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Informe Nº 5

Historia Económica:
Desarrollo de la disciplina y particularidades en la producción de conocimiento histórico

Camila Silva Salinas

Este informe es una revisión de algunas de las discusiones más relevantes en la


historiografía económica del último medio siglo. Tal como ha señalado Donald McCloskey, la
relación entre Economía e Historia está en el origen mismo de la disciplina, como puede reconocerse
en los trabajos de los economistas clásicos como Adam Smith, David Ricardo y Carlos Marx1. Sin
embargo, a lo largo del siglo XIX tendieron a separarse, ya fuese por el acercamiento de la Economía
a las Ciencias Exactas, o de la Historia a las Ciencias Sociales2. La década de 1940 fue el momento
en que los historiadores revitalizaron su interés por la economía, surgiendo la escuela de Historia
Económica y Social, al mismo tiempo que desde la economía se fortaleció el interés por el pasado
como una dimensión relevante, lo que dio lugar al surgimiento, en el campo intelectual
norteamericano, de la cliometría. Como destaca Avner Greir, en tanto “movimiento intelectual” la
cliometría buscó “mejorar el estudio de economías del pasado, sometiéndola al rigor de la teoría
económica y al análisis cuantitativo, mientras utilizaba la riqueza de la historia para evaluar y
estimular la teoría económica y para mejorar nuestra comprensión de los procesos económicos de
largo plazo”3. Para el autor el aporte de esta corriente es “inconmesurable”, aunque reconoce que
“este enfoque también ha constreñido el tipo de historia que estaban dispuestos a escribir”4, al
desarrollar investigaciones desde un “enfoque a-histórico que deduciblemente asumía que las mismas
preferencias, tecnologías y la misma dotación conducen a una única salida económica en todos los
episodios económicos” 5. Sin embargo, los cambios en la teoría económica hicieron que tanto la macro
como la microeconomía pusieran en duda los modelos de aplicación universal. Por ejemplo, Greif
destaca la influencia de la teoría del juego y la economía de la información, que llevaron a los
economistas a reconocer “que las salidas económicas son muy sensibles a los detalles de cada
situación”6, del mismo modo que no existen “ningún agente-representativo particular, ni modelo de
elección racional capaz de captar las idiosincráticas complejidades económicas, políticas y sociales o
cada proceso de desarrollo económico y transición”7.

Para el historiador Josep Fontana, el problema de la cliometría es que implicó un


“sacrificio” en materia de identidad intelectual:

“los cliómetras, que definían su disciplina como ‘una forma de teoría neoclásica aplicada’,
adoptaron el cuerpo teórico de ésta como base esencial de su trabajo y generalizaron el uso de
métodos econométricos, lo que les permitió permanecer en los departamentos de Economía, de
donde habían sido expulsados los cultivadores de la historia del pensamiento económico. El
resultado sería que los economistas aceptasen la historia económica como ‘una parte integral de la
disciplina’. A cambio, está claro, de que ésta renunciase a su identidad y de que sus cultivadores se
convirtieran en simples ilustradores de una teoría que otros elaboraban, lo que ha acabado
reduciéndolos a miembros marginales y prescindibles de estos departamentos”8

1
Donald McCloskey, “Does the past have useful economics?”, Journal of Economic Literature, Vol. 14, Nº 2, Jun. 1976.
2
Dosse, François. La Historia: Conceptos y Escrituras
3 Avner Greif. “Cliometrics after 40 years”, American Economic Asociation, Vol. 87, Nº 2, May 1997, p. 400.
4 Avner Greif. “Cliometrics after 40 years”… p. 400.
5 Avner Greif. “Cliometrics after 40 years”… p. 400.
6 Avner Greif. “Cliometrics after 40 years”… p. 401.
7 Avner Greif. “Cliometrics after 40 years”… p. 401-402.
8 Josep Fontana, La historia de los hombres: el siglo XX. Barcelona: Editorial Crítica, 2002, pp. 47-48.
La crisis de identidad de los historiadores económicos a la que se refiere Fontana ha sido
abordada por varios historiadores económicos, que han intentado problematizar la relación
establecida entre ambas disciplinas. Ya en 1976, Donald McCloskey se preguntaba respecto a la
utilidad del pasado para el estudio de la economía, afirmando categóricamente que los economistas
debieran “leer y escribir más Historia”, debido a su relevancia para comprender los procesos
económicos. Para este autor, resulta sorprendente que incluso en las coyunturas intelectuales de 1950
y 1970, cuando los economistas “descubrieron” la relevancia del “crecimiento económico” y de “los
derechos de propiedad, la herencia, la inversión en educación, las clases sociales, la distribución del
ingreso, y otras piezas de la historia en economía”, respectivamente, no hubieran revalorizado el
conocimiento histórico9. Frente a este déficit en la formación y en la práctica de los economistas,
McCloskey crítica a la generación más antigua por no haber “persuadido” a los historiadores más
jóvenes de que la Historia es esencial para la Economía, mientras que los que lo hicieron -los
cliometristas- se “dirigieron sus energías retóricas hacia los no-economistas, principalmente, los
historiadores”10, practicando una suerte de “imperialismo intelectual” que a la larga implicó el
descuido del ámbito doméstico, es decir, de la propia disciplina económica. Este autor reconoce que
una mejor preparación intelectual en Historia permitiría a los Economistas contar con mayor
información para cuestionar sus proposiciones económicas, al mismo tiempo que aportaría nuevos
datos y permitiría un abordaje más complejo de éstos, capaz de incorporar diversas dimensiones. En
sentido inverso, para McClauskey la Economía tiene importantes aportes que realizar a la Historia,
principalmente en el plano teórico.

Una propuesta similar es la desarrollada por Robert Solow en “Economic History and
Economics”, que en 1986 analiza la necesidad de establecer puentes entre ambas disciplinas partiendo
desde un diagnóstico muy crítico: “la teoría económica no aprende nada de la historia económica, y
la historia económica está tan corrompida como enriquecida por la teoría económica”11. De acuerdo
a Josep Fontana, este autor ha sido uno de los principales al trabajo de los cliometristas, pues ha
reconocido que la Economía, como campo de actividad humana, está inscrita en una “red de
instituciones sociales, costumbres, creencias y actitudes”, por lo que no es reducible a modelos
matemáticos”12. De acuerdo a Solow, Economía e Historia debieran estrechar sus lazos, dando
algunas orientaciones respecto a esta posibilidad: los economistas debieran dedicarse a construir
modelos contingentes sobre situaciones particulares para proporcionar “ayuda interpretativa” a los
historiadores, que podrían integrarlos a sus narrativas históricas, reconociendo que “la validez de un
modelo económico depende del contexto social”13; mientras que los historiadores económicos
podrían “ampliar el rango de observación disponible para los teóricos” en la medida que obtuvieran
mayores antecedentes sobre la interacción entre instituciones y comportamiento económico en
diversos tiempos y espacios. En 1986, fente a este debate, McClauskey tomaría una postura más
radical que la esbozada una década antes, proponiendo que que ambas disciplinas son de la misma
naturaleza, o dicho en otros términos: “como la economía y la historia económica tienen los mismos
gustos, tecnología y dotes, no tienen ninguna base para comerciar. Económicamente hablando, son el
mismo país”14. Para desarrollar esta idea, utiliza algunos ejemplos, como el hecho de que incluso la
estadística utiliza la narración como estrategia al hacer simulaciones (“la simulación, la palabra del
ingeniero para contar historias hipotéticas disciplinadas por hechos, es la principal forma de expresión

9 Donald McCloskey, “Does the past have useful economics?”… pp. 435.
10 Donald McCloskey, “Does the past have useful economics?”… p. 438.
11 Robert Solow, “Economic History and Economics”, The American Economic Review, Vol. 75, Nº 2 (May, 1985), p. 328.
12 Robert Solow, “Economic History and Economics”… p. 328.
13 Robert Solow, “Economic History and Economics”… p. 329.
14 Donald McCloskey, “Economics as an Historical Science”, Economic History and the Modern Economist. Oxford and

NY: Blackwell, 1986, p. 64.


del economista”15). De esta manera, el autor concluye que la economía es “una peculiar variante de
la Historia social”16. Es posible reconocer algunas luces de esta crítica en el trabajo de algunos de los
autores estudiados en este informe, que sin asumir esta crítica “radical” han construido enfoques más
complejos para el estudio de los procesos económicos. Mientras una serie de trabajos han relevado el
contexto histórico para explicar los procesos económicos desde un punto de vista comparativo, otro
grupo de trabajos se han enfocado en la interacción de la economía con otras dimensiones, como la
política y la cultura, sin abandonar por ello la pretensión de construir explicaciones aplicables al
mundo en su totalidad.

La emergencia del contexto es reconocible en el trabajo de David Landes “Why are we so rich
and they so poor?” (1990), en el que critica el uso de la teoría sobre crecimiento económico para
explicar los fenómenos locales alrededor del mundo, pese a que el autor no renuncia a la posibilidad
de establecer lecturas de escala mundial. En el trabajo de 1990, antecedente del libro “La riqueza y
la pobreza de las naciones” de 1998, Landes destaca la persistencia de algunas premisas de la
economía neoclásica paradigmáticas en la explicación de las economías del pasado y el presente,
simplificando los análisism posibles. Esto explicaría por qué el paradigma del crecimiento natural
incluso dejó de ser un objeto de investigación y se asumió como un dato, lo que implicó que los
historiadores económicos, desde neoclásicos a marxistas, asumieran algunas de sus premisas de
manera acrítica17. Crítico frente a la interpretación mecánica de los procesos económicos, Landes
propone que “la transición a la modernidad es necesariamente un proceso [que debe ser estudiado]
caso a caso”18. Al parecer, esta orientación fue también asumida por otras investigaciones que
intentaron producir conocimiento respecto a los procesos económicos en contextos específicos, con
el propósito de ir precisando los preceptos de la teoría económica. Un ejemplo de ello es el trabajo de
Steckel y Floud, quienes proponen que los cambios corporales de la población, como la estatura, dan
cuenta de las transformaciones económicas vividas por una sociedad, por lo que podrían ser
complemento para los indicadores convencionales de bienestar19. Compartiendo este enfoque, se
encuentra el trabajo de Broadberry y Gupta, quienes critican algunas afirmaciones de “historiadores
mundiales” respecto a la “gran divergencia” por medio de un estudio comparativo de los salarios y
precios en Europa y Asia entre 1500 y 1800, proponiendo que “las regiones más avanzadas de Asia
en 1800 deben ser vistas en el mismo nivel de desarrollo que las regiones más estancadas de la
periferia europea”, por lo que “la gran divergencia estaba corriendo antes de 1800”20. Para ello,
utilizan como indicadores salariales el precio del grano y de la plata, y lo que significaban en cada
una de estas macroregiones. Este trabajo les permitió concluir que “los historiadores del mundo están
generalizando los hallazgos del debate de la larga duración sobre los niveles de vida en Europa para
abarcar el continente asiático”21. De esta manera, tanto Steckel y Floud como Broadberry y Gupta
asumieron el desafío de construir indicadores que permitieran construir conocimiento contextualizado
para la explicación de la historia económica.

En cuanto a la interacción de la economía con la política y la cultura, se puede reconocer el trabajo


de Acemoglu y Robinson, quienes en “Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la

15 Donald McCloskey, “Economics as an Historical Science”… p. 66


16 Donald McCloskey, “Economics as an Historical Science”… p. 69
17 David S. Landes, “Why are we so rich and they so poor?”, American Economic Asociation, Vol. 80, Nº 2, (May, 1990),

p.2
18 David S. Landes, “Why are we so rich and they so poor?”… p. 12.
19 Richard Steckel y Roderick Floud, “Height and the standard of living”, Health and welfare during industrialization.

Chicago: University of Chicago Press, 1997.


20 Stephan Broadberry & Bishnupriya Gupta, “The early modern great divergence: Wages, prices and economic

development in Europe and Asia, 1500-1800”, The Economic History Review, New Series, Vol. 59, Nº 1 (Feb., 2006), p. 2.
21 Stephan Broadberry & Bishnupriya Gupta, “The early modern great divergence… p. 26.
prosperidad y la pobreza”22, realizan un ejercicio de historia económica comparada desde la
Revolución Neolítica hasta la actualidad, proponiendo la interacción de factores institucionales,
económicos y políticos. Así, en el capíutlo “El punto de inflexión” analizan como el contexto
institucional y los intereses políticos de la monarquía tendieron a retrasar el desarrollo tecnológico,
mientras que el desarrollo de instituciones más proteccionistas de la propiedad privada luego de la
Revolución Gloriosa (1642-1645) sentó las bases para la mecanización de la producción y con ello,
la expansión de la industria23. Por su parte, el economista Gregory Clark propone que la historia
económica mundial es explicable a partir de la riqueza, pues este es factor que “determina de manera
crucial los estilos de vida dentro de las sociedades y entre ellas”24. De esta manera, para explicar el
surgimiento de la Revolución Industrial en Inglaterra, reconoce la importancia de los factores
socioculturales:

“¿Por qué una Revolución Industrial en Inglaterra? […] La respuesta que se propone aquí es que
las ventajas de Inglaterra no eran ni el carbón ni las colonias, ni tampoco la reforma protestante,
ni la Ilustración, sino los accidentes que constituyen la estabilidad institucional y democrática: en
concreto, la extraordinaria estabilidad de Inglaterra al menos desde 1200, el lento crecimiento de
la población inglesa entre 1300 y 1760, y la extraordinaria fecundidad de los ricos y los que
conseguían triunfar económicamente. La incorporación de los valores burgueses a la cultura, y
quizás también a la genética, fueron las razones por las que avanzó más en Inglaterra”25

No obstante, como puede verse a través del capítulo analizado, las afirmaciones realizadas
por este autor no son rigurosas, sino que, reconociendo una diversidad de factores, no realiza una
reflexión cuidadosa respecto al uso de unos y otros, llegando a hacer un uso muy general de
afirmaciones de sentido común26. Aún ampliando su trabajo hacia dimensiones que en otras décadas
no eran siquiera consideradas, como lo institucional, lo político o lo cultural, la historia económica
no logra dar explicación por sí misma a los procesos históricos.

En ese sentido, sería interesante ver cómo ha sido abordada la crítica de Donald McCloskey,
en tanto la pertenencia de la Economía en las Ciencias Sociales no sólo implica reconocer las
características propias de su objeto de estudio, sino también la existencia de discusiones
epistemológicas y metodológicos profundas sobre cómo producir conocimiento histórico. Algo de
esto es observable en el trabajo de Barry Eichengreen, quien ha reconocido que el conocimiento
histórico de la crisis de 1929 tuvo un uso político durante la crisis de 2008/9, en la medida que la
comparación en forma de analogía entre ambas crisis “legitimaba ciertas respuestas al colapso
económico y actividad financiera mientras deslegitimaba otras”27, debido a la amplia vigencia de la
interpretación de Milton Friedman y Ana Schwartz sobre la Gran Depresión, según la cual, la Reserva
Federal de Estados Unidos debía intervenir agresivamente para impedir el colapso de los fondos de
inversión; dando legitimidad a una interpretación que llamaba al Congreso y al Poder Ejecutivo a
responder con “estímulos fiscales”. Esta interpretación, además, deslegitimó las medidas
proteccionistas tendientes a “contener” la demanda, por ejemplo, poniendo aranceles a productos
externos. De esta manera, el autor reconoce señala que “el difundido uso de la analogía de la Gran

22 Daron Acemoglu y James A. Robinson. Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza.
Barcelona: Deusto Ediciones, 2012.
23 Daron Acemoglu y James A. Robinson. Por qué fracasan los países… p. 208.
24 Gregory Clark. “La historia economica mundial en diecisiete páginas” en Adiós a la sopa de pan, hola al sushi: Breve

historia económica mundial. Valencia: Universidad de Valencia, 2014, p. 22.


25 Gregory Clark, “La historia economica mundial en diecisiete páginas”… p. 28.
26 Sólo un ejemplo: “Puede que los conformistas hayan perdido la lucha darwiniana que definió el mundo anterior a 1800.

Puede que los triunfadores de la economía en la era maltusiana hayan progresado por una necesidad de tener más que sus
congéneres para ser felices. El hombre moderno puede no estar diseñado para el conformismo. Los envidiosos han heredado
la Tierra” Gregory Clark, “La historia economica mundial en diecisiete páginas”… p. 35.
27 Barry Eichengreen, “Economic History and Economic Policy”, The Journal of Economic History, Vol. 72, Nº 2, June

2012, p. 209.
Depresión en la crisis reciente nos ha recordado que las narrativas históricas están en disputa”, por lo
que es necesario poner más atención “a la cuestión de cómo esas narrativas se forman”28. El sentido
de la reflexión de Eichengreen permite iluminar algunos de los límites de la historia económica que
he expuesto, y que al no tener su origen en una reflexión interpretativa que podríamos llamar más
laxamente, “humanista”, puede descuidar la implicancia de algunos de los saberes producidos. Por
ejemplo, ¿qué implicancias políticas puede llegar a tener la Historia Antropométrica que vincula
características biológicas con nivel de desarrollo de una sociedad?, ¿qué paradigma del conocimiento
está detrás de la comparación entre economías, como sugiere el trabajo de Broadberry y Gupta, y que
implicancias tiene para el conocimiento producido?, o ¿qué nivel de intercambio establece la historia
económica con otras corrientes de estudio del pasado, como la historia social y política? En este
sentido, no dejó de llamarme la atención que frente al debate respecto a los orígenes de la Revolución
Industrial, los textos que analizados asumieron una posición ensimismada, sin dialogar con
historiadores con otra identidad profesional, más vinculada a la historia política y social: Eric
Hobsbawm realiza la misma pregunta en “En torno a los orígenes de la Revolución Industrial”. De
esta manera, si la historia económica tiene el potencial de dar cuenta de la experiencia de las mayorías,
y si este trabajo está mejor logrado en la medida que aborde aspectos como el contexto local, las
múltiples dimensiones de la vida social o el uso del conocimiento, creo que también debe tener
precauciones epistemológicas particulares, derivadas del riesgo de reducir la experiencia humana a
datos computables.

25 de abril de 2018

Referencias

 Donald McCloskey, “Does the past have useful economics?”, Journal of Economic Literature, Vol. 14, Nº 2 (Jun.
1976, pp. 434-461.

 Robert Solow, “Economic History and Economics”, The American Economic Review, Vol. 75, Nº 2 (May, 1985),
pp. 328-331.

 Donald McCloskey, “Economics as an Historical Science”, Economic History and the Modern Economist. Oxford
and NY: Blackwell, 1986.

 David S. Landes, “Why are we so rich and they so poor?”, American Economic Asociation, Vol. 80, Nº 2, (May,
1990), pp. 1-13.

 Avner Greif. “Cliometrics after 40 years”, American Economic Asociation, Vol. 87, Nº 2, May 1997.

 Richard Steckel & Roderick Floud, “Height and the standard of living”, Health and welfare during
industrialization. Chicago: University of Chicago Press, 1997.

 Josep Fontana, La historia de los hombres: el siglo XX. Barcelona: Editorial Crítica, 2002.

 Stephan Broadberry & Bishnupriya Gupta, “The early modern great divergence: Wages, prices and economic
development in Europe and Asia, 1500-1800”, The Economic History Review, New Series, Vol. 59, Nº 1 (Feb.,
2006), pp. 2-31.

 Barry Eichengreen, “Economic History and Economic Policy”, The Journal of Economic History, Vol. 72, Nº 2,
June 2012

 Daron Acemoglu y James A. Robinson. Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la
pobreza. Barcelona: Deusto Ediciones, 2012.

28
Barry Eichengreen, “Economic History and Economic Policy”… 229.
 Gregory Clark, “La historia economica mundial en diecisiete páginas” en Adiós a la sopa de pan, hola al sushi:
Breve historia económica mundial. Valencia: Universidad de Valencia, 2014.

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