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Los inicios de la psicología de la Gestalt

A comienzos del siglo XX surgió en Alemania una nueva forma de entender el


estudio de los procesos mentales, que ejercería, a la larga, una enorme influencia en
el desarrollo de la psicología social. Se trata de la Escuela de la Gestalt, una
corriente psicológica que rechazaba la idea de Wundt de que para llevar a cabo el
estudio de la percepción hubiera que proceder descomponiendo ésta en sus
elementos constituyentes, así se puede afirmar que la Escuela de la Gestalt es el
primer movimiento de la psicología alemana que consigue consolidarse como una
alternativa experimentalista a Wundt.

Max Wertheimer
El inicio formal de la psicología de la Gestalt fue la publicación, en 1912, del
artículo de Max Wertheimer (1880-1943), Experimentelle Studien ueber das Sehen
von Bewegung (Estudios experimentales sobre la visión del movimiento). En él se
presentaban los resultados de un experimento llevado a cabo por este autor y en el
que también colaboraron Wolfgang Köhler (1887-1967) y Kurt Koffka (1886-
1941). De forma resumida, el experimento consistía en mos-trar a la persona dos
puntos de luz que aparecían en rápida sucesión en dos lugares diferentes. Los
resultados mostraban que lo que la persona percibía no eran dos puntos de luz, sino
un solo punto que se movía. Este fenómeno, conocido como movimiento
estroboscópico y que consiste en el aparente movimiento entre dos luces estáticas
que se encienden a intervalos cortos y regulares, había sido observa- do con
anterioridad por el físico Plateau en 1850. La aportación de Wertheimer al estudiar
experimentalmente el aparente desplazamiento de líneas consistió en dar una nueva
explicación a lo que se conoce habitualmente como fenómeno phi. Para este
psicólogo el efecto phi no podía explicarse utilizando el esquema atomista de
análisis de la conciencia. En su opinión, el efecto phi no podía entenderse como una
mera ilusión perceptiva, sino como la percepción de una Gestalt, resultado de una
excitación fisiológica global en el individuo. Los elementos sensoriales no son
percibidos aisladamente, sino que dan lugar a la percepción de algo
cualitativamente diferente. Su propuesta explicativa está en señalar que la unidad
de análisis en el estudio de la percepción debía ser el todo y que éste era algo más
que la suma de las partes.
Estas conclusiones se convirtieron, como ya se ha señalado, en el punto de partida
de la psicología de la Gestalt. Tras este trabajo inicial, estos tres psicólogos
-Wertheimer, Koffka y Köhler- iniciaron una crítica radical al elementarismo de la
psicología wundtiana e inauguraron una nueva forma de entender la psicología,
como estudio de la totalidad.
Las aportaciones más conocidas de los psicólogos de la Gestalt son las que lleva-
ron a cabo en el campo de la percepción, en donde introdujeron el concepto de
campo, procedente de la física. La idea central de los estudios sobre percepción rea-
lizados por los gestaltistas era que la experiencia que se percibe es una Gestalt, una
forma o totalidad, que se encuentra organizada y estructurada de acuerdo con una
serie de leyes, cuyo análisis debía ser el objeto de la psicología.

Wolfgang Köhler
Sólo un año después de la publicación del artículo inicial, comenzaron las
investigaciones de Köhler sobre el aprendizaje de los chimpancés en Tenerife, que
se desarrollaron entre 1913 y 1914. Aplicando los mismos principios derivados del
estudio de la percepción al estudio del aprendizaje, Köhler (1966) afirmó que la
situación de aprendizaje debe ser considerada como una totalidad, un campo
constituido por las interrelaciones entre diferentes elementos. La respuesta del
animal, es decir, el aprendizaje, se produce cuando éste es capaz de reestructurar la
situación, de comprender las relaciones entre los diferentes elementos. Al igual que
en otros estudios sobre aprendizaje, en los estudios de Köhler se pretendía que los
chimpancés aprendieran a obtener una recompensa, que se colocaba en lugares de
difícil acceso para el animal. Por ejemplo, en algunos de los experimentos, la
recompensa consistía en un plátano que se colocaba en un lugar visible pero lo
suficientemente alto como para que el chimpancé no pudiera alcanzarlo. Cerca del
animal, y en un lugar accesible, se ponían algunos objetos (palos, cajas, etc.), que
podían servirle para alcanzar la comida. Los resultados de estos estudios indicaron
que el aprendizaje no se producía por ensayo y error, sino que el animal terminaba
teniendo una visión global de la situación que le ayudaba a elaborar una estrategia
para conseguir la recompensa. Después de varios intentos fallidos por alcanzar los
plátanos, el chimpancé parecía desistir; sin embargo, transcurrido un tiempo, volvía
a intentarlo ayudándose esta vez de alguno de los objetos que habían sido puestos a
su alcance. Como si hubiera reestructurado mentalmente la situación, el chimpancé
utilizaba los palos o las cajas para llegar a la meta. Surge así el concepto de insight,
opuesto al aprendizaje por ensayo y error de Thorndike (1898) y al aprendizaje por
contigüidad de los conductistas, que da lugar a uno de los primeros modelos
cognitivistas sobre el aprendizaje. La idea de insight, como cambio abrupto en la
conducta precedido de una completa reestructuración del campo, será retomada por
Kurt Lewin, quien recalcará las transformaciones conductuales que se producen
como consecuencia de un cambio en la cognición del campo.
Kurt Lewin
Su contribución a la psicología social aplicada se plasmó en su concepto de acción-
investigación. Se trata, en opinión de Kurt Lewin, de vincular la investigación a la
acción social. La investigación que sólo produce libros, nos dirá, no es suficiente.
Una buena muestra del interés de Lewin por la aplicación del conocimiento social
la tenemos en su libro Resolving social conflicts (1948), en el que se reúnen algunos
artículos publicados entre 1935 y 1946, durante su estancia en los Estados Unidos.
La idea de Kurt Lewin es muy clara con respecto al papel de las ciencias sociales
en general y de la psicología social en particular: el estudio empírico de la realidad
social debe ser completado con estudios comparativos sobre la efectividad de
diferentes técnicas y modelos de cambio social. La idea de acción-investigación
supone situar la investigación en el contexto de la planificación y la acción social.
Una síntesis entre investigación, diagnosis y evaluación del cambio planificado. Y
todo ello vinculado al análisis teórico, tal y como hemos visto. Los artículos
incluidos en Resolving Social Conflicts recogen lo esencial de las preocupaciones
de Kurt Lewin, tanto desde el punto de vista teórico como aplicado. En ellos, Kurt
Lewin se propone aplicar los conceptos desarrollados en su teoría del campo a
situaciones reales, demostrando la gran variedad de temas que abordó, así como sus
preocupaciones principales. Entre las mismas cabe destacar la importancia atribuida
al sistema democrático en la formación del carácter y la importancia de la
atmósfera de grupo y del liderazgo democrático en la formación de diferentes tipos
de personalidad. Destaca, asimismo, su preocupación por el prejuicio de los grupos
hacia las minorías y, especialmente, hacia la minoría de origen judío, así como su
interés por la resolución de conflictos, en los que juega un papel determinante la
definición que nos hacemos de la situación.

Para Lewin (1951/78; p. 131), la creencia de que los fenómenos psicológicos no


están sometidos a leyes y no pueden ser estudiados experimentalmente está basada
en prejuicios metafísicos. La superación de estos prejuicios y la búsqueda de una
forma adecuada de utilizar el método experimental sin alterar, por ello, la
naturaleza de su objeto de estudio era, en su opinión, una de las principales tareas
que la psicología social tenía pendiente. La defensa que hizo del método
experimental para estudiar el comportamiento de los grupos fue, quizás, uno de los
motivos por los cuales durante esta etapa comenzó a imponerse el modelo de
experimento en el que se utilizaban muestras de sujetos (normalmente estudiantes)
y se prescindía del sujeto único típico de la experimentación alemana. La
utilización de muestras de sujetos fue dando lugar, además, a la utilización del
grupo control, de la que sólo existía el precedente de un estudio llevado a cabo por
Thorndike y Woodworth en 1901 (véase Algarabel y Soler, 1991).
La concepción que Lewin tenía de la experimentación, y más concretamente su
postura antiestadística, pudo ser también el motivo por el cual los experimentos
realizados durante este período en psicología social no hicieron uso de las técnicas
de análisis de varianza y análisis factorial recientemente introducidas por Fisher
(1925, 1935), que fueron la otra gran innovación que se produjo en el ámbito de la
experimentación psicológica durante este período

Fritz Heider
Su objetivo general fue analizar la forma en que las personas perciben las relaciones
interpersonales. Siguiendo los principios de la Gestalt, Heider sostiene que la
persona tiende a percibir su medio de forma organizada, como un todo estructurado
y coherente. Al igual que ocurre en el caso de la percepción de los objetos físicos,
la persona busca la consistencia y tiende a percibir determinadas características
como si fueran propiedades permanentes de los objetos. Los estudios sobre
percepción de la Escuela de la Gestalt habían mostrado que determinadas
características de los objetos, como el color o el tamaño, se perciben como
propiedades estables de éstos, aunque cambien las condiciones de iluminación y la
distancia. Según Heider, en el caso de la percepción de personas, no sólo
percibimos como invariables sus características físicas sino también otro tipo de
rasgos, como las creencias, las capacidades, la personalidad, etc. Pero, para Heider,
la diferencia fundamental entre la percepción de los objetos físicos y la percepción
de las personas es que a éstas se las percibe como causa de sus propias acciones. La
causalidad es, por tanto, una forma de organización cognitiva que surge cuando se
percibe el medio social, compuesto por las personas y sus acciones. La persona y
sus acciones constituyen una unidad perceptiva, en la que la primera es la causa y
las segundas son el efecto. Una de las principales aportaciones de Heider (1958) es
el haber subrayado que la persona, al percibir el medio social, va más allá de los
datos conductuales e intenta encontrar relaciones que puedan ayudar a explicar los
acontecimientos cambiantes. Según Heider, la forma en que percibimos el mundo
social es el reflejo de una psicología ingenua, que nos orienta en nuestras
relaciones con los demás, permitiéndonos predecir las acciones de otras personas e
influir en las mismas. Para Heider -y, en general, para los psicólogos de la Gestalt-,
el ser humano se encuentra motivado por la necesidad de ordenar y dar sentido al
mundo físico y social en el que se encuentra inmerso. De ahí la tendencia de la
persona a buscar las causas de las propias acciones y del comportamiento de los
demás. Un aspecto central de su teoría de la atribución es la noción de
intencionalidad. Para que exista una atribución personal de causalidad tiene que
haber intención por parte de una persona p de causar x. Las atribuciones de
causalidad personal incluyen, por tanto, sólo aquellas acciones de carácter
propositivo. Esta forma de representarse al ser humano es la antítesis de la imagen
que tienen en mente los conductistas, para quienes la persona es un ser pasivo,
moldeado por las fuerzas del ambiente; para la Escuela de la Gestalt, por el
contrario, es la persona quien se antepone al ambiente para categorizarlo, ordenarlo
y hacerlo consistente y predecible.

La psicología ingenua de Heider y su análisis de la percepción de la causalidad fue-


ron el punto de partida de las teorías de la atribución, que se convirtieron en una de
las principales líneas de investigación de la psicología social durante los años 1970

Solomon Asch

Otra aplicación de los principios gestálticos de la percepción al campo de la psico-


logía social la tenemos en los trabajos de Asch sobre formación de impresiones
(1946, 1952). Desde una perspectiva gestaltista, Asch rechaza la idea de que las
impresiones que nos formamos de las personas sean la suma de todas las
características que percibimos en ellas y afirma que las cualidades personales
constituyen un todo organizado, en el que cada parte está interrelacionada con todas
las demás. Los intentos de extrapolar las leyes gestálticas de la percepción al
ámbito de la percepción de personas fueron la base de diferentes trabajos
experimentales sobre la formación de impresiones. En uno de los experimentos de
Asch, se leía a dos grupos de sujetos la descripción de una persona mediante la
relación de una serie de características. La relación de características era idéntica
para ambos grupos, con la excepción de un término. Al grupo A se le decía que la
persona era Inteligente, hábil, diligente, cálida, resuelta, práctica y cauta. Al grupo
B se le leía una relación con las características Inteligente, hábil, diligente, fría,
resuelta, práctica y cauta. Tras escuchar las descripciones de la persona, los
participantes en el experimento tenían que escribir su impresión sobre la misma y
seleccionar, de una lista de pares de rasgos, el rasgo de cada par que se ajustaba
más a la impresión que se habían for- mado. Los resultados mostraron que cada
grupo se había formado una impresión diferente. Los miembros del grupo A, a los
que se les había dicho que la persona era cálida, tenían una imagen mucho más
positiva que los del otro grupo, en donde este adjetivo había sido sustituido por el
de fría. Tal y como las resumen Deutsch y Krauss (1985, p. 34), las conclusiones
del experimento de Asch son las siguientes: “1) tendemos a formarnos una
impresión de una persona aun cuando la evidencia que tengamos sea escasa, 2) las
características de una persona se perciben de forma interrelacionada, 3) las
impresiones están estructuradas, 4) cada rasgo posee la pro- piedad de una parte de
un todo, ejerce influencia sobre la organización total y es influido por ella, 5) las
impresiones existentes determinan el contexto en el que se forman otras
impresiones, 6) las incongruencias manifiestas conducen a la búsqueda de una
noción más profunda que resuelva la contradicción”
Muzafer Sherif
Las personas que participaron en los experimentos diseñados por este psicólogo
social tenían que responder, de forma aislada o en grupos, a una tarea perceptiva
relativamente sencilla. Este estudio fue uno de los primeros en los que se intentó
reproducir una situación social recurriendo a la presencia de algunas personas que,
si bien parecían ser sujetos experimentales, eran en realidad cómplices del
experimentador. Este procedimiento se convertiría en una estrategia habitual de la
experimentación en psicología social. En el estudio de Sherif, los participantes
tenían que observar una luz fija, mientras permanecían en una habitación que estaba
completamente a oscuras; en estas condiciones se produce una ilusión perceptiva
muy común (efecto autocinético) que provoca una falsa sensación de movimiento.
La tarea de la persona era indicar cuándo empezaba a moverse la luz y qué distancia
recorría. Lo que se observó es que en los casos en los que la tarea se llevaba a cabo
individualmente, cada persona mostraba una tendencia de respuesta relativamente
estable, situándose sus juicios dentro de un determinado rango, al que Sherif
denominó norma individual. Los resultados del estudio indicaron que, en estas
condiciones, había notables diferencias individuales, de forma tal que algunas
personas percibían el movimiento de la luz más claramente que otras. Cuando la
tarea se realizaba en grupo y cada persona sabía cuáles eran las respuestas que
habían dado las demás, sus opiniones tendían a acercarse a las del grupo. Aunque
los niveles de estimación del movimiento variaban significativamente de un sujeto a
otro en las sesiones individuales, en la situación grupal se daba una tendencia al
acuerdo con el grupo. De esta forma, cada sujeto se iba alejando de su percepción
inicial y tendía a aproximarse a un nivel de estimación común, lo cual daba lugar a
una norma del grupo. Esta norma seguía influyendo cuando la persona volvía a
percibir la luz de forma individual, de forma tal que el nivel establecido
previamente en la sesión grupal permanecía en ocasiones sucesivas (véase Figura
4.1). Partiendo de estos resultados, Sherif extrajo la conclusión de que el contacto
con otras personas da lugar a la aparición de marcos de referencia comunes, siendo
ésta la base psicológica de las normas sociales. Más concretamente, cuando las
personas emiten sus juicios en presencia de otras, el grupo establece un punto de
referencia común a todos sus miembros.

Las conclusiones de Sherif se sitúan en abierta contradicción con respecto a las tesis
de F. Allport, quien defendía que la única realidad a la que la psicología debía pres-
tar atención era el individuo y que la idea de que los grupos tienen propiedades que
no están en los individuos no es más que la manifestación de lo que denominó fala-
cia grupal (Por el contrario, Sherif afirmaba, partiendo de la tesis gestaltista de que
las propiedades de un elemento vienen determinadas por la totalidad de la que
forma parte, que la experiencia y la conducta se modifican como consecuencia de
nuestra pertenencia a grupos sociales.
Los resultados de los experimentos de Asch (1951, 1952) sobre la influencia del
grupo en la manifestación y modificación de juicios pueden considerarse dentro de
los más importantes en este campo. Su objetivo era elaborar una teoría de la
influencia social que diera cuenta de las fuerzas psicosociales que operan para que
las personas actúen de forma contraria a sus creencias y valores. En el experimento
inicial de Asch, se reunía en un aula a un grupo de entre 7 y 9 personas, de las
cuales todas eran cómplices del experimentador excepto una, que era el verdadero
sujeto experimental, o sujeto crítico. El experimento comenzaba con la
presentación, en una pizarra, de dos tarjetas: en la primera había tres líneas ver-
ticales y en la segunda, una cuarta línea, también vertical.
La tarea de los participantes era decidir cuál de las tres líneas de la primera tarjeta
tenía la misma longitud que la línea que se les mostraba en la segunda tarjeta.
Escoger las dos líneas de igual longitud era algo muy sencillo, porque de las tres
líneas presentadas en la primera tarjeta de cada par, dos eran claramente diferentes
en longitud -o bien más cortas o bien más largas- que la línea estándar mostrada en
la segunda tarjeta. Los sujetos debían comunicar su decisión en voz alta y en
presencia de todo el grupo. Una vez que daban su respuesta, las dos tarjetas eran
reemplazadas por un nuevo par de tarjetas de contenido similar. En total había doce
pares de tarjetas sobre las que los sujetos debían emitir sus juicios. Para los dos
primeros pares, los cómplices del experimentador emitían juicios correctos; para el
resto de los pares, emitieron, de forma unánime, un juicio erróneo en siete
ocasiones.
Dejando al margen a los cómplices del experimentador, en este experimento
participaron 60 personas, de las cuales 35 fueron sujetos críticos que realizaron la
tarea en la condición experimental y 25 fueron incluidos en un grupo control, y
emitieron sus opiniones de forma privada y por escrito. El porcentaje de errores en
este grupo fue muy pequeño, situándose aproximadamente en el 7%. En la
condición experimental, sin embargo, el porcentaje de errores fue mucho más alto:
un 33% de los sujetos críticos se adhirieron a las opiniones erróneas manifestadas
por la mayo- ría del grupo. Obviamente, los errores no se distribuyeron de igual
manera entre todos los sujetos críticos. Algunos se mantuvieron totalmente
independientes en sus respuestas y otros coincidieron siempre en los errores de la
mayoría. Asch también analizó la forma en que los errores de los sujetos críticos
variaban como consecuencia de la introducción de algunos cambios en la situación
experimental inicial. Así, por ejemplo, en uno de los experimentos, uno de los
cómplices del experimentador daba siempre respuestas correctas, frente al resto de
miembros de la mayoría. En esta nueva condición experimental los juicios erróneos
de los sujetos críticos se redujeron de forma significativa.

Las conclusiones que Asch extrajo de estos experimentos le llevaron a proponer una
reformulación de procesos como la imitación y la sugestión. Para Asch, el hecho de
que la persona sometida a la condición experimental termine sosteniendo la opinión
de la mayoría no puede ser explicado mediante un mecanismo imitativo. La
explicación de Asch es que los sujetos experimentan un conflicto entre la
información procedente de dos fuentes que para ellos son igualmente fiables: sus
propios sentidos y los juicios de los demás. La tendencia a lograr el acuerdo con el
grupo no se debe, por tanto, a una tendencia imitativa sino a una necesidad objetiva
de resolver la contradicción en la que se encontraban. Una gran parte de los sujetos
críticos se sometieron a los juicios de la mayoría reestructurando cognitivamente la
situación. De esta forma, dichos sujetos creían que ellos estaban equivocados en sus
percepciones y que la mayoría emitía juicios correctos.Asch también reconoció que
algunos de los sujetos críticos se sometieron a la mayoría por no parecer diferentes
y ser excluidos del grupo. Finalmente, la reacción más inusual fue que el sujeto
crítico respondiera que, en realidad, veía la longitud de las líneas de la misma
manera que el resto de los miembros del grupo. La forma en la que Asch interpretó
sus resultados dio origen a estudios posteriores donde se analizaron dos tipos de
procesos mediante los cuales se produce la convergencia con la mayoría: la
influencia informativa y la influencia normativa.
Los experimentos de Asch sirvieron como estímulo a una importante línea de
investigación en psicología social, encaminada a analizar más profundamente las
condiciones en las que se produce este fenómeno de convergencia entre nuestros
juicios y los del grupo. Más concretamente, los estudios actuales han tratado de
demostrar no sólo los mecanismos por los cuales una mayoría ejerce
influencia en una minoría, sino también cómo una minoría puede influir en una
mayoría.

Stanley Milgram
Se trata de su investigación sobre la Obediencia a la Autoridad, cuyos resultados
fueron publicados en forma de libro en 1973, pero que se inició en 1960 en la
Universidad de Yale. A pesar de las influencias de Sherif y Asch, a las que
podríamos añadir las de Kurt Lewin y sus estudios sobre liderazgo, el enfoque de
Milgram no puede enmarcarse dentro de la tradición gestaltista de los citados
autores. Su inclusión en este apartado está motivada por su trascendencia en los
estudios sobre influencia social. Además de los psicólogos sociales ya citados, el
libro de Milgram se vió también influido por los estudios de Adorno y
colaboradores sobre la Personalidad Autoritaria, los de Erich Fromm sobre el
autoritarismo y los de Hannah Arendt sobre el criminal de guerra nazi Adolf
Eichmann. Las personas que participaron en el experimento de Milgram, hombres y
mujeres de distintas edades, procedían de distintas clases sociales, variando, por
tanto, en su nivel educativo y profesión. Los participantes -enseñantes- creían
tomar parte en un estudio sobre la memoria y el aprendizaje. La tarea que debían
realizar era leer una lista de pares de adjetivos -por ejemplo, caja- azul, hermoso-
día, pato-salvaje, etc.- a un sujeto - aprendiz- que debía memorizar- los y
asociarlos correctamente tras una primera lectura. Posteriormente, cada uno de los
participantes en el experimento leía una palabra, por ejemplo, azul y daba cuatro
posibles respuestas al sujeto: cielo, tinta, caja, lámpara. El aprendiz debía
responder la palabra asociada al adjetivo azul, en este caso caja. Si el aprendiz no
respondía correctamente, el experimentador indicaba al sujeto que le administrase
una descarga eléctrica. Para ello, se situaba al sujeto - enseñante- ante un generador
de descargas conectado a la muñeca del aprendiz. Conforme avanzaba el
experimento, los errores eran castigados con descargas de mayor intensidad hasta
llegar a una zona indicada en el generador como intensa y peligrosa. Lógicamente,
los ense ñantes no administraron ninguna descarga real, ni el aprendiz sufrió daño
alguno. En realidad, el aprendiz estaba de acuerdo con el experimentador y fingía
recibir las descargas. El experimento fue diseñado no para estudiar los efectos del
castigo sobre el aprendizaje y la memoria, sino la obediencia a la autoridad.
Milgram estaba interesado en conocer bajo qué condiciones una persona estaría
dispuesta a obe decer a otra e infligir un daño a una tercera que no representase
ninguna amenaza y que, previamente, no le hubiese hecho daño alguno. Los
resultados obtenidos por Milgram fueron bastante desalentadores. Los porcentajes
de desobediencia fluctuaron de acuerdo a las variaciones introducidas en las

condiciones experimentales. Así, cuando el enseñante no veía ni oía a la víctima


sólo un 35% de los sujetos desobedeció al experimentador y no administró la
máxima descarga disponible. Cuando el enseñante podía escuchar las quejas del
sujeto aprendiz, la desobediencia aumentó hasta un 37.5%. Cuando se situó a la
víctima en la misma habitación y a tan sólo unos pasos de aquél, la desobediencia
siguió aumentando hasta un 60% , finalmente, cuando el sujeto que creía
administrar las descargas tenía contacto físico con la víctima -debía colocar su mano
en una plancha para recibir la descarga un 70% se negó a obedecer las órdenes del
experimentador hasta el final. Estos resultados contrastan con las respuestas que
Milgram obtuvo después de preguntar a 100 personas, entre las que se incluían
psiquiatras, sobre el porcentaje de sujetos que obedecerían al experimentador. La
respuesta fue que sólo un 1 o 2% llegaría hasta el final en la administración de las
descargas y que ese comportamiento podría calificarse de patológico. Entre los
mecanismos psicológicos que explican, según Milgran, la conducta sumisa de sus
sujetos experimentales están el sentido de obligación que experimentamos ante la
autoridad, la absorción en los aspectos técnicos del experimento que dejan en un
segundo plano las consecuencias de nuestros comportamientos, la negación del
carácter humano y, por tanto, inmoral de algunas normas sociales, la
culpabilización de la víctima como merecedora del castigo sufrido y el
desplazamiento de la responsabilidad moral por los actos cometidos hacia una
autoridad o institución.

Fritz Heider
El tercer resultado de la confluencia entre la psicología de la Gestalt y la psicología
social durante la década de 1950 lo constituyen las teorías de la consistencia. Una
de las primeras y más importantes aportaciones en esta área de investigación fue la
teoría del equilibrio de Heider (1944, 1958). Para Heider, las relaciones pueden ser
de dos tipos, de afecto o de unidad. Las primeras se caracterizan por actitudes
positivas o negativas de una persona p hacia otra persona o o de una persona p
hacia una entidad impersonal x. Ejemplos de dichas relaciones son p quiere, ama,
estima, valora o le agrada o o x. Una relación positiva se representa por L y una
relación negativa por DL. Las relaciones de unidad se representan por la letra U y
las de carácter negativo por no U y se refieren a relaciones de similaridad,
causalidad, pertenencia a un mismo grupo o posesión establecidas entre una
persona p y otra o o entre una persona p y un objeto o entidad x. Ejemplos de dichas
relaciones de unidad son los miembros de una familia y las acciones o posesiones
de una persona. La formación de unidades resulta de una extensión de los
principios de la psicología de la percepción al análisis de las relaciones
interpersonales. Así, por ejemplo, la formación de unidades en las relaciones
interpersonales sigue los mismos principios encontrados por los psicólogos de la
Gestalt en la percepción de figuras y que dan cuenta de los factores que determinan
la formación de unidades como la proximidad, la similaridad, el destino común, etc.
Por ejemplo, en la línea de estrellas que se presenta a continuación (Heider, 1958;
p. 177) tendemos a formar - ley de proximidad- grupos de dos en función de su
proximidad. A juicio de Heider, tanto la conducta interpersonal como la percepción
social están determinadas por configuraciones cognitivas y de sentimientos como
las que aca- bamos de describir. La teoría del equilibrio de Heider serviría para la
formulación de la teoría de la disonancia de Festinger , un discípulo destacado de
Kurt Lewin. Antes de mostrar dicha teoría vamos a describir otra de las teorías
desarrolladas por Festinger: la teoría de la comparación social.

Leon Festinger

La teoría de la comparación de Festinger tiene su origen en un estudio realizado por


Festinger, Schachter y Back (1950) con objeto de analizar el proceso mediante el
cual, los miembros de grupos informales tienden a mantener opiniones y creencias
similares. Según estos psicólogos, las personas tenemos la necesidad de validar
nuestro conocimiento sometiéndolo al contraste con la realidad física. Así, por
ejemplo, si pensamos que está helando, podemos comprobar la validez de este
juicio midiendo la temperatura. Pero es evidente que no todo nuestro conocimiento
es susceptible de ser verificado de esta forma. En el caso de que queramos evaluar
la validez de nuestras creencias, actitudes o valores, no existen criterios objetivos
externos que nos permitan llevar a cabo dicha evaluación. En estos casos, la única
realidad a la que podemos acudir para comparar nuestros juicios y creencias son los
juicios y creencias de los demás. El hecho de que otras personas mantengan las mis-
más opiniones que nosotros, suele ser utilizado como una prueba de la validez de
las mismas. Festinger, Shacheter y Back (1950) argumentan que cuando la persona
se siente atraída por un grupo social, éste grupo se convertirá en la realidad social
con la que compara sus creencias. Nuestra identificación con dichos grupos y la
necesidad de validar nuestro conocimiento hace surgir, dentro de los grupos, una
presión hacia la uniformidad.

La teoría de la comparación social (Festinger, 1954) está formada por un conjunto


de hipótesis y corolarios, al más puro estilo del modelo hipotético-deductivo que
estaba en boga a lo largo de la década de 1950. Como se acaba de señalar, el pre-
supuesto del que partió Festinger es que las personas tenemos una tendencia a
evaluar nuestras opiniones y nuestras habilidades, y que cuando no hay unos
estándares objetivos que sirvan como criterio, dicha evaluación se llevará a cabo
mediante la comparación con los demás. La constatación de que otras personas
similares a nosotros comparten nuestras opiniones será interpretada, según
Festinger, como una confirmación de las mismas y les dará estabilidad. En las
situaciones en las que no tenemos la posibilidad de establecer comparaciones con
otras personas o con un estándar objetivo, las evaluaciones que hagamos de
nuestras opiniones y habilidades tendrán un carácter inestable. La necesidad que el
individuo tiene de obtener una evaluación positiva, tanto de sus creencias y
opiniones como de sus habilidades, le llevará a buscar situaciones en las que las
demás personas sean parecidas a él, y a evitar grupos de características diferentes.
Esta tendencia a compararnos con otras personas de similares opiniones y
habilidades tiene como consecuencia la formación de grupos sociales diferentes
entre sí, pero internamente uniformes en opiniones y habilidades.

Según Festinger, los grupos sociales ejercerán presión sobre sus miembros para que
haya uniformidad, tanto en las opiniones y creencias como en las habilidades.
Cuando entre los miembros de un grupo hay discrepancias de opinión, lo más
frecuente, según Festinger, es que aquellas personas que mantienen ideas
discrepantes, reciban presiones para cambiar de opinión, de tal manera que se
ajusten a las del resto del grupo. Cuando las discrepancias entre los miembros de un
grupo no con- siguen ser salvadas queda una última estrategia que consiste en
rechazar a los miembros del grupo que mantienen diferencias con respecto a los
demás. En este caso la persona puede dejar de compararse con los miembros del
grupo, lo que puede venir acompañado de sentimientos de hostilidad y una
tendencia a buscar otros grupos que satisfagan su necesidad de establecer
comparaciones con personas semejantes a ella.

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