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El fuego y el relato Groncro Acawnen ‘Taapucotdy pe Envesto Kav sextopiso Bpemetietns Caprit sor rttengo (See an opp Herons Se Pan S.A. 2£0.¥ 206 Terns A Ca aren, Cone hoo Moo Fase Sr io Haat 8.1, atcehlta,ysemeétaon irda ‘Bong sone sm nou Jnge Cttoo ISBN hte 686-902 Depa Mod ao Ingres cn apa EL FUEGO Y EI. RELATO ‘Al final de eu libro sobre Ia mistica judia, Scholem cuenta la ‘siguiente historia, que le fue transmitida por Yosef Agnén: Cuando el Beal Shem, el fandador del jasiismo, debia resolver una tea difel, ba aun determinado punto en el ‘bosque encenda un fgo, prominciabelasoraloncey aque aque queria se ealiaba, Cuando, uns generacién después, el Maguid de Mesriteh e enconté rent l mismo proble- 1a, se dirig6 a ese mismo punto en el boequey dijo: «No sabemos ya encender el fuego, pero podemos promunciar ls oraciones, todo orarrié segtin us deses, Uma generacin Alespuds Rabi Moshe Leib de Satov se encontré en I mis ‘ma situsedn, fu al bosque dijo, «No tabemos ya encender fuego, na sahemos pronsneiarlas oraciones, pero conoce- mos el luge en el bosque. eto debe er cuficiente> Yen efecto, fu sufciente, Pero cuando, tanscuride otra genera ‘ifn, Rabi Terael de Risch tavo que enfrentarse la misma ‘ares, permaneeié en su caslo, centado en satrono dorad,y Aj: «No sabemos ya encender el fuego, no vom capaces de ‘eeitar ls oraoionesyn0 conocemos squier el lgar en el, bouque: pero de todo esto podemos contarlahistoriey. Yuna ‘yer me con eo fue subiente. Es posible leer esta anéedota como una alegoria dela literatu- va, Lahumanidad, en el curso de su historia, se ale siempre 1. Gershom Scbolem, Le pond come dalla mica ac, td td. ost, Einaudi. Torino 998 p33 ta cas. de Beare Oberener eependes teens dela mist ua Sirsela, Made 2012) xs de as fuentes del mister y pierde poco a povo el recuer~ ‘do de aquello que la tradicin Ie habia ensenado sobre el fue- ‘0, sobre el lugar yla férmula, pero de todo es0 los hombres pueden ain contar Ia historia. Lo que queda del misterio esa literaturay «eso>, comenta con una sonrisa el rbino, . El sentido de este «puede ser sufciente> ‘noes, sin embargo, tan facil de aprehender, y quiz4 el destino dela literatura depende precisamente de c6mmo seo entiende. Porque si se lo entiende simplemente en el sentido de que la pérdida del fuego, del ugary de a formula sea, en cierta forma, ‘un progreso,y que el fruto de este progreeo la secularizacién— seala liberacién del relato de sus fuentes mitica y la constitu cidn de la literatura vuelta auténoma y adults—en una esfera separada, la cultura, entonces ese «puede ser sufciente re- sulta verdaderamente enigmético. Puede ser suficiente, pero 4apara que? ;Bs cretble que pueda satisfacernos un relato que ‘no tiene ya ninguna relacin eon el fuego? ‘Al decir «de todo esto podemos eontar la historia, el rabino, por otra parte, habia afirmado exactamente lo contra ro, €Todo esto> significa pérdida y olvido, ylo que el elato ‘cuenta es precisamente la historia de la pérdida del fuego, del Ingary de a oracién. Todo relatotoda la iteraturaes, en este sentido, memoria de la pérdida del fuego, (Que la novela derive del mistero es n hecho ya admitido por Inhhistoriografialiterari. Kerényiy, después de él, Reinhold Merkelbacl han demostrado la existenca de un vinalogent tio entre los miterospaganos ya novela antigua, del que as Matamorfoss de Apuleyo (donde el protagonista, que ha sido ‘ansformado en ano, encuentre lina la salvacin através ddeunaverdaderainiciacién mistric) somun documento par- ticularmente convincente.Bstenexo se manifesta en el hecho de que, exactamente como enlos mister, podemos ver en las novels mo una vid individual une an elemento diving ,almenos, sobrehumano, de modo que las vvencas, los epi- sovtios ls peripecias de una exstencia humana adquierenun siguificado que lon pera y los costitye en misterio. Como ‘iniiado,asistendo en la penumbra leusina 2a evocacion ‘imicaodanzada del rato de Kore enel Hades ye sureapa- ‘etm anal ena tera en primavers,penetraba en el misterio {yencontraaahitna esperanza de ealvacién par su vid, asl Iector, siguiendo la intiga de las situacionesy eventos que la novela tee piadosamente acon feroeidad en torno a su perso- nj, participa de alguna forma a.su modo e introduce su propia txstenca en a enfera del mistero "Ese mistero, sn embargo, se ha separado de todo con tenidomitico y de toda perspeciva religions y puede ser, por 50 mismo, desesperado, como lo es para Isabel Archer en la novela de James o para Anna Karenina; puede aun mostraruna vida que a perdido por completo su misterio comoen las vi- tlsitudes de Emma Bovey; en odo aso, sis rata de wna no- ‘ela, babré na iieiaién, sunque daa sea miserable, aunque ‘Weseralvidnaianays ei cer PenentorsTs car FEeriiti dela novela sea lee empo,perday con- ‘emioraGion del misterio, extravio y evocaciOn de la formula lugar. StTa novela, DOT parece hoy ooureir cada vea ms, deja caorla memoria de su ambiguarelaién cone mistero, si, cancelando toda huella de la precara, incerta salvacin elew sina, pretonde no tener necesidad de la formula o, peor ain, dilapida el misterio en un eémulo de hechos privados, enton~ ces a forma misma dela novela se pierde junto con el reeuer- do del fuego. Hl elemento en el que el misteria se deshace yse pierde es la historia, Es un hecho sobre el cul siempre es necesario re- flexionar: que un mismo término designe tanto el eurso cro- nolégico de las vicisitudes humanas como lo que cuenta la Iiterarura, tanto el gosto del historiador y del investigador como el del nazrador. Sélo podemos acceder al misterio a tra ‘vés de una historia , sin embargo (0, tal ver, deberiamos decir Ae hecho) Jahistoria es aquello donde el misterio ha extn Cae eee 3 En una carta de 1987, Seholem intents meditar~a partir «desu personal experiencia de estudioso de la gabbalahs0- bre las implicaciones de ese mudo que mantiene unidos dos lementos en aparienciacontradictorios, la verdad misticay la nvestgacin histrica. El pensaba escribir , si embargo, se habia dado cuenta de que no era posible entrar en el nico mistico dela tradicion abbalahsigaiica«tradicién») sin atravesar 1 «muro dela historia» y Memtnith (GSR ombraavendad isis] no neces in ES Un VELEAD gunalavesedloceneesariopenetrrlacorina de nica dela nisvich, ‘itriaque la citeunda.Penetzarl, expt lo que intentado Quodaré etrapado en le nibla ial encuentro, por decile ealgun form, dela emauerte profesor»? La necendad de Incriiahistricay de a istoviogeafia critica, aun segue ren sueificios, no pueden ser sustituidas por nda. Ba ver Aad, lahistoria puede parecer en definiiva una ilsion, pero sais sn la eal en la realidad temporal, noe posible penetrar ena eseneia de as cost. a totalidad mini de a verdad, cuyaexistencia demlnuye cuando vel proyectaen el tiempo histrio, pede hy resulta visible aloe hombres de 1aforma mis purasélo ena legtima dzlpina dl comentario _yenel singularespejo dela rte oles Mi trabajo, tanto hho como en el primer di, vive en este paradoj,enl espe ‘nz de una veradera comnescin de l monty del mis ‘avi, animo dgplasmiento des ietora que permits 3 laverdadsurir dea hsin del «detarcllo> + Latarea, que Scholem considera paradéjica, consiste en trans- formar, a partir de las ensenianzas de su amigo y maestro Wal- ter Benjamin, la fillogia en una diseiplina mistica. Como en 1 Corahom Schole Bf, vl 1, Book Manic 994. pp. ary ae ra ‘cat de Prana Rafa! Lnpani Cones, Crepes (990190) Editorial Trt, Madet. 2080 4 toda experiencia mistia, es necesario sumergirse en cuerpo y salma en la opacidad y en la niebla de la investigaci6n filol6gica, ‘con su tristes archivos y sus tétricosregistrs, con sus ilegi- ‘bles manuscritos y sus obtusa glosas. El riesgo de extraviarse ‘en la prictica filolégiea, de perder de vista ~por medio de la oniunetivis profesoria que esa prictica comporta~clelemento ‘mfstia que se quiere aleansar es, ndudablemente, demasiado alto, Pero, ast como el Cral se perdié en la historia el inves- tigador debe extraviarse en su quéte filolégica, porque preci- samente ese extravio es Ia inica garantia de la seriedad de su ‘étodo, ue es, ena misma medida, una experiencia mistica, Si indager en la historia y contar una historia son, en. realidad, el mismo gesto, entonees el escritor también se ‘encuentra frente ¢ una parad6jica tarea. Deberd creer silo © intransigentemente en la literatura ~es decir, en la pérdida el fuego- deherd olvidarse en la historia que teje en torno a ‘aus personajes y, sin embargo, aunque sélo sea a ese precio, deberi saber dstinguir, en el fondo del olvido, los destellos de negra luz que provienen del misterio perdido, <¢Precario® significa aquello que se obtione a través de una plegaria (praer, una peticién verbal, diferente de quaestio, ‘una peticién que ee hace con todos los medios posibles, aun ‘violentos),y por ello es figily aventurero. Yaventureray pre~ cari ela literatura, si quiere mantenerse enna relaci6n justa conel mister. Como el iniciado en Eleusi, el eseritor proce eenla oseuridady en penumbra por un sendero suspendido centre los diosesinferiores ylos superiores, entre el olvidoyla ‘memoria. Exste, sin embargo, un hilo, una especie de sonda lanzada hacia el misterio, que le permite medi siempre la dis tancia que lo separa de fuego. Esa sonda es la lengua. y es so- Dela lengua donde los intervalosy las fracturas que separan el relato del ego se marean implacables como heridas. Los iénerosliterarios som las lags que el olvido del misterio im- prime en la lengua: tragedia y elegia, himno y comedia son slo las formas en que la lengua lora su relacién perdida con 15 fuego. De esas heridas los eseritares hoy no parecen darse cuenta. Caminan como ciegos y sordos sobre el abismo de su lengua y no eseuchan el lamento que se eleva, ereen que usan la lengua como un instrumento neutraly no pereiben el balbu- ‘ceo rencoroso que exige la formula y el lugar, que pide cuentas yvenganza. Escribir significa contemplar lalengua,y quien no ‘vey ama sulengua, quien no sabe deletrear la tenue clegia ni pereibir el himnosilencioso, no es un eeritor. EL fuego y el relato, el mistero y la histori, som los dos ele: ‘mentos indispensables dela literatura Pero jde yué formaun clemento, cuya presencia esa prueba irrefutable dela pérdi- da del otro, puede atestiguar esa ausenci, evitar la sombra y el recuerdo? Donde hay relato, el fuego se ha apagado; donde hay misterio, no puede haber historia Dante ha compendiado en un tinica versola situacion del artista frente a esta tarea imposible: «l'atista /ch’a I'abito de'arte ha man che troma>! (Por x1, 77-78). La lengua del eseritor ~como el gesto del artista~ ean eampo de tensiones polares, cuyos extremos som el estilo yla manera, «El hébi- ‘to del arte® es el estilo, la posesin perfeeta de sus propios medios, donde la ausencia del fuego es asumida de forma pe- rentoria, ponque todo esté en la obrayy nada puede faltarle. No Jay, no ha habido munea misterio, porque siempre ha estado ‘expuesto, aqui, ahora por siempre. Pero ese gesto imperio- so ocurre, de ver en cuando, como un temblor, algo eomo una ‘ntima vacilacion donde el estilo eseapa bruscamente, los co- lores se desvanecen, ls palabras balbucean, la materia se vuel- ‘ve gramosa y se desborda, Ese temblor es la manera que, en Ja deposicion del habito, muestra una ver més la ausencia y el cexeeso de fuego. Yen todo verdadero eteritor, en todo atita, existe siempre una manera que toma distancia del estilo, un estilo que se desapropia en la manera, De esa forma el misterio 3. eatin / qu ten el hii del arte tene una mano que ema ovat 6 deshace ydistionde la trama de la historia, el fuego destruye y consume la pigina del relat Henry James relat6 una ver la forma en que naclan sus novelas. ‘Alinicioaélo hay aquello que lama una image en dsponiili 1a visim aislada de un hombre o una mujer aim privados de toda determinacién. Eatin ahi, . para que el autor pueda tejer en torno a ellos a intriga fatal de situaciones, re- Iaciones, eneuentros y episodios que para transformarlos, al fnalyen aquello ‘que son, la ¢complejidad que con mayor probabilidad pueden producirysentir>. Hs decir: personajes, Labistoria que, de exa forma, pigina tras pégina, mien- ‘ras zelata gus értos y us derrotas, su salvacin o su conde- za, Jos exhibe y revels, es también la trama que los encierra cenun destino, constituye su vida como un mysterion. Los hace ‘eemerger® aélo para encerrarlos en una historia. Al final a imagen yano esta edisponible» ha perdido su misteria,ya6lo puede perecer. [Ena vida de los hombres ocurre algo semejante. Es ierto,en ‘inexorable euso,laexistencia, que parecia al inicio tan dis- ponible, tan rica en posibilidades, pierde poco a poco su mis ‘ero, apaga una a una sus fogata. La existencia, al final, s6lo ‘es una historia insignificante y deseneantada como todas las Dhjtorias. Hasta que un dia tal vez no el timo, sino el pe- ‘naltimo~ por un instante reencuentra su encanto, pierde de agolpe sudesilusiin, Aquello que ha perdido el misterioes aho- raverdaderae irreparablemente misterioso verdaderay abso- lutamente indisponible. Hl fuego, que sélo puede ser relatado, elmisterio, que se a consumido integramente en una historia, ‘nos quita ls palabra, se encierra por siempre en una imagen, nd

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