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Querido profesor,

gracias a sus sabias palabras hoy estoy de pie, gracias


a su paciencia, pero sobre todo a su gran exigencia soy
quien soy hoy en día, nunca me alcanzará la vida para
agradecerle por todo lo que hizo por mí. Donde quiera
que esté, le deseo lo mejor de este mundo. Un fuerte
abrazo.

Luisa Caro Mitchell.

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