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Alsasua, 1934-1940
1
Los pueblos donde estaba establecida la Orden Tercera y el número de hermanos y hermanas
inscritos presentaba esta estadística: Alsasua 137, Arbizu 317, Arruazu 299, Bacaicoa 100, Echarri-
Aranaz 308, Huarte-Araquil 77, Irañeta 104, Iturmendi 117, Lizarraga 77, Torrano 76, Unanua 70.
Véase: Historia de un pobrecillo, pp. 48-51.
efusión de afectos y coloquios, pero siempre he dado mucha importancia al acto de acción de
gracias después de la Santa Misa. Por eso me desagrada que me molesten en esos momentos por
cualquier motivo que sea.
La oración, el frío
En Alsasua la oración de la mañana ordinariamente me era dificultosa; me encontraba en
un estado de impotencia. Y no solo en el convento de Alsasua; después también. Creo que en
parte se debe a mi temperamento nervioso. Más fácil me es entrar en contacto con el Señor, con
la Virgen María, paseando o andando.
En el convento de Alsasua me tocó pasar bastante frío durante el tiempo de invierno.
Antes también en Pamplona y después en Fuenterrabía, los años que permanecí en aquel
convento. Creo que uno de los sufrimientos físicos más fuertes ha sido el frío, dado mi
temperamento. No menos sufrí, primero en Alsasua y después en Fuenterrabía, el ayuno
eucarístico, que entonces era desde las 12, a media noche. Para mí las misas tardías eran casi un
tormento, sobre todo de las 10 de la mañana en adelante. No precisamente porque sentía el vacío
del estómago, sino una debilidad tan grande en la cabeza que no era capaz de hacer nada. Así el
tiempo se me hacía interminable. Fue, sin duda, mi buen Jesús, que me pedía aquel sacrificio,
pero fue duro para mí.
La guerra civil
Por el mes de julio de 1936 estalló la guerra en España. Pasados los primeros días de
expectación pude continuar mi ministerio de apostolado por los pueblos, aunque me tocó sufrir
por las opiniones tan encontradas que había que escuchar y por los desastres y lamentos de más
de una familia, etc.
Un nuevo impulso por el bien de las almas; peregrinación a la Ermita del santo Cristo en
Alsasua
Llegada la primavera del año 1937, empecé a sentir una novedad en mi vida espiritual,
como un nuevo impulso de trabajar por el bien de las almas, de entregarme enteramente al
apostolado, etc.
Recuerdo que aquel impulso me llevó al propósito y deseo de querer renovar las Ordenes
Terceras que entonces existían en aquellos pueblos, y que se encontraban algún tanto caídas.
Ese mismo ánimo espiritual me impulsó a preparar - a pesar de mi humilde condición -
una peregrinación de penitencia de todos aquellos pueblos de La Barranca en favor de la paz y de
desagravio.
Es verdad que tuve algunas dificultades y sufrí algunas humillaciones, pero se consiguió
y se realizó. El día 19 de septiembre de 1937 una gran multitud de fieles llegaba a la Ermita del
Santo Cristo de Alsasua - cuyo nombre no recuerdo en estos momentos. Para ello conseguí que
vinieran varios confesores a los pueblos, a fin de prepararlos a la recepción de los Sacramentos.
Esta peregrinación de penitencia se repitió los años 1938 y 1939, aunque no al mismo lugar, sino
a lugares distintos.
4
Indica el manuscrito el nombre del director espiritual.
5
Aquí se requiere al experto en la teología espiritual. Este es el único episodio con manifestaciones
"exteriores" que se registra en las vivencias del P. Bernabé. Parece que él quiso quitarle toda
importancia, pues ni siquiera lo manifestó al director espiritual. La calidad de su fe y las operaciones
progresivas del Espíritu hay que estudiarlas en la transformación interior que él iba teniendo. Nos
atrevemos a interpretar de modo positivo ese dejar fuera el fenómeno al que alude.
Navidad de 1940: sufrimiento por la hora tardía de la misa
Recuerdo que en aquel año de 1940 la víspera de Navidad fue para mí de mucho sufri-
miento. Había costumbre de subir al santuario de la Virgen de Guadalupe en Fuenterrabía para
las misas encargadas por los pescadores. Aquel día hacía mucho frío; estaba helado. Subió
también un servidor, y como la celebración de la Santa Misa era hacia el mediodía, creí que no
podría resistir. Seguramente me quejé, y me adelantaron la hora de la Misa.
Como he dicho al principio, empecé a recorrer los pueblos donde había Ordenes Terceras
y a reanimarlas, porque algunas estaban bien decaídas.
El sueño y el confesonario
Sería, más o menos, por los años 1947 y siguientes, me empezó a atacar el sueño durante
algunos actos del día. Algunos creyeron y dijeron que era por falta de sueño. Yo creo que no fue
tanto por falta de sueño como por otros motivos. Por este tiempo tenía sin duda la enfermedad de
la urea, como se descubrió después. Padecía bastante sed, que es síntoma de urea etc. Lo cierto
es que aquellos años fueron para mí de bastante sufrimiento y humillación. Sobre todo, donde
más sufrí fue al tener que ir a confesar a los Colegios. A cierto tiempo de ponerme a confesar,
sentía sobre mi cabeza un peso que me abrumaba, y me era de mucha molestia, y tenía que hacer
un gran esfuerzo para mantener la atención que no siempre conseguía.
De todos modos quiso sin duda el Señor que pasara por esta prueba.
Nuevo guardián
Aquel año de 1954 hubo cambio de guardianes. El Guardián señalado para el convento de
Fuenterrabía no fue de mi agrado. Aunque bondadoso, era flojo. Por aquel tiempo había empe-
zado a descender notablemente la vida del coro, la oración y en general la vida regular. Por tanto
lo miraba todo con cierto pesimismo13.
Por el mes de noviembre empecé a sentir ciertos malestares, como dolores de cabeza, etc.
El Guardián me obligó a presentarme al médico de casa. Tenía la tensión muy baja, entre 10 y 11.
Lo que también era causa de decaimiento y sueño. En pocos meses se remedió aquel defecto.
Tengo la idea que en aquel año de 1955 recibí luces especiales sobre la Santísima
Trinidad, que luego han quedado grabadas en mi alma. Hay que entender que estas luces no
podían ser distintas de la doctrina que enseña la Santa Madre Iglesia sobre el misterio de la
Santísima Trinidad, sino el comprender con más claridad a la luz de la fe las procesiones o
relaciones mutuas que existen entre las Divinas Personas.
Creo que en este año conseguí el nuevo Director Espiritual14. Me fijé en él. Le rogué el
servicio de que quisiera dirigir a mi humilde persona en los asuntos espirituales. Al principio se
negó y resistió, luego aceptó. Así pues quedé bajo su dirección.
La segunda operación
La segunda operación tuvo lugar el 19 de octubre de aquel año de 1956, festividad de San
Pedro de Alcántara, que cayó en viernes, como el 11 de mayo, día de la primera operación.
Me había mejorado bastante, y el doctor Esnal se decidió a operarme el segundo riñón,
que era el más enfermo. Dicen los que estuvieron presentes en la operación que el doctor estuvo
vacilante de extirparme el riñón o dejarme y que decía bromeando:- "¿Debía de ser yo el que me
tenía que llevar a este frailecito a las puertas de San Pedro?" Por fin se decidió dejarme el riñón:
"Quizás pueda funcionar todavía".
He comprendido que fue una providencia del Padre el dejarme el riñón. No hubiese
podido vivir con un solo riñón.
En esta segunda operación la convalecencia fue más larga y costosa. Quizás porque luego
sobrevino el temporal de invierno. También en esta segunda operación -que tuvo lugar en la
misma clínica que la primera - después de transcurridos los primeros días y cuando empecé a
levantarme, tuve una visita del Señor, semejante (a la de) después de la primera operación.
Por el mes de noviembre tuve una pequeña recaída y pasé todo el mes de noviembre
encerrado en la habitación de la enfermería, pero en la paz del Señor.
16
Véase: P. Lorenzo SALES, Misionero de la Consolata, El Corazón de Jesús al mundo. De los
escritos de Sor M. Consolata Betrone, monja capuchina. Ediciones Paulinas [sin fecha], 205 págs.
Las secciones del índice son las siguientes: En la Escuela de Santa Teresita - La vida de amor y las
virtudes cristianas - La vida de amor y la perfección cristiana - La actuación de la vida de amor en el
incesante acto de amor - La perfección de la vida de amor en la perfección del incesante acto de
amor - El incesante acto de amor en la vida espiritual de Sor Consolata _ Un fruto del divino
Mensaje: La Obra de las Pequeñísimas - Resumiendo.
festividad tiene especial importancia para mí. Me gusta celebrarla con solemnidad.
Los primeros meses de aquel año de 1957 los continué en mi vida espiritual a través de
meditaciones y lecturas de libros espirituales. Me reprochó el enfermero que el día de Viernes
Santo de aquel año lo había pasado en una continua meditación de la Pasión del Señor. Sin duda
los misterios de la Pasión del Señor Jesús llamaban preferentemente mi atención.
Llegado el tiempo de primavera, me encontré bastante restablecido, de modo que por el
verano pude reanudar paso a paso mi ministerio. Recuerdo que preparé unos días de retiro y les
di a unas religiosas de Oyarzun en el mes de septiembre, y luego comencé a acudir a los pueblos.
Peregrinación a Fátima
Esta revistió una circunstancia particular. Después de preparar la Peregrinación, que era
al Santuario de Fátima en Portugal, hubo que pedir licencia al P. Provincial. El superior de casa
se había interesado en tomar parte en la Peregrinación. El P. Provincial comunicó que si no había
tantos varones como mujeres, no nos era posible acompañar a la Peregrinación. Como sucede de
ordinario en estas ocasiones había menos hombres que mujeres. Así pues, nos resignamos en
quedarnos en casa. En nuestro lugar designamos a un Obispo misionero retirado que residía en
Fuenterrabía. Llegado el día de Ramos, recibí una noticia inesperada. Una señora -no sé qué
manejos hizo - lo cierto es que consiguió del P. Provincial que un servidor fuera a Fátima con la
peregrinación, ¡cómo secretario del Obispo! Supongo que tal determinación no le habría gustado
nada al P. Guardián.
La peregrinación, que duró ocho días, fue muy piadosa; durante el trayecto hicimos la
Novena. Cada día se rezaban las tres partes del rosario. En Fátima no me faltó un disgusto que
me dió bastante sentimiento. El Obispo Mons. Ignacio Larrañaga, que había sido expulsado de la
Misión de Pingliang por los comunistas, tenía sin duda (ganas) de hablar con Sor Lucía, que era
Carmelita Descalza en Coimbra. Se pidió al Arzobispo de Coimbra. No lo concedió, diciendo
17
El dato de sorprenderle al P. Bernabé con la corona de espinas en la cabeza en el coro de
Fuenterrabía es un dato constatado por diversos testigos. Pero es el mismo P. Bernabé el que escribe
al director espiritual (1941): "Además de esto tengo como una corona hecha con unas ramas de mata
o zarza, y cuando estoy en la celda me pongo en la cabeza, pero no crea que me mortifica mucho,
más bien es una ceremonia" (El corazón del Padre Bernabé, p. 97). Nada extraño que esa gracia de
"una representación viva de la escena de la coronación de espinas" vaya unida al ejercicio de este
signo de solidaridad con Jesús.
que era preciso acudir a Roma, a la Santa Sede.
Vía Crucis
Durante el tiempo que estuve en Rentería tuve pocas elevaciones espirituales, alguna que
otra sí. En ese tiempo procuraba recorrer todos los días las estaciones del Vía Crucis, a veces con
más penetración, otras, menos.
En mi estancia en Rentería no me faltaron contrariedades y ciertas humillaciones. Alguno
hasta pudo creer que salí de Rentería para evitar las dificultades con que a veces tropezaba.
Vocación misionera
No fue así. Por el mes de diciembre de 1961 o poco antes había empezado a leer un libro
titulado "Da mihi animas". No recuerdo ahora el nombre del Autor. Era un misionero
comboniano que había estado algunos años en Africa.
El capítulo IV de la obra19 decía así: ¿Por qué no se convierte el mundo infiel? La
respuesta que daba era ésta: "No hay misioneros suficientes". Aquella frase hizo mella en mi
ánimo. Me hizo reflexionar una y otra vez: Yo, inútil criatura, ¿no podría poner un granito de
arena? ¿No podría contribuir en algo en favor de las Misiones? Contribuir con mi persona, y
empezó la lucha. Era el 4 de diciembre, al día siguiente de la fiesta de San Francisco Javier.
Me pareció locura el pensar en marchar a las misiones. Apenas habían pasado 6 años que
había sido operado de una enfermedad grave. Estaba a régimen. ¿Cómo pensar en decir nada a
los superiores? ¡¡Locura!!
Pero estas razones no me aquietaban. Fui a la presencia del Sagrario y le dije: En caso de
que sea cosa tuya, aquí me tienes, no quiero negarme. Continuaba la lucha con otras
consideraciones. Le pedí una señal al Señor. En caso de que se mostrare favorable el P.
Provincial en la visita canónica, será la señal de tu voluntad.
Creo que continué en estas peticiones o parecidas durante el mes de diciembre.
En el mes de enero llegaba el P. Provincial, Florencio de Artabia, para la visita canónica.
Le expuse mi caso y razones. No le pareció mal, pero se contentó en decirme que podría ser un
año o dos después. Lo que me produjo cierta desilusión. La cosa quedó así. Tengo que decir la
verdad; que hice alguna diligencia con algún misionero del Ecuador para acelerar la cosa. Mi
sorpresa fue cuando el 3 de marzo de 1962 recibía una carta del Secretario provincial, en la que
se me decía: "Que hubo una reunión de definidores, que un servidor con otros había sido
destinado para la Custodia del Ecuador y que la expedición tendría lugar en junio". Aquella
noticia fue para mí, además de sorpresa, de grata alegría. Quise que la noticia estuviera oculta y
así pedí al P. Guardián, aunque después se divulgó.
18
En el Archivo de la Viceprovincia de Ecuador (Quito), donde quedan los papeles dejados por el P.
Bernabé hay correspondencia que parece ser de los muchachos aquí aludidos.
19
Es la obra de Enrique FARÉ, FSCJ, Misionero Comboniano, Da mihi animas. Meditaciones
misionales para seminaristas. Trad. Luis Murugarren Zamora. 2ª edición. Madrid, Ediciones
Combonianas 1966, 366 pp. Para más detalles, véase: El corazón del Padre Bernabé, p. 48, nota 23.
Esto, pues, fue el motivo verdadero para que un servidor dejara la residencia de Rentería
y me marchara al Ecuador.
Después me enteré que hubo bastantes oposiciones para que un servidor marchara al
Ecuador. Seguramente me consideraban un enfermo inútil. Así me dijo el doctor Esnal, que me
había operado, cuando le comuniqué la noticia:
-"¿Usted a las misiones? ¿En qué está pensando? Usted no va a ir a ayudar a los misione-
ros, sino a dar trabajo a los misioneros. No se le ocurra tal disparate. ¿En qué piensan sus
superiores?, etc".
También se opuso el Obispo misionero que estaba en Fuenterrabía, como después supe.
A pesar de ello, se logró. Sin duda, el Señor quería. He pasado 21 años en el Ecuador. Y
si es del agrado del Señor, estoy dispuesto a vivir en el Ecuador todo el tiempo que el Señor
disponga.
Amo a mi querida grey. Amo a las ovejas de mi rebaño que el Buen Pastor me las ha
encomendado.
***
N. B.- En este escrito empleo las palabras de antes: "El P. Guardián", "La Santa Misa" y
así otras palabras22.
20
Estas frases se corresponden con la Dedicatoria.
21
Interpretamos la abreviatura como "Laus Tibi, Deo", Gloria a Ti, oh Dios.
22
El buen P. Bernabé se atiene a lo tradicional, sin ostracismo, por supuesto: "P. Guardián", como
siempre se ha dicho, y no "Hermano guardián" como habría que decir según las nuevas
Constituciones: "llamémonos todos, sin distinción, hermanos" (84,3).
SEGUNDA PARTE
Mi permanencia en el Ecuador
I
Llegada a Ecuador y primeros meses
Llegada y acogida
Llegamos a las costas del Ecuador el 7 de julio de 1962, después de 20 días de
embarcación.
Eramos 5 capuchinos y dos misioneras de la A.M.F. Dos de mis compañeros se
encuentran en la viceprovincia del Ecuador: el P. Matías de Torrano (José Angel Múgica) y el P.
Benito Andueza23.
A la llegada fuimos recibidos en el puerto de Guayaquil por el arzobispo, Mons. Antonio
Mosquera.
A no dudar, la figura de un servidor era la menos significante de los allí presentes; el
rostro macilento, los ojos amarillos, etc., de modo que alguno de los presentes podría decir en su
interior: ¿A qué habrá venido este individuo a estos lugares? ¿A evangelizar o a dar trabajo?
¿Cuánto tiempo permanecerá? Pasados los primeros días, en los que pude visitar algunas casas o
conventos de la viceprovincia y algunos santuarios, como el de N. S. de Lajas - que me causó
muy buena impresión y el Santuario de N. S. de Quinche- fui destinado a una pequeña parroquia,
llamada Gualea, dentro de la Montaña, en la parte Noroccidental de la provincia de Pichincha24.
Fui destinado como coadjutor del P. Félix de Gomecha, que permaneció poco tiempo en la
parroquia.
Gualea, primer destino
Llegamos a Gualea el 6 de agosto, festividad de la Tranfiguración del Señor. Dentro de
pocos días después, a principios del mes de setiembre, me encargaron una especie de misión en
una pequeña población arrinconada, llamada Mindo, en las faldas de la cordillera del Pichincha.
Esta pequeña población se componía de gente humilde y pobre de campesinos, desantendidos en
asuntos religiosos, que de vez en cuando les visitaba el párroco de Nono, distante 52 kms. Por
tanto, gente ignorante en la religión y con las consecuentes fallas.
23
El 27 de marzo de 1962 habían sido destinados a la Custodia del Ecuador los PP. Bernabé de
Larraul, Matías de Torrano (José Angel Múgica), Severino María de Pamplona y Hernando de
Arandigoyen (Benito Andueza); y en el mismo día para la Misión de Aguarico el P. Eladio de San
Sebastián (Véase Estadística de la provincia capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón, 1900-1979)
y fue notificado por el ministro provincial Florencio de Artabia el 30 de marzo (Bol.Of. 17, 1962,
49). Estos son los cinco misioneros que viajararon. Las dos misioneras de la A.M.F. (Acción
Misionera Franciscana), iniciada por el P. Matías de Torrano, eran Irene Guerola y Josefina Lecea.
24
Los recién llegados misioneros, en su recorrido visitaron, entre otras casas, los conventos de
Ibarra y Tulcán. Tulcán está en el límite con Colombia, y el santuario de Nuestra Señora de Las
Lajas -así llamado por las "lajas" o planchas de piedra donde está metido, en la hondonada- queda a
pocos kilómetros de Tulcán, en territorio colombiano. La Virgen del Quinche o Nuestra Señora de la
Presentación del Quinche, en El Quinche, a 40 kms. de Quito, es por excelencia el santuario de la
Virgen en la arquidiócesis. - El P. Bernabé habla de "Viceprovincia" de Ecuador; es la terminología
vigente desde el 17 de junio de 1970 a tenor de las decisiones del capítulo general de 1970.
En esa humilde población, compuesta de chozas, tuvo principio mi apostolado en las
tierras del Ecuador. Sin duda, todavía no me daba cuenta bien de la realidad de su situación, pero
en parte ¡sí!
Poco después, a mediados del mes de setiembre, fui requerido para visitar otro lugar
lejano, asimismo, el Camino de de Pachijal, extendido a lo largo del río que llevaba el mismo
nombre.
A este lugar se le visitaba ordinariamente una vez al año desde Gualea. Acompañado de
tres o cuatro personas emprendí el viaje el 17 de setiembre de aquel año de 1962.
Habiendo salido muy de madrugada de la población de Pacto, contigua a Gualea a 9
kms., llegamos a la cima de la loma, desde donde teníamos que encaminarnos hacia Pachijal, por
entre la selva camino de un día. En la loma llamada Campiña celebré la Santa Misa, en una casita
que había en aquel lugar. De allí emprendimos nuestro viaje. Por mi falta de experiencia y dando
tumbos por entre los árboles caídos, confieso que llegué deshecho, apoyado en los que me
acompañaban. A consecuencia de aquellas caídas me sobrevino una infección en la pierna
derecha, que me duró algún tiempo y que me causó alguna preocupación y me obligó a estar
retirado algún tiempo. Después desapareció, gracias al Señor.
En el Camino de Pachijal me encontré en circunstancias semejantes a las de Mindo: gente
sin instrucción religiosa y dada al licor, con las consecuencias que lleva consigo tal situación. A
pesar de ello se pudo realizar buenamente lo que era posible en aquel ambiente.
Ahora paso a narrar los hechos más salientes de cada año de mi permanencia en esta zona
noroccidental de Pichincha.
Misiones en Pacto
A principios de 1963 vinieron desde Quito las Madres Doroteas en plan misional para
preparar unas primeras comuniones en la parroquia de Pacto. Se celebraron el 6 de enero,
festividad de la Epifanía, que en aquel año cayó en domingo. Revistió cierta solemnidad. Fue
como una compensación del día de Navidad, ya que en ella no hubo ningún acto religioso.
Llegado el tiempo sagrado de Cuaresma tuvieron lugar o se dieron en Pacto las santas
Misiones por el P. Feliciano de Andoáin, que residía en Quito. Tuvieron buen éxito. por vez
primera entraba un obispo en la zona, el Mons. Benigno Chiriboga, obispo auxiliar de Quito.
Con su asistencia se dio fin a las misiones. Bendijo la primera piedra de la futura iglesia, la que
hoy aparece en el centro de la población. No recuerdo bien si hubo confirmaciones.
26
Cuarenta Horas. "Tengan muy presente todos nuestros Superiores locales la prescripción del
Derecho Canónico (CIC 1275) sobre el ejercicio de las Cuarenta Horas, cuya institución y
propaganda es debida a nuestra Orden Capuchina". Así leemos en el Manual Seráfico de los FF.
MM. Capuchinos de las Provincias de España y de sus Custodias y Misiones, Madrid 1948, núm.
160. Se ha conservado una hoja-programa de esta celebración de las Cuarenta Horas. Empezó el
viernes 25 de octubre a las 6 de la tarde con Misa solemne de exposición. Aquella noche "velación
del Santísimo por los fieles de Gualea"; la noche siguiente, de sábado a domingo, a la que se refiere
el P. Bernabé, "velación por los fieles de Pacto, Santa Elena y Tulipe"; en la mañana del domingo,
día de Cristo Rey, "velación del Santísimo por los fieles que vayan llegando de las parroquias
vecinas", para concluir a las 3.30 de la tarde con misa de reserva y procesión por la plaza.
Predicador de las Cuarenta Horas: P. Gabriel de Azqueta.
En la chocita de un carbonero
Terminó el año de 1963 con una peripecia, que tuvo lugar unos días antes de la
solemnidad de Navidad. Hacia mediados de diciembre, fui a Pachijal a visitar a los moradores de
aquel lugar. Al regresar hasta el punto donde se había quedado el jeep que nos había traído desde
Gualea, resultó que se atrancó en el lodo, y no hubo modo de sacarlo. Era viernes día 20 de
diciembre. Al día siguiente era preciso que estuviera en la parroquia. Se nos caía la noche
encima, en la soledad de la selva no teníamos donde pasar la noche. Pero la providencia amorosa
de Dios nos salió al paso para socorrer nuestra necesidad. Encontramos una chocita de un
carbonero que nos dio posada para pasar la noche. Al día siguiente se pudo sacar el jeep del lodo
en el que se había atrancado, y después de celebrar la Santa Misa en la casa de campo que tenía
un señor de Quito en su finca, regresamos a Gualea.
Al llegar a la parroquia, me encontré con el compañero que me habían destinado 27.
Naturalmente sentí alegría, aunque más tarde tuvieron lugar ciertos problemas.
27
Este compañero es el P. Gabriel de Azqueta que reside con el P. Bernabé hasta enero de 1965. Al
comienzo del capítulo V (Año 1965) el P. Bernabé tiene unas líneas, que concluye diciendo: "Fue un
malentendido". Tras la muerte del P. Bernabé, el P. Gabriel se ha preocupado de redactar, en forma
de memorias espontáneas, muchos recuerdos en torno al P. Bernabé, del que conserva, por lo demás,
veinte cartas personales.