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Comportamiento electoral: Cultura politica y racionalidad en los comicios de 1994 José Antonio Crespo” INTRODUCCION Unode los temas recurrentes en eldebate sobre la democratizacién y el cambio po- Titico en México es et de la cultura politica de los mexicanos, es decir, la percepcién general de la realidad politica que englo- ba informacién, valores, expectativas, cre- encias, ideales, temores y afectos, En este enfoque se parte de que las conductas politicas de los ciudadanos y grupos so- Gales pueden interpretarse a la hus de su aultura politica particular: Los valores, ideales y afectos cleterminan, en este sen- tido, ef comportamiento politico. Para entender éste, se hace estrictamente ne- * Centro de Estudios Politicos. CIDE. cesario conocer con algin detalle el trasfondo cultural en que tenen lugar las distintas acciones estudiadas. En este sentido, una vieja premi- sa sobre la cultura politica de los me- xicanos, es que ésta se caracteriza, entre otras cosas, por ser una cultura de la sumisién, resignacién ante el poder, impotencia, ignorancia y apa- tia, fo cual se traduce en una especie de inmovilismo frente al abuso del poder y a las estructuras politicas au- toritarias que se erigieron como con- secuencia de Ja revolucién de 1910. Esa posicién ha sido utilizada una y otra vez como parte de la explicacién de la larga estabilidad y continuidad 24 José Antonio Crespo del régimen prifsta pues, a diferencia de otros autoritarismos, el mexicano, goza de una ciudadania altamente to- lerante, sumisa y apatica, que por tan- to no se moviliza para derrocar 0 transformar un sistema politico que en principio le perjudica.' En cambio, otros regimenes autoritarios en el mundo han tenido que enfrentar en un momento determinado intensas y extensas movilizaciones de ciudada- nos no dispuestos ya a tolerar aquél orden politico. Por otra parte, la hipdtesis de una cultura politica no democratica ha sido también esgrimida por las au- toridades polfticas de toda Ja historia independiente, como un elemento que permite justificar las vigencia y preservacién de un orden fundamen- talmente autoritario, de modo que, se dice, sino se cuenta ya con una cultura democratica, no es posible instaurar un orden politico democratico. Esta idea se nutre de concepciones politi- cas tales como la de que el pueblo no esté preparado atin para iademocracia, de que la identidad nacional no es compatible con modelos que, como ta democracia, han sido desarrollados en otras latitudes cultu- Una expresin muy reciente de esta postura la ha dado Octavio Paz: “México es un pueblo que se ha distinguido, en su vida pablica, por una pasividad oscilante entre el estoicismo y el nihilismo. La pasividad es la otra cara de ta religiosidad mexicana. La resignacién, una de Tas mas atas virtudes cristianas, en el duro mundo de la politica y enfrentada a nuestra tradici6n auto- ritaria, se transforma en indiferencia y en cinismo apdtico. La pasividad es renuncia a la accién y por ‘es0 mismo renuncia a la libertad”, “Las elecciones de 1994; doble mandato”. Vuela, n 215, Octubre de 1994. rales ¢ idiosincrdsicas, y la de que los jreblos tienen las gobiernos que se mere- cen. Lomismo Agustin de Iturbide que Porfirio Diaz y mas recientemente la élite prifsta, han utilizado este tipo de argumentos para justificar la vigencia de un orden autoritario. En el presente ensayo se buscara evaluar esta perspectiva a la luz de diversos acontecimientos politicos re- cientes, para determinar qué tanto podria aplicarse este enfoque cultura- lista en la explicacin del comporta- miento electoral de los mexicanos en los Gltimos afios. RACIONALISMO VERSUS. CULTURALISMO. Al enfoque culturalista se le ha contra- puesto, como una alternativa te6rica, el enfoque racionalista, que explica el comportamiento politico en funcién de una escala de costo-beneficio que en distintas circunstancias se le pre- senta a los ciudadanos, los cuales eli- gen aquella opcién que a su parecer optimizara sus beneficios individuales y de grupo.” La explicacién en este caso parte de una base de comporta- miento humano més general y univer- sal, la racionalidad, entendida como Ia busqueda del beneficio personal a partir de medios adecuados. Asi, la multiplicidad de conductas reflejara ® Tanto la teoria de juegos, como fa accién colec- tiva y de decisi6n racional parten de estas mismas premisas y tienden a ne dar demasiada importancia 2 Tas diferencias culturales en buen niimero de las conductas que quieren explicar. Comportamiento Electoral 25 la diversidad de condiciones ambien- tales y de arreglos institucionales que rodean al sujeto, a partir de las cuales tomara sus decisiones. En cada caso, el individuo elegira de las opciones que se le presentan aquella que consi- dera 6ptima para su bienestar presen- teo futuro.? Desde luego, es posible observar conductas distintas para individuos o grupos que comparten un mismo me- dio ambiente social ¢ institucional, y en este caso suele aplicarse el criterio culturalista para explicar esa diferen- cia. Sin embargo, aiin en ese caso po- dria todavia ‘aplicarse el criteri racional en funcién del nivel de infor- macién, experiencia o inteligencia que tengan los actores, y que los lleva a comportarse de manera distinta. Esas variables podrfan también ubi- carse en el enfoque de la cultura poli- 8 Siendo el fendmeno de Ia racionalidad une de suma complejidad, Max Weber consideré varios tis pos de raciomalidad: a) Ia tradicional que supone seguir usos sociales para no generar desarmonia, b) emotiva, que implica dejar salir ciertas emociones porel sélo hecho de liberarlas, ¢) con arreglo fi que supone que cl individuo har lo necesativ para Ja promocién y defensa de valores que le dan senticlo ‘a su propia vida, v d) con arreglo a fines, es decir, se reeurre alos medios que se consideran idéneos para la consecucisn de ciertos fines que a su ver contri- buirtn al bienestar de los individuas. El enfoque racionalista se conereta fundamentalmente a la cuarta acepeién ele racionalidad, es decir, aquella con arreglo a fines, presuponiendo que en el com- portamiento econémico, politico y social, esta racio= nalidad seré tan fecuente que puede considerarsele como una pauta natural de explicacién, sibien debe dejarse abjerta la puerta para inoducir ov tipode explicaciones, siempre y cuando se aporten los ele- mentos necesarios para justificar su existencin, Economia y sociedad; esho:0 de sociologia comiprensi- on, México, Fondo de Cultura Econémica. 1994, T. Lp. 20. tica, pero en la medida que nose habla de valores, ideologias, ni efectos, ha de vérsele como parte del anilisis racio- nalista, Es decir, es evidente que cuan- do se utiliza el andlisis racional se presupone la presencia o ausencia de cierta informacién en el individuo es- tudiado, al igual que la posesion de conocimientos previos de cémo res- ponde la realidad natural o social en Ja que esta inmerso, y de facultades de razonamiento que le permiten elegir una accion més eficaz y adecuada para optimizar sus beneficios. De modo que cualquier elemento que interven- ga en estos procesos de raciocinio debe ser integrado al enfoque racionalista. La utilizacién del enfoque racio- nalista no supone la invalidez total del culturalista, pues resulta obvio que buena parte del comportamiento hu- mano se guia a partir de afectos, idea- les, valores y creencias, pero en muchas ocasiones es la simple racio- nalidad lo que puede explicar plausi- blemente la conducta humana. En este sentido, el enfoque racionalista, apela a la racionalidad, una premisa universal que se presume presente en la mayoria de los seres humanos, y que si bien acepia la exis-tencia de indivi- duos en los que quiz4s no pueda en- contrarse dicha actitud, éstos son tipicos y escasos; por tanto, se puede prescindir de ellos para la construc cién de una teoria general y para el disefio de un orden social determina- do cuya conveniencia sea aconsejada por la primera.® * Podria tratarse bien de individuos con un alto sentido del altruismo y sactificio que podrian elegir 26 José Antonio Crespo el enfoque racionalista no supone la invalidez total del culturalista, pues resulta obvio que buena parte del comportamiento humano se guia a partir de afectos, ideales, valores y creencias, pero en muchas ocasiones es la simple racionalidad lo que puede explicar plausiblemente la conducta humana. En este sentido, el enfoque racionalista, apela a la racionalidad, una premisa universal que se presume resente en la mayoria de los seres fumanos. y que si bien acepta la exis- tencia de individuos en los que quizds no pueda encontrarse dicha actitud, Estos son tipicos y escasos; por tanto, se puede prescindir de ellos para la construccién de una teorfa general y para el disefio de un orden social de- terminado cuya conveniencia sea aconsejada por la primera. Pero es cierto que en casos en los que no se pueda explicar una conduc- taa partir de un simple célculo raci nal, se habr de recurrir a la hipétesis culturalista (0 de otro tipo, segtin sea el caso). Si bajo las mismas condicio- nes y a partir de un conocimiento y proceso légico semejantes, dos indivi- duos se comportan de manera dife- rente, habria que asumir en principio que sienten distintas emociones o de- tentan valores diferentes que resultan Ppertinentes en su respectivo proceso de decision. Tanto el psicdlogo, como el antropélogo y el socidlogo tendrén opciones que a ellos les afecta en aras del ben colectivo, o bien sujetos que han perdido la capa dad basica del raciocinio y eligen alternativas obviae mente perjudiciates para ellos. 5 Gf Ronald Inglehart, Culture Shif im Advanced Indusirial Society. Princeton University Press, 1990. curiosidad por detectar y analizar esas diferencias para dar cuenta de la di- versidad de las respectivas conductas bajo observacién. O bien dos conduc- tas similares pueden responder a mo- tivaciones distintas, originadas quiz4s por diferentes ambientes instituciona- les o por una variedad cultural, emo- tiva 0 axiolégica. Un ejemplo de esto seria el si- guiente: tenemos dos individuos que toman un baiio una sola vez al mes. El primero vive en Ja ciudad, en un de- partamento lujoso al cual nunca le falta el agua corriente. El segundo vive en una comunidad rural en un paraje desértico, en donde el agua hay que traerla de lejos y con mucho es- fuerzo. En principio, podriamos supo- ner que las razones del primer sujeto para tomar un bafio mensual seria de tipo cultural; podria ser alguien que considere no sélo innecesario, sino hasta contraproducente, el bafio dia- rio. En el caso del segundo individuo, podria suponerse que la escasez del agua no le permite m4s que tomar un. bafio mensual, y que quiza si se le ubicara en una nueva localidad con agua suficiente y accesible modificaria su conducta y tomaria bafios mas se- guidos. Desde luego ésta serfa una mera hipétesis que habria que com- probar en los hechos. Tal vez este ha- bitante rural de cualquier forma tomaria un bafio mensual ain si tuvie- ra acceso ficil y barato al agua. En ese caso habria que buscar también una explicacién de tipo cultural. El cambio de conductas a partir de una tansformacién de valores y Comportamiento Electoral 27 actitudes, en principio, tomaria mu- cho tiempo, el mismo que requiere un proceso de socializacién o adoctrina- miento, que suelen ser sumamente largos y cuya eficacia transformadora no siempre es elevada. El cambio cul- tural también puede exigir wansforma- ciones en otras esferas de la sociedad, lo que también supone periodos con- siderables de tiempo.? En cambio, es posible esperar un cambio automatico de conductas cuando se modifica la respectiva relacién de costo-beneficio para un individuo concreto. Por ejem- plo, en una sociedad donde una con- ducta determinada no sea sancionada legalmente, la violacién, un individuo podria incurrir en ella habitualmente. Tan pronto se penalizara dicha con- ducta de manera severa, el mismo in- dividuo podrfa a partir de entonces prescindir de ella, 0 bien buscar su realizacién en un minimo de riesgos de ser descubierto y castigado. En am- bos casos, la proba-bilidad de que el individuo incurra en esa conducta dis- minuye. De hecho, lo que hace e] de- recho coercilivo es modificar la relacién de costo-benelicio para los ciudadanos, con objeto de disuadir la prictica de ciertas conductas que pue- den ser atractivas 0 benéficas para el que las hace, pero también resultan nocivas para el resto de la sociedad. Sin el caracter punitivo y coercitivo del derecho, lo mas pro-bable es que tales comportamientos antisociales segui- rian siendo practicados al por mayor.® Asi pues, no sélo es posible sino © Chr. Edgar Bodenheimer. Teoria ded derecho. Mé- sxico, Fondo de Cultura Econémica. 8 edicién, 1983. también conveniente alternar los en- foques racional y cultural para la ex- plicacién de un mismo fenémeno, pues en la acci6n social podrfan inter- venir consideraciones de uno u otro tipo de anilisis, o los dos simulténea- mente. Asf, mas que la decisién prede- terminada de utilizar uno de estos enfoques en particular, conviene consi- derar cualquiera de ellos para la explica- cién de un fenémeno determinado, pues siempre existe la posibilidad de que una conducta pueda responder a una racionalidad simple o a un valor cultural. Desde luego, ello puede ge- nerar un problema, pues es cierto que fenémenos similares podrian en teo- ria ser explicados por la via racionalis- a 0 por la culmralista. La polémica entre ambas escuelas no es casual, No resulta facil sopesar los elementos cul- turales frente a los racionales de un mismo comportamiento, para evaluar cual de ellos es mas decisivo y perti- nem en la explicacién correspon- diente. De cualquier forma, lo que ha- bria de evitarse es el uso indiscrimina- do de alguno de estos dos enfoques para explicar todo, pues se puede caer en una posicién reduccionista que fé- cilmente induciria a error, o bien Ie- gar a un argumento que tratando de explicarlo todo, termina por no expli- car nada. En mas de un sentido, es eso lo que ha ocurrido en el estudio del comportamiento politico-electoral en México, respecto del enfoque cultura- lista: todo se suele atribuira las peculia- ridades de la cultura politica mexicana, dejando de lado los casos que contra- 28 José Antonio Crespo dicen la hipétesis de una cultura pasi- va y resignada. CONFRONTACION DE CULTURAS POLITICAS A la hipétesis de que la estabilidad y continuidad del régimen priista res- ponde en primer término a las caracte- risticas de la cultura politica mexicana, presuntamente sumisa, tolerante y apatica en exceso, habria que contra- poner varios episodios histéricos, re- cientes y modernos, que la contradicen. Preguntar, por ejemplo, cémo pudo surgir una revolucion de la magnitud de Ta de 1910 en medio de una cultura fundamentalnente sumisa y apatica. Lo mismo podria decirse sobre varios episodios posteriores a la revolucién, en los cuales se registr una fuerte movilizacién y participacion politica de diversos sectores en contra del au- toritarismo y el abuso de poder.’ De tal modo que tanto los vas- concelistas en 1929, los almazanistas en 1940 y los henriquistas en 1952, se movilizaron para protestar por to que consideraron un gran fraude en esos afios, y fueron reprimidos por el régi- 7 Es cierto, sin embargo, que el enfoque cultura- lista ofrece también una explicacién para ello, den- 10 de sus propias premisas. Octavio Pu, ha eserito: no es extratio que la pasividad, al acumularsey a veces cambie dle signo y estalle en un acto de violem ia individual o colectiva. La pasividad mexicana es volednica”. Tem entonces e30 no tendlria que ser atribuido a este tipo de cultura politica, sino a e guier pueblo o individu que se enc cunstancias similares, La historia politica da fe de la universalidad de esta actitud. “Las elecciones de 1994; doble mandato”, Op. Cit men. Han habido también fuertes movilizaciones poselectorales en va- rios comicios para gobernador, que suponen una cultura politica nada pa- siva. También, en mas de una ocasi6n se han levantado movimientos arma- dos en contra del Estado revoluciona- rio, como fue el caso de los cristeros en los ais veinte, la guerrilla de Lu- cio Cabanas en los setenta, y reciente- mente el movimiento armado en los Altos de Chiapas. ¢Acaso esos mexica- nos tienen una cultura politica distin- ta a la del resto del pais? Fl caleulo racional en tal caso Mevaria a omitir la participacién politica autd- noma, o bien a consentir en desplegar una dirigida desde arriba, lo cual no implica riesgos y, en cambio, puede tra- ducirse en algun beneficio (servicios piiblicos, alimentos u otras dédivas). Un individuo o sector que poco a poco logre una mejor situacién so- cial, que disponga de mayor educa- cién formal, que cuente con mas recursos econdémicos y con mayor in- formacién politica (asi como la capa cidad para asimilarla ¢ interpretarla), podré tener frente a si una distinta telacién de costo-beneficio respecto a Ja participaci6n politica auténoma; en principio, ésta le resultaré mas Eicil, menos riesgosa y con mds probabili- dades de éxito. En realidad, to que habrfa cambiado no son los valores (aunque estos también hayan cambia- do en algtin sentido), sino Jas circuns- tancias politicas, que a su vez han modificado la relacién de costo-bene- ficio para esta actor. La conducta que antes parecia irracional ha dejado de serlo, y por tanto puede ahora desple- garse con decisién. Pero hay también otro aspecto en este cambio. La participacién auténo- ma puede ser més eficaz para la pro- mocién y defensa de los intereses particulares de individuos y grupos. No necesariamente hay detrds de este tipo de participacién un valor absolu- to y supremo que guia la accién poli- tica, como pueden ser la igualdad, la libertad, la democracia, etc. Estos va- lores, desde luego, suelen ser utiliza- dos como banderas legitimadoras de un movimiento politico que tiene como mévil alguna demanda o bene- ficio mds particular. En esa medida la participacién puede orientarse a par- tir de los beneficios recibidos mas que a partir del cumplimiento de los valo- res que sustentan la accién. En este sentido, la diferencia en- re la participacién aut6noma y otra de tipo dirigido no estaria en los valo- res y creencias de quienes la desp gan, sino en la eficacia técnica de una y otra, en los beneficios que pueden esperarse; es decir, mas que una dife- rencia de esencia, ésta seria de grado. La motivacién en ambos casos podria ser la misma, pero la relacién de cos- to-beneficio no. Asi, habria que pre- guntar En cambio, resulta mas plausible explicar estos vaivenes en el compor- tamiento electoral, noa partir de cam- bios profundos en la cultura politica, sino en cambios menos profundos pero més influyentes, en la particular situacién politica que rodea a cada elecci6n, combinada con las caract ticas del régimen prifsta, que conjun- tamente pueden provocar resultados bastantes disimbolos en poco tiempo. Recuérdese que incluso en los estados gobernados por un panista, Baja Ca- lifornia, Chihuahua y Guanajuato, se registré una fuerte votacién por el PRI en 1994, lo que igualmente contradice el argumento culturalista. Asi, las diferencias en el compor- tamiento del electorado entre 1988 y 1994, podrian intentar explicarse a * Octavio Paz, sin embargo, bajo la lente cultu- salista, vio en el comportamiento electoral de 1994 noun signo de retraso.o de tradicién, sinoun indicio de cambio y madurez politica: “En la votacion det 21 de agosto ne hubo pas dad, nihilismo, violencia, humor, o siquiera escepti cismo. Al contraria, tos votantes expresaron con {gran conviccién su fe en el acto que cumplian. Al Votar se afirmaha y afirmaban que aquello que ha- cian era una accién importante y elicay. Fl voto fue la negacién de muchas actitudes tradicionales... El votante dejé de ser un nihilista Gnico sin creencias ‘o.un sibdito obediente: fue un ciudadano que sabe que su voto contribuye a cambiar el estado de cosas existentes, El voto revelé la aparicién en nuestras conciencias de una voluntad decidida a enfrentarse con nuestro pasado y convertir en accién a la vieja No fucron mil ni cien mil sino millones 3nos los que decidieron abandonar las ac- titudes tradicionales y, juntos, influir en ta situacion 1994; dable mandato” Op.Ci partir de los siguientes elementos, to- dos ellos compatibles con el enfoque racionalista: a) La tesis oficial de que los resultados en 1988 se debian mas a una cuestién econdémica de in- dole inmediata, que a otra ideo- logica o cultural de alcances mas profundos y permanentes, resul- t6 mAs aproximada a la realidad. Los electores buscan general- mente la satisfaccion de deman- das mas concretas y vinculadas con su situacién personal, en lu- gar de hacer un sacrificio hoy para obtener inciertos y vagos beneficios derivados de un nebu- loso orden democratico futuro, b) La incertidumbre y la in- quietud que rodeé el proceso electoral a partir de enero, y al- gunos de los acontecimientos posteriores, generaron en mu- chos ciudadanos el temor a la inestabilidad, y prefirieron pre- servar el orden incluso al costo de mantener una vez mas al PRI encel poder. Entre la democracia plena con riesgos, y el régimen actual sin riesgos, resulté preferi- ble lo segundo para la mayoria ciudadana. ¢) Es posible que el electo- rado haya apreciado en algo la actitud moderada que adopts el gobierno a partir de enero para evitar un conflicto poselectoral de grandes dimensiones, y es probable que esto contrastara con la rigida postura de Cérde- nas, que no dudé en descalificar Comportamiento Electoral 45 incluso la reforma que su partido logré arrancar al gobierno. En la medida en que esto haya sido percibido con cierta claridad por los ciudadanos, quizds premia- ron con su voto la actitud mode- rada del gobierno y castigaron la postura intransigente del PRD. d) En 1988, antes de los co- micios, no se percibié el riesgo de la inestabilidad, de modo que mu- chos sectores pudieron votar con plena confianza de que nada ocu- trivia. El temor a la inestabilidad aparecié después de los comicios, cuando los votos habian ya side emitidos. También muchos ciuda- danos votaron por la oposicion en ese afio, como via para presionar al PRI, perosin la intenci6n de que el candidato por el cual sufraga- ban en realidad ganara la elec- ion. Esto se facilité por las caracteristicas del sistema politico, que no permitia una alternancia enel poder. En contrastea ello, en 1994 el riesgo de la inestabilidad se percibié antes de los comicios. Y también, las medidas tomadas de Ultimo momento, y las condi- ciones politicas vigentes, hacfan més probable que los votos ciuda- danos contaran, que los resultados fueran mis fidedignos que antes, y que de ganar Ia oposicién, ha- bria quiz4 una alternancia real, 0 * En la vispera electoral de 1988, un 65% de una nuestra nacional consideraba peligroso que la opo- sici6n llegara al poder. Esa opini6n prevalecia inclu- so entre los electores potenciales de fa oposicién. Gallup, La Jornada. 27 de junio de 1988, bien se desatarfa un_peligroso conflicto poselectoral. Todas es- tas consideraciones pudieron ha- ber pesado en parte del electorado.>” Asi, ante la imagen de que el voto sitendria un valor real, y de que seria mas dificil modificar el veredicto elec- toral, los ciudadanos se volcaron a las urnas, unos a buscar la alternancia y otros a evitarla, Cada grupo defendi6 en Jas urnas sus intereses particulares, a partir seguramente de un cAlculo racional. Quienes temieron Ia inesta- bilidad optaron por la proteccién y la seguridad que brinda Ia continuidad. Es posible incluso que los sectores mas humildes, que votaron mayoritaria- mente por el PRI, hayan hecho un célculo segiin el cual al desatarse la violencia, ellos serfan los primeros perjudicados y los mds vulnerables. Es explicable que quien est4 al borde de la muerte por hambre tome las armas y prefiera morir, como los guerrilleros chiapanecos lo sefalaron, pero tam- bién es probable que aquellos que tie- nen algo que defender, ast sea poco, deseen preservarlo. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS, El enfoque culturalista, aplicado de °7 En efecto, segin una encuesta nacional, 47%éde los entrevistados consideraban muy probable que habria violencia el 22 de agosto, y s6lo el 15% descartaba esa eventualidad. También, el 15% de la ‘muestra pensaba que el ganador tendria problemas para asuinirla presidencia, Reforma, 11 de agosto de 1994 46 José Antonio Crespo manera indiscriminada, puede facil- mente conducir a error y generar ex- pectativas falsas. Los comicios de 1988 produjeron un exceso de optimismo entre quienes desean ver una auténu- ca democratizacién en México, asi como una cultura ampliamente parti- cipativa y auténoma. Poco después, sin embargo, la realidad desmintié ta- les ilusiones. Y ahora, después de ob- servar el comportamiento electoral de 1994, quienes aplican el enfoque cul- turalista han caido en un cierto desanimo que los leva a pensar que la democracia, que tan cerca se veia hace poco, en realidad esta muy lejos en virtud de la cultura politica pasiva que, segiin su propia éptica, ha vuelto a mostrar la ciudadania mexicana. Asf, el presidente del PAN, Carlos Cas- tllo Peraza escribié, una vez pasados esos comicios: ‘Tal vez una de las lecciones mas provechosas de los recientes comi- cios sea, junto con la de la vulnera- bilidad de la libertad, la de la necesaria reorientacién de la activi- dad politica hacia el ambito de la cultura democratica. Militantes y di- rigentes deberiamos quizds enfati- zar al cardcter fundamental y fundante de la cultura democratica en y para la consecucién de actitu- des, reflejos y habitus que haga po- sible la democracia desde el proceso personal de decisi6n que debe estar en sus cimientos. Es probable que este camino sea mas largo que otros y menos espectacular. Estoy convenci- do, empero, que ¢s mas seguro y me- nos resbaloso... lo que los politicos, informadores y promotores sociales habriamos de impulsar es la edifica- cién de una cultura democratica que haga menos fragil y menos vulnera- ble a fa libertad, incluso frente a condicionamientos materiales ad- versos.°8 El enfoque culturalista con el que el PAN percibié la realidad politica en 1949, y que demandaba mucha pacien- cia para educar democraticamente a la ciudadanfa, por fin parecia haber cum- plido sus pronésticos en 1988, por lo que se presumfa que en 1994 se regis- traria un cambio decisivo en el proce- so de transicién politica. Pero como la mayoria ciudadana decidié sufragar una vez més por el PRI, entonces se concluy6 que la cultura politica no cambié, que habia que esperar mas tiempo, y retomar la lenta y paciente empresa de educar al pueblo para la democracia, con miras a que ésta pue- da finalmente desarrollarse en nues- tro pais. Pero no se cuestiona la premisa culturalista que supone necesario el cambio cualitativo de la cultura politi- ca para impulsar y erigir una democra- cia. Contrariamente a esa hipétesis, parece necesaria la aparici6n de condi- ciones politicas que favorezcan el cam- bio democratico, independientemente de cémo sea la cultura politica mexica- na. Desde luego, muchas de tales con- diciones no estan bajo control de los actores politicos, ni son resultado de un mero voluntarismo de su parte. Buena parte de ello compete a los partidos politicos y otros actores, por lo que deben dirigir sus baterias a producir el cambio de las condici Proceso, n. 932, 12 de septiembre de 1994. Comportamiento Electoral 47 politicas que favorecen al partido off- cial. Por ejemplo, la oposicién sefalé que los resultados de 1994, no pueden explicarse exclusivamente mediante la hipétesis del fraude monumental, pues no fue tal, deben entenderse a partir de las condiciones inequitativas inherentes a la vinculacién orgénica de] PRI con el aparato estatal. Se pre- supone que cuando dicha simbiosis deje de ser operativa, la oposicin ten- dra oportunidades reales de wiunfar. Esta visién es compatible con un enfoque racionalista, ya que los recur- sos utilizados directamente por el Es- tado en favor del PRI tienen que ver con la relacién de costo-benelicio, y se presenta a los ciudadanos que son pre- sionados, sujetos de coercién, o de alguna forma les es comprado su voto. En esta hipétesis, al modificarse la situacién del partido oficial respecto del Estado, automaticamente el voto de los ciudadanos puede cambiar en favor de la oposicién, al menos en una medida mayor. Pero esto puede ocu- de una eleccién a otra, sin que tenga que mediar un largo proceso de adoctrinamiento democriatico. El vai- vén de los votos se dard, como se ha dado, al margen de los cambios que puedan registrarse en la cultura politica Si se mantiene un enfoque racio- nalista para explicar el comportamien- to electoral, no se hace estrictamente necesario esperar a que se de un pro- fundo cambio en la cultura politica, que al pasar las décadas seguramente se ha modificado en ciertos aspectos, y sin embargo ello no se ha reflejado en las urnas pese a la experiencia de 1988. Curiosamente, las hipétesis cul- turalistas han resultado benéficas para la preservacién del propio régi- men prifsta, pues en la medida en que opositores y ciudadanos la consideren valida, crece su disposicién a esperar pacientemente el advenimiento de la democracia hasta que Ia cultura poli- tica haya cambiado lo suficiente, 0 hasta que el pueblo esté preparado para la democracia, sucesos ambos que se saben lentos y dificiles. El en- foque culuralista es también perfec- tamente compatible con las nociones del fundador de] PAN, Manuel Gomez Morin, quien hablaba de la misién politica de su partido como una brega en la eternidad, y quien llamaba a no ilusionarse con la democracia para que no hubiera desilusionados. Resulta mas adecuado explicar el comportamiento politico de los mexi- canos a través del enfoque racionalis- ta, a partir de las_ instituciones politicas del régimen politico, que ha- cen mas costosa la lucha frontal en su contra, mds tolerable la dominacién autoritaria, menos urgente la instau- racién de una democracia cabal, y més atractivo el cambio pacifico a través de las instituciones vigentes, para asf evi- tar riesgos innecesarios. El arreglo institucional del régimen priista es tal, que presenta a los ciudadanos una relacién de costo-beneficio que redun- da en beneficio de la continuidad y estabilidad del propio régimen. Esta continuidad puede pues explicarse no a partir de las peculiaridades de la cultura politica mexicana, sino por los rasgos particulares que presentan las 48 José Antonio Crespo instituciones politicas. Se puede concluir que no es la cultura politica de los mexicanos lo que nos distingue de otros pueblos, Pues no es tan especial como se ha crefdo, En cambio las caracteristicas del régimen mexicano son tan pecu- liares, que ningiin otro pafs ha podido reproducirlas, incluso cuando se ha intentado hacerlo deliberadamente. El régimen prifsta es resultado de una conjuncién de ingenio politico, pre- siones diversas, acontecimientos his- téricos, y una particular posicién geo- politica. Por lo mismo resulta suma- mente dificil, si no es que imposible, reproducir a voluntad un régimen como éste. En este sentido es posible esperar que, como ha ocurrido desde 1982, y en particular desde 1988, sur- jan nuevas condiciones politicas en favor de la democracia, hasta que ésta sea inevitable, sin que haya que espe- rar un cambio profundo y radical en nuestra cultura politica.

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