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“¿Culpable?- ¿No culpable?”


Francoise Gorog

Traducción y establecimiento de texto: María Julieta Negro de Markl

¿Culpable, no culpable? es el título que da nombre a uno de los tantos análisis del texto
conocido como Estudios hechos por varios. El mismo ha sido reunido, publicado y editado por
Hilarius, encuadernador de Etapas sobre el camino de la vida. El encuadernador,- uno de los
numerosos seudónimos de Kierkegaard-, cuenta que un escritor amigo suyo, le había enviado
una cantidad considerable de libros a encuadernar, pero dado que el escritor “siempre dulce y
complaciente” no tenía prisa, los libros quedaron en su casa, mientras tanto, el escritor falleció.
Un brillante estudiante amigo suyo, poeta, licenciado en filosofía y de buen espíritu, quien había
renunciado totalmente a su carrera de pastor, descubrió los libros y le enseño al encuadernador
que eran obras de varios autores, puesto que en ese entonces habría existido una “hermandad,
una sociedad, una asociación cuyo jefe o capitán sería el mismo escritor”. Aquí están dibujados
los arcanos de la “comunicación indirecta” por la cual un muerto ve la publicación póstuma de
sus obras y de las de su hermandad saliendo a la luz. El encuadernador, el escritor, los
miembros de la sociedad, son varios de los seudónimos, o de las formas de existencia personal
creada por la producción de este hombre, quien todavía vivo, publica el 7 de septiembre de
1838, un mes después de la muerte de su padre, su primer libro Papeles de un hombre todavía
vivo.

El autor melancólico, los seudónimos y el lector ideal.

Todo ya fue dicho por él, antes que sus comentadores.


La literatura que es posible hallar sobre la patología del autor del Concepto de la angustia
contiene todos los excesos, desde el análisis simplista pauliano de “la espina en la carne” de la
cual tanto él como Epaminondas sufrían, en la acepción vulgar del sentido sexual, a la
trivialidad de una pregunta que hace de título: “¿Será loco Kierkegaard?” El, ha puesto los
puntos sobre las “íes” y desempató las dudas de los psiquiatras daneses quienes estaban en
¿Culpable?- ¿No culpable? – F. Gorog

problemas para ponerse de acuerdo sobre la esquizofrenia, la paranoia sensitiva o una


melancolía “cuyo secreto sería la esquizofrenia”. Kierkegaard ha especificado exactamente de
qué sufría y nadie pudo hacerlo mejor que él. Es inútil buscar en los enredos de la neurosis
obsesiva, lo que la buena voluntad quiso hacer. Aquellos que creen todavía inocentemente que
él que no tiene una neurosis edípica esta excluido de la más alta distinción humana…Él no se
carga con el peso de este piadoso semblante y dice sin rodeos: “Nunca pude disponer de mí
mismo a causas de esta infeliz melancolía, que en un punto, ha rozado una suerte de locura
parcial”1.
Tampoco tenemos que enseñarle -al que lo sabe mejor que nadie-, la función de suplencia de
su trabajo de escritor, que, como él lo dice muy claramente, la obra: “brota de una irresistible
necesidad interior y fue la única posibilidad ofrecida a un melancólico profundamente
humillado”.
Tomémoslo como ejemplo, como cuando observamos a un conocedor sobre algún asunto
específico. El es más preciso aún: “Durante años, mi melancolía ha hecho que yo no pueda
decirme a mí mismo “Tu” en el más profundo sentido. Entre la melancolía y el “Tu” había todo
un mundo imaginario. Es en esto que me agoté bajo los seudónimos”.
Podríamos decir, carencia del ego y reconstrucción.
La reconstrucción, es definida por él mismo como: “Las formas de mi existencia personal
corresponden a diversas formas de mi producción”2 . Pero cuidado, es la existencia la que es
creada por la producción y no a la inversa.
Cuando el escritor deviene un autor religioso, según él a partir de su Post-scriptum definitivo, él
debe seguir una vida acorde con ese estilo de actividad literaria y apoyarla, mientras que antes,
en su existencia personal, “sólo buscó sostener los seudónimos”.
Las individualidades que emergen de la obra del poeta tienen semejanzas entre ellas y su vida
propia. La creación es una filigrana: “El esbozo que he trazado de un observador en el
Concepto de la angustia, molestará a más de uno. Sin embargo, esta no es, bajo ningún
concepto, un entre-mes, es como una filigrana en el libro. De hecho siempre he tenido una
relación poética con mis obras, por eso soy seudónimo”.
En el mismo momento que el libro desarrolla una idea, la individualidad poética se desdibuja.
Vigilius Haufniensis (el guardián de Copenhague) desdibuja una de estas individualidades, pero
al mismo tiempo he hecho de él un esbozo en el libro..
Es únicamente en Una primera y última explicación de mi obra de escrito que reconoce ser el
autor de las obras publicadas bajo un seudónimo y se nombra “padre adoptivo, sin gran
interés de una obra que puede llegar a tener algún valor.”
El psicoanalista que hace uso de la tesis lacaniana no tiene porque agrandarse, sobre esto
menos que nunca. El autor bien sabia que ser forfatter (del prefijo for y del sustantivo fatter,
padre) es unas de las formas de la paternidad. El autor, como el autor de las vivencias de un
niño, es aquel que concibe (fatte). El forfatter-Virkomhed, no es traducido habitualmente por

1
Kierkegaard, S. Journal, 1849-1850, p.159,X,A 519.
2
Kierkegaard, S. Point de vue explicatif…,op cit. p.32

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obra, pero sí por actividad, función o tarea: no se trata de la obra acabada sino del trabajo de
fabricación de la misma, work in progress.
Hacerse un nombre, o lograr establecer la suplencia que genera la escritura, aquella que Lacan
entrevé para James Joyce, encontró una postergación singular. Lo que le hizo obstáculo, o en
todo caso lo atrasó asymptoticamente a la imposibilidad, fue precisamente la relación del autor
Kierkegaard a la fama (renommée), aquella tan oportuna de incluirse en la lengua bajo la forma
de re-nommée (re-nombrada). Es que, precisamente, la melancolía, es en su totalidad
particularmente maldita, inmunda, innombrable, sin nombre, sin oposición. Al momento en
donde LÀlternative fue entre todas la correcta, el experimentar precisamente la creación de un
nombre: “…temía que esta obra me traiga demasiada fama (renomée).”3
Por eso fue que enseguida publicó un pequeño artículo en el diario Libero-nacionalista
Foedrelandet, firmado con su nombre con el titulo de Confesiones públicas, donde declara que
no fue él el autor de numerosos artículos ya publicados. Esto funciona como una suerte de
denegación de su paternidad literaria, de segunda muerte que él mismo se inflige. Más vale
para él ser infame, no reconocido, auto difamarse, que hacerse un nombre.
Los seudónimos agotaron en efecto este imaginario de la significación de la infamia, de la
desaparición, pero la producción quedaría con frecuencia marcada por la muerte de un sujeto,
muerte que se eterniza. Su lector fue ideal, según sus términos, como él mismo, paranécroi,
como el de Luciano, el maestro satírico de Samosate autor de los Diálogos de muertos, por
supuesto, autor predilecto del que se diría “autor barroco”: “Estaba en la búsqueda de un
término para designar el tipo de hombre al que me gustaría escribir, seguro de que
compartirían mis opiniones, adviene entonces que me encuentro en la casa de Luciano
Paranécroi (alguien como yo, muerto) y tenia ganas de publicar un libro para Paranécroi”.4
Los semejantes no son “imágenes de hombres hechos en un dos por tres” como es el caso
para el presidente Schreber: “Porque para la Menschenspielerei (término que apareció en la
lengua fundamental, lo que nosotros vulgarmente llamaríamos los peleadores), era pretexto de
enojo, pero no tuvo repuestas violentas por la única razón que los hombres bravos se volvieron
tan improbables como el sujeto mismo, es decir, tan desprovisto de falo como ellos. Fue
omitido, tanto en el imaginario del sujeto que para él y para los otros, ese trazo paralelo al
trazado del modelo que se puede ver en el dibujo de Juanito, con el cual ya se familiarizaron
los que conocen el dibujo”5.
Su mortificación ilustra bien que ellos están desprovistos de falo, como lo está el sujeto mismo.

Teoría de la melancolía

La obra de Soren Kierkegaard es melancólica, pero no encontramos en ella un Tratado de la


desesperación, sin embargo Sygdommen til Doden, La enfermedad a la muerte, ha generado,

3
Kierkegaard, S. Point de vue explicatif de mon oeuvre d´ecrivain, O. C. XVI, p.36
4
Kierkegaard, S. Journal 1834-1846, p.192, II A 690
5
Lacan, J. Ecrits, p 366

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sólo por el hecho de ser traducido que sea tomada como un tratado. Aquel, que obtuvo del rey
la posibilidad de dar su tesis en danés hubiese seguramente negado esa presentación que no
había elegido. Las editoriales de l´Orante no la incluyeron para la publicación de las Obras
Completas, pero sin embargo esáa El Concepto de la angustia, Begrebet Angest, que Lacan
comenta de la siguiente forma: “ ...No sé si uno se dará cuenta bien de lo atrevido que es
Kierkegaard hablando del concepto de angustia; qué puede querer decir eso si no es la
afirmación de que: O bien hay función de concepto según Hegel, un anclaje verdadero de lo
simbólico sobre lo real, o bien, el único anclaje que poseemos - y en ello tendremos que
elegir - es aquél que nos da la angustia, única y última aprehensión de toda realidad.”6
Lacan opone el concepto y su captura, su presa, capire, cepi, como el Begriff y su greifen, su
captura tanto por lo racional en términos hegelianos, por lo simbólico en términos lacanianos y
su verdadera captura sobre lo real en Hegel y la que es dada por la angustia o sea no toda
significante. La melancolía del autor del Concepto de la angustia no es ajena en esta
alternativa, situada como tal por Lacan. Decirlo así, o sea ir hasta ubicar un momento del autor
melancólico en posición de alternativa a Hegel - lo que hubiese sido el deseo más grande del
danés- es poner el acento sobre el peso que, en los años 1962-1963, Lacan desea darle, una
vez más, al autor de La enfermedad a la muerte, dado que es así que hay que traducir el titulo
de la obra, versión de l´acedia típica de los cristianos de Copenhague. Se trata bien de una
tesis “edificante” de la melancolía, la misma por la cual Burton sin hesitación, consagra un
capitulo, en su The Anatomy of Melancholy a las Causas de la melancolía: DIOS: una causa7.
(Los lectores franceses disponen desde hace poco tiempo de una traducción de la misma.)

La melancolía religiosa según Kierkegaard.

En la tradición escriptuaria de la enfermedad típica del genio, la causa sui es la Causa de la


melancolía religiosa desde el problema XXX atribuida a Aristóteles. Dios es una das hoechste
und obreste dinc (la cosa más alta y suprema) tal como lo escribía el maestro Eckart,8 y el alma
que participa de Dios es también eine grosse dinc. Lacan lo subraya cuando introduce Das
Ding antes de inventar el a.
El trabajo de Kierkegaard sobre la desesperanza se inscribe, sin lugar a dudas, en la tradición
evangélica de la cual toma prestado la expresión, tan usada desde entonces, la misma de Juan
el apóstol: Lázaro falleció para resucitar y “Esta enfermedad no es para la muerte” porque es
“para la Gloria de Dios”, según el evangelista.
Esta melancolía religiosa pone en escena la Causa, la Cosa, el Das Ding, bajo la forma de
Dios, y como toda melancolía, permitiría describir lo que Lacan dijo a Louvain en referencias al

6
Lacan, J. Seminarie “Làngoisse”, non publié, p.396
7
Burton, R. Anatomie de la mélancolie, Trad. Fr. Hoepffner, èd. José Corti, Paris, 2000.
8
Heidegger, M. “La chose”, in Essais es conferences, Gallimard, 1958, p. 209.

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texto freudiano: “Si un día inventé lo que era el objeto a, es porque esta escrito en Trauer und
Melancholie” 9.
Kierkegaard sigue siendo muy clásico en su abordaje teórico de la melancolía. Como lo
subrayara Giorgio Agamben, él, que fue un dandy, aficionado a los viajes como lo era
Beaudelaire: “Lo que más o menos nosotros designamos por Spleen, el Medioevo lo conoció
con el nombre de Acedia”. Se refiere a los moralistas de las Morales sobre Job de Gregorio el
Grande ( 540-604 ) y de las opiniones de Isidoro de Sevilla ( 560-636 ), el autor de las
Etimologías, que parece haber conocido primero en la traducción danesa que fue publicada
1835 sobre una descripción e historia de la moral cristiana del teólogo alemán De Wette (1780-
1849). Hay que subrayar, sin embargo, la insistencia del autor sobre unos de los síntomas de la
acedia en el hombre solitario, negligente de los ejercicios de la religión, o sea con el odio a
profesar, a pronunciarse – es l´odium professionis -. Le importa ese síntoma, que no es otra
cosa que la dificultad de hablar en su nombre, el que vive su escritura seudónima calificada con
acierto por Sartre como: “la manía de los seudónimos, descalificación del nombre propio”.
Es un defensor de la idea que la tristeza es un pecado, esta concepción patrística, aunque
sorprenda al lector, fue retomada por Lacan en Televisión: “No será un profundo acerto de la
naturaleza que los viejos moralistas ubiquen la Tristitia entre los siete pecados capitales! Como
también Isidoro de Sevilla.”10

La melancolía de amor.

Es conjuntamente con el Dante del Infierno que hay que ubicar el hombre de la melancolía de
amor, ese mismo que por su unión a Regina encontrará la posteridad, mientras que la
cristiandad se irá distanciando del autor religioso.
La marcada contribución de Frédéric Pellion, quien supo ver la cobardía, vilta, la cual fue
retomada por Lacan de la boca de Virgilio11 en Televisión, permite situar, con Dante, el
melancólico como “aquel que hizo por cobardía el gran rechazo.”
Culpable, hipócrita, depravado, leproso: los auto-reproches pululan en el texto que comenta la
ruptura con Regina, es el papel que Kierkegaard le asigna a la reflexión. Es ese papel, que él
calificará de desertor, asegura lo mejor del estatuto de cobardía de la melancolía de amor.
Desertor del servicio fálico, es bien así que se percibe: “vos, reflexión infiel, infiel... vemos lo
que sos: un desertor, un desertor profesional …”12
Sabía lo que era su muleta, su prótesis artificial -todos estos términos escritos por él- mucho
antes de la idea propuesta por Lacan sobre la muleta imaginaria usada como suplencia. “Solo

9
Lacan, J. Conference à Louvain le 13 Octobre 1972, Quatro, 1981, n 5, cité par Erik Porge, jaques
Lacan, J. Un psychanalyste, Editios Erès, 2000, p.174
10
Kierkegaard, S. Journal 1834-1846, p.167, II, A 484.
11
Pellion, F. Melancolie et Vérité, PUF, 2000
12
Kierkegaard, S. “Ocupable?-Non ocupable?, in Etapas sur le chemin de la vie, Gallimard, 1948, pp.166
et 188.

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el que sabe lo que es no hacer nada puede entender mi nivel de desarrollo, no hago nada que
no sea avalado por la reflexión, es como si para poder caminar, uno tendría que hacer uso de
una pierna artificial…”.
La melancolía de amor se enreda en la vida de Kierkegaard, ya no se la puede separar de
ésta. En efecto, es él quien había indicado en Temor y Temblor que “El que trabaja, engendra
su propio padre” adelantándose un paso a Maldoror, Blanchot, quienes habían demostrado que
Lautréamont es hijo de sus obras.
Más que con otros autores de la generación que sigue a Roger Caillois, haciendo referencia a
los Cantos de Isidoro Ducasse, se puede ver que la obra contiene sus propios comentarios y
que “todo lo que uno podría decir sobre ella, el autor ya lo escribió”. Esto se hace más evidente
aún en su obra ya que él que multiplicó los prefacios, los postfacios, las cartas, las notas, los
papirer y trozos de papeles recogidos para el diario, en fin, los seudónimos, es decir todo un
paratexto que como diría Borges forma ese “vestíbulo del texto”. Pero es preciso situar su vida
amorosa para proseguir.
Kierkegaard conoce a una doncella, llamada Regina Olsen, en mayo de 1837. El 10 de
septiembre de 1840 se celebra el noviazgo de la pareja. Pero dos días más tarde, él se da
cuenta que se equivocó. Una semana después del noviazgo, Regina lo encuentra tan extraño,
los rasgos tan cambiados que casi ni lo reconoce. Él justifica las dificultades de su noviazgo por
el hecho de no haberle hablado de su “culpa”. Pero no podía, la confesión no le concernía solo
a él, su secreto era también el de otro, su padre. Es importante, tener presente que para
Kierkegaard, el pecado es hereditario. El de Adán no es el primer pecado que vale para todos.
El pecado vuelve al mundo con cada generación. En su propia historia también se trata de un
pecado personal, probablemente haber echado una cana al aire con una prostituta mientras
estaba ebrio y que desde entonces tenga miedo de ser el padre de un hijo ilegitimo.
Es lo que describe el héroe de Una posibilidad: una visita en “uno de estos lugares en donde,
curiosamente, se paga para el envilecimiento de una mujer. El mismo no recuerda lo que paso
esa noche”. Es solo después en el après-coup de una reelaboración “que un recuerdo lo hizo
de nuevo tomar conciencia de un evento que había sido totalmente olvidado”.
Al igual que el personaje de Esquisses, incluido en el diario de los años 1834- 1846, “el hecho
de haber sido tal vez padre, que en algún sitio en el mundo una criatura le debía la vida, lo
torturaba día y noche”. Le pidió al rey de redactar la tesis que él preparaba en su “lengua
materna” en lugar de latín como se solía hacer entonces, - a pesar de estar perfectamente
familiarizado con el latín, el griego y la lengua hebraica y ser gran lector de la Biblia en sus tres
versiones-. Esta última fue aceptada por la universidad de Copenhague el 16 de Julio y el 11 de
agosto de 1841, Kierkegaard retornó a su novia el anillo que ella le había dado. Odium
professionis, podríamos decir.
Es entonces que escribió su “¿Culpable? - ¿No culpable? o Un martirilogio, experiencia
psicológica, publicada bajo el seudónimo de Fater Taciturnus, alternativa que hace referencia a
la del culpable melancólico y al inocente paranoico: “En Oriente, enviar una tirita de seda

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significa la muerte para el destinatario, enviar un anillo será sin lugar a dudas la muerte para el
que lo manda”.
Sin embargo, el joven espera un terremoto que lo capacitaría para ser esposo: “Hago
todo lo que puedo para aprender a ser esposo, acá estoy mutilándome…”. Esta formulación
remite a una forma extraña de castración, el sujeto mismo es el castrador. Forma rara de
“coupabilité”.
En su seminario Aún Lacan emplea la misma frase con la idea de “castrar-se”. Coincidencia o
el signo de una lectura atenta de su parte aunque no mencionada?. Lacan muestra la renuncia
a Regina como lo que permite el acceso a Dios: “En otros términos, que Kierkegaard descubra
la existencia en una pequeña aventura de seductor no es fruto del azar. Piensa acceder a ella
castrando-se, renunciando al amor.”

El amor cristiano

La melancolía de amor de Sören se conforma según la tradición del amor cristiano.


Lacan mismo declara en Les non dupes errent que Vida y reino del amor, es el paradigma de
todo eso.
Adorno brinda un comentario muy claro sobre la doctrina kierkegaardiana del amor. Emergente
del mandamiento cristiano, hay ausencia de toda predilección y el objeto de amor se vuelve,
por así decirlo, indiferente. El filósofo se pone del lado de la crítica freudiana retomándola. Ese
amor no elegido es guiado en el fondo por los desplazamientos del credo quia absurdum
augustiniano hacia el amo quia absurdum. Cometiendo una injusticia hacia su objeto.
“Esa dialéctica del amor lleva a la ausencia de amor. Exige del amor que actúe para con todos
los hombres como si fuesen muertos”. Nada más verídico, y la melancolía de la que quiso
como lector un paranecroi fue siguiendo seguramente el sendero de la promoción de un amor
“como muerto”. Estamos en presencia de una de las formas que puede tomar el amor muerto
del psicótico. Partiendo de la distinción que nos dejo el abate Rousselot entre amor físico y
amor extático, es que Lacan se acerca a esa idea.
“¿Qué distingue un psicótico de uno que no lo es? Es que para el psicótico, el amor lo anula
como sujeto en tanto admite una heterogeneidad radical del Otro. Pero se trata de un amor
muerto”.
Mucho más tarde, frente al público estudiantil de la universidad de Yale, Lacan insistirá
afirmando: “Es obvio que yo estudié medicina porque tenía la sospecha de que las relaciones
entre hombre y mujer jugaban un papel determinante en la sintomatología de los seres
humanos. Progresivamente esto me guió hacia los que no lograron esta relación amorosa o
sea los psicóticos, puesto que podemos decir que la psicosis es una suerte de fracaso.”
Nada más compatible con el amor muerto que el amor cristiano, aquello que detecto en muy
bien Adorno, nuestro amigo tan crítico.
Cercano a Adorno, Lacan en su crítica del amor cristiano, sitúa tres posiciones con la ayuda de
su tópica de lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario, a saber: el amor cristiano, el amor cortés y el

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masoquismo. En el amor cristiano, lo Simbólico como amor divino hace de mediador entre lo
Real, o sea la muerte y lo Imaginario, el cuerpo: “Lo Simbólico, en cuanto amor divino –bien le
queda- esta bajo la forma del mandamiento que pone en el pináculo “el ser y el amor” o sea el
amor del ser como amor divino. Se trata del nervio de la religión en tanto que dicta el amor
divino. Aquí se realiza el vaciamiento del amor sexual y que se instaura en el cuerpo una suerte
de levitación, de insensibilización.”
El viatore del amor más paradigmático es el jinete, con quién se comparaba, que toda su vida
lleva puesto los colores de una dama sin haber jamás experimentado con ella la mínima
satisfacción genésica. La posteridad le habrá dado “El honor que la Edad Media da a los
adeptos de la filosofía escolástica: ser enterrado como un caballero”. Esta misma posteridad
que lo designo como el caballero de la … subjetividad. Sin embargo, numerosas acotaciones
hacen pensar que Kierkegaard había percibido la relación entre posición fálica y sentimiento de
vida, o sea la función fálica en el narcisismo y su ausencia, el sentimiento de vacío, que Lacan
escribe Fo: “Ideas y sueños diurnos tienen para mi una erótica impotencia del castrado, en
vano busco algo que me pueda servir de motor”.
En estos momentos, aún la búsqueda de ayuda en la escritura o en el pensamiento fracasa: “ni
siquiera el idioma substantivo del medioevo tiene el poder de quitar el vacío que me rodea”.
Según el Lacan de los Non dupes, el desplazamiento del amor cristiano en el lugar del deseo,
tiene como causa un dicho de Cristo: “Sean como el lirio de los campos. No teje ni hila” Ese
texto es el tema de un sermón no muy conocido de Kierkegaard, al igual que todas sus
mayores obras. “Ese dicho es desconocimiento sobre el cual se agrega, proponiéndolo como
modelo, la denegación del inconsciente. Sin ese saber que teje e hila no hay situación justa del
amor, ese dicho se desvanece como medio de lo Imaginario”.
Denegación del inconsciente no es repudio del inconsciente, pero la afinidad entre ambos se
siente. Al igual que se siente como la melancolía de amor produjo el paradigma del amor
cristiano.
Siempre siguiendo la misma idea, Lacan considera que si el amor cortes ha sido desplazado
por el amor cristiano, es que el deseo fue expulsado a otro sitio, allí donde lo Real es el
mediúm entre lo Simbólico y lo Imaginario. Siempre y cuando ese Real es la muerte en el
masoquismo. Volvemos a encontrarnos con aquél que quiso ser nombrado “el martirio de la
risa” en todo Copenhague, y la relación entre melancolía y masoquismo.

El masoquismo luterano

Tenemos que recordar el contexto de la Reforma y del pietismo en la infancia del melancólico
cristiano Kierkegaard-Christensen.
Walter Benjamin hizo hincapié en que los grandes autores dramáticos de la época barroca eran
luteranos. El luteranismo “instauró en el pueblo un sentido riguroso de la obediencia mientras
que en los grandes instauró la melancolía.”

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Hay que recordar que por lo menos hasta el siglo XIX la Escandinavia fue una provincia
alemana. Así Dinamarca fue una tierra natural de expansión del movimiento protestante
originario de Alemania. Se rompieron los lazos que unían los siete obispados de Dinamarca al
trono pontificio. A tal punto que fue creado ipso facto una iglesia nacional danesa sin siquiera
una declaración oficial.
El rey hizo de ella una iglesia nacional, reformada y luterana cuyo jefe era él mismo. El bajo y
alto clero fueron funcionarios. El cargo de pastor fue entonces remunerado por el Estado. Esto
es lo que fue el objeto de la violenta polémica de Kierkegaard en contra de la iglesia que lo
mantuvo ocupado al final de su vida después de la partida de Regina el 17 de marzo de 1855
cuando el marido de ésta fue nombrado gobernador de las Antillas Danesas. Esta se marchó
pero dejó a su antiguo novio un último mensaje: “Que Dios te bendiga- espero que todo te vaya
bien.” Sin embargo Kierkegaard falleció poco después, el 2 de octubre de 1855 durante la
época de la polémica contra los pastores: El Instante. Este es el lado no culpable, inocente y
juez del que quería que su diario fuese un día publicado. Lo que hizo la editorial alemana bajo
el titulo siguiente: El libro del juez. Dejaremos una versión de la obra que deja ver una
escapada hacia la paranoia, que los psiquiatras escandinavos habían notado.
Lo que interesa es el final de la suplencia que fue la melancolía amorosa y tal vez el abandono
de ésta que dio lugar a Dios. Según Lacan es una de las posibles lecturas de aquello que une
la aventura del seductor y la promoción del Dios de la Existencia.
“En otros términos, no es azaroso que Kierkegaard descubra la existencia en una pequeña
aventura de seductor. Piensa acceder a ella castrándose, renunciando al amor. Pero por qué
no pensar que tal vez Regina también existía. Ese deseo de un bien al segundo grado, un bien
cuya causa no es a, tal vez fue Regina quién lo acercó a esta dimensión.”
El Dios de la existencia fue el Dios de la crucifixión. Martin Lutero (1483-1546) cuestionó los
votos, las prácticas devotas, las “indulgencias” (la posibilidad de pagar la cancelación de las
condenas temporales resultantes de pecados), los sacramentos y en general, todo lo que podía
hacerle pensar al hombre que podía asegurarse sólo su salvación, disminuyendo entonces el
sentido del Cristo sacrificado en la cruz, elemento principal y único de la salvación. El principio
de la Sola Scriptura obligaba a que la única fuente normativa de la fe y de la doctrina sean las
Escrituras.
Son esas tesis que Kierkegaard expone en toda su obra: fe, sacrificio, Escrituras. Como
también Crisis, Situación y Elección, pero no en general, sino individualmente es decir ante
Dios…
La piedad emergente del luteranismo pone en primer plano la experiencia religiosa personal
como la reforma interna. Kierkegaard va en contra de una Iglesia cada vez más burocrática y
de una secularisación de la práctica religiosa. Mientras, los pietistas llaman a un cristianismo
más ferviente (pietas) y más austero. Se pone el acento sobre un contacto directo con Dios tal
como lo será la idea de “un vínculo transparente con lo Absoluto”. El acento está puesto sobre
el pecado original cuya pregunta es la del Concepto de la Angustia y el tema de la Caída, el
pecado original no se puede entender fuera de ese concepto. Lacan anuncia que la historia de

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Cristo –Cristo crucificado- es una “primera tentativa hecha por un hombre encarnado que llevó
las cosas hasta el límite de la angustia para quién ha instaurado el sacrificio, o sea, el padre.”
Según Lacan, es una pasión en la cual uno se ha hecho el alma de Dios, alma como Dios
siendo, como yo ya lo he dicho, la opulenta Ding. “Es para situar el lugar del alma en ese nivel
residual a, o sea de objeto caído, que no hay concepción actual del alma …, si no es
acompañada de la imagen de la caída.” La Caída, la del hombre del génesis cuando descubre
el árbol de la sabiduría como la del pecado original, ambos grandes temas para Kierkegaard,
se interpretan gracias a a, como el objeto caído y gracias a un corte.
Lacan dice entonces: “Todo lo que Kierkegaard articula no es sino en referencia a éstas
referencias estructurales”. La caída del objeto se lee entonces en la melancolía religiosa como
en la melancolía amorosa, pero el autor vivió esto sin metáforas. Si fue objeto caído, fue real-
isado.

La melancolía de padre a hijo


Donde es la herencia de su padre, es su pecado.
“El padre, el Nombre-del-padre sostiene la estructura del deseo con la de la ley - pero la
herencia del padre es su pecado como nos dice Kierkegaard”. Es importante que volvamos a
la biografía.
El abuelo del filósofo se llamaba Christensen, es decir hijo de Cristo. Fue solamente desde el
momento que vino a trabajar como aparcero en tierras del vecindario que cambió su nombre y
se llamó Kierkegaard. Ese apellido tiene como modelo la palabra inglesa Churchyard. El gaard
es el jardín que rodea la iglesia Kierke. Lo que viene a ser comúnmente el cementerio, necrón.
Si lo pongo en evidencia es porque la palabra necrón es hermana de la palabra necrós
(muerte), desde ahí sale la palabra pananecrois que en danés es Kierkegaard. Son dos
patronimos, dos destinos, uno le viene bien al reformador cristiano para quien el sacrificio es su
misión, el otro irónicamente se adapta muy bien al melancólico.
Una nota de 1838 relata el famoso “terremoto” que fue la toma de conciencia no tanto de un
auto-reproche como la de una culpa del padre que toda su vida debería limpiar. La vida de
Kierkegaard consistiría en salvar al padre en un sacrificio crístico o por lo menos pagar por él.
“Fue entonces que sentí el terremoto, el terrible derrumbe que me imponía una nueva ley que
interpretaría de forma infalible todos los fenómenos. Ahí entendí que la edad mucho mayor de
mi padre no era una bendición divina sino al contrario una maldición…vi entonces mi padre
como un infeliz que viviría más que nosotros, tal la cruz en la tumba de todas sus esperanzas.
Toda la familia debía llevar el peso de una culpa, el castigo de Dios debía estar sobre ella. La
familia desaparecería, arrastrada por el todopoderoso Dios, sería borrada como un esbozo
fallido, y solo en raras ocasiones encontraba alivio pensando que mi padre tenía el gran cargo
de ayudarnos a encontrar la paz gracias a los consuelos ofrecidos por la religión; de darnos a
todos una puerta de salida, de forma tal que pudiéramos crecer en un mundo mejor. Aunque el
precio a pagar fuese perderlo todo en este mundo o que nos toque sufrir la pena que los judíos

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¿Culpable?- ¿No culpable? – F. Gorog

desean a sus enemigos: la total desaparición de toda prueba de nuestra existencia, hasta
las huellas que permitirían volver a encontrarnos.”
Su padre, Micael, cuidaba las ovejas en el Jutland. Un día que se encontraba desesperado en
las landas sufriendo de la soledad, del frío y del hambre, se subió a una roca y maldijo al Dios
que permitía que uno de sus hijos esté en ese sitio sin ofrecerle una divina ayuda. Según el
biógrafo danés Johannes Hohlenberg –traducido por Tisseau- Micael hubiera visto, en una
oportunidad de vivir en Copenhague en la casa de un tío, que entre nueve hermanos y
hermanas, solo a él le fue otorgada una respuesta de Dios a su desgracia. Respuesta paradojal
que parecía favorecer el blasfemador.
Siendo afortunado en sus negocios de telas seguía con el temor a una maldición divina y se
convenció de que si él no era castigado mientras vivía, sus hijos tendrían que pagar su culpa
eternamente. Jubilado a los cuarenta apenas cumplidos, pasó el resto de su existencia
estudiando solamente cuestiones filosóficas y religiosas. Su primer esposa falleció después de
dos años de matrimonio sin hijos. Se casó con una doncella de su pueblo nativo el 26 de abril
1797 quien era la empleada doméstica antes de la muerte de su primer mujer. Un primer hijo
nació el 7 de septiembre. Solo habían transcurrido ocho meces desde que era viudo. Soren fue
el séptimo y último hijo de ese segundo matrimonio. Su padre tenía cincuenta y siete años
cuando lo vio nacer. Cuando murió el padre, ya cinco de sus hijos habían fallecido.
Los paseos que Soren hizo con su padre fueron los célebres paseos en cuarto cerrado. Bajo el
seudónimo de Johannes Climacus, que se parece a él como un gemelo, el joven estudiante
enamorado hasta la pasión del pensar y de la razón que veía en la lógica una scala paradisi,
describe estos paseos en los omnibus dubitandum, una novela de los años 1842-1843: “A
Johannes le parecía que en el curso de la conversación el mundo emergía de la nada, que su
padre era Dios y que él mismo era su elegido, autorizado para producir sus propias ideas
disparatadas, dictadas por su fantasía; pues nunca era rechazado, no molestaba jamás a su
padre; todo se desarrollaba siempre con su beneplácito”. Ese viejito, padre de Soren,
encerrado con un hijo al cual él había brindado gran dedicación, era un padre particularmente
desprovisto de autoridad y postura fálica. El hijo escuchaba a su padre decir a los visitantes
que se consideraba inútil que no sabía hacer nada y que sólo esperaba encontrar algún lugar
en un establecimiento de caridad, todo esto dicho seriamente y sin ironía: “No eran frases
dichas al azar, puesto que su autor podía demostrar de inmediato que comparado a él, el más
insignificante de los hombres era un genio. De nada servía tratar de convencerlo de lo contrario
puesto que su irresistible dialéctica desarmaba los argumentos más simples y obligaba a
aceptar sus ideas como si no existieran otras”.
La certeza paterna era inagotable y su poder dialéctico no tenía otra finalidad que la de
describirse a sí mismo como una basura. Si bien no fue capaz de transmitir la alegría fálica que
no tenía, pudo en cambio transmitir lo que tenía de sobra: el pecado. El hijo llegó a sospechar
una falta en la vida de su padre. Una carta de 1844 lo demuestra: “El padre es un hombre
considerado piadoso y austero salvo en una ocasión en donde en estado de ebriedad dejó
escapar unas palabras que despertaron las más terribles sospechas”.

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El intermedio titulado El sueño de Salomón remite a la culpa del padre. “Durante la noche se
despierta escuchando un ruido proveniente del lugar donde su padre dormía... escucha el grito
desesperado del alma del pecador arrepentido”. Se transmitió la falta. “Lo que nos enseñan Las
Escrituras es que Dios hace recaer la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y
cuarta generación, la vida lo declara en voz alta”. La consecuencia del pecado hereditario es la
angustia:¿De qué naturaleza fue la falta del padre de aquel que elevó la angustia a la categoría
de concepto? Una respuesta se encuentra sin duda en “la espantosa impresión que tuve la
primera vez que supe que se leía en las cartas de indulgencia que estas reparaban todos los
pecados: Etiam si matrem virginem violasset?”
Se sospechó la violación de su madre aun virgen por su padre. Sin duda el embarazo fue una
de las razones por la cual se precipitó la ceremonia del segundo matrimonio. En el diario el
segundo matrimonio fue equiparado a una “forma decente del adulterio” por aquél qué como
Joyce, había sido monógamo. El tema insiste hasta declarar al padre capaz de violar la
empleada doméstica, “libertino debilitado, viejo con escasa fuerza sensual, la verdad es que no
pueden retener la fiebre del coito”. Se encuentra aquí la falta y su castigo: la desesperanza
silenciosa fue el peso que les toco tanto al hijo como al padre.
“Algunas raras veces, mirando su hijo y viéndolo preocupado, el padre se paraba delante de él
y le decía: “Pobre hijo mío, siempre con esa desesperanza silenciosa” Pero por desgracia
nunca le preguntaba más sobre el tema ¡Como podría haberlo hecho? Puesto que él mismo
nunca salía de esa silenciosa desesperanza. Fuera de estos momentos, nunca hubo
intercambio de palabras sobre esto. Pero padre e hijo fueron sin lugar a dudas los dos hombres
más melancólicos que se hayan visto.”
Como se supone ese padre no podía ser normativo. Pero se trata de una forclusión en
vivo y no una elección del sujeto. Por lo menos se puede decir que si hubo efectivamente
violación es como una forma de “adquisición” violenta y que nunca fue pedida la aceptación.
¿En estas circunstancias se podría decir que se adquirió la madre transformada en causa del
deseo? De ninguna manera. Y es más allá de la melancolía-síntoma que se plantea el
problema del padre de Kierkegaard. Parece que le faltase el síntoma de la pere-versión paterna
(pere = padre en francés), que Lacan define en el pasaje que antecede la referencia precisa
sobre el problemático lugar del padre del escritor a su hijo: “Poco interesa que haya síntomas si
él le agrega el de la pere-versión paterna, o sea que la causa sea una mujer adquirida para
darle hijos”. Hubo falta paterna, pero bajo una forma donde no hay falta en sí, de hecho es una
falta forcluida que le permitió sin embargo, al “más ágil indagador de almas” antes que Freud, el
distinguir su Repetición, Gjentagelsen (retoma) de la reminiscencia, y ser así un precursor de
Freud, por lo cual Lacan le otorgaría repetidos homenajes.
“Piensen en la valorización de la repetición como algo más fundamental en la
experiencia que de resolver la tesis-antítesis-síntesis sobre la cual un tal Hegel rehacía la
historia. La pieza maestra de esta función es el goce. Los vínculos vividos por Kirkegaard
remiten a un nudo jamás confesado, que es el que une el padre a su culpa. No se trata de

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su propia experiencia sino de la experiencia de aquel que vino a ocupar el lugar del padre. Ese
lugar del padre deviene por ende problemático...”
Antes que el Freud de Tótem y Tabú, el filósofo pone el imperativo kantiano en las palabras de
Johannes el seductor. “Ese que a los veinte años no comprende que existe un imperativo
categórico que dice: “ goza! es un tonto”.
Kierkegaard muestra ser un precursor de Lacan en el Seminario “Aun” y de su superyó como
siendo el imperativo del goce -Goza!-. Como melancólico conoce un tramo sobre el superyó.
Es cierto que Kierkegaard nos dice que la herencia del padre es su pecado, pero el pecado le
es devuelto bajo la forma de un retorno en lo Real. En 1975 Lacan lo resalta y ubica el
fenómeno en relación al padre problemático. Por ende el lugar del padre deviene para el hijo,
improbable. Incluso en cuanto a la posteridad, T.W. Adorno puede escribir en “Una ves más
Kierkegaard”, que este fue según sus propias palabras, “el que no tiene ni delantero, ni
discípulo”.

Melancolía

El lenguaje de Charles d´Orléans quien escribía los “Rondeaux de mérencolie”, hubiese


favorecido a Karl Abraham para quien... “la vida psíquica del melancólico hace rodeos
alrededor de la madre.” Soren sufrió los primeros episodios melancólicos después de la muerte
de su madre en Julio de 1834. No aparece ninguna anotación sobre ella en toda la obra ni en el
paratexto. Brilla por su ausencia y solo se puede sentir su presencia en las muestras de
simpatía por las sirvientas, por Magdalena la pecadora, la sirvienta de Cristo.
Lund, que fue el nombre de soltera de su madre, Ana Sorensdatter Lund significa bosque,
pequeño bosque. ¿Sería necesario recordar que el autor cuando estaba melancólico solo podía
pasear en auto e ir a perderse en el bosque, en las mismas praderas donde tiene lugar el
banquete de in vinos veritas durante el cual los hombres reunidos hablan de las mujeres y del
amor?. ¡Que cosa más común para un melancólico este gusto por pasear por los bosques!. Lo
que es cierto es que su madre le ha dado a su hijo el nombre de su propio padre, Soren Jensen
Lund. De lo cual se deduce que ocupa para ella una posición particular: ¿El nombre no es
acaso la marca del deseo del Otro?
Un texto, La lectura en vos alta -Peliandro-, puede sugerir una evocación acusatoria de un
vínculo con ella. Se trata de una defensa de Peliandro, el tirano de Corinto, del cual Fenélon el
autor “un poco estrecho de espíritu”, escribió que él estaba muy sorprendido que los griegos
hubiesen podido tener semejante loco: “Este hombre, que por sus actos, reduce a nada su
propia sabiduría” entre los sabios, este tirano prohibió la esclavitud, tuvo el proyecto de cavar el
istmo de Corinto y favorecer el comercio y las artes. Sin embargo, fue transformado en
monstruo, sabio y tirano. De celos mato a su esposa Melissa. Su hijo se transformó en su peor
enemigo y él decidió matarse, pero por una estratagema se hizo matar por dos jóvenes, perdón
que él ordeno. Para Kierkegaard, una sola razón: “Se dice que él ha tenido una relación
culpable con su madre Cratia”. Su solo refugio fue una tumba vacía en la cual él no

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descansaba. ¿He aquí la tesis del texto de culpable-no culpable? Más preciso aún, Kierkegaard
escribe: “Nosotros no vamos a decidir si la causa de su locura fue un rumor
relacionado a la relación culposa con su madre, rumor que lo hiere puesto que entonces se
supo que él había hecho eso de lo cual no se hablaba...”
Siguen otras razones posibles de su “transformación”; una de ellas es que él fue víctima del
rumor sobre el pecado que había callado. ¿Hace falta pensar que la razón de este destino lo
afecta? Kierkegaard, sabio, filósofo, sintió su conducta juzgada por sus contemporáneos como
“egoísta, orgullosa, maníaca, loca”; justo él se había “voluntariamente expuesto a la
incomprensión” y había reclamado por los ataques sufridos de la revista satírica, el Corsario, él
que -en fin- insistió sobre su silencio? ¿Y si la defensa de Periandro es solidaria y se trata de
una auto-acusación delirante? Señalaría como, en la melancolía, la forclusión desenreda la
relación a la Cosa -si conjuntamente con Francoise Balmés-, nosotros admitimos que “la Cosa,
das Ding, es el nombre metapsicológico o estructural de la madre como objeto radicalmente
perdido que decide sobre toda la economía de la representación significante.”
En todos sus escritos, Kierkegaard se queja de “la espina en la carne” -según la expresión del
Epitro a los corintios de Paulo- que es su melancolía: “Oh dureza de mi vida, cuantas veces no
lo dije yo mismo: al igual que la princesa de Las miles y unas noches, he salvado mi vida
contando, es decir escribiendo. Escribir fue mi vida”.

París, septiembre de 2001

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