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La evaluación como un proceso de diálogo, comprensión y mejora

Tercera parte

Capítulo 3. Los abusos de la evaluación


La evaluación es un quehacer imprescindible para conocer y mejorar lo que se hace.
La utilización que se haga de ella convierte a la evaluación en un mecanismo inútil
y puede ser que perjudicial. Importa mucho que existan las garantías necesarias de
que van a estar al servicio de la comunidad educativa y de la sociedad, y no sólo al
servicio del poder.
Los abusos de la evaluación son de diferente naturaleza, pero todos de gran
importancia. Unos están enraizados en la intención de las decisiones de su puesta
en marcha, otros en la interpretación de sus resultados y algunos en la utilización
de los mismos por parte del evaluador o de los patrocinadores. Veamos,
someramente, algunos de los posibles abusos.
1. Convertir la evaluación en un elogio a quien la patrocina o la realiza.
2. Elegir sesgadamente para la evaluación algunas parcelas o experiencias que
favorezcan una realidad o una visión sobre la misma.
3. Hacer una evaluación de diferente naturaleza y rigor para realidades igualmente
importantes.
4. Convertir la evaluación en un instrumento de dominación, control y opresión.
5. Poner la evaluación al servicio de quienes más tienen o más pueden.
6. Atribuir los resultados a causas más o menos supuestas, a través de procesos
atributivos arbitrarios.
7. Encargar la evaluación a equipos o personas sin independencia o valor para decir
la verdad.
8. Silenciar los resultados de la evaluación respecto a los evaluados o a otras
audiencias.
9. Seleccionar aquellos aspectos que permiten tomar decisiones que apoyan las
iniciativas, ideas o planteamientos del poder.
10. Hacer públicas sólo aquellas partes del información que tienen un carácter
halagador.
11. Descalificar la evaluación achacándole falta de rigor si los resultados no
interesan.

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12. Dar por buenos los resultados de la evaluación a pesar de su falta de rigor,
cuando esto es lo que interesa.
13. Utilizar los resultados para tomar decisiones claras o subrepticiamente injustas
14. Aprovechar la evaluación para hacer falsas comparaciones entre lo que es
realmente incomparable.
15. Atribuir los malos resultados no al desarrollo del programa sino a la torpeza, la
pereza o la mala preparación o voluntad de los usuarios del mismo.
Algunas pistas para evitar los abusos
La evaluación tiene un carácter político aunque aparezca superficialmente como
una actividad de carácter técnico y consecuentemente un fuerte componente ético,
por ello, hay que asegurar la independencia de los evaluadores como medio para
evitar los abusos de la evaluación.
Capítulo 4. Una metáfora para comprender la evaluación
Utilizando como metáfora el fútbol, el autor, nos acerca a la complejidad del
fenómeno de la evaluación. Nos plantea algunas perplejidades, paradojas o dilemas
que los docentes enfrentamos el momento de evaluar a nuestros alumnos.
El resultado final. Importa el resultado final o ganar el juego. Al alumno le importa
su calificación final, más que cualquier otra cosa.
La claridad de los indicadores del éxito. Ganar es el indicador del éxito, pareciera
entonces que no importa el esfuerzo y los problemas que se tuvieron que superar.
La justicia del resultado. Se puede ganar un partido por una mala decisión del
árbitro, al igual que se puede acreditar un curso por una mala elección de las formas
e instrumentos de evaluación del profesor.
La belleza del espectáculo. A veces que lo más importante no es el resultado sino
el espectáculo que se ha brindado al público. En ocasiones el desarrollo las
interacciones y el ambiente de clase es muy bueno, pero no se ve reflejado en los
resultados de los exámenes objetivos.
El esfuerzo de los jugadores. Puede ocurrir que se pierda el juego, se juegue mal,
pero se valore positivamente el esfuerzo de los jugadores. La motivación importa
siempre pero más cuando los alumnos se esfuerzan pero no llegan a la meta.
Los efectos secundarios. A veces el juego tiene resultados desastrosos. Al igual
que una clase está sujeta a situaciones no previstas o que ocurren por accidente.
El trabajo de equipo. En ocasiones se juega bien, pero el equipo pierde. En el
trabajo colaborativo con los alumnos lo más importante es la integración y el
desempeño colectivo.

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Recompensas y sanciones. El equipo que gana tiene su recompensa en puntos.
En la escuela, las actividades realizadas tienen indicadores de logro que permiten
calificar la actuación y otorgar puntos a los alumnos.
Valoraciones subjetivas. En las jugadas conflictivas la valoración depende la
apreciación subjetiva del árbitro. El profesor desde su perspectiva y reglas
establecidas, juzga subjetivamente el comportamiento del estudiante.
El resultado final de la competición. Algunas veces se hace una valoración
diferente para un resultado de un partido y para la clasificación final de la
competición. Los subproductos o actividades parciales se califican diferentes de los
productos integradores finales.
Las comparaciones entre los resultados. En el juego a veces lo más importante
no es hacerlo bien, sino mejor que otro. En el entorno escolar, no creo que las
comparaciones ayuden a mejorar la autoestima de los que están abajo en la tabla.
La elección de los jugadores. El entrenador recomienda unas tareas a los
jugadores. El profesor establece los criterios e indicadores que guían el
comportamiento del alumno.
Los responsables del éxito y del fracaso. Al alumno no es el único responsable
del fracaso escolar, hay que interpretar desde el entorno situacional, el ambiente,
y la estrategia del docente.
Perspectivas diferenciadas. La valoración de un partido depende de la
perspectiva. Implica incluir el punto de vista de los alumnos (evaluación y
coevaluación), así como la ineludible evaluación externa (heretoevaluación).
La autoevaluación. Los jugadores conocen qué esfuerzos han realizado. La
evaluación del propio desempeño es la autoconciencia del proceso que le empodera
para seguir adelante.
Toma de decisiones. Un partido se valora para ganar o para mejorar. Para que la
evaluación sea útil y formativa tiene que procurar intervenir, de otra forma para qué
evaluar.
Consideraciones finales
La realidad es siempre compleja. Para entenderla, es preciso profundizar en el
análisis de los significados que la explican.

Capítulo 5. Cinco más cinco, más cinco

"Para evaluar es necesario comprender", Stenhouse (1984).

Vista como un sistema, la evaluación de los alumnos es un proceso de gran


complejidad. Porque está dentro de otro más amplio como la evaluación del aula,

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de la escuela y del sistema educativo. Una parte de la evaluación del alumno se
explica por el profesor que tiene, por los métodos con los que se trabaja, los medios
con los que cuenta y la finalidad que se persigue.

Comprender la naturaleza de esos elementos y saber cómo actúan es un camino


para intervenir de forma más adecuada en la mejora de la práctica

Cinco funciones:

Evaluar es atribuir valor a las cosas, es afirmar algo sobre su mérito.


Independientemente de cómo se haga, la evaluación desempeña una serie de
funciones, entre las cuales podemos mencionar:

Evaluación como diagnóstico: Es aquella que parte de los conocimientos previos


y de las actitudes y expectativas de los alumnos.

Evaluación como selección. Es aquella que le permite al sistema educativo


seleccionar y clasificar a los estudiantes por medio de las calificaciones.

Evaluación como jerarquización. Es el poder unilateral que ejerce el profesor


sobre el alumno, un poder legal, pero no siempre moral.

Evaluación como comunicación. Forma en que el profesor comunica, motiva y


realimentar los resultados al alumno. Potenciando o mermando su autoconcepto.

Evaluación como formación. Es aquella que se realiza durante el proceso y


permite conocer cómo se ha realizado el aprendizaje y retroalimentarlo.

Cinco sugerencias

Sin pretender reducir la complejidad del proceso se hacen algunas sugerencias


para cambiar positivamente la práctica evaluadora:

Poner en tela de juicio la forma de evaluar. El profesor suele repetir de un año a


otro los mismos modos de evaluación. Por ello conviene cuestionar y reflexionar la
propia forma de evaluar, de preferencia en colectivo.

Investigar sobre los procesos de evaluación. Cuestionar y reflexionar sobre su


propia práctica de evaluar es en sí mismo una mejora del proceso, pero mejora si
es en colectivo.

Desarrollo del diálogo profesional. Se refiere al trabajo colegiado de los


profesores al evaluar, compartiendo experiencias y criterios de evaluación.

La participación de los alumnos en su evaluación. Hay tres momentos en que


puede intervenir, al determinar el modo de realizar la evaluación; al elaborar los

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criterios que se usan para acreditar sus trabajos y la propia autoevaluación de su
aprendizaje.

La relación con los padres sobre la evaluación. El profesor debe considerar


tomarse un tiempo pertinente para explicar y compartir con los padres las
calificaciones y aclarar los procesos de trabajo en el aula.

Cinco dificultades

Sé que no es fácil poner en marcha estos procesos de mejora. Porque existen


dificultades arraigadas en la práctica profesional y en el contexto organizativo de la
escuela:

La escasez de tiempo. Fuera del tiempo de clase las escuelas no facilitan tiempo
al profesor para investigar y reflexionar el proceso de evaluación. Tendría que
hacerlo en su tiempo libre y no sería justo.

La falta de motivación. Hay que entender que esta perspectiva implica un esfuerzo
suplementario del profesor, apelar a su conciencia o vocación del docente. Ya que
difícilmente la institución dedicará apoyos especiales para esta tarea.

Individualismo profesional. El profesor debe salir de su individualidad y buscar


integrarse con sus colegas, para poder dialogar, reflexionar y compartir experiencias
y criterios de evaluación.

La rutinización institucional. Las prácticas escolares tienden a caer en el


mecanicismo. Es por ello que el docente debe diversificar los estrategias e
instrumentos de evaluación.

Carencia de ayuda. Para realizar un trabajo de diálogo, reflexión rigurosa y


sistemático, y en comunicación con otros profesionales, hace falta contar con
ayudas institucionales. Las escuelas no deben dejar solos a los profesores, el
trabajo implica una sinergia de todos aquellos que participan en la acción educativa.

Conclusión personal
La evaluación es una parte esencial del proceso educativo, no algo que se agrega
al final del proceso para otorgar una calificación o decidir si un alumno acredita un
curso. Si la vemos desde un punto de vista formativo, cualitivativo y crítico, debemos
reconocer que estamos dejando fuera su sentido esencial que es la mejora de los
procesos.
Hay que reconocer que la realidad de nuestras prácticas educativas que se ve
reflejada en la descripción que hace el autor, en lo que él llama las patologías de la
evaluación. Lo complejo y arduo del proceso evaluativo hace que los profesores
caigamos en el simplismo y repitamos formas mecanizadas de evaluar. Hasta

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asumimos ese pequeño poder, perveso por cierto, que nos otorga el sistema, ya
que, ciertamente, no lo empleamos en mejor los procesos, pero si para vigilar,
castigar y repremir al estudiante. Cuando debería de ser lo contrario, tomar en
cuenta su potencial y motivarlo y empoderarlo para que tome conciencia y aprenda
a autoevaluarse.
No henos hecho otra cosa que repetir la cultura de la evaluación del centro escolar,
reproducción acrítica de nuestra propia realidad como docnetes. Hacemos las
evaluaciones tradicionalistas, unidireccionales, sin integrarnos como cuerpo
colegiado de profesores y sin permitir que los estudiantes participen en los formatos
de evaluación o en la determinación de los criterios con que evaluaremos sus
trabajos. Somos pues antidemocráticos, esto trae como colorario que evaluemos
injustamente, sin un sentido ético y sin un sentido de mejora del proceso.
La perspectiva crítica de la evaluación nos permite avanzar como colectivo docente
desde la reflexión sobre nuestra práctica, con la intención clara de comprender la
realidad en la que estamos inmersos juntos con nuestros colegas y los alumnos, de
otra manera la educación que proporcionamos no será de calidad a menos que el
sistema lo diga en las muchas evaluaciones que ellos realizan. Hay que asumir la
parte de responsabilidad que nos toca e ir mejorardo nuestros procesos en pro de
nuestros estudiantes. Sin embargo, no es fácil ir contra la inercia de la institución y
del sistema educativo, tampoco contra formas ancestrales de dominación que se
reproducen en el entorno escolar, esto hay que tenerlo presente, no sea que la
frustración de no lograr el objetivo de mejora nos traiga nuesvas formas de estress
o depresión a los docentes.
Referencias:
Santos, G. (2000), Evaluación 1 Un proceso de diálogo, comprensión y mejora,
Buenos Aires, Argentina: Editorial magisterio del río de la Plata.

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