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Trans

Texto de Bruno Ruiz a partir de las voces de Myrna Moguel, Cecila Ramírez-Romo, Luis Rodríguez,
Victor Padilla, Dulce Mariel, Francisco de León y Jackal Tanelorn. Con textos de Yecid Calderón, Alok
Vaid-Menon, Alí Ahmed Said Esber (Adonis), Jean Baudrillard, Javier Escartín, Buzz Bissinger y
Beatriz Preciado.

EPÍGRAFE.

[Yo salgo hasta el final. Yo soy el plato fuerte, corazón.]

«Cuenta la leyenda que, alguna vez, una mujer muy bella encontró dormido a un
jovencito en el bosque muy, muy guapo, pero que estaba como embrujado: el pobre ni
veía, ni oía, ni comía, ni nada… Pero entonces, dice la leyenda, que él va a poder
vivir cuando una mujer muy bella pase por ahí, por ese bosque donde él está como
dormido.»

‘El lugar sin límites’, 1979

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UNO.

[Al inicio dejé de ser]

Podría mentir y decir que invariablemente soy Myrna,

mentir y decir que mi cuerpo puede abarcar todo aquello que fui y quizás sigo siendo,

mentir y afirmar que mi piel es la última frontera,

la línea dactilar que me separa de aquello que probablemente sea

pero no quiero,

hoy no quiero mentir

porque aquí las mentiras no sirven mas que para poder dibujar una posibilidad de
historia, de recorrido desde el primer llanto

y hoy eso nos queda corto.

[En la pared verán fotos de mi vida, de mi niñez y juventud. Fotos de mi ser


mujer y de mi ser hombre.]

Yo nací sin nombre y sin género.

El ultrasonido miente cuando dice que el género se gesta en el útero.

Por ejemplo: yo supe que era mujer cuando me empezaron a decir: “Myrna: eres
mujer y tienes que actuar como tal.”

Así: actuar, como en el teatro.

Yo no decidí llamarme Myrna y tampoco decidí ser mujer.

Lo decidieron por mí desde el momento que el ultrasonido develó la ausencia de algo


que pudo haberme dado otro género y quizás otro nombre.

Pero resulté ser mujer y ser Myrna.

El género lo escogió el oráculo y el nombre mi madre.

Lo escogió porque ella se llama Martha y dijo: “le voy a poner un nombre que se
parezca a mi nombre, pero no quiero que sea igualito”, y entonces juntó el nombre de
su mejor amiga y el suyo y salió eso: Myrna.

Desde entonces soy un invento,

una ficción de mí misma,

una posibilidad de algo que pude haber sido

y eso no es una mentira.

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¿Recuerdas cuándo comenzaste a reconocerte como tú?

No recuerdo.

Hoy podría decir que me llamo Myrna y que… 


Eres mujer.

Sí…

Bueno…

No estoy segura.

Yo no nací Myrna, ni mujer,

yo fui un cuerpo, una persona en una habitación calientita,

un futuro sin tiempo, un espacio sin futuro.

Fui una promesa.

¿Una promesa?

No estoy segura.

Dejé de ser un cuerpo al nacer,

entonces fui nacida:

la posibilidad se volvió unívoca y tuve que ser Myrna mujer.

Luego dejé de nacer y fui lo que soy ahora.

Entonces he sido y he dejado de ser.

¿Me explico?

No.

Sigo siendo.

¿Sigues siendo?

No estoy segura.

Deberías estarlo.

Es que no estoy segura.

He aprendido el gesto, la máscara, la forma,

todo eso lo aprendí y podría aprenderlo de nuevo

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pero no sé si la mirada me dé para aprenderlo de nuevo.

Entonces no eres mujer.

Sí.

Pero mujer como él.

No.

No puedo decirlo,

porque de eso nunca he estado completamente segura.

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DOS

[Primer paréntesis imaginario]

Hagamos un ejercicio de imaginación y pensemos que frente a nosotros hay dos cajas
que guardan un cuerpo cada una.

El primero posee las características propias de un cuerpo cualquiera,

el segundo también.

El segundo cuerpo comparte la forma del primero

y el primero comparte la textura del segundo.

Ambos cuerpos tienen en común la biología que nos hace cuerpos parlantes

-parece que ahí radica nuestra diferencia con los cuerpos salvajes que aún no
inventan el lenguaje-.

Imagina, ahora, que uno de esos dos cuerpos te corresponde y elige una caja

pero déjala cerrada.

Confía en que ese cuerpo es el cuerpo que te ha sido heredado aunque tu mirada no
pueda adivinarlo.

Piensa, entonces, en el otro cuerpo

y piensa que ese cuerpo no tiene voz

no porque no tenga la capacidad del habla

sino porque su palabra ha sido velada por una fuerza que aún no alcanzas a
comprender.

Ahora trata de articularte en ese otro cuerpo que, en apariencia, no te corresponde,

intenta adivinarte en él,

dibújale una geografía que escape de los límites de tu propia imaginación

y no te engañes, ese cuerpo sigue siendo un cuerpo humano.

Ahora viene la pregunta tramposa:

¿qué sexo le pusiste a ese otro cuerpo?,

porque yo jamás hablé de sexo.

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TRES

[La mordida del oráculo bicéfalo] 1

«Yo no quería ser un héroe. A menudo pienso que, si me lo hubiesen consultado antes,
yo hubiera rechazado la oferta. Pero la vida no pregunta y, como le tenía que tocar a
uno de cada diez millones de varones nacidos vivos, me tocó a mí».

Cuando Gabriel J. Martín nació en San Fernando (Cádiz) un 12 de julio de 1971, en


plena puesta de sol, sus genitales eran tan ambiguos que el médico los creyó
femeninos. Y así fue como él se convirtió en ella: Patricia, una niña que nunca se
sintió una niña y que, con la llegada de la adolescencia, en vez de crecerle los pechos
y menstruar, le salió barba y vello por todas las partes de su cuerpo.

El termino: «intersexualidad», un término para muchos desconocido que esconde


miles de historias, llenas de dudas, contradicciones y, en ocasiones, una irrefrenable
búsqueda de la verdadera identidad.

«Nací con los testículos alojados en las ingles. Mis vesículas seminales y próstata
estaban en su sitio y funcionales, pero el resto de órganos estaban modificados al
nacer. No tenía escroto, mi pene era muy pequeño y tenía un hipospadias donde
deberían estar los testículos».

El hipospadias es la salida de la uretra.

«Los médicos me hicieron una exploración muy superficial y creyeron que yo era una
niña… así que me llamaron Patricia y me educaron en femenino»

[Se estima que el 0,018% de la población nace intersexual]

«Todo el mundo tiene el referente de una mujer transexual pero a nosotros casi nadie
nos conoce. Y eso es porque estamos muy ‘armarizados’. Primero por el propio
estigma, porque como la gente no va a entender nuestro caso preferimos ahorrarnos
las explicaciones. Y segundo porque este asunto se suele resolver dentro del ámbito de
la familia».

[En porcentaje, hay más personas nacidas con genitales intersexuales que, por
ejemplo, mujeres transexuales.]

«Nunca me sentí niña y mi comportamiento masculino siempre fue un problema. Me


gustaba jugar con los demás niños a la guerra, al fútbol, a los policías y a los
vaqueros. Odiaba las muñecas, los vestiditos y los juegos de niñas. De pequeño tenía
pinta de ‘machorra’, aunque mi madre tenía empeño en que disimulara. A los doce o
trece años se rindió y empecé a usar ropa unisex, jeans, tennis… Pero yo no me podía
comprar calzones, ni unos shorts para ir a la playa. Tenía que bañarme vestido en el

1 Los textos entrecomillados de esta escena pertenecen al artículo Intertextualidad: “Nunca me sentí
niña y mi comportamiento masculino era un problema” de Javier Escartín publicado en 2014 en la
página de la ABC. Consultado en la liga: http://www.abc.es/sociedad/20141020/abci-intersexualidad-
cuerpos-enganan-201410170853.html

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mar si es que quería hacerlo, o quedarme en casa todo el verano. Evitaba orinar en los
baños públicos y me afeitaba a escondidas una barba que ya no sabía cómo
disimular».

Sus padres decidieron mirar para otro lado y nunca lo llevaron al médico. Su madre
le pidió que estudiara mucho, que hiciera una carrera y encontrara un buen trabajo
lejos de San Fernando, donde nadie lo conociese.

«Es duro que te destierren para poder ser tú mismo pero es más duro que lo haga tu
propia madre».

Poco después de descubrir a través de un libro lo que realmente le sucedía, tuvieron


que extirparle los testículos ya que los tenía inguinales y podían tumorizar. Ahora,
engorda como un gato castrado y eso tiene que contrarrestarlo con mucho gimnasio.
Cada mañana, al salir del gimnasio, tiene que aplicarse en el abdomen una dosis muy
controlada de gel de testosterona suplementaria. Su pene es aún algo menor que la
media y los cirujanos no pudieron corregirle el hipospadias.

[La legislación alemana permite desde el año pasado una tercera opción para
aquellos casos en los que no se sepa de qué sexo es un bebé al nacer y Australia
reconoce la posibilidad de inscribir a un recién nacido bajo el neutral ‘tercer
sexo’.]

«Yo no quería ser un héroe. A menudo pienso que, si me lo hubiesen consultado antes,
yo hubiera rechazado la oferta. Pero la vida no pregunta y, como le tenía que tocar a
uno de cada diez millones de varones nacidos vivos, me tocó a mí».

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CUATRO

[Quiero estar con ella otra vez y bailar hasta cansarnos, los dos solas, los dos
convertidas en esa cosa que adoramos cuando estamos desnudos juntas; yo a su
costado, ella a mi costado. Hombre que adoro.]2

El 11 de julio a las 15:52, Yecid Calderón alias Pinina Flandes y viceversa, escribió
en su muro de Facebook:

«Hoy me desperté preguntándome (abrazado al flaco): ¿acaso el problema del género


y de la sexualidad no es un asunto que encuentra sus raíces en la reflexión sobre el
otro, ese lejano prójimo al que no accedemos sino mediante la exposición, el
encuentro y el don? ¿Acaso no es en la ética en dónde podremos comprender el punto
de inflexión del otro sexuado, del otro diferentemente sexuado porque el-la entero es
el otro en su radical diferencia en tanto que otro? Y entonces ¿por qué los estudios de
género se concentran en una teorización basada en la tradición que pone el acento en
la diferencia sexual, en la genitalidad, en la forma en que la construcción social del
género se enarbola sobre el cuerpo, sin poner el más mínimo acento en el otro como
preámbulo de mi amor, en la diferencia como el obligante principio de mi obrar, de mi
consideración ética, de mi obligación política? ¿Por qué cuando se abre la discusión
del género, en vez de encontrar puntos en común, nace una apología al propio punto
de vista sin considerar a fondo la opinión de los demás, originando con ello la
egomaquia de la academia sobre definiciones, conceptos y asuntos de pericia
discursiva? ¿Por qué no hablamos del género y de la sexualidad como un asunto que
debe atender al cuidado de sí y el cuidado de los demás? ¿por qué no asumimos la
ética como el horizonte primero al que debe atender cualquier pregunta sobre el
género, entendida tal ética no sólo como una teoría sobre el obrar, sino como el acto
primario de comprender al otro en su diferencia abismal “aquí y ahora”, en el
desarrollo del discurso? ¿Cuándo abandonaremos la soberbia del sabio en temas tan
hondamente materiales y fluidos, tan elásticos y plásticos como el género y la
sexualidad? Yo cada vez abogo más por mi docta ignorancia.»

2La autoría del título de esta esta escena corresponde a una publicación extraída del muro de
Facebook del mismo Yecid Calderón.

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CINCO

[La invención del hombre y la mujer]

Defínete

¿Y por dónde empiezo?

Por el principio.

Sería, entonces, la vagina.

Antes del principio estuvo el útero.

El útero que gestó un óvulo.

El óvulo como huevo.

Y yo como gallina.

Yo como huevo y gallina,

como gallina que inventó el huevo,

como huevo que gestó a la gallina gestando un huevo.

El cuerpo como huevo que gesta el porvenir de alguien que no ha sido.

Parto entonces de mi útero-huevo

y de ahí la vagina,

la vagina-gallina que pare el huevo.

¿Así soy mujer?

No. Así eres la prótesis del sexo de alguien que podría ser mujer.

¿Un hombre?

No. La prótesis del sexo de alguien que podría ser un hombre.

Un dildo.

Un dildo.

En el principio fue el dildo.

Y de ahí el útero-huevo-vagina que pare a la mujer que pare al hombre.

[El género es ante todo prostético, es decir, no se da sino en la materialidad de los


cuerpos. Es puramente construido y al mismo tiempo enteramente orgánico. (…) El
género se parece al dildo]3

3 Todos los textos encorchetados pertenecen al Manifiesto contrasexual de Beatriz Preciado.

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o al menos eso dice Paul B. Preciado, antes Beatriz Preciado.

Soy una gallina con cresta de dildo,

un dildo-huevo que se siente mujer,

una vagina-gallina que mira cómo su dildo se gesta en el útero.

¿Y el gallo?

El gallo ha muerto.

[Los órganos sexuales como tales no existen.], dice, de nuevo, Paul B. [El hecho de
haber extraído, en forma de dildo, el órgano que instituye a un cuerpo como
‘naturalmente’ masculino (…) supone el final del pene como origen de la diferencia
sexual]

Soy el gesto que queda del gallo muerto,

soy andar de gallina a la que le estorba el dildo,

soy un huevo que cuelga entre las piernas de una mujer.

Yo soy gallo y gallina,

huevo y dildo,

hombre y mujer con huevos de silicón y tetas de hule,

soy un cuerpo prostético de posibilidades múltiples.

Defínete.

Ya lo hice.

Defínete de nuevo.

Lo estoy haciendo.

No te engañes y empieza de nuevo.

¿Por dónde?

Por el principio.

Sería, entonces, la muerte.

La muerte del gallo que ya no gesta,

que no tiene pene y tampoco vagina.

La muerte del gallo que besó a la gallina,

y que de su beso nació el dildo.

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La muerte del hombre que tiene huevos.

La muerte de la mujer que tiene útero.

La muerte del nombre de una gallina que ya no es lo que era en el huevo.

La muerte del huevo.

La muerte del huevo como única posibilidad de nacimiento.

Y el nacimiento del cuerpo como huevo roto.

Como cuerpo roto.

Como mirada rota.

¿Quién eres, entonces?

Soy.

Simplemente… soy.

Comencemos de nuevo.

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FALSO EPÍGRAFE.

[Yo salgo hasta el final. Yo soy el plato fuerte, corazón]

«Esto es la historia de un crimen, del asesinato de la realidad y del exterminio de una


ilusión, la ilusión vital, la ilusión radical del mundo. Lo real no desaparece en la
ilusión, es la ilusión que desaparece en la realidad integral.

Si el crimen fuera perfecto, esta pieza también debería ser perfecta ya que quiere ser
la reconstrucción del crimen.

Desgraciadamente, el crimen jamás es perfecto. Además, en esta pieza negra de la


desaparición de lo real no han podido ser descubiertos ni los móviles ni los autores, y
no se ha encontrado nunca el cadáver de lo real.»

Jean Baudrillard, ‘El crimen perfecto’. 1995

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SEIS

[Fragmentos del discurso de una tal Jack]4

«En el pared van a ver fotos de mi vida, de mi niñez y juventud. Van a ver fotos de mi
ser mujer y de mi ser hombre.

Hay razones por las cuales quiero compartir estas imágenes con ustedes.

Hay diferencias entre las comunidades trans hombre y trans mujer. Una de ellas
es la invisibilidad.

Tal vez ustedes piensan que la vida invisible es más fácil.

Los hombres trans se asimilan en la sociedad “normal”. Al menos, si lo elegimos así,


casi nadie se sabe que somos diferentes. Muchas de las mujeres trans no tienen esta
oportunidad. No se pueden esconder. Por eso las vidas de las mujeres trans son más
visibles. Y por eso en vez de esconder sus vidas, aceptan sus vidas como tal (bueno,
por cierto en grados diferentes). Lo que quiero decir es que por no ser invisible, las
mujeres trans aceptan sus pasados, crecieron como niños, pasaron la pubertad como
chavos y viven sus vidas como quieren. Los hombres trans por otro lado, nos
escondemos y tratamos de dejar nuestros pasados. No hablamos de haber sido niñas o
chicas. No hablamos de haber sido mujeres. Yo digo, basta ya.

(…) cuando hablamos de la sexualidad, hablamos de etiquetas que no sirven para


nada.

Un hombre trans que estaba aquí la otra noche dijo que el genero no tiene nada que
ver con la sexualidad. Tal vez. Dijo que sale con mujeres y se identifica como
heterosexual. Bueno. Pero me pregunté ¿por qué la mayoría de las mujeres trans no se
identifican de la misma manera? Muchas de las mujeres trans, que salen con hombres,
no se identifican como heterosexuales pero se identifican como gay. ¿Por qué? ¿Es
otro ejemplo de cómo impacta la invisibilidad y la visibilidad?

La otra razón por la que quería compartir estas imágenes con ustedes es para ser un
ejemplo. Un ejemplo para mis hermanos trans y otras personas con una identidad de
genero mas fluida porque no tengo vergüenza de mi pasado y soy …

¿Quien soy? ¿Quien eres? Soy un hombre. ¿Soy un hombre? ¿Soy un hombre como
tú?

Soy gay. ¿Soy gay? ¿Soy gay como tú?

He sido una mujer que salió con hombres. He sido una mujer que salió con mujeres.
He sido un hombre que salió con mujeres y ahora soy un hombre que sale con
hombres.

4Los textos en esta escena pertenecen a un discurso que Jack Tanelorn expuso a público dentro del
marco del encuentro Noches Transitadas que se llevó a cabo en el Diamond Disco Bar de la Ciudad de
México en 2015.

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¿Soy gay? ¿Soy gay como tú? ¿Soy queer? ¿Qué significa?

Hay historias que nos decimos para aceptarnos como somos. Hay historias que le
decimos a nuestros papás, familiares y amigos para que nos acepten y entiendan. Pero
¿es la verdad?

Decimos que el género y sexualidad no tienen nada que ver, que hay una diferencia
entre género y sexualidad pero ¿es cierto?

¿Yo nací en un cuerpo equivocado de verdad? ¿Y a quien le importa si yo no nací en


un cuerpo equivocado?

¿A quien le importa que yo no nací así?

¿Solo hay dos géneros? ¿Necesito eligir entre los dos? ¿Sólo hay tres sexualidades?
¿Necesito elegir una para siempre?

He sido un hombre por 20 años.

Fui una mujer por 30 años.

¿Soy hombre? ¿Soy mujer? ¿Soy hombre como tú? ¿Soy mujer como tú? ¿Quién soy?
¿Quién eres?»

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SIETE

[Segundo paréntesis imaginario]

Volvamos a nuestro ejercicio de imaginación y pensemos, de nuevo, que frente a


nosotros hay dos cajas que guardan un cuerpo cada una.

El primero posee las características propias de un cuerpo cualquiera y el segundo


también,

el segundo cuerpo comparte la forma del primero y el primero comparte la textura


del segundo.

Al igual que en la ocasión anterior ambos cuerpos son cuerpos parlantes y ambas
cajas están cerradas

-sigue confiando en que dentro de la caja que elegiste está el cuerpo que te
corresponde, el que te ha sido heredado;

en estos asuntos el azar no puede jugarte una mala pasada, ¿o sí?-.

Imaginemos, ahora, una tercera caja completamente vacía,

una caja que no es habitada por ningún cuerpo,

una caja de posibilidades infinitas que puede albergar el cuerpo que tú elijas

y elíjelo,

invéntate en ella un cuerpo nuevo,

un cuerpo que no sea aquel que te ha sido heredado y tampoco aquel que tú
consideras como la alteridad, como lo otro, el que no te corresponde,

dibújale una geografía que hable de ti, de quién eres tú realmente.

Adivínate dentro de esa caja con tu cuerpo nuevo y articula tu mirada desde ahí,

desde ese vacío que aún está por habitarse.

Ahora viene la trampa:

¿qué sexo le podrías a ese cuerpo si te dijera que su género no tiene voz, que su
palabra ha sido velada por esas fuerzas que aún no alcanzas a comprender, que ese
cuerpo es violentable por el simple hecho de que sus contornos son difusos y ajenos a
los otros cuerpos que tampoco ves?

¿Aún quieres articularte en ese cuerpo nuevo?

¿Qué sexo tienen los otros dos cuerpos?

Responde tranquilamente, a final de cuentas todo esto es ficción.

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OCHO

[Llámame Caitlyn]5

Las fotografías son imágenes que nos ayudan a reconocernos en pasado.

Mirarse en ellas es mirarse a través de un espejo que carece de memoria,

o al que la memoria le falló en el momento del disparo.

¿De quién es la voz que escuchas cuando te hablas a ti mismo?

No lo sé.

¿Suena igual que tú cuando hablas frente al espejo?

Realmente no lo sé.

¿Quién eres?

No lo recuerdo.

El 15 de marzo de este año, Bruce Jenner, dejó su casa en Decker Canyon, Malibú y
montó su sedán BMW negro para dirigirse al centro quirúrgico de Beverly Hills.

Fue un viaje sólo de ida.

El cuerpo de Bruce Jenner jamás volvió a casa.

Durante los años 80’s, Bruce Jenner, decidió comenzar con su proceso de transición:
su vello corporal fue removido, operó su nariz en dos ocasiones, tomó hormonas que
resultaron en el crecimiento de senos e hizo que su barba fuera removida a través de
un régimen de electrólisis increíblemente doloroso que duró dos años y que decidió
atravesar sin ningún tipo de medicamento.

«para mí, es una parte del dolor de ser yo… es lo que obtienes por ser quien realmente
eres. Sólo hay que aceptar el dolor.»6

Dijo.

Pero ese 15 de marzo, Bruce Jenner se quedó dormido en la sala de operaciones bajo
el efecto de los anestésicos y despertó mirándose a través de otros ojos.

El cuerpo de Bruce Jenner jamás volvió a casa.

5Algunos textos de esta escena son paráfrasis del artículo Caitlyn Jenner: The Full Story de Buzz
Bissinger publicado en 2015 en la revista Vanity Fair. Consultado en la liga: https://www.vanityfair.com/
hollywood/2015/06/caitlyn-jenner-bruce-cover-annie-leibovitz

6 Los textos entrecomillados corresponden a declaraciones hechas por Caitlyn Jenner, publicadas en
su blog personal (http://caitlynjenner.com/2015/07/20/espys/), y citadas por Bissinger en el artículo
antes referido. Todas las traducciones son del equipo.

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Bruce Jenner era un héroe, era rojo, blanco y azúl, era el símbolo de la masculinidad
americana, el hombre Marlboro. Bruce Jenner era América.

Después de recibir la medalla de oro en el decatlón de los Juegos Olímpicos de


Montreal en 1977 (prueba máxima de fuerza y resistencia para un cuerpo masculino),
la cadena ABC le ofreció un trabajo como conductor, se volvió uno de los actores más
emblemáticos de Hollywood (la posibilidad de ser Superman no llega a todas las
almas), su imagen adornó la caja de Wheaties –el cereal de los campeones-, bebió
jugo de naranja para Tropicana, se tomó fotografías para Minolta y dio discursos
sobre su victoria en Montreal. Bruce Jenner había vencido a los bastardos comunistas.

Pero en marzo de 2015 el cuerpo de Bruce Jenner jamás volvió a casa.

Se quedó congelado en las grafías nostálgicas de las bases de datos de las agencias
de publicidad y el Internet. Su cuerpo fue vaciado de contenido poniendo la imagen
por encima del humano; es el cuerpo sin órganos, el cascarón roto, la mirada sin
referente que puede ver sin decir nada.

¿Dónde habitamos?

¿En el cuerpo que nos acciona,

en el rostro que nos humaniza

o en la mirada muda?

¿Qué hay debajo de la piel?

Poco menos de tres meses después, la imagen de Bruce fue sustituida por otra de
mayor calibre, más redituable y con más ceros a su derecha.

Valuada en aproximadamente 500 millones de dólares, la imagen de una mujer


castaña de sonrisa franca invadió las pantallas del mundo entero gritando desde la
portada de la revista Vanity Fair.

Llámame Caitlyn.

Y así fue llamada.

Envuelta en un corsé blanco de escote pronunciado y haciendo gala del archivo más
basto de poses sensuales, los ojos de Caitlyn Jenner miraban al mundo a través del
rimel espeso sugerido por el equipo de imagen que Bruce contrató y que también
diseñó el bot ‘@she_not_he’ para corregir a los cibernautas que se refieran a ‘ella’
como ‘él’.

Llámame Caitlyn.

Y así fue llamada.

Narciso pierde la razón si su espejo no tiene al menos cincuenta likes.

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A más de 20 años después, Caitlyn Jenner se puso en el lugar que Bruce dejó después
de Montreal. Ahora ella es la heroína de América, la futura imagen de Maybelline, el
personaje icónico de los reality shows o shows de realidad de la cadena E!, el
escándalo de barras y estrellas, la doncella que logró escapar a la mirada del
oráculo de dos cabezas.

«Durante el último mes, había estado sumamente preocupada sobre qué usar para los
premios ESPY. Entonces Donatella Versace se acercó a mí diciéndome ‘Quiero hacer
tu vestido’ y yo respondí ‘¡Por supuesto!’. (…) Fue como si cada fantasía en mi vida
se estuviera volviendo realidad. (…) Quería sentirme muy cómoda y real allá arriba.
(…) Quería sentirme bien. Quería sentirme bonita. Quería ser yo.»

Escribió en la entrada del 20 de julio en su blog personal refiriéndose a la entrega de


premios ESPY de la cadena deportiva ESPN donde recibió el Premio al Valor ‘Arthur
Ashe’, galardón compartido con otros símbolos del heroísmo norteamericano como
Muhammad Ali, Nelson Mandela y Billie Jean King.

Pero ¿quién recibía el premio?

¿Caitlyn o Bruce?

¿Quién habló en el estrado y quién escribió la entrada en el blog?

Más adelante, en la misma entrada, Caitlyn Jenner dijo:

«Aunque sentí que me veía increíble y que el vestido lucía fabuloso, todavía tengo un
problema con mi voz. No encaja del todo con mi apariencia femenina. Eso me
molesta un poco. Sin embargo, espero que la gente no escuche el tono de mi voz, sino
que escuchen lo que tengo que decir. Eso es importante para mí.»

¿De quién es la voz que escuchas cuando te hablas a ti mismo?

Esa noche del 20 de julio, Bruce y Caitlyn Jenner se miraron al espejo para ser
testigos de su propia transformación,

se contemplaron durante el retraso de tres horas de la transmisión de los premios en


Los Ángeles

y escucharon la voz de él saliendo del cuerpo de ella.

La heroína ha rescatado al héroe y viceversa.

Pero ni Caitlyn ni Bruce son cuerpo:

son imagen,

vacío,

trending topic,

valor agregado,

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inversión posible,

espectáculo logrado,

gesto,

máscara,

fetiche,

una caja de identidad reafirmada por la pantalla plana.

¿Qué pasa si vemos la identidad como una caja de cartón?

¿Qué pasa si logramos mojar esas cajas de cartón?

¿Quién eres, entonces?

Soy lo que la mirada de Jenner no puede abarcar.

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NUEVE

[Transmisoginia]7

por Alok Vaid-Menon

Prométeme que te importaré si no me rasuro.

Prométeme que te importaré si no uso vestido.

Prométeme que te importaré si no uso maquillaje.

Prométeme que te importaré si no soy fabulosa.

Prométeme que te importaré si soy fea.

Prométeme que no debo “haber nacido de esta forma” para importarte.

Prométeme que no siempre debo ser conocida para importarte.

Prométeme que no asumirás cómo fue crecer para mí.

Prométeme que no tengo que modificar mi cuerpo para importarte.

Prométeme que no me llamarás hombre sin importar cómo luzca.

Prométeme que no repostearás cada artículo que habla sobre cómo no debemos
asumir el género (y aún así hacerlo).

Prométeme que no tengo que ejercer la dominante feminidad “blanca” para


importarte.

Prométeme que no tengo que ejercer la feminidad cis para importarte.

Prométeme que no debo tener una feminidad de clase alta para importarte.

Prométeme que verás a la mujer en mi cuerpo velludo.

Promete que verás a la mujer en mi cuerpo moreno.

Promete que verás la mujer en mi cuerpo desordenado, tosco, sucio y escarificado.

Promete que entenderás que mi género no es sólo un pasatiempo o un panfleto


político.

Prométeme que entenderás que no soy definido hombre tan sólo por haber nacido, soy
definido hombre todos los días cuando camino por las calles.

Prométeme eso como una forma de acoso callejero.

7 El texto original puede consultarse y descargarse de la liga: http://queertopia.blogsport.de/images/


Transmisogyny_englisch.pdf

La traducción fue hecha por Luis Rodríguez y Bruno Ruiz.

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Prométeme que lo entenderás como una forma de violencia de género.

Promete que entenderás que estoy herida.

Prométeme que entenderás que estoy asustada.

Promete que estarás de acuerdo con mi género que viene de la violencia.

Prométeme que entenderás que hay veces que priorizo mi seguridad sobre tu
binarismo genérico.

Promete que me permitirás narrarte la historia de mi cuerpo.

Prométeme que no me amarás como a un hombre, besarás como a un hombre, cogerás


como a un hombre.

Prométeme que no lo olvidarás cuando estés caliente.

Prométeme que no lo olvidarás cuando me traigas a casa.

Prométeme que dirás algo cuando ellos me llamen ‘él’.

Prométeme que ellos no verán atrás en mi vida y llamarán mi presente como una fase.

Prométeme que me creerás cuando te diga que mi presente no es una fase.

Promete que te seguiré importando aunque esté demasiado cansada para probarte mi
género.

(O no, estoy acostumbrada a ello)

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DIEZ

[Vivo en el rostro de una mujer 



que habita en una ola 

a la que la marea empuja hacia una playa 

cuyo puerto se pierde en sus conchas. 

Vivo en el rostro de una mujer 

que me hace morir, que quiere ser 

faro apagado 

en mi sangre que navega 

a los confines del delirio.]

Adonis.

Ella está ahí


sentada frente a su propia imagen
con los párpados velando su rostro.
Ella está ahí
sin poder mirarse a través del velo,
sin poder saber que del otro lado la miran de la misma forma,
sin poder adivinar que debajo de los párpados no hay luz que llore a alguien que
nunca ha sido.

Acuérdate quién soy.

Ella es Myrna y tiene…

No, no. Acuérdate quién soy.

Ella es Myrna, una mujer de…

Mira mi cuerpo y dime quién soy.

Ella es un cuerpo de mujer que se llama Myrna…

No.

Mírame bien.

Mi rostro, mira mi rostro.

Si miro ahí voy a empezar a dudar.

No dudes y mírame bien.

Ella está ahí,

justo debajo de los párpados,

y debajo de los párpados la máscara

que cubre el gesto

!22
que cubre el gesto

que cubre el gesto…

Podría decir la verdad e inventarme un nombre,

inventarme un cuerpo que pueda abarcar todo aquello que pude haber sido,

inventarme una frontera que me separe de ti para nunca poder ser.

No olvides el gesto.

Podría decir la verdad e inventarme un nombre,

inventarme un cuerpo que pueda abarcar todo aquello que pude haber sido,

inventarme una frontera que me separe de ti para nunca poder ser.

Otra vez.

Podría decir la verdad e inventarme un nombre…

Javier.

Inventarme un cuerpo…

Patricia.

Inventarme una frontera…

Otra vez.

Ella está ahí


sentada frente a su propia imagen
con los párpados velando su rostro.
Ella está ahí
sin poder mirarse a través del velo,
sin poder saber que del otro lado la miran de la misma forma,
sin poder adivinar que debajo de los párpados no hay luz que llore a alguien que
nunca ha sido.

Ella está ahí,

justo debajo de los párpados,

y debajo de los párpados la máscara

que cubre el gesto

que cubre el gesto

que cubre el gesto…

Dime que no soy un cuerpo derretido en la noche,

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que soy más que un gesto que miente,

que mis ojos valen lo que vale tu carne

y que no me tienes miedo.

Mírame y dime que existo para ti,

que puedo ser lo que quiero ser aunque ahora no lo sea,

que te acuerdas de mí aunque no encaje en tu día,

aunque me tengas miedo.

Mírame y dime que no me tienes miedo.

Acuérdate quién soy.

Ella es Gabriel y tiene…

No, no. Acuérdate quién soy.

Ella es Jack, una mujer de…

Mira mi cuerpo y dime quién soy.

Ella es un cuerpo de mujer que se llama Myrna…

No.

Mírame bien.

Mira mi rostro y dime quién soy.

No me acuerdo

Pues invéntatelo.

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ONCE

[Si la mentira es un cuerpo muerto, entonces ¿qué es una mentira repetida mil
veces?]

«Quiero estar con ella otra vez y bailar hasta cansarnos, los dos solas, los dos
convertidas en esa cosa que adoramos cuando estamos desnudos juntas; yo a su
costado, ella a mi costado. Hombre que adoro.»

«La historia de sexualidad incluye una época en la que nos mataron o encarcelaron
por ser gay. Luego, tal vez con Freud, vino la idea de que podemos cambiar a través
de la psicología o la tortura o la cárcel; entonces empezaron torturarnos con la idea de
que podían arreglarnos, cambiarnos. Para protegernos decimos que nacimos así, pero
no pueden cambiarnos, es la naturaleza. Entonces nos mataron de nuevo, porque si no
pueden cambiarnos ¿por qué nos incluirían en la sociedad?» 8

Durante la madrugada del pasado 22 de junio, en Chihuahua, se reportó el hallazgo


del cadáver de una mujer transexual de entre 20 y 30 años con cuatro balazos en la
cabeza.

El acontecimiento sucedió en el marco de las manifestaciones a favor y en contra del


matrimonio gay, y la vigilia de la Iglesia Católica para que los diputados no
legislaran el casamiento entre dos personas del mismo sexo.

«Para ellos no es algo natural y punto. Entonces decimos "No nos maten. Podemos
cambiar" Es una elección al final y empieza el ciclo de nuevo... pero al final son
historias que usamos para protegernos y nada mas.

Después de muchas décadas hemos ganado algunos derechos y está bien, pero no es el
punto.»

¿Alguien recuerda mi nombre?

Las primeras investigaciones mostraron que la causa de su muerte fue asfixia por
sofocación, previamente había sido golpeada, pues el rostro presentaba fractura de
pómulo, nariz y maxilar.

«Nacimos así. No podemos elegir. Es natural o al menos es la naturaleza equivocada.


Por eso los gobiernos pueden comprender y tal vez incluirnos en el seguro médico y
yo entiendo todo eso. Soy trans. Entiendo todo eso muy bien.»

Por favor, di mi nombre.

La víctima, con cuatro balazos en la cabeza, fue hallada al norte de la capital de


Chihuahua, en Granjas del Valle, con un palo entre sus manos que estaban atadas
con plástico blanco; la parte superior del cuerpo estaba envuelta en una bandera de
México y sus zapatos fueron cambiados por un par de botas de trabajo.

Que alguien diga mi nombre.

8 Fragmentos del discurso de Jack Tanelorn antes referido.

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«A mí no me importa lo que le decimos a los oficiales, doctores o a la gente para
recibir los servicios que necesitamos y merecemos. Lo que me importa es que nuestra
comunidad cree la mentira.»

Que alguien diga mi nombre y me recuerde.

«Decimos que el género y sexualidad no tienen nada que ver»

Que alguien me recuerde.

«que hay una diferencia entre género y sexualidad pero ¿es cierto?»

Que alguien diga quién soy.

«He sido un hombre por 20 años.»

Que alguien diga quién sigo siendo.

«Fui una mujer por 30 años.»

Que alguien recuerde mi nombre y atraviese conmigo el bullicio de las calles.

«¿Soy hombre? ¿Soy mujer? ¿Soy hombre como tú? ¿Soy mujer como tú? ¿Quién
soy? ¿Quién eres?»

¿Quiénes somos?

Sin nombre, un cuerpo muerto no es más que una mentira repetida mil veces.

Dime que no soy un cuerpo derretido en la noche,

que soy más que un gesto que miente,

que mis ojos valen lo que vale tu carne

y que no me tienes miedo.

Mírame y dime que existo para ti,

que puedo ser lo que quiero ser aunque ahora no lo sea,

que te acuerdas de mí aunque no encaje en tu día,

aunque me tengas miedo.

Mírame y dime que no me tienes miedo.

Hasta el día de hoy, la identidad de la víctima no ha sido revelada.

¿Recuerdas mi nombre?

«Yo nací transgénero. Yo nací queer. Yo nací así.»

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DOCE

[Tercer paréntesis imaginario]

Por última vez, pensemos en nuestras cajas:

recordemos que son tres, que dos de ellas guardan un cuerpo cada una y que la
tercera está vacía.

Al igual que en las ocasiones anteriores los cuerpos de la primera y segunda caja son
cuerpos parlantes y comparten forma y textura.

Sigue confiando que dentro de la primer caja está el cuerpo que te corresponde, el
que te ha sido heredado de manera “natural”

y que la segunda contiene el cuerpo que has considerado como la alteridad

-de alguna manera has creído la ficción de que ambos cuerpos son ajenos entre sí-.

Recuerda, ahora, el cuerpo que te has inventado en la tercera caja;

recuerda su geografía,

sus contornos,

recuerda su mirada que en realidad es la tuya

y recuerda que ese cuerpo habla de ti, de quién eres tú realmente.

¿Te recuerdas?

Abre, entonces, tu primer y segunda caja

y date cuenta que siempre fueron la verdadera trampa,

que esas cajas están vacías porque los cuerpos que has construido en ellas son una
ficción, un invento,

que la herencia y la alteridad no existen sino en la superficie del cascarón que es el


cuerpo

y que uno y otro te corresponden porque los cuerpos son espacios que aún están por
habitarse.

¿Qué hay entonces en la tercera caja?

¿Qué cuerpo la habita si tú estás aquí afuera escuchando mis laberintos?

Permíteme, ahora, una última trampa

y déjame decirte que dentro de esa caja hay otra que nunca será abierta.

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TRECE.

[Ella sale hasta el final. Ella es el plato fuerte. Ella es el corazón.]

Permíteme decirte que he soñado contigo,

que te he puesto en mi frente y he repasado mi rostro con tu cuerpo,

que has estado en el lugar donde van las lágrimas

y que has sido mis ojos en el momento de una sonrisa,

que he escuchado tu canto,

que has sido mis manos,

que te he compartido mis recuerdos,

que me has prestado tus pies,

y aunque estoy eternamente agradecida por ello

ahora estoy cansada,

sumamente cansada.

Te amo,

te digo y lo repito:

te amo.

Por eso quiero recostarme

y contemplarte fuera de mí respirando,

viva.

Vivo.

Quiero imaginarte abrazada al flaco y que me digas que te gustan los gatos,

quiero escucharte explicar los juegos que jugabas cuando eras niño,

quiero mecerte en mi hombro y secar tus lágrimas con un beso,

quiero acurrucarme en tu regazo por primera vez,

por última vez,

quiero frotarte en mi vientre y respirarte toda,

quiero que seas mi voz para estar en tu boca y viceversa,

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quiero ponerte un nombre para que seas futuro para que seas más que una promesa
rota,

quiero que seas…

Quiero que seas.

Permíteme decirte que he soñado contigo,

que te he metido en esta caja con un suspiro,

permíteme decirte adiós.

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EPÍLOGO.

[¿Qué harás con el nombre que se esconde debajo de tu piel?]

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