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173 - 182 L /J
Arquitas de Tarento
Tampoco es extraño que las conclusiones de los estudios que ha inspirado no con-
cuerden; al fin y al cabo, se trata de una representación del universo y es sabido que cada
cual tiene una idea más o menos propia del mundo según su punto de vista y sus penona-
les gustos y preferencias; tal vez se deba el interés de los investigadores al deseo de dar
su propia interpretación y visión del mundo antiguo, a lo que la obra singularmente se
presta. Los estudiosos sólo se muestran unanimemente de acuerdo en aquello que es apre-
ciable a simple vista: se Íata de una obra singular; representa alegóricamente al cosmos;
sus figuras se distribuyen en tres espacios, marítimo, terrestre, celeste. A partir de ahí,
con la excusa de analizar la obra, confeccionan complejos discursos que generalmente no
chocan entre sí, orientados como están en direcciones divergentes. El primer trabajo
sobre este mosaico excepcional se debe aGarcía Sandoval, su descubridor, quien se ajus-
tó ala obligación de presentar con dignidad el hallazgo y ofreció los datos básicos de lec-
tura e interpretación, sólo levemente corregidos en publicaciones posteriores; concluye
que el mosaico representa el momento del nacimiento del universo desde el caos primige-
nio. Posteriormente, Blanco Freijeiro ofrece nuevos puntos de vista para considerar la
obra; la lectura de los letreros que acompañan a las figuras y el análisis de éstas, orientan
su investigación en una doble línea: por una parte, subraya el componente órfico en el
sincretismo religioso del Imperio, indica la "vaga y poética religiosidad" que envuelve al
cuadro y deja abierta la posibilidad de que el mosaico pudiera estar relacionado con las
estatuas mitraicas halladas en sus proximidades, aunque con una muy discutible afirma-
ción descarta el uso religioso del mosaico (3). Por otra, considera que la presencia de
imágenes como las del puerto y la navegación - que acorde con su criterio sólo pueden
(2) Presenté un resumen de mi investigación en Mérida, el día 9 de Febrero de 1990, en el Flomenaj e a García
Bellido. Blanco Freijeiro intervino al final de la conferencia; si no me falla la memoria, sus objeciones fue-
ron: que el edificio no es un mitreo; que el mosaico es conceptual y artísticamente griego; que debe llamiírse-
lo cósmico. Excedería los límites de este trabajo una contestación a la primera; la segunda compofa un fala-
cia, la distinción neta entre pensamiento griego y romano; intentaré concretar la tercera. En su primer estudio,
Blanco no utiliza el adjetivo cósmico; sólo posteriormente, al relacionar el mosaico con el cuad¡o descrito por
Juan de Gazay avalado por el nombre que le da el poeta bizantino, se decide a usarlo. Evidentemente, a un
mosaico que representa el universo conviene el adjetivo "cósmicor', pero es poco descriptivo; con la misma
propiedad - y la misma vaguedad - podríamos llamarlo "universal". Si entendemos que el mosaico pretende
representar el mundo, llamémoslo "cosmográfico"; "cosmológico", si además trata de explicarlo; "cosmogó-
nico", si en esta explicación se enfaliza su origen. Por tanto, ei mosaico puede ser considerado cósrnico, cos-
mológico, cosmográfico, cosmogónico y universal, según gustos.
(3) "... sin que por eso haya que decìr que se Íata de un cuadro religioso, como no lo es ningún mosaico de
pavimento". BLANCO, 197 7, 178.
Observaciones sobre el mosaico de Mérida con la Etçmidad y el Cosmos 115
ser el Portus Ostiensis y una metáfora marina de la prosperidad económica del Imperio -
definen la auténtica nattraleza del conjunto, que constituye "un canto a la eternidad de
Roma y a la armonía del mundo bajo su égida protectora". Aunque conoce el trabajo de
García Sandoval, Blanco opta por ignorar sus conclusiones; aunque sugiere identificacio-
nes para cada personaje, no se define sobre si el mosaico representa o no una cosmogo-
nía; aunque convenientemente indica los rasgos órficos en la obra, no intenta encuadrarla
en un marco conceptual órfico-pitagórico convincente; aunque detecta el fuerte compo-
nente religioso que la impregna, se decanta finalmente por negarlo. Más tarde, Blanco
acepta la sugerencia de Charles Picard según la cual el faro y el puerto representados po-
drían ser los de Alejandría, aunque no explica de qué modo debe entenderse entonces la
obra, si lo que ésta exalta es la eternidad de Roma.
Así las cosas, cabría suponer que la poco verosímil hipótesis de que el mosaico cele-
bra el Saeculum Aureum, o época dorada de Roma, debería tambalearse; pero Marie Hen-
riette Quet la apuntala pacientemente en un volumen abigarrado con más de un millar de
referencias bibliográficas, barroco discurso que trata de hermanar los supuestos de Blan-
co y Picard: la grandeza de Roma se habría exaltado mediante el,"faro de Alejandría ya
que, en resumidas cuentas, para los fines de la propaganda imperial ambas ciudades ve-
nían a ser 1o mismo. El estudio de M. H. Quet es sin duda la obra más importante dedica-
da hasta el momento al mosaico emeritense. En su contra hay que señalar una lectura difí-
cil, entorpecida por el deseo constante de justificar conocimientos; una visión prejuzgada
de1 mosaico, en el que cree ver el reflejo de una imagen del mundo expresada en escogi-
dos textos literarios; una vaguedad en la apreciación de esta singular obra y en las res-
puestas al por qué, para qué, cómo, cuándo y por quién fue realizada. Cuentan en su favor
al valorarla una estima de los logros de la filosofía estoica; un oportuno enfoque hacia la
más detallada cosmogonía de la literatura antigua, el Timeo platónico; un fallido intento
de buscar una explicación de orden matemâtico a la armónica disposición de las figuras
del cuadro (4).
El mitraismo se ha convertido en el campo de batalla que permite a los investigadores
entrar en la deseada confrontación de saberes, proclive a la belicosidad como es el mundo
académico. Aunque unos la afirman y otros la niegan, no veo razones de peso en los argu-
mentos a favor o en contra de una vinculación del mosaico a la religión de Mitra. Curio-
samente, cuando M. H. Quet afirma que el mosaico refleja la cosmología y filosofía estoi-
cas, a nadie inquieta si se refiere al estoicismo de Cleantes o al de Crisipo, al de Boeto o
al de Séneca: seguramente será el reflejado en los escritos de Aístides o Dión Crisósto-
mo, cuyas citas se multiplican en el texto; no interesa centrar allí el debate porque se su-
pone razonablemente que el estoicismo no tiene definición arqueológica alguna, ni esta-
mos historiadores y arqueólogos acostumbrados a discutir sobre materias tan
evanescentes. El mitraísmo, por el contrario, tiene la ventaja de conducir la discusión
(4) A menudo ocufTe que sólo tras concluir una ardua farea, y como consecuencia de ella, nos conocemos
diestros para realizarla; normalmente, cuando ya es demasiado tarde para enmendar elrores y volver sobre
nuestros pasos. No otro es el caso de M. H. Quet. , quien después de edificar su libro sobre una idea funda-
mental: Roma, urbs et orbis ("un hymne au Cosmos sous I'Empire de Rome") en un escrito posterior, "Pha-
rus", desmonta la piedra angular de la edificación - la figura de Portus no sería ya una alegoría de Roma - y
no obstante hace ver que su discurso no ha perdido consistencia alguna. El énfasis de la autora en los rasgos
estoicos de la obra se hubiera visto reforzado si hubiera podido leer el trabajo de J. Mansfeld, "Providence
and destruction of the Universe in Early Stoic Thought". Studies in Hellenistic Religions. Leiden., E. J.
Brill, 1979 pp. 129-188.
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desde el total vacío a una relativa incertidumbre: la que proporciona un contexto arqueo-
lógico con imágenes más o menos características, ciertos espacios litúrgicos aproximada-
mente tipificados y algunos textos, epigráficos o no, lo oportunamente oscuros como para
poder amoldarlos a nuesÍas conveniencias exegéticas.
Charles Picard supone, aunque oculta las razones de su sospècha, que e1 mosaico fue
encargado por un fief de Mitra; desafortunadamente, como en el mismo trabajo aventura
oÍas Ieoríai probadamente falsas mediante el análisis formal del documento (5), la sim-
patía que podríamos sentir por sus tesis se desvanece al comprobar qu9 su primera sup_osi-
ðiOn pìalèra haberse impiovisado tan despreocupadamente.como las siguientes. José
Maríá Blázquez, por su parte, trata cle convencer con la agobiante repetición de que el
mosaico es tna "cbsmología mitraica'!; clara queda en sus escritos la oscuridad de ambos
términos. TaI vez sea ésta ocasión propicia para reconsiderarlos.
De las cosmologías
Los descubrimientos de la física de este siglo nos han obligado a concebir el universo
como abismo donde se precipitan vertiginosamente millones de galaxias, un vastísimo es-
pacio que se desplaza en el tiempo. Inmensidad dinámica que imaginamos habitada por
ènjambres de estiellas en rotacióñ incansable, tumultuosas nubes de gases, radiación, an-
timateria, astros en violento colapso absorbente, inagotables surtidores de energía; turbu-
lencias terribles que sólo mitigan las enormes distancias oscuras. Las ecuaciones de Al-
bert Einstein y lá incontestable evidencia de algunos hechos físicos - que 11 lttz viaia a
velocidad finila, que nuestra galaxia no es la única, que todas las conocidas se alejan
entre sí - han conformado la idea de un universo inestable, ajena al pensamiento del
mundo antiguo. La complejidad de las abstracciones de Alexander Friedmann, que imagi-
na un cosmos idéntico desde cualquier punto que se lo observe, con cuatro dimensiones,
las del volumen y la del tiempo eñ que se desplaza, hace difícil suponer que el universo
hallase hoy un relratista eficaz; es difícil de imaginar e imposible de visualizar el enigmá-
tico conceþto que nuestra ciencia maneja, el espacio-tiempo (6). El pensamiento clásico,
sin embargo, nò había llegado à entretejer esta dualidad; separadamente imponían su pre-
sencia el inmóvil espacio de la geomeftía, el misterioso fluir del tiempo.
Espacio y tiempo: sensaciones que nuestra experiencia advierte - de un modo bastante
inmediato e[ primero, más vagamente el segundo-, conceptos que inquietaron ya a los
pensadores antiguos. No cuestã imaginar que las primitivas cosmologías fuesen coleccio-
nes-más o menoi ordenadas de preguntas como las que la ciencia de hoy se plantea: cómo
èsta formado el mundo, qué suslancia informa lamatena, en qué consiste el movimiento,
qué es'el tiempo, qué el èspacio. Cuestiones desconcertantes en su'simplicidad, qrre han
ócupado desde siempre la mente de los hombres, que previsiblemente lo seguirán hacien-
do ãurante milenios y a las que la representación emeritense del universo pretende dar
una respuesta.
(5) Por ejemplo, que el mosâico se realizó originalmente para una pintura veltical, probablemente en Alejan-
dría.
(6) Escenario sin embargo ya clásico de la litelatura de ciencia ficción y artificio útil para resolver las apor'ías
deZenón de Elea, que tanto intrigaron a Jorge L. Borges.
Observaciones sobre el mosaico de Mérida con la Eternidad y el Cosmos t71
Conviene recordar las definiciones que âlgunos diccionarios ofrecen del Cosmos. La
cle María Moliner "conjunto de todo 1o que tiene existencia física en la tierra y fuera de
ella", no tiene en cuenta su dimensión temporal; la de la Real Academia "conjunto de
todas las cosas creadas", reclama un Hacedor; la de Karl Sagan Lo absorbe: "Cosmos es
todo lo que es, o lo que fue, o lo que será alguna vez" (7). Parece que fué Pitágoras quien
primero usó la palabia cosmos, para referirse al "universo como un todo sistemático.y ar-
inónico", opuesto al caos que p?ecedió a la ordenación del mundo; mucho más antiguas
que ei sabiõ griego son las ideas que postulan un retomo cíclico al desorden, por_ lo que
fropongo la defiñición alternativa "conjunto de todas las cosas físicas en el pasado, pre-
senle y porvenir".
Las cosmologías, nacidas de la preocupación del hombre por el medio que le lodea,
son tan antiguas ðomo su curiosidad, sus esperanzas, sus temores; aunque lo que sabemos
de las primeras concepciones sobre la natur:aleza pertenece en buena medida al campo de
la conþtura: nuestros primeros pasos hacia el coñocimiento aparecen envueltos en la in-
certidùmbre. Cabe suponer que-las primitivas explicaciones del universo harían preciso
desarrollar compendiós de saberes más o menos rudimentarios, los embriones de las futu-
ras ciencias: física, astronomía, meteorología, geografía, medicina, Tarde o temprano se
cletecta¡ía el componente matemático que subyacía en todas ellas, oculto tras las aparien-
cias de las cosas. Estudiando lanattraleza nacieron los números (B).
El descubrimiento de algunos secretos de la naturaleza debió de causar auténtica con-
moción. No nos sorprende ver desde época temprana ciertos saberes rodeados de un aura
de misterio y de silèncio: lo que se sabía era demasiado precioso para desacralizarlo; lo
que se ignorâba, demasiado vertiginoso para confesarlo abiertamente. Fl pitagorismo_, for-
mulación filosófica y religiosa dè antiguos saberes, fué un paso tardío en un larguísimo
camino hacia el conocimiento.
El mosaico de Mérida es un ambicioso intento plástico de abarcar en su totalidad
tiempo y espacio. Profundizar en su estudio entraña el riesgo de ver en el cuadro demasia-
Oos renê¡os de la cultura clásica: limitarse a acumular referencias conocidas iría en detri-
mento de una aproximación objetiva. La obra sería tan sólo espejo de nuestros conoci-
mientos; nuesÍâ interpretación, arbitrario ploceso de selección de datos; es preciso, en
cons e cuenci a, analizarla de s ap as ionadamente.
(9) Por ejemplo, la división de los contenidos del Unive¡so en materia y fuerzas: S.W. Hawking. Historia del
tiempo. Barcelona, Ed. Crítica, 1988 p. 93
Observaciones sobre el mosaico de Mérida con la Etemidad y el Cosmos r79
el farol de luz griega, cuando sabemos haberla perdido en la incómoda penumbra romana.
Del mitraismo
cabe duda de que Miguel Angel hubiera admirado más apasionadamente que nosotros el
mosaico emeritense: la grandiosidad del conjunto, la vitalidad de la representación, la
fuerza de las figuras, el impacto del color, la exactitud y armonía del cuadro son precisa-
mente las características de un mundo artístico que hemos dado en llamar miguelangeles-
co, y que en pocas otras obras de la antigüedad se muestra con 14 plenitud de la presente.
El mosaico de Mérida se halla en un templo, probablemente en su habitación más im-
pofiante. Aunque no puedo explicar aquí las características del recinto sagrado, diré tan
sólo que el templo responde en su concepción y construcción a la misma idea expresada
gráficamente en la representación musiva: mitreo y mosaico son solidarios. T,¿ estructura
del mitreo es singular; no son menos peculiares sus dimensiones (se trata del mayor mi-
treo hallado hasta la fecha); ni su cronología (es también uno de los más antiguos); ni su
sofisticación (el más sutil conceptualmente); ni su localizaciín geográfica: el más occi-
dental del Imperio, dejando a un lado los muy dudosos restos portugueses.
SUMARIO
Se exponen algunas consideraciones sobre el mosaico de Mérida con la representa-
ción de la Etemidad y el Cosmos. Se revisan las conclusiones más importantes de los tra-
bajos sobre este mosaico y se orienta su estudio hacia el conocimiento de las diferentes
cosmologlas del mundo antiguo y haeia el mitraismo, aconsejancio una aproximacién ma-
temiticapara su comprensión y análisis.
SUMMARY
Observations are made on the mosaic from Mérida depicting Etemity and Cosmos.
The most important publications on this mosaic are revised. This paper suggests that rese-
arch work be oriented towards the sfudy of diverse cosmologies from the Ancient World
and on examination of Mithraism. A mathematical approach for its comprehension and
analysis is advised.