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Beatriz Gabbiani
Instituto de Lingüística, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UdelaR
1. Si bien estas jornadas nos proponen reflexionar sobre la educación más allá del
contexto, haciendo referencia al énfasis que se ha puesto en las últimas décadas en la
necesidad de contextualizar las acciones educativas en función de lo que ha sido
denominado “contextos de pobreza” o “contextos socioculturales críticos”, en este
trabajo les propongo que nos concentremos en el microanálisis de lo que sucede dentro
del salón de clase, mirando hacia la zona más interior del contexto, tomando aquí al
término en su sentido amplio.
Partimos de una concepción de que el discurso y el aprendizaje se construyen
interactivamente. La investigación basada en el microanálisis de interacciones en
salones de clase ha demostrado que las prácticas interactivas diferentes se asocian a
mundos culturales diferentes. Moita Lopes (2001) considera que las prácticas
interactivas que llevan adelante las personas para construir significado pueden ofrecer
elementos para revelar la cultura de un grupo determinado. Se basa para sostener esto en
los conceptos de cultura de Erickson (1987, citado por Moita Lopes 2001) como
“modos compartidos de crear significados”, y de Clarke, Hall, Jefferson y Roberts
(1993, citado por Moita Lopes, 2001) como “mapas de significados que tornan a las
cosas comprensibles para sus miembros”. Según Moita Lopes (2001: 162), “en las
prácticas (interactivas) las personas construyen significado y conocimiento socialmente
‘al compartir modos de construir significado’ o al crear mapas de significados que ‘no
están simplemente organizados en nuestra mente: están objetivados en los patrones de
organización y relacionamiento sociales a través de los cuales el individuo se vuelve un
ser social’”.
Por su parte, Edwards y Mercer (1988:30) sostienen que "La constante tarea a que se
enfrenta esta investigación (se refieren a las investigaciones de tipo sociológico o
antropológico acerca de lo que ocurre en las escuelas) es el "construir puentes" entre la
comprensión sociológica sobre la sociedad en su conjunto (el nivel de la
macroestructura social) y lo que se ve suceder en marcos sociales determinados (el nivel
de la microestructura). (...) el establecimiento de entendimientos conjuntos tiene lugar
en el contexto de una relación de poder entre maestro y alumno en la que el maestro
representa y proporciona para los alumnos una cultura aceptada de mayor amplitud de
ideología, conocimiento y práctica educativa."
Para muchos autores, entre ellos Stubbs (1983) "El aprendizaje no es un proceso
puramente cognitivo o psicológico, sino que puede depender, de forma crucial, de la
relación social entre profesor y alumno." Este autor sostiene que “La forma en que un
profesor les habla a sus alumnos inevitablemente les comunica su definición de la
situación y el tipo de relación profesor-alumno que considera apropiada. Los valores del
maestro en relación a, por ejemplo, quien tiene derecho a controlar el habla en el aula, al
igual que los valores socioculturalmente básicos y las relaciones de estatus, se ponen en
funcionamiento a través del lenguaje.”
Según Erikson (2001:11-15), las diferencias en relación al aprendizaje y a la actitud
frente al aprendizaje se deben, de alguna manera, a las diferencias entre los tipos de
interacción que ocurren entre los docentes, los alumnos y los materiales didácticos. El
lenguaje y el discurso del día a día del aula son un medio importante para esta
interacción. Para Erikson, las prácticas discursivas diferentes aparentemente ofrecen a
los alumnos diferentes situaciones de involucramiento con el aprendizaje, así como
también hacen una diferencia en la práctica pedagógica. O sea que la enseñanza y el
aprendizaje en el aula son cuestiones de prácticas y de formaciones discursivas. Como
esas prácticas y formaciones difieren de varias maneras, conforman ambientes de
aprendizaje cualitativamente diferentes. La etnografía, que es el marco que propone
Erickson para el estudio de las prácticas pedagógicas, lleva a cabo un análisis detallado
de las prácticas discursivas por medio de las cuales se construyen interactivamente los
ambientes de aprendizaje para poder comprender cómo es posible que se construyan
situaciones de aprendizaje diferentes en circunstancias semejantes. Este enfoque se
propone documentar en detalle los eventos cotidianos e identificar los significados que
les atribuyen quienes participan y quienes observan. Este tipo de trabajo implica la
observación y la participación a largo plazo con la finalidad de familiarizarse con los
patrones de rutinas de acción e interpretación que constituyen el mundo cotidiano. La
intención de este tipo de investigación es encontrar tipos de cosas que hacen la
diferencia en la vida social. Es, por lo tanto, un tipo de investigación primordialmente
cualitativo, no cuantitativo. Según Erickson, parte de la responsabilidad del etnógrafo es
ir más allá de lo que los actores locales entienden explícitamente, identificando los
sentidos que están fuera del alcance de la conciencia de los participantes, y revelando el
currículo oculto para poder enfrentarlo críticamente.
Cómo se enseña a los estudiantes es tan importante como lo que se espera que aprendan
(Wells, 2001: 11). Una pedagogía culturalmente sensible a los saberes de los educandos
está atenta a las diferencias entre la cultura que ellos representan y la de la escuela. Una
pedagogía culturalmente sensible también debería mostrarles a los docentes cómo
encontrar formas efectivas de conscientizar a los educandos sobre esas diferencias
(Bortoni-Ricardo, 2004: 38). La observación y el análisis de lo que ocurre en el salón de
clase pueden ofrecer las herramientas para entender qué ocurre a nivel discursivo e
interactivo, y para darse cuenta de las posibles distancias entre lo que los docentes creen
que hacen y lo que efectivamente hacen, ya que en términos generales, los docentes no
son conscientes de cómo usan los diversos géneros de habla que tienen a su disposición,
pero hacen uso de actos de discurso (como no podría ser de otra manera) para establecer
tanto relaciones con los alumnos como también valores intelectuales y sociales que
están en la base de la práctica docente.
El análisis del discurso resulta fundamental en la medida en que la enseñanza formal
puede ser vista, como propone Wells (2001:16), como un aprendizaje semiótico, ya que
en cualquier disciplina de cualquier nivel de la educación, “el dominio de los discursos
en los que el conocimiento se construye, se aplica y se critica y modifica es una parte
esencial del aprendizaje”. En la misma línea, Nussbaum y Tusón (2002: 197) sostienen
que “aprender significa apropiarse paulatinamente de las formas de hablar y escribir
(también de saber hacer y saber decir lo que se hace) sobre el objeto de aprendizaje en
cuestión, y hacerlo de la manera acostumbrada en esa parcela del saber; significa, por
tanto, apropiarse del discurso específico que se reconoce como propio en esa
disciplina”.
En base a lo dicho, observar qué ocurre en el salón de clase desde el punto de vista de la
organización social del mismo puede ser una fuente de conocimiento y de reflexión para
el cambio. La sociología y la psicología han dicho mucho acerca de la estructuración
social y la transmisión del conocimiento en el salón de clase. La etnografía de la
comunicación pone de relieve cómo esa estructuración social y la efectivización (o no)
de la transmisión del conocimiento dependen de cómo se establezca la interacción en el
salón de clase.