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BLOQUE III

EL ESCENARIO EUROPEO

Migraciones II
Grado en Antropología Social y Cultural
UNED
TEMA 5: Imaginarios en torno a los migrantes en España

España, como parte de la Unión Europea, ha pasado de ser un país emisor de emigrantes, tanto
hacia América Latina como hacia Europa del Norte y Central, a convertirse en un país receptor de
inmigrantes lo que conlleva la percepción de un aumento de extranjeros calificados como tales. Este
cambio ha supuesto también un cambio en la forma de recibir a los inmigrantes, pudiendo hablarse
incluso de un contexto de hostilidad tal y como señala Jiménez Zunino (2011) siguiendo a Y.
Herranz (1998). Esta transición de país emisor a receptor de migrantes fue acompañada, como
indica Jéssica Retis (2006), de la construcción de la categoría social que en los años ochenta
empezó por llamarse "inmigrante no comunitario" para ir incorporando distintas nomenclaturas
dependiendo de las composiciones relativas a la relación de alteridad, siendo las primeras
apariciones ecos de los discursos de otros países europeos, a las que se fueron añadiendo las
evocaciones de representaciones históricamente cristalizadas en el imaginario colectivo y la
reactualización de prácticas y retóricas aplicadas a otras "minorías étnicas" como los gitanos. De
hecho, señala Asunción Merino Hernando (2009), a finales de los ochenta a los argentinos,
uruguayos y cubanos que se asentaban en España no se les consideraba inmigrantes, en parte por su
condición de refugiados políticos y también porque no existía más que la imagen del emigrante, la
del indiano o la del retornado de Europa, y no fue hasta la incorporación de España en la UE cuando
se empieza a considerar a la inmigración extra-comunitaria como un "problema" y es que poco a
poco la categoría "inmigrante" se ha ido reservando a los extranjeros no europeos, los "Otros", los
que poseen culturas extrañas o no "civilizadas" a la que asocia con problemas de discriminación,
violencia y/o competencia desleal en el mercado laboral.
María Ángeles Cea D´Ancona (2009) sigue la evolución de las actitudes ante la inmigración al
tiempo que aumentaba la presencia de población extranjera en España, en concreto, basa su análisis
en las encuestas realizadas por el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) durante los años
1993 y 2004 que compara con las realizadas en los años 2005 y 2007 por el Observatorio Español
del Racismo y la Xenofobia (OBERAXE). En ellas se observa que desde el año 1996 aparece un
ascenso progresivo y continuado de la xenofobia manifiesta. Los indicadores más habituales de la
xenofobia que se recogen en estas encuestas son el rechazo a la inmigración que incluye la negación
a conceder derechos sociales y ciudadanía a los inmigrantes, rechazo a la convivencia con ellos,
solicitar el endurecimiento de las políticas migratorias, asumir la tópica imagen negativa de los
inmigrantes que la relaciona con la delincuencia o el empeoramiento de la condiciones laborales,
también se rechaza la idea de que en España haya discriminación étnica y se suele defender que en
España se trata muy bien a los inmigrantes, de hecho, muchas veces se defiende que los inmigrantes
acaparan gran parte de los beneficios sociales en detrimento de la población autóctona. Por todo
esto, se otorga una valoración positiva a los partidos políticos que defienden la xenofobia, se
menosprecian los actos de violencia contra inmigrantes e incluso no apoyan que se penalice los
insultos racistas en espacios públicos, y, por último, temen el asentamiento de los inmigrantes y en
consecuencia, son contrarios a políticas de reagrupación familiar. En el año 2005, aparece como
novedad en el rechazo a la inmigración, la defensa de la homogeneidad cultural así como la
aceptación instrumental del inmigrante; y, en el año 2007, se añade la percepción de que los
inmigrantes reciben más de lo que aportan. El perfil sociodemográfico del español reacio a la
inmigración es el de un varón de edad avanzada con nivel educativo medio-bajo, posicionado a la
derecha en el espectro ideológico, que se autoconsidera de clase social media-baja, católico
practicante que reside en municipios rurales y/o semiurbanos.
Jiménez Zunino (2011) señala que España presenta una tasa de población inmigrante internacional
del 12,2% que la sitúa a la par de otros países europeos con tradición como países receptores de
migración mucho más amplia, ya que no fue hasta mediados de los años ochenta cuando el saldo
migratorio empezó a ser positivo en España. Esto se debió gracias sobre todo a la incorporación de
España en la Comunidad Económica Europea y al proceso de europeización emprendido en
aquellos años que la introduce dentro de los países del "Primer Mundo", unido a su proceso de
democratización después de cuatro décadas de dictadura. Como atractores para esta inmigración
internacional, explica Jiménez (2011), se pueden considerar las consecuencias de una serie de
fenómenos combinados que son: la expansión de las prestaciones sociales, el mantenimiento de las
redes familiares y el aumento del nivel educativo de la población activa, y todo ello sumado al
riesgo de envejecimiento de la población. La combinación de estos fenómenos trajo consigo una
clase media aburguesada que demanda bienes y servicios susceptibles de crear empleos poco
remunerados al tiempo que poco deseables para los españoles. A todo esto hay que sumarle que
jurídicamente, un inmigrante se somete en España a dos grandes regímenes jurídicos: el
comunitario, para miembros de la Unión Europea o pertenecientes al Espacio Común Europeo, y el
general, para el resto, además, las ofertas de trabajo están reguladas por un mecanismo que
establece una cláusula de prioridad nacional, tanto para españoles como para extranjeros ya
residentes dando lugar a un marco institucional discriminatorio al establecer campos de contratación
de inmigrantes. Como consecuencia, se crea en España un mercado laboral etno-fragmentado ya
que, en primer lugar, el estatus jurídico se convierte en un elemento diferenciador que se yuxtapone
con los demás caracteres sociales: género, nacionalidad, etnicidad, edad, etc., es decir, se crea un
marco institucional que termina construyendo realidades diferenciadas al reforzar la idea de papel
subsidiario de la mano de obra inmigrante. Y, en segundo lugar, los inmigrantes se incorporan en los
sectores marginados, en aquellos huecos emergentes que surgen conforme aumentan los niveles de
aceptabilidad, es decir, mientras que algunos trabajadores españoles elevan su posición laboral, se
proletariza la de los inmigrantes. De hecho, en el año 1999, los trabajadores inmigrantes se
concentraban principalmente en el servicio doméstico, la agricultura, la hostelería, la construcción y
el comercio al por menor, sectores que, como dice Jiménez, cuentan con el nivel de aceptabilidad
más bajo.
Y es que, como señala Ricard Zapata-Barrero (2008) la inmigración es un nuevo factor generador
de desigualdad y podemos decir, siguiendo a Retis, que los medios de comunicación constituyen
uno de los principales actores sociales en estos procesos de reacomodación de fuerzas de trabajo en
el mercado laboral ya que su papel es tan importante en la sociedad receptora que no solo influye en
cómo se ven a los inmigrantes en ella, sino también en cómo se ven a sí mismos los inmigrantes
como esos "otros" construidos por un "nosotros" colectivo con ilusión de homogeneidad. De este
modo, se ha construido un discurso que oscila entre la demonización y el paternalismo acerca de la
inmigración que ha calado en la opinión pública, como dice Asunción Merino Hernando (2009),
porque se naturaliza el vínculo entre las poblaciones, sus culturas y los territorios que ocupan ya
que en la caracterización de las culturas el espacio estatal juega un papel predominante y muchas
veces excluyente al hacer hincapié en lo indisoluble del vínculo con la comunidad y territorio de
origen y, por ende, con su "cultura". Y es que, indica Merino, las culturas se visualizan de manera
homogénea y aislada, lo que justifica la coexistencia de diferentes comunidades segregadas.
Sin embargo, es importante señalar que no todos los inmigrantes gozan de la misma percepción en
España, de hecho, señala Jiménez Zunino, la etnicidad aplicada a diferentes orígenes nacionales
termina produciendo una clasificación sustentada en estereotipos que atribuyen cualificación
profesional en base a la nacionalidad de origen, ya que, como indica Merino, la pervivencia de las
categorías nacionales opera como criterio de discriminación positiva o negativa tanto en el mercado
laboral como en los ámbitos jurídicos y administrativos. Esto no es más que la reproducción de la
estructura de distribución del valor social de los diferentes tipos de inmigración: bajo capital
simbólico de los marroquíes, alto en los europeos del este, etc. Pero es necesario tener en cuenta que
además de estas fronteras nacionales se activan nuevas fronteras en las relaciones de los inmigrantes
con otros inmigrantes de distintos orígenes y con los nacionales, más o menos porosas, en diferentes
niveles y contextos. Y es que, siguiendo a Jéssica Retis (2006), podemos afirmar que el mundo
contemporáneo no es un "mundo sin fronteras", sino que va generando nuevas fronteras que, sin
eliminar las anteriores, las redefinen, las reorganizan. Ejemplo de esto es la percepción de la
inmigración como amenaza al status quo alcanzado que afecta tanto a los autóctonos como a los
inmigrantes establecidos en el país receptor que señala Cea D´Ancona (2009) y que explica por el
miedo a perder la posición social alcanzada, ya que esta percepción de amenaza afecta tanto a su
situación laboral, como al acceso a derechos sociales.
En España, dice Zapata-Barrero (2008), la imagen que tiene la ciudadanía del inmigrante es la del
"moro" construida, en gran medida, por los medios de comunicación, que contrasta con la imagen
que ofrecen del inmigrante argentino como el preferido, el "visitante modelo" con grandes
similitudes étnicas, culturales y de sangre compartida que menciona Jiménez (2011) siguiendo a
Viladrich y Cook-Martin (2008), aunque advierte que cada vez más los argentinos pasan a ser
considerados inmigrantes extra-comunitarios con una fuerte marca de externalidad, ajenos a la
Europa fortaleza. Y es que, siguiendo a Merino (2009), cuando se habla de inmigrantes muchos
españoles piensan en latinoamericanos, cuando hasta hace poco más de la mitad pensaba en
marroquíes y es que su presencia es cada vez más visible ya que son los inmigrantes preferidos por
parte de políticos y empresarios. Además, muchos españoles opinan que bastantes o muchos
inmigrantes no se mezclan , sobre todo cuando se refieren a árabes y otros colectivos musulmanes y
le atribuyen las causas a las diferencias culturales, religiosas o ideológicas o incluso a una falta de
voluntad de integración. Y es que la trascendencia de los medios de comunicación, indica Retis, no
está solo en la posibilidad de comunicar o informar acerca de acontecimientos, ahora son capaces de
construir los acontecimientos, es decir, los medios ya no hablan del mundo sino que lo construyen
discursivamente, afectando particularmente a las relaciones entre la política y la sociedad, porque
"quién construye la identidad colectiva y para qué, determina en buena medida su contenido
simbólico y su sentido para quienes se identifican con ella o se colocan fuera de ella" (Castells,
2003 citado por Jéssica Retis, 2006).
La producción social de la información puede dirigirse a un sector específico de la audiencia: los
medios de comunicación producidos para los inmigrantes que, como señala Retis (2006), en ellos se
observan las sinergias económicas y comerciales imbricadas con las lógicas de la comunicación
intercultural mediada para crear un espacio mediático. Así, en las sociedades de origen son fuentes
de información de nuevos destinos migratorios, de recomposición de nuevos nexos de
comunicación de las familias transnacionales y de las redes migratorias. En los países receptores se
convierten en espejos que devuelven las miradas de los nativos y colaboran en la construcción de la
identidad del inmigrante como "Otro".
TEMA 6: La diversidad como un problema
Como señala Ricard Zapata-Barrero (2008), la política del discurso sobre la inmigración en España
aún está en proceso de definición, pero se acepta en esta construcción la referencia a los hechos del
11 de septiembre de 2001, por los que se legitima la ecuación de "musulmán = terrorista", es decir,
las personas de origen musulmán son percibidas como "presuntas culpables" hasta que no se
demuestre su inocencia.
Laura Mijares y Ángeles Ramírez (2008) señalan que a finales de los años ochenta se acuña el
término "islamofobia" con la intención de describir y nombrar una realidad, que aunque no es nueva
si tiene nuevas connotaciones: la discriminación contra el Islam y los musulmanes. Se define como
manifestación del odio, la repugnancia y la hostilidad hacia los musulmanes, y supone en la práctica
la exclusión de estos de la vida económica, social y pública de una nación, al tiempo que son
víctimas de discriminación y persecución, tal y como señala la Comission Of British Muslims and
Islamophobia (1997) apuntado por Mijares y Ramírez (2008). La situación contra los musulmanes
empeora a raíz de los atentados del 11 de Septiembre, lo que lleva a que la islamofobia se empiece
a considerar por distintos organismos internacionales en un plano específico de discriminación,
separada de la xenofobia y a la altura del anti-semitismo. En España, señalan las autoras, no hay
informes específicos sobre islamofobia, aunque aparece en informes de SOS Racismo del año 2007
para señalar conflictos derivados del establecimiento de mezquitas en algunos lugares. Llama la
atención que no exista conciencia de las discriminaciones hacia los musulmanes en la opinión
pública.
Una característica fundamental de la islamofobia es que para su legitimización no se apoya tanto en
la religión como en cuestiones relacionadas con la defensa de los derechos universales, lo que
coloca a las mujeres en el centro de este debate, centrándose en el uso del pañuelo o hiyab, de forma
que muchos autores hablan ya de una "islamofobia generizada" que revitaliza los estereotipos
orientalistas y representa a las mujeres musulmanas como oprimidas, retrasadas, políticamente
menores de edad y que necesitan ser liberadas y rescatadas a través de intervenciones imperialistas,
occidentales. Para muchos islamófobos, el uso del pañuelo es el símbolo de discriminación y
subordinación que sufren las mujeres musulmanas, además de servir de símbolo tangible del Islam
fundamentalista que pone en peligro la integridad y tolerancia de las sociedades occidentales. Y es
que en torno al pañuelo se ha construido una imagen contraria a la igualdad entre hombres y
mujeres. No hay que olvidar que el fondo del asunto es la regulación jurídica del cuerpo de las
mujeres, dentro y fuera de sus países de origen, sean estos cuáles sean.
Slavoj Zizek (1998) nos dice que siguiendo la versión marxista estándar, los intereses particulares
asumen la forma de universalidad ("los derechos humanos universales son de hecho los derechos
del hombre blanco propietario...") y, para funcionar la ideología dominante tiene que incorporar una
serie de rasgos en los que la mayoría explotada pueda reconocer sus anhelos. Esto quiere decir, que
cada universalidad hegemónica debe incorporar un contenido particular auténtico y la distorsión
creada por las relaciones de dominación y explotación. Así, señala el autor, hoy, frente a la
emergencia de un nuevo racismo y un nuevo sexismo, la estrategia política pasa por censurar los
discursos públicos que avalen públicamente tendencias racistas, homofóbicas, etc., una autocensura
que permita, sin embargo, leer entre líneas sus intenciones. Para Zizek, hoy la forma ideológica
predominante consiste en la lógica económica "objetiva", despolitizada, considerando a las pasiones
políticas "inmaduras" para dar paso a un universo postideológico pragmático maduro, de
administración racional y consensos negociados, sin embargo lo político vuelve bajo la forma del
odio racista, puro, incólume hacia el Otro, y es que, nos dice, que el racismo posmoderno es
síntoma del capitalismo tardío multiculturalista. El Otro es siempre "patriarcal", "violento", nunca
es el portador de sabidurías y/o costumbres encantadoras, porque la tolerancia liberal, señala Zizek
excusa al Otro folclórico, privado de su sustancia al tiempo que denuncia al "Otro" real por su
"fundamentalismo". La forma ideal de esta ideología es la del multiculturalismo que trata a cada
cultura local como "nativos" cuya mayoría debe ser estudiada y "respetada" cuidadosamente porque
existe una distancia eurocentrista condescendiente que no echa raíces en ninguna cultura en
particular. Así, para él, el multiculturalismo es una forma de racismo negada, invertida,
autorreferencial, porque dice, el respeto multiculturalista por la especificidad del otro es
precisamente la forma de reafirmar la propia superioridad. Y es que en el fondo lo que esconde,
señala, es la homogeneización sin precedentes del mundo contemporáneo que se esconde detrás de
la pelea por las diferencias culturales que deja intacta la homogeneidad básica del sistema
capitalista mundial.
Ricard Zapata-Barrero (2008) analiza los debates parlamentarios que hayan tratado el tema de la
inmigración en España dividiéndolos en dos tipos a los que denomina "discurso re-activo" que
reacciona contra el proceso histórico de cambio que supone la llegada de inmigrantes, y "discurso
pro-activo" que asume la irreversibilidad del proceso y lo conforma como marco que oriente los
cambios sociales. Estos discursos se corresponden con dos paradigmas que son, respectivamente, el
paradigma monoculturalidad-pasada y el paradigma multicuturalidad-futura y con ellos se
construyen políticas concretas. En general, nos dice, se admite que si bien la inmigración en España
comenzó en los años 80 no es hasta el año 2000 cuando empieza su importancia política, y que
además está centrada en la creación de un marco jurídico que busca solucionar el "tema de las
fronteras", acceso de los inmigrantes al territorio, más que en la coexistencia, integración y/o
acomodación cultural. Ambos discursos buscan su legitimación en la Constitución Española y en los
valores y principios occidentales, democráticos y liberales que consideran presente en la lógica que
siguen otros países de la UE ya que consideran que todo lo que provenga de la UE es positivo para
la gestión del proceso. Ambos discursos también buscan llegar a un consenso de mínimos para
solucionar este "problema/reto".
La primera diferencia que observa Zapata-Barrero entre los distintos discursos es la tipificación
política del fenómeno, para los re-activos se trata de un problema "de ellos, no de nosotros" que hay
que solucionar, mientras que para los pro-activos es un reto, desafío o problemática "de ellos, por
lo tanto también nuestro"que debe gestionarse. Los re-activos siguen la lógica del "choque de
civilizaciones" y la de equilibrio entre seguridad-libertad para legitimar políticas, porque consideran
que la inmigración es causa de inseguridad y delincuencia al tiempo que una amenaza para la
convivencia, ya que creen que la llegada masiva de inmigrantes produce xenofobia, rechazo o
desequilibrios laborales que justifican reacciones de defensa de los ciudadanos ante ellos, por eso
ante estas situaciones hablan de invasiones, olas, avalanchas... y además consideran la inmigración
como un acto voluntario, de libre elección por parte del inmigrante por lo que deja al Estado
receptor libertad para decidir qué hacer con ellos al tiempo que obliga al inmigrante a adaptarse al
nuevo Estado en el que ha decidido instalarse; por eso la legislación, consideran, no debe ser abierta
y poco restrictiva, ya que si empeora su calidad de vida se evitará su llegada y para ello no dudan en
defender la necesidad de aplicar "mano dura". Toda esta "mano dura" se pone de manifiesto en la
gestión de las fronteras, para los re-activos, las fronteras son un problema de orden público que
necesitan vigilancia constante, medidas policiales, políticas restrictivas y represivas, su papel es
actuar como muro de contención para evitar la "avalancha" y esto lo legitiman en base a una forma
de entender la "capacidad de acogida" aunque también tienen en cuenta criterios de identidad
estableciendo una política de fronteras de preferencia nacional. Así, la "inmigración ilegal" es vista
como un fracaso de la política de fronteras, porque su objetivo es la "inmigración ilegal cero" y es
que ellos al situar al inmigrante sin documentos de residencia "fuera de la legalidad", lo vinculan
directa y explícitamente con la delincuencia. Todo esto encaja con los principios de justicia con los
que se orientan, que son la seguridad y el interés del Estado y de la ciudadanía nacional, siguiendo
una lógica instrumental y cuantitativa que les lleva a asumir el "costo social" de estas políticas y
leyes, para ello apelan a la "honestidad" con los ciudadanos y a llamar a las "cosas por su nombre"
haciendo un discurso racista que valora positivamente el grupo ciudadano propio y negativamente
el grupo externo/inmigrante, ellos siempre son "outsiders", siempre fuera de la sociedad como parte
de un grupo exógeno, así las relaciones entre "ellos/otros" y la "sociedad/nosotros" es de conflicto
de intereses, de amenazas y de competencia de forma que la política se debe decantar siempre hacia
el interés del ciudadano. Así pues, las prioridades en el discurso re-activo son la política de
fronteras, el refuerzo del control de inmigrantes "ilegales" para "combatir" su entrada, o sea, se
centran, en palabras de Zapata-Barrero en "lo que se quiere evitar". Esta visión reactiva de la
inmigración ha calado en la opinión pública tal y como vemos en los resultados analizados por Cea
D´Ancona en su informe del 2009 acerca de la comprensión del racismo y la xenofobia.
La antropología ante el "encuentro intercultural" que la inmigración provoca no se puede centrar en
intentar desvelar las culturas "ajenas" para convertir a los inmigrantes en sujetos "integrables" en
"nuestra" cultura. Desde esta perspectiva, Adela Franzé Mudanó (2008), reflexiona sobre el papel
asignado a la "cultura de origen" por parte del profesorado como factor mediador en la
"educabilidad" de sus alumnos extranjeros. Para ello, en primer lugar intenta conocer sus opiniones
respecto a los factores que intervienen en el rendimiento escolar, tanto de alumnos españoles como
extranjeros, obteniendo como respuestas mayoritarias la implicación de los padres y la motivación
del alumno y reservando para los alumnos extranjeros el dominio del lenguaje escrito y oral y el
país de origen. El lugar de origen resulta importante porque de él dependen otros factores como la
lengua, la religión y parámetros culturales más generales valores, normas y actitudes, señala Franzé
apoyándose en un estudio encargado por el Defensor del Pueblo (2003). Pero también es importante
para los profesores porque reaviva el llamado modelo de "privación cultural" que se funda y
transmite una imagen "culturalmente depravada" de las familias a las que se presenta como
"sistemas deficitarios", ya que si la privación económica y cultural son importantes para niños y
niñas procedentes de sectores desfavorecidos, cuando se trata de niños de origen inmigrante sus
pautas culturales añaden un plus diferencial: los usos lingüísticos, la valoración de la educación, las
expectativas hacia los hijos y otros valores y pautas de comportamiento o socialización familiar,
religiosas, disciplinarias, etc., que se atribuyen al origen son percibidos como específicos de las
familias inmigrantes a las que se entienden como débiles y limitadas para orientar a sus hijos en su
presente y en su futuro.
Franzé Mudano señala que la conciencia multicultural actual es más el resultado de nuestro
imaginario diferencialista que objetiviza como diferencias culturales lo que en realidad son
diferencias raciales o de clase social, antes que una descripción de la realidad. Y es que se aúna la
diferencia a la carencia, definiendo a los "otros" por la penuria y no por el acceso a los recursos
materiales que pasa a un segundo plano, tratando la diversidad como "faltas" y las desigualdades
como responsabilidades individuales. Este tipo de visiones están alentadas por discursos
institucionales públicos, nacionales e internacionales, con una larga historia, pero el discurso que
acompaña la incorporación de alumnado extranjero perpetúa y legitima científicamente un
diferencialismo culturalista construido a partir de estereotipos culturales convertidos en símbolos
que como consecuencia invisibilizan sus recursos socio-familiares, sus capitales culturales y sus
esfuerzos orientados a la promoción social de sus hijos.

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