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6 símbolos de la Pascua judía que

podrían cambiar tu visión de la Pascua


de Resurrección
Por Valerie Durrant

Revistas de la Iglesia

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Al recordar el simbolismo de la Pascua judía, se profundiza nuestro entendimiento y


nuestro gozo por la realidad de la Resurrección.

Me encanta la Pascua de Resurrección, un día festivo que conmemora que Jesucristo


libró a los hijos de Dios del cautiverio de la muerte y del infierno.

Sin embargo, 1500 años antes de la Resurrección, una festividad similar conmemoraba
que Jehová había librado a los hijos de Israel del cautiverio en Egipto.

La Pascua de Resurrección rememora el sacrificio expiatorio del Salvador; la Pascua


judía lo presagió. Juntas pueden profundizar nuestro entendimiento de la Resurrección.
A continuación vemos solo algunas conexiones entre la Pascua judía y la Pascua de
Resurrección.

Pascua judía Pascua de Resurrección


1. La Pascua judía se centraba en el
1. Jesús es el Cordero de Dios (véase Juan
cordero pascual, un macho sin defecto
1:29), libre de pecado y sin ningún hueso
(véase Éxodo 12:5) y sin ningún hueso
quebrado (véase Juan 19:36).
quebrado (véase Éxodo 12:46).
2. La cena de Pascua iba acompañada 2. Jesús es el Pan de Vida, en quien no hay
de panes sin levadura, libres de toda impureza alguna (véase Juan 6:35).
corrupción (véanse Bible Dictionary
[Diccionario bíblico], “Leaven”
[Levadura] y Éxodo 12:8, 15).
3. La cena de Pascua iba acompañada 3. Aunque estemos bajo el yugo del pecado,
de hierbas amargas, símbolo del gracias a que Jesús bebió la amarga copa (véase
cautiverio de los israelitas (véase D. y C. 19:18), podemos superarlo mediante Su
Éxodo 12:8). expiación (véase 1 Corintios 15:22).
4. La cena de Pascua había de comerse 4. El cuerpo del Salvador fue preparado con
apresuradamente (véase Éxodo 12:11). prisa para su sepultura (véase Juan 19:31).
5. Los creyentes que toman simbólicamente la
5. Los creyentes que pintaron el marco sangre del Cordero cada semana durante la
de la puerta con la sangre del cordero Santa Cena y “siempre se acuerdan de él” (D. y
fueron salvos de la muerte física (véase C. 20:77, 79) pueden salvarse tanto de la muerte
Éxodo 12:7, 13). espiritual como de la muerte física (véase
Mosíah 4:2).
6. Al día siguiente de que los 6. Al día siguiente de que el Primogénito fue
primogénitos fueron muertos, se muerto, Jesús declaró la libertad a los que
declaró la libertad a los israelitas estaban cautivos en el mundo de los espíritus
cautivos (véase Éxodo 12:29–32). (véase D. y C. 138:18, 31, 42).

¿Qué puedo hacer?


Al tomar la Santa Cena, piensa en cómo podría considerarse como “nuestra Pascua, la
forma de recordar nuestra protección, salvación y redención” (Jeffrey R. Holland,
“Haced esto en memoria de mí”, Liahona, enero de 1996, pág. 77).

Descubre más
Descubre más maneras de enriquecer la época de la Pascua en el artículo de Liahona
“La jornada final y solitaria del Salvador”.

“Haced Esto En Memoria De Mi”


Jeffrey R. Holland

Of the Quorum of the Twelve Apostles

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“Si recordar es lo mas importante que debemos hacer, ¿en que debemos pensar cuando
se nos ofrecen esos sencillos y preciosos emblemas?”

Las horas que estaban por transcurrir cambiarían el significado de la historia de la


humanidad; serían el momento mas grandioso de la eternidad, el milagro mas
extraordinario de todos; serían la contribución suprema a un plan concebido desde antes
de la fundación del mundo para la felicidad de todo hombre, mujer y niño que viviera en
el. La hora del sacrificio expiatorio había llegado. El propio Hijo de Dios, Su Unigénito
en la carne, pronto se convertiría en el Salvador del mundo.

El lugar era Jerusalén durante la época de la Pascua, una celebración llena de


simbolismo por lo que habría de suceder. Mucho tiempo atrás, se había “pas[ado] por
encima” de las casas de los afligidos y esclavizados israelitas, se les había perdonado la
vida y finalmente liberado por medio de la sangre de un cordero, untada sobre el dintel
y los postes de las casas egipcias (véase Exodo 12:21-24). Eso, a su vez, había sido sólo
una reiteración simbólica de lo que se les había enseñado a Adán y a todos los profetas
que le sucedieron desde el comienzo del mundo: que los corderos puros y sin mancha de
las primicias de los rebaños israelitas eran una semejanza, señal y representación del
grandioso y supremo sacrificio del Cristo que habría de venir (véase Moisés 5:5-8).

En aquel día, después de todos esos años y de todas esas profecías y ofrendas
simbólicas, el símbolo estaba por convertirse en realidad. La noche en la que el
ministerio de Jesus estaba por llegar a su fin, la declaración que había hecho Juan el
Bautista al comienzo de ese ministerio cobro mayor significado que nunca: “… He aquí
el Cordero de Dios” (Juan 1:29).

Al estar por terminarse aquella ultima cena preparada en forma especial, Jesus tomo el
pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a Sus Apóstoles, diciendo: “Tomad, comed” (Mateo
26:26). “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mi”
(Lucas 22:19). De igual manera, tomo la copa de vino, que tradicionalmente se diluía
con agua, y, habiendo dado gracias, la paso para que bebieran de ella los que se
encontraban presentes, diciendo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre”, “que … es
derramada para remisión de los pecados”. “Haced esto en memoria de mi”. “Así, pues,
todas las veces que comiéreis este pan, y beberéis esta copa, la muerte del Señor
anunciáis hasta que el venga” (Lucas 22:20; Mateo 26:28; Lucas 22: 19; 1 Corintios
11:26).

Desde aquel acontecimiento que tuvo lugar en el aposento alto, en la víspera de


Getsemaní y del Gólgota, los hijos de la promesa han estado bajo convenio de recordar
el sacrificio de Cristo en esta forma nueva, mas perfecta, mas santa y personal.

Con el trozo de pan, siempre partido, bendecido y ofrecido primero, recordamos Su


cuerpo herido y Su corazón quebrantado, Su sufrimiento físico sobre la cruz cuando
clamo: “Tengo sed” y finalmente: “Dios mío, Dios mío, ¿por que me has
desamparado?”(Juan 19:28; Mateo 27:46).

El sufrimiento físico del Salvador garantiza que, por medio de Su misericordia y gracia
(véase 2 Nefi 2:8), todo miembro de la familia humana quedara libre de los lazos de la
muerte y será resucitado triunfalmente de la tumba. Claro esta que el momento de la
resurrección y el grado de exaltación que obtengamos se basan en nuestra fidelidad.

Con un vasito de agua recordamos el derramamiento de la sangre de Cristo y la


profundidad de Su sufrimiento espiritual, la angustia que comenzó en el huerto de
Getsemaní, en donde dijo: “Mi alma esta muy triste, hasta la muerte” (Mateo 26:38).

“Y estando en agonía, oraba mas intensamente; y era su sudor como grandes gotas de
sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:44).
El sufrimiento espiritual del Salvador y el derramamiento de Su sangre inocente, que El
ofreció en forma tan amorosa y voluntaria, pagues la deuda de lo que las Escrituras
llaman la “transgresión original” de Adán (Moisés 6:54). Además, Cristo sufrió por los
pecados, los sufrimientos y los dolores de todo el resto de la humanidad,
proporcionando también la remisión de todos nuestros pecados, a condición de que
obedezcamos los principios y las ordenanzas del evangelio que El enseñó (véase 2 Nefi
9:21-23). Como el apóstol Pablo escribió, fuimos “comprados por precio” (1 Corintios
6:20). ¡Que precio tan caro y cuan misericordiosa compra!

Es por esa razón que toda ordenanza del evangelio se concentra, de una forma u otra, en
la expiación del Señor Jesucristo ; y no hay duda de que esa es la razón por la que
recibimos esa ordenanza particular, con todos sus simbolismos, mas regularmente y con
mas frecuencia que ninguna otra en la vida. Se presenta en lo que se conoce como “la
mas sagrada, la mas santa de todas las reuniones de la Iglesia” (Joseph Fielding Smith,
Doctrina de Salvación, comp. por Bruce R. McConkie, 3 tomos, Salt Lake City:
Bookcraft, 1954-1956, 2:320).

Quizás no siempre le demos esa clase de significado a la reunión sacramental de todas


las semanas. ¿Cuan “sagrada” y “santa” es? ¿La consideramos como nuestra Pascua, la
forma de recordar nuestra protección, salvación y redención?

Por ser tan trascendental, esta ordenanza, que conmemora nuestra liberación del ángel
de las tinieblas, debe tomarse con mas seriedad de la que por lo general se le da. Debe
ser un momento importante, reverente, de reflexión; que promueva sentimientos e
impresiones espirituales. Por tanto, no debe realizarse de prisa; no es algo que se tenga
que hacer “a la carrera” para de ese modo empezar con el verdadero propósito de la
reunión sacramental, sino que esta ordenanza es el verdadero propósito de la reunión; y
todo lo que se diga, se cante y se ore en esos servicios debe estar en armonía con la
grandiosidad de tan sagrada ordenanza.

La administración y el reparto de la Santa Cena van precedidos de un himno, que todos


debemos cantar, sea cual sea el talento que tengamos para hacerlo. De todos modos, los
himnos sacramentales son como oraciones, ¡y todos podemos expresarnos en una
oración!

Jamás podremos comprender

las penas que sufrió,

mas para darnos salvación

El en la cruz murió.

Un elemento importante de nuestra adoración es el unirnos en esas líricas y


conmovedoras expresiones de gratitud.

En esa perspectiva sagrada, les pedimos a ustedes, jóvenes del Sacerdocio Aarónico,
que preparen, bendigan y repartan los emblemas del sacrificio del Salvador de una
manera digna y reverente. ¡Que privilegio extraordinario y confianza tan sagrada se les
ha otorgado a tan temprana edad! No puedo pensar en mayor elogio que el cielo les
pudiera conceder. En verdad les amamos; traten de vivir lo mejor posible y de vestirse
con lo mejor que tengan cuando participen en el sacramento de la Santa Cena del Señor.

Permítanme sugerir que, siempre que sea posible, tanto los diáconos, como los maestros
y presbíteros que administran la Santa Cena lleven camisa blanca. Para las sagradas
ordenanzas de la Iglesia, con frecuencia utilizamos ropa ceremonial; por tanto, una
camisa blanca se podría considerar un tierno recordatorio de la ropa blanca que
utilizaron en la pila bautismal y un precedente de la camisa blanca que pronto se
pondrán en el templo y en la misión.

No deseamos que esta simple sugerencia tenga un tono farisaico ni formalista; no


queremos diáconos ni presbíteros uniformados que se preocupen excesivamente por
ninguna otra cosa excepto su propia pureza. Sin embargo, la forma en que la gente
joven se vista puede enseñarnos un principio santo a todos y ciertamente dar a los
demás una impresión de santidad. Como el presidente David O. McKay dijo una vez:
“Una camisa blanca contribuye al carácter sagrado de la Santa Cena” (véase
“Conference Report”, octubre de 1956, pág. 89).

En el lenguaje sencillo y hermoso de las oraciones sacramentales que esos jóvenes


presbíteros ofrecen, la palabra principal que escuchamos parecería ser: recordarle. En la
primera y un poco mas larga oración que se ofrece para bendecir el pan, se menciona
nuestra disposición de tomar sobre nosotros el nombre del Hijo de Dios y de guardar los
mandamientos que El nos ha dado.

Ninguna de esas frases se menciona en la bendición del agua, aun cuando se da por
sentado y se espera que las cumplamos. Lo que se recalca en ambas oraciones es que
todo se hace en memoria de Cristo.

Cuando tomamos la Santa Cena, testificamos que siempre le recordaremos para que
siempre podamos tener Su Espíritu con nosotros (véase D. y C. 20:77, 79).

Si recordar es lo mas importante que debemos hacer, len que debemos pensar cuando se
nos ofrecen esos sencillos y preciosos emblemas?

Podríamos recordar la vida preterrenal del Salvador y todo lo que sabemos que hizo
como el gran Jehová, el Creador de los cielos y de la tierra y de todas las cosas que hay
en ella; podríamos recordar que aun en el gran concilio de los cielos El nos amaba y fue
maravillosamente fuerte, que aun allí triunfamos mediante el poder de Cristo y nuestra
fe en la sangre del Cordero (véase Apocalipsis 12:10-11) .

Podríamos recordar la sencilla grandeza de su nacimiento terrenal a una joven mujer,


que posiblemente tuviera la edad de las jovencitas de nuestra organización de las
Mujeres Jóvenes, que habló por cada una de las mujeres fieles de todas las
dispensaciones de los tiempos, cuando dijo: “He aquí la sierva del Señor; hágase
conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38).

Podríamos recordar Su magnifico pero virtualmente desconocido padre “adoptivo”, un


humilde carpintero que nos enseñó, entre otras cosas, que han sido personas tranquilas,
sencillas y sin pretensiones, las que han sacado adelante esta magnifica obra desde el
comienzo y continúan haciéndolo en la actualidad. Si prestan servicio en forma casi
anónima, recuerden que de esa forma también lo hizo uno de los mejores hombres que
ha vivido sobre la faz de la tierra.

Podríamos recordar los milagros y las enseñanzas de Cristo, la forma en que El sanó y
prestó ayuda a Sus semejantes; podríamos recordar que devolvió la vista al ciego, el
oído al sordo y el movimiento al lisiado, al mutilado y al atrofiado. Entonces, en esos
días en que sintamos que nuestro progreso se ha detenido o nuestra alegría y la visión
del futuro se ha empanado, podremos seguir adelante con firmeza en Cristo, con una fe
inquebrantable en El y un fulgor perfecto de esperanza (véase 2 Nefi 31:19-20).

Podríamos recordar que aun a pesar de la misión solemne que se le había encomendado,
el Salvador encontraba deleite en la vida, disfrutaba de la gente y les dijo a Sus
discípulos que tuvieran animo. El dijo que debíamos sentirnos tan llenos de regocijo con
el evangelio como alguien que haya encontrado una verdadera perla de gran precio a las
puertas de su casa. Podríamos recordar que Jesus encontró gozo y felicidad especiales
en los niños, y recalcó que todos deberíamos ser como ellos: inocentes y puros, prestos
para reír, amar y perdonar, y lentos para recordar cualquier ofensa.

Podríamos recordar que Cristo llamo amigos a Sus discípulos y que los amigos son los
que nos dan su apoyo en los momentos de soledad o a las puertas de la desesperación;
podríamos recordar a un amigo con el cual necesitemos ponernos en contacto o, mejor
aun, a alguien a quien debamos ofrecer nuestra amistad. Al hacerlo, podríamos recordar
que Dios muchas veces nos proporciona Sus bendiciones por medio del servicio
oportuno y caritativo de otra persona. Para alguien que se encuentre cerca de nosotros,
es posible que seamos el medio por el cual el cielo da contestación a una apremiante
oración.

Podríamos, y deberíamos, recordar las cosas maravillosas que hemos recibido en


nuestra vida y que “todas las cosas que son buenas vienen de Cristo” (Moroni 7:24).
Los que recibimos abundantes bendiciones podríamos recordar el valor de aquellos que
nos rodean y que enfrentan mas dificultades que nosotros pero que permanecen
animados, que hacen todo lo que esta a su alcance y confían en que la Estrella
Resplandeciente de la Mañana aparecerá nuevamente para ellos, como por cierto lo hará
(véase Apocalipsis 22:16).

Habrá ocasiones en que tendremos razón para recordar el trato cruel que se le dio, el
rechazo que sufrió y la injusticia-la terrible injusticia-que padeció. Cuando nosotros
enfrentemos algo semejante en la vida, podremos recordar que Cristo también estuvo
atribulado por doquier, mas no angustiado; confuso, mas no desesperado; perseguido,
mas no desamparado; derribado, pero no destruido (véase 2 Corintios 4:8-9).

Cuando nos lleguen esas épocas difíciles, podemos recordar que Jesus tuvo que
descender debajo de todo antes de ascender a lo alto, y que sufrió dolores, aflicciones y
tentaciones de todas clases para estar lleno de misericordia y saber cómo socorrer a Su
pueblo en sus enfermedades (véase D. y C. 88:6; Alma 7:1 1-12) .

El esta allí para sostener y fortalecer a los que vacilen o tropiecen. Al final, esta allí para
salvarnos, y por todo ello El dio su vida. Por mas obscuros que parezcan nuestros días,
para el Salvador del mundo han sido aun mucho mas tenebrosos.
De hecho, en Su cuerpo resucitado y en toda otra forma perfecto, el Señor de esta mesa
sacramental ha optado por mantener las heridas en las manos, los pies y el costado para
beneficio de Sus discípulos, como señales, por así decirlo, de que aun los que son
perfectos y puros pasan por trances dolorosos; señales de que el dolor en este mundo no
es una evidencia de que Dios no nos ama. Es el Cristo herido el que es el capitán de
nuestra alma, el que todavía lleva consigo las cicatrices de Su sacrificio, las lesiones del
amor, la humildad y el perdón.

Son esas heridas las que El invita a ver y palpar, a viejos y jóvenes, antes y ahora (véase
3 Nefi 11:15; 18:25). Entonces recordamos con Isaías que fue por cada uno de nosotros
que nuestro Maestro fue “despreciado y desechado … varón de dolores, experimentado
en quebranto” (Isaías 53:3). En todo eso podríamos pensar cuando un joven presbítero
arrodillado nos invita a recordar a Cristo siempre.

Esta ordenanza no se realiza mas con una cena, pero continua siendo un banquete. Por
medio de ella podemos adquirir la fortaleza que precisaremos para hacer frente a lo que
se nos presente en la vida, y al hacerlo, demostraremos mas compasión hacia los demás
a lo largo del camino.

En esa noche de profunda angustia y sufrimiento, Cristo les pidió a Sus discípulos una
sola cosa: que le apoyaran y se mantuvieran junto a El en esa hora de pesar y dolor.
“¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?”, preguntó entristecido (Mateo
26:40). Yo creo que esa misma pregunta nos la hace a todos nosotros cada domingo en
que se parten, bendicen y reparten los emblemas de Su vida.

Jesus, en la corte celestial,

mostró Su gran amor

al ofrecerse a venir

y ser el Salvador.

“Cuan asombroso es lo que dio por mí” (Himnos, No. 118). Testifico de El, quien es el
Autor de todo, y lo hago en el nombre de Jesucristo. Amen.

La jornada final y solitaria del Salvador


Por Chakell Wardleigh

Revistas de la Iglesia

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A lo largo de Su vida terrenal, el Salvador experimentó muchas jornadas: Su jornada al
salir de Belén a Egipto cuando era un bebé, Su jornada de 40 días por el desierto, Sus
muchas jornadas a ciudades, pueblos y hogares para enseñar, sanar y bendecir durante
Su ministerio, y muchas otras. Sin embargo, hay una jornada que el Salvador tuvo que
afrontar solo, una que solo Él podía soportar.

“El domingo de Pascua de Resurrección celebramos el acontecimiento más anticipado y


glorioso de la historia del mundo.

“Es el día que lo cambió todo.

“Ese día, mi vida cambió,

“la vida de ustedes cambió;

“el destino de todos los hijos de Dios cambió”.

Presidente Dieter F. Uchtdorf, Segundo Consejero de la Primera Presidencia, “El don de


la gracia”, Liahona, mayo de 2015, pág. 107.

Sufrimiento incomparable

Oh, mi Padre, por Simon Dewey.

“… Ninguna mente mortal puede concebir la plena importancia de lo que Cristo hizo en
Getsemaní.

“Sabemos que sudó grandes gotas de sangre de cada poro mientras bebía las heces de
aquella amarga copa que Su Padre le había dado.

“Sabemos que sufrió, tanto en cuerpo como en espíritu, más de lo que a un hombre le es
posible sufrir, con excepción de la muerte.

“Sabemos que de alguna manera, incomprensible para nosotros, ese sufrimiento


satisfizo las exigencias de la justicia, rescató las almas penitentes de los dolores y los
castigos del pecado, y puso la misericordia al alcance de aquellos que creyeran en Su
santo nombre.

“Sabemos que quedó postrado en el suelo a causa de los dolores y de la agonía de una
carga infinita que lo hicieron temblar y desear no tener que beber la amarga copa”.
Véase élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Cuórum de los Doce Apóstoles, “El
poder purificador de Getsemaní”, Liahona, julio de 1985, pág. 9.

Aplicación personal: Aunque no siempre nos demos cuenta, el Salvador sufrió todas
las formas de dolor durante la Expiación. Él entiende todos los dolores físicos, desde un
hueso roto hasta la enfermedad crónica más grave; Él sintió la oscuridad y la
desesperación de dolencias mentales como la depresión, la ansiedad, la adicción, la
soledad y el dolor, y sintió cada herida espiritual porque tomó sobre Sí todos los
pecados de la humanidad.

El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “En un momento
de debilidad quizá clamemos: ‘Nadie sabe lo que se siente; nadie entiende’. Pero el Hijo
de Dios sabe y entiende perfectamente, ya que Él ha sentido y llevado las cargas de cada
uno” (“Soportar sus cargas con facilidad”, Liahona, mayo de 2014, pág. 90).

Él era el único capaz

La procesión al Calvario, por Bernardo Cavallino, Museo de Arte Chrysler.

“Lo que hizo solamente lo podía hacer un Dios. Como el Hijo Unigénito del Padre en la
carne, Jesús heredó atributos divinos. Fue la única persona nacida en este mundo que
pudo realizar ese acto tan importante y divino. Siendo el único hombre sin pecado que
haya vivido en la tierra, no estaba sujeto a la muerte espiritual. A causa de Su divinidad,
también tenía poder sobre la muerte física. Así hizo por nosotros lo que no podemos
hacer por nosotros mismos. Rompió las frías ligaduras de la muerte. Hizo posible que
tuviéramos el sereno consuelo del don del Espíritu Santo”.

Véase presidente James E. Faust (1920–2007), Segundo Consejero de la Primera


Presidencia, “La Expiación: nuestra mayor esperanza”, Liahona, enero de 2002, pág.
20.

Aplicación personal: Por medio de Su expiación, el Salvador soltó las cadenas de la


muerte y nos redimió a todos de nuestros pecados para que toda persona tuviese vida
eterna. Él era el único capaz de llevar a cabo una tarea tan sobrecogedora e imposible.
Cuando nos enfrentamos a serios desafíos, nos consuela saber que el Salvador en
realidad puede hacer posible lo imposible.

No se volvió atrás
La sepultura, por Carl Heinrich Bloch.

“… n un cerro llamado Calvario, mientras los seguidores lo miraban impotentes, Su


cuerpo herido fue clavado en la cruz. Sin piedad, se burlaron de Él, lo maldijeron y lo
escarnecieron…

“Las agonizantes horas pasaron mientras Su vida se consumía; y de Sus labios resecos
procedieron las palabras: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo
dicho esto, expiró’…

“A último momento, el Maestro podría haberse vuelto atrás; pero no lo hizo. Descendió
debajo de todo para salvar todas las cosas. Después, Su cuerpo inerte fue puesto rápida
y cuidadosamente en un sepulcro prestado”.

Véase presidente Thomas S. Monson (1927–2018), “¡Ha resucitado!”, Liahona, mayo


de 2010, págs. 88–89.

Aplicación personal: Sufrió dolor agonizante, soledad y desesperación, pero aún así el
Salvador soportó y terminó Su jornada mortal con gracia, incluso suplicándole a Su
Padre que perdonara a aquellos que lo crucificaron. A causa de Su ejemplo perfecto,
podemos enfrentar nuestras propias pruebas y dificultades con gracia, y con Su ayuda
podemos perseverar también hasta el fin.

Los muchos testigos de Su resurrección

Mujer, ¿por qué lloras?, por Mark R. Pugh.

“… Yo creo en los muchos testigos de la resurrección del Salvador, cuyas experiencias


y testimonios se encuentran en el Nuevo Testamento: Pedro y sus compañeros de los
Doce, y la querida y pura María de Magdala, entre otros. Creo en los testimonios que se
hallan en el Libro de Mormón: el de Nefi, el apóstol, junto con la multitud en la tierra
de Abundancia, entre otros. Creo en el testimonio de José Smith y Sidney Rigdon,
quienes, después de muchos otros testimonios, proclamaron el gran testimonio de esta
última dispensación: ‘¡Que vive! Porque lo vimos’. Bajo la mirada del ojo de Dios, que
todo lo ve, me levanto yo mismo como testigo de que Jesús de Nazaret es el Redentor
resucitado, y yo testifico de todo lo que se desprende del hecho de Su resurrección. Que
ustedes reciban la convicción y el consuelo de este mismo testimonio”.

Élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, “La resurrección de
Jesucristo”, Liahona, mayo de 2014, pág. 114.

Aplicación personal: Aunque no nos encontrábamos entre aquellos que vieron el


cuerpo resucitado y perfeccionado del Redentor, aún podemos ser testigos de Él en la
actualidad. Él siempre puede ser el centro de nuestra vida, sin importar la hora o el lugar
en que nos encontremos. Cada vez que ofrecemos nuestro corazón y nuestras manos
para servir a los demás; demostramos gentileza, bondad y respeto a todos; defendemos
la verdad y compartimos nuestro testimonio del Evangelio, somos verdaderos testigos
de Jesucristo.

No tenemos que caminar solos

Detalle de Camina conmigo, por Greg Olsen; se prohíbe su reproducción.

“… Uno de los grandes consuelos de esta época de Pascua de Resurrección es que


debido a que Jesús caminó totalmente solo por el largo y solitario sendero, nosotros no
tenemos que hacerlo. Su solitaria jornada proporciona una compañía excelente para
nuestra pequeña versión de ese sendero: el misericordioso cuidado de nuestro Padre
Celestial, la infalible compañía de este Hijo Amado, el excelente don del Espíritu Santo,
los ángeles del cielo, familiares a ambos lados del velo, profetas y apóstoles, maestros,
líderes y amigos. Se nos han dado todos estos compañeros y más para nuestra jornada
terrenal por medio de la expiación de Jesucristo y de la restauración de Su evangelio. La
verdad que se pregonó desde la cima del Calvario es que nunca estaremos solos ni sin
ayuda, aunque a veces pensemos que lo estamos…

“Ruego que… siempre permanezcamos al lado de Jesucristo ‘en todo tiempo, y en todas
las cosas y en todo lugar en que [estemos], aun hasta la muerte’, porque ciertamente así
es como Él permaneció a nuestro lado, aun hasta la muerte y cuando tuvo que estar total
y definitivamente solo”.

Élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, “Nadie estuvo con Él”,
Liahona, mayo de 2009, pág. 88.

Aplicación personal: En esta Pascua de Resurrección, recuerda la jornada final y


solitaria del Salvador. Él sacrificó todo lo que tenía para que tú y toda persona en la
tierra puedan llegar a ser puros y tener vida eterna. Aprende de Su ejemplo perfecto;
consérvalo en tus pensamientos y en tu corazón, y siempre ten presente que nunca estás
solo. A causa de que Él soportó su jornada final en total y absoluta soledad, Él no te
abandonará. Su amor por ti es infinito e inmutable, y Él está listo para brindarte paz,
consuelo y esperanza a medida que continúas tu propia jornada. Su don de la Expiación
es eterno, y se te concedió a ti.

Mira cómo la pascua nos ayuda a entender la Pascua de Resurrección en


lds.org/go/41817.

Reflexiones De Pascua
Andrew W. Peterson

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“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio
propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor” (2 Timoteo
1:7-8}.

Dentro de dos semanas celebraremos la Pascua de Resurrección y esperamos que


nuestros pensamientos y nuestra forma de sentir se concentren en Jesucristo. Para
muchas personas será una Pascua mas que llegara y pasara sin mucho significado; para
otras, será una época de meditación, reflexión y agradecimiento.

En especial, hay una Pascua que recuerdo vívidamente, de hace veintisiete años,
mientras me encontraba como misionero en la Misión Argentina Norte. Nuestra misión
enviaba misioneros a la zona sur de Bolivia, y ese domingo de Pascua de 1968 lo pase
en Quiriza, una pequeña aldea situada en el Altiplano boliviano. Recuerdo los
preparativos que los aldeanos hicieron para la Pascua. El animo, la música y el espíritu
del momento todavía permanecen grabados en mi memoria.

Temprano por la mañana aquel domingo de Pascua, el elder Arce me pregunto si quería
acompañarlo a visitar a una familia que estaba investigando la Iglesia. Poco después,
caminábamos por las calles de tierra de la pequeña aldea, con sus casas de adobe a
ambos lados. Hablamos con la familia de investigadores acerca de importantes
preguntas tales como: ¿de dónde vinimos?, ¿por que estamos aquí? y a dónde vamos?
Sobre el piso de tierra hicimos dibujos con los dedos; el Espíritu estaba presente.
Después los invitamos a bautizarse y ellos aceptaron. Esa misma tarde se llevó a cabo
un hermoso servicio bautismal en las fangosas aguas del cercano río San Juan de Oro.

Las estaciones en América del Sur son a la inversa; cuando es primavera aquí [en el
Hemisferio Norte], allí es otoño. Los que se iban a bautizar desaparecieron detrás de una
enorme parva de maíz recién cortado, para reaparecer vestidos con inmaculada ropa
bautismal. Su piel morena, su cabello negro y sus radiantes sonrisas todavía permanecen
grabadas en mi memoria, y el Espíritu que sentimos ese domingo de Pascua aún hace
que se me llenen los ojos de lágrimas al pensar que la invitación de Cristo de venir a El
se extiende a todo el mundo.
El haber ministrado en Su nombre como misionero entre esa gente, me hizo recordar a
Jesús cuando habló con Sus discípulos durante su ministerio terrenal, diciéndoles:

“También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y
oirán mi voz; y habrá un rebaño y un pastor” Juan 10: 16).

Antes de marcharnos de Quiriza, Bolivia, para volver a Argentina, ofrecimos una


oración especial. Junto con mi querido compañero de misión, arrodillados los dos en
una cancha de fútbol bajo las estrellas, nos turnamos para volcar los fervientes deseos
de nuestro corazón a nuestro Padre Celestial. Hubo expresiones de amor y gratitud por
la gente, por nuestro presidente de misión y por el privilegio de ser misioneros, y le
prometimos ayudar a los demás.

Los años posteriores a mi misión me han proporcionado oportunidades de cumplir esas


promesas misionales. Volví a casa para casarme con Christine Swensen, mi noviecita de
la escuela secundaria. Ella es una compañera maravillosa y la quiero mucho. Siendo
enfermera de profesión, trabajo para que yo pudiera asistir a la facultad de odontología.
Se aproximaba el tiempo de terminar mis estudios y nuestro sexto aniversario de bodas,
y todavía no teníamos hijos. Entonces se abrió una puerta y se nos presentó la
oportunidad de que Ashley viniera a formar parte de nuestra vida. Nuestra preciada y
adorada Ashley.

Un año mas tarde, viajamos a Bolivia para traer a Joshua de un orfanato; tenía dos años
y todavía recuerdo cuando ese hermoso pequeñito corrió hacia mi con los bracitos
extendidos, gritando: “¡Papa, papa!”.

Luego vino Megan, que ni siquiera tenía veinticuatro horas de nacida cuando la
llevamos a casa. Después, volvimos a Bolivia para traer a Daniel, que tenía cinco meses
cuando lo tuvimos en los brazos por primera vez.

Varios años después, mientras yo presidía la Misión México Mérida, Jennifer pasó a
formar parte de nuestra familia; una preciosa niñita de dos semanas, de ascendencia
guatemalteca, que había nacido en México. Ella conquistó el corazón de los misioneros
y de los miembros del sur de México. Faltaban tres semanas para que terminara nuestra
misión cuando Natalie Joy se unió a la familia. Su segundo nombre “Joy” [que en inglés
quiere decir “gozo”] es un recordatorio eterno del testimonio que recibimos de que ella
debía formar parte de nuestra familia. Después de dieciséis años de matrimonio y de
haber adoptado a seis niños, mi esposa dio a luz a Anne y a Andrew, para gozo y
felicidad de sus hermanos. Como familia, nos sentimos eternamente agradecidos por los
lazos de unión y el sellamiento que proporciona el templo para los miembros de la
Iglesia de Jesucristo .

Con las promesas especiales hechas al Señor bajo las estrellas de un cielo boliviano, en
la época de la Pascua de Resurrección del año 1968, no pasa un día sin que Chris y yo
abracemos a nuestros hijos y sintamos el amor que Dios tiene para todos los Suyos. Y
ahora, al igual que aquella época de Pascua de 1968, esta de 1995 será también
memorable para mí.

Hace seis meses, los miembros de la Iglesia sostuvimos al presidente Howard W.


Hunter como el decimocuarto Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los
Últimos Días. En esa conferencia se me sostuvo a mí como nuevo miembro de los
Setenta. A principios de marzo, el presidente Hunter falleció. Aun guardo en mi
memoria tiernos recuerdos de el. Nunca olvidaremos cuando el presidente Hunter les
dijo a nuestros hijos cuando fui apartado: “Los queremos mucho y deseamos que se
sientan a gusto entre nosotros. Queremos que se sientan como si fuéramos de la
familia”. Después que fui apartado, el presidente Hunter y SUS consejeros, el presidente
Hinckley y el presidente Monson, le dieron la mano a cada uno de nuestros hijos; fue un
momento inolvidable.

Seis meses después de haber sido apartado, estoy de pie ante ustedes por primera vez
para hablar como Autoridad General en el Tabernáculo, en la misma ocasión en que al
presidente Gordon B. Hinckley se le ha sostenido como decimoquinto Presidente de La
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Durante una visita que el entonces elder Gordon B. Hinckley hizo a América del Sur
hace veintisiete años, les habló a los misioneros. En esa época era mas joven; hacia sólo
siete años que prestaba servicio como Apóstol. En esa ocasión, el leyó un pasaje de las
Escrituras y extendió una invitación. De la Segunda Epístola de Timoteo enseñó:

“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio
propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor” (2 Timoteo
1:7-8).

El presidente Hinckley exhortó a los misioneros a que no tuvieran miedo ni se


avergonzaran de su testimonio de Jesucristo. Su exhortación me afectó profundamente
como misionero en aquel entonces, y continua siendo igualmente importante para todos
nosotros en la actualidad. El Señor ha elegido un nuevo Profeta. Uno sin espíritu de
cobardía; que esta lleno de poder y amor, y de dominio propio; y que por medio del
ejemplo nos recuerda que no debemos jamas avergonzarnos de nuestro testimonio del
Señor.

Que sea esta una Pascua de meditación, de reflexión y de agradecimiento. Que tomemos
la resolución de ser obedientes a las exhortaciones proféticas de aquellos que poseen las
llaves del reino. Uno de nuestros himnos favoritos dice

“Tengo gozo en mi alma hoy,

que brilla mucho mas

que el sol con todo su fulgor,

pues Cristo es mi luz”

¡Cristo es mi luz! En el nombre de Jesucristo. Amén

Pascua de Resurrección
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí,
aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25).

La Pascua es la festividad cristiana en la que se celebra la resurrección de Jesucristo.


Después de que Cristo murió en la cruz, colocaron su cuerpo en un sepulcro; allí
permaneció, separado de Su espíritu, hasta Su resurrección, cuando Su espíritu y Su
cuerpo volvieron a unirse. Los Santos de los Últimos Días afirman y testifican que
Jesucristo resucitó y que vive con un cuerpo glorificado y perfecto de carne y huesos.

Después de Su resurrección, Jesús se apareció primero a María Magdalena y luego a


otros discípulos. Algunos no se convencieron de Su resurrección, creyendo que sus
apariciones eran las de un espíritu incorpóreo. Jesús les aseguró: “Mirad mis manos y
mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos
como veis que yo tengo” (Lucas 24:39). Él entonces comió pescado y miel en su
presencia, disipando más la duda.

La Pascua es una celebración no sólo de la resurrección de Cristo, sino también de la


resurrección universal. Debido a la expiación de Jesucristo, todas las personas
resucitarán. Sus cuerpos y espíritus se reunirán, para nunca más separarse. Los Santos
de los Últimos Días conocen la verdad de la declaración de Pablo: “Pero ahora Cristo ha
resucitado de entre los muertos; y llegó a ser primicias de los que durmieron… Porque
así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados”
(1 Corintios 15:22; véase también Alma 11:42-45).

Los Santos de los Últimos Días llevan a cabo los servicios dominicales de la Pascua de
Resurrección, pero no siguen las prácticas religiosas del Miércoles de Ceniza, la
Cuaresma ni Semana Santa. En los servicios de la Pascua SUD tradicionalmente se
repasan los relatos de Cristo del Nuevo Testamento y el Libro de Mormón sobre la
crucifixión, Su resurrección y los acontecimientos relacionados. Para estos servicios, a
menudo las capillas se decoran con azucenas blancas y otros símbolos de la vida. Con
frecuencia, los coros de barrio hacen una presentación de la Pascua de Resurrección, y
las congregaciones cantan himnos sobre la Pascua. Como en los servicios de los demás
domingos, los emblemas de la Santa Cena se reparten a la congregación.

Algunas familias SUD incluyen los conejos y huevos de Pascua en sus fiestas familiares
para el deleite de los niños. No se desaniman oficialmente esas tradiciones, a pesar de
que no tienen ningún significado religioso para los Santos de los Últimos Días. El
objetivo de la festividad es religioso. Para los Santos de los Últimos Días, la Pascua de
Resurrección es una celebración de la promesa de la vida eterna por medio de Cristo.
Ellos comparten la convicción de Job: “Yo sé que mi Redentor vive, y que al final se
levantará sobre el polvo. Y después de deshecha ésta mi piel, aún he de ver en mi carne
a Dios” (Job 19:25–26).

Preparándonos para la Pascua de


Resurrección
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Jesucristo nos dio el ejemplo perfecto para que lo sigamos. Puedes usar esta actividad
para aprender más acerca de Él y para prepararte para la Pascua de Resurrección.
Empieza con el número 1, el domingo antes de la Pascua de Resurrección. Cada día, lee
acerca de Jesús y contesta la pregunta; después, recorta la imagen que corresponde y
añádela al cuadro.

1. Jesús lavó los pies de Sus discípulos y los consoló diciéndoles: “No se turbe
vuestro corazón ni tenga miedo” (Juan 14:27). ¿Qué podrías hacer hoy para
servir o consolar a un amigo?
2. Durante la Última Cena, Jesús enseñó a Sus discípulos a tomar la Santa Cena. Él
les dijo: “…haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19). ¿De qué manera
puedes ser más reverente durante la Santa Cena?
3. Cuando Jesús comenzó la Expiación en el Jardín de Getsemaní, hizo lo que el
Padre Celestial quería que hiciera, aunque fue muy difícil. Él oró: “…no se haga
mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). ¿De qué manera puedes ser más
obediente en la Iglesia, la escuela o en casa?
4. Cuando las personas le hicieron daño a Jesús durante la Crucifixión, Él dijo:
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). ¿Por qué es
importante perdonar a otras personas?
5. Jesús se aseguró de que alguien se ocupara de Su madre cuando Él muriera. Él le
dijo a Juan: “He ahí tu madre”, es decir, que tratara a María como si fuera su
propia madre (Juan 19:27). ¿Qué podrías hacer hoy para ayudar a tus padres o a
los que cuidan de ti?
6. Poco antes de morir, Jesús oró al Padre Celestial y dijo: “…en tus manos
encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46). ¿Qué puedes hacer para que tus
oraciones sean más especiales?
7. Después de que murió, ¡Jesús volvió a vivir! Ésa es la razón por la que
celebramos la Pascua de Resurrección. Cristo visitó a Sus discípulos después de
la Resurrección y dijo: “…no seas incrédulo, sino creyente” (Juan 20:27). ¿Por
qué es tan importante la Pascua de Resurrección?

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