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FINALIDAD DE LAPARTICIPACION CIUDADANA

Finalidad Artículo 4. El Poder Popular tiene por finalidad garantizar la vida y el bienestar social del pueblo,
mediante la creación de mecanismos para su desarrollo social y espiritual, procurando la igualdad de
condiciones para que todos y todas desarrollen libremente su personalidad, dirijan su destino, disfruten
los derechos humanos y alcancen la suprema felicidad social; sin discriminaciones por motivos de origen
étnico, religioso, condición social, sexo, orientación sexual, identidad y expresión de género, idioma,
opinión política, nacionalidad u origen, edad, posición económica, condición de discapacidad o cualquier otra
circunstancia personal, jurídica o social, que tenga por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce
o ejercicio de los derechos humanos y garantías constitucionales.
Artículo 7: Fines del Poder Popular:
1. Impulsar el fortalecimiento de la organización del pueblo, en función de consolidar la democracia
protagónica revolucionaria y construir las bases de la sociedad socialista, democrática, de derecho y de
justicia.
2. General las condiciones para garantizar que la iniciativa popular, en el ejercicio de la gestión social,
asuma funciones, atribuciones y competencias de administración, prestación de servicios y ejecución de
obras, mediante la transferencia desde los distintos entes político-territoriales hacia los autogobiernos
comunitarios, comunales y los sistemas de agregación que de los mismos surjan.
3. Fortalecer la cultura de participación en los asuntos públicos para garantizar el ejercicio de
la soberanía popular.
4. Promover los valores y principios de la ética socialista: la solidaridad, el bien común, la honestidad, , el bien
social, la voluntariedad, la defensa y protección del ambiente y los derechos humanos.
5. Coadyuvar con las políticas de Estado en todas sus instancias, con la finalidad de actuar coordinadamente
en la ejecución del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación y los demás planes que se
establezcan en cada uno de los niveles políticos-territoriales y las instancias político-administrativas que la ley
establezca.
6. Establecer las bases que permitan al pueblo organizado el ejercicio de la contraloría social para asegurar
que la inversión de los recursos públicos se realice de forma eficiente para el beneficio colectivo; y vigilar que
las actividades del sector privado con incidencia social se desarrollen en el marco de las normativas legales
de protección a los usuarios y consumidores.
7. Profundizar la responsabilidad, la autogestión y la cogestión.

IMPORTANCIA DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA

La presencia de los ciudadanos en los asuntos públicos es una condición necesaria para alcanzar la
gobernabilidad democrática.

Puede decirse que la realización progresiva de los derechos humanos, está en relación directamente
proporcional al aumento de la calidad de la participación ciudadana, sin embargo, prevalece en nuestra
sociedad una marcada exclusión de la mayoría poblacional respecto a la toma de decisiones sobre los
asuntos públicos; de manera que, el consenso se reduce a minorías no representativas de la pluralidad de
intereses societarios.

Una de las causas generantes de tal marginamiento, es la deficiente información a la que la ciudadanía tiene
efectivo acceso y por otro lado, la ausencia de conciencia que se tiene acerca de las posibilidades ofrecidas
por nuestro marco jurídico en cuanto al reconocimiento formal de espacios de participación.

La presencia del ciudadano en las decisiones que le afectan, tanto individual como colectiva, precisa de una
adecuación funcional que permita el acceso y la conformación no excluyente de centros de decisión a nivel
local, que en ultima instancia, también sean capaces de incidir en la formación de voluntad sobre las
decisiones que exceden el ámbito del Estado-Nación. No basta con desear participar, es indispensable saber
cómo hacerlo y sobre todo, organizarse para ello, ya que la sociedad desorganizada en vez de participar lo
que hace es obstaculizar.

De ahí la importancia de la participación ciudadana, a la cual el abogado costarricense Rafael González Ballar
define como: " un proceso gradual mediante el cual se integra al ciudadano en forma individual o participando
en forma colectiva, en la toma de decisiones, la fiscalización, control y ejecución de las acciones en los
asuntos públicos y privados, que lo afectan en lo político, económico, social y ambiental para permitirle su
pleno desarrollo como ser humano y el de la comunidad en que se desenvuelve."

Participar es hacer el ejercicio legítimo como ciudadanos de nuestro deber de construir nuestro propósito
como nación y ejercer el control y la vigilancia de la gestión publica.

El objeto de la participación ciudadana es promover la eficiencia en la gestión pública, orientar la gestión de la


administración a la obtención de resultados conforme a las necesidades sociales, establecer esquemas de
responsabilidad, de rendición de cuentas, intentando desmontar la cultura de corrupción.

III. LA PARTICIPACION CIUDADANA EN LAS SOCIEDADES MODERNAS


¿Pero cómo funciona esa participación en las sociedades modernas? Diremos que funciona de
acuerdo con el entorno político y con la voluntad individual de quienes deciden participar y que no
hay recetas porque en cada país la participación adopta formas distintas. La respuesta podría
considerar los motivos individuales de cada una de las personas que, en un momento dado, toman
la decisión de participar en los asuntos públicos. Pero también se tendría que tomar en cuenta las
condiciones políticas que rodean esa participación: Las motivaciones externas que empujan o
desalientan el deseo de formar parte de una acción colectiva, y el entramado que forman las
instituciones políticas de cada nación. La participación entendida como una relación “operante y
operada”, como lo diría Hermann Heller[13], entre la sociedad y el gobierno:Entre los individuos de
cada nación y las instituciones que le dan forma al Estado.
Albán Peralta[14], sobre el derecho de participación ciudadana, opina que: “Constituye un derecho
fundamental recogido en la Constitución de 1993, y como tal un derecho de los individuos frente al
Estado”. Agrega que resulta inconcebible una democracia que desconozca a los ciudadanos su
“Derecho a intervenir en los distintitos ámbitos de la esfera pública, no solo porque ello resulta una
manifestación directa de la dignidad humana, sino porque tal participación supone una garantía
indispensable para la realización de otros derechos fundamentales y condición básica para el
control de la actuación del Estado”.
Puede decirse, entonces, que en el ámbito político el derecho de participación ciudadana faculta a
las personas para intervenir en la formación de la voluntad estatal y en los órganos e instituciones
del Estado, lo que comprende el derecho a elegir y ser elegido, así como recurrir a mecanismos de
participación directa de remoción o revocación de autoridades, iniciativa legislativa y referéndum.
También hay que destacar que la participación ciudadana y en particular la participación política
constituyen derechos humanos reconocidos en diversos instrumentos internacionales, como es la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, que fue incorporada al ordenamiento jurídico por
Resolución Legislativa Nº 13282 de fecha 19 de diciembre de 1959 y cuyo artículo 21º expresa
que:”Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio
de representantes libremente elegidos”.
Incluso, el artículo 30º de dicha Declaración Universal estatuye que: “Nada en la presente
Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo
o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la
supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración”[15].
En el caso del Perú, al haberse producido un autogolpe de Estado en 1992, y con la finalidad de
dar muestras de ser no ser un gobierno autoritario, el Gobierno de turno promulgó la Ley Nº 26300,
Ley de los Derechos de Participación y Control Ciudadano (1994), la cual supuestamente facultaba
a los ciudadanos ha ejercer los derechos siguientes:
a) Iniciativa de Reforma Constitucional;
b) Iniciativa en la formación de las leyes;
c) Referéndum;
d) Iniciativa en la formación de dispositivos municipales y regionales; y,
e) Otros mecanismos de participación establecidos por la presente ley para el ámbito de los
gobiernos municipales y regionales.
Respecto a derechos de control de los ciudadanos, establecía:
a) Revocatoria de Autoridades,
b) Remoción de Autoridades;
c) Demanda de Rendición de Cuentas; y,
d) Otros mecanismos de control establecidos por la presente ley para el ámbito de los gobiernos
municipales y regionales.
No ajeno a su naturaleza, y dadas la intenciones de perpetuarse en el poder, el Gobierno de
entonces promulgó las Leyes Nº 26592 y 26670, que restringieron el derecho al referéndum,
normando que solo procedía si el pedido contaba con los dos quintos del número legal de
Congresistas (38 legisladores). Recuperada la democracia, en el año 2001, se promulgó la Ley Nº
27520, que dispuso se restituya la plena vigencia de la Ley Nº 26300, Ley de Participación y
Control Ciudadano, es decir que se eliminaron las cortapisas para que los ciudadanos puedan
ejercer su derecho de participación libremente.
Y, como tener una democracia auténtica? Sobre el punto, Cedeño Araujo[16] plantea una tesis
referente a los principios fundamentales que debe tener toda auténtica democracia: “La
interrelación del ser humano con las instituciones socio-políticas del Estado originó la existencia del
ciudadano. Las relaciones entre el ciudadano y el Estado comprometen beneficios mutuos. El
ciudadano se compromete a respetar las leyes y el Estado a garantizar con estas leyes los
derechos del ciudadano”. Por tanto, afirma que “Si el Estado no garantiza la protección de los
derechos del ciudadano, estaría incurriendo en violación de los fundamentos esenciales de la
democracia”.
Conceptúa que: “Es el pueblo el que hace al Estado y no el Estado el que hace al pueblo. No es lo
mismo entender el ideario del predominio del Estado-Pueblo como el principio y el fin fundamental
de la democracia; que creer que el Gobierno de turno, por haber sido elegido al amparo de las
ideas de la democracia, pueda sustituir al Estado Pueblo”. Para una mejor comprensión de su
tesis, define al Estado-Pueblo como: “La comunidad de mujeres y hombres en condición de
ejercer con libertad el derecho de la autodeterminación.[17] El Estado Pueblo debe garantizar el
imperio de la equidad de los deberes y derechos políticos que permita ejercitar el derecho del
sufragio para elegir al Gobierno que los represente y resuelva la problemática de la gobernabilidad
con una coherente política tributaria y con una administración honesta de la hacienda pública, a fin
de gobernar con equidad y justicia, para cumplir y hacer cumplir los deberes y los derechos
contractuales de toda la ciudadanía, sin distinciones jerárquicas, ideológicas, religiosas, sociales,
económicas u otras”.
Norberto Bobbio[18], por ejemplo, ha escrito que la verdadera democracia de nuestros días ha
dejado de cumplir algunas de las promesas que se formularon en el pasado y ha culpado a los
partidos políticos de haberse convertido en una de las causas principales de esa desviación. Pero
antes que él, otros intelectuales ya habían advertido sobre la tendencia de los partidos a
convertirse en instrumentos de grupo más que en portadores de una amplia participación
ciudadana. Y ahora mismo, uno de los problemas teóricos y prácticos de mayor relevancia en las
democracias occidentales consiste en evitar que las grandes organizaciones partidistas se
desprendan de la vida cotidiana de los ciudadanos. Al final del siglo XX, han vuelto incluso los
debates sobre los mandatos imperativos que acompañaron el surgimiento de los primeros atisbos
de democracia. Y han nacido también dudas nuevas sobre el verdadero papel de los partidos
políticos como conductores eficaces de las múltiples formas de participación ciudadana que se
han gestado en los últimos años. De ahí, que no pocos autores hayan acabado por contraponer los
términos de representación y de participación como dos vías antagónicas en la construcción de la
democracia. ¿Pero realmente lo son?
Para Cedeño, la democracia para estos tiempos exige que el pueblo ejercite una auténtica
participación[19] y predominio soberano en el gobierno político del Estado. Exhorta que: “Si la
familia no aprende a vivir en democracia, la sociedad jamás aprenderá a cultivar una auténtica
democracia participativa. La población prodemocrática debe promover programas de enseñanza
escolarizada y no escolarizada que enseñen los principios básicos de políticas comparadas que
liberen al educando de los colegios y universidades del vil resentimiento de los politicastros que no
admiten ni respetan el triunfo de los elegidos democráticamente por el Estado Pueblo. Es
necesario que nuestras juventudes se capaciten y desarrollen una responsable concienciación de
valores morales, éticos y cívicos del electorado para compartir responsabilidades en las
organizaciones cívicas -sin obedecer consignas partidistas- para participar progresivamente como
buen vecino”. Finaliza sentenciado que: “Una democracia auténtica para estos tiempos debe ser el
sistema de gobierno que consagre permanentemente la soberanía del Estado Pueblo sobre
el Gobierno elegido”.
En cuanto a los estímulos para que una persona participe en los asuntos
colectivos, Merino[20] dice: “Es verdad que mientras más estímulos políticos reciba una persona
de su entorno inmediato, más inclinaciones tendrá a participar en asuntos colectivos y más
profunda será su participación. Pero esto no significa que esos estímulos producirán una especie
de reacción automática de los individuos: para que se produzca la participación, es imprescindible
que haya una relación entre ellos y las necesidades, las aspiraciones o las expectativas
individuales”.
Al mismo tiempo, el autor recomienda tener en cuenta que, aunque esa relación opere con
claridad, un exceso de estímulos puede causar un efecto contrario a la voluntad de participar,
como lo han sostenido otros autores, que subrayan la relevancia de este punto: Estimular la
participación no significa saturaría de mensajes y discusiones, sino hacer coincidir sus intereses
individuales con un ambiente propicio a la participación pública.

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