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Entre el 17 julio de 1936 y el 27 mayo de 1937, hilvanando una temporada con otra, el
zurdo Carl Hubbell, de los Gigantes de Nueva York, logró 24 victorias consecutivas
en la temporada regular sin pérdida alguna.
Su registro global en ambas temporadas fue de 48-14. Sin embargo, él perdió el cuarto
juego de la Serie Mundial de 1936 ante los Yankees.
Conectar 200 hits en una campaña ya de por sí es difícil, pero para el connotado
bateador japonés en realidad no ha sido tan complicado lograrlo. Suzuki ligó 262
imparables en la campaña de 2004, 225 de los cuales fueron sencillos. Ese año, Ichiro
bateó 24 dobles, 5 triples y 8 jonrones.
Richard William ‘Rube’ Marquard, a quien muchos consideran el mejor pitcher zurdo
de la historia, consiguió ganar 19 juegos consecutivos en la temporada de 1912 para
los Gigantes de Nueva York. En esa campaña terminó con registro de 26-12 en 43
partidos, 38 de ellos como abridor.
Tristram Speaker, a quien apodaban 'El Águila Gris', ha sido uno de los más notables
bateadores en la historia del béisbol, líder de todos los tiempos en dobles conectados
con 792, una marca que luce inalcanzable.
El triple es el batazo inatrapable más difícil del béisbol, porque para alcanzar tres
bases con una misma conexión impone velocidad del bateador-corredor, fuerza y
habilidad.
Esos eran los atributos de Sam Crawford, quien es el dueño de la marca de triples de
todos los tiempos con 309, en su actuación de 19 años con Rojos de Cincinnati y
Tigres de Detroit.
El pitcher derecho Orel Hershiser tuvo una sensacional temporada para los Dodgers
de Los Ángeles en 1988, cuando finalizó con balance de 23-8, 15 juegos completos y
8 blanqueos. Lo más impactante es que durante esa campaña logró lanzar 59 innings
consecutivos sin permitir carreras a sus oponentes, un récord para las ligas mayores.
‘El Yankee Clipper’, como se conoció a DiMaggio, mantiene una de las marcas más
apasionantes del béisbol: la de 56 juegos con al menos un hit conectado, que inició el
15 de mayo de 1941, cuando el jugador bateó un hit en cuatro turnos ante el pitcher de
los Medias Blancas de Chicago Eddie Smith, y que concluyó el 17 de julio ante los
Indios de Cleveland. Pete Rose ha sido el que más cerca ha estado del record, al
completar 44 juegos seguidos con hit en 1978.
Nadie ha corrido las almohadillas como él, pero para lograr esta aparente inalcanzable
marca de 1.406 bases robadas, es necesario batear también muchos hits. No cabe la
menor duda de que Henderson fue un gran toletero. En 1987, registró 130 bases
estafadas, la segunda mayor en la historia del béisbol, sólo superada por las 138 que
robó Hugh Nicol con los Red Stockings de Cincinnati, en 1881, en tiempos de la
Asociación Americana.
Se trataba de un outfielder de baja estatura (5’6” pies, 1,68 metros), de esos que ya los
scouts de Grandes Ligas no se preocupan ni de ver. Sin embargo, Hamilton se destacó
por su velocidad para correr las bases y su notable contacto con el madero. Promedió
de por vida .344 y en la temporada en la que estableció el récord de 192 carreras
anotadas bateó para .403. Esta marca está destinada a permanecer por siempre.
Sólo dos bateadores en la historia de Grandes Ligas han superado los 4.000 hits: Pete
Rose (4.256) y el legendario Ty Cobb (4.189). Y sólo 28 jugadores, entre quienes se
incluyen Rose y Cobb, han conectado 3.000 o más imparables. Muy lejos a la
distancia no se avizora algún artillero que pueda poner en peligro el record de Pete
Rose. Este registro traspasa cualquier dimensión.
Ningún pitcher jamás podrá emular una temporada como la de Radbourn en 1884,
cuando se adjudicó 59 de los 84 juegos ganados en aquel año por los Grises de
Providencia, un club hoy desaparecido de la Liga Nacional. En esa campaña lanzó en
75 partidos, 73 de ellos como abridor, los cuales completo todos. Bueno, eran otros
tiempos, pero es el récord de Grandes Ligas y estará ahí para siempre, ¡indestructible!
‘El Gran Tren’, como se conocía a Johnson, logró 110 blanqueos en su carrera de 21
años en Grandes Ligas, asombrosa cantidad que luce muy difícil de rebasar en el
béisbol de nuestro tiempo, en el cual los pitchers abridores completan menos partidos
y son relevados con mayor frecuencia. Es otro récord que estará siempre vigente.