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Concepto de Jurisprudencia

El concepto jurisprudencia se utiliza en el lenguaje del derecho, para referirse al


conjunto de pronunciamientos que dictan las personas que tienen capacidad y facultad
de interpretar las normas jurídicas, adaptándolas a cada caso concreto.

El paso de la legislación y el establecimiento de las leyes a su real


cumplimiento requieren de decisiones, que a veces no están explícitas en las
normas. Justamente por estas cuestiones de jurisprudencia es que los jueces no son
ni podrán ser jamás personas mecánicas que actúen al pie de la letra, sino que deben
formar y poseer criterios particulares.

La jurisprudencia se forma a partir de todos los fallos de tribunales judiciales, ya que


todo constituirá un precedente de acción. Es por esto que una decisión de un juez
no tiene solamente el efecto actual, sino que servirá de precedente para futuras
ocasiones, tanto de ellos como de otros magistrados. La frase ‘sentar
jurisprudencia’ se usa justamente para aquellas situaciones en las que un juez
establece los parámetros con los que la justicia comenzará a expedirse en algún caso.

A los lineamientos con los que se está dictando cómo procesar y cómo resolver, en
estos casos de atribución jurisdiccional, se los conoce como política jurisdiccional.
Tal vez la función primera de la Corte Suprema de Justicia sea determinar las
políticas jurisdiccionales, sin embargo, no se busca que estas políticas sean
determinadas verticalmente, sino que los escalafones más bajos de la justicia
tengan su capacidad de hacerlo.

La jurisprudencia es entonces una fuente del derecho, cuyo valor varía según
la organización de cada país. Se diferencia de las otras fuentes que podrán ser
la legislación (en donde se incluyen la Constitución, las Leyes Nacionales y
Municipales, los decretos de menor valor), la doctrina (estudios y observaciones de
carácter científico, realizadas a partir de juristas), la costumbre (circunstancias que,
sin ir en contra de ninguna ley o decreto, se repiten por un tiempo y son aceptadas
por una comunidad hasta transformarse en culturales, aunque no estén registradas ni
legisladas).

El derecho conocido como anglosajón, que es el que predomina en Inglaterra, en


Estados Unidos y en algunos países de Oceanía, se basa fundamentalmente en la
jurisprudencia y en las sentencias dictadas por el mismo tribunal. Se considera, en ese
ámbito, que la jurisprudencia es la fuente principal, llamada common law. Su
origen se remonta a la época en la que Guillermo el Conquistador estaba en el
trono: el derecho era algo relativamente nuevo y se consideraba que la autoridad legal
estaba emanada de Dios. Este mecanismo jurisdiccional se fue desarrollando por
la centralización de la administración de la justicia en manos del monarca,
que distribuyó jueces a lo largo del país que pudieron establecer una política
jurisdiccional propia.

Se puede establecer una clasificación dentro del concepto y definición de


jurisprudencia, de acuerdo a su condición respecto de la ley misma:

· La jurisprudencia contra legem: es aquella que determina resultados contrarios a


las leyes. Solo podría ser válida en el caso de un país en el que la jurisprudencia
esté por encima de la ley en la escala de fuentes, cosa que no podría suceder en
los países de derecho continental (como el nuestro).

· La jurisprudencia deformante: es la que se expide alterando el sentido de una


ley, aplicándola pero en un caso distinto de aquel para el cual esta prevista.

· La jurisprudencia derogatoria: es la que interpreta una legislación


como inconstitucional. No se trata de una anulación de la ley escrita, pero sí de
una inaplicabilidad en los hechos.

· Jurisprudencia plenaria: es la que se aplica a través de una reunión de todos los


jueces de una cámara o de una corte. A esos fallos se los conoce como fallos
plenarios.
· Jurisprudencia restrictiva: es la que interpreta una ley limitando su aplicación.
Se destacan en este caso las normas que establecen privilegios.

Fuente: http://concepto.de/jurisprudencia/#ixzz4srSn8LA6

El problema jurídico como articulador de la providencia judicial


09 de agosto del 2011
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Danilo Rojas Betancourth


Consejero de Estado

Es posible hablar del problema jurídico al menos en dos niveles: uno teórico y uno
práctico. El primero fue particularmente desarrollado por Theodor Viehweg, un
iusfilósofo alemán un tanto olvidado y que –por lo que adelante se verá- parece
necesario reivindicar, ahora que se admite sin mayor discusión que una de las
fuentes normativas es la jurisprudencia.

Para Viehweg, lo central en el Derecho es el problema –no la norma, ni la moral-, a


partir de lo cual se construye -vía ars inveniendi- la regla que debe servir de base
para tomar la decisión, con apoyo en la tópica. Los casos difíciles son resueltos,
tomando en consideración la aporía fundamental consistente en lo que se
considera justo aquí y ahora, de modo que en la solución de un problema al que se
pueda aplicar más de una norma debe preferirse aquella que arroje un resultado
justo.

Viehweg no avanzó en el entendimiento de lo justo o correcto –como lo harían


después autores como Dworkin y Alexy-, pero su teoría -que pone el acento en el
problema- sirve de guía práctica y metodológica en el quehacer judicial
caracterizado por la solución de controversias jurídicas. Si se admite que la primera
obligación del juez es la de resolver problemas jurídicos –no hacer doctrina, ni
pedagogía en sus fallos-, parece pertinente entonces perfilar en lo que consiste el
problema, sus componentes y su función en la providencia judicial.

Un problema jurídico es una controversia que debe ser resuelta en el marco del
derecho vigente. Cuando el mismo es sometido a la decisión de un juez, usualmente
se le impone la obligación de motivarla. Esto exige delimitar la disputa a partir de
los enunciados normativos y fácticos que son introducidos por las partes en el
proceso, apoyados en consensos hermenéuticos y/o medios de prueba. Cuando el
juez tiene la información normativa y fáctica completa –y sus respectivos sustentos
interpretativos y probatorios-, está en condiciones de formular el problema. Este
tiene entonces un doble componente: el normativo, que refiere el aspecto general
de la controversia y enuncia el tema sobre el cual girará el debate, y el fáctico, que
señala las características del caso que le dan el particular giro hermenéutico al tema
general.

Si bien en el escenario judicial el planteamiento del problema es entonces inducido


por las partes, es al juez a quien a la postre corresponde su correcta formulación.
Los participantes en el proceso suelen actuar conforme a intereses y a partir de ello
sugieren lo que perciben como los problemas de la causa. Pero el juez, como árbitro
de la controversia, obedece menos a la orientación que aquellos privilegian –sin
perjuicio de optar por el planteamiento de alguno de ellos-, y más a la articulación
hechos-norma proveniente de toda la información procesal y normativa
concerniente al caso. Así, mientras una parte está interesada en un fallo de fondo a
favor de sus pretensiones y la otra en contra de las mismas, la información
disponible puede mostrar que el verdadero problema gira en torno a la
competencia, lo cual impediría un pronunciamiento de fondo.

De las distintas ventajas de formular bien un problema jurídico, se resaltan dos: la


más conocida es que orienta y delimita la motivación del fallo. Toda disertación que
se haga en las providencias judiciales debe estar centralmente dirigida a resolver el
(los) problema(s) propuesto(s). Un pionero de estas reflexiones en Colombia,
Jaime Giraldo Ángel, solía insistir con razón en que la jurisprudencia está
constituida por la tesis -que no es otra cosa que la respuesta que el juez da al
problema explícitamente planteado- y la fundamentación de la misma. Es lo que
ahora suele llamarse ratio decidendi. Los fallos judiciales cada vez más muestran
esta fase ventajosa que, se insiste, corresponde a una correcta formulación del
problema.

Pero existe una ventaja adicional poco advertida pero no menos importante que la
anterior y que por lo mismo debe subrayarse: así como el problema sirve para
orientar la disertación judicial propiamente dicha –lo que formalmente se conoce
como las consideraciones de la providencia-, también se constituye en una
inmejorable herramienta para organizar los antecedentes del caso. Si el juez no
puede tener el control total de todo lo que se arrima y prima facie serviría al
proceso, sí lo tiene respecto de lo que es relevante normativa y fácticamente al
momento de redactar el fallo definitivo. El problema entonces puede marcar los
aspectos relevantes de la demanda, de las pruebas, de los alegatos, de la(s)
sentencia(s) de instancia –cuando sea el caso-, de los recursos, etc., y con ello evitar
la transcripción larga, tediosa e innecesaria de textos que nada informen al
problema que realmente guía la controversia.

El problema jurídico bien planteado, en fin, es un auténtico articulador de la


motivación judicial, la cual no solo comprende la parte considerativa, sino también
los antecedentes del caso. Razón tenía Alfonso López cuando decidió encabezar
uno de sus más lúcidos trabajos -La Estirpe calvinista de nuestras instituciones
políticas- con una frase lapidaria: “plantear bien un problema es tenerlo casi
resuelto”.

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