Vous êtes sur la page 1sur 1

CIUDAD Y POLITICAS DE VIVIENDA

Alejandro Cohen ©

Vivimos en la ciudad, y en sus primeros submúltiplos, las patrias barriales, una calle, cerca de…,
frente a ..., a la vuelta de…. Siempre necesitamos referencia, así se arma nuestro GPS. Nuestros
mapas y nuestros ritos iniciáticos. Somos sujetos urbanos de una urbanidad expandida. Y crecemos
en esa segunda naturaleza que es la ciudad aprendiendo a jugar el juego de relaciones entre
vecindarios, consorcios, veredas, plazas, y parques, escuelas, iglesias, comercios y lo que conecta
todo eso, tramas visibles y también tramas invisibles. Cloacas, desagües pluviales, gas natural,
recolección de residuos, aire menos poluido, todas cosas que no se ven pero se ven, y se sienten. Y
dispositivos de conexión, de movimiento y también de control. Hablar del hábitat es hablar de todo
eso.La ciudad es como una plataforma técnica, cultural y económica donde estamos enchufados. De
allí conseguimos agua, luz, conectividad, servicios diversos y ser parte de algo que llamamos vida
urbana, ciudadanía. En esa plataforma interactuamos, nos protegemos, nos sentimos parte de algo,
del todo. Encontramos oportunidades de trabajo, de pertenencia a algún grupo etareo, de género, de
diversión, de pertenencia educativa ó cultural, de oficio, sindical, religioso, encontramos pareja ó nos
sumergimos en el anonimato.

La vivienda opera como la unidad mínima de todo este entramado. También como nuestro elemental
refugio de intimidad personal ó familiar. Por ello las dificultades de acceso a la vivienda digna, las
condiciones de habitabilidad de las mismas, su tamaño, y por cierto su localización influyen mucho en
nuestra calidad de vida urbana. Y cómo está todo relacionado la calidad de la vivienda depende y
determina la calidad del barrio y de la ciudad toda. Por eso decimos que hacer vivienda no es sólo
hacer más unidades habitacionales, que mucha falta hacen, sino también, y fundamentalmente, hacer
ciudad. Todo esto tiene que ver con una creciente demanda de mejorar la calidad de vida de la
población de Córdoba. Faltan viviendas, falta crédito hipotecario para vivienda, faltan terrenos
accesibles para construir. Falta Estado en sus distintas jurisdicciones facilitando soluciones
habitacionales, terrenos adecuados, subsidiando la demanda y mejorando la oferta. Es cómo si la
salud ó la educación la tuviera que resolver sólo el mercado. Hoy ya nadie se atreve a sostener esta
retirada del Estado promovida y ejecutada en los ’90. Pero en el tema habitacional no parece ser así.
Salvo para la vivienda más de emergencia de sectores marginales, en general para reubicarlos y,
muchas veces, invisibilizarlos, cómo ocurrió en su momento con los llamados “barrios ciudad”.

Es entonces un buen momento para hacer un balance sobre las políticas públicas sobre vivienda: el
rol del Estado Municipal (experiencia de Rosario), el fracaso de Plan “Hogar Clase Media”, la falta de
articulación entre Nación, Provincia y Municipio. La necesidad de vincular las Políticas de Vivienda
con las Políticas de Desarrollo Urbano (equipamiento, suelo, espacio público, infraestructura,
ambiente). O sea, hay que rearmar una agenda real, aquí y ahora. Y reconstruir un IPV efectivo en
sus programas para dar respuesta a la demanda de los trabajadores y la clase media. Los elementos
esenciales de esa agenda: tener una política que articule las jurisdicciones. Tener una política de
desarrollo urbano que busque integrar, mezclar, no segregar, no aislar ó insularizar. Tener un Plan
Urbano que viabilice esa política en el territorio. Que pueda articular realmente con el sector privado,
no simplemente oscilar entre ser más ó menos permisivo con las demandas del mercado. Se trata de
liderar procesos, anticiparse. Eso es tener una política y no ser simplemente rehén de la inercia
burocrática y las presiones. Necesitamos un mejor Estado, eficaz y articulado.

Seguramente falta mucho. Pero ya hicimos ciudad de mejor manera. Ya se contruyeron muchos
barrios con el esfuerzo cooperativo, sindical, estatal y con muchas empresas que crecieron al calor de
estas acciones. No es la única posibilidad una ciudad de guetos de ricos y guetos de pobres. Ni
extendida de tal manera de hacer inviables sus transportes y servicios. Tampoco habría que cometer
el error de volver a vender propiedades del Estado (El Pocito, Ex Batallón 141, Ex Mercado de
Abasto, etc.), operaciones destinadas sólo a sanear las finanzas sin destino específico y sin haber
discutido si eran lugares más aptos para vivienda social. Tenemos una ciudad que todavía es viable.
Habría que hacerla posible.

Columna de opinión en “El Inversor y la Construcción”, N° 351, Suplemento Diario Comercio y Justicia. Página 9,
marzo 2011.

Vous aimerez peut-être aussi