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COMENTARIO DE TEXTO

Peste negra

La peste bubónica fue una pandemia que asoló Europa en el siglo XIV. La trajeron desde Oriente
las pulgas de las ratas en los barcos que venían de la ruta de la seda. El contagio de la bacteria,
la yersinia pestis, se producía por picaduras de estas pulgas, que solían albergarse en las
costuras de los paños sin distinguir armiños de príncipes, estameñas de villanos, sagradas
vestiduras de clérigos o harapos de mendigos. La pandemia acabó con la mitad de la población
europea. El látigo de los flagelantes bajo el canto de la sibila fue la propuesta de la Iglesia para
aplacar la ira divina, que se manifestaba en los ganglios de las ingles, del cuello y las axilas
inflamados en forma de bubones y que después de un periodo de fiebre y delirios finalizaban con
un vómito negro. Algunos historiadores opinan que la peste bubónica acabó con el feudalismo e
impulsó el Renacimiento, debido a que la extensa mortandad permitió a los supervivientes
disponer de carne en abundancia.// Sea como sea, parece que aquella bacteria, bajo distintas
formas, no ha cesado de mutar desde entonces a través de nuevas ratas, de nuevas pulgas, no
necesariamente censadas en medicina, sino en la cultura, en la política y en la moral. La
bacteria de la peste llegó en medio de la ignorancia y del fanatismo, caldos de cultivo que
todavía perviven. La ropa de los apestados la echaban al fuego y poco después la sustituyeron en
la hoguera los herejes y científicos; aquellos vómitos negros no fueron distintos de los ladridos
de Hitler y de otros políticos desde las tribunas, pero hoy las pulgas de la peste negra se han
refugiado en las costuras de la Red, cuyos enlaces expanden una imbecilidad planetaria con
fiebre y delirios en la mayoría de los usuarios, que no cesan de llenar de vómitos todo el
espacio. Nuevas ratas siguen llegando por la nueva ruta de la seda.
Manuel Vicent (El País, 23-10-2016)

Elaborado con las aportaciones de Pablo Ruiz y Marcos Torrecillas, 2º A de Bachillerato

CUESTIONES
1. Señale y explique la organización de las ideas contenidas en el texto.
Desde un punto de vista interno, el texto está formado por un solo párrafo. La cohesión viene dada,
de un lado, por repeticiones de palabras (bacteria, pandemia, pulgas, vómito…), recurrencias
léxicas (bubones–bubónica, peste-apestados) y semánticas (epidemia, contagio…; imbecilidad,
ignorancia, fanatismo….; medicina, cultura, moral, política…); de otro, por anáforas (La trajeron).
Desde un punto de vista interno, se observan dos partes:
- Primera (“La peste… abundancia”). Manuel Vicent expone el hecho (la peste bubónica) sobre el
que va a versar su escrito, las causas y consecuencias de la pandemia que afectó al continente
europeo (ideas secundarias).
- Segunda (Sea como sea…seda). De forma metafórica deja constancia de la pervivencia de esta
enfermedad, pues la “peste negra” aún persiste hoy día en forma de comentarios que los usuarios
publican en las redes sociales (idea principal).
Por tanto, atendiendo a la organización del contenido podemos decir que la estructura es paralela:
el autor va estableciendo similitudes entre la enfermedad medieval y la actual (el contagio de la
bacteria, los efectos, las soluciones…); esta metáfora conduce a su reflexión central, que aparece
en las últimas líneas, la actitud de un sector mayoritario de la sociedad (“las nuevas ratas”) que se
vale de las redes sociales para extender sin ningún tipo de control y pudor sus comentarios.
2. 2 a) Indique el tema del texto.
Identificación de la peste bubónica con el uso indecoroso de las redes sociales como nueva
enfermedad.
2 b) Resuma el texto.
Manuel Vicent explica el origen y expansión de la peste bubónica. A partir de ello, reflexiona, de
forma metafórica, acerca de la persistencia de la bacteria causante de dicha epidemia y su
propagación por medio de las redes sociales donde algunos usuarios escriben sin comedimiento
toda clase de comentarios.
3. Comentario crítico del contenido.
La obra de Manuel Vicent comprende novela, teatro, relatos, biografías y libros de viajes. Destacan
Tranvía a la Malvarrosa o El azar de la mujer rubia. Su faceta como periodista ha quedado reflejada
en diversos diarios como Madrid o El País, periódico en el que publica con asiduidad artículos, en los
que intenta reflejar, en sus propias palabras, “esos momentos que nos hacen felices, perplejos,
escépticos y expertos en dioses menores”.
La forma de elocución escogida por el autor me parece todo un acierto. Emplea una perfecta
combinación de exposición y argumentación que a mí, como lector, me ha permitido comprender en
mayor medida lo que pretende transmitir. Tomando como referencia unas evidencias históricas
(“…La peste bubónica fue una pandemia que asoló Europa en el siglo XIV. La trajeron desde Oriente
las pulgas de las ratas en los barcos que venían de la ruta de la seda…”) y hechos probados (“…La
pandemia acabó con la mitad de la población europea…”) junto con argumentos de autoridad
(“…Algunos historiadores opinan que la peste bubónica acabó con el feudalismo e impulsó el
Renacimiento…”), de generalización (“delirios en la mayoría de los usuarios”) y de semejanza o
analogía (“…hoy las pulgas de la peste negra se han refugiado en las costuras de la Red…”),
manifiesta, de manera contundente, su opinión acerca del uso nocivo y virulento que un sector de la
sociedad (“nuevas pulgas, no necesariamente censadas en medicina, sino en la cultura, en la política
y en la moral.”) está dando a las redes para propagar toda clase de informaciones y opiniones sin
mesura ni decoro.
Por consiguiente, la adecuación al género periodístico de opinión resulta más que evidente. El
artículo aporta unos datos objetivos (“la llegada de la peste a Europa en el s.XIV”) para, a
continuación, proceder a una reflexión desde una perspectiva subjetiva (“…cuyos enlaces expanden
una imbecilidad planetaria con fiebre y delirios en la mayoría de los usuarios…”) y extraer sus
propias conclusiones (“…Nuevas ratas siguen llegando por la nueva ruta de la seda…”). Con el fin de
mostrar el rigor de sus conclusiones y concienciar al lector, emplea, acertadamente, distintos tipos
de demostraciones.
No cabe duda de que el tema goza de enorme actualidad. De forma general, las redes sociales son
algo habitual y su relevancia es innegable; convivimos con ellas día a día y se han convertido en una
indispensable herramienta de comunicación para las nuevas generaciones. En cierto sentido, la
perspectiva que nos ofrece Vicent (“las pulgas de la peste negra se han refugiado en las costuras de
la Red”) ha sido objeto de debate recientemente, por ejemplo, tras la reciente muerte de la
artista Bimba Bosé, numerosas personas utilizaron las redes sociales para jactarse del trágico
suceso (“no cesan de llenar de vómitos todo el espacio”) provocando una gran polémica. De ahí que
la Fiscalía haya considerado investigarlos, e incluso castigarlos, por considerarlos delitos de odio.
Otro suceso similar, de tremenda actualidad, ha sido la primera condena a prisión por la
publicación de chistes de humor negro acerca de la muerte de ciertos políticos en el siglo pasado.
Tal revuelo ha ocasionado este suceso, que varios escritores lo han recogido en sus artículos de
opinión, como “Terror, libertad, Cassandra...” de Teodoro León Gross, “Cassandra o el esperpento
virtual” de Lucía Méndez, “Libertad (también) para esos lunáticos de Twitter” de Víctor de la
Serna o “Condenada Cassandra” de Jorge Bustos.
Asimismo, últimamente, las redes sociales son medio de expansión de diversos bulos (alimentos
que están infectados con un virus, vacunas milagrosas para el cáncer o el riesgo de muerte de 22
medicamentos…; cupones y tarjetas regalo, timos, Spam o falsos premios…), que tan solo tenían
el objeto de engañar a los internautas y sembrar un pánico innecesario o gastar una broma sin
medir el alcance (Un niño de 11 años se suicida tras creer que su novia había muerto). Podríamos
decir que todos estos ejemplos son “vómitos” que aparecen en las Redes, la peste de nuestros
días. Es reseñable la labor de algunas organizaciones (Anfitec) que se convierten en defensoras
de quienes son vilipendiados y ultrajados a causa de sus aficiones, gustos o inclinaciones (Adrián,
el niño de 8 años que fue salvajemente vapuleado en internet por soñar con ser torero).
Desde mi punto de vista, la originalidad del artículo es innegable. El autor identifica la
ignorancia y la exacerbación actuales con los graves síntomas de la enfermedad de una forma
magistral. Cabe decir, sin embargo, que este tema ha sido abordado en otras ocasiones, con
diferentes perspectivas, para censurar o exponer las opiniones, al respecto, de políticos (“El
'spam' político o cómo manipulan los partidos las redes sociales” de Rodrigo Terrasa),
intelectuales (“‘La invasión de los necios’: la opinión que tenía Umberto Eco de Internet y las
redes sociales” de María Sánchez Sánchez) o garantes de la moralidad (“Evangelizar en las redes
sociales” por Javier Bravo; “Los grupos de Whatsapp de padres, la última pesadilla para los
profesores” de Daniel Sánchez Caballero; “Peligros en las redes sociales” de Gloria Sedano) a los
que alude el escritor en estas líneas. Igualmente, la denuncia de la incultura y el fanatismo ha
sido un constante en la literatura y me ha trasladado, por un lado, a nuestro siglo XVIII por el
afán de los escritores por erradicar la ignorancia, la incultura y la superstición, como Fray Benito
Jerónimo Feijoo quien, en su Teatro Crítico Universal, aborda numerosas materias, con el fin de
corregir costumbres y prejuicios; por otro, a la Generación del 98 que, en sus obras, planteaba
los males de España, como Pío Baroja en El árbol de la ciencia que incide con dureza, entre
otros aspectos, en la ignorancia de su época. En el texto, también, se hace referencia a los
fanatismos y las falsas creencias, factores ideológicos y sociales que son duramente criticados en
la filosofía de Nietzsche, pues los considera un síntoma de la decadencia occidental. Si nos
ceñimos al título escogido por Manuel Vicent, la faceta histórica y más objetiva retrotrae al
planteamiento recogido en otras obras, como La peste negra de Luis Miguel Guerra o La peste de
Albert Camus.
Considero que la intención del autor es concienciar sobre el peligro que encierran las redes,
debido a que muchos internautas tan solo las utilizan para transmitir falacias, despropósitos y
patrañas, fruto de la incompetencia, de la inconsciencia y, a veces, de la inmoralidad, que
rápidamente se propagan y llegan a todo tipo de usuarios, no siempre preparados para discernir
entre lo que es verdad o no. Por tanto, consigue su finalidad, dado que, mediante la excelente
ejemplificación, el lector comprende su mensaje y puede tanto reflexionar y estar alerta ante
las manifestaciones que se expanden sin control a través de las redes, como asumir la
responsabilidad de cuanto expone y difunde.
En cuanto a las ideas secundarias, voy a destacar varias: en primer lugar, la referencia política
que contiene el texto, pues dicha mención es otro motivo para corroborar la actualidad del
artículo, teniendo en cuenta el ascenso al poder de los populismos en los últimos meses en
Europa y Estados Unidos (“…aquellos vómitos negros no fueron distintos de los ladridos de Hitler
y de otros políticos desde las tribunas…”); en segundo lugar, la transversalidad de las epidemias,
que afecta a todos por igual, sin entender de linajes o clases sociales (“…solían albergarse en las
costuras de los paños sin distinguir armiños de príncipes, estameñas de villanos, sagradas
vestiduras de clérigos o harapos de mendigos…”); en tercer lugar, la metáfora “las ratas” para
insistir en la virulenta propagación, a través de las redes, de la que califica como nueva
epidemia; en cuarto lugar, la falta de eficacia y resolución de quienes ostentan un determinado
poder, ya sea político, social o religioso (“El látigo de los flagelantes bajo el canto de la sibila
fue la propuesta de la Iglesia para aplacar la ira divina”).
En definitiva, comparto el sentir de Manuel Vicent y los hechos que atribuye a quienes se valen
de internet para imputar, tachar o vilipendiar sin ningún tipo de pudor. En cambio, considero
que obvia dos aspectos importantes: por un lado, las nuevas sintomatologías que deben de ser
evaluadas y los trastornos (El sonido fantasma o el 'ringxiety', Nomofobia, Tecnoferencia…) que
los expertos achacan a nuestra obsesión digital; por otro, los múltiples beneficios y ventajas
(conectar y estimular vínculos, interactuar y nutrirse de información, divulgar proyectos o
investigaciones…) que las redes sociales ofrecen a la sociedad (‘Resistiréis’, la campaña de un
colegio contra el cáncer que se ha hecho viral; la lucha titánica de Pablo Ráez, el joven que
consiguió que aumentaran las donaciones de médula…).
Manuel Vicent, en este artículo, realiza una incisiva crítica no solo a las redes sociales, sino
también a la libertad de expresión en la manera en que es percibida hoy día. El derecho a
expresar y difundir libremente las opiniones es fundamental en nuestras sociedades y solo puede
ser restringido por la Justicia en el caso de que incumpla las leyes que democráticamente se han
impuesto los ciudadanos. Sin embargo, la sociedad ha evolucionado de tal manera que se
considera todo válido, sin importar cuánto o cómo afecta a los demás. Desafortunadamente,
debido a ello, la libertad de expresión es un concepto degradado, al menos en los lugares donde
el fin de la censura nos ha llevado a nuevos extremos y las redes sociales no dan más que
testimonio de ello. Para finalizar, me gustaría citar al presidente ecuatoriano Rafael Correa con
su ya conocida y acertada frase para este artículo “Libertad de expresión: ¿cuántos crímenes en
tu nombre?”.

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