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 25/05/2018 - 22:00 Ι Clarin.

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En foco

La épica insuficiente de vencer al


déficit
“Somos la primera generación en 70 años que va a poder decir con
orgullo que acabó con el dé cit scal de la Argentina”, les dijo Macri a
sus funcionarios.

El presidente Mauricio Macri encabezó una nueva reunión de Gabinete nacional ampliado, en el Centro Cultural
Kirchner.

Fernando Gonzalez
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Todos los proyectos necesitan de una épica. Hasta los del Frente
Cambiemos, que en estos dos años y medio de gestión siempre ha
opuesto la racionalidad militante del macrismo a la emocionalidad del
peronismo. Es por eso que el jueves, protegido por la arquitectura
heredada del Centro Cultural Kirchner, Mauricio Macri se zambulló un
par de minutos en la épica insuficiente de la batalla contra el déficit
fiscal. El auditorio era un millar de funcionarios que lo acompañan cada
seis meses en la reunión de gabinete ampliado. Lo habían precedido el
discurso económico de Nicolás Dujovne, los conceptos políticos de
Rogelio Frigerio y un video con imágenes en cámara lenta y testimonios
elogiosos de la obra pública. Con música incidental, como esos que se les
pasa a los equipos de fútbol antes de un partido definitorio. Segundos
antes del final, el Presidente entró al escenario y se dejó envolver por
una extendida ovación de sus colaboradores. Lo aplaudían de pie y
Macri se dedicó a prolongar el momento. Lo necesitaba. Era el primer
encuentro después de la corrida cambiaria, del pedido de un préstamo al
FMI y de los cambios que mostraron como nunca antes que algo no
andaba del todo bien en los planes de la Casa Rosada.

Dujovne y Frigerio plantearon el eje que va a dominar el discurso


macrista en los próximos meses. “Somos la primera generación en 70
años que va a poder decir con orgullo que acabó con el déficit fiscal
de la Argentina”, detalló el ministro de Hacienda, condecorado hace
una semana con el grado de coordinador económico, tal como lo anticipó
en Clarín un artículo del periodista Santiago Fioriti. Es preciso recordar
que la guerra santa contra el déficit empezó en el inicio de la gestión de
Cambiemos. El gobierno de Cristina Kirchner le dejó un déficit fiscal
primario de más del 6% que se ha ido reduciendo hasta quebrar la
barrera del 3%, según la última meta que se propuso el gabinete
económico actual tras el romance con el FMI.

Pero lo que en otros tiempos tiempos pudo ser un mérito se vuelve ahora
una tendencia demasiado lenta. El acuerdo con el Fondo, lo admiten
todos los funcionarios del Gobierno, requerirá de un esfuerzo fiscal
todavía más profundo. El porcentaje del PBI que indica cuánto más gasta
la Argentina de lo que produce deberá ser menor al 2% y acercarse lo
más posible al 1% al final de 2019. Los más optimistas de Cambiemos
hablan del 1,7% y los más pesimistas van mucho más abajo. El panorama
de Marcelo Bonelli situó el viernes ese porcentaje en el 1,5%. Décima
más, décima menos, el ajuste andará por allí cerca.

Si hace tres meses todas las políticas macroeconómicas debían converger


hacia la baja de la inflación, ahora el norte de las decisiones está
marcado en el GPS por la reducción del déficit fiscal. Nadie, ni en el
Gobierno ni en la oposición, discute la necesidad de alcanzar este
objetivo que el país adolescente ha esquivado en siete décadas. Pero las
dudas asaltan a Macri y a todos sus aliados ante la inminencia del
próximo año electoral y la determinante elección presidencial. Suena
difícil despertar el entusiasmo de una sociedad asustada con la
utopía módica de una economía sin déficit.

Como lo hace Alejandro Borensztein cada domingo en este diario, un


dirigente de Cambiemos con frondosa experiencia electoral recurre
también a las metáforas del fútbol. “Es mucho más fácil que un club
sólido en sus finanzas salga campeón que aquellos que están
endeudados; pero nunca hubo ningún hincha de fútbol que diera una
vuelta olímpica porque el club tiene el presupuesto en equilibrio”,
explica, con lógica de tribuna irrebatible. La traducción a la política es
sencilla. Si la Argentina elimina su déficit, estará mucho más cerca de
vencer a la inflación, de crecer en forma sostenida y recuperar el salario
real para derrotar en serio a la pobreza. El problema es encontrar
votantes para la reelección de Macri en el mientras tanto y sólo con la
bandera impopular de la pulverización del gasto. El gradualismo es un
señor muy respetable del que nadie se enamora.

Por eso es que el Presidente y la mesa ahora ampliada de la política se


han lanzado a buscar ingredientes en la oferta electoral del 2019 que
puedan robustecer la épica cortita de la guerra contra el déficit. Habrá
una reingeniería de los números de la obra pública para que no se
resienta uno de los ejes de la fortaleza electoral del macrismo. Y se
buscará recuperar parte de los ingresos perdidos con la devaluación
pidiendo un aporte a los sectores más beneficiados con la suba
inesperada del dólar. La intención de demorar un tiempo la baja de
retenciones al campo va en esa línea, aunque el ministro de Agricultura.
Luis Etchevehere, esté más preocupado en evitarle el disgusto al sector
agropecuario al que pertenece que en sumar su aporte a la iniciativa
oficial.

Quienes tienen misiones inmediatas para recuperar la iniciativa


política del macrismo son sus dos principales dirigentes, María
Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. La gobernadora lanzó un
plan de retiros para la administración pública que engordaron sin
remedio Felipe Solá y Daniel Scioli, y advirtió a los empresarios que se
quejan de la inflación pero remarcan sus precios en cientos de productos
donde el dólar no tiene ninguna incidencia en el costo. El jefe del
gobierno porteño, en tanto, salió a mostrar por primera vez una reacción
política al resguardar con efectivos de la Policía los perjuicios por el
corte ilegal de las vías en el subte que llevaron a cabo kirchneristas y
trotskistas sin personería gremial. Es que el malhumor de miles de
trabajadores ante la imposibilidad de llegar a destino por los piquetes
erosionan mucho más al macrismo que a sus autores por la ineficacia
repetida para solucionarlo.

Con Macri de gira por Córdoba, Vidal y Rodríguez Larreta fueron los
principales protagonistas de la cena que el lunes pasado hizo la ONG
Conciencia. Los dos se preocuparon en transmitir a los empresarios y
consultores presentes el mensaje de calma después de la tormenta. Allí
también se notó la influencia de Nicolas Caputo, el hermano de la vida
del Presidente, que aprovechó el encuentro para charlar a la vista de
todos con la jefa política bonaerense y con el jefe político de la Ciudad.
“Nicky” está de vuelta en la mesa chica del poder y es uno de los
impulsores del regreso de Macri a su esencia y a la reapertura del
diálogo frecuente con dirigentes que se estaban alejando como el
resucitado Emilio Monzó, el radical Ernesto Sanz y hasta con la
vicepresidenta Gabriela Michetti. Todos juntos, incluído el jefe de
gabinete Marcos Peña, para fortalecer al Gobierno en medio del mar
bravo.

Sin mostrar señales de euforia, Vidal y Rodríguez Larreta insistían esa


noche –como lo viene haciendo el Presidente- en que lo peor del huracán
financiero parece haber pasado. No todos piensan lo mismo. En la mesa
más cercana a la del macrismo estaban Juan Manuel Urtubey y Sergio
Massa deslizando advertencias en el sentido contrario. “Lo peor está
por venir”, decía uno de ellos, enigmático y dando a entender que la
discusión electoral se ha acelerado. Y que el peronismo no esperará
siquiera a que termine el armisticio acordado del Mundial de Rusia para
mostrar los dientes.

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