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La multiplicidad

por Nicolás Magaril

El último texto que trabajó Italo Calvino probablemente sea su línea, la del saber espantado de sí mismo, que llega a su punto
conferencia sobre la multiplicidad en la novela moderna. Se máximo, tal vez, en Bouvard y Pécuchet y en De la utilidad y perjui-
remonta allí hasta Ovidio y Lucrecio para localizar el origen de esa cios de los estudios históricos para la vida, los dos de 1873 más o
modalidad de escritura y conocimiento. Se podría sugerir, a medio menos. En este sentido, no parece viable una lectura meramente
camino, una epistemología y una estilística similar en Montaigne. barthesiana, a lo Reda Bensmaïa: Montaigne es un vecino honra-
Hay una idea recurrente a lo largo de los Ensayos: dondequiera do que escribe generalmente en términos de un mejoramiento
que veamos no veremos dos elementos idénticos, la más universal humano y para quien el bien más preciado es vivir debidamente,
cualidad de todo es la diversidad. Con esa especie de oxímoron ter- es decir, conforme la escuela de natura. La multiplicidad fue su
mina el Segundo Libro, consignando también las concomitancias, modo de entender eso. “La ciencia” entorpece ese aprendizaje.
el inventario heterotópico de un discurso hasta entonces insólito; Cualquier episodio del quehacer lo solicita un instante o un rato
y cada tanto salta en su conciencia la rareza de lo que está hacien- largo, cualquier tratamiento es adecuable: la persecución idiomáti-
do: si no me salvan, señora, escribe a la señora de Etissac, la singu- ca de una red de relaciones empieza participando de la calidad de
laridad y novedad que suelen dar valor a las cosas, jamás saldré con la cosa perseguida y acaba habilitando el hallazgo. Cada fracción
honor de esta tonta empresa en que me he metido. La extravagancia de lo posible reclama una consideración inmediata desplazada por
no pareciera ser él mismo la materia de su libro, otros lo habían otra en un deslizamiento concatenado: no hay tema tan fútil que no
sido, sino el procedimiento seguido para serlo. Proyectándose y merezca ser puesto en este revoltijo de cosas. La secuenciación no
subdividiéndose, sin que esa combinatoria lo aleje del self del que supone prioridad: es “aleatoria”. Los Ensayos, escribió Emerson,
habla Calvino: Este vasto mundo, que además se multiplica en espe- are an entertaining soliloquy on every random topic that comes into
cies y géneros, es el espejo en que hemos de mirarnos para conocernos his head. Él mismo, su proverbial buena fe, es el principio orgáni-
bien. Grecia, Roma, el vecindario y su discreto desempeño en la co de tanta versatilidad. Su curiosidad se propaga al margen de
cosa pública proporcionaban material suficiente para el escrutinio: toda jerarquización cognoscitiva: tan voluntariamente cito a un
todos los objetos, todas las conductas, loables y aberrantes. El amigo mío como a Macrobio. Después de Foucault, se diría que tal
esbozo de cualquier evento le permitía recrear el resto. La cita es revoltijo inaugura “la multiplicidad de las discontinuidades”, las
su acicate. La buena tolerancia estructural de los Ensayos deriva “series de series”. En cualquier página, entre un punto no necesa-
necesariamente de cierta propiedad inalienable de lo existente: lo riamente aparte y una mayúscula cabe otra seguidilla divergente o
múltiple es instrumento de la inquietud y su objeto, y la cohesión convergente de pasajes afines por yuxtaposición –irrupciones e
descansa en la voluntad mantenida de tentar sintácticamente la interrupciones que no afectan el curso favorable de la conversa-
proliferación de lo que hay. Su criterio es la credibilidad que se ha ción en pie.
fabricado para remitir el desconcierto de los contemporáneos. Un Su profundidad se acumula en la superficie. Su eficacia, debili-
ejemplo entre mil: perfectamente un ensayo, como el titulado “De tada en las antologías, se exhibe en virtud de una creciente ramifi-
los ojos”, puede comenzar comentando la reforma del calendario cación exponencial. Cuando el total de una suma es incontrolable
francés, divagar un poco y de repente esto: venga a cuento o no, diré no incide la cantidad, sino la calidad de las partes, su articulación
que en Italia se cree que no ha conocido a Venus en su perfecta dulzu- como sinécdoque de lo que las desborda. Aquello que dice
ra quien no ha gozado de una renga. E ilustra puntualmente por Calvino sobre la potencialidad inagotable de la poética de Gadda,
qué. Una parte del efecto de los Ensayos está en el juego descentra- lo dice Ezequiel Martínez Estrada de nuestro autor: indefinida-
do entre lo que razonablemente se puede esperar del título, la bús- mente habría podido seguir extrayendo de sí su universo entero. En
queda instintiva de algo que lo justifique, siempre ligeramente este sentido, sorprende la mutua resonancia, sobre tantas disonan-
corrida, y lo que se va encontrando al paso. cias, entre Montaigne y Whitman. Ambos son la fuente de un libro
Si la obsesión geométrica de Pascal había sido la esfera, la de humildemente versado en sus respectivos “universos enteros”. El
Montaigne hubiese sido el puzzle. Movidos por una intuición primero dirá que se “estudia” y el segundo que se “canta”, pero
gemela, miraron alternativamente suministros complementarios: ambos literalmente se consustancian con lo que han escrito: tanto
el gran teatro del universo y la escena de los hechos; el silencio he hecho yo a mi libro como mi libro me ha hecho a mí, escribió
eterno de los espacios infinitos y el ruido histórico de los inciden- Montaigne, y Whitman, en el último poema: … this is no book, /
tes mundanos. La descarga, en ambos, fue una masa extensible de Who touches this touches a man. Los dos, casualmente, se consagran
fragmentos. Pascal creía que la imaginación siempre se cansará a la tarea promediando los treinta. Los dos confirmaron lo que
antes de concebir la naturaleza que ésta de incrementar los datos todo aquel que se extralimita en su introspección: que mientras
que permiten pensarla. Montaigne parece menos aterrado que más se conocieron menos se entendían, y supieron, además, la
intrigado por los subproductos de esa desproporción. contradicción que sobrelleva el individuo de semejante empresa,
A su vez el hombre exasperó el número de su experiencia una cuyos términos no sean dos: Let one thing contradict another!
sobreimprimiéndole otra que virtualmente se sobreimprime sin And let one line of my poems contradict another! Menos imperativo
fin: hay más trabajo en interpretar las interpretaciones que las cosas. pero escéptico, dirá Montaigne: en mí se hallan, por turno, todas las
El mundo de la acción reduplicado a la enésima en el mundo del contradicciones.
saber, configurado y asfixiado por él. Montaigne abre aquí una
LA RANA 03

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