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Son tantas las facetas de la realidad en las que hay que orientar a las nuevas
generaciones, y tantos los temas fuerza en la agenda educativa nacional e
internacional a los que se debe dar cobertura para que nuestros niños y niñas
puedan gestionar la posibilidad de un mañana alejado de la distopía, que
vaticinaban los pensadores del siglo XX y los escritores de ciencia ficción como
Isaac Isamov, Ray Bradbury o George Orwell bastantes décadas atrás.
Todo esto suena muy bien, incluso es éticamente correcto soñar con una
atención ecuánime y equitativa para todas las personas, sin importan sus
característica individuales. Sin embargo, Castro y Rodríguez (2017) mencionan que
el proceso de transformaciones en el sistema educativo chileno, dirigidas a la
atención de la diversidad, ha estado marcado por falta de información y orientación
desde el nivel central a los establecimientos, suponiendo un esfuerzo adicional para
ellos y sus equipos de trabajo dar cumplimiento a la normativa vigente.
Sí, los cambios han sido vertiginosos. Es necesario prever cómo preparan la
ejecución de estos y otros requerimientos para que el espíritu de la ley se refleje en
la realidad y no quedemos con la sensación que está improvisando en materias tan
sensibles como la educación.
Los profesores del siglo XXI, han tenido que salir al paso, ante un nuevo
paradigma, tienen que estudiar, indagar y unirse, para responder a la inclusión de
la misma forma en la que se espera que los jóvenes aprendan.
La idea es que a través de distintas vías se permita que todas y todos los
estudiantes puedan alcanzar, de acuerdo a sus necesidades y ritmos de
aprendizaje, los objetivos esenciales y básicos de aprendizaje establecidos en el
currículo escolar.
Tal vez este es el punto más complejo en el aterrizaje de una nueva ley, pero
del modo en que se den las interacciones laborales, se darán las oportunidades
para que los estudiantes creen y recreen una experiencia de aprendizaje inclusiva,
basada en el respeto y en el logro de objetivos mayores.
En este sentido, la carrera profesional docente, como política al alero de la
reforma, busca paulatinamente mejorar las condiciones laborales de los
educadores, aunque muchos no estén conformes.
Llegando al final
Antes fue la religión, luego el consumismo y hoy, el opio del pueblo, que se
adquiere de manera voluntaria en interesantes adminículos que nos garantizan
omnipresencia, presencia remota e información en tu mano. Aprovechemos la
tecnología para cambiar el mundo que legaremos a nuestros hijos, no para llevarla
al deshuesadero.
Estamos en la época en que los mecanismos de control mutan
vertiginosamente, cual virus, haciéndose cada vez más complejos y efectivos en el
control de las masas. Es aquí donde el rol de un profesor debe escapar de la
alienación y dirigirse a la valoración de la diversidad y la dignidad de las personas,
solo por el hecho de serlo.
FREIRE, P. 1970. Pedagogía del oprimido. 2da. Edición. Siglo XXI Editores, S.A.
Buenos Aires.