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Podemos decir, sostiene Rawls, que cada miembro de la sociedad tiene una concepción de la

justicia, una idea aproximada de los principios básicos que deberían regir la sociedad y
articular la distribución correcta de los derechos y deberes fundamentales. De este modo, se
presupone que los miembros de la sociedad poseen un cierto sentido de la justicia (aunque se
trate meramente de una opinión de lo que es justo e injusto) que “los capacita para entender y
aplicar los principios públicamente reconocidos de justicia, y para actuar según sus deberes y
obligaciones” (Rawls, 2001, p.32). Así, una sociedad bien ordenada debe estar construida
sobre una concepción “pública” de la justicia que aúne a individuos con propósitos dispares. El
sujeto foucaultiano, por contra, está atravesado por el poder, que en su transversalidad lo
estructura y somete. Él es un producto más del poder, un efecto del binomio “poder-saber”; su
esencia ilustrada se desvanece, y el fulgor propio del hombre libre queda sepultado bajo un
sistema de engranajes; bajo el mecanismo del poder:

El hombre es ya en sí el efecto de un sometimiento mucho más profundo que él mismo. Un


"alma" lo habita y lo conduce a la existencia, que es una pieza en el dominio que el poder
ejerce sobre el cuerpo. El alma, efecto e instrumento de una anatomía política; el alma, prisión
del cuerpo. (Foucault, 1975, p.30).

No es el sujeto como substrato activo lo que articula el saber, sino que el “poder-saber” tiene
como efecto el propio sujeto; todo aquello que constituye al individuo es ya uno de los
primeros efectos del poder, “el poder circula a través del individuo que ha constituido”
(Foucault, 1980, p.144).

Para Rawls la justicia social es la cuestión principal ya que configura el núcleo de toda
sociedad: su estructura básica, esto es,“el modo en que las instituciones sociales más
importantes distribuyen los derechos y deberes fundamentales y determinan la división de las
ventajas provenientes de la cooperación social” (Rawls, 1971, p.23). Rawls cree que una
estructura básica regulada de acuerdo con unos principios de justicia adecuados es
imprescindible para preservar la equidad y la igualdad, de tal modo que las condiciones
iniciales de la vida de cada persona no sean un factor determinante en sus perspectivas de
vida. Como dice Rawls: “la estructura básica es el objeto primario de la justicia porque sus
efectos son muy profundos (penetran en toda institución y vida humana) y están presentes
desde el principio (determinan las reglas del juego)” (Rawls, 1971, p.24).

Pero aquí es donde el análisis del poder se muestra más incisivo, pues Rawls pretende derivar
de unos principios generales y abstractos el encuadre justo que integre el conjunto de
instituciones y asociaciones diversas. Foucault pretende justamente lo contrario: “pienso que
hay que analizar la manera cómo los procedimientos de poder que funcionan en los niveles
más bajos son investidos y anexionados por fenómenos más globales” (Foucault, 1980, p.145).
El análisis de Foucault no parte de un ideal, sino que se desarrolla en orden ascendente,
partiendo de la microfísica del poder donde la pluralidad de mecanismos “infinitesimales” y
técnicas actúan a pequeña escala, en las extremidades del Estado. El punto de mira no está en
lo global, sino en la particularidad de las prácticas que dominan el espacio público e instauran
dominios de saber. Pero estos procedimientos que tienen lugar en los recovecos de la sociedad
se integran posteriormente formando estructuras de poder más amplias. Este proceso de
disección del poder pretende mostrar cómo el poder más general interviene en las prácticas
sociales.

La justicia como equidad pretende paliar las desventajas constitutivas de la sociedad que
impiden el desarrollo equitativo de todos los individuos que la forman, busca subsanar las
desigualdades de carácter contingente, es decir, aquellas que inevitablemente aparecen en la
sociedad. Rawls reduce estas desigualdades a tres tipos: 1) clase social de origen, 2) cualidades
naturales, 3) buena o mala fortuna (Rawls, 1971, p.24). Rawls confía en el paradigma
distributivo como medio para nivelar la sociedad. Aunque es posible que en términos
económicos pueda obtener buenos resultados, Rawls no puede explicar el origen de múltiples
injusticias derivadas de las relaciones disimétricas de poder entre sujetos. La mirada debe
estar puesto en el subsuelo del Estado ya que “estas relaciones [de poder] que descienden
hondamente en el espesor de la sociedad, no se localizan en las relaciones del Estado con los
ciudadanos o en la frontera de las clases” (Foucault, 1975, p.27). La labor de Rawls es
infructífera desde el punto de vista de la genealogía, ya que el control de los "micropoderes"
no se obtiene a través del control de las instituciones o de los aparatos del sistema, más bien
deben transformarse desde el dominio prácticas sociales:

“Se trata de tomar como dominio homogéneo de referenciaas las formas de racionalidad que
organizan las maneras de hacer (el aspecto tecnológico de los “sistemas prácticos”) y, por otra
parte, la libertad con la que actúan en esos sistemas prácticos, modificando, hasta cierto
punto, las reglas del juego” (Foucault, 1983, p.5).

2. Contrato social

El contractualismo de Rawls es una renovación de la teoría clásica del contrato social


formulado por Rousseau. En el modelo de justicia rawlsiano la posición original de igualdad
reemplaza el estado de naturaleza. Esta reformulación enfoca desde otra óptica el modo en
cómo las personas pasan a formar parte de la sociedad. Según Rawls, “los principios de la
justicia para la estructura básica de la sociedad son el objeto del acuerdo original” (Rawls,
1971, p.28). El contrato social no es visto por Rawls como el paso necesario que cada individuo
debe dar para poder formar parte de una sociedad -abandonando, así, el estado de naturaleza
(homo homini lupus)- a cambio de la cesión de ciertas libertades al Estado, figura garante de
paz y seguridad; sino que en la posición original el contrato social equivale a la vía para
alcanzar acuerdos consensuados acerca de los principios fundamentales que rijan la estructura
básica de la sociedad. En palabras de Rawls: “son los principios que las personas libres y
racionales interesadas en promover sus propios intereses aceptarían en una posición inicial de
igualdad como definitorios de los términos fundamentales de su asociación.” (Rawls, 1971,
p.28). Rawls quiere elevar a un “nivel de abstracción mayor” la teoría tradicional del contrato
social situando como eje principal de esta el momento de deliberación –que llevan a cabo la
personas, en tanto que racionales y libres y dotadas de un cierto sentido de la justicia- que
resulta en el acuerdo de las bases de la sociedad. Que las personas involucradas en el pacto
original sean personas racionales y mutuamente desinteresadas (gracias a la posición orignial)
es imprescindible para la concepción contractual de Rawls.

Pero Foucault insiste en que entre sujetos siempre hay relaciones de poder que emergen en el
espacio público. El poder no reside en la forma del Estado, sino en el discurso

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