Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Primera fase -que abarca la antigüedad clásica y el medievo- agrupamos las éticas
que tuvieron como base última de sustentación la pregunta por el ser, esto es, por la
verdadera realidad de las cosas, incluyendo las cosas humanas, como la moralidad.
Segunda fase -que abarca el período que habitualmente se conoce como la filosofía
moderna, esto es, desde Descartes hasta principios del siglo XX- colocamos las éticas
que nacieron al hilo de la reflexión en torno a la noción de conciencia como nuevo
punto de partida filosófico.
Tercera fase a las éticas que se han hecho eco del giro lingüístico propio de la
filosofía contemporánea, es decir, aquéllas que toman como punto de arranque
filosófico la existencia del lenguaje y de la argumentación como fenómenos que
muestran una exigencia de sentido.
Sócrates: apuesta por la búsqueda continua de la verdad a través del diálogo y de la
reflexión. No valora el dominio de la retórica, sino que desea hacer su "modesta"
aportación a la comunidad a través de la ironía y de las preguntas críticas. La
excelencia humana se muestra ante todo en la actitud de búsqueda del verdadero
bien, puesto que sólo quien llega a conocer dicho bien puede ponerlo en práctica. En
consecuencia, el primer paso para alcanzar la perfección moral es el abandono de
actitudes dogmáticas y escépticas -que son producto de la pereza- la verdad habita en
el fondo de nosotros mismos, y que podemos llegar a ella mediante la introspección y
el diálogo. "Conócete a tí mismo". Este símil sirvió de base para que Sócrates llamase
mayéutica –el arte de ayudar a las mujeres a dar a luz a los hijos- a su propio método
de diálogo encaminado a la búsqueda de la verdad. El objetivo último de la búsqueda
de la verdad no es la mera satisfacción de la curiosidad, sino la asimilación de los
conocimientos necesarios para obrar bien, y de este modo poder alcanzar la
excelencia humana, o lo que es lo mismo: la sabiduría, o también: la vida buena
(eudaimonía o eudemonía).
Platón: propone un modelo ideal, una utopía, un diseño perfecto elaborado por la
razón y la imaginación, destinado a servir de punto de referencia a todos aquéllos que
pretendan reformar las costumbres y las instituciones con el objetivo de mejorar la
vida humana individual y social. Este diseño utópico, que Platón expone en La
República, es al mismo tiempo una representación ampliada del alma humana. Quiere
exponer en primer lugar su visión de la justicia en la gran pantalla del Estado, para
comprender mejor lo que ocurre en el alma humana; ambas realidades, como señala
Jaeger tienen la misma esencia y la misma estructura. también son tres las especies o
dimensiones que distingue Platón en el alma humana: a) Racional, que es el elemento
superior y más excelso, dotado de realidad autónoma y de vida propia; es el
componente inteligente, con el que el hombre conoce, y que se caracteriza por su
capacidad de razonamiento. b) Irascible, la sede de la decisión y del coraje, fenómenos
donde predomina nuestra voluntad; se fundamenta en una fuerza interior que
ponemos en acción (o dejamos de hacerlo) cuando se produce un conflicto entre la
razón y los deseos instintivos. c) Apetito, también llamada "parte concupiscible". Con
ella nos referimos a los deseos, pasiones e instintos. Quizá lo que más llama la
atención de la teoría ética de Platón sea su insistencia en la noción de un bien absoluto
y objetivo -el Bien con mayúsculas- que en su calidad de Idea Suprema en el mundo de
las Ideas, constituye la razón última de todo cuanto existe y de toda posibilidad de
conocimiento.
Aristóteles: El fin ultimo de las actividades humanas -a su juicio- no puede ser otro
que la eudemonía, la vida buena, la vida plena y feliz. Para empezar, la vida plena y
feliz tendrá que ser un tipo de bien "perfecto", esto es, un bien que persigamos por sí
mismo, y no como medio para otra cosa; por tanto, el afán de riquezas y de honores no
puede ser la verdadera felicidad, puesto que tales cosas se desean siempre como
medios para alcanzar la felicidad, y no constituyen la felicidad misma. A renglón
seguido nuestro autor admite que no es ese el único camino para alcanzar la felicidad,
sino que también se puede acceder a ella mediante el ejercicio del entendimiento
práctico, que consiste en dominar las pasiones y conseguir una relación amable y
satisfactoria con el mundo natural y social en el que estamos integrados. En síntesis,
la ética aristotélica afirma que hay moral porque los seres humanos buscan
inevitablemente la felicidad, la dicha, y para alcanzar plenamente este objetivo
necesitan de las orientaciones morales. Pero además, nos proporciona criterios
racionales para averiguar qué tipo de comportamientos, qué virtudes, en una palabra
qué tipo de carácter moral es el adecuado para tal fin. De este modo, entendió la vida
moral como un modo de "autorrealización" y por ello decimos que la ética aristotélica
pertenece al grupo de éticas eudemonistas, porque así se aprecia mejor la diferencia
con otras éticas que veremos a continuación, que también postulan la felicidad como
fin de la vida humana, pero que entienden esta como placer (hedoné), y a las que, por
eso, se las denomina "hedonistas". El placer se suele entender como una satisfacción
de carácter sensible, en tanto que la autorrealización puede comportar acciones que
no siempre son placenteras.
San Agustín: los grandes filósofos griegos estaban en lo cierto respecto a que la
moral es un conjunto de orientaciones, cuya función es ayudar a los seres humanos a
lograr la vida feliz, pero no supieron encontrar la clave de la felicidad humana; esta
felicidad solo puede encontrarse -a juicio de Agustín- en el encuentro amoroso con el
Dios-Padre que Jesucristo anunció en su Evangelio. Porque la felicidad no es
principalmente una cuestión de conocer, ni siquiera de conocer la Idea de Bien -como
quería Platón reservando esta experiencia para unos pocos elegidos del destino-, sino
que es más bien una cuestión de amar, de gozar la relación amorosa con otra Persona
que nos ha creado libres y que nos invita a aceptar su amistad desde el respeto
exquisito a que libremente podamos rechazar su ofrecimiento.
Santo Tomás de Aquino: La felicidad perfecta para el hombre no es posible, por
tanto, en esta vida, sino en otra vida futura y definitiva. Mientras llega ese momento, la
clase de felicidad que más se parece a aquélla -según Sto. Tomás- es la que
proporciona la contemplación de la verdad. Pero Dios no es solo la fuente en la que el
ser humano saciará su sed más radical, sino que es también el "supremo monarca del
universo", puesto que Él ha establecido la ley eterna y dentro de ella ,ha fijado los
contenidos generales de la verdadera moral como ley natura
Hume: Al actuar sobre la voluntad, las pasiones o deseos son -a juicio de Hume- las
fuentes directas e inmediatas de las acciones; el error de los racionalistas, y del común
de los mortales, al considerar que nuestra conducta se rige por la razón, arranca de la
creencia errónea de que solo nos mueven las pasiones, cuando sufrimos un arrebato
emocional, mientras que la suavidad o apacibilidad emocional se atribuyen, sin más, a
la razón. No tenemos en cuenta, cuando así pensamos, que también existen pasiones
apacibles, cuya acción sobre la voluntad confundimos con la racionalidad. Ocurre,
además, que nuestras pasiones y acciones no representan las cosas de una
determinada manera, es decir, no son cuestiones de hecho ni representan relaciones
entre ideas, sino que simplemente se dan, existen, son ejecutadas o sentidas. Por tanto,
no guardan relación con la razón por lo que hace a su verdad o falsedad. No es, pues, la
razón la facultad encargada de establecer los juicios morales.
Marxismo: coincide, pues, con las restantes éticas dominantes en nuestro momento
histórico en ser normativa, en buscar la satisfacción de los intereses sociales, en
identificar los intereses morales con los intereses objetivos y éstos, a su vez, con los
intersubjetivos. Pero también esta concepción ética se encuentra con dificultades. Por
una parte, con todas las dificultades que acosan al materialismo histórico (de qué
ciencia se trata, si el factor económico explica suficientemente como determinante la
estática y la dinámica social; si es posible hoy en día analizar la realidad social en
virtud de dos clases, cómo discernir cuál es el sujeto de la revolución, hasta qué punto
son teorías económicas aceptables las del valor-trabajo y la plusvalía, etc.) y, por otra,
con las específicas del punto de vista moral. De entre los problemas podemos
entresacar dos que tal vez han ocasionado a los éticos del marxismo más quebraderos
de cabeza que ningún otro: el problema de la libertad y el del acceso a la verdad moral.
John Rawls: la justicia como equidad propone entender los principios morales
básicos como si fuesen producto de un hipotético acuerdo unánime entre personas
iguales, racionales y libres que se hallasen en una situación muy especial: una
situación en la que no pudieran dejarse llevar por intereses particulares y al mismo
tiempo dispusieran de toda la información de carácter general que fuese
indispensable para adoptar principios de justicia que tienen en cuenta las peculiares
condiciones que reviste la vida humana.
La ética del discurso: Nacida en la década de 1970, propone esta ética encarnar en la
sociedad los valores de libertad, justicia y solidaridad a través del diálogo, como único
procedimiento capaz de respetar la individualidad de las personas y, a la vez, su
innegable dimensión solidaria, porque en un diálogo hemos de contar con las
personas, pero también con la relación que entre ellas existe y que, para ser humana,
debe ser justa. Este diálogo nos permitirá poner en cuestión las normas vigentes en
una sociedad y distinguir cuáles son moralmente válidas, porque creemos realmente
que humanizan.