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REALISMO, HISTORIA Y FOLLETÍN

" También Faulkner leyó a Joyce y a Huxley, a Dostoievsky y a Proust. ¿Qué, quieren una
originalidad total y absoluta? No existe. En el arte ni en nada. Todo se construye sobre lo
anterior."

Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sabato, 1961

"El arte de la novela, que parece complejo, resulta, si se lo observa desde lejos, una sencilla
combinatoria. Está la historia, están la silla y la mesita de novelar, y sobreviene la intención de
combinar algunas citas bajo palabreriles velos."

Fogwill, Pájaros de la cabeza, 1985.

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El hilo del discurso de Fogwill es tan cambiante que hace falta mucha concentración para seguirlo.
Escritor que ha hecho carne las artimañas de la vanguardia a la hora de comunicarse verbalmente
con los demás, Fogwill aceptó hablar de uno de los libros más respetados de la literatura argentina
sin ningún tipo de reverencia. Se ha tratado de conservar su estilo polémico, aun a riesgo de
provocar incomodidad en los lectores incondicionales de don Ernesto Sabato, que son legión.

Mi amigo Jorge Di Paola tenía un test que era el siguiente: agarrá Sabato y tratá de leerlo: no se
podía. En cambio ahora, me parece una buena experiencia hacerlo. Es el I Ching. Metés el dedo en
cualquier página y encontrás algo. Dispara un montón de ideas para pensar la literatura. Me
molesta mucho toda esta especie de caza de brujas sobre Sabato.

La impresión que me produjo al releerlo es que la trama se sostiene con una historia de amor que
utiliza los procedimientos del bestseller.

No del bestseller. De la revista “Leoplán”. Ese momento es tributario de una literatura


semifolletinesca que es bastante argentina y culminó en “Leoplán”. Esos diálogos solamente
tienen espacio allí. Los personajes hablan redactando, copiando ese género. Sabato escribe en una
época sin televisión ni porro; cuando cualquiera se leía uno o varios libros completos durante sus
vacaciones en Villa Gesell. Pero ojo: no se trata de una novela de Alicia Jurado donde todos hablan
de tú; y cuando un obrero pregunta: “¿Tú has encontrado el balde de cal?”, el otro le contesta:
“No, dile al señor Fulano que no lo he encontrado”. En Sobre héroes y tumbas hay diálogos
buenísimos, que son al mismo tiempo fundantes. Fundaron, por ejemplo, la María Belén de
Landrú. Por otra parte, Cortázar no existiría sin este libro. Aira siempre dijo que Piglia es el hijo de
Sabato. Se equivocó. Piglia no tiene nada que ver con Sabato. El hijo de Sabato es Cortázar.
Consideremos la obra de Cortázar hasta este libro y después de este libro. La distancia que había
entre ellos dos sería como si hoy comparásemos a Abelardo Castillo con Gustavo Nielsen. Claro,
Cortázar instauró el modelo del escritor revolucionario; y tal vez por eso los pibes de hoy lo sigan
más. Pero en ese momento Sobre héroes y tumbas pegó justo. Para mí era un libro absolutamente
contemporáneo; y lo digo teniendo en cuenta que yo era un lector muy ávido: tenía toda la
colección de “El Escarabajo de Oro”, y en el 55 ya estaba suscripto a “Poesía Buenos Aires”...

Me llama la atención la cantidad de sobreexplicaciones de la novela: cada sentimiento o estado


mental aparece explicado reiteradamente a través de adjetivos, adverbios o metáforas. Ningún
escritor profesional es tan redundante si no quiere ocultar algo.

Esa es una hipótesis. Pero se trata de un género: el género que se regodea con la sumisión del
lector; el géne-ro del runrún de la poesía. Un género que utiliza pala-bras elevadas, ritmos
alejandrinos, pentámetros, acentos bíblicos y versículos... lo grandilocuente, lo emotivo.

Maurice Nadeau consideró Sobre héroes y tumbas como un exponente del surrealismo en la
Argentina. A Graciela Maturo le molesta esta observación, y la considera típica del eurocentrismo
francés. ¿Pero ese discurrir del inconsciente que Nadeau adscribió al surrealismo no revelará
aquello que Sabato quería ocultar? ¿Sabato y Cortázar tuvieron que saldar una misma deuda con
el surrealismo?

No, para nada. Antes del libro de Sabato, habían aparecido El caos de Wilcock y Lolita de Nabokov,
en una edición que fue prohibida. ¿Surrealista Sobre héroes y tumbas? Para nada. Pobre Nadeau.
Es cierto que él necesitaba un autor argentino para su colección; pero si pensamos que ya había
traducido a Carpentier... ¡qué pelotudez! Personalmente, me molesta el oscurantismo de Sabato:
la idea de que el mundo está movido por poderes ocultos. Todos los buenos son víctimas de
poderes ocultos, cada uno a su manera. Y esto viene de Sarmiento (fundador e ideólogo masón),
que a diferencia de Alberdi y Mansilla era un degollador: para él sólo existían los buenos y los
malos, y eso era eterno. No me extraña que Sabato haya pedido un baño de sangre. Todos los
hijos de Sarmiento lo piden. Los más progresistas quieren que maten a Khadafi, a Sadam o a los de
la ETA. En Borges eso no sucede jamás; ni siquiera en un poema por encargo como “Israel”. En
Sobre héroes y tumbas eso aparece; y por eso es un libro muy argentino.

¿Bruno es el álter ego de Sabato, verdad?

Sí. Me parece que sí.

Martín y Bruno encuentran a Borges en la calle, y el libro dice: Caminaban por la calle Perú;
apretándole un brazo, Bruno le señaló un hombre que caminaba delante de él, ayudado con un
bastón. Borges. ¿Sabato se burla de Borges en su novela?

En las primeras cincuenta páginas eso no me molestó nada. Pero después empieza a ponerse
pesado.

En la novela, Bruno le pregunta a Borges qué está escribiendo, y Borges contesta: –Bueno,
caramba... Caramba..., y bueno..., tratando de escribir alguna página que sea algo más que un
borrador, ¿eh, eh?... Y más adelante la crítica a Borges va más lejos en la voz de otro personaje: Es
demasiado preciosista para ser un gran escritor. ¿Imagina usted a Tolstoi tratando de deslumbrar
con un adverbio cuando están en juego la vida y la muerte de uno de sus personajes...?

No me lo puedo imaginar, por el simple hecho de que se trata de Rusia.

Bruno prosigue: En realidad se dicen muchas tonterías sobre lo que debe ser la literatura
argentina, lo importante es que sea profunda. Todo lo demás se da por añadidura. Y si no es
profunda es inútil que se pongan gauchos o compadritos en escena... ¿Es ésta la tesis de Sabato?

No lo creo. Sabato dijo lo que había que decir en ese momento. ¿Esos personajes están en las
calles Perú y Cochabamba? Ahí estaba la central de la masonería inglesa. Se llamaba “Santa Rosa”.
Si Sabato hubiese pasado desapercibido, moriría como se muere todo el mundo y en un futuro
próximo lo estaríamos leyendo con mucha atención. Un sábado de mayo de 1953, dos años antes
de los acontecimientos de Barracas, un muchacho alto y encorvado caminaba por uno de los
senderos del parque Lezama. Se sentó en un banco, cerca de la estatua de Ceres, y permaneció sin
hacer nada, abandonado a sus pensamientos. Como un bote a la deriva en un gran lago
aparentemente tranquilo pero agitado por corrientes profundas. Es muy interesante. Los
personajes viven filosóficamente, sí, pero en ese mismo banco donde un personaje de Borges
habría pensado: “Ahora el cosmos se ordena en un sentido sometido a la ley de gravitación...”.

Eso no explica lo que debe entenderse por “profundo” en la literatura...

Perdón; lo profundo es el petróleo. No olvidemos que El túnel está dedicada a Rogelio Frigerio.
Desencantado de la industria y la riqueza, Sabato intuye una fuerza que está bajo la tierra y que
hay que dominar.

¿Como Marechal?

En cierto sentido Marechal trabaja esa misma zona, pero es un católico. Para él las fuerzas
demoníacas pueden ser conjuradas a través de la oración y la caridad; aunque no sé cómo se las
habrá arreglado cuando lo apoyó a Perón. En cambio el “gorilismo” de Sabato me encanta. Esos
diálogos de gorilas que dicen: “Che, qué malo el tiempo”. “Sí, pero lo peor es Perón, hay que
matarlo.”

¿Y respecto de la quema de las iglesias?

Fue una coincidencia táctica. Desde una perspectiva literaria, Sobre héroes y tumbas es un libro de
iniciación. Actualmente se deben estar haciendo muchos libros parecidos –aunque quizá no tan
ambiciosos– escritos por profesores de literatura o escribanos con vocación literaria, dispuestos a
presentarlos año tras año al premio Planeta con idéntica imposibilidad de ganar. Pero los jóvenes
de hoy leen a Copi o a Fogwill, aunque esta ópera prima de Sabato podría serles útil.

¿Qué marcas de ópera prima tiene Sobre héroes y tumbas?

Está llena de injertos. El comienzo está escrito al final, y todo es así. Aunque Bruno aparezca a lo
largo de toda la novela, sus registros visuales no son los mismos al comienzo que avanzada ya la
novela. Las emociones tampoco son las mismas; y es evidente que hasta bien avanzado el libro el
autor no sabe adónde quiere ir. Pero hay también espacios que anticipan lo que va a pasar. Al
comienzo, las instrucciones generales de lectura son también instrucciones específicas para leer el
propio libro, y está muy bien utilizada la voz de Bruno. En cuanto a la “profundidad”, a veces el
narrador se aparta de la línea del relato apelando con sabiduría a la atención del lector: Vos sos
una mierda; si yo hubiera tenido un poquito de valor te hacía un aborto y estarías en las cloacas.
Madrecloaca. Me contaron que los Sabato eran realmente brillantes. Estudiaban para trepar
socialmente, como los coreanos ahora, que se sacan diez en todo. Pero por eso mismo estaban
estigmatizados. Ernesto era el más débil de todos, el más flaquito, el chicato...

¿Sobre héroes y tumbas representó mejor que otros libros argentinos el boom editorial de los 60?

Es como si con él se constituyese el mito del que irradia opinión sobre las grandes cuestiones
nacionales. Una eminencia que conocía la teoría de la relatividad y la diferencia entre un protón y
un neutrón. Una figura intelectual que aparecía desde la oscuridad para dominar la naturaleza y
vincularse a un programa político concreto. Había que terminar con la pelea peronismo-
antiperonismo, comunistas-no comunistas, católicos y marxistas, en un gran abrazo nacional.
Frigerio y Frondizi tratando de conquistar a la izquierda de Ismael y David Viñas juntándolos con
John William Cooke, que estaba fabricando bombas.

Sin embargo, la estética de Sabato parece apoyarse en escritores malditos como Edgar Allan Poe o
desdeñados como Roberto Arlt, y no en figuras reconocidas u oficiales como Ricardo Güiraldes o el
propio Borges.

¿Pero quién ganó finalmente? El currículum de Sabato dice: “El mal, el mal, el mal, el mal”. El de
Borges dice “Vayamos a la transparencia de Conan Doyle y Valéry”. Por suerte ganó Borges. De lo
contrario terminaba triunfando Firmenich, o Santucho, y ahora todos estaríamos cortando piedras
en la Patagonia.

¿Sobre héroes y tumbas aprovecha la figura del personaje para construir una imagen depresiva del
propio autor?
Hay una serie de procedimientos que separan al autor del personaje. Y la novela está llena de
guiños que muy probablemente se le escapen a Nadeau o a cualquier extranjero. Barracas y la
zona de Parque Lezama, por ejemplo, donde se desarrolla parte de la novela, es un lugar
inmobiliariamente subvaluado porque allí estaba el leprosario. Las barracas, el olor a podrido...

En todo caso fijémonos en cómo usa Sabato las palabras, la paleta de colores de los adjetivos: la u
y la o para lo malo, y las palabras largas, acentuadas, esdrújulas...

¿Un procedimiento del romanticismo?

Quizá, aunque es espontáneo y son como los trucos que usa un pibe en el colegio secundario. Las
palabras parecen ser mucho más fuertes si son largas.

De la misma manera, ¿la extensión del libro aseguraría su mayor profundidad?

El libro tenía que ser como un ladrillo, y la primera edición de Fabril parecía un ladrillo muy lindo.
Pero nada que ver con el surrealismo. Primero, porque Borges se burló del surrealismo desde el
comienzo. Y segundo, porque ya en los años 30 Filloy escribía novelas tan buenas como las de
Perec. El surrealismo era transgresivo; y la intención de esta novela tiene poco que ver con eso.

Tito D’Arcangelo (un personaje secundario de la novela) hace en cocoliche una de las definiciones
más estrafalarias y creíbles del carácter argentino: Mire, maestro, Fangio e argentino, aunque sea
hijo de italiano como yo o Chichín o el señor Lambruschini, argentino y a mucha honra, hijo de eso
italiano de ante que venían a la bodega de lo barco y que despué laburaban cincuenta año sin
levantar la cabeza y todavía estaban agradecido a la América y lo hijo miraban con orgullo la
bandera azul y blanca, no como eso italiano que vienen ahora y se pasan el día criticando el paí:
que si lo bache, que si lo tranvía, que si lo trene, que si la basura, que si ese maldito clima de
Bueno Saire, que si la humedá, que si a Milán la cosa son así o asau, que si la mujere de aquí no
son elegante, y si má no viene agarran y hasta hablan mal de lo bife.

D’Arcangelo es Pedro de Angelis; el antecesor federalista de Paul Groussac. Sabato recrea todos
estos mitemas argentinos, que suenan muy verosímiles. Sabato asimiló lo que Landrú creó en la
revista “Tía Vicenta”, donde los personajes de Barrio Norte imponían las leyes del lenguaje: ya no
se dice “rojo” sino “colorado”; “pulóver” sino “tricota”, y el “impermeable” es “capa de goma”.
¿De qué trata la novela?

Del mito de la cultura como una liberación individual, que no conduce –como el budismo y el
borgismo– a la paz interior o la indiferencia, sino a la adquisición de determinados símbolos de
prestigio. La novela articula los mitos de la cultura argentina, del año 30 en adelante.

¿Y la historia de Lavalle? Da la impresión de que funciona como algo autónomo.

Sí, por supuesto. Me remite a un mito argentino: no sé por qué en la Argentina –donde han
matado a tantos miles de personas– hinchan tanto con el fusilamiento de Dorrego ordenado por
Lavalle.

¿Encuentra alguna relación entre Sobre héroes y tumbas y la utilización de la historia en una
novela más reciente como Respiración artificial?

Creo que Sobre héroes y tumbas es superior. En algún momento Piglia pensó que estaba
escribiendo un libro que daba cuenta de la historia argentina. Quizás sólo se dio cuenta de que
Sarmiento citó mal una frase.

En el comienzo de “Informe sobre ciegos”, Castells se refiere a la sorpresa que le causa una ciega
que deja de hacer sonar su campanilla cuando él se acerca: como si sólo la hubiese movido para
mí –dice–, para despertarme de mi insensato sueño, para advertir que mi existencia anterior había
terminado, como una estúpida etapa preparatoria, y que ahora debía enfrentarme con la realidad.
¿No es la misma sorpresa que siente el escritor al comprobar que todo lo anterior es una
preparación para el texto final?

Es la lectura que le propone al lector de ese momento. Lo que sigue, le dice, es una alegoría. No
ves a los ciegos que te circundan, pero ellos se dan vuelta y te persiguen. Allí acepto la palabra
romántico; porque se trata de las dimensiones ignotas del hombre desde el punto de vista de un
novelista que se pretende científico.
¿Hay en nuestro país una fascinación especial por los literatos que vienen del pensamiento
científico?

Puede ser. Chernov tiene su aura porque es psicoanalista. Y Marcos Aguinis, naturalmente.

Bruno, el álter ego de Sabato, dice: Los argentinos somos pesimistas porque tenemos grandes
reservas de esperanzas y de ilusiones, pues para ser pesimista hay que previamente haber
esperado algo. Éste no es un pueblo cínico, aunque está lleno de cínicos y de acomodados; es más
bien un pueblo de gente atormentada, que es todo lo contrario, ya que el cínico se aviene a todo y
nada le importa. Al argentino le importa todo, por todo se hace mala sangre, se amarga, protesta,
siente rencor. El argentino está descontento con todo y consigo mismo, es rencoroso, está lleno
de resentimientos, es dramático y violento.

En el momento en que Sabato escribió la novela, existían dos influencias fuertes (al margen de la
revista “Sur”): Martínez Estrada y Julio Mafud. Desde una “sociología salvaje”, ellos indagaron
sobre el carácter nacional. Pero hoy en día ese pensamiento resulta demasiado raro o exótico...

¿La apuesta totalizadora de Sobre héroes y tumbas fracasó?

Como todo.

El azar está nombrado en el libro: “Un móvil sin motivo. Un motivo inmotivado. Obramos sin más
razón que porqueno deberíamos hacerlo”.

Para ese momento funcionaba. Pero si pensamos en las colecciones de Eudeba y los libros sobre
física, matemática, biología, fenomenología y marxismo, creer que Sobre héroes y tumbas iba a
ejercer algún tipo de influencia más allá de eso es absurdo.

Sobre héroes y tumbas termina con el personaje de Martín yéndose al sur con un camionero...
Sí. Tendiendo las camas de apolillar del camionero Bucich. Sin tener el más mínimo conocimiento
de una cultura automotriz, Sabato condensa en este final “el sueño del pibe”. Lo mejor que
podíamos pensar en la época de Kerouac era una vida de ruta. No se trataba de las montoneras ni
nos íbamos con los indios como Martín Fierro. En la Patagonia estaba el petróleo.

Apostillas

• Pobre Sabato. A todos los hombres les tocan tiempos difíciles para vivir, pero a él le tocó el peor
momento para escribir. ¿Cómo emprender una novela después de Adán Buenosayres? ¿Qué
escribir cuando a tres cuadras del lugar donde se te ocurrió ambientar la novela, está sentado
Borges en la plenitud de sus facultades creativas y en un crescendo de hostilidad a lo superfluo?
¿Cómo avanzar en un relato que desde el comienzo se compromete con una estética que fue
objeto de burla durante dos décadas de justificada hegemonía borgiana? ¿Y cómo hacerlo desde
una ideología precaria, que en cualquiera de sus variantes –sea el inconsistente humanismo-
existencial, sea el personalismo cristiano para millones de ateos, o el progresismo desarrollista–
habían sido descalificadas por un plumazo del maestro?

• Cuando aparece Sobre héroes y tumbas, ya los relatos de Cortázar eran lectura obligatoria en el
cursillo de ingreso a Letras que dictaba Garassa en el Nacional Buenos Aires.

• Cuando aparece Sobre héroes y tumbas lo leo y siento que es un libro escrito para mí y para los
pocos que imaginaba mis pares. Pasé semanas creído de que en la novela había una revelación
que cambiaría mi vida. Después me olvidé.

• Acabo de advertir la fecha de la primera edición y me parece increíble. Pasé décadas creyendo
que cuando lo leí era un adolescente.

• La femineidad, la bohemia, el enamoramiento, el encanto urbano, son temas que procesan con
la misma precariedad Sabato y Cortázar y que tributan a la imaginería de la época. Pico Estrada, en
sus crónicas en “La Razón”, y uno que firmaba Vagabond Jim en la revista “Tarea” de la
Universidad, habían trabajado o fundado mejor esos climas que justificaron la aprobación de la
novela entre la gente culta: esa capa semiprofesional, ignorante de la cosa literaria.

• Siempre pensé que los personajes didácticos de Landrú se inspiraban en el compendio de


tonteras de las aristócratas de Sobre héroes y tumbas. A la vista de la fecha de la primera edición
veo que la corriente es inversa.

• Por la chismografía del Proceso del 76 –y por el Nunca más–, mucha gente cree que Sabato es
una figura pública a causa del lugar que ocupó en la literatura. En rigor, sucedió a la inversa:
Sabato fue leído porque antes de acercarse a sus ensayos y novelas se sabía que “tenía algo que
decir” y se creía que era “un sabio nuclear”. No sólo era un Sartre argentino. También era un
Einstein local. Eso para los lectores de “Sur” y de “Mundo Argentino” en los años 50. En los años
60, ningún comprador de la primera edición de Sobre héroes y tumbas ignoraba que Sabato había
sido un catalizador ideológico del integracionismo frondizista, una figura de la corte de Frigerio y
un alto cuadro del Ministerio de Relaciones Exteriores. Como dio un oportuno paso al costado
(mucho después de la traición de Frondizi a su programa demagógico), Sabato conservó el aura de
las ilusiones que aglutinaron a los ilusos del 58, ese lugar de “gente como uno, culta, profesional,
libresca, lúcida y progresista”, ese tópico de la politiquería argentina que siempre rinde beneficios
electorales.

• Sobre héroes y tumbas es una novela que vale la pena releer. Quien no sepa ruso y haya leído
Tolstoi y Dostoievsky en español ha pasado momentos peores que los que padecerá con la novela
de Sabato. Releyéndola, sólo me permito saltear esas páginas de “Tía Vicenta” que se burlan de la
inteligencia del lector.

• Contemplando los medios literarios y los límites ideológicos del autor, haber culminado con un
libro que cuarenta años después sigue siendo casi legible, indica una destreza profesional que
pocos escritores de la actualidad poseen.

Fogwill
por Alejandro Margulis

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