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SOCIEDADSÁBADO 03 DE OCTUBRE 2015

Cuando los animales eran


arrestados y juzgados como
personas
http://www.infobae.com/2015/10/03/1758106-cuando-los-animales-eran-
arrestados-y-juzgados-como-personas

En la Edad Media, lobos, vacas, toros, cerdos y hasta ratas podían ser llevados a
tribunales y sentenciados con penas que iban de la excomunión a la horca,
pasando por la mutilación y otros tormentos

"Habiendo tomado consejos de sabios y médicos, y (...) considerado la costumbre


del país de Borgoña, y ante Dios, decimos y pronunciamos nuestra sentencia
definitiva: la cerda de Jean Bailly, por motivo de lastimaduras y heridas por ella
cometidas y perpetradas en la persona de Jean Martin, de Savigny, será
confiscada para ser remitida a la justicia y enviada al último suplicio, y será
colgada por los pies de un árbol y también decimos por nuestra sentencia que en
lo que concierne a la cría de la susodicha cerda, como no está probado que los
cerditos hayan mordido al citado Jean Martin, se pospone su causa...."

Era el año 1456 y el suceso ocurrido en ese pueblo francés era dramático: el
mencionado Jean Martin era el hijo, de sólo 5 años de edad, de un campesino de
la región. Atacado por la cerda en cuestión, no sobrevivió a las mordeduras. Y
como el señor Bailly no pudo ofrecer justificaciones a los actos de su animal, la
pobre chancha fue ejecutada, y en la plaza pública. Sus cerditos en cambio fueron
luego absueltos y devueltos al dueño.
POR ABSURDO QUE PAREZCA, ERA POSIBLE DEMANDAR Y LLEVAR

ANTE EL JUEZ A UNA BESTIA DEPREDADORA, LADRONA O ASESINA


Estos juicios, por absurdos que parezcan, eran relativamente frecuentes en la
Edad Media. En aquellos tiempos, era posible demandar y llevar ante el juez a una
bestia depredadora, ladrona o asesina. Y, aunque los principales encausados eran
los cerdos –capaces de matar, especialmente a niños-, había denuncias hasta
contra las langostas o los gorgojos que arruinaban las cosechas.

Piénsese que eran tiempos en que los humanos convivían e interactuaban mucho
más que en la actualidad con toda clase de animales, domésticos, de granja o
semisalvajes. Era usual incluso que vacas, ovejas y cerdos ocupasen la planta
baja de una casa, mientras que adultos y niños vivían en el piso superior. Y, con
frecuencia, los chanchos eran dejados en relativa libertad ambulatoria en las
aldeas. Esto explica la reiteración de incidentes muchas veces mortales.

Durante la Edad Media, la interacción y convivencia del hombre con la bestia -doméstico, de
corral o semisalvaje- era ocasión de "crímenes" animales que eran juzgados como humanos

El primer tratadista que sistematizó e inventarió estos juicios fue E.P.Evans, un


estudioso de la religión y la simbología medieval, en un libro titulado "Juicios
criminales y pena capital de los animales", publicado en 1906. Establece allí "una
distinción técnica muy fina" entre losThierstrafen y los Thierprocesse: "Los
primeros conciernen las penas capitales infligidas por tribunales laicos a chanchos,
vacas, caballos y todo otro animal doméstico, en general como castigo por
homicidio; los segundos reagrupan los procedimientos judiciales iniciados por
tribunales eclesiásticos contra ratas, lauchas, langostas, gorgojos y otras plagas
para impedirles devorar las cosechas y mantenerlas alejadas de los huertos,
viñedos y campos cultivados a través del exorcismo y la excomunión".

LA MUERTE DEL HUMANO ERA EXPIADA POR LA DE LA BESTIA

Es decir que la mayor parte de los animales grandes eran juzgados por homicidio y
por lo general ejecutados –la muerte de un humano era expiada por la de la
bestia-, mientras que las bestezuelas dañinas eran más bien pasibles de
excomunión. Vale recordar que en estos tiempos, la iglesia misma era un gran
tribunal, no sólo inquisitorial –para temas doctrinarios- sino que intervenía y
mediaba en muchos otros litigios de la vida cotidiana.

Algunos estudiosos de la etapa sostienen que estas excomuniones de ratas e


insectos tenían por objeto "autorizar" a las personas a combatirlas, dándoles la
tranquilidad de que, aunque eran también creación divina, su comportamiento los
colocaba fuera de la ley del Altísimo y por lo tanto podían ser exterminados sin
culpa.

Entre los casos detectados por Evans, se reiteran las ejecuciones de chanchos
como la de uno que fue quemado en la plaza pública en 1266 por haber mutilado a
un niño. O en 1386, el caso de otro cerdo que por haberle arrancado la cabeza y
los brazos a un niño padeció la misma mutilación. La Ley del Talión: ojo por ojo...
aunque el Nuevo Testamento lo prohíbe.

En tiempos
medievales, cerdos,
toros y lobos, entre
otros, podían ser
llevados a juicio y
sentenciados a la
pena capital

Un granjero de
Moisy dejó escapar
un toro salvaje. El
animal hirió
mortalmente a un
hombre. Carlos,
conde de Valois,
ordenó capturar y juzgar al toro. La bestia homicida fue arrestada por los alguaciles
del conde y, por declaración de testigos, se constató el delito. El toro fue
condenado a la horca. El hecho tuvo lugar en 1314.

En 1404, tres cerdos fueron sacrificados en Rouvres, Borgoña, por haber matado a
un niño en su cuna.

Otros casos, citados en el artículo Procès faits jadis aux animaux (Juicios
hechos antaño a los animales) en el blog Le Droit Criminel (El derecho penal),
contribuyen a hacerse una idea más general del fenómeno:

En 1120 ratones de campo y orugas fueron excomulgados por el Obispo de Laon.


Otro caso de excomunión, esta vez de sanguijuelas y por devorar a los peces, tuvo
lugar en Lausana, hoy Suiza, en 1451.

En 1499, en la localidad de Beauvais, fue el turno de otro toro de subir al cadalso


para ser colgado por haber matado en un ataque de ira a un joven de 14 años.
En la Edad Media, en los
juicios contra animales,
era frecuente que se los
vistiera como a
personas

Un cerdo fue
sentenciado a muerte
por haber devorado
parte de la cara de
un niño en el pueblo
de Charonne. Su
cuerpo despedazado
debía ser arrojado a
los perros y sus
dueños peregrinar a Notre Dame de Pontoise el día de Pentecostés, para terminar
de expiar el crimen.

El dueño del animal corría con los gastos que ocasionara el "encarcelamiento" y
las costas del juicio, lo que incluía hasta la paga del verdugo, en caso de tener que
intervenir éste. Otras erogaciones eran las cuerdas con que se ataba al animal, el
transporte en carreta o los guantes que usaba el verdugo para no "mancharse" con
la ejecución de una bestia bruta.

EL PUERCO FUE LLEVADO AL SUPLICIO EN CARRETA, ESCOLTADO

POR SARGENTOS Y EL VERDUGO RECIBIÓ 60 PESOS POR SU TRABAJO

Por caso, en la municipalidad de Abbeville, en 1479, se dejó constancia de que el


puerco condenado por asesinato de un niño fue llevado al suplicio en una carreta,
que los sargentos lo escoltaron hasta el patíbulo y que el verdugo recibió sesenta
pesos por su trabajo.

Aunque el período en el cual se dieron estos juicios va del siglo XIII al XVII, no se
crea que este tipo de situaciones absurdas acabaron allí. En Tennessee en 1917,
Mary, la elefanta de un circo, mató a su domador y por ese crimen fue colgada.
Para ejecutar la sentencia hizo falta apelar a una grúa.

La elefanta Mary, colgada de


una grúa por haber matado al
domador del circo (Tennessee,
1917)

Los juicios cumplían con


todas las formalidades
previstas para el caso de un
humano. Un procurador
pedía el procesamiento del
culpable, se escuchaba a los
testigos, se hacía la
requisitoria, y el juez dictaba sentencia. Las ejecuciones tenían lugar en la plaza
pública o en las llamadas horcas patibularias. Otra curiosidad es que, a veces, se
vestía al animal con ropas humanas para la ejecución. Símbolo de la confusión en
la mentalidad de la época entre hombre y bestia.

No se crea que no había objeciones a este tipo de procesos. Ya en el siglo XIII,


hubo quien señaló el absurdo de enjuiciar a animales. El jurisconsulto Philippe de
Beaumanoir (1250-1296) opinaba que no debía procederse de esta manera en
casos de asesinatos cometidos por animales porque "las bestias brutas no tienen
conocimiento del bien ni del mal". Su argumento era que la justicia tenía por objeto
la "venganza del crimen" o hacerle entender al autor que merecía una pena por su
acción. Como los animales no tienen la facultad del discernimiento, estos procesos
eran "justicia perdida".

No fue escuchado, y se continuó, casi hasta mediados del siglo XVI, con la
práctica de infligir al animal una pena proporcional a la causada. Cuando
finalmente se desista de estos juicios, se los sustituirá con multas por daños y
perjuicios contra el propietario del animal. Claro que la bestia no se salvaba del
sacrificio, pero sin juicio.

Los cerdos eran las


víctimas más frecuentes
de los juicios medievales
contra animales porque
eran capaces de matar,
especialmente a niños

Piénsese también que


en estos tiempos se
debatía sobre si los
animales tenían un
alma y si resucitaban
después de muertos.
Es decir si irían al
purgatorio, al cielo o al infierno junto con los demás mortales. Una disquisición
propiamente medieval, que no formaba parte de las preocupaciones de los
filósofos de la antigüedad clásica.

La excomunión como arma contra las plagas

Hacia fines del siglo XVI y comienzos del XVII, empiezan a surgir cuestionamientos
dentro de la propia Iglesia a la práctica de la excomunión contra los animales. El
tema dio lugar a sesudos debates. El canónico Eveillon, autor de un Tratado de las
Excomuniones, del año 1651, denuncia estas costumbres y afirma que en realidad
"una cosa es cierta en teología, que sólo el hombre bautizado puede ser
excomulgado". Eveillon hace una descripción de estos procesos eclesiásticos:
"Eran tan simples (las personas) como para hacer un juicio formal a las
bestezuelas, citarlas, darles un abogado para defenderse, abrir una investigación
de los daños por ellas causados. Luego conjuraban a los diversos animales,
declarándoles que debían salir de todo el territorio y desplazarse a donde no
pudiesen causar daño. Si el mal no cesaba con este conjuro, el juez eclesiástico
pronunciaba sentencia de anatema y de maldición, y enviaba el auto de ejecución
a los curas, sacerdotes y habitantes, invitándolos a hacer penitencia de sus
pecados, ya que para su castigo enviaba Dios ordinariamente estas calamidades".
La opinión de Eveillon era que los animales no podían ser excomulgados, y que
bastaba con exorcizarlos siguiendo las ceremonias prescritas, sin superstición y
sin desarrollar un ridículo procesamiento seguido de sentencia.

¿Y qué de la zoofilia?

La zoofilia era duramente castigada,


y el animal sacrificado para borrar
toda huella del pecado

En los casos de zoofilia, que


merecían penas gravísimas, los
jueces medievales se
mostraban más razonables y la
acusación iba dirigida contra el
humano. Pero por lo general, el
pobre animal también era
ejecutado ya que, aunque evidentemente no era una relación "consentida", debía
desaparecer en tanto prueba y testimonio de la infamia. Es más, un jurisconsulto
asesor de Carlos V en los Países Bajos, autor de un tratado de derecho criminal,
afirmaba que el animal, aunque privado de razón y no culpable, debía ser arrojado
al fuego por haber sido instrumento del crimen.

Caso aparte: el gato negro


La superstición que considera al gato negro portador de mala suerte tiene también
su origen en la Edad Media, tiempo en el cual estos felinos –de todos los colores,
pero especialmente el negro- casi fueron exterminados en nombre del combate a
la brujería. Hasta que la peste bubónica, de las que las ratas eran agente
transmisor, y otros factores llevaron a un progresivo cambio de mentalidad.

Originario de zonas cálidas, como el norte de África, o de Oriente, el gato fue


difundido en toda Europa por los romanos.

La superstición de que el
gato negro trae mala suerte
tiene su origen en la Edad
Media

Pese a su utilidad para


limitar la proliferación de
las ratas, los gatos fueron
asociados a lo
demoníaco: sus ojos
verde-amarillo, su
tendencia a la nocturnidad
y su amor al vagabundeo contribuyeron a que fuesen designados como
encarnación del maligno y perseguidos junto a brujas y herejes.

A la Iglesia, la figura del gato endemoniado, le servía para erradicar anteriores ritos
paganos y para entregar a la furia colectiva una víctima de carne y hueso.
Asociado a los aquelarres y a todo lo satánico, con frecuencia los gatos eran
enjuiciados a la par de los sospechosos de hechicería o herejía. También se solía
acusar a las mujeres de adoptar formas felinas en sus reuniones nocturnas de
brujas.

EL GATO ERA EL CHIVO EXPIATORIO DE LOS PECADOS DE TODOS

Solían organizarse además grandes hogueras en los pueblos para sacrificar a


cientos de gatos en un mismo acto, como chivos expiatorios de los pecados de
todos. El animal era arrojado al fuego dentro de un canasto o atado a un palo para
evitar que escapara.

Las cenizas de esa fogata eran apreciadas: cada uno tomaba un puñado para
esparcirlo en su casa o en los campos como prevención de epidemias y
hambrunas.

En un ala de la torre de Londres fueron hallados gatos que habían sido amurados
vivos, para conjurar maleficios.

En tiempos medievales, el
gato, y en especial el de
pelaje negro, era visto
como la encarnación del
maligno.

El gato será rehabilitado


cuando, a partir del siglo
XVII, las mentalidades
empiecen a evolucionar
y reyes y nobles vayan
adquiriendo el gusto por
los ejemplares persas y
de angora, importados de tierras exóticas.

El clásico cuento El Gato con Botas, recopilado por Gilles Perrault en 1697, ya
muestra un animal cercano y amigo del hombre.

Hoy resulta muy anacrónica la idea de que un animal deba responder por sus
actos como una persona, como un ser racional. Sin embargo, la tendencia a
humanizarlos no ha disminuido. Por caso, no falta quien pretende, en el otro
extremo, convertirlos en "sujetos de derecho", en un plano de igualdad con el
hombre. En Holanda, existe incluso un Partido de los Animales que llegó a ganar
bancas en el Parlamento. Y muchos ultraecologistas hablan de los derechos de los
"seres vivos", una categoría que les permite englobar a hombre y animal, en un
mismo nivel.

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