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1.

3) Actitud de un siervo

Definición de siervo: Un siervo de Dios es aquella persona que está dispuesta


a:
- Hacer lo que Dios le pida.
- Cuando Él lo pida.
- Donde Él lo pida.
- No importa lo que Él pida.

La palabra siervo significa esclavo. Describe entonces a alguien que está sujeto
a la voluntad de su Señor, y está a su total disposición.

Es por ello que la auto-renuncia es un aspecto importante para poder ser un


siervo de Dios. Para poder seguir a Jesús, debemos dejar nuestros propios
intereses y poner todo en sus manos, debemos dejar de pensar en hacer lo que
nosotros queremos (por más que nos guste, pues son cosas que nos alejan de la
voluntad de Dios) y empezar a pensar en lo que Dios quiere que hagamos; en todo
momento debe ser así, aunque esto nos traiga como consecuencia dolor y
sufrimiento. De esta forma podemos darle prioridad a Él y no a nosotros mismos,
hacer su voluntad y no la nuestra.

Es bueno saber 4 principios elementales en la vida de un siervo de Dios:

1) Un siervo de Dios se congrega

La biblia no enseña en absoluto el concepto del cristiano separado de la iglesia.


Por el contrario, denuncia la idea como un desacato a la voluntad de Dios.
Hebreos 10:25 dice que no debemos dejar de congregarnos como algunos tienen
por costumbre.

El verdadero creyente sabe que hay mandamientos que no pueden ser


obedecidos a menos que formemos parte de una iglesia. Por ejemplo, en Juan
13:25 dice: “En esto conocerán que son mis discípulos, si tuviereis amor los unos
con los otros”. ¿Cómo podremos mostrar a la gente que somos discípulos de
Cristo, o cómo podremos amarnos los unos a los otros, si no nos reunimos con los
discípulos? Por lo tanto, al no congregarnos estamos desobedeciendo a Dios.

El apóstol Pablo nos da mandamiento en Gálatas 6:10 para que “hagamos bien
a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” ¿Cómo podremos hacer bien a
la familia de la fe, si no nos reunimos con ella? No hay forma de escaparse a este
razonamiento.

La analogía con el cuerpo humano usada por Pablo en Romanos 12 ilustra este
punto en forma maestral. Somos llamados a estar unidos formando un cuerpo,
porque Cristo ha fundado una sociedad y establecido una unión entre sus
discípulos, lo mismo que sucede entre los miembros de un cuerpo humano.
2) Ser siervo de Dios no es una opción, es un llamamiento.

Para el cristiano no se trata de si debe servir o no. Desde que el ministerio es un


llamamiento de Dios, es decir, son irrevocable (Ro 11:29), es bueno saber que
Dios no toma a la ligera la desobediencia a su llamado.

El siervo no es un observador distante, alguien marginal o desinteresado. Hay


iglesias llenas los domingos con este tipo de cristianos. En el capítulo 4 del
evangelio de Mateo encontramos dos instancias que ilustran la actitud del siervo.
Cuando Jesús dice a Pedro y Andrés “Venid en pos de mí, y os haré pescadores
de hombres, ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron”. La
inferencia es que cuando él habla, nosotros obedecemos; él llama, nosotros damos
el paso adelante. ¿Estamos haciendo esto en nuestras vidas hoy? Quizá muchos de
nosotros tengamos que saltear líneas cuando cantamos alabanzas con estrofas
como “He decidido seguir a Cristo”.

La obediencia de Abraham es también un buen ejemplo. Dios llama a Abraham


y le dice “vete de tu tierra, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré…
y haré de ti una nación muy grande, y engrandeceré tu nombre, Y SERÁS
BENDICIÓN”. (Abraham obedece incondicionalmente).

¡Qué diferencia con nosotros en el día de hoy! ¡Qué insoportables somos!,


consumidos por una preocupación, un temor, una necesidad… bendíceme,
bendíceme, bendíceme… somos esponjas absorbiendo constantemente.

¿Está el Señor llamando así en el día de hoy? Piénselo bien.

3) Cuando el Señor llama también capacita.

Dios no es como el jefe que le ordena al empleado hacer un trabajo para el cual
no está capacitado o no ha sido entrenado.

Dios ha dado a cada uno de nosotros dones o habilidades, algo que el cuerpo de
Cristo necesita. Es Dios Espíritu Santo el que distribuye los dones: “Pero todas
estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en
particular como él quiere” (1 Co. 12:11). ¿Con qué propósito? Respuesta:
“Perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
cuerpo de Cristo” (Ef. 4:12), y además para la organización de la iglesia. Sí, ya
sé, la iglesia es un organismo, pero también es una organización (a nivel de la
iglesia local). Cuando el organismo no está organizado se enferma o se muere.

Romanos 12:6 y pasaje circundante nos enseña que cada uno de nosotros debe
administrar su don (o dones) de acuerdo a la gracia que nos es dada sin mezclarse
en lo que concierne a otros: tampoco debemos desear hacerlo todo, sino que
debemos contentarnos con lo que Dios nos ha dado y no debemos usurpar la labor
de los demás. Esta es la raíz de los problemas en muchas iglesias, donde los
pastores u otros líderes quieren estar en todo, sin perderse detalle, y queriendo
tener la última palabra. Cuando eso sucede vamos a tener un desastre de mayores
proporciones.

Entonces, recordemos que somos miembros los unos de los otros, nos
pertenecemos, y cuando uno no cumple con su función o quiere cumplir con las
funciones de los demás, todo el cuerpo sufre. Hoy en día el cuerpo de Cristo sufre
tremendamente porque carga sobre sus hombros un número de precedentes de
miembros que están atrofiados.

A modo de aclaración digamos que usted no tiene que saber cuál es su don para
comenzar a servir a Cristo. Por si acaso alguno de nosotros tiene dificultad para
identificar sus dones, es un alivio saber que no es necesario primero identificar el
don o los dones. Quiere decir que no tener claridad al respecto no puede servir de
excusa para no ponerse a trabajar para Cristo. Hay gente que lleva años tratando
de descubrir sus dones y van a la tumba sin haberlos descubierto. ¿Por qué?
Porque nunca se han puesto a trabajar.

¡Manos a la obra! Despierte y póngase a trabajar, sobre todo teniendo en cuenta


que hay tantas oportunidades en su iglesia. El Señor le mostrará sus dones, sea fiel
y le dará más: sea infiel y le quitará lo que tiene y se lo dará al siervo fiel.

4) Servir no es algo que usted hace por Dios, es algo que Dios hace a
través de usted.

Este es un principio que mucho de nosotros debemos tener presente todo el


tiempo, debido a que tenemos tendencia a creer que somos suficientes en nosotros
mismos para la tarea. Cuando llegamos a pensar de esa manera es cuando dejamos
de servir a Dios en el Espíritu porque nos desconectamos de él.

El ministerio efectivo depende de la condición de total humildad en el ministro


de Dios. No hay lugar para la arrogancia en el ministerio. Por el contrario, una
actitud de total dependencia de Dios es requerida para tener un ministerio exitoso,
sabiendo que es Dios quien hace la obra por medio de nosotros y no nosotros por
nuestra cuenta. Veamos las palabras de Pablo:

“No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de
nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios” (2 Co. 3:5)

Esta es la actitud y la perspectiva que debemos mantener. Traigamos a un


antiguo amigo a la memoria. Nabuconodosor tiene un sueño pero se le olvida.
Preocupado en extremo, llama a los sabios de la época, les pide que le
reconstruyan el sueño y luego se lo interpreten. Nadie puede hacerlo.
Nabuconodosor, que no era muy democrático, ordena la muerte de todos los
sabios de Babilonia. Daniel pide tiempo al rey para poder interpretar el sueño y
Dios se lo revela en visión. Ahora observemos las palabras de Daniel frente al rey:

“Respondió el rey y dijo a Daniel, al cual llamaban Beltasar: ¿Podrás tú


hacerme conocer el sueño que vi, y su interpretación? Daniel respondió delante
del rey, diciendo: El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni
magos ni adivinos lo pueden revelar al rey”.

Daniel pudo haber respondido, “Sí, yo puedo”, pero contesta, “¡No! No puedo,
pero Dios puede”.

Enseñanza:

¿Usted piensa que puede hacerlo? ¿Piensa que está capacitado para hacerlo?
¿Qué tiene el carisma y personalidad para hacerlo? Dios le va a decir: “No te
necesito, gracias”. Extraña forma de evaluar, ¿Verdad?

Por otra parte, ¿Piensa que no puede? ¿Qué es incompetente, insignificante,


inadecuado? ¡Atención! Dios puede estar a punto de poner su mano sobre usted
para colmarlo con un ministerio como nunca imaginó. ¿Por qué? Porque todo
ministerio es para gloria de Dios, no la nuestra.

¿Busca gloria usted? ¿Quiere ser predicador? Dios dice: “Lo siento, no estoy
llamando predicadores esta semana”. ¿Quiere ser un héroe de la fe? La respuesta
es “Estoy buscando obreros anónimos”. ¿Ministro de alabanza? Lo siento,
necesito un encargado del equipo de sonido. ¿Quiere ser conferencista, viajar por
diferentes lugares? Lo lamento, quiero que vayas de misionero al altiplano
boliviano.

Conclusión: “Porque ni de oriente ni de occidente viene el enaltecido. Más


Dios es el juez, a éste humilla y a aquel enaltece”. (Sal. 75:6-7)

5) No responder al llamado de Dios a servirlo tiene consecuencias eternas.

La verdad es que a pesar de la claridad bíblica en cuanto a lo que Dios espera


de nosotros, la vasta mayoría de los cristianos no respondemos a la gracia del
Señor en la medida que él espera. El hombre y la mujer promedio en la iglesia de
Cristo, sin siquiera pensarlo, sin siquiera preocuparse, sin siquiera remorderle la
consciencia, es feliz gastando su tiempo, su esfuerzo y sus recursos en cualquier
otra cosa, antes que en un ministerio en el cuerpo de Cristo. ¿Lo dudan? Revise su
agenda, libreta de cheques, cuenta del teléfono, o lo que ha hecho la semana
pasada.

Dios no va a pasar por alto tal medida de ingratitud. Habrá consecuencias en la


eternidad, y van a ser devastadoras para el cristiano, para aquella persona que
después de ser salva siguió viviendo para sí y no para el Señor. 2 Corintios 5:14-
15 dice “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno
murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que
viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”. Dios
espera eso de nosotros. Al no hacerlo estamos desobedeciendo a Dios, y nos
exponemos a la disciplina de Dios en esta vida, y a futuras pérdidas en la
eternidad.
¡Ya está Santomauro (autor de este artículo) asustándome! Dirá usted. La
escritura en ningún lugar dice que en la eternidad, todos vamos a tener el mismo
estatus, por el contrario, repetidamente habla de recompensas y pérdida de
recompensas, no para asustarnos sino para traer claridad a nuestro razonamiento.

Déjenme ser franco para terminar. Hay dos formas de presentarse en el cielo:

1) 2 Juan 8 dice: “Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de
vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo”. (esto es para los
que se quedan a medio camino, o simplemente no dan el 100%). A su vez, 1
Juan 2:28 expresa: “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando
se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos
de él avergonzados”.
2) Pedro, luego de instarnos a vivir la vida cristiana nos dice en 2 Pedro 1:10-
11: “por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firmes vuestra
vocación (llamado) y elección: porque haciendo estas cosas, no caeréis
jamás. Porque de esa manera os será otorgada amplia y generosa entrada
en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”.

El siervo de Dios es aquella persona dispuesta a:

- Hacer lo que Dios pida


- Cuando Él lo pida
- Donde Él lo pida
- No importa lo que Él pida
Compasión de Jesús

Mateo 9:18-26: Mientras él decía estas cosas, vino un hombre principal y se


postró ante él, diciendo: Mi hija acaba de morir, más ven y pon tu mano sobre
ella, y vivirá. Y se levantó Jesús, y le siguió con sus discípulos. Y he aquí una
mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y
tocó el borde de su manto; porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su
manto, seré salva. Pero Jesús volviéndose y mirándola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe
te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora. Al entrar Jesús en la casa
del principal, viendo a los que tocaban flautas, y la gente que hacía alboroto, les
dijo: Apartaos, porque la niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él.
Pero cuando la gente había sido echada fuera, entró, y tomó de la mano a la niña y
ella se levantó. Y se difundió la fama de esto en toda aquella tierra.

En este pasaje encontramos dos situaciones en las que cualquier persona se


encontraría desesperada, debido a los problemas que lo aquejan y lo afligen pero
encontramos al Señor que quiere resolver todo problema no importando la
condición humana. Se nos habla de la resurrección de la hija de Jairo y la sanidad
de la mujer que padecía de flujo de sangre.

I. Estado desesperado de un gran hombre: Vino al Señor en un momento


de desesperación y de gran dolor por la muerte de su hija, tal era la
aflicción y desesperación que interrumpió la enseñanza del Señor. A pesar
de que su investidura como principal de los judíos le impedía venir a Jesús
no le importó ni su reputación, ni los comentarios que se hicieran de él, lo
que lo impulsó a venir a Jesús fue un gran amor y una fe genuina.

II. Una actitud de adoración y postración: 1. Eusebeo (eujsebevw, 2151),


actuar piadosamente hacia. Se traduce <adoráis> en Hechos 17:23. Véase
PIADOSO (SER). 2. Proskuneo (proskunevw, 4352, hacer reverencia, dar
obediencia a (de pos, hacia, y kuneo, besar). Es la palabra que con más
frecuencia se traduce adorar. Se usa de un acto homenaje o de reverencia:
(a) a Dios (p,e), Mateo 4:10; Juan 4:21-24. En alabanza y acción de
gracias, o bien mediante actos ejecutados en el curso de tal
reconocimiento.

Recordemos que este era un hombre distinguido, un oficial elegido, que


supervisaba las actividades administrativas de una sociedad Judía: la
sinagoga. Acá encontramos un ejemplo de imitar un hombre que se acercó
al Señor con una actitud de humildad, no era una vergüenza para los más
encopetados dirigentes acudir personalmente a Jesús. Se postró ante Jesús;
es decir le adoró. Quien quiere recibir de Cristo su favor, deben dar a
Cristo su honor y gloria.

III. Una petición hecha con fe y fe concedida petición: Ven pon su mano
sobre ella, y vivirá. Tenemos que pedir el toque de Jesús, que él nos toque,
que toque nuestra necesidad, Él lo hará. Cristo está siempre dispuesto a
acceder al ruego de los que están quebrantados delante de Él. El vers. 19
dice que se levantó Jesús y le siguieron los discípulos.

Reflexión: Jairo estaba ante una situación irreversible, la muerte de su hija,


pero ante el dolor y la situación se incorporó y puso en acción una fe que superó
lo que a los ojos humanos era imposible. Muchas personas se dejan derrotar por
las circunstancias o adversidades. Jairo fue un hombre perseverante donde ante
todo puso toda su confianza sólo en Jesús. Dios quiere que todos los hombres
tomen una decisión: en medio del dolor se refugien en Él.

Quiso mostrar indignidad ante el Señor postrándose, no le importó su


investidura, no le importó lo mucho que se malograra su reputación, reconoció su
impotencia y permitió quebrantarse ante su presencia con un corazón humillado y
humilde y el resultado fue que el Señor Jesús mostró su gloria y poder.

Jairo hizo su petición muy humildemente y el Señor se condolió. Dios resiste a


los soberbios y da gracia a los humildes. El Señor mira nuestra actitud, ¿Exigimos
o pedimos? ¿Demandamos derechos o rogamos a Dios misericordia?

Seamos humildes y compasivos como Jesús

“Cristo sufrió por ustedes, dejándoles [el] modelo para que sigan sus pasos con
sumo cuidado y atención”. (1 Pedro 2:21)

Jesús es humilde

¿Qué es la humildad? En este mundo lleno de orgullo, muchas personas creen


que la humildad es señal de debilidad o de falta de confianza. Pero en realidad es
todo lo contrario: ser humilde requiere fortaleza y valor. La humildad es lo
opuesto al orgullo y la arrogancia, y está relacionada con la opinión que tenemos
de nosotros mismos. Cierto diccionario bíblico dice que ser humilde es reconocer
que Dios es mucho más poderoso e importante que nosotros. Aceptar esto evitará
que nos creamos superiores a otras personas (Romanos 12:3; Filipenses 2:3).
Como todos somos imperfectos, se nos hace difícil demostrar humildad. Por eso,
si queremos cultivar esta cualidad, debemos meditar en la grandeza de Dios y
seguir los pasos de su Hijo.

Mientras estuvo en la Tierra, el Hijo de Dios demostró con su manera de hablar


y de actuar que era una persona humilde.

Su manera de hablar: Jesús no intentaba llamar la atención y siempre le atribuía


toda la gloria a su Padre (Marcos 10:17, 18; Juan 7:16). No despreciaba a sus
seguidores ni los hacía inferiores. Más bien, les hablaba con respeto y dignidad,
los felicitaba por las cosas buenas que hacían y les aseguraba que confiaba en
ellos (Lucas 22:31, 32; Juan 1:47).

Su manera de actuar: Jesús eligió llevar una vida sencilla (Mateo 8:20). Estuvo
dispuesto a realizar tareas poco importantes (Juan 13:3-15). Y siempre fue
obediente (Filipenses 2:5-8). A diferencia de las personas arrogantes que odiaban
tener que obedecer a otros, Jesús cumplió humildemente con la voluntad de Dios
y fue “obediente hasta la muerte”. No cabe duda de que Jesús, el Hijo del hombre,
era “humilde de corazón” (Mateo 11:29).

Seamos humildes como Jesús

¿Cómo podemos ser humildes al igual que Jesús?

Nuestra actitud: Cuando somos humildes, reconocemos que nuestra autoridad


es limitada y que no tenemos derecho a juzgar a los demás; no criticamos sus
errores ni cuestionamos sus motivos (Lucas 6:37; Santiago 4:12). Gracias a esa
humildad, evitamos ser “justo[s] en demasía” con quienes no tienen las mismas
habilidades que nosotros ni las mismas responsabilidades (Eclesiastés 7:16).

Nuestra manera de hablar: Lo que decimos refleja si somos humildes o no


(Lucas 6:45). La persona humilde no habla sólo de sus propios logros (Proverbios
27:2). Se fija en las cualidades que tienen los demás cristianos y los felicita por las
cosas buenas que hacen (Proverbios 15:23).

Nuestra manera de actuar: Los cristianos humildes no aspiran a ser importantes


en este mundo. Con tal de dedicar gran parte de su tiempo a servir a Dios,
prefieren tener una vida sencilla y realizar trabajos que muchos considerarían de
poca categoría (1 Timoteo 6:6, 8). Pero sobre todo, lo que caracteriza a una
persona humilde es la obediencia. Hace falta ser humildes para obedecer “a los
que llevan la delantera” en la congregación y seguir las instrucciones de la
organización de Dios (Hebreos 13:17).

Jesús es tierno y compasivo

¿Qué es la ternura? La palabra tierno se utiliza para describir a una persona que
demuestra a otras “cariño con atenciones y cuidado”. Se relaciona con cualidades
como el amor, la compasión y la misericordia. En la biblia hallamos expresiones
como “tierna compasión”, “tiernas misericordias” y “tierno cariño” (Lucas 1:78; 2
Corintios 1:3; Filipenses 1:8). Según un diccionario bíblico la compasión
envuelve más que sentir lástima por los necesitados. Implica preocuparse por ellos
y hacer algo para aliviar su situación. La persona compasiva no se queda de
brazos cruzados ante el sufrimiento de los demás, en lugar de eso, los ayuda.

Seamos tiernos y compasivos como Jesús

Nuestros sentimientos: La biblia nos anima a mostrar sentimientos de ternura,


aunque a veces se nos haga difícil. Por ejemplo, dice que “los tiernos cariños de la
compasión” forman parte de la nueva personalidad que todos los cristianos
debemos cultivar (Colosenses 3:9, 10, 12). ¿Cómo podemos ser más compasivos?
Una manera es abriendo nuestro corazón de par en par (2 Corintios 6:11-13). Otra
es escuchando con atención a quienes nos cuentan sus problemas (Santiago 1:19).
Y preguntándonos: “Si yo estuviera en su lugar, ¿Cómo me sentiría? ¿Qué
necesitaría?” (1 Pedro 3:8).

Nuestra manera de actuar: La compasión nos motiva a hacer algo por otras
personas, especialmente por las que se sienten como una caña doblada o como una
llama a punto de apagarse. ¿De qué forma podemos ayudarlas? Romanos 12:15
dice: “Lloren con los que lloran”. A veces, quienes están desanimados solo
necesitan que alguien los escuche y los entienda.

Nuestra manera de hablar: La compasión nos motiva a “hablar


confortadoramente a las almas abatidas” (1 Tesalonicenses 5:14). ¿Cómo
podemos levantar el ánimo de quienes están deprimidos? Diciéndoles cuánto nos
preocupamos por ellos y felicitándolos sinceramente por las buenas cosas que
hacen. También podemos recordarles que son muy valiosos para Dios, pues fue él
quien les dio la oportunidad de acercarse a su Hijo (Juan 6:44). Además, podemos
asegurarles que Dios se interesa por todos los que están “quebrantados de
corazón” y “aplastados en espíritu” (Salmos 34:18). Nuestras palabras de cariño
pueden calmar el dolor de los que necesitan consuelo (Proverbios 16:24).
Dinámica:

La mejor versión de ti:

Para comenzar este ejercicio, cierra tus ojos, imagina que no hay nadie más
cerca de ti, puedes ubicarte en un lugar en el que sientas comodidad. Ahora
imagina que eres la mejor versión de ti, piensa en las cualidades que tendrías, pero
también ten en cuenta los defectos, enfócate en las dos cosas. Identifica ahora las
diferencias que hay entre cómo eres ahora, y lo que necesitas para ser esa versión
mejorada de ti mismo.

Si la mejor versión de ti, es o está cerca de lo que eres ahora, ¡Felicidades! Sin
embargo, te invito a seguir mejorando cada momento, porque cada día tenemos la
oportunidad de aprender algo nuevo.

Si la mejor versión de ti, está alejada de lo que eres ahora, te puedo asegurar
que el primer paso a dar es el de la voluntad propia; si tienes las ganas de mejorar,
lo harás, si tienes la motivación para hacerlo, lo harás, porque todos los cambios
comienzan con un pensamiento, y si esos cambios nos acercan al propósito que
Dios tiene para nosotros, todos los esfuerzos serán recompensados por Él.

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