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La señorita Silvia tomó envión.

No es que hubiera hecho alguna maniobra corporal específica, se trataba de un simple efecto actitudinal, el d
envión, sentirse como una enviada desde el mundo de la sabiduría cuyo destino era ayudar a la formación de unos treinta jóvenes argentino
futuro, su potencial, y vaya saber cuántos tiempos verbales más, dependían de ella. Este pensamiento la ayudó a distraerse y, cuando se di
cuenta, ya estaba dentro del aula. Era la hora de la verdad. O bueno, sin tanto melodrama, era la hora de Lengua.

-Hoy vamos a hablar de las palabras -quiso comenzar, pero no pudo.

-¡No entiendo, seño! ¿Cómo vamos a hablar de las palabras?

-Este fue Ariel-. Uno habla con las palabras, pero. ¿de las palabras?

-¡No corrijas a la seño, que ella hizo el magisterio y vos no! -le gritó Joaquín.

-¿Magisterio? ¿Qué es eso, un misterio mágico? -preguntó la dulce Julieta.

-¡No te hagas la magistérica! -otra vez Joaquín, pero ahora con Julieta.

-¡Seño, seño, Joaquín me dijo una mala palabra! -insistió la dulce Julieta-. ¡Me dijo magistérica! ¿Qué quiere decir?

-¿Y cómo sabés que es una mala palabra, si no sabés lo que quiere decir? -intentó la seño.

Pero la dulce Julieta fue terminante: -Porque si lo dijo Joaquín, seguro que es una mala palabra. Y por si necesitaba apoyo, obtuvo el de Arie

-Además, seño, mi mamá dice que las palabras que no entendemos, son malas palabras.

-¿Eso dice tu mamá?

-Bueno, no exactamente, pero cada vez que le pido que me explique lo que quiere decir una mala palabra, ella se enoja y me dice que mejo
una buena palabra, que para qué pierdo el tiempo queriendo saber una palabra que es mala, habiendo tantas buenas.

-Medio paralelepípeda, tu mamá, ¿no? -dijo Joaquín. Ariel se le fue al humo.

-Paren, chicos -La señorita los separó-. ¿Qué es esto de pegar, Ari?

-Pero, seño, ¡Joaquín le dijo paralelepípeda a mi mamá! ¡La trató de animal, de bestia, de gusana, de ciempiesa!

-¡Pero Ari, el paralelepípedo es un cuerpo geométrico!

-Sí, pero es un cuerpo de animal, por más que sea chiquito y mida menos de un metro, como usted dice. Yo sé, seño, los que tienen dos pa
bípedos, los que tienen cuatro son cuadrúpedos, y los que tienen muchas, y paralelas, como los ciempiés, son "paralelepípedos ". Esa es un
palabra.

-¡No, son dos malas palabras juntas! Porque las últimas cinco letras, es otra mala palabra -le echó nafta al fuego la dulce Julieta.

-Chicos, las palabras no son ni buenas ni malas, todo depende de cómo se las use. ¡Malo es el tono., la intención, pero no la palabra!

-Es cierto, seño -intervino Sebas-. Por ejemplo, para mí, "jarrón" es una mala palabra, cuando la usa mi mamá.

-¿Por qué, Sebas, qué es lo que dice?

-Dice: "¡Te voy a estrellar el jarrón en la cabeza, vas a ver!".

-¡Es una equilátera tu mamá! -insistió Javi.

Sebas se le acercó amenazador.

-¡Mi mamá no es ninguna equilátera! ¿A quién le decís equilátera, vos?, ¡más escalena será tu hermana!

-¿Mi hermana, escalena? ¡Tu hermano es un mesozoico!

-¡Tu prima es una eucarionte!

-¡Callate vos, linfocito!

-¡Sos un percentilo, eso es lo que sos, un percentilo helicoidal!


-¡Y vos, una abscisa paradójica, una sujeta tácita, una verdadera excipiente patognomónica polisémica!

La señorita Silvia no sabía qué hacer.

-¡Chicos, paren..! ¡Ni que estuvieran en guerra!

Y la dulce Julieta:
-¿Guerra dijo? ¡Ay, seño, no diga malas palabras!

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