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COMENTARIO

Javier Cercas); en televisión (Cuéntame). Del mismo modo, en lo referente al tema del exilio,
he observado la similitud entre nuestro personaje y algunos autores de la Generación del 27,
como Cernuda, Alberti o Pedro Salinas.

Por lo que respecta a las ideas secundarias me gustaría destacar el trasfondo histórico y
político de la obra en general. Se pone en evidencia la gran maestría del autor para exponer su
amplio conocimiento de la realidad política de España y Europa y, al mismo tiempo, hacernos
partícipes de la perspectiva de cuantos sufrieron terribles y tristes consecuencias de la derrota
por estar en el bando perdedor.

En conclusión, admiro la excepcional capacidad del autor para plasmar los hechos y, a su vez,
reivindicar sus propias ideas. Su lectura me ha hecho reflexionar sobre la tolerancia, el respeto
y el conocimiento del pasado como necesidad para evitar que se vuelvan a producir tales
hechos, para no repetir los mismos errores. Los girasoles ciegos son relatos auténticos que
ahondan en las razones de la derrota para activar la memoria, contra el olvido, y en defensa de
la idea de que en una guerra entre hermanos, al fin y al cabo, todos somos perdedores.

Me parece, además, que los jóvenes estudiamos la Guerra Civil como algo lejano y ajeno, sin
embargo, obras como ésta resultan imprescindibles para llegar a una visión más íntima,
afectiva, real, cercana y humana del horror de la guerra.

SOBRE LA GUERRA

El absurdo de la guerra es la idea clave sobre la que el autor nos hace reflexionar, pues
cuesta creer que el ser humano sea capaz de provocar tanto dolor a otro ser por el
motivo que sea. Los conflictos bélicos siempre han marcado el ritmo de la historia de la
humanidad a lo largo de siglos y siglos. Mapas enteros, países, imperios se han creado y
se han destruido, a causa de la ambición de los hombres. Pero, como dice Alberto
Méndez, nunca hay un bando ganador, sino unos pocos vencedores y muchos vencidos,
siendo todos perdedores desde un punto de vista moral, pues quien mata a otra persona
desde luego ha perdido mucho valor.

En el mundo, las guerras siempre han tenido unas causas comunes, que pueden ser
sociales, económicas, territoriales, por afán expansivo de un imperio, por
enriquecimiento de materias primas, como sigue siendo el actual caso en Oriente con
guerras como las de Irak por petróleo. Pero las guerras civiles son especialmente
crueles y absurdas. Por un lado, la población que se enfrenta lo hace por ideas políticas
que han chocado por intolerancia, por falta de respeto y comunicación. Por otro lado,
no hay un enemigo claro que invade un país, sino que son los propios familiares y
amigos los que se acaban viendo envueltos en unas sangrientas batallas y ajustes de
cuentas, con las consiguientes represalias que derivan después.

En España, la guerra del 36 todavía está muy cercana en el sentir de la gente, pues
nuestros abuelos fueron protagonistas reales que la sufrieron. Ellos nos pueden relatar
en primera persona numerosos sucesos horribles de humillación, violaciones, torturas y
fusilamientos que únicamente contribuyeron a causar aún más dolor a la pérdida de
seres queridos. Por ello, las consecuencias inmediatas de cualquier conflicto bélico son
las heridas psicológicas que, como señala el autor de “Los girasoles ciegos”, nunca
llegan a curase. Además, los difíciles años de la posguerra española fueron totalmente
nefastos para el país, que tardó más de veinte años en recuperarse. Algunas personas
que vivieron en la posguerra afirman que ésta fue muchísimo más cruel que la propia
guerra, debido a las muchas venganzas personales. Por eso, también afirmamos que
todos son perdedores, pues son víctimas del horror y el absurdo de la guerra que saca lo
peor del ser humano.

EL MIEDO

El miedo: Ni siquiera quien gana deja de sentir miedo; nadie que haya vivido una guerra se
muestra indiferente, y aunque se perdone, no se olvida. El miedo es crónico en el mundo que
crea el autor en la novela: “Tengo miedo de que el niño enferme, tengo miedo de que muera
la vaca a la que apenas logro alimentar desenterrando raíces (…). Tengo miedo de que alguien
descubra que estamos aquí arriba en la montaña.” , (p. 49), dice el padre-poeta del segundo
relato. Además, existen dos elementos que acompañan al miedo: el silencio y la soledad. Y
ambos están relacionados con el encierro: “Hablar siempre en voz baja es algo que ,poco a
poco, disuelve las palabras y reduce las conversaciones a un intercambio de gestos y miradas.
El miedo, como la voz queda, desdibuja los sonidos porque el lado oscuro de las cosas sólo
puede expresarse con silencio” (p. 115), manifiesta el narrador en el cuarto relato.

La comunicación se evita para no tener problemas, y la soledad es un refugio natural para


quien tiene miedo, porque así se siente uno más seguro, si bien en estas historias, la soledad
no es voluntaria: está solo el prisionero, el “topo” por temor a que alguien lo delate, el niño
que no puede compartir sus vivencias con nadie, la mujer que vive como viuda sin serlo, el
fugitivo que pierde a su novia y se encuentra con un bebé al que cuidar, el diácono que
experimenta cosas nuevas y terribles y no sabe cómo procesarlas porque no puede hablar de
ellas con nadie. Incluso el coronel Eymar y su mujer Violeta están solos con su dolor por la
pérdida de su hijo Miguel.

La soledad se presenta en sus dos facetas: como una situación física (en la cárcel, en el
armario, en la breña), y como una actitud interior, que es aún más dolorosa porque significa la
imposibilidad de comunicar tanto desgarro: “Ha visto un paisaje blanco y sin aristas, extenso,
interminable, acunado por el viento pertinaz y frío cuyo zumbido sólo sirve para reafirmar el
silencio. Y mientras estaba allí, observando, sentía algo que no lograba identificar, algo que ni
siquiera sabía si era bueno o malo. Ahora que ya he encontrado mi lápiz sé lo que era:
soledad”, (p. 55), manifiesta el poeta en el segundo relato.

Por lo que se refiere al encierro, en los cuatro relatos la dinámica es siempre hacia adentro.
Los personajes están en la cárcel, o en la breña,-lugar inaccesible,-o encerrados en el armario.
Circular libremente es peligroso porque el enemigo puede volver a golpear. El país está
dividido, los hombres se meten en sus guaridas o son enjaulados como enemigos políticos.
Este movimiento hacia el interior, de encierro, es constante y crea una sensación de ahogo en
el lector que respira un clima claustrofóbico.
En cada historia además podemos encontrar temas concretos:

Primera derrota: podríamos considerar el tema la actitud moralmente correcta al


finalizar la guerra. Lo podemos ver con el capitán Alegría, que actúa en conciencia
renunciando al poder y a su vida para unirse al sufrimiento de los vencidos. También
podemos ver una crítica hacia las injusticias y crímenes sucedidos en la guerra.

Segunda derrota: la supervivencia en situaciones límites, podemos observarla en la


fortaleza del poeta, donde gracias al amor por su hijo permanece vivo. Las penurias a las
que se ven sometidos por culpa de la guerra, la frialdad, el miedo... son alguno de los
temas aquí presentes.

Tercera derrota: la lucha entre la muerte y la vida, y la manera más o menos moral de
alcanzarla, el compañerismo entre los presos, la crueldad de los crímenes.
La mentira para conservar la vida o la crítica al militarismo pueden ser algunos de los
temas de la tercera.
Cuarta derrota: aquí encontramos una clara denuncia a la Iglesia de la Dictadura, que
se hallaba muy ligada a ésta. Casos de abusos sexuales, la fuerte represión al tener que
estar escondido...

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