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en el arte mexicano
Georges Roque
Coordinador
MÉXICO 2003
572112
Índice 9 Presentación
Rita Eder
13 Agradecimientos
15 Introducción
Georges Roque
35 Tintorería mexicana
Ana Raquero
Daniele Dehouve
John Gage
Marta Turok
Clara Bargellini
Mariana Yampolskyt
Conclusión:
Georges Roque
SCIENTIFIOUE, PARiS/INSTITUTO
13
Debemos a la generosidad de Elena Estrada de Gerlero la traducción al
español de la ponencia de John Gage. Leticia Arroyo me proporcionó
muestras de los experimentos con tintes naturales que lleva a cabo en
el taller de textiles que está a su cargo en la ENAP de la UNAM, y me per-
mitió reproducirlas. Y finalmente, Renato González Mello me ayudó con
el proceso de edición de este libro durante mis ausencias de México.
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Tales juicios, a veces exagerados, como el último, constituyen un
testimonio, si fuera necesario, de la omnipresencia del color en México.
Sin embargo, una cosa es reconocer el hecho, y otra analizarlo . Ahora
bien, no existe hasta la fecha un estudio general del color en el arte y la
cultura en México, de tal suerte que el objetivo de este libro es precisa-
mente el de contribuir a llenar esta laguna. Cabe subrayar a este propó-
sito la originalidad del presente volumen, en la medida en que no existe
tampoco, que yo sepa, algo semejante, en el caso del color en otro país.
La escasez de estudios sobre el color en el ámbito cultural, tanto
en México como en el extranjero, se debe a varios factores generales.
Esto quiere decir que hubo que afrontar un reto, o más bien varios retos
para abordar el color desde el punto de vista de las ciencias humanas.
El primer reto fue vencer las numerosas resistencias que impiden
el análisis del color. Esas resistencias son de diversa índole, y están rela-
cionadas con la naturaleza inestable y relativa del color, que cambia, por
ejemplo, según la luz del día, según las tonalidades yuxtapuestas, etcé-
tera. Otra resistencia viene de la concepción psicológica del color, como
algo emocional, afectivo, intuitivo, lo que impediría su análisis racional.
Característica de esta postura es la actitud que adoptaron los autores de
un volumen dedicado al color en la arquitectura mexicana contemporá-
nea.4 Si este libro proporciona numerosas ilustraciones de la extraordi-
naria calidad cromática de tantos edificios mexicanos, y constituye a es-
te título una documentación indispensable sobre el tema, carece. sin
embargo de análisis, en la medida en que los autores consideran que "el
uso del color en la arquitectura mexicana [... ] es controlado principal-
mente por la intuición". 5 No se trata de negar el papel de la intuición, si-
no de subrayar que la referencia a esta noción agota las posibilidades de
análisis; quedaríamos así con la afirmación del viejo dicho francés: "Des
gouts et des couleurs, on ne dispute pas." Habría, al contrario, que bus-
4
El color en la arquitectura mexicana, México, 5 !bid. p. 9. Para una discusión de este proble-
Comex, 1992. ma, véase mi reseña de este libro, "Rosa mexicano,
azul ultramar', en el Boletín de Curare núm. 3, junio
de 1994, p. VIl.
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Finalmente, hubo que enfrentarse a un tercer y último reto: el de
lograr un diálogo interdisciplinario que constituye un requisito indispen-
sable para el estudio del color. En efecto, tal esfuerzo no se puede hacer
de manera aislada en cada una de las disciplinas: no hay color percibido sin
nombre de color; de ahí la importancia de la lingüística. No hay color
sin técnica; de ahí la importancia, entre otras, de la química. No hay co-
lor sin forma; de ahí la importancia de la historia del arte. No hay color
sin sociedad; de ahí la importancia de la sociología y de la antropología.
En fin, no hay color sin simbología; de ahí la importancia de la filosofía,
de la semántica, de la semiótica, por sólo señalar algunos ámbitos.
Estudiar los colores implica entonces conocimientos de la física de
la luz, de la química de los pigmentos y colorantes, de antropología cul-
tural, de semántica, de simbología, de estética, etcétera. Ahora bien, na-
die posee todos estos conocimientos. Por eso se ha necesitado hacer un
trabajo interdisciplinario cuyos resultados se presentan a continuación.
El punto de partida de este libro es un coloquio organizado por el
Instituto de Investigaciones Estéticas como una iniciativa del seminario
El Color en el Arte que he coordinado en dicha institución de la UNAM.
La mayoría de los textos que siguen han sido discutidos en ese semina-
rio. Al trabajar sobre el color en el arte mexicano, nos dimos cuenta de
que la información existente era muy dispersa y que faltaba una discu-
sión general e interdisciplinaria sobre el tema. De ahí surgió la necesi-
dad de organizar un encuentro internacional.
Me parece útil evocar aquí la convocatoria que se mandó para
anunciar y propiciar el evento, ya que los autores la tomaron en cuenta
y uno de ellos, Ana Raquero, estructuró su texto como una respuesta a
algunas de las interrogantes que contiene:
A pesar de la riqueza cromática que caracteriza a la naturaleza y a
la cultura mexicanas, no existen hasta la fecha estudios sistemáticos so-
bre el color y sus usos culturales. Por tanto, el principal objetivo del en-
cuentro es el de lograr proponer diversas metodologías para el trata-
miento de Jos diferentes aspectos del color en el arte mexicano; así, un
primer paso consistiría en reunir el conocimiento acumulado respecto
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Inventario
Una de la tareas más urgentes es la de elaborar un inventario de la docu-
mentación existente sobre las concepciones de los colores y combinacio-
nes de colores utilizados en el arte y la cultura mexicanos. Habría también
que reunir los conocimientos sobre los pigmentos y las técnicas de cada
época; levantar un mapa étnico de los colores que incluya las culturas prc-
hispánicas y las etnias indígenas, tomando en cuenta que los colores no se
caracterizan sólo por su tonalidad, sino por su luminosidad y saturación.
Significado
A partir de la idea de que un color tiene valor en relación con el conjun-
to de los otros colores utilizados o ausentes, se puede proponer un análi-
sis de obras particulares. Por otra parte, el uso del color en sus múltiples
manifestaciones nunca es meramente "intuitivo", sino parte de cada
universo cultural. Los colores y combinaciones de colores no se escogen
por "intuición", sino porque pertenecen al mundo cultural que nos ro-
dea. La supuesta "intuición" es el conocimiento no explícito adquirido
en el seno de una cultura a través de la percepción de los códigos cro-
máticos.
Uso social
Examinar los significados del color en el arte mexicano podría tomarse
como punto de partida para constituir una historia social del color en
México, más allá del papel del color en el arte, pero con el fin de enten-
der mejor este papel, evidentemente cambiante según la época y el gru-
po social a que haga referencia.
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6 Sobre este problema del determinrsmo delco- !eurs, París, L'Age d'hornme, 1998. en pdr lw¡¡/,Jr
lor, véase mr debate con un biólogo, C. Gudin y G. pp. 172 y ss.
Roque, La vie nous en fait voir de toutes les cou-
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Se necesita también analizar los códigos cromáticos, ya sean ele-
gidos por los individuos o impuestos por la tradición cultural. Esto pue-
de permitir la articulación de la práctica individual con la social. En
efecto, la comprensión del uso individual, idiosincrático e innovador
de ciertos colores y combinaciones de colores requiere el conocimiento de
su uso social y normativo. Asimismo se podrían estudiar las preferen-
cias en el uso de los colores para examinar qué concepciones de la ar-
monía cromática se destacan en relación con su valoración (o desvalo-
ración) .
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El medio ambiente constituye así no un determinismo, sino unas
determinantes del color, precisamente porque las tecnologías de los co-
lorantes pertenecen ya al universo cultural.
Tomar en cuenta la riqueza y la diversidad de los colorantes en
no es sin embargo suficiente para dar cuenta de todas las mani-
festaciones del cromatismo mexicano. Otro aspecto importante son las
palabras que se utilizan para nombrar los colores. Pero esto necesita
explicaciones. ¿,Por qué, podría preguntarse uno, necesitaríamos un es-
tudio lingüístico, cuando solamente nos interesa el color en el arte y la
culturé!":' Lo que pasa es que nos cuesta trabajo dejar de pensar que los
nombres de colores simplemente representan una experiencia visual,
es decir, denotan las propiedades de nuestras sensaciones. En realidad,
los nombres de color juegan un papel mucho más complejo, de tal suer-
te que no hay que confundir el color como referencia (a una sensación
cromütica) y el color como significado: en este último caso, los colores
desempeñan un papel clasificatorio al constituir categorías basadas en
sistemas de oposiciones. 7 Ahora bien, tales categorías semánticas de co-
lor difieren según las culturas. De ahí la necesidad, para entender el
universo cromático de una cultura dada, de empezar por el estudio de
las categorías y clasificaciones de color que la caracterizan.
Esto constituye precisamente el objetivo de la aportación de Da-
Dehouve, a propósito del náhuatl. En la primera parte de su texto,
estudia la manera en que el náhuatl clásico forma términos de color, ya
que no poseía términos abstractos de color. Analiza así en detalle los
procedimientos retóricos de formación de términos de color: emplear
por sinécdoque el nombre de un objeto para designar su color (como
anaranjado en español), o metafóricamente, por una relación de simili-
tud entre dos objetos que tienen en común el mismo color.
Sin embargo, si los nahuas tenían muchos procedimientos lingüís-
ticos para designar varios matices de color, desde el punto de vista se-
' Sobre esto véanse M. Sahlins, "Colors and We See", en On signs (bajo la dirección de M.
Cultures". en Semiótica, vol. 16, núm. 1, 1976, pp. 9 Blonsky), Baltimore, The Johns Hopkins University
ss., y U. Eco, "How Cultures Cond1!1ons the Colours Press, 1985, pp. 160 ss.
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tura,a escogió, tratándose del color en México, analizar los intercambios
entre los universos español y náhuatl, a través de los términos de color.
En efecto, preguntándose cuál puede ser la contribución de un historia-
dor del arte a este debate, muestra cómo la tecnología de los artefactos
permite entender la manera en que las culturas piensan el color, y có-
mo esta comprensión está incorporada en el lenguaje.
Su argumentación consiste en una crítica de la tesis famosa, pero
controvertida, de Berlin y Kay, según la cual habría una correlación en-
tre el número de términos básicos de color del que disponen las socie-
dades, y su grado de evolución. Así, las lenguas indígenas (tales como el
náhuatl o el maya) pertenecerían al estadio IV de este esquema evoluti-
vo, con solamente cinco términos "básicos" de color, mientras el espa-
ñol pertenece al último estadio (VIII), con once términos "básicos" de
color. 9 No voy a entrar en el razonamiento bien argumentado de Gage;
sólo insistiré en algunos puntos.
Llama la atención la manera en que Gage coincide con lo que dice
Dehouve, al subrayar que la idea de términos "básicos", es decir abstrac-
tos, de color está totalmente ausente de una cultura como la náhuatl,
mientras tiene un uso excepcional de colores en sus artefactos, así como
un gran número de términos para describirlos. De tal suerte que esta-
blecer una jerarquía entre las culturas basándose en el número de colo-
res "básicos" corresponde a una actitud etnocéntrica que lleva a desesti-
mar lo que constituye la riqueza cromática de una cultura, es decir, su
uso clasificatorio de ciertos términos que no se pueden asimilar con tér-
minos básicos abstractos.
Otro punto interesante concierne al asunto del verde-azul. Según
Berlin y Kay, en efecto, una característica del estadio IV (al que pertene-
8Véase su libro, cuyo título refleja expresamen- (bajo la dirección de C.L. Hardin y L. Maffi), Cam-
te esta preocupación, Color y cultura: La práctica y bridge, Cambridge University Press, 1997, ni tam-
el s1gnificado del color de la Antigüedad a la abs- poco la crítica muy severa a Basic Color Terms que
tracción. tr. esp., Madrid, Siruela, 1993. hacen B.A.C. Saunders y J. van Brakel, "Are there
9 No hemos podido tomar en cuenta la discu- Non-Trivial Constraints on Colour Categorization?",
sión interdisciplinaria de la aportación de Berlin y Behavioral and Brain Sciences, núm. 20, 1997, pp.
Kay. Color Categories in Thought and Language 167-228.
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10 Adapto aquí la palabra inventada por Nelson 12 M. Turok, "Diseño y símbolo en el huipil cere-
Goodman (en inglés grue, mezcla de green y blue) monial de Magdalenas, Chiapas", en Bolet(n del De-
en otro contexto y con otro significado. partamento de Investigación de las Tradiciones Po-
11 Véase C. Reyes Valerio, De Bonampak al pulares, núm. 3, México, 1976, pp. 123-1 36; sobre
Templo Mayor: el azul maya en Mesoamérica, Méxi- el color, véase p. 127.
co, Siglo XXI-Agro/Asemex, 1993. 13 Se publicó bajo la dirección de Marta Turok
Desgraciadamente, no hemos podido tomar en la monografía El caracol púrpura: una tradición mi-
cuenta la tesis de R. E. Maclaury, quien propone una lenaria en Oaxaca, México, SEP/DirecCión General
nueva interpretación del azul-verde, Color and Cog- de Culturas Populares, 1988.
nition in Mesoamerica: Constructing Categories as
Vantages, Austin, University of Texas Press, 1997.
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sentarnos un panorama de los requisitos metodológicos necesarios para
poder abordar el color en el textil, así como sugerir nuevas pistas para fu-
turas investigaciones. No hay que asombrarse si su texto constituye otro
alegato a favor de un enfoque multidisciplinario: etnográfico, etnohistó-
rico, historiográfico, lingüístico, simbólico, estructural. Citando su traba-
jo anterior, expone la compleja metodología utilizada para acercarse de
manera fecunda a su objeto de estudio: "En primer lugar, defino la rela-
ción externa entre huipil y comunidad; después, expongo la relación in-
terna entre forma, diseño y color; por último, analizo los diseños como
símbolos. Estos símbolos, a su vez, son relacionados con los mitos, ritual
y religión de Magdalenas."
Este caso constituye sin embargo una excepción: no todos los hui-
piles ofrecen de manera tan fascinante una representación de la cosmo-
visión de un pueblo. Por otra parte, lograr descifrar la compleja simbolo-
gía de los colores implica un trabajo de campo de larga duración. Por
eso, necesitamos también, por lo menos en una primera etapa, aproxi-
maciones más generales al color en el textil, como la que nos proporcio-
nan María Teresa del Pando y Guillermo Boils. Fascinados como muchos
otros por la riqueza y la diversidad de los colores en el estado de Chia-
pas, escogieron esta zona del sur para estudiar sus textiles, y más par-
ticularmente la región de los Altos, una de aquellas en donde más se
han conservado las tradiciones ancestrales. En esta presentación gene-
ral del color en el textil de los Altos, insisten en particular sobre los có-
digos de color y su uso social en varias comunidades. En cuanto al fenó-
meno de aculturación, subrayan la gran creatividad de las tejedoras
chiapanecas, que han sido capaces de adaptarse a los tejidos industria-
les y a los hilos con colores artificiales introducidos en los mercados des-
de hace varias décadas. Y terminan aun con una nota optimista: a pesar de
los cambios innegables que se han producido, sigue el proceso tradicio-
nal de teñir con tintes naturales, tal vez porque los indígenas ven en su
traje una forma de resistencia cultural frente a la cultura dominante .
Si bien las preferencias cromáticas individuales juegan por su-
puesto un papel muy grande en la pintura, el estudio del color en este
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naturaleza de los pigmentos utilizados, como del efecto buscado. Así por
ejemplo, me parece de gran importancia, para volver al ejemplo del ver-
de-azul, ya discutido, el hecho de que se obtuvo esta tonalidad en la fase
técnica 1 por una mezcla sutil de malaquita (verde), hematita (rojo), azu-
rita (azul) y pirolusita (negro), lo que es un testimonio, no solamente de
una tecnología ya bien elaborada en una época temprana, sino también
de una clara intencionalidad. La producción de un verde-azul no es para
nada el fruto de una incapacidad de distinguir entre ambas tonalidades,
sino que procede de la clara voluntad de producir este matiz.
Por otra parte, Magaloni va más allá de la determinación de una
cronología de las fases técnicas de las pinturas murales de Thotihuacán.
Apoyándose en los resultados de los estudios por microscopía óptica,
trata de entender el sistema cromático de las dos primeras fases técni-
cas de la pintura de Thotihuacán. Su punto de partida es la idea de que
la pintura teotihuacana "es por excelencia un arte simbólico en el que cada
detalle tiene un significado", según la feliz expresión de Alfonso Caso.
Ahora bien, los colores constituyen precisamente "detalles" significan-
tes, cuyo análisis permite entender mejor los murales. Cabe subrayar
los aspectos siguientes:
-Los colores tienen un significado en sí mismos, independiente,
aunque en relación con el significado de las formas. Magaloni mostró
que las combinaciones de colores de las molduras que enmarcan las fi-
guras de la fase 1, y en las grecas ondulantes de la fase II, también tie-
nen un significado que resulta el mismo que el de los colores de las figu-
ras; el estudio del papel significante del color en los "marcos" permite
así confirmar lo que se logró con el análisis de las formas.
-El análisis de la estructura plástica de los murales en binomios
de oposición, en relación con oposiciones semánticas, revista gran impor-
tancia: así, la oposición verde-rojo, omnipresente en la fase 1, correspon-
de a la oposición entre tiempo humano-tiempo mitico, lo que corrobora
análisis anteriores de Teotihuacán como el lugar donde "se da inicio al
tiempo". El análisis semiótico del color por pares de oposición, donde a
una oposición de colores corresponde una oposición de conceptos, se
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De la misma cita de López Austin (en Cuerpo plásticos del arte mexica, México, Universidad Nacio-
humano e ideología), Dúrdica Ségota había ya sa- nal Autónoma de México, IIE, 1995, pp. 78-79.
cado conclusiones semejantes, es decir la necesi- 15 Sobre esto, Magaloni coincide también con
dad de estudiar los colores por pares de oposición: Ségota, quien había llamado la atención sobre las
véase su ponencia "Cromatismo en el arte mexica", oposiciones de claridad de una misma tonalidad en
en Coloquio Internacional de Historia del Arte las láminas del Códice Borbónico, y había sugerido
1492. Dos mundos: paralelismos y convergencias, su relación con el combate cósmico del día y de la
México, Universidad Nacional Autónoma de México, noche, "Cromatismo en el arte mexica", loe. cit., pp.
IIE, 1991, p. 50, retomada con ligeras modificacio- 49-50, y Valores plásticos del arte mexica, op. cit.,
nes en el capítulo sobre el color de su libro Valores pp. 78 y SS.
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En efecto, lo que aparece en los textos de la época como una falta de
anúlisis de las composiciones en términos de color, se debe en realidad
a la estructura del pensamiento: en los siglos XVII y XVIII, anteriores al
establecimiento de lo que he llamado el paradigma de los complementa-
rios, los colores no se podían pensar ni tampoco describir directamente
en sí, ya que las oposiciones entre colores estaban organizadas como re-
laciones simbólicas con la naturaleza, con el cosmos y con la sociedad. 1fi
Los colores se pensaban dentro de un sistema de semejanza, con todo
un juego de similitudes donde no tenía sentido hablar de los colores en
sí mismos. De ahí la importancia del papel retórico del color, que señala
Hargellini . Una de las formas que reviste consiste en la relación entre
manera de pintar y tema de la obra: "el modo luminoso para temas gozo-
sos y el oscuro para temas tristes o fuertes". Esta retórica corresponde
efectivamente a la teoría de los modos a la que Poussin dio sus letras de
noblezaY Otro aspecto retórico que señala Bargellini consiste en una
asociación entre colores y materiales físicos y naturales. Aquí también
se trata de un juego de correspondencias: por ejemplo, las descripciones
de colores en términos de brillo de piedras y metales preciosos constitu-
yen una manera de expresar la grandeza del virrey o de la nobleza. Di-
cho de otra manera, los colores son metáforas: el resplandor de la luz
como metáfora del esplendor. Lo que lleva al papel de la luz en el que
insiste con razón: no hay que asombrarse si, como lo nota, "la cuestión
del color es fundamentalmente una del manejo de luces y sombras". Es-
to se debe a varios factores. Por una parte, conforme al paradigma de la
los colores eran pensados en términos de luminosidad más que
de tonalidad: es decir que las calidades cromáticas de los colores impor-
taban menos que su grado de luminosidad. Los criterios de clasificación
y de armonía de los colores vigentes en Europa, y probablemente im-
portados al Nuevo Mundo (colores aéreos-terrestres, colores amigos-ene-
'"Véase a este propósito mi texto "Les cou- 17 Véase A. Mérot, "Les modes ou le paradoxe
leurs complémenta1res: un nouveau paradigme", en du peintre", en el catálogo de la exposición Nico/as
Revue d'h1sloire des sciences. vol. XLVII, núms. 3-4, Poussin 1594-1665, París, G rand Palais, 1994,
1994, en particular pp. 427 y ss. pp. 80-86.
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Sobre esto, véase M. Kemp, The Science of nel/eschi lo Seurat, New Haven y Londres, Yale
Painting: Optical Themes in Western Art from Bru- Universrty Press, 1992, pp. 264 y ss.
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les entre color, por un lado, y blanco y negro, por el otro. O más bien,
entre el rojo, que llega a simbolizar todo el universo cromático, y el blan-
co y negro. Lo más interesante es que el investigador logra encontrar un
significado a estas oposiciones, que corresponde perfectamente a las
ideas e intenciones de Orozco. Criticando con razón a Xavier Villaurru-
tia, quien había ya dedicado un texto a "El blanco y el negro de Orozco",
González Mello muestra de manera convincente la coherencia de las
oposiciones entre color y blanco y negro, que relaciona con oposiciones
de género (alegoría-caricatura), de tiempo (pasado-presente), de valores
(mentira-"realidad"), rescatando así la sistematicidad de la propuesta po-
lítica de Orozco. Cabe precisar que la oposición color-blanco y negro
que utilizó Orozco para estructurar sus obras es la que caracteriza, se-
gún Berlín y Kay, a las sociedades del nivel II, pero que se encuentra
también en artistas contemporáneos europeos. 19
Esto me permite intentar un diálogo ficticio entre los tres últimos
textos que acabo de introducir brevemente. Llama en efecto la atención
el hecho de que todos hayan tomado en cuenta el papel de la luz dentro
de la problemática del color. 20 Así, las diferencias de luminosidad jue-
gan en Teotihuacán un papel digamos cosmológico, en el arte colonial
uno teológico y político en Orozco.
El color en la comida mexicana es el tema que trata Teresa Castelló
Yturbide, una de las estudiosas que más han aportado al conocimiento
del color en México: le debemos un estudio básico sobre los colorantes
naturales; 21 también se publicó bajo su dirección el libro más completo
que existe sobre el arte plumario, 22 y anteriormente había trabajado so-
bre la indumentaria, 23 entre otros temas. Acerca de los colores en la comi-
da, hace un recorrido sensible y coloreado que nos lleva de la época pre-
1
9Véase J. Gage, "Biack and White and Red All 22 T. Castelló Yturbide (dir.), El arte plumario,
Over", en Res, núm. 16, otoño de 1988, pp. 51-53. México, Fomento Cultural Banamex, 1993.
°
7 Cabe recordar a este propósito que la lumi- 23 Véase C. Mapelli Mozzi y T. Castelló Yturbide,
nosidad constituye uno de los tres componentes El traje Indígena en México, 2 vols., México, INAH,
del color (Junto con la saturación y la tonalidad). 1968.
T. Castelló Yturbide, Colorantes naturales de
México, Méx1co, Industrias Resisto!, 1988.
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hispánica hasta nuestros días, lleno de recetas que suscitan ganas de dis-
frutar tanto visual como gustativamente la gran variedad de comidas y
bebidas de color que nos ofrecen las tradiciones culinarias mexicanas.
Los autores de este libro, cuya contribución acabo de resumir, son
sobre todo académicos, aun si algunos tienen además una práctica del
color: Ana Raquero, a través de su taller de artesanía textil, y Marta Throk
a través de la Asociación Mexicana de Arte y Cultura Popular (AMACUl')
que dirige. Sin embargo, faltaba dar la palabra a un artista, para comple-
mentar este primer panorama del color en México. Mariana Yampolsky
aceptó el reto con el entusiasmo que la caracteriza. De su incesante re-
corrido por todo el país, emprendido desde hace años, escogió algunas
de sus fotografías, con las que supo captar, con la sensibilidad que le es
propia, la riqueza, la variedad, el impacto y la armonía características
del color en México. Estas fotografías expresan mejor que muchos dis-
cursos el tema de este libro, y abarcan desde la naturaleza hasta las flo-
res artificiales, desde las frutas en los mercados hasta las paletas, desde
los rebozos hasta los juguetes. Además de su contribución visual, nos
ofrece algunas reflexiones escritas acerca de su oficio y nos cuenta có-
mo pasó de la fotografía en blanco y negro al color. La respuesta ya está
en el título poético de su texto: "El color pide color".
Ahora, ¿cómo hacer una síntesis de todos estos trabajos? Es proba-
blemente prematuro y seguramente demasiado ambicioso pretender ha-
cerlo. Por eso no me voy a atrever a intentarlo. Thdo lo que puedo hacer
es proponer aquí algunas reflexiones finales. Una de las múltiples pre-
guntas de la convocatoria proponía: "examinar si hay una especificidad
mexicana en el manejo de ciertos colores y combinaciones de colores".
Después de todo lo que precede, tal pregunta parece ingenua: en un país
multicultural y pluriétnico como México, no existe una homogeneidad
en el manejo de los colores. En el solo ámbito del textil, la gama cromá-
tica de las mujeres, digamos, mazahuas, tehuanas y triquis es muy dis-
tinta, y además cambia con el tiempo. Por otra parte, la gama cromática
cambia también según se trate de teñir un vestido o de pintar una facha-
da o un cuadro. Esto quiere decir que hay que r:enuncíar a la idea a priori
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de una unidad cromática en México, idea bastante ideológica, cabe ad-
mitirlo. Si desde lejos llama la atención el vigor de los contrastes, como
lo notaron los viajeros que cité al principio, en cambio de cerca estamos
confrontados con un universo riquísimo y tan diversificado, que debe-
mos cuidarnos de hacer generalizaciones abusivas. Por eso, lo que pro-
pongo a guisa de conclusión de este volumen es un texto mío donde exa-
mino algunas de las numerosas funciones que desempeña el color en el
universo cultural, lo que, espero , resultará útil para entender mejor los
fascinantes pero complejos papeles que desempeña .
El panorama que contempla este libro es, por supuesto, incompleto,
en la medida en que no era posible cubrir en un solo volumen todos los
ámbitos donde se utiliza el color en el arte y la cultura mexicanos. Entre
sus debilidades más importantes se encuentran la falta de estudio sobre
el color en la arquitectura contemporánea, ámbito donde los arquitectos
mexicanos tienen un reputación internacional, así como en el de la pin-
tura contemporánea. Figuras como Thmayo o Vicente Rojo están desgra-
ciadamente ausentes de este volumen que, como todo trabajo precursor,
tiene sus propios límites. Ojalá sus carencias despierten en otros inves-
tigadores el deseo de seguir y profundizar todas las vías y líneas aquí
propuestas.
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TINTORERÍA MEXICANA
el día que había baile, por la mañana luego, venían al tianguis ...
con muchos colores y sus pinceles y pintaban a los que habían de
bailar, los rostros, y brazos y piernas de la manera que ellos que-
rían o la solemnidad y ceremonia de la fiesta lo requería: así embi-
jados y pintados íbanse a vestir de diversas divisas, y algunos se
ponían tan feos que parecían demonios; y así servían y festejaban
35
al demonio, y de esta manera se pintaban para salir a pelear cuan-
do tenían guerra o había batalla . 1
Entre los pigmentos más usuales para este menester, destaca, en primer lugar,
la bija (Bixa orellana), de cuyo nombre, de origen antillano, se deriva el verbo
embijar como sinónimo de pintar el cuerpo. Es el achiotl (1ám. 1) de los nahuas
de cuyos granos "roxos, que se pegan como cera o más viscosos", dice Femán-
dez de Oviedo que "hacen pelotas los indios con que después se pintan las ca-
ras".¿ El mismo cronista describe cómo, de otro árbol llamado jagua (Genipa
americana), extraen el jugo "con el cual los indios se lavan las piernas, y a ve-
ces toda la persona[ ... ][y] poco a poco se toma tan negro todo lo que dicha agua
ha tocado como un muy fino azabache o más negro, la cual color no se quita
sin que pasen doce o quince días[ ... ]"3 Sahagún, por su parte, relata que las mu-
jeres "usan también teñir los cabellos con una yerba que se llama xiuhquílitl (ln-
digofera sp.) para hacer relucientes los cabellos a manera de color morado". 4
El objetivo de estas prácticas era, en primer lugar, hacer del propio cuer-
po un soporte de códigos visuales indicadores de género, condición y rango so-
cial; pero, además, se observan en ellas razones higiénicas y curativas.
Simultáneamente, con estos mismos jugos y pigmentos, se comenzó
a pintar sobre otros soportes distintos del cuerpo humano, por ejemplo
sobre el amamaxtli, lámina vegetal que se obtiene del líber de ciertas
moráceas, con la cual, según dice Bernardino de Sahagún, confecciona-
ban los antiguos mexicanos sus "paños menores y los zurrones de papel
que comprábanse en el tianguis". 5 Hasta tiempos recientes, los lacando-
nes de la selva de Chiapas han venido decorando sus vestidos de lámina
vegetal pintándolos con pasta de achiote. Por el mismo procedimiento,
con diferentes pigmentos, se realizaron los dibujos de la mayor parte de
los tejidos arqueológicos de algodón existentes en México.
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ANA ROQUERO
Tintorería
El teñido de las fibras supuso un grave técnico en la manufactura textil
pues permitía la elaboración de diseños por combinación de colores,
más delicados y complejos que la pintura de superficie. Las materias
tintóreas se continuaron extrayendo de plantas, así como de insectos y
moluscos pero se dejan de utilizar los pigmentos minerales.
La metodología para el estudio de los tintes orgánicos comienza
por establecer tres tipos de técnicas, cada una de las cuales se ajusta a las
características y comportamiento de un grupo específico de colorantes:
1 2 3
6 Mordiente: sustancia que se utiliza para fijar tálicas como por ejemplo el alumbre (sulfato alumí-
los tintes, generalmente constituida por sales me- nico potásico).
37
'nminos. Se fijan por oxidación o por combinación con sales de hierro
En el Musco Nacional de Antropología e Historia se pueden contem-
plar varias piezas textiles arqueológicas procedentes de las regiones se-
miáridas del norte de México: redes y tejidos de algodón y fibras de aga-
V<íceas cuyos colores abarcan una gama de tonos beige-rosado, café
claro, rojo siena y café muy oscuro. Independientemente del cambio
en la coloración que el tiempo y las condiciones de conservación ha-
yan podido producir en las fibras, se advierte que fueron teñidas en es-
tos tonos con raíces, cortezas de árbol o frutos de leguminosas, es decir,
con taninos.
Los taninos son sustancias vegetales de carácter ácido y fuerte po-
der astringente, cualidades que permiten fijarlos sobre las fibras (en es-
pecial de origen vegetal) sin ayuda de ninguna otra sustancia. El agua
de los ríos y lagos, o simplemente de los charcos de lluvia, en contacto
con raíces, cortezas o frutos ricos en taninos adquiere un color "coñac"
característico. Cualquier fibra que, accidental o intencionadamente, per-
manezca sumergida aunque sea por corto tiempo en ella, adquiere un
tono tostado que, posteriormente, una vez fuera del agua, al ser expues-
to al aire y la luz se torna, por foto-oxidación, más intenso y firme. Los
taninos protegen además las fibras contra la putrefacción, de ahí que se
utilizaran para teñir las redes de pesca.
Entre los muchos árboles mexicanos de cuya corteza se obtienen
taninos, cita Fernández de Oviedo uno que los indios llaman nanche (Byr-
soninw cmssij(Jlia), del cual dice que es parecido al brasi1,7 aunque "no
es el verdadero hrasil como algunos piensan (por el color rojo teja que
proporciona) con el cual dan color al algodón y a lo que quieren teñir". 8
Otras fuentes de taninos, como la corteza de palo de águila (Alnus sp.) y
la raíz de mangle (Rizophora mangle), son aún utilizadas por huaves,
amuzgos, zapotecos, y nahuas, para teñir de colores café y rojo teja .
La madera tintórea roja conocida como brasil do se refiere a la especie Haematoxylon brasiletto
procede de diferentes especies botánicas. En Eu- que se encuentra en México.
ropa era rmportada de Asia, desde la Edad Media, 8 G. Fernández de Oviedo, Historia general y na-
la del árbol Caesalp1nia sappan. Fernández de Ovie- tural de las Indias, Madrrd, Atlas , 1992, t. 1, p. 295.
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ANA ROQUERO
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menta Sahagún que remojaban sus astillas en agua para hacerla colora-
da, si bien advierte que "este colorado no es muy fino". 12
Como contrapartida, México poseía el más extraordinario de los
colorantes orgánicos rojos que jamás hayan existido: el nocheztli o grana
cochinilla, hembra del insecto Dactylopius coccus, parásito de las pencas
del nopal (lám. 6). La domesticación del insecto se atribuye al ingenio y
laboriosidad del pueblo zapoteco en el altiplano oaxaqueño y su historia
como producto suntuario, objeto de tributo de los pueblos sometidos al
imperio azteca, es bien conocida. En las crónicas se hace mención de
los panes de grana fina que se ofrecían en los tianguis para uso de los
pintores y tintoreros. Como producto mercantil durante la Colonia ocu-
pó un lugar predominante, pero además de su importancia económica
revolucionó la tintorería del Viejo Mundo al descubrirse en Holanda que
combinando la cochinilla con sales de estaño se obtenía un color rojo
escarlata jamás logrado hasta el momento. El nuevo color escarlata
inundó los salones europeos y pronto llegaron a la Nueva España, por
vía legal o de contrabando, los paños y terciopelos teñidos con cochini-
lla en las tintorerías de Montpellier en Francia. Un producto de "ida y
vuelta" que aún podemos admirar en las casacas y tafetanes de los retra-
tos novo hispanos del siglo xvm.
En la época prehispánica existía sin embargo un serio condicionante
para el aprovechamiento de estos tintes al no disponerse en Mesoamérica
sino de fibras de origen vegetal, algodón y fibras duras de agaváceas y liliá-
ceas que resultan difíciles de teñir. Esta dificultad es aún mayor en el caso
del algodón, precisamente la fibra noble destinada a confeccionar la indu-
mentaria de la elite. Diego de Landa refleja muy bien el problema, tal co-
mo lo observó en el Yucatán del siglo XVI, en el siguiente comentario: "Co-
lores hay de muchas diversidades, hechos de tintas de algunos árboles, y
de flores, [pero] porque los indios no han sabido perfeccionarlos con las go-
mas que les dan el temple que ha menester que no desdigan, desdicen". u
12
fbidem. 13 Fray Diego de Landa, Relación de fas cosas
de Yucatán (siglo XVI), Madrid (Historia 16), 1985,
p. 176.
40
ANA RoauERO
14
Sahagún, op. cit., p. 699. 16 Francisco Hernández, H1storia natural de
15 lbidem. Nueva España, México, Universidad Nacional Autó-
noma de México, 1959, t. 11, pp. 1 18-1 19.
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poco estable. El verdadero azul, el espléndido e intenso color añil, al
igual que el azul maya, tiene en México unos orígenes aún no desvela-
dos. Es notable que los primeros cronistas no lo mencionaran. Los espa-
ñoles tardaron tanto en tener noticias de su existencia en el Nuevo Mun-
do que una de las primeras provisiones para el virreinato de la Nueva
España fue traer semillas e intentar aclimatar la hierba pastel (Isatis tinc-
((Jria), de la cual se extraía el índigo en Europa.
Es Bernardino de Sahagún el primero que menciona una planta
que se da en "tierras calientes [Y] se llama xiuhquílitl", de la cual "expri-
men el zumo y échanlo en unos vasos y ahí se seca o se cuaja y con este
color se tiñe lo azul oscuro y resplandeciente" 17 (lám. 8). Se trataba pro-
bablemente de la Indigofera suffruticosa, pariente próximo de la planta
del añil asiático Indigofera tinctoria. Se ha especulado acerca de la utiliza-
ción de este tinte en el México prehispánico, pero entre otros posibles
argumentos para aceptar su uso ancestral puede decirse que prácticas
indígenas tales como pintar con él los cabellos difícilmente se pueden
atribuir a influencia española. Cabe pensar que los conquistadores in-
trodujeran muy pronto el complejo procedimiento conocido como tina
de reducción para hacer soluble el pigmento, pero los tintoreros prehis-
pánicos debieron de tener sus propios recursos. Hoy día la práctica de pro-
vocar la reducción en la tina de añil a base de hierbas fermentadas per-
vive entre las tintoreras nahuas de Hueyapan (Morelos) y Hueyapan
(Puebla).
La púrpura constituye junto al añil el grupo de colorantes llama-
dos indigoides. Ésta se obtiene en México del molusco marino Purpura
patuln pansa (!ám. 9). Desde tiempo inmemorial los tintoreros de la Mix-
teca han recorrido sus costas llevando sus madejitas de algodón para te-
ñirlas con el caracol que ellos conocen como tucohoy + tixinda. El animal,
al ser desprendido de las rocas donde habita, expulsa espontáneamente,
o bien inducido por un fuerte soplido sobre el orificio de su concha, un
líquido de color lechoso con el cual el tintorero se apresura a empapar
1
' Sahagún, op. Cll., p. 699.
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ANA ROQUERO
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con mucho la intención de este trabajo. Aunque a grandes rasgos se pue-
de establecer un esquema, los lentos cambios ocurridos a lo largo de mi-
lenios se precipitan al final del siglo xx y las leyes al respecto han deja-
do de tener vigencia en la actualidad.
La importancia histórica del arte de la tintorería en México queda
patente en el alto valor económico que siempre se otorgó a las materias
primas. Los grandes señores de las sociedades prehispánicas se arroga-
ron para sí el uso exclusivo de determinados colores, al tiempo que aca-
paraban en los depósitos de sus palacios los colorantes más apreciados
que recaudaban mediante tributo. Fue también en los palacios donde se
dio formación a los artesanos más calificados. En los talleres aztecas en-
traban a trabajar niñas para las cuales se pedía a los dioses la habilidad
de pintar "el variado color de los pelos de conejo o de las plumas [Y] que
todo eso lo pintaran, lo tiñeran de rojo, de amarillo, de morado: que su-
pieran distinguir los colores". 19
Los privilegios y normas suntuarias quedan sin vigencia tras la Con-
quista y la explotación de las materias colorantes pasa a manos de la Co-
rona española y sus mercaderes. La población indígena masculina es re-
clutada como mano de obra, y obligada a vestir al modo europeo pero la
mujer, relegada al ámbito doméstico y conocedora de todos los secretos
sobre el arte del tejido y la tintorería, se constituye a partir de ese mo-
mento en conservadora y transmisora de la tecnología textil a través de la
confección de su indumentaria.
A lo largo de quinientos años han pervivido el gusto estético y los
conocimientos técnicos ancestrales en el seno de la comunidad indíge-
na. Mediado el siglo xx, cuando hicieron su aparición masiva en los tian-
guis los hiladillos y tintes sintéticos, se pensó que se produciría un desca-
labro estético en lo relativo al color en los textiles. En aquella ocasión la
sabiduría de las mujeres artesanas supo asumir el cambio de forma sor-
prendente: al disponer ellas de más tiempo por no tener que hilar y teñir
sus fibras, enriquecieron los labrados de sus huipiles sin que perdieran
19
lbidem.
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ANA ROQUERO
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NOMBRAR LOS COLORES EN NÁHUATL
(SIGLOS XVI·XX)
51
verde, cosa no madura: xoxouhqui
verde, pluma rica: xupaleuac quetzalli
El caso es ejemplar porque los dos "verdes" señalados aquí designan
exactamente el mismo matiz. Sin embargo, para los hablantes de náhuatl,
se requerían dos traducciones diferentes, según si ese matiz correspon-
día a una fruta no madura o a una rica pluma del pájaro quetzal.
De ahí se desprende la pregunta siguiente: si el náhuatl no tenía
una lista fija de términos abstractos de colores, ¿cuáles eran los principios
que permitían que sus hablantes nombraran los matices y ordenaran el
mundo de los colores? Trataré de demostrar que la clave para entender
el sistema náhuatl se encuentra en el tipo de relación retórica que une
un color al objeto o al ser que lo luce. Con base en una reflexión sobre el
náhuatl clásico hablado en el siglo xvr y a principios del xvn, plantearé
que los nahuas no tenían una sola nomenclatura de colores, sino dos:
una descriptiva y otra metafórica y simbólica.
La interacción entre los sistemas náhuatl y español no se detuvo
con las primeras tentativas de traducción del diccionario de Malina. Prosi-
guió durante toda la época colonial y se volvió más intensa en el siglo xx.
En una segunda parte, presentaré los resultados de una encuesta en un
pueblo náhuatl actual del estado de Guerrero, y mostraré cómo se impuso
la influencia del español sobre la terminología náhuatl de los colores en
nuestro siglo y cuáles fueron las consecuencias de ello.
52
b
DANIELE DEHOUVE
por ejemplo en los colores naranja y rosa, pero nunca tan sistemática-
mente como en náhuatl.
2 Véanse los diccionarios y fuentes siguientes: fray mi Siméon, Diccionario de la lengua náhuatl o mex1cana
Alonso de Malina, op. cit, Francisco Hernández, Nova ( 1a ed. en francés: 1885), México, Siglo XXI, 1977.
plantarum, animalium et mineralium mexicanorum histo- 3 mo-tlam-iyaua, de tlan-tli, diente, i-yaua, enne-
na, Roma, Blassi Deversini et Zanobij Mazotti, 1651. Ré- grecer. Fray Bernardino de Sahagún, Historia ge-
53
En el mismo registro de color, la "cereza americana" capulín (Pru-
¡¡¡¡:-; ui1giniww) otorgó su nombre al adjetivo negro (caputzauh-qui) y el
verbo C(lJJllfzaui.
El adjetivo xo-xouh-qui (azul o verde) corresponde a un sustantivo
sei1alado por Hernández, Sahagún y Siméon: xo-xoui-tl o te-xo-tli. El coloran-
te de este nombre se formó con base en un mineral o una flor. Siméon
trilducc así el xo-xouh-qui: "color azul celeste que se hacía con
tlorcs y se usaba para teñir las telas". En cambio, el término te-xo-tli sig-
nificaba "azul, azur, cierta tierra mineral, según Sahagún y Hernández".
Luis Torres Montes opina que el te-xo-tli pudo haber sido el famoso "azul
maya". Con ese radical, se formaron dos verbos: texo-uiya (teñir de azul un
objeto) y xo-xo-iulia (hacer algo verde).
Por tln, se desconoce el radical que permite la formación del adjeti-
vo cuicuil-iuh-qui (de varios colores); sin embargo, su raíz es la misma que
en cui/oa (pintar, escribir) y se encuentra en varios nombres compues-
tos para designar una cosa que luce diferentes colores (tlacuiloltecpatl:
piedra blanca con manchas de diferentes colores; tlacuiloltepantli : muro
pintado; t/w:uiloltilmatli: capa coloreada de diferentes colores, etcétera.
Por consiguiente, su sentido literal es "pintado".
ne1al de las cosas de Nueva Espar1a, México, Ale- á la langue et á la littérature azteque, París, L'Har-
Jandro Valdés, 1829-1830, 4 vols. libro X, cap. 29 mattan, 1980, vol. 2, littérature, pp. 242-243, nota
(Otomí), traducido por M1chel Launey, lntroduction 190.
54
DANIÉLE DEHOUVE
4 Alfredo López Austin señaló en el coloquio que posee propiedades antiapopléticas y antldlsen-
dos términos más que no he logrado encontrar en téncas; en latín: Sencograph1s mohwl/1. D.C, y Ja-
los diccionarios usuales: coyo-c-lic (como el coyo- cobinia mohuitli, Hemsley (Jacobin1a sp1cigera, L.H.
te) y muic-lic (como el muic-111). Este último conoci- Bailey, Acantáceas, según Ana Raquero, en este
do ba¡o el mexicanismo muicle, proviene, según Ce- m1smo volumen). Es un colorante azul.
cilio A. Robelo (DicCionario de azlequismos, Méx1co, 5 lzauhlli: planta cuyo ¡ugo era usado en pmtura
Fuente Cultural, 1904, pp. 425 y 432), del náhuatl para fijar los colores (Siméon, citando a Clav1¡ero).
mo-ui-11, mo-ui-1/i o mo-itle (yerba que se bebe),
55
• Nombres compuestos con pal-li (tintura)
Otra construcción gramatical derivada de pal-li (tintura) permitía desig-
nar varios colores o matices usados como tintura. El verbo pa significa-
ba teñir (tla-pa: teñir una cosa) y el sustantivo pal-li designaba una tintu-
ra negra hecha de una clase de barro o tierra (según Sahagún; véase Ana
Roquero, en este mismo volumen). El nombre tla-pal-li era un término
genérico usado para designar la pintura. Se encuentra en el origen del
mexicanismo tlapalería, que designa una tienda donde se preparan y
venden colores y otros útiles para pintar. Una tela pintada de varios co-
lores se llamaba tla-tla-tlapal-pohualli. 6
El término pal-li se asociaba con otros sustantivos para designar
ciertos colores. Así, el color verde se llamaba quil-pal-li ("cardenillo, co-
lor entre azul y verde", según Malina), término formado por dos radica-
les: quili-tl (verdura) y pal-li (tintura). Era sinónimo del adjetivo quil-tic
(verde).
Xi-pal-li (color de turquesa) estaba formado por el radical xiui-tl (tur-
quesa) y pal-li (tintura), y camo-pal-li (color de camote) por camo-tl (camo-
te) y pal-li (tintura). De igual modo, ya-pal-li (color negro, según Malina)
estaba constituido por el radical yauh-tli (maíz negruzco) y pal-li (tintura),
y tenía el mismo sentido que los adjetivos ya-yauh-qui y ya-ya-c-tic.
Finalmente se puede observar que tla-pal-li, el cual, como dijimos,
signifka tintura, aparece también con otro sentido: designa un color es-
pecial, el "rojo". Pensé por un momento que se trataba de dos nombres
distintos: tla-pal-li, que significaría tintura, y tla-pal-li, con el sentido de
"rojo", formado de tlauh-tli (ocre rojo) y pal-li (tintura) . En lugar de pro-
nunciar tlauh-pal-li, tendríamos tla-pal-li, del mismo modo que en lugar
de _z¡auh-pal-li (negruzco) tenemos ya-pal-li, y en lugar de xiuh-pal-li, xi-
pul-li. Sin embargo, esa interpretación se opone a la ortografía general-
mente usada en el siglo xvi: yappalli y xippalli aparecen con doble "p" en
el vocabulario de Molina, para significar que están formados por yauh-
¡wl-li y xiuh-pal-li; en cambio, tlapalli aparece siempre con una sola "p",
""auh in ye mochintin in intzonipilhuaz tlatlatla- los colores" (Sahagún, libro X, cap. 29, totonaque,
palpohua/1¡: y las cintas de su pelo eran de todos traducido en Launey, 1980, vol. 2, pp. 254-255).
56
..
DANIÉLE DEHOUVE
por lo que parece que se trata de un solo nombre. Si fuera el caso, signi-
ficaría que el náhuatl otorgó al rojo un lugar especial entre los colores,
exactamente como en español, cuando "colorado" (es decir "que lleva
color") es empleado para designar el "rojo".
xiui-tl es larga.
57
Texto de Sahagún:B
(54) in xiuhtototl, iehoatl mopepechiotia, in cuitlatexotli ihuiio: iehoatl
quisoaltia in alo.· auh in tzinitzcan, iehoatl quimopepechtia in cochoi-
lwitl: cwh in tlauhquechol: iehoatl ipepechmochioa in 9an ie no ie iia-
lupachio tlauhquechol, ano9o tlatlapalpalli ihuitl auh in toztli ipepech
mochioa in coztlapalli ihuitl, 9an no ie quimopepechtia in tozcuicuil.
Traducción de Seler:
A las plumas de catinga de color turquesa se les hace un lecho con
las azules de la cola del guacamayo rojo o arará; y a las resplande-
cientes (negras y verdes) del tzinitzcan se les hace con las som-
brías del papagayo cocho; para las de picocuchara rojo se hace con
las del mismo pájaro de pico plano o con plumas rojas; y para las
amarillas resplandecientes, con plumas teñidas de amarillo o con
los desperdicios de las amarillas resplandecientes.
" Cód1ce Florentino, l1bro IX, cap. 20. El texto nardino de Sahagún: los cantares a los dioses, la
náhuatl y la traducción al inglés provienen de Char- orfebrería, el arte de trabajar las piedras preciosas
les E. D1bble y Arthur J.O. Anderson, Florentine Co- y de hacer ornamentos de plumas de los antiguos
dex, Santa Fe, Nuevo Méx1co, \he School of Ameri- mexicanos, trad., notas y comentarios de Eduardo
can Research and \he University of Utah, 1959, Seler, México, Pedro Robredo, 1938, pp. 195-249
Book 9, pp. 94-95. La traducción al español provie- (pp. 221-221, par. 54).
ne de Eduardo Seler, "La orfebrería, el arte de tra-
baJar las piedras preciosas y de hacer ornamentos
de plumas de los anllguos mex1canos", en Fray Ber-
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DANIELE DEHOUVE
9 Según Hernández, citado en Siméon, Herba- 11 Seler, op. cit., notas 56 y 68, pp. 232-233.
rum avis.
1o M. Launey, op. cit., 1980, t. 2, p. 21 1, nota 39:
tragan mexicanus.
59
El recurso a un sustantivo y a la derivación de un sustantivo, mo-
do único de designar los colores en náhuatl, está estrechamente ligado
al contexto cultural mexica. En efecto, su aplicación procede de la elec-
ción previa de un rasgo, entre los muchos poseídos por un objeto. 12 Así,
según Launey, el término ocelo-tic ("como el jaguar") pudiera significar
"fuerte como él". No es el caso, y significa "manchado como él". El color
del jaguar es, pues, el rasgo predominante para los hombres de esa
cultura. Pero no es el caso del camote. El término cama-tic ("como el ca-
mote") no significa pardo como él, sino blando como él. Entonces, para
expresar el color pardo del camote, se tenía que decir camo-pal-tic ("co-
mo el color del camote"). Lo mismo pasaba con los colores de las plu-
mas: un papagayo tenía plumas de muchos colores diferentes, pero los
nahuas entendían de qué color eran las plumas referidas por su nombre
(lám. 13).
Del mismo modo, tenemos que darnos cuenta de que un coloran-
te, tal como lo usaban los nahuas, no correspondía nunca a un solo ma-
tiz, sino a una gama más o menos amplia de matices. Así, la cochinilla,
según su calidad y su preparación, puede teñir un tejido de rojo o mora-
do (lám. 14). El añil da tonos de gris (en el vestido franciscano), azul,
morado (para teñir los cabellos de las mujeres, según Sahagún), y tam-
bién rojo y amarillo (según M. T. del Panda y G. Boils, en este mismo vo-
lumen) .
1gual pasa con el matlalin (Commelina coelestis). Esa flor silvestre
luce un bonito azul cielo , así como la tintura que se saca de ella, la cual,
según Sahagún, es azul celeste o azur. Hernández (Caput XXI, De Matla-
lin) asegura que, con el líquido sacado del matlalin, se teñían lanas de
color veneto (azul cielo) y caeruleo (azur o azul negro). Sin embargo, ma-
tlal-tic ("como el matlalin") designa, según Malina, a la vez un matiz ver-
de oscuro y el azul de cobalto muy puro, muy fino. Más aún, Teresa Cas-
tclló Yturbide nos cuenta más adelante, en este mismo volumen, que
El hecho está subrayado por Michel Launey, tesis de doctorado d'État, Universidad de París IV,
"Catégones et opérations dans la grammaire nahuatl", 1987, p. 569.
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DANIÉLE DEHOUVE
• Las metáforas
La metáfora se apoya en una relación de similitud entre dos objetos. El
pájaro ara tiene plumas rojas; las llamas del incendio son rojas; el rojo
es el elemento común entre ambas cosas. Metafóricamente, se puede
designar el incendio con el nombre del ara.
El procedimiento era común en las adivinanzas. 13 Por ejemplo:
¿Qué es: el ara (cuezalin) guía, el cuervo (cacalin) sigue? ¡Es el incendio
(porque el ara es de color rojo, y el cuervo, negro)!
61
¿Qué es una copa azul (xo-xouh-qui xical-tzintli) llena de granos de
maíz tostados? ¡Es el cielo! ¿Quién es el que agarran en medio de un
bosque negro (tlil-cuautl-a) y que matan sobre una piedra blanca (iztac
tepa-tlacpan)? ¡El piojo que agarran en el pelo y matan en la uña! ¿Qué
es una piedra roja (tla-tlauh-qui te-tl) que brinca? ¡Una pulga! ¿Y una pie-
dra negra (tlil-tic te-tl) erguida sobre la cabeza? ¡Un escarabajo!
La metáfora fue muy difundida en las oraciones de los médicos
nativos. A principios del siglo XVII , un cura llamado don Hernando Ruiz
de Alarcón, beneficiado del pueblo de Atenango (hoy Atenango del Río en
el estado de Guerrero) recogió muchas "idolatrías". Los textos de las ora-
ciones son muy oscuros, dado que no mencionan los dioses o seres so-
brenaturales por su nombre, sino por su color, y el cura interrogó a los
indios para que le aclararan el sentido de aquellos nombres "disfrazados".
El campesino de esa región que "hablaba" al frijol durante las se-
millas, lo llamaban tla-macaz-qui-tlatzo-pil-li tlil-poton-qui (literalmente,
"el querido señor que da, seco en negro") porque, nos explica el cura, "la
bainilla donde se cría se pone negra secándose". 14
Los remedios aplicados a las enfermedades eran sistemáticamente
nombrados por su color. Así, la planta llamada yau-tli 15 (palabra formada
a partir de yaui-tl: maíz oscuro, que formó el adjetivo de color ya-yauh-
qui) recibió en español el nombre de "yerbanís" por su fuerte olor y sa-
bor a anís. Se la echaba al fuego en lugar de incienso y servía para curar
gran número de enfermedades. Recibía en las oraciones el nombre de
"pardo conjurado" o "parda muger" (siendo "pardo" el término más usa-
do en ese tiempo para traducir ese color oscuro).16 El zumo de mezquite
era designado como "verde medicina" y la sangre como "muger berme-
ja". Las entidades sobrenaturales recibían el mismo trato. Así, el fuego
era "el que tenía los cabellos como humo y como la neblina".
14 Hernando Ruiz
de Alarcón, Tratado de las su- las razas aborígenes de México, México, Fuente
persticiones y costumbres gentl7icas, 1629, Méxi- Cultural, 1892; la expresión citada proviene de Ser-
co, Imprenta del Museo Nacional, 1892. La mayor na, p. 309.
parte del tratado ha sido recopilado por Jacinto de 15 Tagetes lucida o florida, según Launey, op.
62
DANIELE DEHOUVE
63
• El simbolismo
El pensamiento simbólico establece relaciones entre elementos de la
realidad y conceptos. Para tomar un ejemplo, en este tipo de pensamien-
to, el color rojo no es sencillamente un elemento común entre el ara y el
incendio como en la metáfora. Con todos los objetos que lo lucen, sim-
boliza el incendio, el fuego, el calor. Pero sobre todo, como símbolo, se
halla involucrado en un mundo de otros símbolos, se asocia o se opone
a los otros colores, es decir, entra en el juego de correspondencias y opo-
siciones que hacen tan complejo el pensamiento simbólico.
Podemos empezar a presentar la simbología de los colores con el
caso del azul-verde . Su importancia en la cultura náhuatl se nota en
el plano de su extensión cromática, así como en el social. Los términos
de color que pertenecen a este complejo son particularmente numero-
sos, y las palabras formadas con esas raíces, en el diccionario de Siméon,
suman varias decenas.
lbdos los términos que designan matices comprendidos entre el
azul del cielo y el verde de la vegetación se formaban con tres raíces: el
colorante azul xoui-tl, las plantas de "quelite" llamadas quili-tl y el colo-
rante azul matlalin, a las cuales se añadían las referencias a las turque-
sas, el jade y el pájaro quetzal.
Se utilizaban esas raíces en forma de sustantivos empleados solos
o para calificar otro nombre, y de adjetivos; en cada ocasión, el término
obtenido permitía designar un matiz especial en la amplia gama del
azul-verde. Por ejemplo, con la raíz xoui, se formaban xo-xouh-qui y xo-
xo-c-tic para describir el verde de una fruta no madura (Malina, vocabu-
lario español) o de una cosa cruda (ibídem, vocabulario náhuatl); la raíz
designaba también el color pálido de un cuerpo muerto (xo-xouix-toc: sin
color como cuerpo muerto); alcanzaba luego matices más oscuros con
las piedras preciosas verdes (xo-xouh-qui tecpa-tl: traducido por Siméon
como esmeralda burda). Pasaba por el azul del cielo (xo-xoui-tl: color azul
celeste que se hacía con flores, según Sahagún) y llegaba finalmente
hasta el color oscuro de un cardenal (xo-xouia-liz-tli: color verdinegro co-
mo de cardenal).
64
DANIELE DEHOUVE
65
quesa ), y en el resto vale por tla-zo-tli (tesoro, preciosidad), quetzal-li
(pluma de quetzal), coz-ca-ti (collar, joya) .
El primer sentido del conjunto era la vegetación, o sea el alimento
humano. En una oración dirigida a Tláloc, un sacerdote mexica le supli-
caba que mandara la lluvia y así devolviera a la humanidad "el jade, el
brazalete, la turquesa, el tesoro" (in chalchiuh-tli, in maquiz-tli, in teo-xiui-
tl, in tlazo-tli), es decir, lo fresco, lo herboso, los quelites, la subsistencia
(in in-cdi-ca, in xiuh-tzin-tli, in quil-tzin-tli, in tona-cayo-tl), o Chicome-
cóatl, la subsistencia, y el chile, la mujer roja (Chicomecóatl in tona-cayo-
ti, {tuh in t/{1-tluuh-qui ciua-tl in chil-tzin-tli). 22 Porque el agua permite que
crezca la vegetación, el azul-verde era también su color, y las diosas del
agua (Chalchiuhcueye y Matlalcueye) poseían faldas de color de esme-
ralda ( clwlchihuitl) y de cobalto (matlalin).
El segundo sentido era el corazón humano, que a su vez servía de sub-
sistencia al sol que lo recibía en sacrificio. Según Seler, "la figura de la
esmeralda en el campo verde claro es un signo jeroglífico que quiere decir
clwlchiuh-c¡-f[, "líquido de la piedra preciosa", "líquido precioso", es decir,
la sangre .23 Por fin, en sentido figurado, el corazón significaba la vida, y
el hombre cuyo corazón era un jade tenía una vida perfecta.
Así entendemos que el vocabulario español-náhuatl de Malina tra-
duzca "verde" con dos palabras diferentes, según se trate de "verde, cosa
no madura", y "verde pluma rica": éstos eran los dos conjuntos simbóli-
cos principales del color verde en la sociedad mexica.
Esa complejidad del simbolismo de un color, ejemplificada aquí
por el verde-azul, es típica de los demás colores. Así, el rojo era el em-
blema del viejo dios del fuego, en su papel de destructor. 24 Pero repre-
sentaba al mismo tiempo la aurora y el sol levante, y por consiguiente la
juventud de la vegetación y del hombre. Por un lado era vejez, ardor y
muerte, por el otro juventud, fertilidad y amor. Dos términos eran em-
·'·' Sahagún, lrbro VI, cap. 8, en Launey, op. cit., "El pensamiento cosmológico de los antiguos mexi-
1980, t '2, pp. 158-177. canos", en El universo de los aztecas, México, Fon-
: ' Seler, op. Cit., 1938, p. '238. do de Cultura Económica, Biblioteca Joven, 198'2,
·' 4 El srmbolrsmo del rojo, amarillo, blanco y ne- pp. 145-1 75.
gro se ha sacado del estudro de Jacques Soustelle,
66
DANIELE DEHOUVE
67
mientras la mazorca tierna del maíz es verde cuando la planta empieza
su ciclo vegetativo . Ambos son jóvenes y son alegría y promesa de fe-
cundidad.
Las figuras de estilo llamadas "difrasismos" se basaban en otros pro-
cedimientos de asociación o de oposición. Garibay dio el nombre de "di-
frasismo" a la costumbre náhuatl de juntar dos palabras para formar un
tercer sentido. Un ejemplo clásico es el a-tl tépe-tl (agua-cerro), empleado
para designar el pueblo. Existen también difrasismos basados en el color.
Entre los más conocidos figuran tzon-iztaqu-e cua-iztaqu-e ("que tiene pelo
blanco-cabeza blanca", es decir, un viejo o la vejez). Thmbién se puede ci-
tar un par de nombres unidos: to-tla-pal-lo to-ez-o ("nuestra tinta roja-nuestra
sangre", usado para designar la sangre). Thles difrasismos se basan en la
repetición de dos elementos de la realidad del mismo color, y son tan
sencillos que evocan más una metáfora que un símbolo.
Otros, más misteriosos, se basan en la oposición entre dos colores.
Así es el caso de in tlil-li in tla-pal-li ("la tinta negra-la tinta roja", es decir,
la escritura), y Tlillan Tlapallan, "la región negra y roja", lugar de la sabi-
duría situado al oriente, adonde fue a morir QuetzalcóatJ.2 5
Llama la atención el hecho de que tanto los símbolos como las
metáforas que acabamos de ver no usan un sinnúmero de colores, sino
sólo cinco colores fundamentales: blanco, amarillo, rojo, verde-azul,
negruzco (o pardo, como lo traducía Hernando Ruiz de Alarcón). En
efecto, son los cinco colores simbólicos de los nahuas del Altipla-
no Central.
68
DANIELE DEHOUVE
Blanco
Términos de color: ista-c, nex-tic, pochec-tic (sal, ceniza, humo).
Animales asociados: caracol (tecciz-tli), garza eazta-tl) y ciertas plu-
mas del águila (cuauh-tli).
Elementos naturales asociados: copal, sal, ceniza.
Amarillo
Términos de color: coz-tic, coz-tla-pal-li.
Animal asociado: papagayo (toz-tli) .
Elementos naturales asociados: ocre amarillo (te-cozaui-tl), oro
(coz-tic teo-cuitla-tl), "tortilla de zacate" (zaca-tlaxcal-li), flor de calabaza
(ayo-pal-li) y topacio eayopal-teuilo-tl).
Rojo
Términos de color: tla-tlauh-qui, tla-tla-tic, tla-pal-li, chi-chil-tic ealmagre,
chile).
Animales asociados: papagayo cocho (cocho-ihui-tl), picocuchara
(tlauh-quechol) ara ecuezalin).
1
69
Verde-azul
Términos de color: xo-xouh-qui, xo-xo-c-tic, quil-tic, quil-pal-li, te-xo-tli, xi-
pal-li, matlalin, matlal-tic (colorante xoxouitl, hierba quelite y turquesa).
Animales asociados: quetzal (quetzal-li), catinga azul (xiuh-toto-tl);
guacamayo rojo de cola azul (cuitla-te-xo-tli), trogonorus (tzinitzcan).
Elementos naturales: turquesa (xiui-tl, teo-xiui-tl), jade (chalchiui-
tl), jade verde (quetzal-chalchiui-tl) .
70
DANIÉLE DEHOUVE
26 Códice Chimalpopoca, fol. 77, citado por Mi- 27 Cristina Mapes, "El maíz entre los purépechas
guel León-Portilla, "El maíz: nuestro sustento, su de la cuenca del lago de Pátzcuaro, Michoacán,
realidad divina y humana en Mesoamérica", Améri- México", América Indígena, vol. XLVII, 1987, pp.
ca lnd(gena, vol. XLVIII, México, 1988, pp. 477-502 347-379 (pp. 365-366).
(las cursivas son mías).
71
mazorcas tiernas". Huémac no se las aceptó y los dioses dijeron: "Está
bien. Dadle jades y plumas preciosas de quetzal, tomemos con nosotros
los que son nuestros jades, nuestras plumas preciosas de quetzal, las ma-
zorcas tiernas de maíz y las verdes hojas que las circundan." Y se lleva-
ron el maíz. Los toltecas empezaron a sufrir hambre y se perdió Thla. 28
A esos cinco tonos, se debe añadir un color más o, mejor dicho,
una mezcla de colores. El maíz "pinto", también a veces llamado negro,
del cual ya hemos hablado, tiene una mazorca mezclada con granos ne-
gros. Me parece que ese tipo de maíz evoca una mezcla de colores de
gran importancia en la cultura náhuatl: lo "manchado de negro", cuicuil-
tic (literalmente pintado). Símbolo de valentía en la guerra, se decía que
el buen guerrero estaba "pintado de negro" ( cui-cuiliui-c, cui-cuiliuh-
qui).2'J La razón de ese simbolismo se observa en el mito de la creación
del sol, en el que el dios Nanahuatzin se echa al fuego para salir del
Oriente en forma de sol. Lo siguen en su sacrificio un águila y unja-
guar. Este último llega cuando el fuego ya no arde tanto y "solamente se
pintó de fuego, se manchó de fuego, se quemó por el fuego" (in za mo-
tle-cui-cui-lo, mo-tle-tle-cui-cui-lo, mo-tle-tle-chichino). "Sólo es pintado, mo-
jado, manchado de negro" (in zan cui-cuil-tic, mo-tlil-chachapani, mo-tlil-
chachapataz). !O Como el jaguar está manchado y es valiente, el guerrero
debe ser valiente y, por metáfora, estar manchado.
Pero los cinco colores básicos tenían además importancia en la cos-
mogonía. Como se ha dicho, "la clasificación del maíz, basada en el color
del grano, debe ser vista tanto desde un punto de vista biológico como
cosmológico. El maíz, al ser una planta tan importante, provee material
suficiente para reiterar constantemente el orden del mundo", 31 o sea el
de sus direcciones que vamos a presentar ahora.
2 8 Cód1ce Chimalpopoca, fol. 82, citado por 30 Sahagún, op. cit., libro Vil, cap. 2, traducido
León-Portilla, 1988, op. cit., p. 493. en Launey, op. cit., 1980, t. 2, pp. 184-185.
'' 9 Sahagún, libro X, cap. 23-24, citado en Lau- 31 C. Mapes, 1987, op. cit., p. 366.
72
..... ----
DANIÉLE DEHOUVE
32 Eduardo Seler, Comentarios al Códice Bor- xico, Universidad Nacional Autónoma de México,
gia, México, Fondo de Cultura Económica ( 1963), Instituto de Investigaciones Antropológicas ( 1980),
1988; J. Soustelle, 1982, op. cit.; Alfonso Caso, El 1989, pp. 64-75.
pueblo del sol, México, Fondo de Cultura Económi- 33 Jacques Soustelle, op. cit., 1982, p. 166. Los
ca, 1953; Miguel León-Portilla, 1993, op. cit.; Alfre- datos presentados a continuación sobre las direc-
do López-Austin, Cuerpo humano e ideología, Mé- ciones del mundo provienen de este libro.
73
En cuanto al centro, no tenía entre los nahuas un color particular.
A diferencia de los mayas, que le atribuían un color específico, el azul, el
centro de los nahuas era multicolor o unía los colores fundamentales. 34
Se advierte pues, que, si la cuadripartición del universo era un
rasgo esencial de la cosmogonía náhuatl, la asociación entre las direc-
ciones y los colores no era nada sencilla. Según Soustelle, la "incoheren-
cia" del sistema se debía al hecho de que la religión náhuatl surgió de
las creencias antiguas de tribus diversas, las cuales todavía no se ha-
bían unificado en el siglo XVI. Por mi parte pienso que, involucrada en el
juego de asociaciones-oposiciones simbólicas del cual hemos hablado
arriba, la visión náhuatl del mundo se basaba en correspondencias com-
plejas entre colores y divinidades que todavía no se han estudiado debi-
damente.
Parece que todos los pueblos mesoamericanos compartieron el re-
conocimiento de cinco colores simbólicos, pero cada cual con su propia
asociación entre un color y una dirección. Soustelle 35 ha comparado la vi-
sión náhuatl del mundo con la de otros pueblos que poseen una división
cuadripartita. En cada caso, cambia la asociación entre las direcciones y
los colores. Así, los pueblos mesoamericanos reconocen cinco colores fun-
damentales, atribuyen cuatro de ellos a las cuatro direcciones del mundo,
y la quinta, a veces, al centro. Thnemos así todas las combinaciones posi-
bles. Ahí donde los toltecas veían un Este amarillo, un Oeste verde, un
Sur blanco y un Norte rojo, los nahuas hablaban de un Este rojo, un Oeste
blanco, un Sur azul y un Norte negro. Por su parte, los mayas de Yucatán
veían el Este amarillo, el Oeste blanco, el Sur negro y el Norte rojo. Am-
pliando la comparación con pueblos de América del Norte (los zuñis) y de
Asia (los chinos), Soustelle llega a la conclusión de que "no hay menor dife-
rencia entre las tradiciones locales de las tribus americanas, incluso las
méÍS próximas unas de otras, como la maya y la azteca, que entre las de
esas tribus y los antiguos conceptos chinos" (pp. 162-163).
:' 4 Sin embargo, según López-Austin, 1989, op. 35 Jacques Soustelle, 1982, op. cit.
Cit., p. 65, "el color verde estaba relacionado con el
centro, con el ombligo del mundo".
..
74
a 1
0ANIÉLE DEHOUVE
1 2 blanco y negro
11 3 rojo
111 4 verde o amarillo
IV 5 amarillo o verde
V 6 azul
VI 7 café
VIl 8 a 11 púrpura, rosa, anaranjado,
gris (uno o más, en cualquier secuencia)
75
Los nahuas eran capaces de reconocer y nombrar muchos colores
con la ayuda de su nomenclatura descriptiva. Entre los adjetivos de color,
sin mencionar el empleo de sustantivos, numeramos un blanco y dos
términos para negro (estadio 1), dos términos para rojo (II), un amarillo
( 111 ), varios verdes, un azul y varios azul-verde (IV, V), un café ("como la
tierra" VI), un morado ("como el camote") y dos términos para gris ("co-
mo la ceniza", "como el humo"). Faltan el anaranjado y el rosado para
que los nahuas integren el estadio VII de Berlin y Kay. En cambio, la no-
menclatura náhuatl cuenta con numerosos términos que describen to-
nos oscuros: dos negros, un café, sin contar el color oscuro del maíz ya-
yauh-qui. Opino que la cultura náhuatl tenía preferencias por los colores
subidos, y que tal puede ser la razón de la ausencia del anaranjado y del
rosa, 3 1i los cuales son matices bajos del rojo.
Pero, aunque los nahuas dispusieran de una nomenclatura des-
criptiva numerosa, sólo su pensamiento cosmogónico ponía orden en el
universo, daba una explicación al funcionamiento del mundo y recortaba
en el espectro unos colores fundamentales cuya característica principal
no era describir sino simbolizar. Su visión del universo se basaba en las ci-
fras cuatro más uno, o sea cinco. El mundo tenía cuatro direcciones y
un centro y el maíz cuatro colores de semilla y uno de vegetación. En
ese contexto, ¿cómo hubieran podido reconocer más de cinco colores
fundamentales y cosmológicos? En otros términos, se puede decir que
la riqueza de su pensamiento simbólico impidió que los nahuas elabora-
ran una nomenclatura de tipo occidental.
El caso no es único; los chinos comparten muchos rasgos con los
mcsoamericanos. En efecto, su representación del mundo, basada en cua-
tro direcciones y un centro, determinó una nomenclatura de cinco colo-
res. Los turcos adoptaron su sistema, excepto el centro, así como la co-
rrespondencia entre cada dirección y un color. Esta última se encuentra
en el origen del nombre de muchos mares de Europa: el Mar Negro, el
76
DANIELE DEHOUVE
Mar Rojo, el Mar Blanco -que es el Mar Egeo-, de acuerdo con una
asociación entre el negro y el Norte, el rojo y el Sur, el blanco y el Oeste.
Pero en ambos idiomas, turco y chino, el número reducido de co-
lores simbólicos no impide la existencia de un número mayor de colores
descriptivos. Jacques Gernet planteó ese problema en los años sesenta
en términos que no son opuestos a los nuestros, 37 demostrando que el
sistema de colores simbólicos no es exclusivo de un vocabulario de color
en relación con la técnica y la vida cotidiana. Pero lo que predomina es
el pensamiento simbólico y proporciona el ejemplo siguiente: el térmi-
no ts'ing, traducido como azul o verde, se aplica principalmente a un co-
lor muy azul obtenido por medio del añil. Sin embargo, puede calificar
también el verde de los árboles y el azul del cielo en ciertas épocas del
año, el pelo de un animal o las plumas de un pájaro negro. Si a todos es-
tos elementos de la naturaleza se les adjudica el mismo término de co-
lor, aunque sus matices sean aparentemente distintos, es porque perte-
necen al mismo registro simbólico el de la vegetación naciente, del Este
y de la primavera. En consecuencia, ese término de color no se emplea
de modo descriptivo, sino simbólico, y hemos visto otros ejemplos del
mismo procedimiento entre los nahuas.
• Un problema metodológico
De ahí que proponga la reflexión metodológica que sigue: cuando el
náhuatl menciona un color, hay que preguntarse si lo hace con senti-
do descriptivo, metafórico o simbólico. Nunca es sencillo contestar
con precisión, como lo demuestra el ejemplo del nombre de las enfer-
medades.
La nosología europea acostumbra utilizar colores para describir
las enfermedades; conocemos así la escarlatina y la fiebre amarilla. En
cambio, cuando, a principios del siglo XVII, los nahuas de Guerrero da-
ban a una enfermedad cutánea el nombre de la araña tlatlauhqui (ro-
81
ja ), w utilizaban un procedimiento de tipo metáforico. Y los mismos
llamaban "culebra blanca, culebra amarilla" al dolor de vientre (cule-
bra porque torcía los intestinos) . El "verde, pardo o amarillo dolor" de-
signaba las enfermedades de ojos. Las calenturas eran causadas por "el
calor verde, el calor bermejo, el calor amarillo", pero las calenturas
tercianas se caracterizaban por el "verde humor, pardo humor, amari-
llo humor". 39 En estos casos, es probable que los nombres de las enfer-
medades expresaran una concepción simbólica del origen de dichos
achaques.
Las epidemias de origen europeo también recibieron un nombre
náhuatl, en dos casos con un calificativo de color: el blanco y el azul. La vi-
ruela recibió los nombres de uei zaua-tl (literalmente grano grande, es de-
cir lepra grande) e izta-c zaua-tl (grano blanco o lepra blanca) desde su pri-
mera aparición en 1520. El azul del matlalin calificó dos achaques: el
matlal-totonqui (literalmente "fiebre matlalin") mencionado en 1563, 40 y
el mucho más conocido matla-zaua-tl o tifo, común en el siglo xvm .41 Es
difícil saber si en tales casos el empleo de los colores para designar las
enfermedades fue de tipo descriptivo, metafórico o simbólico.
El matla-zaua-tl, ausente en el vocabulario de Malina, puede tener
dos significados, según Nicolás León, quien le consagró un artículo. 42 El
primero se desprende de matla(tl)-zaua-tl: red de granos, de matla-tl (red)
y zaua-tl (grano) . Sin embargo, don Francisco M. Rodríguez, profesor de
náhuatl en la Escuela Nacional de Altos Estudios, propone otra etimolo-
gía que coincide con la que reporta Rémi Siméon. La palabra tendría
que escribirse matlal-zaua-tl: "grano color de matlalin". Tal grano es, en
efecto, el síntoma esencial de esa enfermedad que conocemos con el
-<B Véase arriba, Hernando Ruiz de Al arcón y Ja- 42 Nicolás León, 60ué era el Matlazáhuatl y qué
cinto de la Serna. el cocoliztli en los tiempos precolombinos y en la
3" Serna, op. cit., pp. 287-289. época hispana?, México, Imprenta Franco-Mexica-
40 Según Charles Gibson, Los aztecas bajo el na, 1919, reeditado por Enrique Florescano y Elsa
dom inw español, 1519-181 O, México, Siglo XXI, Malvido, Ensayos sobre la historia de las epidemias
1967, pp. 460-462, Apéndice 4 (epidemias). en México, México, Colección Salud y Seguridad
'1 ' En 1731, 1736-1739, 1761-1764, 1772, ibi- Social, Serie Historia, 1982, t. 1, Apéndice docu-
dern. mental 2, pp. 383-397.
82
DANIELE 0EHOUVE
572112
nombre de Typhus exanthematicus (es decir, con erupción), tabardete o
tabardillo. 43 A partir de 1477, empieza a azotar a los ejércitos venecia-
nos, españoles y franceses, que la llaman "peste a pétéchics" (peste de
petequias) o "fiebre petequial", siendo las petequias manchas consi-
guientes a la ruptura de vasos superficiales. Según médicos citados por
Nicolás León, el séptimo día aparecen esas petequias encarnadas y mora-
das en la espalda, y sucesivamente en el pecho y extremidades. "Quanto
más moradas y negras fueren las pintas y manchas, es más mala señal"
(p. 387). Según Covarrubias, "arroja a fuera unas pintas leonadas o ne-
gras, y las que son coloradas son menos peligrosas y más fáciles de cu-
rar, como no se buelvan a entrar en el cuerpo".
Para que la referencia al color matlalin fuera de tipo descriptivo,
sería necesario tomarlo con la acepción de "colorado" o "morado". He-
mos visto que el sentido común de matlalin, sobre todo en el siglo XVI,
fue "azul". Sin embargo, el color morado de las pastillas elaboradas por
las monjas provino también de la flor de matlalin. En consecuencia, la
hipótesis descriptiva no puede ser rechazada a priori. Sin embargo, no
se puede descartar tampoco la posibilidad de un uso simbólico del color,
reforzado por el relato del sueño de un indio de Tlalchipampan (Real de
Zacualpa), a mediados del siglo xvii. 44 Enfermo de tabardillo, vio a la
Virgen vestida de verde y rojo reñir la enfermedad vestida de un huipil
azul, la cual se llamaba en náhuatl el matlal-zaua-tl, la lepra azul. En to-
do caso, dejamos el problema abierto en el campo casi desconocido del
uso de los colores en las enfermedades.
¿Cómo evolucionaron esas concepciones tan complejas a lo largo
del tiempo y al contacto primero de los españoles y luego del mundo
moderno? Ése es el tema que vamos a tratar a continuación.
43 Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la len- nare, por señalar al paciente y pintarle con las di-
gua castellana o española, 1611, Madrid, México, chas manchas".
Turner, 1984, p. 956. Según esta fuente, el origen 44 Serna, op. cit., p. 104.
del nombre "tabardillo" sería hebreo, "de tauah, sig-
BtSUOTECA CENTRAL 83
U. N.A. M.
II. Las terminologías náhuatl y española en la actualidad
Este trabajo se basa en una larga familiaridad, que empezó en 1967, con la
comunidad náhuatl de Xalpatláhuac, ubicada al sur de Tlapa, en el estado
de Guerrero. La reflexión presentada aquí se apoyará sobre el conocimiento
del idioma hablado en ese pueblo, así como los resultados de una encuesta
llevada a cabo en 1974 con una muestra de colores sobre papel, con 51 stimu-
li del negro al blanco presentados a varios sujetos monolingües y bilingües.
Resulta de esa encuesta que la designación de los colores no evo-
lucionó como un solo sistema. Al contrario, los dos sistemas que el estu-
dio del náhuatl clásico puso de manifiesto -el descriptivo y el metafóri-
co-simbólico- evolucionaron cada uno por separado.
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84 '.\•..,. :
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DANIELE DEHOUVE
Así también, los "vientos" que traen las enfermedades de las cuatro di-
recciones del mundo llevan los cuatro colores.
El náhuatl de hoy muestra, pues, la tendencia a usar el color "en
situación", en relación directa con el elemento de la naturaleza que lo
85
posee. Sin embargo, ese aspecto fundamental de la lengua se ha enfren-
tado con la concepción española.
.
86
4
DANIELE DEHOUVE
87
Morfemas de color mencionados por todos (13)
Náhuatl (9): cafen-tic (color café), caputz-tic (negro), chi-chil-tec (ro-
jo), coz-tic (amarillo), izta-c (blanco), nex-tic (gris), quil-tzin (verde), tla-
tlal-tic (gris), xo-xoc-tic (verde).
Español ( 4) : morado, rosa, anaranjado, azul.
Morfemas menos frecuentes (7)
Náhuatl (3): bayuh-tic (gris), poche-c-tic (gris), te-telno-tzi (matiz de
rosa).
Español (4): plomo, oro, guinda (matiz de rosa), solferino (matiz
de rosa) .
Los términos de colores actuales cuentan con 10 nombres de ori-
gen clásico: izta-c (blanco), de izta-tl (sal), tla-tlal-tic (gris), de tlal-li (tie-
rra), nex-tic (gris), de nex-tli (ceniza), poche-c-tic (gris), de poc-tli (humo),
quil-tzin (verde), de quili-tl (verdura quelite), xoxo-c-tic (verde), de xo-xoui-
tl (colorante azul), cos-tic (amarillo), de coz-tli (colorante amarillo), chi-
chil-tec (rojo), de chil-li (chile), ya-yah-tzi (azul marino-pardo), de yaui-tl
(maíz de ese color), caputz-tic (negro), de capolin (cereza capulín).
Se puede notar que el sufijo -tic- ha sido reemplazado en algunos
casos por -tzi-. En el náhuatl clásico, -tzi- era un reverencial (por ejem-
plo no-nan-tzi: mi madre respetada) o un diminutivo (co-conen-tzin: niñi-
to). Aquí sirve para formar un adjetivo a partir de un sustantivo en los
casos de quil-tzin ("como quelite") y ya-yah-tzin (''como maíz yaui-tl") .
Términos que tenían gran importancia en la época de la Conquis-
ta han sido olvidados: tla-tlauh-qui, tla-tla-c-tic (rojo), matlalin (azul), tlil-
tic (negro). 45 Por igual, ha desaparecido toda referencia a las turquesas,
al jade y a las plumas de quetzal.
Sin embargo, tres términos nuevos han aparecido, como prueba
del vigor de la concepción nativa de los colores:
45 Eso es específico del pueblo de Xalpatlá- entre los nahuas de Guerrero", en B. Dahlgren Jor-
huac. Por ejemplo, en otro pueblo de Guerrero lla- dan (editora), 111 Coloquio de Historia de la Religión
mado Xalitla, existe todavía el término tlil-tic (ne- en Mesoamérica y áreas afines, México, UNAM,
gro). Véase L. Audenet y M. Gouloubinoff, "El maíz, 1993, pp. 276-289.
el copal y la jícara, estudio de un rito adivinatorio
88
b
Q
DANIELE OEHOUVE
89
rielo al azul marino, por ejemplo, por su utilización más frecuente en
el bordado .
'Dd no es el caso del "azul", que vino a resolver el problema más agu-
do de traducción entre los colores españoles y nahuas, que consiste en
la denominación del color del cielo. Recordemos que, en náhuatl clási-
Ul, el es calificado de xo-xo-c-tic, término formado con una raíz que
califica los matices verdes.
Sin embargo, la adopción de un nuevo término no basta para lle-
gar a una traducción término por término, y debe ser acompañada por
un desplazamiento del registro de color de cada término. En este caso,
.m-xo-c-tic tuvo que dejar a "azul" una parte de los matices azules que ca-
lificaban antes, y especializarse en los matices verdes.
Ese proceso es el más difícil de poner en práctica para los habitantes
de una lengua indígena. Ya dije que, en Xalpatláhuac, todos los sujetos, aun
los mono! ingües, comparten la misma terminología de colores, que incluye
4 de origen español. Pero eso no significa que sean capaces de
emplearlos en el mismo sentido que los de habla castellana. Así, unas an-
cianas monolingües contestaron que el stimulus color de cielo se llama
.m-xo-r:-tic (es decir, azul-verde). Para los habitantes bilingües, tal afirmación
es incongruente, dado que ellos ya traducen xo-xo-c-tic por "verde".
Los otros dos idiomas indígenas de la región son el mixteco y el
tbpancco. A semejanza del náhuatl clásico, tienen dos términos de base
para calificar el pardo-oscuro (mi'yu en tlapaneco, ti'i en mixteco) y el
azul-verde ( mnslw en tlapancco, kwi en mixteco ). En los días de la encues-
Ll , los hablantes de esos idiomas traducían esos términos, respectiva-
mente , como "azul" y "verde". Sin embargo, no los aplicaban a los mis-
mos stinwli que los de habla castellana. Los mixtecos, aun los bilingües,
c;llitic;¡han el color del ciclo de kwi, igual que el matiz de la vegetación.
Lo mismo hacínn los tlapanccos con masha. En cambio, traducían como
;¡zul los krminos mi',z;u y ti'i (que califican un color pardo-negruzco). 47
1
· Del rn ¡s mo modo que los purépechas estu- traducción al español del término nativo "oscuro"
drdcl os por C. Mapos , véa se arrrba. Creo que, en debe ser "azul".
mu cho s puehlo s rndígena s de Méxr co, la primera
90
DANIELE DEHOUVE
91
-el sufijo -tzi-, también utilizado, como vimos, como reverencial y
diminutivo, y, en el campo de los colores, para permitir la formación de
adjetivos, desempeña igualmente el papel de modificador. En este caso, va
acompañado a veces por la duplicación de la primera sílaba: xo-xo-xo-c-tzi
significa verde claro; a-azul-tzi, azul claro; anaranjadoh-tzi, anaranjado
claro; morado-tzi, morado claro; ca-cafen-tzi, café claro, etc.
-el prefijo-ix-tiene el mismo sentido: ix-café, café claro; ix-coz-tic,
amarillo claro; ix-chichil-tec, rojo claro; ix-xo-xo-c-tic, verde claro. Tam-
bién se puede combinar con el sufijo -tzi-, como en ix-ca-caputz-tic-tzi
(negro muy claro).
-el modificativo -za- o -zan- (literalmente sólo, o nomás) puede
preceder a un adjetivo de color modificado por -tzi- o -ix-. El primer caso no
es frecuente. Sólo tenemos referencia de za azul-tzi (nomás azul claro) . El
segundo es frecuente como enza ix-cafen-tic (nomás café claro), za ix-coz-
tic (nomás amarillo claro), za ix-morado (nomás morado claro), za ix-chi-chil-
tec (nomás rojo claro), za ix-tla-tlal-tic (nomás gris claro). También hay
referencias de la utilización conjunta de los tres modificadores: za ix-ca-
caputz-tic, za ix-xo-xo-c-tzi, za ix-a-azul-tzi, za ix-co-cos-tic-tzi, za ix-tla-tla-
tlal-tzi.
En fin, personas bilingües tienden a adoptar modificadores espa-
ñoles. La palabra "medio" puede reemplazar al prefijo -ix- o al sufijo -tzi-,
como en "medio café" en lugar de ix-café o cafen-tzi. También añaden la
palabra "fuerte" para expresar una mayor intensidad, 48 como en xo-xo-c-
tic fuerte (verde oscuro), azul fuerte (azul oscuro), coz-tic fuerte (amarillo
oscuro). Finalmente, algunos adoptan la expresión española entera, co-
mo en "azul claro", "azul cielo", "azul marino", "verde limón".
Esa expresión de matices, que según parece no tuvo equivalente
en el náhuatl clásico, debe ser una reacción explícita a la muestra de sti-
nwli sobre papel, la cual, como dijimos, crea la misma situación que los
tejidos industriales, los hilos de bordado y el papel de China.
48 Hay que notar que, al contrario del español, lengua, el término de color se aplica siempre al ma-
tados los modificadores en náhuatl "aclaran" el co- tiz más subido.
lar. P1enso, como lo he d1cho en el texto, que, en esa
92
DANIELE DEHOUVE
Conclusión
El náhuatl clásico empleó los términos de color de un modo muy com-
plejo. El color mantenía siempre una relación estrecha con el objeto o
elemento que lo poseía, por medio de varios procedimientos: se forma-
ban términos de color con base en sustantivos para describir matices,
mientras, por medios metafóricos y simbólicos, se definían los colores
fundamentales e importantes en la visión del mundo y los ritos. En el pri-
mer caso, el objeto aludía a un color, mientras que en el segundo el color
evocaba un elemento de la naturaleza y conceptos asociados a él.
El contexto del empleo del término de color era el que determina-
ba si se utilizaba uno u otro tipo de procedimiento: los trabajos de losar-
tesanos -orfebres, pintores y plumajeros- fueron por excelencia el do-
minio de la descripción; las adivinanzas, los discursos y el ritual fueron
el de la metáfora, y sobre todo del simbolismo. Este último suministró la
clave para realizar un recorte de los colores, específico de los idiomas
mesoamericanos, en el cual destacan el conjunto azul-verde y pardo-ne-
gruzco. Thl recorte no se puede separar de la designación de los cinco
colores del maíz.
El estudio de un pueblo actual de habla náhuatl muestra que sigue
vigente la importancia del contexto. En el mundo de los rituales, los dis-
cursos y la literatura oral, los habitantes del pueblo mantienen un uso
local del color metafórico y simbólico. En cambio, el contexto de los ob-
jetos manufacturados -tejidos, hilos, papel de China-, que es el del
contacto con el idioma español, requirió la reelaboración de una termi-
nología de color integrada por adjetivos; ésta fue el resultado de un en-
cuentro entre la antigua terminología descriptiva y la adopción dy tér-
minos de origen español, a fin de realizar una traducción término por
término de una a otra lengua y expresar la variedad de matices. Así, la
distinción operada por el náhuatl entre una nomenclatura descriptiva y
otra metafórico-simbólica confirió a la lengua asombrosas facultades de
adaptación que permiten que en la actualidad una terminología descrip-
tiva totalmente en armonía con el recorte español de los colores coexis-
ta con otro recorte simbólico y tradicional.
93
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96
EL COLOR EN EL TEXTIL INDÍGENA MAYA
DE LOS ALTOS DE CHIAPAS
Introducción
133
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GUATEMALA
F1c;, 1
Mapa de la región de los Altos de Chiapas
(Fuente: W. F. Morris Jr., Mil años del tejido en Chiapas)
les y creencias reflejan, y aun condicionan los usos del color, al igual
que su diseño en la vestimenta de las indígenas.
A n tcccdcn tes
La región de los Altos es rica en tradiciones, y muchas de sus raíces se
remontan, con firme continuidad, hasta el pasado prehispánico. El ori-
gen más consistente de varias tradiciones lo podemos situar, de manera
clara y decisiva, hacia el periodo maya clásico (a grandes rasgos, entre
el 200 y el 800 a.C .). Thdo parece indicar que es en aquel lapso cuando
se descubren y despliegan algunas de las técnicas de elaboración que, al
menos de manera parcial, se han conservado hasta nuestros días. Fue
en este periodo cuando aparecieron y se desarrollaron, en la
conciencia colectiva del pueblo maya, varios de los mitos cosmogónicos
que se han mantenido hasta la actualidad y que se expresan, en térmi-
nos relativos, en los diseños textiles. Por desgracia, hoy día nada más
quedan fragmentos de tela blanca de algodón que se encontraron en Te-
134
MA. TERESA DEL PANDO / GUILLERMO BOILS
FIG. 2
Tejidos de la época clásica maya, tomados de monumentos, pinturas murales y cerámica
(Fuente: S. G. Morley, La civilización maya)
nam, por la región occidental del estado de Chiapas, cerca de sus límites
con el de Oaxaca. Y el descubrimiento que quizás sea el más importante
para nuestros propósitos: un ejemplar de tela de algodón de la época
clásica maya, con diseño policromado, pintado con técnica de batik y lo-
calizado en la cueva chiapaneca de Chiptic. 1 Fuera de estos pequeños
pedazos, no se conocen más textiles de aquel tiempo. De ahí que hayan
sido los relieves, las estelas u otras expresiones plásticas de ese antiguo
mundo cultural, los elementos que permiten suponer que entonces se
desarrollaron notables trabajos textiles, con diseños de colorido y gran
dinamismo expresivo, como se puede apreciar en la figura 2. En efecto,
"las telas de algodón de aquella época deben haber sido extraordinaria-
1 lrmgard W. Johnson, "Hilado y tejido", en C.C. de tiguo, México, Centro de Investigaciones Antropológi-
Leonard (coordinadora), Esplendor del México an- cas de México, 1959, vol. 1, p. 464.
135
mente ricas y de un tejido complicado y parecen haberse empleado de-
licados bordados". 2 Del periodo posclásico existe en cambio un buen nú-
mero de piezas de tela carbonizada, que se sacaron del cenote de Chi-
chén Itzá, aunque no se han encontrado telas de aquella época en
tierras de Chiapas.
Con la conquista española del sureste, ocurrida hacia la tercera dé-
cada del siglo XVI, tuvieron lugar cambios significativos en varios aspec-
tos de la cultura indígena en aquella región. Así, los efectos sobre los
textiles de Chiapas que derivaron de la dominación colonial europea
fueron considerables. Nuevos materiales, nuevos tintes, nuevos siste-
mas para la elaboración de las telas y hasta nuevos códigos icónicos, pro-
cedentes del otro lado del Atlántico, se introdujeron en aquella región
chiapaneca. Thnto los re1igiosos como los soldados y civiles españoles
transplantaron sus modos de vida y sus creencias, incluyendo las telas y
vestimentas. De esa suerte, ocurrió en los textiles el sincretismo que se
produjo en materia religiosa o en muchos otros ámbitos de la vida cultu-
ral de los pueblos indios de Chiapas, aunque lo cierto es que los efectos
inmediatos de la conquista fueron en verdad devastadores en la mayor
parte de esa zona. Así, unos años más tarde y a través de los frailes, se
introduce la cría de caballos, mulas y ovejas, "cuyas manadas se daban
en repartimiento a los indios para la obtención de textiles". 3 La lana des-
plazó al pelo de conejo como material empleado en las ropas de abrigo,
y la seda pasó a ocupar un papel importante en la confección de pren-
das de gala o en las destinadas al atuendo de los santos.
La conquista ocasionó otros cambios en los textiles de la región
chiapaneca. Éstos se debieron a la llegada de otros grupos indígenas del
centro de México, aliados de los europeos, como los tlaxcaltecas o los
mexicas. Estos grupos del centro trajeron sus diseños, técnicas de pro-
136
>
q: -- - - - - -- ------
FIGS. 3 Y 4
La moda mexica
en el Códice
Florentino
(Fuente: W. F.
Morris Jr.,
Mil años
del tejido en
Chiapas).
4 Códice Florentino, México, Fondo de Cultura 5 W.F. Morris Jr., Mil años del tejido en Chiapas.
141
aquellos modelos de atuendos, y su uso se generalizó para la vida coti-
diana . Por ende, sólo quedaron las mejores y más lujosas prendas para
vestir a los santos católicos impuestos por la cultura europea desde el
propio siglo xv1. Es en aquel siglo cuando se revive la tradición de teñir,
tejer y "brocar", de acuerdo con la indumentaria que porta la santa pa-
trona. Gracias al cuidado que han tenido las comunidades mayas chia-
panccas en renovar su guardarropa, aunque conservando el que ya no
se usa en calidad de objeto sagrado, se han preservado los diseños y co-
lores por más de 450 años. Así ha ocurrido porque es la creencia que los
santos patrones crearon las diferentes comunidades y enseñaron a tejer
a las mujeres para que les elaboraran su atuendo .
Durante todo el siglo XIX -a raíz de la Independencia- deja de
importarse seda para la elaboración de telas de gala. Para fines de ese si-
glo, las indígenas de San Juan Chamula habían dejado de producir hui-
piles "brocados" y sólo guardaban algunos ejemplares que eran usados
como atuendos ceremoniales. De acuerdo con fuentes históricas, las mu-
jeres tzeltalcs de Tenejapa no sabían hacer el brocado, pero lo aprendie-
ron en los pueblos tzotziles de San Andrés Larráinzar y San Pedro Che-
nalhó . Una vez dominada la técnica, las tejedoras de Tenejapa hicieron
adaptaciones de los diseños aprendidos para lograr otros nuevos, y en
nuestros días éstos son los más característicos de esa localidad. 6 Precisa-
mente, hay un considerable número de fotografías de finales del siglo XIX en
las que se muestran los atuendos femeninos y masculinos. Por desgracia,
éstas son fotos en blanco y negro, de modo que sólo se pueden ver los dise-
ños, pero no el manejo cromático que se empleaba en dicha indumentaria.
Después de la Revolución y al correr del siglo xx, va ocurriendo
un paulatino retorno al color, que se había reducido sensiblemente en el
siglo pasado. Los huipiles se tornan más coloridos, al tiempo que se adop-
tan nuevas técnicas materiales y diseños. Como un caso entre muchos,
las tejedoras tzotziles de El Bosque comenzaron a trabajar el bordado en
punto de cruz hacia 1930; por su parte, las mujeres tzeltales del pueblo
142
MA. TERESA DEL PANDO / GUILLERMO BOILS
143
los mayas actuales en sus diseños mantiene una considerable continui-
dad con los valores que los antiguos mayas asignaban a esos colores. 10
Así, conforme a este autor, el negro simbolizaba para los antiguos mayas
las armas, en virtud de que la obsidiana tiene ese color. El alimento, en
cambio, quedaba representado por el amarillo, toda vez que es el color más
común del maíz. El rojo, por su parte, era el símbolo de la sangre, como so-
lía serlo en la mayoría de las culturas prehispánicas; de ahí su importan-
cia, en cuanto color con grandes atributos asociados al poder, mientras que
el azul venía a ser el símbolo del sacrificio. Por último, el verde representa-
ba el color de la realeza, debido a que es el color del quetzal, cuyas plumas
sólo podían ser usadas por los jefes. 11 Lo cierto es que, entre los mayas an-
tiguos, los colores, lo mismo que las unidades de tiempo, los números y los
puntos cardinales, estaban muy ligados a los rituales. 12
Resulta notable que, en el caso de los colores, este vínculo siga te-
niendo en nuestros días una considerable importancia, sobre todo en
comunidades como Magdalenas, San Andrés o Zinacantán. En efecto,
las mujeres de los Altos hacen en sus telares los lienzos con los que con-
feccionarán su ropa y la de su familia. En esas prendas, sobre todo en
huipiles y camisas, habrán de incorporar una polícroma sucesión de
imágenes, a través de "detallados dibujos geométricos que describen el
cosmos maya. El paso del sol a través de las trece capas del cielo y el in-
framundo; y la formación de las nubes que hace el señor de la tierra con
la ayuda de sus mozos, los sapos y las culebras, formando un todo armo-
nioso, que induce a la tierra a florecer." 13 De esa manera, la mujer que
teje resume en sus diseños, sobre la tela, la permanente renovación del
mundo, en una región plena de volcanes, terremotos o ríos que se salen
de cauce, inundando las casas y las labores de las comunidades. En ellos
también delinea al señor de la tierra, rodeado de seres y plantas flore-
1" Morley, op. Cit., p. 400. 13 W. F. Morris Jr., Presencia maya, México, Go-
11 lb1dem, p. 401. bierno del Estado de Chiapas, 1991, p. 11 .
1'' Georg e A. Collier, "Categorías del color en Zi-
nacantán", en Los zinacantecos (E. Z. Vogt, comp.),
Méx1co, INI, 1966, p. 41 4.
144
MA. TERESA DEL PANDO / GUILLERMO 80ILS
1
4 G. A. Collier, op. cit., p. 415. La discrepancia para formar los nombres de color, así que no queda
que se nota entre el contenido de esta cita y lo afir- claro cuáles se usarían solos y cuáles con inflexio-
mado por Dehouve y Gage en este mismo volumen nes (este trabajo de campo se hizo antes de la pu-
se debe a varios factores. Por una parte, Collier ha blicación del libro de Berlin y Kay, Basic Color
utilizado para su encuesta tarjetas abstractas de Terms). Sin embargo, cabe hacer notar que la ter-
color de Munsell, lo que induce una respuesta en cera clase de raíces la constituyen términos abs-
términos también "abstractos". Por otra parte, no tractos de color que vienen del español (n. del
proporciona la etimología de las raíces que sirven coord.).
145
FIG. 5
Detalle del dintel 26 de Yaxchilán
(Fuente: W.F. Morris Jr.,
Mil años del tejido en Chiapas)
FIG. 6
Diseño de sapos "brocados"
de Tenejapa
(Fuente: W.F. Morris Jr.,
Mil años del tejido en Chiapas)
rio antiguo mayaY' De esa forma, las visiones cosmogónicas y otros sig-
nitkados que se fincan en las creencias míticas, en la tradición o en la
conciencia colectiva de los actuales mayas, intervienen para definir los
diseños que han de seguirse en la creación de telas. En concordancia con
lo anterior, la concepción geométrica del mundo adopta la figura de un
rombo, tórma que se encuentra en las telas que portan los personajes
mayas representados en el dintel número 26 de Yaxchi1án (fig. 5); éste
es el mismo elemento geométrico que se usa en el diseño central de los
11 ' Walter F. Moms Jr., "Flores, santos y sapos: derno", en Antropología, Boletín Oficial del INAH,
s1mbol1smo en el d1seño texbl maya antiguo y mo- nueva época, núm. 2, marzo-abril de 1985, p. 7.
146
....
MA. TERESA DEL PANDO / GUILLERMO BOILS
147
se forman estas prendas femeninas . De igual forma, se maneja el rojo
en las gruesas fajas (de ocho a quince centímetros de ancho), con que
las mujeres se ciñen la propia falda, introduciendo colorido en la unión
de la blusa o huipil con el enredo . La faja crea así una división plástica
entre el dominio de la sobriedad cromática en la parte inferior del
atuendo y el de la riqueza colorida de la parte superior. Por otro lado, el
rojo es un color de singular importancia por el contenido simbólico que
las comunidades de los Altos le confieren. En primer término, es un co-
lor que se define como símbolo de poder, o de jerarquía superior, tal como
suele ser en innumerables culturas tradicionales. Esto se confirma, de
manera incuestionable, en la cámara mortuoria descubierta en Palen-
que en fecha reciente, donde se encontró el rojo como color dominante.
Thl vez por ello resulta, entre estas comunidades chiapanecas, el color
más usado en el diseño de telas para la elaboración de la ropa indígena.
En especial en los huipiles tzotziles de Magdalenas, el hilo rojo se ex-
tiende por la mayor parte de la tela de suerte que lo aplican alrededor
del cuello, en los hombros, el pecho y gran parte de la espalda. Cubierta
de color, la prenda en cuestión es producto de un abigarrado trabajo; las
tejedoras suelen invertir varios meses de labor continua para concluir la
manufactura de cada pieza.
Asimismo, el rojo suele incorporarse de manera importante a la
vestimenta masculina. Entre los zinacantecos, el adulto varón usa enci-
ma de la camisa, como atuendo cotidiano, una suerte de cotón de algo-
dón, realizado con líneas de hilo de color rojo y blanco, dispuestas en la
urdimbre de manera alterna; a la distancia, éstas dan la impresión de
que el cotón es de coloración rosada. La misma coloración se refuerza
en el cotón del soltero con bordados de flores multicolores, una decora-
ción que los hombres casados ya no pueden usar. Como quiera que sea,
es muy común, en el atuendo masculino de ésa y otras localidades de
los Altos, que se recurra a los diversos tonos de rojo, para lograr un más
vigoroso efecto cromático en las ropas de los hombres.
Otro color que se usa en forma destacada, sobre todo en blusas y
huipiles, es el amarillo (lám . 33). Sin llegar a adquirir la importancia del
148
• MA. TERESA DEL PANDO 1 GUILLERMO BOILS
rojo, el amarillo es tal vez el segundo color más usado en las comunida-
des de los Altos. En particular, es el color dominante que se aplica el
bordado de las blusas usadas por las mujeres de la comunidad de Santa
Magdalena. Incluso en las blusas de las mujeres tzeltales de Amatcnango,
se acostumbra una franja amarilla de unos ocho a diez cm de ancho que
cruza la prenda formando una suerte de rectángulo, desde el pecho has-
ta la espalda, pasando por los hombros y cubriendo un área casi tan
grande como las tres franjas rojas que la enmarcan. Además, en los Llise-
ños geométricos de los bordados, se aplican diversos tonos de amarillo
como refuerzo cromático en una proporción considerable, y es muy co-
mún que se combine con el rojo; aunque siempre es éste el tono domi-
nante, el amarillo cumple una función de "respaldo".
Por otra parte, el amarillo encierra también un simbolismo impor-
tante, toda vez que viene a ser el color que más se acerca al tipo de maíz
que se produce con mayor frecuencia en la zona (lám. 15 ). El maíz se
asocia con el cuatrinomio cromático que se repite en forma constante
en múltitud de diseños: blanco, negro, rojo y oro. Estos cuatro colores
constltuyen, en la mayoría de los textiles mayas de Chiapas, la base de
sus armonías cromátlcas. El amarillo también tiende a asociarse con el
oro, metal que fue tan apreciado en las antiguas culturas de México. Ca-
be aquí mencionar los hilos dorados, que fueron introducidos en la zona
hace algunas décadas. Llegaron precisamente entre los materiales
ticos y pronto adquirieron una presencia significativa, sobre todo como
tonos agregados en aplicaciones de los trajes. Junto con ellos, en gene-
ral, se introdujeron los tonos metálicos, pero son los dorados los predo-
minantes.
Los tonos oscuros, sobre todo el azul, el pardo, el gris y el negro se
encuentran de manera fundamental en las faldas o enredos, usados por
las mujeres en la mayor parte de las comunidades que nos ocupan. Una
buena parte de esos enredos se hacen de algodón y se fabrican con tela-
res de pedales en San Cristóbal de las Casas y otras poblaciones . En
localidades frías y húmedas de la sierra se usa también la falda gruesa,
hecha de lana en telar de cintura y teñida en los tonos oscuros mcncio-
149
nados. En los últimos años ha adquirido importancia la falda de algodón
azul marino que se usa en muchas comunidades guatemaltecas, debido
tanto a la presencia en la zona de muchas refugiadas provenientes de
Guatemala como al intenso comercio e intercambio cultural entre los
mayas chiapanecos y los de aquel país. Como quiera que sea, estos colo-
res fuertes se aplican también con alguna frecuencia en los bordados, y
entre ellos tal vez sean el negro y el azul oscuro los que se usan con ma-
yor recurrencia . Su empleo sobre todo es en calidad de perfiles que en-
marcan los dibujos en la composición.
En cuanto al resto de los colores que componen el espectro cromá-
tico, se emplean con menor frecuencia en el diseño textil de los Altos .
Como sea, llama la atención el discreto uso de los tonos verdes (lám. 34).
Es muy probable que se usen menos por la dificultad para realizar el te-
ñido, ya que requiere una doble tinción con amarillo y azul. En especial
este uso poco frecuente se torna más notorio habida cuenta de que una
buena parte de la zona está cubierta por abundante vegetación y, por en-
de , los distintos tonos de verde resultan algo muy familiar a los ojos de
los pobladores de la región . O tal vez sea ésta la causa de que no se tenga
gran preferencia por ese color; tal vez su abundancia los lleva a conside-
rarlo ordinario . Sobre todo en virtud de que se lo halla en forma natural
en el medio físico que circunda la vida cotidiana de las comunidades.
Algo similar podría señalarse respecto del azul. En efecto, este co-
lor suele usarse poco -salvo el ya señalado azul oscuro de las faldas-,
en particular si se lo compara con el amarillo o, desde luego, con el rojo.
El azul está muy presente en el entorno físico del indígena, sobre todo
en el ciclo . Si bien una extensa región de los Altos está cubierta por nu-
bes o neblina durante muchos días del año, el brillante azul del cielo
cuando está despejado ofrece una fuerza cromática de indudable inten-
sidad . Asimismo, el azul se hace presente en diversas tonalidades en los
ríos y lagos de la zona, junto a los cuales están asentadas muchas comu-
nidades de las que aquí se examinan. Nada más que no por ello se ad-
vierte una especial incorporación del color azul en el diseño textil de la
región. Sin embargo, en San Juan Chamula, actualmente, las mujeres
150
-----
MA. TERESA DEL PANDO / GUILLERMO 80ILS
usan blusas de tela comercial azul con algunas aplicaciones: tiras blan-
cas en las mangas cortas y el pecho, y minúsculos detalles de color in-
tercalados entre dichas tiras (lám. 36). Aparte de ser predominante en
los enredos, el azul también se emplea con relativa frecuencia en deta-
lles de bordados u otras aplicaciones que se ponen sobre las telas de los
trajes masculinos y femeninos de comunidades como Bochil, El Bosque,
Cancuc, Las Rosas, Saltillo o Venustiano Carranza . Empero, los tonos
azules empleados en los trajes de estos lugares sólo son elementos com-
binados que se agregan a los de otros colores para formar los diseños de
las blusas, camisas masculinas o huipiles. Una posible explicación de que
no se acuda tanto al azul podría estar en que el índigo, que es el coloran-
te natural más usado para el teñido textil, es un material caro; pero ni
aun con la creciente adopción de los hilos sintéticos se advierte un in-
cremento en el uso del azul (lám. 37).
Habitan la región chiapaneca en cuestión cuatro grandes grupos
lingüísticos: tzeltales, tzotziles, tojolabales y chales. Vistas en conjunto,
se advierten ciertas regularidades, no exentas de excepciones significati-
vas, en las modalidades del vestido usado por los miembros de dichas
etnias. Sin embargo, a pesar de esas semejanzas en el diseño de las pren-
das, éstas ofrecen características muy propias de cada comunidad, que
se concretan tanto en el manejo del color y sus combinaciones, como en
el diseño específico de cada una de ellas. Ya hemos señalado cómo el ro-
jo es el color más empleado por las tejedoras tradicionales en la mayo-
ría de aquellas comunidades. Sin embargo, las combinaciones con otros
colores, así como la aplicación de los diversos tonos a figuras geométri-
cas que se producen por la alternancia de los hilos, van conformando
distintas soluciones en los diseños. El vestuario se convierte entonces
en uno de los signos de identidad comunitaria más importante entre los
grupos indígenas, en especial de los que habitan la región chiapaneca
que aquí nos ocupa. Esa señal de autorreconocimiento comunitario en
la ropa tradicional se refuerza más aún cuando recordamos que el atuen-
do femenino procura ser idéntico al que visten las esculturas de las imá-
genes religiosas en sus iglesias y capillas locales. Y aquí se advierte la
151
presencia de los elementos contradictorios de cambio y permanencia
cultural que se encuentran en muchas localidades de la zona. En este
constante proceso de reproducir e innovar a la vez los diseños de las te-
las, el color desempeña un papel medular. Se puede decir que se trata
de una "tradición cambiante" -valga el contrasentido- en la medida en
que, mientras más se incorporan nuevos elementos, más se reproduce
la base tradicional en que se sustenta el diseño, al tiempo que, mientras
mús se consolida ésta, más se acude a la integración de nuevos diseños.
En el anterior orden de ideas, muchas veces encontramos diseños
con armonías cromáticas que hace cuarenta años eran inexistentes. Más
aún, está en el centro del asunto la creciente incorporación del color
que para los últimos años ha ido en aumento, de manera por demás sig-
nificativa. Así, en la misma medida en que se toman por modelo los jue-
gos de colores que hay en las ropas antiguas de los santos, se introducen
nuevas combinaciones cromáticas. Incluso, con el creciente empleo de
las anilinas industriales o de los hilos sintéticos, se van modificando las
tonalidades. De esa forma, cuando las mujeres elaboran sus huipiles,
faldas, fajas o blusas, copiando las que ancestralmente se han manufac-
turado en su comunidad, no reproducen exactamente el modelo que les
sirve de inspiración. Después de todo, su artesanía contiene una impor-
tante cuota de creatividad . Por ello mismo, las tejedoras van transfor-
mando, de manera paulatina, nuevas vestimentas para las vírgenes y
santos de sus templos, atraídas por la brillantez de colores que ofrecen
productos como el acrilán u otros hilos sintéticos. El consumo de estas
mercancías crece cada día más, puesto que ofrecen mayor facilidad de
obtención y precios relativamente más económicos.
En sentido opuesto a la tendencia anterior, presenciamos de igual
forma un vigoroso resurgimiento del uso de los tintes naturales. A pesar
de que su preparación es más laboriosa y, por ende, se realiza mediante
procesos más tardados, es incuestionable que ha venido reviviendo, de
manera gradual pero segura, el teñido con elementos naturales. En ello
se aprecia, sobre todo, el afán de diversos sectores, todavía reducidos, de
las artesanas chiapanecas por recuperar la tradición de manera integral.
152
MA. TERESA DEL PANDO / GUILLERMO 80ILS
16 Véase Andrés Fábregas, "El textil como re- co, UAM-X, Departamento de Síntesis Creat1va, año
sistencia cultural", en Artes de México, México, pri- 4, núm. 18, primavera de 1994, p. 15.
mavera de 1993, pp. 25-27. Y también Ma. Teresa 17 Evon Z. Vogt, Zinacantán. A Maya Commu-
del Pando y G. Boils, "Vestido e identidad comuni- nity in the Highlands of Ch1apas, Harvard University
taria en el México indígena", en En Síntesis, Méxi- Press, Cambridge, 1969, pp. 107-108.
153
mujeres. En otros lugares, son ellas las que ofrecen los diseños más des-
tacados por el manejo de color empleado en sus vestidos; pero en esta
comunidad no es así. En los listones con los que adornan su sombrero
tradicional los hombres de Zinacantán, este efecto de vigoroso y marca-
do contraste colorido adquiere su máxima expresión. Las brillantes cin-
tas se fijan en la parte alta de la copa del sombrero de palma con ala pla-
na, o en la orilla de ésta, y son de color rosado, violeta y rojo, aunque no
es raro que los combinen con los listones verdes, azules o amarillos.
En el resto del atuendo masculino, el contraste de color es más
pronunciado que en el vestido femenino, sobre todo entre los solteros,
cuyo cotón se cubre de flores y otros motivos. Esto ha llevado a que al-
gún autor considere que los zinacantecos son "como pájaros, dado que
los machos tienen un plumaje más brillante que las hembras". 18 No obs-
tante, cuando los zinacantecos van a trabajar en las tierras de las partes
bajas o acuden al mercado en poblaciones de las planicies cálidas, como
Chiapa de Corzo o Thxtla Gutiérrez, se ponen un pantalón largo y cami-
sa de manufactura industrial, que adquieren en cualquier tienda "ladi-
na". Esto lo hacen, entre otras razones, para protegerse de los zancudos
y otros insectos, más abundantes allí que en las tierras altas donde habi-
tan. Así, van transitando en un proceso que los conducirá a un estatus
conocido como de "revestidos". 19
El atuendo femenino zinacanteco se integra de una blusa de man-
ta de algodón blanca, a la que se aplican ligeras ornamentaciones de co-
lores, de diseño generalmente discreto. El enredo, por lo regular, tam-
bién es de tela de algodón, color azul oscuro y sin aplicaciones de otros
colores. En forma ocasional, se usa el enredo de tela gruesa, manufactu-
rada con lana de color negro natural, sobre todo cuando los días son
fríos, o bien cuando la mujer está menstruando . El traje de la mujer zi-
nacantcca se complementa con una suerte de rebozo o mantón de color
rojo con líneas naranja, delgadas (no más de un centímetro de ancho),
154
MA. TERESA DEL PANDO 1 GUILLERMO BOILS
155
Asimismo, se ponen más listones en el sombrero y se agregan otros or-
namentos que contribuyen a ampliar la diversidad de colores. El atuen-
do se complementa con unas pesadas sandalias llamada caites, cuya
suela es muy alta (como de cinco centímetros), fabricadas en San Juan
Chamula. No hay un solo tipo de traje ritual, sino que existe una varie-
dad de de acuerdo con la diversa naturaleza de las ceremonias pa-
ra las que se les elabora. De todo este atuendo, los hombres sólo fabri-
can los sombreros y las sandalias; el resto es realizado por las mujeres
de la comunidad.
156
MA. TERESA DEL PANDO / GUILLERMO BDILS
forma directa con el azul oscuro, el gris o el negro del enredo: ti_dda os-
cura cuyos tonos vienen a ser una suerte de símbolo de la sobriedad de
las montañas, o del cielo atormentado por el monstruo "mano peluda",
que controla las aguas y deja caer torrenciales lluvias en el verano. En
cambio, el huipil o la blusa, prendas de la parte superior del cuerpo, se
asocian con el cielo y el agua en la visión cosmogónica antes señalada.
Pero veamos ahora algunos materiales, sobre todo de procedencia
vegetal, que se continúan usando en el teñido tradicional de las telas en la
zona. Así, tenemos que el color negro se logra, sobre todo, a partir de la lla-
mada "hierba amarga" (Cuscuta ligistrum), planta a la que se le añade barro
negro, a fin de aumentar la intensidad del tinte. De igual forma, y para se-
guir con los tonos oscuros, es de origen botánico el componente esencial
que se emplea para la elaboración de los tonos cafés. En su mayoría, éstos
derivan del "musgo" (Usnea barbata), aunque también se obtienen con re-
lativa frecuencia tonos pardos con los extractos de corteza de "aliso" (Al-
mus ferruginea). A través de este último procedimiento, la corteza molida
produce una sustancia pardusca que sigue teniendo alguna importancia
entre las técnicas seculares, sobre todo para colorear el hilo de algodón.
El amarillo, a su vez, tiene diversas fuentes tradicionales. Sin em-
bargo, se obtiene ante todo del"zacatlaxcale" o "barba de león" (Cuscuta
tinctoria), que da un tinte de intensidad aceptable. Del mismo modo se
consigue el color amarillo procesando la llamada "flor de muerto" ( Tage-
tes erecta). Sólo que la disponibilidad de esta última se limita a la esta-
ción de otoño, que es cuando florece la planta en cuestión. El resto del
año se puede trabajar seca, nada más que entonces merma sensible-
mente el rendimiento del colorante logrado.
El azul se suele producir con extracto del fruto del"secaro" (Carita-
na thymifolia), del que se obtiene una coloración de buena calidad. Tam-
bién se logra el tinte azul con la frutilla de la planta conocida localmente
como "palo de mula" (Monnina xalapense). Empero, en la zona es más
frecuente que se acuda al añil (Indigofera suffriticosa), arbusto de la fami-
lia de las leguminosas que da unas flores rosadas o amarillentas y que
crece silvestre en muchas partes del país (lám. 38). El tinte derivado de
157
este arbusto tiene una trayectoria histórica destacada, dado que repre-
sentó uno de los principales productos de exportación durante la Colo-
nia, superado tan sólo por la plata y la grana. El material colorante se ob-
tiene de las ramas del arbusto que, mezcladas con cal, producen un color
oscuro muy peculiar; éste se puede rebajar con diversos agregados a fin
de lograr tonalidades más claras. Lo cierto es que este material, a través de
diversas reacciones con diversas sustancias naturales, permite obtener
otros colores, inclusive el rojo, así como el púrpura y el amarillo.
El morado, de procedencia vegetal, se obtiene en los Altos de dos
fuentes principales: a partir de la planta conocida como "sacatinta" uus-
ticia spicigem), o bien de la corteza del llamado "palo brasil" (Haematoxy-
lum bmsiletto). Este último es un árbol de la familia de las leguminosas
que alcanza una altura de hasta quince metros y que se da silvestre en
buena parte del territorio mexicano. En Chiapas se le conoce simple-
mente como "brasil", a secas, y se puede usar para teñir tanto algodón
como lana o seda. La sustancia colorante que se obtiene de dicho árbol
es la brasilina, de la que también se pueden obtener diversos matices,
inclusive el rojo, dependiendo de los compuestos químicos con los que
se la mezcle. 21 Es una especie muy parecida al palo campeche (Haema-
toxylwn campechianum), también usado para obtener coloraciones roji-
zas. Con el brasil se consigue el tinte morado cuando se le agrega cierta
dosis de bicarbonato de sodio. A la lista de vegetales de los que se puede
obtener el color morado se debe agregar el fruto de la zarzamora (Rubus
spp. ), que también se da en Chiapas.
El verde se logra con las pequeñas frutas, bien maduras, de la plan-
ta conocida como "cinco negritos" (Lantana hirta). Al extracto de dichas
frutillas se le agrega bicromato de potasio, sustancia altamente tóxica
que sirve como tljador del tinte. Además se le añade un poco del antes
mencionado bicarbonato de sodio, dado que es una sal que ayuda a defi-
nir la coloración verdosa .n Thmbién se suele usar limón, por sus carac-
-'' Enoclopedia de Méx1co, México, 1978, t. 1O, 22 Ambar Past, Bon, tintes naturales, San Cns-
p. 204. tóbal de las Casas, Chiapas, edición de la autora,
1989, p. 50.
158
MA. TERESA DEL PANDO / GUILLERMO BOILS
terísticas ácidas; esta fruta se agrega a la planta del''secaro" -la cual, co-
mo vimos, produce azul- y con una segunda teñida a base de "barba de
león" (fuente del amarillo) da de igual forma la coloración verde .
Finalmente, el rojo se consigue, de manera principal, a través del
insecto de la grana cochinilla (Coccus cacti; lám. 39). Este producto encie-
rra un profundo significado histórico, dado que su uso se remonta al pa-
sado prehispánico y llegó a desempeñar un importante papel económico
hasta el siglo XIX. La técnica para el teñido es muy sencilla y consiste en
hervir el extracto molido del insecto, que habita en cierta variedad de no-
pales; luego se añade alumbre o la planta Eugenia acapulccncis en calidad
de fijador. Lo verdaderamente laborioso de esta fuente del rojo est<í en la
obtención del animalito, ya que hay que ir a buscarlo al monte. Empero,
su rendimiento es considerable, puesto que un kilo de cochinilla alcanza
para teñir casi 20 kilos de lana. Y lo más notable es que cada preparación
de tinte puede servir hasta para cinco teñidos, si se le agrega ácido ox;íli-
co, cada vez que se vuelva a usar la cochinilla.:z:l Está asimismo el caso ya
mencionado del"palo de brasil", que también representa para la región
de los Altos una fuente importante de materia prima para la elaboración de
los tintes rojos. Para ello, se añade jugo de limón o ácido oxálico al ex-
tracto de la corteza del brasil. A su vez, el rosado y el naranja, como deri-
vados del rojo, se consiguen, el primero, rebajando el tinte rojo con al-
gún solvente, generalmente agua (lám. 40), mientras que el segundo se
logra mezclándolo con el amarillo, o bien aplicando una segunda tinción
con amarillo a un material previamente teñido de rojo (1ám. 41 ).
Una última referencia en este apartado nos lleva a uno de los ma-
teriales básicos para la elaboración de textiles en la zona de los Altos: el
de la producción local de lana. Al respecto, se ha dicho que "aunque la
mayor parte de los indios de las montañas crían ovejas, los tejidos cha-
mulas tienen fama de ser los más finos productos de lana". 24 En espe-
cial, habida cuenta de que, si bien las mujeres de otros grupos hilan y te-
159
jcn para las demandas del hogar, solamente las mujeres chamulas lo ha-
cen a una escala comercial. Así, se advierte en el mercado diario de San
Cristóbal, o en el de cada semana en Chamula y en otros regulares de
toda la región montañosa, cómo acuden con los chamulas los indios de
otras comunidades para comprar la lana en bruto, o bien a encargarles
tejidos. Por otra parte, lo cierto es que las chamulas no ejercen un mo-
nopolio sobre la artesanía del tejido de lana. Incluso, todavía a mediados
de los años setenta, en la zona de Chamula, casi todas las familias po-
seían un pequeño rebaño de ovejas (de seis a quince cabezas) . Esto les
proporcionaba lana suficiente para elaborar sus prendas de vestir, al
tiempo que les dejaba algo de excedente que se podía destinar al merca-
do, lo que les permitía obtener dinero en efectivo. Sin embargo, los cha-
mulas jamás utilizaban sus borregos para alimentarse, ni como ganado
de engorda para su comercialización.:¿ 5 La crianza la destinan, de mane-
ra exclusiva, a la producción de lana. De hecho, los cuidan tanto que cu-
bren con plústico impermeable a cada oveja cuando llueve.
Conclusiones
tanto va a resistir el traje tradicional frente a los embates de la cul-
tura dominante? Es difícil estimarlo. Por ahora, no hay bases para afir-
mar que se halla en proceso de extinción, al menos a corto plazo. Y ello,
a que cada día son menos los indígenas, y hasta las comunidades
completas, que usan las vestimentas tradicionales de manera cotidiana.
Resulta innegable que los cambios en los diseños, y sobre todo en los co-
lores, están generando una permanente mutación en las características
de los atuendos. Y, en esta reflexión, no arrancamos de una visión nos-
t;ilgica, o de alguna postura valorativa que busque calificar al vestido
tradicional frente al de elaboración industrial. Antes bien, nos mueve la
inquietud por indagar qué efectos tiene y va a tener sobre este elemen-
to cultural la creciente penetración de la cultura dominante a través de
diversos medios. No pretendemos asumir tampoco una postura ética, en
.'!• Gary Gossen, Los chamulas en el mundo del
so/. MCXICO , INI-Conaculta, 1989, p. 26.
160
b
MA. TERESA DEL PANDO 1 GUillERMO BOllS
161
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162
TEOTIHUACÁN: EL LENGUAJE DEL COLOR
Presentación
1 D. Magaloni, "El espacio pictórico teotihua- pinturas murales del conjunto llamado Tetilla, de
.
"
cano. Tradición y técnica", en Beatriz de la Fuente
(coordinadora), La pintura mural prehispánica en
las p1nturas del Ouetzalpapálotl y Pat1o de los Ja-
guares, de los edificios que flanquean la Calzada
México: Teotihuacán, vol. 11, México, UNAM, Instituto de los Muertos, i.e. Templo de la Agricultura, Edifi-
de Investigaciones Estéticas, 1996, pp. 187-225. cios Superpuestos, Conjunto Plaza Este, y Oeste, y
2 Gracias al convenio establecido con el Consejo en la Ciudadela la estructura 18'. Se estudiaron por
de Arqueología del Instituto Nacional de Antropolo- diversos métodos de laboratorio 108 muestras mi-
gía e Historia se pudieron tomar muestras de las croscópicas de pintura mural.
163
La segunda es mi participación en el seminario de El Color en el
Arte, impartido por Georges Roque en el Instituto de Investigaciones Es-
tdicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, desde 1993.
Las ideas y el enfoque metodológico que me han permitido iniciar el
anéílisis del color como lenguaje simbólico en Teotihuacán se deben al
trabajo realizado en el seminario .
Introducción
La tarea de interrogar e interpretar los colores de las representaciones
pictóricas es un reto interesante y difícil a la vez. En primer lugar, es ne-
cesario establecer que los colores forman parte del código plástico y sim-
bólico de la representación. No son agregados secundarios (decorativos)
cuyo único propósito es el de embellecer o colorear los conceptos expre-
sados mediante el dibujo. Por el contrario, cumplen una función expresi-
va y comunicativa particular, cuyo contenido nos remite a categorías
culturales más generales que es preciso investigar.
Sin embargo, aun después de reconocer la importante función
plástica del color y su valor simbólico, el análisis en obras individuales
plantea una serie de problemas. 1
Por una parte, es inútil tratar de otorgar a los colores valores simbó-
licos estables, como si se tratase de iconos reconocibles cuyo origen y evo-
lución es posible rastrear. Un mismo tono puede tener connotaciones di-
ferentes en dos obras contemporáneas. Los colores no son símbolos en sí
mismos, sino que establecen un código en su propia interrelación y con
respecto a los demás elementos plásticos de la composición. De ahí que el
estudio del contenido simbólico del color requiere primero de un método
que permita analizar su estructura plástica en una obra determinada .
Otra dificultad es que las superficies coloreadas se presentan co-
mo contenidas por el dibujo y, como los líquidos, parecen adquirir la
-' En part1cular me refiero a los problemas que esp., Madrid, Cátedra, 1993, y G. Roque, "Les cou-
tien en que ver directamente con el trabajo que he leurs complémentaires: un nouveau paradigme", en
1eal1zado para el análisiS del color de la p1ntura teo- Revue d'Histoire des Sciences, vol. XLVII, núms. 3-
tihuacana. Si se qu1ere profundizar en el tema pue- 4, 1994, pp. 405-433.
de ccm,ull<Hse G1upo IJ, Tratado del s1gno visual, tr.
164
DIANA MAGALONI KERPEL
forma del recipiente que las contiene. Por ello resulta seductora la idea
de sujetar la interpretación simbólica de la policromía a la iconografía y
asociar directamente una tonalidad a un solo significado. Sin embargo,
esta práctica no comporta la elaboración de un método que permita el es-
tudio del código del color a nivel plástico y las relaciones de éste con los
temas y conceptos que lo motivaron.
Se advierte entonces que, para estudiar el color como lenguaje
simbólico, no es posible, como lo explica Roque, 4 buscar relaciones de
semejanza icono-objeto (referenciales). Este principio, creo yo, resulta
de suma importancia al abordar el contenido simbólico de los colores .
Para entender la idea con más precisión, utilizaré un ejemplo que
proporciona Umberto Eco. Podemos equiparar el código de los colores
con el que establece la geometría euclidiana. El contenido del conjunto
de líneas, curvas o puntos no será comprendido por su semejanza con la
línea del horizonte o la curva de la bóveda celeste, sino mediante las
normas y conceptos del sistema que establece la geometría.
165
El trabajo que presento a continuación tiene como objetivo abor-
dar el estudio del color en Teotihuacán. Para ello me valgo (como lo he
mencionado en la presentación) de la metodología y los resultados obte-
nidos en la investigación sobre la técnica pictórica mural teotihuacana y
de la propuesta por Georges Roque en el seminario de El Color en el Arte.
Me he concentrado únicamente en las dos primeras fases técnicas de
la pintura, dejando para una futura investigación las tres posteriores. Es-
to es, los inicios de la tradición en la llamada fase Tzacualli y Miccaotli
( 1-200 d.C.) y la segunda fase técnica desarrollada durante el periodo ar-
queológico Tlamimilolpan (temprano; 200-300 d.C.). Considero que am-
bos periodos sientan las bases de la tradición y requieren por ello un
an<ílisis detenido.
166
DIANA MAGALONI KERPEL
8 René Millon estima que el número de perso- cente. TrabaJOS más rec1entes como los real1zados
nas fluctuaba entre 60 y 100 para cada conjunto. por Rubén Cabrera ( 1982) abren perspectivas dis-
R. Millon, "The Place where Time Began", en Teoti- tintas. En sus excavaciones arqueológicas saca a la
huacán Ar1 from the City of the Gods, op cit., p. 17. luz nuevas pinturas murales: la estructura 1B' de
9 Enrique Vela, "Teotihuacán en números", en la Ciudadela y las halladas en el ConJunto Plaza Este
Arqueología Mexicana, vol. 1, núm. 1, 1993, p. 77. y Oeste en la Calzada de los Muertos. Las estructu-
Los paréntesis son míos. ras trabajadas por Cabrera y Morelos durante los
10 La problemática fue abordada por R. Millon años 1980-1982 aumentan el número de obras
(1966, 1972) y Jorge Angula (1966, 1972, 1984). murales pertenecientes a periodos tempranos en el
Ambos señalan entonces la dificultad de realizar marco de la historia teotihuacana.
11 Jorge Angula, "Aspectos de la cultura a través
una secuencia de la pintura basándose en los con-
textos cerámicos y arquitectónicos. Clara Millon de su expresión pictórica·: en De la Fuente, op. o t.
( 1972) es la primera en realizar una cronología pic- 12 Para profundizar en este tema puede consul-
tórica independiente, apoyada en los cambios esti- tarse el libro Taller de d1scusión de la cronologia de
lísticos que experimenta la pintura a través del Teotihuacán, México, INAH, Centro de Estudios Teo-
tiempo. Arthur Miller (1973) realiza un importante tihuacanos, 1993, así como la cronología propuesta
trabaJO de catalogación y estudio de los murales por Jorge Angula, Rubén Cabrera, Sonia Lombardo
teotihuacanos. Ahí señala las dificultades de seria- y Diana Magaloni, que realizan una interrelación de
ción de la pintura, opinando que la justificación para estudios de arqueología, arquitectura, estilo y técni-
la cronología mural de M ilion no parecía ser convin- ca pictórica, en De la Fuente, op. cit.
167
trosu abordamos el problema de la cronología desde otro punto de vista:
la secuencia temporal para la pintura mural resulta del estudio de los
materiales constitutivos de la pintura. El análisis con base en el estudio
por microscopía electrónica de barrido de muestras de los soportes de
pintura mural 14 da cuenta de los cambios de la técnica pictórica y los
materiales a través del tiempo . Como conclusión se plantea una secuen-
cia técnica que divide el desarrollo de la pintura mural en cinco fases
en icas.
Para efectos de este trabajo en particular, el largo periodo de con-
tinua realización de obra mural permite entender la evolución (en el
sentido de cambio con base en la experiencia del pasado) que experi-
menta la técnica de los colores (descubrimiento de pigmentos y mejo-
ras en su procesamiento), así como las transformaciones de la estructu-
ra plástica de la policromía. Esta visión en movimiento nos faculta, por
una parte, para buscar ciertas constantes del color en el tiempo que
van a ser relacionadas con principios ideológicos de base y, por la otra,
para entender los cambios que caracterizan las distintas etapas en un
contexto más amplio.
He comenzado con las dos fases técnicas más tempranas. La pri-
mera posiblemente corresponde al periodo arqueológico Tzacualli-Mic-
caotl i ( 1-200 d.C. ). Todas las pinturas murales que he analizado se en-
cuentran in situ, en estructuras antiguas a lo largo de la Calzada de los
y en la Ciudadela. Esta primera época se distingue de las si-
guientes por la técnica (los soportes de cal están fabricados con materia-
les de carga diferentes), el uso del color (los pigmentos rojo y negro son
minerales exclusivos de este periodo) y el adosamiento de las pinturas a los
muros exteriores de templos y no a los muros interiores de recintos y
pórticos en los conjuntos habitacionales.
1·1 D. Magaloni "El espac1o pictórico teotihua- l5 Edificios Superpuestos, Templo de la Agricul-
cano", op. cit. tura, Conjunto Plaza Este, Estructura 1 B' en la Ciu-
1·1 El estudio por microscopia electrónica de dadela, Subestructura del Ouetzalpapálotl.
bar ndo se real1zó en colaboración con el doctor
R1cha1d S1egel, del Argonne National Laboratory,
llllflOÍS.
168
DIANA MAGALONI KERPEL
Metodología
Como quedó expresado en la introducción, el contenido simbólico del
color, es decir, el conjunto significativo de elementos que sirven para ex-
presar una configuración determinada del mundo, 17 es anterior a su
vínculo con la figura. Las relaciones cromáticas de los tonos represen-
tan algo dentro de la unidad plástica, que trasciende la especificidad de
la representación, pero que se cristaliza en ella. Los colores tienen, en
este sentido, la misma naturaleza que las imágenes: son símbolos que
traducen concepciones.
16 La marcada línea divisoria de la primera fase JUntos Departamentales y es ahí donde se dis!ln-
respecto a la segunda es una de las razones por gue el inicio de la nueva tradición de pintura mural
las cuales, en colaboración con Jorge Angula, Ru- que durará hasta la última etapa en Metepec (700-
bén Cabrera y Sonia Lombardo, se propuso que la 750 d.C.). Se puede consultar el libro de De la
fase técnica 1 pudiera corresponder al periodo mi- Fuente, op. cit.
cial de la ciudad en las fases arqueológicas Tzacua- 17 Véase U. Eco, "How Culture Conditions the
lli-Miccaotli. Tlamimilolpan comienza con los Con- Colors we See", op. cit., pp. 157-175.
169
Lo anterior nos conduce a preguntamos: ¿cómo se estructura un código
con colores? y ¿cómo poder establecer el vínculo entre éste y las categorías cul-
turales que lo sustentan? El esfuerzo metodológico propuesto por Roque en el
seminario de El Color en el Arte es precisamente éste. En sus propias palabras:
18 G. Roque, "El color como forma simbólica", op. 21 En teoría, el número de tonalidades, o lo que
cit., p. 13 (el subrayado y los paréntesis son míos). Cohen llama matices, es infinito. Pero de manera
1' 1 Umberto Eco, op. cit., p.162. práctica se divide en 1O segmentos: azul, azul-ver-
'J ll Josef Cohen llama matiz a lo que nosotros de, verde, verde-amarillo, amarillo, amarillo-rojo, ro-
llamamos tonalidad. El matiz es una variación de la jo, rojo-morado, morado-azul; véase J. Cohen, Sen-
tonalidad.
170
DIANA MAGALONI KERPEL
sación y percepción visuales, México, Trillas, Temas klin, "Hanunóo Color Categories", en South Wes-
de Psicología, 1973, p. 41. tern Journal of Anthropology, vol. 11, 1955, mencio-
22 /bidem, pp. 39-42. na sistemas de oposición diferentes para la cultura
23 G. Roque, op. cit., pp. 18-21. Hanunóo, que pueden relacionarse con la cosmovi-
24 lbidem, p. 13. sión prehispánica, ya que esta gente segmenta los
25 Roque menciona sistemas de oposición bi- colores mediante los valores de claro-oscuro, fres-
naria para varias épocas de la cultura occidental, co-seco.
"El color como forma simbólica", op. cit. Harold Con-
171
l) descripción sistemática de la organización plástica en la compo-
sición: tonalidades presentes, matiz, luminosidad, saturación, contraste,
textura y torma;
2) estudio por microscopía óptica de muestras de colores 26 para
definir los métodos de creación de tonos y de molido de pigmentos. Las
micrototografías y la identificación mineralógica de los colores 27 servi-
réin como documentos gráficos de apoyo a la interpretación del sistema
de expresión cromática,y
3) análisis de la estructura plástica en binomios de oposición.
Por último, la articulación de estos aspectos con el llamado siste-
nw de contenido. Las ideas, todavía generales, acerca de la relación entre
el sistema de expresión cromática y la cosmovisión subyacente hacen
posible tener un código de color que permanece y cambia en las dos pri-
meras etapas de la pintura mural en Teotihuacán.
Este trabajo es el inicio de una labor mayor que tomará mucho
más tiempo y esfuerzo.
172
DIANA MAGALONI KERPEL
177
tcresantes. La figura central es una cruz, de la cual surgen en cada cua-
drante extensiones transversales, como si superpusiéramos una letra "x"
sobre una cruz. Al centro de esta figura de cruces encimadas, hay un círcu-
lo (lám. 42). Cabrera y Cowgill identifican este icono como un Quincun-
cen similar al del Códice Fejérváry-Mayer: "En él aparecen las cinco regio-
nes del universo, una de las cuales se encuentra en la parte central de
las cuatro que marcan los puntos cardinales." 31
La imagen, según lo reporta Cabrera, 32 está pintada de la siguiente
manera: en rojo, las cruces que forman el plano de la figura calendárica,
el disco central es verde y sobre éste se sobrepone un aro negro (fig. 7).
Lo que quiero hacer notar es que la figura calendárica o Quincun-
cen, de la temprana estructura lB' en Teotihuacán, es una representa-
ción de las cinco regiones del cosmos según la tradición mesoamericana
Memoria del proyecto arqueológico Teotihuacán 32 Rubén Cabrera Castro, "A Survey of Recently
80-82 (Castro, Rodríguez, Morelos, eds.), México, Excavated Murals at Teotihuacán", en J. Berlo (ed.),
INAH, ColecCión Científica 132, 1982, pp. 75-87. Art, ldeology, and the City of Teotihuacán, Dumbar-
" R. Cabrera y G. Cowgill, "El templo de Ouet· ton Oaks, 1992, p. 1 19.
zalcóatl', en Arqueolog(a Mexicana, vol. 1, núm. 1,
1993, p. 26.
178
DIANA MAGALONI KERPEL
y, sin embargo, los varios colores que se atribuyen a cada punto cardi-
nal, Norte-negro, Sur-azul, Este-rojo, Oeste-blanco,:n no se emplean en
la representación, lo que indica que ]a relación color-significado no es
tan directa.
Sin embargo, considero revelador el hecho de encontrar en Teoti-
huacán, desde esta temprana etapa de la pintura mural (1-200 d. C.), el ico-
no Quincuncen, asociado a las regiones del universo y al calendario, que a
su vez se relacionan con los colores rojo y verde. Volveremos al tema más
adelante, pero quisiera anotar por ahora que este hecho es una manifesta-
ción más de la preocupación por el tiempo que desde épocas tempranas
existe en Thotihuacán.
Alfonso Caso, en 1939, ya había propuesto la existencia de un ca-
lendario en Teotihuacán, basándose en la presencia de ciertos glifos con
numerales, entre los que destacan dos días del calendario: el Tigre (ja-
guar) y el Viento. 34 René Millon, basándose en evidencias arqueoastronó-
micas y como una labor que sintetiza su larga experiencia en el estudio
de la cultura teotihuacana, propone que la ciudad de Thotihuacán sea el
lugar donde se da inicio al tiempo, es decir, al calendario. 35 Thl vez este
concepto sirva de base al simbolismo del color.
Pero comencemos el recorrido por las épocas de la pintura. A con-
tinuación presento una síntesis (tabla 1) de los colores de la primera fa-
se técnica y la identificación de los minerales correspondientes median-
te difractometría de rayos X.
33 A López Austin, Cuerpo humano e ideolog(a, 35 René Millon, "Teotihuacán Stud1es: from
México, Universidad Nacional Autónoma de Méxi- 1950 to 1990 and beyond', en J. Berlo, op. cit.,
co, 1989, p. 65. pp. 382-388.
34 Alfonso Caso, Los calendarios prehispánicos,
179
CoLOR PIGMENTOS
Algunos ejemplos
Las pinturas del primer periodo son figuras geométricas y abstractas, co-
mo el mencionado Quincuncen de la estructura 1 B' o los murales conoci-
dos como "volutas entrelazadas", en la zona de los Edificios Superpues-
111
tos, las cuales parecen aludir al crecimiento de las plantas y al agua
(lám. 43 ). Sin embargo, se encuentran representaciones de índole figu-
rativa en las que se reconocen animales: la pintura de las "Aves verdes",
en la subestructura del Templo de los Caracoles Emplumados (zona 2,
subestructura 2) es un buen ejemplo de ello (lám. 44). Ahí se observan,
dentro del tablero enmarcado por una moldura, una serie de aves ver-
180
+
DIANA MAGALONI KERPEL
37 Lourdes Navarijo, "Las aves de la pintura mu- 38 M. Miller y K. Taube, The Gods and Symbo!s
ral teotihuacana", en De la Fuente, op. cit. of Ancient Mexico and the Maya, Thames and Hud-
son, 1993, p. 102.
181
ejemplo, no puede ser interpretada como casual. La fotografía al micros-
copio óptico de este color (lám. 45) y la identificación por difractometría
de rayos X de los varios minerales que componen este verde señalan un
acto deliberado por parte de quien pintó.
Por otro lado, esta misma fotografía muestra la incipiente técnica
de molido. La capa pictórica tiene un espesor aproximado de 250 mi-
cras. En la última etapa este mismo color llegaría a tener un espesor
mucho más fino, de unas 50 micras, aproximadamente.
Hacia fines del primer periodo se observa un uso particular del co-
lor rojo. La representación del "Jaguar con serpientes", en el Conjunto
Plaza Oeste, 3 H es un ejemplo de este fenómeno. La silueta del felino está
delineada con blanco y su cuerpo es del mismo color rojo-naranja que el
tóndo. Los ojos son una serie de círculos: negro en el medio, rodeado de
amarillo y rojo; de ellos surgen plumas que alguna vez fueron verdes. 40
Por ahora quiero resaltar la asociación del color de la piel del jaguar con
el color del tcmdo de la pintura. Este tipo de representación de felinos
rojos, como el fondo, van a constituir una de las tradiciones de la pintu-
ra teotihuacana a partir de la segunda fase técnica hasta la última. Este
tema será tratado posteriormente, pero es importante notar que se ini-
cia desde la primera fase, en la que se usa el color rojo-naranja (óxido de
fierro), y no el pigmento rojo-teotihuacano (hematita), como vamos a
ver más adelante. Como en el caso del Quincuncen, de la 1 B' en la Ciuda-
dela, parece interesante considerar el simbolismo del jaguar rojo como
una ck las claves para entender el código del color.
Otro ejemplo importante es el Templo de Bordes Rojos localizados
en una estructura excavada en el proyecto La Ventilla 92-93, coordinado
por Cabrera (lám. 46). La serie de pinturas colocadas dentro de
tableros con molduras que cubren el exterior de un templo son muy si-
milares a las "volutas entrelazadas" en cuanto al movimiento de las lí-
neas ondulantes y las figuras geométricas que se crean con ellas. Esta
vez las grecas fueron pintadas con un solo color, el rojo, utilizando dos
·'" R. Cabrera, "A Survey of Recently Excavated 40 /bidem, p. 121 .
Murals", op. Cll., p. 121.
182
- - __
________..........
DIANA MAGALONI KERPEL
U, N.A. M.
Binomios de oposición cromática y su relación con la cosmovisión
Si analizamos los datos sobre e] color con ]a metodología de pares de
oposición propuesta por Roque, tenemos que hay varias parejas de con-
trarios.
El primer binomio, y tal vez el más básico, lo forman colores com-
plementarios y por tanto opuestos: rojo-verde. Los colores complementa-
rios producen sensaciones visuales de efecto vibrante porque sus cro-
matismos interactúan simu1táneamente. 42 En el binomio rojo-verde, el
primero ocupa el fondo y el segundo la figura.
A partir del binomio fondo (rojo)/figura (verde-brillante), es posi-
ble agrupar las representaciones del Quincuncen, en ]a estructura 1 B' de
la Ciudadela (lám. 42), donde el círculo verde de la quinta dirección se
encuentra al centro de la figura octagonal roja que representa los puntos
cardinales, con todas las representaciones de círculos concéntricos, ver-
brillante (chalchíhuitl), colocados sobre un fondo rojo-naranja en la
mayor parte de los marcos de los tableros del primer periodo.
Por ahora, podemos asumir que el rojo y el verde, como pareja de
oposición, son la base de la policromía de la primera etapa de pintura
mural en Thotihuacán. Este binomio posiblemente representa dos fuer-
zas de génesis. Recordemos que los pueblos mesoamericanos compar-
ten una visión fundamental del cosmos, como la consecuencia de la
unión de contrarios. "Un principio de la cosmovisión de los pueblos del
Altiplano Central es el de la geometría del Universo ... En esta cosmovi-
sión destaca magna (y al mismo tiempo filtrada en todos los ámbitos)
una oposición dual de contrarios que segmenta el cosmos para explicar
su diversidad, su orden y movimiento." 43
La figura del Quincuncen podría ser la clave para tratar de com-
prender esta dualidad básica del simbolismo del color. ¿Por qué el rojo
es siempre el color de fondo?, ¿qué indica la superposición de chalchí-
1111itl verde sobre el fondo rojo en las molduras?, ¿por qué es intercam-
biable en el discurso pintado esta representación?; en fin, ¿cuál es la re-
4 ·' J. Cohen, op. cit., pp. 38-41. 43 A. López Austin, Cuerpo humano e ideología,
op. cit., p. 59.
184
DIANA MAGALONI KERPEL
185
Es probable entonces que la primera relación de significados para la
oposición verde-rojo sea precisamente su contraparte conceptual cen-
tro-plano terrestre (verde)/fondo-puntos cardinales (rojo).
El rojo es el color de las cuatro regiones del universo, la del tiempo
47
mítico donde habitan los dioses que van turnando su. influencia buena
y mala sobre la tierra, generan el movimiento, el cambio de estaciones
de lluvias y de secas. El centro verde es la región donde viven los hom-
bres, el tiempo actual, 48 que se ve afectada por este rotar continuo de las
inf1uencias cardinales del otro tiempo-espacio. 49
Extendiendo un poco nuestras conjeturas, es posible que los tem-
plos, cuyas molduras se policroman con fondo rojo y círculos concéntri-
cos verde-brillante, estén aludiendo a este concepto general de tiempo-
espacio sagrados. De ser así, las imágenes dentro de los marcos, o los
colores que se relacionen con este binomio rojo/verde, constituyen el
tercer elemento de la interpretación de los significados. En el caso de
las "Aves verdes", por ejemplo Oám. 44), sería el advenimiento de la lluvia
y la inf1uencia de los númenes del Oeste. De la misma forma, si encon-
tramos un círculo horadado de algún otro color, como el negro de la re-
fiG. 8
Molduras de la primera etapa técnica
con representaciones de
chalchfhuitl verde-brillante sobre
fondo rojo-naranja.
·l'i "T1empo mít1co" y "tiempo de los hombres" o 48 El color verde tiene también la connotación
"actual" son conceptos que usa López Austin para de corazón, de lo precioso; en este caso se refiere
expl1car la cosmovis1ón mesoamericana. Una ma- al plano del mundo cuya representación es un cen-
nera de interconectar ambos tiempos es a través tro verde y cuatro pétalos grandes con las cuatro
de los r1tuales que va señalando el calendario reli- regiones cardinales. Cfr. López Austin, op. cit., p. 65.
gioso de 260 días. Véase López Austin, Cuerpo hu- 49 "Los dioses van a morar al otro espacio; pero
mano e 1deologia, op. ot., y Los mitos del tlacuache, mantienen vínculo con sus imágenes terrenas y en-
Méx1co, Al1anza, 1990. vían desde el otro espacio sus influencias"; A Ló-
pez Austin, Los mitos del tlacuache, op. cit., p. 87.
186
DIANA MAGALONI KERPEL
187
(léím. 44)," 2 podríamos inferir que el verde construye oposiciones de
acuerdo con la calidad seca-madura/húmeda-fresca del tono. 53 El color
ocre, por su parte, se usa en estos mismos contextos, por lo cual entra
en el juego de oposiciones seco-húmedo, como matiz seco.
La segmentación seco-húmedo, que es la misma que tierno-madu-
ro, cuando se refiere a la vegetación, se construye a partir de la tonali-
dad y del matiz." 4 De esta manera, la oposición básica húmedo-seco no
es excluyente de otros colores que puedan entrar en el juego. Si consi-
deramos que las sociedades agrícolas como la teotihuacana están en
continuo contacto con el ciclo de las plantas, los colores húmedos y fres-
cos representan los brotes tiernos, mientras que los tonos secos y roji-
zos, la madurez y por fin la muerte. El color rojo, como muerte, nos
vuelve a remitir al movimiento, al inicio del tiempo, a la renovación del
ciclo eterno. El verde, en cambio, se refiere nuevamente a la superficie
terrestre, a través de la representación del ciclo verde de las plantas.
El esquema siguiente (tabla 2) resume la posible relación de los
pares de contrarios de los colores de la pintura mural de la fase técnica l
y sus implicaciones con conceptos generales basados en pares de oposi-
ciones de la cosmovisión mesoamericana.
La doctora Lourdes Navarijo identifica estas 54 Recuérdese que hay diez segmentos princi-
aves como amazonas, señalando que su asociación pales de matices dependiendo de las longitudes de
con la lluv1a es evidente, ya que producen sonidos onda de las familias de colores: azul, azul-verde,
particulares que anticipan su llegada. Véase De la verde, verde-amarillo, amarillo-rojo, rojo, rojo-mora-
Fuente, op. c1t. do, morado-azul. J. Cohen, op. cit., p. 4 1.
oJ Cfr. H. Conklin, op. cit., p. 341, y U. Eco, op.
Cit., pp. 169-1 70.
188
DIANA MAGALONI KERPEL
1 Luminosidad 1
recorrido verde-brillante
r
anual del sol verde azul -----.. húmedo -----.. tierno el centro
solsticios de
1nv1erno y
verano
Norte-Sur verde-seco el tiempo
ocre seco _____,.. semilla como cuatro
.--:--:----:-:-----, rojo direcciones
.__M_a_t_iz_lt_o_n_o___, negro
TABLA 2. Esquema que resume los binomios de oposición del sistema de la expresión y del sistema de
189
pigmento negro, por lo que creo que ambos tonos son vistos como los
variantes oscuro-claro del color negro .
El fondo de color unitonal de las imágenes va a ser rojo-teotihua-
cano, y por tanto la relación cromática cambia completamente. Es una
etapa de luminosidad oscura. La tabla 3 muestra la nueva paleta cro-
mática.
COLOR PIGMENTOS
verde-brillante malaquita
verde seco malaquita (verde), lepidocrocita (ocre)
verde-azul malaquita, hematita (rojo), azurita (azul)
y pirolusita (negro)
*rojo-oscuro hematita + negro
*rojo-teotihuacano hematita
*rosa-medio hematita, óxido de fierro (naranja) y lepidocrocita
(ocre)
*rosa hematita y cal (blanco)
ocre lepidocrocita (ocre)
*amarillo lepidocrocita y cal
*negro pirolusita
*azul- marino pirolusita y yeso (parece tener una sustancia
orgánica no identificada)
• Nuevos pigmentos.
190
---- ---- - ------
55 J.C. Langley, op. cit., p. 133. 56 A. Miller, op. cit., p. 131, f1gs. 262-263.
191
2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Escala inspirada en los segmentos de luminosidad propuestos por Munsell, y sus equivalentes en la
'"' Sl.
escala de rojos de la segunda fase técnica en Teotihuacán.
192
DIANA MAGAlONI KERPEl
193
ner que, en el caso particular del jaguar-rojo, se trata de un ritual o de
una advocación del jaguar de la noche, o de la cueva.
194
DIANA MAGALONI KERPEL
195
Entonces, a manera de hipótesis, ya que es dificil utilizar fuentes que
se refieren al pensamiento nahua muy posterior a Thotihuacán, podría-
mos proponer que las bandas ondulantes de dos colores se refieren a
estas "vías de comunicación" por las que viajan las influencias duales
de los dioses. El claro-oscuro del color se articula con la concepción de
fuerzas distintas. La forma de greca, a la concepción de esta energía co-
mo helicoidal.
Ahora bien, si tomamos en cuenta que estas grecas enmarcan imá-
genes situadas sobre un fondo rojo-oscuro unitonal, y consideramos la
posibilidad de que el fondo rojo indique, como en la primera etapa, que
se trata de algo que ocurre en el otro espacio eel tiempo de los dioses, de
las regiones cardinales, del calendario, de los antepasados), la relación
entre las bandas ondulantes en dos grados de luminosidad del color ro-
jo, el fondo rojo y la representación adquieren otro sentido.
El color rojo nos estaría señalando que las imágenes que vemos
surgen de otro plano del tiempo, como si la imagen-concepto flotara en
este sitio inmemorial, del ciclo eterno. Las bandas ondulantes indican
las vías comunicantes, es decir, la conexión entre ese otro espacio, para
usar palabras de López Austin, con el plano de la tierra o el tiempo de
los hombres (el tiempo del rito).
Thl vez algún día podamos leer las imágenes con mayor precisión
y entender a qué corresponde el momento que representan las pictogra-
fias. Sin embargo, esta interpretación del color rojo como tiempo mítico y
bandas ondulantes en tonos oscuro y claro de rojo, como las vías de comu-
nicación de los númenes que habitan en el otro espacio, en las cinco re-
giones del universo que afectan el tiempo de los hombres, parece coin-
cidir con la percepción de René Millon acerca de Teotihuacán como
ciudad de homenaje al nacimiento del tiempo. Millon señala que en la
sagrada cueva de Thotihuacán -y ésta sería la razón por la que la Pirá-
mide del Sol se construyó en el sitio donde está- ocurrió un importante
fenómeno astronómico hacia finales del primer siglo antes de nuestra
era. Los observadores pudieron presenciar que el sol se ponía exacta-
mente en la entrada de la cueva los días 29 de abril y 12 de agosto. El in-
196
•
DIANA MAGALONI KERPEL
tervalo entre ell2 de agosto y el 29 de abril es 260 días, que son los días
del calendario ritual. El intervalo entre el 29 de abril y el 12 de agosto
son 105 días, lo que es igual a 52+ 1 +52. Es conocido que cada 52 años
los dos calendarios, el ritual de 260 días y el llamado año vago de 360
coincidían marcando el fin y el inicio de las eras. Este suceso debió de
haber sido muy significativo para los teotihuacanos, ya que las cuevas
son los lugares sagrados de nacimiento. La cueva señalaría el lugar del
nacimiento del tiempo y la ciudad se orientó hacia este suceso.li 1
Si Teotihuacán se orienta hacia el día en que comenzó el tiempo
por la creencia de que la ciudad era el sitio en donde el tiempo había na-
cido, el plano reticulado de sus construcciones, cuya orientación es dis-
tintiva, representaría una celebración eterna de este hecho.li 2
El segundo punto que quiero tratar es la representación del '\Ja-
guar con vientre abultado" (láms. 47 a 49) y las varias parejas de colores
en oposición que articulan el plano de la expresión y el del contenido.
El jaguar es un animal nocturno; en la tradición mesoamericana
también está relacionado con las cuevas, con el agua, con el corazón del
monte. Gramáticamente, el binomio figura-fondo es para este caso rojo-
rojo. Esto podría indicar que si el fondo de la pintura mural es rojo por
ser el color del tiempo mítico, entonces el jaguar-rojo estaría asumiendo
parte de esta connotación. 5 3 Al relacionar la imagen roja del jaguar con
la cueva por donde, según Millon, emergió el tiempo, el color de su piel
adquiere sentido dentro de la mitología de la ciudad. El jaguar-rojo es la
representación del animal sagrado de la cueva de Thotihuacán. Por otra
parte, y con esto se refuerza el argumento, Alfonso Caso encuentra que,
entre los glifos que lo hacen suponer la existencia del calendario en la
ciudad de los dioses, está el glifo 8 tigre. "Ahora bien .. . 8 tigre: es el nom-
bre calendárico de un dios al que los mexicanos llaman Tepeyolohtli, 'co-
197
razón de monte', que era la deidad de las cavernas y del eco[ ... ] el día 8
tigre había nacido Tepeyolohtli, según el Códice Telleriano Remensis. '164
La otra pareja de contrarios cromáticos que se genera en la repre-
sentación del jaguar nocturno es la segmentación del rojo basada en grados
de luminosidad. Volvemos a un binomio conocido: rojo-claro/rojo-oscu-
ro, el cual sugiere el movimiento del sol, como habíamos apuntado.
Ahora bien, el poderoso jaguar, tanto en el área maya como en el altipla-
no mexicano se identificaba también con el astro rey. 65 De este modo, el I
color rqjo de la representación del "Jaguar con vientre abultado", en sus dos 1
binomios rojo-rojo y rojo claro-rojo oscuro, identifica al concepto jaguar-
rojo con dos elementos que forman el tiempo: el sol nocturno y la cueva (
brillan con luz propia, son, en efecto, los discos amarillos que rodean la
pupila y el plumaje verde malaquita del tocado y de los párpados.
El binomio umbroso-brillante implicaría una atribución de ele- S
,; 4 A. Caso, op. cit., p. 156. asociara al sol con el jaguar". M. Miller y K. Taube,
,;,, "La estela del nevado de Toluca sugiere que op. cit., p. 158.
Sl
en el Méx1co central, desde el clásico terminal, se y
198
T
DIANA MAGALONI KERPEL
Conclusiones
Mucho falta por encontrar acerca de la simbología de los colores en la
pintura teotihuacana; sin embargo, considero que la metodología em-
pleada resulta sumamente rica para el análisis de obras prehisp<:1nicas,
ya que la base filosófica del pensamiento mesoamericano es la unión de
contrarios, y los colores se estructuran en binomios de oposición .
Para este trabajo, el análisis particular de ciertas obras de los dos
primeros periodos fue muy productivo. La relación entre la estructura de
los colores en las obras (con base en los fenómenos de luminosidad, ma-
tiz, saturación y contraste), la forma y la iconografía de la representa-
ción, me fue llevando a conclusiones que nacían directamente de la ob-
servación de la pintura y no el proceso contrario. Esto es, las ideas
vertidas por René Millon, acerca de Thotihuacán como el lugar donde el
tiempo nació, y por Alfonso Caso, sobre la existencia de un calendario
teotihuacano, sirvieron de respuesta a las preguntas surgidas del análi-
sis del color; no intenté encontrar en la pintura evidencias de estas pro-
puestas.
La posibilidad de que el color rojo unitonal del fondo de las repre-
sentaciones indique el tiempo mítico, el otro espacio, y que por tanto lo
que vemos en la representación es lo que está ocurriendo en él, coinci-
de, a mi parecer, con la pintura mural misma, con la cosmovisión mc-
soamericana y con la idea de que la gran ciudad sea un homenaje al día
en que nació el tiempo y que a ello se debe su orientación astronómica,
como lo propone René Millon . Ello no implica que las imágenes sean
calendáricas; simplemente se propone que habría que considerar que la
función de la pintura mural, con sus fondos rojos y sus marcos de grecas
y helicoides, es la de representar el otro espacio, un momento del tiempo
mítico y su relación con el tiempo de los hombres a través del ritual que
se hubiera desarrollado dentro de su espacio.
Las bandas de grecas ondulantes que enmarcan la mayor parte de
las pinturas parecen ser importantes para esta interpretación. Es muy
sugerente la coincidencia entre estas imágenes, su binomio claro-oscuro
y la idea nahua de que los influjos viajan en las cuatro esquinas y al cen-
199
tro del plano del cosmos por medio de fuerzas duales que se conciben
como corrientes de forma helicoidal.
Esta imagen refuerza la idea de conceptualizar el plano rojo del
fondo como tiempo mítico, plano del cosmos, otro espacio, ya que siem-
pre se verá enmarcado por estas cenefas de grecas y, en fases posterio-
res, por bandas que se entrecruzan.
Considero que los teotihuacanos, como muchos otros pueblos agríco-
las, leían en los fenómenos naturales la esencia de sus divinidades e in-
terpretaban los acontecimientos del universo como señales que les pro-
porcionaban respuestas. Los colores que poseen los diversos eventos y
entes de la naturaleza son incorporados a su código simbólico. De esta
manera, el binomio rojo-claro/rojo-oscuro pudo haber tenido origen en
los colores del cielo con la puesta y la salida del sol. Los dos tonos yuxta-
puestos sintetizan un proceso y una dualidad importante en el pensa-
miento indígena de entonces: el sacrificio del sol por la noche y su vic-
torioso resurgimiento al día siguiente.
Los colores distintos de las plantas, particularmente el de las hojas
de los árboles (significativas figuras míticas) -que en sus primeros bro-
tes son rojizas y pardas, y más tarde poseen un verde tierno, fresco, el
cual se va madurando hasta adquirir el tono verde-seco, ocre, para final-
mente morir como hojas rojas-, parece haber inspirado otra serie de
pares de colores basados en el matiz.
Este fenómeno se incorpora al código de los colores con los bino-
mios de oposición húmedo y tierno-seco y maduro, y en los extremos el
rojo, que es el paso a otro tiempo, el de la muerte y el de la continuación
de la vida. No es casual que en los entierros los pueblos precolombinos
esparcieran hematita o cinabrio (ambos pigmentos rojos) en los cuerpos
de sus muertos y en sus objetos. Como si los pintasen de otro tiempo.
(Aquí nuevamente aparece la distinción entre rojo claro-cinabrio, de to-
no bermellón-brillante, como nacimiento, y hematita -de tono oscuro,
guinda-, como muerte.)
Con los verdes en sus varios matices, bien resueltos técnicamente
desde el primer periodo de la pintura teotihuacana -mediante la mez-
200
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201
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203
DISCRIMINACIÓN: FUNCIONES VISUALES
Y CULTURALES
(ENTRE NATIONAL DE LA RECHERCHE
SCIENTIFIOUE, PARiS/INSTITUTO
265
cultural de los colores, en el sentido amplio de la palabra, no es otra co-
sa que la explotación de esta característica de nuestro sistema visual, es
decir, nuestra capacidad de discriminación. Sin embargo, esta formula-
ción pudiera hacer pensar que hablo de lo cultural por analogía con lo
perceptual.
En realidad, no se trata de reducir lo cultural a una determinación
fisiológica, sino de subrayar la manera en que lo cultural se apoya en
una de las características de nuestro sistema visual. Así, sugiero que ha-
bría que pensar en la discriminación como un fenómeno tanto fisiológi-
co como cultural. Desde el punto de vista fisiológico, se trata en efecto
de una especialización de nuestro sistema visual, muy bien adaptado
para discriminar los colores, en la medida en que está organizado para
acentuar las diferencias, tanto de luminosidad como de tonalidad. Así se
explica el fenómeno de contraste que nos hace acentuar las diferencias,
sobre todo en la región de contacto entre zonas yuxtapuestas, ya sean
claras y oscuras, o de dos colores distintos.
Sin embargo, cabe precisar que cuando hablo de la capacidad
discriminatoria, así como de la de acentuar las diferencias, no se tra-
ta de un nivel puramente perceptual. En realidad, no existe tal nivel
puramente "perceptual" sin que intervengan procesos cognoscitivos, 2
es decir que nuestra capacidad discriminatoria, respecto a los colo-
res, es al mismo tiempo un fenómeno perceptual y un fenómeno
conceptual. 3
En este sentido, me parecen particularmente sugestivas posicio-
nes como las de algunos científicos del siglo xrx, porque no establecían
diferencias entre un nivel perceptivo y otro cognoscitivo. Chevreul, por
V1sual Dysfunction, Londres, Macmillan Press, 3 Sobre el debate, en la filosofía analítica, entre
1991, pp. 202-220. En el anexo de este trabajo, los niveles perceptuales y conceptuales, véase J.
doy una breve síntesis de la visión de los colores. Bouveresse, Langage, perception et réafité, t. 1: La
·' Véase H. Barlow, "What Does the Brain See? perception et le jugement, Nimes, Jacqueline
How Does 1! Understand?", en lmages and Unders- Chambon, 1995, en particular la introducctón,
(H. Barlow, C. Blakemore y M. Weston- pp. 11-34.
Smlth, d1rs.), Cambndge, Cambridge University
Press, 1990, pp. 5-25.
266
GEORGES ROQUE
4 M.-E. Chevreul, De la /oi du contraste simulta- 5 Véase U. Eco, "How Cultures Condit1ons the
né des couleurs ... , París, Pitois-Levrault, 1839, § Colours We See", en On Signs (M. Blonsky, dlr.),
1007. Baltimore, The Johns Hopkins Univers1ty Press,
1985, p. 158.
267
azul, amarillo, violeta, anaranjado, rosa, pardo, y tres categorías acromá-
ticas: blanco, negro y gris. 6
Establecer analogías entre el funcionamiento de nuestro sistema
visual y la codificación cultural de los colores no tiene sin embargo na-
da nuevo. El antropólogo Marshall Sahlins había ya mostrado de manera
sugestiva que las primeras fases que han distinguido Berlin y Kay, en su
controvertido ensayo Basic Color Terms, corresponden muy bien al fun-
cionamiento de las oposiciones que rigen de manera antagónica nuestro
sistema visual. A la fase I (términos básicos de color: blanco-negro)
mrresponde el contraste de claridad; a la fase II (blanco, negro, rojo) co-
rresponde también la oposición acromático (blanco-negro)-cromático
(rojo)? en las fases III a V, siguen el verde, el amarillo y el azul, que corres-
ponden así a dos pares de colores complementarios: rojo-verde y azul-
amarillo. Esto lleva a Sahlins a notar que "la prioridad evolutiva de los
cuatro [colores] primitivos, en conjunción con el blanco y negro, está
claramente relacionada en el plan fisiológico con la teoría de la visión
de los colores del 'proceso opositorio' de Hering". 8
Me parece interesante subrayar lo que hace posible la analogía
que establece Sahlins: la visión de los colores es ya un proceso de codifi-
cación en términos de oposiciones: claridad-oscuridad, saturado-desatu-
rado, contraste entre colores complementarios (rojo-verde, azul-amarillo),
etcétera, de tal suerte que no hay que asombrarse si el mismo proceso
rige también la formación de los términos "básicos" de color. Ahora, ¿có-
mo entender los usos culturales del color?
Función clasificatoria
Una función muy importante del color, que hace posible el proceso de
discriminación, es su función clasificatoria. En efecto, en un primer ni-
vel, el color nos sirve para diferenciar. De esto, los ejemplos en la vida
"Véase V. Walsh y J. Kulikowski, "Seeing Co- 7 Véanse a este propósito los comentarios de
lour", en The Artful Eye (R. Gregory el al., dirs.), Ox- C. Lévi-Strauss, Le Regard éloigné, París, Plan,
ford, Oxford University Press, 1995, en particular 1983, pp. 163-1 64.
pp. 272 y ss. Un sistema semejante ha sido obser- 8 Véase M. Sahlins, "Colors and Cultures", en
vado en algunos animales. Semiótica, vol. 16, núm. 1, 1976, p. 7.
268
GEORGES ROQUE
269
la función clasificatoria del color no se limita al llamado "pensamiento sal-
vaje"; la ciencia occidental "avanzada" también utiliza categorías cromáti-
cas, por ejemplo para clasificar las microalgas: cianobacterias (azul-verde),
rhodophiceas (rojo), cloroficeas (verde), xantoficeas (amarillo), etcétera. 12
Función de distinción
Las categorías cromáticas de los sistemas clasificatorios sirven sobre to-
do para pensar, es decir ordenar las cosas y utilizarlas con fines prácti-
cos, ya sea de manera sencilla, para diferenciar dos cosas, sin riesgo de
equivocación (la sección amarilla del directorio), o bien de manera más
compleja, en el caso de la curación por el color de las plantas.
Habría que distinguir este uso de los colores que sirve para pen-
sar, del uso de Jos colores que sirve para comunicar. En este último caso,
propongo hablar de la función de distinción del color. Si bien es cierto
que la facultad de distinguir se parece mucho a la de diferenciar, los
fines difieren: la función de distinción que revisten los colores es una
función eminentemente social, que implica mandar señales, es decir
comunicar a Jos demás esa distinción, en todos sus sentidos, como lo
mostró muy bien el sociólogo Pierre Bourdieu. 13 En este sentido, el co-
lor es lo que me distingue de los demás, y este signo de distinción es
precisamente lo que me da "distinción". Los signos de distinción tienen
así un doble papel: signo de reconocimiento como pertenencia a un gru-
po, y manera de diferenciarse de los demás. Contribuye así a la iden-
tidad, si vemos en ésta la misma doble función diferencial de identifica-
ción y rechazo. 14
tos de med1c1na náhuatl, op. Cit., pp. 143 y ss. Sobre (G. Roque, dir.), Marsella, Verba Volant, núm. 3,
la relacrón entre medicina y magia, véase G. Agui- 1992, p. 145.
rre Beltrán, Med1c1na y magia: el proceso de acultu- 13 P. Bourdieu, La Oistinction: critique socia/e
' ación en la estructura colonial, México, INI, 1963, du jugement, París, Minuit, 1979.
reec1. en Ob1a antropológica, t. VIII , México, FCE, 14 Véase a este propósito la útil clarificación de
1992. Véase también el texto de D. Dehouve en L. Villoro, "Sobre la identidad de los pueblos", en
este volumen. América Latina, historia y destino: homenaje a Leo-
1
·' Véase C. Gudin, "La vie nous en fait voir de po/do Zea, t. 2, México, Universidad Nacional Autó-
toutes les couleurs", en L 'expérience de la couleur noma de México, 1992, pp. 395-405.
270
GEORGES ROQUE
271
la Edad Media con el "escarlata"Y En México, los colorantes naturales
tenían la misma función social: caracol púrpura, 18 cochinilla, añil. Del
mismo modo, el uso de ropas adornadas con plumas de color era un
privilegio de la nobleza mexica. 19 Para asegurar la permanencia de es-
te privilegio, el uso de ciertos colores era a menudo prohibido a las cla-
ses bajas.
Aparte de distinguir clases sociales, las ropas con colores específi-
cos sirven también para señalar un estatus social, como solteros en edad
de casarse, lo que vale tanto para los hombres (en los Altos de Chiapas)
como para las mujeres (mazahuas, 20 por ejemplo) .
3. Por fin, el tercer nivel consiste en distinguirse, como individuo,
de los demás, mediante el uso de colores, lo que puede lograrse por me-
dio del coche, de las ropas, o por el color de la fachada de su casa. Por
ejemplo, dentro de una serie de casas idénticas, el color permite dife-
renciar la propia de las demás (lám. 88).
Cabe precisar que esta enumeración no significa que cada nivel
excluye los otros; al contrario, se pueden combinar, en la medida en que
cada persona existe siempre al mismo tiempo como individuo y como
parte de una colectividad. Así, el ojo educado de una persona que vive
en una comunidad indígena puede distinguir los diferentes niveles (en
particular, las formas y los colores específicos del grupo, del pueblo y,
en ciertos casos, de la tejedora).
Dentro del tercer nivel, individual, podríamos ubicar también la
jimción del color, cuyo propósito es llamar la atención. Muy
frecuente en el mundo animal (pienso en particular en los colores que
exhiben los machos cuando cortejan a las hembras), ese uso se encuen-
tra entre los humanos, por ejemplo en el color de las ropas, la
,., Véase J. Gage, Color y cultura, tr. esp., Ma- Yturbide, directora), México, Fomento Cultural Ba-
drid, Siruela, 1993, p. 80 y nota 17. namex, 1993, pp. 45 y ss.
10
Sobre su uso social, véase la monografía El 20 E. Samuel Morales, exposición en el semina-
caracol purpura: una tradición milenaria en Oaxaca rio El Color en el Arte, México, Universidad Nacio-
(M. Turok, directora), México, SEP/Dirección Gene- nal Autónoma de México, IIE, 1993, basado en su
ral de Culturas Populares, 1988, en particular p. 23. estudio Color y diseño en el pueblo mazahua, Tolu-
"'Véase A. Cue, "El arte plumaria entre los me- ca, CICSYH, Universidad Autónoma del Estado de
xica", en El arte plumaria en Méxrco (T. Castelló México, 1988.
272
GEORGES ROQUE
Análisis semiótico
La descripción que precede es quizá útil para enfatizar las múltiples fun-
ciones del color en el universo cultural; sin embargo, no nos ayuda para
analizar los elementos cromáticos tal como se encuentran en obras co-
mo un textil o una pintura, por ejemplo.
Por eso hay que regresar a nuestro punto de partida y poner pri-
mero en evidencia el hecho de que la discriminación a nivel visual opera
ya en términos semióticos, partiendo de pares de oposición, como lo he-
mos visto. Esta estructuración en términos de pares de oposición Ülcilita
la utilización, en el análisis, de la semiótica.
Para utilizar las herramientas de la semiótica de Eco y otros,.!.' va-
mos a llamar al plano perceptual (o significante) plano de la expresión,
y al plano semántico (o significado), plano del contenido. Cada uno de
los dos planos está organizado por series de oposiciones que permiten
constituir un sistema; así, existen un sistema de la expresión y un siste-
ma del contenido. Y lo que se llama código consiste en poner en rela-
ción elementos del sistema de la expresión con elementos del sistema
del contenido. El ejemplo básico, que significativamente implica los co-
lores, es el del semáforo. El código del semáforo consiste en la articula-
ción de dos sistemas de oposición: verde-rojo en el caso de la expresión;
permiso-prohibición, en el caso del contenido.
Thdo eso se puede aplicar al análisis del simbolismo de los colores.
En efecto, el contraste claro-oscuro ha dado lugar, como sabemos, a mu-
21 U. Eco, Signo, trad. esp., Barcelona, Labor, retórica de la imagen, tr. esp., Madrtd, Cátedra,
1988, y Grupo Tratado del signo visual: para una 1993.
273
chas formas de simbolización: pureza-pecado, vida-muerte, día-noche.
Para dar otro ejemplo sencillo de utilización simbólica del código cromá-
tico, la misma oposición verde-rojo cumple un papel importante en el
sistema cultural nahua, como se nota por la frecuencia de sus represen-
taciones pictóricas. Sin embargo, este plano expresivo debe relacionarse
con el plano semántico, donde la misma oposición se encuentra relacio-
nada con otras oposiciones, como de flujos 1íquidos: agua (verde)-sangre
(rojo), o de tiempo : día-noche. 22
La comprensión del simbolismo de los colores como formas par-
ticulares de códigos que permiten articular el sistema de la expresión y
el sistema del contenido me parece muy rica y estimulante para el aná-
lisis, tanto de las obras como del pensamiento. Implica en efecto que a)
hay muchísimas simbologías posibles, aun dentro de la misma cultura;
b) que los colores no son por sí mismos simbólicos, puesto que el simbo-
lismo consiste en asociar elementos de los dos planos; e) que no se pue-
de estudiar el simbolismo de un color de manera aislada, puesto que se
trata de sistemas de relaciones y de oposiciones; d) que el simbolismo
de los colores es algo arbitrario, en el sentido de que no hay ninguna re-
lación directa entre, digamos, el verde y la esperanza; sin embargo, el
simbolismo está motivado dentro de cada cultura; e) que la importancia
de este simbolismo en la vida cultural de los pueblos viene precisamen-
te de que son códigos flojos, inestables y borrosos, a lo cual se agrega
que por su "naturaleza", los colores no tienen ninguna relación privile-
giada con un significado particular; al contrario, pueden ser asociados
con significados opuestos (el rojo puede simbolizar tanto vida y fuerza,
como herida y muerte). Así, la enorme importancia del color para el
simbolismo viene de la flexibilidad de las asociaciones a las que puede
·'·' Véase en este volumen el texto de D. Maga- el arte mexica" en XII Coloquio Internacional de
lorll. asl como las referencias que hago en la intro- Historia del Arte, 1492. Dos mundos: paralelismo y
ducm)n a los trabajos de Dúrdica Ségota, quien ha convergencias, México, Universidad Nacional Autó-
mostrado en este sentido cómo el lenguaje plástico noma de Méx1co, 1991; véase también, de la misma
mcx1ca util1zaba pares de contrastes (como blanco autora, el capítulo sobre el color en su libro Valores
y negro) para expresar valores semánticos (lumino- plásticos del arte mexica, México, Universidad Na-
s•dad-oscumJad, caliente-fria); cfr. "Cromatismo en cional Autónoma de México, IIE, 1995, pp. 77-1 OO.
274
GEORGES ROQUE
275
Entre los procedimientos retóricos, la metáfora cumple un papel
clave en el simbolismo del color: en la medida en que, por ejemplo, la
turquesa tiene un color azul verde, el uso de este color puede tener dife-
rentes significados, denotativos o connotativos. Como lo ha señalado J .
Galarza a propósito de los códices:
n J. Galarza, El color en los códices: segunda Universidad Nacional Autónoma de México, IIE,
lecc1ón, México, 1996, publicado por el autor, p. 14. 1988, pp. 133-1 44.
''H E. Vargaslugo, "Los niños de color 'quebrado' 29 S. Al berro, Del gachupfn al criollo: o de cómo
en la p1ntura de Juan Correa", en XI Coloquio lnter- los españoles de México dejaron de serlo, México,
nacwnal de Historia del Arte. Historia, leyendas y El Colegio de México, 1992, p. 29.
mitos de México: Su expresión en el arte, México,
276
GEORGES RoauE
30 ldem., pp. 29-31. Sobre el contexto general Guadalupe: la formación de la conciencia nacwnal
de la presencia temprana de los franciscanos en en México, tr. esp., 2" ed., México, FCE, 1985; S. Gru·
México, cfr. G. Baudot, La pugna franciscana zinsky, La guerra de las imágenes de Cnstóbal Co-
por México, México, Alianza, 1990. lón a "Biade Runner", tr. esp., México, FCE, 1995.
31 F. de la Maza, El guadalupanismo mexicano,
277
ciar a su uso, a pesar de la insistencia de los demás partidos: tal utiliza-
ción exclusiva facilita en efecto la asociación, es decir la confusión, entre
partido político y nación. 32 La confiscación de los colores de la bandera
por un partido tiene como consecuencia que su aparición, por ejemplo
en un altar de la Virgen de Guadal u pe (lám. 91 ), siempre siembre la du-
da: es difícil decidir si se trata solamente de exaltar el valor patriótico de
la Virgen, o si contiene además una forma de propaganda política.
Otro ejemplo interesante es un pequeño letrero que era parte de la
campaña publicitaria de una tienda de departamentos, poco antes del Día
de la Independencia (lám. 92), lo que explica la utilización de los colores
nacionales, aunque se trata de un rosa y no de un rojo. El objetivo de esta
publicidad es signitl.car visualmente, por los colores, el nacionalismo de la
tienda, en el contexto de la celebración del Día de la Independencia.:n
Con este recorrido por las distintas utilizaciones sociales y cultura-
les del color, espero haber contribuido a complementar el paisaje delco-
lor en aportando un método de análisis que tal vez será útil para
seguir el estudio de las múltiples manifestaciones del color.
Anexa al presente trabajo presento una breve síntesis de la visión
de los colores en el hombre, que debería permitir entender mejor algu-
nas de mis consideraciones iniciales.
Anexo
El color se puede definir como una sensación, una impresión sensorial
que nace de la acción de la luz sobre los conos de la retina. En este sen-
tido, el color no es una propiedad de las cosas, sino que se produce den-
·0 Véase J. Ureña. "El PRI no aceptará renunciar porque somos mexicanos. ¿Qué no ve usted los
al uso de los colores patr1os", en La Jornada, 26 de tres colores de la bandera? Por eso votamos por él"
octubre de 1995. (La Jornada, 5 de febrero de 1994).
La función argumentativa del uso político de los 33 Además de esta argumentación visual, hay
colores de la bandera nacional podría parecer de un mensaje de tipo subliminal que se da a través
poca 1mportanc1a. Sin embargo, las repercusiones de los colores. ¿Cuáles son, en efecto, las tres pri-
d1stan mucho de ser banales. Así, por ejemplo, me meras letras que aparecen coloreadas?: PRI. El he-
parece muy significativa esta entrevista con algu- cho de tomar conciencia de este mensaje transmi-
nos tzeltales de Chiapas: "-Pregunta: ¿En su co- tido por los colores confiere otro signifrcado al
munrdad [de El Carmen] son todos del PRI?- Res- slogan "Por siempre México".
puesta: Si, somos todos y hasta los niños ya lo son,
278
GEORGES ROQUE
279
tipo ( + ), y alrededor, de tipo (-): las señales transmitidas son excitado-
ras y/o inhibidoras. Por eso se llama sistema de codificación antagóni-
co. Con este sistema, las reacciones son mucho más fuertes, precisa-
mente cuando hay una diferencia de estimulación luminosa entre el
centro y la periferia del campo receptor: cuando ambas partes están
iluminadas o en la oscuridad, hay una respuesta "normal" (que sería
como el grado cero); así, las respuestas en forma de señales eléctricas
son mucho más fuertes cuando hay una diferencia entre centro y alre-
dedor: ( +) si sólo el centro está estimulado; (-) si sólo la periferia está
estimulada. Esto quiere decir que el sistema de codificación antagónico
está perfectamente adaptado para reaccionar a las diferencias de inten-
sidad luminosa (Y también, lo veremos más adelante, a las diferencias
cromáticas) . Por otra parte, también es interesante subrayar que el ni-
vel normal (cero) cambia con e] nivel general de la intensidad lumino-
sa, logrando así un equilibrio por la constante adaptación del sistema a
la intensidad luminosa . Pero hay más : lo que hace este sistema es acen-
tuar las diferencias entre partes contiguas de la retina al convertir los
estímulos en una percepción visual.
El mismo mecanismo rige también la visión de los colores: se con-
sidera actualmente que las diferentes señales debidas a los tres tipos de
conos, al ser cada uno sensible a una longitud de onda diferente, sirven
para activar otros tres tipos de sistemas celulares. En el primero, no se
hace ninguna diferencia entre las señales recibidas por los tres conos, lo
que quiere decir que esta célula solamente codifica las diferencias de in-
tensidad luminosa, en términos de claro-oscuro. Por lo que concierne a
los otros dos tipos de células, hay una sensibilidad diferente a las longi-
tudes de ondas; lo más interesante es destacar que esta sensibilidad fun-
ciona exactamente de la misma manera antagónica: hay excitación-inhi-
bición para dos longitudes de onda opuestas; en un caso verde-rojo, y
en el otro azul-amarillo. El mecanismo de sensibilidad a las diferencias
es exactamente el mismo . Es decir que si la célula recibe una señal de
intensidad igual proveniente de dos conos opuestos, como rojo-verde,
los mensajes se anulan y ninguna respuesta resultará en términos de
280
GEORGES ROQUE
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