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Sarah Romero
4 minutos de lectura
Cuando una condición genética rara (epidermis bullosa o piel de mariposa)
destruyó casi el 80% de la piel de un niño de 7 años, los médicos estaban seguros
de que moriría. Sin embargo, un tratamiento de terapia genética
experimental le ha salvado la vida.
"El niño fue transferido a otro hospital en el verano de 2015 porque había
desarrollado una infección por la que perdió rápidamente casi dos tercios de su
superficie corporal. Cuando fue admitido en nuestro centro de quemaduras,
estaba en estado séptico, por lo que tuvimos muchos problemas durante los
primeros días para mantenerlo vivo", explica Tobias Rothoeft, coautor del
trabajo a la revista Nature. Tras probar varios tratamientos diferentes, incluido
un injerto de piel del padre del niño, el equipo médico se quedó con pocas
opciones."Después de casi 2 meses, estábamos absolutamente seguros de
que no podíamos [hacer] nada por este niño y de que moriría", comenta
Rothoeft. Los padres del niño preguntaron si se podía hacer algo más.
Un momento crucial
Para cuando el niño entró en su primera operación, había perdido casi el 80%
de su piel. Aplicaron los injertos de piel modificados genéticamente en sus
brazos y piernas y lo mantuvieron en coma artificial durante 12 días para
mantener los injertos inmóviles y permitir que las células se adhirieran. El
procedimiento fue un éxito y el paciente mostró los primeros signos de mejoría.
Los médicos llevaron a cabo una segunda y una tercera operación para cubrir
su espalda, nalgas y partes de sus hombros, manos y pecho con nuevos injertos
de piel modificados genéticamente.
Tras pasar casi 8 meses en la unidad de cuidados intensivos, el niño pudo
volver a casa. Y no solo eso. Su mejoría ha sido notable. Tras 21 meses, el
niño está bastante bien. "La piel es de buena calidad, es perfectamente lisa y
bastante estable. Si tiene moretones como los de los demás niños pequeños,
sanan cuando la piel normal sana. Todavía tiene algunas ampollas en áreas no
trasplantadas, pero nunca más ha tenido ampollas en áreas ya tratadas", aclara
Rothoeft.
Este joven paciente no solo ha salvado su vida sino que su calidad de vida ha
mejorado significativamente. Hace vida normal y juega al fútbol con sus
hermanos y amigos.
"El cambio pasa de estar con morfina todo el día a ninguna droga en este
momento", expone Rothoeft. Y es que, aunque no se ha conseguido curar la
enfermedad -pues esta patología afecta a todas las células del organismo-, sí que
se ha logrado algo histórico: regenerar toda la zona dañada por tan cruel
enfermedad.