señor! ¡Por Alah te conjuro para que no rechaces la copa que te ofrece tu esclava,
pues en verdad que tu esclava soy!

Poro yo no contestaré. Y ella me instará para que beba y dirá:

-¡Debes beber! -y acercará la copa a mis labios.

Y entonces le daré una. bofetada y un puntapié, así..."

Y al decirlo dio una patada a la bandeja del cristal, ¡y la bandeja cayó del banco al suelo con
todo lo que había en ella, y toda la mercancía se hizo añicos!
Muchas puertas están abiertas porque nadie las cierra, y otras puertas están cerradas porque
nadie las abre. El miedo al hondazo es terrible, pero la verdadera protección está en las
alturas. Especialmente cuando hay hambre de volar y buenas alas.

Corazón de piedra

Corazonada era una ciudad muy pequeña habitada sólo por ratones, todos bigotudos y
orejones. El nombre de la ciudad se debía a que, si bien en apariencia todos los ratones eran
igualitos, se distinguían por su corazón.
Los había con corazones grandes, otros pequeños, algunos más enamoradizos, otros un poco
más duros y algunos más blandos.
Corazón de Piedra era un ratón de mediana edad al que todos llamaban así porque realmente
daba la impresión de tener una roca en lugar de corazón. No era que fuese malo, sino que
parecía siempre enojado y tenía muy pocos amigos. Todos decían que, con el tiempo, su
corazón se había endurecido y era cierto.
Corazón de Piedra no siempre había sido así. Cuando era un pequeño tenía el corazón
blandito, tierno y de color rosa. Era un ratoncito como todos, excepto por un problema: no
sabía perdonar.
Cuando tenía apenas un añito, un amiguito –sin maldad alguna y sólo por hacer una travesura-
le escondió su chupete preferido que tenía sabor a queso Roquefort y era de color azul.
Nuestro ratoncito lloró mucho al no encontrar el chupete, tanto que hubo que sacar el agua de
su cuevita con veinte baldecitos.
Como su amiguito vio que la cosa se estaba complicando, fue en búsqueda del chupete de
Roquefort y se lo devolvió.
–¡Pensé que lo había perdido! ¡Sos un tonto! Gritó Corazón de Piedra enfurecido, mientras
chupaba el chupete y se secaba las lágrimas.
–Perdón amigo, no pensé que te pondrías tan mal, sólo quise hacer una broma. Se justificó
Corazón de Chocolate (así le decían porque era un ratón de color marrón oscuro).
– ¡Qué perdón, ni perdón! Ya no soy más tu amigo y no te voy a perdonar jamás. Volvió a gritar
el ratoncito que seguía muy enojado.
Corazón de Chocolate se fue muy triste, pues realmente no había querido dañar a su amigo.
Pensó que, con el tiempo, el enojo pasaría pero no fue así. Corazón de Piedra jamás volvió a
dirigirle la palabra.
Cuando empezó el colegio, un compañerito un poco atolondrado tropezó con nuestro
ratoncito, quien con el golpe dejo caer los útiles al piso. La cartuchera con aspecto de quesera
que Corazón de Piedra tanto amaba, quedó aplastada y muy sucia. Inútil fue tratar de hacerle
entender que había sido un accidente y que nadie había querido dañarlo a él o a su amada
cartuchera.
Como una vez más, nuestro ratón no quiso perdonar a su compañero, perdió así otro amigo
más y fueron muchos los que quedaron en el camino.
El tiempo fue pasando y parecía que con cada perdón no dado, su corazón se convertía más y
más es una roca. Perdió su color rosa, se volvió gris, duro y seco, como si no tuviese vida.
Corazón de Esponja, en cambio, era un ratón que siempre perdonaba y que tenía muchísimos
amigos. Decía que en cada poro de esa hermosa esponjita que era su corazón, había un amor y
sus poros eran muchos realmente.
Como era muy bueno, pensó en que algo debía hacer por Corazón de Piedra. No se resignaba a
que el corazón de este ratón siguiera endureciéndose más y más cada día.
Ideó un plan. Debía hacer que Corazón de Piedra entendiese realmente el valor del perdón.
Llamó a todos aquellos ratoncitos a quienes nuestro amigo no había perdonado. Eran muchos
por cierto. Les pidió su ayuda para solucionar el problema de Corazón de Piedra y como por
suerte, ninguno era rencoroso, todos aceptaron ayudar. Faltaba muy pocos días para el
cumpleaños de nuestro amigo, ésa sería una oportunidad ideal llevar a cabo su plan.
El mismo día del cumpleaños, reunió a todos los ratones que no habían sido perdonados en la
plaza de la ciudad que tenía forma de corazón, como podrán imaginarse.
A cada uno le puso un sombrerito de cumpleaños y un globito atado en la colita y les pidió que
no trajeran regalo alguno.
Cuando estuvieron todos reunidos, fue a buscar a Corazón de Piedra. Primero le dijo “Feliz
Cumpleaños” y luego le tapó los ojos, pidiéndole que lo acompañara a la plaza.
Cuando llegaron, Corazón de Esponja con una seña les indicó que todos juntos cantaran el feliz
cumpleaños, cosa que así hicieron. Al terminar la canción, destapó los ojos de su amigo.
Corazón de Piedra no podía creer lo que veía, Todos aquellos ratones a los que él había dado la
espalda y les había cerrado su corazón estaban allí agitando globitos con sus colitas y
cantándole el feliz cumpleaños. Se sintió realmente conmovido. Pero eso no era todo.
– Todos ellos tienen un regalo especial para darte- Dijo Corazón de Esponja.
– Un … regalo… no …. No …. Hace falta- Contestó un poco avergonzado Corazón de Piedra.
– Sí que hace falta y mucha. A ver ahora todos juntos y en forma clara ¿qué tienen para darle
al cumpleañero? Preguntó el noble ratón.
- Nuestro perdón – Dijeron todos.
- Creo que no entiendo – comentó confundido Corazón de Piedra.
- Es evidente que no entendés. En distintas oportunidades no perdonaste a cada uno de estos
ratoncitos. Les cerraste las puertas de tu corazón y los alejaste de tu vida. Ninguno de ellos,
por más que quisiera, pudo volver a ser tu amigo. Dijo muy firme Corazón de Esponja. Luego
continúo.
– Espero hayas aprendido con la soledad de todos estos años, que el perdón nos acerca al otro,
nos une y nos hace más buenos. Perdonar a un amigo ablanda nuestro corazón, le da energías,
lo hace brillar más.
Corazón de Piedra escuchaba atento y con la cabeza baja. Su amigo siguió hablándole.
– Son ellos los que ahora tienen que perdonarte y como te quieren y desean tener corazones
rosas y mulliditos lo hacen justamente desde lo más profundo de su corazón.
Parecía raro, él que jamás había perdonado, ahora deseaba con toda el alma ser perdonado
por los demás.
Ahora sí que Corazón de Piedra había entendido Agradecido y emocionado aceptó el regalo de
sus amigos: el perdón.
El ratoncito jamás olvidaría ese cumpleaños. Había recibido el mejor de los regalos pues
también se perdonó a si mismo. Así, dándose una nueva oportunidad, volvió a tener muchos
amigos, aprendió a ser feliz y su corazón de a poquito fue cambiando de color, de textura y de
forma.
Con el tiempo nadie recordaría su viejo nombre, ahora todos los llamaban Corazón Algodón de
Azúcar. El nombre era largo pero a él no le importaba, lucía muy orgulloso un corazón rosa,
grande, blandito y muy dulce.
Lección / Moraleja:

el perdón es una de las mejores cualidades del ser humano.


FABULAS

Un oso selvático relegado por su pícara suerte a un bosque desierto, vivía, nuevo Belerofonte,
a solas y escondido. Volviose loco, porque no hay cosa que trastorne la mollera más que el
aislamiento. Hablar es bueno; callar, aún es mejor; pero una y otra cosa llevadas al extremo,
son igualmente dañinas. No aparecía bicho viviente en los lugares habitados por el Oso, y al
fin, Oso como era, se aburrió, sin embargo, de aquella triste vida.
Mientras se entregaba al tedio, se fastidiaba también soberanamente un viejo que vivía en las
cercanías. Gustaba de los jardines: era sacerdote de Flora, y a la vez de Pomona. Buenas
aficiones son; mas, para completarlas, hace falta algún amigo: los jardines no dicen nada, a no
ser en mis fábulas. Cansado de vivir con mudos, nuestro hombre salió de casa una mañana,
resuelto a buscar compañía. Con el mismo objeto había bajado el oso de sus cerros; y en un
recodo del camino encontráronse entrambos.
Entrole miedo al viejo; pero ¿Cómo evitar el encuentro? ¿Qué hacer? Lo mejor en estos casos
es echarla de valiente. Disimuló, pues. El Oso, que nunca pecó de cortés, le dijo:
"¡Hombre, ven a verme; hazme una visita!"
El viejo dijole a su vez:
"Señor, allí tenéis mi casa. Si os dignáis honrarla, os ofreceré un humilde refrigerio. Tengo
frutas, tengo leche: no será propio este obsequio de su excelencia el señor Oso; pero ofrezco
lo que tengo."

Aceptó el huésped de las selvas y marcharon juntos.


Antes de llegar a casa, ya eran buenos amigos; una vez en ella, encontráronse en sus glorias, y
fueron excelentes camaradas. Dicen que más vale estar solo que en compañía de un necio;
pero, como el oso no decía cuatro palabras en toda la jornada, no le servía de estorbo al
floricultor para sus faenas. Iba al monte y traía buena caza, y aun le prestaba al compañero
mejor servicio: cuando éste dormía, le espantaba las moscas. En cierta ocasión en que el viejo
estaba profundamente dormido, se le paró uno de esos incomodo volátiles en la punta de la
nariz. El oso la espantaba; ella volvía, y ya estaba exasperado el velludo animal.
"Verás como te atrapo" dijo en sus adentros; cogió un peñón, lo arrojo con toda su fuerza, y
aplastó la mosca, sí pero quebrándole los cascos al camarada.

Nada hay peor que un amigo torpe; vale más un enemigo avisado.

Lección / Moraleja:

Nada hay peor que un amigo torpe;


vale más un enemigo avispado.

LA VIDA DEL HOMBRE


(por Juan Eugenio Hartzenbusch)

Hecho ya el mundo y poblado


con todos sus animales,
a cada cual su destino
Júpiter quiso anunciarle.
-Tú has de servir (dijo al asno)
de acémila perdurable:
te darán mal de comer
y palos a centenares.
Treinta años es necesario
que en ese oficio trabajes;
después de treinta cumplidos,
te dejaré que descanses.
-Treinta años (replicó el burro)
de afán, de palizas y hambre,
son demasiado: te pido
que unos veinte me rebajes.
Júpiter convino en ello,
y al perro mandó acercarse.
-Tú (dijo) serás del hombre
compañero inseparable.
Tú cazarás, y tu dueño
comerá lo que tú caces;
tú le guardarás la casa
treinta y cinco años cabales.
-Muchos son (repuso el perro),
porque es el trabajo grande:
quítame los veinticinco;
basta con los diez restantes.
-Norabuena (contestó,
el siempre benigno padre):
vete en paz, y al mono dile
que se me ponga delante.
Pasado el aviso al mono,
que vino haciendo visajes:
-Tú (díjole el dios riendo)
casi para nada vales.
Arrastrando una cadena
y en poder de charlatanes,
veinticuatro años harás
la diversión de las calles.
-¡Yo (gritó el mono) sufrir
veinticuatro años de ultrajes!
Rebaja pido. -Corriente.
¿Cuánto? -La tercera parte.
Tocaba entonces al hombre
a Júpiter presentarse.
-Ven tú, predilecto mío,
(prorrumpió el numen afable.)
Mira esas verdes colinas,
mira esos floridos valles,
mira ese revuelto mar,
que tú poblarás de naves;
todo es tuyo: vive y goza
tesoros tan abundantes.
Treinta años te doy, que es tiempo
harto para que te sacies.
-¡Treinta no más! (clamó el hombre.)
Es un soplo, es un instante.
Con plazo tan reducido,
¿qué ha de poder disfrutarse?
Dame cien años lo menos,
o si no, recoge y dame
todos los que el mono, el perro
y el asno dejaron antes.
Júpiter condescendió,
bien que no de buen talante,
y explicó de esta manera
su decreto inalterable:
-Al asno, al perro y al mono
la vida les heredaste;
les heredarás también
con ella sus propiedades.
Treinta años de vida de hombre
tendrás feliz y agradable;
pero de bestia será
desde treinta en adelante.
De los treinta a los cincuenta
en ti lloverán afanes;
mantendrás casa y familia
con tu labor incesante.
De allí a los sesenta y cinco,
adorando en lo que guardes,
no dormirás, recelando
que todos van a robarte.
Si de allí pasas, entonces,
perdidas tus facultades,
te harán fábula del mundo
chocheces inaguantables.
Mejor mil veces te fuera
con mi gusto conformarte:
bien te di, y el mal pediste
quien lo quiso, que lo pase.

Lección / Moraleja:

Por poner, Mándanos tu interpretación!!


FáBULA 01
(por Juan Benet)

-Vete al mercado -dijo el comerciante a su criado- y compra mi destino. Estoy seguro de que
será fácil encontrarlo. Pero no te dejes engañar, no pagues más de lo que vale.

-¿Cuánto he de pagar? -preguntó el criado.

-Lo mismo que para los demás. Mira cómo está el destino de los demás y paga lo mismo por el
mío.

El criado estuvo ausente durante largo tiempo y volvió desazonado, asegurando a su amo que
no había encontrado su destino en el mercado, a pesar de haberlo buscado con gran ahínco. El
comerciante le reprendió con acritud y se quejó de su ineficacia.

-No puedo encargarte la encomienda más sencilla. ¿Es que lo he de hacer todo yo? No puedo -
compréndelo- abandonar este negocio que sólo marcha si yo lo vigilo. Por otra parte, me
interesa mucho hacerme con ese destino. Sigue buscando y no vuelvas por aquí sin haber dado
con él.

El criado volvió al mercado y durante días buscó el destino de su amo, sin encontrarlo en parte
alguna. Pero alguien le sugirió que buscara en otros mercados y ciudades porque una cosa tan
especial no tenía por qué hallarse allí. El criado volvió a casa del comerciante a pedirle permiso
y dinero para el viaje, a fin de buscar un destino por toda la parte conocida del país.

El comerciante lo pensó y dijo:

-Bien, te concedo ese permiso y ese dinero, a condición de que no hagas otra cosa que buscar
mi destino. No vuelvas aquí sin él -y añadió- o sin la seguridad de que no está en parte alguna y
a merced de quien se lo quiera llevar.

El criado se puso en viaje y ya no hizo otra cosa que recorrer toda la parte conocida del país en
busca del destino de su amo. Viajó por regiones muy lejanas y envejeció; perdió la memoria
pero, fiel a la promesa hecha a su amo, sólo conservó la obligación contraída. También el
comerciante envejeció y perdió muchas de sus facultades. Un día su constante peregrinación
llevó al criado hasta el negocio de su amo a quien ya no reconoció, empero sí le interrogó
sobre el objeto de su búsqueda.

-Por lo que me dices -dijo el comerciante-, tengo algo aquí que creo que te puede convenir -y
le mostró su propio destino.

-Es exactamente lo que necesito -repuso el criado-. Pero espero que no cueste mucho. Llevo
tantos años buscándolo que me he gastado casi todo el dinero que tenía. Sólo me resta esto.

-Ya es bastante y me conformo -repuso el amo-. Ese trasto lleva toda la vida en mi casa y a
nadie ha interesado hasta ahora. Te lo puedes llevar a condición de que me digas para qué lo
quieres.
-Eso no lo puedo decir porque lo ignoro. Lo he olvidado. Sé muy bien que lo necesito, pero no
sé para qué.

-Entonces es tuyo -replicó su viejo amo-; es un objeto que conviene a un desmemoriado. Creo
recordar que alguien lo olvidó aquí y no se me ocurre destino mejor para él que quedar
encerrado en el olvido de quien tanto lo necesitó.

y cuando el comerciante vio que su antiguo criado se alejaba con su destino bajo el brazo, dijo
para sus adentros:

-Al fin.

Lección / Moraleja:

POESIA

QUISIERA SER
(por Cristian Velazquez )

Quisiera ser

El sol para iluminar todos tus días

La luna para acompañarte en las noches.

Una estrella fugaz para cumplir tus deseos y sueños que más anelas, en tú vida.

Un medico para curar tus heridas mas profundas.

Un comediante para hacerte reír para que olvides tus penas.

Un cantante para cantarte una canción romántica que te haga feliz.

Un poeta para escribirte un poema que llegue a tu corazón.

Un Angel para pedirle a Dios ser tú protector en esta vida.

O por que no ser Dios para hacerte perfecta.

Pero de todas esas cosas solo soy una; pero es la mejor.

Amiga este poema lo hace mi otro yo para vos, para crearlo Él utilizo su cajita llamada
corazón.

Te quiero mucho, mucho muchisimo.


Flacovich

Vous aimerez peut-être aussi