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HEGEMONÍA PREVIA+SENTIDO COMÚN↓

La ideología, en tanto concepción del mundo, “agrupa un bloque social y político, como
principio unificador, organizativo [e] inspirador más que como un sistema de ideas
abstractas” (Eagleton, 1997: 159).
En este sentido, los intelectuales, previamente definidos como el nexo orgánico entre los
dos niveles de un bloque histórico (base y superestructura), son los encargados de
blablabla. En la medida en que blablabla son orgánicos o tradicionales (“Los
intelectuales orgánicos del nuevo bloque histórico, especialmente los de la clase
dominante, se oponen a los intelectuales del antiguo bloque histórico. Estos últimos, que
Gramsci califica de 'tradicionales', están formados por las diferentes capas de
intelectuales que existían antes de la llegada de la nueva clase fundamental que, para
establecer su hegemonía, debe entonces absorberlos o suprimirlos (Portelli, 2000: 101-
102). Civiles o políticos. No se limita a “filósofos”, funcionarios de las superestructuras
(Portelli: 98).

Gramsci alude esencialmente al caso del clero, con quien la burguesía debió entrar en
lucha por el control de la sociedad civil. Aunque se proclaman autónomos, estos
intelectuales están sin embargo ligados a una clase social. Así “la categoría de los
eclesiásticos puede ser considerada como la categoría intelectual orgánicamente ligada a
la aristocracia terrateniente: jurídicamente estaba equiparada a la aristocracia, con la que
compartía el ejercicio de la propiedad feudal de la tierra y el uso de los privilegios
estatales ligados a la propiedad”
La lucha que enfrentó a los intelectuales orgánicos de la burguesía con el clero —
intelectual tradicional— fue en realidad una lucha por la hegemonía del bloque histórico
(Portelli, 2000: 103).

La lucha que enfrentó a los intelectuales orgánicos de la burguesía con el clero, no es


sino un aspecto del conflicto entre el antiguo sistema hegemónico y el nuevo sistema
hegemónico. Clase fundamental en el nivel económico, la burguesía logró extender
progresivamente su primacía sobre la sociedad civil y la sociedad política. La lucha
entre los intelectuales orgánicos y los intelectuales tradicionales tuvo por objetivo el
control de la sociedad civil. La burguesía “estaba completamente capacitada para todas
sus funciones sociales, y por eso luchó por el dominio total de la nación, sin avenirse a
compromisos esenciales con las viejas clases, sino subordinándolas a sus propios fines”

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(Portelli, 2000: 105)

[…] en tanto situación histórica global, el bloque histórico se estructura en dos esferas
complejas: a un modo de producción dado corresponde una estructura social
determinada en la que domina una clase fundamental; esta clase desarrolla
progresivamente una superestructura diferenciada, especializando sus actividades, lo
que le brinda la homogeneidad y la dirección política —hegemonía— sobre las otras
clases. Esta dirección de la sociedad es ejercida en sus diferentes niveles por una capa
social orgánicamente ligada a la clase dirigente, los intelectuales, encargados de
administrar el complejo superestructural y, por lo tanto, de ligar la estructura y la
superestructura. Esta es la forma como se estructura el bloque histórico; queda por
analizar las condiciones históricas de su desaparición en provecho de un nuevo bloque
histórico (Portelli, 2000: 117-118).

“El problema de la creación de un nuevo bloque histórico es entonces, en realidad, el de


la creación de un nuevo sistema hegemónico, pero es también el problema de la
irrupción de una crisis orgánica en el bloque histórico que debe desembocar en una
situación favorable para las nuevas fuerzas sociales. Por lo tanto, la construcción de un
nuevo bloque histórico no es —y Gramsci lo recuerda a menudo en los Cuadernos
cuando ataca las concepciones “economistas”— un fenómeno mecánico: por el
contrario, se trata de una verdadera empres que necesita la resolución positiva de dos
condiciones:
– La irrupción de una crisis orgánica en el bloque histórico, es decir, la ruptura del
vínculo orgánico entre estructura y superestructura, el hecho de que los intelectuales no
representen más a las clases. Esta crisis puede ser suscitada por las clases subalternas
(organizadas o no), o bien puede ser consecuencia del fracaso político de la clase
dirigente.
– La creación de un sistema hegemónico que agrupe a las clases subalternas: si la crisis
es “espontánea y las clases subalternas o están organizadas, la clase dominante retomará
el control de la situación y la vieja sociedad se mantendrá, al menos, provisoriamente.
Por otra parte, en ausencia de esta organización, la crisis orgánica no podrá ser suscitada
(Portelli, 2000: 119-120).

La crisis orgánica es una ruptura entre la estructura y la superestructura, es el resultado


de contradicciones que se han agravado como consecuencia de la evolución de la

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estructura y de la ausencia de una evolución paralela de la superestructura: “La crisis
consiste precisamente en que muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo” (Portelli,
2000: 121).

Una crisis orgánica desemboca en un nuevo sistema hegemónico sólo si las clases
subalternas consiguen, incluso antes del estallido de la crisis, organizarse y construir su
propia dirección política e ideológica. Este problema es difícil de resolver ya que, por
una parte, una clase es verdaderamente homogénea [hegemónica? → Solución: lo digo
yo y fue] cuando se adueña del Estado —sociedad civil + sociedad política— y, por otra
parte, las clases subalternas, en razón de su situación en el seno del bloque histórico
tienen posibilidades reducidas para organizarse: […] (Portelli, 2000: 134).

La primera consiste entonces en “escindirse” del sistema hegemónico de la clase


dirigente con lo que el carácter esencial de la crisis orgánica aparece en esta ruptura
entre las clases subalternas y la ideología dominante. Pero esta escisión sólo es duradera
si va acompañada de una toma de conciencia ideológica y política: […] (Portelli, 2000:
134).

Esta clase esencial, que aspira a la dirección del nuevo bloque histórico, debe crear
entonces los intelectuales orgánicos que le darán su propia concepción del mundo y que
organizarán un sistema hegemónico sobre las otras clases subalternas:
“[Un tercer momento es aquel en el que se logra la conciencia de que los
propios intereses corporativos, en su desarrollo actual y futuro, superan los límites de la
corporación de grupo puramente económico y pueden y deben convertirse en los
intereses de otros grupos subordinados]. Esta es la fase más estrictamente política, que
señala el neto pasaje de la estructura a la esfera de las superestructuras complejas. Es la
fase en la cual las ideologías ya existentes se transforman en 'partido', se confrontan y
entran en lucha hasta que una sola de ellas, o al menos una sola combinación de ellas,
tiene a prevalecer, a imponerse, a difundirse por toda el área social, determinando
además de la unidad de los fines económicas y políticos, la unidad intelectual y moral,
planteando todas las cuestiones en tono a las cuales hierve la lucha no sobre un plano
corporativo sino sobre un plano universal y creando así la hegemonía de un grupo social
fundamental sobre una serie de grupos subordinados” (Portelli, 2000: 134). citado de
Mach, p. 72. (Gramsci, 1980: 57-58).

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Cuando analiza la Revolución francesa, Gramsci muestra cómo antes de que la lucha
devenga política y militar, la burguesía libra una enconada batalla ideológica contra la
aristocracia, en la que la Reforma constituye sus premisas, y que se desarrolla en el
siglo de las Luces: la clase subalterna esencial combate a la clase dirigente tradicional
en el terreno ideológico, disgrega su bloque intelectual antes de adueñarse de la
sociedad política (Portelli, 2000: 139).

Gramsci

Nota IV. Crear una nueva cultura no significa sólo hacer individualmente
descubrimientos “originales”; significa también, y especialmente, difundir verdades ya
descubiertas, “socializarlas”, por así decir, convertirlas en base de acciones vitales, en
elementos de coordinación y de orden intelectual y moral. Que una masa de hombres
sea llevada a pensar coherentemente y en forma unitaria la realidad presente, es un
hecho “filosófico” mucho más importante y “original” que el hallazgo, por parte de un
“genio” filosófico, de una nueva verdad que sea patrimonio de pequeños grupos
intelectuales (Gramsci, 1971: 9).

La historia de la filosofía, como se entiende comúnmente, esto es, como historia de la


filosofía de los filósofos, es la historia de las iniciativas de una determinada clase de
personas para cambiar, corregir, perfeccionar, las concepciones del mundo existentes en
cada época determinada y para cambiar, consiguientemente, las normas de conducta
conformes y relativas a ellas; o sea, por modificar la actividad práctica en su conjunto
(Gramsci, 1971: 26-27).

Desde el punto de vista que nos interesa, el estudio de la historia y de la lógica de las
diversas filosofías de los filósofos no es suficiente. Por lo menos como orientación
metódica, es preciso atraer la atención hacia otras partes de la historia de la filosofía,
esto es, hacia las concepciones del mundo de las grandes masas, hacia las de los más
estrechos grupos dirigentes (o intelectuales) y, finalmente, hacia las relaciones
existentes entre estos distintos complejos culturales y la filosofía de los filósofos. La
filosofía de una época no es la filosofía de tal o cual filósofo, de tal o cual grupo de
intelectuales, de tal o cual sector de las masas populares: es la combinación de todos
estos elementos, que culmina en una determinada dirección y en la cual esa culminación

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se torna norma de acción colectiva, esto es, deviene “historia” concreta y completa
(integral) (Gramsci, 1971: 27).

La filosofía clásica alemana introdujo el concepto de “creatividad” del pensamiento,


pero en sentido idealista y especulativo (Gramsci, 1971: 28). → Pensar Restif.

Sentido común (Gramsci, 1971: 30).

Determinada la filosofía como concepción del mundo y no concebida ya la labor


filosófica solamente como elaboración “individual” de conceptos sistemáticamente
coherentes, sino además, y especialmente, como lucha cultural por transformar la
“mentalidad” popular y difundir las innovaciones filosóficas que demuestren ser
“históricamente verdaderas” y que, por lo mismo, llegaron a ser histórica y socialmente
universales, la cuestión del lenguaje y de los idiomas debe ser puesta “técnicamente” en
primer plano. Sería necesario rever las publicacaciones de los pracmáticos al respecto
(Gramsci, 1971: 30).

Por ello se puede decir que la personalidad histórica de un filósofo individual se halla
también determinada por la relación activa existente entre él y el ambiente cultural que
quiere modificar, ambiente que reobra sobre el filósofo y, al obligarlo a una continua
autocrítica, funciona como maestro. Así es cómo una de las mayores reivindicaciones de
las modernas capas de intelectuales en el campo político ha sido la llamada “libertad de
pensamiento y de expresión del pensamiento” (prensa y asociación), porque solamente
donde existe dicha condición política se realiza una relación maestro-discípulo en el
sentido más general, según hemos visto más arriba; y en realidad se realiza
“históricamente” un nuevo tipo de filósofo a quien puede llamarse “filósofo
democrático”, o sea, el filósofo convencido de que su personalidad no se limita a su
individualidad física, sino que se halla en relación social activa de modificación del
ambiente cultural. Cuando el “pensador” se contenta con su propio pensamiento,
“subjetivamente” libre, o sea, abstractamente libre, da hoy lugar a la burla: la unidad de
ciencia y vida es una unidad activa y solamente en ella se realiza la libertad del
pensamiento; es una relación de maestro-discípulo, filósofo-ambiente cultural en medio
del cual se obra, en el cual se toman los problemas que es necesario plantear y resolver;
esto es, la relación filosofía-historia (Gramsci, 1971: 32).

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Progreso y devenir (Gramsci, 1971: 39).

Filosofía y democracia. Se puede observar el desarrollo paralelo de la democracia


moderna y de determinadas formas de materialismo metafísico y de idealismo. La
igualdad es buscada por el materialismo francés del siglo XVIII en la reducción del
hombre a la categoría de historia natural, individuo de una especie biológica, distinto,
no por calificaciones sociales e históricas, sino por dotes naturales, en todos los casos
igual a sus semejantes. Esta concepción ha pasado al sentido común en la afirmación
popular de que “todos hemos nacido desnudos” (si es que la afirmación del sentido
común no precede a la discusión ideológica de los intelectuales). En el idealismo se
halla la afirmación de que la filosofía es la ciencia democrática por excelencia en lo que
se refiere a la facultad de razonar, común a todos los hombres; por lo cual se explica el
odio de los aristócratas por la filosofía y las prohibiciones legales contra la enseñanza y
la cultura por parte de las clases del viejo régimen (Gramsci, 1971: 43-44). → En El
descubrimiento austral el hombre pasa a ser una especie natural más (Buffon), pero, a
diferencia de los materialistas, la naturaleza deviene divina.

Estructura y superestructura. La proposición contenida en la Introducción de la Crítica


de la economía política, respecto de que los hombres toman conciencia de los conflictos
de la estructura en el terreno de las ideologías […] (Gramsci, 1971: 43-44). → Ver
como se toma esta conciencia en El descubrimiento austral.

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