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A los lineamientos con los que se está dictando cómo procesar y cómo resolver, en
estos casos de atribución jurisdiccional, se los conoce como política jurisdiccional.
Tal vez la función primera de la Corte Suprema de Justicia sea determinar las
políticas jurisdiccionales, sin embargo, no se busca que estas políticas sean
determinadas verticalmente, sino que los escalafones más bajos de la justicia
tengan su capacidad de hacerlo.
La jurisprudencia es entonces una fuente del derecho, cuyo valor varía según
la organización de cada país. Se diferencia de las otras fuentes que podrán ser
la legislación (en donde se incluyen la Constitución, las Leyes Nacionales y
Municipales, los decretos de menor valor), la doctrina (estudios y observaciones de
carácter científico, realizadas a partir de juristas), la costumbre (circunstancias que,
sin ir en contra de ninguna ley o decreto, se repiten por un tiempo y son aceptadas
por una comunidad hasta transformarse en culturales, aunque no estén registradas ni
legisladas).
Fuente: http://concepto.de/jurisprudencia/#ixzz4srSn8LA6
Es posible hablar del problema jurídico al menos en dos niveles: uno teórico y uno
práctico. El primero fue particularmente desarrollado por Theodor Viehweg, un
iusfilósofo alemán un tanto olvidado y que –por lo que adelante se verá- parece
necesario reivindicar, ahora que se admite sin mayor discusión que una de las
fuentes normativas es la jurisprudencia.
Un problema jurídico es una controversia que debe ser resuelta en el marco del
derecho vigente. Cuando el mismo es sometido a la decisión de un juez, usualmente
se le impone la obligación de motivarla. Esto exige delimitar la disputa a partir de
los enunciados normativos y fácticos que son introducidos por las partes en el
proceso, apoyados en consensos hermenéuticos y/o medios de prueba. Cuando el
juez tiene la información normativa y fáctica completa –y sus respectivos sustentos
interpretativos y probatorios-, está en condiciones de formular el problema. Este
tiene entonces un doble componente: el normativo, que refiere el aspecto general
de la controversia y enuncia el tema sobre el cual girará el debate, y el fáctico, que
señala las características del caso que le dan el particular giro hermenéutico al tema
general.
Pero existe una ventaja adicional poco advertida pero no menos importante que la
anterior y que por lo mismo debe subrayarse: así como el problema sirve para
orientar la disertación judicial propiamente dicha –lo que formalmente se conoce
como las consideraciones de la providencia-, también se constituye en una
inmejorable herramienta para organizar los antecedentes del caso. Si el juez no
puede tener el control total de todo lo que se arrima y prima facie serviría al
proceso, sí lo tiene respecto de lo que es relevante normativa y fácticamente al
momento de redactar el fallo definitivo. El problema entonces puede marcar los
aspectos relevantes de la demanda, de las pruebas, de los alegatos, de la(s)
sentencia(s) de instancia –cuando sea el caso-, de los recursos, etc., y con ello evitar
la transcripción larga, tediosa e innecesaria de textos que nada informen al
problema que realmente guía la controversia.