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Drogas

T
ratamiento y rehabilitación
de niños, niñas y adolecentes

Orientaciones técnicas
desde una mirada
comprensiva evolutiva

Área Técnica en Tratamiento y Rehabilitación


Santiago, Chile, noviembre 2004
Tabla de Contenidos

Introduccion 6

Desarrollo: Niñez y adolescencia. 11

Ciclo vital 12

Funciones evolutivas relevantes en el desarrollo del niño, niña


y adolescente 16

Desarrollo neurobiológico
Temperamento
Conductas de apego y vínculo afectivo
Resiliencia
Los afectos
El desarrollo cognitivo
Autocontrol y autorregulación
Desarrollo moral
Desarrollo del concepto de sí mismo
La personalidad
Integración de etapas y funciones evolutivas

Infancia 37

El niño y la niña como sujeto de derechos


El niño y/o la niña como consumidor.
El niño, la niña y el consumo de drogas
Grupos de niños especificos: niños y niñas en el circuito de la calle

Adolescencia 47

Aspectos generales y definiciones


En busca de un modelo comprensivo
El adolescente: sujeto y objeto de un proceso
El proceso adolescente y sus características evolutivas
Aspectos específicos a considerar en los adolescentes
¿Cuál es el lugar que ocupa el Uso de la droga en el mundo del
adolescente?

Factores de riesgo y factores de protección en niños, niñas


y adolecentes 69

La Familia 72

La Escuela 76

Consumo de drogas: Magnitud del problema 78

Epidemiología del uso de alcohol y drogas en Chile

Patrones de consumo de drogas en los adolescentes

Perfil de adolescentes en general

Perfil de grupos de adolescentes específicos

Tipos de drogas: Principales drogas y sus efectos 88

Estrategias de detección y evaluación: Pesquisa,


sospecha y confirmación diagnóstica 89

Tratamiento y rehabilitación 105

Principios básicos del tratamiento

Barreras al tratamiento

4
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Tipos de tratamientos

Intervenciones preventivas

Intervenciones terapéuticas: tratamientos

Tipos de intervenciones “mixtas”

Intervenciones terapéuticas consideradas eficaces por la medicina basada


en evidencia.

Propuesta de tratamiento para niños, niñas y adolescentes con


consumo problemático de drogas (CONACE)

Modalidades de intervención 155

Modalidad Ambulatoria de Moderada Intensidad: Centro Ambulatorio In-


tegral (CAI)

Modalidad Ambulatoria de Alta Intensidad: Centro de Día

Modalidad de Atención Residencial

Modalidad de Atención en Unidad de Desintoxicación

Adherencia al tratamiento 206

Evaluación: Indicadores 208

Bibliografía 210

5
Página
Introducción

E l Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes, CONACE, ha elaborado,


en conjunto con todos los ministerios e instituciones integrantes del Consejo, la
“Estrategia Nacional de Drogas: 2003–2008”, en la que se definen trece objetivos
estratégicos, para la reducción de la oferta y la reducción de la demanda. Uno de
ellos dice relación con el tratamiento y la rehabilitación de las personas con pro-
blemas derivados del consumo de drogas. Dicho objetivo se ha definido como:
“Rehabilitar y reinsertar socialmente a personas afectadas por el consumo de
drogas, mediante oportunidades de tratamiento y programas de reinserción”.

Para abordar dicho objetivo, la Secretaría Ejecutiva del CONACE, a través de su


Área Técnica en Tratamiento y Rehabilitación, ha desarrollado el Programa de
apoyo a los planes de tratamiento y rehabilitación para personas con problemas
derivados del consumo de drogas ilícitas u otras sustancias estupefacientes o
psicotrópicas, orientado a dar respuesta a personas que presentan esta proble-
mática y sean beneficiarios del seguro público de salud (FONASA). Este programa
está en ejecución desde el mes de septiembre del año 2001.

El mencionado programa no hace explícita diferenciación de edad, sexo u otra


característica de los usuarios, es decir, se trata a la población general. Sin perjui-
cio de lo anterior se reconoce un sesgo hacia responder las necesidades de trata-
miento de población masculina adulta joven; los fundamentos para esta decisión
son el criterio estadístico y la demanda de los centros de atención. De acuerdo a
los estudios nacionales realizados bienalmente por CONACE, el principal grupo
consumidor problemático de drogas es el de personas entre 19 y 25 años, luego el
de 26 a 35 y en tercer lugar, el de 12 a 18 años. Existe mayor cantidad de hombres
que mujeres afectados por el consumo y que expresan necesidad de ayuda para
realizar un tratamiento. De esta manera, la primera población a abordar son los
hombres adultos jóvenes.

Más adelante se evidenció la necesidad de diseñar orientaciones técnicas para


poblaciones específicas, distintas a la adultez joven masculina, ya que los planes
diseñados no dan respuesta adecuada desde la especificidad necesaria para lograr
la eficacia esperada. Entre los grupos específicos se priorizó la población
infantoadolescente, debido a la vulnerabilidad general propia de la etapa evolutiva.

6
Página
o
Además, se consideró la relevancia de detectar e intervenir precozmente en esta
población, como un factor que influye positivamente en el pronóstico.

El año 2002 se inició el trabajo específico para abordar el tratamiento y la rehabi-


litación de niños y adolescentes con consumo problemático de drogas. El fin últi-
mo es que éstos logren una calidad de vida que sea incompatible con el uso de
sustancias. La Secretaría Ejecutiva de CONACE convocó a un grupo de expertos a
participar en una mesa de trabajo, cuyo principal objetivo fue proponer, de la
manera más acabada posible, alternativas de tratamiento para esta población.
Debido a que la población aludida presenta características tan variadas, se defi-
nió la organización de cinco grupos orientados a abordar problemáticas específi-
cas. Los grupos estuvieron integrados por representantes de instituciones y orga-
nizaciones, además de otros expertos, como se señala a continuación:

Grupo 1: Niños menores de 12 años con consumo problemático de drogas (espe-


cialmente solventes volátiles) y situación marginal: integrado por Programa Niños
de la Calle y el Centro El Castillo del Hogar de Cristo, Fundación San Pablo, Centro
Galvarino, CTD Pudahuel, Psiquiatra Ricardo García, SENAME, MINSAL, y CONACE.

Grupo 2: Población adolescente con consumo problemático de drogas, infractora


de Ley, con privación de libertad y/o libertad vigilada: integrado por Fundación
DEM, Fundación CREDHO, Comunidad Terapéutica Los Morros, SENAME, MINSAL y
CONACE.

Grupo 3: Población adolescente con consumo problemático y de riesgo: integrado


por CDT Barros Luco, COSAM Lo Prado, COSAM Estación Central, Fundación San
Pablo, Fundación CREDHO, Ps. Alejandro Bilbao, SENAME, MINSAL (Unidad de Sa-
lud Mental y Programa de Adolescencia), INJUV, MINEDUC y CONACE.

Grupo 4: Población adolescente con patología dual: integrado por, Comunidad


Terapéutica Padre Álvaro Lavín, Hospital El Peral, Fundación DEM, SENAME, MINSAL
y CONACE.

Grupo 5: Reinserción para población infantoadolescente: integrado por Programa


Chile Califica, ONG La Caleta, Comunidad Terapéutica Talita Kum, SENAME,
MINSAL, INJUV, MINEDUC (Programa de Drogas y Programa de Educación de Adul-
tos) y CONACE.

Cada una de estas mesas de trabajo generó un documento orientado al abordaje


del perfil específico, que ha sido insumo para el trabajo que se presenta en esta
publicación.
7
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El año 2003 se encomendó al médico psiquiatra infantojuvenil y experto en
adicciones, doctor Alejandro Maturana Hurtado, el diseño del programa de trata-
miento y rehabilitación para población infantoadolescente con consumo proble-
mático de drogas. En la construcción de este diseño participaron el Ministerio de
Salud, a través de la Unidad de Salud Mental; los dos departamentos del Servicio
Nacional de Menores -de Protección de Derechos y de Responsabilidad Juvenil- la
Sociedad de Psiquiatría y Neurología Infantojuvenil y otros profesionales con ex-
periencia en la ejecución de programas terapéuticos para esta población.

El producto del trabajo del año 2003 fue el siguiente:

Revisión bibliográfica de las estrategias de detección en medios clínicos,


modalidades de intervención costo–efectivas a ser aplicadas en esta pobla-
ción y/o aspectos relevantes de abordar en su tratamiento, modalidades
efectivas de intervención con la familia, procedimientos de optimización
de la reinserción social desde los centros de salud e indicadores de evalua-
ción de estos tratamientos.

Diseño y estructuración del Programa de Tratamiento y Rehabilitación para


población infantoadolescente con problemas asociados al consumo de dro-
gas de CONACE.

Protocolo técnico y algoritmo o flujograma de atención utilizable para la


entrega de atención efectiva y con garantías explícitas, a adolescentes
entre 10 y 19 años afectados por consumo problemático y/o dependencia a
drogas y/o alcohol. Además, se solicita que incorpore una propuesta de
estándares de calidad de la atención y criterios de acreditación de centros
de salud para proveer planes y/o intervenciones de tratamiento para esta
población y la ubicación de esos centros en el algoritmo.

La presente publicación deriva del documento final elaborado por el doctor Alejan-
dro Maturana. Su propósito principal es entregar lineamientos técnicos para el
tratamiento de las niñas, niños y adolescentes con consumo problemático de dro-
gas, basados en un marco teórico específico que releva la perspectiva evolutiva y
de desarrollo, como punto de partida para el entendimiento y análisis de la pro-
blemática en cada individuo.

El documento plantea una perspectiva diferente a la que en general se ha utilizado


para analizar el problema de las drogas, debido a que considera que la gran rele-
vancia de la etapa evolutiva que se aborda, en cuanto a características específi-
cas e importancia para el desarrollo del individuo, hace necesario plantear un
8
Página
tratamiento que se inicie desde el individuo, luego considere el contexto y poste-
riormente la sustancia consumida.

Por lo anterior, este documento se inicia con la caracterización del individuo niño,
niña, adolescente; una reseña respecto del ciclo vital, un detalle de la infancia y
adolescencia como etapas, describiendo algunas especificidades propias de ese
momento y del consumo de sustancias; una descripción de los factores protecto-
res y de riesgo en esta población, aun desde la perspectiva del desarrollo; final-
mente, se aborda la familia y la escuela. Luego se plantea el contexto en el que se
desarrollan las niñas, niños y adolescentes. Para ello se presentan elementos
epidemiológicos nacionales y perfiles de consumo, además, brevemente, se en-
trega una categorización de las sustancias de acuerdo a diferentes criterios rela-
cionados con la etapa que estamos considerando.

En una segunda parte se plantean en detalle las orientaciones para abordar


terapéuticamente a esta población, partiendo con una descripción de estrategias
de detección y pesquisa de personas que presenten problemas por consumo de
drogas, luego detallando los principios que rigen este tratamiento, las barreras
que influyen en el acceso y manutención en el tratamiento y los tipos de trata-
mientos para esta población. Luego se presentan algunos indicadores de evalua-
ción de tratamiento.

Finalmente, como en todo documento de este tipo, se señalan las bibliografías


utilizadas para la elaboración del documento, tanto la citada como la de consulta.

El público objetivo de esta publicación son profesionales y técnicos de equipos que


se encuentren trabajando en el tratamiento y la rehabilitación de drogas y para los
profesionales y técnicos de equipos que están trabajando con niños y adolescen-
tes.

El Área Técnica en Tratamiento y Rehabilitación de CONACE, junto con poner este


documento a disposición de los equipos, agradece a los especialistas pertenecien-
tes a instituciones hermanas que ayudaron a construir el diseño de este progra-
ma:

1. Sara Rivera, Comunidad Terapéutica Talita Kum.


2. Juan Enrique Sepúlveda, Sociedad Científica de Psiquiatría y Neurología
Infantojuvenil.
3. Melba Álvarez, Fundación San Pablo.
4. Felipe Castro, Comunidad Terapéutica Solidaridad de Renca, Hogar de Cristo.
9
Página
5. Ana María Milán, Servicio Nacional de Menores.
6. Ana Cáceres, Servicio Nacional de Menores.
7. Carmen López, Ministerio de Salud.
8. Alfredo Pemjean, Ministerio de Salud.

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Desarrollo
Niñez y adolescencia

“… lo único permanente es el cambio…”


Heráclito, fragmento (siglo VI a. de C.)

La vida es cambio. Desde el momento de la concepción hasta el momento de la


muerte, los seres humanos presentan muchos procesos de cambios complejos, en
su desarrollo. A través de toda la vida, la gente tiene todo el potencial para crecer,
cambiar y desarrollarse.

Los estudiosos del desarrollo dividen toda la vida en períodos, determinando fac-
tores que influyen en el desarrollo de las personas y buscando una explicación, al
porqué ocurren ciertas conductas. Al haber una secuencia temporal se posibilita la
predicción del comportamiento y en algunos casos, la modificación u optimización
de ciertos factores, que gatillan las conductas, al generar algún tipo de interven-
ción.

El conocimiento de la secuencia, lo que denominaremos “ciclo vital”, y de los


factores o funciones evolutivas, que impactan favorable o desfavorablemente el
desarrollo de un ser humano, son centrales, en el momento de intervenir.

Esta intervención se hace aún más relevante si tomamos en cuenta ciertos perío-
dos críticos de un ser, en su formación biopsicosocial. La niñez y la adolescencia
son dos etapas que implican vulnerabilidad, pero a la vez una alta plasticidad y un
enorme poder de reparación.

Se presentarán en los puntos siguientes el ciclo vital humano y las funciones evo-
lutivas relevantes en el desarrollo del niño, niña y adolescente. Se describirán
algunos aspectos de la niñez y la adolescencia, considerando ciertos niños, niñas
y adolescentes pertenecientes a grupos “específicos”, y ciertas conductas y ca-
racterísticas particulares. Y por último, se abordarán, los factores de riesgo y de
protección, así como la relación de esta población de niños, niñas y adolescentes
con la familia y la escuela.

11
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Ciclo vital
Desde el nacimiento a la muerte, como una flecha evolutiva, el ciclo vital es

a
una consideración esencial para una comprensión más completa de las comple-
jidades de la conducta humana, y es especialmente útil para predecir las difi-
cultades que se plantean en el curso del desarrollo humano.

Existen diversos modelos de comprensión del ciclo vital humano, que se caracte-
rizan por presentar supuestos subyacentes más o menos comunes. El primero
plantea que el desarrollo tiene lugar en etapas sucesivas y claramente definidas.
La secuencia se considera invariable, es decir, se produce en orden constante. El
segundo supuesto, que correspondería al principio epigenético propuesto por E.
Erikson, afirma que cada fase del ciclo vital se caracteriza por sucesos que deben
ser resueltos satisfactoriamente para que el desarrollo progrese sin alteraciones,
en caso contrario, las etapas posteriores reflejarán esta falla, ya sea en forma de
desadaptaciones físicas, cognitivas, emocionales y/o sociales. Un tercer supues-
to plantea que cada fase contiene un rasgo dominante, un complejo de rasgos o
punto crítico que la distingue de las fases anteriores o posteriores.

A la vista de los diversos modelos de conceptualización de las fases del ciclo vital
ha sido habitual organizar los períodos del desarrollo de una forma que represente
o integre las contribuciones de cada uno de los principales modelos y estudios. Las
etapas citadas más habitualmente son:

Recién nacido, corresponde al primer mes de vida, el niño es denominado neonato.


En esta etapa se ponen en evidencia las competencias del niño, competencias que
son necesarias para la sobrevivencia. Es así, como surge la conducta de apego, en
la relación con la madre, conducta que dará las bases para la construcción del
vínculo afectivo. El niño tendrá la tendencia a responder conductual y
emocionalmente, con el fin de permanecer cerca de la persona que lo cuidará y
protegerá de toda clase de peligros. Los estilos de apego, se desarrollan tempra-
namente y se mantienen por lo general durante toda la vida (Bartholomew, 1997),
permitiendo la formación de un modelo interno que integra, por un lado, creen-
cias acerca de sí mismo y de los demás y, por el otro, una serie de juicios que
influyen en la formación y el mantenimiento de las dinámicas relacionales durante
toda la vida del individuo (Bradley & Cafferty, 2001).

12
Página
Lactancia, etapa que dura hasta los 24 meses aproximadamente. El crecimiento
es tan rápido en este período, que los hitos de desarrollo se miden en término de
semanas. Existen importantes períodos de cambios, que están determinados por
ciertos indicadores, como, por ejemplo, los tres organizadores de la vida psíquica
descritos por Spitz: la sonrisa social (2 meses), la ansiedad ante los extraños (8
meses) y la aparición del No, como respuesta (14 meses).

En un primer momento la dependencia del niño hacia su madre es total hasta que
comienzan a aparecer conductas de independencia y autonomía. La dependencia
hacia una figura vincular significativa (habitualmente la madre) tiene importan-
tes efectos psicológicos. Según E. Erikson, el desarrollo de lo que denominó con-
fianza básica es resultado de una conducta materna coherente y afectuosa duran-
te la lactancia.

Por otro lado, algunos aspectos de la sociabilidad, como la disposición para acep-
tar nuevas personas, la habilidad para adaptarse al cambio y el estado de ánimo
general del niño, parecen ser rasgos de temperamento heredados que permane-
cen absolutamente estables con el tiempo (A. Thomas, Chess y Birch, 1968) y que
se manifiestan ya en esta etapa.

Preescolar (24 meses a 5 años). En esta etapa los niños progresan, especialmen-
te en el lenguaje y las actividades motrices, logrando una independencia conside-
rable. El desarrollo de la conducta social se caracteriza por el aprendizaje a ali-
mentarse por sí mismo, a ir por sí solo al baño y a intentar vestirse solo. Aunque
la fantasía y el juego dominan este período de desarrollo, también se produce un
cambio hacia el juego con los demás niños.

El término “constancia de los objetos” (alrededor de los 24 meses) se refiere al


proceso por el que se organiza y mantiene la representación de la madre (el objeto
que satisface las necesidades) en la mente del niño, con lo que esta representa-
ción puede ser evocada como recuerdo, incluso cuando la madre está ausente. A
medida que el niño madura, esta capacidad se desarrolla más.

La identidad genérica (el sentido de pertenecer a uno u otro sexo, de ser varón o
mujer) queda firmemente establecida en esta etapa. El niño se va volviendo me-
nos egocéntrico, relaja los vínculos con su madre, dedica más tiempo al juego
imaginativo y domina la mayoría de las funciones corporales. A esta edad se apre-
cian miedos transitorios, pero que van desapareciendo paulatinamente.

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Página
En el desarrollo de las capacidades cognitivas se verifica una aceleración, la que
junto con la creciente capacidad para controlar los impulsos emocionales sienta
las bases para el ingreso a la escuela.

Escolar (6 a 9 años). El desarrollo motor en esta etapa mejora notoriamente por


lo tanto, niños y niñas se pueden comprometer en un campo más amplio de acti-
vidades motrices, con habilidades similares para ambos sexos. En este sentido, la
nutrición adecuada es esencial para el crecimiento normal y la salud. La desnutri-
ción puede disminuir la actividad general y la sociabilidad.

El niño experimenta un cambio de intereses, separándose de su hogar y buscando


la compañía de los amigos en la escuela. El grupo de iguales juega un papel central
en sus vidas, pero la familia continúa siendo importante.

Durante este período tiene lugar un cese aparente de la preocupación sexual. Los
niños y las niñas tienden a escoger amigos y a agruparse con niños de su mismo
sexo, aun cuando se vuelve más acentuada la conducta del rol sexual entre niños
y niñas.

Durante este período destacan tres funciones: el aprendizaje, el desarrollo del


intelecto y el sentido de pertenencia a un grupo de amigos.

En esta etapa los niños entran en las denominadas “operaciones concretas”. Por
lo tanto, su pensamiento llega a ser verdaderamente lógico. Son capaces de en-
tender conceptos complejos y de resolver problemas más complejos, sin embar-
go, su razonamiento está limitado al aquí y al ahora. La lógica les permite hacer
juicios morales más maduros, cuando ellos captan los conceptos de verdadero y
falso y llegan a ser menos egocéntricos. Están mejor capacitados para usar estra-
tegias que mejoren su memoria y pueden entender mejor los procesos implicados
en la comunicación y en el conocimiento. La habilidad de pensar lógicamente les
permite sacar provecho de la educación formal. El desarrollo cognitivo avanza en
gran parte dentro de la estructura de la escuela.

Adolescencia (10 a 19 años). Esta etapa incluiría la pubertad, en donde aparece-


rían los cambios biológicos esperables, especialmente en relación a los caracteres
sexuales secundarios. El pensamiento se vuelve más lógico, abstracto y juicioso.
Existiría un cambio importante en torno a las relaciones con su familia, las cuales
se vuelven más distantes, en comparación a las que tiene con el grupo de pares,
las que se vuelven más próximas.

14
Página
La difusión de rol y la crisis de identidad son dos puntos centrales que caracte-
rizan la adolescencia. Con respecto a esta etapa, profundizaremos en capítulos
posteriores.

Edad adulta temprana o joven edad adulta (19 a 40 años). La magnitud del
rango etáreo de esta etapa obedece a la gran cantidad de tareas evolutivas que
se concentran en la misma y que se describen a continuación. Característica-
mente, la mayoría de las decisiones importantes que afectan el resto de la vida
se hacen durante este período. Estas decisiones incluyen la elección y entrada a
un trabajo o profesión, el cortejo y matrimonio, el establecimiento de amista-
des duraderas y un sacrificio de las actividades anteriormente consideradas como
juego. La principal tarea a resolver en este período es la de la intimidad, enten-
diendo ella como la capacidad para tener profundos compromisos personales
con otro. Vaillant, plantea que los trastornos emocionales que selectivamente
afectan a este grupo “reflejarían la angustia o protesta contra los fracasos de la
intimidad”. También Erikson, identifica la crisis de este período en torno al
conflicto entre la intimidad y el aislamiento.

En esta etapa la mayoría de la gente decide si casarse, convivir o quedarse solte-


ro/a o si tener niños o no. Para la mayoría de los adultos jóvenes una relación
íntima es un factor de giro en sus vidas.

La paternidad o maternidad es una experiencia de desarrollo, ya sea que los niños


sean una consecuencia biológica, adoptados o hijos de un solo cónyuge. El naci-
miento de un bebé marca una gran transición en la vida de los padres. Pasar de
una relación íntima que involucra a dos personas, a una que involucra a una terce-
ra, indefensa y totalmente dependiente produce cambios importantes en lo indi-
vidual y en lo relacionado a la vida en pareja.

Edad adulta media o edad adulta intermedia (40 a 65 años). Mogul, ha enuncia-
do una definición operativa de esta etapa señalando “es un período en que las
anteriores elecciones en áreas importantes de la vida y los sucesivos éxitos, fra-
casos, satisfacciones y decepciones se revisan y reelaboran en el contexto de las
antiguas aspiraciones y deseos, el reconocimiento real de las propias limitaciones
y la finitud de las oportunidades y del propio tiempo”.

Aunque existen ciertos cambios fisiológicos (empeoramiento de funciones corpo-


rales y un mayor desarrollo de enfermedades crónicas), éstos son considerados
variables, en oposición a los fenómenos casi invariables de esta etapa: el aumen-
to de responsabilidades financieras, el establecimiento de roles sociales y el desa-

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Página
rrollo de la identidad. La búsqueda del significado de la vida es un punto impor-
tante. Las personas en este grupo de edad frecuentemente están atrapadas entre
los cuidados a los adolescentes y a sus padres ancianos. La tensión creada por
esta doble carga y por la conciencia del paso del tiempo en algunas ocasiones
origina la crisis de la edad media.

Edad adulta avanzada o edad adulta tardía (65 años en adelante). Se caracteri-
za por la aparición de nuevos cuestionamientos. Manifestaciones físicas que acom-
pañan al proceso de envejecimiento: disminución de la salud física y menor preci-
sión sensorial. Es primaria la necesidad de adaptarse a grandes pérdidas, como la
del trabajo, la del cónyuge y la de los amigos. En ambos sexos, según describió
Neugarten (citado en Kaplan, 1991), se produce el balance de una posición de
autoridad y el cuestionamiento de la anterior competencia de uno; las reconcilia-
ciones con personas significativas y con los propios logros y fracasos; la resolu-
ción de la aflicción por la muerte de los demás y la aproximación de la propia
muerte; el mantenimiento de un sentido de integridad en términos de lo que uno
ha sido más de lo que uno es, y la preocupación por el legado y por cómo dejar
alguna huella de uno mismo.

El ciclo vital alcanza su fin natural e inevitable con la muerte. Las personas deben
aceptar ese carácter inevitable. Una vez aceptado ingresan en las fases finales
del ciclo vital, como dijo E. Erikson, con una sensación de integridad más que de
desesperación.

Funciones evolutivas
relevantes en el desarrollo del niño, niña y adolescente

D esde una perspectiva longitudinal del desarrollo existen ciertas funciones fun-
damentales del ser humano, que toman especial importancia en las primeras eta-
pas del desarrollo, es decir, del desarrollo del aparato biopsicosocial del individuo
y en este particular momento del niño, niña o adolescente. Cada una de estas
funciones se correlaciona con las otras, estableciendo una red funcional, que hace
que el entendimiento del desarrollo sea complejo, al igual que la comprensión del
efecto directo que pueden producir estímulos o daños, incidiendo en cada una de
ellas.

16
Página
e
a Desarrollo biológico

Desde hace mucho tiempo se sabe que las funciones integrativas superiores están
contenidas dentro de la corteza cerebral (Sherrington, 1906; citado en Lewis,
1985). La mente humana depende en parte del encéfalo el cual se desarrolla en
secuencia evolutiva, para varias estructuras y funciones biológicas.

En el período fetal el desarrollo del encéfalo se realiza en dirección caudocraneal.


Y así, en el momento del nacimiento, las distintas estructuras que forman el
encéfalo tienen distintos niveles de desarrollo. La densidad de la sinapsis (unio-
nes neuronales) cortical al parecer, aumenta durante la lactancia, alcanzando su
máximo de un 50% más que la media del adulto entre uno y dos años; después
disminuye hasta los 16 años, época en que permanece relativamente constante
hasta los 75 años (Huttenlocher, 1979; Lewis, 1985).

Este fenómeno quizá ayude a explicar por qué el encéfalo inmaduro se recobra
más completamente de una lesión que cuando ya está bien desarrollado. El evi-
dente exceso de sinapsis explica, asimismo, la plasticidad del niño en desarrollo.

Entre las áreas primarias, la motora es la parte más desarrollada de la corteza


cerebral durante los dos primeros años de vida. Más tarde el desarrollo se ex-
tiende a cada una de las áreas primarias (sensitivas, visuales y auditivas). A los
dos años de edad, el área primaria sensitiva se pone a la par con el área motora.
Este proceso cerebral continúa desarrollándose a lo largo de la infancia y ado-
lescencia y, posiblemente, ya entrada la edad adulta (Lewis, 1985, 2003).

El proceso de mielinización (que se correlaciona con la maduración del sistema


nervioso), continúa a lo largo de la infancia y adolescencia. La mielinización, se
correlaciona con varias conductas. Por ejemplo, un retardo en la mielinización
explica el hecho de que la sonrisa de los prematuros aparece 10 meses después del
momento en que es observada en lactantes normales de la misma edad posnatal.

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El control neuroendocrino pasa por una secuencia evolutiva similar a la de la
mielinización. Así, el eje hipotálamo-hipofisiario gonadotropina-gonadal
(involucrado en la liberación de hormonas, neurotrasmisores, etc.) parece empe-
zar a funcionar durante la vida fetal y en los primeros años de la lactancia. En las
etapas preescolar y escolar su actividad llega a un nivel bajo. Por último, vuelve a
activarse en la pubertad. Este eje, se activa bajo condiciones de estrés, aumen-
tando en algún lugar del circuito los niveles de cortisol, que es una hormona fun-
damental en la activación defensiva del cuerpo contra el estrés, bajo condiciones
de intensa acumulación de angustia, rabia y depresión.

Con la pubertad se da inicio a la adolescencia, etapa en la cual existen cambios en


el ámbito neurobiológico. La evidencia de estos importantes y profundos cam-
bios, tanto organizacionales, como funcionales se produce principalmente a nivel
de los lóbulos frontales. Las áreas del lóbulo frontal juegan un rol crítico en una
variedad de procesos, incluyendo la planificación y toma de decisiones, el control
impulsivo, los movimientos voluntarios, la memoria, y una variedad de otras fun-
ciones. La sustancia gris del lóbulo frontal alcanza su punto más alto de desarrollo
entre los 11 y los 12 años y desde allí decrece durante la adolescencia (Geidd y
col., 1999). Este descenso en la sustancia gris probablemente refleja dos proce-
sos separados: la disminución del número de sinapsis entre neuronas en el lóbulo
frontal y la disminución del proceso de mielinización en los lóbulos frontales. Mien-
tras estos cambios organizacionales se llevan a cabo, existen cambios concomi-
tantes en la actividad de esta zona. Aunque la totalidad de la energía utilizada en
los lóbulos frontales disminuye durante esta etapa (Chiron y col., 1992; Bentorkia
y col., 1998), estudios de resonancia magnética nuclear funcional sugieren que la
actividad que ocurre en los lóbulos frontales en la ejecución de ciertas tareas
aumenta (Rubia y col., 2000).

Se sugieren otros cambios cerebrales en el período adolescente: el cuerpo calloso


aumenta su tamaño, el volumen de la sustancia gris de los lóbulos parietales
(involucrados en el procesamiento de la información sensorial, entre otras funcio-
nes) alcanza su mayor desarrollo alrededor de los 11 años y disminuye hacia la
adolescencia, el volumen de la sustancia gris de los lóbulos occipitales (involucrados
en el procesamiento de la información visual) se incrementa durante la adolescen-
cia hasta el inicio de los 20 años; el volumen de la sustancia gris de los lóbulos
temporales (críticamente involucrado en la formación de la memoria, así como en
el procesamiento visual y auditivo) no alcanza su máximo desarrollo sino que
hasta los 16 ó 17 años (Geidd y col., 1999).

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Página
Además de los cambios que ocurren en la neocorteza aparece una variedad de
cambios en las estructuras subcorticales. En ratas, los niveles de receptores a
dopamina en el núcleo accumbens (estructura que forma parte del circuito de
recompensa) aumentan dramáticamente entre los días 25-40 (Teicher y col., 1995)
una edad que cae justamente en la ventana del desarrollo referida como la adoles-
cencia en el roedor (Spears, 2000).

De este modo, aunque no está aún claro lo que estos cambios significan, lo que
parece que está ocurriendo durante la adolescencia es que los lóbulos frontales y
las otras estructuras señaladas se hacen cada vez más eficientes en relación a las
ejecuciones de la vida adulta. Se plantea, probablemente, que esta especializa-
ción del cerebro adolescente, al menos en parte mediada por la experiencia, pue-
da tener la posibilidad de alterarse en su desarrollo normal con el uso y/o abuso de
drogas en este período. Por ejemplo, con respecto al circuito de recompensa (que
integra al núcleo accumbens) dado que los receptores a dopamina en el núcleo
accumbens juegan un rol crucial en las propiedades de recompensa (producción de
placer) de las drogas, estos cambios podrían tener importantes implicaciones por
los incrementos en el uso de sustancias que a menudo ocurre en la adolescencia
(Apear, 2000).

b Temperamento

El concepto de que todo individuo manifiesta un estilo peculiar de funciona-


miento conductual, básicamente de naturaleza emocional y ligado a su persona-
lidad, fue enunciado desde la edad antigua, en la medicina griega, y sigue aún
vigente en nuestros días. En 1968, A. Thomas, S. Chess y H. Birch revolucionaron
los enfoques sobre el temperamento en la infancia, al hacer notar la cualidad
conductual innata de los niños y la influencia que ésta ejerce en el medio. Las
teorías entonces predominantes consideraban al niño como receptor pasivo de
influencias externas bajo modelos causales de tipo unilineal y unidireccional. Se
establecieron nueve categorías conductuales presentes desde el nacimiento: el
nivel de actividad; la regularidad o ritmicidad de las funciones, principalmente
las de la alimentación, el sueño y la eliminación; la aproximación o retirada a
nuevos estímulos como alimentos, juguetes o personas; la adaptabilidad a situa-
ciones nuevas; el umbral de respuesta a los estímulos; la intensidad de la reac-
ción; la cualidad del humor; y la distractibilidad frente a los estímulos indesea-
bles, así como la persistencia y la capacidad de atención. Asimismo, señalaron

19
Página
la existencia de tres tipos temperamentales mixtos resultantes de la combina-
ción de las categorías antes mencionadas: temperamento de adaptación fácil,
intermedia (lenta) y difícil.

Rasgos presentes en el niño, tales como la emotividad, la actividad y la sociabili-


dad son dimensiones fundamentales del temperamento (Goldsmith 1987) y Plomin
(1993). La autorregulación y la reactividad son elementos nucleares del tempera-
mento, entendiéndose la primera como el conjunto de procesos que modulan (fa-
cilitan o inhiben) la reactividad y que incluyen la atención, el acercamiento o la
retirada, el ataque o la inhibición y, asimismo la capacidad para autocalmarse
(Rothbart; 1988, 1989). Estos rasgos, al agruparse van constituyendo perfiles.
Kagan y cols. (1987) postulan el concepto de timidez o inhibición conductual como
perfil de conducta infantil moderadamente estable. Este perfil contrasta con el de
los niños desinhibidos que se aproximan a circunstancias y personas sin miedo ni
duda. Estos autores han estudiado además la relación entre dichos perfiles y sus
diferencias en las respuestas de tipo neurobiológico. Así, la timidez se asocia con
una frecuencia cardíaca estable, con altos niveles de hormonas relacionadas con
el stress - como el cortisol y la norepinefrina - y con modificaciones en la presión
arterial en respuesta a los estresores y a mayores cambios en los parámetros de la
voz cuando se habla en condiciones de stress cognitivo leve. Asimismo, se han
estudiado las respuestas diferenciales en función del tipo de vínculo específico, y
se ha encontrado, por ejemplo, una asociación entre la elevación del cortisol, la
timidez y el vínculo inseguro (al cual nos referiremos más adelante), pero no así
en presencia de un vínculo seguro (Nachmias, 1996).

El reto mayor respecto a la utilidad del estudio del temperamento quizás sea el de
establecer cuál es la contribución que hacia las respuestas adaptativas o
maladaptativas tienen los diferentes perfiles. Hay controversia, respecto a si
algunas conductas representan rasgos temperamentales que constituyen factores
de riesgo o si se trata de características propias del trastorno (Graham y Stevenson,
1987). Dado que la tendencia creciente es la de considerar la psicopatología bajo
la perspectiva tanto de factores de riesgo como de protección, se señalan las
siguientes asociaciones:

Temperamento difícil y trastornos de conducta (Thomas y cols., 1968).


Inhibición conductual y trastornos de ansiedad (Biederman, 1993), Factor
de extraversión y problemas de alcoholismo (Wennberg, 2002).
Desinhibición conductual y trastornos de conducta externalizados y déficit
de atención (Hirshfeld-Becker y cols., 2002) y búsqueda de lo novedoso y
abuso de sustancias (Rose, 1995).

20
Página
Respecto a la protección, Werner y Garmezy (1989) han señalado el valor
de la actividad y de la sociabilidad en los niños resilientes (resiliencia es
un concepto que será abordado posteriormente).

c Conductas de apego y vínculo afectivo

Con el paso de los años se han podido identificar tendencias innatas que regulan
la forma como respondemos a las amenazas, al peligro, a las pérdidas, y que
están estrechamente relacionadas con la forma como nos vinculamos con perso-
nas significativas, para asegurar la adaptación y como una manera de perpetuar
la especie. Y es la familia el mejor contexto dentro del cual es posible prever las
necesidades específicas de cada uno de sus miembros.

El primero en desarrollar una teoría del apego a partir de los conceptos que apor-
tara la psicología del desarrollo, con el objeto de describir y explicar por qué los
niños se convierten en personas emocionalmente apegadas a sus primeros
cuidadores, así como los efectos emocionales que resultan de la separación fue
John Bowlby (Bowlby 1998). En este sentido, este autor parte del supuesto de que
la conducta de apego se organiza utilizando para ello sistemas de control propios
del sistema nervioso central, al que se le ha atribuido la función de protección y
supervivencia.

Los estilos de apego se desarrollan tempranamente y se mantienen por lo general


durante toda la vida (Bartholomew, 1997) permitiendo la formación de un modelo
interno que integra por un lado creencias acerca de sí mismo y de los demás, y por
el otro una serie de juicios que influyen en la formación y el mantenimiento de las
dinámicas relacionales durante toda la vida del individuo (Bradley & Cafferty, 2001).
Por esto resulta importante la figura del primer cuidador, generalmente la madre,
ya que el tipo de relación que se establece entre ésta y el niño será determinante
en el estilo de apego que se desarrollará. No obstante, otras figuras significativas
como el padre y los hermanos pasan a ocupar un lugar secundario y complementa-
rio, lo que permite establecer una jerarquía en las figuras de apego (Bowlby, 1998).

Se sabe que los niños que tienen una interacción positiva con su cuidador logran
internalizar la sensación de seguridad, lo que les permite ampliar sus emociones.
Ainsworth define tres estilos de apego en base a cómo responden los individuos
en relación a la figura de apego cuando están angustiados: seguro, ansioso-
ambivalente y evitativo (Ainsworth, citado en Buchheim & Mergenthaler, 2000).

21
Página
El apego seguro se da cuando la persona que cuida demuestra cariño, protec-
ción, disponibilidad y atención a las señales del bebé, lo que le permite desarro-
llar un concepto de sí mismo positivo y un sentimiento de confianza. En el domi-
nio interpersonal, las personas seguras tienden a ser más cálidas, estables y con
relaciones íntimas satisfactorias, y en el dominio intrapersonal tienden a ser
más positivas, integradas y con perspectivas coherentes de sí mismo (Mikulincer,
1998).

El apego ansioso ambivalente se da cuando el cuidador está física y emocionalmente


disponible sólo en ciertas ocasiones, lo que hace al individuo más propenso a la
ansiedad de separación y al temor de explorar el mundo. No tienen expectativas
de confianza respecto al acceso y respuesta de sus cuidadores, debido a la incon-
sistencia en las habilidades emocionales. Es evidente un fuerte deseo de intimi-
dad, pero a la vez una sensación de inseguridad respecto a los demás (Mikulincer,
1998).

Por último, el apego evitativo se da cuando el cuidador deja de atender constan-


temente las señales, que dan cuenta de las necesidades de protección, lo que no le
permite al niño el desarrollo del sentimiento de confianza que necesita. Se sien-
ten inseguros hacia los demás y esperan ser desplazados sobre la base de las
experiencias pasadas de abandono (Mikulincer, 1998).

Existen factores que parecen estar influyendo en las manifestaciones específicas


del estilo de apego, tales como: la experiencia individual, la constitución genética
y las influencias culturales (Weaver et de Waal, 2002).

La calidad del apego madre-hijo va a depender de lo que cada una de las partes
involucradas aporte a la relación, así como de la influencia directa que cada una
de ellas ejerce sobre la otra (Bowlby, 1998).

Según Bowlby, el estilo de apego refleja la interacción entre la personalidad del


niño, la familia y el entorno social más amplio, por lo que no debe resultarnos
extraño que exista una influencia conjunta entre las variables propias del cuida-
dor y el temperamento infantil.

Lo cierto es que los estilos de apego son relativamente estables y según Bowlby, la
continuidad del estilo de apego se debe principalmente a la persistencia de los
modelos mentales del sí mismo y otros componentes específicos de la personali-
dad. Estos modelos logran mantenerse relativamente estables, justamente por-
que se desarrollan y actúan en un contexto familiar también relativamente es-
table (Stein, Koontz, Fonagy, Allen, Fultz, Brethour, Allen & Evans, 2002). Sin
22
Página
r
embargo, los patrones de apego pueden cambiar en función de acontecimientos
que logren alterar la conducta de cualquiera de los individuos que formen parte
de la relación de apego.

Los estilos de apego continúan a lo largo del ciclo vital, y a través de las genera-
ciones. Las nuevas relaciones parecen afectarse por las expectativas desarrolla-
das en las relaciones pasadas (Waters, Hamilton & Weinfield, 2000). Hay autores
que han investigado cómo la transición de la infancia a la adolescencia temprana
influye sobre la organización de los estilos de apego, sugiriendo la posibilidad de
que sean activados ciertos mecanismos de evitación, sin los cuales no sería posi-
ble mantener una cierta distancia de las figuras parentales para desarrollar una
identidad personal más definida (Ammaniti, Van Ijzendoorn, Speranza & Tambelli,
2000). Esto es importante tenerlo presente, ya que la adolescencia es considerada
un período de cambios y de continua reorganización de las representaciones de
apego, que se caracteriza por la reevaluación de las experiencias de vida que
llevan al desarrollo de la identidad (Zimmermann & Becker-Stoll, 2002). En este
sentido, las relaciones de apego se hacen más estables a lo largo del desarrollo, y
funcionan como un recurso de adaptación que asegura la formación de la identi-
dad. En esta misma línea, Cooper, Shaver y Collins (1998) observaron que los
adolescentes con un estilo de apego ansioso ambivalente presentaban un pobre
concepto de sí mismos, conductas de riesgo y niveles altos de sintomatología, al
igual que los adolescentes con estilo de apego evitativo.

Los problemas de apego a menudo se transmiten transgeneracionalmente a me-


nos que alguien rompa la cadena (Buchheim, Brisch & Kächele, 1998). Por ejem-
plo, un padre con estilo de apego inseguro puede no estar en capacidad de desa-
rrollar un apego fuerte con su hijo, de manera de proporcionarle los cuidados que
requiere para un desarrollo emocional, lo que a su vez puede llegar a influir en sus
dificultades para relacionarse con otras personas.

d Resiliencia

El término resiliencia tiene su origen en el idioma latín, en el término resilio que


significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar. El término fue adap-
tado a las ciencias sociales para caracterizar aquellas personas que, “a pesar de
nacer y vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente sanos
y exitosos”. Así, la resiliencia es entendida como la “capacidad de resistir la
destrucción, de proteger la propia integridad y de construir la propia vida, a pesar
de las circunstancias adversas que se presentan a cada persona”. Así, la resiliencia
es una capacidad que sería inherente a toda persona. Sus bases se asientan du-

23
Página
rante la primera infancia, de ahí la necesidad de promover desde temprano el
desarrollo de aquellas áreas que contribuyen a fortalecerla, para que se presente
y active cuando les toque enfrentar situaciones de conflicto.

Otros autores entienden que la resiliencia no puede ser considerada como un


atributo con que los niños y niñas nacen ni que adquieren durante su desarrollo,
sino que se trataría de un proceso interactivo entre éstos y su medio. La
resiliencia, según Kotliarenco, es “reaccionar ante el estímulo y a la vez sobre-
ponerse constructivamente”. Por su parte, Werner (1989) plantea que el tema
de la resiliencia resulta importante, ya que a partir de su conocimiento es posi-
ble diseñar políticas de intervención.

La intervención desde un punto de vista clínico puede ser concebida como un


intento de alterar el balance presente en las personas, que oscila desde la vulne-
rabilidad a la resiliencia. Esto puede ocurrir ya sea, disminuyendo la exposición a
situaciones de vida provocadoras de estrés y que atentan contra la salud mental
(por ejemplo, alcoholismo paterno/materno, psicopatología de los padres o bien a
la separación o divorcio de éstos), o bien aumentando o reforzando el número de
factores protectores que pueden estar presentes en una situación dada; por ejem-
plo, reforzar fuentes de apoyo y afecto, favorecer la comunicación y las habilida-
des de resolución de problemas.

El enfoque de la resiliencia parte de la premisa que nacer en la pobreza, así como


vivir en un ambiente psicológicamente insano, son condiciones de alto riesgo
para la salud física y mental de las personas. Más que centrarse en los circuitos
que mantienen esta situación, la resiliencia se preocupa de observar aquellas
condiciones que posibilitan el abrirse a un desarrollo más sano y positivo. Desde la
década del ochenta en adelante, ha existido un interés creciente por conocer a
aquellas personas que desarrollan competencia a pesar de haber sido criadas en
condiciones adversas, o bien en circunstancias que aumentan el riesgo de presen-
tar psicopatologías (Osborn, 1990). Este grupo de personas ha sido denominado
como resiliente.

Se ha definido a un niño resiliente como aquel niño o niña, que, a pesar de haber
vivido en situaciones adversas, trabaja bien, tiene buenas expectativas, tiene
facilidad de relacionarse con los demás, desarrolla factores sociales adecuados,
tiene una capacidad en la resolución de problemas, autonomía, sentido de pro-
pósito y de futuro.

24
Página
e Los afectos

Los afectos constituyen expresión y ligazón entre el individuo y el mundo


relacional. Son puente entre temperamento y carácter; y aspectos
motivacionales, fundamentales, que impulsan al individuo sobre su base tempe-
ramental a relacionarse con los demás y gradualmente constituir el carácter.

La definición de lo que son los afectos hoy en día ha llegado a ser relativamente
simple y aceptada por los investigadores de diferentes escuelas. Los afectos son
estructuras psicofisiológicas, es decir tienen aspectos biológicos, fisiológicos y
aspectos puramente físicos, indisolubles desde el comienzo, y aspectos psíquicos
que incluye una experiencia subjetiva de placer o de dolor, positiva o negativa.

Los afectos positivos, tales como la alegría, la euforia, la excitación sexual se


contrastan con los afectos negativos, tales como, la angustia, la depresión, la
rabia, el disgusto. Los afectos antes mencionados son afectos básicos; también
están los complejos, que derivan de la integración gradual de los afectos más
simples.

Los afectos también se manifiestan a través de movimientos psicomotores aso-


ciados por expresiones, por ejemplo, la entonación de la voz, por movimientos de
toda la musculatura corporal y por descargas neurovegetativas. Estas últimas re-
flejan las activaciones de los complejos sistemas de neurotransmisores y estruc-
turas del sistema nervioso central y de glándulas internas relacionadas con él.
Éste es el primer elemento subjetivo de los afectos; a éstos se agregan, enton-
ces, aspectos físicos y, muy especialmente, la expresión facial, que es innata y
se presenta automáticamente desde las primeras semanas de vida, permitiendo
que la madre diagnostique el afecto del bebé. Es decir, tenemos una capacidad
innata de expresar y de leer afectos, que es general para todos los mamíferos
(O. Kernberg, 2004).

Porque los afectos tienen otra función, una función comunicativa. Los afectos
comunican a la otra persona y a sí mismo el estado general del organismo, tienen
un aspecto cognitivo de información interna, organizan el mundo y comunican a la
otra persona y, muy especialmente, el bebé comunica a su madre sus necesidades
antes de poder hablar. Los afectos son el primer lenguaje interpersonal.

En resumen, experiencia subjetiva, expresión facial, expresión psicomotora aso-


ciada en descarga neurovegetativa y función comunicativa constituyen los afec-
tos, es decir, éstos son un complejo paquete estructural.
25
Página
f El desarrollo cognitivo

El pensamiento tiene su origen en el cuerpo. El lactante reacciona ante un estí-


mulo sensitivo, emitiendo una reacción motora: si le ponemos un dedo en la
mano, la cerrará; si la madre le introduce un pezón en la boca, comenzará a
succionar; si se le muestra un patrón visual, fijará en él la vista. Este patrón
sensorio-motor. Es el tipo más temprano de pensamiento, pues comienza con las
pautas innatas de conductas, que se acaban de mencionar: asir, succionar, ob-
servar y actividad corporal de movimientos generales.

La unidad fundamental del desarrollo cognitivo del niño o niña planteada por Piaget
es el esquema; es decir, un patrón de conducta en respuesta a determinado estí-
mulo ambiental. Sin embargo, el esquema no es una mera reacción, pues el niño
también actúa sobre el medio. El esquema se vuelve cada vez más complejo a
medida que el niño reacciona ante una variedad mayor de estímulos ambientales
y actúa sobre ellos. Cada vez se va produciendo un acto de modificación, que
Piaget denomina acomodación, que a su vez produce un nuevo equilibrio. Ambos
procesos, tanto el de asimilación como el de acomodación, van adquiriendo cada
vez mayor complejidad.

En la teoría de Piaget, el desarrollo cognitivo incluye cuatro etapas fundamenta-


les:

Etapa sensorio-motora (desde el nacimiento hasta los 18 meses). Desde las ma-
nifestaciones innatas, el niño va desarrollando diferentes funciones y adquiriendo
nuevos esquemas de funcionamiento, centrados generalmente en su cuerpo. A los
4-5 meses trata de producir efectos sobre objetos externos que manipula. Entre
los 8-9 meses empieza a advertir la existencia de objetos no percibidos u ocultos,
es decir, la imagen mental del objeto adquiere ya cierto grado de permanencia en
su mente (permanencia del objeto). Continúa explorando más detenidamente los
objetos y su relación espacial. Inicia cambios que causen variaciones en las cosas
y busca activamente eventos nuevos.

En esta etapa, las palabras ya han hecho su aparición. El lenguaje constituye ante
todo un acompañamiento de la acción que deriva de las imitaciones diferidas o
que se basa en ellas. Poco a poco se presenta un cambio y el lenguaje a semejanza
del juego se convierte en una representación verbal de una acción pasada. La
imitación diferida, el juego simbólico, las imágenes gráficas y el lenguaje consti-
tuyen lo que Piaget denomina función semiótica, o sea, la capacidad de represen-
tar algo (el significado) por medio de otra cosa (el significante).

26
Página
Etapa preoperacional (desde los 18 meses hasta los 7 años). Se advierte la apa-
rición del pensamiento simbólico y de la representación. El leguaje adquiere ma-
yor importancia al ir aprendiendo el niño a distinguir objetos concretos y las de-
signaciones con que se los indica. Y así, poco a poco, aprende a razonar en forma
simbólica en vez de motora.

A pesar de los adelantos en esta etapa, el pensamiento preoperacional tiene sus


restricciones. El niño no sabe razonar en forma lógica ni deductiva, sus juicios
están dominados por las percepciones de fenómenos, objetos y experiencias. Por
otra parte, no puede atender más que a una dimensión o atributo perceptual a la
vez. No logra captar plenamente el concepto de tiempo, pudiendo reconocer se-
cuencias y rutinas diarias, pero no logrando manejar conceptos relacionados a lo
temporal.

El niño es egocéntrico en extremo, es decir, es conceptualmente incapaz de ver


los hechos y experiencias desde ningún punto de vista que no sea el suyo. El es a
todas luces, el centro de su mundo de representaciones, no logrando tampoco
distinguir con claridad entre su persona y el mundo circundante, entre el campo
subjetivo de los pensamientos y sentimientos y el campo objetivo de la realidad
externa.

Su razonamiento no es ni deductivo ni inductivo, sino lo que Piaget llama


transductivo, es decir, el niño trata de relacionar lo particular en forma poco
lógica. Capta nexos entre los acontecimientos y fenómenos no por alguna relación
causal, sino simplemente por su contigüedad o yuxtaposición espacial o tempo-
ral. El pensamiento es sincrético, es decir, se concentra en el todo de la expe-
riencia, sin relacionarlo con las partes; con tendencia a la centración, es decir,
se concentra en un aspecto de la relación cambiante, con exclusión de otros
aspectos. El niño, en esta etapa, por tanto presenta representaciones estáticas,
es decir presenta incapacidad de manipular las representaciones mentales.

Otra característica del pensamiento es el animismo. El niño cree que todo cuanto
se mueve tiene vida; cosas como las nubes o las piedras están provistas de moti-
vos y emociones. A su vez, los procesos mentales (entre ellos los sueños) se con-
sideran cosas que provienen del exterior.

En la medida que pasa el tiempo estas características van cambiando, el niño se


va acomodando mejor a la realidad, observándose, una paulatina “descentración”
de los intereses del niño, de su percepción y de sus puntos de vista. La
descentración, se realiza en parte por la mayor participación social. El niño co-
mienza así a verse a sí mismo y al mundo desde otras perspectivas.
27
Página
Etapa de las operaciones concretas (desde los 7 años hasta el inicio de la ado-
lescencia). El niño está en condiciones de atender simultáneamente a dos varia-
bles. Ha dominado lo que Piaget llamó concepto de conservación. El niño lo
adquiere no sólo respecto al volumen sino, además, respecto al número, clase,
longitud, peso y superficie.

El adelanto principal en esta etapa consiste en que el niño es capaz de aplicar los
principios lógicos fundamentales al campo de la experiencia y de los fenómenos
concretos, pero sin que sus percepciones interfieran en ello. Poco a poco sus
procesos de pensamiento lógico se organizan en una estructura de creciente com-
plejidad e integración, estructura que le permite afrontar al mundo circundante o
a reaccionar sistemáticamente ante él.

Etapa de operaciones abstractas que corresponde a la adolescencia. Según Piaget,


la gran novedad que caracteriza el pensamiento del adolescente consiste en mani-
pular las ideas propiamente dichas y no sólo los objetos (Piaget, 1969). Está ya en
condiciones de valerse de hipótesis, de experimentar y de hacer deducciones, de
pasar de lo particular a lo general. Puede hacer afirmaciones teóricas que no
dependen de un contenido específico y, además, puede aplicar este tipo de pensa-
miento a toda clase de datos. De ello resulta una mayor independencia y desvincu-
lación del mundo concreto.

Una vez que el adolescente ha llegado a las conclusiones correctas mediante el uso
del pensamiento analítico, está en condiciones de dar un paso más: puede mani-
pular las conclusiones y deducir otros conceptos, y estas nuevas manipulaciones
son enteramente operaciones mentales, libres por completo de las observaciones
originarias.

Piaget clasifica estas manipulaciones, u operaciones mentales, en cuatro grupos


que abarcan los llamados INRC (identidad, negación, reciprocidad y correlatividad,
respectivamente). La realización de estas estructuras cognitivas de tipo opera-
cional y formal representa la etapa final en el proceso del pensamiento humano,
pero no en el contenido del mismo.

Para Beck et al. (1979), una cognición es cualquier idea o evento con contenido
verbal o gráfico en la corriente de conciencia del sujeto. Las cogniciones se
basan en los esquemas desarrollados en experiencias anteriores. Los esquemas
serían las actitudes, supuestos o creencias que tiene el sujeto. Por tanto, las
cogniciones están supeditadas a estos esquemas. Así, en el esquema de Beck,
las cogniciones (pensamientos) conducen a los sentimientos; o, lo que es lo
mismo, la cognición es previa y determinante del afecto, el cual determina a su
28
Página
o
vez a la conducta. Se sigue, por tanto, la línea esquema-cognición-afecto-con-
ducta.

Más recientemente Alford y Beck (1997), consideran que la cognición incluye las
estructuras teóricas necesarias para apoyar el procesamiento de la información.
Los esquemas son organizadores mentales de experiencias que influencian el modo
como la información es procesada y el modo como la conducta es organizada. Las
estructuras cognitivas pueden engendrar procesos y eventos cognitivos y afectivos,
y también pueden ser desarrollados al procesar acontecimientos y eventos (por él,
los eventos de vida estresante pueden ser la causa de esquemas que después
inciden negativamente en el individuo).

El cambio de las propias estructuras cognitivas, tema importante siempre, es


más probable que ocurra por descubrir una continua experiencia establecida
que cuando las viejas estructuras cognitivas son cuestionadas y no garantizadas,
y cuando la adopción de estructuras nuevas, más adaptativas, es reforzada. Los
datos de la experiencia, proporcionan la base más convincente para estructurar
el self de uno mismo, del mundo y la relación entre ambos (Meichenbaum, 1985).

g Autocontrol y autorregulación

La autorregulación, corresponde al control independiente que el niño hace de su


propia conducta, para ajustarse a las expectativas sociales comprensibles. El cre-
cimiento de la autorregulación ocurre paralelamente al de la conciencia
cognoscitiva. A medida que el niño o niña, cumple o no con las peticiones de los
adultos, incorpora gran cantidad de información sobre qué tipo de conductas son
socialmente aprobadas. A medida que procesa, almacena y actúa sobre esta in-
formación ocurre un cambio gradual desde el control externo al control interno.
Desde el nacimiento los niños atraviesan por cuatro fases en su camino a la
autorregulación (Kopp, 1982).

Fase 1: Modulación neurofisiológica. (desde el nacimiento hasta los 2 ó 3 me-


ses). En las primeras semanas los infantes comienzan a calmarse cuando se hallan
sobreestimulados. Mediante el uso de conductas originales como chupar.

Fase 2: Modulación sensorio-motriz (desde los 2-3 meses hasta los 9-12 meses).
Una vez que los bebés llegan a la edad en que están despiertos más tiempo duran-
te el día, se vuelven conscientes de que sus acciones pueden afectar su entorno.
Sin embargo, ejercerán su influencia en su medio ambiente sólo cuando alguien o
algo llame su atención o dé respuesta a su conducta.

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Página
Fase 3: Control (desde los 9-12 meses hasta los 18 meses o más). El control está
ligado al desarrollo de lo que Piaget describió como conducta intencional o dirigida
hacia una meta, pero está limitada a una situación específica. Los niños en esta
tercera fase todavía no tienen la habilidad cognitiva para generalizar y su memo-
ria es limitada. Lo que ellos pueden hacer puede reprimir el conocimiento de lo
que se supone que ellos deben hacer. Debido a que la autoconciencia, tan sólo se
está empezando a desarrollar, no comprende verdaderamente lo que significa con-
trolarse a sí mismo.

Fase 4: Autocontrol y progresión de la autorregulación (desde los 18-24 meses


en adelante). Fase en la cual los niños desarrollan la habilidad de formar imáge-
nes mentales simbólicas y recordar los eventos pasados. También están desarro-
llando la habilidad de reflejar sus propias acciones y así pueden conectar men-
talmente lo que hacen con lo que se les ha dicho que ejecuten. Ambas habilida-
des cognitivas, permiten a los niños monitorear su propia conducta. El autocontrol,
entonces, significa que sobre la base de la información recordada los niños alte-
rarán o demorarán una acción para adaptarse a lo que conocen como socialmen-
te aceptable, incluso cuando la persona que cuida está ausente. Sin embargo, la
adaptabilidad de los niños a nuevas situaciones todavía es limitada y bajo pre-
sión de un estímulo o deseo olvidan fácilmente las normas. El cambio súbito a la
autorregulación involucra mayor flexibilidad, pensamiento consciente y dispo-
nibilidad para esperar.

h Desarrollo moral

La conducta moral proviene, en parte, de las normas culturales básicas que


gobiernan la acción social internalizada por el niño. El desarrollo moral es el
incremento alcanzado por la internalización de dichas normas. Suele suponerse
que el mencionado proceso recibe el influjo del castigo y el premio, la identifi-
cación con los padres como modelos y las oportunidades de encarnar papeles en
el juego con los coetáneos. El grado de internalización se mide basándose en la
capacidad del niño para resistir la tentación de quebrantar una regla cuando ni
el castigo ni la posibilidad de incumplimiento influyen en él. También se mide a
partir del sentimiento de culpabilidad y la capacidad de juzgar la conducta.

Esta capacidad es una dimensión compleja, ya que entraña capacidad cognitiva,


posibilidad de prever los acontecimientos venideros, posibilidad de sentir empatía
por otra persona, posibilidad de mantener la atención y no ceder ante los impul-
sos, control de fantasías (en especial la de índole agresiva) y, por último, senti-
mientos de autoestima y seguridad en sí mismo.

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Página
Piaget describe el desarrollo del juicio moral en función de seis aspectos, todos
ellos conectados con el desarrollo cognitivo y al parecer derivadas de él. Las
seis dimensiones revelan una transición del juicio realizado basándose en las
consecuencias físicas externas inmediatas al que se emite a partir de valores
internos o subjetivos (Kohlberg, 1964).

Intencionalidad del juicio: los niños de corta edad tienden a considerar malo
un acto en función de sus consecuencias físicas concretas, en tanto que los de
mayor edad le dan ese calificativo según la intención que tenga el sujeto de
causar daño.

Relativismo del juicio: los niños de corta edad piensan que un acto es total-
mente correcto o incorrecto y suponen que los adultos siempre tienen la razón.
Por el contrario, los niños mayores advierten la posible diversidad en las ideas
del bien y del mal.

Independencia de las sanciones: el niño de corta edad afirma que un acto es


malo porque éste acarrea castigo, mientras que un niño mayor dirá que es malo
por violar una norma o por causar daño a otros.

Uso de la reciprocidad: los niños de 4 años no incluyen la reciprocidad como un


motivo de consideración por los demás, mientras que sí la utilizan los de siete
años o más, aunque estos últimos muestran una reciprocidad egoísta y concreta.
Entre los 11 y 13 años casi todos juzgan bien en términos de la reciprocidad ideal,
pues se ponen en lugar del otro.

Empleo del castigo para hacer restitución y enmendarse: los niños pequeños
proponen imponer castigos dolorosos y fuertes a las faltas, en cambio, los mayo-
res se pronuncian a favor de castigos menos severos que también propicien el
cambio de quien comete la falta.

Ideas naturalistas sobre las desgracias: hasta los 6-7 años los niños piensan que
las desgracias o accidentes que están antecedidos por actos malos son un casti-
go de una fuerza superior (por ejemplo: Dios). Los niños de mayor edad no
establecen por lo general ese nexo.

Basándose en las ideas de Piaget en relación a las etapas del desarrollo cognitivo,
descritas anteriormente; Kohlberg (1964) ha propuesto tres niveles fundamen-
tales del desarrollo del juicio moral:

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Nivel I. Premoralidad (o moralidad preconvencional).
Tipo 1. Orientación hacia el castigo y obediencia (es decir, sumisión
a la fuerza superior de los padres).
Tipo 2. Hedonismo instrumental primitivo (esto es, se obedece pero
sólo con la esperanza de recibir un premio).

Nivel II. Moral de la conformidad (o moralidad convencional).


Tipo 3. La moralidad propia del conformista, que busca a toda costa
mantener buenas relaciones con otros y recibir su aprobación (o sea,
sumisión a las reglas con objeto el agradar a los otros y ganarse su
aprobación).
Tipo 4. La autoridad preserva la moral (es decir, se acatan las reglas
con tal de conservar el orden social).

Nivel III. Moral de principios éticos aceptados voluntariamente (o moral


posconvencional).
Tipo 5. Moral del contrato social, de los derechos individuales y
digamos, de las leyes aceptadas en forma democrática (con la se-
guridad de un “contrato social” legal).
Tipo 6. Moral de los principios individuales de conciencia (la obe-
diencia voluntaria se funda en principios éticos. Este nivel se alcan-
za, cuando se logra, hacia la adolescencia).

i Desarrollo del concepto de sí mismo

“¿Quién soy yo en el mundo? Ah, éste es el gran enigma”, dice Alicia en el País
de las Maravillas, después que su tamaño había cambiado repentinamente otra
vez. Resolver el enigma de Alicia supone un proceso de toda la vida en el cono-
cimiento y en el desarrollo de sí mismo.

El sentido de sí mismo crece lentamente, comenzando con la autoconciencia:


el darse cuenta gradualmente de que se es un ser separado de otra gente y de
otras cosas, con habilidad para reflexionar sobre sí mismo y sobre las propias
acciones. El autoconocimiento cristaliza en el primer momento de
autorreconocimiento, aproximadamente a los 18 meses de edad, cuando los
niños se reconocen frente al espejo.

El próximo paso es la autodefinición; identificación de las características inter-


nas y externas que el individuo considera significativas para describirse a sí mis-

32
Página
mo. Cerca de los tres años, los niños piensan en ellos más en términos externos:
cómo parecen, cómo viven, que hacen. Sólo a los 6 – 7 años los niños comienzan a
definirse ellos mismos en términos psicológicos. Desarrollando un concepto de
quiénes son (el yo verdadero) y de cómo quieren ser (el yo ideal). Cuando termi-
nan este proceso de entenderse a sí mismos, los niños han hecho un progreso
importante, del control de sus padres hacia su autocontrol.

Parece ser que no hay nada más personal que el sentimiento del yo. Pero la mayo-
ría de los investigadores ven el autoconcepto como un fenómeno social, “el punto
de convergencia entre el individuo y la sociedad”.(Markus y Nurius, 1984). La
preadolescencia (a fines de la etapa escolar) parece ser el tiempo señalado para
este encuentro. Las capacidades, actividades y contactos sociales, en aumento
en este período, están acompañados por responsabilidades cada vez mayores.
Los niños empiezan a regular su comportamiento no sólo para conseguir lo que
quieren y necesitan, sino también para responder a las necesidades y deseos de
los otros.

A medida que se esfuerzan por llegar a ser miembros que funcionen en una socie-
dad, los niños deben realizar varias tareas importantes que contribuyen al desa-
rrollo de su autoconcepto. Según Markus y Nurius (1984), ellos deben:

Ampliar su autoentendimiento para reflejar las percepciones, necesidades


y expectativas de la otra gente. Por ejemplo, tienen que aprender qué sig-
nifica ser amigo o miembro de un equipo.
Aprender más acerca del funcionamiento de la sociedad, sobre las relacio-
nes complejas, los roles y las reglas.
Desarrollar estándares de comportamiento que sean personalmente satis-
factorios y también incorporar los aceptados por la sociedad.
Dirigir su propio comportamiento.

El desarrollo del sí mismo, en la preadolescencia se correlaciona estrechamente


con el desarrollo de la autoestima (E. Erikson, 1950). Ésta se refiere a la evalua-
ción que hacen los niños de ellos mismos, o autoimagen. Los niños comparan su
yo ideal con su yo real. Ellos mismos juzgan qué tan bien alcanzan los estándares
sociales y las expectativas que tienen en su autoconcepto y con qué grado de
competencia hacen su trabajo.

33
Página
j La personalidad

La personalidad puede definirse como el “modo característico y habitual en que


cada persona se comporta, siente y piensa” (Bermúdez, 1997) o “los patrones
característicos y distintivos de pensamiento, emoción y conducta que define un
estilo personal del individuo de interactuar con el ambiente físico y social”
(Atkinson, 1996). En relación a la Personalidad Pervin (1998), nos indica: “La
personalidad es una organización compleja de cogniciones, emociones y conduc-
tas que da orientaciones y pautas a la vida de una persona. Como el cuerpo, la
personalidad está integrada tanto por estructuras como procesos y refleja tanto la
naturaleza (genes) como el aprendizaje (experiencia). Además la personalidad
engloba los efectos del pasado, así como construcciones del presente y del futu-
ro”.

Herencia y ambiente interactúan para formar la personalidad de cada sujeto.


Desde los primeros años los niños difieren ampliamente unos de otros, tanto por

o
su herencia genética como por variables ambientales dependientes de las condi-
ciones de su vida intrauterina y de su nacimiento. Algunos niños, por ejemplo, son
más atentos o más activos que otros, y estas diferencias pueden influir posterior-
mente en el comportamiento que sus padres adopten con ellos, lo que demuestra
cómo las variables congénitas pueden influir en las ambientales. Entre las carac-
terísticas de la personalidad que parecen determinadas por la herencia genética,
al menos parcialmente, están la inteligencia y el temperamento, así como la pre-
disposición a sufrir algunos tipos de trastornos mentales.

Entre las influencias ambientales hay que tener en cuenta que no sólo es rele-
vante el hecho en sí, sino también cuándo ocurre, ya que existen períodos críti-
cos en el desarrollo de la personalidad en los que el individuo es más sensible a
un tipo determinado de influencia ambiental.

Las experiencias de un niño en su entorno familiar son cruciales, especialmente


la forma en que sean satisfechas sus necesidades básicas o el modelo de educa-
ción que se siga, aspectos que pueden dejar una huella duradera en la persona-
lidad. Algunos autores hacen hincapié en el papel que cumplen las tradiciones
culturales en el desarrollo de la personalidad y de todos sus componentes.

34
Página
k Integración de etapas y funciones evolutivas

Todas las funciones evolutivas analizadas hasta este punto se van integrando
paulatinamente en la medida que el desarrollo avanza. Las relaciones e
interacciones se van haciendo más complejas, haciendo que cada etapa se carac-
terice como un todo y no simplemente como la yuxtaposición de partes.

Aunque existen líneas múltiples e interconexas en la aparición de las etapas y de


las respectivas funciones, cada línea posee su propio ritmo de desarrollo, dando
origen a un ser humano de niveles múltiples en todo momento.

Cada etapa del desarrollo normal es un adelanto respecto a la anterior. Cada una
de ellas se sobrepone a las anteriores, pues las estructuras y funciones construi-
das en una determinada edad se integran a las que antecede.

Cada etapa avanza en dirección de una creciente complejidad estructural, de un


estado de relativa globalidad a otro de creciente integración y diferenciación.

Los factores biogenéticos, experienciales, psíquicos y ambientales garantizan y


facilitan el proceso evolutivo y la adaptación. Teniendo presente, que se dan pe-
ríodos críticos o sensibles, las condiciones pueden ser favorables o desfavorables
para la adquisición normal o patológica de las funciones evolutivas: conducta de
apego, cognición, afectos, etc.

Existe un sinnúmero de factores que pueden alterar el desarrollo normativo de


todas las funciones evolutivas, factores biológicos como traumatismos, infeccio-
nes, intoxicaciones; factores psicológicos como traumas precoses, personalidad
de los padres y estilos de crianza; factores ambientales, como ambientes escola-
res y de la comunidad adversos.

Al dar una mirada integral del individuo, en una perspectiva evolutiva, podremos
probablemente, evaluar e intervenir en forma eficiente y oportuna.

El consumo de sustancias puede, desde el período fetal y en todas las etapas del
desarrollo, incidir negativamente y de distinto modo en los distintos ámbitos del
desarrollo biopsicosocial. En los capítulos posteriores, se revisa cómo se inserta
el consumo se sustancias en las distintas etapas, cuál es la magnitud de las
dificultades en relación a prevalencia y perfiles de consumo en niños, niñas y
adolescentes, cuáles serían las etapas del diagnóstico de este individuo con
conductas de riesgo y, por último, cuáles serían las intervenciones y las modali-

35
Página
dades de abordaje pertinentes a este grupo de niños, niñas y adolescentes.

En la tabla siguiente (adaptada de “Desarrollo psicológico del niño: Conceptos


evolutivos y clínicos”. Lewis, 1985) se resume, lo secuencial y lo interactivo del
desarrollo y sus distintas funciones; así se puede dimensionar los posibles efectos
de ciertos estímulos, entre ellos el consumo de sustancias, en el desarrollo evolu-
tivo.

36
Página
Infancia
En las ciencias sociales los enfoques teóricos respecto a la infancia se encuen-
tran en un proceso de revisión. Los enfoques hasta hoy usados son cuestionados
como "adultistas" por concebir la infancia solamente como etapa de preparación a
la vida adulta. Contra eso está ganando importancia un enfoque desde la perspec-
tiva de los niños y niñas, más sensible para el presente y la vivencia cotidiana de
ellos, tomando en cuenta sus propias visiones y aportes a la sociedad.

Los nuevos pensamientos reflejan, que en las sociedades actuales la infancia se


encuentra en un profundo proceso de transformación. Cada día menos la infancia
representa un espacio de protección y moratoria social, excluido del mundo
adulto. Poco a poco está sustituida por una infancia que está, de una nueva
manera, incluida en la sociedad, llevando a los niños y niñas más responsabili-
dad y participación.

Cada vez más, va apareciendo la idea de los niños y niñas como “sujetos acti-
vos”. Esto se logra constatar, principalmente, con el reconocimiento creciente de
los niños como "sujetos de derechos" y la autonomía avanzada de los niños como
actores competentes frente a las nuevas tecnologías y medios de comunicación,
y como consumidores conscientes.

Por otro lado, se constata, que la ampliación del espacio de actuación junto con la
responsabilidad creciente lleva para los niños nuevas cargas y riesgos. Ésos se
ven marcados principalmente en la obligación de tomar de forma temprana
decisiones sobre su vida, sin poder construir esencialmente su futuro. Se supo-
ne, según lo plantea Manfred Liebel (2003), “…que la celebración del nuevo
"sujeto autónomo" corresponde a la flexibilización de las relaciones entre infan-
cia, familia, mercado y Estado, privatizando los costos sociales anteriormente
asumidos por el Estado, los que sirven para que los niños se adapten previamen-
te al mercado "flexibilizado" del “trabajo” y “consumo”.

a El niño y la niña como sujeto de derecho

La Convención Internacional de los Derechos de la Infancia resalta, entre otros


derechos, el interés superior del niño, niña y del adolescente (artículo 3) como eje
clave en todas las medidas concernientes a los niños/as que tomen las institucio-
37
Página
38
Página
s
nes públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades admi-
nistrativas o los órganos legislativos, comprometiéndose a asegurar la protección
y el cuidado que sean necesarios para su bienestar.

En el ámbito de las drogas se define que “los Estados partes adoptarán todas las
medidas apropiadas, incluidas medidas legislativas, administrativas, sociales y
educacionales, para proteger a los niños/as contra el uso ilícito de los estupefa-
cientes y sustancias psicotrópicas enumeradas en los tratados internacionales
pertinentes y para impedir que se utilice a niños/as en la producción y el tráfico
ilícitos de esas sustancias” (artículo 33, de la Convención citada).

Al concebir al niño, a la niña y a los adolescentes como sujetos de derechos, la


Convención le asigna el estatus de ciudadano/a. La Convención obliga al Estado,
al igual que a las instituciones relacionadas con la crianza, como la familia, el
grupo de pares, la vecindad, la escuela, la empresa, la iglesia, los servicios públi-
cos y privados, etc. a reconocer, respetar, proteger y garantizar los derechos
estipulados, lo cual implica gestionar los recursos necesarios, ponerlos a su dispo-
sición y asegurar su accesibilidad. Esto incluye tomar todas las iniciativas que
permitan asegurar no sólo la promoción de salud, de estilos de vida saludable,
sino también de proveerles de los servicios especializados cuando se vean en-
vueltos en situaciones que dañan su salud.

Los derechos, de los cuales es titular todo niño, niña o adolescente abarcan
todos los recursos culturales y aspectos de la vida en sociedad. Se requiere de
la generación de las condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos,
destacando la necesidad de un trato especial, acorde a su edad, madurez y/o
etapa evolutiva. En definitiva, la aplicación de la Convención sobre los Derechos
del Niño y de la Niña desafía la comprensión de la niñez, la crianza, la educación
y las relaciones sociales.

b El niño y/o la niña como consumidor

Convertirse en consumidor es muy importante en la sociedad actual, puesto que


ésta satisface gran parte de las necesidades materiales, sociales y culturales a
través del mecanismo del mercado o mundo mercantil (Riesman, Glazer y Denny,
1953). En consecuencia, jugar el papel de consumidor es vital para el bienestar de
una persona. Este papel se va adquiriendo a lo largo de un camino de aprendiza-
jes, en el que los padres colaboran. Todo este adoctrinamiento del consumidor no
parece ser un acto deliberado y formalizado por parte de los padres, más bien
parece formar parte habitual de la ayuda que se les da a los niños durante su
crecimiento y desarrollo normal (Ward, Walkman y Wartella, 1977; Mc Neal,
1987). Si bien los padres son los agentes primarios de socialización de los niños,
el aprendizaje de los patrones de comportamiento del consumidor es el resulta-
do de la influencia que ejercen muchas otras personas y muchos otros objetos
(inanimados y animados).

A principios de la década del 90, en busca de una explicación sobre el comporta-


miento de consumidor en los niños, como objeto de estudio en sí mismo, Mc Neal
(1993) y Mc Neal y Yeh (1994) postularon y evaluaron 5 etapas en el desarrollo del
comportamiento del consumidor en la niñez.

1. Observación. El niño tiene su primer contacto sensorial con el mundo mercan-


til y, por consiguiente, su primera oportunidad para interactuar como una fuente
comercial de bienes y servicios que satisfacen necesidades. En esta temprana
época de su vida el niño ha experimentado satisfacción a partir de productos
proporcionados sólo a través de sus padres. Durante la última parte de esta etapa
previa al lenguaje comienza a visualizar la conexión que existe entre los padres y
los vendedores como proveedores. A través de la vista, el tacto, el gusto, el olfato
y la captación de sensaciones auditivas provenientes del mundo mercantil y, con
frecuencia, con la ayuda de los padres, el niño confinado a la percepción empieza
a formar sus propias impresiones sobre el mundo mercantil como fuente de pro-
ductos que satisfacen sus necesidades y que los padres rutinariamente le propor-
cionan.

2. Pedido. Esta etapa se caracteriza por la capacidad de los niños de pedir artícu-
los de consumo, principalmente productos alimenticios, primero por medio de
gestos, luego con una palabra y más tarde con oraciones, según se desarrolla el
leguaje.

3. Selección. La siguiente etapa lógica es el acto físico de tomar estos artículos,


en tanto sus mentes y sus cuerpos evolucionan y se desarrolla la necesidad de
realizar acciones de forma independiente. Pedir algo se convierte gradualmente
en conseguirlo, puesto que al ser autorizado su pedido esto va seguido del acto de
seleccionar, es decir, buscar un producto, tomarlo y consumirlo o colocarlo en el
carro del supermercado para consumirlo después. Éste es el primer acto físico
importante que realiza el niño con miras a convertirse en un consumidor inde-
pendiente. Una vez que se le permita al niño seleccionar productos periódica-
mente a una edad media de 3 años y medio, el acto en sí se convierte en una
sensación de seguridad que lleva a pedir más.

39
Página
4. Coadquisición. Después de seleccionar regularmente los productos con auto-
rización de los padres y presenciando como ellos pagan por dichos productos,
los niños, en su deseo de desempeñar el rol de adultos, quieren participar acti-
vamente en el proceso de intercambio. Con la autorización de los padres y al
principio con mucha ayuda, el niño realiza su primera coadquisición tomando el
producto del estante y dando dinero al cajero. Si bien el niño apenas entiende el
concepto de dinero, éste es suficiente para permitirle llevar a cabo el episodio
completo del consumidor, el cual incluye querer, buscar, adquirir y utilizar un
producto. Así pues, en la cuarta etapa, con una edad media de 5 años y medio,
los niños empiezan a desempeñar el papel de consumidores primarios.

5. Compra Independiente. Luego de diversas compras con la ayuda de los pa-


dres, los niños dan el paso final que los lleva a convertirse en consumidores: el
acto de comprar por sí solos. Aproximadamente a la edad de 8 años los niños
pueden caminar o ir en bicicleta a una tienda, donde podrán realizar compras
por sí solos, o quizá podrán ir a un centro comercial con los padres y luego solos
para realizar sus propias compras.

40
Página
Etapas de desarrollo del comportamiento del consumidor
Producto Tiendas
Etapa Descripción Edad Media Resultados involucradas
involucrado
Observación Primera visita a una fuen- Primeras impresiones del Supermercados (78%)
te comercial proveedora 2 meses mundo mercantil a través de Tiendas mayoristas (9%)
Ninguno
de bienes y servicios colores, formas, sonidos,
olores, texturas

Pedido Pedido de un producto 2 años Primera entrega de Cereales (47%) Supermercado (76%)
cuando se está ante él objetos que satisfacen sus Golosinas (30%) Tienda mayorista (11%)
gesticulando, señalando necesidades de una fuente Juguetes (21%) Tienda de juguetes (7%)
con palabras comercial a través de sus Centro comercial (3%)
propios esfuerzos físicos

Selección Tomar productos inde- 3 años Primera entrega de objetos Cereales Supermercado (56%)
pendientemente de los que satisfacen sus necesida- Juguetes Tienda mayorista (23%)
estantes des de una fuente comercial Golosinas Tienda de juguetes
a través de sus propios es- Libros (11%)
fuerzos físicos Ropa Centro comercial (7%)

Coadquisición Primera compra de un Primera experiencia con el Juguetes Tienda mayorista (43%)
producto deseado con la 5 años Golosinas Tienda de juguetes
proceso de intercambio en el
ayuda de los padres que se da dinero a cambio de Artículos de regalo (23%)
productos Ropa Supermercado (19%)
Cereales Centro comercial (16%)

Compra Realizar el acto de com- Efectuar la primera compra Comida


Golosinas
Independiente pra completa de manera 8 años de un producto deseado, sin Supermercado (64%)
Juguetes
independiente ayuda alguna Centro comercial (12%)
Tienda mayorista (11%)
Tienda de juguetes (8%)
(Adaptado de “Los niños como consumidores de productos sociales y comerciales”, MacNeal,

Página
2000).

41
Según lo señalado por McNeal (1992) y (Lazer) 1994, los importantes cambios en
la vida familiar de la década de los 80-90, sobre todo en sociedades de libre
mercado, al presentarse en forma simultánea, ocasionaron un cambio general.
Estos cambios serían:

Los hogares con dos sueldos aumentaron. Muchas madres, bajo circuns-
tancias de elevación del costo de vida o bien con posibilidades de ejercer o
de ingresar al mundo laboral, dio a la familia la posibilidad de tener más
dinero para gastar. Este aumento absoluto del ingreso familiar permitió a
los padres destinar o proporcionar dinero adicional a sus hijos.

El índice de fertilidad total disminuyó. Cualesquiera que fuesen las razo-


nes, hubo relativamente menos niños por familia y más dinero para cada
uno, debido a que en el hogar había dos personas que ganaban dinero.

Las familias se demoraron más en tener hijos. Al retrasar los nacimientos


y afianzar lo profesional o laboral, los padres tuvieron más dinero cuando
los niños nacieron y, por consiguiente, tendían a darle más dinero. Así
pues, el hecho de dar más dinero a los niños se inició con frecuencia
desde que ellos nacían y no cuando llegaban a la etapa de “yo quiero”.

Las familias separadas aumentaron el número de hijastros. Debido a las


separaciones y el divorcio, muchos niños viven como hijastros en sus fami-
lias. Aunque esto sirve de muy poco consuelo para estos niños, ellos tien-
den a recibir más dinero y más cosas de sus varias familias, suelen tener
dos “madres” y dos “padres” y, por supuesto múltiples abuelos.

Las familias con sólo un padre o una madre aumentaron. La cantidad de


hogares encabezados por sólo un padre o madre (con frecuencia madres y
casi siempre en condiciones económicas desfavorables) ha aumentado, lo
que lleva a pensar que los hijos participarán más en las actividades del
hogar. En estos casos, los niños tienden a desempeñar el papel de consumi-
dores mucho más temprano y de manera más regular, manejando dinero,
yendo de compras, comprando para la familia y para sí mismos. En estos
hogares con un solo padre o madre los niños suelen realizar sus primeras
compras casi un año antes que los niños que pertenecen a hogares enca-
bezados por ambos padres, existiendo además una fuente oculta de in-
greso para estos niños de un solo padre/madre, ya que con frecuencia los
padres distantes proporcionan a sus hijos regalos y dineros adicionales.
(McNeal, 2000).

42
Página
Los abuelos “volvieron” a ser importantes. Los abuelos tienden a gastar
más por juguete que lo que gastan sus padres, y una de lasa fuentes de
ingreso de más rápido crecimiento para los niños es precisamente, el di-
nero que viene de los abuelos.

El factor de culpa aumentó. El hecho de que tanto la madre como el padre


trabajaran vino asociado al sentimiento de culpa, por el hecho de estar la
mayor parte del día alejados de sus hijos. A juicio de MacNeal, se inventó el
término “calidad de tiempo”, para justificar la cantidad menor de tiempo
que ellos pasaban con sus hijos.

Los padres se “angustiaron” por el futuro de sus hijos. La incertidumbre


económica de las últimas décadas llevó a los padres a preocuparse por que
sus hijos tuvieran las mismas oportunidades que otros niños, más que a
considerar las mismas oportunidades que ellos tuvieron. Muchas familias
que tenían menos daban más a sus hijos, más dinero, más cosas, más
educación y capacitación, más poder en la toma de decisiones de la fami-
lia. En Estados Unidos se constató que las ventas al por menor durante la
temporada de Navidad en los años 1990-1994 bajaron, excepto en lo que
se refirió a mercaderías para niños.

Todos los aspectos anteriormente enunciados son fundamentales al diagnosticar


los aspectos psicosociales del niño o adolescente frente al consumo de drogas.

c El niño, la niña y el consumo de drogas

El consumo de sustancias en niños o niñas, es decir sujetos menores de 10 años, es


algo poco frecuente, pero lamentablemente existente. Desde lo descrito en la
literatura y en la información de experiencias de quienes trabajan con esta pobla-
ción infantil se sugiere respecto del consumo, no hablar de adicción, sino más
bien de “consumo”. Especialmente si no se ha observado la presencia de indicadores
que definen una adicción como lo es el síndrome de abstinencia, por ejemplo.

Por otra parte, si bien es posible categorizar los tipos de consumo en el caso de niños,
la experiencia apunta a que en esta población no existiría un consumo no problemáti-
co. Es decir, en menores de 10 años, dados los argumentos entregados por los ejecutores
de programas que intervienen en esta población (mesa técnica CONACE 2002) se
sugiere hablar de consumo problemático o de consumo en alto riesgo o, por último, de
consumo que puede llevar rápidamente a un daño, al parecer por la cantidad de facto-
res de riesgo que se acumulan en un niño o niña que consume.

43
Página
Los argumentos que apoyan esta propuesta son los siguientes:

Fisiológicamente, se trataría de un cuerpo y un aparato psíquico que está


en formación. Por tanto, todos sus sistemas se ven afectados por la pre-
sencia de sustancias tóxicas, que tendrán una mayor repercusión que en el
adulto.

Está claro que los niños pueden tener diferencias de consumo de acuerdo a
la etapa de desarrollo en que se encuentren, pero el sentido que está tras el
consumo en la niñez tiene siempre una raíz que dice relación con impor-
tantes carencias presentadas tanto en el ámbito de las necesidades bási-
cas y acceso a servicios, como en el ámbito vincular y de relaciones
afectivas con su familia de origen.

Se está contraviniendo la Convención Internacional de los Derechos del Niño,


que compromete a los países del mundo a garantizar protección y seguri-
dad a la infancia.

Por tanto, no es posible hablar de un consumo responsable, pues cualquier tipo de


consumo en niños menores de 10 años, siempre conlleva un importante riesgo
asociado, que muchas veces no es posible determinar previamente, si sólo nos
centramos en las sustancias consumidas y no en los sentidos que ellos le otorgan
a las mismas y el contexto en el cual se desarrolla el consumo de sustancias.

Por último, la literatura no hace una distinción o categorización particular en el


consumo de drogas en niños. Pero, si se consideran ciertas indicaciones respectos
a las etapas de desarrollo infantil, es posible hablar de tres tipos de consumo:

1. Consumo Imitativo (5 a 7 años). Este consumo se asocia al experimental, en


la medida que se prueba la droga con el sentido de la imitación de una conducta
observada en un adulto o en los propios pares. En general el acceso a la droga,
es a través de pares mayores y el consumo en esta etapa, que característica-
mente se observa en población de alto riesgo y marginal, es, por lo general, el
de solventes volátiles, pudiendo haber acceso, sin duda alguna, a otros tipos de
sustancias.

2. Consumo “sin sentido”. Este consumo se da generalmente entre los 8 y 10


años. Es un consumo concreto en tanto se relaciona con los efectos físicos que la
sustancia le proporciona y que suplen graves necesidades concretas, tanto mate-
riales como afectivas. No hay elaboración respecto del por qué se consume y de
las causas y efectos de dicho acto. El sujeto, carece de la posibilidad de abs-
44
Página
traer consecuencias presentes y futuras del consumo, debido a la etapa del
desarrollo del pensamiento en que se encuentra.

El niño que vive en estas condiciones, por lo general, siente la desprotección, no


puede identificarse con una figura significativa, tiene dificultades en la adapta-
ción social en términos de incorporar nuevas leyes y aparecen en él, conductas
agresivas que pueden presentar dos caminos: una constante autoagresión o una
agresión volcada hacia afuera permanentemente, que lo distanciará y le impedirá
el acceso y el mantenimiento en los sistemas sociales.

3. Consumo “con sentido” (preadolescencia, adolescencia temprana). La droga


acá presenta “un sentido” tanto en el ámbito individual, como grupal. En am-
bos, el consumo viene a intentar llenar el lugar de la falta, en términos de la
protección, de lo vincular, etc. El sentido se relaciona, por una parte, con
carencias concretas, pero, a la vez, con déficits del orden de lo simbólico. A
través del consumo se pasa a ser parte de un grupo, se adquieren roles y se
reproduce lo aprendido. El consumo aparece como una autoagresión y a la vez
como una forma de desafiar permanentemente la ley, a eso de lo que no son
parte o no han adquirido.

d Grupos de niños específicos: niños y niñas en el circuito de calle

Si bien los niños y niñas tienen características similares en muchos aspectos de


su desarrollo biopsicosocial, también existen grandes diferencias en las distin-
tas áreas dé este. Por lo tanto, el desarrollo tomará cursos diferentes, de acuer-
do a las distintas posibilidades que niños y niñas tengan en su vida.

En las últimas décadas, la presencia de los niños en el “circuito de calle”, como


grupo que presenta especificidades, ha puesto de manifiesto la marginalidad in-
fantil, como consecuencia del modelo económico y su impacto en este segmen-
to de la población, que aparece como la cara visible de la agudización de la
pobreza y de la desprotección social. Pedro Güell plantea que los niños de y en
la calle serían la cara visible de los efectos no deseados de la modernización del
país y su repercusión en el núcleo familiar.

Según estudios del Servicio Nacional de Menores, la población nacional total de


niños, niñas y adolescentes atendidos por ese servicio asciende a 71.009 niños y
niñas. Un 12,1% de ellos correspondería a niños de y en la calle, situándose la
mayoría de ellos en edades que van entre los 7 y 16 años. Respecto a la distribu-
ción por regiones, la mayor concentración está en la VIII región (19,45%), en

45
Página
46
Página
c
segundo lugar, en la Región Metropolitana con un 18,5%, en tercer lugar, la X
Región con el 16,3%, y la V Región, con un 13,9%, en cuarto lugar.

Se debe diferenciar entre dos perfiles de niños que presentan situación de


marginalidad, niños en la calle y en niños de la calle. Si bien expresan similitudes,
es posible reconocer importantes diferencias que marcarán el estilo de abordaje
que se desee realizar. La experiencia de trabajo con ambos perfiles indica que no
es posible plantear intervenciones universalistas, sino que se requiere necesaria-
mente considerar las especificidades de cada subgrupo.

Ambos grupos, a la vez, son atravesados por otras características, tales como
situaciones de explotación laboral, de abuso y explotación sexual.

Niños en la Calle: son niños que han vivido permanentemente situaciones de


carencias desde las más básicas: alimentación, educación, salud hasta aquéllas
asociadas a lo socioafectivo. Son niños que han sufrido situaciones ocasionales
y/o permanentes de violencia física, psicológica, incluso sexual, ya sea por par-
te de las figuras parentales o adultos significativos u otros adultos.

Presentan además hitos comunes de nacimiento (hijos de embarazos no desea-


dos, inexistencia de figuras paternas, historias de alcoholismo y drogadicción en
sus hogares, entre otras). La mayoría vive en situaciones de hacinamiento, en
espacios reducidos, con adultos con problemas de cesantía, de alcoholismo y/o
drogadicción o en otros casos solos durante el día ya que la madre y/o figura
parental trabaja durante largos períodos fuera de la casa. Estos niños no ingresan
al sistema educacional y/o desertan tempranamente (entre 3° y 4° básico) o van
a la escuela y de la escuela a la calle.

Es así como estos niños pasan la mayor parte del tiempo en la calle, pero mantie-
nen ciertos vínculos con algún adulto significativo, al interior de su medio fami-
liar y por tanto, tiene la opción de mantenerse como niño en la calle y no pasar
necesariamente a ser un niño de la calle. En general, las edades fluctúan entre
los 4 a los 8 años, edad en donde comienza a producirse el tránsito hacia con-
vertirse en niños de la calle. La mayoría de estos niños pasa la mayor parte de
sus vidas en las calles mendigando o dedicados a servicios informales, para com-
plementar los ingresos de sus familias.

Niños de la calle: son niños que en su mayoría han realizado el tránsito defini-
tivo “a la calle”, producto de las condiciones de vida y de las situaciones de
vulnerabilidad o daño, sufridas o del abandono por parte de las figuras parentales
y/o cuidadoras. La edad promedio del inicio “de la calle” es a los 8 años aproxi-
madamente, siendo los 10 años la edad en que pierden todo vínculo con las
familias de origen y no cuentan con personas, instituciones o instancias que
regulen, normen o limiten sus conductas.

Se asocian a otros pares de las calles, formando las denominadas “caletas” en las
cuales reproducen el sistema familiar tradicional, a través de la asunción de
ciertos roles con los pares, ya sea de protección, liderazgo o de ser protegido.
Así se van conformando verdaderas familias que suplen, a través de estas figuras
reales, a aquellas simbólicas e imaginarias que han abandonado o que, en la
mayoría de los casos, los han abandonado.

El consumo de drogas en estos niños se inicia entre los 9 y 14 años, a través de


solventes volátiles, la droga más consumida es la llamada “solución”. Estos ni-
ños, que van desde los 8 años en adelante, se caracterizan por presentar estilos
vinculares evitativos, presentando desconfianza, temor y rechazo a las institu-
ciones formales y están fuera de la ley y las normas, con una clara preferencia
hacia la vida en la calle, a través de sus estrategias de sobrevivencia, que optan
por un sistema diferente. En algunos casos cuando alguna figura parental o de
custodia intenta que vuelvan a sus casas, rápidamente cambian de lugar geográ-
fico antes de que se los pueda volver a ubicar.

Adolescencia
L a necesidad de hacer visible esta etapa del desarrollo, históricamente poster-
gada entre la niñez y la adultez, permitirá reconocer la existencia de sujetos
que transitan por ella. La especificidad de esta etapa y, a la vez, las caracterís-
ticas específicas de los sujetos que la viven exigen plantear una mirada, un
abordaje o una intervención diferente, a la acostumbrada perspectiva
adultocéntrica (desde el adulto, para los adultos y con los adultos).

El análisis del adolescente y del proceso de adolescencia, desde una perspectiva


evolutiva, nos permite viajar hacia el pasado, presente y futuro de un ser en
constante movimiento y cambios.

47
Página
a Aspectos generales y definiciones

La adolescencia fue considerada por largo tiempo como etapa de tránsito entre
la niñez y la adultez, sin dedicarle mayor preocupación. A partir del siglo XX,
con la evolución del mundo moderno y tecnológico, esta etapa ha ido adquirien-
do cada vez más importancia; involucra mayor número de años en la vida del
individuo y el porcentaje de la población que se encuentra en este grupo es
también importante.

En líneas generales, se puede decir que la adolescencia es la etapa de la vida en


que se producen los procesos de maduración biológica, psíquica y social de un
individuo, alcanzando así la edad adulta y culminando con su incorporación en
forma plena a la sociedad.

La búsqueda de definiciones de adolescencia y del establecimiento de un modelo


comprensivo de este proceso responde a la necesidad de contar con criterios que
identifiquen grupos bien delimitados, que faciliten la investigación epidemiológica
y que se logre dar una mirada de contexto en torno a esta población.

La Organización Mundial de la Salud (OMS, 1965) consideró a la adolescencia como


el período de la vida comprendido entre los 10 y los 20 años. Expresó, además,
como prioridad la preocupación por los adolescentes y por entrenar al personal de
salud para aumentar sus conocimientos con respecto al tema, ya que difieren en
la fisiología y psicología de los niños y adultos.

Sin embargo, una de las definiciones más conocidas y aceptadas por los que se
dedican al área de la adolescencia ha sido elaborada por la OMS (1975). Ésta
define la adolescencia como la etapa en que desde el punto de vista:

Biológico: “El individuo progresa desde la aparición inicial de las caracte-


rísticas sexuales secundarias hasta la madurez sexual”.

Psicológico: “Los procesos psicológicos del individuo y las formas de iden-


tificación evolucionan desde los de un niño a los de un adulto”, y

Social: “Se realiza una transición del estado de dependencia


socioeconómica total a una relativa independencia”.

De esta definición se desprende que el inicio del desarrollo de las característi-


cas sexuales secundarias correspondería al inicio de la adolescencia, aunque el

48
Página
término de esta etapa resultaría más bien variable de un individuo a otro, inten-
tando, en la medida de lo posible, no usar un criterio cronológico, sino más bien
el logro de los procesos antes mencionados.

Horrocks (1984), de acuerdo a criterios evolutivos, establece en la adolescencia


tres subperíodos: temprano (entre los 11 y los 13 años), medio (de los 14 a los 16
años) y tardío (entre los 16 y los 19 años). Estos criterios evolutivos serían, entre
otros, el desarrollo físico, el movimiento hacia la independencia, los intereses
vocacionales, la sexualidad y el autocontrol.

Dina Krauskopf (2000), desde una perspectiva de las tareas evolutivas, nos plan-
tea tres subetapas en el desarrollo adolescente, de acuerdo a tres tipos de
preocupaciones:

Temprana (10-13 años), preocupación por lo físico y emocional.


Media (14-16 años), preocupación por la afirmación personal-social, y
Final (17-19 años). preocupación por la relación social.

Carmen Arbex (2002) nos plantea la adolescencia como el período de desarrollo


humano que se inicia al finalizar la infancia, con la pubertad y termina en la
etapa adulta. El niño ha abandonado la niñez pero aún no se ha desarrollado
como persona adulta. Se trata, por tanto, de una etapa de transición, llena de
ambigüedades e incertidumbres.

Muchos son los autores que intentan dar una definición de la adolescencia, ya
sea por un interés clínico, sociológico, epidemiológico o político.

Desde un punto de vista práctico y en coincidencia con el programa del adoles-


cente del Ministerio de Salud de Chile consideraremos la adolescencia como la
etapa que toma el rango etario entre los 10 y los 19 años de edad y al adolescen-
te como el individuo hombre o mujer, que se encuentra ubicado en ese rango
etario.

Si bien el criterio cronológico que se elige aquí es de orden práctico, éste debe
ser complementado, en todo momento con los criterios referidos a tareas evolu-
tivas y características particulares del proceso, que serán descritas y analizadas
más adelante.

49
Página
b En busca de un modelo comprensivo

Basados en experiencias previas, el Programa Regional de Adolescencia de la


Organización Panamericana de la Salud (OPS) propone un nuevo marco concep-
tual de desarrollo humano integral y promoción de salud. Este marco plantea
fortalecer el desarrollo del adolescente dentro del contexto de la familia y su
ambiente socioeconómico, político y cultural y un cambio de paradigma que
apoye el desarrollo de los adolescentes como una estrategia para prevenir los
problemas.

Medio ambiente
Empleo-Ingreso Hogar-vecindad-escuela
Participación Social
Seguridad Medios de Comunicación
Políticas Integrales
Comunidad Cultura

económica/Financiera




Empoderamiento

○ ○

○ ○ ○
○ ○

Familia

○ ○

○ ○
○ ○


○ ○ ○

○ ○

○○ ○

Desarrollo
de Adolescentes
○ ○



○ ○

○ ○ ○

○ ○
○ ○ ○

○ ○




Servicios de promoción y de

Educación, habilidades

y aspectos éticos salud curativa. Educación en



salud, consejería, recreación


Derechos
Competencias y redes
y Ciudadanía
Salud y Bienestar
Justicia

(Un modelo basado en el marco conceptual de salud y desarrollo para la promo-


ción de la salud de adolescentes y jóvenes. OPS, 2001).

Los adolescentes tienen requerimientos básicos (derechos) (UNICEF, 1997) que


necesitan ser satisfechos: nutrición, ejercicio, recreación y acceso a servicios.
Según la OMS, para tener un desarrollo saludable los adolescentes y jóvenes
necesitan primero, haber tenido una infancia saludable; segundo contar con
ambientes seguros que los apoyen y brinden oportunidades, a través de la fami-
lia, los pares y otras instituciones sociales; tercero, información y oportunida-
des para desarrollar una amplia gama de actividades prácticas, vocacionales y
de vida y cuarto, tener acceso con equidad a una amplia gama de servicios:

50
Página
educación, salud, empleo, justicia y bienestar (OMS, 1989). UNICEF agrega la
necesidad de un macroambiente que los apoye, creado por las políticas y la
legislación, los valores de la sociedad, los modelos de roles positivos, y las nor-
mas de conductas con apoyo de los medios de comunicación.

c El adolescente: sujeto y objeto de un proceso

En la adolescencia, el sujeto está experimentando una serie de cambios decisi-


vos para su vida futura. En esta etapa evolutiva el universo de valores, intere-
ses, actitudes vitales y comportamientos adultos quedan, si no fijados, al menos
orientados, y la propia identidad personal se va configurando, experimentando
un desarrollo emocional, comportamental y físico, que lo llevará a tratar de
independizarse de sus padres y buscar su propia identidad.

Desde una perspectiva individual debemos recordar que la pubertad se manifiesta


por profundas modificaciones fisiológicas que evidentemente tienen importantes
repercusiones psicológicas y/o sociales, tanto a nivel de la realidad concreta como
a nivel de lo imaginario y lo simbólico.

El cuerpo se transforma a un ritmo variable, pero de forma global, enfrentándose


pues el sujeto a una serie de modificaciones corporales que le cuesta integrar y
que sobrevienen a un ritmo rápido. El cuerpo representa para el adolescente un
medio de expresión simbólica de sus conflictos, además de mostrar sus formas de
relación.

El ámbito neurobiológico fue descrito en el capítulo anterior, en donde se descri-


bió la evidencia de los importantes y profundos cambios tanto organizacionales
como funcionales, a nivel de distintas estructuras del sistema nervioso central y
del sistema endocrinológico y las consecuencias de posibles daños, provocados
por distintos estímulos en esta etapa.

A estas modificaciones anátomo-fisiológicas se une un cierto movimiento


intrapsíquico, ligado a la experiencia de separación de las personas influyentes
en la infancia, a un cambio en las formas de relación y en los proyectos elaborados
en común. Este movimiento puede compararse al de un trabajo de duelo, que
puede reeditar pérdidas y/o separaciones en períodos previos o de la pequeña
infancia.

El adolescente debe crear o recurrir a ciertas defensas o medidas defensivas y


procesos adaptativos. La elección de sujetos de relación va mostrando mayor

51
Página
e
variación individual. Los procesos cognitivos se hacen más objetivos y analíti-
cos. Aparecen jerarquizaciones en su pensamiento, lo que hace que sobresalgan
diferentes intereses, capacidades, habilidades y talentos que son ensayados ex-
perimentalmente y valorados en el fortalecimiento de la autoestima, por la
bibliografía.

La cualidad narcisista del adolescente, ampliamente descrita, adquiere una gran


importancia con el tiempo. El retiro de la carga afectiva, que en un primer mo-
mento se dirigía a la relación de la figura vincularmente significativa, por lo
general los padres, lleva a una sobrevaloración de sí mismo, a una sensibilidad
extraordinaria, a un aumento de la percepción de sí mismo y de la realidad. Este
aumento del narcisismo se explica porque en la medida que se aleja de las figuras
parentales de la infancia se siente desprotegido y, por lo mismo, frágil; y es de
estas vivencias que se defiende con los sentimientos de grandeza y superioridad.
El desarrollo y más tarde el establecimiento del narcisismo adulto es considerado
como necesario en la adolescencia. El adolescente debe escoger nuevas relacio-
nes, pero también debe escogerse a sí mismo como sujeto de interés, de respeto
y de estima. De allí la importancia que los autores dan a las fallas del narcisismo
como elemento central en las distintas dificultades psicológicas de los adoles-
centes. La forma en que ciertos jóvenes maltratan su cuerpo es un signo, entre
otros, de sus dificultades narcisistas.

Para poder separarse de los padres reales y de sus representaciones en el mundo


interno, el adolescente usa predominantemente la desvalorización de los padres,
indicándolos como portadores de características negativas (que pueden ser reales
o no), características extensibles a figuras sustitutas (profesores, tutores, etc.).

Al retirar la energía mental de los padres, ésta queda libre y puede seguir dos
caminos. El más frecuente es depositarla en personas o intereses del mundo ex-
terno, lo que explica la gran facilidad para establecer relaciones intensas y transi-
torias con personas o actividades, generalmente ideológicas, artísticas o depor-
tivas. El otro camino para la energía mental que ha quedado flotando es volverla
hacia el mundo interno, lo que se expresa en grandes retracciones del mundo
real que los hace ser ensimismados, casi autistas; cuando el individuo logra
canalizar esta energía mental lo hace buscando objetos que le hagan sentido,
por lo tanto, son sujetos que están la mayor parte de las veces fuera del hogar,
en una búsqueda y experimentación constante de nuevas vivencias y contactos
afectivos. Esta característica del período de adolescencia es vista desde el mun-
do adulto, como un aumento en el riesgo, pues, es lo que lo lleva a experimen-
tar en distintas conductas de riesgo, por ejemplo, el uso de drogas.

52
Página
Otro elemento a considerar en el sujeto adolescente es la gran importancia que
adquieren para el individuo los órganos de los sentidos, lo que permite una per-
cepción hiperaguda de la realidad, con especiales características. Tal vez esto
ayude al yo a aferrarse al mundo de los objetos significativos, que está en cons-
tante riesgo de perder. La naturaleza y las manifestaciones artísticas se descu-
bren en toda su belleza y experimentan en relación con ellas estados emociona-
les exaltados. También se pueden observar sentimientos de omnipotencia en los
estados autoprovocados de dolor, esfuerzo y agotamiento físico, que son típicos
de los adolescentes. Aquí aparece la importancia del yo corporal, que les permi-
te mantener la identidad, cuando el “yo psicológico” está envuelto en tantas
vicisitudes.

Es necesario reiterar las tensiones afectivas durante toda la adolescencia, ya que


se sabe que el aumento de tensión en el aparato mental genera angustia. Para
evitarla, el adolescente descarga parcialmente estas tensiones al exterior, vía
expresión motora, especialmente a través del deporte, el baile, etc. También son
parcialmente descargadas hacia el interior del cuerpo y son la causa de las fre-
cuentes dolencias físicas. Las formas en que los procesos racionales y los procesos
afectivos llegan a un entendimiento son predominantemente oscilantes. Si predo-
mina el uso de los procesos racionales y aparece la moderación, el idealismo o
incluso el repudio a los impulsos recibirá mucho reconocimiento del ambiente; al
contrario, si los procesos afectivos no logran ser integrados con la razón y termi-
nan dirigiendo la conducta se producirán conflictos con el entorno social.

d El proceso adolescente y sus características evolutivas

Segundo nacimiento, alas de libertad, adiós a la infancia, años salvajes; las


metáforas son numerosas para evocar la adolescencia. Este largo período de
transformación entre la infancia y la edad adulta revela, en efecto, múltiples
aspectos, múltiples rostros.

Rostros que se irán determinando por las distintas transformaciones que se van
produciendo gradualmente en fases desorganizativas y en otras de mayor orga-
nización. Como consecuencias de estos importantes cambios y adquisiciones de
capacidades, el concepto que tiene el adolescente de sí mismo y su relación con
el mundo cambia, generando tensiones y preocupaciones que muchas veces lo
llevan a manifestar conductas desadaptativas o incomprensibles para los adul-
tos. En este sentido se puede decir que la adolescencia es potencialmente críti-
ca sin embargo, en que estos cambios afectan la vida personal y social del joven

53
Página
depende de las habilidades y experiencias ya adquiridas en la infancia y de las
actitudes de quienes lo rodean en ese momento.

Es importante destacar tres aspectos de este proceso evolutivo:

Además de ser transitorio se trata de una etapa especialmente dinámi-


ca y cambiante, en un marco social e histórico concreto. “En este
proceso se suceden etapas, acontecimientos y circunstancias, algunas
de las cuales serán enriquecedoras y estabilizadoras, y otras proble-
máticas” (Funes, 1998).
Cada adolescente vive esta etapa de una manera particular y subjetiva,
en un contexto de espacios y comunidades humanas que producen di-
ferentes maneras de ser adolescente.
Los adolescentes expresan sus conflictos normalmente en términos socia-
les. Es decir, la vivencia individual de conflicto suele normalmente ex-
presarse de un modo social.

Este proceso tiene algunas características que lo hacen un período de especial


vulnerabilidad.

Según Arbex (2002), las más relevantes serían:

Necesidad de reafirmación. La formación de una identidad propia es una de las


tareas evolutivas más críticas de la adolescencia, existiendo, por lo tanto, una
tendencia a preocuparse en exceso por su imagen y a cómo son percibidos por los
demás. Sin duda, muchas de las conductas en las cuales el adolescente se involucrará
estarán asociadas a esta imagen. Los adolescentes necesitan reafirmar su identi-
dad y para ello han de compartir ritos específicos. Existirían “ritos” en la actuali-
dad, como los relacionados a los propios de los fines de semana nocturnos, entre
ellos el consumo de alcohol y otras drogas utilizadas como objetos/sustancias
iniciáticas generadoras de vínculos sociales (Conde, 1997).

Necesidad de trasgresión. A los adolescentes actuales no se les ha dejado el


espacio para la trasgresión. Los padres de los adolescentes actuales, sobre todo
en sociedades europeas, a fuerza de querer ser liberales, han perdido la capaci-
dad de indignación con sus hijos, quedándose éstos sin muñeco contra el que tirar
sus dardos. “Se trata de una generación de padres que ha venido predicando la
idea de libertad como el valor supremo, como la idea central del ambiente cultu-
ral, del orden de los valores… y ahora no encuentra ningún otro valor que justifi-
que las limitaciones de ésta” (Conde, 2001).

54
Página
Esta trasgresión puede llegar también como respuesta a espacios de someti-
miento y de vulneración de derechos que el mundo adulto tiende a hacer de los
adolescentes y jóvenes.

De este modo, parece ser que el espacio de trasgresión para los adolescentes se
reduce a ciertos temas como, por ejemplo, las relaciones sexuales, o bien, el
consumo de drogas vinculado habitualmente a sus espacios de tiempos libres.
Contravienen el orden social establecido, viviendo cada acto (o paso al acto)
como una provocación frente al mundo adulto y sus normas.

Necesidad de conformidad intragrupal. La necesidad para el adolescente de


estar en grupo responde a necesidades educativas, sociales y psicológicas indivi-
duales. En efecto los grupos son un medio de intercambio de diferentes informa-
ciones que cada uno puede haber recogido en situaciones familiares personales,
actividades de ocio o intereses individuales que él ha tenido la ocasión de trasmi-
tir a sus pares. Además, el grupo permite al adolescente sentirse integrado en la
sociedad y más particularmente a la clase de edad que caracteriza esta sociedad.

Desde el punto de vista psicológico o intrapsíquico individual, el adolescente pue-


de también re-elaborar lo que se denomina el ideal del yo, constituyéndose así el
grupo, en un medio de acceso a lo que se sueña adquirir, conquistar o ser. El grupo
de iguales pasa a ser un elemento de referencia fundamental, sirviendo como
refugio del mundo adulto en el que pueden explorarse una gran cantidad de pape-
les. No extraña, por consiguiente, que la experimentación precoz con el tabaco,
alcohol y otras drogas tenga lugar dentro del grupo de iguales.

Por otra parte, en algunos casos, el grupo de iguales puede constituir un factor de
riesgo importantísimo en esta etapa, representando una caja de resonancia o un
amplificador potentísimo de conductas inadecuadas, siendo muy difícil para el
joven resistir la presión. Sin embargo, conviene apuntar que la vulnerabilidad a la
presión de grupo puede ser modulada en gran medida por los recursos personales
del menor, tales como la autoestima, asertividad, habilidades sociales, etc.

En relación al grupo de pares varones, el riesgo principal está relacionado con los
tipos de comportamiento y socialización fomentados por él. El grupo de pares
varones es el lugar donde los chicos “prueban y ensayan los papeles de macho” y
es este mismo grupo que hace vida en la calle y juzga qué actos y comportamien-
tos pueden considerarse “viriles” (Mosher y Tomkins, 1988). Sin embargo, las
versiones de virilidad que a veces fomenta el grupo de pares varones pueden ser
homofóbicas, crueles en sus actitudes hacia las mujeres, y apoyar la violencia
como forma de demostrar la propia hombría y resolver los conflictos.
55
Página
Susceptibilidad frente a las presiones del entorno. Los y las adolescentes pue-
den ser particularmente sensibles a las campañas de publicidad diseñadas para
asociar el consumo de drogas, como, por ejemplo, el alcohol, con una determina-
da imagen. “Temas relacionados con la identidad y la imagen pública, la curiosi-
dad y las ganas de experimentar sensaciones nuevas … pueden aumentar de for-
ma sustancial la susceptibilidad general frente a la publicidad y otras influencias
sociales que promueven el uso de sustancias” (Botvin, 1996). También se presen-
ta la sensibilidad a las presiones del propio grupo de pares. En los adolescentes, la
presión del entorno los hace utilizar su cuerpo y sus conductas como soporte de
una discusión social en la que el objetivo es diferenciarse de otros y, a la vez,
buscar un parecido reasegurador con los otros” (Marcelli y Braconnier, 1993).

Para Carmen Arbex (2002), en el logro del entendimiento global de esta etapa es
fundamental plantearse la siguiente pregunta: ¿Cuáles son las características
socioculturales de nuestra sociedad actual en que se están socializando los
adolescentes?

Para dar una respuesta es necesario considerar algunos valores y actitudes vitales
que están definiendo, según numerosas investigaciones, a cierta parte de la ado-
lescencia y que podrían ser posibles explicaciones de los comportamientos
descontrolados en ciertas ocasiones, sobre todo en ratos de tiempo libre.

Sensación de invulnerabilidad. Existen tres condiciones que se incrementan a


esta edad: el egocentrismo, la omnipotencia y la búsqueda de nuevas sensaciones
derivadas de su orientación a la novedad y a la independencia. Los adolescentes
tienden a pensar que sus experiencias son tan únicas e irrepetibles, que nadie las
ha vivido anteriormente ni sería capaz de entenderlas. Se sienten envueltos en
una “coraza” personal que les protege mágicamente de todos los peligros. Pletóricos
de salud y vitalidad, no tienen en consideración las advertencias en torno a con-
ductas de riesgo. Por lo tanto, la conclusión más frecuente que ellos hacen frente
a los mensajes atemorizantes y a la vez atemorizados del mundo adulto es: “yo
controlo”.

El rechazo a la vida del adulto. La creciente necesidad de autonomía que expe-


rimenta el adolescente, le lleva a rechazar la protección de los adultos y a enfren-
tar conductas de riesgo que pueden representar una importante amenaza para su
desarrollo posterior.

En este punto es necesario tener en cuenta la socialización de género, sobre todo


en los varones en quienes los comportamientos están poco orientados a acercarse
a los adultos y pedir ayuda. En Alemania, los estudios de muchachos de 14 a 16
56
Página
años pusieron de manifiesto que en épocas de conflicto el 36% prefería estar
solo y el 11% decía que no necesitaba consuelo; el 50% de los chicos recurría a su
madre y menos del 2% recurría a su padre (Lindau-Bank, 1996).

Tendencia al hedonismo y el bajo nivel de tolerancia a la frustración. Una de


las características de la sociedad postmoderna es su temor al aburrimiento.
Actualmente, los adolescentes tienden a reproducir un modelo cultural ligado al
placer permanente. Esto adquiere sentido en las palabras de J. A. Marina (2000):
“La diversión en nuestro mundo se ha convertido no sólo en una necesidad indi-
vidual, sino también en una necesidad social. El no divertirse implica una caren-
cia personal con la consiguiente pérdida de la autoestima. El hedonismo se hace
cada vez más persistente, poniéndose en manos de la pura experiencia de la
diversión, un estado de ánimo que les abstrae del mundo real y de sus complica-
ciones”. La facilidad para aburrirse y la incapacidad para soportar el aburri-
miento caracterizan a ciertas personalidades de adolescentes que buscan
compulsivamente excitación y placer inmediato. Esta característica personal
puesta en un contexto facilitador de lo hedónico está a la base de numerosas
primeras experiencias, entre ellas, el consumo de drogas.

La recompensa inmediata sin anteponer un esfuerzo proporcional y recíproco se


potencia en una sociedad con baja tolerancia a la frustración. De ahí la búsqueda
compulsiva, apresurada e inmediata de la satisfacción y la diversión durante los
fines de semana.

J. A. Marina (2001) nos plantea que “la susceptibilidad al aburrimiento y la


incapacidad de soportar la monotonía, junto a la sed de experiencias, unidas a
una impulsividad creciente muy extendida en los jóvenes actuales conduce a
que muchos de ellos se conviertan en buscadores de emociones, que ansían la
estimulación continua y la desinhibición, cobijándose para ello en largos periplos
nocturnos “de marcha”, unido a unos ritos en los cuales el alcohol y el consumo de
todo tipo de drogas recreativas son una manera fácil de conseguir todo esto que
se busca.

Perspectiva negativa de futuro. La incertidumbre y la falta de horizontes cla-


ros hacen que este proceso, que debe culminar en la construcción de un plan de
vida que tenga coherencia y sentido, sea visto amenazante, con altos montos de
angustia y un elevado escepticismo. Esto plantea la utilización de recursos al-
ternativos que prometen “felicidad” a corto plazo, seguridad y olvido momen-
táneo de los problemas.

57
Página
El presentismo. Una sociedad que plantea vivir aquí y ahora, hace que muchos
individuos insertos en ella sean marcados por este modo de funcionamiento. A
los jóvenes el futuro se les presenta incierto y no sintiéndose motivados por los
estudios, y ante un panorama laboral poco optimista, optan por vivir el día
(Arbex, 2002).

La transformación química de los estados del ánimo. Desde el modelo adulto,


los menores han interiorizado que el estado de ánimo o la activación vital pue-
den modularse mediante sustancias de todo tipo. Es importante darse cuenta
cómo en el imaginario colectivo se encuentran presentes a cada momento cam-
pañas publicitarias que exhortan… “no puedes perder este buen momento”,
refiriéndose a un antijaquecoso, o “tómate un Armonyl guatón”, como un modo
de controlar la irritabilidad que generan ciertas situaciones. Pastillas para dor-
mir, pastillas para no hacerlo, para relajarse, para aumentar apetito, o bien
para disminuirlo, son situaciones de la cotidaneidad que van formando parte de
un hábito individual, familiar y/o social.

En relación a este tópico, Laespada y Pallares (2001) plantean: “Se potencia con-
tinuamente el sentir, el placer, el bienestar… y los sujetos se vuelven cada vez
más incapaces de soportar el más mínimo malestar, sufrimiento… Los adolescen-
tes socializados en esta cultura (la generación mimada) se hallan inmersos en la
búsqueda de la satisfacción y el placer inmediato de la emoción, de aquello que
estimule sus sentidos y se encuentran excesivamente sometidos a las incitacio-
nes del medio ambiente”.

Entre los adolescentes de Estados Unidos con pocos ingresos, las adolescentes
aprenden más a menudo cómo abordar el dolor y las emociones – y se les permi-
te hacerlo – producidos por las frustraciones de vivir con escasos recursos y en
un entorno violento; no así los muchachos (Nightingale, 1993). De esta manera,
los chicos están en desventaja si tienen menos oportunidades y se sienten repri-
midos para expresar emociones asociadas a circunstancias adversas y aconteci-
mientos estresantes de la vida (Cohler, 1987; Barrer, 1998).

El individualismo y la desintegración social, junto a ciertos problemas de inte-


gración social en poblaciones específicas de adolescentes, son puntos a conside-
rar del contexto social. Ellos se encuentran cada vez más presentes en poblacio-
nes en desventaja.

58
Página
e Aspectos específicos a considerar en los adolescentes

Edad cronológica vs. tareas evolutivas

El o la adolescente deben cumplir en este proceso previamente caracterizado,


que hemos denominado adolescencia, una serie de tareas evolutivas que no
necesariamente son sincrónicas con la edad cronológica. De manera general, y
agrupándolas en áreas del desarrollo, las tareas evolutivas serían:

La aceptación de su estructura física y de su papel masculino o feme-


nino que le corresponde socialmente.

Una independencia emocional de los adultos (padres u otros) y estable-


cer relaciones con sujetos de su edad y de ambos sexos, lo que constitu-
ye preparación para una relación de pareja estable.

El desarrollo de aptitudes y conceptos intelectuales que le permitan la


selección de una ocupación y el adiestramiento o capacitación para des-
empeñarla, lo que va ligado con la adquisición de mayor seguridad e
independencia económica.

La obtención de una conducta cívicamente responsable y la elaboración


de una escala de valores acorde con el mundo actual y que sea transmi-
sible a su descendencia.

Género

El género es un concepto que alude a la construcción social que la cultura ads-


cribe a los hombres a ser masculinos y a las mujeres a ser femeninas, a través
del proceso de socialización. Así hay marcadas diferencias en las normas de
aprendizaje del rol sexual y en las expectativas de comportamientos para hom-
bres y mujeres, lo cual incide en riesgos de morbimortalidad específicos para
cada uno y/o de la interacción entre los géneros.

En este sentido, es importante analizar la perspectiva de género de acuerdo a


dos criterios: igualdad de género, que se refiere a los aspectos relacionales de
género y al concepto de género como estructura de poder, que a menudo, per-
mite o limita oportunidades basadas en el propio sexo; y especificidad de géne-
ro se refiere a los riesgos para la salud específicos para mujeres o varones. Por
ejemplo, los problemas de salud que son específicos de cada sexo por razones

59
Página
biológicas y la forma en que normas de género influyen en la salud de hombres
y mujeres directamente.

A pesar de que no se puede perder de vista que los varones jóvenes y adultos
como grupo tienen privilegios y ventajas sobre las mujeres jóvenes y adultas, las
nuevas perspectivas dan a entender que el privilegio masculino no es una es-
tructura monolítica que distribuya una porción igual de ventajas a cada varón.
Además, en otros casos, puede ser que los “costos” de la masculinidad superen
a las ventajas y privilegios. Ser educado para no expresar emociones, para no
tener relaciones estrechas con otros niños, para utilizar la violencia con miras a
solucionar conflictos y mantener el “honor”, y para trabajar a una edad tempra-
na, son algunos de los costos de ser hombres.

Según los datos sanitarios internacionales, la mayor diferencia entre varones y


mujeres adolescentes es que los primeros generalmente muestran tasas más
altas de mortalidad y morbilidad por la violencia, los accidentes y los suicidios,
mientras que las mujeres generalmente presentan tasas más altas de morbilidad
y mortalidad relacionadas con el sistema reproductor y con el embarazo.

La OMS estima que el 70% de las defunciones prematuras entre los adultos se debe
a pautas de comportamientos que surgen en la adolescencia, como el tabaquismo,
la violencia y el comportamiento sexual. En México, Keijzer (1995) encontró que
las tasas de mortalidad para hombres y mujeres son más o menos iguales hasta
los 14 años. En ese momento la mortalidad masculina empieza a aumentar y es el
doble para los varones jóvenes de 15 a 24 años.

Las últimas investigaciones sobre el desarrollo psicosocial de mujeres y hombres


adolescentes, concluyen que los primeros tendrían puntos potenciales de crisis
diferentes durante su desarrollo psicosocial y sus propias vulnerabilidades especí-
ficas, aunque a veces parecen ser menos vulnerables psicológicamente que las
muchachas en la adolescencia.

En la adolescencia, los muchachos a menudo se enfrentan a una presión constante


del grupo de compañeros o pares, en que las experiencias sexuales pueden consi-
derarse como un logro o una demostración de la competencia, y no una ocasión de
intimidad y creación de vínculos (Marsiglio, 1998). En el final de la adolescencia,
a menudo se anima a los muchachos para que se distancien más de sus padres. De
hecho, quizá deseen estar más unidos a ellos o a otros adultos, pero son incapaces
de expresar su deseo por temor a las sanciones sociales contra la expresión de sus
necesidades emocionales y de la vulnerabilidad (Paterson, Field y Prior, 1994; Pollack,
1998).
60
Página
Estudios de diferentes partes del mundo (Evans, 1997; Bursik y Grasmick, 1995;
Emler y Reicher, 1995), concluyeron que desde una edad temprana los adolescen-
tes varones pasan más tiempo sin vigilancia en la calle o fuera de casa que las
mujeres, y participan en más actividades económicas fuera de su hogar. Estas
horas pasadas fuera del hogar conlleva ventajas y, a la vez, riesgos. El riesgo
principal está relacionado con los tipos de comportamiento y socialización fo-
mentados por el grupo de pares varones. Estos compañeros pueden fomentar
comportamientos que pongan en peligro la salud, como el consumo de sustan-
cias, o comportamientos masculinos tradicionales y restrictivos, como la repre-
sión de las emociones. Algunos investigadores sugieren que esta socialización
diferenciada, mujeres más cercanas al hogar y a los modelos de conducta feme-
nina y varones fuera del hogar, también conduce a diferentes clases de desarro-
llo cognitivo o inteligencias para muchachos y muchachas. En consecuencia, las
mujeres tienen una mayor capacidad para interpretar las emociones y decodificar
los mensajes no verbales (Manstead, 1998). También se plantea que las muje-
res, desarrollan más empatía emocional (la capacidad de leer y comprender las
emociones humanas) mientras que los varones desarrollan “empatía de acción”,
esto es, la capacidad para leer e interpretar la acción y el movimiento (Pollack,
1998).

Con respecto a problemas de salud mental, muchos investigadores plantean que


hay pautas de género claras en la forma como los adolescentes responden a acon-
tecimientos estresantes y traumáticos de la vida. Los varones responden habi-
tualmente peor, se enfrentan a mayores riesgos y es menos probable que soliciten
apoyo social. Por el contrario, las mujeres solicitan este apoyo en momentos
difíciles de la vida, como la muerte de un familiar o la separación (Manstead,
1998). Lo más probable es que los muchachos respondan con agresividad (ya sea
en contra de los demás o contra sí mismos), empleen la fuerza física o estrate-
gias de distracción, y nieguen o ignoren el estrés y los problemas más que las
muchachas. Algunos investigadores sugieren incluso que la mayor negación del
estrés y los problemas por los varones jóvenes, y su propensión a no hablar de
los problemas, pueden relacionarse con el mayor consumo de sustancias entre
los jóvenes (Frydenberg, 1997). Por otro lado, las adolescentes recurren a sus
amigos con más frecuencia y prestan atención a las necesidades de salud provo-
cadas por el estrés. Es menos probable que los varones admitan que no pueden
resistir los momentos de estrés, mientras que es más probable que las mujeres
logren expresar sus dificultades para “arreglárselas”, porque no les preocuparía
expresar su indefensión y miedo (Frydenberg, 1997). Al sugerir que varones y
mujeres presentan diferentes patrones de respuesta al estrés, no se debe inferir
de ello que un sexo está más sometido al estrés que el otro.

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Página
Estos patrones de género en las formas de soportar el estrés también pueden
verse desde la perspectiva de la especificidad de género en el caso de los suici-
dios. Según informe del Programa de Desarrollo y Salud Adolescente de la OMS
(1998), en todo el mundo, entre 100.000 y 200.000 adolescentes cometen suicidio
anualmente, mientras posiblemente 40 veces más intentan suicidarse. Además,
las tasas de suicidio entre muchachos y muchachas, hasta los 9 años son idénti-
cas. De los 10 a 14 años, los varones cometen el doble de suicidios que las muje-
res y de los 15 a 19 años, cuatro veces más.

Con respecto al consumo de sustancias se puede indicar que aunque las estadís-
ticas a menudo no están separadas por sexos, es probable que los varones fumen,
beban y tomen más drogas que las muchachas. En cifras de UNICEF, el 17% de
adolescentes varones entre 15 y 19 años fuman de manera regular, el 16% utiliza
tranquilizantes de forma ocasional y el 3% ocasionalmente utiliza estimulantes
(UNICEF, 1998). En estudio nacional de adolescentes en Estados Unidos (Blum y
Rinehart, 1997) se encontró que al alcanzar la edad del “college” varones y muje-
res fumaban, bebían y tomaban drogas de forma similar, pero varones más jóve-
nes (de 11 a 14 años) bebían dos veces más que las mujeres (6% v/s 3%) y con
mayor uso de drogas ilegales (9% v/s 6%). Los hombres adolescentes también
tienen más probabilidad de decir que toman drogas para estar en “la onda”. Los
estudios en Estados Unidos descubren que los adolescentes, tanto varones como
mujeres de alrededor de 13 años, participan casi por igual en “carretes” de bebi-
das alcohólicas (definidas en el estudio como cinco o más copas seguidas). A los
18 años, el 40% de los muchachos tiene este comportamiento frente a menos del
25% de muchachas (Kantrowitz y Kalb, 1998).

El consumo de sustancias, sobre todo de alcohol, suele formar parte de una cons-
telación de comportamientos de riesgo de los varones, incluida la violencia y la
activad sexual sin protección. En todo el mundo el consumo de sustancia se rela-
ciona con una gama de problemas que se asocian a menudo a los adolescentes
varones: la violencia, los accidentes y las lesiones (Senderowitz, 1995).

Sexualidad y actividad sexual

La adolescencia es un momento crítico en que los adolescentes empiezan a formar


los valores que pueden representar sus patrones de conductas de por vida. Por
otro lado, existe también una razón importante para creer que los estilos de
interacción en las relaciones íntimas son “ensayadas” durante la adolescencia, y
esto ofrece un buen argumento para trabajar los temas de salud reproductiva con
los jóvenes.

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Página
Entre las conductas de exploración y de experimentación que se inician en la
adolescencia se encuentra la actividad sexual, más específicamente las relacio-
nes sexuales.

En encuesta nacional realizada en Estados Unidos (Nacional Survey of Youth


Knowledge and Attitudes on Sexual Health, 2002), realizada en adolescentes
entre 15 y 17 años, el 34% de los jóvenes declaró haber tenido relaciones sexua-
les (44% varones y 31% mujeres).

Un estudio realizado por el SERNAM (Chile, 1997) muestra que en la Región


Metropolitana el 39,8% de los adolescentes escolares ha iniciado actividad coital
(47,4% de los hombres y 31,8% de las mujeres). El porcentaje de adolescentes
con actividad sexual varía de acuerdo al nivel socioeconómico, siendo más fre-
cuente en el bajo, seguido por el medio y, por último, por el alto. La edad de
inicio de la actividad sexual es de 15 años para el hombre y 16 años para la
mujer. Por otra parte, entre los adolescentes con actividad coital, el uso de
métodos anticonceptivos es escaso y poco consistente en el tiempo. Tres cuar-
tas partes de ellos no los usa en su primera relación sexual y sólo un tercio lo
utiliza frecuentemente.

Estudios de diversas partes del mundo demuestran que el uso de preservativos


entre varones adolescentes ha aumentado en los últimos años, pero sigue siendo
poco constante y a menudo varía según la “categoría” del compañero sexual. El
69% de los varones activos sexualmente en Jamaica, el 40% en Ciudad de Gua-
temala y el 53% en Costa Rica manifestaban haber utilizado preservativos en el
último mes durante sus relaciones (Morris, 1993). En Francia, en 1997-98, el 87%
de jóvenes entre 15 y 19 años, y el 90% para el 2000 declararon haber utilizado
preservativos con respecto a su primera relación sexual. La motivación de los
muchachos para utilizar preservativos, a menudo varía según la pareja: con una
pareja estable o novia, se usan como anticonceptivos; con una pareja ocasional
se utilizan más bien para prevenir las enfermedades de transmisión sexual y el
SIDA.

Se ha visto, según varias investigaciones, relación entre actividad sexual y con-


sumo de drogas. El alcohol y otras sustancias a menudo acompañan a las prime-
ras (y posteriores) experiencias sexuales, sobre todo de adolescentes varones.

El estudio norteamericano citado anteriormente plantea que el 41% de los ado-


lescentes dicen que sus compañeros beben o usan drogas antes de tener relacio-
nes sexuales con mucha frecuencia. El 7% dice haber usado drogas o alcohol la
primera vez que tuvieron relaciones sexuales, en relación al 12% que dice haberlas
63
Página
utilizado la última vez que tuvieron relaciones sexuales. El 13% dice haberlas
usado para sentirse más cómodo con su pareja sexual.

Con respecto a riesgos sexuales y consumo de drogas, desde el mismo estudio se


informa que el 43% de los/las jóvenes dicen que les preocupa que “puedan ir
más allá sexualmente de lo que tenían planeado, debido al uso de alcohol y
drogas. El 29% de ellos y ellas declara que el alcohol y/o las drogas influyeron en
su decisión de tener relaciones sexuales; por otra parte, el 24% de ellos que
tienen relaciones dice “haber hecho más” sexualmente de lo que habían pla-
neado, debido al uso de drogas y/o alcohol. El 12% informa haber tenido relacio-
nes sexuales sin protección, debido al uso de alcohol o drogas.

En un estudio realizado por Im-em en 1998, los hombres tailandeses informaron


que su iniciación sexual sería una actividad influida por el grupo de pares varo-
nes, acompañada de consumo social de alcohol. En América Latina los varones
manifiestan tomar alcohol u otras sustancias para tener el valor de emprender
una conquista sexual (Childhope, 1997; Keijzer, 1995).

Por otro lado, la mayoría de los adolescentes franceses infectados por el VIH lo
han sido en período perinatal a partir de una madre seropositiva. Para los ado-
lescentes, el riesgo de contaminación activa respecto de una experiencia con
drogas inyectables o bien en relación a conductas sexuales permanece
estadísticamente bajo.

f ¿Cuál es el lugar que ocupa


el uso de la droga en el mundo del adolescente?

El aumento masivo del consumo de sustancias en los jóvenes ha sido relacionado


básicamente con factores intraindividuales, entre ellos las características de
la fase evolutiva, personalidad, habilidades sociales; factores socioeconómicos,
entre los que destacan la marginalidad y pobreza, y el factor de aumento de la
oferta de drogas en sectores urbano-marginales. También se ha señalado la fa-
milia como factor desencadenante de problemas comunicacionales con los jó-
venes, facilitando el consumo de drogas.

No es fácil determinar las razones por las cuales el adolescente consume sustan-
cias; además, la multiplicidad de las sustancias y la heterogeneidad de los con-
sumidores no facilitan las cosas. Por lo tanto, es necesario reconocer que a
pesar de las muchas racionalizaciones que pueden hacerse, son tanto o más

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Página
importantes las motivaciones. Las primeras motivaciones que aparecen ligadas al
consumo de sustancias en la adolescencia son, al parecer, en primer lugar la cu-
riosidad y luego el placer, aunque afortunadamente muchos de los jóvenes se dan
cuenta que la satisfacción es momentánea. Los que continúan con el consumo
indicarían una tercera gran motivación, la del “soporte artificial”, es decir, ado-
lescentes que no encuentran en su vida personal o relacional, en sus actividades
cotidianas o en sus reflexiones propias, los medios para relajarse, y sólo lo hacen
mediante un producto químico que les aportaría los espacios y los recursos nece-
sarios que no encontrarían en sus vidas a través de medios naturales.

Actualmente, la mayoría de los especialistas concuerda que el uso de drogas


puede tener una significación común: proteger un yo demasiado frágil enfren-
tado a sentimientos ansiosos o depresivos demasiado intensos. Esta relación
entre consumo de sustancias, ansiedad y depresión puede finalizar en un abuso
de sustancias o una dependencia propiamente dicha, mostrando que no es nece-
sario, sobre todo en los inicios del consumo, centrarse únicamente en el produc-
to que se consume, sino que tomar en cuenta otro tipo de manifestaciones.

El uso de drogas es un proceso, un camino que es recorrido gradualmente y en el


que la persona, y en este caso el adolescente, participa activamente. Dicho cami-
no puede incluir el consumo experimental, el consumo habitual, el consumo so-
cial o patrones más periódicos e intensivos que llevan al consumidor a tener pro-
blemas asociados al mismo (consumo perjudicial y consumo dependiente).

Marcelli y Braconnier (1998) plantean tres tipos principales de consumo en la


adolescencia, los que quedan resumidos en la siguiente tabla.

Tipo de Consumo
Características
Recreativo Autoterapéutico Adictivo
Efecto buscado Euforizante Ansiolítico Anestesiante
Modo social de Solitario Solitario y
En grupo
consumo (en grupo) en grupo

Escolaridad Escolaridad habitual Abandono escolar Deserción escolar


paulatino
Actividades sociales Conservadas Limitadas Marginales

Factores de riesgo in- Ausentes Presentes Presentes


dividual

Factores de riesgo Ausentes Ausentes o Presentes


familiar presentes

(Relación entre los tipos de consumo, el sentido del consumo y las característi-
cas del contexto en un individuo).
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Página
La necesidad de cambios, por un lado, y la de toma de decisiones, por otro,
explican la vulnerabilidad psíquica potencial del adolescente. Este terreno de vul-
nerabilidad es vivido en cierto modo amenazante, presentándose tres tipos de
amenazas que rodean al adolescente y su vivencia del mundo:

La amenaza ansiosa, que parece estar directamente ligada a la emergencia puberal


en la transformación del cuerpo, con la incertidumbre en la identidad que esto
conlleva. Esto también se relaciona con la necesaria transformación de las rela-
ciones con el entorno, los padres, los amigos y los intereses de la infancia.

La amenaza depresiva, que resulta del necesario trabajo de duelo y de pérdi-


da, asociado a la necesidad de alejarse de los padres reales y, aún más, de las
imágenes parentales que todo individuo lleva consigo. Además, debe renunciar
a la omnipotencia infantil para así entrar en el período de paradojas, conflictos
y elecciones.

La amenaza adictiva, que resulta de la renuncia que toda elección trae consigo,
en particular las elecciones identificatorias y afectivas. Cuando el adolescente no
puede aceptar esta renuncia, está tentado a afirmar su independencia con rela-
ción a otros, recurriendo a la manipulación de un producto, en una conducta
repetitiva de modo de preservar su sentimiento de control.

Por otra parte, J. Guillaumin (1996) cita dos puntos en que se organizan la proble-
mática de la adolescencia y la conducta adictiva:

La experiencia de duelo que constituye la adolescencia conduce a buscar el


“estímulo externo buscador de placer”, teniendo por efecto suprimir el duelo
mismo.

El inquietante cuestionamiento de la identidad que se presenta en la adolescen-


cia puede ser el origen de una búsqueda de diferenciación radical, donde la droga
aparece como un medio de defensa frente a una nueva individuación.

La literatura muestra importante evidencia de la existencia de períodos de más


alto riesgo para el uso de drogas entre los niños, niñas y adolescentes. Es así
como las investigaciones han demostrado que los niños son más vulnerables du-
rante las épocas en las cuales experimentan cambios, cuando pasan de una etapa
de desarrollo a otra, o cuando experimentan situaciones difíciles en sus vidas,
como una mudanza o una separación parental. La exposición a estos riesgos
puede comenzar incluso durante el embarazo.

66
Página
La primera transición importante para los niños es cuando salen de la seguridad
familiar para entrar a la escuela. Cuando los niños avanzan de la enseñanza
básica a la enseñanza media enfrentan retos sociales como aprender a relacio-
narse con un grupo grande de compañeros. Es generalmente durante esta eta-
pa, la adolescencia inicial, cuando los niños se enfrentan por primera vez con
conductas de experimentación en distintos ámbitos, entre ellas el uso de dro-
gas.

Más tarde, cuando entran a la educación media, los adolescentes encuentran


retos sociales, sicológicos y educacionales que, en algunos casos, pueden ser
vividos con altos montos de angustia; especialmente en el caso de adolescentes
con trastornos físicos y/o mentales (por ejemplo, adolescente portador de défi-
cit atencional y trastorno de aprendizaje asociado). Estos desafíos, vividos
desadaptativamente, pueden llevarlos a un sinnúmero de conductas de riesgo,
entre ellas, el uso y abuso del tabaco, alcohol y otras drogas.

Cuando los adolescentes y jóvenes comienzan la universidad se casan o comien-


zan a trabajar se enfrentan una vez más a nuevos desafíos, que pueden implicar
nuevos riesgos, y que, a su vez, pueden gatillar conductas de riesgo, como las de
abuso de alcohol y otras drogas, en los nuevos ambientes adultos.

Debido a que ciertos riesgos aparecen en cada transición, desde la infancia hasta
la juventud, se necesita tener presente, en todo momento, la mirada evolutiva,
ir integrando las distintas funciones evolutivas en las distintas etapas y las con-
diciones en las cuales ellas se van desarrollando. Y por último, cómo cada una
de las conductas de riesgo (entre ellas, las de consumo de alcohol y sustancias)
van apareciendo y el modo en que se van organizando, perpetuando o resolvien-
do.

Los estudios indican que los hombres y las mujeres comienzan a usar drogas
alrededor de los 12 ó 13 años. Muchos investigadores han observado a adoles-
centes pasando del uso de sustancias legales como el tabaco, alcohol, inhalables,
al uso de drogas ilegales, comenzando generalmente con la marihuana. El paso
del uso del alcohol y del tabaco al uso de la marihuana y, consecutivamente, a
medida que los niños, niñas y adolescentes van creciendo, al uso de otras dro-
gas, ha sido evidenciado por casi todos los estudios a largo plazo sobre el uso de
drogas. El orden de consumo de drogas, en esta progresión, es consistente en su
mayor parte con actitudes y normas sociales y la disponibilidad de estas sustan-
cias. Sin embargo, no se puede afirmar que el consumo de tabaco y alcohol a
edades tempranas sea la única causa del consumo de drogas más adelante.

67
Página
d
Tampoco se puede afirmar que este orden de sucesos implique que la progresión
sea inevitable. Lo que sí es consistente es que si un adolescente ha fumado o
bebido alcohol, la probabilidad de que pruebe la marihuana aumenta a 65 veces
más que en los demás adolescentes. El riesgo de que alguien que haya consumi-
do marihuana, por lo menos una vez, consuma cocaína es 104 veces mayor que
alguien que nunca lo haya hecho (Análisis de datos de la Encuesta Nacional de
Hogares sobre el Abuso de Drogas en Estados Unidos, 1991-1993).

Los científicos tienen varias hipótesis para explicar esta progresión observada,
señalando el aspecto biológico, causas sociales y de conducta, incluyendo la
relación con individuos antisociales que usan drogas. En efecto, todas estas
posibilidades pueden desempeñar un papel importante (NIDA, 2003) en el inicio
y mantención del consumo de drogas.

Así se plantea la existencia de factores de riesgo que pueden precipitar o dar el


terreno fértil para el inicio de consumo, o bien, que el consumo en niños, niñas
y adolescentes se transforme en un problema de distinta intensidad.

68
Página
Factores de riesgo
y factores de protección en niños, niñas y adolecentes

Jessor (1992) define la conducta de riesgo como cualquier conducta que pone
en peligro el desarrollo psicosocial del niño o del adolescente, como, por ejem-
plo, el consumo de sustancias. Estudios hechos durante las últimas dos décadas
han intentado determinar el origen y la trayectoria del uso de drogas, cuándo
empieza este problema y cómo progresa. Varios factores que han sido identifi-
cados diferencian a los que usan drogas de los que no las usan. Los factores
asociados con un potencial mayor para el desarrollo de estas conductas de ries-
go se llaman factores de "riesgo", mientras que los asociados con una reducción
en la probabilidad de esta conducta se llaman factores de "protección". “Los
factores de riesgo y de protección abarcan características sicológicas, sociales,
familiares y de conducta” (NIDA, 2000).

A continuación se describen factores de riesgo y de protección asociados a di-


versas áreas de interés para niños y adolescentes. En una adaptación realizada
por CONACE de la “Guía de Intervenciones: Menores y consumo de drogas,
Madrid, España 2002” se describen esos factores, organizados por área: recursos
personales, familia, grupo de pares, escuela, comunidad-barrio y, por último,
ocio y tiempo libre.

Estos factores se resumen en las siguientes tablas:

Factores de riesgo Factores de protección


Niveles bajos de autoestima Concepto positivo de sí mismo
Recursos Personales

Falta de autonomía en la acción y toma de Adecuada autoestima


decisiones Autonomía acorde a su edad
Dificultad para asumir responsabilidades Responsabilidad
Ausencia de normas y límites Interiorización de límites y normas
Ausencia de adultos a apoyar al adolescen- Manejo en la resolución de problemas
te Autocontrol emocional y conductual
Incapacidad de autocontrol, impulsividad Habilidades sociales
y baja tolerancia a la frustración Capacidad para expresar y reconocer sen-
Actitud evasiva ante los problemas/con- timientos
flictos Tolerancia a la frustración
Dificultad para reconocer y expresar sen- Disponibilidad de adultos que sirvan de apo-
timientos yo al adolescente
Patología psiquiátrica Tener metas personales y proyecto de vida

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Página
Factores de riesgo Factores de protección

Ausencia de afectividad y comunicación Límites y normas claras


Actitudes y comportamientos permisivos y/ Reconocimiento y aceptación del hijo/a
o positivos ante la droga Experiencia de refuerzos positivos ante el
Falta de cohesión del grupo familiar y ais- esfuerzo y valoración del rendimiento y
lamiento emocional de sus miembros motivación de la eficacia; apoyo para su-
Pérdida de roles de las figuras de autori- perar los fracasos
Relaciones con la familia

dad: ausencia de límites y normas claras Ambiente familiar afectivo y comunicación


Incoherencia en la supervisión: excesiva positiva
exigencia en determinados aspectos y ex- Cohesión del grupo familiar
cesiva tolerancia en otros Actitudes y comportamientos contrarios al
Exceso de protección; disciplina severa consumo de drogas; rechazo de las con-
Falta de reconocimiento y aceptación del/ ductas de riesgo
la hijo/a Modelos de conductas positivas en los pa-
Ausencia de participación y disfrute en el dres
tiempo libre Roles claros y presencia de figuras de au-
Alcoholismo y/o drogadicción de algunos toridad
de los miembros de la familia Supervisión y procedimientos de control
Situación de estrés de la familia por pro- adecuados sobre sus conductas
blemas económicos, de pareja, etc. Seguimiento y apoyo en el rendimiento y
Cuando hay antecedentes de adicción al asistencia escolar
alcohol y otras drogas aumenta Participación y disfrute en el tiempo libre
significativamente la probabilidad de que familiar
se desarrolle una dependencia. Por esta Adecuado estilo de resolución de conflic-
razón se recomienda que los hijos de pa- tos (no violento), ambiente de humor y
dres dependientes NO consuman alcohol u calidez
otras drogas, ya que el riesgo de desarro-
llar una dependencia es mayor

Factores de riesgo Factores de protección

Excesiva dependencia del grupo. Capacidad crítica y desarrollo del criterio


Relaciones con el grupo de pares

Inclusión en grupo proclive a la transgre- propio


sión y con actitudes positivas hacia el con- Toma de decisiones personales
sumo de drogas Inclusión en grupos con ausencia de con-
Oportunidades para incurrir en conductas ductas desadaptativas
problemáticas Modelos de amigos no consumidores de dro-
Exposición a modelos que manifiestan con- gas
ductas de riesgos (amigos o consumidores) Participación en grupo de carácter positi-
Dificultad para establecer relaciones per- vo (asociaciones, clubes deportivos, etc.)
sonales Red amplia de amigos
Dificultad para identificarse con otros gru- Competencia social para las relaciones per-
pos no relacionados con el consumo sonales
Escaso desarrollo de habilidades sociales Desarrollo adecuado de habilidades socia-
les

70
Página
Factores de riesgo Factores de protección

Dificultades de adaptación. Sensación de inuti- Integración en la dinámica escolar


lidad y desmotivación. Motivación escolar, puntualidad, asis-
Ausentismo escolar y pasividad tencia, cumplimiento de horarios
Relaciones con la escuela

Mal rendimiento académico unido a Hábitos de estudio


autoconcepto bajo Adecuado rendimiento y autoconcepto
Ausencia de hábitos de trabajo y de recursos positivo
culturales Modelos positivos de referencia en el
Ausencia de modelos de referencia en los pro- profesorado
fesores tutores Integración en el grupo/clase
Poca integración con sus compañeros Interés hacia lo escolar entre sus igua-
Desinterés hacia lo escolar entre sus iguales les
Problemas de integración de normas Interiorización de normas escolares
Experiencia de poca competencia: fracaso es- Relaciones cercanas con los profeso-
colar y abandono temprano de los estudios res, buena comunicación
Falta de preparación y de oportunidades, inte- Experiencias de reforzamiento positi-
reses y niveles de aspiración bajos vo ante el esfuerzo, valoración del ren-
Relación distante de los profesores con sus alum- dimiento y motivación de la eficacia:
nos apoyo a superar los fracasos.
No abordaje de la prevención del uso de drogas
en la institución educadora

Factores de riesgo Factores de protección


Comunidad - Barrio

Situación socioeconómica precaria Organización social adecuada. Cohesión so-


Problemas de integración e inclusión so- cial en el barrio
cial Relaciones positivas de vecindad. Integra-
Desestructuración social ción e inclusión social
Ausencia de apoyo social: escasos re- Apoyo social y protección a los adolescen-
cursos comunitarios tes
Degradación de la zona (barrios conflic- Recursos comunitarios suficientes para el
tivos del entramado urbano) adolescente, conocimiento y accesibilidad
Accesibilidad a las sustancias y tráfico a los mismos
de drogas. Dificultades de acceso a las sustancias

Factores de riesgo Factores de protección

No estructurado Organizado
Ocio y tiempo libre

Implantación del modelo de ocupación del Aficiones diversas


tiempo libre (“carretes” y diversión) aso- Acceso a actividades y recursos positivos
ciado al consumo de drogas y alcohol para el ocio y otras actividades informa-
Pautas culturales de diversión asociadas a les
descontrol Actitud crítica ante el modelo de ocupa-
Escasez de alternativas de uso del tiempo ción de ocio
libre Ausencia de asociación: diversión = con-
sumo de drogas
Inquietud cultural, deportiva, recreativa,
etc.

71
Página
La Familia

La situación de las familias en Chile, al igual que la tendencia mundial, ha


experimentado una serie de transformaciones relativas a diversos factores, ta-
les como el rol que cumple en la sociedad, una estructura cada vez más nuclear
y diversificada, sus múltiples funciones, sus cambios en las formas de conviven-
cia y condiciones de vida. Sin embargo, a pesar de la gran diversidad y desigual-
dad social que presenta la familia en nuestro país, ésta mantiene su importancia
como la principal modalidad de convivencia entre hombres y mujeres, y sigue
siendo la aspiración de los chilenos y chilenas vivir y asociar la vida en familia a
experiencias de afecto y bienestar (SERNAM, 2001).

La Política Nacional para las Familias (2001-2006) plantea una definición del
concepto de familia basado en individuos con una visión de grupo de parentes-
co, integrando una visión transversal y plural, inspirada en los aportes de la
Comisión Nacional de la Familia del año 1993.

Existen diferentes tipos de familia pero cualquiera sean sus características y


estructura ella es el pilar fundamental para el crecimiento de los hijos. En ella
recae la función de mayor trascendencia para la formación de la personalidad
de los hijos en desarrollo, debiendo ser el núcleo de acogida y de amor para
cada uno de ellos, promoviendo su integración social.

No todas las familias están cumpliendo adecuadamente el rol de ser el lugar pri-
mero de la convivencia humana. En la actualidad esta familia está inmersa en
una sociedad en permanente cambio, de la que recibe múltiples influencias, las
cuales han significado nuevas oportunidades, pero también nuevos desafíos que
superar. A pesar de que la familia elabora estrategias para mantener su estabi-
lidad, no es un grupo estático. Es un sistema de retroalimentación con capaci-
dad de modificar sus estructuras ante la eventualidad de un cambio.

Dentro de su proceso evolutivo la familia pasa por diversas fases que constitu-
yen etapas de adaptación y crisis. Una de ellas es la adolescencia de los hijos. Es
en este período que la estabilidad de la familia y la de sus miembros van a
depender de la mayor educación, flexibilidad y equilibrio de sus interacciones.

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Página
Tanto padres como hijos necesitan adecuarse a su nueva situación. Nos sólo para
el joven es difícil y doloroso este período. También los padres se enfrentan a
serias dificultades por la necesidad de adaptarse a los desafíos de sus hijos que
se revelan, creando un conflicto de poder y autoridad, que repercute en el
sistema familiar. Este debe ser particularmente flexible, ya que en la medida
que las relaciones familiares sean rígidas y no se adapten a esta nueva situación
puede surgir la crisis en la familia.

La llegada de la adolescencia de los hijos puede coincidir con la crisis de la edad


media de los progenitores, lo que puede aumentar el clima interno de tensiones
familiares. Una “salida” posible es el uso de sustancias “químicas” por algunos
de sus miembros, aunque este clima podría no ser el único factor que influya en
el uso de drogas. Esta crisis puede dificultar que la familia cumpla sus funciones
de contención y apoyo para los hijos adolescentes.

Si la familia es capaz de hacer frente a estos cambios en forma adecuada, el

f
desarrollo del adolescente será positivo y constituirá la base de un futuro sano.
Por el contrario, si este sistema familiar no se adecua, el adolescente podría
experimentar dificultades para alcanzar una adultez responsable y en medio de la
inseguridad y confusión que le genera esta etapa es posible que opte por algún
tipo de conducta problema, entre ellas el consumo de drogas.

Los padres no siempre están preparados para enfrentar las nuevas necesidades y
exigencias de sus hijos. Muchos se sienten impotentes, desesperados y reaccio-
nan rigidizando sus actitudes y exagerando el cumplimiento de normas familia-
res. Esto puede retraer al adolescente a marginarse de su familia y a buscar
relaciones más estrechas con su grupo de amigos. Las características del grupo
con el que se pone en contacto influirán en la posibilidad de que el o la joven
pueda establecer relaciones de “dependencia”.

No podemos olvidar que el consumo de alcohol y/o drogas puede constituir en la


adolescencia una alternativa para expresar, consciente o inconscientemente, su
rebeldía y puede permitirle, además, identificarse con un grupo que genera en
él o ella sentimientos de pertenencia. Esto podría desvincular al adolescente de
sus padres y de la sociedad; la rebeldía del adolescente trasciende el ámbito
familiar, produciéndose un rechazo a la generación adulta.

La evidencia acumulada estos años, señala que la vida en familia no está exenta
de dificultades, especialmente referidas a la situación de desigualdad en el
plano de las relaciones entre hombres y mujeres, tensiones en las relaciones de

73
Página
conyugalidad (pareja), la parentalidad (padres-hijos) y la relación persona-fa-
milia. En un segundo nivel de carácter externo se encuentran las influencias de
las condiciones sociales, económicas y culturales que afectan el desempeño de
las funciones de la familia, obstaculizando o posibilitando el desarrollo de sus
miembros, o bien, poniéndolos en situación de riesgo social. En este ámbito, las
tensiones se establecen en la relación familia-sociedad, las cuales son especial-
mente visibles entre las familias de escasos recursos (Prevenir en Familia,
CONACE, 2003).

Por lo tanto, las estrategias preventivas con familias deben tomar en cuenta
esta realidad, los distintos modos de hacer familias, ciclos de vidas familiares,
características y tipos de familias que demandan y requieren programas diver-
sos, adecuados a su realidad y contexto sociocultural. Sin embargo, deben con-
siderar que los aspectos importantes que influyen en el funcionamiento del sis-
tema son el aspecto fundacional o los valores de la familia, lo normativo o
límites establecidos, los subsistemas que conforman el sistema familiar (conyu-
gal, parental y filial) y la relación que se establece entre ellos, y la evolución
que la familia sigue en su ciclo vital y su capacidad de adaptación a los cambios.

Las investigaciones identifican una serie de factores protectores que actúan


como amortiguadores frente a la aparición del problema de consumo. Entre
éstos:

Fuertes vínculos con la familia: cercanía, apoyo emocional y trato cálido y


afectuoso con los hijos e hijas. Involucramiento de los padres en las actividades
de sus hijos, conocimientos de las actividades y amigos de los hijos. Conoci-
miento de los problemas, intereses y necesidades de los hijos(as).

Disciplina familiar adecuada y normas claras de conducta dentro de la familia.

Fortalecimiento y desarrollo de las habilidades personales y sociales de cada


hijo(a): autonomía, autocontrol, autoestima, resistencia a la presión del grupo
y capacidad para resolver problemas y conflictos personales.

Actitud y comportamientos preventivos frente al consumo de drogas por parte


de los padres.

Adecuados estilos de comunicación.

Adecuado estilo de resolución de conflictos entre los miembros de la familia.

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Identificación de factores de riesgo para el consumo de drogas: conocimiento
de oportunidades de acceso, presión social al consumo, modelos de consumo,
creencias y mitos relacionados con el consumo, etc.

Fortalecimiento de los vínculos con la escuela.

Por otra parte, los estudios en torno a los factores asociados al consumo de
drogas identifican una serie de factores de riesgo en el funcionamiento familiar,
que aumentan la probabilidad de consumo de drogas en sus hijos(as). Entre ellos
destacan:

Historia de alcoholismo y de abuso de drogas en la familia. Uso y abuso de


drogas por parte de hermanos, padres, madres, y/o adultos significativos
consumidores.

Predisposición genética.

Diferencias en las habilidades educativas y prácticas de manejo familiar


de los padres.

Conflictos y problemas de relación entre padres e hijos.

Trastornos mentales y comportamientos violentos de los padres, madres


y/o adultos significativos.

75
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La Escuela
La escuela es una institución primaria de socialización que va más allá del
ámbito puramente académico, permite el desarrollo de competencias sociales,
el ajuste y equilibrio psicosocial y es un medio privilegiado para transmitir com-
portamientos saludables y consecuentemente para prevenir problemas.

La OMS define a la escuela como: “…un espacio con grandes potencialidades


para la promoción de competencias psicosociales, para la educación en salud
mental, para realizar intervención y para reconocer y orientar a tratamiento
profesional a los niños que lo necesiten”.

En el proceso de formación y socialización de adolescentes la escuela cumple un


rol importante en el desarrollo integral como personas y en la adquisición de
habilidades y destrezas que hacen posible su incorporación a la sociedad.

El sistema educativo formal cuenta con importantes elementos que lo ponen en


situación privilegiada para aportar a la formación y apoyo integral de sus
educandos. Sin embargo, no se puede desconocer que en ocasiones puede resul-
tar una fuente generadora de problemas en niños, niñas y adolescentes, que es
oportuno tener en cuenta. Por lo tanto, es necesario mencionar algunos aspec-
tos ligados a las fortalezas y a las debilidades del sistema educativo formal:

En cuanto a fortalezas se puede señalar:

Los adolescentes asisten a la escuela en la edad en que se es más suscepti-


ble de adquirir valores, actitudes y hábitos adecuados a su desarrollo
personal y social.

La información puede darse estructurada y fundamentada sobre los con-


tenidos temáticos de los programas.

Puede lograr la detección precoz de los jóvenes con problemas, dado su


conocimiento y contacto permanente con los jóvenes.

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Página
Mantiene la comunicación permanente con sus educandos y familias, ya
sea en forma individual o grupal.

Puede orientar a sus alumnos en el uso productivo del tiempo libre.

Cuenta con las instancias para valorar las capacidades de los alumnos y
estimular su desarrollo.

Se basa en una educación que se centra en el respeto, la tolerancia y la


solidaridad de todos los integrantes de la comunidad escolar.

En cuanto a debilidades y que serían condiciones que influirían negativamente


en los adolescentes:

El sistema normativo de la escuela podría resultar muy autoritario o muy


permisivo.

El énfasis del currículo escolar podría estar puesto sólo en la entrega de


información.

Sistema podría valorar al individuo sólo por los resultados académicos y


no estimular otros aspectos integrales de su desarrollo.

Falta de alternativas de participación extraescolar.

Escasa tolerancia y estigmatización frente a conductas o hechos específi-


cos.

Descoordinación o poca continuidad con las familias de los jóvenes.

Una de las tareas de los adolescentes en el proceso de la adolescencia es la


búsqueda de la identidad y la formación del proyecto particular de vida, y es
durante su permanencia en la escuela que viven generalmente este proceso.

Si un niño, niña o adolescente tiene problemas en el colegio, habitualmente es


síntoma de que algo está pasando en su interior o en su entorno. Los principales
problemas que pueden observarse y que dan señales que algo negativo está
ocurriendo en el individuo, clásicamente son: abandono escolar, fracaso escolar,
descenso brusco en el rendimiento escolar y problemas de conducta.

77
Página
Consumo de drogas
Magnitud del problema

Epidemiología
del uso de alcohol y drogas en Chile

En Chile, según el Quinto Estudio Nacional de Drogas en la Población General


(2002), la tasa de consumo de alcohol, según la prevalencia de último mes,
aumentó de 53,9% en 2000 a 59,1% en 2002. Este aumento es mayor en mujeres,
observándose principalmente en las mujeres menores de 12 a 18 años, con un
aumento equivalente al 20% aproximadamente.

La tasa de consumo de drogas ilícitas en Chile en el año 2002, según la prevalen-


cia de último año, para el grupo de 12 a 18 años es de un 6,96% (15,07% para 19 a
25 años y 7,59% para el de 26 a 34 años).

El análisis de tendencias entre los estudios sobre drogas en la población general


indica que la disminución en el consumo de drogas, entre 2000 y 2002, pasa por un
descenso en el uso de sustancias ilícitas en la población de 12 a 18 años. Es así
como el consumo de marihuana desciende de 8,41% en 2000 a 6,64 en 2002, el
de pasta base de 0,86% en 2000 a 0,20% en 2002 y, por último, el clorhidrato de
cocaína de 1,27% en 2000 a 0,95% en 2002.

La edad de inicio en el consumo de marihuana y pasta base se mantuvo estable


con medianas de 17 y 20 años respectivamente, entre los años 2000 y 2002, a
diferencia del clorhidrato de cocaína que presenta una edad de inicio un año
más precoz el 2002, con relación al año 2000. Es necesario plantear que una
minoría de la población se inició en el uso de drogas ilícitas entre los 13 y 15
años de edad. En el caso de pasta base y clorhidrato de cocaína para esta mino-
ría poblacional se mantiene en 14 y 15 años de edad respectivamente; la mari-
huana, sin embargo, presenta una edad de inicio un año menor en dichos gru-
pos, con 13 años en 2000 y 14 años en 2002.

78
Página
Otro buen acercamiento a la realidad del consumo adolescente en nuestro país
es el Estudio Nacional de Consumo de Drogas en la Población Escolar de Chile en
alumnos de ambos sexos de octavo año básico a cuarto año medio, que CONACE
realizó entre noviembre y diciembre de 2001. Algunos de los alcances destacables
de dicho estudio se plantean a continuación:

Las declaraciones de consumo indican que el 23,8% de los escolares ha pro-


bado alguna droga como marihuana, pasta base o cocaína al menos una vez
en su vida; el 15,5% lo ha hecho en el último año y el 8,5% el último mes.

Las declaraciones de consumo de alcohol indican que el 39,2% ha probado


alcohol en el último mes y el 61,7% lo ha hecho en el último año.

Las declaraciones de consumo de cualquier droga son similares entre alum-


nos de colegios municipalizados, subvencionados y pagados. No existen
diferencias significativas en las prevalencias de marihuana o de la cocaí-
na. La pasta base está más presente en colegios municipalizados con casi
un doble de lo observado en particulares pagados. En su conjunto, sin
embargo, el uso de drogas es el mismo en los distintos tipos de colegios.

En el caso del alcohol la prevalencia mes es significativamente mayor en


colegios particulares pagados, donde asciende a 50%. Tomando todas las
precauciones de control estas diferencias se mantienen: las declaraciones
de uso de alcohol son siempre más altas en colegios particulares pagados.

Las declaraciones de consumo de cualquier droga aumentan


sistemáticamente con la edad y el curso: la prevalencia de último año de
alguna droga asciende de 6% en octavo básico a 24% en cuarto medio.
Entre octavo y primero medio el uso de drogas se duplica y salta de 6% a
12%, y entre primero y cuarto medio vuelve a doblarse para pasar de 12%
a 24%. La entrada al ciclo de enseñanza media es especialmente sensible
en el uso de drogas.

Las prevalencias escolares en drogas son algo parecidas entre hombres y


mujeres: 17% para los hombres en el último año y 14% para las mujeres en
igual período. En el caso de la marihuana la diferencia es de 15,9% a
13,6%. Las mujeres incurren mucho menos en el uso de pasta base y co-
caína. No obstante, las mujeres declaran usar alcohol en la misma medida
que los hombres, con diferencias de prevalencia en el último mes de 40%
y 38% en cada caso.

79
Página
Con respecto a la percepción de riesgo que tienen los escolares, sólo un
53% declara que fumar marihuana una o dos veces por semana implica un
alto riesgo y un 55% percibe riesgos mayores en usar cocaína al menos una
vez al mes. Alrededor de un 38% no percibe mayor riesgo en el uso regular
de marihuana.

El uso de drogas ilícitas está siempre asociado a declaraciones de facili-


dad de acceso y a una baja percepción de riesgo.

El estudio logra identificar la enorme importancia que tienen los padres


en la prevención del uso de alcohol y drogas ilícitas entre sus hijos. La
capacidad de los padres de involucrarse, estar atentos y seguir el compor-
tamiento de sus hijos está directamente asociada con las tasas de preva-
lencia de consumo de alcohol y drogas ilícitas que declaran los escolares.
Entre todas las dimensiones de atención parental “saber dónde están los
hijos” es la variable más fuertemente asociada con la prevalencia de con-
sumo de drogas.

Cuando un hermano o alguna otra persona de la casa consume drogas, la


probabilidad de que un adolescente escolar del mismo hogar lo haga es
cuatro veces mayor que cuando se declara que no hay drogas en tal hogar.

La formación del hábito de fumar a temprana edad, sobre todo de fumar


diariamente y el hábito de tomar alcohol o de hacerlo regularmente dentro
de la semana, predispone seriamente hacia el consumo de drogas ilícitas.

La relación entre consumo de drogas y bajo rendimiento escolar es siem-


pre consistente: la droga está fuertemente radicada en los alumnos de
más bajo rendimiento.

80
Página
Patrones de consumo
de drogas en los adolescentes

El consumo de alcohol y drogas en los adolescentes, sin duda, difiere del de los
adultos, no solamente en cuanto a patrón, sino que también en relación a los
significados y a los factores asociados a dicho consumo. Diversos estudios se han
realizado en el mundo que sustentan estas premisas.

Se diferenciará entre algunos elementos que se encuentran en la mayoría de los


adolescentes, para luego reflexionar sobre ciertos grupos específicos de esta
población.

Perfil de adolescentes en general

Aunque en muchas ocasiones los mensajes que circulan en nuestra sociedad sobre
las drogas se centran en su relación con la dependencia, el delito o la muerte es
preciso tener en cuenta dos hechos:

El consumo de drogas no forma parte de la vida cotidiana de la inmensa


mayoría de los jóvenes.
La mayor parte de los adolescentes que prueban las drogas en alguna oca-
sión deja de consumirlas tras algunos contactos con ellas.

Por lo general, la salud de quienes se limitan a probar drogas no se ve afectada


(aunque en algunas ocasiones una sola ingesta ocasiona problemas). Sin embar-
go, existen considerables riesgos asociados al consumo abusivo de drogas.

El tabaco, el alcohol y la marihuana son las drogas que con mayor frecuencia
consumen los adolescentes.

La investigación de las décadas de los 70 y los 80 ha encontrado por lo general


un descenso en el consumo de alcohol en esta población, pese a que esta ten-
dencia está indicando el sentido inverso en los 90.

La Ontario Student Drug Survey en Canadá (1977-1999) llegó a la conclusión de


que las tasas de consumo de drogas que disminuyeron durante los ochenta están
de nuevo incrementándose. Desde 1993, el consumo de drogas legales e ilegales
81
Página
ha experimentado una fase ascendente, en tal grado que, en 1999, el consumo
de solamente 2 de 16 drogas resultó inferior al de 1979 (Adlaf et al., 1999).

En Estados Unidos los datos han indicado un resurgimiento del consumo de drogas
entre los adolescentes en los años 90. Sin embargo, solamente un grupo menor
reunía los criterios de abuso y dependencia a drogas, 1-3,5% en tres estudios
(Weinberg et al., 1998). Algunas encuestas informan sobre un incremento del
consumo excesivo de alcohol entre los adolescentes. El consumo excesivo de
alcohol es más frecuente entre los jóvenes a finales de la adolescencia y princi-
pios de la edad adulta, en comparación con otros grupos de edad.

En investigaciones internacionales se constata que el consumo de inhalables y


drogas ilegales como cocaína, estimulantes, y alucinógenos parece estar au-
mentando entre los adolescentes.

Las pautas de consumo adolescente aparecen habitualmente ubicadas en deter-


minados espacios y tiempos y cobran sentido relacionadas con el binomio fin de
semana-prácticas de ocio dominante. Gran parte del fenómeno de usos de drogas
entre los adolescentes tiene que ver con su especial manera de divertirse, con-
centrado en sus actividades de fin de semana y en un contexto de liberación y
descontrol.

Los estudios sociológicos sobre drogas confirman que en los últimos años se ha
producido un importante aumento del consumo de drogas entre los adolescentes y
que poco o nada tienen que ver con el perfil del “toxicómano” y el uso de drogas
de épocas anteriores. Se trata de consumo con unas características muy particu-
lares, que requieren un tipo de intervención diferente respecto de los enfoques
preventivos y terapéuticos tradicionales.

En Francia se ha constatado la existencia de una relación entre las prácticas de


consumo de diferentes sustancias, por ejemplo, el uso más frecuente de drogas
ilícitas en adolescentes que igualmente consumen alcohol y tabaco. La correla-
ción es particularmente fuerte entre los episodios de estado de ebriedad y el
consumo de cannabis (75% de los consumidores de marihuana han estado ebrios
a diferencia del 13% de no consumidores). De hecho, dentro de las peculiarida-
des que presenta el perfil de los nuevos consumidores, en encuestas españolas,
está la del policonsumo en adolescentes. En Terranova, a pesar de que el por-
centaje total de consumidores de drogas no varió entre 1996 y 1997, la pobla-
ción de policonsumidores se incrementó (Newfoundland and Labrador Student
Drug Use Survey, 1998).

82
Página
Se habla del perfil de los nuevos consumidores adolescentes, haciendo hincapié
en la diferencia de esta población con la adulta y además considerando las
distintas tendencias en el consumo de drogas por parte de este grupo.

Este perfil tendría las siguientes características: sujetos que se inician en el con-
sumo de drogas a edades tempranas, más o menos estables en lo personal; que
realizan alguna actividad normal (estudio o laboral); que conviven y dependen de
la familia; que realizan un uso social de sustancias con un consumo ligado a sus
contextos de tiempo libre (consumo centrado en el fin de semana que busca acom-
pañar y ampliar sus actividades recreativas en este período de tiempo), para
luego retornar a sus actividades rutinarias entre semana, a sus estudios o a sus
trabajos; la mayor parte de la veces con policonsumo (sobre todo alcohol, cannabis
y estimulantes); con poca percepción de riesgos de las sustancias que toman; alta
percepción de control al tratarse de un uso centrado en el fin de semana y no
diario (pensando que esta pauta de consumo no genera dependencia) y, por últi-
mo, con una percepción del uso de drogas como algo masivo y muy extendido en
su generación (Arbex, 2002).

Perfil de grupos de adolescentes específicos

Adolescentes de la calle

Son definidos en diferentes estudios como adolescentes callejeros, sin techo y


marginales. En otras palabras, serían aquellos que viven en situaciones transito-
rias sin residencia (familiar) fija. Generalmente, suelen consumir alcohol y dro-
gas para hacer frente a la violencia callejera pasada y al infortunio de vivir en
la calle (Currie, 2001).

En general, los adolescentes en esta situación registran altos niveles de consumo


de alcohol y drogas en comparación con los adolescentes en general. En distintas
investigaciones se pueden encontrar resultados similares:

El Canadian Centre on Substance Abuse and Addiction and Mental Health,


p
(1999), indicó que entre un cuarto y la mitad de los jóvenes callejeros
informan de un frecuente consumo excesivo de alcohol. En términos del
consumo de otras drogas, el porcentaje que consume cannabis oscila entre
el 66% y el 88%, indicándose una cifra entre el 18% y el 64% para la cocaína.
Estos jóvenes exhiben también un abanico mucho más amplio de problemas
asociados al consumo excesivo de drogas, incluidos problemas de trabajo,
legales, psicosociales, educativos y de salud (Smart y Ogborne, 1994).
83
Página
En investigación realizada en España por Arbex y col.,(2002), este grupo de
adolescentes generalmente coincide con aquellos que realizan un consumo
sistemático de diferentes sustancias todos los fines de semana y, en algunos
casos, también entre semana. Por sus estilos de vida, situaciones persona-
les, familiares o sociales corren más riesgo de tener consumos problemáti-
cos. Habitualmente son adolescentes con ausentismo y/o fracaso escolar,
comportamientos desadaptativos (conductas violentas y agresivas), some-
tidos a situaciones de violencia y abuso (abuso sexual y autoagresiones).

En Estados Unidos una revisión de cuatro estudios nacionales (Greene et


al., 1997) que examinaban la prevalencia del consumo de drogas realizado
por los adolescentes que han huido de casa y sin techo, de edades compren-
didas entre los 12 y 21 años, encontró que el consumo de drogas (marihua-
na, alucinógenos, cocaína, inhalantes y drogas intravenosas) era conside-
rablemente superior entre los adolescentes en circuito de calle, mientras
que el consumo de alcohol era superior entre los adolescentes no callejeros.
Azrin et al. concluyeron que la politoxicomanía era también considerable-
mente más alta dentro de la población de adolescentes de la calle.

Así como ya nos hemos referido a la relación entre adolescencia, conductas


sexuales y consumo de drogas para este grupo, en especial adolescentes de
la calle, las infecciones por el VIH constituyen un importante riesgo, debido
al consumo de drogas, a las jeringuillas compartidas, a las prácticas sexua-
les inseguras, a la mala higiene y a la falta de recursos ofrecidos por los
programas.

Las tasas de drogadicción por inyección de por vida entre la juventud calle-
jera canadiense oscilan entre aproximadamente el 11%, en una muestra
nacional, y el 48% de los varones y el 32% de las mujeres, entre la juventud
callejera de Vancouver (Canadian Centre on Substance Abuse and Addiction
and Mental Health, 1999).

Adolescentes en conflicto con la justicia o con causas delictivas

Parece existir una fuerte relación entre el abuso de drogas por la juventud y la
implicación directa en causas delictivas, aunque la naturaleza de esta relación no
está clara.

Según lo que plantea Otero-López (1994, 2003) “es difícil obviar la existencia de
importantes puntos en común entre consumo de drogas y delincuencia”. En pri-
mer lugar, es necesario destacar el notable incremento que simultáneamente se
84
Página
ha producido en los últimos años, tanto en el número de consumidores como en el
de sujetos que realizan actividades delictivas. La segunda característica común
se deriva del hecho de que este incremento ha afectado especialmente, en ambos
casos, a una etapa evolutiva determinada: los adolescentes y los jóvenes. En
tercer lugar, es evidente que la conducta delictiva y el consumo de drogas ilegales
son, por definición, actividades que suponen un enfrentamiento con las normas
y las leyes sociales, es decir, que pueden incluirse dentro del amplio marco de
las conductas socialmente desviadas.

Se ha planteado la hipótesis de que la relación entre las conductas de consumo


de sustancias y las delictivas no podrían explicarse exclusivamente a través de
una hipótesis causal, sino que es el resultado de ambas conductas las que tienen
determinantes comunes. La mayor parte de los trabajos que se han realizado
para probar esta hipótesis ha utilizado muestras de adolescentes de la pobla-
ción general, siendo sus resultados altamente coincidentes en el sentido que se
confirma que la relación entre el consumo de drogas y la delincuencia es espúrea
(Jessor y Jessor 1977; Kandel, 1978; Huizinga y Elliott, 1981; White, 1990). Los
resultados de Otero-López (1995, 1997), Otero-López y Vega (1993) y Otero-
López y Cols. (1994) ratifican igualmente la potencia explicativa de esta hipóte-
sis en la etapa evolutiva de la adolescencia. En concreto, se han estudiado
distintas muestras representativas, tales como varones escolarizados de la po-
blación general, mujeres escolarizadas de la población general, en tratamiento
por sus conductas de consumo, institucionalizados por sus conductas delictivas y
consumidores localizados en la calle. Los hallazgos en estas muestras apoyan
consistentemente la existencia de terceras variables que dan cuenta de ambos
fenómenos y, por tanto, las responsables de la relación. Parece claro que si se
quiere predecir el consumo o la delincuencia de los adolescentes de cualquier
grupo muestral se debe siempre recurrir a variables de sus entornos primarios
(familia, escuela y grupo de pares) y personales (por ejemplo, búsqueda de
sensaciones, autoestima, impulsividad), pero en ningún caso tratar de explicar
razonablemente una conducta por la otra (droga-delincuencia, delincuencia-
droga). En Chile, lamentablemente, no hay suficiente información publicada
respecto de este tema.

Se puede establecer, por tanto, que es posible que las distintas hipótesis puedan
tener validez para distintos grupos de consumidores. Concretamente, es previ-
sible que la hipótesis de que el consumo genera delincuencia sea la que mejor
explique el consumo habitual de los sujetos con un historial de adicción a la
heroína y otros narcóticos (Otero-López, 1997; Johnson y Schmeidler, 1981;
McGlothlin y cols. 1978); por otra parte, la afirmación de que es la implicación
en un estilo de vida delictivo lo que lleva a la involucración en el consumo de
85
Página
drogas resulta más probable para predecir el consumo habitual de otras drogas
(Graus, 1981) y el consumo experimental de heroína (Johnson y Schmeidler,
1981); por último, la hipótesis que defiende que ambas conductas no se relacio-
nan causalmente, sino que son “causadas” por los mismos factores daría cuenta
de la relación entre el consumo y la delincuencia para los sujetos adolescentes
consumidores habituales de alcohol y/o marihuana y para los consumidores ex-
perimentales de otras drogas (Elliot y Ageton, 1976; Jhonson y cols. 1978; White
y cols. 1985; Otero-López, 1997, 2003).

Un estudio canadiense, realizado en Toronto, en 121 adolescentes remitidos para


asesoramiento por adicción como pacientes externos individuales o en grupo
(83% de todas las remisiones en un período de seis meses) encontró que el 50%
de la muestra había estado implicada, a algún nivel, en problemas con la justi-
cia, debiendo el 18% de la muestra recibir tratamiento por orden de los tribuna-
les (Ogborne, 1997).

o
Según Janet Currie (2001), los adolescentes con trastornos por consumo de dro-
gas que tienen asimismo causas delictivas suelen manifestar lo siguiente: (a)
problemas múltiples (socioeconómicos, psicosociales, conductuales); (b) ante-
cedentes sociales caóticos, con una educación y apoyo familiar limitados (Kosky
et al, citado en Spooner et al., 1996); (c) poca motivación o ambivalencia al
tratamiento, si el tratamiento se imparte por imperativo legal, y (d) problemas
de violencia que puedan dificultar la participación en el tratamiento.

En cifras de SENAME, de 266 sujetos infractores a la ley, entre 7 y 13 años,


atendidos en el Área de Protección, el 18,05% consume drogas, y de los 3.827
individuos de 14 años y más, infractores a la ley, el 29,92% consume drogas. El
perfil de estos niños, niñas y adolescentes infractores de ley, por lo general, es
el siguiente: sujetos con ingresos reiterados a la red SENAME, con vínculos fami-
liares precarios o ausentes y escaso control de los padres, con abandono reitera-
do de hogar, vagancia y mendicidad. Generalmente en deserción escolar, ejer-
ciendo trabajo informal marginal y con consumo de sustancias.

Adolescentes con consumo de drogas asociado con trastorno de salud mental

A pesar de que existen vacíos en la investigación epidemiológica relativa a los


adolescentes y a los problemas con valoración de trastornos mentales, la inves-
tigación establece con claridad una alta prevalencia del consumo de drogas
concurrente con trastornos mentales en los adolescentes.

86
Página
En una revisión de estudios de población, de estudios clínicos y de estudios
sobre los adolescentes con trastornos psiquiátricos o con consumo de drogas en
escenarios de pacientes internos, Greenbaum y cols. (1996) llegaban a la con-
clusión de que en todos los estudios analizados, se registraba un nivel considera-
ble de consumo de drogas asociado con trastornos mentales. Se describe que
aproximadamente la mitad de todos los jóvenes receptores de servicios de salud
mental exhibían una comorbilidad. En este sentido, los trastornos de salud men-
tal identificados con mayor frecuencia fueron los trastornos conductuales y la
depresión.

Adolescentes homosexuales - lesbianas (minorías sexuales)

Varios estudios han señalado altas tasas de suicidio en asociación con el consu-
mo de drogas en adolescentes homosexuales. Ramafedi y cols. en 1991 estable-
cieron que dentro de las características psicosociales revisadas en adolescentes

o
gays con intentos de suicidios se encontraba un alto grado de uso de drogas
ilícitas (85%). Es así como en la misma población se reportaron fugas, arrestos
múltiples, prostitución y uso de alcohol. Al parecer existiría una relación entre
depresión, suicidio y abuso de sustancias en esta población específica que po-
dría tener varias explicaciones (Ramafedi, 1991; Rahdert y Czechowicz, 1995):
la dificultad de enfrentamiento a asumir su situación existencial, especialmen-
te con sus padres; la existencia de una conexión entre malestar sexual e intento
de suicidio y, finalmente, parece ser que el abuso de sustancias y el suicidio
parecen estar agravados por la discriminación social, violencia, pérdida de ami-
gos y actitud personal habitual con respecto a la homosexualidad.

Para muchos gays y lesbianas el proceso de socialización se realiza en espacios


donde el uso de alcohol y drogas es parte del estilo de vida y la experiencia
social. Además es ampliamente conocida la relación entre abuso sexual y abuso
de sustancias, así como la de fugas de casa de padres y abuso de sustancias.
Ambos factores están altamente señalados entre gays y lesbianas adolescentes.

87
Página
Tipos de drogas:
Principales drogas y sus efectos

La clasificación de las drogas puede realizarse de acuerdo a distintos puntos de


vista: farmacológico, conductual, clínico, social, epidemiológico o legal, entre
otros.

El cuadro que se expone a continuación corresponde a la clasificación que agru-


pa las drogas por su efecto predominante, no el único, con relación al sistema
nervioso central: depresoras, estimulantes y distorsionadoras.

Depresoras Estimulantes Distorsionadoras


Disminuyen y/o Aceleran la actividad Actúan sobre el sistema
enlentecen el funciona- del Sistema Nervioso nervioso central,
Definición
miento del sistema Central. produciendo alucinacio-
nervioso central. nes o ensueño, alteran
la senso-percepción.

Tipos de Alcohol, opio y sus Tabaco, cocaína (pasta Marihuana y hachís,


drogas derivados (morfina, base y crack), anfeta- ácido lisérgico
codeína, heroína, minas, cafeína, drogas dietilamídico (LSD),
metadona), barbitúricos, de diseño (Éxtasis). peyote y mezcalina,
tranquilizantes. hongos, inhalables.

Alteración de la Euforia. Desinhibición. Modificación del estado


Efectos concentración y, en de vigilia. Modificación
Menor control emocio-
ocasiones, del juicio. nal. Irritabilidad y de la noción de tiempo
Disminución de la agresividad. Menor y espacio. Exageración
apreciación de los fatiga. Disminución del de las percepciones
estímulos externos. sueño. Excitación sensoriales, en especial
Relajación, sensación motora. Inquietud. de los sentidos de la
de bienestar. Apatía. vista y del oído.
Disminución de la
tensión. Desaparición
de la angustia.

Esquema extraído de “Orientaciones para abordar los problemas de consumo de


alcohol y drogas en Educación Media”, CONACE, 2002.
88
Página
Estrategias de detección
y evaluación específica:
pesquisa, sospecha y confirmación diagnóstica

La aproximación al mundo infantil y adolescente, en relación a las distintas


conductas de riesgo, entre ellas el consumo de sustancias, no es fácil de abor-
dar, dada su complejidad. Toma tiempo y se relaciona a ciertos espacios y con-
textos y exige reconocer las características evolutivas de cada uno de ellos nos
plantea desafío. En la mayoría de los casos las conductas ligadas al consumo de
sustancias se encuentran entre un sinnúmero de otras conductas y necesidades.

El proceso de detección y evaluación se caracteriza por tres etapas: pesquisa,


sospecha y confirmación diagnóstica.

Pesquisa
Signos de alerta
Signos de consumo





Sospecha diagnóstica Confirmación diagnóstica


Inventario autoaplicable ○ ○ ○ ○ ○ Evaluación
Signos básicos de sospecha específica

La pesquisa es la etapa inicial que se realiza para identificar a quienes están


consumiendo drogas experimentalmente, o bien, han comenzado un consumo
permanente. Se trata de la etapa en donde podría construirse el motivo de
consulta o pudiera generarse la sospecha diagnóstica.

La pesquisa tiene como objetivo poder intervenir antes de que se generen proble-
mas en el adolescente, en los distintos ámbitos de su desarrollo, tales como ren-
dimiento escolar, relaciones interpersonales, relaciones familiares, estados de
ánimo y otras, en el contexto del consumo de alcohol y de sustancias.
89
Página
Corresponde a una búsqueda activa de las variables o situaciones que pudieran
perpetuar conductas de riesgo, tales como consumo de sustancias, relaciones
sexuales precoces, vida de calle, abandono de hogar, etc., en las cuales estarían
involucrados los o las adolescentes, a modo de activar la red biopsicosocial,
tanto en el ámbito preventivo como terapéutico, si se requiere.

En el ámbito de la pesquisa se pueden considerar dos tipos de señales: las de


alerta y las de consumo.

Señales de alerta: entre estas señales se encuentran cambios conductuales, psi-


cológicos y físicos. Muchas veces se confunden con procesos propios de la adoles-
cencia y, de hecho, cuando se presentan aisladamente, es posible que lo sean. Por
sí sola, cada señal no indica compromiso con la droga; sin embargo, prestarles
atención puede constituir un importante elemento preventivo y se debe estar
especialmente alerta ante la aparición combinada de las siguientes conductas:

Cambios en el área de comportamiento


Cambios en el área intelectual
Cambios en el área afectiva
Cambios en las relaciones sociales

Señales de consumo: como, por ejemplo, posesión de drogas, olor a drogas o a


otros aromas para despistar, como incienso; robos en casa, escuela u otros espa-
cios; posesión de accesorios relacionados con la droga: papelillos, pipas, gotas
para los ojos, etc.

Una vez pesquisadas estas señales, tanto de alerta como de consumo, se debe
iniciar un proceso de búsqueda de información, ya sea realizando una observa-
ción más sistemática del adolescente, comunicando lo percibido de preferencia
al profesor u otro profesional responsable del tema, o corroborando directa-
mente con el o la adolescente, por medio de una conversación flexible, empática,
no amenazante.

La sospecha diagnóstica: ésta surge del motivo de consulta, en cuanto a la


conducta de riesgo, de consumo de alcohol y/o sustancias. Este motivo de con-
sulta, por lo tanto, puede ser sospechado por distintos actores que participan en
el proceso: familia, pares, profesor, los mismos adolescentes, equipo de salud,
etc. El motivo de consulta que se genera al tener una sospecha puede ser indivi-
dual, intrafamiliar o extrafamiliar.

90
Página
Los espacios en donde se puede realizar la sospecha diagnóstica son variados y
obedecen a distintos ámbitos: salud, educación, judicial, recreativo, así como
también en la calle.

Esta etapa de sospecha diagnóstica puede hacerse en base a un inventario bási-


co autoaplicable, dirigido a niños y/o adolescentes y padres, y a ciertos signos
básicos de sospecha en conocimientos de personas, trabajadores o profesiona-
les que estén en contacto directo con niños, niñas y adolescentes (profesores y
otras personas que trabajen en el ámbito educacional, profesionales y técnicos
de salud, etc).

Cabe recordar, como ya fue señalado en capítulos anteriores, que existirían


poblaciones especiales marcadas por un ambiente de alta vulnerabilidad y
marginalidad, en que la sospecha debería tener un paso previo, que considerase
el contexto, técnicas de aproximación específicas, otros espacios específicos
(por ejemplo, la calle) y otros tiempos diferentes a los tradicionales.

Los instrumentos que se describen a continuación pueden ser de gran ayuda en


la etapa de sospecha diagnóstica.

Inventario básico autoaplicable

Los espacios educativos y de salud, entre otros, pueden ser un lugar donde los
niños y adolescentes pueden tomar conciencia o darse cuenta que ciertas con-
ductas suyas pueden ser de riesgo para su salud y su integridad. En una serie de
preguntas leídas o respondidas anónimamente puede llevarse a cabo este pro-
ceso. El cuestionamiento que puede generar esta lectura puede abrir la puerta
a la búsqueda de información, a desear hablar del problema o simplemente a
buscar ayuda en forma abierta. Se propone un inventario tipo como el que se
presenta.

1. Para adolescentes

HOLA, sabemos que el uso de drogas es algo que puede ser común en los adoles-
centes, pero también existen momentos en que el uso de alcohol y drogas puede
ser problemático. Si quieres saber si tú puedes tener problemas en el uso de
drogas, responde a estas preguntas pensando en este último año (12 últimos
meses).

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Preguntas Sí No

¿Has tenido problemas con tu familia y/o polola por tu consumo de drogas?
¿Te han llamado la atención en el colegio y/o trabajo por consumir drogas?
¿Has sufrido algún tipo de accidente por consumir droga?
¿Te ha ocurrido, en ocasiones, que consumes más de lo que pensabas o esperabas?

¿Has tenido problemas legales o con la justicia por el consumo de drogas?


¿Has necesitado consumir droga para disminuir el nerviosismo, la irritabilidad o la
tensión?
¿Ocupas gran parte del día en buscar o conseguir droga?
¿Has sentido molestias físicas cuando dejas de consumir droga?
¿Te ha pasado que has necesitado consumir cada vez más cantidad para conseguir el
mismo efecto?

Si respondes afirmativamente (Sí) a una pregunta, te sugerimos

solicitar información adicional acerca de la posibilidad de tener un problema de


consumo.

Si respondes afirmativamente a dos o más preguntas, te sugerimos que consul-


tes en el consultorio u otro especialista, o a alguien en quien confíes y que
pueda ayudarte, pues podrías encontrarte en riesgo.

2. Para padres

A los padres de adolescentes

Advertir los síntomas del uso de alcohol y otras drogas requiere estar muy aler-
ta. Así como resulta cada día más difícil ser padres, a veces resulta aún más
difícil advertir la diferencia entre el comportamiento normal de nuestros hijos
adolescentes y el comportamiento causado por el uso de drogas. Los cambios de
comportamientos extremos en los adolescentes y también en los niños pueden
ser señales del uso de drogas. Por lo tanto, les sugerimos considerar las siguien-
tes preguntas:

• ¿Su hijo parece deprimido, cansado y descuidado en su aspecto personal?

• ¿Lo nota hostil y falto de cooperación?

92
Página
• ¿Se han deteriorado sus relaciones con otros miembros de la familia?

• ¿Ha dejado de frecuentar a sus antiguos amigos?

• ¿No le va bien en la escuela, ha bajado sus notas y su asistencia es irregular?

• ¿Ha perdido interés por los deportes y sus otras actividades favoritas?

• ¿Han cambiado sus hábitos de comer o de dormir?

Una respuesta afirmativa a cualquiera de estas preguntas puede sugerir que su


hijo está consumiendo drogas o alcohol. Sin embargo, las mismas conductas
también pueden aparecer en chicos y chicas que no se drogan, pero que pudie-
ran estar presentando otro tipo de problemas en la escuela o en la familia. En
caso que se encontrara una respuesta afirmativa, se sugiere estar atento a lo
que el adolescente pueda comunicar, informarse a través de profesores, amigos
o familiares; por último, buscar ayuda especializada, con el objetivo de orien-
tarse y actuar.

Signos básicos de sospecha

Estos signos, también denominados signos de alerta, son, a juicio de los exper-
tos, importantes de tener en cuenta en la construcción de un motivo de consul-
ta.

Los siguientes signos de alerta deberían ser considerados en los siguientes esta-
blecimientos: escuelas, consultorios de atención primaria en salud (APS), comu-
nidades terapéuticas, hogares o residencias de menores, organizaciones que
trabajen con niños y adolescentes, juzgados, entre otros.

Signos cardinales: ideación o intento de suicidio, consumo, cambios brus-


cos de conducta en la línea disocial, descuido relevante y sostenido en el
tiempo de hábitos de aseo, alteración de patrones vitales (sueño, alimen-
tación, concentración, aislamiento).

Signos asociados: bajo rendimiento escolar agudo sin antecedentes pre-


vios, cambios bruscos de ánimo, cambio de patrón conductual, enferme-
dad de transmisión sexual (ETS), antecedentes de consumo en familiares.

93
Página
En los servicios de urgencias debería darse énfasis a los siguientes signos:

Intento de suicidio, crisis de angustia, estado de ebriedad, psicosis aguda, sínto-


mas inexplicables y agudas, estado de confusión. Accidentes y violencia.

El siguiente cuadro presenta un resumen en relación a la sospecha diagnóstica.

Signos de alerta, en etapa de sospecha diagnóstica

Establecimientos, Origen de la Actores claves


espacios, en demanda de Signos de alerta Actividades y competen-
donde se realiza atención cias óptimas
la sospecha

Consultorios APS, Espontánea, Signos cardinales: Consulta Asistente social,


COSAM y otras figuras ideación o intento de morbilidad, médico/a,
instituciones con afectivas suicidio, consumo, consulta por nutricionista,
programas de significativas cambios bruscos de matrona, psicólogo/a,
salud mental, (familia, redes conducta en la línea consulta matronas/es,
comunidades juveniles, disocial, descuido dental, enfermeras/os,
terapéuticas, ONGs pares, pareja), relevante y sostenido consulta de odontólogos/as,
y centros privados tribunales, en el tiempo de salud kinesiólogos/as,
con convenio, establecimien- hábitos de aseo, mental, técnicos
escuelas, liceos, tos educaciona- alteración de patrones consulta paramédicos/as,
centros abiertos, les, organiza- vitales (sueño, psicosocial. otros, profeso-
casas de acogida, ciones sociales, alimentación, res, tutores,
juzgados, grupo de concentración, técnicos.
la calle, etc. autoayuda, aislamiento).
Signos asociados: bajo educadores de
rendimiento escolar calle.
agudo sin anteceden-
tes previos, cambios Competencias en
bruscos de ánimo, adolescencia.
cambio de patrón
conductual, Enferme-
dad de Transmisión
Sexual (ETS), antece-
dentes de consumo en
familiares.

Servicios de Policías, sistema Intento de suicidio, Consulta de Médicos/as,


urgencia judicial, crisis de angustia, urgencia enfermeros/as.
familiar, estado de ebriedad, (incluyendo
escuela, etc. psicosis aguda, entrevista a
síntomas inexplicables acompañan-
y de instalación aguda, te).
estado confusional,
accidentes y violencias.

APS: Atención Primaria de Salud.


COSAM: Corporación de Salud Mental.
94
Página
Una vez realizada la sospecha diagnóstica se establece la necesidad de una
confirmación diagnóstica a través de una evaluación específica.

Según la opinión de expertos, esta evaluación específica debería realizarse in-


dependiente del nivel de atención en salud, aunque preferentemente en el ni-
vel de atención primaria de salud.

Los objetivos de la evaluación serían: confirmación diagnóstica del tipo de consu-


mo, compromiso biopsicosocial del individuo, presencia de psicopatología aso-
ciada y, por último, la propuesta de intervención.

Si se consideran condiciones ideales y tomando en cuenta el enfoque integral de


la evaluación, el equipo que debería realizar esta actividad sería el siguiente:

Médico que realice una evaluación somática específica, descartando com-


plicaciones secundarias al consumo y a condiciones de vulnerabilidad.

Dentista que permita dar un adecuado diagnóstico de la salud bucal del


individuo, generalmente bastante alterada, sobre todo en aquellos grupos
altamente vulnerables.

Matrona, a modo de permitir una adecuada aproximación al área de salud


sexual y reproductiva. Considerando sobre todo lo prevalente de la aso-
ciación entre conductas de riesgo en torno al consumo y la actividad sexual.

Psiquiatra infantojuvenil que permita entregar un adecuado diagnóstico


de consumo, de psicopatología asociada y de contexto.

Psicólogo que permita apoyar diagnóstico de consumo y de psicopatología


asociada, a través de instrumentos psicométricos específicos.

Este equipo debería contar con competencias tales como una adecuada capaci-
tación en los aspectos evolutivos del niño y del adolescente, conocimiento en
relación a las adicciones y a las técnicas de aproximación diagnóstica en torno a
este ámbito. Es imprescindible la motivación al trabajo en equipo y de coordina-
ción en red.

El tiempo de evaluación, tomando en cuenta todos los tipos de evaluaciones pro-


puestas, no debería ser mayor a un mes, porque se trata de atender una pobla-
ción que necesita respuestas rápidas y que le es muy difícil tolerar la espera o
diferir procedimientos.
95
Página
En la dimensión biopsicosocial se sugiere considerar las siguientes áreas:

Individual:
Características evolutivas generales: edad, etapa evolutiva.

u
Salud física: estado físico general, estado nutricional y salud bucal. An-
tecedentes de accidentes y lesiones, huellas físicas sospechosas de agre-
sión y/o autoagresión.
Desarrollo emocional y salud mental: características cognitivas y emo-
cionales. Habilidades sociales. Presencia de psicopatología, antece-
dentes de maltrato, antecedentes de psicopatología.
Salud sexual y reproductiva: edad de inicio de la actividad sexual,
antecedentes de abuso sexual, antecedentes de Enfermedades de Trans-
misión Sexual (ETS), presencia de Infecciones de Transmisión Sexual
(ITS), promiscuidad.
Nivel de adaptación: autonomía de acuerdo a etapa evolutiva, capaci-
dad de interiorizar límites y normas. Impulsividad, conductas disociales
o delictivas.
Figura vincular o contenedora: presencia o ausencia, figuras vinculares
sustitutas, estilo vincular.

Familia:
Recursos familiares existentes.
Familias multiproblemas.
Actitudes y comportamientos permisivos y/o positivos ante las drogas.
Alcoholismo y drogadicción intrafamiliar.
Ausencia figura vincular adulta significativa positiva.
Alejamiento del grupo familiar (por causa del consumo).
Violencia intrafamiliar.
Vinculación al delito (trafico, por ejemplo).

Grupo de pares:
Recursos existentes en grupos de referencia.
Tipo de relación con el grupo (autonomía individuación vs. dependen-
cia).
Presencia y/o ausencia de grupos alternativos.
Inclusión a grupos favorables a conductas transgresoras y con actitu-
des positivas hacia el consumo de drogas.
Alejamiento del grupo de pares a causa del consumo.
96
Página
Escuela:
Características de la escolaridad:
Fracaso escolar, repitencias, deserción parcial o total.
Adaptación al sistema escolar, significación del estudiar.
Integración al grupo de compañeros.
Alfabetización.
Trastornos de aprendizaje.

Comunidad:
Recursos existentes en la comunidad.
Problemas de integración y/o exclusión social (minorías étnicas, con-
ductas delictivas, niños y/o adolescentes de la calle y/o en la calle).
Marginalidad.
Ausencia de organizaciones sociales.
Accesibilidad a sustancias.

Ocio y tiempo libre:


Organización del ocio y tiempo libre.
Supervisión del ocio y tiempo libre.

En esta dimensión, cuando se exploran poblaciones altamente vulnerables, se


deben incluir dos categorías fundamentales, especialmente si el sujeto a eva-
luar es un niño, niña o adolescente en circuito de calle. Estas categorías son:
Vida de calle y conducta transgresora.

En la dimensión ligada al consumo las áreas a evaluar serían:

Tipo de consumo.
Sustancia o droga.
Perfil de consumo.
Consecuencias de la intensidad de consumo.
Criterios de dependencia.

En la evaluación de estas dimensiones se tiende a sugerir ciertos indicadores de


riesgos que lograrían establecer perfiles de mayor o menor gravedad, que a
juicio tanto de la literatura como del criterio de expertos es necesario conside-
rar.

97
Página
Estos indicadores se resumen en los siguientes esquemas y tablas:

Diagnóstico
Sospecha Confirmación
Evaluación específica:
Inventario
Individual-Familiar-
Autoaplicable Signos
Escolar-Comunitario-
básicos de sospecha
Ocio y tiempo libre.

○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Dimensión
Sin CBPS Leve Moderado Severo Biopsicosocial

Consumo Consumo Consumo Dimensión ligada


Sin con bajo con riesgo con alto al consumo de
consumo riesgo moderado riesgo
sustancias

Esquema que integra las etapas de sospecha y confirmación diagnóstica, en


relación a las dos dimensiones de evaluación: la dimensión biopsicosocial y la
dimensión ligada al consumo.

98
Página
Dimensión Biopsicosocial
Compromiso Biopsicosocial (CBPS)
Áreas
Sin CBPS CBPS leve
Salud Estado nutricional normal P/E; P/T Estado nutricional normal P/E; P/T
Sin molestias o patología somática. Sin molestias o patología somática
física
Dificultad en el manejo de la higie-
General ne personal.
Salud Salud sexual y reproductiva acorde a Inicio de actividad sexual, riesgo de
sexual y etapa evolutiva. embarazo, riesgo de ITS.
reproductiva
I
n Salud Sin dificultades emocionales ni Sin dificultades emocionales ni
mental trastornos neuropsiquiátricos. trastornos neuropsiquiátricos.
d
i Capacidad Adecuada internalización de límites, Adecuada internalización de lími-
v adaptativa normas, figuras de autoridad. Ade- tes, normas, figuras de autoridad.
cuada capacidad de autocontrol, Adecuada capacidad de
i autonomía e independencia adecua- autocontrol. Autonomía e indepen-
d das a etapa evolutiva. dencia adecuada a etapa evoluti-
u Adecuada adaptación e integración va. Sin mayores dificultades en su
a a su familia, grupo de pares, escuela inserción familiar, de escuela, de
o liceo y en su comunidad o barrio. grupo de pares o de comunidad.
l Cuando estas dificultades han
ocurrido han sido más bien hechos
aislados y reactivos a situaciones
transitorias.
Figura Si existe. Si existe.
vincular o
contenedor
Grupo familiar con funcionamiento Tendencia a veces a exceso de pro-
Familia adecuado. tección o bien desacuerdos en pautas
de crianza. Tendencia, en ocasiones,
a no supervisar.
Adecuada integración a institución Ciertas dificultades de rendimiento
Escuela o escolar. Institución escolar que lo o conductas pero que cuando existen
acoge y apoya. logran ser manejadas por padres y/o
Liceo apoderados. Escuela acoge, apoya.

Adecuada integración a su grupo de Dificultades transitorias y reactivas


Grupo de pares. a situaciones puntuales. Grupo de
Grupo de pares con funcionamiento pares permanente, con actividades
pares adecuado. recreativas de distinta índole. Sin
conductas disociales.
Participación en grupos validados en Participación en grupos validados en
la comunidad. Comunidad la comunidad. Comunidad
cohesionada, Apoyo social y protec- cohesionada, apoyo social y protec-
Comunidad
ción a niños, niñas y adolescentes. ción a niños, niñas y adolescentes.
Existen recursos comunitarios sufi- Recursos comunitarios limitados,
cientes. pero existen.
Logra armonizar tiempos de labores Organiza tiempo, con aficiones di-
Ocio y tiem- con los de ocio y tiempo libre en versas, inquietud cultural, deportiva
po libre actividades adecuadas a su desarrollo recreativa. Carrete permanente los
sano. Carretes ocasionales. fines de semana.

99
Página
Dimensión Biopsicosocial
Compromiso Biopsicosocial (CBPS)
Áreas
Sin CBPS CBPS leve
Salud Alto riesgo de compromiso somático, Existe compromiso somático eviden-
por patología aguda, molestias te, enfermedades crónicas
física somáticas diversas, Enfermedad descompensadas. Desnutrición.
General crónica controlada. Riesgo de des- Nulo autocuidado.
nutrición. Nulo autocuidado.
Salud Actividad sexual sin protección, ITS Actividad sexual con múltiples pare-
actual, sin antecedentes previos. jas, sin protección, ITS en varias
sexual y
I reproductiva Alto riesgo de embarazo. oportunidades. Embarazo adolescen-
te.
n Síntomas emocionales inespecíficos, Con psicopatología aguda o crónica
d Salud baja autoestima. Psicopatología cróni- descompensada. Intento de suicidio.
i mental ca compensada. Dificultad en las Maltrato. Violencia. Abuso sexual.
v habilidades sociales. Dificultad para la
expresión emocional. Actitud evasiva.
i
Dificultad en la internalización de
d Capacidad límites y normas. Actitud
Desafío franco. Agresividad y pro-
vocación permanente. Nula toleran-
u adaptativa provocadora y de desafío a la autori- cia a la frustración. Grave dificultad
a dad. Dificultades en proceso de en proceso de separación y auto-
l separación y de autonomía. nomía. En conflicto con la ley. Sin
Dificultades de integración e inser- lugar físico de protección y/o con-
ción a grupo de pares, familia, es- tención. Puede darse el aislamiento
cuela y/o comunidad. Tendencia al social. Generalmente niños, niñas y
conflicto relacional. Alta tendencia al adolescentes de la calle. En caletas.
circuito de calle.
Figura Si existe, pero con importantes difi- En la práctica no existe. Existe aban-
vincular o cultades en la contención. dono, negligencia.
contenedor
Pérdida de roles de las figuras de Familia ausente o presente
autoridad: ausencia de límites y nor- multiproblemática. VIF y/o maltrato.
mas claras, incoherencia en la super- Alcoholismo y drogadicción en miem-
Familia visión. Falta de reconocimiento y bros de la familia. Promiscuidad.
aceptación del hijo o hija. Cesantía.
Falta de cohesión del grupo familiar y
aislamiento de algún miembro.
Predesertor escolar o con alto riesgo Deserción escolar de 1 ó más años.
de deserción definitiva. Estigmatización escolar. Maltrato en
Escuela o
Estigmatización escolar. Maltrato en escuela.
Liceo escuela. Mal rendimiento. Mal rendimiento. Importantes dificulta-
des conductuales.
Alto riesgo de aislamiento o de inser- Grupos con conductas disociales,
Grupo de ción en grupos con graves dificulta- tales como: robos, violencia, consu-
pares des conductuales. Cambios perma- mo de sustancias (grupos proclives
nentes de grupos. a la trasgresión).
Problemas de integración e inclusión Problemas de integración e inclusión
social. Ausencia de apoyo social. social. Ausencia de apoyo social,
Comunidad Escasos recursos comunitarios. escasos recursos comunitarios.
Barrio altamente conflictivo. Accesi- Barrio altamente conflictivo. Accesi-
bilidad a sustancias y tráfico. bilidad a sustancias y tráfico.

Ver tabla complementaria para pobla- Ver tabla complementaria para pobla-
Ocio y tiem- ción altamente vulnerable y con vida
ción altamente vulnerable y con vida
po libre de calle. de calle.

100
Página
Dimensión ligada al consumo de alcohol y sustancias

Tipo de consumo Sin consumo Consumo de bajo riesgo Consumo de riesgo moderado Consumo de alto riesgo

Sustancia o droga No existe droga Consumo de alcohol y/ Alcohol y marihuana en Policonsumo de más de
o marihuana ocasiones, asociación a 3 drogas
otras drogas

Perfil de consumo No existe consumo Fines de semana, en re- Habitualmente, fines de Habitualmente todos
lación a espacios de ocio. semana; ocasionalmente, los días. Alta tendencia
En Grupo. Con significa- todos los días. En grupo al consumo solitario.
ción a lo experimental y/ o solitario. Con significación a la
o recreativo. Con significación a la bús- búsqueda de lo
queda de la desinhibición ansiolítico o
de la ansiolisis. anestesiante.

Consecuencias de la No existen Sin consecuencias Primer episodio evidente Accidentes reiterados.


intensidad de con- consecuencias evidentes de: accidente, violencia, Violencia reiterada.
sumo autoagresión. Autoagresiones frecuen-
tes. Coma etílico y/o
por consumo de otra
sustancia. Intoxicación
por drogas
Criterios de No existe Sin criterios de Sin criterios de Existen criterios de
dependencia dependencia dependencia dependencia dependencia

Página
101
Cuando se trata de sujetos altamente vulnerables, en que existe una alta aso-
ciación de factores de riesgo, se sugiere complementar la tabla de la dimensión
de compromiso biopsicosocial, con la siguiente información:

Categorías Sin CBPS o CBPS Leve CBPS Moderado CBPS Severo

Escasa Permanencia Diaria y creciente Gran parte del día


Vida o todo el día
de calle
Ocio /Pares Trabajo Pares Actividad de
sobrevivencia

Conducta Normal (transgresión En hogar y Sí, relación con


transgresora ligada al proceso de entornos “significa- droga/en grupo
desarrollo) tivos”/individual

Los indicadores clínicos de gravedad señalados deben ser interpretados a la luz


del conjunto de indicadores y de la evaluación integral del individuo, desde una
perspectiva evolutiva.

Al describir las distintas áreas, desde un punto de vista de compromiso


biopsicosocial, surgen 4 tipos de compromiso biopsicosociales en los sujetos:

Sin compromiso biopsicosocial.


Con compromiso biopsicosocial leve.
Con compromiso biopsicosocial moderado.
Con compromiso biopsicosocial severo.

Por otro lado, desde la dimensión ligada al consumo de alcohol y sustancias, se


infieren 4 tipos de consumo:

Sin consumo.
Consumo de bajo riesgo.
Consumo de riesgo moderado.
Consumo de alto riesgo.

102
Página
Al unir ambas dimensiones surgen los siguientes perfiles de sujetos:

Sin CBPS y sin consumo


Sin CBPS y con consumo de bajo riesgo
(Se presupone que el consumo de riesgo moderado y de alto riesgo se dan siem-
pre en sujetos con algún grado de CBPS).

Con CBPS leve y sin consumo


Con CBPS leve y consumo de bajo riesgo
Con CBPS leve y consumo de riesgo moderado
Con CBPS leve y consumo de alto riesgo

Con CBPS moderado y sin consumo


Con CBPS moderado y consumo de bajo riesgo
Con CBPS moderado y consumo de riesgo moderado
Con CBPS moderado y consumo de alto riesgo

Con CBPS severo y sin consumo


Con CBPS severo y consumo de bajo riesgo
Con CBPS severo y consumo de riesgo moderado
Con CBPS severo y consumo de alto riesgo

Estos perfiles permitirán orientar las distintas intervenciones de acuerdo a mo-


dalidades de tratamiento. Por lo tanto, el primer elemento a tener en cuenta para
el ingreso a tratamiento es la existencia de consumo. En caso de que no lo haya,
no significa que no se realizará intervención, pero se debe tener presente que
ésta será exclusivamente del ámbito biopsicosocial, no relacionada al consumo
de alcohol y/o sustancias.

Una vez realizada la evaluación diagnóstica del niño, niña o adolescente, el equipo
evaluador deberá informar en relación a:

Diagnóstico integral del adolescente, que incluye dimensión biopsicosocial


(BPS) y dimensión ligada al consumo.
Tipo de intervención que se indica, dependiendo del diagnóstico integral.

Las características del equipo evaluador, los objetivos de la evaluación, las acti-
vidades o prestaciones relacionadas, los espacios y los tiempos requeridos se
resumen en la siguiente tabla.

103
Página
Evaluación específica y de confirmación diagnóstica

Nivel de complejidad 1ario, 2ario, 3ario


Dominio del tema de las adicciones, adolescencia y
desarrollo, patologías asociadas a las dependencias
(físicas y mentales), factores psicosociales
Competencias intervinientes.
Dominio de técnicas de acogida y creación de un espacio
de vínculo apropiado. Conocimiento de los recursos
Equipo del sistema (red).

Psiquiatra infantojuvenil, psiquiatra de adulto o médi-


co, psicólogo (a) y asistente social.
Profesionales
Pueden concurrir a la confirmación diagnóstica,
y técnicos
según recursos, los siguientes profesionales: tera-
peuta ocupacional, enfermero (a) y otros profesio-
nales de la salud mental.

Diagnóstico integral: consumo, compromiso


biopsicosocial, presencia de psicopatología.
Objetivos de la evaluación
(Redefinición del problema, hacia la integralidad).
Definir referencia e intervención apropiada.

Consulta psiquiátrica o médica.


Consulta psicológica.
Entrevista asistente social.
Actividades Visita domiciliaria en 10% de los adolescentes
consultantes.
Psicodiagnóstico en 30% de los adolescentes
consultantes.

Cualquier lugar de la red que cuente con el equipo


competente necesario: si ocurre en la atención pri-
Espacios Requisitos maria en salud (APS) requiere consultoría de salud
mental y psiquiatría; preferentemente no en el nivel
terciario.

Duración máxi-
ma de proceso 15 días
Tiempos de confirmación

Oportunidad Máximo de tiempo entre la sospecha y la


confirmación diagnóstica finalizada: 30 días.

104
Página
Tratamiento y Rehabilitación

Principios básicos del tratamiento

El perfil de consumidores niñas o niños y el actual perfil de consumidores ado-


lescentes, según los datos revisados previamente, requieren adecuar estrate-
gias y métodos de intervención, que han sido probados y experienciados en
adultos. Sin duda, este tipo de población pone en cuestionamiento no sólo los
tipos de tratamientos, sino que también los modelos y estructuras diseñadas. Es
necesario tener en cuenta, además, la necesidad de imprimir un nuevo acento
en la intervención, en donde la delimitación entre la prevención y la terapia es
difícil de establecer con claridad.

A pesar de existir experiencia en nuestro país en torno al tratamiento de adoles-


centes que tienen un consumo abusivo y problemático de drogas, ésta no ha sido
lo suficientemente evaluada y publicada. De este modo, permanecen como expe-
riencias anecdóticas de ciertos equipos a nivel local.

Los numerosos esfuerzos, probablemente, se han realizado en la línea de


implementación de programas de prevención universal, especialmente en esta-
blecimientos educativos. De este modo, como lo plantea Arbex (2002) "en la ac-
tualidad se pone en evidencia la existencia de un terreno de nadie a caballo entre
estos dos niveles (prevención universal y tratamiento propiamente tal), un vacío
respecto a las actuaciones destinadas a menores que tienen un consumo abusivo
y problemático". Un vacío que al ser llenado debería acoger a niños, niñas y
adolescentes con un perfil de riesgo en dos niveles de intervención: prevención
selectiva y prevención indicada.

En relación al consumo de alcohol y otras drogas, nos enfrentamos sobre todo a


adolescentes con sus propias características; que viven un proceso evolutivo que
es colectivo pero a la vez individual, en un contexto social que va cambiando, y
que presentan perfiles de consumo, que a la vez son tremendamente dinámicos.

105
Página
Esto tiene presente una serie de consideraciones y que a su vez han sido leccio-
nes aprendidas con este grupo humano particular, que pueden constituir un marco
de referencia de cualquier intervención dirigida a este grupo.

En torno al trabajo con adolescentes en general en el marco de investigación de


las prácticas en salud en América Latina y el Caribe, la OPS ha hecho ciertos
señalamientos o principios básicos, que deben tener en cuenta los programas
dirigidos a intervenir con ellos (OPS, 2002):

Los comportamientos juveniles ocurren en un contexto que incluye a la


familia del adolescente y su dinámica, al grupo de pares, al vecindario y a
las oportunidades sociales potenciales. Mientras más adverso sea el con-
texto, mayor es la necesidad de un apoyo que les permita sobrevivir y
prosperar.

Los programas que se enfocan aisladamente en la solución de problemas,


por muy serios que éstos sean (por ejemplo, abuso de drogas, embarazo
adolescente, criminalidad), no pueden cambiar la vida de los adolescentes,
ya que son sólo síntomas y no el problema de fondo.

Los programas deben: (1) comenzar en una época temprana de la vida; (2)
trabajar con adolescentes por varios años, y (3) considerar sus necesidades
y aspiraciones de forma integral y holística, incluyendo a sus familias, gru-
po de pares y de vecinos.

Los programas tienen que promover conductas positivas y ofrecer oportu-


nidades que promuevan la capacidad de participación y autodeterminación.

Un componente clave para un programa exitoso es que los adolescentes desarro-


llen una relación estable (vínculo significativo) con adultos competentes y afec-
tuosos. Esta relación terapéutica afectiva y efectiva es fundamental para: el
desarrollo del programa, el uso de las diferentes técnicas de intervención, el
establecimiento de la motivación al cambio y la adherencia a tratamiento.

Si nos centramos en el consumo de alcohol y drogas se constata que las interven-


ciones en niños y adolescentes producen cierta confusión al no lograr tener en
claro el límite entre lo preventivo y lo terapéutico.

106
Página
Existen en la literatura evidencias que dan sentido a principios que se relacio-
nan a intervenciones terapéuticas, dejando en claro nuevamente que el corte
entre lo preventivo y lo terapéutico no es neto.

Spooner y col. (1996) identificaron tres principios iniciales de tratamiento dirigi-


dos a los adolescentes. Ellos plantean que los programas eficaces deben:

Ser holísticos y exhaustivos, y abordar una variedad de problemas, por


medio de una gama de estrategias.

Abarcar la reducción de los peligros. La meta es lograr que niños, niñas y


adolescentes logren una calidad de vida que sea incompatible con el con-
sumo de sustancias. Pese a ello, la abstinencia a corto plazo en algunos
casos tal vez sea probablemente poco realista, por tanto, hay que tener
estrategias de reducción de los peligros.

Ser adecuados para los jóvenes. Las necesidades y experiencias de los


jóvenes difieren esencialmente de los adultos. Debe superarse un enfo-
que del tratamiento orientado a y desde los adultos.

Estos mismos investigadores (1996) identificaron otros principios de tratamien-


to que incluyen:

Un tratamiento básico en las fases de desarrollo de los adolescentes y sus


necesidades.

Considerar el tratamiento como un proceso y no como una serie de acon-


tecimientos.

Comprender que el consumo de drogas tiene una función para los jóvenes.

Implicar a los jóvenes en el desarrollo, la aplicación y la revisión de las


reglas y fronteras de los programas.

Evitar las etiquetas negativas para los jóvenes en tratamiento.

Diseñar un sistema de tratamiento en colaboración, que libere a los ado-


lescentes de la presión de identificar y acceder a una gama de recursos
por sí mismos.

107
Página
Una revisión de la investigación, realizada por Catalana, (1990-1991), basada en
resultados ratifica el valor del apoyo de la familia al tratamiento y la eficacia de
la enseñanza de habilidades.

Con respecto a la eficacia del tratamiento en el abuso de drogas y alcohol, en


una investigación realizada por Faist y Harvey-Jansen (1994) se identificaron los
siguientes aspectos:

Un tratamiento flexible.

Evaluaciones sistemáticas que se traduzcan en una adaptación adecuada


del tratamiento a los clientes.

La participación de la familia en la terapia.

La oferta de un abanico de servicios de apoyo.

Un estudio más amplio llevado a cabo por Chinman y Linney (1998), citado por
Janet Currie (2001), identificó el modelo de capacitación (empowerment model)
como útil para mejorar los resultados de los adolescentes en una variedad de
escenarios de prevención e intervención. Este modelo de capacitación incluye
aspectos, tales como:

Una orientación a las fortalezas de los jóvenes y no a sus deficiencias.

Un enfoque de colaboración (centrado en el cliente) de la prevención y la


intervención.

Una orientación al desarrollo de habilidades que apoye la autocorrección.

La valoración de las crisis y los conflictos como impulsos de la acción y el


cambio, entre otros.

Por otra parte, el NIDA (National Institute of Drug Abuse) plantea 13 principios
fundamentales para población general (independiente del grupo etario), que sur-
gen de la medicina basada en la evidencia, que caracterizarían a los tratamien-
tos efectivos en abuso de drogas.

108
Página
1. Ningún tratamiento por sí solo es apropiado para todos los individuos. Es
fundamental establecer los espacios, las intervenciones y los servicios para
cada problema y necesidad del paciente, caso a caso.

2. Los tratamientos deben estar rápidamente disponibles (de inmediata dis-


posición y de fácil acceso).

3. El tratamiento efectivo es el que atiende a múltiples necesidades del


individuo, por lo que debería estar dirigido al uso individual de drogas y a
posibles problemas asociados, médicos, psicológicos, sociales, vocacio-
nales y legales.

4. El tratamiento necesita ser flexible y proporcionar apoyo de acuerdo a la


evolución de las necesidades del paciente, las cuales pueden cambiar en
el transcurso de éste.

5. La permanencia en el tratamiento por un período es fundamental para


lograr efectividad. El tiempo depende sin duda de las necesidades del
paciente. Para la mayoría de los pacientes, la mejoría se alcanza alrede-
dor de los tres meses en tratamiento. El mayor tiempo en tratamiento
puede producir un progreso mayor. Por lo tanto, los programas deberían
incluir estrategias para prevenir que los pacientes abandonen los trata-
mientos en forma prematura.

6. La consejería individual y/o grupal y otras terapias conductuales son com-


ponentes fundamentales de tratamientos efectivos en adicción. En tera-
pia, la motivación dirigida a los pacientes, la construcción de habilidades
para resistir el uso de drogas, el reemplazo de actividades en torno al uso
de drogas por otras actividades en torno al no uso, y la mejoría en las
habilidades y la resolución de problemas. La terapia conductual también
facilita las relaciones interpersonales.

7. Los medicamentos son un elemento importante para muchos pacientes,


especialmente si se asocian con consejerías y otras terapias de comporta-
miento.

8. A los individuos que abusan o son adictos y que presentan una comorbilidad
(coexistencia de trastornos mentales) se les deberían tratar ambos tras-
tornos de un modo integral.

109
Página
9. La desintoxicación médica es sólo la primera etapa del tratamiento adictivo
y por sí sola produce pocos cambios en el uso prolongado de drogas.

10. El tratamiento no necesita ser voluntario para ser efectivo. Las sanciones o
los reclamos en la familia, en el lugar de trabajo o del sistema judicial
pueden incrementar significativamente el ingreso, la adherencia y el éxito
del tratamiento.

11. El posible uso de drogas durante el tratamiento debe ser monitoreado en


forma continua. El monitoreo del paciente en el uso de drogas y/o alcohol
durante el tratamiento, a través, por ejemplo, de exámenes de orina,
puede ayudar al paciente a resistir el uso de drogas. Este monitoreo tam-
bién puede proporcionar evidencia temprana de uso de drogas, a modo de
ajustar el tratamiento.

12. Los programas de tratamientos deberían proporcionar diagnóstico y apoyo


para SIDA/VIH, hepatitis B y C, tuberculosis y otras enfermedades infeccio-
sas.

13. El camino a la recuperación, desde una adicción a drogas, puede ser un


proceso de largo aliento, y frecuentemente requiere múltiples episodios
de tratamiento. Así, como toda enfermedad crónica, la recaída en el uso
de drogas puede ocurrir durante o después de un tratamiento (o episodios
de tratamiento) exitoso. La participación en programas de apoyo o grupos
de autoayuda durante y después del tratamiento ayuda a menudo a man-
tener la abstinencia.

A modo de generar una síntesis de estos principios de tratamiento, y apoyados


en las reflexiones e investigaciones de Carmen Arbex (2002), se plantean ciertos
principios fundamentales a tener en consideración, en intervenciones terapéuti-
cas, con la población de niños, niñas y adolescentes:

Enfoque desde la globalidad y con perspectiva evolutiva: Este principio sugie-


re no intervenir de manera focalizada sobre un conflicto concreto, sobre todo
para evitar la problematización del sujeto.

En general el consumo de drogas no debe ser el foco principal de la intervención,


sino que, en la mayoría de los casos, los problemas por consumo hay que abor-
darlos indirectamente, en una segunda fase, dentro de un grupo más amplio de
conductas, siempre teniendo en cuenta la etapa evolutiva en la cual se encuen-

110
Página
tra el sujeto y las tareas evolutivas que pudieran estar bloqueadas por efecto de
las dificultades presentadas.

Necesidad de trabajo interdisciplinario: La complejidad de la situación obliga a


una estrecha colaboración entre distintas disciplinas, lo que favorece la obtención
de un mayor y mejor conocimiento y una mayor y mejor comprensión de la reali-
dad del menor y de su proceso evolutivo y socializador.

Principio de la continuidad de cuidados: Las intervenciones deben durar el


tiempo que sea necesario, a modo de extinguir las diversas conductas de riesgos
en un individuo y de potenciar sus habilidades y destrezas, tomando en cuenta
que existe un gran potencial de desarrollo, capacidad de aprender nuevas con-
ductas sociales, importantes destrezas psicomotoras e intelectuales, y una aper-
tura importante a establecer un compromiso afectivo con un adulto significati-
vo.

Intervención flexible y dinámica: Evitar los procedimientos y sistemas tera-


péuticos rígidos. Recordemos que son jóvenes en constante transformación, que
esperan que el entorno se transforme con ellos. Las respuestas deben tener un
carácter de provisionalidad y se debe evaluar constantemente el sentido que
tienen para estos jóvenes. Por lo tanto, se requiere apertura a estilos distintos y
a una permanente actualización.

En clave adolescente y con primacía de la intervención educativa: Se trata de


escuchar y observar a personas que se rigen por lógicas diferentes a las de los
adultos. Un buen abordaje de esta etapa debe tener muy en cuenta las caracterís-
ticas evolutivas a la hora de establecer objetivos y criterios metodológicos, ya
que sería un error exigirles un nivel de maduración y comportamiento propio de
un adulto.

Principio de no etiquetamiento: Estigmatizar a una persona con algún calificati-


vo, a menudo favorece el desarrollo de pautas de comportamientos tal y como se
espera de ella. El etiquetamiento algunas veces no tiene como objetivo recuperar
al menor, sino simplemente evitar su comportamiento.

El principio de la espera: "La condición evolutiva de los adolescentes nos ha de


llevar a saber esperar. Hay conductas de los menores que son pura provocación
y muchas veces sus transgresiones son de condición y con su natural evolución
probablemente desaparecerán, si hemos tenido la paciencia para no reaccionar
inadecuadamente y dejar que el tiempo resuelva algunos problemas. Por lo tan-

111
Página
to, hay que tener mucha cautela en los pronósticos" (Funes, 1998, citado por
Arbex, 2002). En muchas oportunidades es necesario crear las condiciones para
que un niño, niña o adolescente ingrese a un tipo de tratamiento. Por lo tanto,
la espera no debe ser pasiva.

El principio de acompañamiento: El acompañamiento tradicional del adoles-


cente, durante su proceso de socialización, lo realizan básicamente dos tipos de
adultos: los padres y los profesores. "El profesional que está apoyando al menor
ha de ser dinámico, ya que habrá de ordenar y jerarquizar los objetivos de la
intervención en función de los cambios que vaya observando. También ha de
tener mucho menor protagonismo que en el modelo tradicional y que cuando
interviene con otro tipo de colectivo, ya que ha de saber transmitir su mensaje
a la familia y al adolescente y saber quedarse al margen" (Funes 1998, citado en
Arbex, 2002).

Normalización del adolescente en su medio: Se trata de evitar la distancia y


desvincular al sujeto de su entorno, preservando en todo momento la normali-
zación de la vida cotidiana en cuanto a tiempos y espacios, que interfieran lo
menos posible su escolarización o sus relaciones familiares o sociales.

Es necesario, siempre que ello sea posible, luchar por la no institucionalización


del individuo, evitando su desarraigo y apartándolo de su entorno solamente en
casos excepcionales.

La utilización del medio inmediato como recurso y la importancia crucial de la


familia y la escuela (ambos aspectos analizados en capítulo anteriores).

Efecto preventivo en red. Los adolescentes son atendibles si se da un buen


sistema de trabajo en red, no es viable trabajar parcialmente y de modo aisla-
do.

La relación, coordinación y colaboración con diferentes recursos de la zona y


con todos los servicios y entidades que habitualmente tienen relación con los
adolescentes, es esencial para establecer indicadores para la detección de los
niños, niñas y adolescentes en situación de especial riesgo; fijar estrategias de
captación, establecer criterios para la derivación a los distintos puntos de la
red, utilizar adecuadamente todos los recursos disponibles con objeto de dar
una respuesta eficaz e integral a los menores, actualizar en forma permanente
los programas, actividades y servicios de cada recurso, evitando la superposi-
ción de actividades.

112
Página
Barreras al tratamiento

La literatura confirma la relevancia de los siguientes factores definidos como


barreras al tratamiento: la ocurrencia simultánea de trastornos psiquiátricos y
factores de riesgo (Bulkstein et al., 1989; Weinberg et al., 1998), la asociación
de la influencia del grupo (Spooner et al, 1996) y la presencia de victimización
en la infancia (Blood y Cornwell, 1996).

En relación a trabajo con adolescentes, la Organización Panamericana de la


Salud (OPS, 2002) plantea ciertas barreras u obstáculos para el acceso, ligados a
los servicios o programas. En general podemos señalar la falta de confidencialidad,
la focalización a un solo problema (por ej. atención sólo de embarazadas), ver-
güenza, miedo a que se involucre a su familia, vergüenza y miedo al profesional,
miedo a ser sancionada su conducta, barreras de acceso (económicas, tiempo),
escasa cobertura. Enfocar un solo tipo de problemas sin lograr modificar el am-
biente. Ser programas de corto plazo. Iniciar intervenciones cuando el problema
es evidente y ya es demasiado tarde. Centrarse en prevención del comporta-
miento negativo y no en la promoción de comportamientos positivos.

Si se basan sólo en prevención secundaria y terciaria, no logran una reducción


significativa de comportamientos a cambiar (Dryfoos, 1990; Barker y Fuentes,
1995).

Desde la población general adolescente se desprenden ciertas barreras, a juicio


de expertos, que es necesario tomar en cuenta para el abordaje de esta pobla-
ción.

En cuanto al ámbito individual es necesario considerar la edad y tareas evoluti-


vas, identificación y pertenencia definida desde el consumo, no inscripción en
el sistema de salud, baja motivación a consultar y la baja conciencia de riesgo.
Experiencias no satisfactorias con instituciones. Externalización de la responsa-
bilidad del cambio. Relación con la autoridad y la pertenencia a una minoría
(etnia, minorías sexuales, comercio y explotación sexual, por ejemplo).

Relacionadas con el contexto sociocultural (familia, grupo de pares, etc.) se


consideran: familias con problemas en la vinculación (no protectoras, permisivas,
sobreprotectoras que limitan la autonomía y capacidad de tomar decisiones).
113
Página
Familias y grupos de pares consumidores. Sin apoyo familiar o redes sociales de
apoyo, con hijos desvinculados del sistema escolar formal. Pertenencia a grupos
de pares que normalizan el consumo.

Relacionadas a los programas, cabe mencionar: dudas de confidencialidad, no


inscripción en el sistema de salud, enfoques parciales de abordaje. Modelo de
atención que no considera las características que debe tener la provisión de
servicios para adolescentes, ausencia de oferta diferenciada al perfil particular,
falta de difusión de programas específicos, insuficiente valoración del trabajo
en red, falta de inversión real en trabajo en red. Miradas prejuiciadas y
estigmatizadoras de la población usuaria. Escasa consideración de las diferen-
cias individuales al interior de los programas (plan individualizado, enfoque de
género, etc.). Algunos programas centrados en el mandato judicial más que en
las necesidades del adolescente.

Por último, en cuanto a las barreras originadas del funcionamiento del equipo:
falta de especialización y formación continua en ciclo vital, adolescencia y en-
foque familiar. Expectativas omnipotentes, irreales o muy mínimas. Falta de
multi e interdisciplinariedad en el trabajo de los equipos. Falta de un marco
claro de la confidencialidad en el manejo de la información. Falta de credibili-
dad y confianza entre los equipos para el trabajo en red (escuela, comunidad,
centros deportivos, etc.). Rigidez y falta de motivación para el trabajo con el
adolescente.

En la literatura se mencionan ciertas barreras según poblaciones específicas,


literatura que ha sido complementada por el criterio de expertos. En la siguien-
te tabla se resumen esas características:

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Página
Distintas barreras para el tratamiento, de acuerdo a grupo específico de inter-
vención.

Grupos Específicos Barreras

Resistencia al tratamiento administrado por imperativo legal.


Cultura de grupo.
Con frecuencia falta de apoyo de la familia.
Pertenencia a culturas familiares o grupales que validan la violencia.
Redes delictuales organizadas que fomentan el consumo o la conducta
violenta.
Familias deprivadas social y económicamente.
Con causas Familias y grupos de pares consumidores o traficantes.
delictivas Identidad construida desde la violencia, considerando códigos particu-
lares “el choro no grita”.
Miradas prejuiciadas y estigmatizadoras de la población usuaria.
Algunos programas centrados en el mandato judicial más que a las
necesidades del adolescente.
Falta de programas correccionales que aborden los problemas de con-
sumo de drogas.
Barreras que impiden acceder a los programas comunitarios.
Difícil trabajo de grupo con los delincuentes.
El personal correccional carece de conocimientos sobre el sistema de
tratamiento de abuso de drogas, con frecuencia no remite a los jóve-
nes con problemas de consumo de drogas.

No acude por iniciativa propia. Problemas múltiples. Desconfía del


conjunto del sistema.
No comprende los puntos de acceso. Falta de apoyo familiar y de
otros apoyos importantes para acceder y utilizar el tratamiento.
Desvinculados del sistema escolar formal. Marginalidad social. Deses-
peranzas aprendidas. Sin apoyo familiar o redes sociales de apoyo.
Identidad construida desde la violencia, considerando códigos parti-
De la calle culares “el choro no grita”.
Familias con problemas en la vinculación. Familias deprivadas social y
económicamente.
Falta de políticas sociales integradas.
Falta de programas eficaces de información a los posibles beneficia-
rios. Falta de flexibilidad de los servicios. Admisión restrictiva al tra-
tamiento.
Falta de servicios accesorios que apoyen el tratamiento.

115
Página
Ocurrencia simultánea de trastornos psiquiátricos y otros factores de
riesgo.
Falta de planificación, coordinación y comprensión entre los sistemas
Con
de tratamiento de los trastornos de salud mental y del consumo de
comorbilidad o
drogas.
patología aso-
Diagnósticos precoces inadecuados o incapacidad para ofrecerlos.
ciada
Número insuficiente de programas para abordar las necesidades espe-
cíficas de los pacientes.
Falta de personal adecuado que pueda tratar los dos tipos de proble-
mas.

Las creencias culturales refuerzan la negación y la evitación de pro-


blemas.
Mayor estigma asociado a los problemas con las drogas y el alcohol.
Las familias podrían negar el problema.
Perteneciente a
Podrían no apoyar el tratamiento. Intentar solucionar el problema
minorías étnicas
dentro de su propia comunidad. Malentendido y conflictos
y culturales
intergeneracionales. Barreras lingüísticas (incluidas las barreras
idiomáticas parentales).
Falta de programas culturalmente adecuados. Falta de adecuación y
pertinencia al contexto sociocultural local (epidemiología, perfil usua-
rio predominante, características sociodemográficas).

Aislamiento y marginación respecto de la sociedad.


Homosexuales y Desconfianza y hostilidad hacia el conjunto del sistema.
lesbianas
Aislamiento general y falta de relaciones de apoyo. Estigmatización.

Tipos de tratamientos
El límite, como se planteó previamente, entre intervenciones preventivas y
tratamiento, no es claro, sobre todo cuando aumentan las situaciones de riesgo.
Es por esto que la relación entre las intervenciones preventivas y las interven-
ciones ligadas al tratamiento deben ser planteadas desde la integralidad, la
territorialidad y la intersectorialidad.

116
Página
Intervenciones preventivas

Estos programas están clasificados en una nueva serie de definiciones en el cam-


po de la prevención, que describen los programas de acuerdo al grupo humano
para el cual están diseñados. Específicamente, son programas universales, selec-
tivos e indicativos.

Los programas universales están dirigidos a la población en general, por ejem-


plo, a todos los estudiantes de una escuela.

Los programas selectivos se dirigen a los grupos en riesgo o subgrupos de la


población general, por ejemplo, los hijos de padres que usan drogas o estudian-
tes con calificaciones bajas.

Los programas indicativos están diseñados para personas que ya están experi-
mentando con las drogas o exhibiendo otro tipo de comportamiento arriesgado.

En nuestro país, desde el año 1990, el Gobierno de Chile aborda el problema de


las drogas a través de CONACE, planteándose como meta prevenir el uso de estu-
pefacientes en todo el territorio nacional, mediante la realización de una inter-
vención profunda en diversos ámbitos de la sociedad. El objetivo propuesto es el
de prevenir, evitar y disminuir el consumo de drogas; sensibilizar e informar sobre
sus efectos; fortalecer los recursos personales y sociales para enfrentar eficaz-
mente el problema; promover estilos de vida saludables, y desarrollar las habili-
dades para enfrentar la presión social al consumo. CONACE plantea que la preven-
ción no es sólo una tarea de expertos, sino responsabilidad de toda la ciudadanía.

Se han diseñado varios programas preventivos que son descritos a continuación.

Prevención en el ámbito escolar/educacional

Este programa plantea que el ámbito educacional es el espacio privilegiado para


evitar el consumo, y la educación es, en sí misma, preventiva: ella forma valo-
res, actitudes, habilidades y conductas que permiten al niño, niña y adolescente
desarrollarse en forma integral, anticiparse a la aparición de problemas y aprender
a enfrentar los riesgos del medio social donde se desenvuelve. El objetivo de
prevenir el consumo en la educación escolar es evitar que niños, niñas y jóvenes
de todas las instituciones educativas del país usen drogas. Éste es un proceso
gradual, continuo y sistemático, que abarca desde la educación parvularia hasta
la superior.

117
Página
118
Página
e
Las líneas de acción para los colegios se proponen lograr que cada estableci-
miento educacional desarrolle una política para enfrentar la prevención del
consumo de drogas. Esto significa, entre otras cosas, que procure ambientes
saludables, implemente programas específicos para cada nivel educativo y los
incorpore al interior de los sectores y subsectores de aprendizaje, haciendo de
la prevención un proceso continuo, cotidiano y permanente en el tiempo, en
sintonía con los esfuerzos de la reforma educacional.
Se trata, en definitiva, de evitar las acciones aisladas y desarticuladas, y que a
través de una política la prevención se incorpore en el Proyecto Educativo
Institucional (PEI), de manera de asegurar su sustentabilidad en el tiempo. Ésa
es la mirada estratégica, para que cada escuela desarrolle un esfuerzo gradual,
sistemático y continuo, desde el nivel parvulario hasta la educación media.

Las estrategias estarían diseñadas para ser realizadas en distintos momentos del
proceso evolutivo escolar:

a. en educación parvularia

“En Busca del Tesoro”: Programa de prevención temprana, orientado a niños y


niñas de la educación parvularia formal y no formal (MINEDUC, CONACE, JUNJI,
INTEGRA).

b. en educación básica

”Marori y Tutibú”: Estrategia de prevención temprana, dirigida a niños y niñas de


primero a cuarto año de enseñanza básica (MINEDUC-CONACE).

“Quiero ser”: Programa de prevención escolar para alumnos de quinto a octavo de


enseñanza básica (MINEDUC-CONACE).

c. en educación media

”Yo decido”: Programa de prevención del consumo de alcohol y drogas para


alumnos de primero a cuarto año de enseñanza media (MINEDUC- CONACE).

d. en educación superior

Estrategias de prevención para ejecutar con la comunidad universitaria e insti-


tutos profesionales y de formación técnica (MINEDUC-CONACE).
e. integración curricular

El programa consiste en incluir contenidos de prevención del consumo de drogas


en el marco curricular de la educación, como parte del desarrollo de los objetivos
fundamentales transversales. Para esto, se entrega material de apoyo a los do-
centes que integran objetivos preventivos y sugerencias de actividades para los
distintos sectores y subsectores de aprendizaje del currículo de quinto año bási-
co a cuarto año medio.

En el ámbito preventivo, también se consideran las áreas de formación y de


capacitación:

Formación de docentes: El profesor ocupa un lugar primordial en el sistema edu-


cativo, debido al desarrollo de sus funciones, entre las que se encuentra, en la
actualidad, el abordaje de la prevención de las drogas. Para poder desarrollarla
requiere una formación específica sobre prevención del consumo de drogas, que
le capacite para actuar en su práctica educativa con fundamentos teóricos, estra-
tegias y habilidades específicas. Se pretende que el docente se transforme en un
agente preventivo, protagonista y constructor de espacios educativos saludables.

Capacitación a codocentes: (inspectores, bibliotecarios y orientadores). Se pre-


tende que el codocente reconozca la magnitud del problema de las drogas, forta-
lezca su rol de agente preventivo y contribuya con los directivos y docentes a
afianzar un cambio de actitud y conducta en los alumnos en pro de la prevención.
Esto, asumiendo que mantiene una estrecha relación con ellos fuera del aula y
porque muchas veces es el encargado de aplicar las normas y reglamentos del
establecimiento.

Prevención en familia

El Programa “Prevenir en Familia” es una herramienta de apoyo para padres,


madres y apoderados que estén interesados en abordar el tema de las drogas
con sus hijos y familiares, de manera de potenciar su labor educativa hacia el
desarrollo de habilidades personales y sociales que permitan evitar el consumo.

La estrategia procura generar espacios de reflexión y aprendizaje de grupos de


familias, cualquiera sea su conformación y contexto donde se desenvuelven. El
programa se centra en aquellos factores que promueven un estilo de vida salu-
dable y un clima familiar protector frente a los riesgos que conlleva la vida
moderna.

119
Página
Supone la preparación de monitores que actúen como agentes preventivos con
sus pares, aplicando este programa según los intereses, necesidades y caracte-
rísticas del grupo. Los monitores a cargo no necesitan de experiencia previa ni
conocimientos especiales en el tema, ya que el material tiene todos los elemen-
tos teóricos y prácticos para el logro de los objetivos planteados.
A lo largo de las diez sesiones la familia conocerá y experimentará, en forma
práctica y teórica, los elementos básicos para orientar su labor preventiva. El
monitor podrá adaptar el número de sesiones a la realidad de las familias, a los
recursos con que cuente y a los objetivos específicos que tengan las familias
motivadas a participar en el programa.

Prevención en el ámbito comunitario

Las drogas son un fenómeno complejo. Su consumo y tráfico no tienen una sola
causa, y enfrentarlas requiere del esfuerzo de autoridades, empresarios, profe-
sores, estudiantes, padres, juntas de vecinos, clubes deportivos, policías.
Para los vecinos y los gobiernos locales compartir esta responsabilidad supone
adquirir habilidades y promover estrategias específicas para abordar el tema.
Vitales resultan entonces las organizaciones sociales y vecinales. Son ellas quie-
nes mejor conocen la realidad de su entorno.
Desde 1996, el Ministerio del Interior de Chile potencia esta ventaja disponiendo
recursos para financiar proyectos de prevención del consumo de drogas que
presenten los mismos vecinos, a través de sus organizaciones. Para ello ha crea-
do el Programa Previene en las comunas con mayor población del país.

Intervenciones terapéuticas: tratamientos

Este tipo de intervenciones está altamente relacionado con consumos problemáti-


cos y, por lo general, muy próximo a la existencia de indicadores de daño. A
diferencia de las intervenciones preventivas, que se relacionan más con la no-
ción de riesgo.

En este tipo de intervenciones se hace necesario analizar previamente el tipo de


enfoque que va a tener un tratamiento, así como la estructura, la duración y la
intensidad de los programas.

120
Página
Enfoques de tratamientos

El análisis de las prácticas óptimas en el tratamiento y rehabilitación por el uso de


alcohol y drogas en niños, niñas y adolescentes establece cuatro áreas de necesi-
dad que los enfoques de tratamientos deberían tener en cuenta:

Problemas de salud física de los niños, niñas y adolescentes en tratamiento.

Los problemas de salud relacionados con el consumo de alcohol y drogas


en esta población (resumidos por Spooner y col., 1996) incluyen los si-
guientes: reacciones a los productos químicos contenidos en las drogas,
efectos tóxicos agudos, síntomas del abandono del consumo, infección
por VIH u otras infecciones virales transmitidas por la sangre, infecciones
en el lugar de la inyección, intentos de suicidio y suicidio, lesiones o
accidentes automovilísticos, trastornos de salud mental, problemas y de-
ficiencias nutricionales, trastornos alimentarios.

Necesidades individuales en salud mental, autoestima o necesidades deri-


vadas de los cambios relativos al desarrollo.

Necesidades interpersonales importantes (relacionadas con la familia y el


grupo). En un estudio realizado entre 1.483 adolescentes, entre 12-19 años,
que habían asistido a programas de tratamiento en Estados Unidos, el 73%
afirmó que consumía drogas para afrontar problemas familiares o escapar
de ellos, mientras que el 54% lo hacía para pertenecer a un grupo de amigos
(Bergmann, 1995). Una proporción considerable de estos jóvenes provenía
de familias descritas como disfuncionales; el 24% notificó abuso y el 38%
abuso parental de drogas (padre).

Gestión y prevención de las recaídas.

Catalana y cols. (1990-1991) observaron que las tasas de recaídas de los


adolescentes y jóvenes después de un tratamiento son elevadas (35% a
85%).

El estudio posterior al tratamiento realizado por Bergman y cols. (1995)


entre 1.483 adolescentes, participantes en más de 30 programas de trata-
miento de pacientes internos y residenciales en América del Norte, llegó a
la conclusión de que los jóvenes que exhibían los resultados más precarios
6 meses después del tratamiento tenían un menor número de estrategias
y habilidades para afrontar las recaídas.
121
Página
Estructura, duración e intensidad de los programas

En una revisión de nueve estudios importantes, que examina el impacto del trata-
miento residencial frente al ambulatorio, Spooner y col., (1996) encontraron que
no existe evidencia que sugiera que el tratamiento residencial para adolescentes
sea más eficaz que la intervención ambulatoria en el tratamiento de la dependen-
cia del alcohol. En este sentido, los autores plantean “… El argumento de que el
tratamiento residencial se debe mantener como sostén principal de la interven-
ción contra la dependencia de drogas en los adolescentes no es convincente. Sin
embargo, hay argumentos válidos a favor de la utilización de las instalaciones
residenciales para el niño, niña y adolescente de la calle, cuyo entorno habitual
lo induzca de tal manera al consumo de drogas, que una modalidad ambulatoria
no sería adecuada, en ese especial momento”.

En una revisión de varios estudios de tratamiento de los adultos, Catalana y


cols. (1990-1991) encontraron que la duración del tratamiento guardaba una
mayor relación con el éxito del tratamiento en los pacientes residenciales que
en los pacientes externos.

Feigelman y cols. (1988) llegaron a la conclusión de que los adolescentes que


habían seguido un tratamiento más prolongado (1 año en comparación con 6 me-
ses) consumían menos drogas después del tratamiento y tenían menos problemas
asociados. No obstante, el tiempo de tratamiento era menos importante que otras
variables de los programas.

Características del personal que trabaja en los programas

En estudio de percepciones, realizado en adolescentes, sobre las características


que deba tener una persona que trabaje con ellos se obtuvieron las siguientes
conclusiones (OPS, 2002, Programas relacionados con Salud reproductiva en ado-
lescentes).

Personal y prácticas en servicios clínicos : Que sean mujeres (los varones produ-
cen miedo y vergüenza) jóvenes con rol diferenciado al de madre (no retar, no dar
consejos), que guarden el secreto, que les pregunten integralmente (interés por
su persona), que escuchen, que presten atención, que les den tiempo para pre-
guntar, que expliquen claro, ser revisadas en forma integral antes de una deriva-
ción, que atienda siempre la misma persona, que aseguren su normalidad (ali-
vio), que las traten con cordialidad y respeto, que las apoyen, que les aconsejen

122
Página
sin gritarles y les hablen amablemente, que no les hagan reproches a sus ma-
dres por su conducta sexual, que las protejan ante sus padres, que no se les
cobre la consulta cuando no tienen dinero, que les pidan su opinión antes de una
derivación, que den medicamentos, leche y anticonceptivos.

La calidad del personal/relación con el paciente ha sido identificada en la lite-


ratura como un determinante importante del éxito del tratamiento.

Russell (1990) describió características específicas del tratamiento que es proba-


ble que estén relacionadas con programas acertados de tratamiento de los ado-
lescentes, llegando a la conclusión que el personal eficaz exhibe las siguientes
características: que tenga compromiso con los adolescentes, que sea relajado y
afectuoso, capaz de ser espontáneo, objetivo, simpático; que logre ponerse al
nivel de los adolescentes, sin olvidar, sin duda, su rol de adulto contenedor y
protector. Que pueda haber superado sus propios cuestionamientos de adoles-
cencia, pero que sea capaz de recordarlas y de ser receptivo a las mismas, a
modo de proyectar confianza.

Luborsky (citado en Spooner y cols., 1996) encontró que la capacidad de un


terapeuta para entablar una relación cálida y de apoyo con el adolescente,
junto a una alianza provechosa en una fase temprana del tratamiento, guarda
una relación importante con el resultado. Descubrió, asimismo, que la coheren-
cia de aplicar procedimientos de tratamientos establecidos está igualmente re-
lacionada con el éxito de éstos.

Alexander y cols. (citado por Russell, 1990) indicaron que la calidad global de la
relación con los jóvenes representa la mayor varianza en los resultados. Asimismo
llegaron a la conclusión que las habilidades de relación combinadas con una agen-
da bien estructurada y un marco de programa operacional son ambas esenciales
para el éxito de tratamiento.

Spooner y cols. (1996) intentaron también definir las características del personal
asociadas a resultados efectivos. Entre ellas se incluyen: sentido del humor,
capacidad para dar aliento y reforzar una conducta positiva, una falta de con-
frontación y existencia de franqueza, capacidad para desarrollar una relación
cálida y de apoyo con los adolescentes.

Un estudio comparativo de McLellan y cols. (1996) de cuatro tipos diferentes de


ejecutores de tratamientos encontró que los más eficaces estaban más organi-
zados, veían a los pacientes con frecuencia, llevaban mejores registros de los

123
Página
casos, eran más coherentes en las políticas de aplicación de los programas y
remitían a los especialistas con frecuencia. Los asesores más eficaces anticipa-
ban los problemas en la vida de cada uno de los adolescentes y desarrollaban
estrategias en colaboración con estos últimos con vistas a ayudarles a solucionar
estos problemas.

Es importante que el personal remunerado y el no remunerado se reclute y


capacite de manera cuidadosa (Primm Brown, 1992). La selección de personal
debe basarse en la aptitud para establecer relaciones de confianza y respeto
con los jóvenes y sus familias, en la capacidad de reconocer las limitaciones
profesionales de su especialización en el tratamiento de las necesidades del
usuario, y en su capacidad de trabajo con el sistema, cualquiera que sea su tipo
o nivel de formación profesional (Sonenstein et al., 1991).

La dotación de personal requiere la consideración de varios aspectos (Correia,


1992). El personal debe, cuando sea posible, reflejar la composición social, étnica,
por edad y por género del grupo de adolescentes del programa. El personal
debe, por lo menos, mostrar sensibilidad con respecto a los problemas sociales,
étnicos y de género, y, preferiblemente, tener experiencia con poblaciones si-
milares a la que se espera utilice el programa.

El programa debe contar con el apoyo del personal y su voluntad de asumir nuevas
funciones en todos los niveles. El liderazgo decidido y positivo es crucial; la neu-
tralidad no es suficiente para guiar la implantación eficaz de un nuevo progra-
ma.

Debe adiestrarse al personal de todos los niveles para lograr el cumplimiento efec-
tivo de los objetivos del nuevo enfoque. Esa preparación debe tener en cuenta las
preocupaciones del personal con experiencia en ambientes de servicios no inte-
grados; inquietudes tales como la "invasión de territorio"; orientación y jerga
profesionales; y todos aquellos aspectos relativos al niño, niña, adolescente, y
de sus respectivas familias, con que el personal no esté acostumbrado a lidiar.

De acuerdo al criterio de ejecutores con experiencia en programas con pobla-


ción de niños y adolescentes, el tipo de profesionales y técnicos pertenecientes
al equipo de intervención debe presentar ciertas características ligadas a sus
competencias. Deben ser profesionales y técnicos idealmente capacitados en el
ámbito de la adolescencia y las drogas, con motivación en la interacción con
niños y/o adolescentes y con capacidad de trabajo en equipo.

124
Página
El enfoque de intervención debe contemplar técnicas de tipo recreativas que
logren motivar y “enganchar”, a los y las jóvenes en quienes se desea intervenir.
Por lo tanto, el programa debe estar dispuesto a incluir disciplinas diferentes al
ámbito exclusivamente de salud, tales como las relativas al ámbito educativo,
recreativo y social. Es necesario pensar en psicopedagogos, profesores de educa-
ción física, profesores de teatro o profesionales y técnicos que permitan un enfo-
que integral del individuo, considerando el contexto familiar, grupal y comuni-
tario.

El trabajo familiar, cuando la familia está presente, es necesario y un requisito


para un buen resultado de tratamiento, sobre todo en establecer un referente
vincular adulto positivo.

Tipos de intervenciones “mixtas”

Son intervenciones que utilizan tanto intervenciones preventivas como terapéu-


ticas en un enfoque integral.

Los resultados de algunas investigaciones recientes respaldan la importancia del


enfoque integral para ayudar a niños, niñas y adolescentes, tanto en términos del
problema que se trata como de la estructura de servicios y actividades que ofrece
el programa de intervención.
A continuación se describen, a modo de ejemplo, algunas experiencias que han
sido exitosas:

En el estado de Nueva Jersey (EE.UU), una escuela secundaria implantó


un programa de servicio integral considerado como "eficiente, sensible,
no estigmatizante y holístico". El programa brinda servicios tales como
consejería individual y familiar, atención médica primaria y preventiva,
consejería para los casos de drogadicción y alcoholismo, intervenciones
en casos de crisis, asesoramiento sobre búsqueda de empleo, adiestra-
miento y colocación, desarrollo de empleos a jornada parcial y durante el
verano, actividades recreativas, y referencias a servicios sociales y de
salud. Los resultados positivos se resumen en haber reducido la cantidad
de embarazos entre los estudiantes. Se redujo notablemente el número
de deserciones escolares y las suspensiones (Knowlton and Tetelman, 1994).

El Programa de Niños en Riesgo (The Children at Risk Program) es un pro-


grama de demostración que se desarrolla en seis ciudades de los Estados
Unidos. Ofrece servicios integrales y actividades instructivas a jóvenes
125
Página
(de entre 11 y 13 años de edad) que tienen problemas con la ley y que
viven en las zonas más pobres y de mucha delincuencia, de las ciudades
donde se realiza el programa. El programa selecciona deliberadamente "a
los niños en las peores circunstancias y vecindades". Los hallazgos obteni-
dos durante el primer año muestran que el programa ha tenido un efecto
significativo (Harrel, 1995). En comparación con un grupo de control (los
sujetos de cada ciudad se asignaron aleatoriamente a grupos de trata-
miento y control), los participantes del programa habían tenido menos
problemas con la policía y los tribunales. Además, su asistencia a la es-
cuela se consideraba aceptable, aunque no la mejor (ausentismo reduci-
do). Los aspectos de trabajo policial comunitario del proyecto indican
que los resultados son válidos en todas las áreas del proyecto, en compa-
ración con vecindarios similares de la misma ciudad donde no había tra-
bajo policial comunitario ni el Programa de Niños en Riesgo. El programa
logró no sólo la reducción considerable del número de adolescentes arres-
tados, sino también la disminución de todos los actos delictivos, tanto los
más graves como los menos serios.

Otro caso de éxito obtenido en los EE.UU. es el del Quantum Opportunities


Program (Hahn 1994, 1995). El programa ofrecía servicios integrados, ac-
tividades instructivas, servicios comunitarios y enfoque en el desarrollo.
Los participantes, quienes fueron reclutados en el noveno grado (con una
edad de 14 años, aproximadamente) y a quienes se les observó por cuatro
años, recibieron clases particulares y otras ayudas educativas, apoyo de
mentores (personas adultas preocupadas y competentes), incentivos fi-
nancieros y participaron, asimismo, en numerosas actividades comunita-
rias, de servicio y en proyectos de desarrollo. Durante los cuatro años del
seguimiento los jóvenes que tomaron parte en el programa experimenta-
ron mejores logros que los del grupo de control. Los resultados se orienta-
ron de manera consecuente en la dirección correcta; no obstante, como
advertencia para aquellos que podrían esperar un efecto "instantáneo", o
al menos "rápido", las diferencias no alcanzaron el nivel de significación
estadística hasta el tercer o cuarto año de participación en el programa,
aunque algunos resultados llegaron a hacerse notar antes que otros. Esos
hallazgos indican que es importante que tanto el programa como los in-
u
vestigadores tengan permanencia prolongada y que el diseño de evalua-
ción incluya indicadores de progreso temprano, así como indicadores de
logro de los principales objetivos del programa.

126
Página
u
Los resultados muestran que los servicios integrados dirigidos a atender las ne-
cesidades complejas de los niños, niñas y adolescentes de una manera integral y
positiva pueden redundar en logros significativos para ellos, logros que, muy
probablemente, repercutan en sus futuras oportunidades y productividad.

En la actualidad, la importancia del enfoque integral y holístico ha sido recono-


cida por las entidades gubernamentales de los EE.UU. Por ejemplo, The Office
of Juvenile Justice Programs (Oficina de Programas de Justicia Juvenil) (1995)
del Departamento de Justicia de los Estados Unidos. Esta entidad emitió recien-
temente informes que aceptan y promueven de manera decidida el enfoque
holístico que integra muchos otros sectores de servicio, a familias y a comunida-
des. Esa oficina reconoce que sus metas puramente "de justicia" no pueden
lograrse sin intervenciones que abarquen ámbitos amplios, tanto de prevención
primaria como de atención a sujetos adolescentes que participen en actos
delictivos. Otras entidades de los EE.U.U., tales como el Departamento de Salud
y Servicios Humanos, han adoptado este mismo enfoque.

Un documento preparado por el Grupo de Estudio OMS/FNUAP/UNICEF sobre


Programación de la Salud del Adolescente (1995) apoya resueltamente el uso
del enfoque holístico en los servicios orientados hacia el adolescente y plantea
numerosos ejemplos de otros programas internacionales de servicio del adoles-
cente que utilizan ese enfoque.

El Proyecto Alternativas, de Honduras, presta ayuda a los niños trabajadores del


sector informal de la economía y a sus familias, así como a los niños que viven en
la calle y que no tienen familia. El proyecto combina servicios educativos y
sociales, atención médica de base comunitaria, suplementos alimentarios y edu-
cación básica y de la salud, inclusive atención en temas de sexualidad, salud
reproductiva, abuso de las drogas, consejería, y capacitación de jóvenes para
planificar proyectos y tomar decisiones.

Barker and Fuentes (1995) describen numerosos programas de servicios para


jóvenes con componentes integrados; la mayor parte operan en América Latina
y el Caribe. El Proyecto Servol, de Trinidad y Tobago, es un ejemplo. Original-
mente creado como proyecto de empleo y formación, que actualmente ofrece
servicios en todo el país, en Servol se decidió incorporar un componente de
aptitudes esenciales de la vida para ayudar a los jóvenes a desarrollar las habi-
lidades personales que necesitan para funcionar eficazmente en la sociedad y
en el trabajo. Estas incluyen los resultados producidos por numerosos sectores
de servicios tales como concientización individual; paternidad; nutrición; edu-

127
Página
cación acerca de sexualidad y salud; prevención del uso de drogas; actividades
recreativas y deportivas; estudios de alfabetización básica y estudios sociales;
servicio comunitario, y destrezas comerciales para obtener empleo rápidamen-
te o convertirse en microempresario. El adolescente debe completar el compo-
nente de aptitudes esenciales de la vida antes de recibir su formación formal de
trabajo. La igualdad de géneros en el programa y en el trabajo futuro es una de
las metas explícitas del Proyecto Servol.

Lamentablemente, aún no se ha realizado una evaluación básica de esos progra-


mas, pero se vislumbra que deben lograr plenamente sus objetivos.

Intervenciones terapéuticas
consideradas eficaces por la medicina basada en evidencia

n
En niños no existen intervenciones en tratamiento que hayan sido señaladas o
descritas en artículos de medicina basada en evidencia. Sí existen reportes de
intervenciones preventivas.

Es necesario recordar que la intervenciones a realizar en niños o niñas, cuando


hablamos de tratamiento, por lo general deben ser siempre en el contexto de
consumo problemático o de daño. Por lo tanto, el nivel de intervención debe ser
altamente especializado y en donde se consideren variadas áreas a trabajar.
Generalmente se trata de niños que sufren un sinnúmero de carencias en el
contexto de marginalidad y alta vulnerabilidad. Estas carencias mencionadas
son tanto físicas como psicológicas, y requieren sin duda alguna de un manejo
de alta integralidad y especificidad.

En adolescentes

Terapia para realzar la motivación. Es un enfoque de terapia que se


centra en el adolescente y sirve para iniciar cambios de comportamiento
al ayudar al sujeto a resolver su ambivalencia sobre si participar en el
tratamiento y parar su uso de drogas. Este enfoque emplea estrategias
para producir cambios rápidos y de motivación interna, en vez de guiarlo
por cada paso del proceso de recuperación. Consiste en una sesión inicial
en la que se otorga una serie de pruebas de evaluación, seguida por dos a
cuatro sesiones individualizadas de tratamiento con el terapeuta. La pri-
mera sesión de tratamiento se concentra en suministrar retroalimenta-
ción al paciente sobre la información generada de la serie de evaluacio-

128
Página
nes iniciales, con el fin de estimular una conversación referente a su uso
personal de drogas y para lograr obtener el estado de automotivación del
usuario. Se utilizan principios de entrevistas para fortalecer la motiva-
ción y formular un plan para los cambios que el adolescente realizará. Se
sugieren estrategias de enfrentamiento para situaciones de alto riesgo y
se discuten estas estrategias con el adolescente. En las sesiones subsi-
guientes el terapeuta vigila los cambios, revisa las estrategias que se es-
tán usando para parar el hábito y continúa alentando al adolescente para
que se comprometa a cambiar o a mantener su abstinencia. Se anima al
adolescente a traer a las sesiones a su pareja o a alguien especial en sus
vidas. Este enfoque ha sido exitoso en los adolescentes con consumo pro-
blemático de alcohol y en sujetos con dependencia de marihuana.

Terapia de comportamiento para adolescentes. Incorpora el principio


de que se puede cambiar el comportamiento no deseado mediante una

n
demostración clara del comportamiento que se desea adquirir, conjunta-
mente con una premiación afín para cada paso adicional que se toma para
lograr esta meta. Las actividades terapéuticas incluyen el cumplimiento
de tareas específicas, ensayos de los comportamientos deseados y graba-
ción y revisión del progreso logrado, con elogios y privilegios concedidos
cuando se cumplan las metas asignadas. Se recolectan muestras de orina
regularmente para supervisar si hay algún uso de drogas. La terapia pre-
tende equipar a la persona para que adquiera tres tipos de control.

El control del estímulo, que ayuda a los adolescentes a evitar situaciones


asociadas con el uso de drogas y a aprender a pasar más tiempo en activi-
dades incompatibles con el uso de drogas.

El control del impulso, que ayuda a los adolescentes a reconocer y a cam-


biar los pensamientos, los sentimientos y los planes que los llevan al uso
de drogas.

El control social, que involucra a miembros de la familia y otras personas


que sean importantes para el adolescente, para que le ayuden a evitar las
drogas. Cuando sea posible, uno de los padres o la pareja acompaña al
sujeto a las sesiones de tratamiento y le asiste con las tareas de terapia y
el refuerzo del comportamiento deseado.

De acuerdo con los estudios de investigación, esta terapia ayuda a los


adolescentes a llegar a ser libres de drogas y aumenta su habilidad para

129
Página
mantenerse sin usar drogas una vez que el tratamiento haya terminado.
Los adolescentes también demuestran una mejoría en varias otras áreas:
concurrencia al trabajo/escuela, relaciones familiares, depresión, nece-
sidad de ser confinado a una institución, y uso de alcohol. Estos resulta-
dos tan favorables se atribuyen en gran parte a la participación de los
miembros de la familia en la terapia y a los premios que se otorgan por la
abstinencia de drogas, verificada a través de los análisis de orina.

Terapia familiar multidimensional (MDFT) para adolescentes. Es un tra-


tamiento para el abuso de drogas que toma lugar fuera del hospital y está
centrado en la familia. La MDFT examina el uso de drogas de los adoles-
centes en términos de una red de influencias (es decir, del propio indivi-
duo, de la familia, de compañeros, de la comunidad) y sugiere que la
reducción del comportamiento no deseado y el aumento del comporta-
miento deseado ocurren en múltiples maneras en ambientes diferentes.
El tratamiento incluye sesiones individuales y de toda la familia, que tie-
nen lugar en la clínica, en la casa, o con miembros de la familia en la
corte familiar, la escuela u otros lugares comunitarios.

Durante las sesiones individuales el terapeuta y el adolescente trabajan


en tareas importantes de aprendizaje, como saber tomar decisiones, ne-
gociar y desarrollar habilidades para resolver problemas. Los jóvenes ad-
quieren capacidad para comunicar sus pensamientos y sentimientos para
poder manejar mejor las presiones de la vida y obtienen destrezas voca-
cionales. Se realizan sesiones paralelas con miembros de la familia. Los
padres examinan su estilo particular de educar a sus hijos y aprenden a
distinguir la diferencia entre influenciar y controlar, así como a tener una
influencia positiva y apropiada con sus hijos.

Terapia multisistémica (MST). Maneja los factores asociados con com-


portamientos serios antisociales en niños y adolescentes que abusan de
drogas. Estos factores incluyen características del adolescente (por ejem-
plo, actitudes favorables hacia el uso de drogas), de la familia (mala dis-
ciplina, conflictos familiares, abuso de drogas por parte de los padres),
de los compañeros (actitudes positivas hacia el uso de drogas), de la es-
cuela (abandono de la escuela, malas calificaciones) y del vecindario
(subcultura criminal). Cuando participan en tratamientos intensivos en
ambientes naturales (en sus casas, escuelas y la vecindad), la mayoría de
los jóvenes y sus familias completan un curso entero de tratamiento. La
MST reduce significativamente el uso de drogas en los adolescentes du-
rante el tratamiento y, por lo menos hasta seis meses después del mismo.
130
Página
El costo de este servicio se ve recompensado por la reducción en el núme-
ro de encarcelamientos y de colocaciones de jóvenes en hogares fuera de
los suyos y por el hecho de que mantiene baja la carga de casos de los
clínicos.

Otros tratamientos que han de demostrado ser efectivos en adultos po-


drían considerarse para el tratamiento de adolescentes en etapa tardía
(17 a 19 años).

Tratamientos residenciales

El tratamiento residencial a largo plazo suministra cuidados las 24 horas del


día, generalmente en ambientes que no son hospitales. El modelo de tratamiento
residencial mejor conocido es el de la comunidad terapéutica (CT), pero los
tratamientos residenciales también pueden emplear otros modelos, como el de
terapia de comportamiento cognitivo.

Los programas residenciales a corto plazo proveen tratamientos residenciales


intensivos, pero relativamente cortos basados en un enfoque modificado de los
12 pasos. Estos programas fueron originalmente diseñados para tratar proble-
mas de alcohol, pero durante la epidemia de la cocaína de mediados de la déca-
da de los 80 muchos programas comenzaron a tratar el abuso de drogas ilegales
y la adicción. El modelo de tratamiento residencial original consistía en una fase
de tratamiento de 3 a 6 semanas dentro del hospital, seguido por una terapia
extendida fuera del hospital y la participación en un grupo de autoapoyo, como
los Alcohólicos Anónimos. La reducción de la cobertura de cuidados médicos
para los tratamientos de abuso de drogas ha resultado en una disminución de
estos programas, y el promedio de la estadía bajo la supervisión de un cuidado
administrado es mucho más corto que en los programas anteriores.

La desintoxicación médica es un proceso mediante el cual los individuos


son apartados sistemáticamente de las drogas adictivas en ambientes den-
tro y fuera del hospital, normalmente bajo el cuidado de un médico. A
veces se la considera como una modalidad de tratamiento específica,
pero, más apropiadamente, la desintoxicación es un precursor del trata-
miento, porque está diseñada para tratar los efectos agudos fisiológicos
del paro del uso de drogas. Hay medicamentos disponibles para la
desintoxicación de opiáceos, nicotina, benzodiazepinas, alcohol, barbitú-
ricos y otros sedantes. En algunos casos, particularmente con relación a
los últimos tres tipos de drogas, la desintoxicación puede ser una necesi-

131
Página
dad médica, pero abstenerse de una droga adictiva sin recibir tratamien-
to puede ser médicamente peligroso o hasta fatal. La desintoxicación no
está diseñada para manejar los problemas sicológicos, sociales y de con-
ducta asociados con la adicción y, por lo tanto, generalmente no produce
los cambios duraderos de comportamiento necesarios para la recupera-
ción. La desintoxicación es más útil cuando incorpora procesos formales
de evaluación y refiere a los pacientes a los tratamientos subsiguientes
para estos problemas.

Propuesta de tratamiento
para niños, niñas y adolescentes con consumo problemático
de drogas (CONACE)

Esta propuesta ha sido elaborada por un grupo de trabajo: CONACE, MINSAL,


SENAME, SOPNIA (Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adoles-
cencia) y ejecutores de proyectos de intervención en adolescentes.

La experiencia en la ejecución de programas de tratamiento para niños, niñas y


adolescentes plantea una diferencia radical en la intervención de este grupo
poblacional, con el grupo de los adultos. Por lo tanto, debemos recordar los
principios discutidos previamente, en relación a la intervención en la población
de niños, niñas y adolescentes.

Evaluación integral del niño, niña y adolescente

Los programas dirigidos al tratamiento de niños, niñas y adolescentes en el con-


texto del consumo de alcohol y drogas, deberían contar con las siguientes accio-
nes que los diferenciarían de los programas del adulto:

Evaluar al individuo en el contexto de un modelo comprensivo con una pers-


pectiva evolutiva.

Con un enfoque multidisciplinario e integral en la atención.

Con cuidados asistenciales continuos y de intensidad apropiada a cada


sujeto.

132
Página
Con enfoque de resiliencia (función evolutiva descrita previamente).

Con la presencia de una figura vincular significativa.

Con la presencia de un coordinador o encargado del caso, que permita orientar


las acciones, coordinar las distintas instancias de la red, supervisar el
tratamiento y la reinserción familiar, grupal, escolar. Una figura que le
permita al adolescente, un enganche vincular diferente y más expedito.
En caso que sea necesario, que permita una derivación asistida.

Con prestaciones en salud que se relacionen estrechamente a actividades


de reinserción escolar-social: apoyo psicopedagógico o de terapia ocupa-
cional, donde lo lúdico sea un elemento de motivación. Actividades re-
creativas, en donde se tomen en cuenta intereses individuales: música,
corporalidad, movimiento, creatividad, etc..

Trabajo en red de una forma más amplia, considerando establecimientos


educacionales, la calle, los espacios de empoderamiento, etc..

Cuando se trabaja con adolescentes se debe considerar la multiplicidad y rapidez


de los cambios biopsicosociales que ocurren en esta etapa y la necesidad de la
identificar precozmente los factores y conductas de riesgo. Es por esto que la
evaluación debe ser un proceso integral y permanente, transversal al proceso de
intervención.

Dado que el adolescente concurre poco a los servicios de salud, cada encuentro
debe ser una oportunidad de evaluación clínica integral biopsicosocial y de educa-
ción al adolescente y en lo posible a su familia.

Las claves del éxito de la evaluación e intervención integral, especialmente del


adolescente, radican en:

Establecer una relación empática.

Asegurar la confidencialidad de la atención.

Entrevistar y examinar al adolescente solo, excepto situaciones puntuales.

Evitar el rol parental, tanto como el rol adolescente (como querer ponerse a
su altura imitándolos).

133
Página
En la medida de lo posible, hacer partícipe a la familia u otro adulto
significativo.

Estimular autonomía y responsabilidad del adolescente.

Escuchar activamente, observar comunicación no verbal, hacer preguntas


abiertas.

Estimular las fortalezas del adolescente.

Establecer alianzas terapéuticas.

Promover una ambientación adecuada y acceso fácil a los servicios de


salud, así como también acceder a los espacios donde propios donde éstos
frecuentan.

Incluir a instituciones y establecimientos de la red, distintos a servicios


de salud para realizar actividades de promoción y prevención: escuelas,
centros comunitarios, clubes deportivos, casa de la juventud, etc..

La evaluación integral del adolescente, es un proceso gradual que considera una


primera etapa de contacto inicial para crear un vínculo y espacios de confianza.
Luego de este contacto inicial con el adolescente (y su acompañante en el caso
que exista), se comienza una etapa dirigida a indagar algunas áreas de su desa-
rrollo al tiempo que se comienza una etapa de construcción del motivo de consul-
ta. Luego se realiza la anamnesis y se coordina que el profesional correspon-
diente realice el examen físico completo, de preferencia con el adolescente
solo. Al final de esta evaluación diagnóstica integral se construye el plan tera-
péutico y se entregan las recomendaciones al adolescente y los adultos signifi-
cativos que corresponda.

Esta intervención integral permitirá establecer los objetivos terapéuticos especí-


ficos, de acuerdo al perfil del sujeto y las intervenciones que se adecuarán a los
objetivos señalados

Las intervenciones terapéuticas o tratamiento, deberían estar dirigidas a aque-


llos adolescentes que tienen un consumo problemático, cuyo perfil de riesgo se
da en un nivel de riesgo mayor y/o daño.

134
Página
Las estrategias generales del tratamiento son las siguientes:

El tratamiento se inicia, siempre y cuando se haya hecho la etapa de


confirmación diagnóstica.

Se debe realizar un abordaje flexible que se ajuste a las necesidades


de los niños, niñas y adolescentes y con apoyo escolar permanente.

Debe realizarse en un espacio propio y exclusivo para los sujetos y su


contexto.

En forma previa se debe trabajar en la búsqueda y conformación de


alianza terapéutica con el individuo y su familia. Se debe garantizar al
niño, niña y adolescente la confidencialidad de los temas personales.

Las pautas que se establecen desde el primer momento entre el niño,


niña y adolescente, el equipo y los padres, deberán tener validez duran-
te todo el tratamiento, éstas se denominarán Normas del Tratamiento.

El logro de la abstinencia constituye el objetivo inicial, redefiniéndose


ésta como un movimiento hacia la independencia del adolescente.

Abordajes que complementan la evaluación e intervención.

Se proponen tres tipos de abordaje, que deben ser conocidos y manejados por los
profesionales y técnicos que intervengan con adolescentes. Estos abordajes de-
ben estar presentes en el tratamiento como objetivos transversales: el abordaje
del proceso evolutivo, el abordaje de la prevención de recaídas y el abordaje
del desempeño ocupacional.

Abordaje del proceso evolutivo

Es muy raro que un niño o niña consulte. Por lo tanto, el acceso a la


información, la motivación, la decisión de tratamiento será acordada
con los padres. Siendo necesaria la entrega de información adecuada
al niño o niña, en consonancia con sus capacidades de comprensión.

135
Página
Cuando el adolescente consulta, rara vez se encuentra con un sujeto an-
gustiado, que pide ayuda porque no entiende lo que le está pasando. En
general, la angustia aparece en el acompañante y la demanda de ayuda
será de algunos de sus padres.

t
El adolescente frente a una dificultad echa mano a un sinnúmero de de-
fensas psicológicas propias de la edad, que es necesario contemplar: ne-
gación, racionalización, idealización y omnipotencia.

Es necesario conocer y evaluar constantemente las funciones evolutivas,


analizadas en capítulos anteriores, que van tiñendo el desarrollo de niños,
niñas y adolescentes. Esto permitirá entender ciertas conductas y actitudes
que, por lo general, son necesarias modular, extinguir o a veces facilitar.

Se requiere reconocer en forma constante las características particulares


del proceso adolescente, a modo de predecir o intervenir una conducta.
Recordar las características de proceso descritas en capítulos anteriores,
necesidad de reafirmación, necesidad de trasgresión, necesidad de confor-
midad intragrupal, sensación de invulnerabilidad, rechazo a la vida del adulto
y susceptibilidad frente a las presiones del entorno.

En este sentido, es necesario:

1. Evaluar el cumplimiento de las tareas propias del adolescente:

Mantener higiene dental y hábitos alimentarios adecuados.


Realizar actividad física regularmente y mantener un peso apropiado.
Hacer uso de medidas de prevención de accidentes.
Evitar alcohol, tabaco y otras drogas.
Practicar una conducta sexual protegida.
Manejar la presión negativa de pares.
Practicar habilidades de resolución de conflictos.
Desarrollar autoestima, confianza en sí mismo e identidad personal.
Desarrollar habilidades de relación con sus pares, parientes y otros
adultos.
Continuar el proceso de separación de la familia de origen.
Desarrollar sentido de responsabilidad por el otro y empatía.
Tener experiencias de logro en el ámbito escolar o académico.

136
Página
Desarrollar habilidades de lenguaje oral y escrito.
Desarrollar sentido de responsabilidad y moralidad.

2. Promover las siguientes condiciones en el desarrollo del adolescente


y que apuntan a lo esperado de la atención integral:

Confianza en sí mismo.
Independencia.
Rol activo en promoción de salud.
Optima nutrición.
Crecimiento y desarrollo apropiados.
Hábitos de salud adecuados.
Disminución de conductas de riesgo.
Prevención de accidentes.
Desarrollo de vínculos familiares o con adultos significativos.
Detección de factores que interfieren con el éxito educacional.
Prevención de problemas conductuales.

Abordaje de prevención de recaídas

Permite al adolescente, principalmente, aprender a reconocer los signos


tempranos de la recaída y desarrollar estrategias de evitación y enfrenta-
miento que pongan en juego nuevas habilidades o refloten habilidades per-
didas, a fin de evitar que aquellas acontezcan.

Las técnicas a implementar deben adecuarse a las características de la


adolescencia y de los adolescentes en tratamiento. El modo de presenta-
ción debe ser accesible y entretenido. En lo concreto, las técnicas deben
permitir trabajar la detección de señales de riesgo de recaídas, la identi-
ficación de pautas de pensamiento y sentimientos que pueden ser
disparadores o precursores del proceso de recaída y la elaboración de
estrategias de enfrentamiento para evitar la recaída.

El juego y el humor son herramientas indispensables a la hora de evaluar


riesgos de recaídas y discutir modos de enfrentar los mismos de manera
eficaz.

Las dramatizaciones de situaciones vividas o por vivir que pueden desem-


bocar en un retorno al consumo de sustancias, permiten ubicar al joven in
137
Página
situ, y tornan evidentes los riesgos, las dificultades y las posibilidades de
acción, desbaratando el arsenal de racionalizaciones y justificaciones en-
cubridoras del deseo de consumir.

Abordaje del desempeño ocupacional (considera tres áreas)

Desempeño escolar y/o laboral.

Uso del ocio y del tiempo libre.

Autocuidado.

Las intervenciones deberán seguir una continuidad de fases, como lo muestra la


misma evolución del proceso de desarrollo. Por lo tanto, se establecerán tres fa-
ses de tratamiento que tendrían objetivos generales:

FASE I (inicial)

Lograr y sostener la abstinencia de sustancias psicoactivas.

Sostener el cumplimiento de las normas que la familia y el equipo hayan


acordado junto al adolescente.

Planificar el tiempo libre (incluyendo fines de semana), aprendiendo a


asumir responsabilidades básicas.

Trabajar la separación de amigos que consumen.

Anticipar y evaluar riesgos en lo cotidiano, la casa, el barrio, la escuela,


el trabajo.

Sostener responsabilidades en el trabajo y el estudio (horarios, ta-


reas).

Prevenir posibles recaídas, a través de la realización de tareas específi-


cas.

Rearmar y recrear nuevas redes de apoyo con la persona que está en


tratamiento.

138
Página
Esta fase puede iniciarse en un espacio residencial si las condiciones no se adecuan
a un tratamiento ambulatorio. Aunque siempre es necesario recordar que lo am-
bulatorio debe primar y la elección de una estructura residencial debe ser muy
ocasional.

FASE II (intermedia)

Promover que la persona pueda identificar, discriminar y expresar sus


sentimientos.

Indagar sobre la historia personal y familiar, trabajando aquellos as-


pectos relacionados con el uso de sustancias.

Expandir la red de apoyo.

Trabajar con el adolescente su proyecto de vida para la etapa en que se


encuentra.

Prevenir y trabajar posibles recaídas.

Trabajar salidas, estructuración del tiempo libre y recreación.

Planificar y evaluar el fin de semana.

FASE III (final)

Trabajar el despegue progresivo del tratamiento o del espacio


institucional.

Vehiculizar en la realidad cotidiana el proyecto de vida formulado con


anterioridad.

Sostener y ampliar la red de apoyo.

Evaluar la necesidad de recibir otro tipo de ayuda individual o familiar.

Prevenir posibles recaídas.

139
Página
Por lo tanto, las modalidades terapéuticas de intervención serían las siguientes:

Intervención Ambulatoria de moderada intensidad(IAM). Para niñas/os y ado-


lescentes que presentan CBPS leve con consumo de riesgo moderado, CBPS
moderado con consumo de riesgo moderado

Objetivos

1. Reconocer el consumo abusivo y evitarlo, haciendo énfasis en el consumo


de fin de semana.
2. Conocer consecuencias del consumo abusivo y trabajar estrategias de
autocuidado.
3. Trabajar la relación con figuras vinculares afectivas y efectivas.
4. Fortalecer la inserción escolar.
5. Trabajar las habilidades sociales.
6. Trabajar los conflictos del ámbito familiar.
7. Diseñar red de apoyo efectiva.

Intervención Ambulatoria de alta intensidad (IAA). Para niñas, niños y adoles-


centes que presentan CBPS leve con consumo de alto riesgo, CBPS moderado con
consumo de riesgo moderado y CBPS severo con consumo de riesgo moderado.

Objetivos

1. Reconocer el consumo abusivo y evitarlo, haciendo énfasis en el consumo


diario y de fin de semana.
2. Conocer consecuencias del consumo abusivo y trabajar estrategias de
autocuidado.
3. Tratar morbilidad somática.
4. Trabajar la relación hacia figuras vinculares afectivas y efectivas.
5. Trabajar y reelaborar situaciones conflictivas individuales (duelos, situa-
ciones traumáticas, etc.).
6. Preestablecer inserción escolar.
7. Trabajar habilidades sociales.
8. Trabajar conflictos del ámbito familiar.
9. Diseñar red de apoyo efectiva.

140
Página
Intervención residencial(IR). Ésta incluiría la existencia de un espacio residen-
cial y el de una unidad de desintoxicación como un espacio diferenciado. Para
niñas, niños y adolescentes que presentan CBPS moderado con consumo de alto
moderado y CBPS severo con consumo de alto riesgo.

Objetivos

1. Proporcionar un espacio terapéutico que garantice la protección del ado-


lescente con este perfil de riesgo.
2. Tratar morbilidad somática.
3. Tratar síndrome de abstinencia y sus consecuencias.
4. Iniciar tratamiento de comorbilidad psiquiátrica.
5. Reconocer el daño provocado por el consumo abusivo y evitarlo, haciendo
énfasis en el consumo diario y de fin de semana.
6. Conocer consecuencias del consumo abusivo y trabajar estrategias de
autocuidado.
7. Establecer o reestablecer contacto con figura vincular significativa.
8. Trabajar relación hacia figuras vinculares afectivas y efectivas.
9. Trabajar y reelaborar situaciones conflictivas individuales (duelos, situa-
ciones traumáticas, etc.).
10. Preestablecer inserción escolar.
11. Trabajar habilidades sociales.
12. Trabajar conflictos del ámbito familiar.
13. Diseñar red de apoyo efectiva.

Los criterios que permiten la transición desde un tratamiento residencial a trata-


miento ambulatorio de alta intensidad, son los siguientes:

Haber tratado morbilidad somática.


Haber tratado síndrome de abstinencia y sus consecuencias.
Haber iniciado tratamiento de comorbilidad psiquiátrica.

Las modalidades de intervención descritas previamente tendrán distintas pres-


taciones en salud, de acuerdo a los objetivos específicos de cada modalidad.

Áreas de Intervención

Cada Modalidad de Intervención tendrá distintas actividades que intervendrán


en un sinnúmero de áreas. Las áreas de intervención a tener en cuenta en la
población Infanto-adolescente, son las siguientes:

141
Página
m
a. Área de consumo de drogas

Generalmente, la mayor cantidad de dificultades que se encuentran en niños,


niñas y adolescentes que consumen son: la falta de conocimiento objetivo sobre
las sustancias, ausencia de madurez y crítica personal ante el consumismo en
general y el consumo de drogas en particular, escasa percepción de riesgo ante el
consumo de drogas, acompañado en ocasiones de un escaso interés en lograr
información, exceso de confianza en sí mismo, sensación de “invulnerabilidad” y
no aceptación de sus limitaciones (en ocasiones tienen percepción de los riesgos,
pero aún así, deciden asumirlos y aprender por ellos mismos de los problemas a
través de los iguales), negación para reconocer dependencia a alguna sustancia y
ausencia de motivación interna para solicitar cualquier tipo de ayuda.

Por otra parte, los estudios epidemiológicos y clínicos tienden a mostrar una
elevada comorbilidad entre los diagnósticos relacionados con el abuso/depen-
dencia de drogas y otros trastornos psiquiátricos como los trastornos depresivos,
de ansiedad, de conducta, psicosis y trastorno por déficit atencional, especial-
mente en personas en que se van sumando factores de riesgo.

Objetivos:

Motivar el acercamiento de los niños, niñas y adolescentes que lo re-


quieran a los recursos asistenciales y acompañarles a los mismos.
Detectar, diagnosticar y tratar las consecuencias derivadas del consumo
problemático de drogas.
Detectar, diagnosticar y tratar el síndrome de abstinencia y sus conse-
cuencias.
Detectar, diagnosticar y tratar la patología psiquiátrica asociada al
consumo y sus consecuencias.
Realizar seguimiento de los posibles desajustes orgánicos ocasionados
por el consumo de drogas y pérdida de hábitos de salud (alimentación,
sueño, higiene, entre otros) y recuperación de su equilibrio físico.
Instaurar tratamientos farmacológicos dirigidos al trastorno ocasiona-
do por el uso de drogas, si se estima necesario.
Negociar con el sujeto, para aceptar el control familiar o de la persona
o equipo a cargo.
Minimizar los factores de riesgo personales, familiares y sociales aso-
ciados al consumo de drogas.
Fortalecer los factores de protección personales, familiares y sociales.
Identificar aquellas situaciones de riesgo externas e internas que han

142
Página
llevado o pueden llevar al menor a un consumo problemático de drogas.
Detección de las situaciones de alto riesgo y generación de alternati-
vas de afrontamiento ante estas situaciones: trabajar las recaídas como
parte del proceso y como algo que probablemente vaya a suceder.
Adquirir estrategias de afrontamiento y asertividad para la gestión de
los riesgos asociados al consumo de drogas.
Dar a conocer las consecuencias físicas, psicológicas y sociales que
provoca el consumo abusivo de drogas. Dotando de conocimientos ob-
jetivos sobre las drogas y las conductas de consumo: Información so-
bre el síndrome de abstinencia, trabajo sobre los temores y reducción
de ansiedad.
Desarrollar hábitos de vida saludables.
Desarrollar una actitud crítica respecto a las drogas, eliminando la ilu-
sión de inmunidad.
Experimentar sensaciones placenteras en un contexto libre de drogas.

b. Área de salud general

La mayor cantidad de niños y niñas que presentan consumo, generalmente lo


hacen en un contexto de alta vulnerabilidad, no así los adolescentes. Por lo
tanto, cuando el consumo de sustancias se ha instalado en población infantil,
paralelamente se pueden observar importantes carencias tanto en su salud
física como dental o están en el límite de adquirirlas: desnutrición, infecciones,
patología bucal, afecciones respiratorias y traumatológicas, entre otras. Por
otra parte, los adolescentes con consumo problemático de drogas, no necesa-
riamente tienen un compromiso somático importante, pero este equilibrio so-
mático puede perderse, al momento de perpetuarse el consumo, especialmente
de sustancias como inhalantes, pasta base y cocaína.

Objetivos:

Asegurar una atención de salud de calidad y amigable, con profesiona-


les y técnicos o servicios de salud asequibles, con sensibilidad,
privacidad y confidencialidad.
Proveer prestaciones en salud, que se basen en las necesidades indivi-
duales, de cada niño, niña y adolescente.
Educar para la salud desarrollando un proceso de información y forma-
ción orientado a la responsabilización individual y social.
Fomentar conocimientos asociados a actitudes y hábitos saludables.

143
Página
Identificar las conductas de riesgo perjudiciales para la salud física y
dental.
Concienciar sobre las repercusiones individuales y colectivas que conlle-
van dichas conductas de riesgo.
Desarrollar estrategias de afrontamiento y asertividad para minimi-
zar/eliminar las conductas de riesgo.
Mejorar la capacitación en salud sexual y reproductiva de los adoles-
centes.
Conocer los beneficios de la atención que pueden ofrecer ciertos ser-
vicios integrales de salud.
Establecer una relación positiva con estos servicios integrales de salud.

c. Área de motivación

La motivación puede ser causa del comportamiento de un individuo o ser razón


por lo cual lleva a cabo una actividad determinada.

En los seres humanos la motivación engloba tanto los impulsos conscientes como
los inconscientes. Las teorías de la motivación, en psicología, establecen un
nivel de motivación primario, que se refiere a la satisfacción de las necesidades
elementales, como respirar, comer o beber, y un nivel secundario referido a las
necesidades sociales, como el logro o el afecto. Se supone que el primer nivel
debe estar satisfecho antes de plantearse los secundarios.

Abraham Maslow, diseñó una jerarquía motivacional en seis niveles que, según él
explicaban la determinación del comportamiento humano. Este orden de necesi-
dades sería el siguiente: (1) fisiológicas, (2) de seguridad, (3) vínculo y senti-
mientos de pertenencia, (4) prestigio, competencia y estima sociales, (5)
autorrealización, y (6) curiosidad y necesidad de comprender el mundo circundan-
te. Este autor, así como otros que hablan de las necesidades humanas, puede ser
fuente de inspiración en el diseño de estrategias motivacionales en niños, niñas y
adolescentes.

Objetivos:

Diseñar estrategias motivacionales adecuadas a las necesidades de cada


niño, niña y adolescente.
Tomar en cuenta las prioridades de necesidades para cada caso en
particular.

144
Página
Relacionar estas motivaciones, con las de su familia, cuidadores, figu-
ras vinculares significativas, equipo que está llevando a cabo la inter-
vención.
Evaluar el grado de motivación del equipo de intervención psicosocial,
a modo de sensibilizar y problematizar en conjunto la temática referi-
da al consumo de sustancias.

d. Área de identidad, desarrollo personal y autocuidado

(Desarrollo motriz, desarrollo emocional, desarrollo cognitivo, desarrollo de la


imagen de sí mismo y autoconcepto).

Es importante no perder de vista que, en general, estos niños y adolescentes


están estructurados, es decir, su vida, sus estudios, sus relaciones familiares, sus
amistades, etc., pueden estar dañadas, pero no destruidas, por lo tanto, en este
caso se trata de reconducir y fomentar, pero no de reconstruir.

Objetivos:

Adquirir las habilidades motrices, cognitivas, emocionales y


comportamentales que favorezcan el desarrollo personal.
Identificar los factores de protección personales.
Identificar los factores de riesgo personales.
Facilitar la introyección de valores que posibiliten la satisfacción perso-
nal y el ajuste social.
Apoyo en la búsqueda y consolidación de su propia identidad.
Desarrollo de actitudes de autoconfianza y reconocimiento del propio
valor: concepto positivo de sí mismo y de su autoestima.
Estímulo a la autonomía acorde a su edad, aprendiendo a tomar decisio-
nes y solucionar sus propios conflictos.
Alcanzar un nivel adecuado de estima personal que le otorgue seguri-
dad, confianza y estabilidad emocional, descubriendo los recursos y las
habilidades personales.
Fomento de la actitud crítica y el pensamiento independiente capaces
de romper la inercia imitadora.
Autocontrol de la impulsividad y de la conducta (capacidad para prever
las consecuencias de sus acciones y actitudes).
Fomento de la responsabilidad ante sus actos, haciéndoles conscientes
y conocedores de los mismos y, en el caso particular del consumo, adqui-
riendo conciencia de su problema de consumo.
145
Página
Control de estados emocionales disparadores de riesgo (ansiedad,
estrés, soledad, confusión, apatía, aburrimiento, etc.) y búsqueda
de estrategias de afrontamiento adecuadas a estos estados de áni-
mos adversos.

e. Área de desarrollo sociorrelacional y de modulación de conductas


trasgresoras

El trabajo en esta área es prioritario, ya que la relación con el grupo de iguales a


estas edades es clave y uno de los elementos más influyentes en el consumo de
sustancias y otras conductas de riesgos asociadas en los adolescentes.

La meta general, debe ir al desarrollo de una competencia individual para la


interacción social que les permita mejorar las relaciones que establecen con los
demás y enfrentarse a los problemas que surgen en sus relaciones personales,
actuando de forma adecuada o más adaptativa al contexto en la relación con los
padres, profesores, figuras de autoridad, etc. La modulación de las conductas
trasgresoras y la capacidad de reflexión con respecto a éstas, es otra de las
metas a seguir.

Objetivos:

Adquirir habilidades sociales y de comunicación necesarias para esta-


blecer relaciones y/o vínculos afectivos seguros y positivos.
Reconocimiento de la dinámica de presión grupal y el sometimiento a la
regla de conducta estricta del grupo de iguales y entrenamiento en
habilidades de afrontamiento de la presión de grupo para conseguir
desvincularse de grupos desadaptativos.
Favorecer un estilo de comportamiento asertivo.
Desarrollar la capacidad para establecer y regular las relaciones
interpersonales teniendo en cuenta las necesidades de los demás y
basándose en los valores personales.
Poner en práctica las habilidades sociales y de comunicación.
Orientación del sujeto hacia una socialización integrada y respetuosa
con las normas y límites del entorno.
Potenciar la puesta en contacto y las relaciones con grupos de adoles-
centes no consumidores.

146
Página
f. Área familiar

La familia, cuando está presente o existe, realiza tareas variadas e imprescindi-


bles para la marcha adecuada y eficaz del proceso terapéutico integral de cada
niño, niña y adolescente con consumo problemático de drogas: en la detección
precoz del problema, en las estrategias de acercamiento del sujeto a los recursos
de atención, en el apoyo y complementariedad necesarios en todas las áreas y
actividades, y como cauce natural de incorporación e integración a la sociedad.

Objetivos:

Ayudar a superar la crisis que implican los cambios en las relaciones con
el adolescente.
Reducir los niveles de ansiedad, desangustiando y eliminando culpas y
sentimientos de fracaso como padres.
Identificar los factores de protección familiares y sociales.
Identificar los factores de riesgo familiares y sociales.
Mejorar la comunicación, desarrollando habilidades de comunicación,
comprensión y entendimiento mutuo.
Entrenamiento en resolución de conflictos y manejo de situaciones de
desencuentro entre padres, madre e hijos.
Proporcionar pautas para el seguimiento y control equilibrado y efectivo
del comportamiento del sujeto.
Resaltar la importancia de una formativa familiar negociadora y acorde
con las necesidades de unos y otros: límites, y normas claras y coheren-
tes dentro de la familia.
Favorecer la autonomía de los hijos, evitando la sobreprotección exce-
siva, enseñando los pasos en la toma de decisiones y el criterio indepen-
diente.
Proporcionar pautas para el seguimiento, motivación y apoyo en los es-
tudios del menor.
Promover el contacto de la familia con recursos comunitarios de capaci-
tación y formación.
Planificar y organizar actividades de formación y educación no formal
con sus hijos.
Analizar el modelo cultural de ocio nocturno consumista: sus causas,
qué buscan, qué les aporta a sus hijos y sus consecuencias.
Reflexionar y tomar conciencia del tiempo de ocio o del tiempo en calle,
como espacio de aprendizaje social y desarrollo personal.
Pautas para el manejo de las salidas nocturnas de fin de semana o de
todos los días, de los hijos e hijas: seguimiento, control y normas.
147
Página
Facilitar contacto de la familia con recursos comunitarios de ocio y
tiempo libre y con programas de alternativas de ocio saludables.

En relación a una intervención familiar y específica en drogas, se debe conside-


rar:

Información sobre el funcionamiento y organización del modelo de inter-


vención, así como de los recursos existentes en su contexto sociocultural,
relacionados con su hijo o hija.
Motivar a la implicación familiar para afrontar el problema.
Apoyo a la desintoxicación y tratamiento tanto ambulatorio cómo resi-
dencial. Información sobre las respuestas fisiológicas y psicológicas y
como actuar ante estas respuestas.
Entregar información de cómo detectar, analizar y qué hacer, frente a las
recaídas en el proceso.
Conocimientos básicos de educación para la salud y estilo de vida saluda-
ble.
Hacer partícipe a los padres de los talleres ocupacionales de sus hijos.
Desarrollar habilidades de competencia social: la escucha activa, las crí-
ticas y la resolución de problemas.
Intervención terapéutica especializada en familias altamente desorgani-
zadas y disfuncionales, multiproblemas, con psicopatología de uno o va-
rios miembros, violencia, maltrato, abuso sexual, entre otros.
Intervenciones en crisis familiares.

g. Área de educación, formación e incorporación laboral

Las dificultades que se encuentran con mayor frecuencia en este ámbito, son:
dificultades escolares y/o laborales, abandono escolar transitorio o en vías de
hacerlo, pocas expectativas en los estudios y desmotivación hacia las tareas
escolares, lo que lleva al fracaso escolar, comportamientos conflictivos en la
sala de clases, estilo de vida desorganizado, caótico, que le impide la planifica-
ción, apatía, aburrimiento, pesimismo, etc..

Estimular el desarrollo de intereses con relación a sus capacidades, es esencial.


Es necesario desarrollar un conjunto de medidas orientadas a reinsertar al niño,
niña y adolescente en el sistema educativo y/o laboral, posibilitando la mayor
formación y capacitación posible, encaminada a la incorporación definitiva y
sólida al mundo laboral.

148
Página
Conviene resaltar la importancia de trabajar con sus necesidades reales,
incentivando y estimulando el esfuerzo.

Objetivos:

Reconocer las potencialidades y dificultades personales en el ámbito


de la formación e incorporación laboral.
Desarrollar hábitos de estudio y trabajo elementales.
Mejorar la actitud del sujeto hacia la escuela/trabajo, estimulando el
desarrollo de intereses con relación a su capacidad formativa y laboral.
Motivar para la adquisición de nuevos conocimientos.
Establecer relaciones sociales positivas en el ambiente escolar – for-
mativo – laboral.
Desarrollar los procesos psicológicos básicos (atención, memoria, per-
cepción, etc.) que faciliten un adecuado rendimiento escolar/laboral.
Facilitar la inserción formativa y/o laboral mediante la orientación téc-
nico-profesional ajustada a las características y expectativas del joven.
Orientar en la búsqueda de opciones de capacitación técnica, orienta-
ción vocacional y laboral a los y las adolescentes.

h. Área de ocio y tiempo libre

El estilo de ocupación del ocio es lo más difícil de cambiar, ya que supone una
auténtica adicción a un estilo de vida en el que los factores tienen más peso
que las propias sustancias consumidas. Las ocupaciones de ocio han estado casi
exclusivamente referidas a contextos donde el uso de drogas, lo que ha llevado
a un empobrecimiento en sus intereses y a numerosas resistencias para cambiar.
La finalidad por lo tanto, es conseguir que el sujeto deje de relacionar ocio,
consumo y diversión.

Objetivos:

Reflexionar sobre el modelo de ocio y tiempo libre vigente.


Crear una actitud crítica respecto al abuso consumista del ocio.
Conocer nuevas alternativas de ocio y tiempo libre.
Motivar hacia actividades saludables y alternativas al consumo.
Educar para la gestión del tiempo libre.
Integración en ambientes alternativos y prácticas de actividades con
otros grupos de chicos y chicas.

149
Página
Disfrutar de actividades de ocio y tiempo libre saludables.
Construir un modelo propio de ocio y tiempo libre.

Es así como para intervenir en las distintas áreas mencionadas previamente, se


requiere de actividades o prestaciones definidas y específicas para la población
Infanto-juvenil.

El Plan Nacional de Psiquiatría y Salud Mental estableció el año 2000 un sinnú-


mero de prestaciones que enriquecen las acciones sanitarias en el ámbito de
una intervención biopsicosocial. Aunque se debe tener presente que al diseñar
las modalidades de intervención las prestaciones sanitarias deben quedar ideal-
mente enlazadas a actividades psicosociales, si se requieren, a modo de garan-
tizar intervenciones integrales, multidisciplinarias y que respeten y apoyen las
características del sujeto en todos sus ámbitos, individual, familiar, escolar y
comunitario.

A continuación se entrega un resumen de las distintas prestaciones existentes


en el Plan de Psiquiatría y Salud Mental elaborado por MINSAL, que queda des-
crito en la siguiente tabla. Éstas pueden servir de gran ayuda en la implementación
de las modalidades correspondientes.

Resumen de prestaciones de salud del Plan Nacional de Psiquiatría y Salud Men-


tal.
*(Se han agregado la consulta matrona y consulta dental).

150
Página
Actividad/Prestación Acciones Dirigida a

Evaluación y diagnóstico Usuarios niños, niñas y adoles-


psicosocial. centes y/o familiar y/o figura
Psicoeducación, apoyo emocio- vincular significativa.
Consulta nal, entrenamiento en habilida-
des.
Salud Mental Actividades de rehabilitación so-
cial y laboral.
Referencia a atención médica.
Referencia asistida.

Evaluación médica general o de Usuarios niños, niñas y adolescen-


especialidad y diagnóstico. tes.
Indicaciones y prescripción
Consulta Médica farmacológica.
Psicoeducación.
Alta o referencia a atención es-
pecializada.
Evaluación y diagnóstico psico- Usuarios adolescentes, familia-
lógico. res o figura vincular significati-
Psicoeducación, apoyo emocio- va.
Consulta Psicológica nal, entrenamiento en habilida-
des.
Actividades de rehabilitación so-
cial y laboral.
Evaluación y diagnóstico Usuarios niños, niñas y adoles-
psiquiátrico. centes, familiares o figura vin-
Indicación de tratamiento cular significativa.
psicoterapéutico y
Consulta Psiquiátrica farmacológico.
Psicoeducación y apoyo emocio-
nal.
Contrarreferencia.

Aplicación de intervenciones te- Usuarios niños, niñas y adoles-


Psicoterapia rapéuticas según modelo teórico centes.
Individual específico y objetivos de trata-
miento.

Aplicación de tests psicológi- Usuarios niños, niñas y adoles-


Psicodiagnóstico cos. centes

Evaluación dental y diagnóstico. Usuarios niños, niñas y adoles-


Indicaciones y prescripción espe- centes.
cífica.
Consulta dental Psicoeducación.
Alta o referencia a atención es-
pecializada.

Evaluación gineco-obstétrica. Usuarios niños, niñas y adolescen-


Planificación familiar. tes y figura vincular significativa.
Consulta matrona Alta o referencia a atención es-
pecializada.

151
Página
Actividad/Prestación Acciones Dirigida a

Psicoeducación, apoyo emocional, entre- Niños, niñas y adolescentes,


namiento en habilidades padre y/o madre,
Actividades de rehabilitación social y la- figura vincular significativa,
Intervención psicosocial boral. familia nuclear o extendida.
de grupo Entrenamiento en comportamientos de
autoayuda.
Motivación para la participación en gru-
pos de la comunidad.
La dimensión recreativa-deportiva, edu-
cativa y vincular deberían estar presen-
tes en estas intervenciones.

Aplicación de intervenciones terapéuticas Niños, niñas y adoles-


según modelo teórico específico y obje- centes,
Psicoterapia grupal tivos de tratamiento. padre y/o madre,
La dimensión recreativa-deportiva, edu- figura vincular
cativa y vincular deberían estar presen- significativa,familia.
tes en estas intervenciones.

Evaluación y diagnóstico social y familiar. Familiares, cuidadores, figu-


Psicoeducación, apoyo emocional y entre- ra vincular significativa.
Visita de salud mental namiento en habilidades.
domiciliaria Rescate y reenganche al tratamiento del
adolescente y/o familia.

Evaluación y diagnóstico social y escolar. Profesores, directivos,


Psicoeducación, apoyo emocional, entrena- compañeros.
Visita de salud mental
miento en habilidades.
escolar
Rescate y reenganche al tratamiento del
adolescente.

Evaluación y diagnóstico social y laboral. Jefes, compañeros de


Psicoeducación, apoyo emocional y entre- trabajo.
Visita de salud
namiento en habilidades.
mental laboral
Rescate y reenganche al tratamiento del
adolescente.

Atención conjunta de adolescentes y/o fa- Equipo de salud general y


Consultoría de salud
miliares. otros equipos que se relacio-
mental
Reuniones clínicas y de coordinación. nen con el adolescente.

Atención conjunta de adolescentes y/o fa- Profesionales y/o técnicos del


miliares. equipo de salud general.
Reuniones clínicas y de coordinación en- Profesionales y/o técnicos de
tre equipo de salud general y/o Profesio- atención de urgencia.
Consultoría/enlace de
nales de otros servicios clínicos y/o equi- Profesionales y/o técnicos de
salud mental
po servicio de urgencia. otros servicios clínicos o edu-
cativos o recreativos en don-
de se desenvuelve o partici-
pa el adolescente.
Actividades grupales, de sensibilización, Organizaciones o redes que
Intervención/Actividad intercambio de información, capacita- apoyan al adolescente y a su
Comunitaria ción, asesoría y coordinación. familia en su tratamiento y
rehabilitación.

152
Página
En resumen, el tratamiento puede quedar esquematizado de la siguiente manera:

Tratamiento para niños, niñas y adolescentes con consumo problemático de sustancias

El tratamiento se inicia siempre y cuando se haya hecho la etapa de confirmación


diagnóstica.
Se debe realizar un abordaje flexible que se ajuste a las necesidades de los adolescentes
y con apoyo escolar permanente.
Espacio propio y exclusivo para adolescentes y su contexto. En forma previa se debe
trabajar en la búsqueda y conformación de alianza terapéutica con el adolescente y su
Principios familia. Se debe garantizar al adolescente la confidencialidad de los temas personales.
Generales Las pautas que se establecen entre el adolescente, el equipo y los padres desde el
primer momento, deberán tener validez durante todo el tratamiento; éstas se
denominarán normas del tratamiento.
El logro de la abstinencia constituye el objetivo inicial. Se debe redefinir ésta como un
movimiento hacia la independencia.
Presencia de figura vincular significativa, que acompañe en el proceso (madre, padre,
familiar, profesor, etc.), es decir, la presencia de un tutor resiliente.

Fases de
Inicial Intermedia Final
tratamiento
Lograr y sostener la abstinencia de Promover que la persona Trabajar el
sustancias psicoactivas. pueda identificar, discri- despegue pro-
Sostener el cumplimiento de las nor- minar y expresar sus gresivo del
mas que la familia y el equipo hayan sentimientos. tratamiento y la
acordado. Indagar sobre la historia institución.
Planificar el tiempo libre (incluyendo personal y familiar, Vehiculizar en la
fines de semana) aprendiendo a asu- trabajando aquellos realidad cotidia-
Objetivo mir responsabilidades básicas. aspectos relacionados na el proyecto de
Trabajar la separación de amigos que con el uso de sustancias. vida formulado
de cada consumen. Expandir la red de apo- con anteriori-
Anticipar y evaluar riesgos en lo yo. dad.
fase cotidiano, la casa el barrio, la escuela, Trabajar con el adoles- Sostener y
el trabajo. cente su proyecto de ampliar la red de
Sostener responsabilidades en el vida para la etapa en apoyo.
trabajo y el estudio (horarios, ta- que se encuentra. Evaluar la necesi-
reas). Prevenir y trabajar dad de recibir
Prevenir posibles recaídas, a través posibles recaídas. otro tipo de
de la realización de tareas específicas. Trabajar salidas, ayuda individual
Rearmar y recrear nuevas redes de estructuración del tiem- o familiar.
apoyo. po libre y recreación. Prevenir posibles
Cortar con la gente que consume Planificar y evaluar el fin recaídas.
drogas y alcohol. de semana.

En espacio En espacio
residencial ambulatorio
Cuando no es Siempre que sea
posible el logro posible, debe
de los objetivos evitarse la inter-
en un apoyo nación y el aisla-
ambulatorio. miento.
Permite al adolescente aprender a reconocer los
signos tempranos de la recaída y aprender estra-
Abordaje de Prevención tegias de evitación y enfrentamiento que pongan
de Recaídas en juego nuevas habilidades o refloten habilidades
perdidas, a fin de evitar que aquellas acontezcan.
Es esencial tener en cuenta las funciones evoluti-
Temas Trans- Abordaje del Proceso vas en las defensas psicológicas propias de la edad
versales del Desarrollo y las características particulares del proceso
adolescente.
Desempeño escolar y/o laboral.
Abordaje del Desempe- Uso del ocio y del tiempo libre.
ño Ocupacional Autocuidado.

153
Página
Página
154
Diagnóstico
Sospecha Confirmación
Evaluación específica:
Inventario
Individual-Familiar-
Autoaplicable Signos
Escolar-Comunitario-


básicos de sospecha
Ocio y tiempo libre.


Dimensión
Sin CBPS Leve Moderado Severo Biopsicosocial

○ ○
Prevención ○ ○


○ ○
universal ○

Dimensión ligada
Sin Consumo
Consumo al consumo de
Intervención consumo con riesgo
con bajo Consumo sustancias
Psicosocial riesgo moderado
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
con alto
Específica
Prev Selectiva
riesgo
Prev. Indicada

Unid. M
Intervención Psicosocial Ambulatorio Residencial Desintoxicación
O
moderada intensidad moderada
D
A
Intervención psicosocial Ambulatorio
L
alta intensidad alta intensidad
I
D
Alta A
D
Seguimiento E
Seguimiento S
Posalta DE TRATAMIENTO
Modalidades de intervención

Modalidad Ambulatoria
de Moderada Intensidad: Centro Ambulatorio Integral (CAI)

Propósito

Ofrecer una primera asistencia terapéutica, oportuna y adecuada, de moderada


complejidad e intensidad, a adolescentes que presentan consumo problemático
de drogas.

Objetivo General

Implementar una modalidad ambulatoria de moderada complejidad e intensi-


dad para el abordaje terapéutico de los problemas de consumo de drogas y sus
consecuencias sanitarias asociadas en población de adolescentes.

Objetivos Específicos

Atender a adolescentes que presentan problemas de consumo de drogas y


sus consecuencias sanitarias asociadas, y a sus familias; que demanden
asistencia y que acceden directamente al programa o son derivados por
otros organismos.
Apoyar, atender, asesorar y cooperar con las instancias que realizan la
derivación asistida del adolescente (dispositivos sanitarios, consultorios,
servicios de urgencias; escuelas y liceos, familia).
Atender adolescentes con uso recreativo u ocasional, pero con graves difi-
cultades familiares con relación al uso de drogas.
Atender adolescentes con consumo problemático de drogas, derivado por
dispositivo de la red asistencial.
Dar asistencia a adolescentes que presenten dificultades escolares o con
riesgo de deserción escolar a causa del consumo.

155
Página
Atender al adolescente con uso y consumo de drogas en el contexto de
una familia multiproblema, entre ellos familia con miembros que presen-
ta un tipo de adicción.
Atender la consulta espontánea del adolescente y/o la consulta espontá-
nea de la familia, en relación a la problematización del consumo.
Apoyar y/o desarrollar programas de formación y acompañamiento a agen-
tes que realizan derivación y coordinación con el centro de atención, en
relación a drogodependencia; especialmente liceos y centros de atención a
adolescentes.
Apoyar y colaborar en acciones de incorporación social.
Articular y formar redes con otros programas de tratamiento y rehabilita-
ción de mayor complejidad e intensidad de la red sanitaria pública y priva-
da y con otros organismos de las redes sociales, comunitarias, educativas,
que trabajan con población adolescente.

Intervención Clínica Integral

Los nuevos perfiles de consumo que aparecen en adolescentes y sus problemáti-


cas (relación a otro tipo de conductas de riesgo, desmotivación, dificultades
familiares, etc), demandan una respuesta diferente con relación a los abordajes
de tratamientos tradicionales; en donde la perspectiva es más educativa y pre-
ventiva que terapéutica, con una atención directa para los sujetos y sus familias
o alguna figura vincular significativa.

Proyecto Terapéutico Integral (PTI)

El PTI, se define desde una doble dimensión:

Intervención ligada al desarrollo: fija su objetivo en el desarrollo de


las capacidades personales (habilidades y competencias), supliendo
las deficiencias, promoviendo una transición adecuada a la edad adul-
ta, estableciendo oportunidades educacionales, laborales, maximizando
las oportunidades; a modo de posibilitar un adecuado ajuste entre el
individuo, la familia y su contexto.

Intervención terapéutica: tiene como objetivo la evaluación y corrección o


modificación de factores afectivos, cognitivos o comportamentales, que
han colaborado en la instauración del consumo de sustancias y/o su man-
tenimiento y a la dificultad de abandonar el hábito.
156
Página
Fases de Intervención

Fase de preacogida

En esta fase, es necesario tener en cuenta las siguientes consideraciones:

Por lo general, la detección de adolescentes con uso y consumo proble-


mático de drogas tiene lugar en la familia, pero también, es necesario
recordar que este motivo de consulta se puede originar en otros recursos
de la red asistencial, que trabajan con adolescentes: centros de salud,
consultas pediátricas, centros de adolescentes, equipos de salud mental,
otras respuestas del ámbito sanitario, servicios sociales, instituciones
educacionales (escuelas, liceos) o bien, profesores, orientadores, etc..

Por lo tanto, es necesario recordar ciertos principios fundamentales como


la no estigmatización, la diferencia entre un uso y un abuso de drogas y
establecer adecuadamente los usos y sentidos del consumo. En este senti-
do, ante el consumo no problemático se deben desarrollar estrategias de
prevención selectiva o indicada.

Tratar de hacer una derivación asistida, en caso que se requiera: acompa-


ñando e integrando esta conducta de consumo a una problemática, que
por lo general es más integral; precisando la función y el acompañamien-
to familiar o de una figura vincular significativa.

Fase de Acogida

La acogida que debe realizar el equipo clínico, es un momento determinante,


sobre todo con los adolescentes. Hay que planificar muy bien este primer en-
cuentro, asegurándose que sacan algo en claro, que les es útil para algo, para
que vuelvan una segunda vez. Para ello conviene tener en cuenta:

Contar con un espacio de acogida y atención diferenciado al de los otros


usuarios de drogas, para poder dar una respuesta flexible y adaptada. Son
precisos ambientes que “enganchen” al individuo.

Contar con una figura de referencia ya sea, familia y/o figura vincular
significativa que los acompañe en el programa, a modo de producir el nexo
necesario, minimizando barreras y favoreciendo la adherencia.
157
Página
El tipo de relación del clínico que realiza la intervención debe ser educa-
tiva, no estigmatizante, y en un contexto de respeto.

Se suele focalizar el problema en las drogas, pero el adolescente no necesi-


ta focalización, casi siempre lo que necesita es que le escuchen. Pueden
tener problemas con las drogas, pero es necesario la mayoría de las veces
partir por otras preocupaciones que para ellos son primordiales y que
están complicando su vida.

Prescindir de formalismos, formularios, etc. e intentar seguir su conver-


sación aunque no vaya por donde al entrevistador le interese; lo que a
ellos les preocupa puede que no resulte interesante para los adultos

Flexibilizar posturas. No olvidar que uno de los objetivos prioritarios es el


de motivar al niño, niña o adolescente hacia el cambio, pero no todos de-
sean cambiar o pueden hacerlo.

Es muy útil la planificación de “Talleres de Acogida” para que en un clima


acogedor, se puedan reunir varios adolescentes que no se conocen y al
cual pueden acudir también personas cercanas; su grupo de iguales, el
pololo/a, su mejor amigo… Lo importante es “engancharles” y conseguir
que acudan una segunda vez.

Fase de Motivación y Adherencia

La mayoría de los adolescentes, minimizan la importancia del consumo de


sustancias que están haciendo, al igual que el contacto con otras conduc-
tas de riesgo, que puedan ser provocadas por el consumo.

Cualquier adolescente, que llega a un recurso o programa asistencial ha


de ser informado de cuál es su situación actual y el porqué de la interven-
ción, e intentar convencerlo para que pase a una fase de evaluación y
diagnóstico.

Escuchar su demanda concreta, entender el deseo del sujeto y focalizar el


interés en su interés, resulta fundamental.

La implicación y participación en su propio proyecto, el compromiso vo-


luntario asumiendo su responsabilidad individual es fundamental. A partir

158
Página
o
de ahí, la negociación con ellos es constante. Cuando un adolescente se
compromete a un cambio, a conseguir una meta o se traza un plan, tiene
un gran valor… aunque en muchas ocasiones puede durar poco.

Resulta esencial que el adulto de referencia empatice con él “ganándoselo”


afectivamente y sin utilizar medidas paternalistas,

Fase de diagnóstico

En esta fase, toma lugar el diagnóstico multidimensional entre el equipo clínico


Integral y los distintos actores que están y/o trabajan con los adolescentes:
familia, escuela, liceo o colegio y otras personas o instancias de la red asistencial.

Es una etapa en la cual se recoge la información, a modo de complementarla y


adaptarla a su uso en el diagnóstico, la elección de los objetivos educativos, la
programación de actividades, la temporalización y la evaluación de los objeti-
vos planteados.

Es decir, con el diagnóstico preliminar hecho, se está en condiciones de diseñar


el PTI (Proyecto terapéutico integral).

Fase de intervención integral

Intervención conjunta del equipo clínico integral, con el adolescente y con los
actores que circundan los espacios propios del adolescente: familia, grupo de
pares, escuela, grupos en sitios de ocio y tiempo libre; y su relación con ellos.

Intervenciones clínicas y de contexto

Intervenciones clínicas dirigidas al sujeto

Consulta salud mental: Referida a la evaluación y diagnóstico psicosocial. Sien-


do una instancia de psicoeducación, apoyo emocional, apoyo en la continuación
de tratamiento clínico, trabajo en la prevención de recaídas, entrenamiento en
habilidades y por último, la referencia asistida a atención médica somática ge-
neral o psiquiátrica.

159
Página
En este tipo de intervención se puede trabajar, desde un punto de vista clínico
la vinculación, reinserción, motivación y prevención de recaídas.

En este ámbito se una de las actividades a describir es la prevención de recaídas


que tiene los siguientes fundamentos:

Permite al adolescente, principalmente, aprender a reconocer los signos


tempranos de la recaída y desarrollar estrategias de evitación y enfrenta-
miento que pongan en juego nuevas habilidades o refloten habilidades per-
didas, a fin de evitar que aquéllas acontezcan.

Las técnicas a implementar deben adecuarse a las características de la


adolescencia y de los adolescentes en tratamiento. El modo de presenta-
ción debe ser accesible y entretenido. En lo concreto, las técnicas deben
permitir trabajar la detección de señales de riesgo de recaídas, la identifi-
cación de pautas de pensamiento y sentimientos que pueden ser
disparadores o precursores del proceso de recaída y la elaboración de
estrategias de enfrentamiento para evitar la recaída.

El juego y el humor son herramientas indispensables a la hora de evaluar


riesgos de recaídas y discutir modos de enfrentar los mismos de manera
eficaz.

Las dramatizaciones de situaciones vividas o por vivir que pueden desem-


bocar en un retorno al consumo de sustancias, permiten ubicar al joven in
situ, y tornan evidentes los riesgos, las dificultades y las posibilidades de
acción, desbaratando el arsenal de racionalizaciones y justificaciones en-
cubridoras del deseo de consumir.

Consulta médica: Instancia de evaluación médica general o de especialidad y


diagnóstico. Momento que puede ser crucial en el enganche y motivación a tra-
tamiento. Se debe recordar que el momento en que el adolescente está consul-
tando por una dolencia médica, generalmente está con sus “defensas” bajas, en
donde una intervención educativa en salud y eventual motivación a problematizar
el consumo, puede ser crucial.

Es una instancia para establecer las indicaciones médicas y eventual prescrip-


ción farmacológica. Alta o referencia a atención especializada es una acción a
tener en cuenta, en todo momento.

160
Página
Consulta psicológica: Instancia de evaluación y diagnóstico psicológico que com-
plementaría las otras evaluaciones que se estarían llevando a cabo. Es una opor-
tunidad de acciones en psicoeducación, apoyo emocional, entrenamiento en habi-
lidades, Actividades de rehabilitación social y laboral. También es necesario tener
en cuenta las eventuales Intervenciones en crisis.

Dirigida a adolescentes, familiares o figura vincular significativa.

Consulta psiquiátrica: Instancia de evaluación y diagnóstico psiquiátrico. Te-


niendo en cuenta una exhaustiva valoración Psicopatológica, con las considera-
ciones etáreas correspondientes. Se establece la indicación de tratamiento
psicoterapéutico y farmacológico. Instancia de psicoeducación, apoyo emocio-
nal, valoración de motivación y problematización del consumo e Intervención
en crisis.

Psicoterapia individual: Aplicación de intervenciones terapéuticas según mo-


delo teórico específico y objetivos de tratamiento. Dirigido a adolescentes.

Fundamentación:

a través de la terapia psicológica individual, se pretende que el sujeto


descubra, reconozca y modifique los pensamientos, sentimientos y accio-
nes de los que surgen algunos de sus problemas (emocionales, conductuales
y sociales), con el fin de favorecer su desarrollo biopsicosocial que le
permita obtener un mayor control de su vida.

Objetivos:

Favorecer el desarrollo integral del sujeto.


Descubrir, reconocer y modificar los pensamientos, sentimientos y ac-
ciones que le generan los problemas.
Lograr un mayor conocimiento de sí mismo.
Definir su identidad personal y social.

Psicoterapia grupal: Aplicación de intervenciones terapéuticas según modelo teó-


rico específico y objetivos de tratamiento. La dimensión recreativa-deportiva,
educativa y vincular deberían estar presentes en estas intervenciones.

Dirigida a adolescentes.

161
Página
Fundamentación:

Ofrecer un espacio terapéutico grupal donde se favorezca la interiorización


de la autoayuda, la cohesión grupal y el desarrollo de la empatía.

Las terapias grupales se deberían organizar en relación a ciertas temáticas


tales como: integración social, habilidades sociales, de comunicación y de
expresión de emociones, desarrollo de autoestima y autoeficacia y preven-
ción de recaídas.

Objetivos:

Favorecer la cohesión de grupo.


Desarrollar la empatía.
Fomentar la autoayuda.
Adquirir las habilidades sociales básicas.
Utilizar las habilidades sociales básicas.
Adquirir las habilidades básicas de comunicación.
Adquirir habilidades básicas de conversación.
Aprender a comportarse asertivamente.
Manejar las habilidades de relación heterosocial.
Aprender habilidades de autoevaluación.
Identificar situaciones, pensamientos y estados emocionales de riesgo
para el consumo.
Aprender estrategias de afrontamiento emocionales, cognitivas y
conductuales.

Psicodiagnóstico: Aplicación de tests psicológicos, que permitan complementar


el diagnóstico clínico, desde los ámbitos cognitivos, emocionales y de personali-
dad. Realizado por psicólogo/a clínico/a con experiencia en la aplicación de
estos test en población infanto-adolescente.

Se presentan 2 actividades que es necesario coordinarlas con el sistema asistencial


de salud:

Consulta dental: Que permite una evaluación dental y diagnóstico, con sus res-
pectivas indicaciones y prescripción específica. Puede se una instancia de edu-
cación en salud y autocuidado, también de referencia a atención especializada.

162
Página
Consulta matrona: Instancia de evaluación gineco-obstétrica, educación en cui-
dados de salud y salud sexual y reproductiva, planificación familiar y de refe-
rencia a atención especializada.

Intervenciones clínicas dirigidas a la familia


y/o figuras vinculares significativas

Psicoterapia familiar y/o de pareja.

Fundamentos de este tipo de terapia, centra su actuación en el asesoramiento,


intervención y tratamiento a familias o parejas que lo necesiten. En las familias
con adolescentes usuarios de sustancias, no se busca la separación física y se
trabaja especialmente en que los padres ejerzan mecanismos de control sobre
el hijo reforzando límites y jerarquías.
Objetivos: orientar y ayudar a solucionar las situaciones de conflicto o crisis por
las que pasa la pareja y/o la familia.

Áreas de actuación:

Crisis conyugal o de pareja.


Conflictos asociados a la ruptura de la convivencia.
Crisis paterno-filiales.
Crisis de la familia extensa.
Problemas de comunicación, Violencia intrafamiliar, Maltrato.

Niveles de actuación:

Nivel terapéutico: elaborar nuevas pautas funcionales en la dinámica


del sistema familiar y de la pareja.

Nivel educativo: necesidad de una formación sistematizada y plani-


ficada de los padres y los hijos para prevenir la aparición de proble-
mas.

Nivel de asesoramiento: potenciar las capacidades básicas del sis-


tema familiar y de pareja para adecuarlas a las necesidades de
cada ciclo vital.

163
Página
c. Intervenciones clínicas de coordinación con la red de aten-
ción

Visita de salud mental escolar y coordinación educacional: Evaluación y


diagnóstico social y escolar, psicoeducación, apoyo emocional, entrenamiento
en habilidades, rescate y reenganche al tratamiento del adolescente.

Dirigida a: profesores, directivos, compañeros.

Visita de salud mental laboral: Evaluación y diagnóstico social y laboral,


psicoeducación, apoyo emocional y entrenamiento en habilidades, rescate
y reenganche al tratamiento del adolescente.
Dirigido a: jefes, compañeros de trabajo.

Consultoría/enlace de salud mental: Atención conjunta de adolescentes


y/o familiares, reuniones clínicas y de coordinación entre equipo de salud
general y/o profesionales de potros servicios clínicos y/o equipo servicio
de urgencia. Dirigido a: profesionales y/o técnicos del equipo de salud
general, profesionales y/o técnicos de atención de urgencia, profesiona-
les y/o técnicos de otros servicios clínicos o educativos o recreativos en
donde se desenvuelve o participa el adolescente.

Intervenciones propias en cada equipo que permitan una mayor coherencia y coor-
dinación del trabajo a realizar en el niño, niña y adolescente, además de sus
respectivas familias. Estas intervenciones estarían apuntando a mejorar la cali-
dad de atención, a través de:

Actividades de autocuidado y elaboración de estrategias al respecto.


Supervisión técnica externa.
Actividades de coordinación técnica, reuniones de equipo.

Por último, si bien las intervenciones terapéuticas fueron abordadas en párrafos


anteriores, éstas deben ser indicadas de acuerdo a la actitud y a la etapa de
trabajo previo que el individuo tenga.

El tiempo de duración debe considerarse en relación a la capacidad que el indi-


viduo tenga para trabajar (concentración, motivación, deterioro, etc), proba-
blemente las primeras sesiones durarán tiempos más cortos a lo que normal-
mente se está acostumbrado.

164
Página
Probablemente se requiera partir por actividades más bien grupales, que permi-
tan ir motivando y dando confianza al individuo en las distintas técnicas que se
utilicen. Por lo general, llega un momento en que los adolescentes prefieren espa-
cios más bien individuales que grupales.

El objetivo fundamental es acompañar y reforzar su proceso de maduración, desa-


rrollando sus propios recursos personales y relacionales, aportándoles los necesa-
rios para la consecución de su proyecto de realización personal. En concreto, será
preciso incidir en:

Apoyo en la búsqueda y consolidación de su propia identidad. Desarrollar


adecuadamente el sentido de identidad y autonomía frente al entorno.
Desarrollo de actitudes de autoconfianza y reconocimiento del propio
valor, concepto positivo de sí mismo y de su autoestima. Es decir, alcan-
zando un nivel adecuado de estima personal que le otorgue seguridad,
confianza y estabilidad emocional, descubriendo los recursos y las ha-
bilidades personales.
Estímulo a la autonomía acorde a su edad, aprendiendo a tomar deci-
siones y solucionar sus propios conflictos, en forma no violenta.
Fomento de la responsabilidad ante sus actos, haciéndolos conscien-
tes y conocedores de los mismos, y, en el caso del consumo de sustan-
cias, adquiriendo conciencia de su problema de consumo.
Autocontrol de la impulsividad y de la conducta. Enseñar a que los
adolescentes, aprendan a demorar sus reacciones, detenerse a pensar
y considerar las consecuencias de sus acciones y actitudes antes de
actuar. Con respecto al consumo de sustancias, se trata de aprender a
gestionar el nivel de riesgo que creen seguro para ellos y darse cuenta
de hasta ónde tienen control sobre los mismos.
Control de estados emocionales disparadores de riesgo (ansiedad, estrés,
sentimientos de soledad, confusión, apatía, aburrimiento, etc.) y bús-
queda de estrategias de afrontamiento adecuados a estos estados de
ánimo adversos.

Las dificultades que se presentan con mayor frecuencia, tanto desde el punto
de vista de la realidad de los sujetos, como desde las dificultades de los propios
profesionales, se podrían resumir:

Dificultad a la hora de contener conductas muy violentas en algunos


individuos.
Complicaciones psiquiátricas que pueden emergen por el abuso de las
sustancias.
165
Página
Superación por parte de los y las adolescentes de “bajones” dentro de
su propio proceso personal.
Dificultad para encontrar un sustituto de su identidad que sea tan atrac-
tiva como la que ahora tienen. Normalmente su identidad está llena de
referencias a las drogas y conductas relacionadas, y para poder dejarlas
han de tener otros papeles y otros componentes que se la proporcionen,
y algunos carecen de ellos. Dejar los usos de drogas puede significar
dejar lo poco que ahora son y las únicas relaciones afectivas que tie-
nen (“sus amigos o compañeros”).

Las estrategias que se utilizan y que se han manifestado más eficaces son (Arbex,
2002):

Autocontrol. Entrenamiento en técnicas de autocontrol emocional.


Autoestima. Identificación de capacidades y dificultades y valoración
en su justa medida y reforzamiento de la implicación del sujeto en las
dinámicas de grupo, las reuniones, las actividades y las responsabilida-
des.
Responsabilidad. Participación e implicación del sujeto en la resolu-
ción de los diferentes problemas surgidos en el grupo, propios y aje-
nos.
Sentido de identidad. Aprender un procedimiento de toma de deci-
siones y solución de problemas, despertando su actitud crítica y el
pensamiento independiente.

Intervenciones de contexto, dirigidas al sujeto

Intervenciones de vinculación, reinserción y motivación

Trabajo en el espacio del sujeto:

Fundamentación

Es el primer contacto que se realiza con niños, niñas y adolescentes,


generalmente hecho por el educador o profesional a cargo. Se realiza
en el propio espacio físico del sujeto: calle y lugares de tiempo libre,
escuelas o liceos, grupos comunitarios, etc..

Durante toda esta etapa, se trabaja con el adolescente, en diferentes

166
Página
espacios de reflexión, para ir en la búsqueda del “rescate” de su inte-
gridad, su familia, la aceptación de su problema y motivarlo a una
ayuda técnica y/o profesional para su recuperación, y su integración o
la necesidad de acudir a un centro especializado para ir en búsqueda
de sus dificultades individuales.

Permite el trabajo de vinculación y motivación para la intervención


posterior, o bien para retomar contacto una vez que el chico o chica
haya abandonado o recaído de su tratamiento.

Objetivos

El educador/a y/o profesional ad-hoc, ya sea sólo o en dupla, continúa visitando el

h
o os lugares espacios en donde permanecen los adolescentes con el objeto de:

Continuar realizando espacios de reflexión.


Contactar a la familia.
Conocer más de los recursos y de los déficit del adolescente.
Evaluar proceso de reintegración a su familia-comunidad.
Evaluar proceso de reintegración a la escuela.
Evaluar factibilidad de ingreso a intervenciones de mayor complejidad
de acuerdo con lo evaluado por él y su equipo clínico biopsicosocial de
apoyo.
Coordinar en una derivación asistida, el ingreso o la intervención clínica
de mayor especialidad.
Seguimiento de casos que llegan por primera vez y que requieran segui-
miento en el itinerario de intervención.

Tutorías

Está a cargo del o los tutores o tratantes, que trabajan directamente con el
adolescente y su familia o figura vincular, a través de consultas de salud mental.

Fundamentación

En las tutorías se procede a apoyar el diseño, seguimiento y evalua-


ción del proyecto terapéutico integral (PTI).
Es un espacio privilegiado de reflexión, análisis y evaluación del pro-
yecto terapéutico integral, individualizado.
Durante las tutorías se contrasta información, se marcan objetivos y se
167
Página
realiza una programación individual.
Este espacio de atención individual está asimismo orientado a generar
implicación y motivación al sujeto en su proyecto educativo, demos-
trándole apoyo y refuerzo respecto de sus logros.
Se realizan con una frecuencia semanal o quincenal según los casos.

Objetivos

Crear un espacio de reflexión, análisis y evaluación (PTI).


Realizar una reflexión personal estructurada.
Contrastar información.
Programar y evaluar los objetivos del (PTI).
Programar individualmente.
Simular situaciones problemáticas o de riesgo.
Llamar la atención del sujeto respecto a sus dificultades de logro.
Conocer las inquietudes y expectativas del sujeto.
Escuchar las preocupaciones, dudas, etc. respecto a su PTI.
Implicar-motivar-reforzar al individuo en su proyecto integral.

Intervenciones educativas

La necesidad de incluir en un programa de tratamiento intervenciones de este


tipo surge de la observada relación entre fracaso escolar – deserción y consumo de
drogas. De este modo, el objetivo de estas intervenciones no es reemplazar la
educación formal del usuario, más bien ser un apoyo a su desempeño en ella,
buscando mejorar las condiciones en que el niño, niña y adolescente se enfrenta a
ese espacio y sus exigencias, esperando aumentar las posibilidades de éxito.

Intervenciones psicopedagógicas

Nivelación y apresto escolar (clases)

Fundamentación

Las clases de nivelación académica, dentro del programa, deben ser, en la medida
de lo posible, personalizadas y adaptadas a las necesidades educativas de cada
niño, niña y adolescente.

168
Página
Objetivos

Motivar respecto al valor de la formación para su presente y futuro.


Fomentar la adquisición de bases formativas orientadas a la incorpora-
ción laboral.
Ayudar a que el niño, niña o adolescente identifique sus dificultades y
potencialidades respecto a la formación.
Dotar al sujeto de hábitos de estudio y actitudes asociadas a éste.
Hacer valorar al individuo que cada nuevo aprendizaje incrementa sus
aprendizajes más complejos.
Fortalecer las relaciones interpersonales, en un ambiente escolar o
formativo normalizado.

Refuerzo escolar

Actividades de orientación a la capacitación e inserción laboral

Intervenciones recreativas y culturales

Actividades culturales y de ocio

Fundamentación

Esta actividad va dirigida a conseguir la autonomía del niño, niña o


adolescente en la gestión de las salidas y/o en ampliar sus aficiones.
Estas salidas, en espacio ambulatorio, se caracterizan por su variedad
en el componente lúdico y/o cultural.

Objetivos:

Trabajar las habilidades sociales y de comunicación.


Conocer otras alternativas de ocio saludables.
Conocer la oferta cultural y de ocio del entorno más cercano.
Aprender a controlar situaciones de riesgo mediante la ayuda del edu-
cador.
Aprender a gestionar el dinero.
Aprender a gestionar el tiempo de ocio.

169
Página
Aprender a evaluar la satisfacción-no satisfacción, en el ámbito del
ocio.

Actividades deportivas

Fundamentación

Las actividades deportivas tienen como finalidad el desarrollo de la


salud física y mental.

El deporte es, además, generador de hábitos saludables y buenas prác-


ticas sociales, siendo importante que los niños, niñas y adolescentes lo
identifiquen como un factor de protección frente al consumo de sus-
tancias tóxicas.

Objetivos:

Conocer otras alternativas de ocio y tiempo libre saludables.


Mantener hábitos de higiene y buena salud física.
Establecer otro tipo de relaciones en espacios recreativos y saludables.
Gestionar su propio deporte.
Disfrutar del deporte y del trabajo en conjunto.

170
Página
Intervenciones de capacitación

Actividades ocupacionales

Fundamentación

Las actividades ocupacionales son imprescindibles, especialmente en adoles-


centes que se presentan la mayoría de las veces muy desestructurados, sin hábi-
tos y con muy poca motivación.

Objetivos Generales:

En un primer momento las actividades ocupacionales sirven para con-


tener al sujeto, manteniéndolo ocupado e implicado.
Por otro lado están orientadas a la preparación para la reinserción socio-
laboral.

Los puntos centrales a obtener en estas actividades son:

Aprender a planificar, organizar y desarrollar su trabajo (tiempo, es-


pacio, herramientas, etc.).
Responsabilizarse de todo el proceso relacionado con el trabajo.
Aprender a tener un comportamiento adecuado durante el trabajo.
Valorar sus potencialidades y limitaciones.

Objetivos Específicos:

Ejercer la contención metodológica.


Interiorizar las normas básicas de convivencia social a través del traba-
jo en grupo.
Trabajar el autoconocimiento, el autocontrol y la autonomía.
Aprender metodologías, procesos y procedimientos.
Conocer la dimensión cultural y social de una actividad ocupacional/
profesional.
Generar una concepción estructurada del tiempo y de su uso.
Adquirir hábitos relacionados con el trabajo y la formación.
Desarrollar habilidades sociales y de comunicación.
Ofrecer alternativas ocupacionales que le puedan orientar hacia un
futuro formativo y profesional.
Reconocer las propias cualidades y potencialidades en el trabajo.

171
Página
Los talleres ocupacionales

Fundamentación

Los talleres ocupacionales equivaldrían a las materias de educación ar-


tística y física y las actividades extraescolares de la educación formal.
Se trabajan tanto habilidades personales (psicomotricidad, habilida-
des y destrezas manuales, cognitivas, conductuales, afectivas,
creativas), habilidades de estudio (concentración), valores asociados
al trabajo (responsabilidad, tolerancia a la frustración, constancia),
alternativas para el buen uso del ocio.

Objetivos

Complementar la formación del sujeto a través de actividades manua-


les, artísticas, así como fomentar hábitos de trabajo.
Desarrollo de la creatividad.
Ofrecer a los niños, niñas y adolescentes, alternativas de ocio y tiem-
po libre.
Exploración y desarrollo de las destrezas psicomotrices, a través de
actividades manuales, artísticas, etc.
Fomentar las relaciones interpersonales y el control emocional.

Intervenciones de contexto, dirigidas a la familia


y/o figura(s) de vinculación significativa

Intervenciones educativas

Intervención psicosocial de grupo: Psicoeducación, apoyo emocional,


entrenamiento en habilidades, actividades de rehabilitación social y
laboral, entrenamiento en comportamientos de autoayuda, motiva-
ción para la participación en grupos de la comunidad. La dimensión
recreativa-deportiva, educativa y vincular deberían estar presentes
en estas intervenciones.

Dirigido a padre y/o madre, figura vincular significativa, familia nu-


clear o extendida.

Capacitación en la resolución de conflictos familiares

172
Página
Intervenciones comunitarias

Visitas familiares. Acompañamiento familiar. Desarrollo y vinculación familiar.


Capacitación en la resolución de conflictos familiares.

Fundamentación

La familia, por lo general, conforma el núcleo de referencia y de modo de con-


vivencia del niño, niña y adolescente. Es imprescindible que todas las acciones
tengan en cuenta la relación del adolescente con su núcleo familiar y la influen-
cia que en él/ella ejerce, siempre y cuando ésta exista.

Objetivos

Conocer a la familia:
Estilo educativo.
Posicionamiento respecto a las drogas.
Posicionamiento respecto a los actos trasgresores.
Intercambiar información sobre la situación, comportamiento y estado
general de su hijo o hija, así como el origen de sus problemas.
Conocer las expectativas de la familia respecto al futuro de su hijo o
hija.
Implicar y responsabilizar a la familia su proceso.
Observar y analizar el tipo de relación que se establece entre familia-
res- usuario durante la visita o el encuentro con el equipo.
Analizar la reacción del adolescente antes de la visita y las consecuen-
cias de la misma.
Evaluar conjuntamente con la familia el encuentro.

Visita de salud mental domiciliaria: Evaluación y diagnóstico social y familiar,


psicoeducación, apoyo emocional y entrenamiento en habilidades, rescate y
reenganche al tratamiento del adolescente y/o familia. Dirigida a: familiares,
cuidadores, figura vincular significativa.

173
Página
Intervenciones psicosociales dirigidas a la red de atención

Visita de salud mental escolar y coordinación educacional: Evaluación y diag-


nóstico social y escolar, psicoeducación, apoyo emocional, entrenamiento en ha-
bilidades, rescate y reenganche al tratamiento del adolescente.

Dirigida a: profesores, directivos, compañeros.

Visita de salud mental laboral: Evaluación y diagnóstico social y laboral,


psicoeducación, apoyo emocional y entrenamiento en habilidades, rescate y
reenganche al tratamiento del adolescente.

Dirigido a: jefes, compañeros de trabajo.

Intervención/actividad comunitaria: Actividades grupales, de sensibilización,


intercambio de información, capacitación, asesoría y coordinación. Dirigidas a:
organizaciones o redes que apoyan al paciente adolescente y a la familia de éste
en su tratamiento y rehabilitación.

Vinculación a redes y actividades de sensibilización comunitaria (liceo, escuela,


grupos juveniles).

Perfil y Funciones de Equipo

Las competencias con las cuales este equipo debe contar, son:

Dominio del tema del consumo problemático de drogas (abuso y dependencia).


Dominio del tema de infancia, adolescencia y desarrollo.
Dominio del abordaje de patologías asociadas al consumo problemático de
drogas (físicas y psíquicas), donde el diagnóstico es fundamental y el ma-
nejo de algunas de estas patologías de leve a moderada complejidad.
Dominio de la incorporación de factores psicosociales y de contexto,
intervinientes en este fenómeno de consumo problemático en población
adolescente.
Dominio de técnicas de acogida, de creación de un espacio de vínculo y de
técnicas motivacionales para la población adolescente.
Flexibilidad y buena disposición a trabajar con la red asistencial, escuelas
y familias o figuras vinculares de referencia para el adolescente.

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Página
El equipo que se sugiere:

Psiquiatra infanto-adolescente y/o adulto y/o médico con competencias


descritas en salud mental y psiquiatría.
Psicólogo clínico.
Asistente social.
Terapeuta ocupacional.

Equipo de apoyo clínico, especialmente en aquellos centros que cuentan de


antemano con atención específica para adolescentes:

Médico general o pediatra especialista en adolescentes.


Matrona y/o enfermera.
Psicopedagogo.
Técnico en rehabilitación supervisado.

Modalidad Ambulatoria
de Alta Intensidad: Centro de día

Propósito

Ofrecer una oportuna y adecuada asistencia terapéutica de alta complejidad e


intensidad, a adolescentes que presentan consumo problemático de drogas, y
que no han logrado suficiente eficacia en modalidad de moderada intensidad
debido al perfil de sujeto y/o su familia, o bien, acaban de egresar de una
intervención residencial.

Objetivo General

Implementar una modalidad de alta intensidad (mayor tiempo de intervención y


mayor cantidad de actividades), para el abordaje terapéutico de los problemas de
consumo de drogas y sus consecuencias sanitarias asociadas, en población de
adolescentes en espacio terapéutico centro de día (ambulatorio parcial).

175
Página
Objetivos Específicos

Atender a adolescentes que presentan problemas de consumo de drogas y


sus consecuencias sanitarias asociadas (especialmente patología psiquiá-
trica concurrente), y a sus familias; que demanden asistencia de alta com-
plejidad e intensidad y que acceden directamente al programa o son deri-
vados por otros organismos, sin perder el lazo con su familia de origen.
Apoyar, atender, asesorar y cooperar con las instancias que realizan la deri-
vación asistida del adolescente (centros de atención integral y otros dispo-
sitivos sanitarios, tales como consultorios, servicios de urgencias; escue-
la, familia).
Apoyar y/o desarrollar programas de formación y acompañamiento a agen-
tes que realizan derivación y coordinación con el centro de atención, en
relación a drogodependencia.
Apoyar y colaborar en acciones de incorporación social.
Articular y formar redes con otros programas de tratamiento y rehabilita-
ción de mayor complejidad e intensidad de la red sanitaria pública y pri-
vada y con otros organismos de las redes sociales, comunitarias, educati-
vas, que trabajan con población adolescente.

Perfil del Usuario

Adolescentes con uso recreativo u ocasional, pero con graves dificultades


familiares con relación al uso de drogas, siendo la familia incapaz de conte-
ner una intervención ambulatoria en un CAI.
Adolescentes con consumo problemático de drogas y patología de salud
mental o psiquiatría concurrente, derivado por dispositivo de la red
asistencial.
Adolescentes que tengan un periodo de más de 2 años de deserción esco-
lar a causa del consumo.
Uso y consumo de drogas en el contexto de una familia multiproblema,
entre ellos familia con miembros que presenta un tipo de adicción, siendo
incapaces de contener una intervención ambulatoria en un CAI.
Paciente que viene de una modalidad residencial y requiere un apoyo paula-
tino de reinserción parcial.

176
Página
Intervención Clínica Integral

Así como se señaló en la modalidad previa, los nuevos perfiles de consumo que
aparecen en adolescentes, y sus problemáticas (relación a otro tipo de conduc-
tas de riesgo, gran desmotivación, graves dificultades familiares, consumo con-
currente con patología psiquiátrica, etc.), demandan una respuesta diferente
con relación a los abordajes de tratamientos tradicionales; en donde la perspec-
tiva es más educativa y preventiva que terapéutica, con una atención directa
para los sujetos y sus familias o alguna figura vincular significativa, y en los
espacios indicados. Estos espacios, deberían ser ambulatorios con mayor inten-
sidad y frecuencia de cuidados, por lo tanto, dando cabida a adolescentes que
requieran de un espacio durante el día, para así continuar insertos familiarmen-
te en la noche y los fines de semana. De este modo, en algunas ocasiones, la
intervención clínica de mayor intensidad, resulta estratégica y fundamental, en
la continuidad de un tratamiento.

Proyecto terapéutico integral (PTI)

Debemos recordar que el PTI, se define desde una doble dimensión:

Intervención ligada al desarrollo: fija su objetivo en el desarrollo de las


capacidades personales (habilidades y competencias), supliendo las defi-
ciencias, promoviendo una transición adecuada a la edad adulta, estable-
ciendo oportunidades educacionales, laborales, maximizando las oportu-
nidades; a modo de posibilitar un adecuado ajuste entre el individuo, la
familia y su contexto.

Intervención terapéutica: tiene como objetivo la evaluación y corrección


o modificación de factores afectivos, cognitivos o comportamentales, que
han colaborado a la instauración del consumo y/o su mantenimiento y a la
dificultad de abandonar el hábito.

Fases de Intervención

Fase de preacogida

En esta fase se requiere tener en cuenta las siguientes consideraciones:

177
Página
Al igual que en la modalidad ambulatoria de moderada intensidad, la de-
tección de adolescentes con uso y consumo problemático de drogas tiene
lugar en la familia, pero también, es necesario recordar que este motivo de
consulta se puede originar en otros recursos de la red asistencial, que tra-
bajan con niños, niñas y adolescentes: en esta modalidad de atención ge-
neralmente se trata de sujetos con consumo problemático de drogas y pa-
tología psiquiátrica concurrente, o bien se trata de familias multiproblemas
que no son capaces de proteger y contener durante el día al individuo.

También se da la posibilidad de adolescentes que deben ser protegidos es-


pecialmente en ciertos momentos claves del diario vivir, como por ejem-
plo los fines de semana, feriados o fiestas nacionales.

Es necesario recordar siempre, ciertos principios fundamentales como la


no estigmatización, la diferencia entre un uso y un abuso de drogas, esta-
bleciendo idealmente los usos y sentidos del consumo, en el individuo.

Tratar de hacer una derivación asistida, en caso que se requiera: Relacio-


nando esta conducta de consumo a una problemática, que por lo general
es más integral; precisando la función y el acompañamiento familiar. Ideal-
mente la derivación debería ser de un CAI, o bien de un centro residencial
que requiera que el individuo previamente tratado continúe en el itinerario
terapéutico.

Fase de acogida

Se reiteran los mismos principios que han sido descritos para la modalidad
ambulatoria de moderada intensidad es decir: la acogida es un momento determi-
nante, sobre todo con los adolescentes. Hay que planificar muy bien este primer
encuentro, asegurándose que sacan algo en claro, que les es útil para algo, para
que vuelvan una segunda ocasión. Para ello conviene tener en cuenta:

Contar con un espacio de acogida y atención diferenciado.

Contar con una figura de referencia en el programa.

El tipo de relación del profesional que posibilita la intervención, ha de ser


educativa/afectiva.

Se suele focalizar el problema en las drogas, pero el adolescente no nece-


sita focalización, casi siempre lo que necesita es que le escuchen.
178
Página
Prescindir de formalismos evidentes, de manera de no interrumpir la flui-
dez de la reunión. No obstante, es fundamental mantener durante todo el
proceso de tratamiento un registro adecuado.

Flexibilizar posturas. No olvidar que uno de los objetivos prioritarios es el


de motivar al niño, niña o adolescente hacia el cambio, pero no todos
desean cambiar o pueden hacerlo. Aunque sea poco el tiempo que el
sujeto esté en relación con el programa se puede conseguir algún tipo de
avance y transmitir, para cuando quiera conseguir nuevas metas, cómo
hacerlo y a dónde acudir. Los tiempos de permanencias se adecuan a las
necesidades del individuo, ya sea media jornada o jornada completa o
bien jornada de fin de semana y feriados.

Es muy útil la planificación de “Talleres de acogida” para que en un clima


acogedor, se puedan reunir varios adolescentes que no se conocen y al
cual pueden acudir también personas cercanas; su grupo de iguales, el
pololo/a, su mejor amigo, etc.. Lo importante es “engancharles” y conse-
guir que acudan una segunda vez.

Fase de motivación y adherencia

Se reiteran los siguientes aspectos:

La mayoría de los adolescentes, especialmente, minimizan la importancia


del consumo de sustancia que están haciendo, al igual que el contacto con
otras conductas de riesgo.
Cualquier adolescente, que llega a un recurso o programa asistencial ha
de ser informado de cuál es su situación actual y el porqué de la interven-
ción, e intentar convencerle para que pase a una fase de evaluación y
diagnóstico.
“Escuchar su demanda concreta, entender el deseo del sujeto y focalizar
el interés en su interés, resulta fundamental”.
La implicación y participación en su propio proyecto, el compromiso vo-
luntario asumiendo su responsabilidad individual es fundamental. A partir
de ahí, la negociación con ellos es constante. Cuando un adolescente se
compromete a un cambio, a conseguir una meta o se traza un plan, tiene
un gran valor, aunque en muchas ocasiones puede durar poco.
Resulta esencial que el adulto de referencia empatice con él “ganándose-
lo” afectivamente y sin utilizar medidas paternalistas.

179
Página
Fase de diagnóstico

El diagnóstico multidimensional debe realizarse entre el equipo clínico integral


y los distintos actores que están y/o trabajan con los adolescentes: familia,
escuelas, liceos, colegios y otras personas o instancias de la red asistencial.

Hacer énfasis en la patología psiquiátrica intercurrente, funcionamiento fami-


liar, salud física, estado motivacional y compromiso biopsicosocial.

Es una etapa en la cual se recoge la información, a modo de complementarla y


adaptarla a su uso en el diagnóstico, la elección de los objetivos educativos, la
programación de actividades, la temporalización y la evaluación de los objeti-
vos planteados. Es decir, con el diagnóstico preliminar hecho, se está en condi-
ciones de diseñar el PTI (Proyecto terapéutico integral).

Fase de intervención integral

Intervención conjunta del equipo clínico integral, con el adolescente y con los
espacios propios del adolescente: familia, grupo de pares, escuela, sitios de
ocio y tiempo libre y su relación con ellos.

Se plantean las mismas intervenciones descritas en la modalidad ambulatoria de


moderada intensidad, pero teniendo presente que en esta modalidad se plantea
una mayor frecuencia e intensidad de cuidados. Flexibilizando los tiempos de
intervención, en relación a las necesidades del adolescente y de su familia, las
consideraciones del equipo clínico y las posibilidades de mantenerse inserto en
el ámbito escolar/laboral.

Por lo tanto, las actividades o prestaciones tendrán mayor frecuencia y concen-


tración.

Perfil y Funciones del Equipo

Las competencias de este equipo deben ser las siguientes:

Dominio del tema del consumo problemático de drogas (abuso y depen-


dencia).
Dominio del tema de infancia, adolescencia y desarrollo.
Dominio del abordaje de patologías asociadas al consumo problemático

180
Página
de drogas (físicas y psíquicas), donde el diagnóstico es fundamental y el
manejo de algunas de estas patologías de moderada a alta complejidad.
Dominio de la incorporación de factores psicosociales intervinientes en
este fenómeno de consumo problemático en esta población.
Dominio de técnicas de acogida, de creación de un espacio de vínculo y de
técnicas motivacionales para la población adolescente.
Flexibilidad y buena disposición a trabajar con la red asistencial, escuelas
y familias o figuras vinculares de referencia para el adolescente.

El equipo que se sugiere:

Psiquiatra infanto-adolescente y/o adulto y/o médico con competencias


descritas en salud mental y psiquiatría.
Psicólogo clínico.
Enfermera.
Asistente social.
Terapeuta ocupacional.
Psicopedagogo y profesores de nivelación.
Profesor de educación física.
Técnico en rehabilitación supervisado.

Modalidad de Atención Residencial


Fundamento

En esta modalidad se ubican los programas destinados al individuo con consumo


problemático de sustancias para los cuales se ofrecen en un ambiente terapéu-
tico altamente estructurado.

Esta modalidad de tratamiento, por lo general, es considerada como más apro-


piada para individuos con importantes consumo de sustancias y con una alta
probabilidad de recaer en el uso de éstas si no tienen supervisión estrecha en un
ambiente de adecuado de apoyo.

181
Página
Propósito

Ofrecer una asistencia terapéutica residencial de alta complejidad e intensidad, a


niños, niñas y adolescentes que presentan consumo problemático de drogas y un
alto compromiso biopsicosocial, siendo considerado por la modalidad ambulatoria
como la mejor opción, o bien, acaban de finalizar un proceso de desintoxicación
residencial.

Objetivo General

Implementar una modalidad residencial de alta complejidad e intensidad para


el abordaje terapéutico de niños, niñas y adolescentes con consumo problemá-
tico de drogas y consecuencias sanitarias asociadas.

Objetivos Específicos

Atender a los niños, niñas y adolescentes que presentan problemas de con-


sumo de drogas y sus consecuencias sanitarias asociadas, y a sus familias;
que demanden asistencia y que, bajo ciertas circunstancias, acceden direc-
tamente al programa o son derivados por otras instituciones de la red.
Diagnosticar y tratar la comorbilidad psiquiátrica existente.
Ofrecer al sujeto un centro acogedor en el que se pueda sentir seguro y
protegido.
Hacer partícipe al sujeto y su familia, de la organización y gestión del
centro.
Fomentar la faceta social y relacional del individuo.
Estructurar el día de vida del sujeto a través de hábitos de sueño, hábitos
alimentarios, horarios, rutinas, etc. y favorecer la posterior integración
de su vida diaria a lo cotidiano.
Desarrollar autonomía y responsabilidad para su futura separación, inde-
pendencia.
Desarrollar el respeto hacia el entorno (enseres, muebles, etc.) y
medioambiente.
Potenciar el desarrollo de las habilidades psicológicas y sociales necesa-
rias para su integración a una modalidad de atención ambulatoria, junto a
la compensación de los déficits encontrados en las distintas áreas de su
desarrollo.

182
Página
Colaborar con el desarrollo de instancias de formación y capacitación con-
junta con los equipos psicosociales, con el fin de mejorar la coordinación
y el aprendizaje mutuo en las distintas modalidades de tratamiento.
Apoyar y colaborar en acciones de reintegración social, en salidas educa-
tivas, culturales, recreativas.
Articular y formar parte de redes con otros programas de tratamiento y
rehabilitación de menor o mayor complejidad e intensidad de la red sanita-
ria pública y privada y con otros organismos de las redes sociales, comuni-
tarias, educativas, psicosociales, etc. que trabajan con esta población.

Fases de la Intervención

Fase de preingreso

Esta fase es esencial, en cuanto a que permite al equipo realizar una valoración
cualitativa sobre las posibilidades de desarrollo del sujeto durante su estadía en el
centro, teniendo en cuenta dos premisas fundamentales:

Valoración del caso del niño, niña o adolescente, cuyo ingreso se propone
al equipo residencial, tomando en cuenta su estado físico general (tipología
de sustancias consumidas e impacto del consumo en su salud física y men-
tal), su situación psicológica y social.

Valoración del ingreso del niño, niña o adolescente, teniendo en cuenta el


grupo que se encuentra en el centro residencial.

Para ello se procede a realizar:

Reunión de coordinación con equipo psicosocial, unidad de


desintoxicación u otra instancia de derivación.
Coordinación y contacto con “tutor” y figura vincular significativa.
Revisión y valoración de diagnósticos clínicos previos y situación
biopsicosocial integral.
Temporalización aproximada de la duración del programa en base a los
objetivos prefijados.

183
Página
Por último en cuanto al modo de ingreso, se debe tener en cuenta que:

En un sistema residencial debe estar presente la autorización del juez


de menores, por lo tanto no pueden ingresar vía derivación institucional
o espontánea sin orden judicial.
Según leyes adecuatorias, se debe informar al juez cada seis meses la
evolución del caso, se sugiere egreso o ampliación de la medida por un
tiempo necesario de tratamiento.

Fase de ingreso (o de acogida)

La acogida es un momento determinante con niños, niñas y adolescentes. Se debe


planificar muy bien este primer encuentro. El que acompaña y el que recibe,
deben tener en cuenta que el sujeto pueda asegurarse que saca algo en claro y
que lo que se realizará en el futuro próximo, es útil para algo.

Conviene tener en cuenta, que se debe tener un espacio de acogida y atención


adecuado, un espacio que logre “enganchar” al sujeto. Se debe prescindir de
formalismos evidentes e intentar seguir su conversación, ya que lo que a niños,
niñas y adolescentes les preocupa, puede que no resulte interesante para los adul-
tos.

Una vez que la persona llega al centro residencial, se plantean dos objetivos fun-
damentales:

Recuperación o estabilización somática:

Recuperación del equilibrio biológico o continuación de la compensa-


ción que ya ha sido propuesta en la modalidad previa.
Recuperación del ciclo de vida normal respecto a horarios, comidas,
higiene personal, etc. o mantenimiento de lo logrado en modalidades
previas.
Participación paulatina en las actividades básicas asociadas al funcio-
namiento del centro.

Integración al centro y asunción de normas:

Visita del centro y de todas las instalaciones del mismo, a cargo de uno
o varios miembros del equipo.

184
Página
Acompañamiento: Seguimiento por parte de otro niño, niña o adoles-
cente que se encuentra en una fase más avanzada del programa. El
grupo es en todo momento el referente facilitador de la integración.
Participación en los diferentes aspectos de la vida del centro, trabajan-
do la concienciación del menor respecto a “su casa”. Intervención siste-
mática por parte de todo el equipo respecto a las normas de convivencia
y respeto mutuo y su trascendencia en la calidad de vida y bienestar de
todos los presentes.
Taller de integración o acogida: Explicación del programa educativo y
del reglamento de régimen interno.

Fase de consolidación

Esta fase representa el grueso del programa terapéutico integral y está orientada
a reforzar los factores de protección en el adolescente ante un sinnúmero de
conductas de riesgos entre ella, el uso problemático de drogas, por lo cuál está
recibiendo tratamiento. Se trata de un periodo en el que se irán trabajando el
desarrollo y/o afianzamiento de competencias emocionales, cognitivas y
conductuales, con la clara orientación de potenciar los factores protectores en-
contrados a lo largo de todo el proceso de evaluación y de minimizar los factores
de riesgo que le llevan a la droga, la violencia, el conflicto, etc.

Los objetivos principales de esta fase son los siguientes:

Desarrollo de pautas de conducta respetuosa consigo mismo, con los demás


y con el entorno.
Desarrollo de habilidades sociales e interpersonales necesarias para reducir
el riesgo de sus patrones de consumo y fortalecer una relación adecuada
con sus grupos de referencia próximos.
Desarrollo de la autonomía y criterios de evaluación.
Gestión responsable y saludable del ocio y tiempo libre.
Educación compensatoria y/o formación profesional (programas de garan-
tía social o afines).

4. Fase de preparación para la salida

Consiste en preparar al menor para su futura derivación a otro recurso de la red o


a su medio familiar.

185
Página
Para ello se hace hincapié en la aplicación fuera del centro de lo trabaja-
do con el menor, para que pueda proseguir con la evolución de sus compe-
tencias emocionales, cognitivas y conductuales. Se le acompaña por lo
tanto en las dificultades que le puedan surgir (miedos, búsqueda de amis-
tades, conocimiento de recursos, etc).

Para ello se hace mucho hincapié en los conceptos de prevención de recaí-


das, en la potenciación de sus capacidades, en las habilidades sociales y en
la autonomía.

Y se promueve de forma exhaustiva la coordinación con otros recursos de la


red, de los que el menor se pueda beneficiar (centros ambulatorios, recur-
sos de capacitación formación, asistencia y apoyo a las familias).

En resumen, en esta fase se pretende darle continuidad a su tratamiento, hacia


una modalidad ambulatoria y al apoyo más intenso de su familia (cuando está
presente) y del equipo psicosocial correspondiente.

Temporalización de la intervención

El tiempo del programa dependerá del proceso de recuperación y rehabilitación


realizado por el niño, niña o adolescente; proceso que a su vez dependerá de los
objetivos prefijados para cada fase de intervención en esta modalidad. Tiempo
estimado 8 meses a 1 año (como máximo).

Perfil del Equipo

Los integrantes del equipo deberán contar con las siguientes competencias:

Dominio del tema del consumo problemático de drogas (abuso y depen-


dencia).
Dominio del tema de infancia, adolescencia y desarrollo.
Dominio del abordaje del síndrome de abstinencia y sus consecuencias.
Dominio del abordaje de patologías asociadas al consumo problemático de
drogas (físicas y psíquicas), donde el diagnóstico es fundamental y el ma-
nejo de algunas de estas patologías es de leve a moderada complejidad.
Dominio de la incorporación de factores psicosociales intervinientes en
este fenómeno de consumo problemático en esta población.

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Página
i
Dominio de técnicas de acogida, de creación de un espacio de vínculo y
de técnicas motivacionales para esta población.
Flexibilidad y buena disposición a trabajar con el ámbito comunitario y en
especial con fuerte vínculo, con los equipos psicosociales y de intervención
ambulatoria de los proyectos de marginalidad.

Equipo Sugerido

Psiquiatra infanto-adolescente y/o adulto y/o médico con competencias


descritas.
Psicológo/a.
Asistente social.
Psicopedago/a.
Terapeuta ocupacional.
Enfermero/a.
Profesor/a de educación física.
Auxiliar paramédico.
Técnico en rehabilitación.
Otro profesional de salud mental u otro afín, de acuerdo a objetivos del
programa.

Intervenciones

Para el seguimiento y refuerzo de adhesión al tratamiento, se sugiere la consulta


de salud mental. Realizada por psicólogo/a, matrón/a, enfermero/a, asistente
social.

Dirigida a: niños, niñas y adolescentes y/o familiar y/o figura vincular significati-
va.

Para diagnosticar, indicar o modificar tratamiento farmacológico, nutricional o


somático en general, junto al seguimiento y refuerzo de adhesión al tratamiento,
se sugiere la consulta médica. Realizada por médico general o especialista, según
corresponda.

Dirigida a niños, niñas y adolescentes.

Para evaluación y diagnóstico psicológico, apoyo emocional y reforzamiento de


187
Página
habilidades psicológicas y sociales, e intervención en crisis, psicoterapia indivi-
dual, se sugiere la consulta psicológica. Realizada por psicólogo o psicóloga, y
dirigida a niños, niñas y adolescentes, familiares o figura vincular significativa.

Para realizar diagnóstico psiquiátrico, indicar o modificar tratamiento, segui-


miento clínico, complementar diagnóstico y farmacoterapia, e intervención en
crisis; se sugiere la consulta psiquiátrica. Realizada por médico psiquiatra. Diri-
gida a: niños, niñas y adolescentes, familiares o figura vincular significativa.

Como complemento del diagnóstico clínico, en los ámbitos cognitivo y de apren-


dizajes, emocional y de personalidad, se sugiere el psicodiagnóstico, realizado
por psicólogo/a clínico con experiencia en pruebas proyectivas, el que se reali-
zará en niños, niñas y adolescentes del programa.

Frente a patología dental existente, se requerirá un tratamiento de odontológico


adecuado, a ser realizado en una consulta dental por un dentista. Dirigido a
niños, niñas y adolescentes del programa.

Frente al diagnóstico e intervención de patología gineco-obstétrica, embarazo,


abuso sexual o infecciones de transmisión sexual y la eventual referencia a aten-
ción especializada; se sugiere una consulta realizada por matrona u otro especia-
lista a través de una derivación asistida y utilizando los recursos de la red.

Para apoyar vinculación y reforzar adherencia al tratamiento, además de reforzar


habilidades psicosociales se sugiere la intervención psicosocial de grupo, realiza-
do por psicólogo, asistente social, enfermera, técnico en rehabilitación supervi-
sado. Dirigido a: niños, niñas y adolescentes, padre y/o madre, figura vincular
significativa, familia.

Para evaluar condiciones psicosociales, motivación a tratamiento y apoyo a la red


social, rescate y reenganche al tratamiento, se sugiere como complemento la
visita de salud mental domiciliaria.

Para evaluar condiciones ligadas a la inserción escolar, desescolarización, aban-


donos reiterados y generar las condiciones de reinserción se sugiere una visita
de salud mental escolar.

Para evaluar, apoyar y realizar un seguimiento de las condiciones de reinserción


laboral del adolescente en tratamiento se sugiere una visita de salud mental
laboral.

188
Página
A modo de trabajar habilidades personales (psicomotricidad, habilidades y des-
trezas manuales, funciones básicas, hábitos alimentarios, horarios habilidades
cognitivas, conductuales, afectivas, creativas), valores asociados al trabajo (res-
ponsabilidad, tolerancia a la frustración, constancia), se sugieren los talleres de
terapia ocupacional. Realizado por terapeuta ocupacional y apoyado por educado-
res.

A modo de favorecer habilidades personales, motivación, reinserción social y buen


uso del tiempo libre se sugieren salidas educativas y culturales, salidas recreati-
vas, actividades deportivas.

A modo de favorecer, la acogida del individuo en la unidad de desintoxicación, y la


coordinación y la derivación asistida del sujeto a otra modalidad de intervención;
se sugieren reuniones de coordinación, reuniones clínicas y de consultaría. Reali-
zadas por los equipo correspondientes.

A modo de favorecer el autocuidado del equipo es necesario establecer


supervisiones técnicas, reuniones de equipo que permitan mantener claridad y
complementariedad en los roles, confianza en el trabajo de sí mismo y del otro,
establecer la contención metodológica y discutir y tener en claro las funciones
institucionales.

A continuación se describen algunas actividades en forma más detallada que for-


man parte de las acciones a realizar en el espacio residencial:

Intervenciones clínicas específicas

Psicoterapia individual:

Aplicación de intervenciones terapéuticas según modelo teórico específico y obje-


tivos de tratamiento. Dirigido a adolescentes.

Fundamentación

A través de la terapia psicológica individual, se pretende que el sujeto


descubra, reconozca y modifique los pensamientos, sentimientos y ac-
ciones de los que surgen algunos de sus problemas (emocionales,
conductuales y sociales), con el fin de favorecer su desarrollo
biopsicosocial que le permita obtener un mayor control de su vida.

189
Página
Objetivos

Favorecer el desarrollo integral del sujeto.


Descubrir los pensamientos, sentimientos y acciones que le generan
los problemas.
Reconocer los pensamientos, sentimientos y acciones que le gene-
ran los problemas.
Modificar los pensamientos, sentimientos y acciones que le generan
los problemas.
Lograr un mayor conocimiento de sí mismo.
Definir su identidad personal y social.

Psicoterapia grupal:

Aplicación de intervenciones terapéuticas según modelo teórico específico y obje-


tivos de tratamiento. La dimensión recreativo-deportiva, educativa y vincular
deberían estar presentes en estas intervenciones.

Dirigida a adolescentes.

Fundamentación

Ofrecer un espacio terapéutico grupal donde se favorezca la


interiorización de la autoayuda, la cohesión grupal y el desarrollo de la
empatía.

Las terapias grupales se deberían organizar en relación a ciertas temá-


ticas tales como: integración social, habilidades sociales, de comuni-
cación y de expresión de emociones, desarrollo de autoestima y
autoeficacia y prevención de recaídas.

Objetivos

Favorecer la cohesión del grupo.


Desarrollar la empatía.
Fomentar la autoayuda.
Adquirir las habilidades sociales básicas.
Utilizar las habilidades sociales básicas.
Adquirir las habilidades básicas de comunicación.

190
Página
Adquirir habilidades básicas de conversación.
Aprender a comportarse asertivamente.
Manejar las habilidades de relación heterosocial.
Aprender habilidades de autoevaluación.
Identificar situaciones, pensamientos y estados emocionales de ries-
go para el consumo.
Aprender estrategias de afrontamiento emocionales, cognitivas y
conductuales.

Psicoterapia familiar y/o de pareja

Fundamentos

Este tipo de terapia, centra su actuación en el asesoramiento, interven-


ción y tratamiento a familias o parejas que lo necesiten. En las familias
con adolescentes usuarios de sustancias, no se busca la separación
física y se trabaja especialmente en que los padres ejerzan mecanis-
mos de control sobre el hijo reforzando límites y jerarquías.

Objetivos

Orientar y ayudar a solucionar las situaciones de conflicto o crisis por las


que pasa la pareja y/o la familia.

Áreas de actuación

Crisis conyugal o de pareja, conflictos asociados a la ruptura de la convivencia,


crisis paterno-filiales, crisis de la familia extensa, problemas de comunicación.
Intervención en familia multiproblemas (violencia intrafamiliar, maltrato, etc.),
conflictos asociados al consumo en la familia.

Niveles de actuación

Nivel terapéutico: elaborar nuevas pautas funcionales en la dinámica del siste-


ma familiar y de la pareja.

Nivel educativo: necesidad de una formación sistematizada y planificada de los


padres y los hijos para prevenir la aparición de problemas.

191
Página
Nivel de asesoramiento: potenciar las capacidades básicas del sistema familiar
y de pareja para adecuarlas a las necesidades de cada ciclo vital.

Es decir, se interviene en los tres niveles: individual, grupal y familiar, de manera


de abordar integralmente a la persona.

Intervenciones educativas

Como se mencionó anteriormente, la necesidad de incluir este tipo de interven-


ciones surge de la observada relación entre las experiencias de fracaso escolar y
la deserción y consumo de drogas. Así, no pretenden reemplazar la educación
formal del niño, niña o adolescente, sino proveer un apoyo que aumente las
probabilidades de éxito al enfrentarse a las exigencias de ese ambiente.

Intervenciones psicopedagógicas.

u
Nivelación y apresto escolar.

Fundamentación

Las clases de nivelación académica, dentro del programa, deben ser, en


la medida de lo posible, personalizadas y adaptadas a las necesidades
educativas de cada niño, niña y adolescente.

Objetivos:

Motivar respecto al valor de la formación para su presente y futuro.


Fomentar la adquisición de bases formativas orientadas a la incor-
poración laboral.
Ayudar a que el niño, niña o adolescente identifique sus dificulta-
des y potencialidades respecto a la formación.
Dotar al sujeto de hábitos de estudio y actitudes asociadas a éste.
Hacer valorar al individuo que cada nuevo aprendizaje incrementa
sus aprendizajes más complejos.
Fortalecer las relaciones interpersonales, en un ambiente escolar o
formativo normalizado.

Refuerzo escolar.

192
Página
Actividades de orientación a la capacitación e inserción laboral.

Intervenciones recreativas y culturales

Salidas educativo-terapéuticas

Fundamentación

Se plantean cuando el niño, niña o adolescente se encuentran en


espacio residencial.
Las salidas educativo-terapéuticas implican salidas periódicas del
menor a su residencial habitual, durante uno o varios días.
Son parte integrante del proceso educativo-terapéutico del menor
teniendo como base fundamental el que no pierda o vaya retomando
el contacto con su entorno social y/o familiar.
Se planifican teniendo en cuenta los objetivos propuestos por el

u
menor.

Objetivos

Retomar el contacto con su entorno familiar y/o social.


Afianzar los aprendizajes adquiridos en el proceso educativo-te-
rapéutico.
Restablecer las relaciones familiares y sociales de una forma más
adaptativa.
Crear nuevos vínculos sociorrelacionales adecuados a sus necesida-
des e intereses actuales.
Manejar el control de situaciones favorecedoras de consumo de sus-
tancias tóxicas.
Iniciar el contacto con recursos formativos y/o sociolaborales.
Conocer alternativas de ocio y tiempo libre saludables.
Gestionar adecuadamente el tiempo.

193
Página
Actividades culturales y de ocio

Fundamentación

Esta actividad va dirigida a conseguir la autonomía del niño, niña y


adolescente en la gestión de las salidas y/o en ampliar sus aficiones.
Estas salidas, tanto en espacio ambulatorio como residencial, se carac-
terizan por su variedad en el componente lúdico y/o cultural.

Objetivos:

Trabajar las habilidades sociales y de comunicación.


Conocer otras alternativas de ocio saludables.
Conocer la oferta cultural y de ocio del entorno más cercano.
Aprender a controlar situaciones de riesgo mediante la ayuda del edu-
cador.
Aprender a gestionar el dinero.
Aprender a gestionar el tiempo de ocio.
Aprender a evaluar la satisfacción-no satisfacción, en el ámbito del ocio.

Actividades deportivas

Fundamentación

Las actividades deportivas tienen como finalidad el desarrollo de la sa-


lud física y mental.

El deporte es, además, generador de hábitos saludables y buenas prác-


ticas sociales, siendo importante que los niños, niñas y adolescentes lo
identifiquen como un factor de protección frente al consumo de sustan-
cias tóxicas.

Objetivos

Conocer otras alternativas de ocio y tiempo libre saludables.


Mantener hábitos de higiene y buena salud física.
Establecer otro tipo de relaciones en espacios recreativos y saludables.
Gestionar su propio deporte.
Disfrutar del deporte y del trabajo en conjunto.

194
Página
j
Intervenciones de capacitación

Actividades ocupacionales

Fundamentación

Las actividades ocupacionales son imprescindibles, especialmente en


niños, niñas y adolescentes que se presentan la mayoría de las veces
muy desestructurados, sin hábitos y con muy poca motivación.

Objetivos generales

En un primer momento las actividades ocupacionales sirven para con-


tener al sujeto, manteniéndolo ocupado e implicado.
Por otro lado están orientadas a la preparación para la reinserción
socio-laboral.

Los puntos centrales a obtener en estas actividades son:

Aprender a planificar, organizar y desarrollar su trabajo (tiempo, es-


pacio, herramientas, etc.).
Responsabilizarse de todo el proceso relacionado con el trabajo.
Aprender a tener un comportamiento adecuado durante el trabajo.
Valorar sus potencialidades y limitaciones.

Objetivos específicos

Ejercer la contención metodológica.


Interiorizar las normas básicas de convivencia social a través del
trabajo en grupo.
Trabajar el autoconocimiento, el autocontrol y la autonomía.
Aprender metodologías, procesos y procedimientos.
Conocer la dimensión cultural y social de una actividad ocupacional/
profesional.
Generar una concepción estructurada del tiempo y de su uso.
Adquirir hábitos relacionados con el trabajo y la formación.
Desarrollar habilidades sociales y de comunicación.
Ofrecer alternativas ocupacionales que le puedan orientar hacia un
futuro formativo y profesional.
Reconocer las propias cualidades y potencialidades en el trabajo.

195
Página
Los talleres ocupacionales

Fundamentación

Los talleres ocupacionales equivaldrían a las materias de educación ar-


tística y física y las actividades extraescolares de la educación formal.

Se trabajan tanto habilidades personales (psicomotricidad, habilida-


des y destrezas manuales, cognitivas, conductuales, afectivas,
creativas), habilidades de estudio (concentración), valores asociados
al trabajo (responsabilidad, tolerancia a la frustración, constancia),
alternativas para el buen uso del ocio.

Objetivos

Complementar la formación del sujeto a través de actividades manua-


les, artísticas, así como fomentar hábitos de trabajo.
Desarrollo de la creatividad.
Ofrecer a los chicos y chicas, alternativas de ocio y tiempo libre.
Exploración y desarrollo de las destrezas psicomotrices, a través de
actividades manuales, artísticas, etc.
Fomentar las relaciones interpersonales y el control emocional.

Intervenciones de vinculación, reinserción y motivación

Tutorías

Está a cargo del o los tutores que trabajan directamente con el niño, niña
y adolescente.

Fundamentación

En las tutorías se procede al diseño, seguimiento y evaluación del pro-


yecto terapéutico integral (PTI).
Es un espacio privilegiado de reflexión, análisis y evaluación del pro-
yecto educativo individualizado.
Durante las tutorías se contrasta información, se marcan objetivos y
se realiza una programación individual.
Este espacio de atención individual está asimismo orientado a generar

196
Página
implicación y motivación al sujeto en su proyecto educativo, demos-
trándole apoyo y refuerzo respecto de sus logros.
Se realizan con una frecuencia semanal o quincenal según los casos.

Objetivos

Crear un espacio de reflexión, análisis y evaluación (PTI).


Realizar una reflexión personal estructurada.
Contrastar información.
Programar y evaluar los objetivos del (PTI).
Programar individualmente.
Simular situaciones problemáticas o de riesgo.
Llamar la atención del sujeto respecto a sus dificultades de logro.
Conocer las inquietudes y expectativas del sujeto.
Escuchar las preocupaciones, dudas, etc. respecto a su PTI.
Implicar-motivar-reforzar al individuo en su proyecto integral.

Actividades de prevención de recaídas

Permiten al adolescente, principalmente, aprender a reconocer los


signos tempranos de la recaída y desarrollar estrategias de evitación y
enfrentamiento que pongan en juego nuevas habilidades o refloten
habilidades perdidas, a fin de evitar que aquéllas acontezcan.

Las técnicas a implementar deben adecuarse a las características de la


adolescencia y de los adolescentes en tratamiento. El modo de presen-
tación debe ser accesible y entretenido. En lo concreto, las técnicas
deben permitir trabajar la detección de señales de riesgo de recaídas, la
identificación de pautas de pensamiento y sentimientos que pueden ser
disparadores o precursores del proceso de recaída y la elaboración de
estrategias de enfrentamiento para evitar la recaída.

El juego y el humor son herramientas indispensables a la hora de eva-


luar riesgos de recaídas y discutir modos de enfrentar los mismos de
manera eficaz.

Las dramatizaciones de situaciones vividas o por vivir que pueden des-


embocar en un retorno al consumo de sustancias, permiten ubicar al
joven in situ, y tornan evidentes los riesgos, las dificultades y las posi-
bilidades de acción, desbaratando el arsenal de racionalizaciones y jus-
tificaciones encubridoras del deseo de consumir.
197
Página
Modalidad de atención
en Unidad de Desintoxicación

Fundamentos

Las modalidades de desintoxicación residencial, deben ofrecen servicios residen-


ciales a pacientes intoxicados en alto riesgo de recaída y/o sufriendo un síndro-
me de abstinencia que requirieren de un ambiente terapéutico altamente es-
tructurado y con supervisión clínica continua, las 24 horas al día. Esta modali-
dad de servicios, persigue aliviar los síntomas de abstinencia y de retiro de
sustancias, reducir el deseo urgente del uso de éstas, normalizar el balance
bioquímico del cuerpo y las funciones fisiológicas y normalizar paulatinamente y
en forma menos intensa, las funciones cognitivas, emocionales y sociales. Los
servicios son prestados por un equipo clínico adecuadamente entrenado en los
procesos de desintoxicación asistida, con el uso de fármacos. En el caso de
niños, niñas y adolescentes, ésta debe estar enmarcada en el contexto
institucional de protección, contención y facilitación de su desarrollo integral.

Propósito

Ofrecer asistencia terapéutica de alta complejidad e intensidad, a niños, niñas y


adolescentes que presentan síntomas de dependencia y/o síndrome de absti-
nencia, por lo tanto, que requieran de un proceso de desintoxicación; y que no
ha sido posible esta intervención o no se ha logrado una suficiente eficacia en
espacios ambulatorios de moderada intensidad (CAI) o bien de alta intensidad
(centro de día o residencial) de cuidados.

Objetivo General

Implementar una modalidad de atención para niños, niñas y adolescentes que


presenten síntomas de dependencia y/o síndrome de abstinencia y sus conse-
cuencias, en espacio terapéutico cerrado, de alta complejidad e intensidad para
el desarrollo de un proceso de desintoxicación.

198
Página
Objetivos Específicos

Responder integradamente en la atención de niños, niñas y adolescentes


que presentan síntomas de dependencia y/o síndrome de abstinencia,
que requieren asistencia y que acceden directamente al programa o sean
derivados por otros organismos o instancias de la red.
Diagnosticar y tratar los síntomas de dependencia y/o de síndrome de
abstinencia y sus consecuencias, y la comorbilidad psiquiátrica existente.
Apoyar, asesorar y cooperar con los equipos ambulatorios y residenciales
que trabajan con estos niños, niñas y adolescentes, en relación a la
drogodependencia y la prevención de recaídas.
Capacitar a los equipos que se encuentran abordando la problemática de
drogas, en aspectos terapéuticos de competencias específicas, y su coor-
dinación con el programa de desintoxicación.
Contactar, apoyar e incluir a la familia en todo el proceso de desintoxicación,
a modo de obtener información y lograr adherencia en el proceso.
Articularse y participar en red con otros programas de tratamiento y
rehabilitación de menor complejidad e intensidad de la red sanitaria pú-
blica y privada y con otros organismos de las redes sociales, comunitarias,
educativas, psicosociales, etc. que trabajan con esta población.
Proporcionar un espacio de protección y de contención que garantice la
eficacia de las intervenciones terapéuticas realizadas con el niño, niña y
adolescente.
Adoptar las medidas correspondientes, con relación a situaciones de urgen-
cia, en forma inmediata y de manera eficaz.
Derivar a la modalidad de atención residencial-ambulatoria, lo antes po-
sible, en la medida del avance del tratamiento y de las condiciones del
paciente.

Fases de Intervención

Fase de preingreso

Esta fase es esencial, en cuanto a que permite al equipo realizar una valoración
general de las características del niño, niña o adolescente que requiere la aten-
ción en una unidad de desintoxicación, los motivos de la derivación y las posibili-
dades de asistencia integral durante su estadía en la unidad, teniendo en cuenta
dos premisas fundamentales:

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Página
Valoración del caso del niño, niña o adolescente, cuyo ingreso se
propone al equipo de desintoxicación, tomando en cuenta, su estado
físico general, las consecuencias provocadas por el consumo de sus-
tancias, la intensidad de la sintomatología provocada por estas conse-
cuencias, la intercurrencia de patología psiquiátrica aguda o crónica y,
por último, su situación social.

Valoración del ingreso del niño, niña o adolescente, teniendo en cuenta


el grupo de chicos y chicas que ya se encuentran ingresados en proceso
de desintoxicación.

Para ello se procede a realizar:

Reunión de coordinación con equipo ambulatorio o instancia de la red,


que está planteando la necesidad de desintoxicación.
Coordinación y contacto con familiar y/o figura vincular significativa.
Revisión y valoración de diagnóstico psicosocial previo y situación clíni-
ca preexistente.

La familia o familiar responsable deberá firmar un consentimiento informado,


para el ingreso del sujeto a la unidad de desintoxicación, a modo de autorizar las
intervenciones tanto clínicas como de apoyo social, que se realizarán con el indi-
viduo. Si ella no se encontrara presente, al igual que en la modalidad residencial,
se debe contar con la autorización del juez de menores, por lo que no pueden
ingresar vía derivación institucional o espontánea sin orden judicial.

Fase de desintoxicación

Fundamento

El niño, niña o adolescente ingresa en condiciones de alto riesgo tanto somático


como psíquico, por lo cual requerirá compensar aspectos somáticos básicos como
nutrición e hidratación, además de recuperarse de síntomas de dependencia,
síndrome de abstinencia o patología psiquiátrica que es consecuencia del consu-
mo de sustancias.

200
Página
Objetivo principal de la fase:

Abordaje inmediato de los síntomas de dependencia y/o síndrome de abstinencia.

Abordaje inmediato de situaciones clínicas de riesgo somático (deshidratación,


desnutrición, etc).

Principales acciones:

Uso de fármacos.
Uso contención estructural y contención metodológica.
Función contenedora y protectora institucional.
Recuperación nutricional (reanimación).
Tratamiento de patologías somáticas agudas y eventual psicopatología de-
tectada.
Derivación asistida a centro asistencial de especialidad si se requiere (ser-
vicios de urgencia, entre otros).
Contacto con la familia.

Fase de incorporación y adaptación

Fundamento

Una vez que el sujeto se encuentre compensado de sus dificultades somáticas y


psíquicas agudas, la recuperación continuará en un contexto en que se necesita
su incorporación y adaptación paulatina a la unidad en la que ha ingresado,
pudiendo trabajar aspectos básicos de aseo, alimentación, incorporación de re-
glas y normas, relaciones con pares y con equipo tratante, además de iniciarse
en ciertos aspectos del autocuidado.

Objetivo principal de la fase:

Trabajar estrategias favorecedoras de la inserción psicosocial.

201
Página
Principales acciones:

Trabajo en funciones normativas básicas: hábitos de aseo, hábitos de ali-


mentación, orden, reglas, autocuidado, relaciones interpersonales.
Juego y recreación.
Ejercicio físico adecuado.
Consolidación de un vínculo terapéutico, en una continuidad de cuidados y
como parte de un itinerario.
Manejo de psicopatología existente.
Actividades relacionadas a la prevención de recaídas.
Contacto, acompañamiento y visitas familiares.

Fase de preparación a continuar en el itinerario

La desintoxicación y la compensación somática, ya se ha realizado. Esta recupe-


ración, ha sido sostenida y paulatina considerando aspectos somáticos, psicoló-
gicos y sociales. Se ha favorecido y motivado al sujeto a mantenerse en un
contexto de protección y cuidados. Por lo tanto, es necesario trabajar la conti-
nuación del itinerario de intervención, en otro espacio o modalidad que pueda
ahondar con mayor profundidad las potencialidades y los déficit del sujeto que
permitirán una reinserción biopsicosocial más adecuada. Por lo tanto, se reque-
rirá trabajar cognitiva y emocionalmente la partida del menor, en un proceso de
acompañamiento en que se coordinará el equipo tratante de la unidad de
desintoxicación (o parte de él) y el equipo tratante que continuará la asistencia
en este itinerario de intervención.

Objetivo principal de la fase:

Trabajar con el niño, niña o adolescente, y su familia o figura vincular significa-


tiva, en el entendimiento del itinerario de intervención, tomando aspectos
cognitivos, emocionales y relacionales.

Coordinación con modalidad de intervención siguiente y preparación de la deri-


vación asistida.

Principales acciones:

Continuar funciones básicas.


Juegos y recreación.

202
Página
Hábitos horarios.
Patrones de sueño y alimentación establecidos.
Continuar manejo de patología somática adecuada, al igual que
psicopatología detectada.
Intervenciones educativas en relación al itinerario de intervención.
Actividades relacionadas a la prevención de recaídas.
Contacto y asistencia con el equipo que continúa en el itinerario, a través
de reuniones de coordinación o visitas del sujeto al nuevo equipo o progra-
ma.
Contacto, acompañamiento y visitas familiares.

Temporalización de la Intervención

La permanencia en la unidad de desintoxicación tiene una duración de 20 a 30


días como máximo.

La duración de cada fase en particular, será de acuerdo al PTI de cada sujeto.

Intervenciones

Para el seguimiento y refuerzo de adhesión al tratamiento, se sugiere la consul-


ta de salud mental. Realizada por psicólogo/a, matrón/a, enfermero/a, asis-
tente social.

Dirigida a: niños, niñas y adolescentes y/o familiar y/o figura vincular significa-
tiva.

Para diagnosticar, indicar o modificar tratamiento farmacológico, seguimiento y


refuerzo de adhesión al tratamiento, se sugiere la consulta médica. Realizada
por médico general o especialista, según corresponda.

Dirigida a niños, niñas y adolescentes.

Para evaluación y diagnóstico psicológico, apoyo emocional y reforzamiento de


habilidades psicológicas y sociales, e intervención en crisis se sugiere la consulta
psicológica. Realizada por psicólogo o psicóloga, y dirigida a niños, niñas y
adolescentes, familiares o figura vincular significativa.

Para realizar diagnóstico psiquiátrico, indicar o modificar tratamiento, segui-

203
Página
miento clínico, complementar diagnóstico y farmacoterapia, e intervención en
crisis; se sugiere la consulta psiquiátrica. Realizada por médico psiquiatra. Diri-
gida a: niños, niñas y adolescentes, familiares o figura vincular significativa.

En caso de ser requerido, como complemento del diagnóstico clínico se sugiere


el psicodiagnóstico, realizado por psicólogo/a clínico, el que realizará en niños,
niñas y adolescentes del programa.

Frente a una urgencia dental se requerirá un tratamiento de urgencia y referencia


adecuada, a ser realizado en una consulta dental por un dentista. Dirigido a niños,
niñas y adolescentes del programa.

Frente al diagnóstico e intervención de patología gineco-obstétrica, embarazo,


abuso sexual o infecciones de transmisión sexual y la eventual referencia a aten-
ción especializada; se sugiere una consulta realizada por matrona.

Para apoyar vinculación y reforzar adherencia al tratamiento, además de refor-


zar habilidades psicosociales se sugiere la intervención psicosocial de grupo,
realizado por psicólogo, asistente social, enfermera, técnico en rehabilitación
supervisado. Dirigido a: niños, niñas y adolescentes, padre y/o madre, figura
vincular significativa, familia.

Para evaluar condiciones psicosociales, motivación a tratamiento y apoyo a la


red social, rescate y reenganche al tratamiento, se sugiere como complemento
la visita de salud mental domiciliaria.

A modo de trabajar habilidades personales (psicomotricidad, habilidades y des-


trezas manuales, funciones básicas, hábitos alimentarios, horarios habilidades
cognitivas, conductuales, afectivas, creativas), valores asociados al trabajo (res-
ponsabilidad, tolerancia a la frustración, constancia), se sugieren los talleres de
terapia ocupacional. Realizados por terapeuta ocupacional y apoyados por edu-
cadores.

A modo de favorecer la acogida del individuo en la unidad de desintoxicación, y


la coordinación y la derivación asistida del sujeto a otra modalidad de interven-
ción, se sugieren reuniones de coordinación, reuniones clínicas y de consultoría.
Realizadas por los equipos correspondientes.

A modo de favorecer el autocuidado del equipo, es necesario establecer


supervisiones técnicas, reuniones de equipo que permitan mantener claridad y

204
Página
complementariedad en los roles, confianza en el trabajo de sí mismo y del otro,
establecer la contención metodológica y discutir y tener en claro las funciones
institucionales.

Equipo

Técnico en rehabilitación.
Enfermera.
Asistente social.
Psicólogo.
Terapeuta ocupacional.
Psiquiatra.
Profesor de educación física.
Manipulador de alimentos.

Se sugiere contar con la coordinación expedita o apoyo de médico general (pa-


tologías somáticas), matrona, dentista y ciertos servicios de especialidad, en
caso de requerirlo (servicio de urgencia u otras especialidades).

Se hace indispensable la coordinación con la red asistencial de salud que ha


referido al niño, niña o adolescente; por lo general, equipo ambulatorio. En
caso de no haber sido derivado de algún equipo ambulatorio del sector o la
comuna, se deberá hacer contacto con el equipo al que se derivará, a modo de
favorecer y asegurar el seguimiento en el itinerario de intervención y la even-
tual referencia asistida junto a sus familiares o figuras vinculares.

205
Página
Adherencia al tratamiento

La literatura con respecto a este tópico es escasa. Sin embargo, se aborda al


considerar principios, enfoques, métodos y eficacia del tratamiento. En los es-
tudios realizados en adultos, los principales predictores de adherencia incluyen
un conjunto de variables demográficas, familiares y relativas a los programas.

Spooner y cols. (1996) resumieron los factores más estrechamente ligados a la


adherencia en el tratamiento: edad, nivel de educación, tipo de psicopatología
(p. ej. depresión), grado de apoyo de la familia y de los amigos, nivel de abuso
previo de drogas, condiciones de vida (estables o inestables). Además, existi-
rían cierto número de elementos pertenecientes a los programas de tratamiento
(en adultos) y que estarían asociados a la adherencia: revisión y valoración con-
tinua del proceso, atención a los problemas psicológicos, atención a las necesi-
dades de la familia, atención individual y mayor atención a pacientes más nue-
vos (en residencial) (Condelli y de-Leon, citados en Spooner y cols., 1996).

En una recopilación de opiniones dadas por el personal que trabajaba con adoles-
centes, Miller, que es citado en Spooner (1996), identificó ciertos elementos de
un programa con una mayor probabilidad de adherencia por parte de los suje-
tos. Estos elementos incluían altos niveles de apoyo a la espontaneidad del jo-
ven, apoyo a la actividad y al desarrollo de la autonomía del paciente, una
orientación práctica y personal a la solución de los problemas y estímulo cons-
tante a la expresión de sus sentimientos. También se señalaron: un nivel razona-
ble de orden y organización, la claridad del programa y el control del personal
(destinado a garantizar la seguridad de los pacientes). Un entorno seguro se
indicó como un predictor de adherencia a largo plazo.

Schonberg (1996) observó la importancia de una cuidadosa adaptación del trata-


miento en consumo problemático de sustancias, al sujeto, a modo de facilitar su
adherencia. El tratamiento de los pacientes debe suponer, por lo tanto, una
valoración y una ponderación de factores múltiples, como el nivel de toxicidad,
los efectos de un abandono del consumo y la consideración de problemas médi-
cos, interpersonales y ambientales.

Como el éxito de los resultados a menudo depende de que la persona se mantenga


dentro del tratamiento suficiente tiempo para poder recibir todos los beneficios,
206
Página
las estrategias para retener a un individuo dentro del programa constituyen un
elemento clave del tratamiento (NIDA, 2001).

El hecho de que el sujeto de atención se mantenga dentro del tratamiento de-


pende de factores asociados tanto con el individuo como con el programa. Los
factores asociados a la persona, que influyen su decisión de entrar y mantenerse
dentro del tratamiento, incluyen la motivación que tenga para cambiar su com-
portamiento de uso de drogas, el grado de apoyo de la familia y de las amista-
des, y el grado de presión que sienta por parte del sistema de justicia criminal,
de los servicios de protección infantil, del trabajo o de la familia para mante-
nerse dentro del tratamiento. Dentro del programa los consejeros exitosos son
los que logran establecer una relación terapéutica positiva con el individuo. El
consejero debe asegurarse de que se establezca un plan de tratamiento y que él
mismo sea seguido para que la persona sepa lo que debe esperar durante éste.
Durante el período de tratamiento el usuario debe tener acceso a servicios mé-
dicos, psiquiátricos y sociales.

Ya que algunos problemas individuales (tales como una enfermedad mental se-
ria, el uso severo de la cocaína y conexiones criminales) aumentan la probabili-
dad de que un paciente termine prematuramente el programa, es posible que se
requieran tratamientos intensivos con una variedad de componentes para rete-
ner a los usuarios que tienen estos problemas. El terapeuta debe asegurarse de
que exista una transición a cuidados continuos o "terapia de convalecencia" des-
pués de que el paciente termine el tratamiento formal.

A juicio de expertos con mucha experiencia en el ámbito de la ejecución de pro-


gramas en adolescentes, existirían ciertos factores a tener en cuenta en el se-
guimiento de los tratamientos instaurados, que aumentan o disminuyen la adhe-
rencia en éstos.

Estos factores serían los siguientes:

Recursos individuales: estilo cognitivo con mayores recursos.


Resonancia afectiva, capacidad de vínculo, tolerancia a la frustración,
estilo de vinculación con pares y autoridad, capacidad de espera. Proyec-
ción a futuro.
Figura vincular significativa, disponible e integrada al proceso.
Información entregada respecto del tratamiento: oportuna, en la canti-
dad adecuada, no atemorizante.
Programa de atención con un modelo comprensivo del adolescente: exis-

207
Página
tencia de equipos flexibles, dinámicos, integrales, con trabajo de motiva-
ción constante. Equipo empático, no desafiante ni centrado en la evalua-
ción.
Construcción de objetivos del tratamiento en conjunto con el adolescente.
Programas centrados más en el otorgamiento o búsqueda de sentido.
La existencia de un acompañamiento terapéutico real.
Oferta terapéutica diversificada con espacios protectores de fin de sema-
na.
Dispositivo grupal: rector en el tratamiento, con claro encuadre terapéu-
tico, que posibilite el trabajo de individuación y autonomía.
Organizaciones sociales comprometidas con los adolescentes y funcionan-
do en red. Con recursos adecuados, protectores y que den efectivamente
solución a las dificultades. Comunidad organizada, informada respecto a
la efectividad de los tratamientos.

En la medida que se consideren estos factores estaremos más atentos a estimu-


lar la adherencia en los tratamientos de niños, niñas y adolescentes.

Evaluación
Indicadores
A pesar de que la reducción del consumo de drogas sigue siendo un indicador
importante del éxito en un tratamiento, existirían otras variables que pudieran
ayudarnos en esta evaluación (Janet Currie, 2001):

Mejoría en la calidad de vida del paciente, por ejemplo, estado de salud.


Una autovaloración más positiva por parte del paciente.
El logro de los resultados establecidos por el paciente, con la capacidad
para alcanzar metas autodeterminadas en una variedad de áreas de la vida.
Mejoría del conocimiento sobre el impacto de las drogas.
Menor implicación en causas delictivas.
Inserción escolar y una mejoría en la capacidad de funcionamiento en los
centros educativos.
Satisfacción del cliente con respecto al programa.
Asistencia a tratamiento y cumplimiento del mismo.

208
Página
Capacidad para funcionar en muchas áreas de la vida (pares, escuela,
familia, etc.).
Capacidad para reducir los peligros o riesgos de las drogas y autoprotegerse.
Mejoría en las relaciones familiares.

Por otra parte, Carmen Arbex (2002), en la “Guía de intervención en menores y


consumo de drogas”, plantea la necesidad de llevar a cabo un adecuado segui-
miento y evaluación de la intervención, para lo cual sugiere recoger una serie
de datos en forma sistemática sobre las actuaciones que se realizan y, para ello,
propone una serie de indicadores de evaluación. A partir de estos indicadores,
se deben construir instrumentos de registro que puedan adecuarse a las necesi-
dades de los equipos, permitiendo, a la vez, recoger información relevante y
estandarizada, de manera de ser utilizada para mejorar los programas y las
políticas de tratamiento a nivel nacional.

Para intervenciones preventivas del tipo selectivas Arbex plantea los siguientes
indicadores:

Trabajo realizado con grupos de menores (Nº de grupos, características de


los grupos, vía de capacitación, etc.).
Trabajo realizado con grupos de menores en contextos educativos.
Trabajo con entidades y recursos comunitarios.
Seguimiento individual de menores en situación de riesgo (menores nue-
vos, derivados, reiniciados en el trabajo, etc.).

Por otro lado, para intervenciones preventivas del tipo indicada, sugiere el regis-
tro caso a caso (casos nuevos, casos derivados, casos reingresados, abandonos,
etc.).

Todos estos elementos descritos muestran el desafío al cual se deben enfrentar


quienes deseen hacer diagnóstico e intervención en población de niños, niñas y
adolescentes con consumo problemático de sustancias.

La Construcción de un Modelo comprensivo evolutivo, pertinente e integral es la


meta a seguir, a modo de ver, comprender y tener la posibilidad de actuar frente
a un fenómeno como el consumo de sustancias, en un sujeto en desarrollo y tan
dependiente del contexto.

209
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